REVISTA HUILA No. 68 - Diciembre de 2017

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Fundada el 22 de mayo de 1910

NEIVA - 2017


DIRECTOR

: Alexander Quintero Bonilla

EDITOR ACADÉMICO

: Juan Carlos Acebedo Restrepo

COMITÉ EDITORIAL : PORTADA

Alexander Quintero Bonilla, Director Juan Carlos Acebedo Restrepo, Editor Académico Pedro Pablo Tinjacá Ruiz Martha Eugenia López Bedoya Carlos Arnulfo Sánchez

: Inauguración del antiguo puente Santander en la ciudad de Neiva, noviembre 11 de 1940.

EDITORA : Academia Huilense de Historia Centro Cultural y de Convenciones “José Eustasio Rivera Salas” Carrera 5 No. 21-81 Piso 2 – Bloque 2 Telefax 8740147 E-mail: academiahuilensedehistoria@gmail.com FOTOGRAFÍAS

: Archivos Academia Huilense de Historia

DISEÑO IMPRESIÓN : SERVI-IMPRESOS Tel.: 8756202 Neiva REVISTA HUILA : Órgano de la Academia Huilense de Historia Vol. 17 No. 68 Enero - Diciembre de 2017 Neiva Periodicidad irregular ISSN 0120-8438

DIRECTORES (1956-2014) Jenaro Díaz Jordán, Nos. 1 a 14 (10 fascículos) David Rivera Moya, Nos. 15 a 18 (4 fascículos) Alvaro Ramírez Vargas, Nos. 19 y 20 (2 fascículos) Eduardo Unda Losada, No. 21 Gilberto Vargas Motta, No. 22 José Jaime Rodríguez R., No. 23 Gilberto Vargas Motta, Nos. 24 a 42 (19 fascículos) Reynel Salas Vargas, Nos. 43 a 45 (3 fascículos) Camilo Francisco Salas Ortiz, Nos. 46 y 47 (2 fascículos) Reynel Salas Vargas, Nos. 48 a 50 (3 fascículos) Jaime Bravo Motta, No. 51 Margarita Cuéllar de Rivera, Nos. 52 y 53 (2 fascículos) Camilo Francisco Salas Ortiz, Nos. 54 a 67 (14 fascículos) Alexander Quintero Bonilla No. 68

Los artículos publicados en la presente edición son de responsabilidad exclusiva de sus autores. La Dirección.


JUNTA DIRECTIVA PRESIDENTE: Don ALEXANDER QUINTERO BONILLA VICEPRESIDENTE: Don REINEL SALAS VARGAS SECRETARIO GENERAL: Don ANANIAS OSORIO VALENZUELA TESORERO: Don ORLANDO MOSQUERA BOTELLO VEEDOR: Don ALVARO FALLA ALVIRA

MIEMBROS HONORARIOS Monseñor FROYLÁN CASAS ORTIZ Don GUILLERMO PLAZAS ALCID Don ROBERTO LIÉVANO PERDOMO MIEMBROS EMÉRITOS Doña Don Don Don Pbro. Doña Don

MARGARITA CUÉLLAR DE RIVERA DELIMIRO MORENO CALDERÓN MISAEL GARCÍA GARCÍA BOLÍVAR SÁNCHEZ VALENCIA JAIRO TRUJILLO POLANCO MARÍA DE DE LOS ÁNGELES OLAYA LEGUÍZAMO JORGE ALIRIO RÍOS OSORIO MIEMBROS DE NÚMERO POR ANTIGÜEDAD

Don Don Don Don Doña Don Don Doña Don Don Don Don Don Doña Don

REYNEL SALAS VARGAS CAMILO FRANCISCO SALAS ORTIZ (Presidente Honorario) BERNARDO TOVAR ZAMBRANO ALFREDO OLAYA AMAYA LUZ MARINA CANENCIO DE IBARRA JAIME BRAVO MOTTA JAIRO RAMÍREZ BAHAMÓN MARTHA CECILIA CEDEÑO PÉREZ ANANÍAS OSORIO VALENZUELA CARLOS EDUARDO AMÉZQUITA PARRA LUIS EDUARDO CORTÉS ORTIZ FERNANDO ANTONIO TORRES RESTREPO ALVARO LEÓN CABRERA GUZMÁN MARÍA ANGÉLICA SUAZA ESPAÑOL GABRIEL CALDERÓN MOLINA


Don Doña Don Don Don Don Don

ALVARO FALLA ALVIRA MARTHA ISABEL BARRERO GALINDO HUMBERTO MONTEALEGRE SÁNCHEZ ORLANDO MOSQUERA BOTELLO ALEXANDER QUINTERO BONILLA JUAN CARLOS ACEBEDO RESTREPO OLMEDO POLANCO MIEMBROS CORRESPONDIENTES

Don Doña Don Don Don Don Don Don

ROLANDO CENTENO TAPIERO MARTHA EUGENIALÓPEZ BEDOYA CARLOS ARNULFO ROJAS GUSTAVO HERNÁNDEZ ARBELÁEZ PABLO EMILIO ESCOBAR POLANÍA HENRY RUBIANO DAZA HEBERT VEGA PÉREZ PEDRO PABLO TINJACÁ

ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES DE OTRAS CIUDADES Doña Doña Don Don Gral. Gral. Cnel. Pbro. Pbro. Fray Don Don Don Don Don Don Don Don Don Don

ASCENETH AMAYA DE SEGURA ROSARIO FERNÁNDEZ ALJURE BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ RICARDO MOSQUERA MESA LUIS ALBERTO ANDRADE AMAYA JOSÉ ROBERTO IBÁÑEZ JULIO LONDOÑO PAREDES LUIS CARLOS HERRERA MOLINA S. J. FORTUNATO HERRERA MOLINA S.J. LUIS CARLOS MANTILLA RUÍZ O.F.M. ANTONIO CACUA PRADA HORACIO GÓMEZ ARISTIZABAL CAMILO ORBES MORENO EUGENIO GUTIÉRREZ CELY RODRÍGO SILVA VARGAS BENJAMÍN ANTONIO VINASCO AGUDELO FERNANDO MAYORGA GARCIA PEDRO TULIO MARIN SILVA RUBÉN ORDOÑEZ ORTEGA RICARDO AYERBE GONZÁLEZ


CONTENIDO Presentación 7 ALEXANDER QUINTERO BONILLA La instrucción pública en la región del Tolima a finales del siglo XIX: reorientación administrativa y constitución de un tejido discursivo 9 MARTHA ISABEL BARRERO GALINDO Y MIGUEL ÁNGEL MAHECHA BERMÚDEZ Pioneros en la formación de educadores en la provincia de Neiva-Siglo XIX 33 JAIRO RAMÍREZ BAHAMÓN La economía minera de la gobernación de Popayán durante el siglo XVIII 51 CARLOS ARNULFO ROJAS SALAZAR Carlos Cabrera Villamil: empresario agroindustrial y visionario del desarrollo regional 67 ALEXANDER QUINTERO BONILLA El General José María Dionisio Melo 85 PEDRO PABLO TINJACÁ El cementerio como identidad: ciudad de los muertos 93 CAMILO FRANCISCO SALAS El viaje de Jorge Isaacs a la Sierra Nevada de Santa Marta JUAN JOSÉ HOYOS

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Reconciliación entre los seres humanos y con la naturaleza: los retos del Huila hoy. 117 JUAN CARLOS ACEBEDO Presentación del libro “Luis Ignacio Andrade: el camino hacia la paz de un hombre controvertido”, de Reynel Salas Vargas. 123 ANANÍAS OSORIO VALENZUELA


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PRESENTACIÓN La Academia Huilense de Historia, como toda organización, es un organismo social vivo. Sufre procesos y transformaciones similares a toda criatura viviente. Inclusive, ha tenido nacimientos y decadencias. Tras su primera manifestación el 22 de mayo de 1910, y después de casi una década de dinamizar las celebraciones patrias, el Centro de Historia de Neiva experimentó su primer apaciguamiento. Los primeros años de la década de los treinta, la vieron nacer de nuevo. Aunque experimentó un periodo altamente productivo, propiciado por inquietos jóvenes libradunos de la talla de Joaquín García Borrero y Pedro José Ramírez Sendoya, quienes recibieron el estímulo del padre Octavio Hernández, el Centro de Historia volvió a caer en el letargo. Estamos ad portas de cumplir 62 años de funcionamiento sin interrupciones. La Academia no ha cerrado sus puertas desde aquel 26 de febrero de 1956, fecha en la cual la reinaguraron Jenaro Díaz Jordán, Julián Motta Salas, David Rivera, Arturo Espinoza Célis y Gilberto Vargas Motta. Tal vez, hemos vivido algunas temporadas altamente productivas en el aspecto académico, y otras de gran incidencia en el relacionamiento con el poder público y las esferas sociales de la región. También hemos afrontado momentos de relativa pasividad, como el que hemos vivido recientemente y aspiramos a remontar con la ayuda de todos los académicos y el apoyo de la sociedad huilense. Ya voy a cumplir 10 años de ingreso a la Academia. Empiezo a extrañar a doña María de los Ángeles Olaya, a don Leo Cabrera y a don Luís Eduardo Cortés. También a don Delimiro Moreno, don Jairo Ramírez, don Misael García, don Roberto Liévano y don Ildefonso Trujillo, para citar sólo a alguno de los distinguidos académicos que tanto le han aportado a nuestra institución y hoy en día no pueden frecuentar nuestras reuniones debido a circunstancias de salud o personales que no se los permite. Sin embargo, también recuerdo a otros tantos, quienes fueron muy activos en otros periodos, a quienes veo recorriendo escenarios y no se doblegaron ante el paso de los años. A unos y a otros los quiero invitar hoy. Los exhorto a seguir acompañándonos, en la medida de sus posibilidades. Quienes estamos tomando las banderas de su legado requerimos su apoyo. Aun necesitamos los aportes de don Camilo Salas, don Bernardo Tovar, don Jorge Alirio Ríos, don Bolivar Sánchez, don Alfredo Olaya, doña Luz Marina Canencio, don Carlos Eduardo Amézquita y don Gabriel Calderón. Reconozco que Reynel Salas y Ananías Osorio son dos grandes coequiperos que siguen dedicando una parte de sus vidas a la institución. A la nueva generación de académicos, integrada por mujeres valiosas como doña Martha Cecilia Cedeño, doña Martha Isabel Borrero, doña María Angélica Suaza y doña Martha Eugenia López, así como los académicos: don Fernando 7


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Antonio Torres, don Alvaro Falla, don Orlando Mosquera, don Pedro Pablo Tinjacá, don Humberto Montealegre, don Gustavo Hernández, don Jaime Suárez, don Leonardo Unda, don Olmedo Polanco, don Juan Carlos Acebedo, entre otros, y los recién incorporados: don Rolando Centeno, don Pablo Emilio Escobar y don Carlos Arnulfo Rojas, los invito para que, a partir de los objetivos de nuestra corporación, lideren una actividad en el presente año. Cada uno podría asumir la realización de una actividad en el año. Pequeñas cosas pueden marcar nuevos rumbos. Cito algunas de ellas: •

Identificar nuevos investigadores e interesados en la indagación histórica para vincularlos.

Promover con las universidades locales la realización de trabajos de grado, sirviendo de directores o asesores.

Propiciar la creación de Consejos Municipales de Historia.

Promover foros o encuentros con los profesores de básica primaria y secundaria, a propósito de la entrada en vigencia de la nueva cátedra de historia.

Promover seminarios de metodología para la enseñanza e investigación de la historia.

Emitir un programa radial en la emisora cultural.

Definir un plan de conferencias con entidades estatales, gremiales o culturales.

Implementar una comisión que estudie y divulgue la normatividad existente en cuanto al cuidado y gestión de los bienes que conforman el patrimonio cultural e histórico.

Organizar, con las instancias departamentales y municipales, la celebración de las efemérides patrias y de significado cultural.

Publicar la revista Huila, órgano de difusión de nuestra academia.

Brindar unas horas para la permanencia y asesoría a visitantes que consultan en nuestra institución.

Definir y gestionar la programación para la realización de las sesiones académicas.

Como ven, con pequeños esfuerzos individuales podemos conformar una fuerza que conduzca a la Academia Huilense de Historia por la senda de sus propósitos misionales. Tenemos el reto, no sólo de mantener viva a la Academia y abrir sus puertas, sino de lograr que su actividad trascienda con amplitud en beneficio de la cultura huilense y de sus habitantes. Lo lograremos, sólo si hay académicos que la amen. ALEXANDER QUINTERO BONILLA Presidente de la Academia Huilense de Historia 8


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La instrucción pública en la región del Tolima a finales del siglo XIX: reorientación administrativa y constitución de un tejido discursivo. MARTHA ISABEL BARRERO GALINDO1 MIGUEL ÁNGEL MAHECHA BERMÚDEZ2 Resumen La situación política del país a finales del siglo XIX carecía de una cohesión administrativa y cultural, lo cual desembocaba en falta de unidad nacional, conflictos armados internos frecuentes, lucha por el poder por parte de los partidos liberal y conservador, atraso en la educación, debilitamiento del poder central, entre otros problemas. El movimiento regeneracionista, liderado por Rafael Núñez buscó ponerle fin a estos inconvenientes, tomando medidas extremas y promulgando una constitución política que favoreciera sus intereses, apoyado por el clero. Uno de los sectores que exigía una atención especial era el de la instrucción pública y es por esto que a través del Decreto número 595 del 9 de Octubre 1886, el gobierno estableció las pautas para organizar, dirigir e inspeccionar la instrucción pública primaria, secundaria y normal en los departamentos. La 1

Licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad del Tolima. Doctora en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Filosofía de la Universidad del Tolima. Docente tiempo completo de la Universidad Surcolombiana, adscrita al Departamento de Psicopedagogía, Facultad de Educación. Grupo de investigación IPPE, Universidad Surcolombiana. Miembro de Número de la Academia Huilense de Historia.

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Magíster en Lingüística, Instituto Caro y Cuervo. Licenciado en Filología Francesa, Universidad Nacional de Colombia. Docente de tiempo completo del área de Lingüística, adscrito a la Facultad de Educación de la Universidad Surcolombiana. Miembro del Grupo de investigación IPPE.

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instrucción pública se dividió entonces en tres ramos: la inspección, la enseñanza y la administración regulada -por supuesto- por el ojo firme de la Iglesia Católica y sus comunidades religiosas dedicadas a la educación. Veremos en el presente artículo cómo se implementó este decreto en la región del Tolima durante el periodo de la Regeneración y las dificultades que se afrontaron para su respectiva consolidación como tejido discursivo. Palabras Clave: Educación en el Tolima, Regeneración, reforma a la instrucción pública, tejido discursivo.

El periodo comprendido entre 1886 y 1899 fue denominado como el periodo de la Regeneración y desde el punto de vista político hace alusión a una etapa de la vida nacional y regional bastante convulsionada en donde la lucha por el poder y el establecimiento de una nueva carta política que rigiera la vida de los ciudadanos colombianos constituía una prioridad. Es por eso que en ese momento, Rafael Núñez estableció unos lineamientos que vendrían a materializarse con la Constitución de 18863. Esta constitución buscaba, a través de sus políticas legislativas, garantizar “un orden” para el país a través de la legislación administrativa, penal, civil y comercial, dando paso a la creación de organismos, instituciones y empresas que contribuyeran a consolidar el nuevo Estado, determinando así los derroteros sobre la concepción y organización de la Nación, en síntesis la búsqueda del control total. Además era prioritario definir el papel que deberían desempeñar el gobierno y sus entes administrativos frente a la difícil situación económica producida por la caída vertical de las exportaciones, la ruina fiscal, inestabilidad política, los levantamientos y guerras civiles (Jaramillo, 1984, 233234).

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Junto con Miguel Antonio Caro. Para más detalles véanse los siguientes textos: Muñoz, Otero, G. Un hombre y una época. La vida azarosa de Rafael Núñez. Biblioteca de Historia Nacional, vol. XXXIIII, Bogotá, 1951. Valderrama, Andrade, C. Miguel Antonio Caro y la Regeneración. Apuntes y documentos para la comprensión de una época. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.


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A través del decreto número 595 del 9 de Octubre 18864 el gobierno estableció las pautas a seguir para organizar, dirigir e inspeccionar la instrucción pública primaria, secundaria y normal en los departamentos. El territorio de cada Departamento fue dividido en Provincias y Distritos de Instrucción pública. Las demarcaciones territoriales de estas Provincias y Distritos fueron las mismas que los Departamentos tenían establecidas. La instrucción pública se dividió entonces en tres ramos: la inspección, la enseñanza y la administración, (ver cuadro número 1) Cuadro 1: División de la Instrucción Pública DIVISIÓN DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

Inspección (hacer eficaz las disposiciones del decreto. Ejercida sobre maestros, alumnos y funcionarios de la instrucción pública)

Enseñanza (formar hombres sanos de cuerpo y de espíritu, dignos y capaces de ser ciudadanos y Magistrados de una sociedad republicana y libre. No Administración se limitará à la instrucción, sino que comprenderá el desarrollo armónico de todas las facultades del alma, de los sentidos y de las fuerzas del cuerpo.)

Ministerio de Instrucción Pública Inspección General de Instrucción Pública Inspección Provincial Inspección Local Visitas de Escuelas Inspección subsidiaria

Objetivo de la Escuela Objetivo de la enseñanza Escuela Primaria Método de enseñanza Tareas y disciplina Premios Registro de conducta Funciones y deberes de Directores y Subdirectores de escuela Matrícula y asistencia a la escuela Escuela Normal Sociedades de institutores Exámenes Exámenes de escuela

Gastos de instrucción pública Establecimiento de Escuelas Duración de los empleados en la instrucción pública Sueldos Mobiliario y útiles de enseñanza Penas Del recibo y entrega de Escuelas

Fuente: Decreto número 595 del 9 de Octubre 1886. Biblioteca Nacional. 4

Diario oficial, números 6,844­6,845 sábado 30 de octubre de 1886, Decreto número 595 de 1886. Disponible en http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-102385_archivo_ pdf.pdf

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Aunque este decreto pretendió organizar de manera general la educación en el territorio nacional, la manera como fue asumido en cada una de las regiones tuvo sus particularidades y en este caso nos referiremos a la manera como fue recepcionado por los funcionarios públicos de la época en la región del Tolima (hoy Huila y Tolima). Para ilustrar esta característica, esto es la representación activada, es necesario hacer una descripción a través de los conceptos transversales de themata y tejido discursivo.

Soporte discursivo Las normas administrativas y legales hacen parte de la realidad social y discursiva de un grupo determinado. Una manera de apreciarlas en su justa dimensión es comprender cómo, en su configuración textual se perciben las representaciones de un individuo o de un grupo al presentar un discurso hegemónico. En nuestro caso, todos los textos administrativos, incluyendo la propia constitución política, fueron diseñados para imponer una representación particular de los sectores conservador y católico. En ese orden de ideas, los conceptos de themata y tejido discursivo nos permiten entender este tipo de representación.

Themata En un trabajo anterior5, definimos los ‘themata’ como aquellas unidades cognitivas de referencia cultural que establecen las representaciones sociales y son el resultado del procesamiento cognitivo (conjunto de representaciones y prototipos) llevado a cabo por el individuo. En otras palabras, son postulados o improntas que están presentes en el imaginario social de los sujetos y que rigen sus sistemas de identidad. Para el caso del periodo de la Regeneración y en particular el decreto que analizamos, los thematas se constituyen en la instrucción pública primaria y secundaria, en sus componentes [i.e. enseñanza, administración, inspección] y las demarcaciones territoriales. 5

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Tejido discursivo El diseño de normas no se hace in abstracto, es parte de la regulación del ámbito discursivo en el trasegar cultural de la interacción. El tejido discursivo es el conjunto de representaciones activadas y puestas en marcha a partir de estrategias discursivas particulares. Así pues, una vez se diseña y se sanciona una norma, el paso siguiente es ver cómo se aplica u obedece al interior de la comunidad que la vive y esto nos conduce a otra categoría discursiva que es la del ‘orden social’, que no es más que el indicador de la convencionalización de algunas representaciones sociales, no de todas. En lo que sigue, se presentarán las características textuales de la Inspección, la Administración y la Enseñanza y su representación en los esquemas de themata y tejido discursivo.

La Inspección Para ejercer la inspección de la Instrucción Pública, el departamento del Tolima fue dividido en 4 Inspecciones Generales de Escuela, siguiendo la distribución territorial que para ese entonces se había establecido: la inspección del Norte, la del Centro, la de Neiva y la del Sur. La máxima autoridad en el Departamento estaba representada por el Inspector General, seguido por el Inspector Provincial y este a su vez por el Local. Existió carencia de personal preparado para desempeñar los puestos de Inspectores Locales en las Provincias; muchos no tenían conocimiento o dominio de los modelos pedagógicos y menos de sus implicaciones en los procesos de enseñanza. Tan solo se limitaban a aplicar los reglamentos al pie de la letra y a cumplir con el juramento de defender la Constitución. En una carta de presentación del informe anual rendido por el Secretario de Instrucción Pública del Departamento del Tolima en el año 1893, el funcionario manifestaba lo siguiente: “Tengo el honor de resumir á Usía con este oficio, el informe correspondiente al año de 1893 y que me obliga á rendir el ordinal 18, artículo 71 del Decreto nacional número 142, como á jefe de esta oficina. 13


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Sin pretender hacer viso de fingida modestia, debo manifestar a Usías, que apelo otra vez á su benevolencia para que se sirva disimular las irregularidades, las apreciaciones incorrectas, y en fin, todos los defectos de que adolece este informe, pues en todo caso, debe reconocerse mi incompetencia para servir este puesto. No me queda en esta obra otra satisfacción, que la de haber consagrado siempre mi buena voluntad y todos mis esfuerzos al cumplimiento estricto de mis deberes. Dios guarde á Usía, RAMÓN LAUFAURIE.” (Secretaría de instrucción Pública del Departamento del Tolima, 1893, 3). Los funcionarios regionales que desempeñaban este tipo de cargos eran por supuesto simpatizantes y promotores de la política regeneracionista, la mayor parte de ellos miembros del Partido Conservador, quienes promovían la ideología hegemónica a partir de sus funciones de vigilancia y control. El Decreto 595 contenía algunas disposiciones de difícil cumplimiento por parte de los funcionarios de la inspección pública del departamento del Tolima y que a la vez influían impidiendo el pleno cumplimiento de sus funciones. A los inspectores provinciales se les pedía visitar cada mes 8 distritos, pero las distancias entre uno y otro eran demasiado extensas, además la falta de caminos de acceso, la naturaleza de los terrenos y las lluvias no permitían un fácil desplazamiento hacia las escuelas (Repertorio de Instrucción Pública 1887). Es por esta razón que las visitas requerían de una mayor disponibilidad de tiempo para afrontar las dificultades del viaje, lo que hacía difícil el poder ocuparse de otras funciones; esto contribuyó a que muchos funcionarios no cumplieran con la totalidad de visitas programadas y se ocuparan más de los asuntos de oficina, perdiéndose el contacto directo con las instituciones que para el decreto 595 era de suma importancia en lo referente a la inspección. Por otro lado, cuando un inspector se ausentaba no había quien lo pudiera reemplazar o auxiliar en la oficina. “… habrá visto usted el recargo de trabajo que tienen las Inspecciones Provinciales, sin hacer mención de los despachos 14


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de periódicos para los empleados municipales, cerrar los pliegos oficiales para el correo y mil otros trabajos que sería prolijo enumerar. Esta es la causa especial para no verificar en cada una de las Escuelas de la provincia siquiera dos visitas al año, y como la inspección frecuente de tales planteles es esencialmente necesaria para su marcha regular, estimo como una medida indispensable dividir en dos la Provincia del Centro…así como la del Norte…es medida que reclama urgentemente la buena marcha de la Instrucción Pública en dichas provincias.” (Inspección General de Instrucción Pública del Tolima, 1887). Otra de las funciones de los inspectores era la de entregar informes que dieran cuenta del funcionamiento de las escuelas, pero también hubo inconvenientes en el cumplimiento de esta función y en ocasiones los funcionarios eran denunciados por incumplimiento de sus deberes. “El señor Inspector Escolar de la Provincia últimamente citada, D. Ulpiano C. González, se hizo notable por la falta de cumplimiento de sus deberes. Para demostrarlo sencillamente, basta decir que solo se han recibido en esta Secretaría un informe con fecha 17 de Septiembre de 1893 de los que debió rendir dicho señor en todo el año; que según noticias fidedignas que se tienen en este despacho, el señor González se dejó ver muy rara vez en las Escuelas y oficinas de su dependencia; que existe en la oficina de Inspección en Honda…ha dejado en su oficina muchos rollos sin abrir con impresos de los correspondientes al año próximo pasado, con reglamentos para las Escuelas primarias y otros folletos que se le enviaron de este despacho para su distribución en la Provincia.” (Secretaría de Instrucción Pública del Departamento del Tolima, 1893). Al no haber cumplimiento de parte de los inspectores, la información recolectada por los Gobernadores era deficiente y no daba cuenta de la situación real de la instrucción en el departamento impidiendo que se pudiesen tomar medidas de corrección o apoyo a los procesos (Ministerio de Instrucción Pública, 1984. P. 8). La síntesis discursiva la encontramos en el cuadro 2. 15


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Cuadro 2. Thematas que explicitan la ‘Inspección’ DECRETO 595 DEL 9 DE OCTUBRE DE 1886 Thematas: instrucción pública y sus componentes [i.e. enseñanza, administración, inspección] y las demarcaciones territoriales. Representaciones sociales generales Actor (semiosis social recomendada)

Función (caracterización semántica)

Caracterización (semiosis social real)

-Redactar y proponer al Ministerio de Instrucción Pública las medidas conducentes al progreso de la Instrucción. -Cuidar de que se establezcan y mantengan de manera eficiente las Escuelas. -Hacer que se construyan edificios adecuados para las Escuelas.

-Desconocimiento de los -Hacer efectivas las obligaciones modelos pedagógicos y de sus que tienen los Distritos para implicaciones pedagógicas en la contribuir a los gastos de Instrucción. Instrucción Pública. Inspector general, provincial y -Aplicación de los reglamentos local de Instrucción Pública -Suspender a los directores y al pie de la letra, apegados a la subdirectores de Escuelas cuando Constitución pero sin ningún tipo Debe tener celo y consagración no cumplan con sus deberes o de criterio autónomo. en el desempeño de sus deberes; carezcan de aptitudes o moralidad. -Imposibilidad de realizar todas dar muestras de inteligencia, solidez de instrucción, firmeza de -Nombrar, suspender y renovar las funciones debido a dos carácter y demás aptitudes del a los inspectores provinciales de factores: (i)desconocimiento de Instrucción Pública. la pedagogía y de su aplicación a cargo. la realidad social y (ii)Dificultades -Llevar y rendir la cuenta de todos administrativas y las condiciones los libros y demás elementos geográficas complicadas como destinados a la enseñanza. largas distancias, terrenos inhóspitos, etc. -Los demás deberes y atribuciones. Hacer que se cumplan los reglamentos tanto en las Escuelas Normales como en las primarias. -Formar la estadística de la Instrucción Pública de acuerdo a lo establecido por el Ministerio del ramo.

