Acciรณn Socialista Libertaria
Algunas palabras Somos un grupo de compañeros/as que hemos tenido, desde distintos lugares, tiempos y compromisos, un camino de militancia confluyente. Algunos/as compartiendo la experiencia de la militancia territorial junto a trabajadoras/es desocupadas/os y vecinas/os de barrios fuertemente castigados por la desigualdad y explotación social, cultural y económica. Otras/os, hemos compartido la experiencia de haber construido y aportado a la organización política libertaria en los ´90 y los años 2000, en plena consolidación del neoliberalismo y sus consecuencias. También hay compañeras/os que han tenido y desarrollan una participación en la organización y lucha sindical, tanto en sectores privados como estatales. Asimismo hay compañeras/os que tienen militancia en espacios de género y en el ámbito de los DDHH; y también las/os hay provenientes de la militancia estudiantil y universitaria. Es decir, somos un grupo de trabajadoras/es que nos reunimos en tanto entendemos la necesidad de organización y lucha de la clase trabajadora contra el capital y el patriarcado, y sus sistemas de opresión y explotación. Estos últimos 4 años hemos compartido un proceso común de formación y lectura de la coyuntura argentina. Este nos significó una tarea no exenta de dificultades y desalientos, pero que los enmarcamos en las dificultades propias que, junto al conjunto de los trabajadores/as, vivimos cuando nos enfrentamos al desafío de construir un espacio de reflexión, discusión y acción común tendiente a transformar nuestras condiciones de vida. Desde el aspecto organizativo, la confluencia de tiempos, las disponibilidades y posibilidades de asistencia por razones laborales, familiares, o de estudio; hasta la elaboración teórica y la tarea de formación que requiere el análisis de la realidad. Todos son factores que no podemos eludir, por nuestras propias condiciones de vida, pero que sin embargo los hemos ido enfrentando con insistencia y con la certeza de que la militancia y la transformación social no se realiza por héroes, ni por voluntarismos, ni por sacrificios desgarradores. Por el contrario, nuestra historia está marcada por la lucha y la organización de hombres y mujeres trabajadores/as que se han levantado contra la explotación de sus trabajos, la opresión
de sus casas, la miseria de sus barrios, y han confluido junto a su clase en huelgas, revueltas, rebeliones, comunas, piquetes, asambleas, revoluciones. Trabajadores/as reales con sus posibilidades y sus limitaciones, pero también con la valentía de la insumisión y la conciencia de clase, que permite levantar la cabeza y ver que la organización de la clase trabajadora y la lucha por su liberación es el único camino para construir una vida digna. No estamos, ni nos sentimos, por fuera de esas condiciones de clase, y desde ella nos organizamos y construimos. Como grupo pensamos que ya es momento de definir más concretamente la herramienta de organización política que queremos construir para aportar, junto con las demás organizaciones que ya llevan un camino recorrido, a la organización y lucha de los trabajadores. Valoramos la construcción y experiencia de muchos de nuestros compañeros/as de clase que han decidido conformarse en organización política y aportan ideas, fuerza, iniciativas, y lecturas de la realidad que sin duda han posibilitado la resistencia política y reivindicativa de los/as trabajadores/as y el pueblo. Al mismo tiempo, consideramos una debilidad el hecho de que muchas veces no se logre la confluencia de estas organizaciones, ya sea por vicios de vanguardismo, por la rigidez táctica considerada como la única correcta, por anteponer la tradición de la ortodoxia teórica por sobre la estrategia y la táctica que los/as trabajadores/as hoy debemos construir, etc. No queremos contribuir a esa fragmentación, sino más bien, poder aportar a la confluencia de iniciativas de carácter transformadoras, anticapitalistas, antipatriarcales, antiautoritarias y de orientación revolucionaria.
Hijos/as del Pueblo Nuestro proceso de lecturas y de intentar formarnos y aprender; nuestras experiencias de luchas políticas y reivindicativas; nuestro caminar en común con otras experiencias ideológicas y las reflexiones que nos damos en torno a estos factores nos llevan a definirnos como parte de una cultura político-ideológica que abreva en el socialismo libertario, en las experiencias de organización política y social de los y las anarquistas en nuestro país, la región y el mundo, recogiendo sin mecanicismos la etiqueta “anarquista” sino, por el contrario, descubriendo que muchas de las experiencias de organización y de lucha que la clase trabajadora se fue dando se acercan a estas concepciones, aún sin catalogarse. Reivindicamos aquello de libertario y antiautoritario; aquello de anticapitalista y antipatriarcal; aquello de rebelión y de futuro en muchos de los combates que nuestra clase se fue dando a lo largo de su historia. Nos sentimos Hijos/as del Pueblo y de la Clase Obrera. De aquellos/as que forjaron las grandes luchas por organizar los primeros sindicatos en nuestro país, los/as que lucharon en la Semana Trágica del 19 y en la Patagonia en el bienio 20-21. Los/as que construyeron los grandes sindicatos en los años 30 en medio de huelgas salvajes; los/as que salieron en los años 50 a defender lo conquistado con Resistencia, huelgas, ocupaciones de fábricas, sabotajes y caños. Los/as que recuperaron sindicatos y los hicieron clasistas en los 60 y 70; los/as que resistieron luchando a cuerpo desnudo, con las armas en la mano, clandestinos/as y/o pacientemente a la Triple A y a la dictadura genocida del 76. Los/as que tomaron tierras para vivir o para trabajar en los 80. Los/as que resistieron las privatizaciones en los 90 y se organizaron y cortaron rutas hacia
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fines de esa década. Los/as que hicieron estallar en pedazos los centros urbanos en las Jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y proclamaron que la Asamblea y la movilización nos mantendría despiertos/as y alertas. Los/as que recuperaron las fábricas bajo gestión obrera ante una patronal vaciadora y parásita. Los/as que se levantan todas las mañanas a laburar y resisten despidos, suspensiones, arbitrariedades resistiendo u organizándosefrontal o silenciosamente. Nos sentimos hermanos/as y compañeros/as de todos/as los/as caídos/as en la lucha popular; de los/as 1500 obreros/as de la Patagonia Rebelde; de los/as 30.000 compañero/as detenidos-desaparecidos; de los/as asesinado/as en “democracia”: de Aníbal Verón y Teresa Rodríguez; de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki; de Carlos Fuentealba y Mariano Ferreyra; de Sergio Terenzi y Petete Almirón.
Ni autoproclamatoria ni exclusivista pero urgente: la necesidad de construir una referencia socialista, antipatriarcal y libertaria. El 2001 abrió las puertas a nuevas camadas de militantes, de luchadores/as, de protagonistas sociales. El grito desgarrador y firme de Que Se Vayan Todos!!! fue desdibujándose y silenciándose entre las propias limitaciones de las fuerzas de intención revolucionaria, la imposibilidad de construir un cuerpo social sólido y radical y el rápido rencauzamiento institucional. Pero a partir de esos combates y esas decepciones nos encontramos con una semilla libertaria plantada en las luchas sociales que aún no se pudo extirpar: el corte de ruta y la acción directa; la asamblea en la fábrica o en la calle y la práctica consciente o inconscientemente de rudimentos de democracia directa; la urgencia de la militancia social y de base y los intentos de pensar política y estratégicamente sus medios y fines. Hoy un canto de sirena electoralista envuelve a muchas de las tendencias y agrupaciones políticas con las que compartimos la calle y los sueños en ese momento. La “seriedad”, la “confianza de las masas en el Estado y sus instituciones”, la “crisis de crecimiento”, el “salir del basismo y ocupar la escena política” se vuelven autojustificaciones para decir lo que se pretende ocultar: una clara subestimación de la capacidad de autoorganización de nuestra clase y el pueblo y la elección de atajos de visibilidad. No es que “no entendamos la política” ni que seamos “economicistas”; ni que nos recluyamos “en torres de marfil a la espera de un vendaval revolucionario”. Pensamos que hay que construir una clase y un pueblo conscientes de su misión histórica de liberarse del yugo capitalista, estatal, patriarcal y autoritario. Y esa construcción es paciente y a largo plazo; y que los atajos o la superficialidad de consignas o slogans lavados confunden más que divulgan. Es decir, a largo plazo no significa decir nunca; ni la táctica o acompañar los procesos políticos de nuestra clase deben convertirse en atajos reformistas. Existen infinidad de compañeros/as que luchan en sus lugares de trabajo, barrios y centros de estudios con estas mismas inquietudes y que no están organizados/as políticamente. Y
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existe la necesidad de debatir claramente y sin medias tintas con ellos/as la necesidad de construir una referencia socialista, libertaria y antipatriarcal para que confluyan nuestros esfuerzos y convicciones. Sin sectarismos ni ansias de protagonismo, sin reproducir lógicas burocráticas y la desviación de la organización política como reducto impoluto donde ninguna desviación pueda cometerse. Estamos convencidos/as de que la Organización Política de los/as libertarios/as se forja en medio de la lucha y de la acción, pero tenemos la certeza que debemos reflexionar, formarnos, planificar, coordinar y construir con miles de compañeros/as de otras corrientes, con aquellos/as que resisten y se organizan por fuera de la institucionalidad burguesa y la lógica de aparato partidario. El germen macartista, sectario y gorila debemos desterrarlo de nuestros repertorios; es un aprendizaje que estamos haciendo. Existe, entonces, la necesidad de construir una referencia política libertaria que ponga en primer plano nuestro núcleo de acero: la autoorganización y autoactividad de nuestra clase; la democracia y la acción directa; la construcción de Poder Popular; la lucha contra cualquier opresión; el clasismo; la solidaridad internacionalista; la lucha extraparlamentaria; la finalidad socialista libertaria; y la voluntad de unidad para ello, incluso en la diferencia. A esta construcción política de intención y orientación revolucionaria queremos aportar desde nuestro humilde lugar en la trinchera que nos toque ocupar y con los grupos y compañeros/as libertarios/as que vean esta necesidad. Y esta corriente libertaria la vemos como parte de un todo mayor, a construir: una tendencia de intención revolucionaria con compañeros/as de otras corrientes político-ideológicas organizados/as. No pretendemos ser “la” corriente o “la” organización anarquista, sino que aspiramos a aportar una humilde y solidaria herramienta en dicha dirección. No será un camino fácil ni exento de errores o traspiés. No tenemos ni apostamos a tener la verdad revelada, sino humildemente ofrecemos debatir la situación de nuestra clase y sus estrategias; la construcción política y su programa; la planificación y el estudio; nuestras prácticas militantes y nuestras herramientas. En eso estamos y acá estamos hermano/a y compañero/a.
