50 - debate
27 de agosto de 2004
REFORMA BANCARIA
La realidad se impone a las teorías a crisis de los años 2001 y 2002 abrió un debate profundo sobre el futuro del sistema financiero y su papel en la economía. Durante aquellos tiempos se solía escuchar con frecuencia que el modelo de banca universal, tal como había sido implementado en el país, no podría sobrevivir mucho tiempo, y se debatía intensamente en los círculos especializados esquemas para reemplazarlo, desde la “extraterritorialización” del manejo del ahorro -la banca off shore- hasta reducir las actividades de los bancos a proveer sólo servicios transaccionales dejando para otros mercados la intermediación financiera propiamente dicha. En el ínterin, se ha especulado con todo tipo de hipótesis, aún con la idea de que los bancos se negaban a prestar, que la economía puede funcionar sin crédito bancario y sin bancos internacionales. Dos años más tarde, se puede ver que algunas de estas ideas han perdido vigencia por el solo peso de la realidad. Aún cuando quedan muchas heridas por cicatrizar, es claro que el sistema financiero argentino ha comenzado a recuperarse del impacto gigantesco que le provocó la crisis. Las restricciones que impedían la libre disponibilidad de los depósitos han quedado eliminadas. No quedan prácticamente fondos reprogramados y los bancos han recuperado una buena parte de los depósitos que perdieron en el marco de la crisis. Por otro lado, los esfuerzos que los bancos realizaron el año pasado para fomentar el financiamiento del consumo y de otras necesidades en un mercado muy castigado por la crisis, ahora están siendo acompañados por la demanda de crédito de algunos sectores que necesitan disponer del ahorro de otros para seguir creciendo. Las últimas informaciones también dan
L
(*) Presidente de la Asociación de Bancos de la Argentina.
Por Mario Vicens (*) cuenta de que las pérdidas que asolaron al sector durante los dos últimos años se están revirtiendo para la mayoría de los bancos, interrumpiendo un proceso de descapitalización que era muy preocupante. Un componente clave de esta recuperación es la evolución de las cuentas públicas, y la estabilidad que han observado durante los dos últimos años las principales variables finan-
Todo indica que es más fructífero identificar y modificar las deficiencias regulatorias y estructurales que quedaron a la luz con la crisis, que pensar en un cambio drástico del modelo de banca universal vigente.
cieras. La prudencia que ha prevalecido durante este tiempo en la administración del gasto público, y la efectividad que ha demostrado el Gobierno recaudando impuestos, ha rendido sus frutos y el superávit primario obtenido no hay duda que ha contribuido a reducir a su mínima expresión la carga negativa que significa para la economía, desde el punto de vista de las expectativas y la confianza, tener pendiente la reestructuración completa de la deuda pública. El manejo fiscal, además, ha facilitado la administración de la política monetaria que, no hay duda, ha contribuido significativamente a la recuperación de la producción y el empleo en un contexto de estabilidad de los precios y tasas de interés prácticamente en línea con las que rigen
en países con una fuerte tradición de estabilidad. La recuperación de la producción y el consumo, por otro lado, ha permitido que los bancos expandan el crédito y regularicen una parte importante de los préstamos que quedaron en mora, lo que permitirá ir revirtiendo la situación de pérdida sistémica que quedó como resaca de la crisis. La estabilidad es clave
Este contexto de estabilidad ha resultado clave para la recuperación del sistema. Más aún, demuestra que, así como la estabilidad de las variables financieras y condiciones macroeconómicas han impulsado la recuperación del sistema, lo contrario también vale. Cada vez queda más claro que la última crisis tuvo más que ver con la acumulación crónica de desequilibrios fiscales, la falta de ciertas reformas estructurales y las transiciones políticas, que con la estructura de sistema financiero. En ese sentido, todo indica que es más fructífero identificar y modificar las deficiencias regulatorias y estructurales que quedaron a la luz con la crisis, que pensar en un cambio drástico del modelo de banca universal que está vigente. La mejora que se ha registrado no debe ser interpretada como una señal de que el sector ha superado todos sus problemas. Para alcanzar la plena normalización de la actividad se debe seguir trabajando activamente en la solución de las cuestiones pendientes y la modificación de lo que la experiencia indica que estaba mal. Todo indica que las autoridades monetarias han adoptado este enfoque. Los cambios regulatorios introducidos hace ya un año tienden a corregir algunas regulaciones que favorecían la incorporación de ciertos riesgos en detrimento de otros. Los casos más claros son los de la deuda pública, cuya tenencia ahora requiere la misma dotación de capital que