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NARCÍS SURIÑACH BACH

LA HUELLA DE LOS ATLANTES



NARCÍS SURIÑACH BACH

LA HUELLA DE LOS ATLANTES

Edicions 3Quartans


la huella de los atlantes © Narcís Suriñach Bach narsur@interausa.com narsur35@gmail.com Presentado en el Registro General de la Propiedad Intelectual con número B-1283-14 el día 11/04/2014. © 2015, Edicions 3Quartans / Carla Xargayó www.3quartans.com Imagen de cubierta: Undersea Ruins © AlienCat - Fotolia.com

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ISBN: 978-84-943639-0-0 DL: B 9301-2015 Impreso en España / Printed in Spain


Humildemente pero con sentimiento, dedicado al gran maestro Erik von Däniken y sus compañeros de reportajes y libros, por las muchas horas de felicidad y disfrute que me han hecho pasar. También a mi esposa Conchita, que tanta paciencia ha tenido que tener conmigo, por los muchos ratos que he pasado en estos temas y tal vez ella no merecía.



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Índice EL REGRESO ACLARACIÓN Empezamos

CAPÍTULO i: EL COMIENZO Iquique, Chile (1992)

L A IDA

9 15 16

20 20

29

CAPÍTULO ii

31

CAPÍTULO iii: LOS HUMANOS

44

CAPÍTULO iv: EL PLANETA ATLANTE

60

CAPÍTULO v: LA ATLÁNTIDA

83

CAPÍTULO vi: LOS ATLANTES EN LA TIERRA

90

La visión dentro de la Galaxia o el sueño en medio del desierto 33 Otra vez el extraño ser 37

La Cueva de los Tayos (Ecuador) El planeta Marte

Oriente Medio y parte de Europa Los hititas El mar Egeo y Grecia El antiguo Indostán

79 80

93 96 97 98


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Camboya Egipto América Central América del Sur Las islas olvidadas El singular caso de las Bermudas Tartessos

99 101 107 110 112 114 117

CAPÍTULO vii: LOS ÚLTIMOS GRANDES SEÍSMOS EN TODO EL MUNDO 131 Durante los dos milenios A.C. El extraño caso de las Bermudas El fin de la Atlántida Los últimos atlantes Y ya, ¿la civilización? ¿Las visitas? Extraña y triste despedida

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EL REGRESO



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Notaba un malestar en aumento sobre los párpados que aún mantenía cerrados y, como queriendo asustar o ahuyentar la causa de mi problema, moví las manos como si el viento que provocaban me pudiera ayudar. Al fin abrí los ojos y, aparte del sol tempranero, que con todo su esplendor desafiaba mi mirada aún medio dormida, pude ver aquella cara de color cobre, acribillada de arrugas, seca y desdentada que, agachada sobre mí, me miraba socarronamente no queriendo evitar que viera que en cierto modo se reía de mí, y seguro que por eso me había soplado la cara. Sin darme tiempo a decir nada, al ver que lo miraba me dijo: —¿Cómo está señor? Veo que el pisco1 le ha hecho un largo efecto. —¿Quién es usted? ¿Qué quiere insinuar? —dije un poco molesto. —Yo soy Leoncio Quispe, de la aldea de Pisagua. Hace tres días que vigilo el pasto de mis guanacos aquí en Dolores y cuando llegué, le encontré acostado y envuelto cerca de este coche, que supuse que era suyo, donde pensé que se había acostado para esperar que le pasara el, por lo que veo, largo efecto. En ese momento reaccioné y entendí que el viejo pastor aimara, al haberme encontrado acostado allí en el descampado 1. Aguardiente muy fuerte de hoja de un cierto tipo de agave, muy usada en Chile.


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cerca del coche, había creído que mi larga estancia tumbado en el suelo era fruto de una borrachera. —¿Qué quiere decir con “un largo efecto”? —pregunté algo molesto. —Hombre, yo llegué el lunes por la mañana y usted ya estaba aquí acostado y bien envuelto con la frazada. Como vi que dormía plácidamente, no le quise molestar, pero ahora, después de tres días, de intentar despertarlo sin conseguir ningún efecto ya me empezaba a preocupar, ya que quería marcharme y no dejarlo aquí inconsciente. Usted estaba totalmente inmóvil, pero como respiraba, no sabía qué hacer. Si hoy no se hubiera despertado, me habría acercado hasta la carretera para pedir a alguno de los coches que pasan que avisaran a algún doctor de Arica o Huara según la dirección del vehículo. —Entonces, ¿qué día es hoy? —Hoy estamos a miércoles y usted está aquí... bueno, yo le encontré el lunes por la mañana, por lo tanto... Saber que yo había estado más de tres días inerte sobre la arena me produjo una sensación muy rara. En primer lugar, no tenía ningún sentimiento de hambre o sed, ni notaba dolor en ninguna parte del cuerpo, como teóricamente tendría que haber ocurrido habiendo estado tantas horas tumbado sobre la arena. Podía ser —pensé— la sensación que se supone que sienten los animales en hibernación. El primer pensamiento fue agradecer que mi situación no hubiese sido provocada por ningún daño, ya que de lo contrario, esa alma caritativa me habría dejado morir con toda tranquilidad esperando mi despertar de la presunta borrachera. A medida que iba reaccionando, recordaba que había ido a Dolores para observar el firmamento con calma y que tenía pre-


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visto retornar a Iquique el lunes por la mañana. Entonces, ¿por qué me quedé tres días aturdido o dormido en medio del desierto sin haber tomado ningún somnífero y sin recordar nada más? Di las gracias a aquel hombre que, sin yo saberlo, me había acompañado durante tantas horas, y me pareció que tenía que compensarle de alguna manera y le obsequié con la manta, cosa que le hizo muy feliz. Me metí en el coche, di la vuelta en el obelisco tratando de no arrollar a aquel escuálido rebaño de guanacos, y encaré la carretera en dirección al sur, camino de Iquique. Como no entendía nada, un montón de preguntas asaltaron mi cabeza. ¿Cómo era posible que fuera ya miércoles? ¿Cómo era posible que yo hubiera permanecido tres días dormido? ¿No sería que aquella alma cándida, se había equivocado y realmente estábamos a lunes? Mi estado corporal me daba la sensación de tener el apetito normal de cualquier día al despertarme, pero absolutamente ningún otro síntoma, cosa que me hacía sentir desconcertado y perplejo. Entonces, si mi cuerpo había permanecido dormido tres días en el suelo, ¿qué pasaba con mi sueño o sentimiento de abducción, que explicaré más adelante? Al llegar a casa, en la ciudad, y estacionar el auto, el conserje del edificio, el simpático e inteligente Jon Álvarez, antiguo luchador de espíritu comunista y ferviente seguidor de Salvador Allende, por lo que fue castigado y encerrado allá en el campo de concentración de Pisagua, al verme, esbozó una sincera sonrisa y me dijo: —Buenos días, señor. Parece que su salida ha sido más larga de lo que tenía previsto. Aparte de sus empleados, que han venido varias veces a preguntar, también han venido otras personas preguntando por usted. Yo, a todos los he dirigido a su negocio allí en la ZOFRI (la Zona Franca de Iquique).


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Un poco confundido, le di las gracias y con rapidez entré en el ascensor para, al llegar al apartamento, meterme en la ducha para tratar de aclarar las ideas. Es verdad que me refresqué y que, al afeitarme, el pelo de la cara se veía más largo de lo normal, sin embargo, ni siquiera una vez desayunado —bastante más tarde del horario habitual—, ni vestido para irme, mi situación y el estado de ánimo no habían cambiado. Mi cerebro estaba como si todavía durmiera y llegué al negocio en un horario totalmente anormal, casi con miedo de enfrentarme con los empleados, tal era mi desconcierto. ¿Qué podía haber pasado allá arriba en el desierto que me hubiera provocado ese estado como de ataraxia en que me encontraba inmerso? Solo recordaba que durante horas estuve tendido en el suelo, mirando y estudiando el firmamento, y cuán bien me había sentido en todo momento, hasta que creí que me había dormido y que el viejo quechua pastor de guanacos, en medio de aquellos cuatro hierbajos, me había despertado. ¿Pero fue así? ¿Me despertó él o lo hice yo de forma natural? Acostumbrado a todo tipo de situaciones a causa de tantos problemas en la vida, procuré adaptarme al momento y a las pocas horas ya me había hecho cargo de la situación de la marcha en el negocio, y sin intentar encontrar una explicación plausible a esa tan extraña aventura, lo procuré olvidar. Al cabo de unos días, volví a Paraguay y de allí a Vic, en mi dulce Cataluña, y una vez más inmerso en medio de aquella rutina frenética a la que obliga un negocio cuando es ya importante, aquel hecho desapareció por completo de dentro de mi mente, y no pensé nunca más hasta ahora y, por lo que veo, debo entender que ese olvido no fue casual.


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ACLARACIÓN Mi nombre es Juan Soler Soldevila y nací en un hermoso y pequeño pueblo de Cataluña allá en la Plana de Vic, cuando hacía pocos meses que había comenzado la sangrienta Guerra Civil española, en la que mi padre, como tantas otras personas inocentes, se vio desgraciadamente involucrado luchando en las peores batallas. Cuando la guerra terminó, mi padre volvió a casa muy enfermo y ya nunca más se recuperó. Después las cosas, y durante años, fueron de mal en peor. Mi padre murió muy joven y, como millones de españoles, lo pasé muy mal, y mi madre, yo y un hermanito llegado a última hora cuando mi padre estaba a punto de morir —puede ser que en lugar de última hora, debería decir a deshora— nos arreglamos como pudimos, debo confesar que he vivido una vida, en la que nunca he tenido tiempo de aburrirme. Las emociones no siempre buenas —casi nunca, diría yo— han sido fuertes y constantes. Estoy convencido, de que al concebirme mi madre tuvo la ayuda de todos los dioses del Universo para poder darme un corazón de tanta resistencia, pero una cabeza quizás de más voluntad que entendimiento. Ahora, como ya soy muy mayor —eufemismo por no decir muy viejo— y como pienso y creo que así me fue revelado o, mejor


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dicho, en cierto modo ordenado en el momento de los hechos, de los que todavía dudo, y donde creo que se me dijo que en un momento determinado haría memoria, siento que ha llegado ese momento y que vale la pena que deje escrito unos extraños acontecimientos que me pasaron en febrero de 1992 allá en Chile, en pleno desierto de Atacama, uno de los más áridos del mundo, y que de alguna manera guardaban cierta y extraña relación con unos de mis primeros viajes al extranjero, concretamente con dos de los años 1973 y 1977. Por otra lado, creo que sería muy triste que mis descendientes, no tuvieran noticia de unos hechos que, aún ahora, yo soy el primero en poner en duda, y nunca sabré qué hay de verdad o de sueño enfermizo de mi situación anímica de aquellos días. Sé muy bien que cuando una persona tiene muchos problemas que no puede o no sabe controlar, puede llegar a tener alucinaciones sin saberlo. Sea como sea, como creo que se me había ordenado que durante años lo olvidara por completo, y ahora me ha vuelto a la memoria con tanta lucidez, como ya se me había anunciado, lo procuraré dejar escrito tan fielmente como pueda, cosa ciertamente difícil dada mi incertidumbre y mis dudas. Empezamos Ya en su momento mostré de forma clara en mis memorias, escritas en arrebatos y sin demasiado orden, que en mi primera visita a la República Dominicana, en 1973 debido a mi inexperiencia como viajero, y acompañado de la gran presión que sufría por la precariedad económica que pasábamos en la empresa de la que me había hecho cargo con más voluntad que acierto, el chico que me acompañaba, Pepito Costa, dominicano de origen gallego, al verme tan preocupado, cosa que él no entendía, ya que


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desconocía mi problema y la magnitud del mismo. Dado que el chico estaba satisfecho por las muy buenas ventas que hacíamos, me quiso hacer un obsequio para ver si me animaba y me llevó a unas extrañas y exóticas grutas bajo el nivel del mar no muy lejos de la capital Santo Domingo, llamadas Los Tres Ojos, que realmente, y tal vez por mi poca experiencia viajera, me impactaron. Me imagino que, aún ahora, deben ser un lugar de fuerte atractivo para los turistas tan abundantes actualmente en ese país. Aquellas tres cavidades subterráneas obra de la Naturaleza, me parecieron un verdadero espectáculo. Ya frente a la primera, esa laguna grandiosa y de un agua tan cristalina, totalmente transparente que dejaba ver el fondo a una gran profundidad, y que parecía tener una luz de origen desconocido, realmente me conmovió y me llevó a un estado, yo diría de éxtasis, nunca experimentado. Allí fue donde vi por primera vez aquella figura tan especial y fuera de lo común. Al otro lado de la laguna donde estábamos nosotros, tal vez a unos ciento veinte metros de distancia, aquella persona desconocida que yo describo en mis memorias no igual, pero sí muy parecido al artista indio Kabir Bedi, famoso en aquella época por ser el protagonista de la serie Sandokán, con aquellos ojos tan penetrantes, pero con las abundantes y largas cabellera y barba totalmente blancas en lugar del negro brillante del artista, que dirigiéndose a mí —o en la distancia así lo creí— me hacía unos gestos como de ánimo, como si aquel ser extraño me conociera o supiera de mi duelo interior. Tan explícita fue su agradable gesticulación, y estaba tan convencido de que se dirigía a mí, que decidí dar la media vuelta en el lago, pasando por detrás de la gruta, para reunirme con él en la otra parte, y poder saber quién era y de qué me conocía.


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Grande fue mi decepción al llegar donde creía haberlo visto y no encontrar que ninguna de las personas presentes se pareciera en algo a la visión que yo había tenido. Mucho busqué, pero la visión —o la personalidad— había desaparecido. Pasé unos días más o menos preocupado por ese hecho misterioso, pero el tiempo lo borra todo y tenía bastantes más problemas para estar preocupado, que el recuerdo de aquel hombre (?) extraño se fue desvaneciendo. Unos tres años después, mis problemas económicos seguían siendo importantes —lo explico extensamente en mis memorias—2 y me encontraba en el emirato de Dubai allá en el Golfo Pérsico, entonces todavía tan desértico y primitivo, intentando vender cuanto más mejor, pero al mismo tiempo ganar un provecho interesante (algo difícil con clientes espabilados y despiadados como los de allí, que siempre intentan quitarte la piel), para poder ir rehaciendo nuestra economía tan precaria, cuando junto con mi agente indio, Seifuhdin, atravesábamos esa vía de agua que llaman el Dubai Creek, de pie sobre esa frágil barquilla, para ir de Deira Said a Dubai Said,3 los dos lugares más importantes del emirato para intentar hacer negocio cuando, en otra barquilla similar de las muchas que circulaban en dirección contraria, a unos cincuenta metros, volví a tener de manera clara esa visión. Aquel hombre resplandeciente de pelo largo blanco y ojos brillantes, casi fosforescentes, que dirigiéndose directamente 2. Records de la meva vida. Ed. Emboscall, 2004.

3. Deira Saeed y Dubai Saeed son (o eran, hace años que no voy) los barrios comerciales más importantes del Emirato, separados por un brazo de agua de mar (una ría) de cerca de 700 metros de ancho, atravesado por cientos de pequeñas barquitas que hacen (hacían, no sé ahora) el servicio de taxi colectivo fluvial.


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a mí, me hacía aquellos dulces gestos de ánimo y cordialidad que tanto recordaba de mi anterior visión. Desgraciadamente las dos barquillas en sentido contrario la una de la otra, se fueron alejando y no me fue posible ver más esa figura tan fuera de lo normal. Lo que me hizo dudar nuevamente de mi visión fue que ninguna persona del sinfín de barquitas, parecía darse cuenta de personaje tan singular. Ni en Los Tres Ojos dominicanos, ni en Dubai, nadie parecía extrañarse de tan rara visión. O, ¿tal vez solo era yo quien la tenía? También tengo el borroso recuerdo de haberlo visto en otro viaje cerca de la Gran Esfinge, allá en Giza, no lo sé. Es todo tan extraño... Aunque como digo, ya lo he explicado en mis memorias, he querido dejar constancia aquí, porque tiene mucho que ver con los hechos que explicaré a continuación. Deseo que los posibles lectores que lleguen a conocer este extraño escrito, entiendan que lo que leerán no es ni pretende ser una narración exagerada de extraterrestres o algo similar; es el resultado de una serie de hechos y posibles sueños (¿o alucinaciones?) que yo, el autor, soy el primero en desconocer dónde empiezan unos y terminan otros. No es pues una novela, ni una narración cien por cien ajustada a hechos reales. Es la exposición más o menos plausible, de lo que fue, pudo ser y que yo considero real. Sean pues benevolentes los posibles lectores e intenten ponerse en mi lugar. Yo, Juan Soler Soldevila, protagonista (¡o espectador? ) de los hechos.


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I EL COMIENZO Iquique, Chile (1992) Hacía ya unos cuatro años que, debido a una serie de circunstancias y aún sin dejar mi hogar Vic, me había trasladado a Sudamérica para poder dominar de cerca los negocios que se habían ido haciendo más grandes de lo que había calculado en principio. Yo en aquellos momentos ya no tenía el problema de aquellas deudas que con tanta inconsciencia heredé, sino que ahora el problema era tener tiempo de abarcar todos los detalles de lo que se había convertido en un negocio muy importante que ya no era posible dirigir desde Cataluña, donde yo vivo con mi familia. Aunque mis colaboradores autóctonos de cada país me merecían una cierta confianza, no olvidaba aquello de “el ojo del propietario engorda al caballo”, y por este motivo, me había hecho construir una casa bastante bonita en Ciudad del Este , Paraguay, frontera con Brasil, a cinco minutos de la presa o central eléctrica más grande del mundo llamada Itaipú, justo en la orilla del río Paraná, dentro de un county club (residencia de la gente rica y pretenciosa, generalmente no demasiado culta, de la ciudad, que había ganado mucho dinero en poco tiempo), para controlar de


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cerca la importante venta que hacíamos en Brasil4 a través del Ponte da Amizade (Puente de la Amistad), la única vía de conexión con Brasil a lo largo de cientos de kilómetros que atraviesa el caudaloso río Paraná, el cual más adelante se junta con el Iguazú, el de las maravillosas cascadas, y más adelante aún con el río Paraguay, que comienza en las maravillosas regiones del Pantanal brasileño, allá en el Mato Grosso, zona única en el mundo y que no me cansaría nunca de visitar, y que después de cruzar Paraguay, de arriba abajo, desemboca en el Río de la Plata en Argentina. Más tarde, y viendo que a buena parte de los clientes sudamericanos —sobre todo los bolivianos, chilenos y peruanos a los que les interesaban mis productos—, les costaba desplazarse o encontrarme, decidí poner un almacén de venta al por mayor (galpón, lo llaman allí) en la zona franca de Iquique que, después de la de Panamá, es la más importante de América donde se proveen los grandes contrabandistas de aquellos países, dada su proximidad con las tres fronteras: Perú, Bolivia y Chile, todo en pleno desierto de Atacama, pero al borde del mar. Debido a la melancolía y orgullo que sentía por mi pequeña, lejana y —creía yo y aún lo creo— maltratada patria, hice adornar el local con un muy grande y hermoso cartel con el nombre de Almacenes CATALUÑA con las cuatro barras de la bandera, para que todos los visitantes conocieran algo de mi país. Las dos sociedades mercantiles chilenas necesarias para poder operar se llamaron OSONA, SA, comarca de mi humilde origen, y TRONK, 4. Brasil, este país que tanto amo, y del que si no fuera cambiar de tema, me pasaría horas hablando de tanta belleza, desde las selvas de la Amazonia en la región de Manaus, hasta los estados del sur con las ruinas jesuíticas, las cataratas del Iguazú, hasta las maravillosas playas y tantas otras bellezas, acompañadas de la bondad y sencillez de la mayoría de habitantes de todos colores.


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SA —guardo muchas fotografías de aquel tronco en forma de as de bastos—. Estas sociedades ya no actúan, pero aún existen en, podríamos decir stand-by, como tales. Gracias pues a tener dos negocios en América del Sur, pero separados por tantos kilómetros, aunque vivía normalmente en Paraguay, país donde parece que los dioses se les fue la mano con largueza por su hermosura en toda la naturaleza vegetal y animal, pero que sus habitantes actuales, la mayoría extranjeros —pobres guaraníes...— se afanan en diezmar cada día más. Por medio de avión, volaba desde Ciudad del Este, pasando por Asunción, Santiago, hasta Iquique y a la vuelta igual, pero al revés. Era hacer una V o una U cada vez que me desplazaba o volvía a esta población, el viaje se hacía muy largo y en vuelo directo me habría ahorrado la mitad de tiempo. Allí en Iquique me compré un apartamento, no muy grande, pero sí muy cómodo en un edificio recién construido, a menos de cien metros de la famosa playa Cavancha. Se habla de las playas del Mediterráneo o del Caribe, pero no se deben olvidar las playas paradisíacas de tantos lugares del Pacífico. En verano, las playas de Arica e Iquique, y más al sur las de Viña del Mar, aunque no muy calurosas, están llenas de chilenos del sur, de bolivianos —muchos de los cuales seguramente recuerdan y añoran aquel territorio que fue parte de su patria— y de gente de otros países, algunos europeos. En Iquique, en menos de diez años, los hoteles han salido como setas en otoño, y un chileno, de bisabuelos de origen catalán, es propietario seguramente del mejor. Uno de los motivos para tener residencia propia en cada país era que muchas veces venía conmigo mi esposa, hijos u otras personas de la familia, pero tal vez la razón principal era que tantos años (cerca de treinta) de ir de un país a otro y de una ciudad


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a otra en los cinco continentes —conozco bastante 91 países y 184 ciudades—, me habían hecho aborrecer los hoteles. Creo que he conocido algunos de los peores y también algunos de los más caros y lujosos en los cinco continentes, dependiendo de la situación económica, al principio muy escasa. Por todo ello prefería una vida más privada, de ambiente íntimo y más casero. Es curioso que cuanto más lejos y más tiempo fuera de casa he estado, más he añorado estar en mi hogar. El norte de Chile es, sin duda, donde está el desierto quizás no el más grande, pero sí el más seco y salvaje del mundo, el desierto de Atacama. En el lado comprendido entre Antofagasta, Iquique y Arica está la pampa del Tamarugal5 en la que la mayor parte del tiempo no pueden vivir ni las serpientes ni los escorpiones, pero que en ciertos periodos, si llega a llover (cosa muy rara), toda ella florece de manera exuberante, dando lugar a una de las visiones más maravillosas de ese tipo de naturaleza. Los jardines del Paraíso, en caso de haber existido, debieron tener algo parecido a aquella maravilla. Yo disfrutaba largamente de aquel clima y ambiente tan raro y extremo, y los días de fiesta, solo o acompañado según las circunstancias, me desplazaba en mi coche a visitar aquellos lugares tan únicos. Había hecho cantidad de visitas a aquellos pequeños oasis como Pica,6 5. Los tamarugos son unos árboles similares a las acacias, pero más desnutridos, que pueden sobrevivir gracias a que sus raíces abarcan (dice la gente del país) una profundidad superior a los sesenta metros, para captar la poca humedad subterránea. 6. En Pica los colonizadores españoles, a base de mazos y picos, agujerearon una pequeña parte de la montaña para aprovechar un chorro de agua y formaron una gran cavidad a la que llamaron La Cocha, que servía para abrevar las mulas durante el viaje de ida y vuelta a Potosí para el transporte de la plata, desde los


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Matilla,7 Huara, Pachica, La Tirana, La Huaica o el exótico pueblo de San Lorenzo de Tarapacá, donde dentro cuya iglesia se puede ver aquella Santa Cena a tamaño natural con los apóstoles y Jesús sentados en la mesa mostrando aquellos rostros tan salvajes, tirando a patibularios. Aquel Jesús y aquellos apóstoles eran más propensos a dar un fuerte susto que hacer sentir ninguna sensación de bondad. Seguro que los indios aymaras años atrás, asesorados por los misioneros, sin duda pusieron más voluntad que maestría, pero es realmente digno de ver. Podía observar largamente y con calma aquellos pequeños espacios, donde el verde de las diferentes plantas intentaba sobrevivir únicamente gracias a unos pequeños regueros de agua que fatigosamente entre piedras secas bajaban de los Andes, altos y lejanos, que iban dejando parte de su exiguo capital hasta fundirse por completo, quedando solo arena y calor. Daba una sensación de cuán difícil es la lucha por la vida. Andes hasta las playas del Pacífico cerca del río Loa, donde eran cargadas en los galeones españoles. Hoy en día sirve como piscina municipal, muy sui generis. 7. Todas las iglesias primitivas construidas pol los misioneros de la época eran de madera y, como no llovía, tampoco se pudrían. En Matilla, a principios del siglo XX, tenian una vieja campanera de origen aymara, llamada Juanita Chamaca, a quien un día, haciendo repicar la campana, se le derrumbó el campanario y la campana la mató. Si alguien visita aquella iglesia primaria allá en medio del desierto, verá bajo el campanario más o menos reconstruido, una pequeña placa de bronce con la siguiente inscripción: Aquí, Juanita querida, la campana echada al vuelo, cayó segando tu vida, pero tu alma subió al Cielo. Bonito, ¿verdad? ¡Qué clarividente el poeta!


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No podré olvidar tampoco aquellos majestuosos volcanes, muchos apagados, pero algunos de conos humeantes, de la cordillera chilena que mostraban que el mundo aún está vivo o la impresionante mina de cobre a cielo abierto de Chuquicamata, realmente impresionante. ¡Cuánto sabemos las personas de diezmar la Naturaleza! Pero, ¡cuán salvaje belleza todo ello! También me emocionaba visitar las ruinas de las grandes salitreras, que habían contemplado el sufrimiento y la muerte de tantos miles y miles de desgraciados, que por una triste y precaria subsistencia dejaban la vida en medio de aquella infernal nada, para poder mantener activos aquellos terrenos de los que, entre otros productos, se extraía la materia prima, el salitre, de los explosivos utilizados en Europa en sus guerras sangrientas. Cuando los alemanes —después copiados por otros estados— descubrieron los explosivos sintéticos, las salitreras que no tuvieron suficiente clientes para los nitratos aplicados a la agricultura y fueron abandonadas, quedando solo los esqueletos retorcidos de los almacenes de hierro, lata oxidada y madera carcomida, ya casi del todo desintegrados, en medio de aquella desoladora inmensidad. Aquellas enormes naves que, en su tiempo de pujanza, guardaban el producto de la infamia, eran solo inmensos fantasmas de la decrepitud sobre aquel salvaje y desolador desierto. Y ahora quiero dejar constancia de un hecho que pareciera la premonición de una serie de eventos, tan difíciles de creer como de contar con un poco de racionalidad. Hacía ya dos o tres de los últimos viajes regulares, casi mensuales, de Paraguay a Iquique —cuando estaba en América— que dentro de mí sentía una extraña fuerza que me invitaba, o casi me empujaba de manera que yo no comprendía, a sentir la necesidad de volver a visitar, durante la noche, las ruinas y


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el monolito de la llamada batalla de Dolores, batalla que sostuvieron durante la Guerra del Pacífico los ejércitos peruanos y bolivianos contra el chileno, y donde murieron tantos miles de personas sin ningún sentido ni provecho para nadie, excepto para los que los hacían morir. Evidentemente, la batalla fue ganada por los chilenos, mucho más organizados y aguerridos, los mandos de los cuales, de origen prusiano, tenían mucho más alta graduación técnica si los comparamos con aquellos pobres indios quechuas y aymaras que tan pocas ganas de luchar tenían y muchos menos motivos para hacerlo. Si los nativos de esos países ya lo habían perdido todo en manos de los europeos —la mayoría de ellos, incluso la vida—, sobre todo españoles. ¿Por qué tenían que luchar?, se debían preguntar. De hombres blancos, en el bando peruano-boliviano, pocos había en primera línea de fuego. Solo algunos comandos en la retaguardia, que empujaban aquella carne de cañón al sacrificio. Era tanta la eficiencia guerrera de unos y la ineficiencia de los demás, que los chilenos, con el empuje que llevaban, llegaron a ocupar hasta la lejana capital peruana, Cuzco, y solo un tratado internacional les obligó a abandonar. Así pues, en medio de reflexiones raras y sensaciones poco entendidas, un buen día pensé que el siguiente domingo sería una jornada ideal para hacer aquellos más de ciento veinte kilómetros, en los que, salvo el paso por el pueblo de Huara, estaría casi seguro yo solo en la ruta. Si lo hacía de noche, como pensaba, seguro que nadie me molestaría.


L A IDA



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Para hacer aún más interesante y a la vez extraña y romántica aquella excursión solitaria, y como dicen que una noche en el desierto es el mejor lugar para ver el firmamento, no sé por qué, y como si alguien desconocido me empujara, decidí salir a la una de la madrugada del domingo, pensando que desde arriba de la meseta sería maravilloso poder observar esa infinidad de estrellas y constelaciones. Ninguna luz entorpecería mi visión. Estaríamos bien solos, yo, la oscuridad de la noche y el maravilloso e inmenso firmamento. Así pues, salí de casa casi a tocar del mar, y durante más de media hora fui zigzagueando por aquella vertiente escarpada, todo piedra y arena del desierto movida por el viento, hasta llegar arriba de la meseta en el incipiente pueblo de chozas de hojalata, madera y cartón llamado Alto Hospicio, que en pocos años acogió a los más desarraigados, prácticamente expulsados de la ciudad, cada día más cara, y a la que se tenían que desplazar para trabajar. Los sueldos tan escasos que se pagaban en la ciudad —yo me alababa y me sentía orgulloso de ser quien mejor pagaba— no les daban para subsistir en un lugar tan caro para sus estériles bolsillos. Una vez atravesado el pueblo, y llegado al cruce, ya en pleno desierto, donde la carretera se partía en dos formando una T,


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frente a mí vi el ya conocido letrero indicador que en la flecha de mi derecha, frente al lejano sur, decía: Antofagasta-Santiago, y la flecha de la izquierda apuntaba hacia el norte: Huara-Arica, y este fue el camino que tomé. Ya en plena soledad, donde ninguna luz podía interferir en mi visión, no queriendo esperar, paré el coche y, tendido en el suelo sobre la arena y envuelto con una gruesa manta acrílica, de las de venta en mi negocio, me pasé un tiempo indeterminado observando el firmamento, que era toda una maravilla. Fue tanta la hermosura de la visión de aquel firmamento maravilloso nunca visto por mí con igual exuberancia y esplendor, que me apresuré a retomar el camino para llegar a Dolores, lugar programado de mi extraño viaje —yo, que me consideraba un hombre sereno y equilibrado, me preguntaba el porqué de aquella salida que consideraba un extraño contrasentido— donde poderme desahogar sin prisas y disfrutar de una visión tan placentera. A medida que avanzaba por aquella carretera, totalmente desierta en aquellas horas de la noche, una cada vez más rara sensación se iba apoderando de mí. Pasé por la pequeña y triste aldea de Huara que de noche aún era más lóbrega, iluminada con dos o tres tristes lucecitas, y cuyas escasas calles estaban totalmente desiertas. Serían poco más de las dos y media de la madrugada al llegar al lugar de la batalla, estacioné el coche justo al lado del monolito conmemorativo, no lejos de la gran plantada de cruces en recuerdo de los difuntos tan injustamente fallecidos, rodeadas de cuatro hierbajos de aquellos tan desnutridos del desierto, y casi se me puso la piel de gallina al contemplar aquel escenario únicamente a la luz de las estrellas. Pensar que bajo mis pies había tantos esqueletos sacrificados en nombre de lo que llamamos civilización, me hacía tener unas emociones que, casi en parte,


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me hacían sentir culpable de aquel holocausto. Todos aquellos hombres infelices habrían tenido sus ilusiones y sus anhelos truncados por voluntades ajenas, sin haber podido decidir su destino. ¿Cuántas mujeres, niñas y niños, de diferentes regiones y países habrían esperado inútilmente el retorno de aquellos parias que nunca volvieron? ¡Cuán injusta era la vida! O mejor dicho, ¡qué malas son la mayoría de personas cuando toman el poder! En aquellos momentos, sentía, más fuerte que nunca, el contrasentido del glorioso descubrimiento de América hecho supuestamente por Colón8 y los suyos, donde primero exterminaron las razas autóctonas, aunque, más que por su poder armamentístico, fue en gran parte por las enfermedades que los pobres indígenas no conocían y sus cuerpos no estaban preparados. Después, los europeos, la mayoría analfabetos y embrutecidos, se mataron entre ellos, solo guiados por la ambición. También, los millones de pobres esclavos negros traídos de África de manera vil —no he olvidado la pequeña isla de Goré, allí en el Senegal, punto de carga de más de diecisiete millones de parias, capturados y vendidos a los negreros blancos por sus propios hermanos de raza, normal8. No se puede olvidar que Colón, tan elogiado por unos y otros, en el primer viaje de vuelta, ya llevaba las carabelas llenas de indios taínos, no sé si de la isla Guanahaní (actual Watling) o de Quisqueya (llamada La Española), para obsequiar a sus protectores, los reyes Católicos (?), con aquellos pobres esclavos. Esto se repitió hasta que los nativos de la isla La Española se extinguieron (fueron los primeros). Curiosamente, al acabarse los indios, La Española fue una de las primeras islas en llenarse de esclavos negros. Años atrás, cuando yo iba tan a menudo en el pasaporte de un mulato de blanco y negro, de los que tanto abundan, se describía el color de la piel como “color indio”. Debe de ser por un tardío sentimiento de culpa de los descendientes de los negreros que quieren restituir lo que ya no tiene remedio. No sé si actualmente es así. Puede que con las nuevas tendencias me llamaran racista.


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mente los caciques de las tribus— que ayudaron a hacer ricos a unos cuantos desaprensivos —en nuestro país, aún hoy en día tenemos descendientes de aquellos negreros con títulos de condes y marqueses— sin tener ningún derecho, fueron sacrificados en presencia de los evangelizadores de cualquier tendencia sin piedad por parte de nadie. Aquello tan repetido de la evangelización fue un gran engaño y una excusa para arrasar países enteros en nombre de un imperio incluso malo para los suyos. Después de los Reyes Católicos —¿católicos? ¡Ja! ¿Ha leído su verdadera historia?—. Y el corto tiempo de los Austrias, solo los reyes Borbones, tan nefastos para todos (desgraciadamente todavía ahora) disfrutaron durante unos siglos de aquel perverso provecho, hasta que los mismos descendientes de los conquistadores dijeron basta y se revelaron no sé si contra tanta injusticia, de tantos desastres cometidos, o para disfrutar ellos. Yo apostaría por el segundo caso. Solo unos cuantos aprovechados, que se enriquecieron con la gran masacre, crearon aquel eslogan de “la Madre Patria”. Los demás, los descendientes de los indígenas que consiguieron sobrevivir, y miles y miles de españoles que no triunfaron, sienten todavía hoy verdadero asco por esta supuesta madre que los despojó de bienes, felicidad y vida. Yo que lo conozco bastante bien por tantos años de estancia en aquellos países, después de escuchar a tanta gente y que guardo información y fotografías, puedo afirmarlo, pero esto sería otra historia, no menos interesante. Estos pensamientos invadían mi mente, a medida que el momento y la situación me iban separando de la realidad para sumergirme en la metafísica del Universo, aquella maravillosa y inmensurable incógnita que me envolvía y que yo contemplaba extasiado.


