República
de las Letras
REVISTA DE LA ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES N.o EXTRA-4 - OCTUBRE 1989
SUMARIO EDITORIAL. 3 PREFACIO. 5 Francisco J. Uriz. Sobre li teratura, sociedad, escritores, libros y lectores. 7 CAVILACIONES C. J. L. Almqvist. La gran lecc ión. 19 A. Strindberg. Extractos del prólogo a la primera parte de «Historias de matrimonios». 21 Kerstin Ekman. ¿Qué es la Academia sueca? 24 C. H . Wijkmark. ¿Es el escritor un «insider»? 28 Arne Hellden. Movimiento obrero y cultura. 31 P. O. Enquist. El gigante mudo ante el tribunal. 33 P. C. Jersild. Guía breve para extranjeros. 37 Lars Wcstman. España en las venas. 39 PARADA OBLIGADA Francisco J. Uriz. Parada obligada: Artur Lundkvist. 43 POESIA Bengt Anderberg. 53 Par Lagerlcvist. 54 Arrur L undkvisl. 55 Harry Martinson. 58 Gunna r Ekelof. 59 Erik Lindegren. 61 Karl Vennberg. 63 Erík Blomberg. 65 Bcrtil Malmbcrg. 66 Karin Boye. 68 Hjalmar Gullberg. 69 Stig SjOdin. 70 Ma ria Wi nc. 71 Lars Forsscll. 72 Wel1l~r Aspenstrom. 74 • ~ . .. , . E isa Grave. 76 Director: Andrés SOREL Consejo de Dirección: R aú l GUERRA GARRIDO Isaac MONTERO Carmen BRAVO-VILLASANTE Gregorio GALLEGO Juan MOLLA Santos SANZ VILLANUEV A Confecciona: Angel PATON Redacción y distribución: A:SOCJACION COLEGIAL . Sagasta, 28 , 5.° - 2800~ Madrid pE ESCRITORES .: Teléf. 446 7D 4.7 Los trabajos e informaciones publicados en REPUBLlCA DE LAS LETRAS pueden ser reproducidos libremente siempre que se cite su procedencia.
En portada: En trada al Consejo Nacional de Asuntos Culturales,. Qrganismo responsable de la.- política cultural sueca.
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SUMARIO Sandro Key-Aberg. 78 Tomas Tra nstromer. 80 Gora n Printz-P~hlson. 81 F olke lsaksson. 82 Lasse Soderberg. 83 Sonja Akesson. 84 Goran Palm. 85 Lars G ustafsson. 86 Sun Axelssou. 88 Gorn n Sonnevi. 89 Goran Tunstrom. 91 8 0 Setterlind. 93 Gosta F riberg. 94 M argarcta Ekarv. 95 Lars N orén. 97 Eva Runefeldt. 99 Kristina Lugn. 100 F rancisco J . U rizo 10 1 PROSA August Strindbcrg. E l pa n. 105 Hjalma r Soderbcrg. El a br igo de piel. . 112 Piir Lagerkvist. El asce nsor qu e bajó a los infi ern os. 115 Ivar Lo-Johansson. La muerte del ag itador. 119 F ri nof N ilsson Piraten. P er Omne. 124 F olke F ridell. Riqu eza. 129 Stig Dagcrtman. J uegos nocturnos. 13 3 Lars A hliu. Volver a casa y porta rse bie n. 139 Wcrncr As pernst·rom. G entes corrientes. 144 Bcngt A nderberg. D escalzo. 151 Willy Kyrklu nd. E l a ma nte des medido. 154 Sara L id man. A ntes de la pa labra. 160 Jan Myrdal. Di alécti ca. 164 Birgit1a T rotzig. E l tiempo del emperador. 165 Stig Claesson. D elirium Clemens. 169 Pcr Olov E nquist. El hombre de la barca. 174 Lars Gustafsson. La histor ia del tío Stig. 182 Torgny Lindgren. El pase atrás. 189 Stig Larsson. D escripción de la muerte. 192 Bi og ra fí a de los autores . 197 Instituciones. 204 JUNTA DIRECTIVA DE 'lA A. C. E. Presidente: Raúl GUERRA GARRIDO Vicepresidentes: Isaac MONTERO Elen a SORIANO Secretario General: Andrés SOREL Vlcesecretarfo: Tesorero: Asesor Jurrdlco: Cannen BRAVO-VI LLASANTE Greg orlo GALLEGO Juan MOLLA Vocales: Teresa BAR BERO Mel iano PERAL LE Santos SANZ VILLANUEVA Pau MI SERACHS Jesús PARDO Jacinto LOPEZ GORGE Consejeros: Carmen CONDE Carlos BARRAL Lauro OLMO Cesáreo RODRIGUEZ AGUILERA - - - - -- -PRESIDENTES SECCIONES AUTONOMAS - - - - - - - AsturIas: Catalunya: Andalucra: Vrctor ALPERI José CORREDOR MATHEOS Rafael DE CaZAR Traductores: Est her BENITEZ SOCIOS DE HONOR: Angel M arra DE LERA FrancIsco GARCIA PAVON Jesús FERNANDEZ SANTOS Daniel SU EIRO Eduardo DE GUZMAN
EDITORIAL
En 1963 fui por primera vez a' Sueci'a,. Era, ig.ua,lmente, mi pr'imera sa1lida de España. Bus'Oaba el sabo'r de· I'a libertad. La viví precisamente en ·cas1a de Ma,rina Torpes y Frands:c'o J. Uriz. La literat,ura se ha,ce en g'ran medida de sueños., y en la vida ipe's @n, con toda su nosttall'Q'ia, 'Ios -recu'e·rdos . Y aquellos días , aquellas personas, no dejaron ya nunoa de acompaña'rme e,n l.ols largos 'años de esperanza y desenc'anto corr idos halSta hoy. Hablábamos entonces más de pol'í tica que de liter·atura. 0, para ser más precisos: no podíamos delsli nd&lr una die la otra. No era una cu'es,t ión bizantina: 'igu,al que dictadura y corrupción aparecen siempre hermanadas, belleza y libertad formaln 'un matrimonio indisolub,le . También visitábHmos la C8Jsa de Str-indberg o nos sumergíG.lmos en ell cine de Bergman . Nos a,s ombraban cos:as. extraña's para nosotro's: desdel'a ,puntualidad die '¡'os autobusle·s a la unción con que los ciudadanos se aoogían ar sO'sie go y encanto de 'I'als bibl·iotecals pública's. No había censura. Se pod ía habl'ar, ver, escribir, amar ... N'Ü voy a hablar de los escritores conocidos. Gonalgunos me se g.uí re·laC'ionando en el tiempo'. Bas,t antes f'u eron los que v'c'nd'ría'n a E'spa'ña. Con muchos de ellos viajé para q ue ccntrals.taran dos formas ,de vida, de óv'idiza'Ción. Todos nos ayudaban en nuestra I,uch'a conha ·Ia DictaJdur'a vigente y con una's odiosas 'ca'raterísticas quizás prontamente 01vidaoda,s, en nue,stro país. Ahora, palsados l.os años, reencuentro ,las ,dudas, los p'Üemas , las narraoiones de los s'uecos, en este número antol'ó g'ico que hélin preparado Mari'na Torr'es y Francisco
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EDITORIAL
J. Uriz. Ellos han sido e6·e difíc¡'¡ cordón umbi·li·cal que permitió uni'r, y a vece·s hasta con~undir, dos paÍ"ses situados en las antípod8!s de Eur-o.poa, ha'sta 'Iograr, gradals pre'cis'ame'nte a la liter·atura, el milagro de conocernos mejor, ·de ,i nter,eamb'iar, mer,ce,d a S'llS trabaj os, palllabras qu-e sie's.critas en disím il es id iomas, busc a,n al fin y all c ab o algo tan difíci,1 com o el con oc imi ento y I,a beHeza.
Es j usto s'ub ra'yar aq uí, ig.ualment-e, la 'a¡yuda que, la Unión de Escrito'les de 8ueC'ia okedó a la A,s ociación Colegial de Escritores de España desde qu e és-ta ~ue le9'alizada. Esp,eramos que este núme-r'Ü contr-ib'uya a estrechar más I-o's vínculos exist'entes en.tre am ba's a,sociaeion€s profesionales de escritores. Al realizarlo, por ot'ra parte , continuamos ofreciendo a'l -lector e's.p añol una muestra de I'a literatura que s-e hace en -estos pequeños países , de tan gi'ia n tradición cultural. Iniciamos c-on F'inlandi'a, continuamos co-n los Países Balj os y hoy o fre cemos el de 8ue'Cia. Espe'ramo s continuar re-c orriendo las -lit erat uras europeas para -una mayor r-e-l'aoOi ón y conocimiento de "l'a -ohm r'e alizada y que h-oy se reall'iza, en I,O's ¡Jaíses de nuestro Contine,nta. ANDHES SOREL
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PREFACIO
Silencioso se refl.eja el enigma en la savia apacible Aquí hay una claridad que nadie percibe en la urdimbre de la hierba Silencioso mira el ganado con ojos verdes Baja con sosiego vespertino hacia el agua y el lago ofrece a todas las b ocas su enOI"me cuchara
OMO en el poema de Han'y Martinson, este número de REPUBLICA DE LAS LETRAS tiende a los lectores españoles una enorme cuchara llena de poesía y literatura del lago sueco, de las aguas suecas.
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El agua es un elemento importante en la literatura sueca. Suecia es un país grande y alargado, rodeado de archipiélagos y mares, atravesado por ríos, arroyos, lagos, lagunas, pantanos y riachuelos. La sólida alianza de la literatura sueca con la I~atural eza se nutre con frecuencia y al pie de la letra del agua: el cambio de estaciones, los juegos de luces, lo rumoroso, lo chispeante, el gotear y el fluir de la lengua. La literatura sueca a través de lo s siglos es más una literatura afincada en distintos paisajes que en la cultura urbana. Es en este siglo cuando Suecia se ha convertido pOI' primera vez en un país de comunidades industriales. Las tl'adiciones y las fOn7~as de vida están aún profundamente marcadas por las duras condiciones de la sociedad campesina. El sueño sueco está todavía anclado en el paisaje. Todos desean un «lugan>, como describiera con tanta fuerza el escritor Vilhem Moberg en sus novelas sobre la emigración sueca a América. Desean tener su propio manzano, su propio embarcadero y su propio lago.
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ANDERS
CLASON
Formadas por un idioma con míces en la tmducción de la Biblia en la época en la que Suecia se hizo protestante allá por el siglo XVI, la prosa y la poesía suecas han estado a menudo y largo tiempo 11'IUy cerca de la Biblia y de las metáforas y asociaciones de los relatos bíblicos. La obra de August Strindberg es un guante rojo lanzado en mitad del «establishment» literario burgués. Nadie se ha recuperado todavía. Nadie ha sido todavía capaz de aceptar el reto del gigante. August Strindb erg es la risa suprema y el supremo dolor de nuestra literatura. Hay una rica veta clásica en la lírica sueca: Kellgren, Tegnér, Froding, Ekelund, Gullberg, Ekelof, Lindegren, Transtro111.er. Algo de ciel'to debe de haber en la historia de que Apolo tuvo sus cuarteles de invierno junto al mar nórdico e hiperbóreo y de que aquí engendró algunos hijos con las Moims. Por eso es fácil tender una mano desde nuestro Mare Nostrum, el Báltico, hacia el vuestro, el Mediterráneo ¡mar de los mares!
ANDERS CLASON
Director del Instituto Sueco
Traducción: Marina Torres
FRANCISCO
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URIZ
Sobre literatura, sociedad, escritores, libros y lectores
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STE que véis aquí embutido en un abrigo y tocado de una impráctica chistera para un día de ventisca, paseando por una calle nevada, es un hombre que está saliendo de la vida. Es la última fotografía de August Strindberg, tomada en 1912, poco antes de morir. Strindberg, cuya novela "El salón rojo" marca, en 1848, la aparición de la prosa moderna · sueca, es la referencia literaria de Suecia en el extranjero, aunque en la mayor ¡parte del mundo se le conoce muy parcialmente. Sólo al hombre de teatro, el dramaturgo. De sus cuentos, novelas, ¡poesía, libros de viajes, ensayos, cartas, etc., apenas hay unos cuantos títulos traducidos. De su perio-
dismo político, nada. A pesar de ello significa la incorporación de la literatura sueca a la gran literatura mundial, es el primer nombre realmente reconocido, aunque sea por el teatro. A pesar del prestigio que da el premio, los Nobel suecos han pasado por España sin pena ni gloria: Verner van Heidenstam es apenas un nombre y Erik Axel Karlfeldt ni eso. Selma Lagerléif, cuyo "El maravilloso viaje de Nils Holgerson a través de Suecia" se ha editado en numerosas ediciones, se ha leído bastante, sobre todo hace años. Harry Martinson y Eyvind Johnson, apenas. Par Lagerkvist sí fue un escritor conocido aunque no sé si las traducciones argentinas de "El enano", por ejemplo,
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FRANCISCO
entraron en su <lía en España sin problemas. En todo :caso no se conoció la figura del Lagerkvist de la década de los 10, la del renovador de la prosa y la poesía, la del rebelde que rechaza la adocenada literatura de su país. En Suecia, país entonces más aislado geográfica y lingüísticamente que ahora, el siglo se abre con la gran huelga general de 1909. El movimiento obrero sueco se considera ya lo suficientemente fuerte como para desafiar a la burguesía y aunque pierde aquella batalla las espadas quedan en alto para continuar la guerra. Tras la derrota, el partido socialdemócrata abraza ya abiertamente el camino del reformismo, y por su izquierda salen anarquistas y comunistas. Pero el sindicato se mantiene unitario (excepto un grupúsculo anarquista). La conquista de la democracia la iniciaron los movimientos populares en las últimas décadas del siglo pasado. Fueron las asociaciones de las pequeñas iglesias independientes de la oficial, del movimiento antialcohólico, del movimiento educativo de los sindicatos - lo que se entiende en Suecia por movimientos populares, es decir los que se dio el pueblo para solucionar sus problemas fundamentales- las que más influyeron, más que los partidos políticos, en los avances de la democracia directa sueca. El movimiento educativo de los sindicatos con su impresionante red - ¡más de ' 4.000! ~ de mo'd estas bibliotecas en lugares de traba jo y ambulantes fue el caldo de cultivo de una generación de escritores de origen obrero como tal vez no haya existido en ningún país europeo . Allí 'desarrollaron su talento Artur Lundkvist, Harry Martinson, Eyvind Johhson, Wilhelm Moberg, Ivar Lo Johansson, Jan Fridegard, "F olke Fridell , Stig Sjodin, etc. , todos' ellos escritores de origen proletario, autodidactas, fo rmados en círculos de estudio o en universidades populares. Ellos fueron los impulsores del tardío modernismo sueco. Son dos escritores finlandeses de expresión' sueca los que tienen una influencia decisiva en dicho movi-
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URIZ
mi,ento : Edith Sod~rgran y , el . temperamento vitalmente revolucionario de Elmer Diktonius. Y ''llO hay que ' olvidar la obra de Birger Sjoberg, poeta excepcionalmente popular por sus canciones de Frida, que publicó en 1926 "Crisis y coronas" que fascinó a los escritores jóvenes más atentos de aquellos años. La publicación de la antología "cinco jóvenes" en 1929 señala la aparición del modernismo. El que mejor sabía lo que quería, literariamente hablando, era Artur Lundkvist, de origen campesino. En su obra poética incorpora impulsos de la literatura norteamericana y el surrealismo francés. Para él el modernismo no es sólo el abandono del corsé de estrictas normas de versificación sino la introducción de nuevos temas en la literatura, la irrupción de la máquina y de la realidad en los entarimados salones de las torres de marfil. Es un canto al vitalismo, la libertad sexual y un ataque a la hipocresía social. Lundkvist criticó violentamente el provincialismo y fue el gran internacionalizadoL Colocó el mundo en el mapa de Suecia: la literatura norteamericana, la francesa, inglesa y latinoamericana. Otros de los "cinco jóvenes", Harry Martinson, que años después sería galardonado con el premio Nobel de literatura, es el gran poeta de la naturaleza, tal vez el poeta más sueco de este siglo, el que ha logrado dar el tono de relación de sus compatriotas con la naturaleza de mía manera más sencilla y . refinada, M~tinson en los años 50 pasó de la observación de, plantas e insectos a la deL cosmos y escribió "Aniara", epopeya cósmica en la que plasma su inquietud por el desarrollo de la técnica y el miedo a la.-catástrofe definitiva, convertida en ópera por el gran músico Karl Birger Blomdahl sobre UIi libreto del poeta Erik Lindegren. Martinson, que fue en su juventúd marinero, escribió una serie de novelas en las que narró sus experiencias viajeras en una prosa resplandeciente de poesía. Eyvind Johnson, que años más tarde compartiría el premio Nobel con Martinson , produjo en un principio una extra-
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ordinaria serie de novelas autobiográficas una mínima compensación por los présy posteriormente demostró en la novela tamos en bibliotecas públicas y aunque histórica su maestría y lo polifacético de la cantidad era insignificante la admisión su talento. del principio de retribución por el uso Wilhelm Moberg es el gran épico de la social de los productos del trabajo de los generación. Su cuatrilogía sobre la emigra- escritores fue de trascendental imporción sueca a Estados Unidos - que lue- tancia. go se llevaría al cine- es un fresco grandioso de más de dos mil páginas. El Los AÑOS CUARENTA conflicto que más interesa a Moberg es la contradicción entre el inevitable i;diEl país empezó a mejorar, pero los vidualismo y la indispensable solidaridad. acontecimientos de los 30 - el ascenso Ivar Lo Johansson es el pintor de los del fascismo, la derrota de la república campesinos sin tierras. Y luego de los española en la guerra civil y el inicio de obreros en las ciudades. A él se deben las la otra, la mundial- no eran para animás vívidas descripciones del movimien- mar a nadie. En los años cuarenta sigue domito obrero sueco. Por aquellos años aparece la obra de nando la escena literaria la generación Gunnar EkelOf "sent pa jorden" una que había aparecido en la década anteexpresión torturada de la crisis mundial rior y el modernismo se acepta ya como de aquellos años, teñida de surrealismo una corriente con plena vigencia, adopfrancés. EkelOf es el poeta más admirado tada por los escritores sin tener que de este siglo e indudablemente una de las justificar su posición. El que mejor refleja el impacto de la voces indispensables en el concierto de situación mundial en la conciencia de la poesía europea. Casi en plena crisis económica mun- un hombre es un poeta, Erik Lindegren, dial, en 1932, el SAP (partido socialde- cuya poemario que lleva el expresivo mócrata) alcanzó en las elecciones el título de "mannen utan vag" ("el hompoder político que conservaría casi cin- bre sin camino", 1942) se considera cuenta años. Es la victoria del reformis- esencial para entender la atmósfera de mo que, impregnado del eSlpíritu de Salt- la época. Son cuarenta "sonetos explosjobaden, es decir el máximo exponente sionados", poemas de catorce versos, sin mundial de concertación social , inicia la rima, emparejados de dos en dos. El larga marcha hacia el modelo. Se relanza afán de expresar el desquiciamiento de la industrialización, se inician grandes tra- los valores de una civilización que se bajos públicos y se inica la gran urbani- está hundiendo por medio de un idioma roto, desquiciado, produce un texto zación. El pragmatismo, vence. También podemos citar un suceso que difícil , hermético. Lindegren pasó poco después a dar tendría importancia más adelante en el diseño de la política cultural y es la rienda suelta a 'su romanticismo v gCll. revolucionaria reivindicación que plan- sualismo. Karl Vennberg es un poeta' coetáneo tea la Asociación de Escritores: el estado tiene la obligación de retribuir a los es- de Lindegren, pero un moralista, sociacritores por los préstamos de sus libros lista, con, bien es verdad , una gran dosis . en las bibliotecas públicas. Un préstamo de higiénica ironía. Vennberg observa con p esimismo un sin compensación económica era, según su criterio, tilla confiscación del ¡produc- mundo que se estaba destrozando ante los ojos del país neutral. Expresa en una to del trabajo del escritor. La polémica fue dura. Los ánimos se poesía comprometida ll ena de angu stia, calmaron pero hubo que esperar hasta la impotencia y el nihilismo - y la mala 1954 - ¡veinte años!- a que 'el Parla- conciencia- que provoca la neutralidad . mento aceptase asignar a los escritores La sensación de estar en un circo roma-
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FRANCISCO
no viendo a tu hermano en un d.~sigual combate con un experto gladiador o de ver los toros desde la barrera. Es el introductor de Kafka en Suecia y gran periodista. Esa generación la completa W. Aspenstrom, poeta, autor de relatos y piezas teatrales. Bertil Malmberg, que se incorporó al modernismo después de unos inicios muy clásicos, parece un típico representante de la generación de los cuarenta. También por los mismos años destacan dos personalidades muy populares: Karin Boye, poeta y novelista, y Hjalmar Gullberg, poeta y traductor, entre otros, de Lorca y de Gabriela Mistral. Stig Dagerman fue el que mejor presentó en prosa la condición desamparada del hombre, como Lindegren había hecho en poesía. Especialmente en "La isla de los condenados" de 1946. Fue muy destacada su labor periodística. Se suicitl') a los 31 años. La'rs Ahlin es el gran novelista de los cuarenta. "Tabb, el del manifiesto", 1943, es la historia de un vagabundo que ad mira el manifiesto comunista pero que al verse rechazado como lumpen por el marxismo acepta el reformismo. Es un novelista de marginados y desheredados, gran creador de 'Personajes y narrador excepcional que muestra siempre una gran ternura por los más desamparados. Quiere cantar por los condenados. Pero su afán de ser una especie de med iador entre el lector y Dios lo hace un po·:.'o pesado y su complicación formal lo convierte casi en un novelista para novelistas. La posguerra no trajo al mundo la paz sino la guerra fría con su polarización maniquea de los imperios del mal y del bien, EE.UU. y URSS. En Su~cia hubo una serie de escritores que se negaron a seguir la corriente, negaron la obediencia ciega a la voz del amo norterm vricano, y que arrostraron los peli gros de ser considerados comunista~ : Artur Lundkvist, Karl Vennberg, Stig Ca-lsson, Peter Weiss, etc., son algunos de los nombres que se pueden recordar. Mantuvi ~ron la dignidad y no se convirtieron
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en instrumentos ciegos del anticomunismo primario. Los CINCUENTA Son los años del gran desarrollo económico del país basado en una industria y comercio intocados por la guerra. La necesidad de mano de obra obligó a grandes traslados de población allí donde le hacía falta a las grandes industrias. Se asientan los cimientos de un modelo basado en la limpia y sensata administr~. ción de la sociedad en beneficio d~ la mayoría, del interés común. Es la década del neorromanticismo, del idilio, la nostalgia y la bohemia, la literatura exquisita, el yo centro del mundo y de la literatura. Lars Gyllensten, de formación científica, el genio de la ironía y la intelectualidad -se puede citar la historia de su "Cámara Obscura", obra poética escrita en broma en una noche que, 'p ublicada bajo seudónimo, fue acogida con gran interés por los críticos- , gran profundidad sicológica, prosa de gran calidad. Su "A la sombra de Don Juan", es una interesante variante sobre el eterno tema. Lars Forssell, poeta, letrista de canciones y dramaturgo, poeta que adopta máscaras diferentes para su creación. Es ¡:or entonces cuando aparece Tomas Transtromer, el poeta más apreciado y traducido de los vivos. Y a la misma generación pertenece un excelente poeta, Lasse Soderberg, una de las personas claves en los intercambios entre Suecia y España, difusor de la cultura española en Suecia, extraordinario traductor de casi todos los poetas notables en castellano, animador de espectáculos, música, teatro, revistas literarias. etc. Dos escritoras debutan más o menos al mismo tiempo: Birgitta Trotzig y Sara Lidman, una originaria del sur y otra del norte; una busca algo en que creer y lo descubre en el catolicismo, y otra encuentra en el compromiso político una pasión de vida. Tres singulares artistas del idioma, de la miniatura; Bengt Anderberg, con sus
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breves apuntes y sus deliciosos cuentos eróticos, Willy Kyrklund y su interés por el Oriente, y Stig Claesson, el autor que tal vez mejor haya plasmado el drama del abandono del campo, en sus imágenes breves de Suecia. EL MODELO SUECO Y LA POESÍA EXPERIMENTAL
En los 60 las pacientes reformas soci;lies convierten al país ante el mundo -no tanto ante sus propios ciudadanosen el "modelo sueco". Es la esoerad a tercera vía entre el capitalismo sal-vaje y el comunismo opresor. Son también los años en que el SAP marca su compromiso con el Tercer Mundo que tan luminosamente encarnó la figura de Olof Palmeo En poesía es un decenio inicialmente de experimentación - grafismo, poesía concreta, etc.- con intentos de destruir el idioma viejo ,p ara crear uno nuevo y que, como casi siempre, quedaron en la primera parte del programa. En todo CdSO es la década en que GUllllar Ekelaf, utilizando el viejo idioma gastado, asombró al país con su trilogía Diwan, la obra más importante de la poesía sueca de este siglo. Surge la "nueva sencillez": "Todo es literatura. Todo es poesía. Todos somos poetas." Una reacción radical a la oscuridad y complicación de los cuarenta. También por aquellos tiempos surgió una poesía feminista que ataca las deficiencias, en lo relativo a la mujer, del hogar de todo el pueblo (masculino) ... Son ja Akesson, muerta en 1977, es una de sus grandes representantes. Pero lo que caracteriza a la década es el compromiso político de un buen número de escritores con Vietnam y el Tercer Mundo, compromiso que lleva a algunos autores a la drástica posición de su autoeliminación como escritores al rechazar toda literatura que no sea política. Artur Lundkvist sigue siendo un ejemplo: comprometido políticamente, sí, pero defens'o r a ultranza de la literatura. Son años de viajes, de p:.-esentación de
Sven Lindqvist
continentes: grandes reportajes de A f[ur Lundkvist sobre la India, de Sven Lindqvist sobre Asia y América Latina, y de Jan Myrdal que alcanzó fama mund ial con su libro sobre una aldea china. Pero los libros que más impacto causaron - en realidad cayeron como ~en das bombas- fueron los del poeta Garan Palm, uno sobre la explotación del Tercer Mundo y el otro sobre el tendencioso adoctrinamiento (de derechas, 0bviamente) que bajo la etiqueta de obj(!tividad se daba en las escuelas del país. Luego Palm abandonó la literatura y se fue a trabajar anónimamente a la gran multinacional sueca LMEricsson, experiencia de la que sacó dos libros. La aparición en la revista BLM del poema de Garan Sonnevi "Sobre la guerra del Vi etnam" , fue la señal de salida para una avalancha de poesía comprometida. Hasta en los libros para jóvenes o niños se incorporaba el mensaje político. Uno de sus más notables representantes es Sven Wernstram que escribió para jóvenes sobre los niños mexicanos y la
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revolución cubana y hasta de un J esu- en 1978; la llegada de un agitador socialcristo líder de una guerrilla palestina en demócrata de la capital a una de las zolucha con Israel. Y una especie de ma- nas más abandonadas del país y su chonual novelado para hacer la revolución que con la religión, los prejuicios contra en Suecia que, por cierto, terminaba con el socialismo y lo retrógrado de las ideas, y hasta el idioma, de los habitantes. Es la intervención del ejército. Sara Lidman es el ejemplo más cono- una de las novelas ,p or las que más afeccido. Famosa en su juventud por las no- to siento y que más me ha enseñado velas que tienen como fondo su región sobre un país en el que he vivido la mitad del norte, un viaje por Africa del Sur y, de mi vida. Su última novela "Nedstorsobre todo, la guerra del Vietnam la con- tad fulgel" (El ángel caído), 1985, es una vierten en la conciencia sueca. La frágil fi- desgarradora historia de amor de un gura de Sara, con su tronante voz, se con- hombre con la cabeza femenina que virtió en la más tenaz crítica de la agre- le ha salido encima de la suya como si sión norteamericana a Vietnam en tri- fuese la lámpara de un minero. bunas, encuentros, prensa, etc. Su comTambién en los 60 debutaron dos nopromiso internacional le abre los ojos a tables escritores: Lars Gustafsson, poeta, la realidad de su región. En 1968 pu- filósofo, ensayista y novelista abundanteblica "Gruvan" (La mina), un reportaje mente traducido al castellano y Sven Delsobre las condiciones de trabajo de los blanc, autor de "Esperanza", la gran mineros que tiene el honor de ser cali- serie de Hedeby, tetralogía de Sodermanficado por el presid ente de la central sin- land en tiempos de la segunda guerra dical del país como la causa de la huc-lga mundial. más importante de la historia de la SueAmbos formaron parte del coro de cia contemporánea. Acusación que, en críticos que a finales de los 70 empezó aquell os años, me sonó bastante fraguista. a atacar a la sociedad del bienestar sueco, Terminada la guerra se instala en su calificándola de Estado totalitario, afirmaregión natal y publica entre 1977 y 1983 ción que sODprendía a los observadores la obra más asombrosa de la prosa sueca extranjeros pero que políticamente a:procontemporánea, un a creación idiomática vechaban. singular, mezcla de apasionada poesía, En los años 60 la inmigración de itadialecto e idioma bíblico. Una tetralogía lianos, húngaros, yugoslavos, españoles, épica sobre la construcción del ferrocarril checos y luego la avalancha latinoamerien la región más septentrional del país. cana ha producido algunos escritores inUn poco antes, P. O. E nquist, novelista, migrados. Unos siguen escribiendo en su dramaturgo, escritor satírico, periodista lengua materna: Peter Weiss; otros María de gran talento, se inicia a la fama con Wine, importada por Artur Lund kvist, una novela-documento "Legionarerna" escribe en sueco, lo mismo que el griego sobre unos ciudadanos de los países hál- T. Kallifatides; Ozkok que sigue escriticos que habían servido en el ejército biendo en turco , etc. Los hijos de estos hitleriano y que, refugiados en Suecia, inmigrantes son ya mayores y empiezan fueron extraditados a la URSS al final ue a entrar en la literatura sueca nombres la guerra mundial. extranjeros como Miguel Ibáñez. Luego publica una novela que satisface En esta década de compromisos y de su gran interés por el deporte: la historia activismo político de los escritores se de un plusmarquista de lanzamiento de llevó a cabo una importante acción que martillo cuya lú cida filosofía de que las convirtió al Estado - tal vez sin que éste gra,nd es competiciones exigen grandes re- lo quisiese de verdad- en mecenas sultados, lo impulsa, lógicamente, a ma"real" .. La acción tenía como meta elevar nipular el martillo y hacerlo menos ¡:.c- el mínimo canon que el Parlamento les sado. Publicó su obra maestra "Musikan- había acordado en 1954 por los préstaternas uttag" (La salida de los músicos), mos de las bibliotecas públicas.
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EL ABANDONO DEL COMPROMISO POLÍTICO
A finales de los 70 va diluyéndose la idea del compromiso político en literatura y las aguas vuelven a su cauce. Es la década de la crisis económica y de la pérdida del poder del SAP en 1976. Los problemas de Vietnam, la invasión de Camboya y la crisis del comunismo en cualquiera de sus variantes - china, soviética, polaca, etc.- no dejan de influir hasta en los escritores más comprometidos. Garan Sonnevi, el gran poeta, junto con Lars Norén, de los 70 escribe poemas de amor y de decepción, extraordinariamente sinceros y expresivos. Suecia es un país grande, poco poblado, con sitio, con buenas posibilida010f Palrnc des de gozar de la naturaleza. Hace apeLos escritores Mbilmente dirigidos por nas treinta años el contacto con la sola Sociecad de At.:t:Hes (CO:1 lln a campaña ciedad campesina estaba muy vivo ya bien .orquestada en los medios de comuque la intensa urbanización no había roto nicación) vaciaron literalmente las bi- aún la relación directa con el campo. bliotecas y lograron llamar la atención Ahora se ha debilitado. Ya casi no quede lo que sería vivir s;n los libros de las dar¡ campesinos de carne y hueso: sólo bibliotec a~ públicas. y el Gobierno elevó máquinas y robots y grandes explotaconsiderablemente la retribuc'ón aproba- ciones. da quince años antes. El amor de los poetas suecos por la Olof Palme, entonces Min1stro de Cul- naturaleza ha incorporado un elemento tura, admitió que el Estado tiene la obli- nuevo. Ya no se canta despreocllp.lclagación de ayudar al desarrollo de la cul- mecte el vuelo de un abejorro que pasa tura y subrayó, al mismo tiempo, que la o un nenúfar que volverá el año próximo, intervención estatal debe ser mínima para ahora se tiene la sensació n de que pl1~cle evitar presiones, siempre nefastas, sobre ser algo que se contempla por última vez. la libertad de creación, condición indis- Es lo que se puede llamar poesía eC0 \ópensable del florecimiento cultural. Si el gica. Mucha de la generosidad y I?fhión Estado ayuda económicamente a los es- política y humana que los suecos vn;':: ...critores, el dinero debe ser entregado a su ron en la solidaridad con España, Vietasociación para que lo distribuya entre nam, en la campaña contra la ent'rgla sus miembros. (Un mecanismo de funcio- 'nuclear, y el pacifismo, es decir con paínamiento burocrático muy sueco y que ses, causas y 'partidos, parece que ~ han permite tener un Ministerio de Cultura volcado en defensa de la naturaleza. No con 30 funcionarios). El dinero va en es una casualidad que los verdes tengan parte al autor cuyos libros se han pres- representación en el Parlamento desde tado y en parte a un Fondo de escritores: 1988. De finales de los 70 a principios de una directiva pe 14 personas de las cuales cuatro son nombradas por el Gobierno los 80 se publican unas cuantas novelas y el resto por la sociedad de escritores que han marcado la década. El gran se encarga de distribuir anualmente entre éxito de público, con cifras de bestseller los escritores, en forma de becas, más de norteamericano, fue "Jack" (1976), la rebelión juvenil contra la sociedad del bien1.000 millones de pesetas.