Por la construcción de una organización política de lo/as libertario/as Por la liberación de nuestra clase Por el Socialismo Libertario ¡¡¡Arriba lo/as que luchan!!!
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Hacia una re-conceptualización del estado, por una estrategia libertaria
antiestatal y extraparlamentaria
Estamos convencidos de que la forma para lograr nuestros objetivos es organizándonos; emprendiendo una historia que nos contenga dentro de las acciones, las ideas y la metamorfosis del mañana. Creemos necesario el ejercicio de hacer los intentos por aproximarnos a una definición de Estado, desde nuestras definiciones libertarias, que sirvan como un boceto, aunque primario, para empezar a problematizar, complejizar y orientar nuestras prácticas y acciones. Sin ánimos de clausurar el debate, sino al contrario, y entendiendo el carácter dinámico de todas las construcciones e intercambios colectivos, nos proponemos compartir algunas líneas en relación a nuestras experiencias y trayectorias, y a nuestro compromiso con la realidad que nos rodea, duele e incómoda. Somos quienes cuestionamos todo aquello que se nos aparece como única verdad, y lo hacemos para recrear nuestro conocimiento y nuestras prácticas, de manera conjunta y creativa. Creemos siempre necesario pensar y volver a pensar las estrategias de cambios, que nos permitan transformar desde abajo nuestro mundo y dibujar los nuevos horizontes posibles.
Primeros pasos. ¿Por qué debatir el Estado desde el anarquismo? El anarquismo del siglo XXI se debe una actualización teórica y conceptual que le permita ponerse a la altura de su historia y de lo que el desarrollo de la lucha de clases requiere. El rechazo de esta tendencia a revisar sus propias concepciones, y en consecuencia seguir repitiendo eslóganes pasados de moda, sería no solo una actitud caprichosa e inmadura sino también un lamentable síntoma de conservadurismo. Dar pasos hacia una necesaria renovación conceptual implica cuestionar las visiones, o bien ortodoxas, o bien que no dan cuenta de las transformaciones profundas del capitalismo en las últimas décadas. En este sentido, como parte importante y fundamental de una izquierda de intención revolucionaria vemos la necesidad de cuestionar y revisar 5
críticamente las concepciones reduccionistas y limitadas que tanto desde el anarquismo como del marxismo se han tenido acerca del Estado. El presente escrito es resultado de un debate colectivo que mantuvimos algunas decenas de militantes libertarios desde fines del año 2011. Demás estaría decir que no pretendemos que este documento sea en sí mismo una verdadera y absoluta actualización teórica: consideramos nosotros y nosotras, que éste es apenas un primer paso en ese sentido, tan importante en su contenido como en su voluntad por estimular el debate crítico sobre lo que tanto el anarquismo como el marxismo parecieron considerar temas saldados de una vez y para siempre. Asumimos, en estos tiempos, que la complejidad del Estado capitalista no puede ni debe ser reducida a las consignas y slogans anarquistas que claman por su desaparición lisa y llana; ni siquiera a los planteos político-filosóficos que Bakunin expuso en su Dios y el Estado. De allí que entendemos la necesidad de servirnos de autores clásicos que escribieron desde el marxismo o desde el concejismo, para ser actualizado con un pensamiento surgido desde las producciones libertarias recientes y la sistematización de nuestras acciones concretas cotidianas en la lucha contra el capitalismo. En relación a esto este planteo, el Estado es un ejemplo emblemático. El anarquismo, consolidado como ideología y como corriente revolucionaria en la segunda mitad del siglo XIX, tuvo frente de sí en sus orígenes un único modelo estatal que podríamos denominar Estado gendarme: un Estado cuyo único vínculo con la clase trabajadora y las amplias capas populares era bien el disciplinamiento de la fuerza de trabajo o la represión abierta. Sin abandonar tal consideración de raíz, es necesario reconocer que desde hace un siglo, lo que denominamos “el Estado”, es mucho más que el monopolio de la violencia. El Estado moderno, como institución cuyo desarrollo histórico es el del propio sistema capitalista, sufrió importantes transformaciones a partir de las primeras décadas del siglo XX. El anarquismo opuso mayoritariamente ante esta temática una serie de planteos caracterizados por la negación lisa y llana de todos los aspectos y variaciones de lo estatal; y el rechazo del Estado en abstracto, del que se exige –o se combate por- una desaparición repentina e inmediata y proponiendo en sustitución de éste un modelo revolucionario, el cuál no contemplaba ninguna transición entre la sociedad capitalista y estatal y el comunismo libertario. Por estas razones consideramos que los discursos que se derivan de éstas líneas conceptuales van perdiendo capacidad –o quedan directamente incapacitadas-, de interpelar y integrar a la lucha de una clase trabajadora que durante ciertos períodos fue reconocida e integrada a través del Estado y sus políticas a la democracia burguesa. Por otro lado el marxismo, fue abordando la problemática del Estado desde distintos puntos de vista y, en sus expresiones más ortodoxas, cayó siempre en el error de caracterizar lo estatal como una estructura neutra, o como una herramienta que cada clase podría utilizar según sus intereses, subestimando, como mínimo, los condicionamientos de toda una construcción histórica que incluyó varios siglos.
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Aproximación a una definición de Estado Consideramos al Estado como una realidad compleja y dinámica, que escapa a cualquier intento de definición acabada y de manual. De nuestras lecturas y debates concluimos que si bien no podemos dar una definición cerrada, intentaremos elaborar una aproximación que opere como potente insumo para nuestras intervenciones en la práctica política cotidiana. Nuestra concepción parte de la idea principal que el Estado como tal, siempre implica una relación social de dominación, una jerarquización y es por esto que no concebimos que el objetivo para conformar una sociedad sin privilegios, sin explotadores ni explotados, sea a través de la conformación de un “Estado proletario”, el cual se transformaría –de un momento de la historia a otro- en el Estado de la clase trabajadora dirigente; es decir que partimos alejándonos de la idea de “tomar” el Estado –la toma del poder-, no sólo por su inviabilidad de ser tomado -¿cómo se tomarían objetivamente relaciones sociales de dominación? Sino también por el carácter opresivo que le dio lugar a su promoción fundante. Históricamente la burguesía construyó el Estado bajo la idea de una “cosa” que está por encima de las relaciones de dominación de clase, es decir como un ente neutro que cumpliría la función de arbitrar entre los diferentes conflictos, amortiguando las contradicciones entre capital-trabajo. Es así que en base a esta concepción sirve de fomento para ir creando la idea de identidad nacional, de patriotismo, del “Estado somos todos”, simbología estatal que va pretendiendo –siempre con gran consenso- instalar la conciliación de clases. Entendemos también que el Estado responde a los intereses y necesidades de las fracciones de la burguesía que están en disputa por la conducción de un modelo de desarrollo del capital, entonces disputan el aparato de gobierno formal o los espacios de influencia e intervenciones, en todos los cuales, con mayor o menos conflicto acuerdan ser garantes del capital. El Estado así, con todos sus componentes y las relaciones de poder que lo atraviesan, se conforma como un espacio organizador de las disputas de la burguesía por el capital, que se libran dentro de un marco “aceptable por éste” pero que nunca pondrá en peligro su existencia. De esto se desprende como obviedad que lo que llamamos “el Gobierno1” –la gestión del Estado- debe diferenciarse del Estado. Lo que se desprende de esta distinción, sin embargo, es que el Gobierno es parte necesaria del Estado y no viceversa. No podemos entenderlos como esferas o relaciones diferenciadas sino que están en permanente relación dialéctica. Al ser el Estado el garante de la contradicción capital-trabajo, el gobierno sería la ejecución de esa conducción hegemónica –aunque no siempre univoca- de “cómo” garantizarla. Decimos que no siempre es unívoca ya que se ponen en disputa qué modelos de desarrollo, de acumulación se promoverá o impondrá a partir de qué facción de la burguesía conduzca el modelo de desarrollo capitalista. De la misma forma como se confunde Estado con gobierno del Estado, también es corriente reducir el Gobierno a los sujetos quienes ocupan los espacios formales de decisiones de la gestión, quienes además son puestos a “la refrenda popular”. Aquí es necesario aclarar dos cosas, por un lado que esa refrenda o elección, siempre actúa como una legitimación masiva, de una elección anteriormente hecha por la burguesía o un sector de ella que disputa con 7
otro, y por otro lado que quienes ocuparán esos espacios actuarán como representación de los intereses de quienes llevan adelante un modelo de desarrollo del capital –nacional, transnacional o internacional-. Cuando hacemos mención al gobierno, entonces no solo debemos mencionar los espacios “formales donde se gestiona el estado y su reproducción” -poder ejecutivo, legislativo, judicial-, sino entenderlo como un entramado de poder, intereses, representantes e influencias donde intervienen diferentes actores, esferas y grupos de poder, que tensionan y disputan la conducción y la hegemonía del Estado aunque no logren conducir el aparato de gobierno. Es un tejido donde las luchas por el poder -tanto simbólico como económico- intervienen en cada ámbito y espacio de toma de decisiones. Dicha conducción se constituye y reproduce generando hegemonía a través del consenso y la coerción en mayor o menor medida según el momento y la necesidad. También es necesario dimensionar al Estado y su dirección por parte del Gobierno y las dimensiones que influencian ésta, en su disposición espacial y territorial. Teniendo en cuenta que la dirección del Estado irá adhiriendo –o enfrentándose dentro de las tensiones posibles- siempre a una fase local/ regional de un proceso más general/global del desarrollo de acumulación capitalista, un Estado actúa en los límites de un territorio concreto, poniendo todas las agencias del Estado al servicio de intereses particulares. Esto nos permite identificar de manera más micro cómo el Estado construye hegemonía y resguarda esos intereses particulares en todos y cada uno de los territorios, mediante sus aparatos de poder legítimos o ilegítimos –como ser los gobiernos locales, las policías provinciales, los entramados mafiosos de política y poder, etc; y de manera macro qué espacio ocupa Argentina a nivel geopolítico regional, o que fracción de la burguesía está hegemonizando el gobierno Estatal actual, así como su relación con los sectores imperialistas. Entonces, por su claro carácter ideológico y de clase, el Estado tiene –y sostiene- no solamente, el monopolio del uso la violencia legítima, sino también el monopolio legítimo de la toma de decisiones; esta última idea es promovida por y mediante el Estado constituyendo el consenso social necesario para negar la posibilidad del uso individual o colectivo del debate y las decisiones sobre cualquier tema –de menor o vital importancia- haciendo desaparecer la democracia directa como posibilidad de forma de organización social. Es decir que, el consenso y la legitimación de la existencia del Estado se construye y reproduce a partir de la delegación social, masiva y personal a un grupo determinado reducido y “especializado” de personas, desligandonos así de la posibilidad de la participación social, la toma de decisiones, la determinación de gobernar lo social, político, cultural y económico. También, y apoyándonos en el carácter disciplinador del Estado, las políticas o acciones que se practiquen estarán dirigidas a accionar preventivamente frente a los sectores que podrían desequilibrar el sistema o poner en duda la legitimidad de su poder; es por eso que se dan concesiones o ciertas “garantías”, para así cambiar algo para que nada cambie y se siga manteniendo el orden y control social-económico. No se puede gobernar desde el aparato coercitivo, desde el aparato represivo totalmente; salvo cuando el grado de conciencia y organización de clase es muy elevado y cohesionado, y puede poner en riesgo ese poder legítimo del Estado y su conducción.