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II La visión dentro de la Galaxia o el sueño en medio del desierto Aunque la noche era muy fría, como sucede casi siempre en los desiertos, emocionado y extasiado por aquel escenario tan poco común pero al que ya iba predispuesto, bien envuelto en la frazada, me extendí en el suelo, dispuesto a disfrutar de aquel cielo estrellado, hasta que la claridad o el sueño me privaran de tan maravillosa visión. Después, al clarear, volvería satisfecho — suponía— de la experiencia a mi apartamento de la ciudad cerca del mar, o eso era lo que yo creía y pensaba. Nunca en mi vida, había podido contemplar aquel panorama celeste de manera tan perfecta, era una verdadera satisfacción recorrer con la vista las constelaciones de unas a otras y poder ver y entender de manera tan clara que nosotros los terráqueos, como parte del sistema solar, pertenecíamos a la Vía Láctea y estábamos rodeados por las constelaciones de Perseo y Sagitario que yo miraba extasiado, que en conjunto nuestro sistema solar, algo tan inmenso, no era más que un pequeño rinconcito sin importancia en medio del infinito y que nuestra Galaxia, tan grandiosa, no era ninguna cosa extraordinaria comparada con tantos miles de otras igual o más grandes. Mirando


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la inmensa y maravillosa constelación de Orión, podía observar con gran claridad y precisión los diferentes colores de los luceros más pequeños o más lejanos que la rodeaban y que, según los astrónomos, indicaban las edades de estos, a saber de cuántos millones y millones de años. Encantado con la Estrella Polar, me fui entusiasmando solo. Ya no veía las estrellas, sino las figuras descritas por los antiguos griegos: la madre osa y su osita; los gemelos Cástor y Pólux; el cisne de cuello largo y desafiante; la lira resonante; el águila altiva; Hércules, gigante poderoso y valiente; Pegaso, sereno y majestuoso, y tantas y tantas otras. Ver realmente —o así lo creía en aquellos momentos— aquellos personajes celestiales ideados por los griegos y otros era una orgía de alegría y felicidad. ¡Una visión extraordinaria! En aquellos momentos, yo todavía desconocía quién les había facilitado tantos conocimientos a aquellas gentes antiguas. También veía —no sé si realmente o no— como en aquel prodigioso entramado, rayos de luz de múltiples y maravillosos colores, se movían a velocidad jamás imaginada por los humanos y mi fantasía recreaba la visión de naves tripuladas, por vaya a saber qué tipo de seres, que se trasladaban de un planeta a otro o quién sabe si de una galaxia a otra. Aunque yo solo podía ver parte de la Vía Láctea, por lo poco que conocía, entendía que aquello no era más que un pequeño rincón del firmamento, inmenso y admirable, pero totalmente misterioso y desconocido. Me fui entusiasmando y empecé a tener pensamientos y elucubraciones sobre la inmensidad del Universo, me daba cuenta de que era imposible que la Tierra, algo tan insignificante, fuera el único planeta con vida. Cuando la religión primitiva de los hebreos, luego copiada por los católicos y otras sectas cristianas,


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nos quería hacer creer lo de los seis días de la Creación, ¿recuerda lo que nos hacían recitar en el catecismo refiriéndose al Dios creador? Que había hecho el mundo en seis días y al séptimo había descansado. Y que el hombre era el centro de esta creación. Debía ser que, además de los intereses concretos que guiaban a los fundadores de aquellas teorías, habría buena parte de ignorancia y de miedo de dónde eran, por qué existían y dónde se encontraban. Entonces, la imaginación o el interés, el egoísmo y el miedo harían el resto. Me preguntaba cuántos miles y miles de esferas similares más grandes o más pequeñas, estarían disfrutando de una vida como la nuestra, o tal vez muy superior y más perfecta, dadas las limitaciones y carencias de los pobres terráqueos. Otra cosa para meditar era la fecha de la Creación. Según la Biblia y las doctrinas cristianas, nuestro planeta había sido creado unos cinco o seis mil y pocos años atrás; según la ciencia, hace unos tres mil quinientos millones de años. Como se ve, unos datos tienen poco que ver con los otros y, por supuesto, yo me decantaba mejor por los de la ciencia, que entendía más posibles, millón de años más, millón de años menos, por la cantidad de descubrimientos arqueológicos que conocíamos, incluso de algunos de los homínidos, con restos de cuatrocientos mil años, y ya no hablemos de los restos de dinosaurios. También por haber comprado muchos fósiles de trilobites para obsequiar a mi nieto Marc, a quien tanto le gustaban —algunos de ellos muy bien falsificados— a los aimaras de la calle San Francisco, allá arriba en La Paz, en Bolivia desde donde parecía que se podían agarrar las estrellas con la mano. Los entendidos hablan de que estos fósiles son de hace muchos cientos de millones de años. Quedaba claro pues a quién y qué era lo que tenía que creer. Temeroso como me habían educado los curas des-


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pués de la guerra, siempre había sufrido el miedo de transgredir leyes divinas, pero la evidencia era tan grande... Otra cosa que me había hecho pensar de joven era que si la Tierra tenía tres mil quinientos millones de años y ya se suponía que era un resto de finales del Big Bang, al que se le suponen trece mil quinientos millones, ¿por qué no había actuado Dios durante diez mil millones de años? Demasiadas incógnitas sin posible respuesta. De repente, esa fijación tan fuerte y continua con el firmamento me hizo sentir como si perdiera toda noción de la realidad y una fuerza desconocida me empujara o me arrancara de donde estaba tendido, como si mi cuerpo —así yo lo sentía o lo creía— fuera aspirado, comenzara a levitar separándose del suelo y, de manera supersónica o inmensurable, avanzara en medio del infinito, como si mi ser fuera ingrávido. Yo, que no había creído nunca en el fenómeno de la abducción, explicado en tantas narraciones y leyendas, me encontraba en una situación totalmente incomprensible y ya tenía mis dudas. No sabía a qué velocidad avanzaba en el espacio y el tiempo, ni cuál era mi situación real. Tampoco tenía ninguna sensación de frío o calor, ni ningún tipo de molestia. Yo era el protagonista de aquella extraña escapada y, a la vez, era un espectador privilegiado, pero desconcertado. ¿Estaría ya soñando, medio rígido por el frío en medio del desierto y no tendría sensaciones? ¿O sería real ese traslado cósmico y estaría de verdad moviéndome a velocidad inconmensurable en medio del infinito? De pronto, y aunque la luz del entorno en el que me movía era bien fuerte, un resplandor muy superior me fue envolviendo, hasta quedar parado en un lugar incierto y al tiempo que creía escuchar música de las cuatro estaciones de Vivaldi, o algo similar, dulce y amable, a mi lado me pareció ver como si unos


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difusos y casi transparentes seres se movieran libremente. Eran incontables y el espacio era incierto y sin fin, todo llano, inacabable. Ninguna nube ni ninguna montaña entorpecían la vista. Aunque no hacía frío, era el paisaje más parecido a la Antártida o al Ártico, por aquella blancura absoluta. Era totalmente diferente a cualquier visión que yo hubiera tenido en mi vida. Era una visión a la vez placentera y perfecta, pero por encima de todo agradable, dulce y a la vez desconcertante. Otra vez el extraño ser De repente, y saliendo de en medio de aquella difusa multitud, delante de mí vi una faz ya conocida de tiempos pasados, y que no era otra que la que ya había visto dos o tres veces de manera muy poco concreta años anteriores. Aquella faz de Sandokán, pero de melena y barba en lugar de negras, blancas y abundantes, y ojos negros y brillantes. A medida que se acercaba a mí —o yo a él, no lo sabía, ya que había perdido toda sensación de certeza— comprendí que era aquella extraña aparición de mis momentos de desconcierto, de años atrás. Si ahora tuviera que describir aquella visión, como las dos anteriores, tendría verdaderas dificultades para aclararme. Él venía a mí de manera decidida, como si ya me esperara y, como las otras veces, además de su mirada amorosa, los gestos eran suaves y amigables, y su cara sonriente. Si dejamos esa cara, esa faz tan concreta y ya de sobras conocida para mí, el resto de lo que debería ser su cuerpo, quedaba difuminado o anulado por aquella aura o luz que desprendía aquel espectacular personaje, y nunca observada en mi vida. Sonriendo, me dio la mano, me abrazó tiernamente y sin más me dijo: —Sé bienvenido al infinito; te esperaba.


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No sé si por la sorpresa o por la extraña sensación que me causó aquella mano, de tacto tan diferente a las manos humanas, y aquel abrazo difícil de definir, pero similar al de un padre amoroso o un hermano, me hizo tener la sensación imposible de abrazarme a mí mismo, el caso es que quedé como un poco obnubilado, sin reacción alguna. Le miraba como hipnotizado, sin ninguna sensación de miedo o ganas de reaccionar. Me encontraba perfecto en la indefinición. Al ver mi desconcierto o falta de reacción, me dijo: —No te extrañes. Estás aquí porque lo hemos querido así. Se nos ha concedido el suficiente poder para ejecutar estos actos o, mejor, podría decir que en estos momentos forman parte de mi deber. Te doy la bienvenida. Un hombre como yo, al que toda la vida y en cualquier lugar y situación le gustaba tanto hablar, preguntar y conocer, había quedado como encogido y sin reacción. Casi balbuceando y con voz dudosa, solo le pude responder: —¿Dónde estoy?, ¿quién es usted? —Estás en medio del infinito, donde el tiempo no se mide, ni el espacio es limitado y, mientras estés conmigo, el tiempo que pasarás, pero que no notarás que pase, te será dulce y placentero y donde los acontecimientos no tienen demasiada importancia, dado que solo son un reflejo de lo que sucede en las dimensiones siderales. En cuanto a quién soy, trataré de explicarlo hasta donde yo mismo conozco, de modo que tengas alguna posibilidad de entenderme. Pero será cuando lo crea necesario. De momento, te haré un avance; escucha: »Desde tus anteriores visiones de mi rostro, provocadas y queridas por nosotros, y cuando digo nosotros, quiero decir una gran multitud de seres que, como yo, existimos y habitamos un


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espacio difícil de medir y aún más difícil de definir, en el que no hay necesidades ni deseos de sentido negativo, puedes haber entendido o intuido que te hemos estado observando. Como creemos que lo sabemos todo de ti, conocemos cuantos problemas y obstáculos has tenido desde tu nacimiento y con la templanza que los has soportado, sabemos que te ha gustado tanto leer e investigar tu triste historia para tratar de aclararte y entender un poco tantas cosas sin razón. »Sabemos que tienes nociones en cierto grado, de las primeras sociedades un poco organizadas que vosotros conocéis, como mesopotámica o sumeria (más tarde llamada babilónica), el antiguo imperio Persa, Egipto, el Indostán, China, etc. que es de donde salieron las doctrinas y tendencias místicas orientales religiosas desde el zoroastrismo, pasando por el zen hasta el hinduismo o el cristianismo, casualmente con poca diferencia de años, pero en países diferentes y etnias distintas. Incluso como copia del cristianismo, más tarde el islamismo y otras derivadas. »Quisiera que reflexionaras un poco, y entendieras, que es muy difícil que pasaran miles y miles de años, sin nada suficientemente importante para que quedara noticia y de repente surgieran varias, digamos, civilizaciones y doctrinas. Quiero que pienses que la historia no fue así, sino que los humanos no tuvieron conocimiento de su existencia como tales, hasta que alguien ajeno y muy superior les dio conciencia. No es que no pasaran cosas, pasaban, pero nadie dejaba memoria por falta de conocimientos. La verdadera historia en la Tierra comenzó cuando los extraterrestres, los atlantes, os enseñaron a pensar y razonar. Más adelante ya lo entenderás, este es el fin primordial del, para ti, tan extraño encuentro: que llegues a entender un poco más este planeta de


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tanta desgracia y tantos contrasentidos, y dejes algunas ideas al futuro, para procurar mejorar algunas cosas. »También, por tu alto grado de saber sufrir sin quejas a terceros, soportando en tu interior tantas penas y problemas, que sabemos que has tenido por haber sido seguidor bastante convencido de las ideas del príncipe Siddharta Gautama, el gran Buda, seguramente las más realistas según vuestra vida, y el cual era el único que no tenía dioses concretos que le obligaran a nada. Él se sabía humano, creía en la posibilidad de la bondad humana por encima de todo, expresada en su tipo de doctrina tan inteligente pero no divina, el compendio y resumen al que dio el nombre de dharma, donde muestra cómo vencer o soportar el dolor y disfrutar de la bienaventuranza hasta llegar al nirvana, después copiado por otras creencias con el nombre de Cielo, pero ya con un sentido mucho más sectario e interesado. Para Siddharta Gautama, el nirvana no era un premio divino y buscado, sino el resultado natural del fin de un camino bien llevado. »Él entendía de las limitaciones de los humanos y ponía en práctica la manera de utilizar estas limitaciones para dignificar a la persona. Tú has intentado mucho todo esto, procurando que las personas no conocieran tus deseos, pero no siempre con el suficiente éxito. Te falta muchísimo para llegar a ser una persona justa, pero lo has intentado, algo difícil ante el egoísmo humano. Esta es tu diferencia y por eso hemos valorado tu esfuerzo. Desgraciadamente eres humano, con todas las limitaciones que ello representa. También como humano, Gautama, tan perfecto dentro de la imperfección, tuvo su debilidad; el samsara. Creer en las continuas reencarnaciones de los mortales, cosa pueril y absurda, pero esto no perjudicó sus teorías de bondad, sacrificio y amor. La gran ventaja y el gran ejemplo de Siddharta, es que no


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era ni pretendía ser ningún dios, y era consciente de ser una persona humana con todo lo positivo y negativo que ello conlleva. Solo otro gran hombre, el llamado Jesús de Nazaret que en realidad tan poco conocéis, gran revolucionario, con tan poco éxito en favor de los más humildes. Él nunca dijo que fuera Dios, sino que Dios era su padre. Superó a Buda en bondad y sabiduría. Desgraciadamente, todas las enseñanzas de bondad y amor que Jesús predicó siempre en favor de los más humildes y desvalidos, fueron tergiversadas desde los primeros siglos para provecho de los que, con la tergiversación, crearon una teoría tan complicada como maléfica. Seguiremos hablando sobre ello. »Volviendo a quién soy yo, basándome en lo que te acabo de decir, habrás visto que todas las religiones creen y se valen de ciertos mensajeros llamados djinns o genios. También la Biblia y otras teorías hablan de los ángeles, arcángeles querubines y serafines. Todas estas denominaciones que han sido inspiradas en los humanos por seres de los que te falta mucho por conocer, tienen el mismo significado; somos los soldados de un ejército del todo pacífico, las entidades intermedias, y nuestro deber es observar a los seres vivos de la Tierra y de muchos planetas, en esta y otras galaxias, todos y cada uno en sus puestos, para intentar encontrar a las personas idóneas en las que intentar inyectar ideas para suavizar la vida colectiva en los espacios que aún quizás estemos a tiempo. También es un poco un premio reservado a muy pocos, y tú eres uno de ellos. Tu comportamiento te ha hecho merecedor de este premio. Desgraciadamente, de todos los planetas que están habitados, el tuyo es uno de los que está en peor situación. Parece como si todas las fuerzas maléficas del Universo (de las que tampoco conocéis el sentido, ni quien las promueve) se hubieran puesto de acuerdo para desestabilizar vuestra situación.


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Piensa eso de mí, pero quizás al terminar nuestro encuentro no lo creerás o lo verás de manera distinta. Yo, totalmente perplejo y sin casi poder reaccionar, me atreví a decirle: —Pero vosotros, ¿qué sabéis de nosotros? y en todo caso, ¿cómo creéis saberlo? —Cuando unos doscientos sesenta millones de años atrás, tu mundo sufrió uno de sus más grandes cataclismos, donde desaparecieron más de la mitad de los animales y plantas que lo componían, desaparecieron también otros grupos de homínidos, de mucho mejor complexión y talante que seguramente habrían dado otro destino a tu planeta. En cambio, vosotros, de mucho peor semilla, vistos los resultados, al encontraros en un lugar privilegiado, pudisteis resistir y no solo eso, sino que habéis aguantado posteriores desastres de nivel planetario. Conténtate pensando de mí, y de muchos otros como yo, que somos seres que ayudamos y aclaramos, pero que tampoco conocemos ni nuestro origen ni nuestro fin. El Universo, al igual que es inmensurable, también es casi imposible de entender, al menos hoy en día, y dudamos que algún día lo sea. »Volvemos pues a tu presencia aquí. Tu encuentro conmigo tiene dos vertientes bien diferenciadas. La primera sería un premio a tu saber sacrificarte, saber sufrir y querer entender. El segundo sería asignarte una misión: que antes de morir dejes expuestas y escritas unas ideas que en cierta manera ayuden a mejorar a los habitantes de un mundo con tanta desdicha y que, en nuestro para ti tan extraño encuentro, trataremos de aclarar, al menos en parte, tantas incógnitas. Intentaremos que entiendas el mundo, al menos mejor de lo que lo entendías hasta ahora. Por ello, tú y yo, repasaremos algunos rasgos relevantes de la trayectoria de


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tu planeta y los compararemos con otro de su mismo entorno o sistema, el planeta Atlante, ya desaparecido, para poder sacar algunas conclusiones. Yo totalmente desconcertado al no entender demasiado lo que me había explicado ya que me dejó más confundido que al principio, y sin una sensación de raciocinio claro y no conociendo en absoluto donde me encontraba, al no ver claro lo de los genios o ángeles, le dije: —Entonces, evidentemente, tú no eres un dios, pero tampoco un humano. Insisto: ¿qué eres, entonces? —Vosotros los terráqueos, que hasta el momento, y a pesar ya de tantos siglos, no habéis logrado una dicha, un posicionamiento claro ante las dificultades que os abruman, sois tan primarios y egoístas, tenéis una concepción tan simplista de la vida, que todo lo basáis en las cosas más prosaicas, cotidianas e insignificantes, o bien ya al no poderlo entender, lo mezcláis todo en un terreno sobrenatural que no se ha aclarado nunca, pero que os ha servido (en algunos pocos casos, no en la mayoría) para ocultar vuestras limitaciones y carencias tan evidentes, a ti, y al resto de los mortales. Como son muchas las cosas que te quiero explicar empezaremos por ésta. Escucha...


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III LOS HUMANOS —Desde el principio en el planeta donde vives, los habitantes, antepasados vuestros, cuando aún no hablaban, en vuestras investigaciones habéis calificado como Homo erectus, ya que era el primer animal que levantaba las piernas delanteras del suelo para utilizarlas no ya para caminar, sino como ayuda indispensable en la mayoría de tareas diarias, fueron sufriendo unas variaciones físicas, que cada día los separaron del resto de seres vivos y, de este modo, esta diferenciación, os hizo llegar a lo que llamáis Homo sapiens, aunque realmente más homo que sapiens, ya que su saber se decantó más hacia la maldad que hacia la bondad, y saber hacer daño no es una cosa digna de elogio. »Otra cosa muy importante, pero ya perdida, era que tenían mucho más avanzada la transmisión de pensamiento y el instinto para comunicarse, como todavía hacen la mayoría de los animales, dentro de sus evidentes limitaciones cognitivas muy inferiores a las que tienen, los humanos, y era como mínimamente se comunicaban. De esta manera, comenzaron a hacer uso del sentimiento que otros seres eran iguales que ellos, y que entre todos formaban lo que con el tiempo se autodenominó el género


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humano, portadores de las mismas deficiencias, e ignorantes la

mayoría del porqué los hechos les pasaban a diario, empezaron a olvidar la transmisión mental tan necesaria al principio, que ojalá nunca hubieran perdido, y empezaron a articular sonidos o palabras comprensibles entre ellos. »Los más vivos, y al principio de manera casi inconsciente, se dieron cuenta de que imponiendo unas creencias y obligaciones a la mayoría, disponían de un poder que les daba una ventaja muy especial y evidentemente muy lucrativa frente a la gran cantidad de carencias y problemas del hecho diario de vivir en un lugar inhóspito, con frío, calor, temporales y otros desastres, que no habían elegido, que no les gustaba demasiado y que no sabían porque estaban allí. Con el tiempo, y ya con la evolución del llamado Homo sapiens, aquellas fuerzas de coacción al principio no meditadas y apenas intuidas, se fueron perfeccionando y así se crearon las primeras doctrinas que dieron paso a las incipientes leyes y religiones. De ahí salió el nombre que con el tiempo se hizo universal para nombrar el ser sobrenatural al que temer y obedecer, el cual fue llamado Dios. Como comprenderás, y eso no ha cambiado, al que se obedecía realmente era al que utilizaba de mala fe el nombre de aquel dios desconocido idealizado, siempre en provecho propio. Lo curioso del caso, y que muestra más desfachatez, es al recorrer el tiempo, los mismos que crearon el mito, crearon un mandamiento: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Ellos no hacían otra cosa. »En principio, la más diversa figura rara o acontecimiento desconocido servía para crear un ídolo o un dios al que adorar y, por encima de todo, temer, ya que en el fondo de eso se trataba. De este modo, cualquier adversidad de las muchas que tenían que soportar los primitivos, servía a los dirigentes y adoctrina-


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dores, digamos religiosos, para atemorizar al resto del grupo o tribu atribuyéndolo a un castigo divino. »Con el tiempo, y a medida que las personas iban aprendiendo de las experiencias, la mayoría negativas, también las artes de persuasión y amedrentamiento fueron perfeccionándose hasta llegar a los últimos siglos con la unión nunca declarada de religión y poder económico, representado la mayoría de las veces por el poder de políticos marionetas muy bien pagados, pero en manos de los inductores, y reforzada por los ejércitos creados ad hoc para llevar a cabo las ambiciones de los líderes. De esta manera, se pudieron mantener dominadas las masas primarias y ignorantes. De este sistema, salieron los dominadores llamados caudillos que, en cada momento y situación, decidieron el presente y futuro de todas las personas bajo su poder. Así los habitantes de tu planeta han ido avanzando a tientas y, aunque en los últimos siglos han hecho muchos avances, sobre todo de tipo tecnológico, mental y moralmente continúan llevando dentro de su cerebro todos los sentimientos negativos de egoísmo, fanatismo, maldad y miedo que hacen que en un período no muy largo, y ayudados por los descubrimientos que hacéis a diario, mal empleados como casi siempre, vayáis de cara al cataclismo. »Algo curioso es que por ejemplo el judeocristianismo en que os basáis una buena parte de la Humanidad, desde casi el principio de razonar como grupo, tiene muy claras las fallas y carencias de los humanos, como lo demuestra la relación de los siete pecados capitales, los diez mandamientos y tantos otros preceptos que pocas personas cumplen conscientemente, o mejor dicho voluntariamente y con sinceridad. »Pero este conocimiento no ha hecho nada para erradicar estas taras. Continuáis cada día igual o peor, pero como lo sabéis, vivís


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en la duda y el miedo. Algunos de vuestros grandes pensadores han acuñado la frase de: “La Humanidad tiene tendencia al mal”, sentencia que es bien cierta, pero de la que nadie ha querido sacar consecuencia ni analizar el verdadero porqué y cambiarlo. Mientras aquel extraño pero tan agradable ser hablaba de manera suave y amorosa, yo lo medio escuchaba, pero dentro de mí iba meditando mil cosas distintas sin llegar a ninguna conclusión. Hasta el momento, él tampoco me había aclarado nada capital de aquella misteriosa reunión y yo, que me encontraba en un lugar y una situación insólita, sin conocer lo que se pretendía de mí, ni vislumbraba lo que suponía un viaje interestelar que consideraba irreal o imposible, al fin me atreví a decirle: —Aunque La mayoría de personas a medida que crecemos y avanzamos, vamos dudando más de las teorías humanas de las que me hablas, establecidas en la Tierra, las cuales muchos ya hemos considerado tendenciosas e interesadas, cuando no del todo falsas, siempre se ha creído, y así lo dicen las tradiciones y las doctrinas, que la humanidad fue creada por un dios omnipotente y, según la Biblia (creída y seguida por millones y millones de personas, durante siglos), a imagen y semejanza de este Creador. —Tenemos muchas cosas de que hablar, dado que lo que queremos es que después de este encuentro tengas una idea más clara y cierta de lo que es el Universo, porque creemos que te lo mereces, pero ya que has tocado este tema tan capital para los humanos, dado que ha sido una parte tan profunda y que ha tenido tanto que ver con los problemas de la humanidad, voy a responderte y empezaré describiendo lo que es realmente la persona humana como tal, sin entrar en la parte trascendente de lo que llamáis el espíritu, de lo que, en todo caso, hablaremos


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más tarde. Esto te hará ver claro que el Dios que todo ser más o menos inteligente busca desde el principio del tiempo, no puede tener ningún parecido con vosotros los humanos. Querer comparar a Dios con un humano sería insultarle. Vamos a ver. »Un ser tan limitado y al tiempo tan primario, ególatra y vengativo, la persona humana, el cuerpo humano, tu cuerpo por ejemplo, y siempre basándonos en los conocimientos e interpretaciones de los habitantes de la Tierra que estén a tu alcance para que los puedas entender, está formado por un sesenta por ciento de líquido, o sea el que vosotros llamáis agua, elemento principal no solo en la Tierra, sino en todo lo que conocemos de su galaxia, y es de suponer que la mayoría de las otras donde hay vida, dado que como te he dicho, todo el Universo viene de un solo principio. El resto es calcio, potasio, hierro, magnesio, nitrógeno, fósforo y otras pequeñas cantidades de elementos tan prosaicos como estos, por lo que ves, muy poco divinos y puramente terrenales, absolutamente físicos y nunca de sentido espiritual, místico o divino. »Antes de continuar, quiero que recuerdes esta afirmación: Los tres grandes errores de la humanidad han sido: inventar tantas religiones contrapuestas y sin base, pero con muchos intereses ocultos; inventar el dinero, algo tan negativo que embrutece las ideas de los humanos, y comer carne que ha envenenado sus cuerpos y también sus mentes desde el principio. »Afirmado esto, y para sacar consecuencia, ahora escúchame bien: Por miles y miles de años de comer carne, humana o no, pero carne; este cuerpo tuyo, como todos los demás, está invadido por millones y millones de microorganismos, virus y bacterias, que afortunadamente no notáis en vuestro día a día, y que hace que lo podáis resistir, pero que de poderlo ver, os horro-


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rizaríais de vosotros mismos. Estos microorganismos luchan siempre entre ellos y, cuando estas luchas sobrepasan un límite, se convierte en la muerte del cuerpo humano. Podríamos decir que cada ser humano es una copia en miniatura del planeta en el que vives, donde habitan una innumerable cantidad de seres, la mayoría antagónicos y nocivos los unos para los otros. Si un hombre y una mujer cuando se abrazan conocieran lo que tienen entre los brazos, marcharían horrorizados. Afortunadamente, la piel, y siempre el deseo animal por encima de todo, os hace ciegos, lo disimula y así os vais reproduciendo. »Dentro los cuerpos suceden cada día infinidad de batallas espeluznantes que, de ser visibles, os harían aburrir unos a otros, o el asco os mataría directamente. Como puedes ver, si el Dios Creador tuviera las características de los humanos, sería un ser tan limitado como vosotros y, por tanto, del todo incapaz de cualquier prodigio o maravilla. ¿Te imaginas un dios cargado de necesidades tan poco maravillosas, como tener que comer todos los días y hacer sus necesidades fisiológicas? Los habitantes de la Tierra sois unos seres muy imperfectos y limitados, y os soportáis porque todos tenéis las mismas carencias y, en cierto modo, las necesitáis para apoyaros unos a otros o, mejor dicho, para aprovecharos los unos de los otros. ¿Te imaginas un dios con necesidades de copular, acción que hace que el hombre se ponga a la altura de cualquier otro animal o peor, ya que la mayoría de animales, tienen sus temporadas de celo y de descanso sexual?. En cambio vosotros, la humanidad salvando todas las excepciones que quieras, tenéis como motor principal de vuestra vida el copular de forma compulsiva y sin tregua, con muchas otras perversiones añadidas que ningún otro animal tiene. Esta acción, lleva como finalidad la continuación de la animalidad a


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la Tierra, y no tiene nada de maravillosa o divina. Por otra parte, ¿qué necesidad tendría Dios de que el hombre en un acto sexual tuviera que producir millones de espermatozoides para que solo uno de ellos, llegara a fértil? Como ves, hay muy poco de teologal y mucho de animal, en como sois los hombres. »Piensa por un momento, ¿por qué el hombre se ha erigido como figura señera de la Tierra y dispone sin freno ni medida de todos los demás seres vivos? Es verdad que los demás animales no hablan, lo que demuestra que están más limitados, pero eso no quiere decir que no tengan sensaciones y que no sufran físicamente al igual que las personas; cuantos millones y millones de animales de diferentes especies son sacrificados a diario para vuestro sostenimiento. ¿Qué cantidad de sufrimiento provoca el hombre día a día a tantos millones de seres que no pueden defenderse? ¿Alguien piensa eso cuando está comiendo un trozo de carne de cualquier clase de animal? Sois animales como los demás y, como tales, durante siglos, unas razas más que otras, con las mismas necesidades y muchos más vicios, han practicado el canibalismo, pero al haber desarrollado lo que llamáis el sentido del raciocinio, que no deja de ser un raciocinio muy corto y sesgado, y siempre en favor de lo que le interesa, os habéis autodenominado los reyes de lo que llamáis la Creación, y por eso habéis inventado tantas teorías que os sirven para justificar vuestras preguntas, pero que no convencen ni a sus propios creadores. »Piensa también que al principio, los homínidos no comían carne y vivían del pastoreo y de los frutos de los árboles, como el resto de animales pacíficos. »Habrás observado que existen dos grupos de animales, los herbívoros y los carnívoros. Los herbívoros son los de un sentido pacífico, que nunca atacan sin estar previamente provocados,


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y aún así tienen dificultades en defenderse. Los carnívoros, en cambio, son (sois) agresivos y necesitan matar otros seres vivos para sobrevivir. Vosotros que empezasteis en el primer grupo, cuando encontrasteis más fácil cazar que cosechar, o notasteis que las plantas en ciertas temporadas anuales eran más escasas, y en cambio los animales estaban siempre, os decantasteis por el segundo grupo, y no solo os volvisteis agresivos, sino que comenzasteis a envenenar vuestros cuerpos con la cantidad de microbios y otros organismos, en principio ajenos a su estado natural, y que las plantas no llevaban. »Siguiendo con los problemas sobre Dios, si damos una mirada a la inmensidad del Universo y lo comparamos con este tan bonito, pero minúsculo y triste planeta vuestro, veríamos que sería un dios muy insignificante el autor de esta creación que vosotros mencionáis a diario para justificar estas preguntas, si su creación de seres vivientes se hubiera limitado a este planeta tan poco esplendoroso y de resultados tan negativos. Lo que es seguro, es que si fuera obra y semejanza de un dios omnipotente, según describís vosotros, nunca habría tantas necesidades vitales cotidianas, ni tantos vicios y perversiones. Un ser perfecto no crearía seres tan imperfectos y limitados, y obligados a sufrir y luchar desde que nacen hasta que mueren. Por otra parte, y sin duda, este dios se daría a conocer desde el primer momento, y dirigiría él los acontecimientos. No como ahora que casi todos los que hablan en su nombre actúan con mucha maldad o al menos con mucho egoísmo. ¿Te imaginas, un dios todo bondad, amor y sabiduría, que aconsejara a quien lo representa que quemara y asesinara a sus creaciones? Así, durante siglos, en su nombre se ha quemado y aniquilado a los ateos, o a unas pobres mujeres a las que llamaban brujas, y a toda persona que os hiciera sombra ante


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vuestra vida ignominiosa y cruel. Tantos crímenes, siempre han sido aceptados, cuando no ordenados, por los dirigentes autodenominados representantes de Dios. Cuando hablemos de la Edad Media, será cuando veamos más clara tanta ignominia. También piensa que un dios omnipotente no aceptaría ni hubiera creado tal cantidad de religiones y creencias, unas contrarias a las otras, que han traído tantos problemas y que aún hacen tanto mal en el mundo. Con un sentimiento del bien, un amor absoluto y una bienaventuranza total, no habría necesidad de creencias ni religiones, y eso, Dios lo habría hecho si hubiera sido su Creador. Esto lo verás también claro cuando hablemos de los atlantes. Igualmente; ¿por qué crear esta maraña de lenguas que aún dificultará más vuestro día a día? »Por último, ¿qué necesidad de ser servido y adorado por unos seres tan inferiores tendría un dios omnipotente y perfecto? ¿Por qué los habría creado para sacrificarlos y hacerlos sufrir con tantos problemas y peligros cotidianos? También piensa que un dios omnipotente no habría tenido necesidad de intermediarios humanos para conocer precisamente las interioridades de los pobres humanos. »De este modo, si fuera como dicen, Dios sería un ser despiadado, ya que Él sabría que aquella criatura que iba a nacer, haría cosas malas, y debería condenar para toda la eternidad. ¿Sería justo esto? Sería más piadoso no crearlo, ¿no? »Y ya que hemos hablado de los animales que pueblan la Tierra (bueno, las especies que quedan) y para ver clara la maldad humana, no solo las habéis perseguido para vuestra subsistencia, que tanto os ha perjudicado, sino que las habéis ido diezmando con el único fin de divertiros y dejar fluir el sadismo que lleváis dentro y no podéis ocultar.


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»Cuanto más se han ido perfeccionando las armas, menos habéis necesitado la caza para sobrevivir, quizá fuera en cierto modo necesario en los albores de la raza y una vez ya embrutecidos con la ingestión de carne, pero no ahora, que es cuando los más poderosos (reyes, políticos corruptos, banqueros ladrones y estafadores, y millonarios explotadores por encima de todo) han disfrutado pavoneándose de sus grandes proezas de caza. No solo en tu país, pero en él, tenéis abundantes ejemplos. ¿Te imaginas hombres tarados mentalmente y disminuidos físicamente haciéndose una fotografía junto a un elefante, oso o rinoceronte, que suelen ser unos de los trofeos más preciados? Y al decir tarados mentalmente, quiero decir que un ser normal, una persona con razonamiento correcto, nunca disfrutaría matando otro animal, y menos para únicamente divertirse unos momentos. Ejemplos así, puedes encontrar a miles. A ninguna de estas personas se les puede llamar inteligentes, aunque gocen de grandes poderes. Si encima esta gente forma parte del elenco político y económico, que es lo que suele suceder: ¿qué porvenir le puede esperar a la humanidad con tanta degeneración? No olvidemos que en tu país, por ejemplo, y otros de la misma raíz, aún se paga entrada para ver sufrir y morir a un toro. »No olvidemos los zoos, donde tienen prisioneros a miles y miles de animales únicamente para divertirse unos breves minutos de su vida cuando los visitan, ignorando el sufrimiento de los mismos, acostumbrados a la libertad. Estos sitios no son más que cárceles de reos sin ninguna culpa. Una prueba más de la maldad y la estulticia humana. »Del mismo modo, los laboratorios sacrifican a miles y miles de animales, las cobayas, sin dudar ni un momento ni pensar en el sufrimiento de aquellos pequeños animales. Como habrás


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visto, hasta ahora, puede que hayáis sacado algún partido científico, pero lo que es seguro, es que moralmente no habéis mejorado nada, ni como raza ni en bondad. Que vosotros os consideréis superiores al resto de la Naturaleza no significa que sea verdad. No sois superiores, sois peores y domináis mejor las artes del mal. Es únicamente de esta manera porque nadie lo discute, o mejor dicho porque no existe ningún otro ser superior al hombre capaz de discutirlo. Desgraciadamente, el camino que estáis siguiendo os hará dar cuenta tarde o temprano que es un camino errado, pero ya tal vez no estaréis a tiempo. Es cierto que hay científicos de buena fe, que tratan de mejorar la salud de la humanidad, pero muchos, la mayoría, lo hacen por su propio ego y triunfo personal, por ser superior a los demás y poder vanagloriarse, algo tan típico de la humanidad. »Para concluir el tema, dos últimas consideraciones: Cuando erais unos cinco mil millones, no hace tantos años, dentro de vuestro egoísmo, aunque apoyabais a las personas de gran cultura y probado esfuerzo, tales como grandes músicos, investigadores de buena fe, literatos, pintores, escultores, etc. y parecía que intentabais ir hacia una regeneración y perfección de la humanidad. Ahora que ya sois casi ocho mil millones o más, vuestra tendencia está orientada a la dispersión más ignorante y ya no hacéis vuestros héroes de las personas más cultas y mejores, sino que volcáis todas vuestras decepciones, incapacidades y fobias, en los deportistas, la mayoría analfabetos o casi, pero que tienen unas habilidades muy concretas con las que suplen vuestros fracasos y que con su triunfo satisfacen vuestras miserias u odios. ¿Te has dado cuenta de que en los circos, durante años ha habido animales bien entrenados, que han sido verdaderos virtuosos de ciertas disciplinas? Yo te pregunto: ¿Han dejado por este motivo de ser animales? No, ¿verdad?