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estar y la vida de la clase media, escrita a viajes al fondo de su yo. Lundkvist en en un lenguaje desgarrado por una estrella un viaje por la frontera de la muerte, la del rock, Ulf Lundell. Las dos grandes elaboración del recuerdo fantástico de los novelas del poeta Garan Tunstram, la dos meses que pasó prácticamente muernovela excepcional "Gheel" de Per Oden- to, tras un ataque al corazón. Sven Lindkvist, después de recomensteen, las de Klas Ostergren, "Fantomem a", novela de amor sobre jóvenes dar el estudio de la historia local, de las del 70 en busca de sí mismos, y " Gentle- relaciones de poder en el entorno más men", sobre los 50, una época dura en próximo de las personas en su litro el que los gentl emen son devorados por " Cava allí donde estés", se ha lanzado gentes implacables, la interesante y la por los caminos de la autobiografía en fascinante historia de Wijkmark "Dres- diferentes formas. Myrdal busca en sus sinet", el asombroso viaje de un jesuita últimos libros la recuperació n de su iny tres monos en una dresina a través del fancia, pero el autor no los considera Atlántico y sobre todo la obra maestra autob iográficos a pesar del debate que "El camino de la sel1piente sobre la ro- originó con sus padres, dos de las más ca" de Torgny Lindgren (luego ganador importantes p ersonalidades del partido con su hi storia bíblica Betsabé del pre- socialdemócrata sueco. mio Fémina en Francia) que lanzó a la fama a este gran escritor. La narración TEATRO Los dramaturgos suecos de los años 50, es de gran brevedad; es una variante de la historia bíblica de Job y una metáfora por ejemplo, Lars Forssell apenas han de la deud a externa que atenaza a los traspasado las fronteras nacionales. Los países pobres. Stig Larsson, poeta, pru- grandes éxitos teatrales de los 60 de los sista, dramaturgo y director de cine, es grupos independientes fueron muy locales. Curiosamente dos de las obras de más uno de los talentos más versátiles de ia éxito se presentaron en E~paña: la de cultura sueca actu al. E n los últimos años se observan algu- Sara Lidman, "Marta Marta" , una dura crítica al papel de unos sindicatos vendinos rasgos . Sara Lidman se vuelve a su región después de sus años de compromi- dos al capital que presentó el teatro de so político y escribe un a gran obra épica. la Ribera de Zaragoza en momentos relaTorgny Li ndgren obtiene su éxito en la tivamente difíciles , y "Los fabuloso s nevuelta a su región. Kerstin Ekman sigue gocios de Ivar Kreuger", publicada por en Katrineholm la transformación de la la revista Yorick en un número especial vieja soc iedad en el estado del bienestar. dedicado al teatro sueco, y que llevó a T unstram y Sven Delblanc también son escena el también aragonés J. A. Horregionalistas . (Claro que existen descrip- migón. ¿Por qué será esa fijación de los ciones de la ciudad, pero no iría muy ara¡¡;oneses con Suecia? descaminado si dijese que las mejores En estos últimos años dos escritores descripciones de la sociedad sueca urbana han logrado una difusión internacional del Estocolmo de hoy la han dado Wah- en teatro: un novelista, P. O. Enquist, ha lOa-Sjawall en su serie de diez novelas tenido un éxito mundial con su obra policiacas, serie que se cierra con "Los "La noche de las Tríbad as". Una de las terroristas", premonitoria novela en ia primeras presentaciones fue la versión que el primer ministro sueco es asesi- del Lliure, luego la obra se publicó en nado por un disparo realizado a unos Primer Acto. Enquist ha seguido escricentímetros de él.) biendo teatro "A Fedra" y "De la vida Pero hay más. Los tres escr itores que de las lombrices". que presentó fug·· se han movido por Asia, América Latina, mar Bergman en Munich. El poeta, Lars Europa y Oceanía como peces en el agua Norén, cuya andadura intern acional em- A rtur Lundkvist, Sven Lindqvist y Jan pieza ahora, es el dramaturgo más notaMyrdal- han dedicado sus últimas obras ble de los 80, que ha l1 ::'!1ado los escena-
SOBRE LITERATURA, SOCIEDAD, ESCRITORES, LIBROS Y LECTORES
rios suecos con su obsesiva investigación de los lazos y ataduras en el seno de la familia con un diálogo cuya brillantez y precisión nos ll eva a pensar en Strindberg. Una literatura un tanto marginal pero muy apreciada en Suecia es el teatro radiofónico que iniciado en los años 30 sigue manteniéndose con gran vigor. El gran éxito de la literatura sueca en castell ano son las novelas policíacas de Wahloo-Sjowall y los libros para niños, especialmente los de Astrid Lindgren, y María Gripe. EN TODAS LAS PARTE (DE EUROPA) CUECEN HABAS
En los últimos años, el asesinato de P alrne, la falta de confianza en la policía, el escándalo de la exportación de armas, las condenas de Suecia en el Tribunal de Justicia Europeo, etc., ha roto la confianza en el modelo. Los suecos ya son
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como todo el mundo. Ya no son la excepción. Pero tampoco hay que dramatizar. Lo que sí es grave: de una sociedad construida sobre la solidaridad se ha pasado a otra basada en el consumismo más extremo --en la que la felicidad individual, el dinero fácil, el éxito económico son los valores más apreciados; un a sociedad en la que se encuentran a sus anchas los tiburones financieros en su submundo de especulación y de la bolsa- ¡ay, pobre socialdemocracia, dónde están tus valores! Evidentemente aún queda más solid aridad que en la mayor parte de los países, pero es preocupante este desplazamiento de valores porque la socialdemocracia poco tiene que rascar si caen de sus banderas la libertad, igualdad y solidaridad. Y si sólo las deja para las pancartas del 1.0 de Mayo. En los últimos años la literatura sueca está sufriendo una gran crisis de lectores.
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Lejos están aquellas cifras de hasta 50.000 ejemplares -para una población de 8 millones- que podía vender hace treinta años un Evert Taube o HjaImar Gullberg o Martinson. (Sin embargo las recientes ediciones de bolsillo de la ¡poesía de EkelOf se han vendido en tiradas fabulosas.) A finales de los 60 se produjo el primer estancamiento en la venta de libros. Los primeros que sufrieron fueron los poetas. ¡No se arredraron! Se lanzaron a la guerrilla del ciclostilo La ayuda del Consejo Nacional de Cultura garantiza la edición de la literatura de calidad ... pero ¿hay lectores? Inquieta también la situación de las librerías. Dentro de poco ya no las habrá, habrán dejado su sitio a sunermercados o hipermercados de libros donde la oferta será grandiosa pero de tres o diez títulos, renovables sin cesar, el 90 lOor 100 norteamericanos, tal vez hechos con ordenador .. . Hoy, por ejemplo, más de la mitad de las obras de Strindberg, el escritor más .grande del país, son inencontrables en librería -hay que acudir a las librerías de viejo- y sus obras completas se 'tienen que publicar con una millonaria
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subvención estatal. Hoy, la edición de la mayor parte de la literatura seria se hace con ayuda estatal. Lo que más preocupa es como en casi todos los sitios la pérdida de los hábitos de lectura o, aún más, que los niños no los adquieran. Y es la escuela la que tiene la primera responsabilidad. Hace muy poco se publicó un manifiesto firmado por sindicatos, ¡patronal, asociaciones de alumnos, etc., en el que se subraya que la lectura de obras literarias es una parte del trabajo escolar. "Una de las tareas más importantes de la escuela es enseñar a leer a los niños. Por medio de la lectura los alumnos reciben los conocimientos sobre los que están basados nuestro idioma, nuestra sociedad, nuestras tradiciones, nuestra identidad y nuestro futuro . La lectura de obras literarias proporciona vivencias placenteras de belleza, emoción, tragedia, humor y conocimientos. En los libros los alumnos encuentran las experiencias e interpretaciones de la realidad de otras personas lo que profundiza su compreñsión tanto d-e su situ ación vital propia y la de los demás." ¿Tal vez un motivo de optimismo?
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CAVILACIONES
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La gran lección
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Ise pudiera imaginar por una vez que quienes están en determinadas posiciones fueran capaces de aprender algo, incluso de la historia Ca la que por lo demás citan asiduamente), no cabe duda de que los últimos acontecimientos de Francia encerrarían una de las lecciones más instructivas para ellos. Al repasar con cierta atención los hechos que se han producido en todas las revoluciones, tanto en las religiosas con Lutero y después de Lutero, como en las políticas, se descubre una cosa de mucha importancia: la extraordinaria paciencia que pone de manifiesto el pueblo, hasta unos extremos que no pueden menos que sorprender al espectador imparcial y que no se agota antes de que se hayan probado y agotado prácticamente todas las salidas pacíficas posibles para la consecución de mayor justicia y de progreso de la civilización, unida a una fuerza irresistible para derribar definitivamente los obstáculos y aniquilar toda oposición una vez demostrado que la autoridad del gobierno y las clases que han tomado en sus manos las riendas de la sociedad se niegan a prestar atención a las demandas equitativas y al sentido común en favor de una evolución más perfecta de la sociedad y de una situación mejor y más justa. ¿Cuántas innumerables veces, con solicitudes de tooo tipo, escritos, discursos, peticiones - todo amigablemente y ,presentando razonesno se ha llamado la atención de los gobiernos y de las clases burocráticamente oligárquicas sobre la justicia y la necesidad de mejoras sociales, tanto en el ten-eno religioso como en el político y el económico? Y ¿qué han contestado los gobiernos y las clases altas a esto? Palabras. Casi siempre han dado buenas palabras; pero hechos que respondan a las palabras, ninguno o muy pocos. ¿Qué conclusiones podía sacar de esto el pueblo? Que en el fondo y de corazón no se
ha querido ni se quiere otra cosa que engañarle. P ues ¿por qué si no mentir incesantemente, dar largas, y toda vez que se oe;de una pu.lgada de espacio para una justicia más alta y -un mejoramiento del pueblo, mostrar sin embargo que nunca se ha hecho de otro modo que constreñidos a ello? No puede menos que resultar cada vez más claro que los detentores del poder en realidad no desean en absoluto nada bueno a las personas; consideran su posición en el estado como un botín del que se han apoderado y del que piensan disfrutar con toda la tranquilidad posible. Cuando finalmente ya no encuentran ninguna posibilidad de conservar sin mengua todo lo que han tomado de derechos y bienes del resto de las personas, entonces empiezan a transigir. Pero su criterio, su inalterabe criterio, es el de no soltar nada mientras puedan. Humanidad, civilización, justicia, equidad, son para elloS'. palabras útiles a efectos de "distraer" al paciente y confi ado pueblo; pero jamáspara ponerlas en práctica y realizarlas. Sin embargo, al hacerse esto cada vez: más claro a ojos de todos, tiene que resaltar también finalmente como una ver-dad indiscutible, como un axioma, ante' las naciones, que el principio perverso mismo de los estados radica en la índole de sus gobiernos. Cuando en otros tiempos las naciones eran arrastradas a luchar entre ellas conducidas por sus dinastas y sus clases aristocráticas, deseosos de obtener ventajas unos sobre otros con la sangre del pueblo, y de asegurarse aún más de la propia represión del pueblo, resulta que, así como el citado axioma aparece cada vez más claro para todas las personas, también es obvio que la única guerra verdadera que, de ahora en adelante, puede sobrevenir en Europa, al menos en términos generales, se limita a una lucha entre las naciones por un lado y el principio perverso suspendido sobre ellas por el otro ( .. .).
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El ejemplo que recientemente se ha manifestado en los sucesos en torno a Luis Felipe ¿qué significa para el resto de Europ~? ¿Quién le sentó en el trono en 1830 sino el pueblo francés? ¿Quién ha esperado, ha creído, ha confiado, e incesantemente ha sido engañada por él en sus más equ itativas demandas de cumplimiento de la Constitución de Julio, desde hace diecisiete años y medio, sino la nación francesa? Así provoca finalmente él mismo la catástrofe de febrero de 1848 . Y sin ilusión alguna podría añadirse que lo que el principio maligno del gobierno ocasiona en París estos días está, po r las mismas razones, a la puerta de otros muchos lugares en el continente, en tanto los que tienen el poder no adopten a tiempo la sabia decisión de los reyes de Nápoles y TurÍll. La misma paciencia que el pueblo francés ha tenido con Luis Felipe durante casi dieciocho años la han mostrado los alemanes en más alto grado aún para con algunos de sus dinastas y a~apara dores de !a sociedad. Cuando un día también se agote la paciencia en Alemania,
ALMQVIST
no dejará de haber quien empiece a clamar que es cuestión de descontento insolente, de impaciencia, de insubordinación, etc.; porque los pueblos, según dicen ellos, no tienen ningún derecho a romper las cadenas que individuos egoístas de las clases altas les han impuesto mediante leyes que ellos solos, sin el pueblo, han tenido a bien instituir y, poste riormente, con igual arbitrariedad, administrar. Lo que de manera señalada distingue a la revolución francesa de 1848 es, por lo que hasta ahora se ha podido ver, el alto grado de moderación del que los propios revolucionarios han hecho gala, así como su talento práctico para restablecer el orden en la sociedad, de lo que han dado brillantes ejemplos y en lo que el pueblo en general les ha prestado su concurso. Este es un asunto sobre el que habremos de volver con algunas palabras en la próxima ocasión, toda vez que nuestros adversarios, ante toda revolución política que surja del p ueblo, nunca están dispuestos a imaginar algo que no sea anarquía y caos.
Traducción: Marina Torres
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STRINDBERG
Extractos del prólogo a la primera parte de
¡¡'Historias de matrimonios"
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IN embargo, sacar de su contexto ahora, bajo las actuales circunstancias, la cuestión de la mujer, es imp::lsible y perjudicial. El deseo de liberación de la mujer es lo mismo que el inquieto deseo de liberación del hombre. Emancip::!mos, pues, al hombre de sus prejuicios y así se liberarán las mujeres. Pero debemos luchar juntos por ese objetivo, juntos, como amigos y no como enemigos. Lo que la mujer del futuro , de un futuro más o menos lejano, tiene derecho a exigir incondicionalmente, voy a decirlo a continuación, para que nadie me tache de tener opiniones reaccionarias, y lo presento bajo el siguiente epígrafe: Los
DERECHOS DE LA MUJER
que le corresponden por naturaleza, pero que le han sido arrebatados por un orden social subvertido (no por la tiranía del hombre). 1. Derecho a la misma educación que el hombre. Con esto no quiero decir, nunca lo repetiré bastante, que la mujer piense que se eleva hasta el hombre al aprender todas las inutilidades que éste tiene que meterse en la cabeza ahora. El porvenir, que suprimirá todas las diferencias entre escuela primaria y escuela secundaria, examen de estado y cualquier otro examen, se verá obligado a establecer un único y común examen ciudadano que sustituirá a la ceremonia de la confirmación religiosa. Este examen será idéntico para hombres y mujeres y sólo abarcará un conocimiento completo del arte de leer, escribir y hacer cuentas, así como nociones de la legislación del país de origen, de los derechos y deberes ciudadanos y una lengua moderna. El que
luego quiera aprender lo que opinaba Cicerón de Lucio Sulla o las intenciones de Moisés para con los hijos de Israel, que lo haga si es que tiene tiempo para tales lujos, porque el porvenir va a exigir de cada ciudadano que trabaje con su cuerpo para ganar su sustento, tal y como lo ha determinado la naturaleza. 2. Las escuelas serán mixtas, para chicos y chicas, con objeto de que ambos sexos aprendan a conocerse pronto y no como ahora, que los chicos andan imaginándose que las chicas son ángeles, y las chicas que los muchachos son caballeros. De este modo se evitarán también todos esos pecados mudos de la fantasía y de la precocidad, que tienen su origen en el aislamiento de los sexos. 3. La chica disfrutará de la misma libertad que el chico para tomar la iniciativa y elegir compañia donde le parezca. 4. La completa equiparación entre los sexos abolirá la odiosa hipocresía de la llamada galantería o cortesía con las damas. En consecuencia, una chica no exigirá que un muchacho se levante y le deje el sitio, porque esos son los signos de sumisión del esclavo; y un hermano no deberá acostumbrarse a que las hermanas le hagan la cama o le cosan los botones de las camisas . Esas cosas se las hará él mismo. 5. La mujer tendrá derecho de voto. Cuando, en el futuro , la actual confi rmación consista en un examen sobre la legislación vigente en la sociedad en la que vive, y cuando el estado, al igual que hacen las empresas ahora, esté obligado a entregar una memoria anual a cada ciudadano, la mujer podrá, igual que el hombre, juzgar a qué persona o causa debe dar su voto.
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STRINDBERG
6. La mujer podrá ser elegida para desempeñar toda clase de tareas, lo cual, bajo la autonomía, no será más difícil que ahora cuando, de la manera más inconsecuente, le está permitido ser regente. La autonomía no será un gobierno profesional sino más bien como es en la actualidad el gobierno municipal, es decir, una misión de confianza a realizar en los ratos libres . ¿Puede haber algui en más prudente y capacitado para gobernar que una anciana madre que en la maternidad y en el manejo de la casa ha aprendido a gobernar y a administrar? (Nuestros antepasados tenían tal devoción por el buen juicio de las ancianas que 'les atribuían una sabiduría sobrenatural.) 7. A través de esto se irían suavizando las costumbres y también las leyes porque nadie ha aprendido a ser más indulgente que una madre, nadie ha aprendido lo paciente, lo poco exigente que se debe ser con los imperfectos -hijos de los hombres, como una madre. 8. La mujer estará liber'ad a del servicio militar. El que crea que esto es una injusticia que tenga en consideración el hecho de que la naturaleza ya exige d·:! la mujer su compensación en forma d~ d~ra maternidad. Además, en el po rvenIr no será nada honroso hacer el servicio de gendarme. No será más qu e un deber. 9. Como quiera que la sociedad del futuro asegurará a todos los que nacen, a través de un reparto justo de los bienes ~atural es comunes, sustento y ensenanza, el matrimonio será innecesario como garantía de dichos bienes. Marido y muj er cerrarán un contrato, verba1ment~ o por escrito, sobre su alianza por el t~empo qu.e quieran, alianza que ambos, Sill ley lli evangelio, tienen derecho a cancelar cuando les plazca. Está claro que con esto no se 'pueden prevenir casos como que dos machos quieran poseer a la misma hembra, pero la lucha no s~rá tan cruel y la hembra será la que deCIda con su elección, lo que ahora no
ocurre, porque en el futuro nadie tendrá que casarse por dinero o por rango social al no existir tales cosas. La elección será pues natural y con ello mejorará la raza.
* * * Hasta aquí sobre la mujer y el matrimonio del futuro. Lo que puede hacerse en las circunstancias actuales para mejorar razonablemente el matrimonio es: J . Que la relación entre chicos y chicas sea más libre.
2. Que la educación de los muchachos se simplifique, de modo que también la de las chicas pueda, con justicia, sim'P~ifica rs e.
3. Que la chica (al igual que el chico) no tenga que estudiar tanto sobre el pasado, pero que en cambio esté obligada a tener conocimientos sobre el sistema social actual a fin de que: 4. Pueda obtener lo más pronto posible el derecho de voto. 5. La falsa galantería deja de existir por sí misma y el hombre y la mujer se relacionan como se relacionan hoy los hombres. No así que los hombres celebren banquetes para ellos solos, banquetes que terminan con un brindis por la muj er que está en casa comiendo gachas con leche. 6. Se establece el matrimonio civil lo que simplifica el divorcio. No porque ~ea más probable que la p:ente se divorcie más que antes; la facilidad para obtener la separación hará que el vínculo se sienta menos pesado y sacará al hombre de la ilusión de que 'Posee a la mujer. Los hi jos seguirán manteniendo unidos a los esposos mientras no ocurran cosas más graves. El odioso precepto de las amonestacione:;, del clero o la "fuga" obligatoria quedanan por consiguiente suprimidos. 7. Derogación de los artículos de la ley referentes a la tuto ría del hombre.
«lITSTORIAS DE MATRIMONIOS»
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8. Mayoría de edad de la mujer a los 18 años sin limitación alguna.
Los hijos recibirán el apellido del padre y las hijas el de la madre.
9. Obligatoriedad del régimen de separación de bienes y capitulaciones matrimoniales.
13. La separación de lecho debe ser prescrita desde el principio. Porque un dormitorio y un lecho comunes es algo tan atentatorio contra la moralidad que acaba siendo un castigo y da pie al enturbiamiento de las relaciones, al asco, al hastío y cosas todavía peores. La mujer tendría así mayor libertad en su situación y conservaría el derecho de propiedad de su cuerpo.
10. La mujer (una vez equiparada su educación a la del hombre) tendrá derecho a ocupar cualquier puesto y a desempeñar el oficio que desee. (No obstante, dejar entrar ahora a dos millones de mujeres en el mercado de trabajo, daría lugar a una competencia sangrienta. Quizás, dadas las actuales circunstancias, haya que tolerar esta inconsecuencia a no ser que, tal vez, un exceso de mano de obra impusiera la nueva forma de la sociedad.) 11 . Al contraer matrimonio, el hombre deberá tener un seguro de vida para que, en caso de muerte, no deje a la esposa y a los hijos desamparados, siendo esto una obligación especial al haber apartado a la mujer de una actividad lucrativa. 12. La mujer conserva su nombre y no tiene derecho a adoptar el título del marido en femenino porque el título es, en la actualidad, una propiedad costosamente conseguida en la mayoría de los casos y con valor monetario. La equiparación lo exige. Y así muchas mujeres se librarán de la tentación de comprar un título con su dinero.
14. La esposa, en caso de que sólo sea esposa del marido y madre de kls hijos, careciendo por tanto de una ocupación independiente, gozará de una aSIgnación para ropas y diversiones. No tendrá sueldo, no tendrá ropas en fonna de regalos por los que dar las gracias. Pero, en cambio, tendrá el derecho de pa,e-arse sus diversiones ella misma, incluso yendo en compañía de su marido, y librarse así c;le tener que ser invitada. 15. Si durante el matrimonio la mujer ganare algo en una ocupación 'y no se encargare del hogar, estará obligada a entregar a la casa una parte de 10 que ganare igual a la del marido. Si además trabajare para la casa, se guardará lo suyo porque su trabajo en el hogar se considerará de este modo una contribución y no como ahora un servicio de· esclava.
Traducción: Marina Torres
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KERSTIN ' EKMAN
¿Q.ué es la Academia sueca?
N el concurso de televisión "Doble o sencillo" se premiaron hace un cierto tiempo con 50.000 coronas los conocimientos sobre la Academia Sueca. El programa se iniciaba con un "sketch" en el que se representaba a Gustavo III como un imbécil engreído, con pronunciación gutural de la erre, que no hablaba ni sueco ni francés. Exigía estúpida y tozudamente contar con Johan Murberg y Lorens Sjoberg entre los integrantes de su recién creada Academia, por ignorancia y vanidad, se suponía. Luego se partían de risa con aquellos dos personajes ridículos, recién encontrados en las páginas de una enciclopedia, Me apenó ver cómo maltrataban a un lingüista tan consciente como Murberg y a un poeta tan sensible y sorprendentemente talentoso como Sjoberg. Me dolió por ellos. Pienso que los conozco. ¿Qué es la Academia Sueca? En tiempos de Sjoberg y Murberg no sólo se fue formando la Academia de Gustavo III sino también los académicos. En publicaciones y discursos se discutieron aspectos estéticos y de política cultural de sus
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actividades. Pronto se prohibieron las reuniones de la Academia y estuvo a punto de ser disuelta por motivos políticos. No se había comportado fiel al régimen. Pero lo que sobre todo la caracterizó durante mucho tiempo fue el tener altas miras y escasos recursos. El trabajo del diccionario, quizá la tarea más importante entre todas las de la Academia, quedó prácticamente paralizado por falta de competencia y de dinero. Durante el siglo XIX la Academia fue una institución pobre en un marco magnificente. Cuando el testamento de Alfred Nobel colocó a la Academia ante la opción de asumir la tarea de conceder el premio Nobel hubo sensatez en la Academia. Se preguntaron, por supuesto, si tenían suficiente competencia y si ello era realmente misión de la academia. Carl David af Wirsén se empeñó en que se debía aceptar. Con el premio Nobelllegó el prestigio, la crítica y el dinero. El dinero de Nobel se utiliza naturalmente sólo 'p ara los fines establecidos por el donante. Pero durante el siglo XX han llegado grandes dona-
¿QUÉ ES LA ACADEMIA SUECA?
ciones particulares. Es cierto que a los donantes les dio confianza la manera en que la J\cademia lleva a cabo la encomienda de Nobel. Es igual de cierto que la presencia del Rey en la entrega de los premios y el hecho que los donantes sean mencionados por un largo período de tiempo, preferentemente eterno, en un contexto solemne y célebre influía grandemente en ello. Una buena gestión económica -y una favorable coyuntura para los valores en bolsa- ha tenido como resultado el que la J\cademia tenga ahora recursos muy grandes. Evidentemente la manera de ver la J\cademia no es, en muchas partes, diferente de la que se suele aplicar a gentes y empresas en nuestra sociedad . En muchas partes se hace como si la magnificencia y los dorados de la J\cademia pobre fuesen la expresión de autocomplacencia de la J\cademia rica. Pero el teatro rococó que se representa cada martes solemne, al decorar la mesa a la que se sienta la inteligencia con las velas encendidas y un antiguo tapete de seda, no es más que la expresión de fidelidad a la tradición de la J\cademia. Seguro que muchos de los académicos se sienten como cornejas en un gallinero cuando están sentados ante el ¡público, entregados a la curiosidad general, y se sienten picores, por muchos motivos, debajo de la lana. En otras partes hay gente a la que entusiasma la pompa y telefonean hasta bloquear la centralita de nuestra oficina con sus llamadas en su intento de conseguir entradas para el espectáculo. J\ un académico el juicio del mundo exterior le parece esquizofrénico. La prensa lleva ya 200 años ridiculizando activamente a la institución, en particular a sus miembros más ancianos. Pero muestra continuamente un interés por la J\cademia completamente desproporcionado a la importancia que dice que tiene, es decir ninguno. Dentro la división suele ser igual de difícil. La atmósfera de catacumba y martirio no son excepcionales en la historia
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de la J\cademia. El retraso en galardonar a aquellos para los que el mundo pide el premio no depende siempre de incompetencia. Existe realmente sensatez en la J\cademia. Cuando se exige que la J\cademia convierta al mundo en un terreno en que escoger los galardonados para su premio hay siempre miembros que se preguntan, a sí mismos y a sus colegas: ¿Tenemos suficientes conocimientos idiomáticos? ¿Podemos juzgar culturas y mundos intelectuales ajenos? ¿Dónde vamos a parar si en realidad delegamos nuestra decisión en los e~pertos? Y yo me he preguntado: ¿Debemos en realidad lanzarnos a una navegación mundial antes de haber encontrado nuestro continente inexplorado en Europa -la literatura de las mujeres? J\hí se encontraba la J\cademia hace un par de semanas, camino del mundo con algunos remordimientos en relación con su premio y con el recuerdo de la satisfactoria aceptación de su II centenario. El ambiente era en realidad excepcionalmente poco esquizofrénico. Se seguía luchando con el viejo proyecto de gramática y el trabajo con los premios suecos. Entonces ocurre algo que no había ocurrido nunca antes, ni en la historia de la vieja institución real de la Europa septentrional, ni tampoco en el mundo. Un fanático religioso y rpolítico que proclama estar al frente de una religión mundial lanza una amenaza de muerte contra un escritor. Es cierto que en todos los tiempos se han producido amenazas y violencias contra la libertad de expresión, contra el cuestionarniento de la doctrina y contra los rebeldes. En nombre de Jesucristo se han sacado más ojos y se han apretado más cuellos en el garrote de los que queremos recordar hoy. J\l arte se le ha calificado de degenerado y de no haber servido bien las ideas de la revolución, y también de antiamericano y de indecente, de blasfemo y de carecer de orientación idealista. Nos reconocemos y sin embargo no
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nos reconocemos del todo. Porque hasta este momento la vida de un escritor no había estado en juego en la escena mundial tan clara y tan aterrorizadoramente próxima. A Rushdie no lo pudieron llevar a un campo de concentración, pero el ayatola se inventó lo de hablar a un mundo de musulmanes y dijo hacerlo por inspiración divina. La vida de Salman Rushdie, si logra conservarla, estará siempre marcada por este atropello . ¿Podrá salir algún día de su escondite? ¿Lograrán un día encontrarlo finalmente? ¿Podrá volver a escribir? Nuevas amenazas pueden seguir a ésta, y ya se han lanzado. De esta manera los escritores incómodos pueden ser colocados en sus campos de concentración con decoración personal. Tienen que hacerlo, ¿qué otra cosa pueden hacer? ¿Cuál es la respuesta a este terror? ¿Y qué respuesta dio la Academia Sueca? Yo nací en 1933, el año en que Hitler tomó el ,poder tras Hindenburg, y como todos los de mi generación he visto, desde mi infancia, utilizar el terror y la violencia contra individuos tanto en mi entorno como lejos de aquí. Nunca he tenido la necesidad de tomar posición. Y he creído, por supuesto, que era evidente para todo el mundo que yo estaba contra esos atropellos y todos los intentos de ahogar la palabra libre. Pero un buen día ya no bastó con la evidencia. Me di cuenta, por fin, que tal vez no fuese tan evidente para todos en un mundo en el que la mayoría de nosotros vacilamos impotentes, oscilamos entre el terror y la indiferencia. Cuando el jueves 23 de febrero telefoneé a la Academia para comunicar mi voto en una de nu estras decisiones sobre el premio no sabía que a iniciativa de la Sociedad de escritores y del PEN club, entre otros, se había comenzado a recoger firmas para un documento de protesta relativo a la amenaza de mue rte contra Rushdie y una petición al Gobierno. Para la Academia el asunto \'a estaba decidido. Era demasiado tarde para que nosotros hiciésemos una declaración propia en el mismo espíritu, Hila
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enérgica condena del terror dirigido contra Salman Rushdie y se lo comuniqué al secretario de la Academia. La Academia decidió unas horas después no hacer declaración alguna de este tipo. Sin embargo se nos hizo saber que los que éramos miembros de la Academia no teníamos impedimento alguno para hacer declaraciones como individuos. No hubiese hecho falta, sin embargo, comunicar esta evidencia. Todos los académicos se manifestaron rá:pidamente -contra el ayatola Jomeini y contra la amenaza de muerte y contra los intentos de ahogar la libertad de expresión. No era particularmente extraño y como ya he dicho, a pesar de que DO hacía falta que se subrayase, absolutamente posible. Pero al mismo tiempo ocurrió algo que, en verdad, era imposible tanto de acuerdo con el concepto ele honor de la Academia como con sus reglas escritas. Algunos académicos dijeron que rechazaban la decisión tomada por la AC 'ldemia. Yo soy uno de ellos. No me tomé a la ligera esta violación de la lealtad . Me doy cuenta de las consecuencias. Todos los académicos pueden verse alguna vez en una situación en que la lealtad se vea sometida a duras pruebas. Si el principio no es inquebrantable, la Academia estalla. No lo fachada, eso tiene menos importancia. Se desintegra la comunidad laboral de la Academia. Las posibilidades del académico como individuo de mostrar, a posteriori, su desacuerdo con una decisión tomada por el colectivo se convierte en una amenaza latente. No se puede trabajar hasta llegar democráticamente a un arreglo bajo an',enaza. Por eso me di cuenta, ya cuando decidí declarar públicamente que no apoyaba la decisión de la Academia, de que me había colocado al margen de la comunidad y del trabajo. Me duele profundamente tener que actuar así. Pero he llegado a¡ la conclusión de que para mí lo más importante no puede ser el estar de acuerdo . Lo más importante tiene que ser aquello en que estamos de acuerdo.
¿QUÉ ES LA ACADEMIA SUECA?
