ISSN 0718-5227-Año 10 –Número 2 – Octubre 2013 -Chile
INTELIGENCIA ESTRATÉGICA//INTELIGENCIA MILITAR//INTELIGENCIA POLICIAL//INTELIGENCIA ECONÓMICA//INTELIGENCIA COMPETITIVA
GRACIAS A TODOS Y A CADA UNO DE LOS ESPECIALISTAS QUE NOS HAN ACOMPAÑADO EN ESTA DÉCADA…
Portada: Un homenaje especial a Max Fridman, el héroe de historietas creado por Vittorio Giardino en 1982.
Contenidos
Editorial
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LOS 10 AÑOS DE AAINTELIGENCIA
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LA ACTIVIDAD DE INTELIGENCIA: CRISIS, PARADIGMAS Y TRANSFORMACIONES Por: André Luís Woloszyn (Brasil)
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HABLEMOS DEL CNI,ESE SERVICIO PÚBLICO TAN DISCRETO Por: José Luis Caballero (España)
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EL ALMA DE AAINTELIGENCIA Por: Equipo de AAI
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Dirección General: Bravo León Edición y Coordinación: Andrea Lodeiro E. Consejo Permanente: Pablo Ríos C. (Chile)// Miguel Angel Castillo (Chile)// Luis Felipe Morandé (Chile)José Manuel Ugarte (Argentina) // Russell G. Swenson (Estados Unidos) IMÁGENES DE ESTA EDICIÓN. Fotos: Archivo AAInteligencia // Google Imagen//
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Editorial
Los 10 años de aainteligencia
Todo lo que se pueda decir de la Inteligencia es poco. La teoría escasamente podrá graficar alguna vez la labor extenuante que significa obtener aquella información que dota a quien toma las decisiones de una base de certezas y ventajas. La inteligencia es una actividad que implica enormes recursos humanos, horas y horas de recolección y ordenamiento de datos, otras tantas horas se destinan a especulaciones y también a los análisis. Eso es lo habitual, como también, que todo el resultado de dicho trabajo se necesita para ayer. La Comunidad de Inteligencia conoce bien esta situación, y sabe también que la recompensa no está en el salario, ni en la palmada en la espalda de parte del jefe, ni que de la boca del Presidente se oigan las frases escritas cuidadosamente en un informe sobre una situación compleja. Lo verdaderamente gratificante es la conciencia de haber hecho el trabajo entregando las mejores capacidades intelectuales y humanas que uno posee para que se adopten las decisiones más adecuadas y beneficiosas para el país. La Comunidad de Inteligencia también sabe que en este oficio las tentaciones son muchas. Saltarse las leyes, atravesar las fronteras de la ética, o bien, vanagloriarse de los éxitos que nadie reconoce, son algunos de los aspectos indeseables que suelen ocurrir y que al hacerse públicos desprestigian toda la institucionalidad.
Nosotros, los que decidimos hacer esta revista de Inteligencia, que hoy 29 de octubre cumple 10 años de publicaciones ininterrumpidas (2003-2013), nos hemos sumergido en las entrañas de esta actividad. Muchos de los que aquí escriben la han practicado y han conocido la importancia y proximidad de la Inteligencia respecto del Poder Nacional. Nuestro aporte, sin embargo, no es develar los secretos que cada uno conserva en su memoria, sino que orientar sobre aquellos aspectos ineludibles para alcanzar resultados de calidad; sin violar las leyes, sin violar los Derechos Humanos, sin dejarse arrastrar por las tentaciones partidistas. La Inteligencia es una herramienta del Estado, que sirve a su propio pueblo, no a los individuos que quieren hacerse de un poder no delegado. Aquellos que generalizan y piensan que la Inteligencia es siniestra, perversa e inútil, se equivocan. Sus prejuicios solo se basan en episodios puntuales, en donde ciertamente se desvirtuó el verdadero sentido. A ustedes y a los muchos actores políticos que ignoran la función de la Inteligencia, entre los que se encuentran ministros, diputados, Presidentes, les decimos hoy: NOSOTROS ESTAMOS ACÁ, dando la cara y sirviendo de puente entre el mundo de la inteligencia y la sociedad, abriendo debates, formando a profesionales y reclamando cuando se intenta utilizar esta herramienta sin principios. No les quepa duda que esta es nuestra inspiración y que seguiremos así por muchos años más.
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Inteligencia Total Semestral fue la primera publicación del proyecto Aurora Australis. Fue presentada el 29 de octubre de 2003 en las dependencias de la Dirección General de Movilización Nacional, ante un selecto público internacional, integrado por intelectuales y analistas de inteligencia. La presentación la realizó el Dr. En Inteligencia Económica, Walter Félix Cardoso Junior (Brasil)
La actividad de inteligencia: Crisis, paradigmas y transformaciones Por: andré luís woloszyn woloszyn** (Brasil)
* Analista de Asuntos Estratégicos, se desempeñó en la Secretaría de Asuntos Estratégicos da Presidencia da República, diplomado en Inteligencia Estratégica por la Escuela Superior de Guerra. Actualmente es consultor de organismos internacionales en materia de terrorismo y conflictos de media y baja intensidad. E-mail alwi.war@gmail.com
André Luís Wolszynr
Introducción Desde mediados de los años 90, los órganos y agencias de inteligencia han sufrido una serie de transformaciones para atender, de manera eficaz, la creciente demanda provocada por las nuevas amenazas globales. El uso de la tecnología, hace la gran diferencia entre unos y otros y se muestran fundamentales para reducir el índice de incertidumbres y fundamentar los análisis para un eficiente asesoramiento en el proceso de toma de decisiones nacional. Aunque el tema es blanco de gran controversia en la opinión pública, la actividad se solidifica cada vez más como esencial para el desarrollo y el progreso de las naciones, frente a la creciente competitividad global.
Crisis, paradigmas transformaciones
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En 1989, con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, episodios históricos que marcaron el fin de la Guerra Fría y el inicio del proceso de la globalización, la comunidad de inteligencia sufrió su primera crisis importante y de manera profunda. Acostumbrados a un enemigo común desde 1945 y teniendo la mayor parte de sus recursos, estructuras y técnicas de análisis orientadas exclusivamente a este objetivo, se vieron por primera vez sin un propósito específico. Como bien observó Bob Gates, Director de la CIA / 1991 en un discurso ante las autoridades del Senado estadounidense: "En la Segunda Guerra Mundial, el OSS sabía cuál era nuestra motivación: matar a los malditos nazis. En la Guerra Fría, sabíamos lo que era nuestra motivación: derrotar a los malditos rusos. De repente, la Guerra Fría terminó: ¿Cuál es nuestra motivación?."
En esta perspectiva, se ha iniciado la búsqueda de un nuevo concepto para la actividad, basado en el binomio "Adaptarse o Morir". En diversos países, entre ellos Brasil, aspectos doctrinarios como el propio concepto de información, por ejemplo, fue ampliado a Inteligencia, puesto que se llegó a la conclusión de que el término era inapropiado, una vez que era definido como "el conocimiento objetivo de un hecho o situación, resultante del procesamiento racional de los informes disponibles". Para los especialistas, el término Inteligencia, cuyo significado es discernir, distinguir, entender, percibir, conocer, era más adecuado por su carácter más amplio, toda vez que no se trataba solo de conocimiento objetivo, sino de un análisis y evaluación de las informaciones, informes y datos disponibles, que resultan de la producción de un conocimiento específico. Aún así, en Brasil, con la reforma administrativa promovida en el gobierno de Fernando Collor de Melo, (1990), fue extinto el SNI y creada la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República (SAE), órgano que pasó a gestionar el Sistema de recolección, búsqueda, producción, protección y difusión de conocimientos sensibles.
No obstante, era fundamentalmente importante esperar por las nuevas directrices de seguridad nacional, las que deberían orientar cuáles serían las nuevas prioridades y lo que se desearía de la actividad. En este corto intervalo de tiempo, las amenazas y los desafíos resultaron ser más complejos, al mismo tiempo, que las viejas estructuras de servicios se presentaban como inadecuadas en relación con las crecientes y nuevas demandas. Durante una década, la temática de inteligencia se centró en diversos asuntos. En el ámbito interno se destacaban asuntos de medioambiente, crimen organizado, corrupción, lavado de dinero, más allá de la producción de análisis y estimaciones sobre políticas públicas (salud, educación, trabajo, política). En el ámbito externo, el terrorismo y las organizaciones criminales internacionales, así como sus conexiones con grupos nacionales eran prioridad.
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En el año 1999, es creada por la Ley 9.883, del 7 de diciembre, la Agencia Brasileira de Inteligencia (ABIN) y es establecido el Sistema de Inteligencia Brasileiro de Inteligencia (SISBIN). Posteriormente el Decreto N 4376 del 13 de noviembre de 2002, dispuso sobre las organizaciones y el funcionamiento del Sistema, citando los órganos que lo componen y deliberando que el SISBIN sería el responsable directo del proceso de obtención y análisis de datos e informaciones y de la producción de conocimientos, además de salvaguardar asuntos confidenciales. Luego, el 11 de septiembre de 2001, todavia en una fase de restructuración y capacitación de sus cuadros, una segunda crisis afectó a la comunidad de inteligência con los atentados terroristas al World Trade Center y al Pentágono perpetuados por los radicales islámicos de la red terrorista Al Qaeda. Este episodio puso en jaque a toda la estructura de agencias de inteligencia norteamericanas sembrando dudas sobre su operacionalidad, los presupuestos, y principalmente sobre la capacidad real de sus organismos y agencias de reunión, búsqueda y análisis de información. Un año después de los ataques, en 2002, una Comisión Federal estadounidense se reunió com la finalidad de detectar y señalar cuales habrían sido las posibles fallas que facilitaron el 11-S, presentando el 2004 un informe final concluyendo entre otros aspectos: Que el grado de confiabilidade en la calidad de los análisis y las estimaciones realizadas en el período había sido baja; que en muchas situaciones, el producto final del análsis o conocimiento, sufrió influencias políticas o de otros intereses(1); que las agencias
presentaban serias dificultades para analizar una inmensa cantidad de datos e informes, los cuales permanecían simplemente almacenados y prácticamente no existia interacción y cooperación inter-agencial, especialmente a la hora de compartir datos, siguiendo rigurosamente la vieja máxima de que “la información es poder” y poços estaban interesados en compartirla. Durante la llamada “década del terror”(2) (20012010) parte de la comunidad de inteligencia eligió el terrorismo internacional como temática principal. No obstante los problemas estructurales detectados, se multiplicó la creación de organismos de inteligencia, así como el presupuesto destinado a este fin. Esta estratégia se mostró como una paradoja, pues ocasionó más problemas que soluciones, ampliando las dificultades para la recolección y búsqueda de datos, además de la baja calidad de los análisis y la producción de conocimiento. Especialmente en los EUA, la enorme cantidad de datos e informaciones ha dado lugar a la dispersión de los objetivos de estos órganos que producen cerca de 50 mil informes por año, la mayoría de ellos ignorados por razones obvias, además de 1,7 millones de comunicaciones interceptadas que hacen imposible una evaluación completa. Así, muchas informaciones vitales pasaron desapercibidas por los organismos y no se encuentran en las estimaciones elaboradas por ellos, lo que ha contribuído decisivamente en las fallas del sistema. Este contexto se mantiene hoy en día como uno de los mayores problemas que enfrentan la mayoría de las agencias de inteligencia, es decir, el exceso de datos e informaciones y, en consecuencia las dificultades para analizarlos y evaluarlos.