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Pues vuestros ídolos, a los que hacéis millonarios sin merecimiento y que deberían pagar por ser tan aplaudidos y venerados, son el equivalente a aquellos animales obligados a hacer proezas sin compensación. Algunos de vuestros ídolos, casi no saben ni hablar. Si vuestro nivel de inteligencia cívica y humana va bajando en esta proporción, ¿cómo seréis dentro de unos años cuando superéis los diez u once mil millones? Ya no hablemos de estos músicos y cantantes de medio pelo, que con cuatro bramidos y mucho ruido se han hecho dueños de la juventud. ¿Qué papel harían aquellos grandes artistas de no tantos años atrás? Las personas cultas que se han esforzado por mejorar alguno de los aspectos humanos, cada día son más ignoradas, cuando no dejadas de lado. No hablemos ya del cine, teatro y literatura, donde si no hay una buena parte de crímenes o sexo explícito, ya no tienen muchas posibilidades de éxito. Aquí podríamos decir que, os guste o no, como realmente sois animales, os gustan las animaladas por encima de las cosas de provecho, sentido y orden. Otra gran lacra para los humanos son las drogas que cada día diezman a la juventud con más maldad y astucia. Si los gobiernos quisieran realmente acabar con ellas, se pondrían de acuerdo, y haciendo la limpieza adecuada (que sin duda podrían hacer) acabarían con el problema. Los sabios y moralistas de turno pondrían el grito en el cielo si se eliminaran unos cuantos individuos sin sentimientos, pero; ¿cuántas personas de bien, sobre todo jóvenes, pegadas al vicio mueren cada año? Los políticos suelen crear leyes duras cuando se les perjudica a ellos, pero no se preocupan realmente del destino de la gente sin poder, que son la mayoría, y los que pagan. »Tampoco podemos olvidar que, como con todo lo que crean los hombres casi siempre con finalidad positiva, en pocos años otros hombres de la misma profesión se apresuran a distor-


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sionarlo y destruirlo por lo que creen en su favor o para lograr su glorificación. Por poner unos ejemplos, tendríamos por un lado a los periodistas, que al principio de la prensa, viajaban y se sacrificaban para poder ofrecer una información que los pueblos de la Tierra creían necesaria para remediar muchos problemas que, al ser desconocidos o poco conocidos, no se corregían. Hoy, la mayoría de periodistas y reporteros gráficos falsifican o provocan eventos perjudiciales y del todo innecesarios para poder mostrar al mundo cuán inteligentes y arriesgados son. Donde más claro se ve, es en los corresponsales de guerra, sobre todo los gráficos que esperan con paciencia el momento oportuno para ver asesinar a una o varias personas y poder vender la exclusiva, en lugar de intentar frenar el asesinato del que son testigos. »También, los periodistas directores de programas de la mayoría de emisoras, los llamados presentadores, o creadores de opinión, que “ad majorem gloriam suam” pontifican y mienten sin reparo para tener más público que la competencia. El colmo de la miseria moral de vuestra sociedad actual son los llamados tertulianos de todo tipo de emisoras que, salvo algunos, honrados y serios, que los hay, en lugar de hablar de lo que conocen, hablan de todo, con un aplomo y una chulería absoluta. Claro que lo más triste es que tengan un auditorio tan importante. Es de esperar que algún día, las personas quieran tener opinión propia y razonada, dejen arrinconada a toda esta pandilla de vividores. Cuando un enfermo va al médico, busca un especialista que tenga posibilidades de conocer bien el mal que le aqueja. ¿Te pondrías en manos de alguna de estas personas que saben y pontifican de todo? »Cómo vas viendo, podríamos pasar infinidad de tiempo observando las miserias de los humanos, pero creo que estos breves apuntes serán suficientes para hacerte pensar.


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»Igualmente en otro tema, sobre todo los blancos, pero también ahora la mayor parte de las razas asiáticas, cada día dan un paso adelante para destruir las reservas naturales de todo tipo. Cuando erais unos pocos millones de habitantes, también vuestra depredación era limitada. Ahora que los logros científicos os han dado la posibilidad de curar muchas enfermedades y prolongar la vida a mucha gente que seguirán tarados, pero estarán vivos, os habéis multiplicado de forma desmedida y sin control, y avanzáis muy rápidamente a la destrucción total de vuestro hábitat natural. Desgraciadamente para vosotros, hoy en día los que más procrean son los más pobres y desarrapados, ya que a falta de otras distracciones, la más barata y la que tienen a su alcance es la fornicación, y la utilizan con intensidad, ayudando a la aniquilación de recursos, sin hacer nada de provecho para compensarlo, ya que se ha procurado quitarles todo lo que de valor poseían, dejándolos en la más grande miseria e incultura. Por otro lado, estas razas menos desarrolladas, estos grupos humanos que vivían de lo que podían recoger, sin diezmar la naturaleza, guardando un cierto equilibrio, hoy hacen esfuerzos para malvivir; los pocos que quedan, claro. Algunos de los ejemplos serían los habitantes de África y de América antes de la llegada de los europeos. Hoy han desaparecido, o casi, muchas clases de animales, pero también muchas especies humanas tales como bosquimanos, hotentotes y pigmeos, en África. También cuando los ingleses o sus descendientes y herederos, una vez ya americanos, colonizaron las grandes llanuras de América del Norte, donde vivían un seis millones de nativos de los mal llamados indios, pero al mismo tiempo pastaban en ellas unos siete millones de bisontes, había un cierto equilibrio. Y ello, esta coexistencia equilibrada, perduró de manera segura durante siglos y siglos. Hoy en América del Norte, de indígenas puros, quedan


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unos cuantos miles y bastante degradados por la malicia de los colonizadores que los han ido aniquilando de diferentes maneras para arrebatarles sus bienes. De bisontes, igualmente quedan poco más o menos unos miles, prácticamente cuidados como reliquias del pasado, en parques naturales. »También en Australia y otros lugares del Pacífico, ya queda poco de los nativos y de sus culturas mucho más atrasadas, pero mucho más sostenibles que no diezmaban la naturaleza. Al tener ciertas dificultades y limitaciones para vivir, vivían solo los mejores, que sería como una selección natural. Ahora cada día entre vosotros hay más enfermos o gente con poca capacidad, compitiendo y haciendo sombra a los que están en un estado normal, y que son los obligados a llevar adelante un tipo de vida totalmente errado. »Tú conoces bastante bien, y así lo reflejaban tus pensamientos que yo leí hace poco, cuando estabas tumbado en el suelo envuelto en la manta allí en el desierto, con tu espíritu y pensamiento dentro de tu cuerpo, lo que llamáis Hispanoamérica, colonizada por los españoles, que durante siglos han ido depredando todo lo que han encontrado a su alcance, pero al mismo tiempo a medida que exterminaban de manera despiadada los varones, o sea los machos de las razas autóctonas, estos colonizadores preñaban a las hembras de manera desorbitante creando una nueva sub raza ambigua, sin medios ni poder de desarrollo más o menos digno. Los indígenas que quedan llevan dentro de sí la amargura y la tristeza de ser descendientes de grandes imperios de otra época, y no perdonan fácilmente a sus aniquiladores.9 9. Uno de los libros que más han hecho pensar y meditar al autor al respecto es, sin duda La conquista erótica de las Indias, del argentino Ricardo Herren (Planeta, 1991). Para él, excelente e indispensable libro para entender la verdad de la historia de América.


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»Dentro de su relativamente corta historia (o lo que conocéis de ella) en muchos momentos han surgido figuras extraordinarias que se han dado cuenta de que ibais por un camino errado, pero al ver la estulticia humana, a la larga han desistido o, al contrario, han sacrificado inútilmente su existencia. Todos ellos, en un sentido u otro, en un tema u otro, han intentado advertir de los peligros que en cada momento les rodeaban y la mayoría de veces, por no decir siempre, han fracasado cuando no han dejado la vida. »No olvidemos tampoco lo que ya hemos dicho, que los más poderosos, desde el principio han disfrutado de las ventajas y riquezas, que les ha dado el trabajo miserable de los millones y millones de esclavos de todas las razas según las épocas. Esta gente ignominiosa que, con el beneplácito de las religiones, lo han aceptado y disfrutado; ¿deben llamarse hijos e iguales a un dios, con tanta maldad? Si este dios existiera y fuera como decís, al ver su error, ya os hubiera exterminado a todos. Dios, del que todavía nos falta tanto por conocer, y que todo el Universo busca con impaciencia, para saber si existe, cómo es y dónde está, debe ser algo mejor y diferente a lo que vosotros utilizáis para vuestros intereses, pero que en el fondo no creéis, ya que en caso de creer, realmente no obraríais como lo hacéis si pensaseis de verdad en una posible condena eterna. Dios nunca crearía un mundo como el vuestro, donde la mayoría de los humanos pasa la vida sufriendo sin ninguna posibilidad de decidir su destino, en beneficio de unos pocos déspotas, malvados y egoístas. »Para que lo veas un poco más claro, repasaremos lo que se cree que son los comienzos de la raza humana y su recorrido tal como la imagináis vosotros. Pero antes, o al mismo tiempo, déjame hablarte de los que, sin vosotros saberlo, os hicieron entrar en la historia.


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IV EL PLANETA ATLANTE —Antes de centrarnos en el futuro de tu planeta y de lo que queremos de ti, o más bien lo que queremos enseñarte, debemos recorrer ligeramente la galaxia en la que estamos: la Vía Láctea, como la llamáis vosotros, empezando por el sistema solar, lugar de vuestra ubicación, para que puedas entender un poco cómo es la situación actual y cómo influyó en la Tierra, el planeta del que te hablaré. »Hace unos diez mil años, en el sistema solar había otro planeta que giraba en la misma órbita de lo que llamáis Marte, aunque un poco más grande que el primero, sin llegar a ser como la Tierra, y con mucha similitud también en cuanto a composición de minerales y vegetales, pero no en cuanto a la fauna, dado que los carnívoros, tan abundantes en la Tierra, en Atlante no se habían desarrollado y los herbívoros estaban en número más limitado. »Los habitantes, el equivalente a las personas de la Tierra, eran también herbívoros, por lo tanto únicamente vegetarianos, y nunca habían comido carne, lo que les evitó un sinnúmero de enfermedades que vosotros sufrís desde hace miles de años. »Lo curioso de estos dos planetas, Marte y Atlante, era que al ser dos cuerpos tan voluminosos orbitando en el mismo circuito,


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único caso que conocemos en el sistema solar, pero no único en el firmamento, mantenían una equidistancia constante, y la visión no era nunca posible directamente de uno a otro, ya que el Sol, les hacía de pantalla de separación. La órbita diaria de uno y otro era de veinticuatro horas y cuarenta minutos, y el anual era de seiscientos ochenta y siete días, que es todavía la del moribundo Marte, ya que la órbita de los dos planetas, al ser elíptica y no redonda, es la más lejana del Sol, por lo tanto tiene muchos más kilómetros y es la de mayor duración. »El principal problema de este planeta, como te he dicho de nombre Atlante, era que podríamos decir que su interior, no había madurado o envejecido tanto como la Tierra y Marte (de este planeta Marte, te hablaré más adelante) en cuanto a la mayoría de sus volcanes, mucho más numerosos y en constante erupción. Esto, que no dejaba de ser algo negativo y ciertamente peligroso, tenía algo bien positivo, ya que al estar más apartado del Sol que la Tierra, el clima no habría sido demasiado o nada propicio para el desarrollo de los seres vivos y de los vegetales , y en cambio las erupciones constantes y tan numerosas dentro de una biosfera tan limitada, como era en comparación a la vuestra, daban una temperatura media de entre veinte y veinticinco grados centígrados de vuestra escala, lo que hacía que todo el año fuera como una constante primavera de las de vuestro planeta, donde las cosechas de todo tipo de vegetales eran abundantes y fructíferas para sus habitantes. »Al haber tantos volcanes, también hacía que una parte del planeta no fuera aprovechable por los seres que allí habitaban, ni para plantar ni para vivir. Otro problema, al que ya estaban acostumbrados los atlantes era que el silencio no era nunca absoluto y, poco o mucho, el planeta siempre retumbaba debido a


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su constante ignición interior. Afortunadamente, los habitantes, desde tiempos inmemoriales, siempre lo habían conocido de esta manera y lo encontraban del todo natural. »Atlante, pues, en cuanto a antigüedad, le llevaba unos doscientos mil años de ventaja a la Tierra, pero casi cien mil de retraso respecto a Marte. Podríamos decir que eran gemelos, pero no del mismo volumen, ni del mismo tiempo. »Por causas concretas que te explicaré, Marte hacía siglos que estaba sin clima estable y toda su superficie como quemada, con una atmósfera casi inexistente. »Los habitantes de Atlante eran casi iguales a los habitantes de la Tierra, con la única diferencia de la altura y corpulencia, y también que la parte posterior de su cabeza era más prominente, como si su cerebro tan avanzado necesitara más espacio para sostenerse. Cuarenta mil años atrás, los terráqueos no sobrepasaban el metro cincuenta de estatura los más altos, y caminaban todavía bastante encorvados como los primates, y eran unos seres muy primarios sin un razonamiento todavía ni poco ni muy normal. Los atlantes en cambio ya tenían una media de 2,10 metros (los últimos llegaron a 2,30 metros cuando ya vivían en la Tierra), los hombros muy anchos y caminaban derechos del todo como vosotros ahora, y su sociedad era ya organizada con un grado de armonía que los terráqueos todavía no habéis alcanzado a día de hoy, y tal como vais, estáis lejos de alcanzar. Como ya hemos comentado, en la Tierra impera el egoísmo, la soberbia y, como resultado, la maldad. En Atlante era más importante el hermanamiento, la bondad, el triunfo colectivo y el amor sentimental, pero también en alto grado físicamente lúdico. Los resultados de este sistema, muy útiles para todos, los dejaba vivir casi en perpetua bienaventuranza y hermandad.


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»Como puedes entender, las condiciones de Atlante eran óptimas para el desarrollo de muchos diferentes géneros y ciencias, y esto lo habían aprovechado sus habitantes para estudiar, investigar y construir todo tipo de aparatos industriales y científicos que los ayudaban a mantener un sistema de vida muy harmonioso. Era todo muy tecnificado, pero esta sabiduría no les había hecho perder el afecto fraternal y el humanitarismo. Todo el planeta era como una gran familia, y para que no te sorprenda o creas que exagero, este sistema de trato es el más común en la mayoría de planetas habitados, que conocemos que existen. Este sistema de separar por el color de la piel o por las creencias, que tanto daño os hace, no es muy conocido en el resto de planetas habitados. »Al tener prácticamente una temperatura constante y, como te he dicho, benigna, sus vestiduras eran sencillas y limitadas, las cuales dejaban ver la belleza corporal de hombres y mujeres, por cierto bien destacable y de la que disfrutaban apacible y sinceramente. ¿Recuerdas aquellos murales que encontráis en las ruinas griegas y romanas, muy significativos en Pompeya y Herculano? Pues algo similar, pero claro, con personas de más estatura corporal. »Como ya te he dicho, y como entre los atlantes no existía este derecho de propiedad entre una pareja, el trato entre hombres y mujeres también era bastante equilibrado, teniendo el mismo voto y voz entre los dos sexos, y en el que las decisiones del amor y del sexo estaban más decantadas a las opiniones femeninas que al revés. Utilizando razonamientos terráqueos, podríamos decir que cuando una mujer se enamoraba o quería a un hombre para cohabitar con él, era ella la que lo pedía y no era tan bien visto que la cosa fuera a la inversa, por la falta de costumbre, pero era aceptable. Cuando el amor o la atracción por parte de uno de los


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dos se acababa, llegaban a un acuerdo, hasta que no había más problemas. Tampoco era ninguna deshonra el cambiar de pareja, dado que los hijos eran cuidados y educados por el colectivo, pero sin que los padres naturales perdieran nunca el control y la afinidad paternal. Podríamos decir que el amor libre en la Tierra debido a la maldad intrínseca de las personas, da una idea de perversidad o vicio, Atlante nunca había tenido un concepto negativo, sino todo lo contrario; denotaba libertad de sentimientos. »Otra gran diferencia era que los atlantes (en este caso las atlantes) eran muy poco prolíficas a diferencia de vuestras mujeres, ya que sus cuerpos solo eran fértiles una vez cada tres años y, por tanto, la población, con una media de longevidad de ciento quince años, no aumentaba significativamente, además como desconocían la adversidad y la lucha entre ellos, no tenían que defenderse de posibles animales depredadores, que no existían, no habían desarrollado ni poco ni mucho las armas de guerra, totalmente innecesarias. El objeto más parecido a un sable o espada era una especie de lo que llamáis un machete, que utilizaban para proveerse de ciertos vegetales de tronco más o menos duro, tales como los plátanos, muy abundantes en aquel planeta gracias al clima tan propicio (y muchos otros tipos de plantas comestibles de tronco duro). Todas las herramientas necesarias para sus trabajos eran prácticas y de larga duración, ninguna de ellas, pensadas para destruir. Como me sorprendía que me hablara de habitantes de otros planetas y dijera o diera a entender que eran casi iguales a nosotros, y como yo estaba un poco imbuido por las películas de extraterrestres que se habían puesto de moda, y donde los protagonistas foráneos tenían formas tan raras, me atreví a decirle. —Usted habla de personas de otros planetas, como si fueran iguales o muy parecidos a los de la Tierra y la creencia general,


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es que en caso de existir, serían muy diferentes. ¿Qué hay de verdad? —Otro error vuestro. Como ya te he dicho, por lo que conocemos, que es mucho, pero que es todavía muy poco dada la inmensidad donde estamos ubicados, desde la única y gran explosión cósmica, lo que llamáis el Big Bang, todos los planetas y estrellas del inmenso universo están compuestos por los mismos elementos que tu planeta, pero con diferentes proporciones, según con qué chocaban y se soldaban al formarse. Como comprenderás, si es así, lógicamente todas las especies vivas deben tener un parecido casi idéntico, y animales y plantas deben ser similares dentro de las variaciones que puedan provocar las diferencias climatológicas y de otros aspectos de cada planeta, la mayoría determinadas por la proximidad o lejanía del Sol o estrella alrededor de la cual orbita (como ya te contaré, la más cercana al Sol, Alfa Centauri, tiene planetas con personas muy similares a vosotros). Así es en vuestro sistema solar, donde unos son inhabitables por demasiado calientes y otros por demasiado fríos, solo la Tierra, Marte y Atlante sabemos que han sido habitados. Desgraciadamente nos falta mucho por conocer, pero nuestra creencia nos hace pensar lo que te digo, y en los que conocemos es así con ligeras variaciones. Aquí, le interrumpí de nuevo, y le expuse mi duda. —Claro, ya que hablamos de este tema, también quiero confesarle que somos muchos los que tenemos nuestras dudas sobre el comienzo del Universo, ya que no vemos claro cómo los fragmentos de la gran explosión, si salieron disparados del mismo punto a la misma velocidad y se dispersaron, ¿por qué volvieron a chocar entre sí para formar las grandes estrellas y planetas? —Son tantos los misterios que nos quedan por conocer. Quizás algún día… ahora no te puedo decir más para no alargar


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demasiado nuestro encuentro. Solo que todos los objetos en órbita se repelen o atraen, y creemos que la explicación podría venir por aquí. »Volviendo a lo que hablábamos, la sociedad atlante, que no pasaba de los once millones de habitantes y que entre todos formaban una sola nación, por no decir una sola familia, pensando en términos de la Tierra, estaba organizada desde tiempos inmemoriales podríamos decir que de forma asamblearia, con un consejo de mando formado por varias personas de ambos sexos, ya muy mayores, a los que las ambiciones personales —que normalmente eran mínimas— no pudieran tentar. Eran las que daban el visto bueno, o dicho en otras palabras, tenían la última palabra, la cual era aceptada y obedecida por todos. Si alguna vez (pocas en tantos milenios) había alguna discrepancia, se reunían diez personas favorables y diez contrarias al hecho motivo de la discrepancia, hasta llegar a un acuerdo y el problema se cerraba. Como desconocían el rencor, una vez finalizado el debate, el asunto se daba por terminado. »No debería ser en absoluto una sociedad del todo justa, ni perfecta, pero seguro que infinitamente mejor que la terráquea donde tú estás acostumbrado, en la que necesitáis tantas leyes, jueces, abogados y policías, y ni así resolvéis vuestros conflictos. Habéis pasado toda vuestra historia perjudicando y matando sin avanzar. Tienes que pensar que en tu planeta de tantas leyes y teorías, las únicas leyes que son inmutables son las matemáticas, que con regímenes buenos o malos, de derecha o de izquierda, siempre se mantienen iguales. No así las leyes morales, religiosas, filosóficas y políticas, que siempre varían según los intereses de los gobernantes de turno. Fíjate bien, en el descrédito absoluto de la justicia, por ejemplo de tu país pero también de tantos


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otros, en lugar de que los jueces, gente que se supone preparada, condenen a los políticos corruptos, son éstos los que condenan a los jueces. Recuerda que unos años atrás en un escrito tuyo riéndote de los triunfadores, tú dijiste que la Ley tenía la vista muy abierta y, en cambio, a la justicia, los que hacían las leyes le vendaban los ojos. Claro que así funciona vuestro mundo. »Desprovistos de envidia y maldad, ellos vivían un hedonismo natural y amoroso que les hacía estar siempre en un nivel muy alto de bienaventuranza. Cuando más adelante hablemos de la breve estancia de los atlantes en el mar Egeo, te explicaré cómo influyeron en el pensamiento de entre otros Epicuro, que tú tanto admiras, el más sabio y equilibrado de los filósofos de toda la historia, y cómo aportaron al mundo las bases de la mayoría de conocimientos básicos e indispensables. »Otra característica muy singular que habían descubierto y perfeccionado los atlantes era la transmisión de pensamiento que utilizaban de forma muy selectiva para no interferir en los sentimientos personales y siempre realizado por personas especializadas cuando era muy necesaria, sobre todo en momentos imprevistos de sus viajes interplanetarios. Estas personas con un entrenamiento especial, estaban al servicio del común, y eran respetadas en todas las ocasiones. »En cuanto a las transmisiones de lo que vosotros llamáis ondas de radio y similares, ellos no crearon emisoras de vuestro estilo, que deben producir sus propias frecuencias (por cierto muy limitadas en cuanto a potencia sobre grandes distancias), para poder llegar a sus auditorios. Los atlantes aprovechaban las ondas de las frecuencias que cada planeta o estrella produce que son millones en el Universo y que os rodean sin que lo notéis, y de esta manera, cargando sus programas de noti-


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cias y otras, a aquellas frecuencias que les resultaban gratuitas, sus avisos y conversaciones eran asumibles desde una distancia infinitamente mayor al de las vuestras. Evidentemente, les eran necesarias para los viajes interplanetarios, que sabemos que ellos copiaron de otros alienígenas con los que tenían diferentes tipos de relación, por ser como te he dicho medios de comunicación galáctica. »De este modo, como te digo, con estas frecuencias interestelares consiguieron conectar con civilizaciones de otras galaxias, algunas muy lejanas y de inteligencias superiores y, aunque las distancias siderales no les permitían encontrarse, ya que habrían tenido que invertir buena parte o toda una vida en un solo viaje, sí podían intercambiar mucha información no solo técnica, sino filosófica y moral, buena para unos y otros. Por este motivo, iban tan avanzados. De esto que estáis haciendo ahora en la Tierra, de lanzar sondas interestelares y frecuencias en espera de una hipotética respuesta o nuevos conocimientos, ellos consiguieron resultados muy provechosos, pero tienes que pensar que comenzaron unos veinte mil años antes. Para recibir respuestas de según qué galaxias, se necesitan muchos más años de los que vosotros lleváis probando. »Volviendo a las relaciones entre los atlantes. Como verás, y aprovechando que hablamos de ello, la relación hombre-mujer sería otra lección que deberías aprender los terráqueos, que sobre todo en los momentos más malos, casi siempre provocados por los hombres (que suelen ser los que deciden guerras y peleas), la mayoría de veces os habéis tenido que fiar del sacrificio de las mujeres, a las que habéis respetado tan poco, y siempre las habéis tenido como inferiores, cuando no únicamente para aliviar y satisfacer vuestros instintos más primarios, a la altura de


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cualquier animal terráqueo, algo totalmente alejado del amor. Y ya no hablemos de la religión que las ha hecho víctimas de todo tipo de culpas esotéricas y confusas. Basta repasar vuestra historia para comprobar fehacientemente lo que te digo. No hace ni doscientos años, que aún las quemabais, muchas veces por venganza al no haberlas conseguido para vuestros fines, diciendo que eran brujas, la sentencia ya era absoluta. »Afortunadamente para ellos, los atlantes no habían inventado creencias religiosas de carácter sobrenatural que tanto os han servido a vosotros para perjudicar a los más débiles e ignorantes, y su único culto era a los antepasados, a los que guardaban gran ternura, y que al morir eran incinerados y sus cenizas esparcidas en los campos de cultivo deseando su ayuda para nuevas y buenas cosechas. »Sí que tenían gran respeto por el Sol, el astro que conocían sobradamente que les daba vida, al que reverenciaban y en cierto modo temían, cuando con sus aparatos ópticos o de detección veían y notaban sus grandes explosiones, pensaban que alguna vez la explosión sería lo suficientemente grande para aniquilar a su planeta, lo que erradamente creían que había pasado con Marte. Era una actitud muy lógica, ya que habían comprobado ampliamente que las explosiones solares de una cierta potencia, siempre tenían consecuencias en Atlante, como en los otros planetas del sistema. »Algo muy importante de aquella tan culta civilización eran los medios de locomoción, totalmente diferentes a los vuestros, ya que ellos no utilizaban lo que llamáis motores de explosión o de reacción con combustibles fósiles parecidos a los de la Tierra, tales como carbón, petróleo, etc. que a la larga van contaminando y diezmando el planeta.


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»Creo que sería interesante para ti conocer ligeramente en qué se basaban sus estudios de la fuerza y el movimiento. Te lo explicaré de forma abreviada, ya que son teorías muy complicadas y de alto nivel de conocimiento que te haría larga y fatigosa la explicación, aparte de que tal vez no tendrías tiempo de aprenderlo en este encuentro: »Para hacer más comprensible algo tan complejo, tenemos que empezar repasando un poco el funcionamiento y desarrollo del Universo, las galaxias y las agrupaciones de estrellas y planetas del tipo del sistema solar. »Habrás observado que en medio de tantos millones de cuerpos celestes visibles en la inmensidad, todos guardan un equilibrio o equidistancia, que hace que ningún cuerpo de cierta dimensión peligrosa choque demasiado a menudo con la Tierra o con otros planetas que puedas detectar. Al principio de los tiempos, parece que los choques entre cuerpos varios eran constantes y así, con choques y fusiones de gran cantidad de materiales errantes y ayudados por las altísimas temperaturas producidas por la fuerza de los choques, se formaron las estrellas y planetas. Ni vosotros, ni ningún otro ser vivo, conoce todavía la certeza de los hechos, ni por qué ni cuándo sucedieron. Lo que es seguro es que las atracciones y repulsiones de unos y otras estrellas, determinados por pesos y volúmenes, hacen que el equilibrio universal de momento sufra muy pocas variaciones y se vaya expandiendo, manteniendo una armonía que tarde o temprano se deshará, provocando la crisis de todo el Universo. Pero eso, este probable hecho, puede pasar todavía dentro de muchos cientos o quizás miles de millones de años. »Al tener pues, cada cuerpo su espacio, creado por la polaridad y mantenido por las gravitaciones de estrellas y planetas, hace que


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estos se atraigan o se repelan, según la situación de las polarizaciones. Esto es lo que hace que haya un equilibrio casi permanente entre estrellas y planetas. El caso más evidente para demostrar esto, y que conocen bien los humanos, es la polaridad de los imanes: polo positivo y polo negativo. Polos iguales se repelen, polos opuestos se atraen. De esta manera, al formarse un cierto orden de polarizaciones de unas a otras estrellas y planetas, esto permite que se mantenga una estabilidad, que quizá en millones de años sea más inestable a medida que se vayan extinguiendo los materiales en ignición que las mantienen. Recuerda que estrellas y planetas están prácticamente formados por los mismos materiales o elementos químicos, aunque no en la misma proporción, y la única diferencia es que las estrellas, al ser inmensamente más grandes, no se han enfriado ni una mínima parte de cómo lo han hecho los planetas, los cuales al enfriarse se han endurecido y se han separado sólidos, líquidos y gaseosos, y algunos (muchos en todo el Universo) han permitido la vida animal y vegetal igual o muy similar a como la conocéis. Así, las estrellas (el Sol, por ejemplo) mantienen su fuerza constante de fusión nuclear que permite el equilibrio de su parte del Universo. Cuando una estrella se apaga, provoca la muerte de los planetas que al rodearlo dependen de él. De este tipo, ya hay miles en el firmamento totalmente aniquilados y sin fuerza, que forman lo que llamáis agujeros negros que absorben todo tipo de estrellas y materiales sin vida. Solo en vuestra galaxia, ya hay unos cuantos que vosotros no concéis. »Así pues, cuando los atlantes, dentro su progreso constante, descubrieron la manera de intensificar la potencia de la polarización, con atracción y repulsión, crearon una serie de aparatos de locomoción tanto terrestres como aéreos y submarinos. El sistema era siempre el mismo, polarización adversa para acelerar, e


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igual para frenar, pero adaptado a las diferentes necesidades. Así entendido no era el ingenio volador que desprendía la fuerza, sino que aprovechaba la atracción o repulsión del lugar planetario natural. El desgaste de combustible era insignificante, casi inexistente, salvo algunos elementos químicos que los componían que perdían actividad al cabo de un tiempo, los problemas que los causaron te explicaré brevemente más adelante. »De entrada, expondré de manera simplificada el principio científico general puesto en práctica por los atlantes. »El corazón o motor de cualquier ingenio de traslación terrestre o aérea de los atlantes era lo que traducido a tu idioma, sería la bola gravitatoria. Este aparato sería el equivalente al motor, pero sin tener nada que ver con ningún tipo de motor ideado por los terráqueos. Consistía en una esfera compuesta por diversidad de artilugios y diferentes elementos químicos y otros materiales que, combinados debidamente con una difícil elaboración, creaban una potencia extraordinaria de atracción-repulsión, que movidos por manos inteligentes encaraba las diferentes polarizaciones en dirección al lugar a alcanzar. Habrás oído decir que casi siempre que se habla de ovnis o platillos volantes que alguien afirma haber visto en tiempos pretéritos o no tanto, siempre hablan de un aparato redondo (todo el mundo habla de dimensiones diversas) el cual tiene en el centro unas vueltas muy pronunciadas o, mejor dicho, como una bola en medio de un disco y es en este lugar donde estaba situada la llamada bola gravitatoria, que es la que propulsa o hace retroceder la nave en cada momento aprovechando los miles y miles de polarizaciones de estrellas y planetas. En el fondo, la bola era concebida y hacía las funciones de un minúsculo planeta que se desliza en medio de los grandes cuerpos celestes aprovechando su atracción-repulsión. La parte más difi-


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cultosa del artefacto era conseguir una especie de cojín líquido o algo similar que fuera capaz de mantener libre de rotación o movimiento la bola motor para moverse sin freno y soportar la presión de esta en pleno esfuerzo de aceleración sin deshacerse. La idea más sencilla para poderlo entender, aunque nada técnica, sería un huevo, donde la yema se puede mover dentro de la clara que lo deja libre, pero no puede salir del cascarón, que sería la esfera del aparato, que es donde se soporta toda la presión. »La fuerza de atracción-repulsión de la bola gravitatoria, de acuerdo con el atlante piloto de la nave, iba dirigida a los multiplicadores cuatro, seis u ocho, según los modelos, uno en cada parte de la circunferencia de la nave disco, para poder impulsar o repeler en las cuatro, seis u ocho direcciones, según la posición de la bola. Las cavidades o cabinas para piloto, pasajeros y carga eran los espacios que quedaban en medio de los multiplicadores. El piloto y también los tripulantes disponían de una pantalla, que podían regular para ver a muy larga distancia o muy cerca, cuando convenía. Esta pantalla aprovechaba el rebote de ondas magnéticas del tipo microondas en todo tipo de cuerpos. Como comprenderás, ninguna otra parte o mando del artilugio podía disponer de elementos férricos, ya que estos elementos habrían distorsionado o entorpecido su funcionamiento. Afortunadamente para ellos, disponían de grandes cantidades de elementos no férreos de otro tipo de metales para construir cualquier objeto o máquina, algunos parecidos a los de la Tierra, y otros que no conocéis. »De este modo, con este sistema, cuando las distancias eran muy largas, afinando al máximo la posición de la bola, se conseguía alcanzar casi la velocidad de la luz, sin desintegrarse al viajar, ya que la cabina estaba protegida por el mismo sistema que aislaba el interior de las grandes presiones de las velocidades exte-


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riores, como si cada nave fuera como te he dicho: un minúsculo planeta o un pequeño cometa, que creaba su pequeño espacio gravitatorio regulado por la mano del piloto. Del mismo modo, aprovechando las polarizaciones, aquellos aparatos podían mantenerse quietos en cualquier lugar del espacio o a pocos metros del suelo sin moverse. »Una de las dificultades con las que se encontraban era que, aunque la mayoría de los elementos químicos empleados para la construcción de los ingenios eran bastante comunes en el planeta, algunos como el oro, no empleado en objetos y cosas suntuosas, sino por ser uno de los únicos elementos que los ácidos no corrompen, y sobre todo el renio, de número atómico 75, según la escala de elementos químicos terrestre, eran bastante escasos. Este elemento, el renio, tan importante, ya que era el elemento de punto de fusión más elevado y con un punto de desintegración también muy alto, indispensable para mantener la uniformidad de funcionamiento, era muy escaso en Atlante. Por este motivo, comenzaron a explorar los diferentes planetas más cercanos, de donde poder obtener este producto, u otros que pudieran ser convenientes. »Para poder desplazarse a planetas de diferente presión atmosférica (en la Tierra no lo necesitaban al ser prácticamente igual, aunque primero, como que lo ignoraban, lo tuvieron que experimentar) crearon las vestiduras adecuadas que vuestros astronautas incipientes han copiado bastante fielmente y que, cosa curiosa, en la Tierra os dejaron recuerdo vuestros antepasados en dibujos, pinturas e incluida alguna figurita tipo escultórico que los describen de manera bastante fiel, dejando memoria de visitas seguramente de otros alienígenas, de planetas más lejanos, de Marte, en tiempos muy pretéritos, o de las primeras de los


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atlantes, cuando aún no conocían muy bien la atmósfera terrestre e iban ataviados como creían necesario. »Una de las ventajas de que disponían, y extraída de la misma teoría científica, que fue uno de los descubrimientos más importantes de los atlantes, pero con desarrollos adecuados, que ahora sería prolijo de explicar, era que esa fuerza convertida adecuadamente en lo que vosotros diríais una especie de rayo láser pero de otra versión de microondas, pero de mucha más intensidad y potencia, les daba facilidad para trabajar diferentes materiales por duros que fueran, en particular metales o las rocas, para convertirlos en piedras preparadas en cualquier tamaño, sin demasiado esfuerzo. Elevarlas a la adecuada altura, por pesadas o de gran volumen que fueran, no era problema por lo que te acabo de explicar. Por este motivo, los atlantes disponían de edificaciones de unas medidas que los terráqueos no podéis ni imaginar. Vuestros rascacielos serían unas miniaturas al lado de aquellos gigantes de piedra. Ellos cortaban las montañas convirtiéndolas en viviendas de alturas extraordinarias. En muchas de ellas, los ingenios voladores disponían de espacios adecuados para ponerse en la cima ahorrando esfuerzo a los usuarios. En la edad dorada de Atlante, habrías podido ver el espacio lleno de naves, grandes y pequeñas, volando en todos los sentidos, tal como veis ahora vosotros los autos por carreteras y caminos. Al disponer de elementos de detección muy sofisticados, que frenaban los aparatos por el mismo sistema de atracción-repulsión detectados a distancia adecuada, nunca se producían colisiones entre ellos. »Otro descubrimiento de los atlantes, que vosotros todavía no habéis igualado, es el uso de la corriente eléctrica que ellos prácticamente solo usaban como iluminación, ya que los movimientos mecánicos de todo tipo, seguían la misma teoría de las


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atracciones-repulsiones magnéticas del Universo. El alumbrado, en cambio, lo obtenían de manera muy simple, aprovechando las corrientes y ondas que continuamente provienen de los planetas y estrellas que, aunque vosotros no detectáis, están omnipresentes en todo el cosmos. Con una mezcla de elementos químicos adecuada, estas ondas magnéticas o corrientes debidamente polarizadas, recogidas por lo que se podría llamar antenas, enchufadas a unos grandes recipientes de un producto similar al vidrio, facilitaban un espléndido alumbrado. Estos recipientes contenían una mezcla de elementos químicos que, al contacto de las ondas recibidas por las antenas, proporcionaban una luminosidad mucho más clara que vuestras bombillas y muy superior a los tubos fluorescentes. Otra ventaja era una luz fría que no necesitaba extraer el aire de los recipientes de vidrio, ya que al no haber filamentos, nada se podía quemar o fundir. »A este respecto, a principios del siglo XX, tuvisteis un ingeniero de origen serbio, pero establecido en Estados Unidos, llamado Nikola Tesla, que conocía muy bien las teorías de Faraday y estuvo muy cerca de descubrir este sistema, e incluso montó una torre de recepción de las ondas, pero como fue muy combatido por sus adversarios, el principal Edison y su grupo, que no le pudieron perdonar su triunfo con la corriente alterna sobre la continua, murió sin haberlo conseguido, pero iba por muy buen camino. De esta manera, en el planeta Atlante nunca existieron grandes instalaciones de líneas eléctricas por medio de cables, que tanto estorbo habrían causado a los aparatos voladores, ya que como te he dicho podían acercarse o ponerse en el suelo. »Volviendo a los ingenios voladores, como habrás entendido, este medio de transporte permitió a los atlantes recorrer el sistema solar y conocer características y posibilidades de sacar pro-


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vecho de ciertos minerales muy escasos pero muy necesarios en Atlante, como el renio o el oro, que ya te he mencionado, y muchos otros, algunos nuevos para ellos, y que vosotros en la Tierra no conocéis, lo cual no quiere decir que no haya poco o mucho en las entrañas del planeta. »Observa que mientras los atlantes y muchos otros seres interplanetarios ya recurrían o sobrevolaban el sistema solar, miles de años después, en vuestra Edad Media, las religiones y los inquisidores de turno (siempre amparados en Dios, decían) aún negaban que la Tierra fuera redonda y amenazaban con la hoguera a los que osaban contradecirlos. Solo hay que recordar a Copérnico, Giordano Bruno y Galileo, no hace tantos siglos, casos que tú conoces bastante bien pero de los que también hablaremos. »Una vez lo conocieron un poco todo después de largos y ponderados análisis, llegaron a la conclusión de que el planeta del sistema solar del que podían sacar más provecho era de la Tierra, ya que excepto Marte, ya muy desgastado y de atmósfera muy rara y degradada por la gran explosión, los otros planetas, unos por demasiado cerca del Sol y por este motivo de altas temperaturas, otros por demasiado lejanos y helados, o únicamente gaseosos en la superficie, no eran fácilmente aprovechables. La otra ventaja de la Tierra era que al ser prácticamente de la misma intensidad de atmósfera, no necesitaban como te he dicho ningún tipo de escafandra y la respiración era libre como la de Atlante. Lo único negativo era que como la Tierra estaba más cerca del sol, el peso de los atlantes se acentuaba en cuanto a la atracción del suelo, se les hacía un poco más pesado el andar hasta que se acostumbraban. Sin embargo, incluso a eso encontraron solución y cuando, por motivos muy concretos, debían hacer caminatas significativas, no


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posibles de hacer en sus vehículos, crearon unos minúsculos propulsores de polaridad, sujetos como una muy pequeña mochila siempre acoplada a sus vestiduras, que les equilibraba la diferencia de atracción o, incluso, la atenuaba. »Como puedes suponer, conocían todas las lunas y satélites de los planetas del sistema solar, aunque no los habían visitado todos, y siempre buscaban qué podían aprovechar para sus inventos y descubrimientos. »También, y por proximidad (solo a 410 años luz), por una única vez enviaron una nave no tripulada con todos los aparatos más modernos de detección, tanto electrónica como el que sería el equivalente a vuestra fotografía, a la constelación de Alfa Centauri, que es la más cercana al Sol, compuesta por tres estrellas principales muy grandes, y descubrieron los diferentes planetas, tres de ellos habitados por unos extraños y primarios seres similares a los primates terráqueos, pero de una cabeza muy poco desarrollada, prueba fehaciente de que eran todavía muy atrasados, pero hacía creer que seguirían el mismo camino de Marte, Atlante o la Tierra, con el que no pudieron establecer ningún tipo de contacto o relación. Podríamos decir que Atlante estaba ya en su ocaso definitivo y, en cambio, Alfa Centauri era todavía un sistema emergente y en crecimiento, pero del todo primario. También se dieron cuenta de que un viaje de diez o más años luz, entre ida, estancia y vuelta, no era demasiado rentable, aparte de muy oneroso por los resultados obtenidos, y se centraron en la Tierra, mucho más cercana, de donde podían sacar la mayoría de elementos necesarios para su sostenimiento. Debemos recordar que en Atlante solo eran unos once millones de habitantes, sin apenas crecimiento numérico, por tanto, de necesidades bien controlables.