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En los períodos dictatoriales, la intervención económica es más clara, y no es a través del consenso si no de la coerción en su gran medida, esa implementación y su intervención. Ejemplo claro de esto ha sido en Latinoamérica la implantación del neoliberalismo, y de la hegemonía financiera como modelo de acumulación de capital que comienza con las dictaduras al clamor de las grandes rebeliones populares.
El Estado como una relación social, histórica y de clase Para profundizar nuestra concepción de Estado, nos interesa continuar ahondando y complejizando algunos aspectos respecto a cómo el Estado garantiza la reproducción de la organización de la sociedad capitalista. Entendemos que el Estado en tanto garante de la reproducción de la relación social capitalista, debe garantizar la existencia de los dos polos que componen esta relación desigual y de explotación, es decir: el capital y el trabajo. De aquí que el Estado cumplirá un rol central en la reproducción de la clase trabajadora y en garantizar la provisión adecuada de fuerza de trabajo que requiere. El Capitalismo y sus Estados terminaron de sentar sus cimientos cuando sometieron las bases materiales de la subsistencia humana al juego de la oferta y la demanda. El Estado se estructura a la vez que una economía de Mercado donde fundamentalmente la tierra, el trabajo o fuerza de trabajo, los cuerpos y el dinero se ofrecen como mercancía. Es decir el Estado Nación moderno estructura y organiza una economía de Mercado, generando entonces una sociedad de Mercado: una sociedad inserta en estructuras económicas que no se rigen por las necesidades colectivas y sociales sino por precios, donde la libertad de comercio está por sobre las libertades sociales de las personas. Es decir ahoga reduciendo la economía al Capital. Este sistema Estatal se globaliza a partir de la gran transformación que sufrió el mundo entre el siglo XV y XVII mercantilizando la tierra y la mano de obra (bajo la lógica de Precios). Distintos movimientos conservadores y reactivos (que no querían avanzar al capitalismo y preferían un sistema feudal u otros) fueron derrocados como símbolo de la aceptación definitiva de que el comercio y la mercantilización es la tarea fundamental del Estado y la condición para una paz internacional duradera y capitalista. Ya no se ocupará cada fracción de la Burguesía por separado, lo harán todos juntos, es decir lo harán confluyendo en el Estado. En el sistema capitalista el trabajador debería –queda obligado a- resolver una serie de necesidades cambiando su salario por mercancías insertado así en la sociedad de mercado y consumo. Los trabajos no están determinados por una estructura de empleo basada en las necesidades sociales, sino que están determinados por un Mercado de Trabajo donde los precios mueven las reglas. La fuerza de trabajo se constituye en una mercancía más y tiene un precio que se expresa en el ´salario´ así como la tierra tiene un precio que es la ´renta´ y el dinero un precio llamado ´interés´. Estas cuestiones resultan fetiche, ya que ni la tierra ni el humano (ni sus modos de intercambio) fueron creados como mercancías en si. Esa ficción debe ser sostenida por el Estado. La influencia del Estado en Mercantilizar (regular la necesidad de vender nuestra fuerza de trabajo para acceder a equis cosa) o Desmercantilizar (poder acceder a esta equis cosa sin vender la fuerza de trabajo) tiene un carácter social e histórico, y depende de los requerimientos del capital y del nivel de confrontación 9
de la lucha social y política. De acuerdo a la relación de fuerzas, los trabajadores y trabajadoras podremos desarrollar reivindicaciones a nivel del salario haciendo reclamos hacia la patronal. Pero también tendremos reivindicaciones hacia el Estado, en términos del reconocimiento social directo de aquellas necesidades disociadas del salario. Esto dará aparición a un sistema público de mantención de la fuerza de trabajo (políticas públicas) que se materializa en transferencias monetarias (en forma de subsidios) o en el suministro directo de valores de uso y de equipamientos colectivos (escuelas, hospitales, viviendas, transporte público). A su vez por medio de las políticas sociales el Estado garantizará condiciones mínimas para la reproducción de aquellas y aquellos trabajadores que no logremos vender la fuerza de trabajo, por lo que no podemos obtener los medios de vida bajo la forma del salario. Frente a la presión de la lucha de clases y a fin de garantizar el orden capitalista el Estado ante ciertas condiciones puede verse obligado a incorporar mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora con el fin de terminar con el conflicto abierto o ante momentos más regresivos y adversos puede privatizar/mercantilizar. Las intervenciones del Estado en relación al Mercado, es decir su capacidad de Mercantilizar/Desmercantilizar adquiere ciertas características dependiendo del proceso de las luchas sociales. Por este motivo nos alejamos de aquellas visiones que consideran que ante modelos con mayor énfasis (Neo)Liberal existirá una ausencia del Estado o un “Estado mínimo”, donde solo se abocó a cumplir la función de gendarme ante la protesta social. Pensamos que uno de los momentos donde más intervención y actividad tuvo el Estado fue, justamente, durante las décadas en que se dieron las privatizaciones, la modificación nada menos que de la Constitución Nacional, el desmonte rápido y efectivo de las características que aún subsistían del “estado benefactor”, la batería de medidas de flexibilización laboral, etc. Todas estas nos hablan de una dinámica de ofensiva del Estado; no pudiéndose hablar jamás de un “Estado ausente”.
Esto último es lo que resulta más dificultoso de desentrañar para las fuerzas revolucionarias, ya que se trata de la construcción de estrategias de dominación silenciosas o que son percibidas por el conjunto social como las garantes del orden social y la convivencia entre las clases. Consenso y coerción se dan simultáneamente, se complementan y se vivencian como lógicas contrapuestas. Como señalamos más arriba lo complejo del carácter del Estado es la puesta en práctica de sus políticas de consenso. Resulta menos difícil denunciar el carácter represivo o coercitivo de un Estado que las estrategias de construcción de políticas culturales basadas en los valores individualistas y explotadores propias del capitalismo, la educación como herramienta de constitución de sujetos maleables, la políticas aplicadas para la regulación de los géneros y las sexualidades, la consolidación de la ideología burguesa para el sostén del entramado social. La construcción de consenso por parte del Estado no es únicamente resultado o respuesta a las demandas y luchas de nuestra clase. Muchas veces es desde el Estado donde se generan condiciones para la “integración y participación” de nuestra clase y la consolidación de un sentido común que sobrevuela como legitimo por sobre las diferencias en la estructura de la sociedad capitalista. Ejemplo de esto es la consolidación de la democracia burguesa, la configuración de una identidad “nacional”, la idea de “pueblo”, entre otras formas de constitución de un sentido compartido entre las clases que tiene anclaje en cosas concretas (la lengua, la cultura, la historia, la religión, el consumo, etc.) y que sin necesidad de operar mediante la fuerza es adoptado por el conjunto como dado e incuestionable.