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-Rendir anualmente ante el Ministerio de IP (diciembre) un informe completo del estado de la instrucción en el departamento. -Diseñar un presupuesto minucioso de las rentas y gastos de instrucción pública en el departamento. -Promover la fundación y sostenimiento de algún oficio en cada una de las Normales. -Cumplir con las obligaciones de vigilancia e inspección de los establecimientos de secundaria. Tejido discursivo: Textos reales de los informes, representaciones subjetivas que se fueron colectivizando para transformarse en un ‘orden social’

Fuente: Elaboración propia

Administración En el año de 1894 había en el departamento 42 colegios de tapia y teja, 38 de bahareque y paja y poseían locales para escuelas los Municipios de Ambalema, Honda, Ibagué, Mariquita, Venadillo, Guayabal, Piedras, Soledad, Villahermosa, Lérida, Chaparral, Espinal, Natagaima, Ortega, Purificación, San Luis, Neiva, Yaguará, Guamo y Gigante. Es decir que para ese momento las instituciones no contaban con una infraestructura adecuada y acomodada a las necesidades de las actividades escolares. De acuerdo al informe que da el Ministro de Instrucción Pública en este mismo año, las escuelas del Departamento aunque no habían tenido en abundancia los útiles que debía suministrar el gobierno para la enseñanza, no habían carecido en absoluto de ellos, lo único que si faltaba eran los textos que proporcionaban los lineamientos pedagógicos. (Ministerio de Instrucción Pública, 1984. P. 37-38). “La falta de locales apropiados para las escuelas y de elementos suficientes para la enseñanza objetiva, según los mé­todos modernos, hace languidecer el interés que tengan los padres 17


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de familia y los mismos niños por la instrucción ele­mental, porque se mira á estas escuelas con desdén y como inútiles aun por los más ignorantes. El entusiasmo y deseo de aprender se desarrollan en virtud de lo que entra por los sen­tidos, tanto en los ignorantes como en los que no lo son, por­que pueden ver y palpar los buenos efectos de los medios apropiados para desarrollar el espíritu de los escolares” (Ministerio de Instrucción Pública, 1984. P. 21). El pago de los maestros siempre estuvo atrasado, no había buenas comunicaciones entre los funcionarios que debían gestionarlos y los trámites eran demasiado engorrosos, las nóminas de los directores y subdirectores de escuela debían ir avaladas por el Alcalde, el Inspector Local y autorizadas por el Inspector General; en medio de toda esa trasferencia de información muchos datos se perdían y algunos maestros se veían en penurias para poder hacer efectivo su pago. En ocasiones la demora del pago se generaba por el desvío de los dineros para cubrir otras necesidades, como por ejemplo obras para la comunidad, lo que ponía a los maestros en una situación bastante complicada para su sostenimiento. Al respecto, el Ministro de la Instrucción pública se manifestó lo siguiente: “Las escuelas primarias decaen también cuando no se les paga á los maestros suficiente y oportunamente su servicio. El maestro languidece en sus esfuerzos cuando ve que el pe­ queño estipendio con que cuenta para alimentar su familia se le retarda en un tiempo muy largo; y entonces los niños y los padres de éstos, miran con indiferencia la escuela porque ven en el maestro un ser anémico de espíritu y de cuerpo. Las Go­ bernaciones, pues, están en el deber de solicitar de las asam­ bleas los recursos necesarios para satisfacer cumplidamente este reclamo, porque se atribuye al Gobierno nacional la causa de la decadencia de la instrucción primaria, siendo ésta hoy de cargo de los Departamentos (Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 21). Se dio igualmente un descontento frente a la reglamentación de los recursos establecida por el decreto 595, específicamente con los artículos 128 y 125, los cuales establecían la centralización de éstos 18


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quitándole autonomía a las provincias para manejarlos de acuerdo a sus necesidades y requerimientos. Cuadro 3. Thematas que explicitan la ‘Administración’ DECRETO 595 DEL 9 DE OCTUBRE DE 1886 Thematas: instrucción pública y sus componentes [i.e. enseñanza, administración, inspección] y las demarcaciones territoriales. Representaciones sociales generales Actor (semiosis social recomendada)

Función (caracterización semántica)

Caracterización (semiosis social real)

La Nación Los gastos que ocasione la Inspección general. - El sostenimiento de las Escuelas normales y de los establecimientos a ellas anexos. - La provisión de libros, cuadros, - Pago de maestros atrasado. mapas, textos, aparatos científicos y demás útiles necesarios - Falta de locales apropiados para la enseñanza en las diferentes para las escuelas. Escuelas. La Nación, el Departamento y - Falta de elementos suficientes los Distritos Municipales - El establecimiento de Bibliotecas para la enseñanza objetiva. en las Escuelas normales. Recaudar y administrar los - Descontento frente a la recursos para el adecuado reglamentación sobre la El Departamento funcionamiento de la instrucción centralización de los recursos pública Los gastos para la instrucción pública. que ocasione la Inspección - Desvíos de los dineros de la provincial. instrucción pública para cubrir otras necesidades. - El sostenimiento de las Escuelas urbanas de niñas. - El sostenimiento de las Escuelas rurales que se establezcan en los caseríos distantes de las cabeceras de los Distritos. - Los gastos que ocasione el aprendizaje de artes y oficios en las Escuelas normales.

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Los Distritos Municipales - La construcción y conservación de los edificios de sus respectivas Escuelas con arreglo á las instrucciones de los Inspectores provinciales. - El mobiliario de los mismos edificios de acuerdo con las instrucciones de estos empleados - El pago de los empleados de las Escuelas urbanas de varones Los gastos que ocasione la inspección local - La provisión de vestidos a los niños indigentes. - Los gastos que ocasione el aprendizaje de artes y oficios en las Escuelas urbanas. Tejido discursivo: Textos reales de los informes, representaciones subjetivas que se fueron colectivizando para transformarse en un ‘orden social’

Fuente: Elaboración propia

Enseñanza Si en el ramo de la inspección eran escasos los funcionarios idóneos para ejercer sus cargos, el ramo de la enseñanza no fue ajena a estas dificultades; para el año de 1888 no se contaba con suficientes personas capaces de desempeñar las labores de directores de escuelas de varones; aunque se hicieron esfuerzos para abrir nuevas escuelas en la ciudad y en el campo, no podían funcionar correctamente debido a la falta de estos funcionarios. “Desde 1888 se vienen apuntando por mi honorable antecesor, señor General Don Olegario Rivera, las causas que han impedido dar amplio desarrollo á la instrucción primaria en el Departamento, entre las cuales se cuenta como principal la carencia de Directores competentes para las escuelas de varones, como ya dije en otras partes de este escrito. Sin embargo, tanto la Gobernación como la Inspección General de Instrucción Pública han hecho cuantos esfuerzos les es 20


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dable por difundir la enseñanza en los Municipios y caseríos de consideración, esfuerzos que han dado por resultado el aumentar en más de un tercio el número de escuelas urbanas y rurales y casi duplicar el de niños que á ellas asisten” (Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 21). El proceso de inserción de nuevos maestros simpatizantes del discurso regeneracionista, fue bastante lento, impidiendo la apertura de nuevas escuelas; en 1886 se habían abierto pocas debido a que los maestros titulados hasta ese momento en el departamento del Tolima habían sido durante la guerra hostiles al gobierno nacional. En vista de esta situación el gobernador Casabianca inició trámites para traer confraternidades cristianas que dirigieran escuelas y colegios del Tolima, logrando su cometido solo hasta el año de 1895 (Ramírez, 2007. P. 130). Algunos de los maestros simpatizantes del nuevo gobierno que fueron nombrados en el año de 1890, no aceptaron el cargo, por lo que el gobierno tuvo que expedir decretos especiales para llenar las vacantes (Secretaría de Gobierno del Tolima, 1890.p. 32). La influencia de la Iglesia Católica fue bastante fuerte en el proceso de designación de los maestros. En este sentido el padre Esteban Rojas Tovar, cura y vicario de Timaná y Elías, promovió con patriótico celo e interés toda una cruzada para traer docentes de órdenes religiosas y así reemplazar con éxito a los maestros hostiles al gobierno. Para lograr este objetivo, el presbítero promovió en aquellos Municipios Juntas de vecinos, que le autorizaron para contratar con el visitador de los hermanos Maristas la traída de seis profesores de la Orden, dos para regentar la escuela del primer Municipio y cuatro para dirigir un Colegio que se estaba fundando en Elías. El padre Esteban Rojas pensaba que era provechoso para el departamento del Tolima la introducción de profesores extranjeros de las congregaciones docentes de Hermanos Cristianos, Maristas, entre otros, porque los creía más prácticos y aventajados en la enseñanza, además porque infundaban en sus establecimientos educativos el aprendizaje de algún arte u oficio, el cual de acuerdo al presbítero debía ser el suplemento esencial que requerían las escuelas “…fundan siempre el aprendizaje de algún arte u oficio, que es el aditamento esencial que requieren nuestras escuelas, de donde 21


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salen los alumnos, si no con horror, por lo menos con menguada idea del trabajo manual, á la vez que sin conocimiento suficientes para ganar la vida mediante ocupación intelectual, lo que los hace aspirar á destinos que ni conocen ni podrían manejar convirtiéndose así en carga y amenaza para la sociedad (Secretaría de Instrucción Pública del Departamento del Tolima,1893. P. 33) No solamente el padre Estaban Rojas fue unos de los propulsores de la moralidad y el progreso a partir de principios católicos en la región del Tolima, también los padres Adolfo A. Sánchez en el Pital, Francisco de Paula Rosas en Gigante, Pedro P. Camacho en purificación y José María Pompeyo en Ambalema profesaron una gran afición a la implementación de los principios cristianos en la educación regional (Secretaría de Instrucción Pública, 1898. P. 26). Al parecer, en los dos primeros años de establecido el modelo regeneracionista, la escuela tolimense aún no se encausaba definitivamente por los senderos del proyecto católico, hecho que ocasionó que a finales de 1886 se originara un movimiento crítico en pro de una mayor presencia cristiana en toda la organización y en la orientación de la escuela (Ramírez, 1998. P. 318-319). Esta misma labor fue apoyada por el padre Esteban Rojas Tobar, quien con éxito trajo a la provincia del Sur para 1892 a los Hermanos Maristas y las Hermanas de la Caridad, pero el presbítero fue más allá y construyó todo un proyecto educativo, con el cual emprendió una campaña cristianizadora, en compañía de sacerdotes formados para este fin, controlando la educación y excomulgando a todos aquellos que se resistieran a enseñar y recibir educación religiosa. En la práctica las escuelas debían funcionar académicamente teniendo en cuenta las normas oficiales, pero su organización y disciplina interna fue guiada por los criterios de la Orden que dirigía la escuela, dando como resultados diferentes formas de apropiación del modelo pestalozziano. Los planes de estudio sufrieron durante este periodo varios cambios, no fundamentados en la ley, lo cual dio lugar a deficiencias en las enseñanzas y la no culminación de los estudios por parte de los alumnos; además, hubo inconformidades frente a los currículos pues 22


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para los caudillos del departamento del Tolima, éstos no respondían a las necesidades de la región y no eran los más adecuados teniendo en cuenta la situación de pobreza. A las anteriores dificultades se sumaron otras que contribuyeron en definitiva a opacar el proyecto de expansión católico y de igual manera impidieron el funcionamiento continuo de las escuelas. Por un lado, existieron desacuerdos para decidir el sitio de ubicación de las sedes, no se contó con presupuesto suficiente para construirlas ni para reparar las que existían ya que habían sido usadas como cuarteles durante la guerra6; aunque fueron nombrados 92 maestros para trabajar en las escuelas, muchos de ellos carecían de idoneidad para desempeñar la labor de educador7, pues además de hacer una mala aplicación de la normatividad, continuaron con los golpes de vara y las humillaciones públicas, heredadas del sistema de enseñanza mutua, conocido también como lancasteriano. “El plan de enseñanza para las escuelas primarias de la República, está detallado en el Decreto Nacional número 595, y en el Reglamento para las mismas expedido en el mes de Diciembre de 1886. Estas piezas, en mi opinión, consultan en lo general el desarrollo armónico y progresivo de la Instrucción Primaria; pero debo confesar que aquí en el Tolima sus benéficos resultados no vendrán, hasta que el personal de Maestros no sea en su totalidad verdaderamente apto para el desempeño de sus importantes y delicadas funciones ”(Secretaría de Gobierno del Tolima, 1890. P. 33). 6

Ramírez, Jairo. Santa Librada del Siglo XIX. Universidad Surcolombiana –ECOPETROL. Instituto Huilense de cultura. Fondo de Autores Huilenses. Asociación de Instituciones Huilenses. Academia Academia Huilense de Historia. Neiva. 1995: 283-284. “Para el año 1887 por ejemplo, la mayor parte de los edificios escolares de la Provincia del Sur del Tolima, se hallaban en un estado de deterior”.

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Los empleados eran seleccionados no por su capacidad en determinados oficios o profesiones sino por su entrega e identificación con la ideología regeneracionista. Casabianca también prescribió que los maestros debían ser católicos y no haber sido hostiles a la causa nacional, esto es que no hubiera luchado a favor del federalismo “…los empleados subalternos de las Sección cumplen bien sus deberes y debo hacer especial mención del señor Plácido Cárdenas que es sumiso, inteligente y muy laborioso en el trabajo”. Gobernación del Tolima. Informe del Gobernador del Tolima a la Asamblea Departamental. Sesiones ordinarias de 1894:4. Imprenta del Departamento. Archivo Histórico de Ibagué.

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De acuerdo a la ley, la estructura curricular de los colegios femeninos debía ser orientada a preparar a la mujer para ser educadora, buena esposa, ama de casa y al mismo tiempo propulsora de sanas costumbres bajo una sólida formación católica, ya que ella representaba para el proyecto regeneracionista y la pedagogía pestalozziana la base del hogar, la familia y la sociedad; mientras que para los hombres, el currículo debía ayudar a formarlo en el amor al deber, el afecto a la familia, el patriotismo sincero y la afición por el trabajo (Ramírez, 1995. P. 302). El gobierno tenía escaso poder efectivo en cada una de sus provincias para garantizar el cumplimiento de las disposiciones educativas, ya que las estructuras locales y regionales de poder eran las que marcaban de manera cotidiana las prácticas educativas. Más aún, la Guerra de los Mil Días que inició en octubre de 1899 fue una catástrofe que le dio fin al proyecto católico, pues ocasionó la clausura de los planteles educativos. En los informes los funcionarios manifestaron su intención de educar en oficios, expresando la necesidad que tenía el país de formar una clase obrera productiva: “…es la conveniencia de dar á la juventud, lo más pronto posible, conocimientos prácticos para abastecer de elementos para la lucha por la vida, porque las necesidades del país requieren hoy mayor número de agricultores y artesanos entendidos, que de médicos y abogados…” (Gobernación del Tolima, 1894. P.60). “Opina, por tanto, el señor Secretario de Instrucción Pública, que deben crearse escuelas de artes y oficios en estos centros: una en Garzón, para el estudio de la Agricultura principalmente; una en el Guamo, para tejidos de lana y algodón; una en Ibagué, para tejidos de fique y para sombreros paja, y otra en Honda, para Herrería y Carpintería. Bien entendido que en cada una de estas escuelas pueden darse también otras enseñanzas de artes y oficios, como cosa secundaria, lo mismo que de Lectura, Escritura, Cálculo y Religión, que son indispensables”(Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 148). 24


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Aunque el reglamento nacional imponía a los Consejos Municipales en su artículo 97 el deber de fundar en sus municipios el aprendizaje de oficios, en el departamento del Tolima esta disposición no fue obedecida y la mayor parte del tiempo de los niños en la escuela primaria era ocupado para la instrucción intelectual (Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 38). Para el año 1890 el departamento del Tolima contaba con 63 municipios distribuidos en las cuatro provincias; en cada uno de estos municipios había dos escuelas públicas: una para niños y otra para niñas, excepto en Altamira, Caldas, Carmen y Victoria en donde solo existía una alternada. En total el departamento contaba con un total de 22 escuelas primarias (Secretaría de Gobierno del Tolima, 1890. P. 31). De acuerdo a las estadísticas presentadas por el Ministerio de Instrucción Pública, en el año de 1891 estuvieron abiertas 133 escuelas primarias a las cuales concurrieron 9.306 niños (ver cuadro número 2); sin embargo, según el reporte, los matriculados pasaron de 11.000. Para el año de 1892 se presentó un incremento en la asistencia a las escuelas correspondiente a 9.326 niños, esta cifra fue superada al año siguiente con 9.620 niños. En el año de 1894 el Tolima ya contaba con el funcionamiento de 145 escuelas primarias urbanas y rurales, 119 de ellas ubicadas en las áreas urbanas, de las cuales 62 eran de niños, 56 de niñas, y una alternada; tenía 26 escuelas rurales de las cuales 9 eran para varones, 9 para mujeres y 8 tenían el carácter de alternadas. En el informe que presentó ese mismo año el Secretario de Gobierno del Departamento del Tolima, hizo referencia al aumento de escuelas como un indicativo de éxito en la labor de difusión de la instrucción pública. “Basta una simple comparación para convencerse de que nuestro Departamento es uno de los en que más difundida se encuentra la instrucción pública y que sólo el de Antioquia y acaso el de Cundinamarca pueden aventajarlo. No puede negarse que el Departamento de Santander es uno de los más ricos y florecientes y en donde está más agrupada la 25


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población, lo que facilita mayor concurrencia de niños á las escuelas. El censo de 1870 dá á ese Departamento una población de 425.427 habitantes y al Tolima otra de 230.891. En 1890 concurrieron á las escuelas de aquél 10.433 niños y en 1891 asistieron á las del segundo 9.306; es decir, un número poco menos que igual, con una población casi un tanto menor. (Secretaría de Instrucción Pública, 1893. P. 35-36). Cuadro 4: Estudiantes Asistentes de las Escuelas Primarias Urbanas y Rurales en el Departamento del Tolima.

Norte

Número de Escuelas 32

Centro

35

1.331

1.024

2.355

Neiva

24

768

796

1.564

Sur

24

1.045

848

1.893

Rurales

18

553

252

805

Total

133

5.148

4.158

9.306

Provincia

Niños

Niñas

1.451

1.238

Número de Alumnos 2.689

Fuente: Secretario de Gobierno del Departamento del Tolima. Informe. Año 1891. Archivo Histórico de Ibagué.

Sin embargo, la construcción o fundación de escuelas nuevas no garantizó la permanencia de los niños matriculados en ella; para el año de 1893 fue reportada por el Secretario de Instrucción Pública una baja en la asistencia de los estudiantes de la provincia del Sur, justificándola por las condiciones de pobreza de la región. “…La asistencia a la escuela es reducida en comparación con las del Norte y el Sur, quizás por la misma pobreza de que he hablado, los resultados en la enseñanza son regulares…” (Secretaría de Instrucción Pública, 1893. P.36). Luego, en 1894, de acuerdo al informe estadístico presentado por la gobernación al Ministro de Instrucción Pública, se dio una notable baja de asistencia de los niños a las escuelas, y las causas de este problema ya no fueron justificadas por la pobreza sino que apelaban a otros factores: 26


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“…El retiro de los niños de las escuelas, y aun el escaso número de los matriculados tiene dos causas principales : 1, la falta de idoneidad en los maestros; y 2, el poco interés que tienen los padres por que sus hijos se edu­quen y salgan del salvajismo natural…La falta de idoneidad de los maestros para el acertado desempeño de sus funciones aleja á los niños de sus escuelas, porque un maestro ignorante ó con alguna instrucción pero sin arte ni condiciones morales para dirigirlos, causa en éstos el desaliento, la indiferencia y aun la antipatía, síntomas de una enfermedad moral que se propaga en los escolares como por contagio, puesto que también la actividad es comunicativa. Para combatir esta tendencia de los niños se necesita en el maestro grande actividad moral, sólidos conocimientos peda­gógicos, el arte de transmitirlos y de desarrollar en el espíritu infantil el amor á lo necesario y á lo útil en la instrucción ele­mental. En lo general la ilustración del maestro no es bastante para atraer á los niños si aquél carece de las demás condicio­nes ya enumeradas; y para formar institutores idóneos son necesarias las escuelas normales bien dirigidas. Todo lo que se ha escrito y estudiado en esta materia en los países más ade­lantados, son desarrollos de las ideas expuestas, comprobadas con la práctica pedagógica” (Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 17). Como solución a la situación de inasistencia la Iglesia propuso penas basadas en dinero (multas) para garantizar la asistencia de los niños a las clases, pero esta medida fue considerada como nociva ya que podía servir para que se cometieran abusos por parte de las autoridades encargadas de ejecutarlas. “La imposición de penas correccionales á esta clase de gentes, sería, pues, injusta y perturbadora del orden social, por­que se prestaría á abusos cometidos por la autoridad encarga­da de hacerlas efectivas, principalmente si el apremio consiste en una multa en dinero, como sucedió en una época no muy lejana. En nuestro país, montañoso, excesivamente arrugado en su superficie, en la que está esparcida la población, sin las vías de tránsito que facilitan el viaje diario á las escuelas, no es conveniente la imposición de una ley obligatoria como lo 27


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pretenden, fundándose en la libertad limitada de la autoridad paterna (Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 20).. En el informe del Ministerio de Instrucción Pública (1894. P. 18) se hace alusión a los maestros como personas mal preparadas, con conocimientos suficientes pero incapaces de llevarlos a la práctica; se crítica además la poca exigencia por parte del gobierno en la escogencia y selección de los maestros, y de los inspectores de instrucción pública de quienes se esperaba tuvieran una mayor preparación. Las inconformidades de la población frente a la dificultad de acceso de los niños para llegar a las escuelas también estuvieron presentes en el informe de 1894; la comunidad solicitó la división de algunas instituciones para facilitar la asistencia de sus hijos a las mismas. Respecto a la instrucción secundaria, solo existieron dos planteles en el Departamento: el Colegio de San Simón y el de Santa Librada, cuya dirección y manejo estuvo a cargo del Gobernador hasta el 1 de Enero de 1892, cuando quedaron incorporados a la Universidad Nacional mediante el Decreto 1238. Para el año de 1895 por escasez de recursos estos aún no funcionaban y además la situación de la guerra no le había dado tiempo al gobierno para organizarlas. Las escuelas normales eran los institutos en los que se efectuaba la preparación completa del maestro para la instrucción pública gra­tuita, su educación tenía el objetivo de “…formar al hombre del pueblo pobre en sus primeros años y hacerlo útil á sí mismo y á la sociedad en que vive, alejarlo del vicio y prepararlo para recibir enseñanzas superiores de otro orden, en las artes, en la industria y en la agricultura…” (Gobernación del Tolima, 1894. P. 22) En la organización de las escuelas normales realizada por los regeneracionistas se aumentó un año escolar, periodo durante el cual, los estudiantes maestros debían dedicarse a superar sus deficiencias, ya que la gran mayoría ingresaba con dificultades académicas que impedían el progreso en el aprendizaje de las nuevas materias que allí se impartían.

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“…generalmente se observa que los jóvenes de uno y otro sexo que entran en la normal, no llevan de las escuelas inferiores conocimientos preparatorios suficientes, y si llevan algunos, son muy heterogéneos, entre los alumnos del primer año muchas veces ha sucedido que los que principian ni saben ni aun leer correctamente, lo que hace muy difícil y aun imposible la enseñanza metódica, uniforme y progresiva en los años subsiguientes…” (Gobernación del Tolima, 1894. P. 24). Para el año en que sale esta norma, en el Tolima ya no existían las escuelas normales del departamento, puesto que en 1888 fueron retiradas definitivamente por orden del Gobierno, quien dispuso que los alumnos fueran enviados a Bogotá para continuar con sus estudios. En 1889 estudiaban en Bogotá 16 jóvenes y 13 niñas pertenecientes a la región del Tolima; en 1890 disminuyó el número a 12 de unos y otras; y en 1891 hubo 17 varones y 20 niñas, de las cuales 6 perdieron la beca, 2 se retiraron, 2 pasaron a la escuela de Cundinamarca, 2 entraron como pensionadas y 4 continuaron en Bogotá por cuenta del Departamento. En 1894 había 16 alumnas del Tolima estudiando en las escuelas normales de Bogotá. (Gobernación del Tolima, 1894. P. 31). “Inmensa es la falta que hacen las Escuelas Normales en el Departamento, sobre todo la de varones, por la mucha escasez que existe de Directores idóneos, pues en cuanto á Directoras, es muy poca la carencia que se nota; así es que si el Gobierno no aumenta el número de 20 alumnos becados con que ha anunciado abrir la Escuela, convendría que la Asamblea autorizara al Gobernador para crear 20 becas más, que constarían unos $ 4,000 anuales, gasto casi insignificante en la actual situación del Tesoro y que sería de inmensos beneficios para el porvenir” (Gobernación del Tolima, 1894. P. 32). 8. El retiro de las Escuelas Normales de la capital del Departamento tuvo por causas principales la carencia de locales adecuados y de profesores; pero cuando fueron superadas estas dificultades y se 8

Informe del Gobernador del Tolima a La Asamblea Departamental en sus Sesiones de 1894. Imprenta del Departamento. Ibagué. 1894:32. Archivo Histórico de Ibagué.

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quiso iniciar con la Escuela Normal en el departamento, se presentaron inconvenientes con el traslado del personal, lo que impidió la reanudación de las actividades; este es el caso de la Escuela Normal de Institutoras, la cual volvió a Ibagué por decreto del 10 de marzo de 1892 pero no pudo iniciar sus actividades ( Ministerio de Instrucción Pública, 1894. P. 28). Como podemos apreciar, de acuerdo a los informes presentados por los funcionarios de la instrucción pública, muchas fueron las dificultades que impidieron la ejecución del decreto 595 de 1886, relacionadas con las áreas de administración, enseñanza e inspección, lo que ocasionó que las políticas regeneracionistas a nivel de la región del Tolima no fueran ejecutadas como se esperaba por parte del gobierno central, y en su lugar siguieron imperando las muy criticadas prácticas tradicionales. Faltaría indagar en otras fuentes que puedan ofrecer otras miradas al respecto. Tal y como lo indicamos en un trabajo anterior (2011, 86-98) ocupándonos del aspecto discursivo, es en este título III del Decreto 595 en donde se encuentra el núcleo del proceso del control discursivo. Cada uno de los artículos apunta a desarrollar objetos discursivos que hacen parte del themata central Estado/Iglesia. Cuadro 5. Thematas que explicitan la ‘Enseñanza’ DECRETO 595 DEL 9 DE OCTUBRE DE 1886 Thematas: instrucción pública primaria, sus componentes [i.e. enseñanza, administración, inspección] y las demarcaciones territoriales. Representaciones sociales generales Actor (semiosis social recomendada)

Función (caracterización semántica)

Caracterización (semiosis social real)

- No se contaban con suficientes personas capaces de desempeñar las labores de directores de escuelas -En los métodos de Escuelas de varones enseñanza, la exposición Tienen por objeto - Los planes de estudio sufrieron durante este periodo formar hombres sanos debe ser sencilla, lógica varios cambios, no fundamentados en la ley. de cuerpo y de espíritu. y correcta. - Muchos maestros carecían de idoneidad para desempeñar la labor de educador.