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La Cueva de los Tayos (Ecuador) —Cuando esporádicamente venían a la Tierra —sobre todo al continente americano— a recoger diferentes productos, sobre todo el oro, tan imprescindible en sus aparatos de transporte, los atlantes decidieron crear un espacio que les sirviera de refugio natural —continuó el extraño ser—, para no tener que permanecer dentro de las naves. En el país que ahora llamáis Ecuador, allí en los Andes en la cordillera del Cóndor, a unos dos mil metros de altitud, excavaron una gran morada pétrea (estamos hablando de hace más de veinte mil años) de muchos cientos de metros de largo con salas grandiosas, que eran su morada provisional en la Tierra, donde podían entrar y salir sus naves. Podríamos decir que fueron los primeros hangares en el planeta Tierra para guardar naves voladoras, y no de origen terrestre que aún tardaron miles de años en existir. Más tarde, te contaré la última utilidad que dieron a esta morada, aunque ahora ya en parte deteriorada con grandes salas derrumbadas por el paso de los milenios, por cataclismos naturales y también por los arreglos interesados para evitar que los terráqueos descubrieran aquellos secretos. Como tú sabes, las cosas de la Tierra envejecen muy rápidamente y hoy muchas entradas y salidas están derribadas. »Aunque sea solo como anécdota (eso sí, muy rara), quiero contarte que, hoy en día, esa cueva como te digo ya muy deteriorada, de la que los habitantes actuales desconocen la mayor parte, es la única morada y refugio de un tipo de pájaros, de vida nocturna, de ojos muy vivos, pero visión muy limitada, que los habitantes del país llaman tayos, y que solo vivenallí y en ningún otro lugar en todo el país. Lo que ignoran los ecuatorianos, que se extrañan de tan rara costumbre, es que los tayos, en cantidades de miles, se refugian en este lugar porque los aparatos de los


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atlantes que permanecen sepultados en aquella inmensa sima, a pesar de tantos cientos de siglos, debido a sus materiales de construcción, desprenden una especie de ondas magnéticas relacionadas con su composición, que son muy beneficiosas para los pájaros, y les alargan la vida. Siglos atrás, estos pájaros eran el alimento principal de los indios jíbaros de aquella zona, ahora ya casi extinguidos. »Así, durante incontables ocasiones, los atlantes hicieron viajes regulares a la Tierra, con gran espanto por parte de sus primarios habitantes que, a medida que evolucionaron y empezaron a tener las primeras supersticiones, creyeron que eran dioses que los vigilaban. »Aparte de los atlantes, otros alienígenas han visitado algunas veces el sistema solar, pero no incidieron en ninguna acción o forma, gracias a que las condiciones de vida eran muy diferentes a sus originales y también a la gran distancia de sus planetas. El planeta Marte —Referente a Marte que, como te he dicho —añadió—, es un planeta prácticamente muerto y sin demasiadas posibilidades, que era un calco de Atlante, se cree que fue arrasado por una fuerte explosión de tipo atómico, autoprovocada por sus elementos y gases interiores que al incendiarse y explotar lo quemaron todo en la superficie. Es por eso que se ve de color rojo, no por la cantidad de hierro que tiene como erradamente creéis los terráqueos. »También, hay quien cree que la explosión fue provocada por el choque de un asteroide muy grande que dejó una estela o ranura de miles de kilómetros, fácilmente visible con cualquier telescopio. Este hecho, lo dejó inservible para posibles


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vidas normalizadas como en la Tierra, ya que en otro caso sería siempre necesario el uso de escafandras adecuadas debido a la falta de atmósfera, ya que la mayor parte del oxígeno atmosférico fue quemado en la explosión, al tiempo que el agua se evaporó (queda un poco de agua helada en los polos) y sus habitantes fueron aniquilados por la deflagración. Tal vez en años venideros si conseguís llegar allí, podréis encontrar antiguos y muy elaborados trabajos enterrados en las cenizas removidas por la ablegación constante de miles y miles de años. O también aún si estáis a tiempo, los terráqueos podréis obtener materiales que os sean necesarios y que al ser la mayoría iguales a los de la Tierra pero escasos os serán muy útiles. »Tienes que saber que Marte no solo giraba en la misma órbita que Atlante, sino que su civilización y sus habitantes eran casi en todo similares a su planeta gemelo. En las personas, la diferencia venía dada por su cabeza, que en lugar de prominente detrás, era más bien redonda, pero de una mayor medida. Sus ojos eran de forma ovalada, como los orientales de la Tierra, pero de tamaño superior, cosa que lo antiguos humanos reflejaban en sus dibujos sobre visiones alienígenas. Sus brazos eran más largos que los de los humanos, más similares a los de los simios. Los marcianos, en lugar de ser de piel morena y cabello negro, eran de piel blanca y casi todos ellos tenían el pelo rojo. La altura media de los marcianos era igual o superior a la de los atlantes. »En cuanto a la técnica, sabemos que eran bastante organizados y que también disponían de naves de traslado aéreo, pero su sistema más anticuado (que se había creado muchos siglos antes) que el de Atlante, era más parecido a los modernos cohetes terráqueos, ya que iban a propulsión, pero en lugar de


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quemar combustible como vuestros actuales, lo que utilizaban era una mezcla de hidrógeno y otros dos gases desconocidos en la Tierra, que al hacer contacto y mezclarse dentro de los tubos de propulsión, multiplicaban su volumen unas diez mil veces, y como tenía que salir con tanta presión, elevaban la nave, que era redonda en forma de torre y tenía tres cohetes debidamente repartidos que la dirigían de forma equilibrada. Estas naves, para posarse en el suelo, debían hacerlo de forma vertical. El problema era que, aunque los gases del combustible iban almacenados en muy alta presión, no disponían como las de los atlantes de capacidad casi ilimitada, sino que ellos tenían que calcular la carga de combustible según la distancia y el tiempo, ya que el gasto era muy grande. »Por algo que te mostraré en un momento determinado y que te resultará interesante, sabemos que visitaban la Tierra, que era el único planeta del sistema solar del que podían sacar provecho, ya que ellos no conocieron Atlante hasta poco antes de su cataclismo, puesto que, como te he dicho, siempre mantenían la distancia de media órbita y quedaban separados por el Sol. »Marte se terminó de formar miles de años antes que Atlante, y aún más años que la Tierra, y como su explosión fue hace milenios, la información que hemos obtenido tampoco es demasiado exhaustiva. »Lo que sí te puedo decir, por lo que se nos ha dado a conocer, es que los marcianos, al igual que los atlantes, desconocían las doctrinas interesadas de tipo sobrenatural para hacer sufrir y explotar a la gente y, como los atlantes, sabían que ellos dependían del suelo para su desarrollo constante y sus ideas iban únicamente dirigidas al bienestar colectivo.


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V LA ATLÁNTIDA —Como te he dicho —continuó—, y tal vez inconscientemente advertidos por la explosión de Marte, sucedida hace cerca de unos diez mil años, cuando los atlantes debían suponer que los planetas no eran eternos y se empezaron a dar cuenta de que su planeta, en ciertos momentos, se movía de forma errática o tambaleaba más de lo habitual, lo que hacía ver que en lugar de irse apagando, como la mayoría de los otros ya conocidos, cogía un carácter de ignición de tipo nuclear y corría el peligro de explotar y desintegrarse. Fue entonces cuando la asamblea, con el acuerdo unánime de todos, decidió que con cierta urgencia tenían que buscar otro planeta para poder trasladarse antes de una posible hecatombe total, si la llegaban a detectar o prever. »Recorrieron todo el sistema, incluso los planetas enanos tales como Plutón, Haminea, Makemake, Eris y sus diferentes pequeñas lunas. Como los conocían, después de haber investigado mucho, el único que les parecía con posibilidades de adaptarlo a sus necesidades fue la Tierra y de manera urgente enviaron diferentes naves con tripulantes especializados, a cartografiar de manera detallada el planeta, que parcialmente ya conocían, y después de estudiar con mucha atención, decidieron que el lugar más


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conveniente era una isla bastante grande situada entre los continentes de América del sur y del sur de África, a unos seiscientos kilómetros por encima de la Antártida, continente que aún permanecía helado, pero que con ayuda de sus aparatos tan precisos, pudieron cartografiar con exactitud, ignorando el espesor del hielo que lo cubría, al igual que hicieron con el polo norte. »Esta isla escogida, ubicada pues sobre la Antártida, tenía en cierto modo la forma de una pera; mucho más ancha y redondeada por el sur, y más estrecha por el norte, al meterse entre los dos continentes de los que se supone que se había desprendido. Estaba en una latitud algo más baja en cuanto a temperatura que la del planeta original de los atlantes, aunque se parecía mucho a Atlante en cuanto a volcanes, que eran abundantes y bastante activos. Solo en Oceanía había islas similares, pero aún mucho más volcánicas. »Por eso consideraron que, de todo cuanto podían elegir, era la mejor opción, ya que los continentes terráqueos, en mayor o menor medida, estaban todos poblados y los atlantes conocían el grado de agresividad de los humanos, la mayoría de un retraso sideral de inteligencia en comparación con la cultura de los atlantes, así como la tendencia carnívora de personas y animales, algo tan extraño y ajeno a ellos, a la vez que repulsivo para su sensibilidad no acostumbrada. Necesitaban poder vivir en la Tierra, pero separados de los humanos y el lugar más adecuado consideraron que era aquella isla. »Como cuanto más al norte, más suave era la temperatura, decidieron que el norte sería donde construirían sus ciudades y vivirían los atlantes. De mitad para abajo, tendrían los cultivos, las grandes industrias y los servicios, y quedarían desiertos los espacios donde los volcanes todavía estaban activos. Como


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puedes entender, para ellos las distancias no eran problema, dada la velocidad y autonomía de sus aparatos. »Otro de los motivos principales para elegir este lugar, era que al haber estado toda la isla helada durante la última glaciación de hace doce mil años, había quedado libre de prácticamente todo tipo de animales, carnívoros o no, y decidieron que los pocos que quedaran (si quedaban) serían debidamente capturados y trasladados al continente africano sin perjuicio para ellos. No así los herbívoros, y sobre todo pájaros, que indirectamente eran los que esparcían las semillas, ayudando a la Naturaleza a reproducirse y a los que tratarían de proteger. »Acordada pues la traslación total de los habitantes en el nuevo territorio de la Tierra, dejaron de actuar en nuevos proyectos en Atlante y dirigieron todos sus recursos naturales y técnicos a la isla, que sería su nueva morada, y a la que bautizaron con el nombre de Atlántida, en memoria de su morada anterior que tanto habían amado y donde habían sido tan felices. »Primero, se trasladaron grandes equipos de técnicos de todo orden, con una importante cantidad de la maquinaria más avanzada para ir habilitando y adecuando terrenos y construyendo ciudades para acoger a los nuevos habitantes, cuando llegara el momento. »Como puedes suponer, adecuar una isla tan grande, totalmente virgen y, se suponía, nunca habitada, no era una tarea sencilla y durante casi tres generaciones, el trajín entre el planeta y la isla fue constante. Los ingenios voladores, algunos de ellos de tamaños jamás conocidos, fueron construidos a miles para trasladar materiales y personas. Esta construcción tan importante y no prevista, dejó los almacenes atlantes casi sin reservas de muchos materiales básicos.


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»Al cabo de cerca de doscientos años, y a medida que la colonización avanzaba, muchos atlantes ya se fueron quedando de manera definitiva a vivir en la Tierra, que sería su nueva morada, y así hacer más rápida la adaptación total de la isla a su tipo de hábitat. »Quizá por la melancolía provocada por tener que dejar su amada patria, las edificaciones, todas nuevas, fueron copias mejoradas, si se podía, de las grandes y monumentales construcciones del planeta Atlante, pero nunca tan grandes, ya que la isla no tenía montañas de tanta altura y las más altas eran volcanes, algunos activos y algunos apagados, pero que podían entrar de nuevo en erupción. Si hubieran dispuesto de más tiempo, habrían cortado las piedras de canteras y las hubieran trasladado, como no podían prever la magnitud del peligro de explosión de su planeta, lo hicieron de esta manera. »El mayor problema al que tuvieron que hacer frente fue el de la alimentación, ya que algunos de los vegetales que llevaron para trasplantar no resistieron el cambio de Ph del nuevo terreno, y buena parte del personal, tuvieron que explorar los continentes americano y africano con más atención para, en principio, cosechar y recolectar sobre el terreno los productos adecuados y, al mismo tiempo, ir trasplantando entonces los productos a la isla. Afortunadamente para ellos los plátanos, la fruta más utilizada en Atlante, por su alto contenido de potasio que tanto favorecía su cerebro, se adaptó muy bien a la Tierra y los primeros siglos fue moneda de cambio con otros países como ya te explicaré. »Con lo que no tuvieron tan buenos resultados fue con los animales trasladados de Atlante a la Tierra. Por motivos que no llegaron a conocer, todas las especies llevadas a la nueva patria murieron, excepto los guacamayos, tan queridos por los


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atlantes, y que en pocos siglos se extendieron por toda América del Sur y más tarde por todo el mundo, donde el clima les era propicio, y unos pequeños ciervos que en Atlante eran como mascotas, o casi animales de compañía, ya que como te he dicho los atlantes nunca comieron carne. »Aquel constante movimiento entre continentes, aparte de muchas nuevas experiencias, al principio también les dieron algunos disgustos y preocupaciones, pues ellos, al no haber sido nunca agresivos, no habían tenido enemigos y no sabían ni deseaban luchar. En ciertos lugares, sobre todo en el continente americano, donde hacía pocos siglos que los humanoides de Asia habían llegado atravesando el estrecho de Bering cuando se produjo el deshielo de la última gran explosión solar. Los polinesios, por el sur, también llegaron a las costas americanas tras penosísimas travesías en sus pequeños barcos, y los primeros contactos entre unos y otros fueron muy difíciles, ya que los atlantes desconocían la lucha y, cuando los nativos del continente les atacaban, creyendo que les robaban sus bienes (cosa en cierto modo verdadera, ya que ellos no conocían lo que era robar, pero realmente, se los llevaban), prácticamente siempre eran los atlantes los que perdían si no tenían tiempo de refugiarse en sus vehículos aéreos. Afortunadamente, al ser más altos, corpulentos, aunque del todo pacíficos y utilizar vehículos voladores nunca vistos por los nativos, pronto en lugar de ser atacados, se vieron reverenciados y tenidos como dioses celestiales, lo que ellos aprovecharon para establecer una cierta proximidad, aunque el grado de conocimiento era tan distinto, que mantenía el trato complicado. Recuerda que estamos hablando de hace unos ocho mil años y, en aquellos tiempos, la vida de los terráqueos era muy precaria.


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»Otra gran ventaja de los atlantes era que su alto grado de cultura y agilidad mental les permitía aprender (o diría que adivinar) las lenguas nativas con mucha facilidad, lo que todavía hacía pensar más a los nativos que aquellos visitantes eran dioses que les adivinaban los pensamientos. »En África, la cosa era aún peor, en cuanto al trato con los habitantes autóctonos, pero como de donde podían sacar más provecho era de América de donde trasplantaron muchas plantas comestibles, procuraban en todo lo posible obviar este continente , sobre todo en los primeros siglos. »En la última expedición, los viejos de la asamblea, transportaron con todo amor, la caja de madera de cerezo ya milenaria, que durante tantos siglos había guardado los mandamientos y leyes básicos para su convivencia armoniosa. Dentro de la misma había una verdadera colección de tiras de lámina de oro donde estaban grabadas las máximas y preceptos que habían guiado la convivencia y hermandad de todo un planeta durante miles de años, escritos todavía en el primer y anticuado alfabeto, que ya nadie utilizaba, pero que todo el mundo conocía y estudiaba con respeto y devoción. Con el paso de los siglos, en lugar de láminas, ya habían utilizado una especie de pergaminos y, más tarde, unos dados o cubos electrónicos, dentro de los cuales quedaban grabadas las enseñanzas más modernas. »Mientras tanto, las obras de colonización fueron finalizando y, después de trasladar todo lo que creyeron necesario, los últimos atlantes abandonaron el planeta, cada día más inestable y peligroso, pero al que ellos recordaban con ternura y, a pesar de todo, se preguntaban si habían acertado al dejarlo. »Aunque en diferentes momentos hicieron viajes de melancolía turística, para recordar tiempos gloriosos de su historia,


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al cabo de algunos cientos de años y, como sabiamente habían supuesto, Atlante fue destruido por una fuerte explosión de los elementos interiores y se desintegró. »Tú conoces muy bien que entre Marte y Júpiter, orbitando el Sol se encuentra lo que llamáis cinturón de asteroides; estos asteroides o escombros galácticos son los fragmentos de la explosión de Atlante que al orbitar empujada por la gravitación de Júpiter y Marte, se fueron colocando adecuadamente en la forma que conocéis. Este, amigo mío, fue el fin del planeta más bonito y armonioso del sistema solar.


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VI LOS ATLANTES EN LA TIERRA —Mientras, los habitantes de la isla Atlántida procuraban guardar celosamente su secreto, provenir de otro planeta, así como todos sus conocimientos tecnológicos miles de veces más inteligentes y técnicos que los tan primitivos de los terráqueos, las cosas se habían normalizado con bastante rapidez, excepto en la producción de alimentos, que siempre les eran escasos, lo que hizo que los atlantes como prácticos e inteligentes que eran, crearon lo que ahora se llamaría un departamento de comercio exterior y comenzaron a recorrer el mundo, país por país, con sus naves voladoras que tanta admiración causaban, tratando de obtener de cada uno de ellos los vegetales adecuados y necesarios para su sustentación digna y razonable, y si era posible cultivarlos en su isla. »Desgraciadamente el único producto en cantidad que tenían para ofrecer a cambio eran los plátanos, que ellos habían traído de su planeta. Con lo que no contaban era con que esa planta se adaptaría tan bien a la Tierra, que en pocos años, cada país, tendría su propia producción, con lo cual tuvieron que buscar otra manera de tratar. Con unos doscientos años, todos los países tropicales o semitropicales tenían cosecha de sobra de este fruto tan nuevo y sabroso para ellos.


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»La ventaja que tenían sobre los diferentes lugares de la Tierra era, como he dicho, que ellos iban mucho más avanzados en todos los órdenes. Al llegar siempre con sus vehículos voladores, todos los pueblos del planeta que visitaban, los consideraban dioses o una raza superior proveniente de no se sabía dónde, siendo muy bien recibidos y bien tratados. En la Tierra, planeta de tantas supersticiones y creencias raras, los atlantes no tenían que hacer nada para obligar a creer a los que visitaban, sino que eran los nativos de cada punto, los creadores de raras teorías y leyendas siempre de gran complicación en cuanto a extrañas supersticiones, que los atlantes encontraban muy infantiles, pero que en ningún caso desmentían. Como la isla Atlántida estaba desierta cuando la ocuparon, no deseaban que los terráqueos la conocieran de forma demasiado cercana. »Como no podía ser de otra manera, para tratar de resolver la situación, la asamblea acordó que debían buscar una nueva opción de obtener vegetales y minerales no disponibles en la isla, y viendo que prácticamente toda la población de la Tierra vivía en primitivas chozas, de diferentes estilos y tipos, o en grutas naturales en las montañas, decidieron ser los constructores globales ciclópeos del mundo entero, cosa para ellos tan cotidiana y sencilla al disponer de técnica y maquinaria adecuada y totalmente desconocida para los terráqueos »Hay que dejar claro que decidieron ofrecer sus servicios en todo el mundo más o menos civilizado, pero sin querer involucrarse en ninguna cuestión partidista o de guerra entre estados y así lo hicieron. Las peleas y las guerras eran cosas desagradables y totalmente ajenas a los hábitos de los atlantes. Únicamente cuando Cambises quiso destruir Egipto, se pusieron de parte de los egipcios, pero sin luchar puesto


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que no les gustaba, sino utilizando su técnica, como tal vez más adelante te explique, con la que lograron sepultar todo un ejército bajo el desierto al provocar un movimiento de arenas de una proporción de mil ciclones. »Te quiero recordar que en la Tierra por aquellas fechas solo se conocía, de manera aún incipiente, el bronce como posible herramienta de trabajo; el hierro o el acero aún no eran dominados por los habitantes del planeta, de los que no sacaron provecho hasta muchos siglos más tarde. Por este motivo, estaba claro que los terráqueos tenían muy difícil trabajar la piedra ni en cantidades mínimas. El único sistema conocido era piedra contra piedra, procurando que la piedra con la que picaban, la utilizada como maza, fuera más fuerte que la que recibía el golpe. En cambio los atlantes, al trabajar con microondas abrasivas o lo que ahora llamáis rayos láser, dejaban la superficie de las piedras totalmente pulidas y con ángulos rectos y definidos, dibujaban en las piedras hermosos relieves. Solo observando un poco las miles de edificaciones de piedra en todo el planeta, se puede detectar fácilmente cuáles son obra de los atlantes, por lo finas y bien acabadas formas y aristas. »En estas condiciones, los atlantes se dieron cuenta de la oferta tan ventajosa que podían hacer a todos los humanos. Para este fin, escogieron los países donde las sociedades eran más cohesionadas y ofrecieron a los caudillos y reyes hacer palacios y construcciones de piedra, que para ellos era tan sencillo, y para los demás, tan desconocido y maravilloso, a cambio de alimentos concretos o de oro y otros elementos tan necesarios para la construcción de sus máquinas y otros proyectos. »Aunque hasta la fecha se tengan dudas de cómo se hicieron las grandes construcciones de piedra, te quiero recordar que


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como he dicho no existían las herramientas necesarias, y ya sería muy curioso, que en todo el mundo donde hay tanta obra ciclópea, no se haya encontrado una herramienta adecuada para la construcción y trabajo de la piedra. Si las hubiera habido, alguna se habría encontrado. Esto es lógico, si tenemos en cuenta que las herramientas para hacer estos trabajos (hierro, acero, y otros) no se conocieron hasta muchos siglos después, cuando los atlantes ya no existían y muchas de sus obras ya estaban en estado de ruina por efectos naturales o humanos. »Te haré una ligera descripción no exhaustiva de las obras de los atlantes que, enteras o en ruinas, aún se conocen, pero que sin duda fueron muchas más en los más diversos lugares si tenemos en cuenta que su obra, en los diferentes países, duró desde que comenzaron a ofrecer sus servicios, una vez ya establecidos en la isla Atlántida, hasta los últimos tres mil años en diferentes etapas. Oriente Medio y parte de Europa —Uno de los primeros países con los que empezaron a tratar fue el que conocéis por Mesopotamia, Babilonia o Caldea, donde Ur era la capital y donde, como sabes, las tradiciones y leyendas antiguas dicen que nació Abraham, padre de los hijos de Israel y, podríamos decir también, padre de una doctrina tan complicada (si realmente la creó él, y no fue complicada y tergiversada como es de suponer, claro para muchos de sus sucesores) que en cierto modo aún todos sufrís. »Bajo el cetro de Senaquerib, Gilgamesh y Sumu-Abum de la primera dinastía amorrea, ya había una cierta unión y un orden desconocido en la mayoría de países o, mejor dicho, grandes


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terrenos habitados, pero sin cohesión. Aquel rey, y luego sus sucesores tales como Shubiluliuma, Nabucodonosor y otros, al ser tan poderosos y como sus botines de guerra eran espectaculares, ante la oferta, pidieron a los dioses atlantes la construcción de edificaciones nunca soñadas. La torre de Babel, por ejemplo, con la que el rey Sumu-ábum quería llegar al Cielo para hacer frente a los dioses, la edificaron en un lugar donde pocos siglos antes los ríos Éufrates y Tigris bañaban, provenientes de las montañas más altas de Armenia y Turquía con el monte Ararat (donde dicen que se posó el arca de Noé al bajar las aguas, ¿recuerdas?) Como símbolo, habían arrasado la incipiente primera capital toda ella hecha de edificios de tapia y similares. ¿Recuerdas la leyenda del diluvio con Noé y familia, después, y como casi todas las leyendas, convertida en cuestión religiosa? En aquella inundación enorme producida por los dos ríos desbordados, es en la que se basaron los antiguos escritos. En aquella época en la que muy pocos pensaban con claridad, donde la escritura aún no existía, a los más vivos, no les costaba mucho convertir una inundación del todo natural, en un castigo divino y de dimensiones mundiales. Al cabo de un par de generaciones, ya era una cuestión de fe aceptada por todos. »Los atlantes, de todos modos, y para evitar posibles problemas en un futuro, sugirieron al rey desviar el río Éufrates, y así lo hicieron, cambiando el antiguo cauce del río por otro a unos doscientos kilómetros de la ciudad, pero respetando el diseño del antiguo cauce, con lo que quedó un territorio mucho más amplio entre Éufrates y Tigris. La nueva ciudad de Ur, aparte de la famosa y altísima torre, fue rodeada por una muralla toda de piedra, de dimensiones colosales, y por muchas otras edificaciones y grandiosos monumentos, de los que hoy todavía se encuentran abundantes ruinas, y donde también estaban construidos los famosos


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jardines colgantes, otra maravilla de la antigüedad, capricho de una de las favoritas del rey, si además se tiene en cuenta que es un terreno de tan poca lluvia, donde el riego dependía del esfuerzo humano. Claro que en aquella época, los esclavos eran una mano de obra muy barata y tan abundante como hiciera falta. »Los reyes babilonios, al ir conociendo a los dioses y como podían pagar con largueza gracias a sus constantes rapiñas, quisieron sacar más provecho de tanta sabiduría y pidieron que enseñaran a algunos de su sacerdotes aquellas ciencias para ellos tan extraordinarias. De este modo, fue la primera civilización que tuvo conocimientos de escritura, aunque los atlantes para evitar posibles problemas en el futuro, les enseñaron un método diferente al que utilizaban ellos y más anticuado, similar al antiguo alfabeto atlante, y como los sumerios no podían trabajar la piedra o los metales con facilidad, les enseñaron el sistema que llamáis cuneiforme escrito sobre tablillas de barro, que luego dejaban secar o cocían al fuego. En cuanto a la astronomía, les dieron las primeras nociones del sistema solar, así como del calendario y también de matemáticas. »También, y esto te hará recordar tu juventud cuando estudiabas la Biblia, cuando los atlantes encontraban un humano de cualidades morales y de inteligencia superior a la normal en la Tierra, le proponían viajar con ellos para poderle mostrar los grandes avances de la Atlántida, también los marcianos llevaron a personas superdotadas en algunos de sus viajes. »Fueron muchos los hombres que viajaron a ese lugar desconocido. Algunos fueron muy famosos y pudieron enseñar a sus coetáneos a su regreso del viaje, los que regresaron a sus países, ya que otros prefirieron permanecer lo que les quedaba de vida entre los atlantes. De los que volvieron y fueron ejemplo, recuerda a


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uno llamado Elías, otro Ezequiel, algunos que no se hicieron famosos entre sus coetáneos. También creemos que los marcianos se llevaron terráqueos en plan experimental, pero desconocemos qué provecho pudieran sacar. Los hititas —Un pueblo de los más fuertes en su momento, pero de historia no muy larga, fueron los que conocéis como hititas. »Este pueblo, aunque anclado en pleno continente asiático, en lo que hoy llamáis Anatolia en la actual Turquía, eran los residuos de una tribu centroeuropea, que unos cuatro mil años antes tuvieron que emigrar tras una total derrota con una tribu vecina. En pocas décadas, y después de una emigración constante, llegaron a esa zona montañosa y desierta que consideraron de fácil fortificación, y como tuvieron noticia de que en Babilonia y Egipto se encontraban unos desconocidos, decían que de otro planeta, con unas técnicas muy superiores a las conocidas, que hacían grandes construcciones con piedra, fueron a solicitar los servicios de los atlantes que construyeron la monumental ciudad de Hattusha, la más impresionante fortaleza totalmente inexpugnable, dada su estructura y situación, y la única comparable a Ilion. »También los atlantes les facilitaron copiar la escritura cuneiforme, como habían hecho con los sumerios, y un cierto tipo de jeroglíficos, similares pero no iguales a los egipcios. »Tú sabes que mientras permanecieron unidos, nadie les ganó con las armas y que hasta Ramsés el Grande tuvo que capitular y firmar una paz negociada en la batalla de Kadesh. Desgraciadamente, como tantos otros pueblos de tu desventurado planeta, una guerra civil entre familias destruyó la ciudad y la civilización de los hititas.


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El mar Egeo y Grecia —De este modo se extendió la fama de los constructores milagrosos que dominaban la piedra con gran facilidad y muchos otros pueblos conocieron la habilidad de los dioses. Así la antiquísima civilización de Creta les pidió construir su famoso laberinto, donde la leyenda dice que estaba recluido el minotauro (aunque debes saber que los griegos, tan aficionados a las leyendas de origen celestial, atribuyeron la construcción al dios Dédalo, padre de Ícaro) y, según creían, aquel hombre con cabeza de buey, insaciable en su hambre de comer humanos, era invencible, hasta que el héroe Teseo lo eliminó. Es curioso que escritores y poetas, que son los que más han contribuido con sus ideas y leyendas a dignificar y embellecer vuestra existencia, hayan sido tan maltratados o pagados con tanta tacañería. »También algunos pequeños reinos de la próxima Grecia encargaron a los atlantes gran cantidad de otros grandiosos monumentos, que luego se han atribuido a artistas famosos, pero nadie conoce que su origen atlante. Esta falsificación masiva a nivel terráqueo fue posible ya que al desaparecer los últimos atlantes, fue muy sencillo que otros caudillos se atribuyesen obras y construcciones totalmente imposibles para ellos, con los medios de los que disponían en su época. »Como más tarde verás, la escritura y todas las artes y ciencias que han hecho a los griegos ejemplo de la humanidad fueron una contribución de los atlantes. »Un hecho imprevisto que sucedió fue que los atlantes se enamoraron de las pequeñas y tan numerosas islas del mar Egeo, muchos se esforzaban para no regresar y si hubiera sido posible vivir en ese lugar de manera definitiva lo habrían hecho.


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Por desgracia, ellos conocían la gran cantidad de problemas que los separaban de los terráqueos y finalizadas las construcciones abandonaron la zona con gran sentimiento, hasta que, como te explicaré, los últimos atlantes de forma involuntaria fueron a morir en el Egeo. »En Jerusalén, la gran explanada pétrea donde Salomón construyó su famoso templo fue obra de los atlantes, que hasta dejaron las piedras ya trabajadas para la erección del templo, que era algo menor comparada con la monumental explanada. »La inexpugnable Troya (Ilion) de Príamo, Paris y Héctor fue otra de las construcciones de los atlantes. Era una obra tan colosal, una muralla tan bien hecha, que ni toda la coalición de los pueblos griegos la pudo destruir. Solo el engaño del inteligente Ulises y su caballo de madera (si hemos de hacer caso a la hermosa leyenda de Homero descrita en la Ilíada) consiguió traspasarla. Han pasado cerca de cuatro milenios y aún no se conoce la verdadera dimensión de aquella obra, a pesar de las excavaciones que se han ido haciendo. »También en Éfeso y otros muchos lugares de la actual Turquía, se hicieron construcciones y templos muy elaborados. El antiguo Indostán —Unos de los primeros en aprovechar el poder técnico de los atlantes fueron los reyes del sur de la península del Indostán, de gran pujanza en aquellos tiempos, ahora ya casi olvidados y desconocidos, los cuales pagaron largamente a los constructores para erigir unas ciudades todas de piedra, con templos maravillosos, en el sureste del continente, ya cerca del mar. »Desgraciadamente los grandes terremotos de casi cuatro milenios atrás, de los que tendremos que volver a hablar, lo diez-


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maron todo al desprenderse parte del continente y derrumbarse en el fondo del mar, aunque no a gran profundidad. Es muy posible que un poco más adelante, con los medios adecuados, aquellas grandes construcciones sumergidas sean exploradas y los terráqueos, ávidos siempre de riqueza, puedan recuperar los grandes tesoros de oro, perlas y pedrería, que tanto amaban aquellos imperios, y que tenían en abundancia debido a su rapiña triunfante. »La península del Indostán tiene muchos otros templos y palacios construidos por los atlantes. Por ejemplo, en el valle del Indo, donde es ahora Pakistán, construyeron la gran ciudad de Mohenjo-Daro, las ruinas son todavía objeto de admiración y estudio. Sería prolijo enumerarlos todos. Solo tienes que ver la abundante información que se encuentra al respecto. »También la gran ciudad de Vijayanagara y tantas otras ciudades monumentales indias fueron obra de los maestros atlantes. Camboya —Por la misma época, los atlantes construyeron en Indochina y en la actual Camboya el gran y magnífico complejo arquitectónico llamado Angkor Vat, el templo del cual (y toda la ciudad) es una de las grandes joyas de la antigüedad, aunque este no fue ni su nombre original ni su emplazamiento inicial. Esta obra maravillosa fue construida a petición de un poderoso joven rey en el lugar que él había conocido a su enamorada. Este rey se había entronizado tras una cruenta guerra contra una etnia que había tenido prisionero a su pueblo durante siglos. Este héroe, adorado por los suyos, a los que había liberado de una larga esclavitud, cuando todavía él era esclavo,


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había amado a una joven de una belleza y bondad fuera de lo normal, la cual fue asesinada por el déspota rey esclavizador que la quería y que nunca fue voluntariamente correspondido por tan gentil doncella. Ella en secreto amaba al esclavo, más tarde rey. El héroe no la olvidó nunca y, en recuerdo de aquel amor tan tierno pero fallido, pidió a los atlantes la construcción del extraordinario monumento, sin duda la más esplendorosa construcción de aquella época en toda Asia. »Algo que habréis observado los terráqueos es que, en cada país distinto en el que construían, los atlantes hacían las figuras y fisonomías similares a los habitantes del lugar. De este modo, las figuras de Angkor Vat tienen los rasgos faciales de los antiguos camboyanos; en Egipto, las facciones de los egipcios; en América Central y América del Sur, como los mexicas, olmecas, mayas o tiahuanacos. »Había pasado poco más de medio milenio de la gran construcción de Angkor Vat, cuando unos movimientos geológicos hicieron que la zona se convirtiera en mucho más húmeda y aquel peso de piedras tan enormes sobre un terreno poco consistente, gracias a la muy alta humedad subterránea, se fue derrumbando en donde estaba edificado. Al final se deshizo todo, quedando con el tiempo escondido por la vegetación y la selva. No fue hasta hace unos quinientos años que el victorioso y pujante rey de los jemeres de nombre Suryavarman II, conocedor de la historia y creyéndose (o queriéndose creer) descendiente lejano de aquel rey héroe, ordenó trasladar los restos desde la hondonada perdida, hasta la cima de un espacio más llano y, pieza a pieza, fue reconstruida esa obra única, tal como la conocéis. El nombre de Angkor Vat lo puso el rey jemer, en recuerdo del que creía su antepasado, fundador de la dinastía.