Estoy aterrada por el hecho de no ha~ ber reaccionado con rapidez e instintivamente ante esta amenaza tan extraordinariamente grave contra un individuo y escritor. Estuve enfrascada más de una semana en una versión de Ezequiel para la comisión de la nueva traducción de la Biblia, en el manuscrito de la gramática de la Academia y otras científicas tareas hasta que me di cuenta que debíamos hacer algo. Y me di cuenta gracias a las señales de otros. Hubiese deseado reaccionar como los miembros de las directivas del PEN y de la Sociedad de Escritores, que ya llevaban una semana telefoneando día y noche p ara llenar sus listas de nombres. Cuando fui elegida académica lo fue a perpetuidad, y así lo entendí, naturalmente. Apenas podía imaginar que iba a encontrarme en una situación en la que para proseguir mi trabajo en la Academia tendría que partirme en dos: una persona privada y una académica. El que la persona pública, institucional, no pudiese expresar cosas que la persona privada sentía con gran intensidad y consideraba extraordinariamente importantes era algo que no me planteé ni como la más remota hipótesis. Fui elegida como escritora, ingresé en una Academia que administraba la herencia de los primeros escritores libres e
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independientes suecos. Kellgren y sus remordimientos por su trabajo al servicio de la corte y sus esfuerzos por independizar el trabajo de escritor de autoridades y yugos, me pareció una garantía de que yo nunca necesitaría meterme en un uniforme. No he querido hacerle daño a la vieja y honorable Academia colocándome al margen de ella. Pero me doy cuenta de que tal vez lo haya hecho. Tampoco he querido hacer daño a la fraternidad con mis colegas a la que doy tanto valor. Yo lo he pasado bien en la Academia y he aprendido mucho, tanto por el contacto personal como a través de las lecturas que debemos haoer, y además he bebido excelentes vinos. Pero ahora me pregunto si yo tal vez me he metido en su trabajo como si lo hiciese en un rincón tranquilo donde he podido dedicarme a lo que más me gusta, leer y escribir. Quizá me haya marginado a veces de la inquietud que debería moverme y que en todos los tiempos ha impulsado a los intelectuales a cuestionarse también a sí mismos y las circunstancias que han elegido o en las que han sido lanzados. Tengo la sensación de que me han puesto a prueba y de que yo ni me he dado cuenta de ello hasta el último minuto.
Traducción: Francisco J. Uriz
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¿Es el escritor
N mi opinión hoy los escritores suecos son esencialmente unos "outsiders". Me refiero también a aquellos de nosotros que, sin lugar a dudas, querríamos ser "insiders", es decir, participar en la vida social. Y nuestro papel de marginados no depende, por lo general, de una manera esotérica de escribir ni de una actitud duramente crítica frente a la sociedad establecida, sino más bien del hecho de que los grupos que dirigen y gobiernan nuestra sociedad consideran a la literatura seria como algo sin importancia. Durante el último cuarto de siglo hemos desarrlJnado en Suecia una democracia corporativa, lo cual implica que nada puede tener una importancia real si n'J estA bien enraizado, a nivel material, en el de los grandes colectivos profesionales, ya sean de funcionarios públicos, de trabajadores industriales o d ~ campesinos. Estos colectivos expresan, en todo caso, sus intereses, pública y abundantemente, por medio de sus propios portavoces y periodistas más o menos independientes en los diferentes medios de comunicacicí:l.
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un "insider"?
En un sistema semejante no se experimenta ninguna necesidad particular de una literatura autónoma. Como consecuencia de esto las cuestiones morales generales ---'particularmente las que afectan al individuo o a las grupos no-establecidos- se dejan al margen del debate público controlado por el "establishment". Por ello tampoco puede sorprender a nadie el que yo diga que el "establishment" político y económico en Suecia - hablando en general- es iliterato en el sentido de que no se toma la literatura en serio. Llamar a esto tolerancia represiva sería demasiado generoso, ya que la tolerancia implica conocimiento. Indiferencia represiva es una formulación más exacta. Un escrito sueco puede ser corrompido por el mercado, y así ha ocurrido con algunos de nosotros . Pero ningún político o gran capitalista trataría siquiera de corromperlo para sus propios fines porque no sienten necesidad alguna de sus servicios. Disponen de sus propios gabinetes de información o desinformación pública, para los que contratan pe-
¿ES EL ESCRITOR UN .« INSIDER»?
riodistas O ex-periodistas de la televisión o de la radio. Esta situación del escritor - la de ser superfluo a los ojos del poder- tiene obviamente sus ventajas. Uno puede contar con que lo dejen en paz y no necesita luchar por su independencia como observador crítico. No hay ningún grupo poderoso que desee la colaboración del escritor. Pero, evidentemente, eso implica un peligroso vacío en la sociedad, ya que significa que los valores estéticos, morales y humanistas carecen de importancia en la vida pública de la nación . Lo único que se aprecia son los valores cuantitativos. Y cuando el Gobierno, en casos excepcionales, busca apoyo intelectual para una nueva ley que pueda tener algu na implicación de carácter moral - como la del concepo de muerte basado en la muerte cerebral que se ha adoptado recientemente-- utili za a los intelectuales estatales, es decir a profeso res de un iversidad y jueces de los que se espera que den satisfacción a sus superiores, a los que mandan. Si un escritor - una persona independiente-- interviene en alguno de esos campos, se le quita tod a au toridad y las partes interesadas, incluida la monopólica televisión estatal, lo ejecutan en silencio. Esta falta de peso social de la literatura es sin embargo un fe n óme~o bastante reciente, surgido en los últimos veinticinco o treinta años. Es un a consecuencia de la modernización tecnocrática del país. Para facilitar dicha modernización la llamad a clase media cultivada debe ser sustituida por una nueva clase medi a, menos cultivada, sí, pero más eficaz como instrumento auxiliar, más fácil de motivar simplemente con dinero y ventajas materiales. El objetivo se consiguió con ayuda de cambios en el sistema escolar y universitario y en la política fiscal y de salarios. La capa cultural tan duramente afectada, hoy prácticamente eliminada, tenía patentes limitaciones provincianas. Pero estaba comparativamente bien informada y se sentía con ciertas obligaciones en lo relativo a la defensa de los derechos del indi viduo
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en una sociedad dominada por grandes colectivos. Y este grupo tenía otra ca racterística que es importante resaltar en este contexto: durante doscientos años había sacado adelante a la literatura sueca. Ningún partido político defendió a esas personas. Por todas partes se fueron abriendo paso a codazos la gente del dinero y de la técnica. Hoy no tenemos un público lector dispuesto a atribuir la misma importancia a la literatura como forma de cultura. El "establi shmen t" actual muestra su desprecio por la literatura de muchas maneras, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. Tenemos, por ejemplo, un IV A de libros que bate todos los récords , condenado por la Unesco; se dificulta de diferentes maneras la importación de libros extranjeros; ya no existen el Pl'ecio fijo de los libros, lo que favorece la difusión de los insul sos bestsellers norteamericanos a costa de la literatura sueca. El franq ueo de lib ros es más alto que en cualquier otra parte de E uropa. Además tenemos un sistema de venta de libros que co ncede a cada título una vida muy breve antes de desaparecer sin rastro del mercado. Este sistema mata la continuidad en la obra de un autor a los ojos del público y evidentemente ha sido creado por gentes que no tienen un conocimiento exacto de las condiciones vitales de la literatura. Y finalmente: la mayoría de nuestros cl ásicos son inexistentes en el mercado del libro así como en el horario escolar, y la radi o y la televisión dedican cada vez menos espacios a la literatura. Nuestros vecinos nórdicos no han tomado la mayor parte de estas medidas destru ctivas contra la literatura. Soy consciente de qu e lo que acabo de decir puede .parecer trivial a escritores de países que viven en condiciones de opresión. Pero esta es la situación reinante en nuestro país a ojos de un escritor sueco. ¿Y qué podemos hacer para cambiar la situación? No mucho. Podemos acentuar nuestra marginalid ad, endurecer el tono crítico en las cuestiones importantes en las que el "establishment"
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no quiere que nos mezclemos, por ejemplo la energía nuclear, la destrucción del medio ambiente, la manipulación genética; defender el valor del individuo y los derechos humanos de los grupos e individuos más desamparados, por ejemplo refugiados, minusválidos y ancianos. También podemos esperar que el valor básico moral que está implícito en una utilización honrada del idioma gane algo de terreno en una vida pública contaminada por la jerga del "newspeak". En lo to-
cante al idioma y la tradición cultural somos nosotros los "insiders", los expertos, los que sabemos. Tal vez pueda algún sector de la opinión pública volver a descubrir el valor de que la realidad sea reflejada críticamente en un medio que no es político ni comercial. Tal vez la literatura pueda ser de nuevo algo más que adorno y entretenimiento. Hay unos pequeños conatos que apuntan hacia un cambio de ese tipo. Pero no soy demasiado optimista.
Traducción: Francisco J. Uriz
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M ovimient o obrero y cultura AY una escena en la historia cultural del movimiento· obrero sueco que debería haber sido pintada por un eminente artista: Pabian Mansson, apoyado contra una roca durante un descanso en el trabajo y en torno a él, sentados en la hierba una cuadrilla de Jos obreros ferroviarios que ponían las vías. Fabian les está leyendo a sus camaradas con poderosa voz algo de Shakespeare: El rey Lear, Hamlet o La tempestad. O algo sueco. Y "los aplausos no terminaban nunca". La historia del movimiento obrero es una historia de educación .popular. "Elevar" al trabajador, hacer del obrero un ciudadano cultivado e informado era, más de lo que podemos imaginarnos hoy en día, la pasión que movía a los pioneros del movimiento obrero y de los movimientos populares. A finales del siglo pasado se promulgaron "seis mandamientos sindicales" para los miembros del sindicato: "sé puntual en el trabajo, compórtate siempre humanamente, evita chismorreos, conflictos personales e intrigas, paga tu cuota sindical a tiempo, utiliza el tiempo libre en tu propio beneficio y en el de tus compañeros y (finalmente) edúcate todo que puedas leyendo periódicos y libros así como asistiendo a conferencias". No es ninguna casualidad que el diario "Socialdemokraten" ante la huelga de 1909 animase de esta manera a los huelguistas: "¡Obreros! Utilizad los hermosos días de verano y las inesperadas fiestas para excursiones al campo. Llevad buena literatura a los bosques y aprovechad todas las ocasiones de ampliar vuestros conocimientos. ¡Eso es aprovechar la libertad que de que dispones gracias a la huelga!" Tampoco es una casualidad que uno de los argumentos más fuertes de los utilizados en la larga lucha por la jornada laboral de ocho horas era que el obrero disfrutase
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de tiempo libre suficLente para educarse. La idea central de la tradición de la educación popular y de la información es la de influir y despeltar al pueblo, combatir los prejuicios y las supersticiones. El movimiento obrero lanzó sus ataques contra los prejuicios y las supersticiones que dormitaban en la clase obrera. En las universidades populares del movimiento obrero encontré hace unos decenios alumnos procedentes con bastante frecuencia de hogares y ambientes en los que no se leía un libro jamás y en los que todo el entorno miraba con suspicacia a los jóvenes que demostraban interés por la lectura. Se temía seriamente por la salud mental de los que mostraban afición por los estudios . Para aquellos jóvenes la universidad popular fue una experiencia extraordinaria. Por primera vez en su vida entraban en contacto con un ambiente en el que el placer del estudio y su afición a pensar y reflexionar se consideraban como algo completamente natural. Hace cien años una tempestad de radicalismo recorrió el país. Sus figuras más señeras fueron Strindberg y Georg Brandes. Se exaltaba la ciencia como la liberadora de la humanidad. Se debatían todos los temas y problemas: Dios, la mujer, la cuestión obrera. Las palabras claves de los radicales eran ciencia, ilustración, educación popular. Los conservadores estaban aterrados. Curas angustiados se arrepentían de haber admitido que la tierra era redonda. Hjalmar Branting donó una parte de la fortuna heredada como contribución inicial a la creación del Instituto Obrero de Estocolmo. Pronto la tradición de la ilustración y la educación ,popular arraigó en nuestro país. Ahora, cien años más tarde, las tinieblas de la ignorancia vuelven a caer so-
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bre el país. Y ahora no son curas retrógrados y conservadores oscurantistas los que prefieren las tinieblas a la luz, sino una nueva clerecía socialreligiosa que no se había visto nunca y que bajo la capa de "progresivismo" repiten de una
manera fantasmal el mismo vocabulario de 1800: la cultura es elitista, el pueblo tiene su propia lógica y su propio idioma, cuando mejor es el pueblo es cuando es como es, cuando no ha sido estropeado por la cultura y la educación.
Traducción: Francisco J. Uriz
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El gigante mudo ante el tribunal
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UÉ era, en realidad, la Nueva Política Cultural que adoptó Suej ~ cia en 1974? ¿Y cuál ha sido el lJ resultado? ¿Aguanta que le hagan un examen desde fuera? Y, ¿cuál es la situación de esta nueva opción cultural en la nueva Europa? En este calurosísimo día en Estrasburgo los periódicos están muy excitados por una elección de la CE cuya sustancia es imprecisa. Sin embargo : aquí en la capital de Europa sucede algo muy notable. El Consejo de Europa lleva a cabo un examen total de la política cultural sueca, planteándola, en una perspectiva europea, como una posibilidad para la década de 1990 ante la que hay que tomar posición. Durante un año el Consejo de Europa ha estudiado especialmente la política cultural sueca. Cuatro examinadores presentan este día ante el Consejo un amplio material y realizan una crítica evaluación total con el ministro de Cultura sueco, Bengt Goransson, en el banquillo del demandado. . Una de esas llamadas "encuestas sobre un país". La segunda: la primera fue la •
de la política cultural francesa. Pero este día, pues, Suecia. En realidad, es extraordinariamente interesante, sobre todo pensando en el material presentado que casi llega a las mil páginas. Voy a tratar de resumir lo que se escribe, y este día también se dice, en la investigación. Las valoraciones son a menudo sOl'prendentes o chocantes para un sueco. Pero hay razones para escuchar. Estas son las conclusiones del Consejo de Europa. Desde el punto de vista de la organización la política cultural sueca es casi modélica: pequeña, bien rodada, con frecuencia ligeramente informal, pero, sobre todo, flexible y racional. El apoyo de la sociedad a la cultura es también relativamente grande y ¡proporciona a Suecia un lugar puntero, cuantitativamente, en Europa. Este modelo sueco tiene ciertos rasgos sorprendentes. Se basa en el sueño del Estado fuerte, aquel que garantizará a los pequeños y débiles el derecho a existir; en realidad el sueño liberal de la pluralidad llevado a la práctica por la
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socialdemocracia. Pero este Estado fuerte debe ser mudo o ciego. El gigante estatal no debe saber lo que da, ni tampoco lo que recibe a cambio de lo que da. Es el sueño del Estado bueno, mudo, ciego, pero, sin embargo, siempre a mano. En la práctica, este gigante, que jamás controla nada, existe corporeizado en un amplio sistema de subvenciones extraordinariamente complicado, en todos los niveles culturales. La mudez existe en la casi total ausencia de funciones de control. "La sencillez y la falta de exigencias del sistema de subvenciones no tiene parangón en la Europa occidental." Esto produce dos efectos. Uno es la excepcional libertad. El otro una incapacidad, igual de excepcional, de comprobar su eficacia. Esto último tiene, a su vez, dos consecuencias. Por un lado la libertad puede hacer agua como un cedazo, crear una cultura de pacotilla, pero no plantear exigencias de calidad. Por otro este silencio del Estado mata un diálogo posible con aquellos que crean cultura (repito, son las conclusiones del Consejo de Europa, no las mías) . Control, exigencias y examen pueden implicar una falta de libertad, pero también una exhortación a conversaciones animadas y con ello renovación. El Estado carece por ello de medios efectivos de comunicarse. Por eso el Estado sueco ante el decenio de 1990 debe asumir la responsabilidad de un debate estratégico sobre las cuestiones de la calidad - que son ahora en Suecia un concepto tabú según los examinadores- y de nuevas prioridades. "Parece haber una gran resistencia a reducir las subvenciones a cualquier actividad." El nuevo plan trienal que se inicia ahora debería tener como resultado repensar las cosas. Suecia tiene el teatro más subvencionado de Europa, pero debe sopesar los costos con lo que saca de ello. El público disminuye, mientras aumenta el número de empleados: el problema del coste-beneficio del teatro sueco es grande. Se debería, por lo demás, modificar el principio de entradas bara-
tas, por ahora una vaca sagrada, y obtener taquillas más altas. La seguridad en el empleo existente en el mundo del teatro debe modificarse para poder mantener la calidad. El teatro sueco se mantiene, en todo caso, en un nivel internacional muy alto, pero tiene que mejorar en lo tocante a calidad. En una perspectiva europea un período de ensayos demasiado largo más suena a pereza que a pundonor profesional. El trabajo nocturno no debe considerarse como horas extraordinarias. (¿Se considera así?) Más. No hay ningún país en la Europa occidental que haya hecho tanto para mejorar las condiciones económicas de los trabajadores de la cultura como Suecia (¡ ¡¿¿??!!). Sin embargo se le da demasiado al artista individual directamente, se hace demasiado poco para proporcionarle un mercado. Se corre el peligro de que los trabajadores culturales se conviertan en una clase privilegiada en Suecia '(¡ ¡ ¡!!!). . Se hacen también grandes elogios, por ejemplo a la ayuda a la literatura y al Fondo d~ escritores. La regionalización, la red de instituciones culturales que se construyen fuera de Estocolmo, es, para el Consejo de Europa, realmente impresionante. Consideran un éxito del Estado haber conseguido que los municipios asuman una mayor responsabilidad por la cultura; el modelo sueco es, en este aspecto, modélico. El desarrollo de la red de teatros regionales sin embargo ha ido demasiado deprisa. La descentralización es, pues, por un lado modélica, por otro debe frenarse, pero también :profundizarse allí donde ya se hayan construido nuevas instituciones. En el intento de llegar a un público nuevo Suecia es campeón de Europa: "diez por ciento mejor que el país que la sigue". Sin embargo se ha alcanzado probablemente ya un techo y ahora tiene que producirse una profundización. Calidad, no mayor difusión. Tampoco se llega a un nuevo público poniendo precios bajos (una vieja vaca sagrada sueca,
EL GIGANTE MUDO ANTE EL TRIBUNAL
esto de los precios bajos, que es sacrificada incesantemente). El apoyo a la cultura de los inmigrantes es modélico, pero conducirá a la asimilación, no a la pluriculturalidad. Las ansias culturales de la televisión demasiado modestas, una televisión-servicio público, es decir la del modelo sueco, debería preocuparse menos de las cifras de televidentes. La cultura regional es la mejor de Europa. Debe modificarse la actitud en la relación empresarios-cultura, caracterizada por un horror al contagio ideológico. Más patrocinadores. Suecia carece de festivales internacionales, ¿también producto de la angustia del contacto con las empresas? Hasta aquí una selección de opiniones de los observadores del Consejo de Europa. ¿Y las conclusiones de las conclusiones? Contemplados así, desde fuera, caemos fácilmente en posiciones defensivas. El generoso gigante, aunque ignore a quién ayuda, ¿no fue una vez un sueño muy positivo? La nueva política cultural de los 70 se fue configurando bajo el fuego graneado del liberalismo que hablaba de los peligros que llevaba consigo la intromisión del Estado fuerte en el campo de la cultura. El Consejo de Europa elogia también vigorosamente los ocho objetivos de la política cultural sueca (1), establecidos a princi pios de los 70. Pero, ¿se formularían igual hoy? Lo dudo. Entonces, en 1974, ni siquiera se pudo colocar entre .1os :ia-:; mosos ocho objetivos la reivindicación de que la sociedad debe mejorar las con~iciones de existencia de los artistas pro-
Objetivos de la polHica cultural La política cultural debe :
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contribuir a que se proteja la libertad de expresión y crear condiciones reales para que se pueda hacer uso de tal libertad ; da rle al ser hum ano pos ibilidades de desarrollar una actividad creadora propia y fomentar las relaciones entre las personas;
.. combatir los efectos nocivos de l comercialismo en los dominios cultura les;
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fesionales. Por el contrario había demasiadas palabras altisonantes sobre las actividades de aficionados y CÍrculos de estudio. La calidad era, sí, es cierto, una palabra fea y ausente. Hay numerosas razones para detenernos ante muchas de las críticas. ¿Nos atreveremos a cambiar nuestras prioridades? ¿Siguen siendo los grupos de teatro independientes hoy igual de sagrados? Los cuatro observadores, un francés, un inglés, un noruego y un turco, irradian sin embargo un entusiasmo compacto ante este modelo sueco. Sus reparos son a menudo bastante curiosos. Más bien uno se inclina a pensar que ellos, en su atónito entusiasmo ante un país que se ha atrevido a dar máxima prioridad a la cultura (realmente es lo que dicen), han quedad o seducidos por la consecuencia, fuerza y flexibilidad del modelo cultural sueco. Han comparado con sus propios países. Se han puesto melancólicos, lo que. dice bastante de sus propios países,. tal vez no tanto sobre el nuestro. Pasmo-so, suspiran constantemente. Raciona lid ad y anarquía, Estado fuerte y iibertad .. ¿Cómo es posible? El observador ingiés, profundal'11enteconservador, que, según sus propias pa-labras, 'Puso manos a la obra con la sanaintención de destrozar este modelo suec().l termina su tarea rebosante de entusias-· mo, besando, prácticamente, los arrecifes suecos. Pero, no obstante, una buena parte de las conclusiones del Consejo de Europa se basan probablemente en la seducción .
.. fome nta r la descentralización de las actividades y decisiones en el campo de la cultura; * co nfigurarse teniendo en cuenta las experi encias y necesidades de ciertos estratos desaventajados; * hacer posible la renovación artística y cultural ; * garantizar la conservación y la vivificación de la cultura de épocas pasadas; .. fomentar el intercambio de experiencias e ideas en los dominios culturales más allá de las fronteras lingüísticas y nacionales.
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en la ingenuidad. No han dado con los puntos débiles del modelo sueco. Hablan con devoción de que los sindicatos de los trabajadores de la cultura suecos son los más fuertes del mundo: seguro que es cierto. Pero la cruz de la moneda, es decir, el cómo el conservadurismo de esos sindicatos ha paralizado la política cultural sueca en un empantanamiento ideológico aburrido y sin fantasía, excelente para artistas diletantes pero a menudo lamentable para los que reaimente trabajan profesionalmente en la cultura, eso ni lo tocan. Que la política cultural sueca es la mejor de E uropa por ejemplo para escritores tiene que ser una broma (deberían mirar un poco a Dinamarca como modelo). Sobre la catastrófica situación de las librerías pasan sigilosamente, casi de puntillas, etc. Sin embargo este día en Estrasburgo es, de alguna manera, histórico. El modelo sueco en el campo de la política cultural es ahora un hecho sorprendente, algo que hay que odiar o amar en esta EurOlpa nuestra. Y cuando Bengt Goransson en un coloquio de diez horas desarrolla y defiende este modelo sueco es, en cierto modo, igual de sensacional que cuando apareció en los años 30 la idea del camino del medio sueco en el campo de la política social. Mucho de lo que dice nuestro ministro son cosas sensacionales en materia de política cultural para bondadosos europeos. Parte de lo que dice ni siquiera es del
todo derto: ¿fue verdaderamente el aporte de la política cultural orientada a beneficiar a las regiones lo que, por ejemplo, devolvió a los del norte su autoconfianza, los hizo permanecer en su región, y redujo el paro al uno por ciento en Suecia? (esto brutalmente resumido, lo reconozco). Los grupos de teatro independiente, dice fríamente, son ahora estadísticamente responsables, lo que ha trastocado las estadísticas teatrales ya que antes se mentía muchísimo. El jazz es en la actualidad un placer para las personas de educación universitaria y no debería subvencionarse tanto. Goransson es un socialista surgido de los movimientos populares y, por tanto, antiestatal, lo que es difícil de explicar ante el Consejo de E uropa, ¡posiblemente también en el Consejo Nacional de Cultura sueco. Sin embargo él despierta una patente atención este largo día atreviéndose a no ser europeo sino muy sueco, lo cual tiene hoy mayor interés en Europa. Tal vez se pueda prescindir de las largas ovaciones. Pero el modelo de política cultural sueco es un hecho más interesante y más conflictivo que cualquier otro modelo cultural europeo. Ello debe despertar una justificada irritación en los otros países nórdicos, tipo Dinamarca y Noruega, que invierten tanto como Suecia en cultura, pero tienen la mala suerte de no ser pintados nunca como modelo o amenaza,
Traducción: Francisco J. Uriz
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Guía breve para extranjeros
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extranjeros me p!den a veces que diga algo sobr:; Suecia. Yo sé entonces que tengo menos de cinco minutos antes de que me interrumpan con la pregunta de rigor: -Tell us about Swedish sex! No, contesto yo, prefiero empezar hablando de la relación del sueco con la naturaleza. Suecia es el cuarto país de Europa en cuanto a superficie, pero su población es de las más pequeñas del m1.lIldo. Por eso, cada sueco lleva sobre los hombros una cantidad de naturaleza, comparativamente, gigantesca. Sencillamente, no sabemos bien qué hacer con ese peso, si debemos entenderlo como un don o como un yugo. La naturaleza influye en nosotros al hacer cualquier cosa. En nuestro país tenemos dos grandes fiestas que dividen el año en dos partes iguales: Navidad y Sa'1 Juan. Inmediatamente después de Navidad empezamos a esperar ilusionadamente que llegue San Juan; y en cuanto el "árbol de San Juan" empieza a estar mustio empezamos nosotros a pensar en Navi-
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dad. ASÍ, el sueco siempre tiene algo que esperar. Esas dos festividades están profundamente vinculadas a la naturaleza, aunque de manera diametralmente opuesta. En Navidad, cuando el tiempo no nos permite estar cerca de nuestra amada naturaleza, metemos la naturaleza en nuestros hogares. Trasladamos una porción de bosque en forma de árbol de Navidad , trasladamos también mu sgo y jacintos, setas de cartón piedra, caballos de paja y estrellas de Navidad de modo que la casa se vuelve una especie de pequeño museo relleno de naturaleza expuesta . A continuación nos sentamos en este embalsamado cenador y tomamos aguardiente, nos ponemos un poquitín sentimentales y hablamos de lo mucho que amamos a la naturaleza. Para San Juan hacemos lo contrario, trasladamos nuestro hogar a la naturaleza. Mesas y sillas salen al aire libre, así como una gran parte de los utensilios de cocina. Colocamos también mosqueros por aquí y por allá y luego tratamos de
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vivir en la naturaleza como si fuera un cuarto de estar, con el cielo como techo y la linde del bosque como pared. Una vez comidas las salchichas asadas, nos quedamos allí sentados sosteniendo un whisky con soda en el brazo del asiento, nos ponemos un poquitín sentimentales y hablamos de lo mucho que amamos a la naturaleza. -Pero también hacen ustedes otras cosas durante la estación luminosa, intercala el extranjero. What about the subs? Eso no se puede negar, claro. Desde hace varias temporadas cazamos submarinos, especialmente en vacaciones. Los primeros años estábamos realmente enojados ante esas violaciones continuas. No podíamos comprender por qué la Unión Soviética -casi al m~smo tiempo que este 'Poderoso vecino del este pasaba de ser una terrible dictadura a una especie de cordial hogar del pueblo sobre una base colectiva- por qué esta Rusia nueva y bondadosa quería poner en peligro su .prestigio internacional. Pues había - iY hay!- el riesgo de que saquemos un submarino a la superficie. Entonces, si no antes -nos decimoshabrá un escándalo internacional. Quizá sí, quizá no. ¿Quién iba a .protestar aparte de nosotros? ¿Por qué babía de arriesgarse Estados Unidos, por ejemplo, a empeorar sus relaciones con la Unión Soviética por causa nuestra? Sobre todo si se tiene en cuenta que Estados Unidos seguramente lleva a cabo acciones subversivas de la misma índole un poco por todas partes. Por eso hemos repuesto fuerzas por puro instinto de conservación en lo que se refiere a las violaciones de submarinos y de ahí que un nuevo submarino sospechoso no obtenga ya titulares más grandes que la fugaz aparición del Monstruo de los mares. -¿Es verdad que toda Suecia cierra durante las vacaciones? - pregunta el extranjero.
Sí, sí, no hay por qué negarlo. Cerramos porque queremos estar cerca de la naturaleza. Por alguna razón pensamos que el mes de julio es especialmente adecuado para acercarse a la naturaleza. Las estadísticas demuestran, sin embargo, que casi siempre llueve en julio. Así que la razón en realidad debe ser que la industria automovilística -en cuya exportación basamos nuestro bienestar- necesita cerrar para prepararse ante un nuevo modelo. -¿Nuevo, nuevo? Bueno, pensándolo bien, quizá no nuevo, nuevo, del todo. Nosotros nos inclinamos más por mejoras graduales en nuestra cultura. Los golpes violentos se los dejamos a otros. Así es nuestra naturaleza. Porque nuestra naturaleza no la tenemos solamente alrededor de nosotros; lo cierto es que la tenemos también en nuestro corazón , en la propia cabañita roja del cuerpo con sus alcobas y sus salas. -¿Es eso lo que llaman Hogar del pueblo? No, no. El Hogar del pueblo es ... todo, la naturaleza fuera y dentro de nosotros; pero ahora cuando, más o menos, vamos a ser una 'Parte de Europa tratamos de' atenuar esa parte de nosotros. No hablamos mucho del corazón, la naturaleza y esas cosas. Tratamos de encontrar una identidad más ... , digamos, urbana. Los premios Nobel, por ejemplo, ahí se pueden hacer más cosas. ¿Qué sería de nuestro renombre internacional sin ellos? Porque con los premios de prestigio pasa que el dinero recae en los premiados, pero el honor se reparte de modo que algo salpica a quien los da. A estas alturas los cinco minutos han llegado a su fin y el extranjero opina que ya es hora de llegar al grano. -Cut the bullshit. Let's talk about sex and su icide.
Traducción: Marina Torres
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'España en las venas
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ARA mí España es un milagro. Vine de estudiante allá por los años cincuenta, cuando la Universidad de Barcelona estaba tan silenciosa como una cartuja. La señora a la que alquilé una habitación creía que yo era un espía. Yo tenía veinte años y se me había metido en la cabeza aprender español. Aprendí español pero consideré que España estaba perdida. España había sido un espacio blanco en mi mapa personal. Ahora era negro. ¿Por qué no había ido a París como todos los demás? ¿Qué se te ha perdido por allí? me decían cuando regresé a Suecia. Algunos me acusaban de ingenuidad política. ¿No sabía yo acaso que España era una dictadura? ¿No sabía que un montón de suecos habían muerto en el frente de Madrid y en el del Ebro? En realidad, en la década de los cincuenta España 'estaba en la lista negra. Era un país al que uno no viajaba si era un demócrata auténtico. Yo les ' daba encantadoras excusas. Nos necesitan, decía. ¿Cómo van a poder romper su aislamiento si no vamos allí? La verdad es que a mí se me había metido España en la sangre. Volví repetidas veces en Jos cincuenta y pude :i r tirando gracias a mi trabajo como profesor de sueco. Entre mis alumnos estaban los sobrinos de Miró. Eraning~njeros y q uerian ir a Suecia, un país conocido como técnicamente avanzado, pero frío y aburridísimo. Los hermanos Miró me enseñaron unos artículos que se habían publicado en un periódico catalán: El que quiera aburrirse, ¡que vaya a Suecia! Los hermanos me preguntaban: Pero bueno ¿es realmente todo así? En cualquier caso había oído hablar de nuestras chicas, que, al decir de la gente, eran algo extraordinario. -Viajen a Suecia, los están esperando, les decía. PerdL el contacto con ellos. ¿Llegaron a
viajar a Suecia? ¿Viven tal vez en Gotemburgo, casados con alguna chica sueca? A mí me comenzaron los problemaS a principios de los sesenta cuando mandé unos artículos a la prensa sueca sobre Jas primeras huelgas de las minas de Asturias. Me metieron en la cárcel y me expulsaron del país. Muchas gracias, dije. Nunca más España. Ahora me siento como si hubiese recuperado una patria. España se ha abierto, para bien y para mal. Es verdad que el país sufre de las mismas miserias que el resto de Europa: paro, drogas, delincuencia, terrorismo. Pero a pesar de eso. Es un error decir que España se abre. España estalla. Me dejé arrastrar por "la movida" y todo lo nuevo que está .pasando. No duermas, hay que seguir hablando, me dicen en Madrid cuando trato de irme a la cama a las h'es de la mañana. Me acuerdo de cuando llegué a Barcelona en 1977 para informar de las primeras elecciones libres. Había ya chicas desnudas en el cuerpo de baile del Molino. Había ciento treilflta y seis partidos' políticos. Me fueron diciendo las siglas que debía aprender para entender ]0 que estaban pasando: PSP, FPS, SIDSE, PSOE. ¿Puede la gente distinguir estas siglas? No, me contestaron. Hablé con socialistas que tenían miedo de que la gente no se atreviese a votar a su partido. Creen que la policía va a controlar las huellas dactilares de ~as papeletas de voto, decían. . De Suecia no se sabía más que 10 de siempre. La nueva apertura propició la implacable explotación de nuestras chicas. Los quioscos de las Rambas de Barcelona estaban llenos de una pornografía blanda que surgió antes de que el viejo generaI hubiese tenido tiempo de enfriarse. "Marie Ekorre, una sueca auténtica" ponía debajo de un desnudo en la por-
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tada de una de esas revistas ilustradas para caballeros. Cuando volvió a haber elecciones en 1979 mi periódico me mandó a cubrir el drama que se avecinaba en alguna ciudad de. provincias. Elegí, aún no sé por qué, Zaragoza. -¿Por qué no ha ido a Madrid?, me preguntaban en el hotel. Cuando se enteraron de mi extraña misión surgieron ciertas suspicacias. -Los españoles no son socialistas, me dijo un viajante de comercio de Granada. Ustedes en Suecia son socialistas, ¿verdad? España nunca será como Rusia. Les dije que yo era socialdemócrata, lo que es un tipo de socialismo, sí, aunque no tan peligroso. Aproximadamente como Felipe González, decía. De él lo único que sabía era que lideraba una de las múltiples siglas y que competía con Suárez para alcanzar el poder. El había empezado a hablar del modelo sueco en sus discursos y no se refería a nuestras chicas sino a nuestra política. (Ahora me dicen que el modelo sueco ha sido desplazado por el modelo alemán.) Yo era el único periodista extranjero en Zaragoza, probablemente el único extranjero. El caso es que el Heraldo de Aragón, a falta de otras sensaciones en aquel pacífico y casi solemne día de elecciones, me sacó una foto. Era realmente un tanto desconcertante. Era como si todo el mundo hubiese estado aguantando la respiración esperando que hubiese bombas y desórdenes. Y no pasaba nada. A mí me habían dado una tarjeta con mi nombre en la que ponía que estaba acreditado y autorizado por el Gobierno Civil de Zaragoza. De alguna manera fui a dar a la sede de uno de los partidos locales: el Partido Aragonés Regionalista. Había un gentío en torno a una enorme mesa. Yo para entonces ya había abandonado mis intentos' de estar al tanto de todos los partidos y 'S us programas.
