MERCADO PÚBLICO El Mercado Público fue inaugurado por la administración municipal en 1904. Permaneció en funcionamiento hasta 1979 cuando fue su edificación fue demolida y el comercio trasladado a Bazurto para dar paso a la construcción del actual Centro de Convenciones Julio César Turbay. Hacia la década de los años setenta, desde la institucionalidad y las élites cartageneras, se empezaba a generarse un imaginario que asociaba al Getsemaní con inseguridad y prácticas delincuenciales. Dentro de dicho discurso, el mercado fue percibido como el hábitat por excelencia del hampa y la ilegalidad, gracias a que las dinámicas ancestrales del comercio de contrabando se articulaban alrededor de este espacio y, en menor medida, a que la nueva comercialización de sustancias ilegales pudo haber encontrado en el mercado un espacio de distribución. De tal manera, desde la argumentación del saneamiento social, la administración municipal decidió cerrar el mercado, demoler su edificación y arrebatarle al barrio el territorio que ocupaba para instalar en él un recinto privado radicalmente ajeno a la identidad getsemanicense: el Centro de Convenciones.
Fachada antiguo edificio del Mercado Público. Años cuarenta (aprox.). Fotografía: Fototeca de Cartagena
Durante los 75 años en que el mercado funcionó en Getsemaní, este espacio fue para el barrio no solamente el referente esencial en términos de abastecimiento, sino que significó primordialmente, un escenario físico y cultural desde el cual se construyeron dinámicas subjetivas de apropiación del territorio. De hecho, los getsemanicenses no solamente asistían al mercado con el fin de adquirir víveres o mercancías para el consumo diario; más allá de ello, decenas de familias del barrio encontraron en aquel espacio un escenario en donde se materializaban saberes relacionados con oficios artesanales, gastronómicos y comerciales tradicionales. De tal manera, el getsemanicense se relacionaba con el mercado en tanto comprador y vendedor, pero fundamentalmente, lo
habitaba como un sitio propio, como una suerte de extensión de su espacio doméstico en razón al tejido social, simbólico y emocional que se configuró alrededor de éste. EL CLUB CARTAGENA El antiguo Club Cartagena se inauguró en 1928 y funcionó en el inmueble, diseñado por Gastón Lelarge, aún en pie. Fue trasladado a mediados de siglo al sector de Bocagrande y aunque la población getsemanicense no se involucró activamente a las lógicas de distinción y entretenimiento del club, salvo por la comunidad sirio-‐libanesa asentada en calle de la Media Luna, este espacio se convirtió en un referente estético y urbanístico para los habitantes del barrio. Según fuentes locales, en la actualidad el inmueble se encuentra también ad portas de atravesar el consabido recorrido para mutar en hospedaje de lujo. LA OBRA PÍA La obra Pía de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo fue fundada hacia 1650 y, en sus inicios, tuvo por objeto la atención hospitalaria de mujeres pobres. Posteriormente, se destinó como sala cuna de niños expósitos. Administrada siempre por monjas de clausura, funcionó hasta mediados del siglo XIX debido a la expulsión de las órdenes religiosas. En su mismo edificio, ubicado en la calle de La Media Luna, funcionó desde 1903 hasta 1956 el colegio Biffi para señoritas. En la memoria local, tanto la Obra Pía como el colegio, constituyen referentes esenciales para la historia del barrio y su carácter identitario. El antiguo inmueble hogar de estas dos instituciones, se encuentra hoy abandonado y según vecinos del sector, su futuro como hotel ya está anunciado. LA FÁBRICA LEMAITRE La Fábrica Lemaitre comenzó a funcionar en el barrio hacia la década de los años veinte del siglo pasado. La fecha de su cierre es dudosa aunque los getsemanicenses, que superan los cuarenta años, recuerdan haberla visto activa durante la década de los setenta. La fábrica se dedicaba a la producción de jabones de tocador y elementos de aseo en general de alto consumo en la ciudad. Para la historia de Cartagena, la fábrica representa el florecimiento industrial de comienzos de siglo luego del declive económico del siglo XIX. La mayor parte de su mano de obra estaba constituida por residentes del barrio; vinculó directamente 120 mujeres empacadoras que laboraban en las instalaciones de la fábrica y 40 que empacaban a mano en sus casas debido a la imposibilidad de dejar a sus hijos solos. Además, empleó 130 hombres para otras labores completando un total de 290 empleados1. Hoy, sus predios, ubicados a lado y lado de la calle de La Sierpe, se encuentran abandonados. 1
Lemaitre Noero, María Clara y Tatiana Palmeth. Getsemaní: el último cono. Pág. 38-‐43.