Consenso y coerción Si bien se utiliza la noción de Estado Capitalista y Estado Moderno indistintamente, cada una tiene connotaciones diferentes. El Estado Moderno es el referente y garante de la idea liberal de igualdad, de ciudadanos libres, que conforman una comunidad política (la Nación). A su vez, el Estado Capitalista es la superestructura de dominación de una sociedad divida en clases. De este modo, el Estado sostiene simultáneamente la idea de igualdad y libertad, y la dependencia y la desigualdad. Esta contradicción es constitutiva, y abre el problema de la legitimidad al tener que hacer compatible la Igualdad formal y la desigualdad estructural que constituye a la sociedad capitalista. En este sentido, el Estado encierra en sí el monopolio de la violencia; para completar el disciplinamiento y orden capitalista, genera y reprime a un enemigo interno, reprime o disciplina a todo sujeto organizada/o que luche, reprime y desaparece impunemente a los sectores más vulnerables y empobrecidos; y a su vez opera como mecanismo de Mercado, es por ejemplo parte y cómplice de las redes de trata, de prostitución y de narcotráfico, etc. A su vez produce, entonces cuenta con medios de dominación sutiles, simbólicos, legitimados como naturalizados.
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Una perspectiva
libertaria para la construcción de poder popular
En las últimas tres décadas, la estrategia de construcción de Poder Popular ha sido un tema de discusión común y recurrente en muchas organizaciones sociales y políticas, sobre todo en las de tradición y perspectiva no trostkista y/o leninista clásica. Consideramos sumamente necesario encarar este debate de manera frontal, teniendo en cuenta que tenemos un amplio y largo camino recorrido por recorrer en conjunto con muchas de las concepciones que se encarnan en diferentes experiencias de nuestra clase y los sectores populares. Al mismo tiempo, es necesario aclarar que la intención por aunar esfuerzos y entendimientos no debe impedirnos señalar las discrepancias y los sanos debates sobre tácticas y finalidades. Algunas de esas divergencias podrían leerse como demasiado finalistas y a larguísimo plazo, lo que dificultaría los acuerdos y las tareas en común en el corto y mediano plazo; pero creemos que es deber y papel necesario de la militancia con perspectiva revolucionaria, sentar hoy, una posición con argumentos sostenidos en las experiencias y las prácticas de estas últimas décadas.
Notas para el debate: hacia una estrategia de construcción libertaria Enmarcado en el capitalismo, entendemos el “poder” como una relación de fuerza desigual entre trabajadoras/es y la clase dominante (conformada por la burguesía y el Estado) que conlleva a una relación de dominación y opresión. Sin embargo, toda relación desigual de poder, así entendida, trae aparejada una resistencia, una lucha, mínimamente por sobrevivir, por eso las/os oprimidas/os no somos sujetos pasivos e inertes de la acción dominante. Como tampoco creemos que necesariamente toda acción de resistencia lo sea en sentido contrahegemónico. Podrá haber resistencia a un poder dominante, ya sea ignorándolo o rebelándose, aceptándolo consciente o inconscientemente. Por esto coincidimos en que el poder popular se construye lenta y pacientemente y que no viene determinado fatalmente por la misma explotación1. Y al mismo tiempo, no podemos concebir la construcción de éste como un objetivo atemporal que se construye linealmente y sin contradicciones. 12
Primeramente acordamos que nuestra concepción de estrategia de construcción de Poder Popular discrepa: - tanto de la concepción leninista de la toma del poder, encabezada y mediada por una vanguardia dirigente (El Partido Revolucionario). Al mismo tiempo creemos es necesario diferenciar ésta de las expresiones organizativas que las/os trabajadoras/es se dan en determinado momento histórico (un ejemplo claro de esto son los Soviets); - como de las ideas que abonan a la concepción de la “huida del Poder” o del “anti poder”, enmarcadas en teorías que sobredimensionan las concepciones multitudinarias (en contraposición a la clase trabajadora) y casi la anulación de una orientación o perspectiva revolucionaria, ya que en última instancia se niega la necesidad de darse una estrategia para con el poder dominante o como mencionamos, las relaciones desiguales de fuerzas que ejerce la clase dominante. Sostenemos que tanto el asalto al poder como la huida del Poder del Estado nos aleja de objetivos transformadores profundos y contundentes, donde el eje articulador y el protagonismo excluyente necesariamente debe estar puesto en la autoactividad de las masas y de las formas organizativas que nos vayamos dando hacia la consolidación. A riesgo de esquematizar pero con intenciones de tomar posicionamiento, pensamos que los conceptos de toma de poder y de huida del poder son dos desviaciones tanto elitistas como reformistas. Elitista en el primer caso porque, en última instancia, se desconfía de la capacidad política de la clase trabajadora y de los sectores populares para darse una estrategia de poder que no las deje inmersas en la bruma de un exceso de dirigentismo. En el segundo caso reformista, porque al “huir del poder” se evita una lucha frontal y material contra el capitalismo, el patriarcado y el Estado; abandonando espacios de disputa y aletargando la conciencia de clase.
Acerca de los sujetos y las acciones La concepción de construcción de Poder Popular suele estar más familiarizada con la militancia territorial: la/el vecina/o, la/el joven desocupada/o o precarizada/o, el/la trabajador/a con changas; las experiencias de organización popular en torno a reivindicaciones de salud, educación o vivienda; los métodos de organización y lucha como la asamblea barrial, el corte de ruta, la toma de terrenos o el trabajo cooperativo y comunitario. En la última etapa de nuestra historia, el trabajo que vienen realizando los movimientos sociales es un claro ejemplo. Se da por hecho que la conceptualización de poder popular sería de más fácil aprehensión para el activismo y los actores que allí se mueven y no tendría la misma facilidad de identificación en el campo del movimiento obrero y sindical. Si bien la historia de las luchas obreras en Argentina está enmarcada dentro del clasismo, no consideramos que estas dos concepciones –territorial y sindical-, sean contradictorias o que se deba prescindir de una estrategia de Poder Popular en el ámbito obrero y sindical. Una estrategia de Poder Popular debe encontrar en las/os trabajadoras/es en todas sus dimensiones y ámbitos, sus más consecuentes protagonistas.
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La disputa que se da contra la patronal y las legislaciones antiobreras en la fábrica, la oficina o el taller generan, de la misma manera, contradicciones y resistencias. La disputa por los tiempos de trabajo, por la reducción de la jornada laboral, por mejores condiciones de trabajo (salud, seguridad, contratación, etc) debemos también entenderla como gérmenes de una disputa antagónica entre la clase trabajadora y la burguesía, por lo tanto como una estrategia de construcción de poder. Esas luchas nodales nos acercan mucho más que las disputas salariales (por ser un ejemplo claro y común reivindicativo) a una experiencia de construcción de poder popular en los lugares de trabajo. Desde posiciones clasistas se viene sosteniendo –y sostenemos- que es la clase trabajadora organizada, la que tiene mayores posibilidades de dar una lucha más profunda y finalista que otros sectores populares: por la función que cumplen en las relaciones de producción del capitalismo, por la potencialidad de constituirse como una clase para sí con intereses antagónicos con la burguesía y sus sistemas de dominación y por poder enfrentar en un mismo haz a la llamada “santísima trinidad”, encarnada en el Estado, la burocracia sindical y la patronal. Sin embargo, sabemos que clase trabajadora no es de por sí homogénea ni está a salvo de fuertes condicionamientos y contradicciones, al estar mediada por el racismo, las etnias, los nacionalismos, el machismo, etc. Por lo tanto se disputan otros fuertes intereses y no todos los sectores de la clase trabajadora están en igualdad de condiciones para el ejercicio, por ejemplo de la democracia directa o de una igualdad real de género.2 Por esto, consideramos imprescindible, que en este momento de acumulación de experiencias, prácticas y disputas culturales-ideológicas en la construcción de Poder Popular, debemos hacernos de las herramientas de unificación de nuestra clase y del total de sus particularidades.
Acerca de los medios y los fines: entre el populismo, el reformismo, los entretenimientos pobreristas y la finalidad libertaria en la construcción de Poder Popular. A lo largo del tiempo, distintas corrientes se apropiaron de esta consigna “construir poder popular” y la ambigüedad del término fue llenado con políticas en las que no nos sentimos representadas/os. Creemos que en sí mismo, la intención y los planteos de construir poder popular no definen una política de liberación integral ni una finalidad revolucionaria. Es un desafío para el activismo libertario de este presente histórico, crear una estrategia que nos contenga y sirva de puente entre la práctica cotidiana de los lugares de base y una alternativa política propia e independiente de las/os trabajadoras/es organizadas/os. Dentro de aquellos sectores de los cuales nos diferenciamos, ubicamos a la militancia que desde el populismo y la co-existencia/conciliación de clases militan en ámbitos barriales, estudiantiles y sindicales. Por supuesto que dentro de ellos no ubicamos a los punteros del PJ, ni de ninguno de los armados aparatos partidarios (PRO, UCR, etc), sino de organizaciones sociales y políticas que se identifican y acumulan desde variantes del peronismo y del nacionalismo revolucionario.