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»También Camboya reúne muchas más obras de los atlantes, pero yo te he querido citar esta en especial por lo que tiene de poética y romántica, tema que sabemos que te gusta dado tu temperamento melancólico y poético. Egipto —En el más antiguo Egipto, como en todo el mundo conocido de la época, y sobre todo copiando la primitiva Mesopotamia, todas las edificaciones importantes eran de adobe (¿recuerdas aquello tan típico de los esclavos judíos que hacían ladrillos de paja y barro?), cuando no de troncos y techo de paja. Incluidas las primeras y rudimentarias pirámides o mastabas de Saqqara (la más significativa, la del faraón Zoser), escalonadas, que fueron hechas de piedra. Estas muestran la falta de medios para trabajar el duro granito y se nota que fueron cortadas a golpes de piedra, o sea, piedra contra piedra. Por este motivo, la configuración de cada trozo es tan rudimentaria, se ve como las tenían que calzar con pequeños fragmentos del mismo material y se han conservado menos que las posteriores obras de los atlantes. Las tres pirámides de Guiza, junto a las escalonadas, muestran la gran diferencia de uno y otro tipo de obra. »Aunque los atlantes fueron a Egipto donde trabajaron con intermitencias durante más siglos, según si al faraón del momento le gustaban o no, la gran época, sin embargo, de las más importantes obras y monumentos fue el Egipto del faraón Amenhotep IV o Akenatón (también llamado Amenofis por los griegos), pero también antes y durante el reino de Amenofis III, cuando los atlantes actuaron e hicieron la grandiosa transformación de todo Egipto.


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»Este rey, Akenatón, el más sabio de los reyes egipcios, en toda su historia, ayudado por la hermosísima e inteligente Nefertiti, su esposa principal, al tomar contacto con los atlantes, a los que sus antepasados y padres ya habían hecho construir muchas obras monumentales, no solo hizo dar forma a algunos de los edificios más importantes como Abu Simbel (que después se hizo suyo Ramsés II injustamente), Karnak y otros lugares, y especialmente la ciudad de Tell el-Amarna; sino que quiso conocer la verdad de lo que eran los atlantes y por qué tenían unos medios tan avanzados, en comparación con el resto del mundo conocido. Bien asesorado por los forasteros, que le explicaron su historia, escondiendo su origen interplanetario, solo que eran originarios de la misteriosa y desconocida isla Atlántida, pero con total sinceridad sobre aspectos como sociedad, religión, astronomía y matemáticas, como habían hecho en Babilonia, le hicieron ver muy claro el gran retraso que llevaba para el país tanta superstición. Cuando les pidió que dieran enseñanza a sus escribas, los atlantes, para no crear problemas con los vecinos babilonios, a los que habían enseñado la escritura de cuña, pensaron que lo mejor sería enseñarles el más antiguo sistema de los atlantes, o sea de jeroglíficos, pero adaptando la morfología y visión vital egipcia, tan amante de todo tipo de pájaros y otros animales, y este fue durante milenios el sistema empleado por los egipcios. Aquí, quiero hacer un inciso para recordarte que muchas leyendas Egipcias de aquella época, hablan de que los dioses faraones al morir, o como decían ellos viajar a la eternidad, lo hacían en unas naves voladoras, que no eran más que una alegoría o copia de las naves de los atlantes, que ellos tanto admiraban y que nunca pudieron captar.


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»Para las enseñanzas recibidas de los atlantes, Akenatón, hombre más que inteligente, se dio cuenta del problema que suponía tanta cantidad de dioses y sacerdotes, que enturbiaban la mentes de los humildes e ignorantes egipcios, al tiempo que les chupaban los pocos recursos de una tierra tan magra y estéril, renunció a toda la parafernalia antigua e instituyó como único dios el culto al Sol, ya que los atlantes le explicaron que por medio de sus rayos creaba la vida en la Tierra, y al que dio el nombre de Athón. Los atlantes le habían hecho ver claro que era quien regía los destinos de todos los planetas del sistema. Ningún otro dios. Únicamente el Sol, que por medio de lo que hoy llamáis la fotosíntesis era quien creaba la regeneración y reproducción de los vegetales y daba energía a todos los seres vivos, cosas que los atlantes ya conocían de muchos siglos atrás. Como para lograr esto, tuvo que destruir una organización milenaria que era la casta de los sacerdotes, levitas y escribas, que con la excusa de dedicarse al culto de los diferentes y multitudinarios dioses, se habían hecho dueños y señores de bienes y personas, y como este tan drástico cambio, sucedía en una época de penuria económica debido a que las últimas cosechas habían sido muy escasas por las cortas bajadas del Nilo, que inundaba mucho menos terreno de cultivo, estos le echaron la culpa a él, a su nuevo dios y a su modificación de leyes y religión, y fue difamado y perseguido por los sacerdotes y demás perjudicados con la reforma, hasta ser derribado, y así los sacerdotes y otros mandatarios intermedios pudieron recuperar sus privilegios y prebendas. En el mundo, pasan los años y pasan los siglos, pero esto, como ves, no cambia demasiado. Siempre son unos pocos que mediante miedos y amenazas se aprovechan del vulgo. Yo, que siempre he sido un enamorado de Egipto y que la he visitado infinidad de veces al regresar de mis viajes comerciales del


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Golfo Pérsico, le dije que en las pocas representaciones que quedaban en todo Egipto de Akenatón, había observado la diferencia de morfología, en la forma de la cabeza y facciones de aquel faraón respecto a los demás, y su respuesta me satisfizo del todo. —Sí, había una leyenda de la época, parece que propagada por los griegos de Ptolomeo al conquistar Egipto, que explicaba que realmente Akenatón no era hijo de Amenhotep III. La princesa egipcia Tiy, que sí era su madre, se enamoró de uno de los atlantes que visitaron el reino para ofrecer sus servicios y que con este atlante concibió al futuro faraón. Después, la princesa, con los años llegó a ser la principal esposa de Amenhotep III, supuesto padre de Akenatón, y los atlantes copiaron el aspecto y fisonomía del rey que tenían delante. En muchas de las piedras no borradas o destruidas por sus adversarios, donde se puede ver aún más o menos bien aquel rey, se observa fácilmente la muy diferente protuberancia de la cabeza de Akenatón, tan propia de la cabeza de los atlantes, lo que hace pensar que, más que una leyenda, era una realidad. También en los bajorrelieves y esculturas que quedan (ciertamente muy pocas), la altura de Akenatón parece superior a la del promedio de los egipcios. En otro caso, de aquella época se han encontrado más esqueletos con ese tipo de cabeza, y con tamaños muy superiores de los que corresponden a egipcios normales de la época. »Respecto a este detalle, se han encontrado en todos los países donde se supone que intervinieron los atlantes momias antiguas, de superior estatura a la normal y de cabeza prominente, especialmente en América Central del Yucatán mexicano y guatemalteco o por donde reinaron los mayas, clientes seguros de los atlantes, y también en las altas cordilleras de los Andes, donde los atlantes hicieron grandes construcciones de piedra, como ya te contaré.


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Como ellos quemaban a sus difuntos, por eso se encuentran tan pocas momias suyas, ya que únicamente enterraban sus cadáveres cuando estaban lejos de su nación, con la esperanza de poder recuperar a aquellos difuntos algún día y llevarlos a su patria. »Mientras tanto, durante el mando de Akenatón, los atlantes construyeron el gran palacio y ciudad nombrada nueva capital de todo el imperio Egipcio: Tell el-Amarna, que por poco tiempo fue la más grande maravilla pero que, al caer Akenatón, los sacerdotes la mandaron destruir, devolviendo la capitalidad a Tebas y sobre toda la ciudad de Karnak, donde estaba la mayor proporción de templos de los varios antiguos dioses, el más importante, Amón. Aún hoy, Tell el-Amarna es una enorme extensión de piedras destrozadas, o casi, por la ira de aquellos que no quisieron perder sus privilegios. Allí, después de tantos siglos, en las ruinas de un taller de escultor de la época, es donde dicen que se encontró la bellísima imagen de Nefertiti, solo hace unos años. »Otro hallazgo importante, que confirmaría la obra de los atlantes, es la piedra reloj, idéntica en dimensiones y forma a la piedra reloj del Machu Picchu en la lejana América del Sur. Desgraciadamente esta piedra, la de Egipto, fue robada durante la Segunda Guerra Mundial y la humanidad nunca más ha sabido de ella. Si no la destruyeron, cosa improbable, alguien la debe disfrutar a escondidas, algo tan empleado por los que han podido sufragar estos tan egoístas caprichos. »También buena parte de tumbas subterráneas de faraones, allá en el Valle de los Reyes, construidas con tanto cuidado, precisión, ángulos y líneas tan perfectas en la roca, en previsión de futuros enterramientos, fue obra de los atlantes, aunque algunas fueron ocupadas muchos años más tarde por faraones posteriores, cuando los constructores ya no estaban.


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»También las mujeres atlantes, como habían hecho con los mayas y otros, enseñaron los colores y a pintar a los egipcios, para adornar tan espléndidamente tumbas y templos, quienes llegaron a ser verdaderos maestros. »Una cosa curiosa de las pinturas aprendidas de los atlantes, fue que los sacerdotes en un intento de hacer desaparecer todo recuerdo de los constructores forasteros, hicieron pintar gran cantidad de murales en donde se veía como los esclavos egipcios arrastraban las piedras, como si realmente las construcciones fueran obra de los humanos esclavos y no de los forasteros. »Las pirámides ya bien hechas (las de Guiza), en cambio fueron construidas por los egipcios y sus esclavos, aunque la mayoría de bloques de piedra fueron cortados con toda precisión y cálculo, y también transportados por los atlantes. Las placas de mármol blanco que las cubrían, tan finas y de tan difíciles de cortar y donde decían que se reflejaba el Sol, fueron cortadas en las lejanas canteras de mármol del sur, ya en territorio Nubio, transportadas y situadas por atlantes. »De las tres pirámides de Guiza, quiero contarte algo sobre la que llaman de Keops, se cree el faraón nunca fue enterrado allí, ya que pidió que llevaran su cuerpo al país de los atlantes con una de aquellas naves para él tan deseadas, porque él tenía la convicción de que de allí le sería más sencillo viajar al infinito. Esto es solo una leyenda, pero... »También la mayoría de aquellos monumentales obeliscos (muchos de ellos robados por los occidentales y reubicados en diferentes ciudades europeas), fueron cortados en las canteras del sur y transportados por los atlantes hacia las grandes ciudades del norte. Aunque algunos historiadores de su época han intentado razonarlo, está clarísimo que los egipcios no tenían posibilidades


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de transportar piedras tan enormes de una sola pieza, de tantos metros de largo y de tantas toneladas con sus pequeñas y frágiles barquillas por el río Nilo, aunque fuera a favor de la corriente. »Solo para finalizar y sobre la obra de los atlantes en Egipto, déjame contarte que Akenatón había pedido que en todas partes donde esculpían al dios Athón, o sea el Sol, bajo su figura y entre los rayos del astro, en medida mucho menor, esculpieran uno de los ingenios voladores más típicos de los supuestos extraterrestres, o sea un disco volador con su doble cúpula característica. Pues bien, el odio de los sacerdotes hacia los forasteros, a los que culpaban de los cambios hechos por el faraón —con razón, si lo miramos desde su punto de vista, ya que fueron los atlantes quienes le explicaron la verdad al faraón—, era tan fuerte, que al marchar los atlantes de Egipto y después de la caída del faraón, movilizaron a una gran cantidad de gente en todo el reino para que, provistos de mazas de la piedra más dura (única herramienta de que disponían), eliminaran cualquier rastro de los vehículos de los atlantes de todas las obras y monumentos para que no quedara memoria. Ahora, si se buscara muy bien, tal vez se podría encontrar alguno medio desfigurado, pero con mucho cuidado y dificultad para los buscadores. »Casi al final del reinado de Tutankamón (supuesto, pero nada seguro, hijo de Akenatón), hombre sin experiencia, que murió muy joven, ya pocos rastros quedaban enteros de aquella esplendorosa etapa. América Central —Como te he dicho —prosiguió aquel extraño y prodigioso ser—, en América los mayas, raza muy inteligente para aquella época si la comparamos con muchas otras, que se suponía que


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muchos siglos antes había llegado a Centroamérica procedente de las islas Marquesas, a unos seis mil o más kilómetros del lejano Pacífico, fueron grandes clientes de los atlantes y les mandaron construir diferentes ciudades con grandes monumentos, que vosotros llamáis pirámides, pero que no lo son, y que tenían unos objetivos eminentemente científicos, religiosos y algunos también funerarios. Pero no se conformaron con eso, sino que ganándose las simpatías de los atlantes que los veían de tan buena fe, aprendieron muchos cálculos matemáticos, astronómicos y algo que les fue muy útil: el calendario terrestre, tan fiel al movimiento solar que únicamente los atlantes conocían en la Tierra, y del que los mayas se beneficiaron para calcular los períodos de cosechas y movimientos anuales de la Naturaleza. Aquí como en todas partes, procuraron trabajar sobre las formas y fisonomías de los mayas. »Aunque cambiaron de nombre varias veces, en sus casi tres mil años de existencia como nación, los mayas fueron sin duda la civilización más avanzada de la época en el continente americano y buena parte de sus conocimientos se los deben a los atlantes que, sin contar su procedencia, les facilitaron los instrumentos de su progreso, con largueza. »Por su singularidad en aquella tan remota época, los atlantes cobraron la mayor parte de los trabajos hechos a los mayas con cacao, que ellos no habían conocido hasta el momento, y también con maíz, dos productos a los que se acostumbraron con mucha adicción. Podríamos decir que el cacao cocinado y condimentado de muy diferentes formas, fue el primer vicio de los atlantes, adquirido en su nueva patria, pero que todos celebraban con deleite. »También en parte, cobraron con piedras de obsidiana y jade, a las que se aficionaron las mujeres de la Atlántida, cada vez


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más femeninas y ceremoniosas, tendencia que encantaba a los hombres atlantes. Claro que esto tenía una explicación; fueron las mujeres atlantes las que, con sus finas manos, adornaron las más grandes de las esculturas e inmensas murallas de la mayoría de las edificaciones ciclópeas de todo el mundo, manejando los aparatos adecuados para esculpir tan hermosas formas y utilizando los colores más adecuados en cada caso. En la pintura, tanto egipcios como mayas fueron alumnos aplicados. »Por la misma época, los mexicas, olmecas y toltecas, de la llanura de lo que ahora llamáis México, antecesores de los aztecas, y seguramente por mimetismo con sus vecinos, pidieron a los atlantes que construyeran muchos grandes monumentos ciclópeos, tales como las pirámides de Teotihuacán , muy hermosas, y que eran tumbas de sus reyes. Hacia el sur casi en la frontera con los mayas, muchos otros monumentos de no tan alto grado de importancia fueron construidos. También el lago de Teotihuacán fue reformado y adecuado por los atlantes en provecho de los mexicas, que instalaron la capital de su reino, que era casi inexpugnable con las armas de la época. Recuerda que estamos hablando de entre cuatro y cinco mil años atrás. »Los olmecas, de cultura mucho más atrasada, no hicieron grandes construcciones, pero tuvieron el capricho de que los atlantes esculpieran las cabezas de todos los caudillos conocidos de la dinastía en tamaños muy exagerados, algunas de más de ochenta toneladas de peso. »Más arriba del actual México, los atlantes recorrieron las grandes llanuras, pero los nativos de aquellos terrenos eran mucho más atrasados culturalmente y, aunque muchas de sus tierras eran ricas en oro, no se hicieron grandes obras, ya que los nativos tenían poco interés en recolectar el oro, que solo usaban


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en pequeños ornamentos, y tampoco estaban interesados en cambiar el tipo de vida seminómada y variada. América del Sur —También en América del Sur, en el altiplano, unos cuatro mil y pico de años atrás, los atlantes hicieron las grandes construcciones, la mayoría de defensa, como por ejemplo la grandiosa ciudad de Puma Puncu y la de Tiahuanaco (cuando esta cultura estaba en su momento más pujante), querían asustar a sus enemigos de siempre, los de Chavín (de los que se conoce tan poco), que fueron sus grandes rivales. Se construyeron grandes ciudades y fortificaciones de las que aún quedan muchas ruinas, más que por real necesidad, para tratar de asustar a sus contrarios. Aunque los atlantes lo querían razonar haciendo ver lo absurdo de aquellas obras, los nativos no querían entender y se hicieron muchas grandes obras inútiles, pero que los atlantes aceptaban al ser pagados con oro, que ellos necesitaban para, a su vez, pagar los alimentos en los distintos países y para la construcción de muchos de sus aparatos. »La idea de las líneas de Nazca (en las Pampas de Jumana) fueron pensadas y construidas por tiahuanacos ayudados por atlantes (que lo consideraban un trabajo infantil), para atemorizar a los de Chavín, haciéndoles creer que los dioses eran sus amigos y protectores y que aquellos eran sus espacios de aterrizaje y reunión. Evidentemente, los atlantes no necesitaban aquellas pistas, pero frente a sus enemigos, les hacía importantes a los nativos. También aquellos inocentes pero monumentales dibujos de macacos, pájaros y otros animales extraños desarrollados entre las piedras y la arena, fueron un trabajo largo y sufrido diseñado por los atlantes y ejecutado por los nativos, a quienes no sirvió de gran cosa sino para contentarlos mientras las hacían, creyendo que atemorizaban


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a sus rivales. Aquí podríamos decir que los atlantes, a petición de los tiahuanacos fueron los primeros en intentar hacer una guerra psicológica, en la que los atlantes no creían y que desaconsejaban, pero para la que eran muy bien pagados. Muchos siglos después, la cultura de los Nazca, residuo de los tiahuanacos, aprovecharon parte de aquellos trabajos para, de manera muy inteligente, reconducir la escasa agua de la zona para su subsistencia. Una muy elaborada red de pozos y conducciones subterráneas consiguió hacer más o menos rentable un terreno tan árido. »De este modo, y siempre por el temor al enemigo, los tiahuanacos pidieron a los atlantes la construcción de nuevas ciudades y fortificaciones, que cada vez abrazaban más extensión y lejanía en dirección al norte, donde iban conquistando terreno. »Ellos tenían oro abundante y podían pagar sin problema. La última, de tan corta duración en el tiempo y una de las más importantes, fue la ciudad de lo que hoy en día es Cuzco, realmente imponente por sus grandes murallas y monumentales edificios. Más tarde, cuando la civilización de los tiahuanacos ya casi era solo un recuerdo en la lejanía, y poco antes de la llegada de los conquistadores españoles, la nueva etnia reinante, los incas, venidos del norte, durante el mandato del caudillo Viracocha, aprovecharon esta monumental y ciclópea obra para establecer su capital. Desgraciadamente, y como tú ya conoces, cuando la ciudad fue rendida y entregada a los conquistadores por el caudillo Atahualpa los civilizadores y evangelizadores españoles la destruyeron casi por completo y solo aprovecharon algunas de esas piedras monumentales para edificar parte de las iglesias de la nueva religión que impusieron a los nativos vencidos. »También los atlantes, a petición de los nativos de Tiahuanaco, ensancharon y agrandaron cuatro pequeños lagos, formando el


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gran lago Titicaca, alimentado por dos pequeños ríos que, hasta ahora, recogen el agua de los altos picos de los Andes y que dio tanta estabilidad económica en la región. Hasta la fecha, los aimaras descendientes de aquellas etnias, creen que en las profundidades del lago, están las ruinas de una gran ciudad donde se alojaron los atlantes (considerados dioses por los aimaras) durante la construcción, y que entre aquellas murallas sumergidas se encuentran algunas de sus naves que, por motivos desconocidos, no tuvieron tiempo de salir cuando la inundación del gran lago, aunque es una teoría no muy consistente si pensamos que las naves atlantes eran anfibias. Los antepasados más próximos aseguraban haber visto salir unos aparatos del lago y perderse en el infinito del firmamento. Claro que esto es leyenda, pero, quién sabe. Quizás algún día se investigue. »Por último, quiero decirte que el hermoso Machu Picchu, la gran obra de Pachakuti, redescubierto hace tan pocos años y hecho famoso por el americano Hiram Bingham, (el cual realmente no fue su descubridor, sino que le fue indicado su emplazamiento por un indio quechua), buscador de tesoros, lo edificaron los incas, pero con el stock de piedras ya cortadas que dejaron los atlantes al marchar precipitadamente como te explicaré. Estas piedras permanecieron abandonadas durante siglos en la misma cantera. La certeza de que fueron cortadas por los atlantes la da que la monumental piedra tan hermosa y singular que actuaba de reloj de sol en medio de la ciudad, es una copia exacta de la que había en Egipto, perdida misteriosamente. Las islas olvidadas —Una anécdota que te quiero explicar —continuó— como curiosidad es que, cuando ya finalizaban las grandes construc-


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ciones en Tiahuanaco, hubo una gran pelea entre dos hijos del último caudillo que acababa de morir, y cuando vieron que la cosa podía terminar en una guerra fratricida, el que tenía menos posibilidades tuvo la inteligencia de negociar y decidió que tras recibir una gran fortuna en oro y piedras preciosas como indemnización por su renuncia, él, su familia y sus partidarios, emigrarían a unas islas en el sur del Pacífico, que conocían de muchos cientos de años atrás cuando sus antepasados vinieron de las, aún más lejanas, islas de la Melanesia. »Así con suficiente oro y muchas esmeraldas en mano, aquel caudillo encargó a los atlantes la construcción dentro de la isla de una pequeña ciudad en la cual, y ante el palacio, en varias avenidas señoriales, hay plantaran todas las estatuas de sus antepasados, muy numerosos, y que él consideraba que deberían haber sido reyes. »Como la isla no disponía de piedra adecuada en suficiente cantidad, y para ganar tiempo, los atlantes construyeron las estatuas en el continente y las llevaron con sus naves voladoras hasta la isla, donde las empezaron a plantar. »Mientras duraba la construcción y transporte, el rey que había salido ganador entre dos hermanos, tuvo una escaramuza con los Chavín y murió, y el hermano vencido anteriormente, fue proclamado rey y olvidó aquella quimera de poblar una isla que no reunía las condiciones mínimas para la vida de una gran comunidad. »Más adelante, durante uno de los numerosos terremotos que asolan cíclicamente el Pacífico, muchas de aquellas estatuas monumentales, algo extrañas y sorprendentes (pero exactas a la que hay en el centro del portal del templo de Kalasasaya, el llamado monolito Ponce), empezaron a caer, unas medio derechas,


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otras tumbadas y todavía permanecen allí medio olvidadas. Los pocos indios que habían ido al comenzar la obra llevaron una vida miserable, hasta que se extinguieron al no disponer de los alimentos necesarios y suficientes variados. De lo único que disponían en cantidad y sin dificultad de captura eran las langostas marinas muy abundantes, pero poco más. »Así se acabó la frustrada colonización de la isla hoy llamada Rapa Nui. El singular caso de las Bermudas —Uno de los últimos grandes trabajos de los atlantes, y a la vez de los más misteriosos, es el que efectuaron en el lugar en el que actualmente se encuentran lo que llamáis las islas Bermudas o la Bermuda. Cerca de cuatro mil años atrás, no eran pequeñas islas como ahora, sino que era una sola y bastante grande, muy superior a las islas de Cuba y La Española que tú conoces tan bien. »Como los extraterrestres ya se habían adaptado relativamente a la Tierra, y como el constante trabajo a tantos países les había dado un muy alto bienestar, decidieron que su gente se merecía poder disfrutar de un cierto descanso, y como ellos históricamente en un planeta y otro siempre habían vivido en climas más bien de relativa frescura, prestaron sus servicios como constructores a los caribeños a cambio de poder disponer de una parte del futuro complejo para su disfrute personal. Ellos conocían que los habitantes del Caribe, al ser de una economía muy limitada, no disponían de demasiados recursos y de esta manera todo el mundo tendría su beneficio. »Una vez tratado, a petición del caudillo de la tribu de los taínos, que también dominaba el que los conquistador españoles llamaron La Española (Quisqueya, Kiskeya en TAI) y también


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Puerto Rico (Borinquen en idioma de los indios caribes que la conquistaron), construyeron diferentes palacios aunque no muy grandes en la isla. Como no disponían de mucha abundancia de piedra, la extraían del subsuelo, con lo que crearon unas grandes cavidades, que aprovecharon para acondicionarlas como viviendas subterráneas, que de acuerdo con los taínos, ocuparon los atlantes de manera continua, donde tenían estacionados los aparatos voladores y sus valiosas herramientas. »Por cierto, algo que no te he contado es que para evitar la posible destrucción de sus aparatos, al estar expuestos a la curiosidad de los nativos de los diferentes países que visitaban, los atlantes crearon un sistema de protección, que con los conocimientos actuales podríamos llamar eléctrica, ya que si se acercaban demasiado, salían unas chispas no muy violentas, pero muy molestas que hacía desistir a los curiosos y que aún les hacía creer más en el poder sobrehumano de los atlantes. Llegaron a ser tan populares y se sentían tan bien en ese clima tan acogedor, que llevaron muchos de sus aparatos más sofisticados cara a la investigación. »Aquí, y como anécdota, quiero contarte un hecho que, aunque su origen es tan antiguo, hasta ahora permanece entre el hecho mitológico y la investigación. »Un grupo de investigadores atlantes que tan bien se sentían en la isla, mientras perforaban de manera grandiosa, se dieron cuenta de que en ese subsuelo tan ignoto se producían unas radiaciones cada vez más fuertes cuanto más profundas eran, que tenían un fuerte sentido de atracción sobre todos los materiales de origen férrico, que cada vez les hacía más difícil su trabajo. Al ser precisamente toda la piedra mezclada con gran porcentaje de mineral férrico, se dieron cuenta de que al eliminar tan gran


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cantidad de aquella piedra, dejaban al descubierto de manera más potente aquella radiación, o mejor dicho atracción, que cada vez, por más potente era más peligrosa. Al ser la piedra tan ferruginosa, había evitado que la atracción magnética del fondo pudiera salir. »Cuando llegaron a una cierta profundidad, la potencia de atracción era tal que los atlantes decidieron dejar en suspenso el proyecto, ya que los aparatos utilizados, quedaban inutilizados, y pegados al fondo de la obra. »Una vez parado el trabajo, aunque de forma extraña, la fuerza de atracción continuaba subiendo, y al ver que muchos de los aparatos fuera del gran agujero, también recibían las consecuencias de aquella potente radiación, los atlantes decidieron que la obra debía parar definitivamente y que no habría otro remedio que construir una gran bóveda, vuelta submarina aislante, en este caso de hierro, para que las ondas magnéticas no pasaran hacia el exterior. »Fue una tarea pesada y larga tener que preparar allá en la Atlántida, para transportar al Caribe, miles de grandes planchas o enrejados de hierro bastante grueso con un determinado grado de curvatura para que, una vez todos juntados, formaran una cueva de varios kilómetros cuadrados fuertemente pegada las paredes de piedra, para anular de esta manera aquel problema, que se había creado de manera tan involuntaria como peligrosa. Para llevar a cabo esa tarea tan compleja, los atlantes, construyeron unas naves especiales que eran únicamente la bola gravitatoria, la cabina del piloto, y unos grandes soportes para sujetar las grandes planchas imantadas y con un determinado grado de curva. »Una cosa no prevista por los constructores fue que las casas y palacios construidos con las piedras extraídas de la gran cueva


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(no así de las otras piedras), producían fuertes dolores de cabeza a los taínos, con lo cual tuvieron que derribar y tirar al mar la mayoría de esas rocas. Ese fuerte magnetismo natural mostraba ser perjudicial para la salud de las personas, y no solo eso, sino que los nativos empezaron a coger manía a los dioses pensando que les querían perjudicar. »Una vez finalizada la obra tan costosa como imprevista, y viendo la cantidad de problemas que les había ocasionado tanto trabajo inútil, los atlantes se despidieron de los taínos, y solo de manera muy esporádica, visitaban el Caribe a pesar de lo mucho que les gustaba aquel placentero clima. »Como sé que conoces que la Atlántida ha tenido gran eco a lo largo de la historia, te quiero recordar que precisamente en el triángulo de las Bermudas, y gracias al derrumbe telúrico del que ya hablaremos, ha habido personas que han creído que en este lugar es donde había estado la Atlántida. Si lo piensas bien, aunque no es cierto, como los atlantes trabajaron tanto allí, esta confusión tiene una cierta explicación. »También hubo la confusión de que en medio del Mediterráneo, se encontraba el emplazamiento de esa isla tan legendaria, y también tiene su explicación, si tenemos en cuenta el trabajo de los atlantes en aquel lugar. Más tarde, te lo explicaré. Tartessos —Tú debes conocer —continuó— que en el sur de la península llamada Iberia por los romanos, muchos años antes existió un reino con una cultura superior y muy adelantada a su tiempo, en cuanto a innovación, fabricación de muchos nuevos objetos y también en navegación. Estos eran los tartesios. Empezaré por recordarte su origen.


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»En lo que siglos más tarde fue Israel, en Oriente Medio, según dicen fundado por Abraham, habitaban las tribus de los llamados fenicios, grandes orfebres de todo tipo de metales conocidos, sobre todo oro, plata y bronce, también grandes comerciantes y descubridores de muchos tintes de colores brillantes muy apreciados, como el color púrpura, cuyo secreto guardaban escrupulosamente. También grandes navegantes, si tenemos en cuenta la precariedad de sus naves. Era un pueblo culto e industrial, pero de escaso poder político y guerrero, ya que la cantidad de habitantes no era numerosa. »Por desgracia, parece que en este mundo vuestro, nunca la alegría puede ser absoluta, ya que si es verdad que los fenicios eran ilustrados e ingeniosos, también fueron los que crearon las primeras tablillas de barro (más tarde superados por los israelitas) que daban una garantía de pago de una ciudad a otra, y fue este sistema lo que más adelante llevó a la creación del dinero y empujó aún más el mundo a la ambición y la envidia. Mientras el dinero no existía, el día a día de las personas era suficiente, ya que lo máximo que podían almacenar eran productos no perecederos. Cuando pudieron atesorar y arrinconar monedas, el problema que todavía tenéis, y al parecer cada día va a peor, se fue generalizando. »Aquí solo haré un corto inciso para hacerte ver que, casualidad o no, buena parte de los problemas de todo tipo que soportáis en todo el mundo, religiosos y morales, os vienen dados por las primitivas civilizaciones de Oriente Medio, concretamente por las que habéis llamado razas semíticas: las más inteligentes, pero al parecer también las más ambiciosas (Cam y Jafet, de los que dicen descendéis los europeos, serían unas ingenuas comparsas, si miramos quien domina realmente el mundo). Piénsalo un poco.


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»Volviendo al tema. En un momento determinado, gracias a la pujanza de Sumeria (o Babilonia), que codiciaba aquel esplendor de sus vecinos, al tiempo que era una salida al Mediterráneo tan espléndida, los fenicios fueron invadidos y derrotados por los babilonios. Los que quedaron tuvieron que emigrar, ya que en otro caso habrían sido convertidos en esclavos de los vencedores, algo muy común en la época. »Con sus pequeños barcos, los restos de aquella raza y civilización que no quisieron adaptarse como vasallos de los vencedores, fueron bordeando la costa africana, haciendo pequeños enclaves precarios, pero al llegar a un lugar no tan desierto como los que habían seguido, que consideraron adecuado para sus fines, y al que denominaron Cartago (en el actual Túnez), hicieron un asentamiento que, como tú conoces, con los siglos llegó a ser un imperio capaz de enfrentarse a la poderosa Roma, con sus grandes caudillos: Aníbal, Amílcar Asdrúbal y otros. »Una buena parte, sin embargo, siguieron adelante aspirando a terrenos más fértiles, hasta llegar al estrecho que separa el mar Mediterráneo del océano Atlántico. ¿Te suena de algo este nombre, atlántico? Mira si fue famosa la expedición fenicia que allí en el sur de la península de Iberia, donde están las ciudades que ahora llamáis Huelva, Sevilla y Cádiz, como era donde se consideraba que se acababa la tierra, fundaron lo que sería su patria por un corto período de siglos. También se apropiaron de terrenos al otro lado del estrecho donde los habitantes eran mucho más primitivos y no pusieron problemas, para así dominar el paso de todo tipo de barcos. En la península llegaron hasta los Pirineos en una franja no muy ancha cerca del mar, pero que les daba un gran dominio de la zona de la costa mediterránea.


