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Celso Montaño Balderrama
FRANZ TAMAYO, GENIO Y POETA AMERICANO
“El esqueleto de la ciencia son los hechos, pero los músculos y los nervios son el significado que se les confiere, y el alma de la ciencia son las ideas” (Tamayo, Franz)
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“En el fondo, nadie sabe por qué ni lo que quiere. Si como se dice, la libertad es un misterio, la voluntad es un monstruo ciego” (Tamayo, Franz)
“Porque en rosas y miel se abrió mi cuna mintió sonrisa eterna la fortuna. Todo se mudó al fin, como se mudan la onda, el viento, la mujer, la luna”. (Tamayo, Franz)
Celso Montaño Balderrama43
Nadie que tenga cien mil millones de neuronas cerebrales que alardea “el hombre es animal racional”, admite que unos pueblos tengan agua de mar y otros pueblos despojen a otros el agua de mar, porque lo que son las setenta veces
43Nació el 6 de septiembre de 1949 en Punata, Cochabamba, Bolivia. Profesor, abogado, pedagogo, escritor, crítico literario y periodista cultural. Fue docente de escuela, colegio, Institutos Superiores de formación maestros y de la Carrera de Ciencias Jurídicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UMSS. Obtuvo premios y distinciones provinciales, departamentales y nacionales. Ganó en varios concursos de cuentos y novela, La Paz y Cochabamba, respectivamente. Libros recientes: Pachakutec: el soberano creador del nuevo mundo: novela histórica (2009), De tour por los universos y multiversos: novela de tesis (2013), Pedagogía de la vida, filosofía del optimismo (2017), Tiwanaku: novela—ensayo (2017), Apuntes de astrofísica. Una pelea más (2019), Musas verdes revolucionarias —cuentos—ensayos. Libro digital— (2021), Si todos fuéramos quijotes. Páginas de poesía —Libro digital— (2021) y Grandes mujeres en la historia de la humanidad. Poesía transgresora —Libro digital— (2021).
setenta razones humanas que respetan el derecho a la vida, respetan del mismo modo setenta veces setenta el derecho de los pueblos al agua de mar.
Sabiduría es la filosofía del derecho de los pueblos al agua de mar, es la poesía del agua de mar y es el amor universal de los pueblos a las aguas de mar. Siglos vivieron de reflexiones filosóficas los griegos, afirmando de que el universo está hecho de agua, fuego, tierra, Sol y estrellas, que los países imperialistas ignorando todo esto, arrastraron a sus pueblos a guerras sangrientas, con el fin de llenarse de dinero los bolsillos.
Niels Henrik David Bohr, físico danés que contribuyó en la comprensión del átomo y la mecánica cuántica, galardonado con el Premio Nobel de Física en 1922, sostiene algo que muchos seres humanos egoístas no pueden todavía comprender: “En los cuerpos más distantes del universo hay elementos con exactamente las mismas propiedades que en la Tierra: Carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, helio y que en cualquier latitud del universo existe agua”.
Entendamos o no el suministro de la energía creadora que aportan las cien mil millones de neuronas cerebrales, el ser humano que habita el planeta Tierra necesita agua de mar, que desoyendo la verdad de tal magnitud, los países imperialistas arman guerras fratricidas, puestos los ojos en la pequeña mirada de una fortuna, poder, dinero, casas, tierras y en suma, billeteras en el cerebro, cerebros de multitudes, cerebros astillados, que creen en la cuenta bancaria que les da alguna importancia relamida por el dolor de vivir genocidas.
Carne de estrellas, hijos del fuego de las estrellas e hijos del agua de mar, es el agua de mar que contiene vida, es el agua de mar que provee vida y es el agua de mar que llena la vida de poesía, porque como el agua de mar da vida, también proporciona la alegría de vivir, mientras que los pueblos poderosos, le ponen trancas a la vida y le ponen fronteras a la universalidad del agua de mar que alimenta al ser humano.
La Prometheida o las Oceánides, del genial poeta boliviano Franz Tamayo, más que símbolo poético de las altas cordilleras, canta el derecho de los pueblos que tienen al agua de mar, canta al agua de mar que alimenta la vida, canta al agua de mar que es el amor de la hermandad universal de la raza humana y canta la poesía al agua de mar de eternidades, obra del universo de continuo creador.