-Pero vamos a ver, ¿qué asunto es el que ustedes defienden que no defiendan los grandes partidos nacionales?, dije con ingenua inocencia. Como impulsados por un resorte saltaron por lo menos cinco personas señalándome. Pero, ¿no sabe usted nada de la gran cuestión?, gritaban. Luego me contaron una historiá increíble sobre el río sagrado, el Ebro, que cruza Aragón, desde las montañas del norte en su camino hacia el Mediterráneo. -Pero, ¿no sabe que los catalanes nos quieren robar el agua del Ebro?, gritaba uno. Piensan cavar un túnel y llevarse el agua hasta las fábricas de Barcelona. - Pretenden robarnos nuestra sangre, exclamó otro de los hombres. - Cataluña quiere acabar con Aragón, gritó un tercero . -El Ebro corre por las venas de cada aragonés. Su partido necesitaba 35.000 votos para llevar a un hombre al parlamento para desde allí luchar contra los catalanes. Me pasaron una bota que aún olía a cabra vieja. - Beba, es el Ebro, nuestra sangre roja, gritaban. Pronunciaron discursos sobre Suecia y hacían votos por la defensa de nuestros ríos. Yo les dije, con una mezcla de tristeza y vanidad, que se habían construido presas y centrales hidroeléctricas en todos ellos. -Están ustedes perdidos, gritaban. Luego me dieron un botijo en el que ponía: "Guárdame por si nos quitan el Ebro." Todavía lo tengo. Allí está en un estante de la biblioteca cantando en silencio. Y cuando en Estocolmo me encuentro con gente de Zaragoza les pregunto siempre si aún conservan el Ebro. Luego les pregunto si aquel gracioso partidillo Ebraico sigue existiendo: -Es el que gobierna, me han contestado. Jo. Traducción: Francisco J. Uriz
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Parada obligada: Artur Lundkvist
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ACE unos meses, después de un robo en su casa, LUildkvist me enseñaba los estuches vacíos de las medallas recibidas como reconocimiento a una vida dedicada a la literatura. Los miraba con unos ojillos traviesos, que brillaban irónicos cuando contaba que le habían dicho que podía volver a comprar la condecoración qu e le había impuesto el rey por la módica suma de 600 coronas. Bien pudo haber sido tomada esta foto aquel día. En todo caso soltó la legendaria carcajada de "Douglas Fairbannks en la boca de Lenin", metáfora que utilizó un crítico al reseñar su primer libro. "La propiedad es un peso, yo quiero utilizar las alas", podríamos decir citando al propio Lund kvist.
Pero hay distinciones que aprecia. Son las que reconocen sin demas iado oropel -a ser posible negro sobre blanco, sus colores- su labor literaria. Siempre ha adorado la justicia. Artur Lundkvist. ¿Por qué un apartado esp~cial, aunque breve, sobre este escritor sueco? En la introducción he señalado el papel decisivo que tuvo en el nacim iento del modernismo sueco, su importancia en la eclosión de los cinco jóvenes. Pero no es por eso, por su calidad literaria, por lo que le dedicamos estas páginas. Aunque bien podemos aprovechar la ocasión para presentar dos autorizados testimonios sobre su poesía de sendas voces en castell ano: un prólogo y una carta de dos Premios Nobel.
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Fue hace muchos años en Swnatra o en los Establecimentos del E strecho (que así se llamaba entonces el país) . Habían depositado en esa plaza o encrucijada algunas jaulas primitivas y burdas. Adentro de ellas palpitaban y rugían fieras y pájaros de la selva desconocida. E ran pequeñas cárceles de condenados: desde allí partirían hacia jal'dines zoológicos distantes donde serían examinados por gentes domingueras mientras masticarían tal vez cacahuetes o chocolates. Ellos, los seres salvajes no conocían su destino. Eran torpes encierros hechos de maderas sin desbastar y de tablas que no se ajustaban en el piso. Pero adentro de ellas iba prisionero todo el lu jo, el honor de la tierra. Cuerpos elásticos que ondulaban, fuego aniquilador de ojos insostenibles, plumas y pelajes cuyo esplendor había iluminado hasta entonces un mundo secreto. N unca he olvidado aquella visión que tuve al azar pasando pOI' los caminos de una gran Isla que apenas conocía. La poesía de Artw' Lundkvist tiene para mí ese fulgor encadenado. Me perturba al 111.ismo tiempo su revelación como un escalofrío : tan vivas son Zas sensaciones de terror y dulzura que nos acechan en esta jaula donde el alma del poeta Artur Lundkvist está encadenada. Es difícil aproximal'se a esta poesía sin tem er a los rayos destructores que desprende. Pero cuando ya entramos a su magma original, quedamos recompensados con las difel'entes estratas que han ido depositándose en ella: zonas de s ilencio, de bosques, de agresión, de soledad, de malaquita al'diente, de ternura. Lundkvist es de esos poetas áe la verdad declarada, de la íntim a autenticidad. S iempre nos golpea el sentido directo de lo que canta: su canto pega como un martillo de piedra en el fondo oscuro del conocim ien to, como una materia o una condición que estaba allí, que desconocíamos hasta que ahora se transformó en sonido, en evidencia. Muchos poetas leel'án con envidia estos poemas: yo estoy entre ellos. Por eso lne siento feliz de que un libro de Artur Lundkvist aparezca en castellano. Yo m e detengo e1'l pleno camino de la selva para abrirle las puertas del idioma. ¡Qué su poderoso fu ego recorra nuestro mundo! I sla N egra, febrero de 1973.
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Madrid, 13-1-75. Querido am.igo: Mi larga enfel'medad (una gripe con complicaciones) ha l'etrasado mucho el escribirle. Apenas puedo hacerlo aún, tan escaso de fuer zas he quedado, pero no quiero posponer más el manifestarle a usted mi gratitud por su 7'egalo de «Huellas en la tierra». Cuando he empezado a 7'enace7' después de mi .enferInedad su lib1'O d e usted ha sido como el em.blem.a de la vida que m.e empujaba. ¡Qué grandeza la d e este volwnen que empieza en «B7'asas» y acaba en «Demoníaco Edén», en una 7'ep7'esentación ab7'eviada de la m.agnitud de su obm total! El lect07' se siente (lnasado, desde la exaltación vital a la amenaza destmctora del hombre en un itinerm'io que hay que llama7' iluminado 7'. La w'lidad profunda de un espíritu pode1'Oso se alía lo mism.o a las vastas perspectivas que a la minuciosidad analítica de todo lo vivo. Y las tensiones y contradicciones de lo real despiertan en el poeta las más p1'Ofundas definiciones de lo que es la tenible aventura del destino . A cuyo enigma responde el poeta con una escala de respuestas que sob7'ecoge al espíritu al mismo tiempo que lo escla7'ece. La indagación está servida por una capacidad exp7'esiva que SOl'prende poI' lo vm'iada y por la extensa escala de los 7'egist1'Os. Los m edios de que el poeta se sirve son de una 7'iqueza que hay que llam.ar idónea, porque a la vastedad de la visión sucesiva del creador -del indagad07'- corresponde la utilización, el despliegue yo diría, de las facultades adecuadas y justas. Y digo esto a través de una tmducción, pero en ella se percibe la robustez de los medios alumbrad07'es y el ceñimiento y variedad de las corn'espondencias de fondo y forma. La poesía necesita su lengua, pero a los poetas mayores, sobre todo en dimensión de profundidad, la lengua traducida rebasa las limitaciones y permite una suerte ¡de tmnsparencia que regala la fidelidad. Las traducciones de Uriz están escritas en un bello idioma y la seducción y la poesía de usted arrasa las resistencias del cam.bio idiomático. Conocía yo algunos poemas de usted. Ahora mi conocimiento se ensancha y m.e doy cuenta de su última dimensión: la grandeza, unida a la hondura. Echo de menos no poder leerle en sueco, pe1'O agradezco esta fiel transcripción española. El m.ejor elogio que se puede hacer de esta poesía puede decirse con lealtad: el espíritu no es el mismo antes que después de habel'la leído. Mis saludos para María. Y para usted gracias y un abrazo de su amigo. VICENTE ALEIXANDRE
Su inigualable aporte cultural ha sido poner la literatura del mundo en la mesa del desayuno de los suecos, en la universidad y en la Academia. Y colaborar en
la difusión de la literatura de Suecia por el mundo. Su avidez de lector y su generosidad de difusor no tienen parangón en este si-
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glo en la literatura sueca. Todo lo que ha leído -y es casi todo- lo ha transmitido al público; y mucho lo ha traducido. No conozco un caso de un escritor de su nivel que haya dedicado tanto tiempo a la lectura y admirativa difusión de lo escrito por sus colegas, ni que lo haya hecho con tal sencillez, tanta que ha llegado a provocar en un par de vanidosos latinoamericanos la inquietante duda de ¡si estaba a su nivel para traducirlos! Hace unos meses cuando se le rindió un homenaje en la embajada de España en Estocolmo, dijimos: Este homenaj e podría hacérsele, en la embajada de Estados Unidos, Francia, en las de Gran Bretaña, Australia, URSS, o en cualquiera de las latinoamericanas. Pero esta breve parada quiere subrayar
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su papel de portavoz de las letras hispanoamericanas. ¿Qué es lo que ha hecho Lundkvist desde que descubrió a finales de los 30 unos poemas de Lorca y Neruda? Traducirlos ya a principios de los 40. Aprovechando la estancia de Gabriela Mistral en Estocolmo, le pidió unas cartas de la presentación y con ellas inició sus viajes por América Latina contados en su libro Continente volcánico, libro que abrió por primera vez los ojos de los suecos a un continente y a una literatura. En su obra poética aparecen, ya desde los años 50, poemas (o todo un libro como el dedicado a Pablo Neruda) dedicados a figuras de la poesía o el arte del mundo hipanoamericano en las que descubrió almas gemelas. O a España.
Jiménez, el poeta califa con cabeza sin muebles y barba de negro ciprés,
ve regresar los carros de los campos después de que la luna llena ha apagado sus faroles . Destroza una rosa en su pañuelo y las horas van cayendo a sus pies como abejas cansadas. Está oyendo siempre la caída de la tierra sobre el ataúd del amor muerto. :tI. el poeta, escribe como la lluvia con fluida escritura sobre los cristales de las ventanas, sobre las lápidas. y en el papel secante de los muros blancos salen manchas oscuras como el sudor que empapa una blusa de mujer. Un gitano húmedo llega con el violín debajo del abrigo, su pelo es liso y negro como el de un caballo, aunque a menudo lo acaricia en la noche una mano sucia con pesados anillos de plata. Pero el mar está lejos y no invita al viaje, los silbidos del tren se pierden como los ladridos de los perros.
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Sólo hay un libro con un pétalo rojo en sus páginas sólo hay un pájaro como una flecha negra a contraluz sólo hay un humo que despliega sus plumas de avestruz, humo que cuelga sus guirnaldas en los árboles, humo que se aleja lentamente por el prado y oculta las cigüeñas dormidas. Oh, poeta que velas expectante, que mueres día y noche: no hay remedio contra la belleza y el dolor, ni remedio contra el tiempo ni contra el pozo abandonado donde las mariposas caídas flotan como pétalos.
Orozco: Pintor manco con el pincel en llamas que deja tras de sí el color negro de la combustión o el frío de los metales abandonados, campesino iracundo que siembre fuego en campos de abrojos entre gavillas de fusiles con bayonetas. Ataca su cruz a hachazos, lucha contra una lira de costillas, combate contra los cuatro elementos, derroca al hombre de fuego como una antorcha contra el hombre de mar cuyo rostro es azul como una luna en sombra, retuerce el cuerpo de caracola de la mujer de viento en tomo a la mujer de tierra cuya carne en sazón arde bajo la corona de cabellos, todo para liberar al rebelde con la soga al cuello y alumbrar al hombre con un haz de cabezas. Los ojos del mendigo se han carbonizado en una bandeja de madera él repósa en un montón de pieles negras de pez. Tras los anteojos de ciego tiznados de sabiduría hay algunos que señalan con cuchillos en libros mohosos mientras las barbas crepitan de moscas de fuego muertas y yema de huevo derramada. Pero Quetzalcóatl, Quetzalcóatl lleva barba de sabio lavada en leche, tiene rizoso cuello de toro , perfil griego, le rechinan los dientes de lobo y pájaros azules vuelan de sus mejillas, aplasta con el pie las espantosas imágenes en las que niños de .pecho y jaguares maman de su boca. Las vigas de hierro arden en la ciudad sepultada, el guerrero está aún rojo de la sangre bebida, un yelmo de oro encierra la calavera un cocodrilo duerme en la jaula del esqueleto.
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El fuego de los volcanes. brota a ·través del suelo y los ladrones se desplqman deslumbrados, las cadenas ,se rompen 00 nudos entre ruedas carnívoras y los motivos de espipas se dibujan en acero bajo la geometrí.a de los rayos eléctricos. Pero mienten las aves de la rama inmunda, la rosa esconde el rostro de jaguar humano, las vagas promesas son arrasadas por la tormenta, en el altar hay pan ensangrentado y trenzas impregnadas, la plata se ha fundido en las huellas de una herradura, los cadáveres están sentados al pie de los muros con mantos de moscas y espectros con más,caras de acero dejan apenas un poco de harina y baba por sus túneles. Orozco: ¿Qué manto de nieve quieres extender sobre este mundo de fuego y de tormentos?
DOS EXTRACTOS DE LA "ELEGIA A PABLO NERUDA" Llegaste a España, predominantemente extranjero, eras un pariente lejano, te sentías en casa únicamente en el idioma y la literatura, en Cervantes, Quevedo, Góngora, una vieja herencia abandonada por lejanos emigrantes, pero que ahora volvía a ti, en una fusión de recuerdos enterrados y de imágenes que irrumpían repentinas: los pinceles de los cipreses que dibujaban su negrura sobre el azulado cielo de porcelana, . las ascuas de las rosas en la sombra y los conocidos compases de las guitarras, rítmicamente excitantes con una alegría que jamás olvidó la tristeza, el olor del macho, mezcla de fiera y cuchillo recién afilado; las mujeres palpitantes en su gélido ardor como yeguas de raza, el chorro de vino del porrón alzado que caía en mitad de la boca abierta y la sangre que fluía inadvertida de la herida, la pasión fundida con la indiferencia. España era también para ti los suelos de piedra de las casas, gélidos como témpanos de hielo y las rejas de hierro que perforaban el calor amarillo con su cuadrícula, los penetrantes trompetazos que rasgaban los ¡pesados bloques de la tarde, los cuarteles encalados y moteados de negro por las moscas y fusiles arrastrados perezosamente con la culata lamiendo la gravilla, cauces de río que dibujaban el verdadero rostro de España, seco y estragado, puentes aplastados por inmensas cruces de hierro embreado y trenes que hacían retumbar a fas montañas como si tosiesen, formas barrocas que subían serpenteando voluptuosamente por las fachadas de las casas y triunfaban en el 'caballete. del tejado con diosas de la victoria y .una cuadriga de caballos al galope.
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España era las altas habitaciones donde estaban encerradas las tinieblas y las frutas de escayola, . . las ropas negras que ocultaban los cuerpos blancos con sus rojas picaduras de pulga, . . España era el rumoroso mar azul de humo de los cafés, los carteles de toros en 'los muros donde el rolo brillaba como la sangre, hombres armados de puros que hablaban sin cesar mientras salía de sus bocas el humo ensortijado, el recado de escribir que pasaba de mesa en mesa, el rasgueo de las plumillas de acero que se mojaban en tinteros pesados y agazapados, los zapatos relucientes como espejos donde se reflejaba la luz, el incesante y casi escandaloso frotar y lustrar de los limpiabotas, insistentes como putas, los visitantes provincianos que andabaa vagando con sus arcas de madera hechas en casa, cerradas con candado, o las maltrechas maletas de cartón, sujetas con cuerdas y a punto de rajarse, y 'p or todas partes palomas, las descaradas palomas de la ciudad a las que ya nadie cazaba a tiros o con cepos, las palomas de ojos inmóviles v pechugas tensas que se movían saludando constantemente con la cabeza, y elevaban el vuelo entre los pies de los transeúntes en medio de pequeños remolinos de plumas.
PARENTESIS SOBRE VICENTE (Atacado durante toda su vida por la poesía y la enfermedad, extendía él sus manos hacia la amistad suplicando la destrucción o el amor: todavía lo veo en su senectud tratando de coger en el aire azucenas invisibles con los gestos manuales de una ordeñadora, mientras su pensamiento traspasa la barrera del tiempo anquilosado y lo que ha sido, es y seguirá siendo, nada cesa ni desa'Parece, simplemente se funde en la otra realidad que es la del recuerdo y el deseo: él es el niño que está jugando en la playa y el joven que avanza velozmente en su bicicleta por alamedas perennemente verdes, el amor asciende y cae y vuelve a ascender ola tras ola, y el que nada es también el que se está ahogando repetidamente, el mismo y sin embargo diferente, d fiel perro vive su propia vida secreta, inaccesible al hombre, entrando y saliendo de su sueño como si únicamente hubiese un escalón entre las dos existencias, también salen las meninas de Velázquez del instante detenido del cuadro para participar en el eterno acontecer y la madre muerta del poeta continúa viviendo dentro de él como si estuviese embarazado y la llevase 'como un feto en sus entrañas. Vicente espera como ha esperado siempre, sigue esperando y su espera es como un exorcismo, perceptible como una succión en el aire: una espera de puertas que van a abrirse, de amigos que van a entrar todavía desconocidos o ya difuntos, una espera de Federico que no 'puede haber desaparecido ya para siempre o de Pablo que alguna vez tendrá que volver de sus viajeS' por el mundo; .
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una espera a que la madre surja de su interior y permanezca a su lado con una nueva juventud, y una espera a que el padre vuelva a entrar como antes llevando su cesta de uvas frescas y pan caliente, una es.pera que ve, atravesando completamente el portal de las sombras mortales, el jardín donde las rosas florecen perennemente y el manantial de la vida susurra inagotable, siempre y cada vez más una espera de la visita del amor que no puede separarse de la visita de la poesía, tampoco, finalmente, de la llegada de la muerte, una espera tan poderosa que puede doblar la luz y enderezar el agua que cae.)
:; * Escribe también dos ensayos, el primero en forma novelada, sobre dos artistas españoles: Goya y Buñuel. ¿De dónde le vendrá esa atracción que siente por los creadores aragoneses? Traducciones de Lorca y de Nerud ~l, de Dámaso Alonso y Jaime Gil de Bietlma, Jorge Luis Borges y Octavio Paz, Nicolás Guillén y César Vallejo, Miguel Angel Asturias y BIas de Otero, Vicente Huidobro y Ernesto Cardenal, la lista podría ser interminable. Ensayos sobre Neruda y Asturias, Ana María Matute o Camilo J. Cela, Fuentes o Cortázar. Infinidad de reseñas. Creo que escribió subrayando su importancia sobre Tiempo de silencio del desconocido Martín Santos, sin encomendarse a Dios ni al diablo, antes que ningún crítico español. Y también lo hizo, con toda seguridad , sobre José Trigo de Fernando del Paso. Si se le concede un cierto valor al Premio Nobel podemos decir que la intervención de Lundkvist fue decisiva, ya antes de ser académico, en el premio de Miguel Angel Asturias (su traducción del largo poema "Clarivigilia primaveral", hecha en colaboración con Marina Torres, según secretos de conocimiento público, convenció a la Academia de la grandeza poética del guatemalteco, y ya se sabe que un poema vale más que mil novelas para los académicos suecos) . Y ya
desde dentro de la Academia, en los de Pablo Neruda, García Márquez y Vicente Aleixandre a pesar de que en este último caso le queda la espina de no haber podido lograr que venciese su propuesta de que Rafael Alberti lo compartiese con él. y en el de Cela. Estas líneas tiene tal vez algo - o mucho- de homenaje personal. Durante veinticinco años de colaboración literaria, viajes en común y frecuente relación, se ha ido forjando una amistad firme . y no quiero dejar de resaltar el rasgo más admirable de la personalidad de Lundkvist. Jamás te hace sentirte pequeño. Es como si su contacto te hiciese crecer. O como si nos pintase golondrinas en el lomo con tizas de colores, como hacía un famoso cronopio en el caparazón de las tortugas. Artur es como un aire invisible que proporciona apoyo a las alas, aunque sean de mosquito. Te ayuda a volar. Al final de la cena de su ochenta aniversario, los asistentes le instaron a que pronunciase el discurso sentado. El se levantó para hablar de pie: "No tengo por qué avergonzarme de mi altura." Ni mucho menos. Ni de tus casi dos metros de estatura, ni de tus kilómetros de palabras escritas, ni, sobre todo, de tu altura humana. Sigue así, en pie, Artur. Y que nos dure tu luz.
Nota: Marina Torres tradujo el poema «Orozco»; los demás, F . J. Uriz.
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Esta breve antologĂa poĂŠtica ha 's ido preparada por F. J . Uriz que ha traducido todos los poemas, excepto los que hay firmados por Marina Torres.
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Un día de finales del verano de 1898 paseaban los grandes p0etas franceses Valéry y Mallarmé por un camino de la .campiña francesa enfrascados en una conversación sobre la próxima temporad a de condertos en París. Pasaron por un trigal, cuyas espigas estaban ya doradas y Valéry, que no sabía demasiado de cosas terrenales, le preguntó a Mallarmé "qué clase de hierba es ésa". Mallarmé: - Mais, mon cher, c'est du blé! y después de una pausa: - C'est le premier coup de cymbale de l'automne. Tal vez esto no sea gran cosa traducido . "Es el priiner golpe de címbalo del otoño." Pero la réplica, en su idioma original, bien puede considerarse como una de las líneas más hermosas de la poesía francesa. Estaba sentado en el jardín cuando la leí. Me bastaba levantar la vista unos centímetros para ver los inmensos trigales que cubren Riseh¡¡Jjen, el límite occidental de nuestro campo visual. El cielo estaba azul, casi ardiente. Las espigas se erguían inmóviles en el esplendoroso sol de la tarde. Había visto aquellos campos innumerables veces y siempre había admirado su belleza. Pero Stephane Mall armé se quitó sus quevedos y me explicó lo que yo estaba viendo en realidad. Y yo sólo pude susurrar, como un simple cOIIlJparsa del libro de francés para principiantes de Bodtker-Host: "Oui, mon oncle." Fue uno de esos instantes en los que uno siente que la poesía bien se puede comparar con las matemáticas y la mú sica, que está entre las cos'as más hermosas que tiene la humanidad .
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SI TÚ CREES EN DIOS Y NO EXISTE NINGÚN DIOS
Si tú crees en dios y no existe ningún dios entonces tu fe es un milagro aún mayor. Entonces es realmente algo inconcebiblemente grande. ¿Por qué yace alli abajo en las tinieblas un ser llamando a algo que no existe? ¿Por qué son las cosas así? No hay nadie que oiga que alguien lo llama en las tinieblas. Pero, ¿por qué existe el grito?
Yo SOY LA ESTRELLA
Yo soy la estrella que se refleja en ti. Tu alma tiene que estar inmóvil, si no yo no puedo reflejarme en ella. Tu alma es mi hogar. No tengo otro. Pero cómo vas a poder permanecer inmóvil si mi luz palpita en tu alma
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No
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ME OBLIGUÉIS . ..
No me obliguéis a negar la verdad que vi en sueños, los sueños que vi en la realidad. No me obliguéis a acariciar a los lobos o a rellenar volcanes con periódicos. No me obliguéis a caminar con botas de hierro o zapatos de clavos. Si dependiese de la hierba los que más lejos llegarían son los que andan descalzos y todavía se puede llevar en brazos, como a un niño, a un árbol de cinco años. Me niego a borrar los ojos hambrientos, me niego a tachar las palabras rojas de las crónicas de las vivencias. Lanzaré palos en llamas a las habitaciones oscuras y gastadas. Pisotearé los piojos que avanzan con su rey al frente como un ejército antiguo. Ahogaré las máquinas tragaJperras con el oscuro algodón de las negras. Me niego a escuchar ciclones bajo el agua o a dar de comer peonías a los pulpos. Prefiero saltar desde la torre desahuciada y salvar una lápida de bosques en llamas. Pavimento un cielo cr'epuscular con golondrinas y bebo belleza del río . Pero no me obliguéis a negar la visión de una justicia recta como el bambú ni la de una poesía cálidamente sonrosada como -la: nieve en las copas de los pinos.
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SOY BLAN DO COM O UNA P IEDRA . . .
Soy blando como una piedra y duro como una medusa, cuando lloráis a la orilla del río ya estoy al otro lado, no soy fiel a nada, ni siquiera a mí mismo (ese intento de petrificación en tomo a un vacío), renuncio al dinero y al honor, recompensas de la traición, traiciono sin recompensa, renuncio a la fama, no quiero ser padre de nadie, seré muy difícil de matar, prefiero las chicas pobres, sencillas, no me gustan los dragones vestidos de seda, huyo del ahogo que produce el corsé de la decencia, . soy completamente indiferente ante casi todo y sin embargo me indigno ante demasiadas cosas, detesto a los justos tanto como a los criminales, estoy con los revolucionarios mientras no aleancen sus fines, me gustan los hombres delgados que duermen mal por las noches, amo al que le tiemblan las manos y sin embargo hace diana, escribo con desaliño, improvisando, un poema tiene que ser incoherente de lo contrario muere en su ¡perfección, no conozco mi meta, por eso paseo con alegría, no soy humilde, ni tampoco orgulloso, soy el agua que corre, si me convierto en una fuerza es porque me detienen, estoy siempre desplazado entre los individualistas que se agarran mutuamente como dientes de. engranajes, seré el último caminante entre los coches, un desposeído entre todos los orgullosos propietarios, la propiedad es un ¡peso, yo quiero utilizar las alas, nadie me encadenará a una tumba con una lápida escrita de antemano, mis compañeros de generación se indignan conmigo o me miran como si no existiese, los jóvenes me desprecian si saben que ·existo, me parece excelente, ninguno de esos jovencitos presumidos me atará con su admiración no adoro a los niños ni a los viejos, yo mismo soy un niño en un viejo, los hombres y la naturaleza me amenazan, huyo de una amenaza a otra, el miedo es tan natural como la respiración, sólo los que tienen miedo son fecundos, las serpientes son seres afables para los que pertenecen al mismo grupo de veneno, a menudo se sobreestirna demasiado la vida, sólo nuestras e~peranzas en la vida no pueden sobreestirnarse, 10 que no puede convertirse en desilusión no vale nada, solamente los desarmados sobreviven, el asesino termina suicidándose, los hombres tienen que ser defendidos de ellos mismos, pero ¿quien 10 hará? y ¿quién salvará a los niños de su perdición si juegan con la muerte por todos los sitios? vivo en plena decadencia y no puedo evitar ser parte de ella, pero, ¿cómo podré amputarme yo mismo? ¿quién es el sano y quién el enfermo de los dos que luchan dentro de mí?
POESíA
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los bacilos, tan rápidos, tan vigorosos, tan incansables, ¿no son adm irables? qUIzá los bacilos sean muy superiores al hombre, esa salud de la vid a que cons· tituye nu estra incurable enfermedad, el no conformarse nunca con nad a es el orgullo definitivo , satánico, el pulpo gigante que se autodestruye ante el resplandor de la luz es la mejol imagen del homb re, la psicología cataloga los relámpagos, la mú sica lame sus heridas, la escultura petrifica la natural eza, la pintura oculta los agujeros de la realidad, si no aceptamos la vida como peligro, inseguri dad y tran sform ación, los bacilos nos derrotarán, a la realid ad no le importa ser, solamente devenir, la realidad nos arranca un a y otra vez nuestra vieja y querida piel y nos deja desnud os, somos el umbral sobre el que mOTimos, ia casa que construimos está ya en el pasado y no existe.
HARRY
MARTINSON
LA IMPOTENCIA
Una vez encontré en un bosque un hacha clavada en la tierra hasta el ojo. Era como si alguien hubiese querido hender el mundo entero en dos trozos de un solo hachazo. La voluntad no había faltado, pero se había partido el mango.
EL MUNDO SENTIMENTAL DE LA UTILIDAD
Desterraron el antiguo sufrimiento, el antiguo dolor. Levantaron el yugo que agobiaba al buey de los campos. Pero inmediatamente después se llevaron también al buey. Así ocurre cuando la liberación viene de mano de la utilidad. En las aldeas del país ya no queda yugo alguno, pero tampoco quedan bueyes.
EL ISLOTE
El somormujo tuerce la cabeza y se da la vuelta, se lanza detrás de su cuello como tras una flecha polícroma por los CÍrculos del agua. y el islote se balancea, se desliza como un barco con aparejos de roble, juega por un instante con sus siglos en las olas del ahora.
El arroyo serpentea huyendo lo más lejos posible por debajo de la bóveda de nieve. ~urmura y susurra con obstinada voz. Juega todavía como en primavera o en otoño, pero paulatinamente se va amortiguando, poco a poco va enmudeciendo con el susurro de una boca de hielo que se va angostando.
GUNNAR
EKELOF
LA PRUEBA DEL AGUA
Entonces me dije: Los únicos poetas que me interesan son los que llevan cuidadosamente con manos nerviosas un cuenco lleno de sangre en el que ha caído una gota de leche o un cuenco lleno de leche en el que ha caído una gota de sangre .. . Ahora ya he visto, ahora quiero ver las manos que agarren firmemente un cuenco lleno hasta los bordes de agua de manantial.
DEL LIBRO DEL SUICIDIO
Calma. Basta de palabras duras. Ya no queda mucho de mÍ. No llores por mí. Aquí ya no hay fuego que apagar. No me mires. Soy una ruina, en cualquier instante me derrumbaré No quiero que me veas derrumbarme Ya no me queda sensación alguna de mi yo, de mi peso Pierdo pie, floto en el aire. Aquí la fuerza de gravedad de la tierra y la del cielo se anulan mutuamente Ya no me queda sensación alguna de 10 que soy ni de lo que no soy Miro a mi alrededor: ¿soy yo eso? ¿o soy aquello? No llores por mí, aquí no hay fuego que apagar Me estoy repitiendo, pero esto que escribo ahora lentamente es todo lo que tengo ¿Acaso es culpa mía? Sólo soy una piedra que alguien ha tirado, un trozo de madera que alguien ha tallado Trato de disculparme. La culpa es de nadie, o es mía y no de nadie Escribo esto lentamente, reflexionando: es todo lo que tengo pero no es un gran consuelo Pero y a mí qué me importa eso, yo te amo Tú eres mi hermoso espejismo Recuerdo el tiempo en que tú eras mi hermoso espejismo Tú eres hermosa Quise volar contigo, tal y como vuelan todos, sí, como se huye volando Pero los dos estábamos enfermos y 'pronto se habrá acabado todo Entonces, ¿a qué viene todo esto? Te quiero, pronto me derrumbaré ¿Puedo acaso evitarlo? Me estoy haciendo invisible Te hago señas con la mano, tú sólo ves mi mano
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GUNNAR
EKELoF
La puerta se abre, es de noche,tarde La luz se apaga, he regalado todo lo que tenía No me he guardado nada con que vivir, por eso me voy haciendo cada vez más invisible Pero no moriré Algo queda: una puerta. Qué otra cosa puedo hacer sino salir de una habitación de mí mismo No muero, simplemente desaparezco Quizá, angustia mía, despierte yo un día ll eno de sabiduría y duda Entonces vol veré y te buscaré.