NOTAS: 1. La manipulación política de los informes y estimaciones de inteligencia siempre ocurrió en diferentes épocas. Los ejemplos más renombrados fueron los informes presentados al Presidente de los EUA Lyndon Johnson sobre la situación caótica de Vietnam y más recientemente los informes de los servicios de inteligencia estadounidense y británico (MI-5) que apuntabas sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, no obstante los observadores de la ONU no tenían dicha certeza, lo que sirvió de pretexto para la invasión de Irak en 2003 por las tropas de coalición.Técnica ilegal de introducir, mediante un proceso selectivo normal, agentes en puestos claves de una organización señalada como objetivo, para levantar y transmitir datos de interés. 2. Además de los atentados del 11-S, los más impactantes fueron los atentados a los clubes nocturnos de Bali y el teatro de Moscú el 2002, la sede de la ONU en Irak el 2003, los trenes del Metro de Madrid y la Escuela de Belsan en Rusia en 2004, el Metro de Londres el 2005, Los trenes de Nueva Delhi en 2006. El Hotel Marriot en Pakistán en 2008 y la zona urbana de Mumbai en el mismo año.
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Entre los años 2008/2010, surgieron otras crisis menores como la presión de la opinión pública por los resultados en la captura del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, que perduró por casi una década con gastos de millones de dólares y la participación comprobada de agentes de inteligencia en la tortura de prisioneros acusados de terrorismo durante los interrogatórios en las cárceles de Abu Ghraid (Irak) y Guantánamo (Cuba). En 2011, nuevamente la inteligencia estadounidense se vería envuelta en un escándalo con la mayor filtración de documentos confidenciales en la historia, cuando el militar de la U.S. Army, Bradley Manning los entregó al sitio Wikileaks de Julian Assange, ocasionando conmoción internacional y la exposición de todo el pensamiento de la inteligencia de EUA y sus vínculos con la política exterior, además de sus sistemas de análisis. En 2012 fue el turno de la Santa Sede. Participando en un escándalo sin precedentes, con la fuga de decenas de informaciones sencibles incluído el análisis de perfiles de los políticos internacionales, estimaciones y correspondencia personal del Papa Benedicto XVI, episodio de causó grandes controversias. Pero los problemas de la comunidad de inteligencia de EUA estaban lejos de terminar allí. En 2013, la nueva fuga de una fuente interna, que invólucró al ex técnico de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), Edward Snowden, expuso ante la comunidad internacional un amplio programa de vigilancia y monitoreo de las comunicaciones online, realizado por EUA en diversos países, así como programas y sistemas de avanzada tecnologia destinados al espionaje.
Los desafios y las nuevas amenazas Simultáneamente los riesgos y amenazas emergentes del S.XXI se muestran muy diferentes de las amenazas tradicionales, con las cuáles estábamos acostumbrados a tratar y que hoy en día se caracterizan por un dinamismo híbrido y alta tecnologia ló que las hace difíciles de predecir, detectar y neutralizar. Nuevos actores no estatales se han incorporado en este escenario, con capacidades y conocimientos similares a los gobiernos lo que les permite promover eficientes ciberataques e inclus ciberespionaje. Los asuntos econômicos especialmente, llevarán a EUA y China a invertir masivamente en sistemas y programas dirigidos al ciberespionaje como estratégia mas agresiva para mantener sus mercados externos vigentes, proporcionando inmensas ventajes a sus industrias. En las diversas expresiones del poder nacional surgirán situaciones complejas que amenazarán directamente la estabilidad social como el terrorismo internacional, el crimen cibernético, e crecimiento de mercados globales, el crecimiento de las organizaciones criminales nacionales y transnacionales, proliferación de armas químicas y biológicas de destrucción masiva (ADM), degradación del medioambiente, cambio climático, narcotráfico, piratería, biopiratería, espionaje económico e industrial, tecnologia de uso dual y otras consideraciones sencibles. Esta gama de asuntos pasó a ser parte de la temática de la mayoría de los Servicios de Inteligencia ocasionando la necesidad permanente de aumentar el número de personas para procesarlos y la preparación técnica profesional para evaluar lo que tiene o no tiene potencial de convertirse en crisis.
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De esta forma, se está exigiendo una constante reformulación de la doctrina de contra-inteligencia, de reorientar sus objetivos, actitudes y principios. Tres puntos figuran como esenciales: el primero es la protección de los conocimientos sencibles frente a ataques virtuales que ocurren diariamente a miles en diferentes países y por diferentes fuentes. El segundo radica en la falta sistemática de compromisos sobre asuntos confidenciales por parte de fuentes oriundas de los servicios de inteligencia(3) Y el último, quizás el punto más complejo, es la utilización político partidária de los órganos de inteligencia, empujándolos lejos de su misión principal, que es la búsqueda, recopilación y análisis de datos con imparcialidad, lo que fatalmente da por resultado el deterioro de los análisis por el direccionamiento político. Existe también un cuarto factor al que pocos se refieren y puede ser determinante en el combate de las nuevas amenazas. La necesidad de redes de información más amplias, menos burocráticas y con fluidez inmediata, pues muchas veces, el canal técnico puede transformar datos e informaciones valiosas, en un principio, en absolutamente descartables.
Las nuevas tecnologías Desde la detección de los misiles soviéticos en Cuba a través de las imágenes obtenidas por un avión U2 en octubre de 1962, y los constantes monitoreos de señales (SIGINT) y satélites (IMINT), promovidos por las principales potencias del planeta, los avances en el área tecnológica han sido extraordinarios, convirtiéndose en herramientas fundamentales para la actividad.
Mientras que algunos organismos gubernamentales no cuentan con el presupuesto suficiente para actualizarse en este particular, las novedades disponibles en el mercado son muchas, acompañando la demanda impulsada por los diferentes niveles y tipos de riesgos y amenazas. Entre estas novedades se destacan los vehículos no tripulados (VNT) que desarrollan vigilancia en tiempo real en zonas rurales y urbanas controlando el flujo de circulación de elementos adversos, posibilitando una reacción casi inmediata. Plataformas que permiten la integración de datos e informaciones procedente de diversos sistemas que se concentran en perfiles individuales, sistemas de satélites integrados que proporcionan una amplia visión del espacio y ciberespacio bajo vigilancia, codificación compleja para el almacenamiento y protección de asuntos sencibles, softwares que señalan la ubicación e identificación de los usuarios en las redes computacionales u otros equipos conforme a la temática en cuestión. Un ejemplo es el Sistema Cooperativo Situacional de Integración de Informaciones (CSII), con diversos recursos, integrando informaciones de radares y sensores que proporcionan los movimientos de embarcaciones y aeronaves en tiempo real. Todas estas herramientas tecnológicas, destinadas a reducir incertidumbres y posibilitar una análisis de riesgo más calificado.
Conclusiones Este proceso de transformaciones que está en curso en la mayoría de los Sevicios de Inteligencia se muestra lento
porque implica quebrar los paradigmas presentes desde la creación de estos órganos surgidos desde el fin de la segunda Guerra Mundial. En lo que respecta a doctrina, esta sigue siendo prácticamente la misma, especialmente en lo que se refiere a recolección, búsqueda y análisis de datos y la metodologia para la producción de conocimiento. La gran diferencia para la Comunidad de Inteligencia del Siglo XXI, es la integración de las nuevas tecnologias y la preparación técnicoprofesional, incluyendo el cambio cultural para el personal (agentes de campo, analistas y gestores). La contribución de la las nuevas tecnologias destinadas a reducir los riesgos y aumentar considerablemente el grado de certeza sobre determinados hechos o situaciones, sobre un aspecto puntual, proporcionando al analista una variedad de datos, que proporcionan un marco mas próximo de realidad y una mejor calidad en el conocimiento producido. Otra cuestión importante es el abandono de la “visión secreta”, que caracterizo la actividad durante la Guerra Fría. Con una diversidad de fuentes y modos de acceso, gran parte de las informaciones dejaron de tener una naturaleza sigilosa. Un ejemplo claro de esta afirmación está en la Inteligencia de Fuentes Abiertas u OSINT, (Open Source Intelligence) que trabaja en un 80% recaudando información recolectada en la web y en las redes sociales, basta saber dónde es que se investiga. Este viejo punto de vista, de cierta forma cartesiano, há obstaculizado el redireccionamiento del proceso de análisis para otros órganos congêneres de la esfera gubernamental en una mayor coordinación y colaboración efectiva entre estos.
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Por otro lado, a pesar de todas las crisis y transformaciones que están por venir y el desgaste institucional que ello implica, es indiscutible que la actividad de inteligencia se constituye en una herramienta vital en prácticamente todas las expresiones del poder nacional, especialmente en los campos militar, económico, ciencia y tecnología, con impactos directos en la política internacional. Dada la aparición de nuevos actores no estatales, la percepción común es que el desarrollo y el progreso de cualquier sociedad, pasa, necesariamente, por un asesoramiento eficiente del proceso decisorio de cualquier esfera gubernamental en asuntos sencibles relacionados con temas amplios y complejos como la seguridad, defensa y soberania. En este contexto, es natural que surjan controversias e inseguridades de parte de los distintos actores. El hecho es que los asuntos de inteligencia, siempre despertarán una fascinación en las personas por la necesidad que estas poseen de desvelar lo desconocido, asimismo por el grado de sigilo atribuído a su contenido, lo que continuará fomentando las más diversas paranoias y teorias conspirativas. Es más, la gran lección que nos deja la historia respecto de la actividad, es que esta permanece cada vez más consolidada como una herramienta indispensable para la sobrevivencia de las sociedades, en un mundo globalizado que cada vez es más competitivo.