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»El nombre que pusieron a este nuevo estado fue Tartesios, que en poco tiempo, y a medida que se iban asentando, se fue ampliando en uno y otro lado del estrecho, con fuerte dominio en el norte de África y lo que es ahora el sur de Portugal. En aquellos tiempos, la península llamada Iberia, solo tenía por habitantes las primitivas tribus de los íberos, divididas en pequeñas subtribus, los lusos y, en el noroeste, las mucho más pequeñas tribus celtas, venidas en tiempos inmemoriales de lo que hoy es Escocia. »Como te he dicho, una vez asentados y con una organización similar a la que habían tenido, como eran buenos artesanos, comenzaron a recorrer los alrededores para ofrecer sus productos a las primitivas tribus de íberos y lusos. Ese constante viajar marinero, los ayudó a ir perfeccionado sus barcos, dotándolos de mucha más autonomía, llegando a ser sin duda, los mejores navegantes del Mediterráneo y también de las costas de África, que bordeaban regularmente, no tanto para comerciar, que también, sino para proveerse de materiales y productos escasos en su nueva tierra. »Cuando espoleados por la necesidad de vender cada vez la más importante producción y para hacer cada día más rico su reino, se atrevieron a salir a mar abierto, subiendo las costas de Iberia en dirección norte, fue cuando descubrieron lo que más tarde serían las islas británicas y el norte de Europa, donde los primeros vikingos, ya un poco organizados, empezaban a ser poderosos en el mar y contra los que se tuvieron que enfrentar en diferentes ocasiones, ya que los nórdicos no eran muy amantes de gente foránea, al contrario, eran ellos los que querían expandirse y así lo hicieron siglos más tarde, no solo en el Atlántico, sino después en el Mediterráneo, donde llegaron hasta Chipre,


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Egipto y Oriente Medio incluido , atravesando media Europa o bordeando la península. La leyenda dice que eran tan prolíficos sexualmente en sus expediciones, que por este motivo había tantos europeos e incluso árabes con cabellos rubios, producto de tanta fertilidad. »En una gran batalla no buscada ni deseada, cerca de las costas noruegas, los tartesios, viendo que la suerte les podía ser adversa, aprovecharon la ventaja de disponer de barcos más rápidos y huyeron en dirección noroeste, único lugar donde no temían posibles enfrentamientos, y sin esperarlo, dos días después llegaron a la isla, casi toda helada, que hoy en llamáis Islandia. Aquel desierto de hielo, tan poco deseable para ellos, les dio a conocer la exigua y atrasada raza de los inuit, los cuales aparte de avituallarles con lo poco que tenían, sobre todo de grasa de foca y poco más, les facilitaron información del todo desconocida, pero muy importantes para ellos. »Los inuit les contaron que ellos, los que vivían en la isla semihelada, eran una pequeña parte de la gran familia que se extendía por unos inmensos territorios de una isla mucho mayor aún más helada, que además, a pocos días de distancia de esa isla, pero asequibles con sus barcos, se llegaba a unos territorios infinitos, que ellos solos conocían en una pequeña parte. Para llegar, les dijeron que, en vez de navegar hacia el sur, debían encarar sus naves aún más hacia el noroeste. »Les explicaron que aquellos ignotos y tan inmensos territorios tenían gran cantidad de animales desconocidos fuera de aquel lugar, así como gran cantidad de minerales como oro y plata, y que muchas de las piedras de los ríos, ya eran de oro y que, en ciertos lugares llanos, en medio de las piedras, había unos charcos de agua negra, que se podía encender y utilizarla


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para cocinar los alimentos, pero que olía muy mal. Quién les iba a decir a esa gente, buena y sencilla, que aquella agua negra movería el mundo y que, por su causa, se harían tantas guerras donde moriría tanta gente. »Más al sur —les dijeron— de aquellas tierras lejanas, donde el terreno no era tan frío, los habitantes eran diferentes de sus hermanos inuit, que vivían prácticamente del pasto de los renos. Los de más al sur, les dijeron, viven de la caza de unos toros pequeños y muy abundantes que corren libremente por las grandes llanuras y que los nativos no deben llevar a pastar, ni vigilar. Son una gente que prácticamente no trabaja, si no es en la caza, algo muy fácil debido a la gran cantidad de animales. Otro rasgo raro de aquellas personas es que se ponen en la boca unas cañas pequeñas con una cazoleta en la punta con un tipo de hierba que mantienen encendida y durante mucho tiempo van echando humo, parece que con gran satisfacción por lo que se ve de su constante y nada dinámica sonrisa, que parece que los idiotiza. »Los tartesios, admirados por la ingenuidad y generosidad de aquella gente, que aunque tan pobres los habían recibido tan bien, aunque dudaron de ellos creyeron en parte lo que les habían contado y se apresuraron a regresar a casa mirando de esquivar a los vikingos, para poder comentar su tan singular aventura y hablar de los posibles grandes espacios desconocidos. Aquellas explicaciones, de ser ciertas, harían entender que la tierra no terminaba donde ellos siempre habían creído. »Mientras tanto, los habitantes de Tartesios, que bajo el reinado del gran Argantonio, el rey más importante de su historia, vivían una de sus mejores épocas, interesados como siempre en nuevos descubrimientos y viendo que, aunque ellos dominaban toda la extracción de metales en el norte del Mediterráneo con la


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que se habían hecho líderes en la producción de bronce, tenían un producción de oro y plata tan escasa, tomaron muy en serio la información recibida de los inuit y prepararon una gran expedición con barcos muy modernizados y todo tipo de herramientas, armas y alimentos para prever todos los problemas posibles en una tan insólita y desconocida salida. »Por la misma época en que se preparaba la gran escuadra, como las arcas del estado rebosaban dinero y metales gracias a su pujanza industrial y comercial, el rey, conocedor de las proezas constructoras de los misteriosos atlantes tan avanzados en todas las artes y ciencias, que sabía que vivían en una isla más al sur del incógnito mar, para festejar haber podido establecer otro reino tan espléndido, les pidió erigir unas grandes columnas a cada lado del estrecho, que fueran conmemorativas de su pujanza y a la vez un aviso para que todo barco que pasara por el estrecho, recordara que estaban en territorio de Tartesios, la nación poderosa. »La leyenda dice que la altura de las columnas era de cuatrocientos veinte metros y unos veinticinco metros de diámetro en la base, para que los viajeros que las vieran de muy lejos entendieran el poder del estado por donde tenían que pasar forzosamente para entrar o salir del Mediterráneo. El emplazamiento en el lado europeo se hallaba junto a lo que ahora llamáis el peñón de Gibraltar y al otro lado, sobre un montículo de la actual Ceuta. »Aquellas columnas se hicieron tan famosas que todo el mundo de la época las conoció y para inmortalizar obra tan grandiosa, los tartesios les dieron el nombre de columnas de Hércules (dios de la mitología griega, muy poderoso y de grandes dimensiones en comparación con los terráqueos), símbolo de la fuerza y el poder de su cultura que se estaba extendiendo por todo el


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Mediterráneo. Para dar más importancia a ese símbolo, pusieron un emblema en su idioma, que más tarde hicieron famoso en todo el mundo los romanos y que en latín decía non plus ultra (‘no hay más allá’), que significaba que en ese punto se acababa el mundo habitado, aunque ellos, con la información recibida de los inuit, ya tenían sus dudas. »Fíjate bien si sería importante aquella obra que duró tan poco, que muchos siglos (y milenios) después, cuando ya ni se hablaba de aquel desaparecido imperio, los reyes de España copiaron ese lema para implantarlo en su escudo, para vanagloriarse de la conquista y destrucción de las civilizaciones de América, y suprimiendo el non, dejaron plus ultra para certificar que había más allá y que, por supuesto, ellos, los reyes españoles, eran los dueños. Claro, que como bien sabes, entre una y otra fecha pasaron más de tres mil años. »Mientras tanto, una vez preparada la expedición al lugar ignoto descrito por los inuit de Islandia y asesorados por los atlantes, que tanto los apreciaban por su ingenio y cultura, pero que nunca se inmiscuyeron en sus asuntos, la escuadra zarpó de Tartesos rumbo a lo desconocido. »Tratando de pasar sin ser vistos por el lado de los peligrosos vikingos, que ya empezaban a dominar el mar del Norte, fueron directos hacia Islandia, pero sin hacer escala, la bordearon y se dirigieron hacia el oeste, hasta que encontraron la gran isla de hielo descrita por los inuit de Islandia. Era la que ahora llamáis Groenlandia. »Conocedores de que los habitantes de esa isla de hielo no tenían mucho que ofrecerles, ya que prácticamente vivían de la caza de focas y otros animales similares, siguieron bordeando la isla en dirección noroeste arriba, hasta que no demasiado lejos


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del Ártico, encontraron una gran cantidad de islas, también todas heladas. Siguiendo las explicaciones recibidas, empezaron a recorrer la costa de aquellas islas tan juntas en dirección sur, rozando lo que llamáis ahora la península de Labrador, donde en una parte llamada Vineyland, a la que muchos siglos después también llegaron los vikingos, plantaron un pequeño monolito de recuerdo, que estos últimos derrocaron, y dejaron muchos vestigios del campamento provisional que establecieron. Después, entraron en terreno ya más suave, con costas más habitables, donde empezaron a negociar con los habitantes, gente toda ella de piel color de cobre, ataviados con pieles y plumas, precursores de los iroqueses, los mohicanos y algonquinos, muy pacíficos y, efectivamente, como les habían explicado los inuit, la mayoría tenía la extraña cañita en la boca sacando humo. Quedaron admirados de aquellos barcos para ellos inimaginables. Piensa que estamos hablando de hace casi cuatro mil años. »Con la información recibida de gente tan sencilla al tiempo que tan admirada y sorprendida, los tartesios fueron bajando, tomando buena nota de todos los diferentes y, para ellos, grandes ríos que encontraban y así fueron los primeros europeos que conocieron la costa de los actuales Estados Unidos de América, pero pudieron constatar que aparte de estar muy lejos en la distancia, la diferencia de cultura de unos y otros hacía difícil que pudiera haber demasiada relación comercial. Pudieron comprobar que en aquellos países tan enormes conocían el oro, pero también pudieron ver el poco interés que tenían en recolectarlo si no era para hacerse unos rudimentarios adornos. La única importancia que daban los nativos al oro era que no se oxidaba, que podían hacer adornos o algunos vasos rudimentarios y poca cosa más. Se dieron cuenta de que si en un futuro querían recoger el oro, tan


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abundante en aquellas tierras, deberían trasladar a una parte de su gente para realizar directamente ellos el trabajo. »Después de pasar la pequeña península de Florida, ya dentro del que llamáis Golfo de México, por su conocimiento del firmamento se dieron cuenta de que la latitud donde se encontraban era ya más baja que la de Tartesos. Después de construir un pequeño monumento conmemorativo donde ahora está Veracruz, en el actual México, que recordara que ellos lo habían visitado, después de hacer escala en la isla Quisqueya y en la de Guanahaní, donde los habitantes, poco numerosos y muy atrasados, no tenían ningún interés en relacionarse, más bien se escondían o les plantaban cara de manera agresiva, emprendieron rumbo noreste, para llegar de vuelta a su patria. Desgraciadamente para ellos, no hicieron escala en la península de Yucatán y no conocieron la única cultura, la de los mayas (todavía no en todo su esplendor) de la que habrían podido aprender algunas cosas provechosas. »Una vez llegados a la patria después de tan larga singladura, aunque los resultados económicos y comerciales no habían sido los esperados, fueron recibidos como héroes y sus explicaciones aceptadas por todos. »Como buenos comerciantes, en previsión de que en el futuro pudiera interesarles volver a aquellas lejanas tierras, los mejores cartógrafos hicieron diferentes copias de los mapas de los territorios recorridos y se dieron cuenta de que en caso de retornar a aquellos ignotos y lejanos lugares, era mucho más sencillo hacer la travesía por la ruta por la que habían retornado, mucho más corta y así no pasaban por sitios tan inhóspitos y fríos como en la ida. En caso de volver, saldrían de Tartesos e irían directamente hacia el Golfo de México (curiosamente, como lo hizo Colon, casual, ¿no? Más tarde lo aclararemos). Así lo dejaron claro en


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todos los documentos, claro que, en relación a geografía y cartografía, intercambiaron mucha información con los atlantes a quienes consideraban dignos de confianza y, por tanto, las cartas territoriales y mapas escondidos durante la guerra, eran mucho más perfectos que los anteriores. Ellos, de América solo conocieron la costa del Norte, pero los atlantes les añadieron toda la costa oeste y el resto hasta Sudamérica, evidentemente olvidando intencionadamente la ubicación de la isla Atlántida. »La colaboración entre atlantes y tartesios enriqueció mucho de conocimientos la de estos últimos, que sin duda fueron la civilización más adelantada de la época. »Mientras tanto, sus parientes lejanos, los cartagineses, se habían ido haciendo más fuertes, habían ido ocupando algunas islas y pequeños países del Mediterráneo e iban avanzando por la costa africana, acercándose peligrosamente a Tartesos. Estos, grandes orfebres, artesanos y comerciantes no se habían preocupado demasiado en prevenir una guerra y tuvieron que improvisar para poder hacer frente a los que, siglos antes, eran su familia y ahora les querían quitar su patria. »Fue una guerra larga, no demasiado cruenta, que dio tiempo y permitió a los tartesios construir cuevas donde esconder todas las cosas que consideraban más útiles y de valor. »Como datos que solo ellos creían conocer, aparte claro está de los atlantes, sus maestros, también escondieron cuidadosamente los mapas y cartas de navegación de su largo viaje al otro lado del mar, que supuestamente era su gran secreto (ellos eran conscientes de que los atlantes lo conocían mucho mejor, pero no los consideraban competidores, ya que eran muy superiores en todo), siempre con la esperanza de que un día podrían retomar su actividad comercial y viajera. Desgraciadamente para ellos,


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aquellos sueños nunca se cumplieron y al cabo de unos años Tartesos ya no era un reino independiente y fuerte como había sido y sí solo una provincia más del estado cartaginés, absoluto ganador de aquella contienda, que dominaba el Mediterráneo y que, en el fondo, al menos los primeros tiempos, no fue malo para los tartesios. »Así, al pasar unas generaciones y los descendientes de los tartesios ya integrados en un solo reino, muchos tesoros y cosas de gran valor quedaron enterradas y olvidadas. Después, la conquista de la mayor parte del Mediterráneo, por parte de los romanos, dejó en el olvido muchas de esas historias de cosas que habían sido vitales para los tartesios. No fue hasta muchos siglos más tarde, en plena dominación de nuevas culturas como la visigótica o la arábiga, que se recuperaron muchas de aquellas pertenencias por las que habían luchado y muerto. »Como cosa de cierta importancia relacionada con tu nación de origen, quiero contarte que, durante los siglos trece y catorce, cuando el Mediterráneo era disputado por diferentes reinos no muy grandes pero de singular pujanza, quien sobresalía por encima de todos, era el imperio Otomano, que era el que tenía la flota mejor organizada: los piratas se extendían de una punta a otra, hasta llegar al Atlántico y saqueaban todo lo que se pusiera a su alcance. »El pirata más feroz y más conocido era un primo del sultán turco, de nombre Piri Reis, que tú habrás oído nombrar. Este salvaje personaje, en una de las muchas escaramuzas que sostenía con todo tipo de naves que se ponían a su alcance, calculó mal sus fuerzas: estaba siendo derrotado por una agrupación de buques de guerra de los pueblos de las tierras nórdicas (descendientes principalmente los vikingos) y habría sido vencido y eje-


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cutado, de no haber sido auxiliado por la flota también pirata catalana que comandaba un pariente del Príncipe de Viana de la casa castellana de Trastámara (parece que hijo ilegítimo) que vosotros habéis conocido como Cristóbal Colón. Como Juan II y Fernando el Católico, su hijo, estaban enfrentados por los reinos catalanes y aragoneses, Colón se cambió el nombre para pasar inadvertido y fue compensado por su padre con una flota de pirateo, al ponerse al lado de los turcos en aquella cruenta batalla, decantó la balanza en favor de estos. Por aquel entonces, Colón tenía cerca de cuarenta años y Piri Reis, ya pasaba de los sesenta, edad muy longeva para la época. »Evidentemente, Colón no había luchado desinteresadamente y reclamó su paga al turco. Éste, al que las cosas en ese viaje no le habían ido muy bien y que era consciente de que sin la ayuda del catalán ya habría fallecido, le dio una cierta cantidad en oro para que la repartiera entre sus tripulaciones ya a él, como obsequio personal, le regaló unos mapas muy bien elaborados en una especie de pergaminos muy antiguos, donde se mostraban unas tierras grandiosas pero muy lejanas y desconocidas para todos, que él dijo haber encontrado en una profunda cueva frente a las costas del sur de Portugal. Como puedes entender, Piri Reis había sido el afortunado que encontró una de las cartografías que habían confeccionado atlantes y tartesios tantos siglos antes. »Caído en desgracia por problemas familiares, Colón tuvo que huir de Cataluña, haciéndose pasar por genovés, y fue cuando ofreció a los reyes primero de Portugal y después de España, ir a Oriente por un camino más directo, sin contar a nadie que él conocía el camino porque tenía los mapas y, claro, tampoco mostró la documentación de que disponía.


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»Como estaba tan seguro de dónde quería ir, exigió a los reyes de España ser nombrado virrey de todas las tierras que descubriera, al tiempo de pedir un porcentaje de todo lo que pudiera robar a los nativos. »Fíjate bien que salió de la península y se dirigió directamente a la isla Guanahaní, que era el último lugar dejado por los tartesios. Él había estudiado bien aquellos planos y, como navegante experimentado, estaba seguro de su éxito. »Este fue el gran obsequio que, sin saberlo, hicieron tartesios y atlantes para conocer mejor el mundo. Claro que ellos ignoraban cómo emplearían los europeos aquellos conocimientos y que tú ya conoces. »Y ahora pasaré a hacerte el relato de cómo en poco tiempo la Tierra sufrió otro gran cambio y cómo repercutió en los atlantes.


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VII LOS ÚLTIMOS GRANDES SEÍSMOS EN TODO EL MUNDO Durante los dos milenios A.C. —El planeta Tierra, desde su lejano e incierto nacimiento, ha experimentado grandes cataclismos —siguió diciendo—, que le han hecho cambiar la fisonomía: donde había mares, hoy hay montañas, y donde había selvas, hoy hay desiertos. Lo que demuestran estos cambios son los grandes yacimientos de petróleo bajo los desiertos. Como tú bien conoces, el petróleo es el resultado del pudrimiento de grandes selvas madereras sepultadas. »Unas veces eran fuertes cataclismos provocados por fuerzas interiores, causadas por la ignición constante que ha tenido desde su inicio; otros, por choques de gran magnitud con objetos siderales, todavía no adaptados a la forma armónica del Universo como, por ejemplo, el gran asteroide en el que se convirtió parte de una de las lunas de Marte al impactar en el planeta. De las tres lunas que tenía: una perdió su órbita, se desintegró parcialmente y se convirtió en dos grandes meteoritos (uno de los cuales todavía navega perdido por el Universo en forma de cometa) y la otra chocó allí en lo que llamáis Golfo


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de México y provocó la oscuridad del mundo durante muchos meses. Esta oscuridad invernó el planeta, que quedó mucho más frío e inactivo, provocando la muerte de la mayoría de animales terrestres, entre ellos los dinosaurios, que conocéis por su gran y extraña complexión y volumen, pero fueron muchas más las especies desaparecidas aparte de, como puedes suponer, gran variedad de vegetales. »De los incipientes homínidos precursores vuestros, solo quedaron unos pocos miles en el continente africano, cerca de la gran montaña que ahora llamáis el Kilimanjaro (en la actual Tanzania) y se salvaron de la extinción que había sucedido con los del resto del mundo, porque cuando el asteroide chocó en el Caribe y llenó de polvo toda la naturaleza al abrigo del mundo, en África, el Kilimanjaro (uno de los más grandes volcanes que ha habido en la Tierra), el Ngorongoro y el Ol Doinyo Lengai estaban en plena erupción los tres, formando un triángulo protegido, y su luz y calor era tan fuerte que parte de la fauna y flora de la región pudo sobrevivir a pesar de que el resto del mundo quedó como paralizada y la mayoría muerta. Podríamos decir que tu especie renació o sobrevivió en África. Después, como tú conoces, aquellos homínidos debido a que por aquella época el mar Rojo estaba casi sin agua, pudieron pasar de África a Asia y de allí una parte se extendió hacia Europa, de la que proviene tu estirpe. » Poco menos de dos mil años antes de tu era, fue cuando el planeta experimentó el último (hasta el momento), gran cataclismo provocado por una fuerza interior (cataclismos menores, como planeta vivo la Tierra tiene muy a menudo, como todos los humanos sabéis). Este movimiento afectó a todos los continentes y sobre todo a los países al lado del mar, aunque como te diré, donde había volcanes es donde más cambió. Así se derrum-


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baron muchos terrenos que ya habían sido en cierto modo civilizados por los primeros grupos humanos con cierto sentido de unión de raza. Entre ellos, una gran extensión de la península Indostánica, donde pocos siglos antes los Atlantes habían hecho grandes construcciones de las que ya te he hablado, y que, como te he comentado, algunas de sus ruinas permanecen en el mar a poca profundidad. »También fue cuando del continente africano se desprendió un cierto terreno que se fue deshaciendo, en diferentes islas, las que hoy se conocen con el nombre de islas Canarias, arrastrando con ellas una parte de los nativos de lo que ahora llamáis el Sahara, que eran unos antecesores de los actuales habitantes de este territorio y que más tarde fueron llamados guanches. Durante muchos siglos permanecieron aislados y desconocidos para el resto del mundo, allá en sus islas. »También, del sur del continente, se desprendió lo que llamáis la isla de Madagascar. »No muy lejos de las Canarias, en el antiguo Tartesios, otra obra magnífica de los atlantes fue destruida con mucha facilidad, dada su extrema fragilidad. Con el fuerte movimiento sísmico, las famosas torres de Hércules rodaron deshechas por el fondo del mar, donde permanecen después de milenios, quizá en espera de ser recuperadas para la historia. Una obra única y maravillosa de duración muy efímera. »Al mismo tiempo, las islas Aleutianas se desprendieron del norte del continente americano, allá en Alaska, y las islas de Japón se fragmentaron más de lo que ya estaban. En el Pacífico, se desmembraron muchos terrenos multiplicando el número de pequeñas islas. Fue un cambio importante en el mundo, ya que dejó la situación en condiciones muy distintas.


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El extraño caso de las Bermudas —Durante este cataclismo mundial fue cuando también la Gran Bermuda, de la que ya hemos hablado —me recordó—, se deshizo, dando lugar a algunas islas de menor dimensión. »Aquel gran desastre natural tuvo una consecuencia que aún hoy los humanos no habéis aclarado. »Como te he dicho, los atlantes, cuando siglos antes perforaban el subsuelo de la isla, fueron los que detectaron la extraña anomalía natural de origen magnético que se desarrollaba en los fondos del apoyo terráqueo. Al no poder continuar, resolvieron tapar aquella enorme cavidad con una aún más enorme bóveda de hierro de muchos kilómetros cuadrados, fuertemente sujetada a las rocas, para evitar los posibles efectos nocivos del magnetismo, del que se quejaban los nativos. »La consecuencia del último seísmo, además de derribar la mayor parte del terreno, derrumbó aún muchos kilómetros el subsuelo de la isla dejando paso, mucho más directo, a la irradiación magnética que nosotros sabemos que es producida por el núcleo terrestre que no es ni homogéneo ni centrado, ni bien redondo como lo soléis dibujar y muy desviado en este punto, y en otros, con diferentes aristas magnéticas de gran irradiación, pero que vosotros aún desconocéis. Estas aristas, muy pronunciadas, son mucho más cercanas a la capa terrestre, y esta del Caribe es la de mayor potencia de atracción magnética. Cuando en ciertos momentos, el magma del núcleo sufre cambios, la atracción magnética tiene grandes variaciones que provocan este fenómeno para vosotros tan misterioso. »Podríamos decir que esta anomalía de la Tierra no la conoció la humanidad hasta muchos años después, ya en tu época, cuando se empezó a hablar de que en un espacio de mar,


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que eligió llamar el triángulo de las Bermudas, sucedían misteriosas desapariciones de pequeños barcos y de aviones al sobrevolar la zona. Todas las desapariciones comenzaron al mismo tiempo que barquillas y aviones tenían parte o eran totalmente metálicos, sobre todo de materiales férricos. Mientras la aviación no existía y los barcos eran de madera, nunca nadie detectó este fenómeno. Naturalmente, en este siglo XX ha habido, aparte de nuevos conocimientos, también gente muy imaginativa que ha hecho que este extraño hecho se atribuyese a misterios y poderes extraespaciales y, como ves, la situación tiene una explicación muy normal. »Si lo conoces y lo recuerdas, verás que estas misteriosas desapariciones pasan durante unos meses o temporadas más o menos largas y después nadie habla durante años, aunque la leyenda queda. Los motivos de algo tan extraño, tienen una explicación muy simple: »Cuando miles de años atrás el choque del meteorito, fragmento de una de las lunas de Marte, creó lo que ahora es el Golfo de México, esa nueva extensión de agua quedó en un lugar de mucha radiación solar, en la mayor parte rodeada por la tierra levantada por el impacto, que hizo que se calentara mucho más que el agua de mar abierto y esto creó el que los hombres de hoy conocéis como corriente del Golfo o Gulf Stream, que llega a miles de kilómetros de distancia hasta el norte de Europa. »Esta corriente pasa precisamente por donde había estado la Gran Bermuda y, por este motivo, por el lugar donde los atlantes habían montado la gran bóveda metálica de protección. Al destruirse la isla, la enorme protección quedó libre solo de uno de los lados y relativamente ligada por el otro en las montañas submarinas que se formaron en el cataclismo, lo que hace que


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cuando la corriente es normal, la placa no se mueva mucho, pero en años de mucho calor, la corriente mucho más fuerte empuja más de la cuenta unos kilómetros la protección, como si de una descomunal hélice se tratara, y es cuando la fuerza magnética submarina tiene posibilidad de salir y atraer objetos hasta un cierto tamaño. En un momento de gran radiación magnética, es cuando suceden las desapariciones. Esto tan sencillo es todo el misterio de dicho triángulo. Fíjate bien, que nunca se trata de grandes barcos, ni grandes aeroplanos. Si pudierais bajar a más de cinco mil metros de profundidad, encontraríais aquel cementerio de barcos y pequeños aviones, sepultados por la obra tan grandiosa de los atlantes. »Creemos que si los humanos sois capaces de atemperar vuestros instintos tan negativos, puede que un día con los nuevos avances podréis ver esta extraordinaria obra hundida a unos cinco mil metros. El fin de la Atlántida —La isla de los atlantes de tan corta pero venturosa historia, vivía en plena época dorada, ya que sus obras ciclópeas alrededor de todo el mundo más o menos inteligente, habían hecho que se pudieran abastecer de todo tipo de productos y materiales, disfrutando de una abundancia inmejorable, y aunque su historia les hacía recordar con melancolía lo que habían sido sus antepasados en ese planeta que, por tan lejano y añorado, idealizaban de manera absoluta, eran conscientes de que actualmente solo era un círculo de escombros alrededor del Sol y estaban muy satisfechos de haber podido abandonarlo con suficiente tiempo. »Ellos estaban bien en la Tierra, pero nunca habían dejado de temer a sus vecinos terráqueos, de costumbres y culturas tan


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atrasadas, diferentes y antagónicas. Nunca entendieron el hábito humano de comer carne, que sabían que tanto les perjudicaba, ya que conocían que con el paso de los siglos, era ese tipo de canibalismo, humano o no, lo que había envenenado la naturaleza de los individuos terráqueos, con millones y millones de bacterias y microbios contrapuestos y nocivos, haciéndolos muy proclives a todo tipo de enfermedades tan raras entre los atlantes, pero que en el nuevo clima terráqueo había despuntado en un cierto grado. »Por este motivo, habían evitado del todo explicar quiénes eran, cómo eran y cómo vivían, dejaban que los humanos hicieran y crearan mil teorías distintas sin desmentir ninguna de ellas, y nunca habrían permitido la entrada en su isla de personas humanas. Ellos habían mantenido en secreto de dónde provenían, las leyendas y creencias de los terráqueos les iban muy bien para mantener el temor y el distanciamiento entre la Atlántida y el resto de la Tierra. Otra gran ventaja frente a la intromisión de extraños era que los pocos humanos que vivían relativamente cerca, en los continentes del sur del mundo al ver esa cantidad de naves aéreas tan desconocidas para ellos, ya hacían que se les pasaran las ganas de acercarse a tan rara isla. El temor era mayor que la curiosidad. »Una vez casi terminada la época de las grandes obras ciclópeas en todo el mundo, los atlantes se habían ido replegando en su isla, donde fueron mejorando las condiciones de vida y donde, en plenitud, se dedicaron como nunca a la investigación y a la creación profesional y artística. Fue una época corta, pero de total esplendor. Se construyeron ciudades maravillosas y edificios monumentales. Cada atlante trabajaba contento en lo que mejor conocía, siempre para mejorar el bien común y las ciudades de la


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isla eran lo que se llama un verdadero emporio. Sabían disfrutar con lo que tenían y para ellos el amor y el aprecio colectivo eran suficientes para ser felices. »Como las grandes construcciones se acababan, la mayoría de atlantes se habían reunido de nuevo en su nueva patria, algunos de los que habían trabajado en diferentes países exponían sus experiencias, no siempre demasiado positivas, de las relaciones con los terráqueos y llegaron a la conclusión de que si pudieran arreglar o cambiar en parte del ADN de los humanos y de alguna manera sacarles las malas costumbres tanto alimentarias como de tipo moral, tal vez podrían llegar a tener una buena relación, y poderse reunir formando una nueva sociedad compartida y poco a poco integrar las dos culturas. Para este fin, empezaron a organizar un grupo científico, compuesto por bioquímicos, psicólogos y filósofos, para poder estudiar varios terráqueos y conocer si había alguna posibilidad de cambiar los hábitos y las ideas, para hacer a los humanos algo parecido a ellos. »Eran conscientes de que, a poco que pudieran influir, los humanos no tenían nada que perder y sí mucho que ganar. Así comenzaron a estudiar y preparar un plan adecuado. »Pero, al cabo de pocos siglos, empezaron a tener el problema de la baja natalidad, que disminuía poco a poco a la población de la isla. Este hecho cada día más constatable les hizo pensar en tiempos pasados en el planeta Atlante y, antes de empezar a experimentar con los humanos, quisieron resolver el problema que se les había presentado, que ya no era el único. »Como siglos atrás había sucedido con sus antepasados en el lejano planeta, en un momento determinado, los habitantes de la Atlántida se empezaron a dar cuenta de que las condiciones geológicas del ambiente de la isla iban cambiando con cierta velo-


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cidad, como la natalidad desde que estaban en la Tierra había ido menguando (habían pasado de ser cerca de once millones de habitantes, a menos de diez), se dieron cuenta de que había algo que no funcionaba. Recordaron la historia no tan lejana del traslado forzoso de sus antepasados y se dedicaron de manera muy concreta a estudiar primero el factor ambiental y geográfico de la isla, para intentar averiguar el porqué de tantos cambios. »A la primera conclusión que llegaron fue que, en muchos lugares de la isla habían empezado a salir pequeñas humaredas, que en principio pensaban que eran emanaciones de ácido sulfúrico, o de aquellas mezclas de ácidos del humo de los volcanes. Primero no les preocuparon mucho, pero cuando, aunque no demasiado importantes vieron que en cierto modo el aire que respiraban no era tan puro como años antes, dedujeron que tal vez la falta de natalidad podía estar relacionada con aquellas emanaciones. Después de muchos prolijos y detallados análisis de las humaredas, aparte del gas sulfúrico y otros normales en los volcanes, encontraron un elemento nuevo, un gas desconocido para ellos, que en Atlante no se conocía y creyeron que era el causante de la infertilidad tanto masculina como femenina. Aunque buscaron un antídoto, en principio no lo consiguieron y la población siguió descendiendo. »Desgraciadamente aquellas emanaciones cada día iban en aumento y podían observar que las grietas en el suelo de la isla cada día eran más evidentes, más grandes y también en las playas y dentro del mar podían verse aquellas burbujas de ácidos y humos, la alarma se fue extendiendo entre la población. »Al principio, y como ya prácticamente nadie trabajaba en otros países, dado que las grandes obras se habían ejecutado en todos los lugares donde habían sido contratadas (excepto algunas


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residuales en los Andes, que quedaron a medias), se convocó a todos los especialistas en aquellos asuntos de construcción para que, con los medios más modernos a su alcance, se dedicaran a sellar tantas grietas como pudieran. Aunque trabajaron mucho, por muchas que taparan, salían otras nuevas y cada vez más pronunciadas. »Como conocían bastante bien lo que sus antepasados les contaron del éxodo desde su planeta origirio hasta la Tierra, llegaron a la conclusión de que la isla no reunía las condiciones de seguridad necesarias para poder confiar en un largo futuro de vida en ella. »Gracias a que eran suficientemente inteligentes, no creían en desgracias y maldiciones de origen sobrenatural, entendieron que el problema venía del interior de la Tierra, que a través de los siglos este fenómeno se habría producido infinidad de veces y que era como los continentes e islas habían ido evolucionando. »Reunido el consejo, y en previsión de que las cosas pudieran empeorar, decidieron que una vez más buscarían una nueva morada por si tenían que abandonar la isla. »Teniendo en cuenta que una isla era una parte del planeta de estado siempre precario, como todos los planetas del Universo, en constantes cambios, la primera decisión que tomaron fue trasladar a un lugar más seguro la hermosa y monumental caja de cerezo que contenía aquellas placas y láminas de oro con toda la historia de los atlantes desde el principio de los tiempos, cuando todavía vivían de forma más arcaica como se mostraba en los grabados de aquellas placas que se habían ido añadiendo a lo largo de su historia. También, pusieron todos los volúmenes de los conocimientos acumulados durante tantos siglos y que quizá algún día podrían ser de cierta utilidad según como fueran las cosas.


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»Después de mucho meditar, llegaron a la conclusión de que si se tenían que guardar en el planeta Tierra, aunque fuera provisionalmente, el lugar más adecuado y seguro debía ser en medio del continente americano, totalmente primitivo y salvaje, en la grandiosa cueva que sus lejanos antepasados, cuando venían del planeta Atlante a la Tierra, habían construido allí donde ya te he dicho llamada actualmente Cueva de los Tayos, que no era conocida por ningún habitante del planeta Tierra. »Así pues, y sin esperar demasiado, se preparó la expedición, en uno de los aparatos de vuelo más moderno fue cargada la tan hermosa y venerada caja, al tiempo que en otras preparadas para la ocasión, aparte de sus conocimientos e historia, cargaron gran cantidad de oro, tanto en lingotes, como en placas y piezas muy bien trabajadas, obtenidas en pago de sus trabajos tanto en la península indostánica, como en Mesopotamia donde las figuras de los reyes y reinas (Shubiluliuma, la más repetida) en oro macizo y de gran peso estaban en abundancia. También de Egipto y otros lugares. Ellos, que nunca habían sentido ambición, aquellos siglos vividos en la Tierra alternando con los terráqueos, les habían hecho darse cuenta de que con esos metales y objetos, si un día les convenía y tenían necesidad, podían comprar no solo alimentos y otros productos de los terráqueos, sino también las voluntades de criaturas tan egoístas, interesadas, tan poco inteligentes y objetivas como era la raza humana. »También se decidió que dentro de la gran cueva dejarían tres ingenios voladores de diferentes dimensiones, por si alguna vez en el futuro pudieran necesitarlos. La gran desgracia del hermoso planeta perdido les había hecho volver aún más previsores. »Desde que no trabajaban para otras civilizaciones, las naves eran mucho más abundantes de las que podían necesitar. Por


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otro lado, ellos sabían que el conocimiento de los poquísimos y diseminados habitantes de la cordillera era muy primitivo y que si trabajaban bien la entrada, nadie sería capaz de encontrar aquellos aparatos y tesoros. »De este modo, y con toda solemnidad y sentimiento, un buen día cuatro naves despegaron de la isla Atlántida. A las pocas semanas los ingenios voladores y los tesoros ya estaban debidamente sepultados, excepto la nave que los llevo de vuelta. »Aunque los atlantes no conocían las lágrimas, con el corazón dolido despidieron la hermosa y tan bien trabajada caja de cerezo, cuyo contenido era el resumen de toda su historia. Con sus herramientas tan avanzadas hicieron caer grandes piedras y sellaron la entrada principal (con capacidad de permitir la entrada de las naves) y dejaron una especie de pozos y túneles muy difíciles de seguir, solo con capacidad para entrar personas muy preparadas y aún con dificultad, si no era con las vestiduras y herramientas necesarias. Para hacerlo más complicado, dejaron la salida más fácil por debajo del nivel de un lago no muy grande, pero sí profundo, alimentado por uno de los numerosos arroyos que bajaban de los picos más altos. Esa entrada o salida era muy difícil de ser detectada. »Mientras tanto en la isla las condiciones empeoraron. Reunidos los jefes meditaron los posibles planes para buscar una solución a una situación que se mostraba del todo peligrosa. »Una de las propuestas fue conectar con los habitantes de una lejana galaxia, en la constelación de León, con quienes ya habían tenido contactos. Les explicaron la situación y pidieron consejo a los seres que sabían que estaban mejor preparados en cuanto a conocimientos interestelares. La respuesta muy bien razonada no fue demasiado alentadora para los atlantes, ya que


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les hicieron ver que la distancia que había entre la Tierra y la constelación del León era tan importante que, aunque los aparatos voladores pudieran superar todas las presiones de las miles de estrellas y planetas, ninguno de los pasajeros interestelares llegaría vivo, ya que la distancia en años luz era superior a la longevidad de los atlantes. »El consejo que les dieron fue que exploraran bien los satélites de Júpiter en el mismo sistema solar, ya que ellos, desde la lejanía, con sus modernísimos sistemas de visión intergaláctica, creían que cuatro de ellos, los que llamáis hoy Ganímedes, Ío, Calisto y Europa, podían reunir las condiciones mínimas necesarias para comenzar una nueva etapa de colonización, aunque fuera de manera provisional. »Aquellos seres tan lejanos se ofrecieron a darles las informaciones necesarias para construir un sistema de visión de alcance sideral, mucho más moderno que todos los conocidos por los atlantes y que detallaba de forma muy cercana el objeto destinado a investigar. »Aquellos tan modernísimos aparatos proyectaban una clase de rayos microondas sin límite de lejanía, que mostraban, al retornar después de haber rebotado con el objeto en cuestión, una visión casi de tamaño natural. Sería algo similar a su televisión en tres dimensiones, pero en lugar de utilizar los cristales ópticos de tan poco radio de acción, como eran rayos electrónicos, podían abarcar distancias siderales. »Con gran pesar por su parte, los atlantes, con sus sofisticados aparatos, detectaron que los problemas tectónicos en la isla cada día eran más peligrosos, también detectaron que no era un problema local y determinado de su isla, sino que todo el planeta pasaba por un momento de ignición muy superior a lo


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normal, lo que significaba que otros lugares terrestres, sufrirían también desequilibrios de fuerte intensidad con los correspondientes daños imposibles de calcular anticipadamente. »Como toda la comunidad se prestó de forma voluntaria, se hicieron los preparativos para enviar dos naves a cada uno de los satélites de Saturno, que sus amigos interestelares desconocidos les habían dicho que creían en condiciones de poder absorber los poco más de ocho millones de atlantes que quedaban con vida. De este modo, teniendo en cuenta que de la Tierra a Júpiter había una distancia de unos seiscientos veinte millones de kilómetros, prefirieron enviar más naves y más gente al mismo tiempo, para tratar de que el viaje de investigación fuera lo más corto posible, ya que las condiciones de la isla cada día mostraban un estado más precario. »Una vez todo estuvo preparado, salieron las naves hacia cada uno de los cuatro satélites de Júpiter que creían que podían reunir las condiciones necesarias para acoger vida. Llegados los equipos de investigadores a sus destinos determinados, después de decenas de horas de viaje a la máxima velocidad, comenzaron la exploración de aquellos nuevos espacios. Diariamente se comunicaban entre ellos y, al mismo tiempo, enviaban imágenes a la isla Atlántida, para determinar entre todos cuál podía ser el lugar elegido. »Después de unos tres meses de investigaciones y comparaciones, llegaron a la conclusión de que el único que reunía las mínimas condiciones para poder ser habitado, en caso de que fuera completamente necesario y aún con muchas reformas y aclimatación, era el satélite Calisto, el único de los cuatro que tenía un sistema hidrológico más o menos similar al de la Tierra, con un diámetro aproximado de tres mil seiscientos