ubican en la oposición, aún con una lejana finalidad de Justicia Social y la promoción del “poder popular”, con sus prácticas dirigentistas, legalistas, caudillistas (en algunos casos) y de armonización de clases, terminan agobiando y atrofiando mucho más de lo que promueven una real autoorganización de las masas y su independencia de clase. Otro sector histórico que sostiene el discurso del “poder popular” es aquel compuesto por variantes y derivaciones del PC por un lado, y los sectores del reformismo como la CTA o el PCR-CCC. Con una finalidad evidentemente más transformadora, consideramos que se encuentran atados a una especie de etapismo mecánico que les hace encontrar aliados circunstanciales en la pequeña burguesía urbana y rural, del empresariado “nacional” y de las variantes nacionales/nacionalistas y populares. Más de un siglo de experiencia como corriente en nuestro país y en diferentes países de Latinoamérica nos demuestran que de esas “circunstancias” hacen virtud y se consolidan como un freno a los sectores más radicales y antisistema en nombre de la madurez y la “ciencia marxista” o según el caso, las encíclicas cristianas. Dentro de este universo también se puede ubicar a sectores de la denominada “nueva izquierda” que han participado en elecciones locales burguesas y que han sido sus aliados. Un ejemplo de “trabajo territorial” amplía esta concepción: si bien en el ámbito barrial, prácticas como el apoyo escolar o un merendero son tareas necesarias a desarrollar, queda en evidencia el uso de las/os niñas/os como un anclaje oportunista para llegar (tanto política como electoralmente) a sus madres/padres o vecinas/os, más que a una profunda revisión de los métodos de aprendizaje y conocimientos. Este “trabajo territorial” también parece sumar como anclaje discursivo en la discusión por acumulación política en lo que se denomina la “nueva izquierda”. Dentro de lo que llamamos “experimentos pobreristas” encontramos a sectores también de la nueva izquierda y del anarquismo que descreen o no tienen posibilidad de militar, insertarse en ámbitos de trabajadores organizados sindicalmente. Consideran que el movimiento obrero está perdido, carcomido por un reformismo claudicante y enmarañado con su dirigencia mayoritaria burocrática. No hay (para ellas/os) posibilidad de dar la pelea allí y depositan toda su militancia y expectativa en el ámbito territorial-barrial. Lo mismo que decíamos antes y como muchas veces sucede, del defecto se hace virtud y posicionan a los sectores más empobrecidos de nuestra clase como el único sujeto de cambio revolucionario. Dentro de estas experiencias podemos considerar a las cooperativas autogestionadas, cuando son tomadas concretamente como un medio y un fin en sí mismo; una anticipación de los modos de producción e intercambio socialistas. Para nosotras/os, el debate sobre una estrategia de construcción de Poder Popular termina poniendo en primer plano entre las diferentes corrientes, la vieja cuestión de los medios y los fines. La lectura y análisis que podamos producir nos darán las coordenadas generales de construcción y la finalidad revolucionaria nos imbricará en determinadas tácticas de lucha que no pueden ni deben contradecirse con ésta misma. ¿Cómo planteamos o pensamos un Poder Popular con intenciones revolucionarias desde éste presente histórico que en sus medios transformadores no agote la finalidad por el cambio social?
Cuando estos espacios son gobiernos (o apoyan gobiernos) aprovechan y cuentan con amplios recursos del Estado, haciendo las veces de poleas de transmisión de las “políticas sociales” de los gobiernos nacionales y provinciales, convirtiéndose en administradores de la pobreza y el gueto. Aquellos que se 14
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Una estrategia de Poder Popular con intenciones revolucionarias y los momentos para su construcción y ejercicio. No podemos considerar que la construcción de Poder Popular tenga las mismas características y tácticas en cualquier momento de su desarrollo, ni que sea idéntica en diferentes contextos y ni siquiera que no guarde relación con los niveles de conciencia y de acumulación de experiencia organizativa que los sectores obreros y populares vayan adquiriendo. Vemos necesario generar una propuesta, un lineamiento general que permita aproximarnos a definiciones, y que habilite a encarar un debate con otros espacios militantes de perspectiva revolucionaria. A riesgo de pecar de esquemáticas/os, vemos útil considerar una estrategia que contemple cuatro momentos diferentes de desarrollo o avance de esas fuerzas populares en la relación desigual (burguesía y trabajadoras/es) y de aquello que hemos definido como Poder popular. Queremos remarcar que estos momentos no son ni lineales ni estancos, ni necesariamente se concatenan uno tras el otro3; pero nos sirven como referencia para el desarrollo de nuestras lecturas y prácticas políticas. Una tensión a resolver y que contempla esta propuesta, es la generada entre los momentos históricos y los espacios geográficos en su relación con el desarrollo de las fuerzas antagónicas que hacen a la construcción de poder popular, para que permitan su avance y desarrollo con una clara perspectiva revolucionaria. Por un lado, nos es útil pensar la diferencia entre construcción y ejercicio del poder popular. Por el otro, esto nos permite no confundir ni descontextualizar las pequeñas victorias o avances en determinados períodos y/o en determinados territorios, que correspondan a una efectiva maduración del proceso de organización de la clase trabajadora, con posibilidad real de accionar políticamente y de forma independiente a nivel regional o en un vasto territorio.
Hacia el rearme Consideramos que el momento histórico actual encuentra entre sus principales tareas la de generar niveles de conciencia de clase y de sus intereses, evidenciando que hay dos clases enemigas que disputan intereses antagónicos desde lo material, lo simbólico y lo ideológico. Una instancia de rearme organizativo y político de nuestra clase, donde no podemos hablar estrictamente de construcción u órganos de Poder Popular, pero que es un momento imprescindible para su apuntalamiento. ¿Desde dónde nos organizamos? Desde órganos que el sistema ha creado o tolera, que conviven y son reconocidos por el Estado: sindicatos, organizaciones sociales territoriales, centros de estudiantes, agrupamientos reivindicativos diversos, etcétera. Son instancias de armonización entre el capital y el trabajo; organismos más o menos controlados y/o legalizados desde la institucionalidad burguesa. Pero que son considerados por la clase trabajadora y los sectores populares como lugares de defensa y de organización; siendo una experiencia que debemos transitar acompañando el proceso de conciencia de nuestra clase y crear los cimientos que permitan generar una identidad propia.
Rompiendo el corporativismo En un segundo momento, esos órganos del sistema de conciliación de clases que el Estado y la burguesía están dispuestos a tolerar (la mayor parte a regañadientes), deben ser ganados para los intereses de nuestra clase para empezar a disputarlo desde lo material y lo simbólico. Nuestra tarea deberá ser ayudar a crear las condiciones objetivas y subjetivas para que como clase trabajadora comencemos a desembarazarnos de la telaraña burocrática y burguesa del Estado. Lentamente comienzan a quedar obsoletas las organizaciones gremiales corporativas (sindicatos, organizaciones de desocupadas/os, centros de estudiantes) y se debe impulsar instancias de organización y de combate de masas que los rebasen: comités de lucha, coordinadoras de gremios, etc. Instancias que tomen tareas de superar lo corporativo, experimentando nuevas y liberadoras prácticas sociales de producción, de defensa de lo conquistado. Verdaderos experimentos sociales donde la democracia directa, la igualdad de participación entre hombres y mujeres, la radicalidad y el protagonismo de las masas empiecen a soldar una nueva subjetividad, aun dentro de los marcos del capitalismo e, incluso, en el marco de gobiernos progresistas o reformistas. Existe en esta instancia tanto una disputa objetiva como subjetiva, en lo que se puede considerar un empate hegemónico que no termina de resolverse dentro de los marcos del capitalismo. Ejemplos históricos de esto son las Coordinadoras de Gremios en Lucha del ´75; los Cordones Industriales y las JAP o los Comandos Comunales en el Chile del ´72/´73; los Consejos de Fábricas turineses durante los años 20; los Comité de Defensa Confederal (de la CNT-FAI) en la España prerrevolucionaria de los años 20 y 30.
Anticipando la sociedad que queremos En el tercer momento, esos experimentos de Poder Popular empiezan a prefigurar ostensiblemente y sostenidamente la sociedad que queremos. Hasta el momento anterior se comparte en general las definiciones y tareas con otras tendencias y corrientes. En este momento comienza la defensa de esos “experimentos”, básicamente la defensa armada ya que el capitalismo, el Estado y el patriarcado no van a querer ceder sus privilegios. Estamos hablando de una clase dura con conciencia pre revolucionaria; con destacamentos políticos influyentes y ampliamente insertos en las organizaciones de masas; y donde las relaciones de poder y de jerarquías se hacen añicos bajo la presión de las masas rebeladas y movilizadas. La burguesía dará la pelea y nosotros (como clase y corriente política) tenemos que defender esas conquistas, ya no hablando de órganos del sistema sino órganos creados por las/os trabajadoras/es. Experiencias como el Comité de Milicias Antifascistas, las empresas y campos colectivizadas, las Juntas de Defensa o las Milicias Populares basadas en los sindicatos en la España del 36/39; los Comités de Defensa de la Revolución en la Cuba del ´59 o su semejante sandinista en el ´79 e incluso, viniendo mas aquí las Comunidades Autónomas Zapatistas son un ejemplo, de una construcción de poder popular que se hace ejercicio.
Desde una perspectiva revolucionaria sostenemos que cada una de nuestras prácticas cotidianas y actuales debe generar el germen de aquellas que imaginamos en cada uno de los siguientes momentos. 16
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Superación y ejercicio de poder popular Ya en el cuarto momento tenemos el desafío de pensarlo como libertarias/os, en el que la relación de fuerzas contra la clase dominante está claramente a nuestro favor, aunque sosteniéndose la disputa. Aquí es donde se hace sumamente necesaria una ofensiva de la clase para superar este proceso de acumulación de poder, y superar los “viejos” dispositivos que sostenían el poder de la clase burguesa, como ser el Estado. Planteamos nuevamente la necesidad de deber tener en cuenta en qué planos geográficos estamos pensando este proceso, entonces no habrá “un cuarto momento” sino “muchos cuartos momentos”, como experiencias que se van a replicar en distintos espacios geográficos. En cada proceso se tienen que ir construyendo las condiciones propias y específicas, que vienen condicionadas por rasgos y estructuras culturales e históricas -como pueden ser las mismas construcciones nacionales-, y que deben utilizarse para ir construyendo conciencia a niveles regionales, para que en un momento de avance, haya una semilla para poder pasar naturalmente a un momento revolucionario no “exportado”. Dado el desarrollo de sus fuerzas, históricamente la clase trabajadora ha ido generando órganos que responden a las necesidades del momento, en estos se sentarían las bases de la autoorganización de una nueva sociedad, y del ejercicio del poder popular. La clase trabajadora en este momento habrá encontrado los métodos de organización que le irán permitiendo sostener las condiciones a favor de sus intereses, con la libertad, la democracia, la igualdad de género y la no jerarquización de la estructura social como valores determinantes, y avanzar con el trabajo de solidaridad y cooperación con otros espacios geográficos que estén transitando otros momentos históricos. Aquí el trabajo de las y los libertarios tendrá su misión en evitar desviaciones que no respondan a estos valores fundamentales de esa nueva sociedad (como puede ser el dirigentismo, burocratización), que si bien el mismo desarrollo de tiempo y fuerzas ha ido eliminando es posible suponer que pueden permanecer latentes o de manea efectiva; al mismo tiempo que seguir combatiendo la contraofensiva de los resabios capitalistas que suponemos seguirá resistiendo por larguísimo tiempo en el total del globo.
