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Lecciones aprendidas sobre manejo de fertilización nitrogenada en la Chacra Justiniano Posse
Luego de cuatro campañas de investigación, la Chacra Justiniano Posse evaluó lo aprendido en un taller de avances de resultados. Las exposiciones estuvieron a cargo de Franco Bardeggia, técnico responsable del proyecto, y Dionisio Gómez, del INTA Marcos Juárez.
El trigo es el cultivo de invierno más generalizado en la agricultura argentina debido a sus múltiples beneficios, entre los que se destacan el aporte de materia orgánica a través del rastrojo y sus raíces, y también su contribución al control de malezas anuales.
El rendimiento es el resultado de la interacción entre factores ambientales, genéticos y de manejo, siendo la oferta hídrica la principal limitante para la producción (Campillo et al., 2007). Sin embargo, en muchas ocasiones se encuentra limitado por una escasa oferta de otros recursos necesarios para el crecimiento y desarrollo del cultivo. En este sentido, el manejo de la nutrición mineral es una de las principales limitantes de la producción de trigo en nuestro país (García, 2006).
En el caso de los cereales de invierno, el nitrógeno (N) es el elemento de mayor importancia debido a la magnitud de su demanda y a las pérdidas de rendimiento que ocasiona su deficiencia. Ante la ausencia de una limitante hídrica u otro factor ambiental de crecimiento (como heladas), la producción de biomasa del cultivo y el rendimiento final se encuentran estrechamente relacionados a la disponibilidad de dicho nutriente (García, 2004).
En base a esto y en línea con la finalidad de la Chacra que es acortar la brecha productiva en ambientes con y sin influencia de la napa freática en la zona de influencia de Justiniano Posse, durante las últimas cuatro campañas se ensayaron diferentes prácticas de manejo de nitrógeno en trigo con el fin de realizar ajustes en el manejo de dicho nutriente.
¿Cuáles fueron los esultados que se obtuvieron?
En primer lugar, la respuesta que se obtuvo mediante la fertilización nitrogenada en los diferentes sitios de evaluación fue variable, dependiendo no solo del aporte de N del suelo (rinde de los testigos) en cada uno de los sitios, sino también de los rendimientos alcanzables en cada una de las campañas evaluadas (Figura 1).
Figura 1 Diferencia de rendimientos entre los testigos sin fertilizar y el cultivo de trigo fertilizado en los ensayos realizados durante las campañas evaluadas.
Otra de las variables evaluadas, fue la forma en que se aplica el nitrógeno. La conclusión a la que se arribó en el taller es que el incorporado de fertilizante en el suelo requiere menos cantidad de nitrógeno para alcanzar los mismos rendimientos que otras formas de aplicación (voleado o chorreado), logrando una mayor eficiencia en el uso del fertilizante (Figura 2). Aún así, el voleado estratégico de urea protegida en presiembra del trigo, que necesita de las precipitaciones para lograr que el fertilizante se incorpore en la solución del suelo (abril), mostró eficiencias similares a las del incorporado. Estos resultados estuvieron en línea a los obtenidos por Pagnan et al. (2019) en la zona de Justiniano Posse, que demostraron un incremento promedio de 365 kg ha-¹ en el rendimiento del cultivo de trigo a favor del incorporado de fertilizante.
Figura 2 Incremento de rendimiento del cultivo de trigo por cada kg de fertilizante aplicado según las formas de aplicación utilizadas en los ensayos.
La última de las variables analizadas fue el momento de fertilización. Si bien no se encontraron diferencias entre momentos de fertilización (siembra vs. macollaje), el éxito de la estrategia dependió pura y exclusivamente de la campaña y los sitios en donde se realizó la evaluación (Figura 3).
Figura 3 Diferencias de rendimientos según el momento de fertilización utilizado. Las barras hacia arriba indican resultados favorables en fertilización a la siembra, mientras que las barras hacia abajo en macollaje.