Vida y obra de Franz Tamayo
“El arte y la ciencia tienen dos atmósferas distintas. En ésta se necesita una mayor dosis de libertad que en aquél. Desde luego, el arte funciona con elementos más fatales y menos libres, las impresiones y las pasiones; y desde que busca a priori un orden y una armonía, va hacia una sujeción. La ciencia no soporta otro yugo que el de la verdad”. (Tamayo, Franz).
Franz Tamayo (1879-1956), primogénito de Felicidad Solares, indígena de la cordillera de los Andes, e Isaac Tamayo, de familia acomodada, vivió parte de sus primeros años en las haciendas paternas y en el exterior del país. Político, diputado, diplomático y ministro de estado. Junto a Ricardo Jaimes Freyre, la más alta cumbre de la poesía boliviana de todos los tiempos. Nacido en La Paz, combinó
su vocación de escritor con la política. Adscrito al Partido Radical, fue diputado, presidente de la Cámara de Diputados, embajador ante la Sociedad de Naciones y ministro de Relaciones Exteriores. En 1934 fue elegido presidente de la República, pero no pudo tomar posesión del cargo debido al golpe militar dirigido por José Luis Tejada Sorzano. Tamayo dirigió el periódico El Hombre Libre y fundó El Fígaro. Por su obra poética está considerado como el mejor representante del modernismo en Bolivia.
Obras publicadas: 1898, Odas. 1905, Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia. 1917, La Prometheida o las Oceánides. 1922, Nuevos proverbios. 1924, Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia. 1927, Los nuevos Rubayat. 1932, Scherzos. 1939, Scopas, 1945, Epigramas griegos. 1910, Creación de la pedagogía nacional. 1911, Crítica del duelo. 1915, Horacio y el arte lírico. 1947,
Tamayo rinde cuenta
Desde su infancia Franz Tamayo vive marcado por el dolor humano. Pocos como él comprendieron la misión del hombre en la tierra: la trascendencia holística o la totalidad y globalidad del sentido de la poesía, del destino humano y del valor de la ética. De formación greco-latina, sus autores preferidos son Horacio, Dante, Virgilio, Petrarca, a quiénes los lee en la lengua de origen. Políglota, habla griego, francés, alemán, inglés y otros idiomas. Su vida está marcada por el orgullo olímpico, el silencio musical, por el aislamiento deliberado, que bien pueden conllevar la honda meditación, la profunda sabiduría, la tremenda meditación
y reflexión científica y filosófica, casi siempre desdén y desprecio para con sus contemporáneos.
Franz Tamayo, una tarde en su casa solariega apoyada la mano en el recio mentón, dice: “Illimani, ambos somos cumbres”. Otra ocasión, insultado por un diputado sucrense enriquecido, hijo de un zapatero, que le dice “cállese, so cholo”, él responde: “El cholo es usted, yo soy indio”.
Franz Tamayo, tiene de la vida, del arte, del destino del hombre y de la poesía concepto grave de lo que se entendía entonces: “… Hoy el poeta es un libertino y la musa una bacante. Hoy se hace el Arte por el Arte, y el arte es un fin. De aquí que el Arte en nuestros días o es inmoral o es falso, lo cual, miradas las cosas en su fondo, es otra especie de inmoralidad”.
Odas
El concepto y el sentimiento de grandeza, la dimensión precisa de lo finito y lo infinito, el sentido de la realidad correctamente idealizada, elevada a la altura de lo verdadero, la hondura de su producción literaria y la profundidad de su visión cósmica, no varía un punto en su existencia reconcentrada.
Franz Tamayo, se muestra de cuerpo entero: “… Una poesía que contribuya y convenga (como todo en la tierra), directamente a la realización del fin humanitario, una poesía que no excluya nada, ni lo real ni lo ideal porque ambas cosas existen verdaderamente; una poesía que nazca verdaderamente de la vida y se desarrolle con el
hombre y para el hombre, es decir, que no sea ajena ni a nuestra naturaleza ni a nuestro destino; una Poesía así, decimos no es sin duda, la que el Arte de nuestros días trata de realizar”.