Hacemos la aclaración que de aquí en más, ésta será la definición que utilicemos de poder popular y se irá desarrollando desde diferentes enfoques en los próximos apartados.
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En la España Revolucionaria del `36 las trabajadoras ocupaban un lugar desigual de participación ya que la CNT decidía desde los sindicatos las necesidades de la población, y eran minoría en los sectores ocupados. En ese contexto nace Mujeres Libres que llegó a agrupar a 20.000 trabajadoras.
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Podemos considerar un momento histórico de desarrollo de fuerzas que convive con otro momento sin definirse éste en un momento determinado.
Una opinión libertaria acerca de la táctica electoral En el actual contexto Latinoamericano la cuestión electoral vuelve a ponerse como un punto a debatir y a pensar. En apenas un par de años este eje va a atravesar (si es que ya no lo está haciendo) a todas las organizaciones de Sudamérica de tradición extraparlamentaria e, incluso, libertaria. Va a ser una de esas discusiones “históricas” también a la interna del anarquismo. Esos debates que tensan relaciones, que espantan a los sectarios, que dividen aguas (positivamente o no) o que generan malos entendidos pero que vivifican el ejercicio de pensar, de la crítica constructiva y del posicionamiento de nuestra corriente ideológica adaptado a los tiempos en que nos toca luchar. Hace tiempo que las/os libertarias/os dejamos de estar encerradas/os en torres de marfil, en pontificar desde nuestra trinchera solitaria un idealismo humanista y abstracto. Desde mediados de los 90, nuestra corriente fue creciendo en organización, experiencias, definiciones, tácticas. Hicimos carne la extrema necesidad de construir poder y organización desde las propias experiencias sindicales, estudiantiles, culturales, piqueteras, feministas, territoriales, de DDHH desde el seno del pueblo trabajador; y donde los/as libertarias/os jugamos un rol, desarrollando nuestras prácticas y propuestas. Organizarnos en y desde nuestra clase fue y es el axioma, pero eso no dice demasiado si no ponemos en primer plano algunos aspectos centrales de nuestras propuestas: promover la autoorganización, la conciencia de clase y de género; radicalizar las luchas mientras aprendemos de la experiencia de la clase trabajadora, desde un sentido libertario, clasista y antipatriarcal. Sin embargo, entendemos que nos queda un largo camino por recorrer en la construcción de una herramienta política libertaria, con incidencia en lo social, que nos permita constantemente debatir y dialogar con otras corrientes. En los casos en que desarrollamos experiencias más o menos importantes, influyentes y que sale de la marginalidad, nos encontramos al mismo tiempo con una piedra que ya no queremos mover abstractamente: la cuestión de la construcción de Poder; la acumulación en términos políticos y el salir de la lógica de las luchas parciales. Y allí, equivocadamente o no, la cuestión electoral burguesa es un elemento que se nos presenta constantemente. Nos hemos preguntado (¡y nos han preguntado hasta el cansancio!), que si participamos de elecciones en centros de estudiantes, sindicatos o juntas barriales ¿cuál sería entonces la contradicción en participar de las elecciones burguesas? Y nosotras/os, nos hemos preguntado a la vez ¿será para acumular una experiencia, para aprovechar un momento particularmente sensible en la predisposición del pueblo trabajador para el debate político, para extender propagandísticamente nuestras propuestas?
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Primero: los organismos sindicales, estudiantiles o barriales los entendemos claramente como herramientas de defensa y organización de nuestra clase y de los sectores populares. Hoy 19
muchos de ellos han sido cooptados, asimilados y muchas veces utilizados como instancias de armonización de la contradicción capital-trabajo de la burguesía, aun cuando la clase los sienta como propios, tanto como una barrera para los atropellos patronales y del Capital, como una forma de organización para sus luchas. Si bien son órganos reconocidos y, dentro de cierto margen, tolerados por el Estado, no debemos olvidar que su origen se encuentra en los esfuerzos y conquistas de las/os trabajadoras/es a lo largo de la historia de la lucha de clases. Hoy, nosotras/os acompañamos (y debemos acompañar) esta experiencia. Claro que críticamente e intentando generalizar y extender lo que de semilla socialista y libertaria contenga. Podemos llegar a ganar un Cuerpo de Delegados/as o un Sindicato electoralmente, pero sabemos que no será utilizando las herramientas que nos presentan; que lo haremos desde posiciones de lucha y organización desde abajo, como expresión última de un proceso particularmente movilizante y participativo desde las bases; y que la acción y democracia directa jugarán un rol fundamental en su constitución. En América Latina las dictaduras, las democracias tuteladas, los fraudes, el reparto del poder político entre las diversas fracciones de la burguesía han sido la moneda corriente y el corazón del capitalismo. ¿Pensamos que hemos superado esa experiencia? ¿Pensamos que los sectores de vanguardia del campo popular encuentran al parlamento burgués o al poder ejecutivo como el lugar donde se resuelven sus problemas? Humildemente creemos que no. El actual nivel de desarrollo de la conciencia revolucionaria de nuestra clase todavía debe agotar su experiencia en la democracia burguesa, debe superarla. Y la superará si en ese proceso no abonamos falsas soluciones“tácticas”.
La participación extraelectoral y el temor al aislamiento político Existe un temor que nos aqueja a las fuerzas extraparlamentarias de intención revolucionaria (y particularmente a los/as libertarios/as) en tiempos de campañas electorales y es cuando los sectores populares participan y, de algún modo, se movilizan dentro de ese marco. ¿Existe la posibilidad de quedar aislados/as si no participamos institucionalmente en el proceso electoral? ¿Cómo podemos acumular políticamente las luchas y construir un programa clasista, feminista y libertario desde la trinchera extraparlamentaria? Cuando hablamos de acumulación ¿no estamos olvidando la acumulación PARA o DE la clase y no (solamente) para una corriente o partido específico? ¿Hoy, es posible aliarse con otras expresiones organizativas desde el marco del clasismo y feminismo teniendo un discurso que realmente interpele al conjunto de las/os trabajadoras/es y que supere en términos de propuestas y prácticas las opciones “lavadas” pero también las “cuadradas”? Existen antecedentes en las filas libertarias de la participación, en determinadas coyunturas electorales y que se decidieron desde el calor y desarrollo de los acontecimientos; creemos no deben estas experiencias ser descontextualizadas. En la España prerrevolucionaria de 1936 las elecciones llevaron al gobierno al Frente Popular, una unidad de centroizquierda y sectores obreros y revolucionarios, con un programa de reformas parciales. La CNT, de inspiración y dirección anarquista, que nucleaba a cerca de 2.000.000 de afiliados, por primera vez en su historia no llamó al boicot a las elecciones y dejó en libertad de acción a sus bases. 30.000 presos políticos 20
a liberar y la caracterización de que el enemigo principal estaba en la coalición de derecha que se enfrentaba al Frente Popular fueron parte de los motivos. En esa coyuntura las/os anarquistas participaron extra institucionalmente en el proceso electoral y fueron determinantes en el resultado final. ¿Quedaron aislados de las masas al no sumarse al Frente Popular? Más bien salieron fortalecidos y fueron la vanguardia revolucionaria post 19 de julio cuando el golpe fascista quebró la experiencia revolucionaria más profunda desde una óptica socialista y libertaria. Luego, en medio de la guerra y la revolución, la dirección de la CNT-FAI decidió tácticamente participar con tres ministros del Gobierno Republicano central y de la misma manera en infinidades de gobiernos locales y regionales. Es decir, en un mismo proceso se implementaron dos tácticas diferentes cuando fueron necesarias; y nunca se abandonó la lucha en las calles, la toma de fábricas y campos, en fin: nunca se dejó de lado la política propiamente revolucionaria. En el Uruguay de 1971 se constituyó el Frente Amplio, una extensísima coalición de izquierda y centroizquierda donde todas las tendencias participaron orgánicamente, o dando su “apoyo crítico”, como lo hizo el MLN Tupamaros. Los anarquistas de la FAU y su tendencia de referencia, la ROE (Resistencia Obrera-Estudiantil), no formaron parte del Frente; se los acusó de infantilistas, de segregarse y hacerle el juego a la derecha. Luego de las elecciones del 72 (una de las más fraudulentas de la historia en Uruguay) comenzó la represión al campo popular y sus organizaciones revolucionarias. La ROE creció exponencialmente, articulando en su seno a los sectores combativos desilusionados con la experiencia del FA y de la vía electoral. El MLN fue desarticulado por la represión en el 72. La FAU-ROE y la OPR33 (la parte armada) sobrevivieron actuando y militando varios años más, fortalecidos/as políticamente y recibiendo en su seno a desprendimientos de otras organizaciones. Estos dos casos (resumidísimos por no poder extendernos y sin el objetivo de sentar una posición definitiva de nuestra parte) nos demuestran que ante determinada coyuntura objetiva debemos aplicar determinadas respuestas objetivas. Y un dato crucial a tener en cuenta: la fortaleza con la que llegamos a esa instancia. La acumulación de experiencias, luchas y organización y la influencia que tengamos nos dará una pauta de nuestra participación (y de qué manera) pero sabiendo que el cuello de botella o la “crisis de crecimiento o de acumulación” no la solucionaremos participando electoralmente.