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NOTAS: 3. Además de los 91 mil documentos confidenciales sobre Afganistán filtrados por el sitio Wikileak, mas recientemente se está calculando como un director de Hollywood pudo tener acceso a informaciones privilegiadas sobre la operación de captura de Osama Bin Laden, que resultó con su muerte en Pakistán el 2011. Del mismo modo, varios documentos, entre ellos informes internos, correspondencia clasificada, supuestamente del papa Benedicto XVI, se pudieron filtrar hacia fuentes externas del Vaticano causándole incomodidad. Los documentos darán origen al libro “Su Santidad”, Cartas secretas del Papa, escrito por Gianluigi Nuzzi-
Referencias BANDEIRA, Luis Alberto Moniz, Formação do Imperio Americano: da guerra contra a Espanha a guerra contra o Iraque, 3ª edição, revisada e atualizada, editora Civilização Brasileira, Rio de Janeiro, 2009; CLAUSER, Jerome K & WEIR, Sandra M. Intelligence Research Methodology, Washington DC., Defense Intelligence Scholl, 1975; CASTELLS, Manuel - A Sociedade em Rede, Vol 1, 2º edição, Editora Paz e Terra-1999; FOSKETT, AC - A Abordagem Temática da Informação, Brasília, Editora UnB, 1973; WEINER, TIM, Legado das Cinzas: uma história da Cia, tradução de Bruno Casotti, Rio de Janeiro, Editora Record, 2008. KENT, Sherman. Informações Estratégicas. Tradução Hélio Freire, RJ, Bibliex, 1967. KEEGAN, John, A batalha e a História, tradução de Luiz Carlos Carneiro de Paula, Editora Bibliex, Rio de Janeiro,2006. OLIVEIRA, Cezar Tupinambá - Metodologia Básica Para a Produção do Conhecimento Revista de Assuntos Técnicos Coletânea L, nº 55, mar/maio 1985, pág 16 a 24; Revista Atenea, Seguridad y Defensa, Ano II, nº 12, Madrid, Espanha, Dezembro de 2009. Revista Política Exterior, nº 143, vol XXV, Madrid, septiembre/octubre 2011, PLATT, Washington, Produção de Informações Estratégicas. Rio de Janeiro , Bibliex, 1974. SHENON, Philip, A Comissão: a história sem censura da investigação do 11 de Setembro, tradução de Constantino K. Korovaeff, São Paulo, Editora Larousse do Brasil, 2008. TURNER, Stansfields, Queime Antes de Ler, tradução de Bruno Casotti, Rio de Janeiro, Editora Record, 2008.
Guerra en las Sombras: Los bastidores de los servicios secretos internacionales, es el último libro de André Luis Woloszyn.
Paralelamente a las guerras visibles – divulgadas, documentadas, fotografiadas y televisadas a lo largo de la historia -, otras guerras tan importantes son libradas en las sombras, las escondidas de los ojos de los ciudadanos comunes: agencias y servicios secretos vienen desde siempre actuando en los bastidores del poder, produciendo conocimientos que servirán y sirven para influenciar decisiones gubernamentales (así mismo catapultando los conflictos que acontecen .
Hablemos del CNI, ese servicio público tan discreto Por: jose Luis Caballero* (España)
José Luis Caballero Fernández (Albacete, 1950), licenciado en Ciencias de la Información (especialidad Relaciones Internacionales), periodista durante muchos años de la revista Lecturas y guionista cinematográfico, es un viajero incansable al que le gusta bucear en los escenarios de sus textos, desde los más sórdidos barrios de Barcelona hasta el Beirut de los años setenta. Ex escalador, ex militante comunista y ex otras cosas notoriamente inconfesables, trabajó para Mundo Diario, El Correo Catalán y Mundo Obrero. Periodista de la vieja escuela (para muchos, la única existente), también ha cultivado la narrativa y, sobre todo, la novela con cuatro títulos: Como lágrimas en la lluvia (1996), thriller ambientado en Barcelona y Palma, Las cartas de Antioquía (2005), un viaje a través de la historia y el tiempo hasta la convulsa Jerusalén de hace dos milenios, El espía imperfecto (2009) y La ruta de los contrabandistas(2009). *
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No es nada familiar oír en España el concepto “Cultura de Inteligencia” y no lo es por varias razones, la primera de ellas y no baladí, es que en el vocablo “inteligencia” recogido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, hay que esperar hasta el epígrafe número 5 para encontrar la definición que nos interesa: “Trazo y correspondencia secreta de dos o más personas o naciones entre sí”. Se identifica así el termino inteligencia con el de “secreto” y de un modo relacional entre personas o naciones, diferente del significado de “inteligencia” habitualmente aceptado y referido a la capacidad individual para entender o comprender. Sin entrar en el a mi juicio- error de hablar de “nación” en lugar de hablar de Estado, este concepto de Inteligencia es si no desconocido, corrientemente ignorado, no ya por la población en general sino incluso por los medios de comunicación de masas. Y sin embargo hay una definición de Inteligencia, la psicológica, perfectamente aplicable a lo que nos ocupa: “la aptitud que nos permite recoger información de nuestro interior y del mundo que nos circunda, con el objetivo de emitir la respuesta más adecuada a las demandas que el vivir cotidiano nos plantea”. Naturalmente estaríamos hablando de recoger información del exterior, no de nosotros mismos, y esa respuesta la daría la persona o entidad a la que proporcionáramos la información. La segunda razón para este desconocimiento está evidentemente en el concepto de Cultura, normalmente identificado a la cantidad y no a la calidad. Se entiende la cultura, sobre todo en los medios de comunicación, como un cajón en el que
caben las artes, las ciencias, la religión, las expresiones sociales e incluso la historia, pero pocas veces se la ve como un todo integrador, interrelacionado, expresión de la sociedad real y capaz de proyectarse en aspectos concretos. Ya en mi libro “Periodistas o Lacayos” (Meteora 2009) señalaba una concepción lineal y plana del concepto de Cultura manejado por los medios y expresado por Iván Tubau en su obra "Teoría y práctica del periodismo cultural" donde el autor definía a esa rama del periodismo, la cultural, como «La forma de conocer y difundir los productos culturales de una sociedad a través de los medios masivos de comunicación». Ese concepto de Cultura casa pues muy mal con la idea que pretende expresar la “Cultura de Inteligencia”, pues esa idea parte, obviamente, de un concepto de cultura más amplio en extensión y en profundidad.
Y en tercer lugar, en el meollo de la cuestión, está la palabra “de” que relaciona de un modo específico ambos términos, Cultura de Inteligencia, separando el primer término de su acepción general para referirlo y unirlo a aquel otro de Inteligencia.
Más adecuado me parecía ya, según expresé en mi obra mencionada, la definición que la UNESCO da de Cultura con una incursión en la antropología para explicar que la Cultura «hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden», nada que ver en esta definición –decía yo en la obra citadacon lo que diarios, televisión u otros medios de comunicación nos "venden", literalmente, como Cultura.
En el Glosario de “Servicios de Inteligencia y Sistemas democráticos”, coordinado por el profesor Miguel Ángel Esteban Navarro, de la Universidad Rey Juan Carlos, se define así la Cultura de Inteligencia: “Entendemos por cultura de inteligencia el conjunto de conocimiento que la sociedad debe tener sobre la necesidad, la función y la finalidad de un Servicio de Inteligencia, de manera que perciba como propias las cuestiones relacionadas con su seguridad, su libertad y la defensa de sus intereses”.
Todas estas dificultades lingüísticas para el conocimiento a priori desaparecen no obstante ante la misma incongruencia que supondría no dar a cada concepto su valor exacto. Estamos hablando de Cultura en su sentido más profundo como el modo en que el hombre “se expresa, toma conciencia de sí mismo” y “busca incansablemente nuevas significaciones” y hablamos de Inteligencia como “trato y correspondencia secreta” entre entes que pueden ser personas, estados, naciones, corporaciones o grupos.
Tenemos pues un concepto claro que el Glosario pretende introducir en la sociedad, el debate sobre la necesidad de los servicios de Inteligencia en un sistema democrático.
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Faltaría definir, como daño colateral, si Inteligencia, como dice el Diccionario en su 5ª acepción, habla solo de trato y correspondencia secreta o si refiere también a lo que en esos círculos se llama información abierta, es decir todo aquello que nuestra sociedad proyecta a través de sus medios de comunicación. ¿Es Inteligencia igual a secreto, o hablamos de secreto en otro sentido? En definitiva, desde un punto de vista personal, cuando hablamos de Inteligencia, de periodismo, de publicidad e incluso de novela estamos hablando de un mismo objeto: información. ¿Compartimos pues un solo objeto los novelistas, periodistas, oficiales de inteligencia, publicitarios. Esto es, la información?, ¿es la única diferencia el tratamiento que le damos para nuestros fines particulares? ¿En qué medida necesita la sociedad democrática unos servicios de Inteligencia y de qué modo se articulan con la sociedad civil? Muchas incógnitas, muchas preguntas y muchas definiciones que aclarar. Parafraseando a Fernando VII, vayamos todos y yo el primero por la senda del conocimiento sobre la Cultura de Inteligencia.
Inteligencia, espionaje, servicios secretos Como casi todos los conceptos que se manejan en los medios de comunicación, el término “espía”, “servicio secretos” o “agente secreto” se ha vulgarizado hasta el extremo de que nos encontramos más ante un estereotipo influenciado por el cine o la novela que por la realidad, sin perder de vista que esos términos han perdido ya vigencia y hoy en día
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hablaríamos de oficiales de inteligencia que definen mucho mejor de qué estamos hablando. Espía, según el término acuñado por el profesor D. Pastor Petit, espiólogo y uno de los mayores especialistas en este asunto, es la “persona dedicada al acecho, a observar disimuladamente lo que se hace o se dice y a fingir lo que no es”. Añade después el profesor que no todo aquel que espía es un profesional para acabar haciendo una diferenciación entre el espía ocasional, impulsado por alguna razón, y el agente profesional, adiestrado y preparado “con las técnicas y argucias del Servicio Secreto”. Nos aparecen pues dos conceptos esenciales y complementarios; por un lado el trabajo de ver y oír disimuladamente y por otro el fingimiento. Pero estos conceptos se han quedado cortos a la hora de definir un trabajo, el de inteligencia, que supone recopilar información de cualquier índole, secreta o abierta, pero también la de interpretar la información obtenida, analizarla y elaborarla para su uso por las instancias políticas. El Glosario de Inteligencia le da una definición más amplia y actual: “Persona que por encargo de alguien, sea un servicio de inteligencia o no, se dedica a obtener información sobre un tercero, de manera clandestina, con engaño y sin autorización de este último. El espía puede ser miembro de los servicios de inteligencia o de servicios policiales de información pero también una persona reclutada fuera de estos servicios para llevar a cabo una operación clandestina de información por encargo de aquellos. El espía también puede trabajar para una organización terrorista, un grupo guerrillero, un partido político o una empresa”.