LA CALLE DE LA MEDIA LUNA La calle de La Media Luna y la calle Larga son las dos vías más antiguas de Getsemaní. Afirma el investigador Ballestas Morales, que en un plano de Cartagena, fechado en 1597, aparecen ya trazadas las dos calles que posteriormente serían bautizadas con sus actuales nombres2. La Media Luna fue, por su ubicación geográfica, el único camino real de comunicación con la ciudad por tierra firme antes de que Getsemaní fuera integrado formalmente a la urbe en el siglo XVIII. Por tal razón, esta calle se convirtió en la principal vía de entrada y salida del antiguo arrabal. Desde sus primeras décadas de vida, La Media Luna comenzó a desarrollar su carácter comercial; en ella se ubicaban los vendedores de mercancías al menudeo y del bastimento proveniente de Turbaco; además, por su cercanía a la bahía, se convirtió en el principal referente del comercio lícito y de contrabando en la ciudad. Según Enrique Marco Dorta, para el siglo XVIII, se encontraban en esta calle todas las casas altas y de mampostería del barrio, hecho que permite establecer, entre otros, que la mayoría de sus vecinos estaba integrada por prósperos comerciantes de población esclavizada y de mercancías de contrabando. Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, arribó al país una gran inmigración del Oriente Próximo conformada esencialmente por sirios, libaneses y algunos palestinos. De aquellos que se quedaron en Cartagena, la mayoría escogió como lugar de residencia la calle de La Media Luna y sus alrededores. De tal manera, los sirio libaneses levantaron allí amplias mansiones cuyo primer piso destinaban a locales comerciales y el segundo a la vivienda. Con la llegada de esta población, que se integró de manera efectiva a las dinámicas culturales de la ciudad y del barrio, la calle se pobló de negocios dedicados a la fabricación de calzado, la confección de camisas, la reparación de sombreros, la venta de artículos de fantasía, de telas y de mercancía en general. Entre los almacenes que poblaron la calle se destacan: Calzado Beetar Hermanos, Almacén El León, Almacén La Cigarra y Almacén Las Tres Estrellas, entre otros. Esta calle también se caracterizó por la presencia de numerosas farmacias o boticas, para los años sesenta, llegaron a ser ocho de éstas en las dos cuadras de la calle. Hacia la década de los años sesenta, con la muerte de la primera generación de inmigrantes, La Media Luna poco a poco fue despoblándose de la vida que la habitó por casi un siglo para albergar a poblaciones carentes de arraigo sobre el territorio, cuya relación con el mismo se limitó al usufructo del suelo a través del establecimiento de los primeros hoteles de turismo backpack y negocios asociados a la prostitución. CASA Y TALLER DE PEDRO ROMERO Pedro Romero originario de Cuba, herrero de oficio y militar de profesión, fue el líder de las acciones de insubordinación ejecutadas por los Lanceros de Getsemaní, cuyo objetivo fue la declaración absoluta de la independencia de Cartagena. El 11 de noviembre de 1811, Pedro Romero dirigió al batallón Lanceros y asaltó el almacén de armas de la ciudad 2
Ballestas Morales, Rafael. Cartagena de Indias. Relatos de la vida cotidiana y otras historias. Cartagena, 2008. Pág. 90.