La experiencia electoral de la izquierda en Argentina a partir de la implementación de las PASO Si bien somos una organización naciente nos es necesario hacer una lectura sobre la participación electoral de la izquierda partidaria en Argentina. Esta caracterización suma elementos al debate electoral pero también intenta aportar a la construcción de una herramienta extraparlamentaria que abogue en la tarea de construcción por fuera de lo institucional y desde las organizaciones de la clase trabajadora. Por un lado se encuentra la participación electoral por parte de organizaciones políticas y sociales con las que nuestra militancia ha recorrido un largo camino común, llamadas de la “nueva izquierda” o “izquierda independiente o popular”. Una parte de ellas están haciendo su experiencia desde las legislativas del 2013, como Marea Popular; para luego conformar junto a
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otros sectores el espacio Patria Grande, obteniendo alrededor del 2% del padrón a nivel local, en el mejor de los casos. Sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, han participado con un “lavado de cara” profundo, con planteos a lo sumo socialdemócratas y reformistas y llevando varias veces como principal candidato a Claudio Lozano, un anticuado referente de centroizquierda. Y aquí está el otro debate. Encajonados detrás de un figurón de centroizquierda y con un programa de tibias reformas, estos sectores de “la nueva izquierda”... ¿qué acumularán? Nosotras/os vemos que en términos históricos de clase, no lograrán más que generar confusionismo, división y falsas expectativas en leves reformas. Como dato podemos decir que en términos de acumulación social, una semana después de las elecciones primarias del 2013 esta fuerza política (todavía llamada Marea Popular) perdió las elecciones en 4 centros de estudiantes universitarios (su gran fuerza hasta ese momento), algunos a favor del trotskismo y otros de sectores peronistas. En un contexto de 12 años de conducción política kirchnerista, donde los sectores populares trabajosamente ya están agotando su experiencia allí, la participación de fuerzas de “nueva izquierda” en las elecciones burguesas nos trae bastantes enseñanzas. El oportunismo de (la “nueva”) izquierda llamada “madurez” política de “lo nuevo” y hecha lista electoral, da mucho que pensar en participar electoralmente cuando no existe una acumulación de base social y política que sea referencia para amplios sectores del pueblo y de la clase. Cuando no existen las condiciones materiales y objetivas de poder canalizar electoralmente una propuesta de lucha, un programa determinado o una “propuesta de país”; lo más común será caer en el oportunismo político. Esa es la principal crítica que le hacemos a los/as compañeros/as de Patria Grande y, en general, a los debates que se están dando en la NI. Las críticas de estos últimos a “las viejas prácticas de la izquierda tradicional”, al “sectarismo trosco”, el supuesto “no llegar a los/as trabajadores/as”, etcétera, hacen agua cuando en vez de esforzarnos por construir herramientas políticas de masas que acumulen en términos históricos y estratégicos la experiencia social que desarrollamos durante los últimos 20 años, se intenta encontrar en el atajo electoral la panacea desde donde intervenir políticamente. Y, con la fe de los conversos, se propone el lanzamiento a ella intentando “no ser cuadrados”, “ni sectarios”; y el no ser cuadrados lo traducimos a lavar nuestras propuestas y ser poco menos o igual que unas/os kirchneristas críticas/os. Pensamos que una referencia de intención revolucionaria solo podría construirse desde una crítica integral al kirchnerismo y no solamente criticando su accionar, como si el error del kirchnerismo fuera de aplicación y no un problema de forma en definitiva. Y el ser antisectarias/os nos da pie para aliarnos a la vieja centroizquierda “consecuente”; y el “llegar a las masas” nos hace utilizar un discurso y lenguaje publicitario, de slogan, donde los colores o “lo distinto” pudiera convencer a votarnos, ya que de las propuestas socialistas o revolucionarias hablamos poco y nada. Y acá nace la segunda crítica en la que nos queremos detener: los sectores de izquierda se autoadjudican la dirección política de la clase trabajadora, subestimando su capacidad autoorganizativa. La interpelación a la pequeña burguesía, a la clase media progresista supuestamente desencantada con el kirchnerismo está más que claro y es consecuente. En una opción electoral como esta, cuyo corazón es la militancia universitaria y cuyo contenido en una serie de reformas
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centroizquierdistas, tienen más sentido estas interpelaciones. Y así los caracterizamos: como una fuerza de centroizquierda pequeño-burguesa (las experiencias frustradas con la Syriza griega y en el Estado español con Podemos reafirman).A su vez, observamos que sectores con discursos de horizontalismo toman decisiones como direcciones políticas sin generar orgánicas a su interior democráticas, de formación, de debate, intercambio y cohesión. Menos aún en el debate de un Programa. El otro gran sector de izquierda que viene participando en el proceso electoral desde hace años es el FIT (de composición trotskista), que obtuvo casi 1 millón y medio de votos a nivel nacional en las legislativas del 2013 y alrededor de 700 mil votos en las últimas PASO (2015). Le reconocíamos al frente electoral trotskista mayor consecuencia con sus planteos históricos: la presentación en las elecciones burguesas para masificar sus propuestas, la posibilidad cierta de conseguir algunas/os diputadas/os de izquierda en el parlamento, la consolidación (aunque mas no sea en términos de “opinión pública”), de consolidar al FIT como la principal referencia de izquierda a nivel nacional, etc. En este contexto, decíamos hace poco que algunas/os libertarias/os clasistas nos identificábamos más con el Programa del FIT que con los ejemplos arriba mencionados. Nos parecía más lógico que los sectores que decidían participar con “un pie en las instituciones” debían sumarse a la experiencia del FIT más que construir una nueva “cooperativa electoral”. Pero un nuevo capítulo se abrió en las PASO 2015. Los sectores de la “izquierda independiente” que no participaron de la conformación de Patria Grande, y que hasta días antes de las elecciones del 2013 hablaban de “lo nuevo de la política” y de la “madurez de dar el salto político” en construir un espacio electoral propio, se maravillaron con los números del FIT en las legislativas del 2013 y comenzaron a pedir que se les haga un espacio en las listas para “sus” candidatos. Esa es la triste realidad: ni debatir el programa ni buscar nuevos métodos de participación en términos de agitación y propaganda, simplemente se negoció lugares en las listas. La negativa del PTS a que ingresen estos sectores al FIT hizo que el PO e IS les cedan espacio “no expectables” en sus listas para las elecciones en CABA. En ese contexto se formaliza la interna del FIT y la disputa en las PASO por primera vez de dos listas. Una encabezada por el PTS y CS (la Lista 1 - Renovar y Fortalecer) y otra por el PO, IS y las incorporaciones de Pueblo en Marcha2, el PSTU y la CRCR (la Lista 2 – Unidad), poniéndose en evidencia las características de “cooperativa electoral” del FIT, desechando cualquier atisbo de Frente Político o siquiera de Frente Electoral como lo caracterizábamos. Analizar la campaña electoral de ambas listas no fue más que confirmar nuestro pronóstico “pesimista”. Se apostó a “renovar con juventud” al FIT contra la “unidad” del otro sector; dos eufemismos. La realidad es que se mostraron más las caras sonrientes de los/as candidatos/as que las propuestas; se profundizó en ocultar o no visibilizar el objetivo socialista haciendo hincapié en reformas democráticas o sindicalistas; las corrientes de la “izquierda independiente” se sumaron al sector del FIT más burocrático (PO) y reformista (IS) no sumándole votos; se cayó realmente el mito de que los “liderazgos sindicales” pueden sumar votos por sí mismos o son “incorporaciones de lujo”3. Le reconocemos a la campaña del PTS de qué manera sumó una cantidad importante de activistas y vanguardia obrera independiente a sus listas, en métodos mucho más democráticos
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que la supuesta Unidad de la otra lista, con reuniones en fábricas y con componente obrero y de mujeres históricos. Pero quedemos en claro en una cosa: se dejó de denunciar el piso proscriptivo de las PASO para utilizarlas para dirimir cuestiones de “programa” que el debate fraterno al calor de la lucha de clases no pudo saldar. En definitiva, un gran retroceso se ha producido en la táctica electoral de la izquierda, que no podemos dejar de relacionar con entenderlo como parte de la lógica electoral, donde varios mitos se caen como el crecimiento de la izquierda clasista en las elecciones. Representar a cada vez más sectores en el ámbito obrero, del movimiento feminista o de los movimientos sociales no es trasladable automáticamente a votos en las elecciones burguesas; mucho menos cuando se muestra ante los sectores del campo popular una fractura tan grande o se maquillan Programas en nombre de la masificación. Otro aspecto es que la conformación de “partidos de los movimientos sociales” para participar electoralmente no se ajusta a la actual etapa en nuestro país donde ni existe una situación en alza de ellos (como sucedió en Bolivia) ni vienen precedidos de revueltas sociales y crisis políticas profundas (como en el 2001 aquí o en la génesis del chavismo en Venezuela), ni hay un enemigo externo claro en medio una crisis económica tremenda (como en Grecia con la Troika). Otro aspecto importante son los grados de unidad. El debate acerca de esto se acrecentó incluso en la derrota en las PASO en la formula Altamira-Giordano. El triunfo de la lista 1 (Del Caño – Bregman) se lo caracterizó en muchos sectores de izquierda como producto de la “publicidad” y la “juventud” del candidato, sin preguntarse por qué a Altamira muchos sectores de trabajadores/as y de la “sociedad” lo ven como parte de la “vieja política”. Estando de acuerdo que la juventud en sí misma no es un valor, mucho menos un valor Socialista; mucho menos estaremos de acuerdo en que hay que apoyar determinado sector del FIT (PO-IS) acríticamente solo porque nos “abrió las puertas” con dos o tres lugares testimoniales en las listas en las elecciones en CABA. Porque realmente de Socialismo y de superación de la democracia burguesa ninguno de los sectores habló en estas PASO. La “Unidad” solo para conformar una “cooperativa electoral” como el FIT no es unidad, porque de Frente Único en luchas sindicales, estudiantiles o territoriales poco se vio; más allá de la solidaridad obvia ante la represión. Será otro tema de debate, pero el movimiento generado desde y hacia el Ni Una Menos, nos marca que nos queda mucho camino que recorrer desde los movimientos sociales anticapitalistas y antipatriarcales a la hora de intervenir en lo social frente a manifestaciones masivas de repudio, en este caso contra los femicidios: progresivas, si somos capaces de incidir y defensivas, por el momento de acumulación en el que estamos. Más que las cientos de compañeras perseverantes feministas de distintas generaciones, ¿quién más podría atribuirse el histórico 3 de junio? De la misma forma, los ejemplos de luchas obreras exitosas de los últimos meses, como la de los aceiteros o la línea 60, no fueron dirigidas por ninguno de los sectores que participaron electoralmente. Es más, las distintas Comisiones y Cuerpo de Delegados se corrieron claramente de las tácticas “comunes” y con un componente radical muy marcado. Ante un escenario que se avecina de ajuste, derechización y de mayores niveles de represión, realmente creemos que no será en las urnas donde se va a dirimir esto ni se lo va a parar, sino volviendo a la retaguardia natural de la clase trabajadora: los lugares de trabajo y de estudio y los barrios populares. Y desde allí Resistir
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y seguir organizándonos como clase trabajadora y los sectores populares dando las luchas defensivas necesarias y avanzando donde podamos. Recursos militantes gastados en internas en el FIT o incluso en las elecciones burguesas nos parece un error táctico importante.