En su origen, era precisamente el disimulo, el fingimiento, lo que hacía que el “espía” fuera aceptado en el seno del lugar en el que desarrollaba su actividad de recogida de información, o al menos que fuera ignorado lo que, si se descubre, imprime en la víctima o las víctimas, la sensación de que ha sido traicionado por alguien en quien confiaba. A pesar de los esfuerzos de la novela, del cine y en menor medida de los estamentos oficiales, esa sensación de traición que produce el “espía” es algo que todavía permanece en el inconsciente colectivo, en especial en un país como España que ha salido de una larga dictadura, presente todavía en la mentalidad de una parte de la población. Espía, sea funcionario del Estado o “chivato”, es decir profesional u ocasional, sigue estando en el subconsciente colectivo de amplios sectores de la población como servidor del Estado-Dictadura, como un personaje indigno que nada tiene que ver con el súper agente secreto de la iconografía del espectáculo o lo que es peor, nada que ver con el oficial de los servicios de inteligencia, funcionario leal servidor del Estado democrático.
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Desde luego, esa concepción del “espía” un tanto peyorativa, sin dejar de tener algo de realidad, es anticuada, parcial y superficial. Para empezar, el espía, al que se le atribuye la traición, es en muchos casos todo lo contrario al traidor, es fiel, absolutamente fiel al Estado o la organización a la que pertenece, es leal a sus auténticos compañeros y su trabajo resulta ser el de un soldado, soldado de la oscuridad si hemos de ser un poco poéticos. Así titula sus memorias Robert Baer, ex agente de la Agencia Central de Inteligencia, “Soldado de la CIA”, y reivindica esa característica. “Este libro es una memoria de la trayectoria de un soldado de a pie en la otra guerra fría, la guerra contra las redes terroristas que no tienen la intención de hundirse a sí mismas como se hundió la Unión Soviética”. Naturalmente no es el momento de entrar en las finalidades de la CIA o de la política exterior norteamericana, pero sí en la mentalidad del agente secreto, del oficial de inteligencia, del soldado de la oscuridad cuyo trabajo está impregnado de lealtad y fidelidad y nada tiene que ver con la traición a pesar del disimulo, la discreción y el fingimiento. A nadie se le ocurre decir que un soldado en combate es un asesino porque mata al soldado enemigo, por tanto cabría argumentar que no se puede tildar de traidor al agente que hace su trabajo necesariamente oculto. Otra cosa son los agentes ocasionales a los que el mismo Baer hace referencia hablando de su trabajo en Oriente Medio y en Irán. Agentes ocasionales iraníes y árabes merecen el agradecimiento de Baer porque le ayudaron en un trabajo de treinta años defendiendo los intereses de Estados Unidos en aquella zona
convulsa. Pero, ¿y esos agentes árabes o iraníes?, ¿son traidores a su patria? ¿deben ser respetados como soldados de la oscuridad o despreciados como indignos traidores? Así lo hizo el Gobernador romano de Lusitania, Servilio Cepión cuando los asesinos de Viriato se presentaron ante él para recibir la recompensa económica prometida por matar a su propio caudillo. Ese dilema podría solucionarse, de hecho está claramente solucionado, cuando en la ecuación entra no el dinero, sino la ideología o los principios. Si los asesinos hubieran sido convencidos agentes romanos, partidarios de someterse a Roma con lo que eso implicaba de superior cultura, organización y principios morales, en ese caso estaríamos ante una acción aceptable, ¿o no? Lo que desde luego la hace inaceptable a nuestros ojos es el ejecutar una acción como aquella por un simple beneficio económico, así pues admitiríamos la supuesta traición de los agentes iraníes o árabes siempre y cuando su motivación fuera la de oposición a los regímenes de uno u otro signo de sus países. Y esa actitud nos plantea dos cuestiones fundamentales. Por un lado las motivaciones personales de cada uno y por otro el concepto de patriotismo, por encima del régimen específico del momento. Pero ambas cuestiones seguramente se escapan de lo que entendemos por espía, lo que significa la acción encubierta, el trabajo del agente secreto o del más amplio concepto de servicios de inteligencia.
Aceptemos pues que los agentes a los que Baer hace referencia, a aquellos a los que agradece su colaboración, eran patriotas iraníes o árabes, amantes de sus propios países pero que estaban en contra de sus regímenes políticos y veían a Estados Unidos como un modelo y un aliado para una vida mejor, como tal vez, alguno de los lusitanos que asesinaron a Viriato veían a Roma. Y lo que calificaríamos como traición no es más que disimulo y fingimiento por una evidente razón de eficacia y seguridad personal. Siguiendo este razonamiento, cuando hablamos de los cinco de Cambridge, por ejemplo, Blunt, Philby, Cairncross, Burgess y McLean debemos concederles igualmente la ausencia de traición, el patriotismo hacia su país, el Reino Unido solo que con una absoluta disidencia de su sistema político, social y económico. Tampoco vamos a entrar en el terreno de la superioridad moral o social de un sistema sobre otro ni mucho menos en la disyuntiva de Estado Soviético o Monarquía Constitucional. La cuestión estriba en delimitar por un lado el oficial de inteligencia profesional, funcionario y servidor del Estado y por otro el espía ocasional, en el que las motivaciones juegan un papel importante y le hace ser un Judas (suponiendo que Judas fuera un traidor) o un honrado soldado de la oscuridad.
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En el Glosario de Inteligencia, el término “agente secreto” no aparece como tal, algo que llama la atención, pero a poco que reflexionemos tiene cierto sentido porque en la definición de “agente” está implícita la cualidad de secreto. “Persona ajena al servicio de inteligencia que realiza alguna actividad abierta o encubierta en beneficio del servicio y bajo la dirección de un miembro del mismo, tras recibir un adiestramiento especial. Los agentes se reclutan habitualmente para llevar a cabo o dar asistencia en acciones de obtención de información y en operaciones de contrainteligencia”. El profesor Pastor Petit, lo definía en su momento como el espía profesional, lo que hoy llamaríamos “oficial de inteligencia” pero ese concepto, Inteligencia, no aparece en el diccionario de profesor Pastor Petit, aunque está implícita en otras múltiples definiciones. A la hora de definir lo que es un agente secreto, el doctor Pastor Petit hace referencia a la pertenencia a una organización, generalmente estatal, aunque no siempre, y a un adiestramiento específico en “criptografía, tintas invisibles o simpáticas, micrografía, microfilme, armas especiales, explosivos, armamento sofisticado…” Dada la velocidad con que la tecnología se desarrolla hoy en día, sea de la información o de cualquier índole, no es de extrañar que una edición de 1996 no tenga en cuenta específicamente la Informática, las Redes Sociales, la fotografía digital o la Telefonía Móvil y que haga hincapié en tintas invisibles o microfilmes. Micrófonos, cámaras digitales de vídeo o de fotografía, sistemas de comunicaciones, ordenadores y programas específicos de transmisiones o de encriptación son hoy en día conocimientos básicos, vitales, en la profesión de agente secreto, sea cual sea
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su nivel. Y llama la atención el conocimiento que el profesor Pastor Petit reconoce al agente secreto en lo que se refiere a armas, específicas o sofisticadas, y a explosivos. Hay que tener en cuenta, no obstante, que cuando hablamos de agente secreto o espía, de un modo inconsciente, estamos pensando en época de guerra, ¿para qué sino el conocimiento de armas y explosivos? El agente secreto tiene su razón de ser en la guerra… o al menos eso es lo que en la definición clásica entendíamos como espionaje, espía, agente secreto, soldado… algo diferente a lo que hoy en día entendemos como oficial de inteligencia que incluye un amplio trabajo de recopilación, análisis y elaboración que pocas veces tiene que ver con la guerra clásica tal y como la conocemos. ¿Qué ocurre entonces? No estamos en guerra. ¿O tal vez ha cambiado el concepto de guerra? Desde el final de la II Guerra Mundial ningún país en el mundo ha declarado la guerra a otro, al modo clásico, y sin embargo el número de guerras entre países supera las cincuenta desde 1945, sin contar revoluciones interiores y sin tener en cuenta guerras latentes que estallan esporádicamente. Así pues nos encontramos con que el concepto de guerra clásica, entre países, declarada de un modo formal, con la pertinente retirada de Embajadores y sus requisitos legales ha desaparecido totalmente del panorama mundial. De hecho, la Alemania de Hitler inauguró este sistema cuando, sin previa declaración de guerra, invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 aunque sus países enemigos, básicamente Francia y el Reino Unido sí respetaron esa norma.
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La cuestión que nos ocupa es la de determinar si el espionaje es por definición una actividad en tiempo de guerra o por el contrario forma parte de la política y es igualmente aplicable en tiempo de paz. La respuesta, obviamente es que también se aplica en tiempos de paz, pero sin lugar a dudas de un modo que hasta ahora podríamos llamar vergonzante. Ningún país, hasta hace relativamente poco tiempo, presumía de sus servicios secretos o admitía que espiaba a sus potenciales enemigos o incluso a los amigos. A poco que reflexionemos con algo de madurez, comprendemos que las decisiones que toman los gobernantes, o los responsables de grandes empresas, necesitan información, necesitan tener en sus manos el máximo conocimiento de lo que sucede en el mundo, cercano o lejano, amigo o enemigo. Es tan evidente que no requiere explicación, y esa información puede ser abierta, al alcance de todos, o secreta, para lo que, es evidente, hace falta un servicio secreto que la obtenga. No obstante, para justificar esa actividad fuera del tiempo de guerra, se han acuñado conceptos como los de “guerra fría” o “guerra contra el terrorismo”, como si fuera necesario el epígrafe “guerra” para justificar la labor de los servicios secretos; espiar, obtener información, influir en los acontecimientos mundiales y elaborar, analizar y tratar la información. No. El espionaje no es una cuestión solo de guerra abierta y es por tanto identificable con el término de inteligencia. En 1975 se publicó en París la obra “Le grand Jeu” (El Gran Juego) las memorias de Leopold Trepper, espía mítico que dirigió la conocida como “Orquesta Roja” o la red de espionaje soviética en la Europa ocupada por los nazis. Ese término, “el gran juego”,
era ya utilizado para definir el enfrentamiento secreto entre el bloque soviético y el de la OTAN. El término, no obstante, había sido acuñado cien años antes, en el centro de Asia para situar la pugna entre el Imperio Británico y el Imperio Ruso, de modo que el Reino Unido de la guerra fría –y sobre todo Estados Unidos- y la Unión Soviética, como herederos de sus respectivos imperios, continuaron jugando ese juego no ya en el centro de Asia sino en todo el mundo. Ya en “El arte de la guerra” de Sun Tzu se puede leer: “Siempre que quieras atacar a un ejército, asediar una ciudad o atacar a una persona, has de conocer previamente la identidad de los generales que la defienden, de sus aliados, sus visitantes, sus centinelas y de sus criados; así pues, haz que tus espías averigüen todo sobre ellos” y en todo un capítulo, el XIII, se elogia en todos los sentidos y se dan las directrices de lo que, en términos más modernos, podríamos definir como inteligencia. Hoy en día, en un mundo complejo, donde los conflictos entre Estados son solo una parte de los conflictos, el concepto tradicional de espionaje se queda corto, es solo una parte de ese concepto más amplio que es el de Inteligencia. Hablábamos al principio de la Inteligencia como “la aptitud que nos permite recoger información de nuestro interior y del mundo que nos circunda, con el objetivo de emitir la respuesta más adecuada a las demandas que el vivir cotidiano nos plantea”. Para definir pues ese nuevo concepto que engloba
también al espionaje clásico solo tendríamos que hacer unos pequeños cambios en esa definición y decir: “la aptitud que nos permite recoger información del mundo que nos circunda, con el objetivo de emitir la respuesta más adecuada a las demandas que la actividad de sus destinatarios nos plantea”, entendiendo por destinatarios aquellos responsables políticos de la marcha de un país, de un organismo internacional o incluso de una empresa.