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-No se adoptará ningún método que tienda a producir el resultado Es un espacio donde de desarrollar la además de llevar a memoria a expensas cabo la Instrucción, del entendimiento, se llevará a cabo el ni inculcar un saber desarrollo armónico de meramente mecánico. todas las facultades del alma, de los sentidos -Las materias de y de las fuerzas del enseñanza se dividirán cuerpo. en cursos progresivos, Se enseñará la religión distribuidos de manera que los niños los católica. recorran gradualmente en los años que dure su aprendizaje.

- Desconocimiento por parte de los maestros de los nuevos métodos de enseñanza. - En las escuelas continuaron con los golpes de vara y las humillaciones públicas, heredadas del sistema de enseñanza mutua, conocido también como lancasteriano. - El gobierno tenía escaso poder efectivo en cada una de sus provincias para garantizar el cumplimiento de las disposiciones educativas. - Asistencia reducida de los niños a las escuelas. - Falta de escuelas normales para la formación de maestros a nivel regional. - Débil expansión de las escuelas. - Control de la enseñanza por parte de los curas.

Tejido discursivo: Textos reales de los informes, representaciones subjetivas que se fueron colectivizando para transformarse en un ‘orden social’.

Fuente: Elaboración propia

BIBLIOGRAFÍA Jaramillo Uribe, Jaime. “El proceso de Educación en la República. 1830–1886”. Historia de Colombia. Editorial Planeta. Tomo 2. Bogotá, 1989: 233 – 234 Ramírez Bahamón, Jairo. Esplendor y ocaso del proyecto de escuela liberal. Huila siglo XIX. Editorial Universidad Surcolombiana. Neiva. 2007:130. Ramírez Bahamón, Jairo. Historia Social de una Utopía Escolar. La Educación en el Estado Soberano del Tolima 1861-1886. Universidad Surcolombiana. Instituto Huilense de cultura. Fondo de Autores Huilenses. Asociación de Instituciones Huilenses. Academia Huilense de Historia. Neiva, 1998. Ramírez Bahamón, Jairo. Santa Librada del Siglo XIX. Universidad Surcolombiana – ECOPETROL. Instituto Huilense de cultura. Fondo de Autores Huilenses. Asociación de Instituciones Huilenses. Academia Huilense de Historia. Neiva. 1995 Carta de presentación del Informe Anual Rendido por el Secretario de Instrucción Pública del Departamento del Tolima. Ibagué. 1893. Biblioteca Nacional. Decreto número 595 del 9 de Octubre 1886. Biblioteca Nacional.

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Decreto 1238 del 1 de Enero de 1892. Diarios oficiales 8,690 martes 26 de Enero, 8,691 miércoles 27 de Enero y 8,692 jueves 28 de Enero de 1892 Inspección General de Instrucción Pública del Tolima. Repertorio de Instrucción Pública. Oficio del Inspector General de Instrucción Pública del Tolima a su señoría el Ministro del Ramo. 1887. Biblioteca Nacional. Ministerio de Instrucción Pública. Informe del Ministro de Instrucción Pública presentado al Congreso de Colombia. Sesiones Ordinarias de 1894. Bogotá 1894. Biblioteca Nacional. Secretaría de Gobierno del Tolima Informe Relativo a la Secretaría de Gobierno del Tolima. 1890. Archivo Histórico de Ibagué. Secretaría de Instrucción Pública del Departamento del Tolima. Informe Anual. 1893. Ibagué Imprenta Departamental. Archivo Histórico de Ibagué. Secretaría de Instrucción Pública del Departamento del Tolima. Informe anual rendido por el Secretario de Instrucción Pública del Departamento del Tolima. 1898. Archivo Histórico de Ibagué. Gobernación del Tolima. Informe del Gobernador del Tolima a la Asamblea Departamental. Sesiones Ordinarias de 1894. Imprenta del Departamento. Archivo Histórico de Ibagué.

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Pioneros en la formación de educadores en la provincia de Neiva - siglo XIX JAIRO RAMÍREZ BAHAMÓN* Miembro de Número de la Academia Huilense de Historia Resumen El presente trabajo pretende rescatar el valor que para la historia de la educación del Huila tuvo la fecunda labor de Salvador María Álvarez y Rosalía Charry de Leiva, como primeros formadores de maestros en el departamento, como educadores destacados en diferentes instituciones de Neiva y como líderes comprometidos con el bienestar de la comunidad. Palabras clave: Salvador María Álvarez, Rosalía Charry de Leyva, Provincia de Neiva, Formación de educadores, Departamento del Huila.

En 1844 el gobierno del presidente Pedro Alcántara Herrán, promulgó una importante reforma educativa en la que se enfatizaba el mejoramiento de la calidad de la escuela, para lo cual preveía establecer en cada capital de provincia una normal de varones para formar a sus docentes. Atendiendo a tal prioridad el gobernador de la provincia de Neiva Uldarico Leyva, en 1845, ordenó cerrar la escuela de varones y sobre sus ruinas levantó el edificio que le serviría de sede

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a la escuela de primaria y a la normal1. En marzo de 1846 el edificio estaba concluido2. De inmediato se procedió a realizar la convocatoria para proveer el cargo de director, en la que resultó seleccionado el médico y pedagogo Salvador María Álvarez. En Mayo se iniciaron las clases con 14 jóvenes provenientes de los diferentes cantones de la provincia3. Fue esta la primera normal que funcionó en esta ciudad. Luego, en 1870, en la época de los Estados Unidos de Colombia, se originó un proceso de formación de maestros idóneos en todo el país, con la apertura de normales de varones en las capitales de cada estado soberano. La normal correspondiente al Estado soberano del Tolima (del cual hacía parte el territorio del Huila actual) funcionó primero en Ibagué y luego en el Guamo. Pensando ampliar las posibilidades laborales de la mujer, hasta entonces reducidas al ámbito del Hogar, el gobierno nacional en 1875 expidió un decreto por el cual creaba normales femeninas para ser establecidas en cada estado. En ese mismo año se estableció en el Estado Soberano del Tolima, en El Guamo, la normal nacional femenina, que en 1876 fue trasladada a Ibagué, donde permaneció abierta hasta junio, cuando fue cerrada con motivo de los sucesos bélicos de la época. Aclimatada la paz la normal se abrió en 1879 en Neiva, entonces capital del estado. Era la primera normal femenina que funcionaba en esta capital. Durante 1879 y 1880 fue nombrada como directora de este establecimiento la destacada dama huilense Rosalía Charry Meléndez4. 1

Nació en Campoalegre (Huila), el 15 de marzo de 1950 . Es autor de una serie de libros y artículos sobre la historia de la educación en el Huila y el Tolima en los siglos XIX y el siglo XX, entre los cuales se encuentran: “La Escuela en la Antigua Provincia de Neiva (1819-1860)”; “Historia social de una utopía escolar. La Educación en el Estado Soberano del Tolima (1861-1886)”; “Esplendor y ocaso del proyecto de escuela liberal. Huila siglo XIX”; así como de varios ensayos en la Historia General del Huila y la Historia Comprehensiva de Neiva. En 1992 ocupó el cargo de Secretario de Educación del Departamento del Huila. Fue profesor de tiempo completo de la Universidad Surcolombiana, adscrito a la Facultad de Educación, desde 1981 hasta 2006. En dicha institución universitaria desempeño también los siguientes cargos: Rector encargado de enero a marzo de 1989; Vicerrector Académico de 1988 a 1989 y de enero a mayo de 2000; Jefe de Planeación de1984 a 1987.Fue Maestro de primaria en el Departamento del Huila de1966 a 1978. En la actualidad es miembro de número de la Academia Huilense de Historia.

2

AGN. Gobernaciones. Tomo 117. Folio 544

3

Ibídem

4

GACETA DEL HUILA. No.44. Neiva enero 18 de 1878, pág. 185

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El presente trabajo pretende rescatar el valor que para la historia de la educación del Huila tuvo la fecunda labor de SALVADOR MARÍA ÁLVAREZ y de ROSALÍA CHARRY DE LEIVA, como primeros formadores de maestros en el departamento, como educadores destacados en diferentes instituciones de Neiva y como líderes comprometidos con el bienestar de la comunidad.

1. Salvador María Álvarez

Fotografia tomada de: “Manual de Homeopatía”, de Salvador María Álvarez: Imprenta Gaitán. Bogotá, 1875

Nació en el Socorro (Santander) en 1818. Se graduó de médico en 1842. Desde 1839 se inició en las doctrinas de Hahnemann (padre de la homeopatía) y desde 1846, estando en Neiva, su práctica fue, cada vez más, exclusivamente homeopática. En la provincia de Neiva (hoy Huila) desempeñó relevantes cargos, como veremos a continuación. 35


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Director de la primera normal que funcionó en Neiva. Años 18461848. En 1846 se estableció la primera normal nacional de varones en Neiva, bajo la dirección del médico Salvador María Álvarez, que puso en práctica “varios métodos traídos de Alemania y otros países”. De manera que para él los métodos de Pestalozzi y Lancaster eran suficientemente conocidos. Además, era un profundo literato y sabía bien el francés y el latín5.

Fuente: AGN. Fondo Ministerio de Instrucción Pública. Tomo 131, folio 348 5

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Revista NEIVA, Serie I, Noo.1000, febrero 7 de 1942. Pág. 14.


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En el año 1849, con la aplicación de la política de “Libertad Educativa” del gobierno de José Hilario López, la Nación suspendió el apoyo a esta normal de varones, razón por la cual el gobernador José María Céspedes, que veía así amenazados sus planes de garantizar “la instrucción pública a las masas”, previstos en su reforma educativa provincial de1849, optó por incorporar la normal al colegio de varones, donde funcionaría como sección pedagógica6, pero esta fue clausurada en diciembre del mismo año7. Catedrático del Colegio Democrático (hoy Santa Librada) 18501852 Según informe del gobernador de la provincia de 1850, Salvador María Álvarez ejercía como catedrático del segundo curso de la facultad de literatura y filosofía del Colegio Democrático de varones (hoy Santa Librada)8. Prueba de esta vinculación al colegio de Neiva es la existencia, en la Biblioteca Nacional de Colombia de un texto titulado: “Teneduría de Libros” elaborado en 1852 por Salvador María Álvarez, destinado, según reza en su carátula, a la enseñanza en el Colegio Democrático9. Catedrático de la “Escuela Democrática” de Neiva, 1850-1852 Era esta una institución inspirada y dirigida por liberales radicales de Neiva, que eran, a su vez, miembros de la masonería, entre ellos José María Rojas Garrido, Francisco Eustaquio Álvarez, Próspero Pereira Gamba y Antonio Duque. Esta circunstancia permite afirmar al historiador Delimiro Moreno, que Salvador María Álvarez fue también miembro de la masonería10.

6

BN. Miscelánea 342(8). p. 43.

7

AGN. Ministerio de Instrucción Pública. tomo 140, folios 408- 409

8

AGN. Gobernaciones. Tomo 159. folio 178

9

BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA. Fondo Pineda. Nº 232 (2)

10

Cfr. “La agitada historia del periodismo escrito en el Huila”, texto de Delimiro Moreno presentado en el foro de Nación, “Rol del periodismo escrito en la región surcolombiana”, en Neiva el 12 de febrero de 2014.

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Es de anotar que dicha escuela adoptó un programa, elaborado por José María Rojas Garrido, Próspero Pereira Gamba, Joaquín Osorio, Eustacio Buendía y Francisco Eustaquio Álvarez, todos ellos liberales y masones. Diputado a la Asamblea Legislativa de Neiva En 1855 S.M. Álvarez asumió como diputado a la Asamblea Legislativa de la Provincia de Neiva. Para suplir la ausencia de Normal en Neiva Salvador M. Álvarez, el 17 de octubre de 1855, presentó ante esta corporación la propuesta de creación de una nueva Normal sostenida con fondos provinciales. El 19 de octubre de 1855 se aprobó la iniciativa en tercer debate y el 11 de enero de 1856, siendo gobernador de la Provincia J.M. Rojas Garrido, expidió el decreto de creación de dicha institución11, la cual funcionó en el edificio del extinguido Colegio Democrático de Varones12 y fue clausurada en 1857, cuando la Provincia de Neiva pasó a ser parte del recién creado Estado Soberano de Cundinamarca. Primer prefecto de la Sociedad de Beneficencia y Caridad de Neiva en 1856. Por convocatoria del gobernador José María Rojas Garrido, el día 11 de febrero de 1856, en el local de la Escuela de Niñas de Neiva, se reunió un grupo importante de personas con el fin de arbitrar recursos para establecer en la ciudad una casa de beneficencia y caridad13. Según consta en el acta de constitución de la Sociedad de Beneficencia, del 26 de abril de 1856, Salvador M. Álvarez fue electo como prefecto (Director) de la misma por 18 votos contra uno que obtuvo José María Cuellar Poveda. Según sus estatutos esta sociedad tenía por objetivo “la práctica de las dos virtudes cuyos nombres lleva por título”14 11

Cfr. texto del decreto en mención en EL ALTO MAGDALENA No. 90 del 2 de agosto de 1856.

12

El Alto Magdalena No. 110, Neiva, mayo 10 de 1856.

13

En: periódico HUILA, No.24, de 1 de febrero de 1858.

14

EL ALTO MAGDALENA No.115, Neiva, junio 14 de 1856

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Director de la Caja de Ahorros y de la Imprenta de Neiva, 1856. Aunque no hay datos precisos sobre las fechas en las que J.M. Álvarez desempeñó estos cargos, en el periódico El Alto Magdalena No.120 del 19 de julio de 1856, se encuentra publicado un estado contable de la Caja de Ahorros de Neiva en donde S.M. Álvarez firmaba como director de la misma. De otra parte, en acta de la Asamblea Legislativa de Neiva del 22 de octubre de 1955 consta que en la fecha tuvo lugar la elección del director de la Imprenta Provincial “para el período venidero” y que S.M. Álvarez resultó electo con ocho votos a favor contra 6 de Eusebio Otálora15. Médico – filántropo El gobernador de la Provincia, señor José Maria Cuellar, en carta de enero 31 de 1856 dirigida al doctor Salvador María Álvarez, atendiendo a “su filantropía y patriotismo”, le solicitaba el envio de “un plan curativo y adpatable” a la localidad de Timaná, lugar en donde la disentería había afectado a gran parte de la población. El 5 de febrero del mismo año J.M. Álvarez le contestó en los siguientes términos: “Con sumo gusto tengo la honra de acompañar a U. la receta o método curativo de la desintería, adaptado a la localidad de Timaná”. El texto completo de la receta, que ocupaba varias páginas fué publicado en EL ALTO MAGDALENA No.97 del 7 de febrero de 1856, con el nombre de “Instrucción popular sobre el método curativo de la desinteria epidémica reinante en los campos de Timaná”. Dueño de botica-librería Según avisos de prensa de la época (1856 a 1858) S.M. Álavrez estableció en Neiva una botica, en donde se vendían, además de medicamentos, libros escolares, como se evidencia en varios avisos publicados en los periódicos de la época EL ALTO MAGADALENA y LA LUZ. 15

Cf. Constituciones y leyes del Estado Soberano del Tolima expedidas por la asamblea constituyente desde el 22 de diciembre de 1862 hasta marzo de 1863. Neiva. Establecimiento tipográfico del Estado. 1863, pg.114. También en EL ALTO MAGDALENA No.122 del 2 de agosto de 1856.

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Diputado a la Asamblea Constituyente del Estado Soberano del Tolima 1862-1863 La Asamblea Constituyente del Estado Soberano del Tolima, reunida en Neiva, aprobó la primera Constitución Política del Estado Soberano del Tolima, sancionada el 31 de enero de 1863.

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Suscribieron dicha constitución, además de Francisco Eustaquio Álvarez (presidente de la Asamblea) y Zoilo Cuellar (vicepresidente) los diputados por los departamentos de: Ambalema, Espinal, Honda, Neiva (Salvador María Álvarez, José María Buendía, Montegranario Durán G, Daniel Manrique y Plácido Serrano), La Plata y Purificación16. Pionero de la homeopatía en Colombia17. La Homeopatía fue introducida a nuestro país hacia el año de 1840 por los doctores Salvador María Álvarez, Calvo Mendevil, Gabriel Ujueta y Pedro Vera, todos médicos cirujanos de la Universidad Nacional de Colombia. En 1865 Salvador María Álvarez, José Peregrino San Miguel y un grupo de notables médicos homeópatas organizaron el Instituto Homeopático de Colombia, con el fin de facilitar y fomentar el estudio de la homeopatía en un marco académico18. Este Instituto publicó un periódico mensual llamado “La Homeopatía”, que se constituyó en la primera publicación de su especie en Colombia. En la obra de SM. Álvarez: “Manual de Homeopatía”, aparecen relacionados varios episodios alusivos a su práctica de la homeopatía en los pueblos de la Provincia de Neiva19.

16

Cfr. GACETA DEL TOLIMA. Año I, No.4, Neiva, 6 de febrero de 1863

17 Información tomada del documento HOMEOPATIA CIENCIA MITO O REALIDAD. En: http://medicinaintegrativa.bligoo.com.co/homeopatia-ciencia-mito-o-realidad#. WMP3L4E1_IU, bajado el día 11 de marzo de 2017 y del documento del curso de extensión sobre Homeopatía de la Facultad de Medicina. Universidad Nacional de Colombia, dirigido por Dr. Eduardo H. Beltrán Dussán, Coordinador Grupo Académico Terapéuticas Alternativas. Bogotá, Junio de 2003. 18

HOMEOPATIA CIENCIA MITO O REALIDAD. En: http://medicinaintegrativa.bligoo.com. co/homeopatia-ciencia-mito-o-realidad#.WMP3L4E1_IU, consultado el día 11 de marzo de 2017

19

S.M. Álvarez: “Manual de Homeopatía”. Imprenta Gaitán. Bogotá, 1875. Págs. 227,285, 315, 327, 388.

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2. Rosalía Charry de Leyva

Rosalía Charry de Leyva Foto: Álbum familia Guzmán Leyva

Nació en la hacienda que tenían sus padres en la jurisdicción de La Guagua (Hoy Palermo) el 1 de septiembre de 1856. Una de los once hijos de Rafael Charry Salcedo y de Carmen Menéndez. Realizó estudios en la Normal Superior de Cundinamarca, centro desde donde Dámaso Zapata impulsaba la reforma educativa, con la primera misión Alemana. Allí tuvo como maestras a las pedagogas Carlina Becker y Eustaquia Carrasquilla, alemana la primera y colombiana la segunda20. Se casó el 4 de junio de 1883 con Calixto Leyva Lozano, boticario natural del Guamo pero residenciado en Neiva. De esta unión nacieron Jesús María Leiva Charry, médico, graduado en la Escuela 20

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A pesar de las prevenciones sobre la religión practicada por los profesores alemanes en una carta de una madre de familia del plantel se congratulaba y felicitaba a la patria porque las distinguidas señoritas a cuyo cargo se halla hoy la educación de las niñas en la escuela normal, se muestran elevadas sobre el magnífico pedestal de las virtudes cristianas. Cfr.: EL SURGIMIENTO DE LAS ESCUELAS NORMALES FEMENINAS EN COLOMBIA. Miryam Báez Osorio. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. file:///C:/Users/USER/Downloads/1471-1695-1-PB.pdf


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Nacional de Medicina, diputado a la Asamblea del Huila y miembro de la Cámara de Representante; José Domingo, abogado y Magistrado del Tribunal Superior de Neiva; Rafael, abogado, Juez del Circuito de Agrado, gobernador del Huila de 1927 a 1928, Magistrado del Tribunal Superior de Neiva y de la Corte Suprema de Justicia; Onías, médico, y Monseñor Luis Calixto Leiva Charry, primer Obispo de la Diócesis de Barranquilla. En honor de este prelado existe un barrio en Neiva y una Institución educativa que lleva su nombre en la ciudad de Garzón. Educadora privada 1877-1878 Rosalía Charry fundó y dirigió en Neiva una escuela privada “en la cual recibieron las primeras enseñanzas sus hijos, sus parientes cercanos y algunos niños de familias amigas, entre ellos Ismael Perdomo Borrero, que vivía a poca distancia de los Leiva”21.

Esta escuela llevó el nombre de COLEGIO BELÉN. A juzgar por el contenido de un aviso publicado en la GACETA DEL TOLIMA No.38 del 25 de diciembre de 1877(Pág.152) debió funcionar en los años 1877 y 1878. 21

UNA MIRADA A NEIVA, separata del DIARIO DEL HUILA del 24 de junio de 1993.

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Directora de la primera Normal nacional femenina de Neiva, en el Estado Soberano del Tolima22 Pasadas las convulsiones sociales de 1876-1877, la Normal de institutoras del Estado Soberano del Tolima reinició sus actividades en enero de 1878, en la ciudad de Neiva, entonces capital del Estado y para su dirección fue nombrada Rosalía Charry Meléndez23. Los exámenes de fin de año se realizaron del 1º al 16 de noviembre con una asistencia de 17 alumnas matriculadas24. Al año siguiente su matrícula ascendió a 24 alumnas 25.

22

Nombrada por Decreto No.3 de enero 4 de 1978. En GACETA DEL TOLIMA NO.44 del 18 de enero de 1878

23

Cfr. GACETA DEL TOLIMA No.44 de enero 18 de 1878, pg.174

24

AAH. GACETA DEL TOLIMA No. 137, Neiva, diciembre 17 de 1878. p. 543 - 544

25

AAH. GACETA DEL TOLIMA No. 163, Neiva, abril 10 de 1879. p. 649

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En enero de 1880 fue encargada de la dirección de la Normal Vicenta Trujillo en reemplazo de Rosalía, hecho que suscitó el reclamo de sus alumnas, quienes en misiva dirigida al presidente del Estado del Tolima, le expresaban “…nosotras también experimentamos el noble sentimiento de nuestra gratitud hacia nuestra directora, de quien recibimos magnificas enseñanzas y, en quien, sino vemos una segunda madre, si la amada y tierna amiga que con todo esmero ha sabido dirigir nuestros primeros pasos” 26.

Para entender esta temprana separación de Rosalía Charry de la dirección de la Normal Nacional de Institutoras se debe tener en cuenta que dicha institución había nacido como parte de la reforma educativa impulsada por el liberalismo radical, partido que gobernó en la época federal colombiana de 1863 a 1886 y que dicha reforma no incluía la enseñanza religiosa por parte del maestro en las escuelas oficiales, aunque “las horas se distribuirán de manera que a los alumnos les quede tiempo suficiente para que, según la voluntad de los padres, reciban dicha instrucción de sus párrocos o ministros” (Artículo 36 del Decreto Orgánico de Instrucción Pública del 1º de noviembre de 1870) Miembro de número de la Sociedad de Beneficencia y Caridad de Neiva En el listado general “de las señoras que forman la Sociedad de Benecicencia y Caridad de la ciudad de Neiva”, publicado en los ANALES DE LA SOCIEDAD DE BENEFICENCIA Y CARIDAD No. 2 del 18 de enero de 1882, figuraba el nombre de Rosalía Charry como “socia numeraria”. Por su parte, Genaro Díaz Jordán (En: Proceso histórico de Pueblos y Parroquias de la Diócesis de Garzón, pg. 458) dice: “Un recuerdo especial merece doña Rosalía Charry de Leyva, la cual durante el largo espacio de un cuarto de siglo la dirigió con la autoridad, celo y competencia que entonces se imponían”. Directora de la Escuela Central de Niñas de Neiva. Por Decreto 309 de marzo de 1886 Rosalía Charry fue nombrada 26

Cfr. Memorial enviado por las alumnas de la Normal al presidente del Estado Soberano del Tolima en enero 8 de 1880 y respuesta del presidente del estado. En GACETA DEL TOLIMA No.212, de enero 20 de 1880

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directora de la Escuela Central de Niñas de Neiva27. Tomó posesión de dicho cargo el 20 de enero del año en referencia28. Según el destacado académico David Rivera Moya en el artículo “Neiva en 1905”, doña Rosalía Charry desempeñaba el cargo de directora de la Escuela Central de Niñas de Neiva29.

27

Confrontar texto del Decreto en REGISTRO OFICIAL, Órgano del gobierno del Tolima, No.53 del 19 de marzo de 1886, pág. 208

28

Confrontar en REGISTRO OFICIAL, Órgano del gobierno del Tolima, No 61 del 16 de abril de 1886, pág. 208

29

REVISTA HUILA No.21 de Enero-Junio de 1966

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Directora de la primera Normal nacional de mujeres de Neiva en el siglo XX. La primera institución oficial formadora de docentes que funcionó en el recién creado Departamento del Huila fue la Escuela Normal Nacional de Institutoras, establecida mediante Decreto 131 del poder ejecutivo central, expedido el 1° de febrero de 1909. Sus tareas comenzaron en el mes de junio de 1909 y fue su primera directora doña Rosalía Charry de Leyva. Hacían parte del cuerpo de profesores del plantel don Calixto Leiva (esposo de doña Rosalía) y Gabriel Perdomo, entre otros. El personal de alumnas fue de 45, de las cuales 30 eran costeadas por la nación, entre ellas: Tulia Rosa Espinosa, más tarde fundadora del ITRE. En 1911 Rosalía Charry fue nombrada de nuevo directora de esta normal por decreto de marzo 3 del mismo año30.

30

Cfr. HUILA, Gaceta Departamental No 58, abril 26 de 1911, pág. 464

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Es de destacar que el 16 de junio de 1911, tuvieron lugar en la normal los exámenes intermedios que practicaban en la época, los cuales estuvieron presididos por el inspector escolar de la Provincia de Neiva José Eustasio Rivera Salas31. No tenemos precisión sobre la fecha exacta del retiro de doña Rosalía de la dirección de la Normal, pero asumimos que tuvo lugar después de los exámenes intermedios mencionados atrás, pues en el informe de fin de ese año presentado por el director de educación, Federico Arboleda, figuraba en el cargo de directora Enriqueta Solano32. Esta primera Normal femenina del siglo XX funcionó entre 1909 y 1917 en casa en arriendo de propiedad de Baldomero Charry, años después diputado, localizada en lo que hoy es la entrada al parqueadero de la Gobernación33.

Fundadora en 1926 del Asilo de Ancianos San Antonio Según el historiador Gilberto Vargas Motta34, durante la Guerra de los Mil días y, especialmente, durante y después de la Batalla de Matamundo, se hizo imperiosa la necesidad de un asilo para ancianos. Atendiendo a esta urgencia, doña Rosalía, como presidente de la Sociedad de Beneficencia y Caridad de la ciudad, logró que el Hospital San Miguel tomara sobre sus hombros esta obra, hasta logar la inauguración del Asilo de San Antonio en 1926”.