El antecesor a la siembra del trigo (soja vs. maíz) y la disponibilidad de nitratos fueron variables a tener en cuenta para decidir qué estrategia utilizar, ya que se dieron situaciones en las que una baja cantidad inicial de nitrógeno en el suelo y la decisión de fertilizar en macollaje, no permitió satisfacer las necesidades nutricionales del trigo. Esta situación repercutió en un menor rendimiento del cultivo, a diferencia de lo que sucedió cuando fue fertilizado a la siembra.
Fecha de siembra
La duración del ciclo de vida del trigo está gobernada por tres factores ambientales: la temperatura, el fotoperiodo y la vernalización (requerimientos de frío). En general, las variedades de ciclo corto sólo requieren de la temperatura para cumplir su ciclo, mientras que las de ciclos intermedio o largos, además de temperatura, son sensibles al fotoperiodo o requieren de vernalización. Por lo tanto, las variedades se pueden agrupar en cuatro grupos: 1) las insensibles al fotoperiodo y sin requerimientos de vernalización, 2) las insensibles al fotoperiodo con requerimientos de vernalización, 3) las sensibles al fotoperiodo sin requerimientos de vernalización, y 4) las sensibles al fotoperiodo y con requerimientos de vernalización. Respecto a este último grupo, fueron muy pocas las variedades liberadas al mercado, ya que por sus características son de ciclo extremadamente largos y adaptados solo al extremo sur de la región triguera argentina.
Dentro de cada grupo hay variación de ciclo, dependiendo del grado de sensibilidad al fotoperiodo o al grado de requerimiento de vernalización. Independientemente de la duración del ciclo, para una determinada localidad, todas las variedades tienen el mismo periodo de espigazón óptimo, que es cuando logran su mayor rendimiento. Para la zona de Marcos Juárez, ese periodo óptimo es la primera semana de octubre. Si la espigazón ocurre posterior a ese periodo, los rendimientos caerán por mayor probabilidad de golpes de calor (T°>32 °C) durante el llenado de granos, y previo a esa fecha, los rendimientos serán menores por mayor probabilidad de heladas en la espigazón.
La caída de rendimientos por golpes de calor es más predecible. Para la zona de Marcos Juárez, en ensayos hechos con más de 30 cultivares de distintos ciclos, se vio que la pérdida de rendimiento fue entre 75 a 82 kg/ha por cada día de atraso en la fecha de espigazón después del 10 de octubre. Mientras que las pérdidas de rendimiento en espigazones previas al periodo óptimo, pueden ir desde 0 al 100%, dependiendo de la fecha y la intensidad de las heladas de fin de septiembre.
Por lo tanto, se recomienda estimar el momento de siembra de los materiales, teniendo en cuenta que deben espigar en el periodo más favorable para expresar mayores rendimientos. Para esto es importante tener información de las características de cada variedad. Una variedad insensible al fotoperiodo y sin requerimientos de frío, como puede ser MS INTA 815 (ciclo corto), tendrá una fecha de siembra de fines de junio. Mientras que para una variedad insensible con requerimientos de vernalización bajos, como DM Algarrobo (ciclo intermedio), la siembra deberá comenzar a principios de junio. Las variedades con fecha de siembra más temprana son aquellas con mayores requerimientos de frío, como Baguette 750 (ciclo largo). Estos tres casos modifican la fecha de inicio de implantación, pero tienen una similar ventana de siembra, que es de 20-25 días aproximadamente. Por último, aquellos materiales que son sensibles al fotoperiodo, tipo ACA 356 (ciclo largo), se diferencian por presentar una ventana de siembra más amplia, alrededor de 30 días.