NOTA A DEDICATORIA
En atención a las exigencias estéticas (que también son las de la funcionalidad) los arquitectos han hecho las nubes cuadradas. Sobre los bosque desolados se extienden pues los suburbios Por encima de las colinas, alinean altas nubes cúbicas reflejando profundamente en el confiado lago forestal inmensas filas de ventanas vacías subrayadas por el bello neón rojo de la puesta de sol. Allí juegan en montones de cúmulos piadosamente respetado"s niños higiénicos ' Uamás rozados por manos humanas) mientras revolotean en tomo a ellos con sombrillas rotatorias niñeras municipales severamente remuneradas. Cada día se hace noche y asexuados trabajadores vitamínicos llegan en rebaños a sus casas, por quintas, según convenios colectivos a su vida privada, a Svea, la reina de las hormonas . vigilada rigurosamente por porteros que inspiran confianza. )
y se hace noche y silencio . Únicamente el helicóptero dela basura
susurra despacito de puerta en puerta conducido por un futuro marginado, un anarquista y poeta condenado de por vida a retirar toda la pornografía de la fantasía . A distancia parece un gigantesco esfíngido zumbando ante el racimo matinal de madreselva rosácea por encima, oh muy por encima de los maravillosos bosques de los deportistas donde no vagabundeará ya nunca más vagabundo alguno.
ERIK
A
LINDEGREN
UN VERANO PERDIDO
Aquel verano cayó mucha nieve caía invisible de un aire azul como la flor del lino caía de estrellas vespertinas de lunas de agosto iba posándose como las coronas al pie de las estatuas depositándose como polvo sobre los niños dormidos meciéndose como montoncitos y frutos en los verdes árboles todas las verdades se disolvían como la sal en el agua cada tarde se hundía el sol en mares irreales en vano se afilaban los argumentos en sangre derramada las ráfagas de ametralladora del corazón no producían más que ecos distraídos todos los deseos se hicieron bumeranes o se clavaron como cuchillos' bajo un sol palidescente y en las pálidas fortalezas de la espuma marina resplandecían las cortinas de la luna como una peste en las tinieblas y la nieve no dejaba de caer y los pozos buscaban a tientas el centro de la tierra toda la vida era un intenso bullir y todas las voces se perdían y al llegar la mañana los puertos de los cisnes se habían helado sólo en el sueño se producía el despertar y la nieve que seguía cayendo invisible, todo el día, era como una despedida a algo perdido hacía ya largo tiempo todo lo amado estaba ausente pero como para un dios toda ausencia era amor.
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ERIK
LINDEGREN
XXVIII
matar de un tiro a un enemigo y liar un cigarrillo flamear y apagarse como un faro en la tormenta estar atrapado como una mosca en la red de los mercaderes creerse nacido con mala suerte por el hecho de haber nacido ser una función de todo lo que no funciona ser otra cosa o no ser nada en absoluto ser encajado como la piedra gris en el muro del odio y sentir sin embargo la armonía de las piedras como la alegría del brezo sentir todo desatendido en la humeante lluvia gozar de la emoción junto a las brasas de la hoguera dudar de que ésta tenga que ser la última vez afirmar todo siempre que no se repita abrirse camino y llegar a una atalaya donde los rayos se precipiten a vengar a la humanidad
xxxv
después de haber atravesado los túneles de la muerte le tocó a la esperanza lanzarnos a una nueva desesperación sentimos cómo entramos en el aire aceitoso de una máquina en un acróbata despreciado y en lo eternamente humano dentro del ombligo brillaba una tragedia niquelada y un espectador se columpiaba en la falsa cuerda del telón había un apuntador asomado al antiguo abismo para sincronizar los golpes del destino con la realidad pero nosotros sentimos cómo la revelación siempre nos hace esperar hasta que es demasiado tarde y las lágrimas ya han caído cómo el corazón siempre se alegra demasiado pronto y se desliza 'p or el escenario enmarcado por coros regados cómo las intrigas se desploman ,pero la emoción queda hasta que comienza un nuevo peregrinar para lo más destruido
KARL
VENNBERG
TIENES QUE DEFENDER TU VIDA
En lo más profundo de las tinieblas tienes que defender tu vida. En lo más profundo de las tinieblas allí donde la savia rezuma del tronco cortado la sombra del terror te roza la cadera y tú pides a la mariposa y al musgo que te salven por amor del misericordioso corazón de Dios, en lo más ,profundo de las tinieblas tienes que defender tu vida. En lo más profundo del fuego tienes que defender tu vida. Allí donde se yerguen las visiones sólo para caer chisporroteando, allí donde se derrumban los caballos blancos y los dolores te tienden trampas; en lo más profundo del fuego donde se ataja el susurrante vuelo y muere el roano caído, en lo más 'profundo del fuego tienes que defender tu vida. En lo más profundo del abismo tienes que defender tu vida. Allí donde se ciñe la superficie del mar como una mortaja de seda en torno a los rayos mortecinos de la luz del día, entre rejas y urnas donde el frío glacial saca estrujándolos el oído de tu oreja la vista de tu ojo, en lo más profundo del abismo tienes que defender tu vida. En lo más profundo del abismo, en lo más profundo del fuego. Eres parte de las tinieblas y de la flor otoñal de los mares, eres parte del fuego y del roano caído de la primavera,
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KARL
VENNBERG
pero hasta en.la línea de la muerte la exigencia es una y una la elección: tú mismo tinieblas, fuego y abismo tienes que defender tu vida en el abismo, el fuego y las tinieblas junto al dolor rezuman te del tronco cortado tienes que defender tu vida.
CAMBIO DE DÉCADA
Vayamos al grano: el desenlace de la década del 70 puede depender de cómo maneje la izquierda su desencanto. Sólo si tiempo de cosecha es un tiempo en que los frutos se muestran esquivos podré hablar de la década del 70 como tiempo de cosecha. Si existen decenios que mueren con su utopía, como el de los años 20, temo que el decenio del 60 fue uno de ellos. Hay motivos para sospechar que nuestra civilización ha descubierto una nueva solución del trpo "use y tire" de lo que Marx deSipués de la Comuna de París llamó su cuestión vital: deshacerse de los montones de cadáveres de los asesinados. Tú cuyo corazón está con la izquierda: ella necesita tu sensatez. Repite los hechos, tu parte de los hechos. Repite los sueños, tu parte de los sueños. Repite las palabras en el lenguaje clandestino. Hay decenios en los que sólo se puede sobrevivir, como los años 30 o los años 50. Entonces hasta los mismos sueños pueden ser como una nube nocturna cubierta de hielo.
ERIK
BLOMBERG
EL CRUCIFICADO
Jamás busqué el martirio -yo amaba la tierra. Soñaba con unos brazos en los que hundir mi ternura, un hogar que proteger. Pero cuando me doblé por la carga, me echaron una cruz sobre la espalda y cuando abrí la mano para acariciar me la perforaron con un clavo de plata. Finalmente consumida de sed fue clavada mi lengua en la cruz Mudo, sangrando, día tras día, hora tras hora a lo largo de milenios de sufrimientos espero la liberación. Hasta el momento en que se rasguen los cortinajes de las tinieblas y se abra la roca hasta las entrañas. Entonces arrancaré del suelo mi ensangrentada cruz y blandiéndola sobre la cabeza como una espada me lanzaré al asalto de los crueles cielos de la muerte gritando: "¡Dios mío, dios mío, por qué me has abandonado!"
BERTIL MALMBERG
POLARIDAD
La anilla de la nariz y el reluctante toro --la fuerza que se subleva, el poder que domeña: la estrecha, cimbreante tabla del equilibrio . . , i Qué estética para cuidadores de ganado!
EL SONÁMBULO
El abismo no te atrae. El terror no hace presa en ti. La luna que te guía ni siquiera la presientes. Estás de pieileso mientras sigas con los ojos dormidos.
CANCIONES DE AMOR
1
Amar 10 eterno más que lo efímero 10 cierto más que 10 conmovedor, a Dios más que al amado-
POESíA
i qué blasfemia para el corazón! Sin embargo fue el Dios de la eternidad (anotémoslo con asombro y secreto margen) quien creó el Hades del mundo de tal manera que el amor pudiese nacer allí - que un amor impío pudiese nacer allí: solamente allí. ..
2
Yo no amo nada excepto a ti. No tengo dios alguno, ni esperanza excepto a ti. Completamente solo estaría yo muerto o vivo sin ti. Nos deslizamos unos segundos acercándonos uno al otronosotros efímeras luces en la bóveda celeste, nosotros efímeras imágenes en el pozo de la muerte. Así como el pollo duerme en el huevo, así duerme la pérdida en la posesión Terrible es la felicidad para nuestro pensamiento. - ¡Nada más aterrador ! ¡Más dulce nada!
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KARIN
BOYE
DESPEDIDA
Hubiera querido despertarte a una desnudez como la de una noche de principio¡: de primavera, cuando las estrellas se desbordan y la tierra arde bajo la nieve que se derrite. Hubiera querido verte una sola vez desaparecer en las tinieblas del caos creador, hubiera querido ver tus ojos como un espacio abierto de par en par, dispuestos a llenarse, hubiera querido ver tus manos como flores abiertas, vacías, nuevas, expectantes. Te vas y yo no te he dado nada de eso. Nunca llegué hasta allí donde tu ser yace desnudo. Te vas y tú no te llevas nada de míme abandonas a la derrota. Recuerdo otra despedida: nos arrojaron del crisol como un solo ser, y al separarnos, ya no sabíamos lo que era yo y lo que eras tú . .. Pero tú - como un cuenco de cristal te has ido de mi mano, tan terminada como únicamente la cosa muerta y tan inconstante, sin más recuerdos que las ligeras huellas digitales, que se borran con agua. Hubiera querido despertarte a la amorfia de una aleteante llama informe que encuentra Ip or fin su forma viva, su propia . . . Derrota, ¡oh, derrota!
HJALMAR GULLBERG
ARS POÉTICA
1
C0'm0' cuand0' una piedra, una simple piedra c0'rriente que has tirad0' allag0' se hunde y desaparece en el f0'ndo, sube a la superficie una 0'nda temb10'r0'sa y en t0'rn0' a ella se f0'rma una serie de ondas que silenci0'samente van extendiénd0'se a1reded0'r del centro hundid0': ¡AsÍ querría y0' mi canción, así querría que cayese en tu alma mi m0'desta canción!
II
Para crearos un estil0' n0' basta c0'n desenterrar un ciert0' número de v0'cab10's adecuad0's de un dicci0'nari0' ni con saquear vuestr0' dialect0' de su singular v0'cabulari0'. N0', s0'10' de v0's0'tr0's mism0's , de vuestro más pr0'fund0' interi0'r, señ0'ras y caballeros, p0'dréis sacar la 0'riginalidad capaz de llenar c0'n un sentid0' c0'mpletamente nuev0' l0's pron0'mbres pers0'nales y las f0'rmas de l0's verb0's más c0'rrientes. Un verso de algún salm0' viej0' que t0'd0's c0'n0'cen 0' el text0' de algújn cuplé que t0'd0's c0'n0'cen: alú tenéis alg0' que aprender en 10' tocante a la cuestión de hacerse entender c0'n la p0'esía. y si algún día tratáseis de t0'mar c0'm0' m0'del0' de vuestros vers0's una n0'ticia de periódico bien escrita, quizá lográseis embaucar a la gente que no notase la intención ¡para que escuchase un poco 10' que tuviéseis que decir sobre la eternidad y el mundo interior.
STIG
SJoDIN
ACERCA DE LA DlG lOAD HUMANA
En realidad es un inmenso descubrimiento el que los obreros tienen nervios. En eso los psicólogos laborales han alcanzado resultados palpables. Pero, por otra parte, el caso es que los psicólogos y los galenos están sentados en elevadas sillas cuando tratan de descubrir las causas de las perturbaciones en la bien engrasada maquinaria. Los obreros continúan siendo objetos, observados desde alTiba con lupa. Tienen úlceras de estómago colectivas. Son engranajes con una medida común. En cierto modo todo era más decente antes -digo esto sin rastro de nostálgicos estremecimientoscuando no se disfrazaba el afán de lucro con una difusa psico-tecnología. Los psicólogos no podrán restaurar la dignid ad humana allí donde jamás ha existido. Si se utilizan las personas como objetos se las despoja del nombre de persona. La terapéutica no llega jamás al fondo del problema: a las personas les repugna la doma. También a los obreros.
DIARIO ESTIVAL
2
Es temprano. Ni siquiera ladran los perros. Junto a la portilla me encuentro a los animales, negros con medias blancas. Me ven y se me acercan y me olfatean con los hocicos verdes de hierba y saliva. Los ojos, esos ojos; parientes de las ciruelas en otoño con su nebulosa película. Siento el afectuoso calor de sus cuerpos turgentes y aspira profundamente el bien conocido olor. Cierro los ojos y veo un par de manos de mujer venosas lavar los pezones y oigo el chorro en el cubo. Caballos de patas celéreas tiran del carro del recuerdo. y oigo decir dulcemente a mi abuela: chico, no tengas miedo, las vacas nos dan muchas cosas buenas.
, ' MARIA WINE
EN ALGÚN LUGAR
En algún lugar tiene que haber un rayo de luz que disipe las tinieblas del futuro una esperanza que no se deje matar por el desencanto ' y una fe que no pierda inmediatamente la fe en sí misma En algún lugar tiene que haber un niño inocente al que los demonios no han conquistado aún un frescor de vida que no espire putrefacción y una felicidad que no se base en las desgracias de los demás En algún lugar tiene que haber un despertador de la sensatez que avise el peligro de los juegos autoaniquiladores una gravedad que se atreva a tomarse en serio y una bondad cuya raíz no sea simplemente maldad contenida En algún lugar tiene que haber una belleza que siga siendo belleza una conciencia pura que no oculte un crimen apartado tiene que haber un amor a la vida que no hable con lengua equívoca y una libertad que no se conquiste oprimiendo a los demás.
AÚN
Oh amado pronto llegará la oscuridad la gran oscuridad inevitable Con toda nuestra fuerza y nuestra ternura tenemos que cuidar el pequeño caracol de' la alegría que aún ilumina nuestros días .
LARS FORSSELL
Sr
EL AMOR ...
Si el amor no correspondido en los ojos de ella: fuese cobre y la felicidad inexistente mármol o granito
fues~
Entonces yo sé de un escultor que a golpes de martillo y cincel podría ~onvertir el amor no correspondido y la felicidad inexistente en amor y felicidad Pero no es así Los ojos de ella no son cobre ni granito sino dolor Entonces, ¿de qué sirve el trabajo del escultor?
EL
MENDIGO
Reconozco que escupí al pasar Lord Tribble y le hice el mal de ojo con el izquierdo, el que tengo cubierto de una película blanquecina y a veces sangra Pero, ¿qué va a hacer un mendigo? Mendigar y odiar. Entonces él me pegó con su bolsa en la cabeza. Puedo imaginarme que me la quería partir. Contenía dieciséis monedas de plata. Con ellas he podido sobrevivir este año. Así es que creo que voy a volver a usar el método jugándome la cabeza. Dos morales. La mía y la suya. ¿Cuándo puede un intento de asesinato dar de comer a cinco bocas? Voy a cuidar bien mi ojo malo . el de la ¡película blanquecina.
POESíA
EL CAMALEÓN
Stieg Trenter me contó que cuando el hijo de Garvis CarIsson tenía cuatro años, hoyes Lill-Garvis, la estrella del AIK, llegó a, Madrid donde su padre había conseguido trabajo como futbolista al pasar un año dijo lo siguiente: Antes no hablaba nadie como yo. Ahora hablan todos como yo. Por eso no creas que el camaleón se considera una desamparada víctima de su entorno. Al de de El
contrario, está convencido que todo es víctima su propia personalidad cambiante. entorno cambia siguiéndolo a él.
Arquea una ceja y dice: "Las hojas por ejemplo toman su verdor de mÍ. La amapola toma su rojo-amapola de la circulación de mi sangre. La paja amarilla del tejado de la choza arde tan amarilleante al sol porque da la casualidad de que me he tumbado a descansar en el tejado de la choza."
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l. ¡.
WERNaR ASPENSTROM
LA SARDINA EN EL METRO
No No No No No No No
quiero lavarme con ese jabón quiero lavarme los dientes con esa pasta dentífrica. quiero dormir en ese sofá cama. me hace ninguna falta ese p?-pel higiénico me interesa esa póliza de seguros. tengo la menor intención de cambiar de marca de cigarrillos. tengo ninguna gana de ver esa película. M~niego a bajarme en Skarholmen. ~~~~~;;~ _r::~~~a quiere que se abra la lata hacia el mar.
POESíA
STRINDBERG CONTESTA UNA PREGUNTA ORNITOLÓGICA
Strindberg está sentado en su sillón de mimbre en el jardín que él mismo se ha hecho bajo un sombrero de ala ancha detrás de un mosquitero metido por debajo del cuello de la camisa. No ¡parece un demente . y tampoco un ser particularmente irritable a pesar del intenso tráfico de vampiros. Vuelve a ser noche de sábado y una trompeta de juguete se ha ahogado "ahí en el tonel de agua". En el camino de vuelta a casa me paro y pregunto: Dime, ¿por qué canta el estornino en otoño sin que se lo pida nadie? Strindberg da una chupada a la larga pipa que ha metido por un agujero a través del mosquitero y constata secamente, como uno que conoce bien sus asuntos y no divaga: Carece de motivos para no hacerlo.
Los
ZAPATOS TIENE
GA AS DE SALIR
Hace poco estalló una tormenta. Acaba de pasar. No tengo perro. Pero sí zuecos. Están junto a la puerta ladrando.
Si uno no sueña se vuelve loco. Pero en mitad del sueño lo despierta la razón, que encarga un tradicional desayuno inglés. Uno tiene que andar medio loco un día más.
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ELSA
GRAVE
UNA VOZ CALMADA
Estar contenta o triste - eñ un desierto apocalíptico así de polvoriento es absolutamente indiferente sin embargo yo he optado por sonreír ante las tres iglesias derribadas que veo desde aquí y la central nuclear que ha acabado en el fondo del río abrazada por miles de peces muertos cientos de esqueletos de árboles yacen esparcidos por doquier si yo no hubiese estado tan seca y tan obligada a ser avara de mis lágrimas hubiese llorado por el destino de aquellos árboles y no hay gota de agua ni en ríos ni en arroyos ni en el lago pescado seco y plantas acuáticas prensadas en la prensa del sol y gentes demasiado bronceadas niños ya no hay . nadie se atreve a esperar que una misericordia invisible pueda sacar de algún sitio una nube de lluvia Probablemente estoy muriéndome y camino hacia la misma muerte que mis conocidos y desconocidos y todos los niños que yacen esparcidos bajo lo que está roto y patas arriba ya no veo la diferencia la diferencia entre árboles y gentes
POESíA
Tampoco se puede .. ver diferencia alguna entre bosque y campo y mar en este desierto y las cosas ya no son cosas son basuras muchas cosas s~ han convertido en basuras para que nadie si ese nadie aún existe pueda envidiar al otro si ese otro aún existe al ver esas basuras me parece ver por fin la prueba de que no existe un poder supremo bondadoso sin embargo no estoy segura de que el alma que es lo único que me queda sea cOll1!pleta y absolutamente mortal Ahí están ahora las iglesias y la central nuclear como locomotoras volcadas y un dios omnipresente aceptaría quedarse acurrucado entre las ruinas si está ahí espero que se dé cuenta de que también la omnipresencia es ya una basura y por lo tanto no existe en el desierto no hay ninguna cómoda omnipresencia en el desierto lo más seguro es estar eternamente ausente no deviene basura la ausencia
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SANDRO
No
KEY-ABBRG
LE TENGAS MIEDO ...
No le tengas miedo a la violencia, aprende a vivir con ella. Es sólo un reflejo de movimientos que discretamente se van colando en ti. Pronto te harás uno con ellos. Ayuda a los que se arrastran a cuatro patas, destrozados, con sangre y mocos brotando a torrentes de la boca y los ojos. Levántalos y recógelos en tus brazos, limpia sus rostros de sangre y de suciedad. Esos pobres diablos necesitan todo consuelo y ayuda que se les pueda dar. Cuéntales que circula una bella leyenda por el mundo, que la violencia es un individuo simpático y locuaz que ejecuta con eficacia las órdenes que le da la vida, que la vida tiene que ser destrozada para poder encontrar nuevas y maravillosas formas. ¡Molida y aplastada es un fuerte y delicioso humus en el que nacerán las rosas del futuro! ¡Diles que la violencia es un reactor que transforma ese anémico elemento que es la vida en nueva y fabulosa energía! ¿No crees en leyendas? Pídeles, pues, a esos mierdas un poco de alegría, ¡que agradezcan el vivir ahora en la época de la pequeña violencia! Diles, alegraos de los quejidos que brotan de los callejones, pronto inundarán los gritos nuestras calles y plazas.
POESíA
¡Querido, pronto envidiaremos los que estamos esperando turno para ser hechos pedazos a los ya destrozados! ¡Acostúmbrate a la sensación que inunda la boca del estómago, prepárate a ver rostros que de repente se transforman y pierden lo que tú ll amas humano! ¿Sientes cómo se mueven bajo tu mano los músculos de la vida? Las convulsiones que recorren como ráfagas de viento la tersa musculatura del abdomen y presagian los violentos espasmos del bajo vientre? La violencia, ese alegre niñito, pega ya con la cabeza en la amorosa boca de la vida.
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TOMAS
TRANSTRoMER
NOCTURNO
Cruzo un pueblo en plena noche, al resplandor de los faros van surgiendo las casas - están despiertas, quieren beber. Casas, graneros, letreros, vehículos sin dueño - es ahora cuando se visten de Vida. Los hombres duermen: algunos duermen en calma, otros tienen tensas las facciones como si estuviesen entrenándose intensamente para la eternidad. No se atreven a soltar nada aunque duermen pesadamente. Descansan como las barreras que se bajan al paso del misterio. Saliendo del pueblo la carretera va un buen rato por entre los árboles del bosque. y árboles árboles guardando silencio en una común armonía. Tienen el color teatral del resplandor del fuego. ¡Qué nítidas son sus hojas! Me siguen hasta mi casa. Me echo a dormir, veo imágenes desconocidas y signos garrapateándose a sí mismos detrás de los párpados en el muro de las tinieblas. Por la rendija entre vigilia y sueño intenta colarse una gran carta en vano.
-
GORAN PRINTZ-PAHLSON HUMORISTAS
Antes de que se hubiese hecho de rigueur escribir poesía sobre el escribir poesía, se consideraba que era tan increíblemente difícil que casi era imposible, o posiblemente se consideraba imposible. Bien mirado, ¿cómo se podrá conseguir? pensaban, se perderán seguramente las ideas o el ritmo fluido, o las imágenes o algo (o bien no se pensaba en absoluto en ello). Sin embargo piensa en cambio en una chiquilla, el verano de 1937 tal vez, que se ha trasladado al balneario con su padres y la niñera (sí, es de esa clase de niñas) y que ha recibido lecciones de natación de un profesor privado (a pesar de sus indignadas protestas) y va todas las mañanas con su flota~or de dibujos amarillos (el color favorito de los años 30, ¿verdad?) a la playa de fría arena acanalada como la tabla de lavar y de caracolas rosa. Piensa: "¡Acepto! De acuerdo en que lo voy a intent~r, pero no aprenderé nunca jamás a nadar de verdad, a flotar como un barco por el agua." Pero lo intenta, e irrita a su hermana mayor que flirtea violentamente con el guapo profesor de natación, traje de baño azul de perneras anchas, y a su vez es irritada por su hermanito cuando se esfuerza con sus alas hinchadas y el cuerpo agarrotado y los ojos cerrados y la boca aguzada como para un beso. Todas las noches sueña que se desplaza por el agua, en un agua fría, verde sal ud a1ndo a peces y caballi tos de mar, y a v'eces pinta en sueños un cuadro (inspirado en Gericault) en el que ella y dos compañeras se agarran en un mutuo abrazo agarrotado al colchón rayado, mientras olas altas como casas saltan sobre el muelle que protege el pequeño puerto. Pero de pronto un día cuando el verano está tenrunando y las mañanas son frescas como verdes avell anas en septiem.bre, se olvida de todo y se hace buena amiga del agua. "Pronto podré nadar sin alas" piensa para sí, "pronto podré volar sin aire, sin ritmo, sin imágenes . .. Pero, un momento", piensa, un tanto malhumorada (ella es así) "¡ahora me van a utilizar a mí como metáfora! ¡no , nunca en la vida ... !". Pero ell a ya no está allí, se ha ido. El poema, caso de que tenga algún valor, no trata nu nca sobre escribir poesía sino más bien sobre bromear, o amar o engañar; una vez más (a ¡pesar de su carácter decidido y escéptico) ella ha sido, junto con el lector, engañada, les han ocultado la verdad, la luz. Esa luz que ahora juega en los árboles de la temprana primavera, allí en el patio un chico acaba de ponerse a jugar a las canicas en la tierra que todavía está embarrada y empapada . . .
FOLKE ISAKSSON
ESTILO LAPIDARIO
Ahí se yergue la pjedra en la llanura con su mensaje a los íntimos a tiempo y destiempo que Olav, hijo de Guii, fue muerto en Estonia, "drepinn i Eistlandum" Qué bellamente abraza el festón a la piedra, qué firmemente ha grabado el picapedrero el texto El dolor abreviado a la dimensión de un telegrama, la tira del texto que con tremenda lentitud va manando de la máquina del tiempo "Un joven muy capaz" deja sentado el padre, "draeng, barda godan"; así recomienda a su hijo para las generaciones futuras El sentimiento penetra en la piedra Está grabado en el granito, unas escuetas notas musicales contra el canto de los mosquitos que vaga sobre los terrenos pantanosos, la eterna respiración de tristeza y ruina Estudia el poema, la luz del amanecer sobre los palotes, el silencio entre esas palabras de dolor y piedra AquÍ se vislumbra vida, un golpe de remo refulge en el horizonte Al mismo tiempo hay algo indescifrable Como las runas clandestinas que los barrenillos graban bajo la piel del rumoroso abeto.
L 'A SSE
SODERBERG
COLOR DE C UBA
Primero vi el color de Cuba, los blancos y afilados dientes, las negras estrellas de los ojos, la verde espalda. Montañas, bosques, campos: un largo lagarto verde, como diría Guillén, (En Vietnam el verdor es envenenado o quemado implacablemente.) Primero vi el color de Cuba. Luego aterricé como un abejorro 'e n medio de una revolución rebosante de clorofila. A mi alrededor se reía el verdor ' con sus dientes blancos y sus ojos negros.
A LA FE CIEGA
¿Por qué desfilar? El camino puede ser un círculo.
- -=-- -
- soN JA
AK E S S O N
LA CUESTIÓN MATRIMONIAL
Ser esclava de Hombre Blálico. Hombre Blanco ser benévolo a veces, sí, sí pasar el aspirador y jugar a la barai.a con los niños los días de fiesta. Hombre Blanco no tolerar descuidos y blasfemar con palabras terribles muchos días. . Hombre Hombre Hombre Hombre tropezar
Blanco no tolerar descuidos . Blanco no aguantar Comida frita: Blanco no tolerar frase Tonta. Blanco tener gran Ataque de nervios botas de los niños.
Ser esclava de Hombre Blanco. Parir hijos de Otro Hombre. Parir hijos de Hombre Blanco. Hombre Blanco ocuparse de todo mantener todos los niños. Jamás poder pagar Gran Deuda a Hombre Blanco. Hombre Blanco ganar Dinero en su Trabajo. Hombre Blanco comprar Cosas. Hombre Blanco comprar esposa. Esposa fregar platos. Esposa limpiar suciedad. Esposa ocuparse basuras. Ser esclava de Hombre Blanco. ¿Hombre Blanco pensar muchos Pensamientos volverse loco? Ser esclava de Hombre Blanco. ¿Hombre Blanco emborracharse romper Cosas? Ser esclava de Hombre Blanco. ¿Hombre ¿Hombre mandarla ¿Hombre
Blanco cansarse viejos pechos viejo vientre? Blanco cansarse vieja esposa al Infierno? Blanco cansarse hijos de Otro Hombre?
Ser esclava de Hombre Blanco. Venir arrastrándose de rodillas mendigar Ser esclava de Hombre Blanco.
G6RAN
PALM
Precio de un esclavo macho: dos o tres bueyes. Precio de un esclavo hembra: medio buey. Así era en los viejos tiempos felices, cuando la servidumbre era un privilegio de los pobres. Ahora los precios son más ,altos, en particular los de las estrellas del deporte y , artistas, científicos y ¡periodistas. Los__comprados pierden-obviamente su libertad, m~rca4o en e~ que se compran, ¡ése sigue libre! pero el . , . . .. '
"¿ Qué error cometimos ¡os que construimos Suecia sobre una base de justicia y solidaridad?" Construisteis sobre terreno de mercado volcánico.
* Mirad nuestras casas, nuestros coches y carreteras, mirad nuestras mesas repletas de comida y las modernísimas instituciones asistenciales, pero ¡no miréis por nada del mundo en las vagabundas almas de las gentes del estado del bienestar! Haced en cambio como si allí todo estuviese tan limpio y seguro y elegante y bien adaptado como los ,salones en que viven las almas.
* La base del sistema del bienestar en Suecia es la creencia de que la seguridad es desplazable, y no lo es. La seguridad y el terruño están íntimamente ligados. Mira los árboles.
* Desde que nos hicimos ricos ya no podemos permitirnos el lujo de mantener abiertos prados, dehesas, campos de cultivo, cuando éLamos pobres ¡sí que nos lo podíamos permitir!
LARS
GUSTAFSSON
POEMA SOBRE EL REVISIONISMO
Mosca incierta encerrada en un exprés nocturno trata sin embargo de volar y descubre que puede seguir haciéndolo perfectamente Cuando llega desde el extremo sur del vagón al norte ya es una mosca mucho más inteligente y el tren hundiéndose con mayor velocidad en la noche
ELEGÍA A UN «LABRADOR RETRIEVER» MUERTO
Aquí puede haber, en ¡pleno verano, unos días en que de repente es otoño. En los árboles el trino de los mirlos suena más agudo. Aguas adentro las piedras se yerguen muy determinadas. Saben algo. Siempre 10 han sabido. También nosotros lo sabemos, y no nos gusta. De vuelta a casa, en el barco, precisamente esas tardes, podías estar en la proa con la mirada fija, concentrado, escudriñando los olores que te llegaban sobre el agua. Leías la noche, la tenue estría de humo que subía de un chalé, una chuleta a la plancha a tres kilómetros de nosotros, un tejón que en ese mismo atardecer estaba en algún lugar olfateando de la misma manera. Nuestra amistad era obviamente un compromiso; vivíamos juntos en dos mundos distintos: el mío, letras sobre todo, un texto que pasa por la vida, el tuyo, olores sobre todo. Tú tenías conocimientos por cuya obtención yo hubiese sacrificado muchas cosas: la capacidad de dejar a un sentimiento, pasión, odio o amor correr como una ola por todo tu cuerpo, del hocico a la punta de la cola, la incapacidad de llegar a aceptar nunca que la luna es un hecho. Las noches de luna llena protestabas siempre ruidosamente contra ella. Tú eras un agnóstico más puro que yo. Y por consigui1ente vivías siempre en el paraíso. Tenías una costumbre que algunos encontraban repulsiva, cazar mariposas, la boca abierta en el salto, y devorarlas con placer.
POESíA
A mí siempre me gustó. ¿Por qué no supe aprovechar la lección? ¡Y las puertas! Ante una puerta cerrada te echabas a dormir seguro de que tarde o temprano tendría que llegar el que la abriese. Tenías razón. Yo estaba equivocado. Ahora me pregunto, cuando esta larga amistad muda se ha ido ya para siempre, si tal vez había algo que yo supiese hacer, algún conocimiento que te impresionase. Tu firme convicción de que era yo el que desencadenaba las tormentas no se cuenta. Era un error. Creo que mi fe inquebrantable en que la pelota existía, incluso cuando estaba escondida detrás del sofá, te dio en cierto modo una ligera idea de mi mundo. En mi mundo casi todo existía escondido detrás de alguna otra cosa. Yo te llamaba "perro". Con frecuencia me pregunto si tú me concebías como "un perro" más grande, más ruidoso , o como alguna otra cosa, para siempre desconocida, que es lo que es, existe en la condición en la que existe, un silbido que cruza el parque nocturno al que uno se ha acostumbrado a acudir sin saber en realidad qué es aquello a lo que acude. De ti, y de quién eras, no supe mucho más. Se podría decir, desde un punto de vista más objetivo: Éramos dos organismos. Dos de esos lugares donde el universo hace un nudo sobre sí mismo, estructuras efímeras, complejas de materia albuminoidea, que tienen que ir complicándose más y más para sobrevivir, hasta que todo estalla y deviene otra vez simple, el nudo suelto, el misterio resuelto. Tú eras una pregunta, dirigida simplemente a otra pregunta, y ninguna de las dos tenía la respuesta de la otra.