ubicado en la Plaza de la Aduana. Armados, irrumpieron en la sesión de la Junta de Gobierno de Cartagena y se enfrentaron a aquellos que se oponían a la declaratoria de independencia de la ciudad. En medio del disturbio se logró la declaración de libertad, se ordenó el destierro de los implicados en actos contrarrevolucionarios y se convocó una convención constituyente para los primeros días de 1812. La Constitución de Cartagena fue la primera en declarar la igualdad de derechos e igualdades de sus habitantes, incluso de los esclavizados: “(…) es absurda y contra naturaleza la idea de un hombre privilegiado hereditariamente o por su nacimiento, y exacta, justa y natural la idea de igualdad legal; de la igualdad de dependencia y sumisión a la ley de todo ciudadano, e igualdad de protección de la ley a todos ellos”. Es importante resaltar que en este proceso participó de forma activa el pueblo negro raso, es decir, las ideas políticas no fueron monopolio de una élite letrada. A través de pasquines exhibidos en sitios públicos, leídos en voz alta y distribuidos libremente, las inéditas proclamas políticas llegaron a todos los sectores. Dicha constitución se mantuvo vigente solo hasta 1915 cuando las autoridades realistas retomaron el poder a través de las llamadas acciones de pacificación. Pedro Romero, instaló su lugar de residencia y su taller de herrería y fundición en la calle Larga, en predios que hoy ocupa el edificio Ganem. Dicho edificio fue construido hacia la segunda mitad del siglo XX como una de las estrategias simbólicas de blanqueamiento de la independencia cartagenera, tendientes a borrar la memoria de la insurgencia afro. LA CALLE DEL PEDREGAL La calle del Pedregal es una de las menos antiguas del barrio debido a que comenzó a ser habitada solo desde mediados del siglo XIX y en la actualidad, es probablemente una de las menos habitadas por la población local. Hoy la mayoría de sus predios se encuentran abandonados y en proceso de “engorde” en espera del momento propicio para ser ocupados por proyectos turísticos cuyo atractivo comercial se asienta en la ubicación privilegiada de la calle: muralla propia, vista a la bahía, cerro de la Popa y fuerte de San Felipe. Esta calle es, desde hace varios años, el escenario en donde se desarrolla el tradicional campeonato de beisbol o pelota de trapo del barrio. Cada domingo, durante ocho meses en el año, la calle se repleta de vecinos que confluyen para estar al tanto de los marcadores de sus equipos locales favoritos. El espacio público del Pedregal hace las veces de cancha y la muralla circundante se convierte en el palco principal. Dada la peculiaridad del patio de juego, el torneo ha tenido que reacomodar el reglamento deportivo para que pueda adaptarse efectivamente a un escenario físico que se sale de los estándares formales. Esta práctica barrial que de manera autónoma, moviliza dinámicas identitarias y lazos sociales alrededor del beisbol, constituye, además, un ejercicio de reapropiación y resignificación por parte de las comunidades, de un territorio que progresivamente les ha sido arrebatado.
PARQUE EL CENTENARIO En los predios del actual Parque El Centenario funcionó el Matadero Municipal desde finales del siglo XVI hasta 1815. En 1855, el Concejo de Cartagena nombró como Plaza de la Independencia todo el sector comprendido por el actual Parque, el Camellón de los Mártires y la Plazuela de San Francisco. El terreno del Matadero Municipal fue hasta 1907, momento en que empezaron los trabajos para la construcción del Parque, una ciénaga llana cuyas aguas fangosas ondeaban a ritmo de las mareas. En la zona más alta y seca funcionaron las instalaciones del antiguo matadero, justamente donde hasta hace poco existió una cancha deportiva. En 1911 fue inaugurado el Parque El Centenario y desde ese momento se convirtió en un referente de encuentro y sociabilidad para Getsemaní y para toda la ciudad. De tal manera, durante todo un siglo el parque fue escenario de tertulias, retretas, juegos y diversos encuentros sociales de getsemanicenses y cartageneros en general. Desde finales de 2011, la municipalidad ha iniciado una serie de obras de renovación urbana que comprenden los espacios públicos del Centro Histórico de la ciudad. En el marco de dichas obras, el Parque El Centenario está siendo actualmente intervenido bajo premisas estéticas y de uso que se materializan en una lógica del habitar los entornos urbanos, guiada más por las necesidades del mercado turístico que por las relaciones tradicionales que la cultura local ha configurado con sus entornos. CLAUSTRO DE SAN FRANCISCO
La construcción del Convento de San Francisco data de 1555 y fue la primera edificación de Getsemaní. La obra fue encargada por Fray Pedro de la Iglesia, que aunque en materiales rústicos de tabla y paja, pudo haber marcado las primeras pautas para la futura expansión de la pequeña ciudad3. La construcción de cal y canto del edificio se realizó entre los años 1575 y 1579. Los terrenos del claustro ocupaban una amplia extensión que iba de lo que hoy es el Teatro Cartagena hasta la Tercera Orden y de allí, por la calle Larga, hasta lo que actualmente es el centro comercial Getsemaní. Además de su significación por haber sido una de las primeras construcciones de Cartagena y la primera en Getsemaní, el Claustro de San Francisco es un referente trascendental en la historia política de la ciudad, ya que su plazuela delantera fue el escenario en donde se juntaron los rebeldes, al mando de Pedro Romero, para acudir al Palacio de Gobierno y exigir la Independencia cartagenera. LA BAHÍA DEL ARSENAL Durante la colonia, el posicionamiento de Cartagena como puerto de tránsito y abastecimiento de embarcaciones que entraban y salían del Nuevo Mundo, fue cada vez más importante a nivel comercial y militar, de forma que la ciudad debía empezar a generar las condiciones para el establecimiento y reparación de las embarcaciones que no 3
Lemaitre Noero, María Clara y Tatiana Palmeth. Getsemaní: el último cono donde desembocan los vientos. Cartagena: Instituto Distrital de Cultura. Primera edición, Marzo de 2001. Págs. 8-‐10.