Odas. Dice de sí mismo en cuanto boliviano y de su vida en cuanto espacio y tiempo: “Además de todo, se trata del pasado de América, de la patria del autor, de esta patria humilde, es decir de su madre, porque él, obedeciendo a una doctrina política preconcebida y no indicada en este Prefacio, siempre se ha juzgado, antes que boliviano, americano”. Odas.
Ciudades, hombres
En las primeras páginas de Odas, Franz Tamayo se alza en medio de palacios, templos, fortalezas, santuarios, entre la gloria y el pasado; allá en la morada de guerreros y gigantes que construyeron imperios, ciudades de dioses, ciudades de proporciones augustas, que hoy por hoy, lloran los nativos los trágicos fulgures de una irredenta vida.
Ciudades, hombres, dioses, imperios de hombres marcarán la historia: Dejad que pase el rayo en nuestra vida porque será la voluntad suprema; no levantéis el brazo omnipotente para vengarnos, victoria inocente, ojo que mira el Sol pronto se quema. No está lejos mi muerte; mas no lloréis mi suerte, llorad el porvenir que hasta la historia de nuestros tiempos borrará con llanto.
¿Quién recordará nuestra gloria? ¿Dejará la tormenta una memoria entre las ruinas y entre duelo tanto?
Poesía extractada del libro Odas, de la estrofa cinco, corresponde a enero de 1896.
Dos viajes
El libro Odas, es resultado de dos viajes de los años 1886, donde nacen sus preocupaciones literarias, y el año 1893, cuando nacen sus preocupaciones históricas.
En Odas, están los versos estrictamente americanos, bellos, dulces, graves, pulidos, diamantinos, están Oda Tercera: Atahuallpa en la prisión. Oda Cuarta: La ciudad del Sol. Oda Quinta: Los héroes anónimos, con la fortaleza del Cuzco de postrera sacudida.
Se conoce el corte de historia, el quiebre y el derrumbe de la grandeza incásica, del imperio que con el tiempo tomará el sesgo que hoy contemplamos anonadados. La infinita tristeza, angustia y nostalgia que deja el tiempo en un Continente sojuzgado, humillado, destruido y pisoteado desde sus costados más insospechados.
Franz Tamayo, en Epigramas griegos, burila con pulcritud sus versos y su prosa:
Seda aromada, vellón, renegrido, mezcla en las crenchas. Rodas bermejas que dan llanos en estos de antojos sin fin. Ojos que son rosas negras ya u tiempo soles de incendio. ¿Cómo florece de amor sin consumirse a la vez?
Eran diamantes y perlas de vida. ¡Fuente secreta! Todo fluye un verbo de luz, de almas que el mundo ignoró.
Franz Tamayo, el padre que ama al hijo, el padre que adora al hijo y el padre que sufre por la muerte del hijo:
En tonos de cristal campanas de oro repicaron el alba de tu muerte en estuarios de luz dio el sol su lloro. ya no es violas de tristeza muerte; labró de lazulitas sus terlices y topacios la pena de perderte.
Franz Tamayo, el que grita, el que sofoca el llanto o el que resucita al hijo amado insiste recurrente.
Gloria y olor fin dieron tus matices. Tanta belleza y juventud perdida Desgarró entrañas cual sangrantes raíces Más sobre un celo de esperanzas huidas Un júbilo sublime al aire henchía Rezagó para gorgorear el día. Rayo sagaz que sabe de arte eximia. Ni escarabajos ni pantanos quieres.
El dolor, la pena, la angustia infinita se intensifican, los versos se tornan fuertes, graves, dolorosos:
¡Adonáis! Tus ojos sin sonrojos y sin maldad, cual dos estrellas negras al sol candentes para dulces enojos! ¡Adonáis, Adonáis, que alegras
la sombra cual el gozo fuiste del día efímero que ya no integras! ¡Adonáis, Adonáis, que diste al suelo júbilo y al cielo envidia íncola fúgido de un mundo triste!
¿Poeta extraño?
La poesía, el verso, la rima y el ritmo en Franz Tamayo son mesura, medida, profundidad y hondura de reflexión; son pensamiento concreto, filosofía de vida de alta abstracción y sentimiento lírico que canta a la América perdida, al hijo que muere joven, a la esposa amada que pierde, dedica la incomparable belleza sublime Claribel. También está la siempre sorprendente inspiración del poeta que se revela contra la medianía de los tiempos que marchan como debieran.