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SUN
AXELSS.QN . ·
Días de ceguera cuando el ojo mira adentro hacia los lagos de la obscuridad días de luz plena cuando todo penetra -eso es mi alegría el claro resplandor de las tinieblas sobre mi atormentada conciencia de la muerte y este tiempo grandioso que se encierra en cada visión que la vida nos ofrece. Los labios de la noche de diciembre tienen una ardiente sed de las aguas de junio la tierra late parda bajo la nieve nieve que ya al caer tiene que reírse de su futilidad. De súbito esas imágenes del recuerdo: Una estación que se monta en el alma llena de viajes, los que han sido, los que nunca serán viajes entre árbol yagua entre piel y manos viajes entre desiertos y tiempo, guerra y asfalto que suavemente vuelven a ser grava y arena. Estaciones donde las palabras reposan profundamente en el silencio del viajero hasta que el mar llueve sal y viento - eso es mi alegría. En el patio los gatos perezosamente abrazados se lavan con rosadas lenguas toda la ternura animal que también nuestros cuelipos guardan bajo rígidos uniformes. Finalmente el viento - el viento que siempre existe la pura tornlenta en cuyo corazón todo desaparece para surgir de nuevo en otro sitio otra vez cuando otros árboles han caído para abrir la semilla de otros bosques - eso es aún mi alegría este último viento inexorable indomable - que arranca las puertas cerradas donde la muerte se incuba en la vida. El viento que soplará contra todos nosotros nos soplará juntos sobrevivirá a todo y vivirá sin la muerte. El viento en la vida que vivimos - en medio de los oscuros lagos de la calma. La clara noche de diciembre lleva i un corazón pequeño en el bolsillo! ¡Todo lo que está vivo es mi alegría! Traducción: Marina Torre,
GO.RAN
SOBRE '
LA
SONNEVI
GUERRA DE ' VIETNAM
Fuera de las ventanas, tras el televisor, cambió la luz. La oscuridad se hizo gris y los árboles destacaban negros en la clara luz gris de la nieve recién caída. Por la mañana todo estaba nevado. Salgo a limpiar tras la tormenta. Oigo por la radio que los Estados Unidos han publicado un libro blanco sobre la guerra de VIETNAM en el que se acusa a Vietnam del Norte de agresión. Anoche en la televisión vimos un documental hecho en la zona del Vietcong, oímos el sordo aleteo de los helicópteros, ' desde el suelo, desde el bando de los ametrallados. Hace un par de semanas en otra película la CBS entrevistó a unos pilotos de helicóptero norteamericanos. Uno de ellos describió su orgasmo cuando -por fin alcanzó a un Vietcong: los cohetes lo arrojaron por el aire hacia adelante, unos tres metros. Seguramente hoy nevará más dice mi vecino, que vestido de negro va a su trabajo. Él embalsama muertos y es enfermero de noche en un manicomio. El lugar donde vivo -Lund y alrededores- se va transformando en un libro cada vez más blanco. Sale el sol y brilla con un frío ardiente en las anchas páginas. Los muertos son cifras que descansan, revolotean como cristales en el viento de la llanura. Hasta ahora se calcula que han muerto más de dos millones en VIETNAM . Aquí no muere nadie más que por motivos personales. La economía sueca en la actualidad no mata a mucha gente, en todo caso no aquí, en nuestra patria. Nadie hace la guerra en nuestro país para defender sus intereses. Nadie nos quema con nrupalm.
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GORAN
SONNEVI
El sol va ascendiendo hacia su mediodía. Estamos casi en marzo de 1965. Cada día muere más gente en la sucia guerra de los Estados Unidos. En la foto del presidente Johnson de cuando los últimos bombardeos a Vietnam del Norte - él salía de un coche o entraba, no sé caen los copos de nieve intensamente sobre las blancas páginas. Más muertos, más justificaciones, hasta que todo está completamente nevado en la noche que definitivamente cambia su luz ahí fuera, tras las ventanas.
TAMBIÉN YO PARTICIPO
También yo participo del proceso interior de aniquilación La sociedad en la que entramos cada vez más desintegrada, cada vez más desaparecida Si yo entonces generalizase esto Si diese el salto a la sociedad de la aniquilación No estamos allí, aún no Todavía la destrucción externa acontece en las periferias, no aquí No hay alternativa alguna Veremos este proceso mirándolo a los ojos Incluso con ojos petrificados nos veremos mutuamente No hay remedio Vemos la aniquilación interior del corazón Vemos las imágenes destruidas de nuestros cuerpos
GORAN
TUNSTROM
MIENTES, ECEQUIEL
Mientes, Ecequiel Los huesos. de los muertos nunca se juntarán por mucho que soplen los vientos Tenemos que aprender a vivir con esa idea Desde todos los lados penetran mundos innominados entre el cuerpo y el idioma Debemos aprender a vivir con esa idea Este día es un parpadeo en la noche de las galaxias Sin embargo nosotros hacemos reverencias y más reverencias ante mudos ídolos de madera Debemos vivir con lo disgregado (mientras nuestros ojos "'ponen en orden" tenazmente los átomos de la bahía hasta formar "un velero" y la idea del "alfabeto" carnina con muletas) La exigencia de Enosis se debilita en mi aterrorizada provincia Los cisnes han abandonado el golfo las hojas los árboles La materia se ha arremolinado un poco Mentiste, Ecequiel Pero nosotros aprendemos a resistir Estuve nadando toda la noche respiración tras respiración hacia la roca de la mañana No fue un sueño, luché despierto y llegué El cosmonauta que abandona su nave lleva un cable en torno a la cintura A veces el cordón se rompe Es entonces cuando la poesía se ve en la necesidad de empezar
HOMBRES HERIDOS
Hombres heridos desperdigados por muchos pisos Sus rostros son como de niños Muy lejos en otras habitaciones hay mujeres hablando de los difíciles tiempos
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GORAN T.UNSTROM en catacumbas y habitaciones cerradas donde la falta de oxígeno aumentaba año tras año Hay una maravillosa comunidad entre algunas de ellas que los heridos aceptan No estamos solos Muchos hombres contemplan sus últimos espasmos Yo puedo describirlos con exactitud porque en mí están los ojos que ven levantarse a la mujer Me pide que le suelte el nimbo de santidad de su pelo Abre la ventana al aire nuevo a señales secretas dirigidas a desconocidos Los pulmones de muchos hombres se adaptan difícilmente al cambio En todas las guerras coloniales siempre tienen que perder algunos sus ahorros sus pisos sus hijos Y su idioma y adoptar otro Hasta el umbral de nuestra propia puerta apoyamos la lucha de los liberados Luego la lucha sigue repentinamente en el vestíbulo, en el dormitorio Después de un tiempo aceptamos, como derrotados, un nuevo orden Nos llevan a la escuela y tal vez aprobemos un examen y podamos competir en igualdad de condiciones Pero de lo que yo informo es del ahora inacabado de la destrucción que prosigue todavía a medianoche Garan Tunstram. Estocolmo.
BO
SETTERLIND
EL
BOSQUE
¿Has olvidado que el bosque es tu hogar, que el bosque grande, profundo y sereno te está esperando como un amigo? Deja la agitación de la ciudad, vuelve al bosque, sólo así podrás ser niño de nuevo. ¿Has olvidado que el bosque es tu amigo? Los caminos de la hormiga bajo el cielo, el manantial donde crecen conversaciones tan luminosas, el claro donde uno juega con la lluvia, ¿han sido olvidados? ¿No los recuerdas?
GoSTA FRIBERG
LA
VOZ
el grácil polen que revolotea por los aires lleva consigo árboles enteros --Sara y yo vamos camino del bosque, a través de los prados Me coge de la mano como si yo de repente fuese más pequeño que todo-Un muerto que venía hacia nosotros trayendo cuidadosamente en las manos su respiración . . . pero no se le veía Allí sólo había aire, que nosotros tocamos cuidadosamente, acariciamos y sentimos allí dentro su dolor su anhelo de alcanzar el aire de sus manos y aspirar profundamente . . . ¡cómo se iba a iluminar él de repente -- cómo se iba a iluminar en ese mismo instante el mundo que lo rodea! El aire sobre los prados que tristemente nos devuelve el saludo con una incilinación de cabeza ... cuando levantamos la mano y nos vamos -- Sara pone un ÍJeso en su mano y sopla cuidadosamente en la palma de su mano ... un beso dirigido al muerto no nacido allí dentro en el futuro ... cuya espalda comienza a desvanecer y se da la vuelta, con el rostro cubierto de bosque: "No destruyáis la tierra"
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'
MARGARETA
EKARV
ESTIMADO MINISTRO DE CULTURA
Soy un miembro del equipo de trabajadores de la cultura que tienes a tu servicio en el marco de las instituciones oficiales Yo creo en el objetivo final: la cultura debe participar en la creación de un ambiente social mejor y contribuir a la igualdad entre los hombres Pero tengo un problema al que no le veo solución Se dedica bastante dinero a la cultura Con motivo del año de la mujer se emplearon 150.000 coronas en una exposición sobre el tema "Vidas de mujer en el mundo" que se exhibiría en cuatro Parques del pueblo para estimular discusiones y otras actividades Un paso adelante en el desarrollo del Parque de la Cultura al parecer una tarea estimulante un trabajo de desafíos y emoción El verano me proporcionó experiencias muy diferentes : nunca había vivido días de verano sueco tan largos tan calurosos y tan solitarios como allí en el Parque Excepto los días que había bingo El bingo comienza a las siete y media Algunos se dan ya una vuelta por el Parque a la hora de comer para reservar sitio A las tres y media llegan los primeros jugadores y empiezan en las máquinas tragaperras. Las hay de una corona y de veinticinco céntimos. Las más populares son las de corona. Pasadas las cinco comienza la gran invasión: llegan coches autobuses de las ciudades vecinas y de los pueblos próximos algunos vienen en bicicleta y las amigas paseando del brazo Unas 600 personas juegan al bingo en el Parque un día de labor 600 personas que se apretujan en tomo a las mesas para elegir los cartones que puedan darles más suerte Los paneles de la exposición son retirados a los rincones, se quitan los carteles y los textos para que no molesten La mesa con los libros sobre la cuestión femenina es trasladada a una habitación contigua Los jugadores pagan y quieren sitio para moverse libremente.
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MARGARETA EKARV
Los empleados del parque que se comunican de piso a piso con transmisores portátiles hablan de los locos que día tras día agarran desesperadamente sus cartones Se ríen de la tacañería de los que se llevan unos bocadillos y un termo de café para así poder echar más dinero en las máquinas tragaperras Los pensionistas, dicen, vienen la semana siguiente al día quince - el día que cobran la pensión nunca la semana anterior Una tarde los empleados se divierten sacando los cartones del club deportivo equivocado y no advirtiendo de la broma hasta que el juego está a punto de empezar El ambiente de linchamiento que siguió a la broma alejó de sus mentes la idea de' repetirla Yo estoy en un rincón junto a los paneles de la exposición De vez en cuando se me acerca alguien que quiere comprar números de una rifa Al tratar de auto defenderme me coloco en la misma actitud de desprecio y superioridad que los empleados del bingo Pero, ¿con qué derecho despreciamos a unas personas que son únicamente VÍctimas? El llamado ingrediente cultural hace muy bonito en la memoria anual del parque Una pluma cultural en el sombrero del Parque de Juego con sus considerables ingresos del bingo y las máquinas tragaperras ¿Cuántos miles de coronas vamos a dedicar al ingrediente cultural el año que viene? ¿Cuánto tiempo vamos a seguir disparando garbanzos con canuto contra el dragón del comercialismo mientras nos metemos en la cabeza que el trabajo que hacemos está cargado de sentido? ¡Ilmo, Señor Ministro de Cultura! Este es mi problema pero no solamente el mío Si tienes una solución a la vista escríbeme, Espero tu respuesta,
LARS
NORÉN
L A POESÍA
La poesía es un espejo para las palabras A este lado de las palabras Cada palabra es un objeto a través de cuya transparencia u oscuridad contemplo sus posibles y abandonados significados
E NTR EGO MIS POEMAS . . .
Entrego mis poemas en la editorial Bonniers y me paseo por la ciudad Olor a plomo y metal en la piel cuando llego a casa Estoy a punto de telefonear a EIsa pero sé muy bien . qu e está muerta. No hay nadie en la casa de Faro, ó a Karin, p ero se asustará si algu ien- la llama, tiene que haber ocurrido algo trágico para que algu ien la busqu e Se acuesta temprano sola con el desaparecido rostro del hijo que el tiempo todavía sigue devo rando Hace intentos vacilantes de pensar más all á del presente, pero no logra hacerse con él La muerte está all í iluminada y cl ara ante ell a y todavía se levanta a las tres de la noche y se viste en la oscuridad a pesar de que hace ya quince años qu e no reparte periódicos Luego se sienta sin nada que hacer con las bolsas y las facturas que ha gt.¡ ará ado, sin atreverse a salir . H asta que vuelve el anochecer Agradecida por los dieciocho metros cuadrados en el barrio de Marieberg donde la diiputación provincial
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LARS
NORÉN
la ha encerrado Está aterrorizada por la inhumana sociedad que dicen que ella ha contribuido a construir Todos estamos, casi, igual de solos e ignorantes y nuestro tiempo es un lugar donde los hombres han desaparecido y adonde nunca podrán volver. Para Karin es corno un lago sereno una tarde de verano donde alguien que ella ha ansiado descansa en los remos y escucha las campanas que anuncian el comienzo de la fiesta
Hoy
ESTOY TAN SOLO . ..
Hoy estoy tan solo y tan lleno de secretos como Marta, la mujer de 102 años que ha estado encerrada 98 años en un hospital de Estados Unidos, desde los cuatro años de edad Nadie sabe de dónde procede Ni por qué está allí, y también es un misterio el porqué un día la metieron en el hospital En 80 años no ha recibido ninguna visita ni nadie ha preguntado por ella
Hoy
ESTÁ TODO ...
Hoy está todo serio y casi silencioso. Corno cuando muere una reina y la radio cambia la programación de música ligera por Mozart y Bach No comprendo porqué. Ella ya no escucha Casi puedo ver cómo las gentes se separan unas de otras, cómo trabaja el silencio en las ropas descoloridas y cómo hi solitaria avispa grisácea encuentra el carnina de su sueño de muerte en la herida· del seco árbol de la montaña.
EVA
RU NE FELDT
COSAS
Las cosas van quedando lentamente -en reposo En un ojo la luz Las cosas pastan ahora en paz Muevo una caja de cerillas dos centímetros a la derecha en la mesa El calor del radiador contra los muslos Fuera de la ventana castaños y lilas Sin pedir permiso
LA HABITA CIÓ N
La mitad izquierda de la cara se apoya en su perfil Las paredes amarillas claras se elevan para ver adónde dirige tu ojo la mirada, adónde te vuelves, y la sonrisa un rápido trazo más oscuro en la mejilla Las sombras de la habitación se juntan en fragmentos en los rincones, escuchan tu rostro descansar en tu piel
Sobre tu pómulo la terracota de la piel y el pétalo húmedo de la punta de mi lengua La luz se queda aquí y apaga su sed
Traducción ; Marina Torres
KRISTINA
LUGN
¡Quiero que vengas ahora! ¡Quiero que vengas inmediatamente! Tráete la calculadora. y el piano de cola Steinway. Coge tiritas aspirinas colonia y compresas una botella de agua mineral una botella de ginebra una botella de whisky y un vaso para el cepillo de dientes una botelJa de Ajax una caja grande de somníferos una planta y una pizza y un pulmón artificial. ¡Quiero que vengas inmediatamente! ¡Tú, sí, quiero que vengas inmediatamente! y que me tomes por asalto. Apagarás la lámpara del techo. y encenderás los candelabros. Desconectarás el teléfono. E inflarás los colchones de goma. Secarás mis lágrimas y me harás comprender lo que debo hacer. Cuando se ponga el sol tras de la Opera. y sea hora de irse a casa. Entonces vendrás a verme. Con tu corazón. y tu escopeta. Para que yo nunca más vuelva a perder la cabeza. En un cuarto de estar decorado con gusto. Para que nunca más vuelva a estar en el alféizar de la ventana. Con el aire un poco ido. y una rosa silvestre en la mano. Para que nunca más vuelva a arrastrarme entre los metros. Con una canción un poco penosa. En mis labios agrietados. ¡Tienes que venir ahora, tienes que venir inmediatamente! Simplemente porque si no yo no puedo resistir. Simplemente porque me ahoga este maldito anhelo. Simplemente 'Porque soy una mujer completamente normal. Sana y un poco regordeta. Bastante hacendosa, amiga de ayudar y nerviosa. Buena, dulce y muy miedosa. Con interés por todo y una veta literaria oculta. Traducción: Marina Torres
FRANCISCO
J.
URIZ
SENTIDO DE LA PROPORCIÓN
Para Juan, mi hijo
Alguien le había dicho en la guardería "Si te llevas al oído una caracola oirás el oleaje del mar" Pasó el tiempo y él seguía fascinado por el misterio de la caracola Siempre anheló oír el oleaje del mar en una caracola Mi hijo se llevó al oído una concha minúscula y estalló en alegría "Papá, ya oigo el oleaje" mientras paseábamos por una playa azotada por un clamoroso viento en Túnez
PROSA
AUGUST
STRINDBERG
El pan
RABAJABA como supernumerario en la Cámara de Comercio con un sueldo de 1.200 coronas. se. había unido a una joven que carecía de dote; por amor, como él mismo decía; para no tener que andar recorriendo los bailes y las calles, afirmaban sus amigos. Fuera de un modo u otro, la vida en común de la pareja fue en un principio feliz. - ¡Qué barata resulta la vida de casado!, exclamó un día, una vez celebrada la boda. La misma cantidad que apenas alcanzaba cuando uno estaba soltero y solo, basta ahora para marido y mujer. Esto del matrimonio no deja de ser un excelente invento. Uno lo tiene todo dentro de sus cuatro paredes: vivienda, restaurante, café ... todo. Nada de menús, nada de propinas, nada de porteros curiosos por las mañanas cuando uno sale del brazo con su señora. La vida le sonreía, sus energías iban en aumento y trabajaba como un hombre cabal. Nunca se había sentido tan pletórico de vida y por las mañanas saltaba de la cama, ágil y con un humor excelente; estaba como rejuvenecido. Al cabo de dos meses y sin que el aburrimiento hubiera hecho acto de presencia, la joven esposa le hizo partícipe de ciertas esperanzas. Otra alegría, otras preocupaciones, pero ¡qué dulces de sobrellevar! Era necesario incrementar inmediatamente los ingresos para poder recibir dignamente al desconocido ciudadano del mundo. Fue y se consiguió trabajo de traducción. Lindas ropitas se extendían por los muebles, la cuna estaba esperando en el vestíbulo y el pequeño llegó sano y en buen estado a este valle de lágrimas. El padre estaba arrobado; no podía librarse sin embargo de una cierta inquietud mirando hacia el futuro. Los ingresos y los gastos no acababan de equilibrarse. No hubo más remedio que restringirse en materia de vestuario. La levita empezó a blanquear en las costuras y una bufanda cubría la pechera de la camisa; los pantalones lucían flecos por abajo, lo que le acarreaba el desprecio de los conserjes del negociado. Se vio además obligado a prolongar su jornada laboral.
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STRINDBERG
- De ahora en adelante hay que poner punto a esto de los críos, se dijo a sí mismo. Pero ¿cómo hacer? No sabía. Tres meses más tarde su esposa le previno escogiendo las palabras de que su alegría paterna pronto sería duplicada. El no se alegró mucho de la notici a. Pero de lo que se trataba ahora era de salir adelante, si bien quedaba demostrado que el matrimonio no era en absoluto una cosa barata. - Pero, veamos, pensó con alegría, el joven hereda los pañales del mayor, ¿no es así? De modo que no cuesta nada y por lo dem ás han de vivir, como viven otros. Fue padre por segu nda vez. -Eso va al galope ¿eh?, comentó un compañero qu e estaba casado y tenía sólo un hijo. - Pero, por todos los diablos, ¿qué se puede hacer? - ¡Hay que ser prudente! - ¿Prudente? ¡Escucha ,amigo mío! Uno se casa para. .. quiero decir, no sólo para ... pero, en todo caso, también para ... ¡Bueno! Ahora estamos casados, así que eso está claro. - No del todo. Y otra cosa, amiguito: si quieres tener para camisas almidon adas y te interesa conseguir un ascenso, es absolutamente necesario qu e lleves pantalones que no estén deshilachados por abajo y un sombrero qu e no tire a rojizo. y el prudente le susurró palabras prudentes al oído . Así que el pobre esposo que había creído tenerlo todo resuelto, se puso a dieta. Ahí empezó el lío. Primero fueron los nervios sobreexcitados , las noches sin dormir y el trabajo mal hecho por el día; y luego el médico . Tres coronas por cada receta. ¡Y qué recetas, Señor! Tenía que abstenerse de trabajar. H abía trabaj ado demasiado y tenía el cerebro extenuado. Pero no hacer nada ¡significaba la muerte para todos! Y trabajar ¡también era la mu erte! ¡Y siguió trabajando! Un día cuando estaba sentado en la oficina, inclinado sobre las interminables columnas de cifras, le dio un mareo y se cayó al suelo. Un a visita a un médico especialista, 18 coronas. Nueva prescripción: baja por enfermedad, un buen paseo a caballo todas las mañanas y para almorzar un bistec y un a copa de Oporto. Montar a caballo y Oporto. Pero lo peor era que en su interior iba creciendo una cierta frialdad para con la amada esposa; él no sabía el origen. Tenía miedo de acercarse a ella, al tiempo que la deseaba; la amaba, la amaba tod avía, pero ese sentimiento estaba mezclado con una cierta amargura. - Estás adelgazando, opinó un compañero. --Sí, verdaderamente creo que he adelgazado, replicó el pobre esposo. - No quería decir eso, prosiguió el otro. ¡Estás jugando sucio, muchacho! - De veras que no entiendo una palabra de lo que dices. - ¡Andar de medio luto, un hombre casado! ¡Cuídate de esas cosas, amigo mío! -¡Que me maten si te entiendo! -Ir contra el viento, a la larga , no se puede. No, hombre, no. Lo que tienes que hacer es echar toda la carne en el asador, verás cómo todo se arregla. Créeme, sé de lo que hablo. Supongo que entiendes una indi recta. El escribano dejó que madurasen los buenos consejos, a sabiendas de que
EL PAN
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las gan~ncias no aumentan ~n proporción al número de hijos, pero bastante convencIdo de que ahora habla dado con la raíz de su enfermedad. El verano había llegado. La familia se fue al canl'po. Una hermosa tarde los esposos salieron solos a dar un paseo por la escarpada orilla del mar, ensombrecida por el follaje de los alisos que acababan de brotar. Se sentaron en el césped, silenciosos y abatidos. El estaba sombrío y melancólico; pensamientos siniestros bullían en su dolorido cerebro. La vida le 'Parecía un abismo que se abría para tragárselos a ellos, a todos aquellos a quienes él tanto amaba. Empezaron a hablar de que no tardaría en perder el trabajo; el jefe se había molestado porque le 'Pidió otra excedencia. Se lamentó del comportamiento de los compañeros, se sentía abandonado por todos y sufría de pensar que ella se aburriera de él. No, en absoluto, ella le seguía amando tanto como en los días felices cuando se prometieron, ¿cómo podía dudarlo? Oh, no, pero había sufrido tanto que no era dueño de sus pensamientos. Y puso su mejilla ardiente junto a la de ella, rodeó su talle con el brazo y cubrió sus ojos de apasionados besos. Los mosquitos planeaban yendo y viniendo en su danza nupcial por encima de los abedules sin 'Preocuparse por los miles de crías que sus legítimos goces iban a arrojar a la existencia; los lucios desovaban en el cañaveral dejando desCUIdadamente millones de alevines; las golondrinas se besaban en pleno vuelo, en pleno día, sin la menor preocupación por las consecuencias de semejantes retozos irregulares. El se incor,poró de pronto y se estiró como después de un largo sueño con pesadillas mientras hacía profundas inhalaciones del tibio aire. -¿Qué te pasa?, susurró su esposa ruborizándose profundamente. -No lo sé. Pero lo que sé es que estoy vivo y que vuelvo a respirar. y radiante, con el rostro despejado y los ojos brillantes, tendió los brazos hacia su esposa, la levantó como a una niña y la besó en la frente. Sus pantorrillas se dilataron como las de un dios antiguo, el torso se enderezó elástico como un árbol joven y, embriagado de dicha y de energía, llevó su dulce carga hasta el sendero y allí la depositó. -Te vas a agotar, amor, dijo la eSlposa defendiéndose mientras trataba en vano de liberarse de su abrazo. -¡Oh, no! Podría llevarte al fin del mundo y he de llevaros a todos, a todos los que sois, o, añadió, ¡a todos los que seáis! y locos de alegría regresaron a casa cogidos del brazo. -Pensándolo bien, querida, hay que reconocer que no es difícil saltar ese abismo que separa cuer,po y alma. -¡ Qué cosas dices! -Si lo hubiera sabido no hubiera sufrido tanto. ¡Esos idealistas! Y se retiraron a su habitación. Los viejos buenos tiempos empiezan de nuevo y lo bueno nuevo parece que va a ser duradero. El señor vuelve a ir a su oficina y se experimenta una renovada primavera amorosa. Nada de médicos ya y siempre del mejor humor. Tras el tercer bautizo el hombre encuentra la cosa inquietante y empieza otra vez con el juego sucio con las mismas consecuencias. iMédico, baja, paseos a caballo y Oporto! Es necesario lograr un final. Por cada vez se pone al descu. .. bierto una falta en el presupuesto. Completamente rendido, con todo el sistema nervIoso a flor de pIel, no ttene
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otro remedio que dar a la naturaleza lo que le corresponde. Y, de inmediato, suben los gastos y disminuyen los ingresos. Cierto es que no era rico, pero pobre tampoco. - Para decir la verdad, querida mía, esto va a ser el mismo espectáculo de siempre, dijo él. - Hasta cierto punto, sí, querido mío, contestó la atribulada mujer que junto a los deberes de la maternidad tenía que soportar todo el trabajo de una sirvienta. Después del cuarto sobreparto ya no pudo aguantarlo y no tuvieron más remedio que coger a una niñera. -Ahora ya basta, hizo saber el desconsolado es'poso. ¡Aquí ponemos punto final! La pobreza les hacía muecas de burla y los cimientos de la casa empezaron a agrietarse. Y a los treinta años, la edad fecunda en la que todas las flores requieren la fecundidad, los jóvenes esposos se veían remitidos a un cruel e ignominioso celibato. El hombre estaba malhumorado, con la piel cenicienta y la mirada apagada. La espléndida belleza de 1a esposa se iba marchitando, su opulento pecho se hundía y tenía que soportar todo el dolor de una madre que ve a sus hijos anémicos y mal vestidos. Un día estaba junto al fogón friendo arenques cuando llegó una vecina a charlar un rato. -¿Cómo está usted?, empezó. - Pues, regular, gracias. Y usted ¿cómo está? - ¡Oh, yo me siento muy débil! No es ninguna bicoca estar casada cuando uno tiene que estar siempre en guardia. -¿Piensa usted que eso sólo le pasa a usted? - Pero ... -¿Sabe usted lo que me dijo? Hay que ahorrar el instrumento, me dijo. Y yo lo paso mal, créame. ¡Pues sí que está bien esto de estar casados! A él o a ella le toca, da lo mismo. - ¡O a los dos! , - No parece que la cosa tenga remedio. - Pero los sabios, pues, los que se regalan a costa del estado . .. --Sí, sí, los sabios... ellos tienen muchas otras cosas en que pensar y, además, es impropio escribir sobre esas cosas; no se podrían leer en voz alta. - Y, sin embargo, sería lo más importante. Y ahi empezaron ambas mujeres a contarse sus ,amargas experiencias. El verano siguiente tuvieron que quedarse en la ciudad, en un piso ,bajo junto a una calleja, disfrutando la vista de un arroyo cuyo hedor hacía que uno no se atreviera a abrir las ventanas. La esposa le da a la aguja en la misma habitación donde juegan los niños; el marido, que ha tenido que desped irse del negociado por carecer de ropa de~ cente, escribe en la habitación de al lado rezongando por el ruido que meten los pequeños. Se entrecruzan palabras duras a través de. la puerta. Es la tarde del domingo de Pentecostés. El hombre se ha tumbado en el desvencijado sofá de piel y contempla a través del cristal la ventana de la casa de enfrente. Allí ve a una muchacha que tiene fama de llevar mala vida acicalándose para el ¡paseo de la tarde. Junto al espejo del tocador tiene l,lD ramo de lilas y dos naranjas. Sin preocuparse de miradas curiosas, se ajusta el corpiño sobre sus firmes pechos.