31 Cfr. HUILA, Gaceta Departamental No 77 de agosto 10 de 1911, pág. 619 32

REVISTA ESCOLAR, AÑO 1, No 4 del 1 de enero de 1913. Informe del Director de Instrucción Pública del Departamento del Huila, doctor Federico Arboleda, al Gobernador, correspondiente al año 1911. Págs. 116-119

33

Apuntes a computador facilitados por el historiador ANANÍAS OSORIO. El documento: “HISTORIA DE LA EDUCACION PRIMARIA Y SECUNDARIA EN NEIVA AÑOS 1905 – 2010”

34

VARGAS MOTTA, Gilberto. “Un alma caritativa”, en la revista UNA MIRADA A NEIVA, publicada por el Diario del Huila el 24 de junio de 1993.

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3. El Huila tiene una deuda con la memoria de estos personajes epónimos El ostracismo que la historia oficial del Huila ha aplicado a personajes como estos pioneros de la formación de educadores en la región, nos ha privado de conocer hechos importantes de nuestra historia comarcana. Por ello desconocíamos hasta hace poco que en la Neiva del siglo XIX, aislada de los centros de poder de la época, no solo haya funcionado una de las primeras Normales nacionales de varones del pais, luego de la independencia, sino que esta hubiera sido dirigida por uno de los mejores pedagogos colombianos de la época y pionero de la homeopatía en el pais y en América Latina.

Escuela Central de Niñas Rosalía Charry de Leiva hasta 1967. Carrera 4ª entre calles 8ª y 9ª de Neiva Fuente. Revista NEIVA 400 AÑOS. Editor Pedro Bonilla Díaz. Neiva,2012

Esta circunstancia nos habia privado tambien de conocer la no menos trascendente figura de doña Rosalía Charry de Leiva, egresada de la Normal Superior de Cundinamarca, centro desde donde Dámaso Zapata impulsaba la reforma educativa, con la primera misión Alemana, en donde tuvo como maestra a la pedagoga alemana Carlina Becker, de quien aprendió los métodos de la pedagogía activa y recibió los primeros rudimentos del método sensorial-intiuitivo de Pestalozzi, base de la enseñanza moderna. 49


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La memoria de Rosalía en algún momento fue exaltada, designando con su nombre, por allá en los años cincuentas, la Escuela Central de Niñas de esta ciudad, cuya última sede funcionó en la Carrera 4ª, en donde hoy se ubica el parqueadero del Pigoanza. Años despues, con su nombre fue fundada la Escuela de Auxiliares de Enfermería, dependiente del Servicio Seccional de Salud, que funcionó en un costado de la Facultad de Medicina de la Universidad Surcolombiana. Dicha escuela fue clausurada en 1993, sin que el Huila conozca hoy un estudio sobre la importante labor realizada por dicha institución, la cual sirvió de fundamento y guía a varias instituciones similares que hoy existen en la ciudad y en las que laboran muchas de sus egresadas. Corresponde a las facultades de educación y a las Normales del departamento la tarea de rescatar la memoria de estos insignes educadores, complementando el estudio sobre sus vidas y realizaciones.

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La economía minera de la Gobernación de Popayán durante el siglo XVIII1 CARLOS ARNULFO ROJAS SALAZAR2 Miembro Correspondiente de la Academia Huilense de Historia Resumen Este artículo enseña el posicionamiento económico de la gobernación de Popayán en la Nueva Granada, a través del papel que desempeñaron sus vecinos en el circuito productivo del oro. A partir de la primera mitad del siglo XVIII, con la apertura de la frontera minera en la costa del Océano Pacífico, varias familias payanesas controlaron gran parte de los distritos auríferos que se establecieron en esta zona. Por esta circunstancia, acumularon grandes fortunas que, posteriormente, les facilitaron el acceso al poder político. De esta manera, en un principio, el artículo centra su atención en el progreso socioeconómico de la ciudad de Popayán; posteriormente, en el desarrollo de la minería neogranadina y payanesa; y finalmente, en la combinación de la empresa minera con la hacienda al interior andino de la gobernación. Palabras claves: Gobernación de Popayán, minería aurífera, Nuevo Reino de Granada, historia colonial.

1

Este artículo hace parte del segundo capítulo de la disertación doctoral: Amos del oro, siervos del rey, ciudadanos del reino, la elite de la ciudad de Popayán y los procesos de la independencia hispanoamericanos, 1808-1820, que fue defendida en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca en marzo de 2015.

2

Doctor en Historia, Docente de Planta del Programa de Comunicación Social y Periodismo y miembro del grupo de investigación Comunicación, Memoria y Región de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Surcolombiana.

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1. La ciudad de Popayán

“Vista de Popayán”, en Charles Saffray, Geografía pintoresca de Colombia (Bogotá: Litografía Arco, 1984), en http://www.banrepcultural.org/sites/default/ files/geogra21.pdf.

Durante el siglo XVIII el vasto territorio de la gobernación de Popayán, así como sus recursos económicos y humanos, fueron administrados principalmente desde la ciudad de Popayán. La ciudad había sido fundada por Sebastián de Belalcázar en 1537, cuando buscaba el mítico tesoro de “El Dorado”. Además de esta ciudad, la ruta colonizadora había llevado a los exploradores a crear una docena de urbes con el objetivo de servir de campamento y retaguardia durante sus incursiones al territorio indígena. Muchas de estas primeras urbes hispanas desaparecieron con el pasar del tiempo; fueron trasladadas a espacios protegidos, debido a los constantes ataques de los nativos no sometidos; o simplemente, permanecieron como pequeños caseríos con un reducido número de vecinos, ostentando, sin merecerlo, el título de ciudad. 52


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A lo largo del siglo XVII la ciudad de Popayán se impuso como el asentamiento urbano de mayor importancia de la gobernación, al quedar fijada en ella la residencia del gobernador. Antes, la primera autoridad provincial rotaba entre Popayán y Cali. De igual manera, las cajas reales de la gobernación se asentaron en la ciudad, así como la sede episcopal, al crearse una nueva diócesis en 1546. Con esto, Popayán empezó a despuntar entre las ciudades fundadas por la expedición de Belalcázar, aunque solamente alcanzó su apogeo en el siglo XVIII, al soportar su peso político sobre la riqueza de sus vecinos (Marzahl, 1978, pp. 3-16). Los principales mineros del suroccidente neogranadino fijaron su residencia en Popayán no solo porque en ella estaban asentadas las instituciones del poder imperial y eclesiástico desde el siglo XVII, sino también porque desde ella se podían desplazar con relativa facilidad a los distritos mineros esparcidos a lo largo y ancho de la gobernación, al hallarse geográficamente en el centro del territorio. Además, porque quedaba de camino entre Santafé y Quito y, entre esta última y Cartagena, lo que obligatoriamente la convirtió en un lugar de paso para los comerciantes que se movilizaban entre las tres ciudades. El desarrollo experimentado por la ciudad de Popayán a lo largo del siglo XVIII está documentado en las descripciones realizadas por exploradores y científicos venidos desde el exterior, en los informes de los funcionarios de la Corona y en las historias escritas por los jesuitas criollos, una vez fueron expulsados del imperio hispánico. Uno de los primeros científicos que visitó Popayán en el siglo XVIII, fue Antonio de Ulloa. En su Relación histórica del viaje a la América meridional testificó que, hacia 1740 la ciudad de Popayán era de proporciones medianas, que sus calles eran anchas y permanecían en su mayor parte sin empedrar, aunque gozaban de un casquillo que hacía que no se levantara el polvo y fueran fáciles de limpiar. Afirmó que Popayán contaba con un número reducido de conventos y monasterios, en los que residían pocos religiosos. Cuatro órdenes masculinas habían elegido a la ciudad para fijar una de sus moradas: franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas, las cuales competían entre sí por la feligresía y las nuevas vocaciones, contando cada una con seis u ocho religiosos. Además, la ciudad tenía dos monasterios 53


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femeninos. Ulloa calculó que la población de la ciudad ascendía hasta las veinticinco mil personas. Asimismo, advirtió que al contrario de lo que pasaba con otras ciudades que entraban en decadencia con el pasar de los años, Popayán aumentaba día a día su vecindario, lo cual atribuyó a la abundancia del oro, ya que este generaba los trabajos en los que se ocupaban los vecinos de la ciudad (2002, pp. 393-394). Casi dos décadas después de la publicación de la Descripción de Antonio de Ulloa, el jesuita Juan de Velasco dio nuevas noticias sobre la ciudad de Popayán. En la Historia del Reino de Quito afirmó que la ciudad de Popayán había sido pequeña desde el tiempo de su fundación hasta mediados del siglo XVIII, cuando empezó a experimentar un crecimiento constante que hacía prever que en poco tiempo se convertiría en una de las ciudades más prósperas del Nuevo Reino. Para Velasco, Popayán no solo florecía porque en ella se había fundado la Academia de San José en 1744, o porque los mercaderes europeos la habían elegido para sellar sus transacciones comerciales, convirtiéndola en un centro mercantil y de negocios, sino también porque se había instalado una Casa de la Moneda en 1758, lo que permitía que el oro extraído de su territorio, así como el de la cercana gobernación del Chocó, se acuñara en su propia ceca, generando mayores ganancias a los mineros locales al no estar obligados a desplazarse hasta la Casa de la Moneda de Santafé (1981, pp. 284-285). Según el historiador payanés Antonio Olano, fue precisamente en la segunda mitad del siglo XVIII, que la ciudad de Popayán alcanzó su apogeo económico, durante la administración del gobernador Pedro Beccaria Espinosa, quien gobernó entre 1776 y 1787 (1910).

2. La minería aurífera en la Nueva Granada Después del primer periodo de conquista y poblamiento de América, la Nueva Granada se consolidó rápidamente como uno de los mayores productores de oro. Mientras en el siglo XVI originó el 18% de la producción mundial, en el siglo XVII produjo el 40%, colocándose a la cabeza de los territorios productores de oro (Ridgway citado por Gärtner, 2005, p. 91). Asimismo, en el siglo XVIII, produjo entre el 20 y el 25% (Tirado Mejía, 1998, p. 90). A pesar de estos altos índices, hay 54


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que sopesar la importancia de la minería neogranadina en relación a la totalidad de la hispana; pues fue bastante carente en dimensiones, utilización de tecnología y obtención de dividendos, comparada con los alcanzados en Nueva España y Perú (McFarlane,1997, p. 118). Mientras la producción novohispana osciló entre 15.000.000 y 25.000.000 de pesos y la peruana logró 8.000.000 de pesos anuales a finales del siglo XVIII, la neogranadina tan solo alcanzó 2.000.000 de pesos durante este mismo periodo (Kalmanovitz, 2008, pp. 31-34). No obstante, la Corona, al considerar la minería neogranadina como una de sus prioridades, potencializó su desarrollo sobre los demás recursos del territorio. Esta política se debía a que el oro, además de reportar ingresos fiscales en las cajas reales, diseminadas a lo largo y ancho del virreinato, impulsaba la economía regional, el desarrollo del agro, del sector ganadero y manufacturero, y servía de base para los intercambios comerciales efectuados entre sus distintas regiones y de estas con la metrópoli (Assadourian, 1982, pp. 209221). Hasta 1780, el oro representó casi el 100% de las exportaciones a la Península. Desde entonces, y luego de las reformas ejecutadas durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, pasó a constituir el 90%. El restante 10% correspondió a la comercialización de algodón, cacao, azúcar, palo de tinte, quina y cueros (Barona Becerra, 1995, p. 118; McFarlane, 1997, p. 117; Jaramillo Uribe, 1997, p. 49). De esta manera, durante todo el periodo colonial, el oro impulsó la economía neogranadina, tanto a nivel local como extra local. La minería neogranadina se desarrolló en dos ciclos cronológicos definidos. Uno, entre 1550 y 1620, y el otro, entre 1680 y 1820 (Colmenares, 1997c, pp. 35-46). A su vez, cada ciclo se caracterizó por desenvolverse en regiones específicas. El primero, en el Nuevo Reino -Santafé, Tunja, Vélez y Pamplona-, la gobernación de Antioquía -Cáceres y Zaragoza- y la gobernación de Popayán -Almaguer, Caloto y Cartago-; entretanto, el segundo ciclo, tuvo lugar en la gobernación del Chocó -Nóvita y Cítara-, la gobernación de Popayán -Barbacoas, Raposo, Iscuandé y Caloto- y la gobernación de Antioquía -Guarne y Santa Rosa- (Colmenares, 1997a, pp. 283-288; Colmenares, 1997b, p. 17; Colmenares, 1997c, pp. 35-46; Barona Becerra, 1995, pp. 113-119). Cada una de estas regiones se organizó económicamente por sí misma, aislándose prácticamente de las demás, tanto por las dificultades del territorio, como por la precariedad y el mal estado 55


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de los senderos y caminos que las comunicaban. Este aislamiento físico permitió la creación de idiosincrasias en cada una de ellas, las cuales, con algunas variaciones, se han mantenido hasta nuestros días (Kalmanovitz, 2008, p. 49). El primer ciclo de oro neogranadino se identificó principalmente por la utilización de mano de obra indígena (Colmenares, 1997c, p. 39). Aunque la Corona había prohibido esta práctica al considerarla inhumana, los mineros de la provincia de Mariquita encontraron la manera de burlar la norma y de explotar los yacimientos argentíferos utilizando la mita indígena (Bonilla, 2001, pp. 121-134). De igual manera, sus pares socio-económicos de la gobernación de Popayán se valieron de los naturales de las encomiendas para el aprovechamiento de las minas auríferas (West, 1972, p. 72). Mientras que los mineros antioqueños, al explotar y exterminar la población indígena de su territorio en el siglo XVI, se vieron en la necesidad de importar mano de obra esclava (Kalmanovitz, 1997, p. 74; Colmenares, 1997c, pp. 35-34; Tirado Mejía,1998, pp. 42-43). La expansión de la industria minera fue en detrimento del desarrollo del sector agrario, ya que absorbió cada vez más a la escasa población de naturales. Por otra parte, el agotamiento de las primeras vetas, así como la precariedad tecnológica -basada en métodos prehispánicos-, hizo que la bonanza aurífera dependiera tanto de la expansión de la frontera minera, como del hallazgo de nuevos yacimientos fáciles de ser explotados, lo que con el tiempo fue cada vez más difícil (Kalmanovitz, 1997, p. 75; Colmenares,1997a, p. 268). Estos factores llevaron a que el primer ciclo aurífero encontrara su fin en la segunda década del siglo XVII. Tras lo cual, la industria minera neogranadina entró en decadencia por varias décadas (Colmenares, 1997c, p. 36). Entre 1620 y 1680, la producción de oro neogranadina cayó vertiginosamente. Las minas dejaron de producir la rentabilidad suficiente para mantener activa su explotación. Prácticamente desaparecieron los entables o reales de minas edificados en las distintas regiones neogranadinas con bastante dificultad, y en los que los mineros habían arriesgado sus capitales. Entretanto, el sector agrario, al no poder mantener el crecimiento económico alcanzado durante el siglo XVI, principalmente por la disminución de la mano 56


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de obra indígena, sufrió su propia crisis, obligando a las haciendas a retraerse económicamente sobre sí mismas. De esta manera, el siglo XVII fue un periodo decadente para todos los sectores económicos de la Nueva Granada (Colmenares, 1997c, p. 36; Kalmanovitz, 2008, p. 29).

Carta corográfica de la provincia de Popayán y su gobernación que comprende desde la costa del Mar del Sur, desde Guayaquil hasta Panamá, y parte de las provincias confinantes, Antioquia, Chocó y Quito, 5 de diciembre de 1797. Archivo General de Indias, MP, Panamá 222.

En 1680 se reactivó la producción aurífera neogranadina, gracias a que la minería se desplegó de forma permanente en la gobernación del Chocó (Díaz López, 1994, pp. 255-285). Antes, esta se había desarrollado de forma esporádica y durante los cortos periodos de tiempo que se tuvo control sobre este territorio. Hasta el siglo XVII el gobierno del Chocó se caracterizó por ser un territorio de frontera, salvaje e inhóspito para la empresa colonizadora hispana, tanto por la belicosidad de sus tribus indígenas, como por su humedad y pluviosidad, que causaron fiebres peligrosas y se llevaron a muchos exploradores a la tumba (Sharp, 1976, p. 26). La conquista del Chocó revivió la búsqueda de nuevos yacimientos auríferos y, a la vez, reactivó la explotación de varias de las minas que habían sido trabajadas durante el primer ciclo de oro. De nuevo, la Nueva Granada produjo 57


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oro para el imperio hispano, centralizando su producción en las minas del Chocó, para desplazarse hacia las minas de las gobernaciones de Popayán y Antioquía durante las últimas tres décadas del siglo XVIII (Sharp, 1976, p. 201; Twinam, 1982, p. 28; Macfarlane, 1997, pp. 534-535; Colmenares, 1997a, p. 339). La minería de la gobernación de Popayán contrasta en gran medida con la desplegada en la gobernación de Antioquía. Aunque varios mineros antioqueños utilizaron mano de obra esclava para la explotación de sus minas, principalmente durante el primer ciclo de oro, su número nunca se comparó con el de aquella (Colmenares, 1997c, pp. 49-50). La minería antioqueña se desarrolló sobre el trabajo de pequeños y medianos mineros, quienes rodeados de un reducido círculo de trabajo, muchas veces de su propio entorno familiar, se dedicaron a la búsqueda y explotación de las vetas auríferas. Robert West llamó mazamorrero a este tipo de minero (1972, pp. 88-89). La diferencia en el usufructo de las minas se tradujo en aspectos sociales. Por obvias razones en Antioquía se presentó una gran movilidad social, en tanto que en Popayán se conformó una capa social alta, integrada por grandes mineros, terratenientes y comerciantes, dueños de todos los medios de riqueza y participación política (Colmenares, 1997b).

3. La minería de la gobernación de Popayán en el siglo XVIII Desde su creación en el siglo XVI y hasta 1739, cuando pasó a formar un gobierno independiente y de provisión real, el territorio del Chocó dependió formal y políticamente de la gobernación de Popayán. Tras su separación, la vinculación con Popayán no se perdió, dado que para entonces dependía económicamente de esta jurisdicción. Durante la segunda mitad del siglo XVII varios vecinos de la gobernación de Popayán, principalmente de su capital, se comprometieron con la pacificación del Chocó, financiando y participando de las empresas expedicionarias. Una vez fue insertado el territorio a la esfera hispánica y colonizadora, estos vecinos explotaron de forma permanente sus recursos minerales. A lo largo del siglo XVIII cinco generaciones de familias payaneses compitieron entre sí por hallar las mejores reservas minerales del Chocó. Quien primero llegara al territorio podía registrar a su nombre los cauces de los ríos, acequias, quebradas y los lugares 58


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anexos a estos. En América, desde tiempos de la conquista, la tierra recién descubierta pertenecía a la Corona de Castilla. El rey era dueño de las minas y sus productos, y mediante mercedes o concesiones especiales las cedía a particulares para un mejor aprovechamiento (Moreno, 1978, p. 70). De esta manera, los presidentes de la audiencia y gobernadores y, posteriormente los virreyes, actuando en nombre del rey, otorgaron las áreas que los mineros payaneses solicitaron para establecer sus minas (Colmenares, 1997a, pp. 199-263). Un real minero estaba compuesto básicamente por el curso del río o quebrada de donde se extraía el oro, el campamento habitacional y logístico y, algunas parcelas que los rodeaban, sembradas comúnmente con maíz y plátano. También existieron campamentos mineros mucho más simples, formados únicamente por chozas edificadas de manera transitoria, que luego eran abandonadas una vez se agotaban las vetas de oro (West, 1972, pp. 91-98; Colmenares, 1997b, pp. 113-116). Las principales familias payanesas conservaron los derechos sobre minas y haciendas por más de una centuria, gracias a que se valieron de fuertes cláusulas testamentarias. El favoritismo hacia uno de los descendientes, generalmente el primero, se sellaba mediante la prohibición expresa de no vender los cauces de los ríos y las minas a terceros. De esta manera, los herederos principales conservaron para sí las mejores minas y haciendas, las cuales incrementaron comprando y registrando nuevas posesiones y adquiriendo un mayor número de esclavos. A lo largo del siglo XVIII, linajes como los Mosquera, Arboleda, Hurtado, Velasco, Valencia, Tenorios, Larraondo y Torres aumentaron sus patrimonios gracias a este mecanismo (Colmenares, 1997b, p. 51), mientras que otras familias perdieron sus propiedades debido a que el privilegio recayó sobre individuos sin talento para la minería. También porque lo recibió una mujer, en cuyo caso generalmente la administración de los bienes pasaba a manos de su marido (Colmenares, 1997a, p. 112). El primer esfuerzo de los mineros payaneses consistió en encontrar un lugar, que no hubiese sido reclamado por nadie; posteriormente, levantar allí un campamento, y finalmente, dedicarse a la extracción del mineral. La sola exploración del territorio era de por sí una empresa bastante arriesgada, en la que muchos perdieron sus capitales, la vida de sus esclavos o la propia. Familias como los Velasco, Arboleda y Mosquera de la ciudad de Popayán, y los Caycedo de la ciudad de 59


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Cali, fueron las primeras en registrar minas y en introducir esclavos al Chocó. Estas familias alcanzaron un grado de control sobre el territorio y sus recursos entre 1690 y 1710, lo que les permitió enriquecerse a lo largo de la centuria siguiente. Además, varias de ellas, combinaron las empresas mineras chocoanas con la explotación de yacimientos tanto en el litoral pacífico como en el interior andino, en los términos de las ciudades de Caloto y Almaguer, y con la producción agropecuaria de las haciendas de trapiche y de pancoger, ubicadas en el valle del Cauca y en el altiplano payanés (Colmenares, 1997b; Díaz López 1983).

Mapa de la Vega de Supía, Gobierno de Popayán, Jurisdicción de la ciudad de Anserma, con el río Cauca, pueblos de Supía, San Lorenzo, Cañamomo, Quichia, Guatica, La Montaña y minas de Guamal y del Morado. Archivo General de Indias, MP-Panamá, 356, fol. 9. 60


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Según Germán Colmenares, en el Chocó había cuarenta y ocho mineros reconocidos en 1711 (1997c, p. 109), mientras que casi medio siglo después, en 1759, sesenta tres (Jaramillo Uribe, 1963, p. 18). Estas cifras indican que la explotación de los recursos auríferos chocoanos perduró en manos de un reducido círculo de propietarios, que lograron abrirse espacio muy tempranamente y lucharon legalmente para no perder sus privilegios. William Sharp encontró que Francisco Arboleda, vecino de la ciudad de Popayán, entabló una demanda ante la audiencia de Santafé para adquirir parte de la mina que la familia Caycedo explotaba en el Chocó desde 1690. Para Arboleda, las cinco leguas de tierra y cursos de ríos que conformaban el real de mina de esta familia, llamado de las Ánimas, era demasiado grande, por lo que según su concepto, se debía redistribuir nuevamente. La audiencia accedió a su petición, concediéndole parte de la propiedad de los Caycedo. Desde entonces, la familia Arboleda se benefició de los ricos yacimientos de oro con los que contaba este territorio (Sharp, 1976, pp. 46-47). Así, aunque en la teoría todas las personas libres podían convertirse en propietarios de una mina, y en la práctica algunos menos favorecidos lo lograron, sin embargo, muy pocos fueron propietarios, ya que las disputas legales por los derechos de explotación solo podía ser efectuadas por personas con grandes recursos económicos (Colmenares,1997b, pp. 121-122). De los cuarenta y ocho mineros establecidos en el Chocó en 1711, catorce eran de la ciudad de Popayán. Pese a su corto número, eran dueños de casi la mitad de los esclavos introducidos en aquella gobernación, pues de los ochocientos veintiuno que trabajaban en sus minas, trescientos cincuenta y seis les pertenecían (Colmenares 1997b, pp. 109-126). No obstante, hacia mediados del siglo XVIII, las familias mineras de la ciudad de Cali, como la Gómez Lasprilla, rivalizaban con las payanesas por la explotación de los recursos auríferos del Chocó. Por esta razón, en 1759 los Mosquera prefirieron desplazarse hacia la región del Caloto, al interior andino, aunque conservaron algunas minas y más de cuatrocientos esclavos en el Chocó (Colmenares,1997b, p. 126). Otra característica que diferenció a los mineros de la ciudad de Popayán respecto a los de las demás ciudades de la gobernación, 61


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como Cali, Cartago, Anserma y Toro, fue que ejercieron la minería de manera absentista. Los mineros establecieron su residencia en la ciudad de Popayán, dejando frecuentemente a cargo de sus minas y cuadrillas de esclavos a un teniente o capitán, el cual actuaba en su nombre. El teniente era por lo general un recién llegado a la ciudad, que deseaba amasar el capital suficiente para poder comprar sus propios esclavos y herramientas, tener un grado de prestigio, registrar minas e iniciarse en la política local. Una vez este había adquirido las condiciones necesarias, abandonaba su posición de subalterno y se iniciaba como señor de minas, arriesgando su propio capital en la azarosa empresa de la minería. Muchos de los capitanes que intentaron transformarse en propietarios fracasaron, y solo pocos llegaron a hacer de sus apellidos una referencia de la minería payanesa. A pesar de esto, hay que advertir, como lo hizo Germán Colmenares, que la figura del rico minero absentista, residente en la ciudad de Popayán fue excepcional, ya que la mayoría de los mineros se desempeñaron como pequeños empresarios, residiendo en las fronteras mineras y percibiendo las pocas ganancias generadas de vender el oro a los comerciantes (1997b, p. 122). Por otra parte, la apertura de la frontera minera no solamente se centró en el territorio de la gobernación del Chocó, sino que se extendió desde esta a lo largo del litoral pacífico, hasta los términos de la ciudad de Barbacoas, en los límites de la presidencia de Quito. En esta franja territorial de tierras bajas y húmedas, dilatada desde la cordillera occidental y hasta la costa pacífica, rica en ríos, riachuelos, quebradas y, con un alto grado de pluviosidad, se explotaron importantes recursos auríferos. Los distritos del Raposo, Iscuandé, Micay Barbacoas y Tumaco, contaron entre sus jurisdicciones con numerosos reales de minas de propiedad de mineros absentistas de la ciudad de Popayán. Entre las principales minas ubicadas en la región del Raposo se contaban las de Yurumanagui, Naya y Cajambre, pertenecientes a Pedro Agustín de Valencia. La rentabilidad de estas minas fue tan alta, que Valencia pudo comprar el derecho de administrar la Casa de la Moneda de Popayán, además de convertirse en el hombre más rico de toda la gobernación (Colmenares,1997b, p. 59; McFarlane, 1997, p. 136).