Mucho se dice, Franz Tamayo es poeta extraño a nuestra cultura, a la tierra nuestra o el sentido de la tierra hecha poesía que cultivaron Jesús Lara, Guillermo Francovich, luego que Hölderlin, poeta alemán, que los años 1917 introdujera en América el gusto por lo americano, aquello que se denominó lo terrígeno.
Estamos lejos de comprender la vasta cultura de Franz Tamayo, el simbolismo, el hermetismo aparente del modernismo personalísimo y sumemos a esto, la hondura de su pensamiento, la originalidad de su poesía y la versatilidad y amplitud cósmica de sus versos, de su filosofía y ética, todo en uno.
La genialidad de Franz Tamayo, por la profundidad oceánica, la insigne altura olímpica es irreconocible para sus contemporáneos, aumentado en tamaño por la magnitud de lo desconocido, ignorado casi siempre a propósito y visto con desprecio, comprensible desconocimiento de los imperios Pukiña, Aymara, Kheswa, resultado de los celos de quiénes desconocen y la verde envidia de hondas raíces al “genio indio” hispanoamericano, la incomprensión para con el Arte tamayano: duro, cincelado, burilado a golpe de lecturas, viajes, estudios, el dominio del arte, la ciencia, las grandes lecturas de la filosofía y la mística de Grecia, Roma, Europa y el amor profundo a la América irredenta. Cuánta ignorancia en el acercamiento a la obra gigantesca de Franz Tamayo a propósito de la poesía andina, de la historia andina, del Ajayu andino y el pensamiento complejo, multicultural y plurilingüe americano.
Maestro del arte
La poesía tamayana está esculpida en piedra, granito, que del mar nace y de mar en mar va y si de mar se habla, el mar está en la seda de su palabra fúlgida, en el Ajayu de su espíritu altiplánico entre lampo y tempestades del hombre atacado, maltratado, desde que nace, crece y cuando se coloca en el ojo de la tormenta en el país, es burlado, malentendido, silenciado por el cerco del silencio, la supina ignorancia, imperdonable incomprensión de su obra maciza. Y cuando se alza a la cima, solitario, embravecido y consumado artista, maestro del grande arte, los intelectuales de siempre, o le dan la espalda o le muestran los escasos dientes que tienen, tanto más, la
época mojigata de escasas honduras con un milímetro de profundidad.
Nosotros que tenemos sangre en la cara seamos sinceros, sin apariencias, sin el menoscabo de la verdad cuando hablamos de mar, pero hablemos de la filosofía del mar y hablemos de las grandes verdades que contiene el mar, porque el mar tiene la excelsa magnitud del universo de continuo creador, remotamente lejos de las medias verdades, de las verdades a medias y de las verdades que mienten, engañan y asesinan y desmereciendo el sentido poético del mar.
“El arte en nuestros días o es inmoral o es falso”
La Prometheida o las Oceánides, símbolo del grito rebelde, inspiración prometheíca del espíritu ingenuflexo que no se rinde, es carne de la vida que vive o que muere insigne estatura, mar que canta con toda su bravura y con el espíritu rebelde de todo de su ser, esculpe la mediterraneidad de Bolivia. Es el mar presente que habla del derecho universal de los pueblos y es el mar ausente que reclama el derecho universal de los pueblos, los mismos derechos que tienen todos los pueblos en el universo de continuo creador. Animales racionales hablemos de mar, urge definir quién es el dueño de las aguas, quién es el dueño de los mares, quién es el dueño de los cielos, pero pregúntese el mundo quién es el dueño del vasto universo multiforme y pluriforme.
Antonio Rivera Mendoza, periodista y escritor boliviano de reconocida trayectoria, autor de los libros Cuentos de Navidad, Dios y otros cuentos, El periodista tonto, autor del
nuevo libro El Orador (el palabrista), 2020, afirma esta belleza sublime: “… De ese día data su frase “el mar de agua me horroriza, son las montañas las olas de mi mar”, que sabe a poesía resplandeciente a propósito de la mediterraneidad boliviana.
Franz Tamayo, genio americano enclavado en el Ande mediterráneo, entre el silencio, la soledad y sus amadas cordilleras, es maestro del arte:
Vino nuevo en las bocas visten sus cántaras. ¡Caen las rosas locas de sus alcántaras, y en dulce fuego esas caricias de fuego su eterno fuego!