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kilómetros y una atmósfera más tenue, pero casi igual a la que ya estaban acostumbrados. Llegaron a la conclusión de que la dificultad que podría provocar en la respiración la escasez de oxígeno, les sería compensada con la diferencia de gravedad, que les restaba más de un tercio de su peso corporal y, por tanto, de esfuerzo. En caso de trasladarse a Calisto, podrían prescindir de las mochilita antigravitatoria, empleadas en la Tierra, y que todos o la mayoría de atlantes nacidos en la Tierra, ya no utilizaban. »Otro problema que deberían resolver era el de la alimentación, ya que los vegetales existentes eran de especies desconocidas y, al mismo tiempo, de muy poca variedad. Afortunadamente, disponían de muchas naves para poder hacer el transporte y, en caso de necesidad, acelerando al máximo la bola gravitatoria, con poco más de cuarenta horas cubrirían el trayecto. »Lo que no ignoraban era que si tenían que trasladarse a Calisto sería porque la isla se habría vuelto inhabitable y, por tanto, los alimentos deberían ser comprados a los terráqueos como al principio de Atlántida. Una vez colonizado, esperaban que el satélite fuera capaz de abastecer a toda la población. »Una vez tomada la decisión, las naves regresaron a la isla, para comenzar a preparar todo tipo de herramientas y utensilios necesarios para comenzar los trabajos de acondicionamiento de la nueva futura patria. »Como la situación se iba volviendo más complicada cada día, y por si no tuvieran tiempo de colonizar el satélite, como guardaban tan buen recuerdo de su estancia cuando sus antepasados algunos siglos atrás hicieron las grandes obras en Grecia y muchas de sus islas, organizaron un viaje para investigar qué posibilidades tenían de poder instalarse provisionalmente en


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diferentes parajes de esa zona del mar Egeo, aunque fuera en pequeños grupos en algunas de las islas apenas habitadas. »Para esta misión designaron a veinte parejas jóvenes unidas por lazos de amor y afecto, pero con alta capacidad técnica e intelectual en todas las ciencias, para que con la máxima rapidez viajaran a un sitio del Egeo y buscaran un espacio poco habitado donde establecer un primer campamento desde donde estudiar la multitud de islas para descubrir en la que pudieran sentirse más independientes y más seguros, aunque no ignoraban que si se quedaban en la Tierra los problema se multiplicarían, dadas las grandes diferencias en costumbres, de cultura y conocimientos. Al menos en la zona del Egeo, habían conocido a muchas personas de gran sabiduría a las que ya habían confiado muchos conocimientos que habían hecho que los griegos ya fueran más avanzados en todo tipo de ciencias y con los que seguro sería más fácil entenderse. »Prepararon dos naves, una no muy grande para llevar a los cuarenta investigadores, que se quedaría con ellos, y otra más grande, para trasladar todo tipo de alimentos y accesorios que pudieran hacer falta para permanecer unos meses en un lugar desconocido sin tener que esforzarse mucho en buscar. De esta manera, los expedicionarios ilusionados de poder servir al común, dejaron Atlántida sin saber que nunca más pondrían los pies en ella (excepto, por supuesto, el piloto que llevaba la nave de transporte que retornaría a la isla inmediatamente). »Permanecieron muchos días volando a baja altura por toda aquella multitud de islas tan idílicas, incluso muchas horas parados a pocos metros del suelo para poder tomar vistas y hacerse una idea de todos los pros y contras que cada isla les ofrecía, lo que alarmaba a los pocos habitantes, que esparcieron


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por todas partes noticias de las visitas de los interplanetarios que crearon tantas leyendas sobre dioses desconocidos. Al final decidieron montar el campamento en una isla bastante grande, muy redonda y llana, pero que, como muchas de islas del Egeo, era de origen volcánico que hacía patente la visión de un cono monumental en medio de la isla y dos más pequeños a un lado. Esta isla de nombre Thira, en el griego de la época, es la que ahora conocéis con el nombre latinizado de Santorini, pero su estado actual poco tiene que ver con la de aquellos tiempos, como te explicaré más adelante. »Una vez calculadas todas las posibilidades, decidieron establecerse provisionalmente en la parte noroeste a pocos kilómetros de la base del volcán, en aquellos momento inactivo. Una vez almacenados todos los productos y herramientas, la nave de transporte regresó a la Atlántida. Los expedicionarios el primer trabajo que ejecutaron fue una enorme gruta para resguardar su nave, no solo de los elementos naturales, sino de la curiosidad los escasos habitantes nativos del lugar. Al lado, construyeron unas sencillas viviendas, ya que se suponía que su estancia en Thira, no sería demasiado larga y, por tanto, era una edificación transitoria. »Una vez debidamente establecidos, empezaron a cartografiar con detalle todo el archipiélago, así como las costas tanto de Grecia en el continente europeo, como del reino de Lydia, ya en el continente asiático, que ahora forman una parte de Turquía, y que en aquellos tiempo era un reino no muy grande, pero muy moderno y pujante. »Muy cerca del continente asiático estaba la isla de Samos, donde los antepasados atlantes unos pocos siglos atrás habían construido una especie de templos muy armoniosos, no de culto, sino dedicados al estudio de las más diversas ciencias. Serían como


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las grandes aulas de una incipiente universidad. En aquella época en la que el saber no se había centralizado en Atenas, Samos con la ayuda de los atlantes reunía una buena parte de los grandes sabios en todas las materias conocidas. »Pensando que según como fuesen las cosas en la Atlántida, tal vez un día deberían convivir con la gente de aquellos países, intentaron establecer una relación de amistad con los escasos habitantes sin dejarse conocer demasiado, lo que les era sencillo gracias a su fácil comprensión de cualquier idioma. »En unos pocos meses, todo el mundo conocía la existencia de aquellos extraños seres de más altura y cabeza prominente autodenominados atlantes (por eso, en ciertos momentos del tiempo, se ha creído que la Atlántida había estado en el Egeo, ya que como debes entender, aquel pequeño grupo se hizo muy popular dentro del misterio que les rodeaba). Una vez pasado el miedo de los autóctonos que vieron que los forasteros a pesar de su superioridad técnica y corporal no tenían ánimos agresivos, les obsequiaban objetos para ellos maravillosos y mucha información importante y desconocida. Se creó una buena relación, que ellos aprovecharon para conocer y saber más de todos los alrededores. »A medida que iban sabiendo, se dieron cuenta de que el grado de conocimiento intelectual de ciertos grupos muy cerrados de aquella civilización, era bastante superior al que habían supuesto, aunque sus antepasados constructores, ya los habían informado de tan superior cultura. Esto fortaleció aún más el trato con los antiguos griegos y las relaciones se hicieron más llanas y fructíferas para los dos bandos. »Mientras tanto, como cada día se comunicaban con la Atlántida, conocían que la situación en la nueva patria empeo-


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raba día a día, hasta que una de las últimas veces ya no tuvieron respuesta y, como los sistemas de comunicación eran casi infalibles, decidieron emplear el aparato volador e ir a la isla para conocer la situación real. »Grande fue su duelo y desconcierto cuando, al haber atravesado por encima el continente africano y ya sobre el mar a poca altura, en todo lo que les abarcaba el aparato visor, solo pudieran ver una cantidad inmensa de desechos de todo tipo, y miles y miles de cadáveres de atlantes flotando sobre las aguas. De esta manera, los cuarenta supervivientes de una civilización tan magnífica, pudieron ver que si no encontraban ningún náufrago con vida, ellos serían los últimos atlantes... Los últimos supervivientes de aquella raza en todos los órdenes tan superior a los habitantes de la Tierra. »Con verdadero dolor en el alma, se adentraron con el aparato dentro de las aguas y a más de cuatro mil metros de profundidad pudieron ver los restos de las hermosas y monumentales ciudades llenas de estatuas y monumentos que los habían alojado los últimos siglos. Los atlantes en la Tierra habían tenido una corta pero venturosa estancia. Las fuerzas telúricas del planeta habían acabado con una historia de muchos miles de años y con una raza súper inteligente y buena. Como posibles perpetuadores de la raza, solo existían los cuarenta que quedaban en la nave. »Recorrieron las costas de ambos continentes casi a ras de tierra, pero desgraciadamente no encontraron a nadie con vida. Los supervivientes no lo sabían, pero la explosión de la isla fue muy rápida y en dos o tres horas, la totalidad del enorme espacio insular acabó bajo el agua, la agonía de la isla fue corta. La marejada que provocó el derrumbe llegó del Ártico a la Antártica, provocando lo que vosotros llamáis un tsunami, que arrasó fuer-


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temente muchas islas del Caribe y varias costas de ambos continentes. »Desalentados y sin un plan concreto, volvieron a la pequeña isla de Thira, allá en el Egeo, teniendo la certeza de que no podían esperar ninguna ayuda, que deberían prepararse para una nueva vida y que, para la única nave que les quedaba, no tendrían los elementos principales para su funcionamiento cuando al cabo de uno o dos años se agotaran o desgastaran sus elementos esenciales. »Al fin, llegaron a la conclusión de que lo que podían sacar más provecho era de su superioridad en todo tipo de conocimientos y ciencias, y decidieron viajar a Samos, que ellos conocían que era el centro del saber en todo el mar Egeo. Una vez más, yo que seguía maravillado por las explicaciones de ese ente misterioso y encantador, quise decir algo, que mostrara que yo era devoto seguidor de la Grecia clásica, sobre todo del para mí mayor filósofo de la época. —Sí, conozco que Samos era el emporio del saber de aquellos siglos —le dije—, yo siempre he procurado seguir los consejos y los ejemplos del que considero el más grande filósofo de toda la historia: Epicuro, aunque por desgracia mía, quizá no he sido lo suficientemente valiente para seguir al pie de la letra tan excelente doctrina, a la vez que la de Siddharta, muy parecida a ella en ciertas cosas, pero promulgada algunos siglos antes. —Tienes razón, amigo. Epicuro fue sin duda el más humano de los filósofos de todos los tiempos, ya que procuraba sacar el miedo del pensamiento de las personas. Demócrito, Platón y Aristóteles, también fueron iguales o quizás superiores en conocimientos, pero ninguno de ellos tuvo la valentía de poner al hombre como centro en lugar de los dioses desconocidos y


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siempre tan aclamados por todo tipo de intereses, casi siempre poco claros, y como en todas partes, en favor de los que mandaban. Quizá Sócrates habría sido el más honesto, pero tal vez por el miedo que tenía a su esposa Jantipa, que le hizo sufrir mucho, vivió muy amargado y esto, sin duda, lo limitó. Incluso Diógenes habría sido otro líder, si se hubiera tomado más en serio la vida. Él sin embargo, inteligente como era, prefirió por encima de todo vivir alegremente, aunque con muchas privaciones pero riéndose y castigando con sus palabras sabias y sarcásticas la gran cantidad de carencias de sus vecinos, y hasta se atrevió con Alejandro Magno, cuando desde dentro de su bidoncito, le dijo que se apartara de su frente ya que le tapaba el sol. »Evidentemente, Epicuro sobresalió por encima de todos, porque se volcó en defender al hombre, la persona, intentando rebatir los miedos humanos y sobrenaturales que otros pensadores querían imbuir a la humanidad. Su teoría de combatir el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al destino y el miedo al dolor, nunca ha podido ser rebatida ni superada. »Él preconizaba el hedonismo, o sea el disfrutar de todos los placeres de la vida, pero con moderación, ya que los excesos, arruinaban el placer y la armonía. »Nacido en Atenas, donde pasó parte de la juventud, permaneció dieciocho años a Samos, donde aprendió todo lo que se conocía en aquella época, y luego retornó a su ciudad donde creó escuela. Fíjate bien que los grandes filósofos más modernos, sobre todo los de procedencias de ámbitos religiosos, siempre han ido en contra de estos preceptos y mira como han hecho de infeliz la humanidad. Cuando el sectarismo o la superstición se imponen sobre la razón, el resultado siempre suele ser muy parecido. Vuestras tan sectarias religiones y filosofías, la mayoría de veces,


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por no decir siempre, del todo innecesarias, os han llevado a este oscurantismo. Tú has tenido no la suerte —aunque no te engañes, la suerte no existe. Lo importante es estar en el lugar adecuado en el momento oportuno—, sino la habilidad de saber buscar en cada momento las enseñanzas adecuadas a tus necesidades. Claro que, por ello, tienes un premio concedido a muy pocos de estar aquí a mi lado para que yo te pueda aclarar tantas cosas. »Volviendo a los cuarenta atlantes, pequeños restos de una tan gran civilización, fueron acercándose a los habitantes de Samos, la mayoría de ellos grandes estudiosos y sabios, cuyos antepasados ya habían recibido muchas enseñanzas de los primeros atlantes que los visitaron durante las grandes edificaciones ciclópeas, con los que pudieron intercambiar teorías y conocimientos. Del intercambio de ideas entre los nativos y los forasteros de cabeza prominente, nacieron las grandes teorías filosóficas, astronómicas y matemáticas que transformaron el mundo y os hicieron entrar en la historia. Fíjate bien que es de aquella poco conocida época que viene la implantación de todas las enseñanzas que han hecho modernizar al mundo y que ya te he explicado de los países de Oriente Medio. »Así en astronomía, tema que hemos visto que tanto te interesa, Aristarco (también de Samos) pudo beber de esas fuentes tan grandes de conocimiento y fue el más avanzado para la época. Él, con los conocimientos recibidos de los atlantes, fue el primero en dibujar el sistema solar, confirmando que los planetas eran redondos y giraban en torno al Sol, desmintiendo que el planeta Tierra fuera el centro del Universo. También fue uno de los primeros en explicar las constelaciones del Universo como figuras humanas o de animales. Hombre muy sabio y con mucha imaginación, Aristarco.


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»Imbuido por su éxito inicial, Aristarco viajó al Egipto de los ptolomeos y en la moderna ciudad de Alejandría, donde se había creado la más grande y moderna biblioteca, tuvo muchas dificultades con los sabios astrónomos de allí, que no aceptaron sus teorías, pues ellos ignoraban las enseñanzas que Aristarco había conocido y que los atlantes habían facilitado a sus antecesores. Al cabo de unos años tuvo que huir de vuelta a Samos, amenazado de muerte por falsario. A pesar de tantos problemas, Aristarco, hombre de cultura muy superior, dejó escritos todos los conocimientos astronómicos recibidos de los extraterrestres y, cuando murió, todos sus libros fueron olvidados junto a muchos otros dentro uno de esos templos del saber. »Cuando Grecia fue conquistada por los romanos, estos saquearon todas las bibliotecas y templos en los cuales había documentos y otras cosas de valor y las llevaron a Roma, donde fueron almacenadas en diferentes lugares. Las que, en principio, consideraban que no tenían gran valor fueron olvidadas durante siglos. Sin embargo, el hijo de un aristócrata romano, de nombre Tito Lucretius Carus (Lucrecio), hombre sin necesidades, pero de un gran interés por saber, rendido seguidor de las teorías y pensamientos de Epicuro, al investigar viejos documentos griegos, encontró los escritos de Aristarco, que le entusiasmaron y fueron el centro de su vida. En uno de sus libros explicaba cómo veía aquellas viejas teorías, que nadie se tomaba en serio. Tenía muchos detractores, sin tener otro incentivo, cerca de los cuarenta años se suicidó, su libro y algunas copias quedaron olvidadas. »Fue muchos siglos después que el estudioso Nicolás Copérnico, que aparte del latín leía muy bien el griego clásico, descubrió aquellos documentos originales y los comentó con compañeros de profesión, pero por temor a la Iglesia Católica en


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plena época de la Inquisición nadie osó hacerlos públicos. Pocos años después, Giordano Bruno, seguidor de Copérnico, quiso ser valiente y lo pagó con la hoguera. La Iglesia, cómo no, y como siempre en nombre de Dios, lo hizo quemar por hereje. Lo curioso es que Martín Lutero, tan enemigo de los católicos, también anatematizó al monje por su herejía. ¿Te das cuenta de que las personas se unen frente a un enemigo común, si lo llegan a temer? Esto ha pasado durante toda la triste historia de la humanidad. »Con uno de los primeros rudimentarios telescopios, Galileo pudo comprobar estas teorías y, aunque la Iglesia también lo amenazó y castigó, la cosa ya era tan pública que no lo pudieron parar. Al fin, y tantos siglos después, tuvo su triunfo el gran Aristarco. Los últimos atlantes —Del mismo modo, Pitágoras, también logró sacar adelante los mayores conocimientos de matemáticas aprendidos en esa conjunción de sabios de una y otra procedencia. »Por entonces, aún no estaba definida la especialidad y no se distinguía entre un matemático, un filósofo y un astrónomo, sino que todos eran un resumen de todo. Quien recibía más admiración y respeto por parte de todos era Demócrito, que por encima de todo era un hombre de orden, quería que cada persona estudiosa se especializara en una ciencia concreta para poder profundizar al máximo en ella. Por este motivo, había creado escuela y todos los estudiosos iban a escucharlo. Los últimos atlantes influyeron mucho en los estudios en profundidad más tarde con Eratóstenes, quien fue maestro del gran Aristarco. »Para no utilizar demasiado su aparato volador, ya que aún no sabían de dónde obtendrían ciertos materiales que les serían


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necesarios para reponerlos, cuando terminaran su vida útil. Los cuarenta atlantes se habían acostumbrado, como sus vecinos griegos, a hacer los trayectos entre las islas con las embarcaciones típicas del lugar, para al mismo tiempo irse integrando en su sistema de vida, que ya veían que sería el suyo definitivo. Desgraciadamente, eran lo suficientemente inteligentes y realistas para conocer que si no podían encontrar el remedio adecuado, con ellos se acabaría la raza, ya que desde que estaban allí en el Egeo no habían tenido ni un nacimiento entre las parejas. »Como parece que su destino era inevitable, unos mil doscientos años antes de vuestra era, el gran volcán situado en medio de la isla de Thira, la más grande de las Cícladas, joya de la antigua cultura dórica (ahora Santorini), explotó y hundió en el fondo del mar más de la mitad de su superficie y la tierra llana pasó a ser un golfo en medio de la isla, donde quedaron las tres islas pequeñas que ahora conocéis. De todo lo que guardaban los atlantes y que habían llevado de la Atlántida, no quedó ni rastro. Afortunadamente para ellos, en el momento de la explosión, se encontraban en Samos, donde se sentían tan a gusto entre personas de conocimiento superior. »Actualmente se están haciendo muchas excavaciones para poder devolver algunos de aquellos restos tan preciosos. Si un día la humanidad tiene posibilidades técnicas y trata de buscar en el fondo del mar, aparte de muchas ruinas importantes podrían encontrar un extraño artefacto desconocido por todos, que no sería otra cosa que la nave de los atlantes, así como muchos aparatos mecánicos, de cálculo y de diferentes funciones. Otra vez yo quise intervenir, ya que no me había quedado claro qué fue del pequeño grupo de atlantes y así se lo dije.


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—Lo que no me habéis dicho y me gustaría mucho saber, es qué fue de los cuarenta atlantes que vivían en la isla al explotar el volcán... —Tú conoces el famoso paso de las Termópilas, que el año 480 antes de vuestra era, con el sacrificio del grupo del gran héroe Leónidas, fue clave para la victoria de los griegos sobre los persas; pues bien, en el año 191 antes de vuestra era, en aquel lugar hubo otra gran batalla. Una coalición de pueblos griegos, encabezados por Antíoco, que sabes que había hecho construir grandes obras a los atlantes allí en lo que es hoy el norte de Turquía, contra otra coalición de macedonios y romanos, que terminó con la derrota de los primeros y Antíoco fue perseguido por las islas del Egeo hasta que él y los pocos que quedaron se refugiaron en Éfeso, ya en el continente asiático. En una de estas islas residuales de después de la explosión de Thira, malvivían los últimos atlantes, los cuales por sus diferencias corporales fueron considerados monstruos y fueron aniquilados de manera absoluta y sin piedad. Nunca tu planeta conocerá la intensidad con la que las enseñanzas de los atlantes hicieron avanzar vuestros conocimientos científicos y ojalá hubieran tenido suficiente tiempo de enseñaros sus conocimientos morales para sacaros de tantas miserias, que para vosotros son razones para luchar y hacer daño. Desgraciadamente para vuestra raza, los elementos naturales os privaron de la ayuda que los atlantes de manera altruista tenían planeada en vuestro favor. »Como ves, el universo, en expansión constante, sigue su curso y no sabemos hacia qué destino. Una fuerza tan absoluta e implacable provoca la pérdida de un grupo de personas, de un planeta o de muchos, y no tiene ninguna importancia. Es el infinito contra pequeños grupos, planetas o estrellas. Nada impor-


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tante dentro del total tanta inmensidad y eso hace ver aún más mezquino y deplorable el comportamiento humano. »Y ahora, antes de finalizar, retomamos vuestra historia hasta los tiempos actuales, para ver que en ciertas cosas os habéis modernizado, pero que en lo más importante y principal que es la buena convivencia y respeto hacia vuestros semejantes, no habéis aprendido nada. Por encima de la bondad y la piedad, pesa más en vosotros la envidia, la ambición y la maldad, así ha sido durante toda vuestra historia. Y ya, ¿la civilización? —Como te he dicho —me repitió— y tú en parte conoces, primero los homínidos se juntaron en pequeños grupos o familias, luego en tribus, que después de soportar diferentes cataclismos de la naturaleza se fueron haciendo más numerosas, hasta formar los estados incipientes, precursores de los ya grandes reinos de la antigüedad, los cuales a medida que crecían cada vez quedaban en manos de menos dirigentes, llegando a los grandes caudillos, que de manera arbitraria, pero siempre con maldad y violencia, dirigieron y dispusieron de bienes y vidas del resto de mortales. Tú conoces muy bien que, primero babilonios, persas, egipcios y otras sociedades primitivas asiáticas; después los griegos, romanos, y la Edad Media; Gengis Kan, Atila y muchos otros, han arrasado el mundo conocido y verás que, antes y ahora, los respectivos pueblos lo han seguido pasando igual de mal. Tanta maldad y tanta destrucción no han hecho nada para mejorar el mundo. Nombres como Darío, Ciro, Jerjes, Alejandro Magno, Julio César y muchos otros, han tomado un nombre inmerecido de grandes héroes, en lugar de asesinos de grandes multitudes, que es lo que han sido realmente. De aquella época, quizá única-


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mente se salvarían los espartanos, entre los que y por encima de todos, Leónidas y sus cien compañeros, que sacrificaron su vida de manera voluntaria y cierta, para dar tiempo a sus aliados a preparar la defensa ante el enemigo. Tantos millones de muertes durante tantos siglos, tanto sufrimiento solo ha servido para glorificar unos nombres y nada más. La miseria (moral y física) ha seguido dominando el mundo. Ninguno de los miles de pensadores, científicos y gente de buena fe, que han hecho cosas provechosas para la Tierra, ha tenido tanto reconocimiento como los grandes asesinos de masas, elevados a héroes eternos. Lo más curioso de los humanos a la par que incomprensible, es que los que llaman héroes a los grandes asesinos, son en cada nación los que han permanecido después de las grandes matanzas donde han caído padres y hermanos, cuando no hijos. »Ya en la edad que llamáis moderna, el poder cayó en manos de los imperios europeos, de los que durante siglos han sobresalido los españoles, franceses e ingleses, sin olvidar belgas y holandeses y un poco menos los italianos, pero no por falta de ganas. Entre todos han saqueado el mundo: algunos han sacado provecho para agrandar su territorio o dar un cierto confort a sus súbditos o ciudadanos; en cambio otros, sobre todo a los reyes de tu país, solo les ha servido para dilapidar de manera grosera e irracional tantos bienes y riquezas expoliados. Lo más triste es que siempre, o casi, lo han hecho excusándose en nombre de la religión y esta no solo ha aceptado el expolio, sino que lo ha bendecido si sacaba provecho económico o de prestigio. »Vamos a repasar los últimos siglos de estos imperios que ya se podrían considerar lo que llamáis civilizados y, por tanto, con suficientes conocimientos para saber si lo que hacían en cada momento era bueno o no.


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»El Imperio español, primer colonizador del continente que llamáis América, ha sido uno de los que más destrucción y sufrimiento ha provocado, y el que menos ha aprovechado el fruto de su rapiña para ayudar a progresar a sus súbditos. La unión entre Corona e Iglesia hizo que la mayor parte de aquellas riquezas, producto como te digo de la rapiña, el sufrimiento y exterminio de tanta gente, fueran dilapidadas en guerras de religión fuera de la Península, sin ningún sentido real de bien para el país. Sería bueno preguntarse: si eran guerras de religión, ¿Dios a favor de cuál de los bandos estaba? ¿Lo has pensado? Si el dominador de la religión era Dios, ¿qué necesidad tenía que hacer pelear a sus seguidores? ¿Cuáles eran los buenos y cuáles los malos, si todos luchaban por Dios? ¿Por qué Dios iba a favor de unos y no de otros? Como estas, nos podríamos hacer muchas más preguntas y ninguna tendría una respuesta lógica y sensata. »Tu país, que aún ahora tiene millones de personas que no han salido nunca de la miseria, se jacta de tener los nobles descendientes de aquellos líderes guerreros, de los que han heredado grandes fortunas y extensiones de terreno sin ningún derecho justo sobre este. Así también, es el lugar de Europa donde el caciquismo y las prebendas sin sentido, tienen aún más implantación. ¿Cuántos miles y miles de personas primarias, inmorales y viciosas viven aún de aquellos antiguos privilegios? »También los reyes, casta caduca en todos los sentidos, son los que se han beneficiado más de tanto oprobio sin haber hecho nada para merecerlo. El día que los reyes dejaron de ir por delante en las batallas con espada en mano, jugándose también la vida como los demás, dejaron de tener sentido. Si no se han extinguido del todo, es porque con su capa, se abrigan miles de trepas y vividores que saquean a la sociedad, pero que el rey necesita


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para sobrevivir apoyándose sobre sus miserias. Esta es la idea de la pirámide: una pared aguanta a la otra. »No podemos olvidar que, en el norte de África, por los caprichos o intereses de un rey de tan poca categoría moral, y no hace tantos años, España también dejó un mal recuerdo, que los autóctonos no han olvidado y que sin duda iréis pagando. Alguien dijo que la venganza nunca es camino recto y, cuando es colectiva, puede durar siglos. »Después tendríamos, casi por orden cronológico, el reino de la Gran Bretaña, que sería el paradigma de la maldad bien organizada y bien aprovechada. Fíjate por un momento que se trata de una isla no muy grande y, por lo tanto, tampoco posee demasiada población ni demasiada variedad de riquezas naturales, durante siglos fue extendiendo sus tentáculos por todo el mundo, aprovechándose de su astucia y maldad para diezmar los principales recursos de cada país invadido y fortalecer su nación. Así como España ha quedado mal con todos los países saqueados, Inglaterra montó la Commonwealth y, cuando tuvo que dejar la colonización forzada por las circunstancias, dispuso de una asociación que le permitió comerciar con ventaja con los mismos países que había expoliado. Podríamos decir que es el reino moderno que ha sacado más provecho de la realeza, ya que sus reyes han sido los aglutinadores de tantas naciones antes saqueadas, bajo la capa real provista de un cierto respeto y dignidad. Los excesos, vicios y arbitrariedades de vuestros reyes nunca han sido copiados con tanta intensidad por los ingleses. Estos, con su maldad y astucia de tantos siglos, nunca se excusaron en la evangelización y la bondad fraternal, y siempre mostraron de manera clara cuál era el motivo de sus guerras. Con la espada o con la diplomacia, siempre han procurado sacar ventaja. Aparte de lo comentado,


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Inglaterra diplomáticamente siempre ha fomentado la insinuación y la insidia, y cuando no las ha hecho directamente, ha procurado con su astucia provocar guerras entre naciones, si podía sacar algún provecho. A principios del siglo XX, solo por poner un ejemplo, el conflicto entre Grecia y Turquía fue instigado por los ingleses, como tú debes conocer. Así, encontraríamos muchos otros ejemplos, pero este no es el tema. »Podríamos añadir que los norteamericanos, continuadores y aliados de los ingleses (en el fondo son sus herederos en expansión) han perfeccionado en todo lo posible el modo de depredar y justificarse al mismo tiempo. Es verdad que los ingleses ahora han tenido que limitar sus agresiones, pero en su lugar, los americanos han procurado sacar el jugo al resto del mundo y, por cierto, hasta el momento lo han conseguido con creces. Podríamos decir que los americanos, durante años, han tenido la excusa del comunismo que tanto daño ha hecho a quienes lo sufrían como a sus enemigos. Ahora el comunismo ha perdido el poco crédito que había tenido, debido al mal uso que hicieron sus propagadores y ya no servirá de excusa para provocar las grandes guerras y cataclismos del pasado. »Los franceses, por su parte, fueron también grandes predadores, sobre todo en América y en África (sin olvidar el gran fracaso de la aventura napoleónica hace dos siglos, que una vez más costó tanta sangre inútil, y lo más triste es que los franceses todavía consideran a Napoleón un héroe. Él era el hombre que en medio de una batalla sangrienta respondía a un general suyo que la gran cantidad de muertos no tenía importancia ya que “a estos muertos, los sustituirán las mujeres de Francia con una sola noche de amor”), pero nunca tuvieron la grandeza de reconocer que hacían daño para sacar provecho, cosa que los ingleses en


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ningún caso negaron, ni pusieron en discusión, aunque siempre buscaron una excusa para comenzar la lucha. »Sin embargo, a los franceses también se les debe reconocer mucha mano izquierda, diplomáticamente hablando, sobre todo tratando con gente menos preparada, ya que por ejemplo en el África subsahariana, como la llamáis ahora, al verse forzados a abolir las colonias, en lugar de soldados, dejaron la misma o superior cantidad de asesores civiles, para seguir sacando provecho de lo que las modernas normas y leyes internacionales les obligaban a dejar, y eso aún sigue igual. »Otro aspecto que no se puede olvidar de Francia es que con la excusa de la democracia, siempre han dado cobertura y refugio a exiliados de todo el mundo, sin mirar la calidad del producto que protegían, si ellos lo consideraban bueno para sus intereses. Por poner un solo ejemplo del todo negativo, podríamos hablar del Jomeini, acogido en Francia durante años que, para vengarse del Sha, lo sacó del poder dictatorial, imponiendo uno mucho más fuerte y dañino con consecuencias en todo el Oriente Medio, sobre todo para las mujeres, no solo en Irán. De este tipo, encontraríamos miles de ejemplos. »En sentido contrario, tendríamos el maltrato que dieron a los refugiados españoles de la Guerra Civil, a los que tenían tirados en playas frías e inhóspitas, con hambre y sin abrigo en pleno invierno, pero que cuando los necesitaron para luchar contra Alemania, bien que los utilizaron alistándolos en el ejército o en la legión. »También Holanda hizo lo que pudo en Sudáfrica, y en otros países de Asia y de Oceanía. »Bélgica, en menor proporción, pero no con menos violencia y maldad, expolió mientras pudo ciertas regiones de África,


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sobre todo el llamado Congo Belga, donde trataron de manera indigna a los habitantes de ese país, cuyos descendientes aún lo tienen claro en la memoria y lo cuentan cuando tienen confianza en quien los escucha. »Como verás, se llegó a tiempos modernos, los que decís civilizados, pero no por ello las naciones más punteras dejaron de agredir con fines egoístas siempre que pudieron. Y, esto todavía sigue igual. Llegado a este punto, y mientras yo iba meditando lo que él decía, me di cuenta de que en ningún momento había hablado de Alemania ni de Rusia, dos naciones tan importantes en la evolución de la Tierra en los dos últimos siglos, y así le dije y él me respondió con rapidez. —Tienes razón. Una y otra, han tenido un peso muy importante en todos los acontecimientos de los últimos años, pero las circunstancias han sido muy distintas. »Alemania, en los siglos XIX y XX, era la única nación que podía hacer sombra a los ingleses y franceses, a los que ya había ganado con las armas y a los que técnicamente superaba en todos los órdenes, se les veía predestinados a ser aniquilados en un momento u otro. Cuando ayudados por los estadounidenses, pudieron derrotar a los ejércitos del káiser en la Primera Guerra Mundial, los vencedores franceses e ingleses, cometieron el gran error de expoliar a los vencidos con un grado de maldad tan absoluta, con un tratado tan infame que en nada dejaba ver lo de la civilización. Aparte de los terrenos que les tomaron, los dejaron sin las materias primas propias más indispensables para la pura subsistencia y el frío, el hambre y las enfermedades diezmaron en parte el país. Los vencedores no se dieron cuenta de que Alemania no era un país del Tercer


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Mundo en el que todo valía, y este error lo ha pagado muy caro toda la humanidad. »Como supondrás, un pueblo como el alemán, trabajador y culto en todo tipo de artes y ciencias, con uno de los niveles intelectuales más elevados, no aceptó tan dura imposición de los ingleses, pero por encima de todo la de los franceses, mucho más vengativos con los vencidos, y hasta internacionalmente este maltrato se consideró una injusticia, y el rencor y las ganas de devolver la afrenta, permanecieron latentes en la mayoría de corazones y mentes alemanas. »Por desgracia de unos y otros, surgió un hombre fanático que había sufrido mucho y había sido herido y gaseado en la guerra perdida, el cual con un nivel de razonamiento quizás limitado, pero con un grado de convicción y de persuasión muy elevado y un deseo de venganza absoluto, consiguió aglutinar a su lado, como suele suceder siempre, primero a los más fanáticos y, más tarde al ver el giro que daba la situación, en la que Alemania pasó de miseria absoluta a un cierto bienestar, la mayoría de personas si no lo apoyaban, tampoco lo contradecían, y se fueron adaptando a sus consignas. Otro motivo fue el miedo al comunismo por parte de la gran mayoría de alemanes que veían las miserias y carencias de ese pensamiento tal vez justo en su planteamiento, pero del todo absurdo en manos de los humanos. »Así se gestó la Segunda Guerra Mundial, con los resultados que tú ya conoces, y si no hubiera sido otra vez por los americanos, que también tenían miedo y al tiempo envidia de la pujanza de Alemania, la guerra no habría tenido un fin tan previsible. »En cuanto a Rusia, tuvo unos inicios muy diferentes. Recuerda que durante siglos, y quizás en parte influenciado por


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un clima tan poco benigno, el pueblo ruso, humilde y sumiso, estuvo oprimido por sus reyes, llamados zares, que por medio de sus esbirros serviles, actuaron sin piedad con las hambrientas multitudes de mujiks casi esclavas y sin derechos. »Como todos los déspotas, como todas las realezas, mal aconsejados por los que vivían de sus excesos, los zares no se dieron cuenta de que las circunstancias del mundo evolucionaban, hasta que la rápida implantación del nuevo tipo de doctrina comunista, les sorprendió. Toda aquella podredumbre de duques, marqueses, condes, etc. envueltos en su egoísmo, nunca pensaron en el odio que el pueblo les tenía por haberlos hecho sufrir tanto ni le dieron importancia. Así, varios teóricos de la bondad idealizada, no real, se hicieron suyo aquel pueblo humilde e ignorante. »Desgraciadamente, el comunismo teórico, una buena idea en sí misma, en manos de los humanos en lugar de una solución se convirtió en una lacra en grado extremo y, aparte de los muertos provocados por la Segunda Guerra Mundial, los caudillos comunistas, sobre todo Stalin pero también muchos otros, prácticamente solo por motivos partidistas y de rivalidad, ordenaron más ejecuciones que los muertos por la guerra. Tanto que se ha hablado de los campos de concentración alemanes, cosa cierta y triste pero de la que se ha exagerado intencionadamente el número de víctimas, y no ha querido recordar que igual o mayor cantidad de personas fueron castigadas en Rusia también en campos de concentración, los famosos gulags, donde eran aniquilados por sus propios compatriotas. Como ahora las cosas no se pueden ocultar como antes, dentro de unos años la historia pondrá en su sitio a cada nación y a cada dirigente, pero a los muertos nadie los volverá a la vida .