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En el siglo XVIII, las minas de las jurisdicciones de Caloto, Almaguer y Patía, cercanas a la ciudad de Popayán, reactivaron su producción, luego de haber padecido la crisis del primer ciclo de oro. Regularmente las minas de estos tres distritos estuvieron integradas a una hacienda, generando menos gastos a sus propietarios, dado que el aprovisionamiento de alimentos para la manutención de los esclavos, no necesitó de grandes desplazamientos, al contrario de lo que sí sucedía con las del litoral pacífico, donde debido a su lejanía era necesario invertir grandes capitales (Colmenares,1997b, pp. 109113). Las mejores minas del interior andino pertenecieron a los jesuitas hasta que fueron expulsados en 1767. A partir de entonces pasaron a manos de particulares. La mina-hacienda de Jelima, trabajada por cerca de 100 esclavos, fue comprada por José María Mosquera, en tanto que la mina-hacienda del Japio y la de Coconucos por Francisco Arboleda. Estos individuos eran miembros de dos de las familias más ricas de la ciudad de Popayán (Colmenares,1997b, p. 185; Mcfarlane, 1997, p. 113; Díaz de Zuluaga, 1983, p. 94; Prado-Arrellano y PradoValencia, 2010, p. 57). Tradicionalmente las haciendas del interior andino producían cebolla, cacao, arroz y árboles frutales para el consumo de sus propietarios. Sin embargo, al tener que abastecer los mercados de las ciudades circundantes y a las cuadrillas de esclavos, sembraron algunos víveres en grandes cantidades, principalmente el plátano, el maíz y la caña de azúcar. También, durante la década de 1770, muchas de ellas empezaron a cultivar a gran escala el tabaco, especialmente las localizadas a lo largo del río Cauca, en las jurisdicciones de las ciudades de Caloto, Cali, Buga, Toro y Cartago. Asimismo, las haciendas destinaron espacios al trapiche y a la maquinaria con la que se elaboraba el guarapo, la panela y otros productos extraídos de la caña de azúcar, como grandes extensiones de pastos para la cría de ganado vacuno, caballar, mular y avícola (Díaz López, 1983, pp. 31-36). Respecto a la mano obra, cabe señalar que las haciendas del valle del Cauca fueron labradas tanto por esclavos como por hombres libres. La composición étnica de la población libre fue generablemente mulata, mestiza o de ex-esclavos, que habían sido manumitidos. 63


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Entretanto, las haciendas localizadas en la jurisdicción de la ciudad de Popayán fueron trabajadas con mano de obra indígena, la cual estuvo contratada temporalmente, durante la ejecución de los trabajos que requerían las haciendas (Díaz López, 1983, pp. 36-46). El crecimiento económico del sector agrario, representado principalmente por las haciendas, estuvo vinculado al de la minería en la gobernación de Popayán. Como ya se dijo, generalmente los propietarios de ambos sectores fueron los mismos, dado que los mineros tendieron a desdoblarse en terratenientes. Además, durante los periodos en que las minas permanecían inactivas, su fuerza de trabajo se desplazaba hasta varias haciendas. La bonanza o decadencia de las haciendas dependió de la minería hasta que ganaron autonomía con la aparición de los mercados nacionales e internacionales que consumieron lo que producían. De esta manera, gracias al desarrollo de la minería tanto en la jurisdicción de Popayán -que incluía los términos de Caloto y Almaguer-, como en la gobierno del Chocó y todo el litoral pacífico -desde la provincia del Raposo hasta el puerto de Tumaco-, los payaneses llegaron a ser los individuos más ricos de la Nueva Granada. Esta circunstancia los llevó a imponerse económica y políticamente a los demás neogranadinos, una vez se inició la quiebra del Antiguo Régimen, así como durante la primigenia etapa republicana de Colombia (Colmenares,1997b, pp. XX-XXIV; Kalmanovitz, 2008, p. 58).

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Carlos Cabrera Villamil: Empresario agroindustrial y visionario del desarrollo regional ALEXANDER QUINTERO BONILLA1 Presidente de la Academia Huilense de Historia Unos años atrás, y debido a que me inquietaba identificar aspectos que me permitieran comprender la manera como se constituye el agente social denominado empresario, entrevisté a Carlos Cabrera Villamil. Hoy, cuando lo empezamos a extrañar entre nosotros, comparto un relato de su vida. A don Carlos, lo conocí en mi infancia. Guardaba el recuerdo de un hombre de campo, un hombre recio. Muchos años después, conocí al hombre leal, agradecido y generoso. Ni un solo instante abandonó a mi abuelo durante su vejez, y aun después de su muerte, continuó brindando apoyo económico a mi abuela. Esa fue la manera como él recompensó a quien lo apoyó en su juventud.

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El autor es Administrador de Empresas, Especialista en Alta Gerencia (Universidad Surcolombiana); Magister en Ciencias de la Organización (Univalle), Magister en Historia (Universidad Nacional de Colombia), Ph.D.(c) en Administración (Universidad Eafit). En la actualidad, profesor Titular Universidad Surcolombiana, coordinador de la línea de investigación en Historia Empresarial, Presidente de la Academia Huilense de Historia, Gerente de Equipo AS ltda, socio gestor del Gimnasio Infantil Mi Alegría de Vivir.

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Familia e infancia: Entre el modelo paterno y la exigida autosuficiencia. Carlos Cabrera Villamil nació el 10 de septiembre de 1950. Hijo de Alejandro Cabrera, quien era oriundo del municipio de Aipe y a quien recordaba como “un finquero emprendedor progresista” e Isabel Villamil Cordovéz, hermana del gran compositor Jorge Villamil Cordovéz. Su relación con la ganadería tiene origen en las actividades del abuelo paterno también de Aipe, don Alejandro Cabrera García, quien había heredado tierras de la familia Cabrera y se dedicaba a la actividad ganadera. El abuelo operó la finca conocida como “La Marea” en la zona alta de Praga; en tanto que la abuela, Helena Manchola, tenía parentesco con Rafael Azuero Manchola, un reconocido médico de la época que llegó a ser designado presidente de la República por varios días, todos de origen aipuno. Tanto los abuelos paternos como maternos tenían en común el ser reconocidos como destacados cafeteros. Unos, cultivando el café en la finca “La Marea”, ubicada más allá de Praga vía a Planadas, los otros en la finca el Cedral, distante 46 kilómetros de Neiva, vía a Vegalarga. El aprecio y reconocimiento del abuelo materno como productor de café motivó a las autoridades municipales a que la escuela rural de Gigante llevara el nombre éste: Jorge Villamil Ortega. La imagen paterna que conservaba Carlos Cabrera de su padre Alejandro, denota la marcada influencia que éste ejerció en él.

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Insistentemente resaltaba aspectos como la dedicación al trabajo, el interés por la tecnología y el liderazgo natural de su padre. Así lo comentaba: “…mi padre, quien era un hombre muy activo en las labores agropecuarias, reconocido por el interés que siempre tuvo por los temas de la tecnología y las posibilidades de aplicarla a los quehaceres diarios, pues en esa época él ya estaba familiarizado con temas de genética, por ejemplo ya hacía cruces con razas de ganado, ordeñaba en la mañana y la tarde y aplicaba tecnología a la agricultura. Estas experiencias solía compartirlas con amigos en el café conocido como el Taurino. Mi padre era un finquero emprendedor progresista. En la época del 58, a diferencia de otros ganaderos, ordeñaba 2 veces por día. Llevó la energía a su finca antes de que llegara al pueblo. Con frecuencia mi padre viajaba a los Estados Unidos a conocer nuevas razas de ganado. Recuerdo mucho el día que llegó con dos aviones más o menos en el año 56, con no menos de 30 cabezas de ganado... De ese país trajo unos toros cebú de la famosa ganadería Chuesian y trajo toros Pardos Suizos. En esa época, en la actividad ganadera, había logrado desarrollos que no se conocían en sus alrededores. Por ejemplo, él balanceaba la grasa de acuerdo a las normas exigidas, el resto lo transformaba en mantequilla utilizando una batidora que había importado y la comercializaba; esto significa que le sacaba un plus a la leche y obtenía un 40% más de productividad, lo cual para esa época se consideraba rarísimo. Mi padre, siempre se inclinó por tener ganados de raza pura, lo que lo llevó a ser reconocido por tener unas lecherías magníficas donde se ordeñaba 2 veces por día y abastecía de leche a Neiva. Tenía gran habilidad para negociar, por ejemplo logró que un finquero le financiara un vehículo con

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el compromiso de que le recibiera y le vendiera la leche. Le compraba ganado a la familia Ferro Solano y a otras familias consideradas ricas del Huila en esa época y llevaba este ganado a las reconocidas ferias de Girardot”. Su madre fue una de las primeras personas graduadas en Aipe; terminó su bachillerato en Bogotá, tenía el hábito de la lectura y se le facilitaba comunicarse; a tal punto, que en los eventos sociales era la encargada de los discursos. Se desempeñó como maestra de filosofía en un colegio de bachillerato en la ciudad de Neiva, y aunque desconocía totalmente las labores agropecuarias, tenía cualidades de líder, razón por la cual fue presidenta de la Acción Católica. Como la mayoría de las mujeres de la época dedicaba gran parte de su tiempo a las labores de la casa. Es importante resaltar que Carlos Cabrera Villamil recordaba a sus padres no como personas pudientes, sino como personas emprendedoras, trabajadoras e innovadoras, especialmente su padre Alejandro, quien además tenía habilidades para buscar financiación a sus proyectos. En la familia nunca se discutió por dinero ni por partido político: “pues mi padre era liberal y mi madre conservadora”. “Básicamente, mi padre recurría a préstamos bancarios para financiar su actividad agropecuaria, es que él no era rico, pero siempre luchaba para conseguir lo que quería.Cuando murió yo tenía 7 años, y poseía unos recursos que creo que no pasaban de unas 800 reses y unas tierras de más o menos 800 hectáreas en el municipio de Aipe.” De sus abuelos tampoco consideraba que fueran personas económicamente prestantes, a pesar de ser reconocidos como grandes cafeteros del Huila. “Es que hay que tener en cuenta que en esa época un cafetero grande era quien producía 300 o más cargas de café. Mis dos abuelos por punta y punta eran cafeteros, uno en la finca la Marea y otro en la Hacienda El Cedral; el hecho es que para la época ellos eran considerados grandes cafeteros, porque tenían un poco más que los demás. 70


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En esa época surge la violencia en juntas partes y mis abuelos pierden todo lo que habían hecho. De eso nunca reclamé herencia de las fincas ubicadas en la vereda Praga, eso lo regalé.” Por decisión de sus padres, Carlos y sus hermanos Alejandro y Jorge, fueron enviados a la ciudad de Bogotá para cursar estudios de primaria y secundaria. Carlos pasó el mayor tiempo de su niñez como estudiante interno en el colegio de los sacerdotes escolapios “Calasanz de Colombia”, claustro educativo de estrato alto ubicado en esa época en la calle 100 con Autopista Norte en la ciudad de Santafé de Bogotá. Era una institución muy ortodoxa, donde sólo se les permitía a los estudiantes salir en temporada de vacaciones y en la Semana Santa. Por eso, gran parte de su niñez la compartió con sus compañeros y profesores de colegio a quienes recuerda por lo estrictos y exigentes, pero hoy reconoce que le inculcaron valores fundamentales como la disciplina, el respeto y el hábito de madrugar. En el colegio se destacó en matemáticas. Consideraba que el ambiente y la práctica del deporte fueron importantes en su formación y la adquisición de disciplina. “El mayor tiempo yo estuve reque-interno en un colegio donde terminé tanto la primaria como la secundaria; recuerdo que este colegio era de curas Escolapios, eran curas del norte, los cuales eran muy rígidos, pero allí hacíamos mucho deporte…Por eso puedo decir que mi niñez la viví en éste colegio porque no salía sino en Semana Santa, junio y diciembre, de resto allá clavado y como yo era inquieto, a uno lo castigaban en los días de vacaciones y por lo general me lo pasaba allá en Semana Santa castigado estudiando; aunque me podían visitar los domingos no eran frecuentes las visitas por la distancia; además allá se disponía de un ambiente agradable porque había tiendas, peluquerías, librerías, mejor dicho había todo lo que uno necesitaba. Lo importante, fue que allá me enseñaron muchos valores como la disciplina, respeto, la parte de valores, de principios… es que yo soy un hombre extremadamente de principios, a mí 71


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no me gusta meterme con los que no soy amigo, por eso es que soy un poco aislado.” En el colegio prácticamente aprendió a convivir con personas de otras regiones, tomar decisiones, ser independiente, tener una vida activa y actuar con carácter. “Es que cuando a uno lo han internado en un colegio, como en mi caso, si le tocó el día de cumpleaños allá, pues lo pasó allá y no hubo fiesta. Entonces no se valora tanto eso. Hoy en día la gente se siente porque no la llaman o porque no le parten la tortica, eso para mí no es trascendental. Importante para mí es respetar a la gente, darle el valor que se merecen todos los días…yo no creo en el día del amor y la amistad, yo creo mucho es en trabajar, a mí no me importa trabajar un domingo, un primero de enero, porque trabajar enaltece, enriquece en un todo…pero eso a mí no me preocupa para nada si me dan o no un regalo, eso no es relevante para mí…” “Tengo una particularidad en la vida, es que todo lo que he desarrollado, lo he hecho en base a mi esfuerzo, nunca me he esperanzado en nadie, no tengo hábito de estar detrás de alguien para lograr algo…” Cuando Carlos Cabrera Villamil iba a la finca en vacaciones, con sus padres, realizaba labores de campo, como rodear y cortar pasto, y aunque es muy curioso el hecho de que nunca le gustó ordeñar, terminó siendo un empresario de la ganadería. “Mi padre logró por su trabajo y dedicación reconocimiento de familias pudientes, de tal forma, que cuando viajaban por períodos de tiempo, le pedían que les manejara las fincas; recuerdo por ejemplo a Luis Felipe Cabrera, quien en sus viajes le dejaba la finca para que se la administrara. Eso se lo aprendí y en mi vida tanto mi ex –esposa como sus hermanas me han confiado el manejo de sus fincas, confianza que se ha construido por la transparencia en mis actos”.

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De estas actividades, lo relevante para Carlos Cabrera Villamil es que aprendió a trabajar y a reconocer el valor del esfuerzo y la dedicación. Principios inculcados por su padre, quien a pesar de no compartir mucho tiempo con él, ejerció gran influencia en su vida. Recordaba que cuando se levantaba a las 7 a.m., su padre ya no estaba, ya que éste iniciaba actividades a las 4 a.m. Tenía muy presente lo que su papá hizo en vida, a tal punto que lo reconocía como un modelo a imitar, especialmente por su gran capacidad de trabajo, actitud emprendedora, interés por la tecnología y, lo más importante, por su liderazgo. “Yo venía de niño a la finca en las vacaciones y mi papá me ponía a cortar pasto y a rodear, mejor dicho adquirí unos hábitos de disciplina; pero esas cosas no son malas y digamos uno aprende a merecerse todo. Yo tengo esa cultura, yo nunca le pido nada a nadie, es que la única forma para hacer dinero bien habido es trabajando”. “Mi padre era una persona que yo quería imitar, él era un verdadero líder. A pesar de que él vivía tan ocupado, cuando estaba en la casa, yo me levantaba a las 7 de la mañana y ya no estaba el hombre, estaba desde las 4 de la mañana trabajando, entonces, me acuerdo muy pocas veces de él. Pero sus obras o de lo que hizo en su vida, sí tengo muchos recuerdos, pero lo más importante, fue que sembró en mí una semilla para ser emprendedor y trabajar con tenacidad”. Lamentablemente, Don Alejandro fue asesinado durante el año de 1958 a manos de grupos que se iniciaban como guerrilla. Este hecho trágico reafirmaría el rumbo futuro de Carlos Cabrera, quien para el momento contaba con 7 años de edad. “A mi papá lo matan en el año de 1958 en la finca, cuando yo tenía 7 años y los que lo mataron fueron personas que se iniciaban en la guerrilla, pero yo diría que ese evento trágico no cambió lo que mi padre había sembrado en mí, pues lo digo porque tuve la oportunidad de gobernarme y empezar a decidir lo que yo quería ser. A partir de ese momento definí una visión de vida que es lo que soy hoy.”

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Con la muerte de Don Alejandro Cabrera, su esposa doña Isabel se encargó por un tiempo de la finca, pero finalmente decide arrendarla porque ella no sabía nada de las actividades agropecuarias, esto hace que la finca inicie un proceso de deterioro hasta el punto de que casi la lleva a la quiebra; “no se perdió todo porque en esa época los bienes raíces se escrituraban a los menores”. “Mi mamá se hace cargo de la finca durante un tiempo muy corto y después la arrienda, cuando la entregan, la recibo pero en unas condiciones desfavorables, ya no tenían vacas, ya no había nada, es que era gente que no sabía administrar el campo, aparte de que mi mamá tampoco tenía ni idea de su manejo.” Carlos terminó los estudios de bachillerato en el año de 1969, a la edad de 18 años de edad. Regresó al municipio de Aipe y encontró lo que quedaba de los bienes. Entre tanto, Alejandro, su hermano mayor, cursaba estudios de ingeniería en Bogotá. La situación lo obliga a retomar las actividades agropecuarias en la finca ya que era lo más rentable para la época y lo que por tradición familiar mejor sabía hacer. Adolescencia y experiencia laboral: del agropecuario al agroindustrial. Uno de los primeros negocios que emprendió Carlos Cabrera Villamil fue la producción y comercialización de frijol. Contaba con 18 años cuando incursionó en la zona de El Cedral, corregimiento de Vega larga, en cercanías a Neiva. Estableció un modelo en el que suministraba comida, semilla y tierra, y el pequeño productor aportaba su mano de obra. Obtuvo una ganancia del orden de $500.000, suma importante si se tiene en cuenta que para la época, un vehículo Toyota costaba aproximadamente $60.000. Fue una época en la que inició a establecer relaciones de negocios. Se casó en primeras nupcias a los 20 años de edad con María Mercedes Navia Perdomo. Pasadas varias décadas, se comprometió con Sandra Rocio Mora. Las dificultades que tuvo que afrontar en su temprana juventud forjaron su creatividad. 74


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“Cuando llego de Bogotá encuentro la finca quebrada, recibo un ganado al Fondo Ganadero y comienzo a ver como aumentaba los animales de peso para poder sobrevivir, después empiezo a sembrar pedacitos de sorgo, termino sembrando arroz con la ayuda del señor Rafael Roa, co- fundador de Molinos Roa. Siendo muchacho, él me patrocinó para tomar más tierras y sembrar más y además me acompañaba a ver los cultivos. El me aportó valiosas enseñanzas, como por ejemplo, cumplir con mis obligaciones. Al viejo nadie le andaba detrás cobrándole, él mismo buscaba a las personas para pagarles y yo también soy así.” Esa fue una de mis mejores épocas de la vida; yo llegué a la finca y primero en ese desorden me caso muy joven. Yo le llevo 20 años al mayor de mis hijos de mi primer matrimonio, ahora soy nuevamente casado y tengo una niña pequeña a quien disfruto plenamente. En esa época compartí unos años muy buenos con la gente, con los trabajadores; de noche salíamos a pescar y a cazar, me divertía y me distraía en lo que yo quisiera y eso que yo venía de otro ambiente muy diferente; pero lo importante fue que aquí entendí el valor del trabajo y eso es lo que hoy me enaltece, no importa si yo aboné o eché pala; ya que esa crisis para mí fue valiosísima porque me obligó a asumir retos para no dejarme llevar por la difícil situación; esto implicó hacer un esfuerzo mayor porque en las crisis también pueden verse como oportunidades y si usted la aprovecha y busca salir de ella lo más pronto posible, el panorama puede cambiar radicalmente. Lo que pasa es que la gente que nace, crece y vive una situación de crisis, sino la entiende se acostumbra a vivir con ella, si la entiende y trabaja para salir de ella, se construye un mejor futuro. Por ende, yo tenía claro que el asunto era trabajar intensivamente para poder ver resultados positivos, pues el 75


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lograr resultados estos se convierten en el mejor motivador, ya que usted necesita buenos resultados para salir adelante y desarrollarse como persona, yo creo que mi mejor hábito es tener motor propio o sea: ser proactivo, ocurrente y siempre buscar soluciones. Miren hay algo muy importante en todo esto es haber nacido en este desierto. Si yo nazco donde haya muchas ventajas comparativas, muy seguramente, no sería tan ocurrente, ni tan recursivo, ni tan luchador como nos tocó, porque acá no hay tantas ventajas, pues hay pocas lluvias, escasas tierras fértiles y a nosotros siempre nos tocó ser pioneros en todo. Si se necesitaba nivelar un terreno, fuimos los primeros en aplicar aguilones, si necesitábamos fumigar, fuimos los primeros en hacerlo con motores; el caso fue que siempre fuimos los pioneros y luego nos tocó hacer eso y enseñarle a la gente. Pero eso en el fondo es un valor agregado o ¿Por qué cree usted que los japoneses son tan innovadores? Porque no tenían nada, su territorio es pequeño, sin petróleo y sin nada, eso lo puede llevar a usted a convertir esta situación en una ventaja si es recursivo. O como explica usted lo productivos que son los israelíes con los kibutz donde hay poca agua, buena luminosidad y buena ubicación. Algo similar a lo que sucede con Aipe: buena ubicación, mucha energía solar, poco agua. Hay mucho por aprender; otro aspecto es que uno se crea la necesidad. Yo pienso que lo más difícil en la vida, es uno hacer las cosas sin tener la necesidad y que cuando uno levanta a los hijos, es fundamental enseñarlos a merecerse las cosas, entonces se crean necesidades, pues si usted se casó joven y tiene un poco de hijos pues a responder con sus obligaciones como me pasó a mí.” Al igual que su padre, Carlos Cabrera tenía la costumbre de viajar al exterior para conocer y aprender de procesos, adaptar tecnología y lograr eficiencia. Las excursiones técnicas, además de esparcimiento, constituyeron una “interesante forma de aprender viendo”. Participó 76


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en misiones o visitas programadas a sectores agroindustriales en países como India, Israel, Brasil, Australia, entre otros. En los años 80 visitó a California y allí pudo entender lo que significaría la incorporación de los desarrollos tecnológicos a las actividades productivas. Estas relaciones le permitieron acceder a información tecnológica detallada, aunque en nuestro medio según él: “Hay gente capaz que hace las cosas bien, pero se quedaron con ventajas comparativas, porque así les llegue información, no siempre se tienen la capacidad de entenderla y aplicarla. Esto lo he entendido y por eso trabajo con una mente abierta. Por ejemplo, al visitar Ecuador y el Perú uno se encuentra con que allí, hay personas muy capacitadas en exportación piscícola y por lo tanto en manejo de aguas. Esto me llevó a enviar un ingeniero para aprender y lograr transferencia de conocimientos en este campo y aplicarlo en la empresa.” En 1982, a la edad de 30 años, asumió el cargo de Alcalde del municipio de Aipe. “El gobernador del Departamento del Huila de la época, Antonio José Villegas, amigo mío desde la niñez, me llama y me pide el favor de que le ayude con el pueblo. Le dije que no sabía ni me interesaba eso, pero de todos modos él me nombra…después me puse a pensar y me dije a mí mismo: si alguien quiere meterse con alguien que cree es honrado y dice que no, entonces como voy a criticar después,… y tomé la decisión de aceptar…Eso fue gravísimo para los políticos…entonces comenzaron a atropellar y obstaculizar todo, pero de todos modos lo cierto es que se terminó el primer acueducto del Municipio….En este cargo duré como unos 8 meses y para este periodo se iniciaron todos los trabajos como el alcantarillado, las redes eléctricas y otras obras.. Posteriormente, se desempeñó como Secretario de Fomento Agropecuario y Minero del departamento del Huila. Cargo que ejerció

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durante 3 años en el mandato del liberal Julio Enrique Ortíz. “… el primer gobernador electo popularmente en el Huila, Julio Enrique Ortiz, me llama y me dice que porqué no le ayudo…acepté pero estaba convencido que a los dos meses me iba ir, por lo que no estoy enseñado a recibir órdenes, pero el personaje me entendió y duré todos los tres años que era el periodo del mandato… Cada vez que el gobernador tenía un problema, me nombraba en esa dependencia para que lo sacara del problema; así fui gerente del INFIHUILA, por lo menos unos 6 u 8 meses… simultáneamente con el cargo de Secretario y con el mismo sueldo, e inclusive, el nuevo gobernador que después salió electo, me pide de nuevo que le ayude, pero no acepté porque sinceramente no tengo vocación de ocupar estos cargos, no es propiamente lo que más me gusta. Ahí aprendí algo de administración pública y empecé a entender hacia dónde iba la economía departamental”. Durante el periodo que actuó como secretario impulsó la piscicultura en el Huila con el desarrollo de jaulas flotantes en la represa de Betania. La granja de fomento del departamento pasó de producir 60 alevinos al año a 200 mil por mes. Así mismo se realizaron estudios de factibilidad para el establecimiento de plantas procesadoras de leche. “…nosotros hacíamos los estudios de factibilidad y se los presentábamos a los inversionistas para que desarrollaran los proyectos. Lo mismo hacíamos en el sector piscícola, mejor dicho, éramos como Estado facilitador… Todas estas experiencias fueron positivas en mi vida. En primera instancia, porque pude reafirmar que mi vocación no era la actividad pública, sino la actividad privada o empresarial, mejor dicho hago lo que siempre quise hacer, un empresario exitoso del agro.” Durante su estancia en la Secretaría contó con un grupo técnico en el que participaban diversos profesionales. Gestionaba la realización 78


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de estudios en asocio con Ramiro Calderón, Jefe de Planeación: “… de esta manera después surgieron SURCOLAC, las primeras 4 jaulas flotantes en Betania en las que invirtió Efraín Botero con estudios hechos por Jorge Trujillo...” “Fíjense en algo muy importante, cuando estuve en la Secretaría revisé unos estudios que había contratado con la Universidad de Los Andes el entonces gobernador doctor Villegas, y de un listado de posibilidades que se presentaron en ese estudio, visioné el futuro que tenía la piscicultura y ahí es donde posteriormente logro incursionar. Mejor dicho el servicio que presté allí fue valioso pero también me permitió entender que este sector sí iba a ser muy productivo.” La idea del negocio: A conjugar capital, experiencias y conocimiento. Terminado su periodo en la Secretaría de Desarrollo Agropecuario en el año 1994, Carlos Cabrera incursionó en la producción piscícola. Dimensionó el negocio y apropió tecnología de punta: “La Tilapia es un pez que por cada animal dispone de 350 hijos mensuales hábiles y tiene una gran capacidad de conversión como ningún otros ser vivo”. “Constituí dos empresas, una en el año 1997 con el nombre de 3C… cumpliendo los requisitos de Ley y aprovechando los beneficios de Ley Páez que fueron muy positivos en la etapa inicial; la otra empresa se llama Pacandé, la cual fue creada en el año 2000. Estas dos empresas se dedican a actividades piscícolas y en ellas los únicos socios son mis hijos. Por esto las podemos calificar como empresas de carácter familiar. Las actividades de negocio relacionadas con agricultura y la ganadería siempre han estado a nombre de Carlos Cabrera Villamil, cumpliendo las obligaciones tributarias y prestacionales, es por eso, que tengo tantas personas pensionadas.” “Creo que la empresa empieza a consolidarse, desde el momento que empezamos a aplicar tecnología de punta hacia el año de 1997. Es que el desarrollo es lo mejor para 79