El papel de los servicios secretos en una sociedad democrática En julio de 2010 tuvo lugar en Cartagena (España), un curso de verano sobre “Servicios de Inteligencia y Seguridad Internacional” organizado por la Universidad Politécnica, en el que una veintena de expertos de varios países dieron una amplia panorámica sobre tema tan espinoso. Uno de los expertos argumentaba en una de las múltiples charlas informales alrededor de las ponencias, que la función de los servicios de Inteligencia, como la de cualquier otro organismo del Estado era la defensa del concepto de Estado Democrático, o lo que es lo mismo, que izquierdas o derechas eran aceptables desde cualquier punto de vista siempre y cuando respetaran el Estado Democrático. Decía ese mismo experto que su misión, como profesional del ámbito de la Inteligencia al servicio de su país, pasaba también por defenderlo de lo que llamaba “la extinción”, haciendo una suerte de traspolación o de darwinismo social. Podemos coincidir así en que en un país democrático, los servicios de Inteligencia defienden la democracia, del mismo modo que una organización terrorista que opera en un país
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democrático está luchando contra la democracia o un servicio de Inteligencia de un país dictatorial defiende la dictadura. Entraba así en concordancia este experto, con lo expuesto por Alain Touraine sobre la idea de nación emancipada de la de estado nacional y emancipada “de su carga cuasi religiosa”. Patriotismo, sí, pero patriotismo democrático como apunta Jurgen Habermas, no a cualquier precio. En definitiva, la idea que defienden los servicios de inteligencia de la democracia es que no importa quien esté en el Gobierno puesto que los servicios de inteligencia tienen como finalidad la defensa del Estado y de la Democracia. Reunir en un curso universitario a expertos en Inteligencia de varios países tiene varios efectos, y uno de estos efectos es percatarse que cada experto, cada miembros de cada organización, coincide con el resto en que la obtención de información, de Inteligencia en el sentido en que apuntábamos más arriba, es fundamental para la supervivencia del grupo social, llamémosle país o nación, al que representa. Una aportación interesante en ese sentido es la de ese darwinismo social del que hablábamos. Supongamos que las sociedades se mueven del mismo modo que las especies; eso quiere decir que las menos adaptadas o las que no sepan defenderse, desaparecerán. La desaparición de la Unión Soviética y de los países del socialismo real así lo muestran, como también el fenecido Imperio Británico, el Español, el de Gengis Kan o el de Roma. La lucha pues, se da sobre el terreno para saber qué modelo de sociedad superará la gran prueba de la crisis de crecimiento. Diversos modos de vida compiten por un mismo nicho vital y aquel que tenga la mejor información será el que sobrevivirá, al menos eso mantiene el darwinismo. Un avispado experto en Inteligencia ponía el ejemplo de Irán. Irán no puede competir con Estados Unidos o la
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Unión Europea ateniéndose al modelo social y mental de esas sociedades, por tanto inventa o utiliza otro modelo diferente, que sí es competitivo, para luchar por ese mismo nicho vital que llamamos globalización. Y ese modelo social o mental que utiliza Irán es el islamismo radical y su punta de lanza, el terrorismo yihadista. Simplificando, los servicios de inteligencia de un país se mueven en lo que llamaríamos “patriotismo” que sería el modo de poner en términos sociales el darwinismo de las especies, pero hay un rasgo importante en ese patriotismo, un rasgo ya señalado por Jurgen Habermas cuando da esa connotación básica que llama “patriotismo constitucional”, el patriotismo de los ciudadanos que se sienten parte de un proyecto democrático y constitucional, no de una idea de “patria, última refugio de los canallas” que decía Bertold Brecht. Así los servicios secretos defienden, desde su trabajo de obtención y elaboración de Inteligencia, lo que llamamos “intereses nacionales” o en nuestro caso los “intereses españoles”. Eso quiere decir que los servicios de Inteligencia se ocuparán de la obtención de información y de servir al Estado, no servirse de él, asumiendo la tarea de defender los intereses nacionales marcados por el Gobierno, cualquier Gobierno del signo que sea que debe ser el garante de ese “patriotismo constitucional”. A finales de agosto de 2010, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se entrevistó con las autoridades chinas en el curso de su visita a Shangai. Los ciudadanos nos enteramos entonces que el Presidente trata con lo altos responsables chinos de asuntos económicos de gran importancia, entre ellos de la posible instalación en España de diversas factorías relacionadas con la industria del automóvil. Parece obvio que el Presidente del Gobierno llevaba en su cartera todos los informes
necesarios para saber de qué iba a hablar, con quién y con qué posibilidades. Una parte de esas informaciones, las llamadas abiertas, las preparan sus asesores a partir de las redes de Internet, de la prensa, de los informes de las empresas y de los diplomáticos españoles en China o en los mercados internacionales, pero de esos informes “abiertos” una parte importante la han seleccionado y analizado los servicios de inteligencia, el CNI, que ha añadido, además, un volumen considerable de informes confidenciales, imposibles de encontrar en abierto, pero que se han obtenido por un eficaz trabajo que ha contado con agentes, confidentes, técnicos y tecnología punta. Si hablamos de terrorismo, la creación del CESID y su sucesor el CNI supuso que, al contrario que su antecesor, el SECED, su finalidad de trabajo estaba pensada para el exterior, lejos de la vigilancia política de la sociedad española. Detectar las amenazas terroristas contra la democracia, las redes del narcotráfico o la instalación de la delincuencia organizada en España son funciones que exigen un servicio como el que prestan los servicios de Inteligencia. Un servicio en zonas calientes del extranjero como el Magreb o el Sahara, centro y Sudamérica o la Europa oriental, pero también en el interior al menos hasta la vigencia de la amenaza del terrorismo etarra. Esas son las funciones que presta, o debe prestar, un servicio de Inteligencia.
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El ciudadano frente a la Inteligencia ¿Qué ocurre en España con los servicios de Inteligencia? En primer lugar ya hemos apuntado el desconocimiento. El gran público y la mayor parte de los profesionales de la comunicación no saben lo que hace el CNI y eso es perjudicial para cualquier organismo del Estado. A los funcionarios y responsables del CNI no les gusta hablar de secreto, sino de discreción; sus objetivos no son un secreto, lo son, por necesidad, los métodos y las estructuras. En cierto sentido es tan malo desconocer qué trabajo hace el CNI como lo sería desconocer que hacen los funcionarios de sanidad o los de parques y jardines. En su trabajo “El papel de la comunidad de inteligencia en la toma de decisiones de política exterior y de seguridad en España”, el profesor Antonio M. Díaz Fernández, de la Universidad de Burgos, apunta no obstante la desconfianza existente entre los políticos que dirigen el país y los servicios de Inteligencia que les deben dotar de gran parte de la información que necesitan para trabajar y esa desconfianza la sitúa como uno de los problemas a resolver para aprovechar al máximo las posibilidades de un servicio de Inteligencia. Pero a mi juicio existe un grado superior de desconfianza y es el del ciudadano con respecto, no ya a los servicios secretos, sino al Estado. Partamos pues de la base de dos conceptos antitéticos, el Estado protector o el Estado enemigo de sus propios ciudadanos. En España existe un notable fraude fiscal, una cultura de esquivar las normas y las multas de tráfico, una percepción del funcionario como enemigo que no trabaja y disfruta de privilegios, una creencia popular de que “todos los políticos roban”, que la eficacia de
la empresa privada es infinitamente superior a la de la pública. En amplios segmentos de la población se percibe que el aparato del Estado está para exigir impuestos, no dar nada a cambio y perjudicar el desarrollo de la actividad normal. Desde el concepto de ultraliberalismo hasta el de antisistema existe toda una gama de justificaciones ideológicas y teóricas para denostar y defraudar al Estado. ¿Se ve en España el Estado como protector o como generador de confianza y de progreso? La respuesta más clara es que no. Seguramente se le ve como garante del progreso y la libertad en algunos estamentos, pero la derecha ultra liberal solo ve en el Estado al garante de sus privilegios, el Estado–policía, lo mismo que ve la izquierda antisistema. Y si existe esa desconfianza tan arraigada hacia el Estado, ¿cómo va a confiar la sociedad en un servicio estatal como el CNI que, además, funciona en el secreto por propia definición? Si el ciudadano corriente no confía en los médicos de la Seguridad Social, ¿cómo va a confiar en los agentes de los servicios de Inteligencia? Estamos pues ante un problema mucho mayor para la creación de una Cultura de Inteligencia. Estamos ante una profunda desconfianza hacia el Estado que, en grandes áreas de la población, se ve como un enemigo y no como un protector. El profesor Diego Navarro Bonilla, experto en servicios de inteligencia y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid, conoce perfectamente esa desconfianza de ciertos políticos hacia sus propios servicios secretos y desde luego la del ciudadano corriente “El poder, en abstracto”, dice, “es siempre percibido como limitador de libertades. Las estructuras de inteligencia, como una de las fuerzas concretas de ese poder abstracto, suelen ser objetivo o diana de los desafectos y odios contra el poder. Pero no creo que
más que policías, ejércitos y todo lo que suponga autoridad. Tal vez el éxito de las representaciones cinematográficas y literarias de los asuntos de inteligencia esté en la capacidad de subvertir esa ‘seriedad’ u oscuridad, dotándoles de un tono de parodia, de crítica o de burla por parte de la sociedad que les presenta como lo que no son: caricaturas”. Y el profesor mantiene que los controles jurídicos españoles son garantía de que los servicios secretos españoles juegan limpio dentro de la Constitución. “La desviación extrema es la conversión de la agencia de inteligencia en una policía política donde el interés a defender no es el de la sociedad a la que sirve, sino al partido en el poder: Stasi y el Ministerio para la Seguridad del Estado de Erich Mielke como perfectas encarnaciones de todo esto”. ¿Qué es entonces lo que debe llegar al ciudadano español sobre el papel de los servicios de inteligencia? Desde luego y en primer lugar que el CNI, el Centro Nacional de Inteligencia, es un organismo creado al amparo de la Constitución, un organismo creado pues sobre bases democráticas y cuya finalidad, como expresa el doctor Díaz Fernández, es la de dotar al Gobierno de la información necesaria para desarrollar su política exterior, de defensa y de seguridad. Hasta ahí no cabe ninguna reticencia al papel de los servicios secretos. En segundo lugar, debería llegar al ciudadano la obviedad de que el CNI, como las Fuerzas Armadas o incluso el Ministerio de Asuntos Exteriores, por mucho que se apellide de Cooperación, no son ONG’s sino organismos del Estado, cuya función es defenderlo.