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-Pues no es . ningun~ mala vida la que ésa lleva, dijo para sus adentros el condenado al celIbato mIentras se enardecía de repente. Sólo se vive una vez en el mundo y hay que vivir pase lo que pase. La e~posa, que acaba de entrar en la habitación, descubre el objeto de sus observaciOnes. Sus ojos llamean; la última chispa de un amor consumido brilla bajo las cenizas y se manifiesta en unos celos pasajeros. - ¿No te parece que debíamos coger a los niños e ir al ¡parque de Djurgarden?, preguntó. -¿Para exponer nuestra miseria al público? ¡No, gracias! - Pero aquí dentro hace mucho calor. Vaya bajar las persianas. - Mejor será que abras la ventana. El adivina los pensamientos de la esposa y se levanta para hacerlo él mismo . All, sentados en el bordillo de la acera, están sus cuatro pequeños junto a unos desagües. Pisando el arroyo seco y jugando con cáscaras de naranja que han encontrado entre las basuras de la calle. Sintió una punzada en el corazón y el llanto le subió a la garganta; pero la pobreza le había vuelto apático, así que permaneció sin hacer nada, con las manos cruzadas. Súbitamente brotaron dos bocanadas de fango de los desagües inundando el arroyo y mojando los pies de los niños que empezaron a dar gritos, medio asfixiados por el hedor. -Viste a los niños para salir, pero ¡date prisa! , gritó totalmente descorazonado ante el desgarrador espectáculo. El padre iba empujando el cochecito en el que dormía el pequeño y la madre llevaba a los otros de la mano. Llegaron al cementerio de Klara, su habitual refugio, bajo los tilos de oscuros troncos y frondosas copas verdes, como si la tierra hubiera sido abonada por los cadáveres que habían recibido sepultura allí. Las campanas tocaban para el servicio de la tarde. Las ancianas del asilo acudían en gmpos a la iglesia para sentarse en los bancos que habían dejado vacíos sus ricos propietarios, los cuales habían reconfortado su alma con el sermón de la mañana y ahora se mecían en sus carruajes por el parque real de Djurgarden. Los niños se encaramaban por las lápidas planas, decoradas con escudos e inscripciones. Los esposos se instalaron en un asiento cerca del cochecillo donde yacía el menor chupando su biberón. Dos perros medio ocultos por la hierba se entregaban a sus instintos primaverales al son fes tivo de las campanas . Una pareja joven y elegante que llevaba de la mano a una niñita ataviada de terciopelos y encajes de seda, pasó por delante. El pobre escribano alzó los ojos hacia el joven petimetre y reconoció a uno de sus antiguos compañeros de la Cámara de Comercio; pero éste no se preocupó de saludar. Un sentimiento de amarga envidia le corroyó a aquel tan violentamente que se sintió más humillado por este sentimiento considerado innoble que por su lamentable situación. ¿Le· guardaba rencor al otro porque éste tenía ahora una ocupación que él había ambicionado? Por supuesto que no. Pero podía muy bien ocurrir que la envidia fuera el reverso de su sentido de la justicia y que su sufrimiento fuera tanto más profundo cuanto que lo sentía compartido por toda una clase desheredada. Estaba convencido de que las pobres anci anas del asilo, que pasaban inclinadas bajo el yugo de la beneficencia municipal, envidiaban a su esposa y no cabía la menor duda de que muchos de esos honorables difuntos que descansaban en sus sepulcros blasonados le hubieran envidiado a sus hijos si-tuvieron que abandonar la vida sin heredero de sus mayorazgos. Bien es cierto que la vida tiene sus fallos, pero ¿por qué les han de tocar los buenos trozos
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a quienes ya están bien servidos de antemano y cómo es que el premio siempre se queda entre los que han implantado la gran lotería? Los desheredados, que se contenten con el servicio religioso de la tarde (para ellos está prevista la moral y las virtudes que desdeñan los otros ante quienes se abren las puertas de los cielos por dinero contante y sonante). Pero ¿y el Dios justo y bueno, entonces? ¿cómo ha repartido tan mal los dones? Mejor hubiera sido en realidad vivir bien sin un mal dios que, encima ha sido lo bastante sincero como para reconocer que "el viento sopla hacia donde (el viento) quiere" y confesar con ello que no se ocupa de nuestros asuntos. ¡Pero sin iglesia, nada de con~uelo bajo las actuales circunstancias! Aunque ¿por qué hay que buscar justamente consuelo? Mejor sería entonces arreglarse de modo que uno no se viera obligado a pedir consuelo. ¿No es así? En esas reflexiones estaba cuando le interrumpió la niña mayor pidiéndole una hoja del tilo para hacerle una sombrilla a la muñeca. Apenas había subido el padre al banco para alcanzar una rama, cuando un policía le advirtió ásperamente que no se podían tocar los árboles. ¡Otra humillación! Y al mismo tiempo el agente le dijo que no dejase que los niños se subieran a las lápidas porque había ordenanzas que prohibían esas cosas. -Mejor será que nos vayamos a casa, exclamó el escribano, deshecho. ¡Tantas molestias por los muertos y tan pocas por los vivos! y se fueron a casa. El marido volvió a su trabajo. Tenía que escribir en limpio el manuscrito de una tesis universitaria sobre el exceso de población. No fue capaz de renunciar a enterarse del contenido, así que se puso a leer el cuaderno. El joven autor, que pertenecía a la llamada escuela ética o de señoritas, predicaba contra el vicio. - Pero ¿qué vicio?, se decía el escribano. El vicio por el cual venimos todos a este mundo, el que el sacerdote nos ordena al contraer matrimonio diciendo: ¡"creced y multiplicaos"! y el joven autor proseguía: Fuera del matrimonio la reproducción de la especie sería un vicio fatal a causa del triste sino que les espera a los niños, despojados del cuidado que necesitan. En el seno del matrimonio, por el contrario, sería un deber dar rienda suelta a las inclinaciones. En favor de esto habla, entre otras cosas, el hecho de que la ley protege incluso los óvulos femeninos, y con toda razón. - O sea que, 'Pensó el escribano, hay una providencia para los hijos legítimos, pero no para los ilegítimos. ¡Caramba con el filósofo! ¡Y la ley que protege los óvulos! ¿Con qué derecho, pues, se desprenden las microscópicas cositas cada vez que cambia la luna? ¡Se tenía que haber puesto policía para vigilar los santos ovarios! Todas esas estupideces tenía que escribir en limpio con su mejor letra. ¡Montañas de moral, pero ni una palabra para informar! El sentido moral o, mejor dicho, inmoral del razonamiento era: hay un dios que alimenta y viste a todos los niños que nacen en el matrimonio; un dios en el cielo, probablemente, pero ¿yen la tierra? ¡Aquí h ay que meditar! Es verdad que parece que descendió un día para hacerse crucificar después de infructuosos esfuerzos para poner orden en los averiados asuntos de la humanidad. No pudo con ello. A.! final , el joven fi lósofo se ponía ronco de gritar que la gran abundancia de trigo era una prueba irrefutable de que no se avecinaba ningún exceso de
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población y que la teoría del neomalthusianismo era falsa y además criminal, criminal tanto ante la ley burguesa como ante la moral. y el pobre padre de familia que no había catado el pan de trigo en muchos años, se levantó para animar a los niños a tragar la papilla de centeno y la leche aguada con la que se llenaban la barriga sin sentirse saciados. Era amargo; y lo ¡peor no era la papilla aguada sino que el espléndido humor de otros tiempos, esa hada hechicera que podía transformar el oscuro centeno en trigo dorado, el amor todopoderoso con su cuerno de la abundancia, había volado; se había ido desvaneciendo gota a gota. Los hijos no eran más que cargas y la amada esposa se había convertido en un enemigo encubierto, solapadamente despreciativa y despreciada. ¿Y la fuente de todas esas desgracias? ¡La falta de pan! ¡Y simultáneamente se derrumban las grandes empresas del Nuevo mundo bajo el peso de unos recursos de trigo demasiado abundantes! ¡Un verdadero mundo de contradiccIones! Tiene que haber, pues, un fallo en la forma en que el pan está distribu ido . La ciencia, que ha ocupado el lugar de la religión, no tiene respuesta que dar sobre esto; se limita a constatar el hecho y deja que los hijos mueran de hambre y los padres de sed. Traducción: Marina Torres
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El abrigo de piel QUEL año hizo un invierno crudo. La gente andaba encogida con aquel frío y parecía más pequeña, excepto los que tenían abrigo de piel. El juez municipal Richardt tenía un enorme abrigo de 'Piel. Además estaba casi obligado a ello por razón de su cargo, ya que era director gerente de una empresa completamente nueva. Su viejo amigo, el doctor Henck, por el contrario, no- tenía abrigo de piel; tenía, en cambio, una bella esposa y tres hijos. El doctor Henck era delgado y 'Pálido. Hay personas que engordan al casarse, otras adelgazan. El doctor Henck había adelgazado. Y llegó la Nochebuena. -Este año ha sido 'p ara mí un año fatal - iba diciéndose el doctor Henck, cuando a eso de las tres de la tarde de la Nochebuena, justo a la hora del crepúsculo vespertino, iba caminando hacia la casa de su amigo John Richardt para pedirle dinero prestado- o He tenido un año fatal. Mi salud es precaria, por no decir una ruina. Por el contrario, todos mis pacientes se han restablecido y apenas los veo ya. Probablemente moriré pronto. Mi mujer también lo cree así, lo he visto en su mirada. En tal caso sería deseable que ocurriese antes de finales de enero, que es cuando tengo que pagar la maldita 'Prima del seguro de vida. Al llegar a ese punto de sus lucubraciones, se encontraba en la esquina de Regeringsgatan y Hamngatan. Al ir a cruzar la calle ,p ara seguir Regeringsgatan abajo, resbaló en la escurridiza rodera de los trineos y se cayó en el mismo momento en que se acercaba a toda velocidad un trineo de alquiler. El cochero juró y el caballo se fue instintivamente hacia un lado; no obstante, uno de los patines le dio al doctor Henck un golpe en el hombro y además un tornillo o un clavo o algo parecido se le enganchó en el abrigo y le hizo un enorme desgarrón. La gente hizo corro a su alrededor. Un guardia municipal lo ayudó a levantarse, una joven le sacudió la nieve de la ropa, una señora mayor señalaba con gestos muy aparatosos el abrigo roto de manera tal que parecía que de haber podido lo hUDiese cosido allí mismo; un príncipe de la casa real, que pasaba por allí por casualidad, recogió el gorro y se lo puso en la cabeza, y todo volvió a quedar como antes, excepto el abrigo. - ¡Coño! ¡Vaya aspecto tienes, Gustav! -dijo el juez municipal Richardt al ver entrar en su despacho a Henck. -Sí, claro, me acaban de atropellar -dijo Henck. - Es muy propio de ti -dijo Richardt, riéndose amistosamente. - Pero así no puedes ir a casa. Llévate mi abrigo de piel. Ya mandaré a un botones a casa para que me traiga otro abrigo. - Muchas gracias - dijo el doctor Henck. Y después de haber recibido las cien coronas que le había pedido prestadas y que tanto necesitaba, añadió: - Bienvenido a la cena. Richardt estaba soltero y acostumbraba pasar la Nochebuena en casa de los Hencks.
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Camino de su casa iba Henck de mejor talante de lo que había estado en mucho tiempo. - Es por el abrigo de piel, cIaro -se decía a sí mismo- o Si hubiese sido inteligente, me hubiese comprado un abrigo de piel a plazos hace ya mucho tiempo. Eso hubiese fortalecido la confianza en mí mismo y me hubiese elevado
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en la estima d~ la gen~e. No se pueden pagar honorarios tan pequeños a un d?ctor con. abngo de plel como a otro que lleve un abrigo corriente y con los ojales deshilachados. Es una pena que no se me haya ocurrido antes. Ahora ya es demasiado tarde. Dio una vuelta por los jardines de Kungstdidgarden. La oscuridad ya había caído sobre la ciudad, había comenzado a nevar de nuevo y los conocidos con los que se cruzó no lo reconocieron. -¿Quién sabe, además, si es demasiado tarde? -siguió diciéndose Henck-. No soy viejo todavía y he podido equivocarme en el diagnóstico de mi salud. Soy más pobre que las ratas; pero también lo era Richardt hace bien poco. En estos últimos tiempos mi esposa ha estado conmigo fría y desabrida. Pero sin duda podría volver a quererme si yo ganase más dinero y llevase un abrigo de piel. Me ha parecido observar que ella muestra mayor simpatía por John desde que éste se ha comprado el abrigo de piel, que la que expresaba antes. Parece que también estuvo algo enamorada de él cuando era una jovencita. Pero él nunca se le declaró; al contrario, iba diciéndole a ella y a todo el mundo que jamás se atrevería a casarse con menos de diez mil coronas al año. Pero yo sí me atreví; y Ellen era una jovencita pobre que estaba deseando casarse. No creo que estuviese enamorada de mí como para que la hubiese podido seducir de haber querido. Pero, claro, tampoco quería. ¿Cómo iba yo a poder soñar con un amor semejante? No lo he hecho desde los dieciséis años, cuando vi, por primera vez, Fausto en la Opera. Pero también estoy seguro de que ella me quiso durante los primeros tiempos de casados; uno no se equivoca en esas cosas. ¿Por qué no iba a poder hacerlo de nuevo? Durante la primera época, después de nuestro matrimonio, se pasaba el tiempo mortificando a John siempre que se encontraban. Pero después él creó una empresa y nos invitó al teatro alguna vez y se compró un abrigo de piel. Y mi mujer, evidentemente, se fue cansando, con el tiempo, de hacerle. maldades. Todavía le quedaban a Henck algunos asuntos que resolver antes de la cena. Ya eran las cinco y media cuando llegó a su casa cargado de paquetes. Se sentía muy dolorido en el hombro izquierdo; por lo demás, no había nada que le recordase su accidente de la tarde, excepto el abrigo de piel. -Va a ser divertido ver la cara que pone mi mujer cuando me vea llegar con abrigo de piel -se dijo el doctor Henck. El vestíbulo estaba completamente a oscuras; la lámpara no se encendía más que durante las horas de consulta. Ya la estoy oyendo en el salón, pensó el doctor Henck. Camina con la ingravidez de un pajarillo. Es curioso que todavía me exalte el corazón el ruido de sus pasos en una habitación contigua. La suposición del doctor Henck de que su mujer lo iba a recibir con mayor amabilidad que de ordinario al verlo venir con un abrigo de piel fue muy acertada. Ella se deslizó sigilosamente hasta él, lo llevó al rincón más oscuro del vestíbulo, le rodeó el cuello con sus brazos y lo besó apasionadamente. Después sepultó la cabeza en el enorme cuello de piel del abrigo y le susurró al oído: -Gustav todavía no ha llegado a casa. ---Sí -contestó el doctor Henck con voz vacilante, mientras acariciaba con las dos manos el cabello de su mujer- ; sí, ya está en casa. En el despacho del doctor Henck ardía una buena fogata. En la mesa había whisky yagua. El juez municipal Richardt estaba repantigado en un gran sillón de cuero
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fumandQ un puro. El doctor Henck, completamente abatido, se había arrinconado en el sofá. La pu rta que daba al salón donde la señora Henck y los niños encendían las elitas del árbol de avidad, estaba abierta. La cena había tran currido en gran silencio. Únicamente los niños habían hablado hasta por lo oda y habían estado alegres. -Querido Gu ta , ¡no dices nada! - dijo Richardt- . ¿Todavía estás dándole vuelta al d garrón de tu abrigo? -No -contestó Henck- . Más bien estoy pensando en tu abrigo de piel. Hubo un silencio de unos minutos antes de que siguiese: - Pienso también en otra cosa. Estoy pensando que ésta es la última Nochebuena que vamos a celebrar juntos. Soy médico y sé que no me quedan muchos días de vida. Ahora lo sé con absoluta certeza. Quiero, por tanto, darte las gracias por la generosa amistad que en los últimos tiempos nos has mostrado a mi mujer ya mí. -Oh, no es para tanto - murmuró Richardt, desviando la mirada. -Sí ---contestó Henck-, sí lo es. Y también quiero agradecerte el préstamo de tu abrigo de piel. Me ha proporcionado los últimos instantes de felicidad que he sentido en la vida. Traducción : Francisco J. Uriz
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El ascensor que bajó a los infiernos
L señor Jonsson, jefe de contabilidad de un banco, abrió el elegante ascensor del hotel y empujó amorosamente a un grácil ser que olía a pieles y a polvos. Se sentaron muy juntos en la blanda banqueta y el ascensor empezó a bajar. La damisela acercó su boca entreabierta, húmeda de vino, y se besaron. Habían cenado arriba en la terraza, baJO las estrellas, y ahora iban a salir a divertirse. -Querido, qué bien se estaba allí arriba, susurró ella. Qué poético estar allí contigo, era como estar entre las estrellas. Entonces se comprende lo que es el amor. ¿Tú me quieres de verdad? -El contable contestó con un beso aún más largo, el ascensor bajaba. - Qué bien que viniste, querida, dijo él, en otro caso me hubiera desesperado. -Sí, pero puedes creer que eshlVO insoportable. En el momento en que empecé a arreglarme, me preguntó que adónde iba. Voy a donde me apetezca, me parece, dije yo. Tampoco soy una prisionera. Entonces se sentó y estuvo mirándome todo el tiempo mientras me vestía, me he puesto el vestido nuevo de color beis, ¿crees que me sienta bien, qué crees que me sienta mejor, en realidad, tal vez sea el rosa de todas maneras? - A ti te sienta bien todo, querida, dijo el contable, pero nunca te he visto tan radiante como hoy. Ella se echó hacia atrás las pieles sonriendo agradecida; se besaron largamente, el ascensor bajaba. - Luego, cuando ya estaba lista y a 'punto de salir, me cogió la mano y la apretó tanto que todavía me duele, y sin decir una palabra. ¡Es tan animal, no puedes imaginártelo! Pues adiós, dije yo. El, por supuesto, ni palabra. Es que es tan obstinado, tan desmedido, no se puede aguantar. - Pobrecita mía, dijo . Jonsson. - Como si yo no pudiera salir un rato a distraerme. Pero, sabes, es lo más serio que uno se puede imaginar en este mundo. Es incapaz de tomarse nada con sencillez y naturalidad. Como si en todo le fuera la vida. - Pobre mía, cuánto has tenido que sufrir. - Oh, he sufrido terriblemente. Terriblemente. No hay nadie que haya sufrido tanto como yo. Hasta que te conocí no he podido sentir lo que es amor. -¡Amada mía!, dijo Jonsson estrechándola entre sus
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brazos, el ascensor bajaba. - Imagínate, dijo ella cuando se recuperó del abrazo, estar sentada contigo allí arriba mirando las estrellas y soñando -oh, no lo olviciaré nunca. Es en esas cosas en las que Arvid es tan imposible, tiene que estar siempre tan serio, no tiene ni una pizca de poesía dentro, de eso no entiende nada. - Eso es insoportable, querida. -Sí, sí, ¿no es cierto?, insoportable. Pero, continuó ella dándole sonriente su mano, ¿para qué vamos a estar pensando en esas cosas? ¡Ahora vanlOS a salir a divertirnos! ¿Tú me quieres de verdad? - ¡Que si te quiero!, dijo el contable doblándola hacia atrás hasta hacerla jadear, el ascensor bajaba. El se inclinó sobre ella y la acarició, ella se sonrojó. - ¿Haremos el amor esta noche ... como nunca? ¿Eh ... ?, mu rmuró él. Ella le atrajo hacia sí y cerró los ojos. El ascensor bajaba. E l ascensor bajaba y bajaba. Jonsson se incorporó al fin, con la cara encendida. - ¡Pero qué le pasa al ascensor! -exclamó- o ¿Por qué no se para? Hemos estado aquí mu cho rato hablando, ¿no es cierto? - Pues sí, querido, segu ro que sí, el tiempo pasa rápido. - Pero, en el nombre del Señor, llevamos aquí una cantidad de tiempo absurda. ¿¡Qué es lo que pasa!? Miró a través de la verja. Estaba negro como la pez. Y el ascensor seguía bajando a una buena y regular velocidad , más profundamente cada vez. - ¡Pero, caramba, qué es esto! Es como bajar en un pozo sin fondo. Y llevamos haciéndolo una eternidad . Trataron de ver en el abismo. Negro como la pez. No hacían más que bajar y bajar. - Esto se va al infierno - dijo Jonsson. - ¡Oh, querido! - se quejó la dama colgándose de su brazo-, estoy tan asustada. Tienes que tirar del freno de alarma. Jonsson tiró con todas sus fuerzas. No sirvió de nada. El ascensor seguía bajando y bajando sin parar. - Pero esto es horrible -gritó ella- , ¿qué vamos a hacer? - Sí, qué coño vamos a hacer - dijo Jonsson- . Esto es una locura . . ,L a damisela se acongojó toda y rompió a llorar. , -No, no, querida mía, no llores, hay que tomárselo con serenidad. No podemos hacer nada. Así que siéntate. Vamos, ahora nos sentamos aquí los dos tranquilamente y ya veremos lo que pasa. Tiene que parar alguna vez, qué diablos. Se sentaron a esperar. - Pensar - dijo ella- que haya tenido que pasar una cosa así. Y nosotros que íbamos a salir a divertimos. - Sí, coño, qué majadería - dijo Jonsson- . ¿Me quieres de verdad? - Pues, ,.da.ro,: querida, dijo Jonsson y la atrajo hacia su pecho, el ascensor bajaba. 'Y por fin se paró bruscamente. La luz era tan fuerte que hacía daño a los <ojos. Estaban en el infierno. El demonio corrió atentamente la verja. - Buenas noches, saludó inclinándose profundamente. Iba elegante con un frac que le colgaba de la velluda vértebra superior como de un clavo oxidado. Jonsson y la dama salieron aturqidos y dando traspiés . - ¿Dónde estamos, por Dios?, exclamaron despavoridos 'ante la escalofriante visión. El diablo, con cierto embarazo, les infotmó a~rca de ello. - Pero no es tan peligroso como aparenta, s~ ,a presuró a añadir, confío en que los señores lo pasen muy bien. ¿Será sólo par¡i esta noche, si comprendo bien? - ¡Sí, sí!, se éllpresuró a corroborar Jonsson, ,: nervioso; sólo 'para esta noche. No pensamos quedarnos, ¡de ninguna manera! La ~ 9amisela se colgó temblando de sú brazo. La luz era - tan corrosiva y amarillo-
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verdosa que apenas podían ver, les parecía que la situación se estaba poniendo crírica. Cuando se acostumbraron un poco, descubrieron que estaban como en una plaza alrededor de la cual se elevaban casas con entradas que ardían en la oscuridad, las cortinas estaban corridas, pero a través de las rendijas se veía que había fuego allí dentro. -¿Ustedes son la señora y el señor que se aman?, se informó el demonio. - Sí, infinitamente, contestó la señora con una mirada de sus hermosos ojos. -Entonces es :por aquí, dijo el demonio rogándoles que le siguieran. Se deslizaron unos pasos por una oscura calle lateral de la plaza. Fuera de una entrada sucia y mugrienta colgaba un viejo farol resquebrajado. - Hagan el tavor, aquí es. Empujó la puerta y se retiró discretamente. Entraron. Una diabla, gruesa, servil, con grandes pechos y con plastas de polvos violeta en la barba alrededor de la boca, les recibió. Sonrió jadeante, con comprensivos ojos que semejaban granos de pimienta; en la frente, en torno a los cuernos, se había enrollado mechones de pelo sujetándolos con lazos de seda azules. - ¡Ah! ES ' el señor Jonsson con la damisela, dijo la diabla, bueno, tienen la número ocho . Y les dio una llave grande. Subieron p or la oscura e inmunda escalera. Los escalones estaban tan grasientos que se podía resbalar; era en el segundo piso. Jonsson cogió la llave y entraron. Era una habitación ahogada de tamaño regular. En el centro había una mesa con un tapete miserable, contra la pared una cama con las sábanas alisadas. Les pareció agradable. Se quitaron las prendas de abrigo y se besaron largamente. Por otra puerta entró, imperceptiblemente, un hombre; iba vestido como un camarero, pero el esmoquin era elegante y la pechera de la camisa estaba tan limpia que brillaba, fantasm al, en .la l::~J1um bra . Anda ba si n hacer ruido, 110 se oían los pasos y sus movimientos eran mecánicos, como inconscientes. Sus rasgos eran severos, los ojos miraban inmóviles hacia adelante. Estaba pálido como un muerto y en la sien tenía una herida de bala. Arregló la habitación, limpió el tocador y colocó el orinal y el cubo. Ellos apenas se fijaron en él, pero cuando estaba a punto de salir le dijo Ji:insson: - ¡Queremos algo de beber, tráiganos media botella de M adeira! El hombre se inclinó y desapareció. Jonsson se puso en mangas de cami.sa. L a mujer dudó un poco. - Es qu e va a volver, dijo. - ¡Bah! E n un sitio como éste no hay que tener vergüenza, anda, desnúdate, nena. Ella se quitó el vestido, se subió con coquetería la braga y se sentó en sus rodillas. Era delicioso. Imagínate, susurró ella, estar aquí juntos, tú y yo, solos, en un lugar tan extraño y tan romántico. ¡Qué poético ! Lo recordaré siempre ... - ¡Ricura! dijo él, y se besaron largan1ente. El hombre volvió a entrar siJenciosamente. Con calma fue colocando los vasos y sirviendo ~l vino, mecánicamente. La luz de la lámpara de la mesa le dio en la cara. No tenía nada de particular salvo su palidez cadavérica y la herida de bala en la sien. La mujer se incorporó de golpe con un grito: - ¡Dios mío! ¡Arvid! ¿Eres tú? ¡Eres tú! ¡Oh Dios de los cielos, está muerto! ¡Se ha matado! El hombre permanecía inmóvil, sólo miraba ante sí con rigidez. Su rostro no manifestaba sufrimiento alguno, sólo severidad, profunda seriedad . - Pero Arvid ¿qué has hecho? ¿qué has hecho? ¡Cómo has podido! ¡Oh, querido! Si hubiera sospechado una cosa así comprenderás que me habría quedado en casa. Pero nunca me cuentas nada. No me dijiste nad a de esto. ¡Ni una palabra! ¿Cómo hubiera podido yo saberlo si no me lo dijiste? ¡Dios mío ... ! Toda ella temblaba. El hombre la miró como a una desconocida, su mirada
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era helada y gris, lo atravesaba todo. La cara brillaba amarillenta, de la herida no manaba sangre, era únicamente un orificio. -¡Oh, es terrible, terrible! gritó ella. ¡No quiero estar aquí! ¡Vámonos en seguida! ¡No !puedo soportarlo! Cogió precipitadamente el vestido, el sombrero y las pieles y salió corriendo, seguida de Jonsson. Resbalaron por la escalera, ella llegó a sentarse, se manchó el culo de escupitajos y ceniza de cigarros. Abajo estaba la vieja, que les sonrió entre las barbas, amablemente comprensiva, y les saludó con los cuernos. Una vez en la calle, se sintieron un poco más tranquilos. Ella se puso la ropa, se arregló un poco, se empolvó la nariz. Jonsson, con ademán protector, la enlazó ¡por el talle y le borró las lágrimas, que estaban a punto de brotarle, a besos, era tan bueno. Llegaron a la plaza. El diablo jefe andaba paseando por allí y se lo encontraron. -¡Caramba! ¿Ya han terminado? -dijo- espero que los señores lo hayan pasado bien. - ¡Oh! fue terrible, dijo la mujer. - No, no diga eso, no hay motivo para pensar asÍ. La señora tendría que haber visto cómo era antes, entonces era otra cosa. Ahora no hay de qué quejarse en el infierno. Nosotros hacemos todo lo posible 'p ara que no se note nada, al contrario, para que todos se encuentren de lo más a gusto. -Pues sí, dijo el señor Jonsson, hay que reconocer que, de todas maneras, se ha hecho un poco más humano, es verdad. --Sí, sí, dijo el diablo, se ha modernizado mucho, se ha transformado completamente, como es natural. - Claro, hay que adaptarse a la evolución general. -Eso es, en la actualidad sólo quedan los sufrimientos espirituales. - ¡Menos mal! , dijo la mujer. El demonio les condujo cortésmente hasta el ascensor. Buenas noches, dijo inclinándose profundamente, y bienvenidos cuando quieran. Les cerró la puerta y empezaron a subir. - Gracias a Dios que ya ha pasado, dijeron los dos, aliviados, sentándose muy juntos en la banqueta. --Sin ti no hubiera podido soportarlo, susurró ella. El la atrajo hacia sí; se besaron largamente. - ¡Imagínate, dijo ella cuando se hubo recuperado del abrazo, que haya sido capaz de hacer una cosa así! Pero es que siempre ha tenido ideas muy extrañas. Nunca ha podido tomarse las cosas como son, con sencillez y naturalidad. Era como si en todo le fuera la vida siempre. - Pues eso es una tontería, dijo Jonsson. -¡Podía habérmelo dicho! ¡Entonces cIaro que me hubiera quedado! Nosotros habríamos podido salir otra noche. - Pues claro, dijo Jonsson, claro que sÍ. - Pero, querido, para qué vamos a estar pensando en eso, susurró ella echándole los brazos al cuello, ahora ya ha pasado. --Sí, nena, ahora ya ha pasado. El la estrechó entre sus brazos, el ascensor seguía subiendo.
Traducción: Marina Torres
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La muerte del agitador" 1
N un cobertizo para guardar utensilios de trabajo, situado en el antiguo Surb runn , Parque del Pueblo en la actualidad, había dos trabajadores " poniéndole el asta a un estandarte, en la mañana de un Primero de Mayo. Habían llegado temprano; salieron de una de las grandes fincas señoriales donde los que allí trabajan todavía saludan al forastero con un "buenos días, señor"; tomaron el tren en una de las pequeñas estaciones donde la palabra mujer todavía se escribe con g, y allí estaban ahora sujetando el paño rojo en las astas. El mayor de ellos, llamado Christen, tallaba con tal brío que las virutas se arremolinaban. Era como si quisiera olvidarse de algo, pero, cuando levantó la cabeza, descubrió a Marten junto al cobertizo, mirando a 10 lejos. - No creo que salga de ésta -dijo Marten de pronto-. No vale la pena seguir callando. Me da el corazón que no va a volver por aquí. . . Christen siguió tallando. Aparentaba no oír lo que decía su compañero, pero de pronto dejó caer el cuchillo. -¡No seas ave de mal agüero! ¿Por qué no ha de volver si otros han pasado por lo mismo y todos saben que ahora le necesitamos? -No sé, se me ocurrió ... - dijo Marten un tanto inseguro-. Y, además, ¿por qué no acepta la propuesta del médico de que la manifestación pase por delante de su ventana? ¡Como si tuviera la menor importancia que a los otros les molestara un poco, con lo que le quiere todo el mundo! ¡Lo que el médico propone, va él y lo rechaza! -Eso es verdad, pero eso es propio de él. Siempre ha sido igual. Los dos trabajadores estaban ahora junto a la puerta del cobertizo. El sol brillaba sobre las copas de los árboles y los arbustos y, al lado de la fuentecilla en la que la burguesía de la ciudad fuera a tomar baños en otro tiempo, había un vaso lleno de agua, rica en hierro, testimoniando salud eterna. Todo indicaba que iba a ser un día glorioso. - ¿Por qué no ha de sanar, por mal que esté? - siguió el más viejo que, con motivo de la fiesta y la visita a la ciudad, llevaba cuello de celuloide y gorra visera-o Todos hablan de él ahora que es importante y famoso. Antes fue cuando 10 pasó mal .. . Pero todos esos que ahora escriben y hablan tanto, no se preocupaban 10 más mínimo de él ni de sus cosas. - Peor 10 pasa ahora, a pesar de todo - insistió el joven, apoyándose pensativo en la pared del cobertizo, desde donde, empinándose sobre las puntas de los pies, podía divisar la chimenea y el techo del hospital- o Cuando le iban los mastines detrás, los mastines de verdad y los mastines hombres, !por lo menos tenía fuerzas, pero 10 que es ahora ... ¡Ahora es mucho peor! A estas"alturas, cualquier niño de Ystaa habría comprenoido 'de quién "estaban hablando. 'Cuando las miradas de los dos hombres se dirigían al parque, con su manantial y sus senderos, sus ojos se quedaban prendidos largo rato en el busto del "fundador del parque, que se elevaba en mitad de una ¡pradera donde empezaba a crecer el césped. En el hombro del áspero busto, que representaba al fundador con barbas, se columpiaba una motacilla. -Hoyes Primero de Mayo del año 1925 -retomó el hilo el más VIeJO de los dos que estaban haciendo estandartes, con el asta en la mano-. Hace ahora treinta años que construyó este parque y lo menos cuarenta que le oí
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hablarnos por primera vez .con su voz 'de trueno. ¿Por qué había de ser ésta la última vez, vamos a ver, quieres decirme? ' Christen siguió con la cabeza levantada, como enredado en sus recuerdos. De pronto se dio cuenta de que él era el más viejo, el que tenía todos esos recl.!-erdos Y experiencias. El joven, comparado con él, era un pichón, y entonces siguió hablando, vuelto hacia Marten : -Unos cuarenta años hará ahora. Recuerdo que vino a nosotros y nosotros no sabíamos qué tipo de hombre era el que venía. El daba sus conferencias, sus discursos, diciéndonos con su voz atronadora que nos uniéramos. No entendíamos mucho entonces. Pero con él sí que nos entendíamos. ¡Si lo hubieras oído por aquellos ~os! . Marten seguia quieto, con la vista fija en el busto, callado, escuchando. Christe~ siguió: ---'-Me acuerdo de un sábado por la tarde como si fuera hoy. Algunos de nosotros, los peones, habíamos dejado el trabajo para ir a la ciudad. Nada más llegar, nos 'dij eron que había líos con un discurso que iba a haber a no sé qué hora de la tarde. El fiscal trató de suspenderlo, pero no pudo, y entonces convocó a unos quince o veinte hombres para que hicieran de pblicías. Por allá andaban obreros y sacristanes y guardias rurales con la palabra Policía pintada en grandes letras sobre la gorra. Al ir a empezar la conferencia nadie se había atrevido a aparecer por la plaza. No había más que policías a su alrededor, como . un muro ... - ¿Y qué pasó luego? -preguntó Marten, conteniendo la respiración. - Pasó lo que jamás en la vida había pasado con ninguna conferencia por estos lugares. ¡El se puso a hablar dirigiéndose a aquellos que "estaban en casa"! Rugía de tal manera que todos los que estaban den tro de las casas dejaron lo que teman entre manos. Todos los que estaban detrás de las ventanas y en los rincone~ de las casas fueron apareciendo enseguida, y en menos de un cuarto de ' hora la plaza estaba llena de gente. Cuando acabó de tronar contra las autoridades y contra nosotros, diciéndonos las verdades, los que hacían de policías se pusieron a gritar "hurras" y "bravos", y algunos de ellos cogieron sus flamantes gorras y fueron haciendo una colecta para los .gastos de viaje y ¡acabaron vendiendo los folletos de propagand a que él traía! Para entonces, el fiscal ya había puesto pies en polvorosa. Lo único que podía detener a un conferenci·ante · co.mo él eran los muros de una prisión. Yeso fue lo que intentaron . .. , El sol brillaba sobre un endrino que estaba al lado del cobertizo. Christen dio fin a su relato: -Trataron de meterlo en la' cárcel, ¡fíjate! El escribía y hablaba y hablaba y" 'escribía y cuando los peones no podíamos pagarle los viajes de agitación, se los pagaba él con 10 poco qüe podía sacar de su oficio. Condes y barones y administradores ándaban tras él como alimañas. Pero lo curioso es que no ha cambiado nada desde entonces. 'Chrisfen había echado mano al palo como si pensara interrumpir su charla, pero sin embargo parecía que tenía algo que añadir. - y luego - dijo con voz suave como la hoj a de los tiernos arbustos que estaba mirando- , luego empezó a laborar con' este parqüe en los ratos libres . Incluso se vino a lnstalar aquí. Le llamaron de todo, hasta tía del parque. A todos se los echaba encima. Y todo el tiempo era el que hablaba por nosotros. ¡Hay que ver . cómo ' andaba. por aquí, pI.abtando· arbustos y podando . árboles y amonestánaonos y, á.l mismo tiempo, hai que ver cómo se las tenía con los de arriba en el' Parlamento! ¡Tódo prógresaba, todo iba hacia arribá con él! ¡'fodo el tiempo ! Y no es eso lb más ex,"
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traño sin embargo .. . Ahora que todo el país anda angustiado por él, por nuestro hombre . . . Estoy pensando en eso que hicimos esta mañana... . -Pero bueno, ¿qué es lo que quieres decir? - preguntó Marten lleno de curiosidad. A Christen se le entrecortó la voz. - Parece que . . . -dijo con las lágrimas casi asomándole a los ojos- o Parece que el príncipe heredero le mandó ayer un gran ramo de rosas . .. ¿Te das cuenta? El prínc~pe heredero, ¡nada menos! ¿Qué efecto le harían entonces nuestras pobres hojas de haya? Christen calló. Marten también calló. Se alejaron de la puerta. Christen recogió el cuchillo y siguió tallando de modo que las virutas form aban remolino. Rusieron la roja tela sobre el asta y acabaron de hacer la enseña. JI
Aquel de quien habían hablado yacía donde yacía. Un par de años antes había pasado una difícil operación de estómago que ya enances estuvo a punto d'e costarle la vida. En enero había participado en el debate del Parlamento, defendiendo su ¡presupuesto, porque ahora era ministro de Hacienda. El verano anterior había estado ayudando a un viejo maestro de obras a reconstruir una pared del establo que se había caído, pero cuando iba a sustituir al presidente del partido en el puesto máximo de la nación, el viejo agitador estaba a punto de morir y tuvo que someterse de nuevo al bisturí del ciru jano. Desde aquel día, señores y siervos empezaron a preocuparse por su salud. En el Ministerio de Hacienda, los altos funcionarios se inquietaban por la enfermedad del "viejo", y en el cobertizo de su antiguo Parque del Pueblo los dos trabajadores se habían angustiado a su modo mientras sujetaban los palos de la !pancarta. - Un jefe como éste no lo habíamos tenido nunca -decían los funcionarios entre sí-o ¡Esa manera que tenía de pedirnos consejos en todo! Nos hacía sentir tan necesarios, tan importantes .. . -El siguió siendo igual cuando ascendió a las alturas. Igual que cuando nos hablaba en las rampas de los establos -decían los dos jornaleros-o ¡No se olvidó de nadie! Si de alguien se olvidaba alguna vez, era de sí mismo .. . En una clara habitación del hospital provincial, muy cerca del Parque del Pueblo, yacía el viejo agitador. Le habían puesto al mohadas detrás de la espalda, de modo que parecía que estaba sentado en un trineo. Tenía las gafas puestas, estaba delgado y consumido, 'P,arecía absorto en reflexiones como cuando antaño tenía que estudiar algún problema nuevo y difícil en la Comisión Parlamentaria o en la Dirección del Banco Nacional, problemas que todos, excepto él, consideraban insolubles. En la mesilla, junto a la cama, había un ramillete de hojitas frescas de haya, entre estallantes rosas. Sentada en un a mecedora en medio de la habitación estaba la esposa haciendo calceta. -Dentro de un rato llegan - dijo la esposa- o El doctor dij o que vendría para correr la cama hasta la ventana. Quieren verte un rato antes de seguir desfilando hasta Sandskogen como de costumbre. -Está bien - dijo el enfermo. Continuó con el semblante pensativo tras los anteojos cuyas patillas metálic'as se le enroscaban en las orejas. -Me parece que va a seguir el buen tiempo. - -~Ellos estaban ' dispuestos a 'desfilár 'Por el parqu,e cuando lo propuso el doctor -repuso la esposa.