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todos, si desarrollan las empresas hay transferencias para el Estado, hay ingresos para la gente, se generan nuevas oportunidades de empleo y se genera conocimiento…hoy en día produzco 3.5 millones de alevinos por mes…” Como empresario, reconoció la importancia que para él tuvo la Ley Páez, a la que le atribuyó el 80% de su realización empresarial. Su labor empresarial le condujo a ser presidente de los gremios algodonero y arrocero. Carlos Cabrera valoró el conocimiento incorporado a la tecnología y la productividad. Estableció relaciones con expertos e integró los avances. Un ejemplo de ello fue la asesoría recibida para la comprensión de lo que es un cuerpo de agua y la complejidad de los seres vivos que lo habitan; así como la importancia de los análisis microscópicos en el plancton y su influencia en la producción piscícola: “En Betania, gradualmente se ha ido incrementando la producción de mojarra a tal punto…que no hay un control en el manejo del agua y hay exceso de permisos, sin que se tenga control suficiente en el manejo de aguas”. Carlos Cabrera Villamil se dedicó a sus actividades de empresario. Logró reconocimiento por el liderazgo en los sectores en los que incursionó; y como un importante generador de empleo en la región, comentó sobre la organización de sus empresas lo siguiente: “Administrativamente en la empresa hay un responsable por actividad, ahí viene la línea de mando. Hay un soporte financiero, administrativo y contable en la ciudad de Neiva, esta oficina maneja toda la información de manera centralizada. En Bogotá y en Girardot tenemos otros negocios más pequeños. En cuanto a las políticas de la empresa, lo primero que hay que mencionar es que aquí hay estabilidad laboral, de aquí nunca se ha ido nadie que sea buen trabajador y honrado, pero eso si vivo atento de aquellos casos de personas que quieren pasarse de vivos. Soy igual con todo el mundo, las personas pueden acceder a mí cuando quieran, también hay políticas de préstamos a los trabajadores, nunca se cobra 80


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interés sobre los préstamos que se hacen, ese no es nuestro negocio, hay políticas de subsidio de alimentación para todas las personas casadas, y hay reglas claras que permiten a la gente saber las reglas del juego. En cuanto a lo comercial está definido en los procesos de selección de los clientes a los cuales les vamos a dar cartera. Otra política que se aplica es que nunca se regala nada, si sobra leche la devuelven y se hace queso y se vende. Si me piden algo por lo general lo niego porque en el fondo estoy haciendo un daño, es diferente a cuando se presenta una calamidad familiar porque para esos si hay una política de apoyo. En términos generales el que no tiene actitud de trabajo y no construye confianza no vuelve nunca a mí, en Aipe me la han hecho muchos, pero todavía tengo gente de Aipe trabajando conmigo porque en el Municipio aún queda mucha gente honrada y trabajadora. Otra política que se aplica es la de la prevención, si veo que viene algún familiar de alguna persona con antecedentes delincuenciales a pedir trabajo, no le doy y si lo descubro después de estar trabajando tiene que irse, porque esto genera desconfianza y desconcierto, pero también le digo a los trabajadores honrados y responsables que busquen parientes suyos para que vengan a trabajar conmigo. Carlos Cabrera Villamil no fue ajeno al fenómeno de violencia e inseguridad que azota al país. “He sido una persona que me han asediado los grupos subversivos sencillamente porque se ha construido…a ellos no les interesa si usted es ladrón, honrado, lo único que les importa es que uno tenga un peso para ver como se lo quitan. Lo primero que entendí es que tenía que entrenarme para resistir esa presión, a mi me llama un comandante guerrillero 81


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y me importa cinco lo que me diga, lo segundo fue prepararme para defenderme, le doy al que sea lo que sea y entendí que tenía que vivir en medio de esa dura realidad, contesto el teléfono 24 horas al que sea y en la misma línea telefónica…” Dentro de sus proyectos futuros estaba el de incursionar en el sector de alimentos, principalmente en la producción de proteínas provenientes de las carnes de animales y la leche. “Nuestra visión está en incursionar en el sector de los alimentos básicamente en proteínas de animales, carnes, leches y pescado. La idea es tratar de evitar tantos intermediarios hacia delante y hacia atrás o sea acercándonos directamente en la relación productor- consumidor. Es lo ideal porque eso nos permite ser más eficientes, ampliar el mercado y beneficiar más al consumidor. Otra visión es exportar. Esta empresa se está preparando para eso, y además debemos apuntarle a obtener los certificados de calidad necesarios. Es que en el Asia hay empresas con 8 ó 7 certificaciones, nosotros vamos para 2; una es BPM y la otra es HACCP, estas son internacionales y sin ellas usted no puede exportar. Todo esto se ha ido difundiendo en la gente que trabaja con nosotros.” Para crear empresas exitosas, también se requiere de ambientes apropiados. Carlos Cabrera afirmaba que los empresarios debían favorecer el desarrollo de medios para brindar educación y salud, con el fin de que la gente se levantara sin resentimientos: “La experiencia de Aipe, de que un bus recoja a los niños del sector rural, los lleve al colegio y los retorne a la casa al final de la jornada, es un mensaje positivo de que usted es el futuro y usted es muy valioso”. Consideró que las regalías, tal como se han manejado, con influencia de la clase política, le han hecho mucho daño al Departamento, ya que los recursos no han sido bien administrados. Así mismo, no dudó al afirmar que la corrupción era el problema más grande que tenía el país.

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Para Carlos Cabrera Villamil hacer empresa era la suma de muchos aspectos conformados por elementos externos al empresario, tales como políticas de desarrollo estatal, programas de financiación, cultura ciudadana, infraestructura, centros educativos de primer nivel y aspectos propios del empresario como liderazgo, capacidad de trabajar en equipo, capacidad de descubrir oportunidades, disciplina y reconocer la importancia del conocimiento y la investigación.

A guisa de conclusión Si bien, existen circunstancias o acontecimientos externos que se han configurado en el tiempo, que rodean a los individuos en el instante de su vida y que constriñen su actuar, en el relato de Carlos Cabrera pude detectar que en el proceso constitutivo del empresario se moldea un mundo subjetivo que opera como disposiciones mentales y narrativas que orientan el actuar. Tales disposiciones mentales, que advertí en el relato, fueron : 1) independencia y autonomía 2) competitivo 3) diferenciado y vanguardista 4) laboriosidad 5) orden y método 6) ideación y concreción. En cuanto a las narrativas, advertí que, en el seno familiar se tejen relatos que se instalan en el mundo subjetivo de los integrantes de la misma, las cuales operan como dispositivos que propician y orientan la acción. De mucho tiempo atrás quise conocer a Carlos Cabrera, con él pude encontrar que el empresario es el resultado de un proceso continuo de interacción social iniciado en la infancia y que perdura en la etapa adulta. Durante este proceso constitutivo se erige, además de unas disposiciones mentales que sustentan las prácticas empresariales, una integración del recuerdo que se incorpora en el mundo subjetivo de éste, a manera de imaginarios y narrativas, que pasa a funcionar, igualmente, como patrón o esquema mental que orienta dichas prácticas.

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El general Jose Maria Dionisio Melo y Ortiz

PEDRO PABLO TINJACA R.1 Miembro correspondiente de la Academia Huilense de Historia

Nació en Chaparral, Tolima, el 9 de octubre de 1800. Estudio sus primeras letras en la escuela pública de su pueblo natal y luego en el colegio San Bonifacio de Ibagué.

Desde el 1 de abril de 1819 entro a servir a la causa republicana, ingresando al ejército patriota en Bogotá, con el grado de teniente. Hizo toda la campaña de Pasto, Ecuador y Perú, encontrándose en todas las acciones y batallas del Ejercito Libertador, sobresaliendo en las batallas de Popayán el 24 de Enero de 1820, de Pitayo el 6 de junio de 1820, de Jenoy el 2 de febrero de 1821, cerca de Pasto de 1820 a 1822. En Pichincha el 24 de Mayo de 1822 bajo las órdenes del general Antonio José de Sucre, está también en la batalla de Junín, Perú, el 6 de agosto de 1824 y en Matara o Corpahuico el 2 de diciembre de 1824 y en Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824, también bajo las órdenes del General de División 1

Nació en Bogotá en 1953, pero vivió su infancia y juventud en Zipaquirá, Cundinamarca. Estudió Medicina y Cirugía en la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de Historia y Geografía, mientras ejercía su profesión médica, realizó estudios de especialización en Estados Unidos, Cuba, México y Brasil. Estudioso de sus raíces muiscas, presentó trabajos en la Academia de Historia de Cundinamarca, de la cual es miembro numerario, al igual que de la Academia de Historia de Huila, departamento donde reside desde hace 20 años. Socorrista y voluntario de la Cruz Roja, desde hace 30 años. Actualmente es el Jefe de la Oficina de Emergencias y Desastres de la Alcaldía de Neiva.

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Antonio José de Sucre, Jefe del Ejército Libertador Unido. Hace la campaña del alto Perú (Bolivia) en 1825 y participa en la rendición del castillo de San Felipe en Callao el 25 de enero de 1826, al rendirse el general español José Ramón Redil. Luego sirve en el Cuerpo Militar Auxiliar en Bolivia, hasta 1827. Es condecorado con las Medallas de los Vencedores de Pichincha, Junín y Ayacucho, de los Libertadores del Sur de Colombia y del Busto del Libertador. Su hoja de servicio militar lo declara “Benemérito en grado heroico y eminente y es irreprensible su conducta.” Fue ascendido a capitán el 31 de diciembre de 1822, a sargento mayor el 15 de enero de 1826, a Teniente Coronel el 31 de agosto de 1829 y a Coronel el 5 de junio de 1830. El 15 de Enero de 1828, desempeñaba el cargo de Segundo Comandante del cantón de Pichincha en Quito. Mason grado 32, se afilio a la Logia Estrella del Tequendama No 11 del orden de Bogotá el 4 de octubre de 1849. Se cree que ingreso a una logia peruana de la época y fue miembro de una logia de la Plata, Argentina, como grado 32. Melo, siendo Coronel deja el país en 1831, como próximo del general venezolano Rafael Urdaneta, Mason grado 33, que deja el poder en 1830, junto con un grupo de oficiales partidarios de Bolívar. Antes de salir desterrado, estuvo preso en el castillo de San Fernando de Bocachica, Cartagena, de enero a agosto de 1831, cuando fueron desterrados y borrados de la lista militar. Era Presidente encargado en ese momento el Vicepresidente General Domingo Caicedo y Ministro de Guerra el General José María Obando, quien figura como Maestro Masón de la Logia Estrella del Tequendama No 11 de 5 de octubre de 1853. Viajo el entonces Coronel Melo a Curazao, pidiendo luego permiso para pasar a Venezuela, llegando a Caracas en noviembre de 1831. Conoce allí a la santafereña Doña teresa Vargas y Paris, hija de prócer granadino Ignacio Vargas y Tavera, natural de Charala, fusilado por Morillo el 19 de junio de 1815 y Doña Ignacia Paris y y Ricaurte, hermana de Doña Dolores Paris de Urdaneta, esposa del general venezolano Rafael Urdaneta. El General Melo se casa entonces con Doña teresa y tuvieron dos hijos: una niña a quine llamaron Bolivia en honor de Bolívar, la cual falleció en Caracas, soltera y un hijo de quien se desconoce su nombre y destino. 86


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El 8 de julio de 1835 el Coronel Melo participa como uno de los 14 jefes de la revolución de Caracas, del grupo bolivariano conocido como “La Reforma”, contra el presidente constitucional, prócer masón y medico José María Vargas, miembro de la Logia Unión de Caracas. Fue Melo el jefe de escolta que condujo al puerto de La Guaira al Presidente y al Vicepresidente Andrés de Nanvarte al destierro. La revolución es vencida en diciembre del mismo año y restablecido en gobierno constitucional, el Coronel Melo es expulsado. Viaja a las Antillas y vuelve años después al país, dedicándose a labores comerciales en Ibagué, hasta el 27 de mayo de 1847 cuando es reincorporado al Ejercito de la Nueva Granada como Coronel y siendo el 12 de junio de 1849 Jefe del Cuerpo de Caballería de los Húsares de la Guarnición de Bogotá. El 11 de abril de 1850 es Coronel efectivo y el 2 de junio de 1851 es ascendido por el Senado de la república a General de la Nueva granada. El 19 de junio de 1852 es nombrado Comandante General del departamento de Cundinamarca y Jefe de la Primera División del Ejército, nombramiento hecho por el Presidente de la Republica el Maestro Masón General José Hilario López, asistente por esta época a la Logia Estrella del Tequendama No 11 y su Ministro de Guerra General Valerio francisco Barriga, Maestro Mason y quien había sido desterrado por Melo en 1831, afiliado también a la Logia Estrella del Tequendama No 11 en 1849 y siendo su Venerable Maestro en 1850. 87


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Como Comandante General de Cundinamarca, tiene un incidente, en el cual según algunas versiones, el cabo Pedro Ramón Quiroz, quien había desobedecido órdenes superiores, fue encontrado fugado frente a frente por Melo y, en un forcejeo, es herido y fallece. Muchos dicen malintencionadamente que este hecho influyo en su decisión de hacerse dictador el 17 de abril de 1854, ante la negativa de hacerlo, por parte del Presidente General Maestro Mason José María Obando. Se conoce en realidad que el General Melo era un hombre de gran cultura y no un hombre ordinario y que perfectamente tenía los conocimientos para juzgar los fenómenos políticos y definir a conciencia su posición ideológica, que coincidía con las protestas populares y con los clamores revolucionarios de jóvenes intelectuales, artesanos y líderes, organizados principalmente en las “Sociedades Democráticas”. Estas Sociedades Democráticas pedían protección de sus productos ante las arremetidas del librecambismo y la llegada de firmas europeas y norteamericanas a la Nueva Granada; la ausencia de soluciones a corto plazo provoco el enfrentamiento entre aquellos y el Congreso, con desórdenes callejeros, que arrojaron como saldo muertos, heridos y contusos. Los obispos católicos con síntomas de cisma, se habían declarado en rebeldía contra las autoridades civiles. La burguesía comercial antioqueña amenazaba con independizarse y anexar su provincia a los Estados Unidos de América. En Bogotá y la sabana había aparecido una guerrilla popular encabezada por el abogado liberal José Raimundo Russi, que buscaba hacer justicia a los ricos para ayudar a los pobres. El ejército estaba descontento por habérsele disminuido el pie de fuerza y con ello su importancia relativa en el país. Los Maestros Masones Manuel Murillo Toro y Manuel Ancizar y otros Gólgotas presentaron estos proyectos en el Senado buscando acabar también con el grado de General, dejando como superior en el de Coronel. La nueva Constitución de 1853 se había recibido con displicencia y el partido Conservador, desconociéndola, aunque en el fondo se beneficiara de ella, volvía a amenazar con la guerra civil. 88


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Fue la época en que los partidos tradicionales de hoy consolidaron sus programas ideológicos y los enunciaron públicamente. Los liberales desde 1848, en el periódico El Aviso No 26, redactado por Ezequiel Rojas y los Conservadores en El Nacional de Mariano Ospina Rodríguez, José Eusebio caro y Julio Arboleda, habiéndose ya delimitado campos claros durante el gobierno de José Hilario López. También estaba el sector Socialista expresado en El Alacrán de Joaquín Pablo Posada y German Gutiérrez de Piñeres y La Democracia de San Gil de 1851 de José Pascual Afanador, dura crítica a la oligarquía de la época y donde se expusieron los 14 puntos que proclamaban las Sociedades Democráticas, entre los que sobresalen LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD. En la Costa Atlántica y más concretamente en Cartagena, se posesiono el 1 de enero de 1854 como Gobernador el general Juan José Nieto, Maestro Mason de la logia Hospitalidad granadina No 1, quien apoyado por los Draconianos gano las elecciones a Tomas herrera, de los Gólgotas y a Bartolomé Calvo de los conservadores y quien apoyo al General Melo en su posterior actividad. En Bogotá se creó la Junta Central democrática que quería asumir la coordinación de todas las Sociedades Democráticas del país, presidida por el antioqueño Francisco Antonio Obregón y con participación del doctor Lorenzo María Lleras, el joven Lisandro cuenca, el general José María Melo y los artesanos, luego mártires, Camilo Rodríguez y el zapatero José Vega y el herrero Miguel León. Lorenzo María Lleras hizo solicitud de ingreso a la Masonería a la Logia Estrella del Tequendama N. 11 el día 13 de enero de 1851, solicitud que fue rechazada. Esta junta apoyo militarmente el golpe de Melo del 17 de abril de 1854. La importancia de este hecho, es que a solo treinta años de sellada la independencia de España y a 70 de la revolución del pueblo comunero, una clase social distinta a la burguesía asumía la dirección política del estado. Esa es la trascendencia y significación social del golpe Melista. Que el artesanado conformara una disparidad de matices políticos y su conocimiento de la estructura de clase del régimen burgués fuera insuficiente, como para romper definitivamente las cadenas de la esclavitud, son planteamientos que no caben si 89


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intentamos su ubicación en tiempo, no solo cronológico, sino político y cultural. Nada más pudieron los artesanos sino tomarse el poder un día y defenderlo durante ocho meses, hasta morir o salir al destierro; pero una acción política de semejantes alcances no volvió a repetirse en nuestra historia. Ocho meses duran las batallas por la recuperación del pode4r lo que ocurre cuando Melo es derrotado por el Maestro Mason General Tomas Cipriano de Mosquera el 4 de diciembre del mismo año. El general Obando también es detenido y juzgado con abogado de oficio, pues ningunos de sus viejos amigos quiso hacer su defensa. Manuel Murillo Toro, así como defendió a los conservadores de la guerra civil de 1851, escribía artículos abogando por la defensa de los vencidos en 1854, todos liberales, constituyéndose en fiador de Melo por la suma de ocho mil pesos. En el Tiempo Murillo intensifico la defensa de los comprometidos en la guerra civil en busca de la unidad del partido, ya que el poder judicial en manos de los conservadores se ensañaba contra los prisioneros con providencias condenatorias, arbitrarias e injustas. Obando es destituido en abril de 1855 y Melo condenado a ocho meses de expulsión. Fue el General Melo un Dictador sui generis, inofensivo, sin ambiciones personales, ni de lucro, no fusilo a nadie, ni expulso del país a ningún ciudadano. Muestra de su desprendimiento es la suma de $ 600 que se asignó como Presidente, cuando oficialmente era de $ 1000. Por su inactividad y por haber demorado en dar comienzo a las inmediatas acciones de campaña por todo el país en donde tenía fervorosos partidarios para una renovación política, dejo que sus adversarios se organizaran y marcharan sobre Bogotá, donde lo derrotaron. Es encarcelado e indultado wsaliend0o del país hacia Centroamérica, primero a Costa Rica, donde permanece tres años y con la panameña Juliana Granados tuvo un hijo, Máximo Melo Granados, con quien viajó a El Salvador el 16 de mayo de 1859, ante la muerte de doña Juliana. Allí fue Inspector General del Ejército, nombrado el 29 de mayo del mismo año, por el Presidente General Gerardo barrios, 90


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quien le dio bienvenida de prócer granadino y lo nombro en el cargo citado con el objeto de la organización e instrucción del ejército, dada su conocida pericia militar. El 13 de junio de 1859, fue nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejército y en su carácter de Inspector General hace parte del Consejo Consultivo del Supremo Poder Ejecutivo. Fue posteriormente Director del Colegio Militar Salvadoreño, dejando huella inmortal y reconocido como el más fiel lugarteniente del Libertador Simón Bolívar. Renunciando a todos los cargos viaja a Guatemala, donde le Presidente dictador General Rafael carrera, le ordena abandonar el país, receloso y temeroso del prestigio militar de Melo. Pasa a México, con su hijo Máximo, llegando a la Ciudad Real, capital del Estado de Chiapas, en Mayo de 1860, ofreciendo sus servicios como militar para la causa liberal mexicana, en defensa de las leyes de la Reforma, que apoya el Presidente de la Republica el Licenciado y Benemérito 91


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don Benito Juárez. Son aceptados sus servicios por conducto del Gobernador de Chiapas, General Ángel Albino Corzo. Con un escuadrón de caballería el general Melo se traslada a la Hacienda de Juncana, a combatir las insurrecciones del grupo conservador de oposición al gobierno de Juárez liderado por el general Juan Antonio Ortega, donde es sorprendido y gravemente herido en la mañana del 1 de junio de 1860. Hecho prisionero, sin formula de juicio y por instrucciones directas de Ortega, fue fusilado. Muere aquí un gran patriota internacionalista, que merece sitial al lado de su jefe Máximo, el inmortal General Simón Bolívar. Fue el General Melo sepultado en la misma Hacienda de Juncana, donde aún reposan sus restos, esperando ser trasladados a su patria. El General Albino Corzo, Gobernador de Chiapas, se hizo cargo del huérfano Máximo, quien toma la carrera militar, alcanzando el grado de Capitán. El 16 de septiembre de 1968 se casó con doña Amada Corzo y Ruiz, hija de su protector, el Gobernador y de doña Zaragoza Ruiz. De tal unión nacieron cinco hijos tres varones y dos mujeres, una de ellas la profesora Zenaida Melo Granados y Corzo. El 14 de septiembre de 1880, Máximo fue presentado para su ingreso, resaltando su carácter de Luvetón a la Logia Regeneración No 54 de San Cristóbal de las Casas, antes Ciudad Real, estado de Chiapas. Finalmente murió en el pueblo de La Concordia, estado de Chiapas, México.

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El cementerio como identidad: ciudad de los muertos CAMILO FRANCISCO SALAS ORTIZ

Miembro de Número de la Academia Huilense de Historia

Nuestras ideas, actitudes y prácticas hacia la muerte han sido configuradas históricamente por la estrecha interrelación de creencias religiosas y filosóficas, realidades físicas y formas de organización socioeconómica. Por ejemplo, la muerte en la Edad Media era un fenómeno que se explicaba a partir de las ideas religiosas dominantes de la teología de su tiempo. Es decir, el cristianismo tenía un aparato conceptual que abarcaba el fenómeno con suficiencia, pues permitía explicar y dar cuenta de la muerte ofreciendo una respuesta a por qué morimos y a dónde va nuestro espíritu después de la vida terrenal. Pero si miramos otros períodos en la historia marcados por guerras, pestes y conflictos, veremos que son las condiciones sociales, políticas y económicas las que determinaron la actitud hacia la muerte, pues en los momentos históricos en los que la población es saludable y longeva, la muerte es un fenómeno menos habitual y cuando ocurre se experimenta como un suceso doloroso y necesariamente traumático; pero en períodos de pueblos atacados por enfermedades mortales, o en épocas de guerras y conflictos sociales, la familiarización con el fenómeno de la muerte hace que las personas la experimenten como algo cotidiano y por ende menos doloroso y traumático.

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Es en esta época en la que nace el término “cementerio”, pues si bien la palabra viene del griego koimetérion, que significa “dormitorio”, su sentido es totalmente cristiano, ya que cuando el cristiano muere, su alma queda eterna y su cuerpo entra en un descanso, una especie de sueño que aguarda la segunda venida del Mesías. Así, el cuerpo del muerto toma una significación muy fuerte, y surge la práctica de enterrar a los difuntos en mausoleos suntuosos que aseguraban un descanso pleno, mientras se aguardaba la anhelada resurrección, .en lo que podría parecer un culto al cuerpo del hombre que muere. Para los griegos lo que permanecía era el alma inmaterial del hombre, pero no su cuerpo; en la Edad Media, con las ideas judeocristianas, el cuerpo entra a ser parte de la eternidad, pues la promesa de Dios es que ocurrirá la resurrección de los muertos. Vemos pues que ocurre un cambio drástico de paradigma. El cementerio, como lugar, es un texto que permite leer la sociedad, su carácter familiar, su presencia política, pero también su riqueza estética y la condición humana en general de sus pobladores. Estas lecturas abren una hoja en blanco que se llenará de relatos y anécdotas de rituales fúnebres, de leyendas inusitadas, de apariciones y recuerdos, ya que los cementerios son espacios físicos, pero también son espacios sociales de interlocución donde las categorías culturales se manifiestan. Los cementerios son una de las manifestaciones físicas de los grupos humanos a la muerte, una conmemoración al hecho, una celebración; así se convierten en un texto que permite dar lectura a una sociedad, su organización y su cultura. 94


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En occidente, además de los cementerios como el lugar de los muertos, se reconocen costumbres tales como las inscripciones en las lápidas; estas manifestaciones se han convertido con los años en referentes culturales de gran importancia por su representatividad social y su aporte a la literatura.

El tema de los cementerios se convierte en una magnífica excusa para descubrir las múltiples lecturas que pueden suscitar nuevas investigaciones. El cementerio como espacio físico

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Aun cuando para todos un cementerio no sea más que un espacio consagrado al reposo de los difuntos, este es un santuario donde los muertos son honrados con sencillos o prodigiosos homenajes, un espacio antropológico, un recinto arqueológico, un referente urbano, un fragmento de memoria ciudadana, un espejo de identidad, un libro abierto que da cuenta inexorable del paso del tiempo, una huella duradera del acontecer local y regional; es un sitio para liberar nuestras angustias y revelar nuestros sueños más profundos. Una enorme catedral a cielo abierto iluminada por el sol en el día y la luna y las estrellas durante la noche, una galería de arte, una fuente de conocimiento, un aula de clases, un museo vivo.

Distribución espacial Haciendo una revisión comparativa de los cementerios del mundo, pero sobre todo los de Colombia y allegando a los del Huila y región andina en los temas espaciales, logramos definir que en los cementerios, tal como en las ciudades, el urbanismo es muy similar; nada que tenga que ver con las concepciones religiosas, sino con las categorías de localización, teoría del mercado que se puede aplicar a este espacio, y que denomino “ciudad de los muertos”. Existen entonces rangos de ocupación del suelo, donde la calle principal conduce generalmente hacia el lugar del culto, que puede ser una capilla, algunas veces cerrada; la mayoría de las ocasiones es sólo un lugar de ceremonia dondese realiza el último rito de despedida; en otros 96


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casos no se cuenta con capilla y el lugar de la calle principal termina en el mausoleo de mayor rango social, sea militar o religioso, y que regularmente corresponde a la familia que donó el lote para la ubicación del cementerio. En las poblaciones huilenses no todos los, cementerios religiosos cuentan con la calle principal; en la “secundaria se distribuye la ocupación por rondas, los más importantes en las cercanías al acceso y en las más lejanas los de menos. También se manifiestan las categorías en la forma estética de su presentación, que va desde el mausoleo de familia con letras en bronce y puertas de forja con cabida para varios personajes, el unipersonal en muros de varios espacios, hasta la ubicación en tierra.