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Podríamos coincidir pues en que los objetivos del CNI deben ser conocidos por los ciudadanos, ser absolutamente transparentes y donde se ha de guardar la debida discreción es en los métodos y en las estructuras de una organización que vive de la discreción. La concreción de esta transparencia, al menos una de las líneas, sería la reciente decisión del Gobierno de publicar la Estrategia de Seguridad Nacional, o lo que es lo mismo, las directrices generales que el Centro Nacional de Inteligencia debe seguir en lo que se refiere a sus frentes de vigilancia y a los peligros que pueden significar para el país. Desde algunos medios se ha criticado la publicación de la ESN pues se considera que las percepciones de peligro para el Estado y para el país deberían ser materia secreta que no ponga sobre aviso a los supuestos enemigos. Como era de esperar, la transparencia tiene unos límites difíciles y poco definidos con la necesidad de discreción. Al ciudadano interesado en los asuntos del Estado, conocer la ESN le da una información algo superior a la que podría recibir por los medios de comunicación o a la que él mismo elaboraría a partir de sus conocimientos. El ciudadano español medianamente informado, sabe que el peligro etarra sigue existiendo, que la situación de las ciudades africanas de Ceuta y Melilla es comprometida, que existe un contencioso, inacabable, con el peñón de Gibraltar o que España es punto de entrada de la cocaína sudamericana. Lo que tal vez no sabe es que la especulación contra la economía española, desde Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania o China es una realidad o que desde el Magreb está penetrando en la sociedad española el yihadismo e integrismo musulmán. Ciertas realidades de la política española y de sus relaciones
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internacionales se desvelan a través de eso ESN y al mismo tiempo se está desvelando el despliegue de los servicios secretos españoles. La pregunta, que el Gobierno responde afirmativamente por su cuenta y riesgo, es ¿necesita el ciudadano conocer esa Estrategia de Seguridad Nacional? A la par de la nueva estrategia de transparencia, las siglas del CNI y los nombres de sus responsables han ido apareciendo últimamente en los medios de comunicación. Una de las primeras noticias, que en otros tiempos apenas se les daba importancia, fue la del relevo de la Secretaria General, Elena Sánchez Blanco, número 2 del CNI, por Beatriz Méndez de Vigo y Montojo, nombramiento aparejado a la confirmación del Director, Sanz Roldán. Vino después el cambio de dependencia del organismo, que pasó del Ministerio de Defensa al Ministerio de la Presidencia o el anuncio del refuerzo de la División Económica del Centro para moverse mejor en el ámbito de la competencia empresarial. Todo esto, cuestiones organizativas, no pasarían de ser anecdóticas, pero empiezan a aparece otras noticias, unas veces reales y otras inventadas, de informes que el CNI pone en conocimiento del Gobierno y que airean los medios de comunicación. Un supuesto informe sobre reuniones de antiguos etarras en el sur de Francia, un supuesto operativo en Cataluña para infiltrarse en el independentismo catalán o los informes relativos a empresas españoles operando en lugares como Beirut o Kiev.
A esta transparencia de los servicios de inteligencia han contribuido últimamente dos “convidados” indeseados que han dado una publicidad inesperada al trabajo de estos servicios tan secretos. Hablamos, claro está de Wikileaks (Assange) y de Edward Snowden, ambos empeñados en una lucha, más o menos desinteresada, contra los servicios secretos de Estados Unidos. Por boca de Snowden nos enteramos que el Gobierno de Estados Unidos, a través de la NSA y de la CIA espía a sus ciudadanos, a los ciudadanos de otros países, a sus aliados, a sus adversarios y probablemente a los extraterrestres afincados en la Luna. En el comentario “Ética y Traición” de mi blog (http://joseluiscaballero.net/wordpress/?p= 556) ya hacía una aproximación a lo que significa a mi juicio este asunto y que no es otra cosa que sacar a la luz lo que cualquier ciudadano medianamente inteligente y medianamente informado debería saber: que los servicios secretos/inteligencia/espionaje están para algo y ese algo es recabar información. ¿Queríamos transparencia? Pues Wikileaks y Snowden nos ha dado una buena ración de transparencia.
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Cultura de Inteligencia ¿Qué es pues la Cultura de Inteligencia? Desde el Glosario de Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos, editado por la Universidad Rey Juan Carlos y desde el propio CNI se la define así: “Entendemos por cultura de inteligencia el conjunto de conocimiento que la sociedad debe tener sobre la necesidad, la función y la finalidad de un Servicio de Inteligencia, de manera que perciba como propias las cuestiones relacionadas con su seguridad, su libertad y la defensa de sus intereses”. Bajando a la arena de la práctica, el doctor Diego Navarro Bonilla, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, autor, entre otros, del libro “Espías: Tres mil años de información y secretos” (Plaza y Valdes. 2009) y de diversas publicaciones especializadas en Inteligencia, afirma que “Es indudable que partimos de una necesidad compartida y bidireccional: los servicios de inteligencia sirven a la sociedad y, a su vez, ésta debe conocer con un poco más de rigor, el contexto de su actuación y todo lo que la ley permita o no contemple como estrictamente secreto”. En realidad, el concepto de Cultura de Inteligencia no es más que la idea de integrar ese servicio que el Estado presta a la sociedad en el sociedad misma. Es cosa sabida que la OSS, precursora de la CIA, la CIA misma o el Inteligence Service británico, por ejemplo, reclutaban a su personal entre los más destacados alumnos de las Universidades más prestigiosas. Personas inteligentes, bien
formadas en diferentes especialidades y que luego pasaban a realizar los cursos específicos de cada servicio. Al mismo tiempo, el Ejército era una fuente de obtención de personal cualificado y con las características necesarias para ejercer la función de agente secreto, agente de campo principalmente. El paso obvio siguiente parecía ser la creación de cátedras específicas en las universidades que prepararan profesionales encaminados bien hacia los servicios secretos o bien hacia su estudio y apoyo, oficiales de inteligencia en la que la función de análisis se convierte en algo primordial. Esa es la función de la Cátedra de Servicios de Inteligencia de la Universidad Rey Juan Carlos, del Instituo Elcano, Universidad de Valencia o CISDE en colaboración con la Universidad a Distancia de Madrid. Este camino sugiere una simbiosis entre la sociedad y los servicios de inteligencia, una simbiosis que incluye la integración de los servicios secretos en la Universidad, como parte del conocimiento, en la empresa, como parte de su actividad, en los medios de comunicación como parientes cercanos de esos servicios secretos. Los peligros inherentes a esta simbiosis son no obstante, bastante evidentes. Por un lado está la cuestión de la misma esencia de los servicios de inteligencia: la discreción. Obviamente la ley establece cuáles son los límites de ese conocimiento. El secreto oficial, la confidencialidad, la discreción no son solo cuestiones subjetivas sino que están precisadas en las leyes. Pero es preciso preguntarse algunas veces ¿es necesario
conocer el nombre del secretario, o secretaria, general del CNI?, es decir del técnico, no del político que dirige los servicios secretos. ¿Es necesario conocer nombre y apellidos de los agentes asesinados en Irak en 2003? ¿Necesitamos conocer las sedes o los lugares de trabajo de los servicios secretos? La respuesta es difícil y al margen de lo establecido en la ley, probablemente está en esa área que llamamos “sentido común”. Otra cuestión es la de la actitud de la sociedad ante esos servicios, o mejor, ante la actividad de los servicios de inteligencia. ¿Se pretende convertirnos a todos en informadores y colaboradores? La respuesta de los responsables de inteligencia es no, desde luego que no. Pero es obvio que si el Estado está para defendernos, nosotros debemos defender al Estado porque eso es defendernos a nosotros. Y hemos partido de la base de que el Estado es democrático, que el patriotismo es un patriotismo constitucional como dice Habermas y que todos estamos en el mismo barco. Cuesta trabajo no obstante convencer al ciudadano de que los intereses de la Compañía Telefónica en Argentina o de Cepsa en Brasil o de entidades como Bankia o el Banco de Santander, son intereses de todos los españoles. Probablemente ahí está el talón de Aquiles de la Cultura de Inteligencia. Entendemos perfectamente que debemos colaborar en esa Cultura de Inteligencia, y más allá si es necesario, para defendernos del terrorismo, del narcotráfico y del crimen organizado, pero ¿entendemos del mismo modo que debemos involucrarnos en los intereses de Iberia, de Cepsa, de Telefónica o de Inditex solo porque son españolas?
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Como posible respuesta a esa pregunta podríamos seguir a Alain Touraine y ser conscientes de que la sociedad no es monolítica, en absoluto, que existen intereses contrapuestos, formas diferentes de ver la realidad, opiniones diversas sobre temas complejos y respuestas heterogéneas a preguntas que parecen las mismas. Nosotros, ciudadanos, deberíamos reconocer al CNI, a los servicios de inteligencia, como partes necesarias y esenciales del Estado que nos defiende, ciertamente a todos, sea la Compañía Telefónica o los ciudadanos anónimos que viajamos en un tren de cercanías, y al mismo tiempo no debemos perder nunca el sentido crítico, la reclamación de nuestros derechos y el ejercicio de nuestra libertad.