Trigo sobre rastrojos voluminosos
Muchos planteos rotacionales contemplan la implantación de trigo sobre rastrojo de maíz, o en lotes que incluyen cultivos de servicio en la rotación. En estos casos, se acumula gran cantidad de rastrojo sobre la superficie del suelo a través de los años, incluso sobre lotes de soja de altos rendimiento que fueron cosechados con una mala distribución del rastrojo. Este material actúa como una barrera física al corte de las cuchillas de las sembradoras. El suelo, además, se mantiene más húmedo por una menor evaporación, lo que hace que sea más difícil el corte del residuo. Por eso es común ver que las sembradoras dejan la semilla mal enterrada o a distintas profundidades, incluso sobre el suelo, donde las probabilidades de mortandad de plántulas, por deshidratación o temperaturas extremas, son más altas.
Otro factor que preocupa cada vez más a los productores de la zona central del país son los daños por helada, ya que por el efecto de sombreo del rastrojo, el suelo es más frío y, en consecuencia, las heladas a nivel del suelo tienen mayor duración. Estos factores hacen que una buena implantación de trigo sobre estos rastrojos sea dificultosa.
Ante estas situaciones, la elección de las variedades debe contemplar su comportamiento al frío en pasto. El trigo tiene muy buena tolerancia al frío desde la emergencia hasta el comienzo de la elongación del tallo. Luego disminuye hasta la espigazón-antesis, siendo el periodo más sensible. Por otro lado, existe variabilidad genética en cuanto a la tolerancia al frío en estado de pasto.
La mejor forma de prevenir los daños por heladas en pasto es logrando una buena implantación del cultivo, ajustando la sembradora y considerando la humedad del suelo al momento de la siembra, la distribución del rastrojo del cultivo anterior, entre otros aspectos. Está comprobado que, si la semilla está bien enterrada, la recuperación de los cultivos dañados por heladas es muy buena, sobre todo si está bien fertilizado y con buena disponibilidad de agua. Una vez comenzada la elongación del tallo, ya no hay diferencias genéticas claras frente al efecto de las heladas.
La mejor forma de prevenir los daños por heladas en pasto es logrando una buena implantación del cultivo
Variedades
La mejor variedad depende de los objetivos que se busquen y está condicionada por el ambiente productivo que dispone cada productor. Tener en cuenta esto es fundamental para la elección y posterior manejo de variedades disponibles.
Los semilleros proveen información acerca del grupo de calidad al que corresponde cada variedad (G1, G2 o G3, para los de mayor o menor calidad, respectivamente). Dicha información también es importante a la hora de elegir variedades. Si bien la calidad y rendimiento en general guardan una relación negativa, es decir que una variedad de alto potencial tiene menor calidad y viceversa, se pueden lograr ambos objetivos, ajustando el manejo nutricional del cultivo.
Muchas de las variedades con mayor potencial son susceptibles a enfermedades de la hoja, sobre todo a royas, que pueden tener alto impacto sobre el rendimiento. Por este motivo, el paquete de producción debe incluir el uso de fungicidas. Y en ambientes restrictivos, se deberían elegir aquellas variedades de buen perfil sanitario.
La diversificación, es decir, el uso de dos o tres variedades, puede aportar seguridad a un sistema de producción y así lograr los objetivos productivos con mayor certeza. En cualquier caso, es clave prestarle la atención a la elección de variedades a sembrar, y cómo manejarla, para que el cultivo de trigo sea productivo y rentable.
El uso de dos o tres variedades, puede aportar seguridad a un sistema de producción y así lograr los objetivos productivos con mayor certeza
Mirada a futuro
A modo de cierre, se discutieron las próximas líneas de trabajo de la Chacra junto al grupo de productores pensando en la próxima campaña de trigo, con el objetivo de seguir realizando ajustes en el cultivo que permitan acortar la brecha productiva en el sudeste de Córdoba. Uno de los puntos más destacados fue el análisis de la presencia de lotes con cierta variabilidad productiva ocasionada por el ascenso freático y la acumulación de excedentes hídricos en superficie que se dieron en la región durante los últimos años (Figura 4). La adopción de tecnologías de dosis variable sería una buena alternativa para dichos ambientes.
Figura 4 Análisis de lote según mapas de rendimiento en uno de los ambientes pertenecientes a la Chacra.