Durante más de cincuenta años este fue el modelo de ocupación, generalmente administrado por las parroquias, es decir, por la religión Católica. Superados los años 50 y con motivo de la Violencia, se hacían discriminaciones ya no sólo sociales sino de credo; así, a los que eran “bandoleros” no se les permitía ser enterrados de forma religiosa y entonces aparecen cementerios de otra categoría para los no cristianos y sin ritual religioso, es decir, que se aceptaban como impíos. En la modernidad algunos de los cementerios de las grandes ciudades se fueron quedando sin lugar y se cerraron por falta de capacidad. Por ejemplo, en Bogotá se crearon nuevos modelos de servicio religioso; 97


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estos, en las afueras de la ciudad, por considerarse peligrosos en el orden sanitario, pero además con una nueva teoría de la localización, más atractiva para las familias y su corresponsabilidad con sus deudos. Aparecen así los parques cementerios con parqueaderos y otros servicios, como el mantenimiento de las flores y la Misa de Aniversario, que se ofrecían para pago por cuotas. Los cementerios centrales fueron recualificados, es decir, se dio un plazo dentro del cual, según las normas religiosas y sanitarias, deberían relocalizar sus muertos, que de no reclamarse serían inhumados de forma colectiva; así, sólo quedaron ocupando estos cementerios los ilustres muertos que no perdieron su categoría. Para la década del 80 del siglo XX se valoran como cementerios patrimoniales y referentes de la memoria de los pueblos y retoman categoría de documentos con posibilidades de lectura social, política y estética. El Cementerio Central de Bogotá alberga los ex presidentes, políticos y personajes connotados; el cementerio San Pedro de Medellín tiene sus ilustres gobernantes, pero también sus empresarios, poetas y ciudadanos reconocidos. En el Huila aún no se ponen en valor, y este tema resulta para muchos algo extraño; claro, tampoco es que tenga grandes referentes, pero tal como lo es el tema de la arquitectura popular, las manifestaciones estéticas y religiosas forman parte de la expresión de los habitantes. El sismo de 1967 hizo su aporte y por falta de recursos, de valoración y con argumentos de seguridad, fueron demolidos muchos de los trabajos que no se logran documentar. En el caso de Neiva, el tema de los cementerios tiene su historia, que en términos generales inicia con un primer cementerio en territorio contiguo al templo viejo de la Inmaculada Concepción. El cementerio como identidad: Ciudad de los muertos El color blanco es símbolo de limpieza pero más que eso es la costumbre de los cristianos de antes que para purificar los sepulcros 98


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los pintaban de cal; así, teóricamente estaban desinfectados, de ahí que para guardar las apariencias se popularizó el lema “como sepulcros blanqueados”. Los mármoles, con los cuales han construido los mausoleos, dan una nueva categoría y de allí nace la diferencia social; las esculturas de mármol de carrara o de piedra con factura impecable de artistas o artesanos públicamente reconocidos y realizadas por encargo como homenaje, o como en muchos casos, para la conmemoración de aniversarios, garantizan su perenne estado. Los cerramientos en hierro daban un poco de privacidad a los lugares en donde, por ser de acceso público, se crearon mitos y ceremonias que en algunos casos lograron impactar negativamente los lugares, las creencias de celebraciones de los días de los muertos o las misas negras, que de alguna manera, para cristianos o no creyentes, da lo mismo, pues el culto a los muertos existe en la religiosidad popular. Otro filo de investigación, como lo es el arqueológico y antropológico, que no se aborda en este texto, deja abierta la puerta para las disciplinas sociales y humanísticas de nuestra región, que están en deuda con la memoria, desde la documentación de los vestigios de las culturas indígenas, pasando por los testigos físicos y semióticos de la civilización de migrantes que nos ha poblado ya por más de 100 años. Considero que la modernidad, la nueva imaginería de la trascendencia de la humanidad, nos va dejando sin referentes para remitimos sólo a mitos y leyendas, sin la oportunidad de documentar hechos. La desbordada movilidad de la población, el desarraigo, el crecimiento de la mancha urbana, generan el abandono de los lugares, y los cementerios se convierten en problemas urbanos de localización, de mendicidad, de prostitución y de una nueva manera de olvidar lo que fuimos o lo que somos. Los cementerios, otrora responsabilidad de las comunidades en su solidaridad, hoy son carga de la administración parroquial. 99


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El culto a los muertos ha dejado de ser parte del rito respetuoso, término de una presencia física; ni las comunidades ni sus guías religiosos dan hoy importancia al lugar, dando paso al negocio inmobiliario. Y como se aborda el tema del abandono, un problema urbano que desde la disciplina del urbanismo no se ha considerado como una puesta de valor histórico, sino más bien como una oportunidad de renovación urbana, la memoria de la ciudad desaparece para dar cabida a una expresión inmobiliaria de alta rentabilidad económica, sin escrúpulos. Tanto en la urbanización del suelo rural como el urbano, donde al menor movimiento de tierra aparecen vestigios de sociedades ancestrales, se evaden y niegan las posibilidades de documentar dichas ocupaciones con el temor infundado y alimentado por el desconocimiento de la ley, dejando debajo o arrasando cementerios y asentamientos indígenas milenarios. Las poblaciones y sus gobernantes, cuando consideran que su cementerio está abandonado y debe ser relocalizado, en el Huila es realmente impredecible; ya que al realizar el recorrido de los municipios, la sensación es de pobreza, tanto de las manifestaciones estéticas y el mantenimiento, hasta llegar a la conclusión urgente de documentar ante el temor de que desaparezcan. Con la introducción de la cremación como alternativa que cada familia asume con su deudo, los rituales han cambiado y la disposición física en los cementerios se va convirtiendo en un conjunto de corredores donde en las paredes que los conforman se acondicionan cenizarios que ocupan menos espacio físico y que permiten mayor permanencia en el tiempo, cómodo para la familia y apropiado a la poca disponibilidad de espacio, que confirma el crecimiento urbano.

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El viaje de Jorge Isaacs a la Sierra Nevada de Santa Marta 1 JUAN JOSÉ HOYOS2 Escritor y periodista

Entre 1881 y 1882, como integrante de una Comisión Científica nombrada por el gobierno colombiano, el escritor Jorge Isaacs recorrió los inmensos y hasta entonces inexplorados territorios de las estribaciones nororientales de la Sierra Nevada de Santa Marta, la banda oriental 1

El autor presentó el texto que acá se publica con su autorización en el “IX Simposio Internacional Jorge Isaacs: El creador en todas sus facetas”, que se celebró en Cali del 23 al 27 de octubre de 2017.

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Nació en Medellín, Colombia, en 1953. Escritor y periodista egresado de la Universidad de Antioquia. En 2017 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en la categoría de Vida y Obra, por su destacadísimo aporte al oficio y a la enseñanza del periodismo en nuestro país. Asimismo, recibió en 1995 el Premio Nacional de Periodismo Germán Arciniegas por su reportaje periodístico “El Oro y la Sangre” (1994, 2005). Durante más de veinticinco años ejerció la docencia universitaria en la Universidad de Antioquia, donde formó centenares de nuevos periodistas en los géneros de la crónica y el reportaje. Como resultado de esta labor docente, publicó el manual: “Escribiendo historias. El arte y el oficio de narrar en el periodismo” (2003). Asimismo, ha publicado varias selecciones de sus trabajos de reportaje y crónica tituladas: “Sentir que es un soplo la vida” (1994), “Viendo caer las flores de los guayacanes” (2006) y “El libro de la vida” (2006).Luego de varios años de investigación histórica publicó “La pasión de contar: el periodismo narrativo en Colombia 1638-2000”, una antología de los mejores cronistas colomianos durante varios siglos, con un estudio introductorio sobre la evolución del periodismo narrativo en Colombia desde la época colonial hasta finales del siglo XX. Como novelista, ha publicado “Tuyo es mi corazón” (1984), y “El cielo que perdimos ( 1990) . Cada semana publica una crónica en la edición dominical del periódico El Colombiano, de Medellín.

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del río Magdalena, el Valle de Upar y la península de la Guajira. Buena parte de ese territorio era conocido desde el periodo colonial con el nombre de Provincia de los Chimila, uno de los grupos indígenas más temido del nordeste del país, pero que para la época ya estaba casi diezmado y se había refugiado en las selvas húmedas colindantes con la Sierra Nevada de Santa Marta. El objetivo de la Comisión era continuar los trabajos de cartografía, mineralogía, botánica y etnografía iniciados en la década de 1850 por la llamada Comisión Corográfica. Esta tuvo que interrumpir su labor en 1859, después de la muerte del geógrafo Agustín Codazzi cuando él empezaba a estudiar la costa Norte, en el alto Cesar. Inspirado por las lecturas de Facundo, del escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento, y de su maestro colombiano Manuel Ancízar ―director del periódico El Neogranadino y autor de las primeras crónicas de la Comisión Corográfica―, en su recorrido, que duró casi un año, Isaacs hizo un estudio admirable no solo de la geografía de esta región sino de su población indígena, sus culturas y sus lenguas. Producto de su trabajo es el Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena, una obra singular en los estudios etnográficos y en la historia del periodismo narrativo en Colombia. Antes de partir, Isaacs habló con Ancízar, su copartidario en las filas del liberalismo radical y su hermano en las logias masónicas. “Los viajes que hice por las costas e interior del Estado del Magdalena, los apuntamientos que en tales excursiones tomé, tenían por objeto escribir un libro en la forma en que dejó enseñada el señor doctor Manuel Ancízar en las Peregrinaciones de Alpha. Al partir de Bogotá en 1881, el ilustre y bondadoso maestro me estimuló para la ejecución de una obra así, verdaderamente superior a mis fuerzas, y las últimas palabras animadoras, de cariño, casi paternales, que oí de sus labios, diéronme muchas veces persistencia de voluntad, fe en el éxito — ilusoria pero necesaria— y ánimo paciente, probado sin conmiseración en tantas ocasiones”3. 3

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Jorge Isaacs, Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena, Edición crítica de María Teresa Cristina, Universidad del Valle y Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2011, pag. 47.


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Manuel Ancízar era un escritor, abogado y periodista, nacido en Cundinamarca en 1812, que fundó en 1848, junto con un grupo de artistas, El Neogranadino, un periódico y una imprenta del mismo nombre, al cual estuvieron vinculados algunos de los dirigentes liberales más importantes de la revolución de 1850. Ese año, Ancízar se unió a la Comisión Corográfica creada por el gobierno liberal para dar luz a una nueva Expedición Botánica, similar a la que creó José Celestino Mutis en la época colonial, poco antes de la revolución de independencia. Como secretario de esa comisión, recorrió a lomo de mula ocho provincias del Oriente de Colombia, desde Bogotá hasta Cúcuta, y escribió una serie de crónicas que fueron publicadas en El Neogranadino y luego editadas en un libro con el título de Peregrinación de Alpha por las provincias del Norte de la Nueva Granada en 1850 - 1851. En sus crónicas, Ancízar describe, como lo haría un etnógrafo, el paisaje de esa región y las costumbres y la cultura de la gente que la habitaba, muchos de ellos mineros dedicados a explotar los yacimientos de esmeraldas y carbón: contó su vida diaria, pero también se adentró en su alma y habló de sus supersticiones y sus fantasmas. Debido a la muerte del general Agustín Codazzi, la Comisión Corográfica se vio obligada a interrumpir su trabajo sin concluir la exploración de la región Caribe. En 1881, el gobierno de Rafael Núñez decidió crear una Comisión Científica Permanente que terminara esos estudios. Como jefe de la Expedición fue contratado el explorador argelino José Carlos Manó. Jorge Isaacs fue nombrado secretario. El gobierno le asignó la misma responsabilidad que en su momento tuvo Manuel Ancízar: hacer una descripción pormenorizada ―también llamada corografía― de la región y redactar los informes de la Comisión. Según la ley que la creó, los estudios debían ocuparse no solo de los aspectos físicos, sino del entorno animal y vegetal y de la organización social de la población existente en esos territorios, aunque debía darle prioridad a la búsqueda de minas y recursos vegetales hallados en sus bosques.

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Jorge Isaacs 104


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Isaacs partió de Bogotá con destino a Santa Marta en octubre de 1881. Desde el comienzo, las relaciones entre los miembros de la Comisión fueron tirantes. Su jefe no logró ganarse el respeto científico de sus colaboradores. Isaacs tomó la decisión de emprender su recorrido por su cuenta y riesgo, en forma solitaria. Entonces se dirigió a la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta y en enero de 1882 publicó su primer informe sobre “Las hulleras de Aracataca”. Mientras tanto, el resto de la Comisión viajó a Padilla con su jefe José Carlos Manó y en pocos meses se desintegró al agudizarse las diferencias entre sus miembros. Aunque Isaacs perdió el contacto con la Comisión, cumplió su tarea y envió informes periódicos al gobierno central y al Presidente del Estado del Magdalena informando de los recursos minerales aprovechables y del estado de las tribus indígenas. Durante once meses estuvo recorriendo algunas de las regiones más desconocidas de Colombia, cruzando caminos y selvas casi intransitables y viviendo entre tribus indígenas diezmadas por los abusos de la población blanca y mestiza y llenas de rencor contra los “colombianos”, como ellos mismos llamaban a los colonos que les habían arrebatado sus tierras y los habían obligado a refugiarse en las estribaciones de la Sierra Nevada. Hasta el siglo XVIII, el territorio Chimila estaba comprendido entre el piedemonte de la Sierra Nevada de Santa Marta, la isla de Mompox y la Ciénaga de Zapatosa, la ribera derecha del río Magdalena, el río Ariguaní y el río Cesar. Su capital era Eupari, la ciudad del gran Cacique Upar, quien ejercía su dominio sobre una federación de aldeas como El Molino, Villanueva, Chiriguaná, El Banco y Fonseca. El territorio chimila se extendía desde el centro de la Guajira, en el norte, hasta el río Magdalena, en el sur, y desde la Serranía de Perijá, en el oriente, hasta la Sierra Nevada de Santa Marta, en el occidente.​ Algunos de los informes de Isaacs fueron publicados en periódicos regionales de Santa Marta. Debido a sus denuncias sobre el abandono y el maltrato dado a los indígenas por parte de algunos funcionarios del gobierno provincial, que se preocupaban más por vender licor a los indios y cohonestar con los atropellos de los colonos, los informes despertaron la animadversión del gobierno del Estado del Magdalena. Por este motivo, el contrato de Isaacs fue suspendido. Él se vio obligado a terminar su trabajo con la ayuda de un préstamo de unos 105


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amigos. Al final de su viaje, reescribió todos los informes en Bogotá y los entregó al gobierno en 1884. Estos fueron publicados en los Anales de Instrucción Pública en octubre de ese año, pero a causa de la guerra civil de 1885, el periódico solo empezó a circular de nuevo en 1886. En ese momento, los liberales partidarios de la revolución radical ―a los cuales pertenecía Isaacs― habían sido derrotados y el gobierno del presidente Rafael Núñez se había aliado con los conservadores para promulgar la nueva Constitución de 1886, que disolvió la república federal, instauró un régimen centralista, devolvió amplios poderes al presidente de la república, firmó un Concordato con la Iglesia Católica y dejó en sus manos la educación pública. El estudio de Isaacs fue recibido con animadversión. Miguel Antonio Caro, uno de los más entusiastas admiradores de su novela María, escribió un artículo titulado “El darwinismo y las misiones” en el que criticó a su autor por defender las ideas religiosas de los indígenas y exaltar sus formas de vida atacando el trabajo de siglos de los misioneros católicos españoles y desvirtuando sus esfuerzos por civilizar los pueblos “salvajes”. Caro cuestionó las tesis darwinistas sobre el origen y la evolución del hombre defendidas por Isaacs y sostuvo que el único camino de redención de los indígenas era la adopción de la religión católica y la lengua española como propias y la aceptación como suyas de las costumbres y tradiciones de la “raza civilizada”4. El Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena está compuesto por cuatro partes: la geográfica, la histórica, la dedicada a las lenguas indígenas y el catálogo de la colección de objetos de interés arqueológico enviada al Museo Nacional. La Edición crítica publicada por la Universidad del Valle y la Universidad Externado de Colombia contiene además una serie de cartas y documentos relacionados con el descubrimiento de los yacimientos de carbón y petróleo publicados por Isaacs en los periódicos de su época. Estos están ordenados en forma cronológica y permiten seguir paso a paso la ruta de sus exploraciones. 4 Miguel Antonio Caro, “El darwinismo y las misiones”. En: Jorge Isaacs,

Estudios sobre las tribus indígenas del Magdalena, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, Editorial Iqueima, 1951.

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La parte geográfica contiene una descripción detallada de los territorios del entonces llamado Valle Dupar, Ciénaga, Aracataca, Fundación, Chimichagua, El Banco, la laguna de Zapatosa, Riohacha, las estribaciones de la Serranía Motilona y la Sierra Nevada de Santa Marta, San Sebastián de Rábago, las riberas del río Magdalena en su último tramo, antes de desembocar en el mar, y las cuencas de los ríos Cesar, Ariguaní y el río Hacha. En una época en que la fotografía todavía no se había difundido en forma amplia en Colombia y los periódicos y los libros impresos aún no publicaban fotograbados, las palabras de Jorge Isaacs describían de manera colorida y llena de vida los paisajes de esta región: “Al despuntar el día es muy bello el panorama. El ramal de los Andes que desciende al río Magdalena, cerrando muy lejos el Valle Dupar al sur de Tamalameque, va levantándose hasta las serranías de Ocaña, de perfiles indecisos en el confín del horizonte. Avanza la cordillera de Perijá rectamente al septentrión y sus cumbres redondeadas a veces, angulosas y abruptas a trechos, se destacan en la blancura refulgente del cielo, y sesgando en el Cerrejón hacia el levante, dejan libres el abra anchurosa de la Guajira, fondo último de tintes de ópalo y fulgores de oro. La masa gigantesca de la Nevada se prolonga al nordeste y el Shinundúa y las otras cúspides níveas que lo circundan, irradian al despuntar el sol reflejos indescribibles que se cruzan en el éter con los primeros rayos de la aurora: son como dos alboradas esplendentes que sorprendidas y en arrobamiento se contemplan. Duerme el valle a sus pies, y sus llanuras de verdor amarillento bordadas por selvas serpenteantes de color sombrío, aparecen a distancia veladas aún por vapores azulinos. En la hondonada, algún reflejo de las aguas del Cesar, o del Magdalena al sudeste; y en esa dirección, líneas vagas de los ramales que bajan de la Cordillera Central hasta inmediaciones de El Banco: momentos después la diamantina corona de la Sierra se apaga; parecen sus picos de amatista y lapislázuli, y el astro rey difunde luz y vida sobre el hemisferio de América”.5 5 Jorge Isaacs, Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena,

Universidad del Valle y Universidad Externado de Colombia, Edición crítica de María Teresa de Cristina, Bogotá, 2011, pag. 41.

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Las descripciones geográficas están sustentadas no solo en la observación directa sino en numerosas fuentes bibliográficas. En algunos pasajes, Isaacs corrige algunos errores ―sobre todo en el trazado de los ríos y sus afluentes― que encuentra en los mapas oficiales existentes, después de constatar sus imprecisiones sobre el terreno. La segunda parte, dedicada a la historia de los pueblos indígenas que han habitado la región, es sin duda la más valiosa. En una época en que la etnología apenas daba sus primeros pasos en las universidades europeas y todavía era una disciplina casi desconocida en Colombia, Jorge Isaacs emprendió un estudio etnográfico de la tribu chimila y de los arhuacos de la Sierra Nevada sin antecedentes en la historia de las ciencias sociales en nuestro país. 108


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Al tratar de describir la realidad de un grupo social, antropólogos, etnógrafos, historiadores, sociólogos y periodistas se enfrentan a un problema común en su trabajo: retratar con palabras la vida en toda su complejidad. En 1881 y 1882, Jorge Isaacs se vio en las mismas circunstancias. Para lograr su propósito, en primer lugar, aprovechó su capacidad de observación perfeccionada durante años en su oficio de poeta y escritor de novelas. También aprovechó su sensibilidad, aguijoneada no solo por las experiencias dolorosas o sublimes de su propia vida, sino por las copiosas lecturas de los autores clásicos de la literatura universal, los románticos franceses y los cronistas de viajes. Por último, se apoyó en las experiencias de su maestro, el periodista Manuel Ancízar, narradas en su libro La peregrinación de Alpha, y en su propia experiencia como periodista: en 1881, Isaacs ya había sido colaborador de periódicos como El Programa Liberal, Los Principios y El Escolar, en Cali; El Mercurio y Sud América, en Chile; y La Nueva Era, en Medellín. También había publicado su libro La revolución radical en Antioquia. Entonces, aprovechando sus dotes de escritor y periodista, guiado por su sensibilidad, su inteligencia y su intuición, y sin ser un etnólogo formado en una academia, en su aproximación a los indios chimilas y a otras tribus Jorge Isaacs aplicó sabiamente los principios fundamentales de lo que años más tarde los antropólogos llamarían el método etnográfico. Este método fue formulado por primera vez por Bronislaw Malinowski, un antropólogo y etnólogo británico ―nacido en Polonia en 1884―. Malinowski era doctor en filosofía, física y matemáticas y en 1913 comenzó su carrera como profesor de la Escuela de Economía de Londres. Allí se doctoró en ciencia en 1916 y conoció la obra La rama dorada, de James Frazer. A raíz de su lectura empezó a inquietarse por la antropología. Malinowski es considerado uno de los primeros antropólogos que salieron de su entorno cultural para recopilar datos y estudiar otras sociedades en su propio lugar de origen. Su primer trabajo de campo lo hizo entre 1915 y 1918 en la isla de Nueva Guinea, en el sur del Pacífico. Allí se dedicó a estudiar la cultura de sus habitantes. Sus trabajos sobre las relaciones sociales, el parentesco y los sistemas religioso, mágico y comercial de los nativos, los recogió 109


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en su obra Los argonautas del Pacífico Occidental, publicada en 1922 y considerada una de las obras fundamentales de la antropología. Para Malinowski, el objetivo final de su método era comprender el punto de vista del nativo, su relación con la vida, su visión del mundo. Para lograrlo, proponía registrar de manera clara la organización del grupo social objeto de estudio y la anatomía de su cultura. También consideraba que era importante consignar todos los imponderables de la vida cotidiana y el tipo de conducta de los miembros del grupo. En este sentido, sugería recoger todo el tiempo observaciones detalladas en la forma de una especie de diario etnográfico. Para él, esto se hacía posible a través de un contacto cercano con la vida de los nativos. Por último, Malinowski era partidario de acopiar toda clase de declaraciones etnográficas, narrativas características, expresiones típicas y manifestaciones del folclor, y registrarlas en documentos.6 El método etnográfico tiene, pues, un componente de observación y descripción y un componente de reflexión sobre el material recopilado. En el desarrollo del primero cumple un papel esencial el trabajo de campo, que consiste en el desplazamiento del investigador al sitio de estudio; en el registro y examen de los fenómenos sociales y culturales de su interés, mediante la observación y la participación directa en la vida social del lugar; y, por último, en la utilización de un marco teórico que le da significación y relevancia a los datos que recoge. El trabajo de campo tiene como meta final la escritura. El etnógrafo es, en lo esencial, un escritor. Escribe constantemente notas, diarios, fichas, y los resultados de sus observaciones los expresa en textos. El trabajo de campo, al igual que la etnografía, ha sido mitificado. Su creador también fue Malinowski. Su nombre proviene del ámbito del naturalismo y de las experiencias de los viajeros del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En el trabajo de campo, además de algunas técnicas introducidas por Malinowski, como el diario de campo, es especialmente importante la 6 Un recuento más amplio de estos conceptos puede verse en: Juan José Hoyos, Escribiendo historias. El arte y el oficio de narrar en el periodismo. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2003.

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actitud del investigador que las aplica. Esta actitud podría resumirse en la necesidad de sumergirse sin prejuicios en la cultura de los otros con el fin de comprenderla y aprehenderla. Esto significa lograr una empatía, un saber situarse frente a los otros. Sin la formación científica de un etnólogo, esto fue lo que hizo Jorge Isaacs en su viaje por el estado del Magdalena en 1881 y en su encuentro con las tribus indígenas que habitaban su territorio. Así narra, por ejemplo, su acercamiento con los mamos de los indios businka: “Los sacerdotes businkas de la Sierra Nevada de Santa Marta, una vez que pude ganarme su cariño y estimación, me referían que en los altos montes de Sulikava, al sudeste de los nevados, nacieron los primeros hombres, para esparcirse en familias por toda la tierra. Kankusina (Dios) y su esposa Nahueyekan habían engendrado la especie humana, y el grupo escogido de ella fueron los descendientes Kavio Kúkui, nieto de aquel Creador Universal. La humanidad vivía entonces en un medio o ambiente casi tenebroso, porque ni el sol ni la luna alumbraban: apenas se percibía en la tierra el débil resplandor de Hûkue (constelación del Tauro), de Minkoko Avankaba (Sirio), de Nauteke (Júpiter) y de otras estrellas, que en largos tiempos no se divisaban. De tal región bajaron Busin-Diuave y sus descendientes, que eran, por su genitor, de la raza de Kavio Kúkui, y marchando como a tientas de cumbre en cumbre y de abismo en abismo, llegaron al fin al valle que fue primer asiento de la nación businka― treinta kilómetros al norte de San Sebastián de Rábago. De súbito apareció el sol en el oriente, y Busin fue convertido en la enorme piedra sagrada que en el valle me mostraron. El musgo de los siglos ha cubierto en contorno, bajo densa alfombra, los amuletos de cornerina, ágata, mármol y pórfido. La roca no tiene signos ni en el dorso ni en los flancos: los businkas le dan el nombre de Busin-Diuave”. 7 7 Jorge Isaacs, Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena,

Universidad del Valle y Universidad Externado de Colombia, Edición crítica de María Teresa de Cristina, Bogotá, 2011, pag. 70.