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»Así, muchos otros países, al caer en manos de justicieros comunistas, lo han pasado mal durante décadas, hasta que el engaño está acabando. Siglos antes, un hombre sabio y humilde, Jesús, ya intentó hacer entender que todos los humanos eran iguales, y ya conoces el resultado. La maldad humana aniquila cualquier idea por buena que sea cuando no puede sacar provecho. »No hablemos ya de Japón y otros que tampoco han mostrado más piedad con sus rivales cuando se han sentido superiores. »Como puedes ver, no son los sistemas de uno u otro sentido, sino que una vez más, se pone de manifiesto la maldad innata de los humanos, que no tiene remedio. Mande quien mande, no lo hace por el bien de la humanidad, sino por sus propios intereses, por muchas excusas y razonamientos que dé. »De todos modos, ahora Rusia malvive gracias a las materias primas tan necesarias como el gas o el petróleo y otros que todo el mundo pide, pero en no muchos años, cuando estos productos se agoten o lleguen a su conocimiento sistemas mucho más modernos e inofensivos utilizados en otros planetas, teniendo en cuenta el aumento de la población, el futuro del país no se augura demasiado prometedor. »Déjame también que te diga que en todos los países que en los últimos siglos han depredado los europeos, no se les vislumbra un futuro muy prometedor con su aparente libertad. En primer lugar, son humanos como vosotros, por tanto llevan el daño en su ADN y, en segundo, con los ejemplos que les han dado, la ambición y la maldad son sus sentimientos de dominio con sus propios hermanos. Aunque yo entendía sus razonamientos, me costaba un poco aceptarlos y me estremecía la visión del mundo que tenía aquel extraño pero tan agradable ser. Por ello, le dije:


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—Así, le auguráis al mundo un futuro muy negro y, por lo que entiendo, no demasiado largo. —Sí, es como lo entendemos y como creemos que sucederá, si entre todos no ponéis remedio. Este es uno de los motivos de nuestro para ti tan extraño encuentro. Déjame hacerte algunos comentarios para sacarte el ansia de lo que te acabo de explicar y puedas ver que en el Universo hay bondad y que los atlantes son un ejemplo claro para vosotros. »Los grandes peligros más inmediatos que tenéis próximos son los siguientes: »La superpoblación de la Tierra: Esto suponiendo que a pesar de tan trágicas consecuencias que ha sufrido con tantos conflictos, vuestros sabios dirigentes no promuevan otra guerra, ahora seguramente atómica, para poder hacer más daño, que elimine a millones de habitantes. Si no lo hacen, dentro de unos cien años más, seréis casi quince mil millones de personas. Si vuestro principal sentido de la vida es como hasta ahora el egoísmo y la avaricia, os estáis quedando sin recursos suficientes para mantener más o menos dignamente a tantas bocas hambrientas, ya que los que ejerzan el poder, también cada vez más, querrán acaparar para sacar más provecho. Cuando esto llegue al límite, aunque una inevitable revolución por la tan absoluta miseria mate a muchos millones, los recursos naturales estarán ya tan agotados que difícilmente se podrá volver a una normalidad, y como puedes entender, la situación será cada día más precaria. »Ya no digamos el cambio climático que, con su depredación desmedida vaya creando, ayudará a la aniquilación del planeta. »De todos modos, como ya te he dicho, la gran hecatombe será únicamente para los humanos, el Universo ni lo notará. Tanta importancia que os dais, en medio del infinito no sois más


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que una pequeña mota de polvo sin ninguna incidencia para el total. Como te he dicho, unos pocos de miles de años atrás, desapareció Atlante, y el sistema solar ni lo ha notado. Aquel mundo tan avanzado y justo, ahora no es más que un cinturón de escombros alrededor del Sol, y el universo sigue su curso. »Es bien triste que os deis tanta significación que realmente no tenéis, y que seáis tan egoístas. De otra manera, dosificando con racionalidad vuestros recursos y manteniendo la natalidad en la medida justa soportable para el planeta, podríais disfrutar de un cierto bienestar o, digamos, felicidad. Claro que para eso deberíais cambiar hábitos y pensamientos políticos y religiosos de manera total, como pretendían hacer los atlantes con vosotros, y procurar que todas las personas de la Tierra tuvieran un nivel mínimo de cultura para conocer qué es lo que os conviene y qué es útil para vosotros, en lugar de como ahora, que los mantenéis ignorantes, pero por la gran cantidad y a pesar de las pocas posibilidades que tienen, también ayudan a degradar y exterminar los recursos naturales. Podríamos decir que el egoísmo de los que tienen el poder, será la perdición de todos. »Bien, creo que las lecciones de moral que te queríamos dar para intentar salvar o al menos alargar vuestro porvenir, así como los ejemplos positivos de una raza de tanta desdicha como fueron los atlantes, ya son suficientes, dado que el tiempo de nuestro encuentro se está agotando. Actualmente conoces mejor el mundo en el que vives y sabes muchos porqués que antes no conocías. Dentro de unos años, podrás recodar y hacer públicos estos consejos. »Ahora, antes de despedirnos, quisiera satisfacer algunas de las dudas que puedas tener. ¿Qué me quieres preguntar o qué te interesa saber?


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¿Las visitas? Eran tantas las sensaciones y pensamientos que hervían dentro de mí que me habría pasado horas preguntando, pero había algunas cosas concretas que me hacían mucha ilusión y le dije: —Yo había oído hablar de la Cueva de los Tayos, allá en los Andes, pero había tantas versiones de su origen y tan diferentes unas de otras, que nunca llegué a tomarme muy en serio el tema. Debes tener en cuenta que la historia del padre Crespi ha sido explicada con muchas versiones diferentes, pero todo es muy confuso y nadie sabe qué pasó con los objetos con que le habían obsequiado los indios, ni realmente cómo y de dónde los obtuvieron. Yo, en estos momentos, no sé realmente cuál es mi situación, ni dónde me encuentro, pero ¿podría hacer una visita a la cueva? Pero no en los lugares que los humanos ya conocen sino donde dices que se encuentran las naves voladoras de los atlantes y también la famosa caja de madera de cerezo con la primitiva historia de aquel pueblo tan culto. —Naturalmente, sí que podemos hacer una ligera estancia en el lugar, pero como comprenderás más tarde, nuestra visita será muy especial, como especial es la situación en que tú te encuentras en estos momentos. ¿Querrás hacer alguna otra visita? —Sí, no tengo nada claro lo del cementerio de barcos y aviones en las Bermudas, ya que no puedo entender que una bóveda o vuelta de hierro de muchos kilómetros se pueda mover en ciertos momentos y, por otro lado, aunque entiendo menos que si el problema es la atracción magnética proveniente del centro de la Tierra, la vuelta de hierro no sea atraída hacia el fondo con mucha fuerza. Por ello, me gustaría poderlo comprobar. —Iremos y lo comprobarás. Pero te podría decir que si lo analizas un poco y piensas que es una obra de los atlantes, que


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basaban la mayoría de sus teorías en la atracción y repulsión de las polaridades magnéticas, la gravedad interestelar y otras, presentes en las leyes universales en todo el cosmos, verás que la explicación es bien sencilla. Ellos descubrieron y supieron aprovechar estas fuerzas cósmicas de las que supieron sacar tanto provecho. El que los humanos las desconozcáis no significa que no existan. Igualmente con las ondas magnéticas y eléctricas de las que la naturaleza está saturada y que se aprovechan tan poco. »Cuando los atlantes montaron aquella gigantesca cúpula metálica, eran conscientes de que la atracción, causa del problema, tenía una polaridad, por este motivo dieron la misma polaridad de una intensidad calculada a la cúpula para que provocara repulsión la una a la otra. De no haber sido así, la atracción habría sido tan fuerte que toda la cúpula se hubiera derrumbado atraída por el magnetismo del fondo. De este modo, una cúpula tan grandiosa y de un peso tan enorme, se mantenía a una distancia concreta del suelo, sin necesitar ninguna sustentación; como si flotara. Su enorme peso, era (es) contrarrestado por la repulsión magnética. »Precisamente, cuando el cataclismo sísmico derrumbó la gran isla, fue cuando al quedar la cúpula solo sujeta de un lado, como si fuera con una bisagra, al no tener el problema del peso, quedó flotando a media altura dentro del agua como si de un artefacto de madera o de corcho se tratara, y cuando la corriente del golfo es más fuerte, la empuja, haciéndola cambiar muchos kilómetros de lugar, y es en ese momento cuando deja pasar la atracción magnética que puede arrastrar pequeños barcos o aviones que vuelen a baja altura. Al retornar la corriente a su estado normal, devuelve la cúpula al lugar habitual y el fenómeno deja de actuar.


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»Creo que ha quedado bastante claro. ¿A dónde más te gustaría ir? —También, quisiera visitar la isla de Thira (Santorini) en el Egeo, para ver qué queda bajo las aguas de las herramientas y objetos traídos por los atlantes. »Por último, quisiera ver las ruinas de la Atlántida en el fondo del mar, que me tienen tan fascinado. —Bueno, todo lo que me pides está a mi alcance y te puedo complacer. Dame la mano y empezaremos el viaje. Aquella mano tan suave me volvió a coger y una vez más me sentí empujado o atraído por el firmamento de una manera imposible de describir, pero tan agradable que sería imposible de olvidar. No sé el tiempo que pasó, pero así como en la ida, el espacio y el firmamento se iban haciendo más claros y brillantes, ahora veía que todo se iba oscureciendo, cuando de repente a una distancia muy importante, me pareció ver una bola redonda bastante grande y a su lado, más lejana, otra mucho más pequeña. Ambas brillaban por el reflejo del sol. Mi misterioso acompañante me dijo: —Ante tus ojos tienes la Tierra y, un poco más lejos, su satélite acompañante eterno, la luna. Compruébalo tú mismo, para que puedas tener el recuerdo de una visión tan auténtica y bonita. Si su visión tan placentera se correspondiera con la realidad, estaríais en un paraíso. Desgraciadamente, sus habitantes no hacéis honor a tanta belleza. »Dentro unos segundos, ya estaremos donde quieres ir. »Desde donde la miras ahora, casi no te debes imaginar que esta bola tan pequeña, si la comparas con la parte del Universo que desde aquí puedes ver, mantenga en su superficie, tan gran


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cantidad de pasiones, odios y envidias, que lo convierte en un planeta tan ruin y predestinado a un fin fatal. Yo, extasiado en la visión, no tuve tiempo de responder a nada. Cuando ya me encontré rodeado de nubes y en medio de la espesura, vi ante mí unas monumentales y escarpadas rocas, que nos cerraban el paso. Mi misterioso guía me dijo. —Ahora haremos una visita a este santuario, donde se guardan los recuerdos más sagrados y queridos de toda la historia de un planeta que, como muchos otros miles, ha terminado su recorrido, pero al que tanto debéis los terráqueos aunque lo ignoréis. Bien, tú ya lo conoces un poco y en su momento podrás valerte de todo lo que te he explicado. »Como comprenderás, los lugares que visitaremos no están al alcance de los humanos. Podríamos decir que solo en nuestra situación astral es posible visitarlos. Por donde nosotros entramos, no pasa una persona. Podríamos decir esto que se ha puesto tan de moda de que será una visita virtual. Recordando la historia del padre Crespi de la que había oído tantas versiones distintas, le dije: —Pero si parte de estos recuerdos y tesoros ya se han encontrado, ¿esto quiere decir que alguien o algunos ya han entrado? —Sí, no hace aún cien años que en uno de los muchos movimientos sísmicos que se producen regularmente aquí en los Andes, la mayoría no detectados por los nativos, las monumentales piedras puestas por los atlantes para sellar las entradas a las grandes salas donde habían guardado todos sus tesoros se movieron y dejaron unos pequeños espacios o grietas por donde podían pasar los niños indios. Incluso la expedición del gran Erik von Danïken estuvo a un paso de descubrir esta rendija


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de entrada, pero no tenían los suficientes medios para conseguirlo. Como los jíbaros, desde tiempos inmemoriales, han sido unos grandes consumidores de pájaros tayos, que solo viven por miles en estas cuevas, al entrar con antorchas para deslumbrarlos (tú sabes que son aves nocturnas) y cazarlos, un niño descubrió una de las salas donde, en diferentes cajas, había muchos objetos usados por los atlantes, allá en su lejana patria. También en una de ellas, diferentes figuras y placas de oro recibidas como pago de las grandes obras realizadas en Mesopotamia, y algunos de estos objetos, tales como estatuillas que representan diferente reyes como Senaquerib, Shubiluliuma, Nabucodonosor y otros, como del Indostán. Estas y algunas piezas del primer alfabeto que los atlantes proporcionaron a los sumerios, que eran copias del antiguo alfabeto atlante, son algunas de las que tenía el padre Crespi. Al desaparecer este, personajes muy concretos las guardaron y ahora permanecen en lugar desconocido. Entremos... »Por el lugar que nosotros nos infiltramos ahora, había estado la entrada horizontal de las grandes cuevas. La medida de esta entrada, que en principio no era tan ancha, llegó a los setenta metros cuando los atlantes construyeron sus naves mayores y quisieron guardarlas en este lugar. Mientras me iba explicando, avanzábamos por pequeños espacios que se veía que eran producto del movimiento y desprendimientos de grandiosas piedras previamente cortadas de forma muy fina, podríamos decir que con plomada y nivel. Lo que era digno de ver era la gran cantidad de pájaros tayos agarrados por todos los roquedales y grietas que esperaban que oscureciera para comenzar su búsqueda nocturna de la comida cotidiana. Que nuestra visita no era humana, me lo hacía entender el ver que ninguno de aquellos pájaros parecía darse cuenta de


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nuestra presencia y estaban quietos y tranquilos. Yo recordaba lo que me había contado mi acompañante: que aquellos pájaros se agrupaban todos en aquellas cuevas, porque las radiaciones que desprendían las naves voladoras allí guardadas, hacía tantos siglos, les eran beneficiosas y los animales lo notaban. No lo he visto claro del todo, pero quizás sí que aquellos materiales tenían unas propiedades muy especiales. Después de caminar unos minutos por un camino llano, en un momento cambiamos de dirección y entramos en una nave, yo diría de quizás veinte por veinte metros de lado con una altura de mayor tamaño donde, ante mí, vi diferentes cajas ya medio reventadas por los años, por entre sus aberturas pude ver el espectáculo más maravilloso que nunca hubiera podido imaginar. Soy consciente de que allí dentro debía de estar totalmente oscuro y que una persona viva no habría podido ver todas aquellas maravillas. Había gran cantidad de figuras e imágenes (o ídolos) de a saber qué culturas o religiones, así como placas también metálicas supuestamente de oro, pero muchas también de bronce y otros metales con diferentes grabados y figuras. Algunas esculturas, seguro que de marfil, esculpidas con no demasiada pericia, estaban también en el suelo. Esparcidos por el suelo, se veían diferentes objetos que mostraban claramente que habían sido movidos por manos humanas. Seguramente los furtivos que habían podido entrar y que debían de haber elegido lo que creyeron de mayor valor o lo que ellos supusieron que lo tenía. Cogiéndome de la mano, mi guía me llevó hacia el fondo de la cueva, donde me mostró una caja mucho más grande que las demás, pero que toda ella era ya una verdadera obra de arte, dada la gran cantidad de los bellísimos trabajos en la madera, hechos


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por vaya a saber las manos de qué artista atlante de miles de años atrás. —Aquí tienes, amigo mío, los principales mandamientos éticos de una raza que supo vivir con dignidad, honestidad e inteligencia toda una época, hace miles de años, que solo se terminó como consecuencia de los cataclismos naturales del universo, que tú ya conoces. »En estas otras —me enseñó tres más—, hay guardados los principales conocimientos de toda su historia antigua. Unos los más antiguos, todavía en rudimentarios pergaminos o placas de oro y, los más importantes y numerosos, ya impresos electrónicamente en pequeños cubos de una tecnología que los terráqueos todavía no habéis descubierto. Esto, aún hoy, sería una gran ayuda para vosotros, sobre todo en moral y ética, que tanta falta os hace y, obviamente, tantas instrucciones de tipo técnico. »En aquel rincón, verás una víctima de la ambición. Me acompañó al fondo, donde entre grandes rocas, se veía el cadáver momificado de un indio con un saco lleno de objetos cargado en la espalda, el cual debió morir al no haber podido zafarse de la brecha donde se había metido, o tal vez al haber movido alguna piedra medio caída que, al desplazarse, lo encarceló. —Como ves, ante nosotros tenemos la continuación de las salas hechas por los atlantes, totalmente obstruidas por estas piedras tan enormes y tan bien puestas, pero que los siglos han ido deteriorando. Como lo que queremos ver ahora es lo que queda de las naves voladoras, saldremos fuera y entraremos por el conducto vertical que, en forma de chimenea, baja directamente hasta la gran sala y así verás mejor la magna obra hecha hace tantos siglos atrás.


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Subimos quizás unos ochocientos metros sin ninguna sensación de cansancio, ante nosotros se abría un boquete no muy grande, pero ya muy erosionado y deteriorado por las inclemencias de la naturaleza durante tantos siglos. Se podía ver que aquel agujero había sido construido por manos inteligentes, ya que las paredes y ángulos estaban cortados de manera lineal y bien delimitada. Aparte de pequeños matorrales pegados a los lados, que se habían ido desarrollando con el paso de los siglos, aquel pozo también estaba lleno de aquellos raros pájaros de ojos tan vivos y brillantes y, por lo que dicen los nativos, de tan corta visión. Al llegar al fondo, otra muralla de piedras superpuestas nos habría cerrado el paso si hubiéramos sido personas normales, pero una vez más mi acompañante me cogió de la mano y, en un momento, me encontré dentro de una sala enorme donde, majestuosamente puestas, pude ver aquellas tres naves voladoras una junto a la otra, pero pude notar que allí dentro, los siglos también habían dejado su huella. El aparato de más a la izquierda, tenía sobre sí una enorme piedra caída del techo que le había destrozado parte de su cubierta superior, muy cerca de lo que mi acompañante me había dicho que era la bola gravitatoria. Me llevó hacia el mayor de los aparatos y, a través de una rampa que estaba bajada a saber hacía cuantos siglos, pudimos entrar en el interior de la nave. Como habían pasado miles de años, el interior estaba muy deteriorado y, aparte de polvo y telarañas, el moho y el musgo también crecían en abundancia. Se hacía difícil poder apreciar la cantidad de botones y extraños mandos colocados donde debía de estar el tablero de mandos. También en la parte superior del mostrador, se veía una circunferencia plana que parecía metá-


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lica, que mi acompañante dijo que era donde el piloto de la nave veía el exterior y que, con un mando de los que veíamos, podía acercar o alejar la vista. Después caminamos hacia un lado y, pasando por debajo de lo que me dijo que era el conducto (de forma rectangular) que iba de la bola a uno de los cuatro multiplicadores, se veían unas hileras de una especie de asientos que yo describiría como los de un dentista por la comodidad que sugerían, donde debían caber unas cincuenta personas. —Si cuentas que de espacios como este hay cuatro, verás que este aparato, podía transportar doscientos atlantes o, reduciendo el espacio de asientos, podía transportar la carga correspondiente. »¿Te imaginas, amigo mío, este aparato en sus días de actividad? Ahora casi no se puede apreciar nada, pero en su momento, limpio y lustroso debía de ser una joya contemplarlo. Vuestros aeroplanos actuales, sin duda son la forma más segura de volar que tenéis en la actualidad, sin embargo hay fallos. Vale la pena señalar que ningún aparato atlante se estrelló. Yo le dije: —¿No tendríamos alguna posibilidad de limpiar, aunque fuera una pequeña parte, para comprobar un poco el aspecto real? —No olvides en qué situación has llegado aquí. Solo tu espíritu o inteligencia está; tu cuerpo permanece donde lo dejaste, aparentemente dormido, allí en el desierto de Atacama. Por lo tanto puedes ver y entender, pero no puedes obrar. »Ahora terminaremos el recorrido y luego iremos a visitar tu segundo objetivo. Atravesamos toda la sala y, por medio de unas rendijas, salimos a un pasillo más pequeño donde un atlante debía caminar jus-


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tito, y por una pendiente bastante pronunciada nos sumergimos en el agua unos diez metros. Subiendo en vertical, salimos a la orilla de un pequeño lago que se formaba en medio de una curva de un arroyo que bajaba de las alturas. —Aquí, estimado, se acaba tu primer deseo. Espero que guardes una buena experiencia para el día que necesites recordarlo. —Ahora iremos a las ruinas hundidas de Bermuda, donde podrás ver una gran demostración práctica del uso que hicieron los atlantes de las polarizaciones. Tengo que reconocer que empezaba a encontrarle el gusto a ese tipo de viajes. Me parecía que tan solo habían pasado unos minutos desde que estábamos arriba en los Andes, cuando debajo nuestro pude ver con todo su esplendor la magnificencia del mar Caribe. Yo que estaba tan acostumbrando a ver aquellas islas tan hermosas desde la altura de los aviones, ahora que mi visión era de una distancia difícil de medir y que tampoco conocía si era real o no, mi gozo era absoluto. ¡Qué belleza tan sublime! Al cabo de unos segundos, mi acompañante me dijo: —Ahora nos sumergiremos a una profundidad que nunca ningún humano ha alcanzado y podrás ver de cerca la verdad de la obra de los atlantes aquí en el Caribe. Yo que nunca he sido en mi vida un gran nadador y siempre he tenido aprensión a los lugares de aguas muy profundas, me daba cuenta de que, en un segundo, habíamos alcanzado una profundidad muy grande y era curioso oír a mi guía como me explicaba las cosas igual que si estuviéramos en tierra firme. —Primero, iremos al lugar que tanto te interesa y pasaremos por debajo de la gran cúpula de hierro, para que puedas ver el respeto que da tan magna obra. Tú serás el primer humano que


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habrá visto esta maravilla, o mejor dicho, serás la inteligencia del primer humano que ha tenido este privilegio. Ante nosotros y hasta donde alargaba la vista, se podía ver una cúpula grandiosa, una especie de emparrillado hecho de un hierro brillante que casi deslumbraba la vista. Aunque él me lo había descrito tantas veces, hasta entonces no me di verdadera cuenta de la magnitud de la obra. Aparte de su grandiosidad, causaba verdadero respeto ver que algo de tantas miles de toneladas de peso y de extensión quilométrica, se aguantara de forma tan suave entre dos aguas, solo sujetada por un lado con una especie de enorme bisagra anclada a una de las grandes rocas que hacían de apoyo a lo que había sido la isla antes del cataclismo. Ver flotar y moverse suavemente aquella maravilla, tan enorme y de tanto peso, daba una sensación muy extraña, casi irreal. Avanzamos aún unos kilómetros, cuando delante de mí vi aquel cementerio tan espectacular. Medio cubiertos de barro y algas, se podía más o menos vislumbrar gran cantidad de barquitos, pequeños y no tanto, un barco seguro que de guerra, por los restos de los cañones de ametralladoras, que debía haber sido un guardacostas o algo similar, y también restos de pequeños aviones de diferentes modelos, pero ninguna demasiado importante. Si las algas, raíces y lodos no lo hubieran tapado tanto, se habría podido ver si dentro de los mismos permanecían aún los cadáveres de pilotos y tripulantes. Lo que sí se podía ver era que alguna fuerza muy potente los mantenía pegados al fondo, ya que ni las corrientes marinas hacían moverse ninguno de aquellos aparatos. La atracción magnética terrestre actuaba con toda normalidad. Después, mi guía me cogió de la mano y me dijo:


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—Por último, bajaremos a una sima muy profunda, donde podrás ver una obra arquitectónica entera hecha por los atlantes y que el cataclismo se llevó completa al más fondo del Caribe. En unos momentos, nos encontramos ante un edificio de importantes dimensiones, todo él hecho de piedra, con unas llanuras muy bonitas similares a las de las construcciones griegas. Debía haber sido magnífico, en sus lados se veían como viviendas o casetas más pequeñas. —Como puedes comprobar, y ahí está el mérito del caso, al ser obras tan sólidas y bien hechas, cuando el terremoto submarino derrumbó este trozo de la gran isla, todo el conjunto de roca, donde se habían construido los edificios, se hundió hasta el fondo, sin resquebrajarse, y así se han conservado enteras las edificaciones. Esto es lo que ha creado la leyenda de la ciudad submarina, que nunca existió como tal, pero sí es una obra genuina de la inteligencia de los atlantes. »Y ahora vamos a ir a la isla de Thira, destino de tu tercer deseo, para que puedas ver la tumba donde reposan los últimos atlantes, últimos representantes de una civilización que habían hecho lo mejor para vivir en armonía, pero que para el universo, no eran nada. Date cuenta entonces de que las cosas que pueden parecer importantes, incluida la vida de cada individuo, no son nada frente al infinito. »De todos modos, y para completar lo que te había anunciado del planeta Marte, antes de ir a Thira, para hacer tu última visita, quiero mostrarte una prueba fehaciente de las visitas a la Tierra hechas por los marcianos. Por este motivo, primero iremos cerca de la ciudad de Wyrzysk (en la actual Polonia), que durante años formó parte del imperio Alemán.


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Como siempre, cogiéndome de la mano, me sentí transportado de esa extraña manera y de repente vi que nos acercábamos de nuevo a la Tierra, y dentro los valles de unas montañas cerca de una ciudad que entendí que era la anunciada, nos adentramos en una sima de tal vez sesenta o setenta metros, por donde una persona viva y normal habría pasado muy justo, ya que se veía que durante años o siglos, los derrumbamientos habían ido cerrando el paso que debía haber sido mucho más ancho, y al fondo se veía un extraño artefacto redondo, pero un poco cónico, seguramente metálico, de algún metal raro, muy diferente al hierro, que en cierto modo sería originariamente como un tubo de un diámetro de tal vez dos metros y una longitud de más de veinte, que llevaba muchas otras piezas raras en el interior, pero que parte de ellas estaban esparcidas por el irregular suelo. —Este raro objeto que ves, permanece aquí enterrado desde hace miles de años, quizás te sorprenderá esta afirmación al ver que no está nada oxidado y que parece que la hayan desmontado en parte hace poco tiempo. La explicación es la siguiente: ninguno de los materiales que componen este objeto, que el oxígeno no oxida, ha sido todavía encontrado por los terráqueos, y por tanto, los desconoce. »Este tubo era uno de los tres propulsores de un cohete interplanetario, lo que los marcianos utilizaban para sus viajes de investigación que, como te he explicado, utilizaba hidrógeno para propulsarse y dos gases más, desconocidos en la Tierra, que al mezclarse provocaban la ignición en frío y la propulsión de la nave. En uno de sus viajes a su planeta, y en un accidente nunca producido, uno de los depósitos de los gases quedó obturado y al posarse en el suelo de manera inadecuada uno de los tubos, debido al gran peso del aparato, rompió los enganches de suje-


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ción y se desprendió. Los pilotos de la nave no tenían experiencia en un caso como este, ni tampoco herramientas adecuadas para poder arreglarlo y optaron por esconder el tubo dentro de este sima que entonces, antes de tantas erosiones, era muy ancho, con la esperanza de poder recuperarlo en otro viaje. Forzando todas las palancas de dirección y también forzando los alerones, consiguieron volver al planeta, solo propulsados por dos tubos, pero no sabemos por qué, nunca retornaron aquí. »Por los años 1920, en la ciudad de Wyrzysk, que como sabes había sido alemana, vivía un joven ingeniero muy estudioso e inteligente al que le gustaba ir a la montaña para hacer pequeñas escaladas y explorar cuevas y simas. En una de estas salidas el joven Wernher, que ese era su nombre, descubrió esta cueva donde estamos ahora y con gran sorpresa, encontró este tubo misterioso, que le intrigó fuertemente. Inteligente como era, entendió rápidamente que aquel artefacto estaba allí hacía muchos siglos, y como conocía bien la historia de la técnica en la humanidad, llegó a la conclusión de que ese objeto era de origen ajeno a la Tierra, algo que todavía le interesó más. »Desde aquel día del descubrimiento, el joven lo Wernher tomó como una obsesión y, siempre que podía y a escondidas de todos, bajaba al fondo de la cueva provisto de todo tipo de herramientas, para desmontar y estudiar aquella pieza tan extraña. »Lo primero que le sorprendió fueron los raros materiales que la componían, totalmente ajenos a los que él, como ingeniero tan bien conocía. Si como creía aquel artefacto hacía miles de años que estaba depositado allí dentro, ¿cómo era posible que ninguna de sus piezas estuviera oxidada? Esta y otras preguntas más quedaron sin respuesta, hasta que más tarde entendió que aquellos materiales tenían un origen diferente y no se conocían en la Tierra.


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»A medida que iba desmontando el interior del tubo, más claro veía que aquello había sido un cohete, aunque no sabía cuál era su función. Lo que sí entendió fácilmente era que si los chinos, inventores de la pólvora hacía siglos que disparaban sus cohetes como distracción en sus juegos, alguien de inteligencia muy superior había creado ese objeto y no para jugar. Pero ¿quién, cuándo y dónde? Evidentemente, cuanto más lo estudiaba, menos creía que aquel artilugio tan raro hubiera sido fabricado por los humanos y sí por seres de superior cultura y origen foráneo. »Aquel muchacho, una vez estudiado el tubo pieza por pieza y después de entender muy bien lo que era, guardó celosamente su descubrimiento y los conocimientos que había sacado de él. Tú sabes que en la Segunda Guerra Mundial, la técnica de los cohetes les dio a Alemania ventaja sobre el resto de las otras naciones. Quien lo hizo posible fue Wernher von Braun, el hombre que supo poner en la moderna práctica una idea ya milenaria de los marcianos, que él había encontrado y sabido poner al día. Lo que él no pudo saber nunca era que los marcianos utilizaban mezclas de gases de expansión en frío (de los que tampoco disponía) y tuvo que utilizar combustibles existentes en el planeta. »Y Ahora, ya sí, iremos a tu última visita. De nuevo, me cogió de la mano y como cada vez me sentí transportado de manera irreal pero instantánea. Cuando ya llegábamos, desde las alturas, se podía ver aquella multitud de pequeñas islas en las que la luminosidad del Sol les daba un aspecto maravilloso. Yo, ya imbuido de las explicaciones de mi acompañante, tan negativas para los humanos, me preguntaba cómo era posible que a un planeta de tanta hermosura, le hubiera tocado tener unos habitantes tan malos y negativos.


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En un momento estuvimos sobre una isla de forma extraña, que desde las alturas parecía un caballito de mar tumbado sobre las olas, que parecía querer abrazar a las tres pequeñas islas próximas. Mi guía, señalando hacia la más grande y alejada, me dijo: —Esta pequeña isla que ahora llamáis Therasia, y que antes de la gran explosión formaba parte del total de la isla original de Thira, es la tumba donde están sepultados los últimos cuarenta atlantes de la historia. Cuando la pequeña isla como todas las demás fue invadida por la coalición romana y macedonia, los invasores asustados, al ver la diferencia corporal y ante la pasividad de los atlantes que no sabían defenderse, los asesinaron y fueron arrojados a una sima o pozo natural de la época de la explosión. Ven. En un momento, me encontré inmerso dentro una profunda garganta de piedra, bajamos unos cientos de metros y me encontré ante una gran pila de cadáveres ya destruidos por el paso de los siglos, algunos de los cuales eran de personas normales de la Tierra, pero la mayoría tenían los hombros muy anchos, eran de mayor estatura y prominentes cráneos, lo que indicaba claramente que se trataba de los restos de la raza atlante, tan buena e inteligente como desgraciada. No sé si aquellos esqueletos estaban tan enteros como yo los veía o era mi acompañante quien me dejaba verlos de esta manera. Salí triste y encogido de la visita, y aunque luego bajo el agua del mar pude disfrutar de la visión de las ruinas de las antiguas ciudades derribadas por el seísmo, que se veían tan bonitas, y vi la nave de los atlantes a mucha profundidad, nada ya fue importante. La visión de aquellos esqueletos oscureció todo lo demás. A pesar de mi limitación intelectual me preguntaba cómo podía ser que todas las cosas del universo, miradas desde el infi-


nito, parecieran tan maravillosas, pero que miradas de cerca fueran tan salvajes y tristes. Quizá mi acompañante vio mi estado de ánimo, por lo que me dijo. —Amigo, ahora ya llegamos al final de nuestro tan especial encuentro. Como veo tu tristeza, no vamos a ir a la hundida Atlántida, donde tu amargura aún sería mayor. Prefiero que la recuerdes como yo te la he explicado. Por este motivo, no quiero que te quede un gusto amargo de nuestra última visita y obraré para que olvides inmediatamente este último hecho. Por lo tanto, volvemos al lugar de donde salimos y de allí volverás a tu cuerpo que te espera plácidamente desconectado de tu espíritu en el desierto. De nuevo, me cogió de la mano y, después de atravesar no sé qué espacios interestelares, en breves instantes me encontré en un lugar que ya conocía, allí en medio del infinito, donde una vez más tuve la sensación de estar rodeado de una gran cantidad de seres medio invisibles, pero que yo podía vislumbrar entre aquella blanca luminosidad que lo rodeaba todo. Yo me dejaba llevar, pero sin ningún deseo ni fuerza de hacer más preguntas. Extraña y triste despedida De nuevo, se dirigió a mí y me dijo: —Ahora, de manera inmediata, olvidarás todos estos hechos que has vivido de forma virtual o espiritualmente en mi compañía. Tu vida seguirá su curso y continuarás luchando y sufriendo como está programado en tu destino que no puedo cambiar. Yo quisiera que nuestro encuentro dejara huella inmediata en ti y pudieras sacar algún beneficio. Desgraciadamente,


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esto no es posible, ni yo tengo la potestad de no jugar limpio, ni tú serías la persona humana que eres ahora. Sigue tu camino, sigue luchando y no olvides nunca, dentro de lo posible, las enseñanzas y consejos de tus tan queridos Siddharta y Epicuro, hombres como tú, no dioses, pero de gran bondad y sabiduría. Así, el tránsito terráqueo no se te hará tan pesado. Recuerda que viniste a la vida sin haberlo pedido y que nadie te ha pedido tu opinión. Solo leyes, preceptos y obligaciones humanas te han rodeado. Conténtate pensando que dentro de la tristeza de ser terráqueo, tú no has sido de los peores. Preserva tu fe en la obra bien hecha. Esta fe que te ha permitido seguir luchando y salir de situaciones muy comprometidas. »Nuestro encuentro te habrá servido para conocer otra civilización muy diferente de la vuestra que, a pesar de ser buena y de sentido positivo, ha tenido un fin tan triste. Esto pone de manifiesto que el universo es tan grande y lleno de incógnitas que aún nadie conoce los motivos de su creación, quién lo ha creado y cuál es la finalidad última de tan grande e inconmensurable obra. Por lo tanto, dentro de unos años, ya mayor, cuando lo recuerdes, no te olvides de explicar que ante todas las incógnitas, lo único que pueden hacer los humanos es cambiar la manera de obrar. Que olviden la envidia, la soberbia, el egoísmo y todos estos vicios y defectos, causas de tanta maldad. Que procuren ver cuán poca cosa es el ser humano y cuán corta es su vida. Que si han pasado el tiempo haciendo daño, se den cuenta de que el resultado no será demasiado halagador, quizás aún tengan tiempo para rectificar en algunas cosas. Claro que esto puede ser muy difícil, ya que los que suelen tener el poder, no son ni los más inteligentes ni los que más razonan. Recuerda que los verdaderos héroes, no son ni los grandes líderes, ni los grandes caudillos. Los verda-


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deros héroes —pocos en vuestra ya larga historia— son la gente sencilla que obran mirando por el bien común sin esperar prebendas u honores a cambio. »¿Te ha quedado claro que, en el sistema solar, la gente de la Tierra ha sido la más mala y la que más dolor ha causado sin conseguir ningún resultado compensatorio? Sería bueno poder hacer otro viaje como este, pero a otros planetas de otras galaxias, donde podrías ver muchos seres muy parecidos a vosotros, pero con una actuación totalmente distinta. Desgraciadamente, ahora no nos es posible y tengo que dejarte. Es mi obligación, mi destino, y el tuyo. »Tardarás años en recordar; pero cuando llegue el momento, volverás a ver y sentir, como si lo estuvieras viviendo de nuevo, todos estos hechos a mi lado. Cuando esto suceda, procura dejar memoria para que alguien pueda sacar provecho de esta tan singular experiencia, solo al alcance de unos pocos. No sufras por cómo escribirlo. No eres ningún literato, ni es lo que esperamos de ti. Sé únicamente un notario que deje claro y dé fe de los hechos que, por fantásticos que parezcan, no dejan de ser reales dentro de su irrealidad. Las cosas, cuanto más claras y sencillas, más bien pueden hacer y llegar a más personas. Si lo haces, si consigues que alguno de tus vecinos de este mundo mejore en algo, ya habrás cumplido. Mientras me hablaba, yo sentía que su mano iba dejando de apretar la mía y veía que su cara, tan radiante todo el tiempo, se ponía como triste, y me parecía ver que se iba difuminando y quedando borrosa como si ya estuviera lejos de mi lado. Quien de pronto se puso triste fui yo. La lejanía de aquel ser indefinido y misterioso, me dejaba huérfano y desvalido, en medio de la nada.


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Al ver que aquel momento era el fin de una situación tan singular como magnífica, quise hablarle: —Espera, no me dejes todavía. No me ha quedado nada claro quién eres tú. A él, yo ya no lo veía, pero como si una voz lejana todavía me hablara, me pareció oír que me decía: —¿No lo entiendes? Piensa que puede haber la posibilidad de que nada de lo que has vivido sea real. Que puede ser que todo el diálogo se haya desarrollado entre tú y tu subconsciente, como si fuera la fermentación de tantas ideas. Olvida todo. Vuelve a tu estado normal, un día ya recuperarás esta experiencia y sentimiento, pero incluso en ese momento no tendrás la certeza de nada. Este es el destino de los humanos. Aquella luz sobrenatural, se fue apagando y, de repente, noté que yo empezaba a moverme a velocidad vertiginosa en caída constante hasta quedar inerte sobre la arena. Una desazón y una tristeza infinita se apoderaron de mí, y quedé inerte y sin ningún pensamiento. De pronto me pareció como si alguien soplara mi cara y estar viendo a un desconocido que me miraba con una sonrisa irónica... FIN




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