Nadie sabe ni en sueños mintiendo ríe si en falsos beleños la pena engríe solo se sabe que el dulce tibio céfiro no tiene clave.
No es un imán sutil que en paz convence es claro rayo hostil que refulge y vence pasmos y espasmos en vano el labio bárbaro dirá sarcasmos.
¡Pliega toda alma irónica a su centella la palabra sardónica espira ante ella, horrenda fama! ¡La belleza está hecha de bronce y llama!
¡En el licor que escancia de luz y aroma embriagar su arrogancia tigre y paloma. no queda orgullo erecto ate su unánime difuso arrullo!
Como una estatua viva de piedra y fuego, se calla incompasiva a todo ruego. Oleada y canto, en vano a sus pies férreos se arrastra el llanto. (De Scherzos)
Para el grande todo es grande
El genial poeta boliviano, que canta, que se rebela o que grita su rebeldía, lo hace sangrando su propio orgullo, bien que calla su dolor, bien que grita su alma dolida, incendiada e irredenta por el amor ido, “tonto, iluso y descreído”, para el grande todo es grande por el silencio que se escucha por los confines del infinito, “y mi silencio es más que el mar
que canta”. Todo en él es grande, enorme, olímpico, continental, expansivo. Algunas veces arrebato desmedido y cuántas otras, bravura musical, pero siempre medida, rima, métrica, belleza inexpugnable. Figura limpia, sublime, que fulge su frente sabia, su incólume personalidad, tal virtud diáfana que exulta o que gime, siempre dicha plena y rebeldía e irreverencia incontenible. Franz Tamayo, es enorme, sublime, genial.
Soberbio y gigantesco
Franz Tamayo, en La Prometheida o las Oceánides, es soberbio, sublime, expansivo, genial. En esta obra teatral, pieza escrita en un acto en endecasílabos y heptasílabos, que tiene 4037 versos sin rima, es grande y gigantesco, trasunta curiosa recreación de la leyenda de Prometeo. La acción se desarrolla en el Cáucaso en la mañana al amanecer. Para algunos, obra cerrada, hermética y para Tamayo, tragedia lírica.
Carlos Medinaceli, dice que La Prometheida o las Oceánides, es sutil símbolo, la angustia del Ande sediento de mar. Para Harold Osborne: Símbolo de una Bolivia mediterránea y encadenada.
La vasta cultura de Franz Tamayo, de formación grecolatina, con pleno dominio del idioma, de lírica sostenida y pavorosa que enjuaga los ojos del poeta, con un destello constante que irradia los versos, abre una danza de formas, figuras, imágenes y metáforas trabajadas, meticulosas, límpidas, exuberantes.
Conforme se desplaza la naturaleza y los vientos, los clamores de inmortal anhelo, las fragancias y frescuras agónicas de la vida, las horas pasadas en duelos de titán, los males que se consuelan en los ojos tibios y la labios plañideros, el arrullo del mar, la gloria del padre océano, el mar natal y verde con un fraterno coro pávido, la luz del cielo, el frescor del cielo, adormecido el día al final del Occidente, los días del misterio, las ansias infinitas y las brumas vesperales, el lamento inmortal del genial poeta, los desbordes de un pecho dolido y una piedad intocada, la congoja y el remordimiento por glorificar al hombre, el quitar la llama del fuego a dioses imponentes e impotentes, el titán que agoniza exangüe el pecho hondo y pétreo y la tristeza celeste en los celestes ojos.
Franz Tamayo, habla con cristalinas lágrimas que bañan las altísimas montañas: “Toma mi vida en cambio de un solo de sus ayes […]” Es el universo que canta pluriforme el dolor del pueblo que lucha por el mar, es el universo multicultural y plurilingüe que grita fuerte por el país encerrado entre colosales cordilleras.
Franz Tamayo, genio que canta su propia gloria; genio que canta el destino incierto de Bolivia enclaustrada entre las altas cordilleras. La Prometheida o las Oceánides, es la obra colosal del poeta genial que burila el canto feliz de belleza sublime. Y el alivio no viene, y la muerte no llega, y el padecer es constante porque es piedra que se eterniza en el tremendo dolor de morir y vivir la muerte.