estaban siendo suplidas por los muelles de la ciudad, y se venían haciendo en el puente que la unía con el arrabal. Por este motivo, se toma una de las decisiones fundamentales para el futuro del arrabal, el traslado del viejo muelle situado en el centro amurallado hasta las inmediaciones de Getsemaní, en la playa del Arsenal. De esta forma, el llamado arrabal fue poblado por personas vinculadas a las actividades propias del carácter comercial de la bahía del Arsenal, los cuales en su mayoría, dada la cercanía a la playa, ejercían los oficios en sus propias casas modificando las estructuras y adaptándolas como talleres o almacenes, que se convertirían en apoyo para la vida y los trabajos del muelle. Fue así como se conformó e institucionalizó la “maestranza del Arsenal compuesta por todos los que trabajaban en los talleres, en las artesanías, en la construcción de las embarcaciones y en las obras…”4 De tal manera, la presencia de la bahía en Getsemaní fue fundamental para consolidar las actividades comerciales marítimas y de contrabando ejercidas por una buena parte de la población del barrio, así como los oficios relacionados con la construcción y reparación de embarcaciones. El Arsenal es entonces, un referente histórico e identitario de suma importancia para Getsemaní al haberse constituido como uno de los principales escenarios a partir de los cuales se configuraron actividades tradicionales de su población. Hacia los años ochenta, con el traslado del Mercado Público y la construcción del Centro de Convenciones Julio Cesar Turbay, el acceso al mar por la bahía, del que habían gozado ancestralmente los getsemanicenses, se privatizó y se restringió únicamente a las actividades relacionadas directamente con el Centro de Convenciones. 4
Lemaitre Noero, María Clara y Tatiana Palmeth. Getsemaní: el último cono donde desembocan los vientos. Cartagena: Instituto
Distrital de Cultura. Primera edición, Marzo de 2001. Pag.17.
LOS TEATROS
Fachada teatro Rialto. Fotografía Fototeca de Cartagena
El primero de los siete teatros ubicados en Getsemaní fue el Variedades inaugurado en 1915, y el último en desaparecer fue el Cartagena hacia finales de la década de los noventa. La tradición oral y la bibliografía apuntan al funcionamiento simultáneo de cuatro teatros en Getsemaní por un periodo de aproximadamente 40 años. La permanencia de los teatros en el barrio creó una arraigada dinámica cultural alrededor de la asistencia a los mismos, cuya significación no se limitaba al mero disfrute de la película o espectáculo en cartelera, sino que cobraba sentido en torno a los rituales sociales generados alrededor de la práctica barrial de ir al cine. De tal manera, las tertulias, las comidas, las misas previas o posteriores a la función y en general, los lazos sociales inventados dentro y fuera de los teatros fueron tan o más relevantes que la película misma. Actualmente, los antiguos inmuebles de los teatros Cartagena, Bucanero, Colón y Calamarí, junto con el contiguo claustro de San Francisco5, se encuentran a la espera de ser convertidos en un gran hotel que engrosará el capital financiero del grupo 5
Según afirma Rafael Ballestas Morales, el claustro de San Francisco fue una de las primeras obras monumentales de la ciudad ya que su construcción fue iniciada en 1555.
Santodomingo. Por su parte, los teatros Rialto y Padilla fueron demolidos mientras que el San Roque conserva únicamente su fachada en ruinas.
LA PLAZA DE LA TRINIDAD La Plaza de La Trinidad ha sido tradicionalmente el más importante punto de referencia para el encuentro de la población barrial. En ella confluyen los vecinos para sentarse bajo la sombra de alguno de sus árboles, disfrutar de la tertulia diaria, comer perro caliente o bollo de yuca, ver televisión al aire libre gracias al ingenio de algún habitante y jugar ajedrez ambientados por el alboroto de los niños que se toman todo el centro de la plaza con sus partidos de futbol. A pesar de que La Trinidad es aún ocupada y habitada por getsemanicenses, cada vez es mayor el número de turistas, que atraídos por la vitalidad del entorno, la invaden cada noche. De hecho, algunos vecinos se inventaron el sobrenombre de “la ONU” para referirse a su plaza en razón a que en ella “se hablan todos los idiomas”. Por su parte, las misas de la Iglesia de la Trinidad siguen convocando rigurosamente a los feligreses del barrio y de otros sectores de la ciudad.