Sobre la táctica electoral y el debate en el seno de la Nueva Izquierda En esta primera instancia nos parece acertado hacer un planteo y crítica desde lo táctico y no desde posiciones estratégicas. Muchas veces se espera de las filas libertarias respuestas ideologizadas y antihistóricas. No es este el caso. El debate electoral lo ponemos dentro de la arena táctica y nos reservamos los planteos estratégicos para otra ocasión. Creemos que las/os libertarias/os hemos superado como táctica para la coyuntura electoral la actividad de pintadas de muros diciendo: NO VOTE. Sostenemos que la etapa requiere una participación propositiva y en términos revolucionarios y de clase. La consigna de muchas/os compañeras/os chilenas/os no deja dudas: VOTANDO O NO VOTANDO, LAS REIVINDICACIONES LAS GANAMOS LUCHANDO. Esa consigna se hace carne en la experiencia popular, es poner en muros y volantes lo que aprendimos como clase en estos años. Ninguna conquista ni ninguna reivindicación se han logrado sin la organización y la lucha del pueblo trabajador. Incluso, bien lo sabemos como clase (y en Argentina lo estamos viviendo todavía en la década kirchnerista), las legislaciones “progresivas” del Gobierno han sido tomadas del Programa de reivindicaciones populares del 2001 y han sido promulgadas cuando la conciencia política de nuestra clase dio un paso hacia adelante. Muchas de esas medidas de “ampliación de derechos” han sido fruto de años de lucha. Decíamos que la participación electoral desde una óptica revolucionaria es siempre equivocada sino se llega a ese momento con un grado de acumulación política y organizativa en y desde la clase trabajadora; sobre todo en el ámbito sindical y de los/as trabajadores en general, incluso en el ámbito territorial. Existe, por otro lado, un análisis bastante generalizado que el pueblo ha recuperado la confianza en los instrumentos estatales y representativos para solucionar sus demandas y que, hoy por hoy, no existe un norte donde el capitalismo y la democracia burguesa no formen parte de él. Y que para acompañar la experiencia y (teóricamente) superarla dialécticamente, también tenemos que hacer la experiencia electoral marcando los límites y contradicciones de la representación parlamentaria. Planteos históricos del socialismo y del leninismo que intentan ponerse en práctica hoy: el denunciar la “dictadura de la burguesía” participando críticamente en ella, la utilización de los espacios cedidos por la ley electoral en los grandes medios como tribuna política para llegar a las amplias masas, tomar las elecciones como una especie de gran encuesta de la conciencia política de nuestra clase. Compartiendo algunas pocas de estas tareas también planteamos otro camino para los mismos objetivos: determinadas experiencias de lucha que logren cautivar a otros sectores del bloque de masas oprimidas será la mejor propaganda de nuestros proyectos y propuestas. Cuando un objetivo de nuestras tareas como revolucionarios/as es desenmascarar la “dictadura burguesa”, el capitalismo y el patriarcado, confusa para las masas y nuestra clase trabajadora, será nuestra propuesta de que nos voten para algo de lo que estamos en contra y que queremos destruir. La otra objeción táctica que tenemos es sobre la continuidad de las luchas y de la organización de 25
base y, paralelamente, sostener una fuerza electoral viable. Sobrados ejemplos existen donde la maquinaria electoral corta en pedacitos y se come los tiempos, recursos y expectativas en la cotidiana lucha y organización en los organismos de base. Los esfuerzos económicos, militantes y propagandísticos que destinaremos a la propaganda electoral atrofian y desvían los objetivos principales. La ansiedad, la falta de confianza en nuestra clase y el cortoplacismo nos muestran espejismos que podrán ser “exitosos”, solo en términos electorales y reformistas. Ahora bien, de táctica teníamos que debatir. Desde la izquierda libertaria, entendemos que hay que fortalecer los debates y acciones en torno a la democracia directa, y a la construcción de poder desde abajo, anclados en la sólida experiencia del campo popular. Decíamos antes que nuestra participación en sindicatos, centros de estudiantes, redes sociocomunitarias o asambleas barriales, etcétera, debemos plantearlas desde una práctica democrática y de acción directa, que solo así se forja una experiencia clasista fuerte. Que “ganar” o “perder” electoralmente en estos organismos son una consecuencia y no un objetivo. Ahora bien, organizaciones y compañeras/os que plantearon durante años (y que aun sostienen) planteos acerca de la “horizontalidad” o la democracia directa en las organizaciones sociales o estudiantiles no ponen sobre el tablero los métodos para la participación electoral de nuestras fuerzas sociales. Por lo menos en las actuales experiencias que conocemos los “candidatos” han sido elegidos en el aparato, a la interna de la organización y con criterios claros: profesionales casi siempre, con determinadas características para la propaganda electoral, compañeros/as que puedan expresar claramente las ideas, lo que sea. Pero siempre puertas adentro. Una diferencia que queremos debatir también es la apreciación bastante generalizada que “el salto a la política” solo sería participar electoralmente. Sostenemos en cambio que lo “político” trasciende ampliamente lo institucional, es más lo pone en duda. Las elecciones burguesas son la máxima instancia de participación de masas mediante el voto que promueve la “dictadura burguesa” para relegitimarse periódicamente. Compartimos la visión que “la gente de a pié” que en líneas generales no se interesa por la “política” en momentos “comunes”, en la época de campañas electorales es más receptiva a escuchar propuestas, programas, etc. Pero nos negamos a sostener que salir del corporativismo o de lo meramente reivindicativo pasaría solo por participar institucionalmente, menospreciando la acción directa y la calle como el gran escenario del conflicto y de la resolución de nuestras necesidades y de nuestros sueños. Una propuesta política amplia y de masas, cuya dirección sea la clase trabajadora y con una amplia libertad de tendencias y corrientes políticas, debe dejar de lado estas prácticas y mecanismos delegativos. Si “solo un aspecto” de la lucha fuera el electoral y si estamos de acuerdo en no dejar de desarrollar las luchas en y desde las organizaciones de base por qué no poder aplicar una verdadera democracia directa y de base para construir el Programa y para discutir “candidaturas”, por ejemplo. Desde lo táctico estamos sosteniendo en la coyuntura electoral aprovechar los resquicios que abre el capitalismo para explayarnos en nuestras propuestas, en multiplicar y acompañar las luchas del pueblo; debemos darnos una política de propaganda callejera, cultural, casa por casa, fábrica por fábrica, escuela por escuela; visibilizando nuestros planteos. Debemos participar anti institucionalmente del proceso electoral. Sin duda las organizaciones sociales, de tendencia y par26
tidarias debemos tener una propuesta de Poder, un Programa de reivindicaciones particulares y generales. Apostamos a definir colectivamente las tareas políticas que nos permitan el desarrollo de una movilización social de masas (sostener la sociedad movilizada) a partir de la detección y desarrollo de temas sensibles a la vida cotidiana de las personas. Identificando, agitando, problematizando y proponiendo soluciones desde la organización y participación social. Entendemos que es nuestra tarea libertaria no descuidar la acción directa como método de construcción por fuera de la órbita de lo institucional. La articulación de un amplio movimiento político de opinión, organización y de lucha extra institucional para este momento es imprescindible, donde las organizaciones políticas, de tendencia o “intermedias” y sociales de intención revolucionaria estén representadas y cuya principal tarea sea la construcción de un Programa de cambios radicales y profundos, construyendo una alternativa política de masas y que no abone al confusionismo electoral ni al lavado de cara que, en definitiva, no es otra cosa que una extraordinaria subestimación y desconfianza en la clase trabajadora. Muchas de nuestras propuestas libertarias, clasistas y antipatriarcales hoy son más necesarias allí que en la arena electoral, sabiendo que la liberación política y social de nuestra clase es una larga y accidentada marcha, no exenta de errores ni de reflujos.
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