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Dibujos de Jorge Isaacs a partir de sus observaciones etnogrĂĄficas de la comunidades indĂ­genas del norte de Colombia. 112


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La tercera parte del estudio de Isaacs está dedicada a los vocabularios de las lenguas chimila, businka, guamaka, guajira y motilona. Estos van acompañados del alfabeto, los sonidos elementales, los signos ortográficos y de acentuación; los pronombres personales y posesivos; los adverbios de lugar, cantidad, modo, tiempo, afirmación, negación; las expresiones interrogativas; las preposiciones, conjunciones, adjetivos, sustantivos y verbos. Las expresiones numéricas. Los nombres propios de varones y algunas muestras de sus frases más usadas. La última parte está formada por cuatro planchas con reproducciones de los petroglifos y otras figuras encontradas por Isaacs durante su viaje. También, por un catálogo de objetos de uso y artefactos de los indígenas enviados al Museo Nacional, tales como mantas, arcos, flechas, mochilas, esculturas, amuletos, vasijas, pipas, adornos personales, muestras de plantas medicinales, fósiles y muestras de minerales. *** El Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena es un trabajo etnográfico y al mismo tiempo una crónica singular en la historia de las ciencias sociales y en la historia del periodismo narrativo en Colombia. Fue realizado en 1884, cuando la etnología en el resto del mundo apenas empezaba a perfilarse como un método científico en ciencias sociales todavía embrionarias como la antropología cultural. Con excepción de los cronistas de Indias de la época colonial y algunos misioneros españoles, no hay relatos de estilo etnográfico sobre las tribus de las que se ocupó Isaacs en su estudio. Los pocos autores que registran su existencia son los cronistas viajeros que recorrieron la Nueva Granada en el siglo XIX. Los primeros trabajos etnográficos en Colombia son los del arqueólogo y etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss sobre los indios kágaba, realizados entre 1914 y 1915 en la Sierra Nevada de Santa Marta. Años más tarde, Preuss también fue uno de los pioneros de las 113


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excavaciones arqueológicas en San Agustín y del estudio de los indios huitoto del río Orteguaza en los años posteriores a 1930. La etnología empezó a hacer parte de los programas de estudios universitarios cuando el gobierno liberal del presidente Alfonso López Pumarejo fundó la Escuela Normal Superior en 1936. Esta se convirtió en la cuna de las ciencias sociales en Colombia, sobre todo después de la llegada al país del antropólogo francés Paul Rivet. Varios de sus egresados se convertirían, más adelante, en los primeros profesionales de la arqueología y la etnología, luego de la fundación del Instituto Etnológico Nacional, en 1941. Algunas de los apartes del estudio de Isaacs han sido calificados como “ingenuos” o de “escaso rigor científico” por algunos de los especialistas formados en el grupo de Paul Rivet después de 1940, sobre todo los que tienen que ver con sus interpretaciones sobre el significado de los petroglifos que encontró en la Sierra Nevada de Santa Marta. No así las evidencias que él expone sobre la cosmogonía, la organización social, las costumbres, el idioma, y ante todo el arrasamiento de los grupos indígenas por parte de los colonos blancos con la complicidad de los funcionarios del Estado. Apoyándose en su visión del mundo y en las cualidades que había desarrollado en su formación como periodista y escritor, en su Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena, Isaacs recopiló una valiosa información geográfica, etnográfica, lingüística y arqueológica y recuperó la historia, la cosmogonía, la tradición cultural y aspectos de la lengua de los chimila y otros grupos aborígenes de la Sierra Nevada de Santa Marta, la Guajira y la Serranía Motilona como nadie lo había hecho hasta entonces. También narró por vez primera la catástrofe social y cultural que vivían los indígenas de su época. Esa catástrofe empeoró en el siglo XX. Dos hechos acaecidos en la primera mitad de ese siglo abrieron de forma definitiva las puertas a la colonización de las llanuras centrales del departamento del Magdalena: la explotación del bálsamo natural (Myroxylon toluiferum), que tomó auge a partir de la década de 1920, y el descubrimiento de yacimientos petrolíferos que empezaron a ser explotados a partir de

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1940. A raíz de ese descubrimiento, el Estado colombiano otorgó en concesión 405.287 hectáreas a compañías petroleras en las llanuras centrales del Magdalena para su exploración y explotación. Ante la pérdida total de su territorio tradicional, los indígenas chimila tuvieron que pedir permiso a los nuevos dueños para construir sus viviendas y preparar sus rozas agrícolas en terrenos de las nuevas e inmensas haciendas que se formaron en la región. A cambio, contrajeron una gran cantidad de obligaciones con sus nuevos propietarios. Desde entonces, tuvieron que contentarse con habitar en los callejones de los caminos, sujetos a las burlas y los atropellos de los mestizos y la policía. Perdieron para siempre su independencia y autodeterminación y quedaron convertidos en aparceros en tierras ajenas y en peones y jornaleros de los “blancos”, dentro de un sistema económico cuya racionalidad les era totalmente extraña… Hoy, “pobres, hambrientos, humillados, avergonzados de su cultura y su heroico pasado ya olvidado, van de finca en finca buscando trabajo, un pedazo de terreno en donde construir sus miserables casas y en donde cultivar”.8 Isaacs ya lo había vaticinado medio siglo antes en su singular estudio: “Los civilizados son el principal estorbo, el verdadero obstáculo para la cultura de los indígenas; de ello me convencí a saciedad en mi viaje por aquella región del país”.9 A mediados del siglo XIX, cuando Isaacs apenas era un joven dedicado a tratar de salvar el patrimonio de su familia y trabajaba en la construcción del Ferrocarril del Pacífico, los indios chimila eran entre 5 mil y 6 mil. Cuando viajó al estado del Magdalena en 1881, solo quedaban unos 2 mil. *** 8

Carlos Alberto Uribe Tobón, "Los chimilas. Introducción a la Colombia Amerindia”. En: Colombia, Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH , Bogotá,1987.

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Carta a Juan N. Cayón. “Borradores de viaje”. Riohacha, 13 de abril de 1882. En: Estudio sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena, Universidad del Valle y Universidad Externado de Colombia, Edición crítica de María Teresa de Cristina, Bogotá, 2011, pag. 262.

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Con este hermoso libro, Jorge Isaacs cierra un ciclo en la historia de las ciencias en Colombia que empieza con la Expedición Botánica (1.800 a 1.810), continúa con la Comisión Coreográfica (1850 a 1859) y concluye con la Comisión Científica (1881 a 1882). También cierra un ciclo en la historia del periodismo narrativo del siglo XIX en nuestro país que empieza con el sabio Francisco José de Caldas, continúa con Manuel Ancízar y llega a su culmen con Isaacs. Jorge Isaacs es el último gran periodista de ese siglo. Era no solo nuestro más grande novelista, sino un naturalista que sabía de geografía, geología, astronomía, biología, botánica y mineralogía. También fue nuestro primer etnógrafo. Emprendió el trabajo sobre las tribus indígenas del estado del Magdalena con la misma ética civil con la que participó en el periodismo, en la educación y en las revoluciones y las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX. Escribió el libro sobre los indígenas con la misma pasión con que escribió “María”. Esa misma pasión lo llevó a descubrir los grandes yacimientos de carbón y de petróleo en el Cerrejón y en las llanuras de la banda oriental del Magdalena. Las mismas tierras donde Gabriel García Márquez, nuestro gran escritor del siglo XX descubrió años más tarde a Macondo —“una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”— y escribió “Cien años de Soledad”.

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Reconciliación entre los seres humanos y con la naturaleza: los retos del Huila hoy. JUAN CARLOS ACEBEDO RESTREPO Miembro de Número de la Academia Huilense de Historia Palabras del profesor Juan Carlos Acebedo Restrepo, vocero de la Academia Huilense de Historia, en la conmemoración del 112 Aniversario de la creación del Departamento del Huila. Hoy conmemoramos ciento doce años de la creación del Departamento del Huila, que tuvo lugar el 15 de Junio de 1905. Aunque no surgió propiamente de un movimiento social de base que tuviera su origen en la provincia, sino de una decisión centralista basada en cálculos electorales y en repartos del poder entre liberales y conservadores, hoy el Huila es también un territorio imaginado, vivido y sentido por sus habitantes; hoy podemos decir “huilenses” y algo se mueve en el corazón, y sentimos que ser huilense y ser surcolombiano hace parte de una misma identidad regional. Y el himno de nuestra Alma Mater canta en uno de sus versos: “Surcolombianos por siempre hemos de ser”. Como lo rememora el historiador Delimiro Moreno, el 29 de abril de 1905 el presidente Rafael Reyes sancionó la Ley 46 que creó el Departamento del Huila, con 26 municipios, segregado del Tolima, “ en su objetivo de debilitar los antiguos Estados Soberanos, vivos todavía en los Departamentos que los sucedieron; y para complacer 117


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las pretensiones del obispo Esteban Rojas Tobar y los poderosos generales conservadores Rivera que aspiran para su partido las curules que en el Congreso se abren para la nueva jurisdicción”. El nombre de Huila para el nuevo departamento fue propuesto por el doctor J.M Quijano Wallis, diputado por el Cauca, pues en la Asamblea Nacional Constituyente que sesionó ese año no había ningún representante oriundo del futuro departamento. En 15 de Junio de 1905 empezó a regir la nueva ley 46 de 1905, con el nombramiento del abogado conservador Rafael Puyo Perdomo como primer gobernador del Huila. Al día siguiente, Puyo nombró como portero-escribiente de la gobernación al estudiante José Eustasio Rivera, que apenas contaba con 16 ó 17 años. Años después Rivera fue nombrado Supervisor Escolar en las ciudades de Ibagué y Neiva (entre 1909 y 1911), pero fue destituido del cargo por presiones directas del Obispo ante el Ministro de Educación, pues a juicio del prelado el joven Rivera no seguía al pie de la letra las orientaciones de la Iglesia en materia de educación pública. Excluido de su provincia natal de un “sotanazo”, como acostumbraba decir, Rivera viaja a Bogotá a estudiar Derecho en la Universidad Nacional, y con el paso de los años se convirtió en un valor indiscutible de las letras nacionales y latinoamericanas. Y es Rivera quien nos enseña a mirar la amazonia colombiana y quien nos alerta y denuncia la explotación inmisericorde de nuestros recursos naturales por parte de la Casa Arana y las compañías caucheras; él nos enseña a establecer una relación con el paisaje y la naturaleza que no se reduzca a dominio y al saqueo de los recursos. El Huila tenía entonces menos de 150 mil habitantes y en Neiva vivían menos de 20 mil personas, según un censo que se hizo el mismo año de la creación del Departamento. Los discursos conmemorativos tienen la función de exaltar o afianzar valores compartidos por una comunidad o un auditorio. Hoy queremos ir más allá de la evocación y la nostalgia; y proponer algunos nuevos valores e imaginarios y someterlos a la consideración colectiva. Proponer una alianza social amplia para que los huilenses participemos 118


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en la construcción de la región surcolombiana como territorio de paz y reconciliación, comprometido con la preservación del medio ambiente y de la naturaleza. Un territorio controlado y gobernado democráticamente por sus pobladores, y no por corporaciones multinacionales ni por funcionarios del gobierno central que desde el altiplano nos digan qué podemos y qué no podemos hacer. Desde mediados del año pasado y en el primer semestre del actual, varios municipios del Huila vienen defendiendo sus territorios con la promulgación de normas jurídicas que prohíben los proyectos mineros, energéticos y de hidrocarburos en sus territorios, y en favor de la conservación del agua, la biodiversidad y la vida. Los Comités de Defensa del Territorio y los consejos municipales de Pitalito, El Agrado, Timaná, Isnos y Oporapa, han expedido Acuerdos Municipales de protección del Territorio. En el Pital el ejercicio ciudadano va a comenzar. En Iquira la comunidad ha iniciado un proceso de iniciativa para una consulta popular, luego de que el Alcalde Municipal objetara una iniciativa en este sentido. Más de 1300 firmas fueron radicadas en la Registraduría Municipal, y posteriormente la iniciativa se presentará al Consejo Municipal y al Tribunal Superior del Huila. La consulta promovida en Oporapa es de iniciativa del Alcalde y el Tribunal Contencioso Administrativa del Huila definió recientemente sobre la constitucionalidad de la pregunta, negándola. El surgimiento de estas iniciativas ciudadanas no es espontáneo, responden a un proceso organizado de las comunidades a través de sus Comités de Defensa del Territorio, de la experiencia del movimiento social de resistencia liderado por Asoquimbo y del Macroproyecto de acompañamiento a los afectados por la política minero energético en el Huila que adelantó la Universidad Surcolombiana desde 2014. Asimismo, tiene que ver con lo positiva labor la Mesa Técnica para la Conservación y Protección del Medio Ambiente, el Agua y el Territorio, creada por el Gobernador del Huila mediante el decreto 489 de 2016. Se trata de una Valiosa y acertada iniciativa en la que han jugado papeles claves el gobernador del Huila, Carlos Julio González, el 119


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profesor universitario y líder de Asoquimbo, Miller Dussán Calderón, los líderes de los Comités Locales en defensa del Territorio, la Cam, entre otros. Por recomendación de esa Mesa técnica, el gobierno departamental contrató recientemente un estudio técnico con reconocidos expertos de la Corporacipón Terrae sobre los riesgos de desastres asociados a la construcción y operación del Proyecto Hidroeléctrico El Quimbo, el cual fue presentado hace algunos días a los diputados huilenses. Los expertos concluyen que es alto el nivel de riesgo de desastre a que se ven expuestas la población y los ecosistemas aguas debajo de El Quimbo, por una eventual falla súbita de la presa y de las obras principales. Asimismo, el pasado 10 de mayo la Gobernación del Huila solicitó a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla), que dé cumplimiento al principio de precaución suspendiendo la Licencia Ambiental del Proyecto Hidroeléctrico el Quimbo. Aunque no es posible ocultar la gravedad de esta situación, hay otros problemas que vienen motivando la acción pública de los huilenses. El llamado Plan Maestro de Aprovechamiento del Rio Magdalena, resultado del convenio de cooperación entre Cormagdalena, y la República Popular China a través de Hydrochina Corporation, establece que la parte alta del rio magdalena (Pitalito, Oporapa, Timaná, Isnos, Campoalegre y Aipe), se convertirían en un gran generador de energía al construirse bajo el esquema de desarrollo en cascada, siete represas más en el Huila y ocho represas adicionales en el Tolima. Las consultas populares son un mecanismo de participación ciudadana establecido en la Constitucion Política, artículo 104, y desarrollado por varias leyes estatutarias. La decisión que tomen los ciudadanos mediante la consulta popular debe ser respetada y puesta en práctica por las autoridades respectivas. Los municipios de Cajamarca, Espinal y Piedras, en el Tolima; Cabrera en Cundinamarca, Cumaral en el Meta; Tauramena y Monterrey en Casanare, y otros, han emprendido este camino difícil pero 120


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promisorio de apelar a la participación ciudadana a través de las consultas populares para decidir colectivamente sobre los usos de sus territorios.

Paz y reconciliación En medio de la llamada Guerra de los Mil Días, tuvo lugar en nuestro territorio la Batalla de Matamundo, a mediados de marzo de 1900. En ella chocaron el ejército conservador comandado por el general Nicolás Perdomo, y las fuerzas liberales bajo el mando del general Avelino Rosas, con un saldo de trescientos cincuenta muertos, 380 heridos, 205 prisioneros de guerra, según narra el historiador huilense Camilo Francisco Salas. La victoria le resultó esquiva a las tropas liberales, que un tiempo después firmarían un acuerdo para finalizar la guerra civil con el gobierno conservador que resultó victorioso en la contienda. El presidente Rafael Reyes propuso con el nuncio apostólico de entonces una política de concordia, que suponía abrirle las puertas a trabajar conjuntamente con los liberales, que habían sido vencidos en el campo de batalla; y el Obispo de Garzòn, Esteban Rojas Tovar, junto con el Obispo de Pasto, Ezequiel Moreno Díaz, se reunieron el 28 de febrero de 1905 para analizar esa propuesta y rechazar de plano la concordia con los liberales. Hoy estamos también ante un acuerdo de paz firmado entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc. En virtud de ese acuerdo, negociado durante cuatro años en La Habana, un ejército guerrillero de más de siete mil hombres, hoy está concentrado en más de veinte zonas veredales, y ha comenzado a hacer dejación de sus armas a delegados de la Organización de Naciones Unidas. En la semana que transcurre, se ha completado la dejación del 60% del armamento por parte del grupo insurgente en tránsito a organización política reconocida legalmente. Asimismo, en aplicación del cese al fuego bilateral pactado, el país se ha ahorrado cerca de dos mil víctimas mortales entre soldados y guerrilleros.

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También hoy se escucha a sectores y líderes políticos que se oponen a avanzar en la reconciliación, que tocan los tambores de la guerra, y en el colmo del frenesí llaman a hacer trizas el proceso de paz. Se entiende el dolor que anida en el corazón de las víctimas de los abusos y crímenes cometidos por los alzados en armas; y es sabido que el perdón debe ser un acto personal e íntimo. Pero sí debemos exigirle a los dirigentes políticos un mínimo de sensatez y responsabilidad. Ha llegado la hora de poner fin al último conflicto armado del continente americano, y esto solo será posible si aportamos nuestra cuota de respaldo al cumplimiento cabal de los acuerdos firmados por las partes.

Neiva, 15 de Junio de 2017.

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Presentación del libro: “Luis Ignacio Andrade. El camino hacia la paz de un hombre controvertido”, de Reynel Salas Vargas. ANANÍAS OSORIO VALENZUELA Miembro de Número Academia Huilense de Historia Recibí de Reynel Salas Vargas su obra titulada “LUIS IGNACIO ANDRADE. El camino hacia la paz de un hombre controvertido” editada en Neiva en el presente año, con un comentario personal que se convirtió en una de mis inquietudes para abordar su lectura: “lo escribí porque quería resolver un problema personal”. Después de inspeccionarlo, por lo demás, agradable a la vista, al tacto y al olfato, y como educador y amigo del oficio de Clío, comenzaron a tomar forma las preguntas cuando estamos al frente de un texto: ¿en qué contribuye el texto y su personaje en el conocimiento de nuestro pasado político, religioso y educativo?; ¿cómo un hombre, cuyo nombre lo escuché muchas veces en casa y la radio, pasó de los estrados de los poderes legislativo y ejecutivo, al púlpito parroquial, fenómeno contrario al espectáculo actual cuando vemos circular a políticos de los estrados oficiales a las cárceles por corrupción y nexos con grupos armados ilegales?; ¿cuál ha sido el grado de cumplimiento del noble legado educativo dejado por Andrade en favor de los hijos de la violencia y el desamparo? Con estas inquietudes me propuse leerlo procurando evitar prejuicios ideológicos.

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Pues bien, se trata de un texto de carácter histórico, y la Historia por tratarse de una disciplina que se apoya en los diversos campos del saber, de su lectura se pueden inferir, además de los aspectos históricos, aspectos filosóficos, sociológicos, políticos, religiosos y culturales en sus respectivos contextos regional y nacional. Por tanto, esta obra viene a engrosar nuestro acumulado de la historiografía huilense para bien del conocimiento de nuestro pasado. Se trata de una vacuna más contra el olvido de la presente y futuras generaciones. Se trata de una nueva contribución al conocimiento de la historia de nuestro país desde lo local y regional, con la seguridad que estaremos contribuyendo con su comprensión global desde abajo, en la perspectiva de la construcción de nuevas interpretaciones de la Historia de Colombia, como nos lo ha enfatizado Bernardo Tovar Zambrano, nuestro Director Científico, con nuestras obras, la “Historia General del Huila” editada en 1996, y la “Historia comprehensiva de Neiva” editada en el año 2013. En este sentido, la vida y obra de Andrade bien puede formar parte de procesos argumentativos en favor de la hipótesis de nuestro colega Delimiro Moreno Calderón, quien en su obra “La toga contra la sotana” (1999, p. 105), plantea que el legado religioso y político de Monseñor Esteban Rojas se extendió más allá de la década de los años 60 del siglo XX; y refuerza la imagen del comarcano “ilustrado” de la primera mitad de dicho siglo, narrado por el profesor William Fernando Torres en “De la insularidad al naufragio” (1986, p. 77). En el plano nacional, también sirve para corroborar lo expresado por el profesor Leonardo Tovar, citado por Oscar Saldarriaga en “Pensamiento Colombiano del siglo XX” de Universidad javeriana (2007, p. 488), quien al rastrear las historia de la ideas filosóficas en Colombia, plantea que la labor educativa de Monseñor Rafael Carrasquilla, neotomasino por lo demás, influyó decididamente en la formación de la mayoría de dirigentes políticos de la primera mitad del siglo XX, generación de la cual hizo parte Andrade, toda vez que fue su alumno en sus estudios de Filosofía en el Colegio Mayor del Rosario en Bogotá. La síntesis del pensamiento de estos prelados era clara: Dios, Patria, Hogar y Partido Conservador, como estrategia dirigida a erradicar los efectos de la república liberal de la segunda mitad del siglo XIX. En ese contexto fue educado Andrade.

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Ahora, para comprender cómo operan esos procesos formativos desarrollados en el transcurso de la vida de las personas, y por qué operan procesos de cambios radicales, los sociólogos, Peter L. Berger (austriaco) y Thomas Luckman (alemán), en su obra “Construcción social de la realidad” (1966), pese a críticas posteriores a esta obra, nos dan pistas para el análisis del impacto de los procesos de socialización primaria y secundaria en la formación y sus desarrollos a lo largo de la existencia terrena, como también los cambios radicales en el transcurso de la vida. En este sentido, para Andrade, la socialización primaria gira en torno a Dios como principio rector; su patria chica y su patria grande como contextos en los cuales operan sus procesos de apropiación, internalización e interacción social; su hogar, que a temprana edad marcara su ausencia, se constituye en centro de sus preocupaciones; y su partido conservador adherido por herencia y por formación, le permiten en la socialización secundaria desplegarlos a plenitud y constituirse en un creyente, en un practicante y en un ministro de Dios; en un enamorado de su tierra, en un militante partidista sin transfuguismos, y en un cultor de su hogar. Pero por encima de todo, para Andrade, estaba Dios, principio y fin de sus principios. Esa conducta de principios la encontramos en el filósofo cristiano Gabriel Marcel y su existencialismo trascendente, quien en palabras del profesor Roberto Salazar Ramos en su obra “Filosofía contemporánea” (2006, p. 434) consideraba que “si Dios es la relación mayor de la existencia, ésta debe ser el punto de partida y aquél el punto de llega”, en tiempos en que contemporáneos de Marcel y Andrade como Martín Heidegger, gestor del existencialismo ontológico, enunciaba que de la existencia solo quedaba la angustia, la muerte; y Jean Paul Sartre, gestor del existencialismo humanista, sentenciaba: ¡nada! Con estos conceptos sociológicos y filosóficos con los que valoramos la vida de Andrade, bien valdría la pena preguntarnos: ¿de dónde vienen, por dónde van y para dónde van lo que hoy llamamos nuestros proyectos de vida? De otro lado, el texto me ha permitido remembrar mis lecturas apasionadas de juventud sobre el acontecimiento del 13 de junio de 1953, y hoy al releer los testimonios de los protagonistas, me encuentro con relatos que bien pudieron servir de pretextos para una obra teatral del absurdo de Segú Eugène Ionesco. Según Abelardo

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Forero Benavides, ese día hubo tres presidentes en ejercicio. Estaban, el Dr. Roberto Urdaneta Arbeláez, Designado y Presidente en ejercicio quien reemplazara hasta las 11 de la mañana al presidente titular, y quien se negara a cumplir la orden del presidente titular de destituir al general Gustavo Rojas Pinilla; el Dr. Laureano Gómez, presidente elegido para el periodo 1950-1954, quien después de una licencia por una enfermedad cardiaca, retoma el poder ese día y como acto primero destituye al Comandante del ejército, General Rojas Pinilla, por desacato a órdenes presidenciales, “que no le temía y porque no era más que un mamarracho”, como lo registró un reportaje a Roberto Urdaneta Arbeláez en “Reportaje de la historia de Colombia” (1989, p. 336); y el General Gustavo Rojas Pinilla, quien le exige al Designado que continuara ejerciendo el poder, y quien en las horas de la noche, por voz de Lucio Pabón Núñez, Ministro de Guerra, destituido por el presidente titular, anuncia la toma del poder, tal como quedó registrado en el reportaje referenciado del Dr. Roberto Urdaneta Arbeláez, quien de paso, dijo no haberlo retomado porque Gómez lo había echado a escobazos. Esa tarde el presidente Gómez salió para su casa porque no quiso asistir a un almuerzo con el Designado Urdaneta Arbeláez. En ese escenario, encontramos a Andrade, quien había hablado con Gómez en las horas de la mañana, con propuestas en el maletín para la reforma constitucional con la mente puesta en su futura candidatura presidencial, que no sabía de los propósitos de su jefe y que, si lo hubiera sabido, “habría hecho algo”, porque “si a mí el Dr. Gómez me dice que me eche por el Salto del Tequendama. Me echo… me echo” según entrevista hecha por Vásquez Cobo Carrizosa, en “El Frente Nacional, su origen y desarrollo” (Sin fecha, p. 112-113). De paso, en su mencionado texto, sobre ese día expresa: “… de Bogotá no salió ni una sola protesta, ni siquiera un grito, ni tampoco una simple información”. Líneas adelante remata diciendo: “Ahora sí, no hay más que hablar porque al que no le obedezca o al que proteste…pum” (Vásquez Cobo, Óp. cit., p. 122) Del ambiente político en el país, además de los registros periodísticos, es diciente la novela histórica del ex sacerdote antioqueño, Fidel Blandón Berrío, quien en su obra “Lo que el cielo no perdona” (8ª. Ed., 2010) editada meses después, narra la atrocidad de la confrontación 127


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política entre conservadores y liberales de pueblos y veredas del centro del país, narra cómo oficiaba el rito religioso clandestinamente a sus feligreses liberales, narra cómo ofrecía refugio a desplazados y los invitaba seguir selva adentro para salvar sus vidas. También encontramos rastros de Manuel Marulanda Vélez, huyendo monte adentro mientras esperaba órdenes de la dirección del partido liberal, tal como lo dejó plasmado en una autobiografía poco conocida. Por fortuna, este largo capítulo de la historia de Colombia comienza a cerrarse por estos días con los acuerdos de la Habana. Y, sin embargo, ese “mamarracho”, un año después es catalogado por el padre Blandón en su novela histórica mencionada atrás, como “el émulo de Bolívar y Córdoba, tan noble como el Cid, tan inmenso como nuestros mares, tan valiente como el cóndor de nuestras cimas, tan héroe como sólo puede serlo él, nuestro glorioso presidente, Teniente General Gustavo Rojas Pinilla…” (Óp. Cit. p. 235) Ese prohombre, un año después del “golpe de opinión” de 1957, es llevado a un juicio político por corrupción, abuso de autoridad, enriquecimiento indebido e indignidad en el ejercicio del cargo; juicio que de paso, fue catalogado como una “teatralización inocua”, una “comedia sin sentido” o una “farsa”, todo para evitar que regresara al poder, tal como lo documenta el Profesor Alberto Valencia Gutiérrez de la Universidad del Valle (ver web). Ahí quedaron verdades enterradas, una costumbre que se extiende hasta nuestros días. No olvidemos que por estos días dos de sus nietos purgan cárcel por el robo de los recursos sagrados del erario de Bogotá. En fin, ¿no serían estos, ingredientes para una obra teatral propia para Eugène Ionesco? Alfredo Vásquez Carrizosa en su obra “El poder presidencial en Colombia”, (1986, p.287) consideró que el 13 de junio fue una jornada absurda porque tuvo lugar un golpe de Estado, que, en el fondo, nadie previó, y según la RAE, absurdo significa “contrario y opuesto a la razón, que no tiene sentido, extravagante, irregular, chocante, contradictorio, dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado”. Mientras transcurrían estas escenas teatrales de la vida política de Colombia, Salas Vargas nos narra cómo Andrade padecía su propio drama con la enfermedad y muerte de su esposa. Y mientras su jefe, 128


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Laureano Gómez, preparaba el acuerdo para instaurar el Frente Nacional, Andrade dejaba su partido, sus hijos y sus bienes, para entregarse de lleno a continuar el camino de su principio rector, Dios, y con él, el servicio a los desamparados de su terruño y a salvar silenciosamente almas en sus últimos suspiros. De su legado solo queda su nombre en un bloque del Colegio Claretiano, corroborándose una vez más que ¡“Todo lo sólido se desvanece en el aire”! (Berman, 1988). Reynel, esperamos que otras miradas contribuyan a enriquecer esta obra y su larga trayectoria en el estudio de las ideas políticas en el Huila. Sus preferencias políticas no han sido óbice para buscar explicaciones a este campo de estudio de la historia regional. Su reciente trabajo, junto con otros colegas de la Academia Huilense de Historia, sobre el dirigente liberal “julio Bahamón Puyo. Sus luchas y realizaciones” editado en el año 2015, así lo demuestran. ¡Dios le pague, Reynel!

Neiva, 24 de agosto de 2017

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