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Bravo leon
Durante los años noventa, el nuevo orden que nació con los gobiernos democráticos en América del Sur desarticuló las agencias de inteligencias locales, dado el macabro rol que desempeñaron durante las dictaduras en la represión de los opositores políticos; mismos que a partir de la reconstitución de los sistemas populares se irguieron como gobernantes. Sin embargo, a poco andar, los hechos demostraron a las nuevas democracias que no bastaba con el cambio de régimen para que las facciones terroristas abandonaran las armas y renunciaran a la acción delictual. De hecho, los delitos violentos vinculados a estos grupos aumentaron durante el período, a tal punto, que la ciudadanía cuestionó la capacidad real de las autoridades para garantizar la seguridad pública. Demás está decir que ese era el peor escenario para un gobierno cuya autoridad nace de la confianza ciudadana, de modo que las administraciones democráticas se vieron forzadas a rearticular los organismos de inteligencia. Pero la discusión instalada en la región entre los actores democráticos no fue menor; por un lado, los sectores del antiguo régimen –incluidas las fuerzas armadas- temían un sistema de inteligencia en manos de los nuevos amos del poder, por lo que no estaban dispuestos a entregar los votos parlamentarios que permitieran un mando civil pleno en esta área; y por el otro, el recuerdo reciente de las atrocidades cometidas obligaba a los nuevos gobiernos a diseñar un modelo cuyos controles impidieran la repetición de los “excesos” del pasado. El resultado del consenso político fue la creación legal de un organismo “hibrido” civil muy controlado, que en su esencia se limitaba al análisis de información de prensa con escasa o nula actividad operativa. Vale decir un “Think Tank” del Estado con fuerte presencia civil, que coexiste con organizaciones militares y policiales, que en esta materia carecen de todo control de la autoridad política.
Las conclusiones aparecen como un elemento evidente: los gobiernos democráticos requieren de servicios de inteligencia profesionales, esto es, que más allá del signo político del gobernante de turno, el organismo de inteligencia sea capaz de coordinar y capturar información que permita en el escenario interno salvaguardar el sistema político; y en lo externo, le otorgue a la nación –por medio de sus representantes- ventajas competitivas respecto de los demás países. Cuando una nación decide que existen amenazas tan serias y graves que los medios habituales no permiten su neutralización –el narcotráfico; el terrorismo; la amenaza de una guerra- y autoriza que por medio de agentes del estado se infiltren para desarticular y minimizar el riesgo que estos representan, está autorizando y exigiendo la presencia de servicios de inteligencia y del personal que la integra con altas convicciones éticas, morales y patrióticas. Patriotismo, sí, pero patriotismo democrático, no a cualquier precio. Esta idea de poder contribuir, humildemente desde mi lugar, a la creación y formación de un organismo de inteligencia nacional y de su personal, es lo que me seduce… Bravo León: Director de AAinteligencia Gestor audiovisual de la exitosa serie “La Semana de Bravo León” (Youtube) Autor de la Novela El espía Francés
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José Manuel Ugarte
Mi interés por la actividad de inteligencia nació en enero de 1994, cuando renacía la democracia en Argentina y comencé a trabajar como asesor de la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados. Era necesario repensar las estructuras y leyes de defensa nacional, seguridad interior e inteligencia, ante la evidencia de que respondían a las doctrinas de seguridad continental y fronteras ideológicas que rigieran por más de dos décadas a los países de América Latina. Fue necesario hacer un estudio profundo sobre la legislación y las estructuras en las materias indicadas, de aquellos países caracterizados tanto por poseer sólidas instituciones democráticas y vigencia de los derechos individuales, como por desempeñarse con eficiencia y eficacia en tales campos, porque el propósito era alcanzar, por una parte, legitimidad, pero por la otra, eficiencia y eficacia. Y de esos estudios –realizados por mi cuenta, aunque simultáneamente procuré realizar todos los cursos posibles en el país y en algún caso en el exterior- surgió mi trabajo académico en estos temas. También corredacté o participé en la redacción de varias de las leyes que constituyeron el marco normativo en tales materias: Ley N° 23.554 de Defensa Nacional, Ley N° 24.059 de Seguridad Interior, Ley N° 24.429 de Servicio Militar Voluntario, Ley N° 24.948 de Reestructuración de las Fuerzas Armadas…y Ley N° 25.520 de Inteligencia Nacional. Mi dedicación al tema, me llevó a formular mi tesis doctoral en la Universidad de Buenos Aires, sobre el Control Público de la Actividad de Inteligencia…y a colaborar en reformas en varios países y, por sobre todo, en esta querida revista, ámbito inapreciable de difusión, discusión y pensamiento sobre la actividad de inteligencia.
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José Manuel Ugarte (Argentina) Uno de los principales colaboradores de AAinteligencia desde sus inicios. Promotor de la legislación y control de los servicios de Inteligencia en América Latina Autor de varios libros sobre legislación de los servicios de inteligencia
¿Qué dimensión ética debe tener la actividad de inteligencia? Lo primero, a mi juicio, es que debe constituir una actividad al servicio del Estado. Jamás debe ser puesta al servicio de la actividad partidaria o de intereses particulares de determinados funcionarios, ni de persona alguna. Lo segundo, es que debe respetar el orden jurídico del país que la realiza, y los derechos individuales de sus habitantes; si graves razones imponen invadir la privacidad de algún habitante, ello sólo puede tener lugar cuando y como la ley lo autoriza, y con orden judicial. En todo momento, y especialmente cuando la actividad se realiza en el extranjero o respecto de otro país, se deben cumplir estrictamente las órdenes recibidas; la actividad de inteligencia nunca puede ser autónoma. Debe procurarse la más absoluta objetividad en su ejercicio; preciso es buscar la verdad, y tener el coraje de defenderla ante quienes deben tomar las decisiones. La diligencia, la dedicación y la honestidad son aún más requeridas que en otras actividades, porque el secreto que protege identidades, fuentes, métodos y operaciones no puede encubrir flaquezas o irregularidades. La discreción y la reserva son fundamentales, porque de ellas puede depender la seguridad del propio país. Finalmente, la vocación de servicio al Estado debe ser la fuerza más importante del hombre de inteligencia, quien sólo debe esperar como recompensa por sus éxitos – que sólo él y sus superiores conocerán- la íntima satisfacción del deber cumplido.
Russell G. Swenson
Auto-retrato de un interesado en inteligencia Considero la inteligencia un fenómeno que permite a cualquier persona la oportunidad de gestionar su propia capacidad de buscar experiencias, directas o vicarias, en vista de la finalidad de entender el ambiente económico, sociológico, psicológico, institucional y físico, junto con el propósito de comunicarlo a otros interesados para el bienestar común. Esto es para decir que un practicante de inteligencia sigue su propia senda, y cuando muere o desaparece su hábito de emplear la curiosidad, no habrá inteligencia. Si los hay, que no tengan acceso a información y experiencias que le tocará al practicante de inteligencia analizar, el está obligado a saber más que ayer sobre cualquier tema de interés personal hasta el punto de poder interpretarlo y comunicarlo a ellos, si es que sienten una responsabilidad para o están encargado del bienestar público. Cuando los temas explorados son también de interés a los oficiales públicos del Estado, existe una obligación ética y mutua de probar el uno al otro sobre el tema de interés, bajo circunstancia de sigilo si necesario, o en forma pública si no es preciso el sigilo. Así se puede decir que la inteligencia puede florecer fuera de la burocracia pública, pero cuando se hace fuera de la órbita del bienestar común, es otra cosa.
Russell G.Swenson (EE.UU) Uno de los mayores promotores de la cultura de Inteligencia en las Américas y gran colaborador de AAinteligencia desde sus inicios. Su aporte es invaluable en el proyecto de Revista Impresa, el cual alcanzó a publicar solo 3 ediciones. Autor de varios libros sobre Inteligencia
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Ricardo Runza
Inteligencia: ¿Ángel salvador o demonio maldito? Estimado lector de AAINTELIGENCIA voy a escribir este artículo en primera persona, relatándole la evolución de mi percepción sobre la Inteligencia desde mi vivencia personal en Argentina. Tengo, hoy en día, 46 años de edad. Esta comenzó en tiempos cuando era un joven oficial de la Fuerza Aérea Argentina. En ese entonces, mi opinión sobre la Inteligencia, en particular de esa fuerza militar, era aborrecible. Recuerdo que para mí, ella era un antro, en donde entraban hijos de altos mandos por los fabulosos sueldos que allí se cobraban y en donde además no era necesario ir a trabajar todos los días. Jóvenes que apenas estaban estudiando una carrera universitaria o unos simples vagos hijos de papá que no tenían futuro alguno y que obviamente no habían pasado por los sacrificios que representaba la Escuela de Aviación Militar. También veía que los oficiales que adoptaban la especialidad no eran precisamente los más inteligentes, los más capaces, los primeros de promoción. Más bien, eran aquellos que no tenían otra especialidad que los cobijara o que los aceptara. Para mí Inteligencia era sinónimo de NO inteligencia. Una contradicción. Algo que la doctrina que estudié decía indispensable para las operaciones de defensa, pero que la realidad me demostraba otra cosa, ya que su uso, su organización y sus recursos no se correspondían con ese deber ser que me habían enseñado. Luego, cuando me retiré de esa fuerza con el grado de capitán y comencé una carrera como consultor de gobierno en el área de defensa, mi percepción fue cada vez peor. Recuerdo la brutalidad y la poca profesionalidad como me espiaron, me pincharon mis teléfonos, me hicieron guardia en mi domicilio. Si la táctica tomada fue llevada a cabo de esa manera para amedrentarme, consiguieron el efecto contrario. Yo todavía no entiendo como no se tomó en cuenta mi perfil psicológico para llevar a cabo esas tareas tan absurdas como inútiles.
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También pude observar la baja calidad de quienes asesoraban al más alto nivel de gobierno desde esa especialidad, sean estos civiles o militares. He leído trabajos paupérrimos y he presenciado colaboraciones y aportes de inteligencia, en documentos de orden estratégico, de muy poca calidad. Luego, durante toda mi carrera como consultor, también pude tomar contacto con periodistas pagados por los servicios de inteligencia del Estado nacional argentino para que emitieran opiniones favorables al gobierno de turno o para que las redacciones no permitieran la edición de opiniones contrarias o reformistas, tales como las mías. También, padecí a profesores de universidades privadas y públicas argentinas, ex miembros de los servicios secretos de las fuerzas armadas o miembros activos de la agencia argentina de inteligencia. Algunos, unos verdaderos caraduras que hacían loas a la democracia y al control civil de las fuerzas armadas pero escondían un pasado y un presente oscuro, contrario a sus declamaciones. Todo contacto que tuve con las agencias y organismos de inteligencia de mi país me pareció, en general, muy mediocre. Las personas que pertenecían a este tipo de servicio, inclusive las más formadas, parecían serlo sólo por una cuestión salarial, para aprovechar una oportunidad de ganar dinero en negro o bien por algo más bastardo que patriótico. Si ustedes me preguntaran si pude observar vocación profesional, la verdad no he podido identificar individuos con ella. Ni siquiera en la Escuela de Inteligencia. Espero no ofender a nadie pero esa ha sido mi percepción. Tal vez, tuve la desgracia de no toparme nunca con personal de inteligencia de alta calidad profesional, tal vez no pude ver personalmente ninguna acción de inteligencia que me deslumbrara o tal vez fui el único al que le toco vivir situaciones en donde mi percepción de ella quedó influenciada de tal manera que para mí este micro mundo, en la Argentina, por lo menos, era uno que orillaba la ilegalidad, la corrupción y la falta de calidad en su servicio.
Ricardo Runza
A medida que pasaron los años, mi mirada sobre la Inteligencia fue cambiando (a pesar de mis vivencias personales, algunas de las cuales, por razones obvias, no puedo narrarles, ya sea por mis contratos firmados como también por el tipo de asesoramiento y asistencia que he brindado) ya que luego, se le sumó el estudio, el análisis y la evaluación de todo aquello relacionado con el Sector Seguridad de un Estado. Tuve la oportunidad de presenciar la acción de otros Estados nacionales. Ver como se realizaron reformas en el Sector Seguridad en algunos países desarrollados. Aprendí de estas nuevas vivencias. Con el tiempo, tuve la oportunidad de trabajar en todo el quehacer de este tipo de sector estatal en la Argentina, ya sea en el campo de la seguridad internacional, en el campo de la seguridad nacional (es decir en el campo de la seguridad interior como muy especialmente en el campo de la defensa) y en el campo de la seguridad pública.
Por otro lado, en el Sector Seguridad de los Estados, las operaciones se realizan cada vez más de manera conjunta y combinada. La complejidad es el nuevo denominador común de la seguridad y la Inteligencia juega un rol fundamental.
Esta vivencia profesional, me hizo reflexionar mucho sobre esta actividad tan particular. De la necesidad enorme que tiene todo Estado de tener un servicio de inteligencia de calidad. Que es imposible obtener calidad en materia de gestión de amenazas y riesgos a la seguridad y en la gestión de vulnerabilidad si no se posee una organización de inteligencia de calidad. Hasta la gestión de respuesta que un Estado puede tener, una vez que una determinada amenaza se ha convertido en un hecho de inseguridad que no se pudo prever o cuya prevención hizo que ésta fuera minimizada, queda condicionada definitivamente si no se posee un instrumento de inteligencia eficaz.
Cuando la demanda de servicio de inteligencia es de poca calidad es muy difícil que la oferta de inteligencia sea de calidad.
Hoy en día, con el tipo de amenazas y riesgos a la seguridad que se ciernen sobre toda la comunidad internacional y en especial sobre los Estados nacionales, provinciales y municipales, es imposible no pensar que es indispensable contar con un servicio de inteligencia profesional y de calidad.
Entonces uno se pregunta: ¿Si cambiar una fuerza militar o una fuerza policial resulta difícil, como puede hacerse en una agencia de inteligencia, en donde todo es más oscuro y poco transparente? Pero esta pregunta se hace más difícil de contestar, especialmente cuando tomamos en cuenta el mundo que rodea al micro mundo de la Inteligencia. Cuando la cultura de la elite política actúa decisivamente para que los órganos de inteligencia de un país tengan el perfil profesional y la calidad de servicio que se tiene, por ejemplo, hoy en día, en la Argentina.
Por ejemplo, insto al lector que preste atención a todos los últimos documentos oficiales en donde se describen propuestas nacionales de políticas y estrategias de seguridad, de seguridad internacional, nacional (seguridad interior y defensa) y de seguridad pública de los países del Cono Sur y tome en cuenta que en ninguno de ellos se propone mejorar o incrementar las capacidades de inteligencia de cada Estado, de sus agencias específicas y de los organismos específicos de sus fuerzas. Oficialmente, la demanda de servicios de inteligencia de mayor calidad es nula o casi inexistente, tal como la necesidad de mayores y mejores recursos humanos y tecnológicos y de más trabajo conjunto y combinado para esta área estatal ante amenazas a la seguridad correctamente identificadas y expuestas a la opinión pública.
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Ricardo Runza
Entonces, tomo conciencia del desafío cuando observo los síntomas de Estado fallido que presenta el Estado argentino en materia de seguridad, cuando reflexiono sobre el conflicto bélico en el Atlántico Sur que se perdió, cuando pienso en los atentados terroristas que no pudieron evitarse, cuando veo como el narcotráfico penetra la sociedad argentina como hoy lo hace y cuando éste ha copado ya parte del Estado y el mismo es señalado por la ONU como uno de los nuevos eslabones necesarios del comercio ilegal de drogas en todo el mundo y tercer puerto de salida de toda la cocaína y la marihuana que se produce en Sudamérica. Es aquí cuando veo más que nunca que la Inteligencia puede ser un ángel salvador o un maldito demonio.
Si queremos calidad y profesionalismo, la menor corrupción y prácticas ilegales posibles, por supuesto que es necesario cambiar la oferta, pero también la demanda. Es necesario transformar las prácticas, usos y costumbres además de otras cosas y eso lleva mucho esfuerzo y fundamentalmente tiempo. Esto tiene costos y en Inteligencia los costos no se miden sólo en dinero sino también en riesgos que hay que minimizar o anular. Hay quienes se tienen que ir, no volver nunca a la organización y al mismo tiempo no representar peligro alguno para la sociedad y para quienes ejecutan un cambio como el que se está mencionando, dentro de un contexto civilizado y absolutamente legal, bajo el estado de derecho del país.
¿Pero como hacer para que la Inteligencia sea siempre o casi siempre un ángel salvador y no un maldito demonio?
La Inteligencia es un ángel salvador cuando evita que amenazas y riesgos a la seguridad se transformen en hechos de inseguridad y cuando ayuda también al éxito de una determinada gestión de respuesta, pero es un demonio maldito cuando no hace nada para prevenir una amenaza o cuando ésta se convierte en un hecho o cuando se falla en la respuesta. Aquí es cuando normalmente pensamos en la necesidad de contar con un servicio de inteligencia de calidad en cada uno de nuestros países, cuando se falla, cuando es demasiado tarde, cuando se cuentan los cadáveres, cuando se suman los montos de dinero perdido, cuando se tiene en cuenta la pérdida de prestigio y confianza de un país.
Cambiando la cultura de las organizaciones de inteligencia, pero fundamentalmente cambiando la cultura de la elite política que demanda sus servicios. No es una simple cuestión de marcos legales, de nuevas leyes, de declamaciones (que se dan por hechas) de control civil ejercido como se lo hace, por ejemplo, hoy en día, en la Argentina. No es también una cuestión de más o menos presupuesto. Ahora bien, cambiar una cultura en una organización y en una elite política son tareas titánicas, fáciles de declamar y muy difíciles de instrumentar. Mi experiencia en el campo de las Reformas en el Sector Seguridad de un Estado me dice que no es una tarea imposible de hacer, pero muy difícil de ejecutarla. Lo más dificultoso es convencer. Comunicar el cambio. Liderarlo. Transformar el cambio en una realidad. Adentro de cada organización y principalmente afuera de ella. Ricardo Runza (Argentina) Uno de los pensadores argentinos más prolíferos en temas de seguridad y defensa, tiene por estos motivos una importante tribuna en AAinteligencia.
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Por eso, estos diez años de AAINTELIGENCIA, han sido tan valiosos, porque quieran o no, éste ha sido un instrumento de cambio. Un avión que ha permitido llevar ideas y reflexiones sobre la Inteligencia y sobre todo el Sector Seguridad de los Estados a muchos integrantes de estas organizaciones en toda Sudamérica. AAINTELIGENCIA crea potenciales stakeholders futuros en todo el Sector Seguridad de cada Estado, es decir crea potenciales agentes de cambio, especialmente para aquellos que buscan excelencia y calidad en el lugar donde prestan servicio. Yo escribo aquí para tratar de alcanzar este desafío y agradezco a las autoridades de este espacio la oportunidad que me han brindado y su apoyo para seguir escribiendo, esperando que este instrumento de comunicación tenga otros diez años más de vida y presencia exitosa.
Libro Altamente recomendable
PAZ Y GUERRA Si bien es cierto que el presupuesto de las misiones de paz de la ONU crece cada año y ya ha alcanzado la cifra récord de 3,6 millones de dólares , el gasto de los Estados con las operaciones de la guerra avanza a un ritmo sin precedentes . Sólo con la guerra de Irak , se estima que los estadounidenses disponen nada menos que de 802.9 mil millones de dólares entre 2003 y 2011 . Estos números dan freno a la reciente oleada de interés académico por las áreas de defensa y seguridad, tema de los ocho ensayos incluidos en este volumen, que nos ofrecen una visión panorámica de la investigación en el área. En el primer texto, Héctor Luis Saint-Pierre analiza sobre la prevalencia de literatura anglosajona en los estudios realizados en Brasil, advirtiendo sobre el riesgo de la incorporación acrítica de tales referencias teóricas. En seguida Eduardo Mei propone una interpretación abierta de la obra del general prusiano Carl von Clausewitz , comparando las "nuevas guerras" con las que dan origen al Estado moderno. El tercer ensayo , Manuela Trinidade Viana y Juliana Lyra Viggiano, presenta un estudio de caso sobre la fusión de las actividades militares y policiales que se observan en los Estados Unidos y Colombia , en relación a la radicalización de las políticas antidrogas . Alberto Montoya C. Palacios Jr. , por su parte , cuestiona las definiciones de lo que convencionalmente se llama "guerras preventivas" y sus implicaciones .
La agenda para la resolución de conflictos de la ONU es el tema de Juliana de Paula Bigatao, que analiza las nuevas operaciones de socorro de las Naciones Unidas para la mantención de la Paz logradas después del fin de la Guerra Fría. Renata Avelar Giannini subraya los peligros de la politización de las operaciones de asistencia humanitaria dirigidas por la comunidad internacional. En el séptimo texto, de Flávio Lira, se discute la construcción problemática y compleja de los Estados y las identidades nacionales de Europa centro-oriental, cuya trayectoria histórica se presentó secularmente subordinada a los intereses de las potencias extranjeras. El ensayo concluye que esta colección analiza la presencia de mujeres en las fuerzas de seguridad del Cono Sur y Brasil . Suzeley Kalil Mathias y Tamya Rebelo analizan la composición de género en las fuerzas armadas y presentan, al final, cinco recomendaciones para superar las dificultades en la aplicación de la igualdad entre hombres y mujeres en este ámbito. AUTORES Eduardo Mei es profesor de sociología del curso de Relaciones Internacionales de UNESP (Francia) y miembro del Grupo de Estudios de Defensa y Seguridad (GEDES) de Unesp y de la Asciación Brasileira de Estudios de Defensa (ABED) Héctor Luis Saint-Pierre es profesor titular de Seguridad Internacional y Resolución de Conflicto de UNESP, coordinador del área de “Paz, defensa y Seguridad Internacional” del Programa Interinstitucional de Postgrado San Tiago Dantas (Unesp/Unicamp/PUC-SC) y director del Grupo de Estudios de Defensa y Seguridad Internacional (GEDES) de Unesp.
Hasta el aĂąo 2010 toda la imagen grĂĄfica de aainteligencia estuvo a cargo de Alejandra romĂĄn