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Pero el hombre se limitó a negar con la cabeza. -No es justo. que se le concedan privilegios a uno. Los hay más . enfermos que yo. Este no es lugar para recibir delegaciones - dijo él secamente. Una franja de sol deslumbrante irrumpió en la habitación. --Sandskogen, dijiste --continuó el hombre, siguiendo la franja de sol con la mirada- o Allí íbamos cuando nos manifestábamos por la jornada normal de trabajo y por los derechos fundamentales y por el voto universal . . . y aquí estoy ahora, como un alfeñique. Sin embargo, Sandskogen lo plantó el viejo Wendt. Aunque fuera para proteger sus tierras y sus propiedades de las turbas de arena del otoño, la cuestión es que todos nos hemos beneficiado de lo que hizo. Fue una bendición ese trabajo. Tanto para los socialistas como para los burgueses, ha tenido su importancia. Así pasa con todo lo que es de utilidad social... Con los años uno aprende a apreciar el trabajo de los otros también. El viejo agitador estaba acostado, inmóvil, mientras su esposa arreglaba un poco la habitación. -Hablar de eso ahora . . . ¡Acuérdate de que todos querían hacerte pedazos por aquellos tiempos! -dijo la esposa, cuya memoria, en este caso, era más fiel, reanundando su calceta. --Sí, sí. . . El enfermo había vuelto a su expresión pensativa, pero por lo demás parecía completamente tranquilo y lleno de paz. Seguía con la mirada en la franja de sol, que se ensanchaba en dirección a la cama. Hacia la una del día llegó la manifestación. Se había colocado en el Parque del Pueblo, ordenada en columnas como un ejército. Nunca había acudido tanta gente. A la cabeza iba una banda de música que guardaba muy bien en la memoria la época en la que llevaban una sola bandera, y al frente del pequeño grupo de gente iba un viejo con un violín y un muchachito con una especie de lira. En la primera parte de la manifestación iban los trabajadores de la ciudad, los que ya tenían su jornada de ocho horas. A continuación, los artesanos. Entre ellos había zapateros y panaderos y los que trabajaban en los molinos. Los eStlbadores del muelle y los carpinteros y los trab ajadores no calificados y hasta oficinistas. Todos vestidos de fiesta. Pero al final iba el grupo más compacto. Era el grupo de los trabajadores campesinos. Centenares y centenares que habían acudido de las fincas y propiedades donde trabajaban. Llevaban trajes de cheviot, los cuellos duros estaban limpios, las gorras cepilladas en honor del día. También llevaban ellos el mayor número de banderas y estandartes, que ondeaban y restallaban al viento. Al frente, en la primera fila, iban Christen y Marten. Cuando la manifestación llegó al hospital, los que iban primero divisaron una cama con una figura blanca en una de las ventanas. - ¡Allí está! - la frase corrió como un murmullo de fila a fila-o ¡Ahora lo veo bien! ¡Ahora nos ve! Los niños más pequeños que se atropellabaa en las esquinas y en las puertas al paso de la manifestación, decían: - Ahí está el viejo, el que iba siempre el primero otras veces. Es él, está enfermo allí arriba en el hospital, me lo ha dicho mi padre .. - Allí está -decían también las mujeres, asomadas a las ventanas de la calle, que sólo tenía casas por un lado. Y abrían los ojos hasta ponerlos completamente redondos. . -¿Han oído lo que dicen que pasó ayer? O quizá esta mañana. .. ¿Saben quién mandó ... ? ¿Lo saben ... ?
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En ese momento las filas, una tras otra, descubrieron sus cabezas. Los que ib an al frente alzaron las banderas y saludaron. La banda de música empezó a tocar. -¡Mira! ¡Nos está saludando con no sé qué en la mano! ¡Ahora sí que estoy seguro! -le dijo Marten a Christen. y los dos trabajadores rompieron a llorar bajo la roja banderola. Una mano delgada se había estirado por la ventana del hospital, devolviendo el saludo. Entre los dedos, fuertemente apretados, tanto que parecía como si la mano quisiera amonestarlos, tenía un ramillete de tiernas hojas de haya.
In Unos días más tarde murió el viejo agitador. El entierro fue un luminoso día del mes de mayo en el que no había ni la sospecha de una nube en el cielo. Gentes de todo el lugar y de todo el país habían acudido a Ystad, que nunca antes ni después fue objeto de tanta atención. Allí estaban Christen y Marten que, una vez más, habían dejado el trabajo por la misma persona, junto a la tumba, con un nuevo estandarte. Lo estiraron bien, de modo tal que se destacara sobre los otros. Pero se abatió después, sin embargo, hasta que al fin quedó tristemente inclinado sobre el ataúd de zinc adornado 'p or la corona que ellos habían enviado y la que había enviado el rey; una al lado de la otra. "Al ministro de Hacienda F. V. Thorsson", decía una de las cintas. Pero en la otra, con letras vacilantes, se podía leer: "A Thor, trabajador campesino y agitador." -Es bien extraño que estemos aquí honrando a la misma persona - cuchicheó Marten al oído de Christen-. El siempre fue el mismo durante toda su vida. Por eso se le honra de ,esta manera, y no hay quien pueda decir nada en contra. - Dime, ¿te acuerdas de aquella vez... cuando las hojas de haya? No se atrevieron a echar discurso alguno entre tanto florido discurso. Esa frase de que nadie podría censurar el hecho de que todos, desde el rey en su palacio hasta ellos, honrasen al mismo, era la nota máxima que podían darle a una persona en una ocasión como ésta. En ese instante se oyó un trueno en el cielo sin nubes. Todos dirigieron a él los ojos. -Ya oyes, ¡ése fue el viejo Thor contestando a su modo! - dijo Christen en voz alta a su camarada-o Así lo hubiera dicho él. ¡Abajo los señores! Y Christen y Marten presentaron armas, sin saberlo, con su rojo estandarte, en medio de rígidos y enlutados señores feudales y barones de Escania, y ante el propio representante del rey. Traducción: Marina Torres
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Per Omne
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UBIESE sido aventurado comer pan galleta en la cabaña de Per Omne, así estaba de desvencijada. Pero Per no tenía dientes y no lo seducía el experimento y sus huéspedes eran sobre todo gatos a los que no les gusta un alimento tan duro. Tenía un hotel para gatos vagabundos. Per Omne vivía aterrorizado por la idea del asilo de ancianos. El caso era que el comité de salud había declarado inhabitable su casa, y no por falta de ventilación. Per miraba su chamizo con los ojos del amor y lo encontraba satisfactorio. Además del asilo se contaban cosas indignan tes. Entre otras la siguiente: Per tenía un amigo que estaba recogido allí, un tal Enok que un día recibió la visita de su sobrino. Éste le había llevado a su tío una cerveza como recuerdo y estímulo. Pero la directora se apoderó de la botella con la sana intención de administrársela sirviéndole medio vasito cada vez. Enole podía contar con que durante cuatro días recibiría una fortalecedora bebida, si bien en escasa cantidad, con la cena. Rechazó la idea despectivamente; una cerveza, de la misma manera que una ciruela o una cereza, hay que consumirla de un a vez, de preferencia de un trago. La directora se mantuvo inflexible, Enok también. Y la cerveza se perdió (fue la consideración general) o se la bebió la directora (según Enok). El desagrado de Per por un régimen de tales características es comprensible. La inspección de incendios iba por allí una vez al año siguiendo el procedimiento acostumbrado. E n casa de Per no se ofrecían cafés ni carajillos. Los recibía en silencio, no trataba de esconder nada ni defender nada. La chimenea estaba rota en las jun tas y las portezuelas de la ceniza colgaban medio sueltas. Trabajaban en silencio y seguían su 'camino coa la esperanza de que algún día se declarase un incendio. No implicaba peligro para otros, la finca estaba apartada, más allá de un vertedero municipal al que Hamaban Sepu .
Una mañana Per se encontró con que una gata había parido en la gorra que había dejado por la noche, como de costumbre, en el suelo al lado de l~ puerta. Y afortunadamente la había dejado con la copa para abajo, es decir que la gata estaba metida con sus cuatro crías dentro de la gorra y no encima. El forro había aguantado bien, la tela no se manchó. Per tuvo que salir a buscar leche para la gata, salía a por leche varias veces al día y tenía que ir con la cabeza al aire. La gata no se movió en una semana y. durante todo ese tiempo Per tuvo que andar sin gorra, y encima con el pelo recién cortado. Era a finales del otoño y hacía un tiempo de perros. Se enfrió y empezó a toser. Cuando iba por la calle se le oía a buena distancia, tosía que la casa temblaba. La tos de Per despertó el sentido del deber y responsabilidad de la comisión de salud. Era una tos horrible, como hueca, y había peligro de que le afectase los pulmones. Sin embargo no pusieron manos a la obra precipitadamente, una comisión es una comisión, cuando no es uno eLqlle tiene impedimentos es otro. El asunto tampoco era muy agradable, se trataba de un anciano y una casa vieja. Se demoraron lo suyo. Per tuvo tiempo de curarse poniéndose terpentina por fuera y gOlas de Hoffman por dentro. Pero un día de la semana de Navidad llegó la comisión en pleno a hacerle una visita. Los recibió fuera de la casa. -¡Esto no puede ser saludable!, dijo el presidente dando con el bastón en la pared. La contera perforó un tablón podrido, en el interior cayó argamasa. Tres gatos saltaron del basamento de piedra.
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-¡Cuide con el edificio! - murmuró Per disgu stado. El presidente cruzó la puerta pero salió inmediatamente y encendió un puro. Se consideró por tanto suficiente una inspección desde el exterior. Los cristales de las ventanas estaban cegados de suciedad o habían sido sustituidos por tablas o sacos vacíos, pero si se miraba al lado de la ventana se podía ver, por algunas partes, a través de la casa. El tejado estaba en pésimas condiciones· la chimenea no tenía apoyos, estaba como en un pozo, el alero se mostraba du;amente menguado, los cabrios salían por el musgo como las costillas de un cadáver putrefacto. Observaban y constataban y el :presidente comenzó a interrogar a Per sobre sus condiciones de vida. Pero Per no contestaba a pregu ntas sino que se puso a inqUlrir sobre la salud y cómo se encontraban los miembros de la comitiva. Per se hizo cargo sobeianamente del interrogatorio, sus inquisitivos ojillos grises iban · pa~ando de uno a otro. El se sentía plenamente vigoroso, tenía sus buenas carnes, sin estar gordo, y conservaba el pelo a pesar de sus setenta y pico de años. En el seno de la comisión no andaban tan bien de salud. El presidente sufría de caries de huesos y reumatismo, el secretario de asma, un miembiO sufría de la cadera y la esposa de otro estaba loca. Había empezado poco después de que el marido hubiese puesto cuarto de baño y calefacción. Per escuchó atentamente interesándose pro· fundamente ¡por todos los achaques, los compadeció, se lamentó y les dio buenos consejos. Los señores estaban moderadamente agradecidos por su condescendencia y se marcharon tan pronto como pudieron. Los acompañó un poco en su camino y se despidió con una delicada referencia a la conexión existente entre locura y comodidades modernas. La comisión levantó acta, declararon la cabaña inadecuada ¡para vivienda y le enviaron a Per una copia. La pegó sobre un cristal roro de una ventana. Primero había pensado hacer otro uso más ignominioso del papel, dijo, esa era la importancia que le daba a la decisión de la comisión. Pero esta actitud inaiferente no era más que apariencia: en el fondo se sentía amenazado en sus más sagrados derechos y estaba profundamente inquieto por el futuro. Se defendía de las presuntas medidas ante todos y cada uno de sus vecinos e hizo saber a la comisión de salud los motivos de su conducta. Era pura envidia lo que sentía la comisión de salud, no se le permitía tener casa y hogar. Tenía una situación demasiado buena, les parecía. Pero, ¿representaba acaso una carga para alguien? No, nadie podía sostener una cosa asÍ: Se las arreglaba con la pensión y sus dos · manzanos, vendía no poca fruta. Era cierto que a veces pedía leche para sus gatas, pero sólo cuando habían parido. Para él lo único que pedía es que lo dejasen en paz y nada más. No estaría nada mal que los señores de la comisión de salud dejasen de ocuparse de personas sanas y en lugar de ello se cuidasen de sus propios achaques. A él no lo iban a meter en el asilo, en todo caso no vivo. Antes se llevaría el demonio a él y a la comisión de salud, era lo suficiente hombre para ello. Y etcétera. Sin embargo, Per veía el peligro más próximo de · 10 que estaba en realidad. Un acta no derriba casa alguna y la comisión estaba · men os inclinada a las medidas prácticas de lo que él se imaginaba. También tenían otras cosas en que pensar, se escribían nuevas actas y documentos en nuevos asuntos y pronto el caso de Per perdió actualidad. De momento disfrutaba de su vivienda sin amenaza alguna. El invierno fue suave, la primavera llegó pronto y con la primavera empezó en serio la temporada gatuna en casa de Per. Si se habla de un hotel para gatos habrá que hablar también del portero. Respondía al nombre de Tomás y era un gato de tamaño excepcional, un veterano con ojos rasgados y piel llena de cicatrices. Era todo él de color de topo,
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excepto una pata delantera blanca. El pár.pado izquierdo un poco pesado. Era el cuarto año en que estaba de servicio, si se puede llamar servicio a gobernar de forma absoluta. Porque es lo que hacía Tomás. Vigilaba la moral del lugar, no toleraba orgías nocturnas o liviandad es de ningún tipo y mantenía a todos los gatos a distancia. Los huéspedes eran exclusivamente gatas, generalmente seiS o siete, pero a veces llegaban a la docena, sobre todo en primavera que era la temporada alta. Entonces Tomás vivía como un pachá y en un harén incesantemente cambiante y autorenovado. Había gatas negras y blancas, amarillas y gnses, atigradas y lisas. Iban y venían, unas se quedaban un día, otras varios, algunas hasta una semana o más. Per podía distinguir entre los huéspedes estables y los de paso. Probablemente Tomás aún lo haría mejor. Por las noches Per escuchaba tumbado en la cama la música gatuna hasta que se quedaba dormido a pesar del griterío. Hasta el último momento veía brillar en la oscuridad ojos verdes. Kolje era trapero. Con una yegua negra, entrecana, enganchada a una carreta con muelles rotos, recorría una zona que comprendía cinco distritos. Todos los otoños llegaba a casa de Per Omne y allí pasaba una noche. A juzgar por el flaco rostro, Kolje tenía que ser más delgado de lo que anunciaba el tamaño de la chaqueta. Se podía pensar que llevaba un abundante guateado o un buen número de chalecos debajo. Tenía la Ipiel morena como un gitano pero su sereno caminar por los caminos no inducía a creer que fuese de la raza oscura. El iba sentado al lado de la carga y conducía con riendas sin bocado. La yegua marcaba el paso y se paraba allí donde la cuneta le ofrecía un buen pasto. Kolje esperaba con paciencia hasta que el animal se hartaba. La yegua se llamaba Lisa. Era muy vieja. Este año Per tuvo que esperar a Kolje algo más que de costumbre ya que no apareció hasta finales de noviembre, un día nublado que anunciaba lluvia. - ¡Se mantiene bien de carnes! - saludó Per mirando con aprobación a Lisa. - Bah, nunca estará gorda -contestó Kolje quitándole importancia al piropo, aunque lo apreció. Lisa distaba mucho de estar gorda, vivía de paja y rara vez cataba el grano. El lomo hundido, se le podían contar las costillas a través de la piel, las ancas afiladas. Por lo demás estaba bien cuidada. Kolje la desenganchó, levantó una vara hacia la carreta, y soltó a Lisa por el campo. Luego cogió un saco y se fue al vertedero a buscar botellas vacías. Mientras tanto Per se puso a mirar la carga, tenía curiosidad en el cargamento de Kolje, siempre rico y variado. En aquella ocasión lo que más destacaba era una cocina económica oxidada que, al ser examinada más de cerca, mostraba en su interior las tripas de un reloj de pie de Dalecarlia así como una caja de papel matamoscas. Per sacó uno de estos papeles y tuvo ciertas dificultades para librarse de él. Había un gran surtido de clavos, tuercas, herrajes diversos, tUDO de estufa, media máquina de coser, un manillar de bicicleta con timbre. Probó el timbre. ¡Sonaba! Era perfectamente utilizable y casi se podía decir que estaba como nuevo. Había bolsas llenas de huesos y trapos, de latas y botellas vadas. Todo era muy emocionante. Pero Kolje volvió del vertedero y entonces Per se sentó sobre un cajón en la ladera. Kolje solía cortarle el pelo. Hacía ya mucho tiempo desde el último corte, más de un año, la roja pelambrera era abundante. Kolje utilizaba para el corte una maquinilla que estaba fija en 6 mm. El proced imiento se desarrollaba en silencio, el gato Tomás sentado como espectador interesado. Pero como la maquinilla iba dura y Kolje no andaba suave de mano, Per cerraba los ojos y
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hacía muecas. Cuando acabó de darle la vuelta a la cabeza, Per quedó mondo y lirondo, la testa .redonda como un acónito. Fina.Jmente Kolje sopló algunos pelOs que habían quedado en la espalda, como hacen los verdaderos peluqueros. Oscurecía y empezó a caer una lluvia fina. Entre los dos cubrieron a Lisa con sacos vacíos y después Kolje fue a la carreta y metió el brazo entre los cachivaches. Pareció como si hubiese metido la mano al buen tuntún pero cuando la sacó llevaba una botella. Y no estaba vacía, era una botella de aguardiente de un litro. Per lo miró con admiración, Kolje sonrió con timidez. Tomás entró con ellos a la cabaña donde tres gatas inquietas y vigilantes se remaron a un rincón. Per encendió la lámpara de aceite que colgaba de un clavo del muro de la chimenea, hiLO fuego en la cocina y puso el café. Le dejó a Kolje la única silla que tenía, era el sitio de honor, y él volcó un barrilito para sentarse. Ardía bien, el fuego cantaba en la chimenea. Pronto tuvo Per listo el café. Empezaron a tomarlo con aguardiente y poco a poco se inició una conversación. Tenían un año del que hablar. Kolje le traía recuerdos frescos de Enok, el del asilo. A Per le venía mal gusto de boca con sólo que alguien mencionase el asilo, su aspecto se iba ensombreciendo mientras escuchaba. Enok tenía muchas cosas de que quejarse y con razón. Ahora además andaba mal de salud. Tenía un tozudo eccema en las manos, causado por los excesivos lavados. No bastaba con el lavado de mañana y noche, tenía que lavarse además muchas veces más al día. Acababa de limpiar de malas hierbas el jardín, enseguida le decían: Enok, ¡a lavarse las manos! Acababa de limpiar pescado, lo mismo. ¡Otra vez encima! La directora surría de manía de limpieza. Pero compraba jabón de segunda a pesar de que le daban dinero para el de primera, eso se podía demostrar. Enok guardaba una -muestra de ese jabón en una caja de cerillas que ocultaba en la cama. El jabón inalo corroía como un ácido una piel tan delicada como la de Enok. Per quedó realmente impresionado. - ¡Joder, con la tiranía! -soltó. -¡Lavarse por haber limpiado un poco de pescado! Me comprometo a limpiar dos kilos de arenque y quedarme al terminar con las manos tan limpias como las tenía al empezar. - Pero ¡claro! -asentía Kolje. Le llegó el turno de dar noticias a Per. Y pronto dejó estallar la bomba: ¡lo estaban amenazando con el asilo! En un principio Kolje no quiso creerlo, pero 'Per le señaló el acta de la reunión pegada en la ventana y entonces tuvo que creerlo. Por escrito, bien claro estaba: la comisión de salud iba a por Per. - ¡Pero qué es lo que se creen! - dijo Kolje indignado- o Tú que eres propietario y todo eso. Per lo miraba con mucha intención. - ¡Precisamente es la casa lo que quieren! Creen que se van a quedar con ella por nada. . . y se explayó sobre el tema. De creer sus palabras la comisión de salud no lo dejaba en paz ni de noche ni de día, tanto con medios legales como ilegales. En realidad la comisión de salud no había dado más señal de vida que el acta que había en la ventana. -¡Los vaya denunciar! ¡Sí, un proceso! - aseguraba- o ¡Aunque me cueste la casa y el terreno! Se bebió el resto de un trago y se quedó en silencio un momento. Se fue calentando más y más y ¡pronto se vio envuelto en un inacabable proceso. J?,e repente puso la taza en el alféizar de la ventana con tal fuerza que la romplo.
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- ¡Al rey! ¡Iré al rey! -gritó-o Es mi derecho. Kolje lo apoyaba enérgicamente en su intención. Se hizo tarde. Tomás los miraba cansado con los ojos entornados. El tema era inagotable. Pero la botella estaba vacía y el petróleo de la lámpara se estaba acabando, la llama titubeaba ya. Se acostaron en el colchón de paja, los pies de uno en la cabeza del otro y se quedaron dormidos inmediatamente. Su descanso fue interrumpido 'Por sueños violentos y ambos se movían de un lado para otro inquietos. Una vez a Kolje le pareció que Per lo besaba, lo apartó con la mano y lo agarró por el pelo. Pero era un pelo largo y lacio y Per estaba recién rapado, además tenía la cabeza junto a los pies de Kolje. Este soltó el pelo, tenía que ser un sueño. Se sentía también extrañamente despierto. De repente Kolje estaba encima de Per el cual se despertó y reaccionó en voz alta y casi con mala educación. Se debatieron un rato en la oscuridad hasta caer otra vez dormidos. No consiguieron un descanso verdadero. Cuando se despertaron por la mañana se encontraron con que Lisa estaba con ellos en la cabaña, tenía la cabeza sobre Kolje y le pasaba el hocico por la cara. Había empezado a diluviar ya entrada la noche y Lisa, sensatamente, había buscado refugio en la cabaña. No tan sensato fue (pensaron) que se hubiese comido el colchón, así es que se despertaron en el puro suelo. Se pusieron rápidamente en pie y estudiaron la situación. Los sacos con los que habían cuoierto a Lisa estaban en un montón junto a la puerta abierta. No había mucho sitio en la cabaña y ya fue un problema darle la vuelta a la yegua para encaminarla hacia la puerta, sin embargo lo consiguieron uniendo las fuerzas y con muchos Atrás, atrás y Arre, venga ya. Quedaba el sacarla por la puerta. A simple vista parecía absolutamente imposible que hubiese podido entrar por la angosta entrada. Pero como dijo Per: -¡Si ha entrado también tiene que poder salir! Pero tiró de la cabeza y Kolje empujó desde atrás, con voces y chasquidos hicieron fuerza. Lisa sacó reluctantemente la cabeza y el cuello, dio un paso en la escalera de piedra. Luego se paró, la espaldilla le daba en el quicio de la puerta. Per sacó entonces un par .de terrones de azúcar y la tentó con ellos. Lisa alargó el cuello, él le escondió el azúcar. La yegüa desplazó todo su peso hacia adelante y dio un paso, uno solo. ¡Soooo!, gritó Per, Y ¡Sooo!, gritó Kolje. Era demasiado tarde. Lisa salió, sí, pero llevándose la casa. Las vigas suspiraron y las junturas de los tablones gritaron desesperadamente, y luego un estampido y un ruido sordo cuando las paredes cedieron y el tejado se plegó. Tomás y sus gatas saltaron como alma que lleva el diablo, Kolje salió fácilmente a través del tejado de paja. La chimenea quedó en 'pie, el resto de la cabaña quedó planchada como un castillo de naipes. Pero Omne está en el asilo. Pero no fue la comisión de salud la que lo metió alli, ése es su triunfo. No se puede llevar a juicio a una yegua. Traducción: Francisco J. Uriz
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AB!A unos cuantos sentados almorzando cerca del cobertizo de las herramIentas como todos los días que no llovía o hacía demasiado frío. -Ya verás como vuelve trayéndote otro crío más, Johan. -Te va a traer tantos críos que va reventar la casa. - y sin que necesites arrimar el hombro siquiera. - Pues sí que te has agenciado una tía productiva. --Si sigue así vas a poder dejar la limpieza pública y vivir del subsidio infantil. Johan no dice nada en su defensa. Además hay tan poco que decir y los compañeros no tienen malas intenciones con su parloteo. Lo único que quieren es deshacerse del mal humor matinal antes de reanudar el trabajo. Pero las risitas que oía a su alrededor no eran música y alguna vez bien podían divertirse con otra cosa. Aunque sólo fuese por cambiar. En todo caso Johan ya se había acostumbrado a ser aquél del que se ríen los demás, así es que por lo general no se daba por enterado. Pero esto era demasiado íntimo, le pinchaba en el pecho tan maliciosamente. Y luego las risitas... aquellas risitas tontas como de satisfechas gallinas .cloqueantes de todo el montón de empleados municipales. Ya iba siendo buena hora de que se riesen de algún otro, fuese quién fuese. Pero mientras Alma saliese de viaje y ocurriesen extraños sucesos en su casa, iba a ser imposible librarse de las burlas. Así es que Johan se calló como de costumbre y cogió su rastrillo del cobertizo como todos los demás. Era otoño y a Johan le había tocado limpiar el pequeño parquecito de la plaza. Era entonces, en otoño, cuando más le gustaba el trabajo. En un día tan esplendoroso como aquél, en que brilla el sol y las hojas caen tan lentamente hacia el suelo, le parecía que el trabajo de limpieza de parques era uno de los mejores de la ciudad. Y quizá el más importante. La diligencia se veía más que nunca y todo quedaba tan hermoso después del trabajo. Rastrillar hojas era casi lo más divertido que había. Pero sin duda era una pena retirar todos aquellos montones de hojas dora·das en el sol del otoño. Tenían unos colores tan sorprendentemente hermosos y quedaba todo tan gris cuando se las llevaban. Al menos las hojas de haya seguían pareciendo vivas de verdad a pesar de que habían perdido su apoyo y habían caído al suelo tan efímeras como todas las demás. Si no hubiese sido por las sarcásticas palabras que los compañeros habían pronunciado sobre Alma, J ohan se habría sentido contento y satisfecho de la vida y todo lo demás aquella mañana otoñal. No porque le diese importancia a la cháchara y al chismorreo, pero aUí dentro tenía una sospecha y crecía: que los compañeros tenían razón y que Alma iba a volver de la ciudad con otro crío también esta vez .. . En ese caso, la tercera. Podría ser pasarse un pelín. La primera vez que ocurrió Johan se cabreó de verdad y estuvo a punto de que hubiese que dejar la boda para más ·adelante. No había habido nada sobre hijos y así en el anuncio al que había contestado, y Johan pensaba que no
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había sido juego limpio. Pero, por supuesto, Alma había rechazado sus 'palabras antes de ir al juez a casarse. y además el pobre crío tenía unos ojos tan hermosos e inocentes. La segunda vez, sí. .. Claro que se calentó un poco también entonces y lanzó una sarta de juramentos y una larga letanía sobre el libertinaje y esas cosas,. pero a pesar de todo fue algo más fácil . Era una niña y era algo mayor y podía ser una ayuda en la casa. Además era también una hermosura. Podrían decir lo que quisiesen de Alma pero a sus bijos no se les podía poner un pero. Por cierto que lo que más le escocía era cuando iban las bromas por ahí, cuando decían que se veía con toda claridad que él no era padre de sus bijos. Entonces le entraban ganas de pegarse con los que lo martirizaban. Pero ahora ya estaba bien. Si tenían razón y Alma volvía a casa boy con el tercer crío entonces le iba a decir cuatro verdades en serio y ecbar de casa a la bruja y a todos los críos. Ya estaba bien, joder. Se reían tan burlona y tan cordialmente cuando J oban entró al cobertizo de las herramientas con su termo en el descanso del mediodía. Así es que inmediatamente se dio cuenta de que habían visto alguna cosa y que sabían algo de lo que él todavía no se había enterado. Algo que le atañía y que iba a transformar su bondad de corazón en mala lecbe. Aquella vez fue el capataz el único que no dijo nada, lo que hizo, en cambio, fue tratar de aplacar la alegría con una cara seria. Pero los demás estaban lanzados. -Pues sí que llegó en el tren de la mañana, Johan. - y no vino sola. -Fue un chico lo que te trajo esta vez, Joban. -¿Chico? Joder, era un hombre de pelo en pecho. ¿Llamas tú chico a una persona con uniforme militar y bigote? -Tranquilo, Joban. Quizá fuese un pariente de Alma. Era el capataz que lo intentaba de nuevo, pero sin que sirviese de mucho. -Quizá. O un viejo novio. Ahora están llamando a filas también a quintas viejas. Johan no dijo esta boca es mía durante un buen rato. Allí estaba sentado masticando lentamente su bocadillo. Tampoco había mucho que decir. No al princ1pio, antes de que le viniese la rabia. Luego ya pudo soltar algunas palabras. Palabras duras como joder y esas cosas . . . que iba a enseñarles a la bruja y los críos y a todos aquellos malditos diablillos sonrientes que era él y nadie más el que mandaba en su propia casa. Todos le daban la razón y lo azuzaban. Que les parecía que era una putada y que él, en todo caso, no podía aguantar cualquier cosa. La rabia le venía a oleadas, cada vez peor. El que tiene dolor en el estómago, en la zona del corazón y en la cabeza. .. en la cabeza se sentía como si algo estuviese a punto de estallar totalmente. Tanto le dolía que Johan tuvo que tirar contra la pared el termo que se hizo añicos y mandar a la porra de una patada la comida. Y jurar. Lanzar el juramento más largo que había lanzado desde que se hizo empleado municipal. y en medio de todo aquello aún tuvo fuerzas para tranquilizarse y pronunciar una cuantas palabras comprensibles: -Me tomo dos horas libres para ir a casa. Voy a ver lo que pasa por allí. No era una solicitud que se pudiese rechazar o conceder. Así es que al capataz no le quedó más remedio que dejar que Johan se fuese. A pesar de
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que la recogida de hojas corría prisa y era mediodía no servía de nada negarse. Pero el capataz corrió detrás de Johan y le dijo unas palabras: - Tómatelo con calma y no pierdas la cabeza. Alma es una buena chica a su manera y los demás ... sólo quieren echar leña al fuego. Estaba sentado en la mesa de la cocina tomando café cuando J ohan llegó a casa. Se levantó e hizo una pequeña reverencia un poco azorado. No, los compañeros no habían visto visiones. Este nuevo llevaba uniforme y bigotes, aunqu e de aspecto era ,pequeño y esmirriado. Y tenía los hermosos ojos de Alma, grandes, castaño. Los pequeños salieron corriendo hacia Johan que aún estaba en la puerta: - Te hemos traído un hermano mayor, papá. - ¿Es verdad? - Claro que es verdad. ¿No estás contento? - ¿Es verdad, Alma? Tenía miedo, lo veía claramente. No se atrevía siquiera a levantar los ojos del huk~. Encogida delante de una taza de café a medio tomar tenía un aire miserable e inocente. Pero aquí ya no iban a servir de nada rodeos o actitudes sumisas. - ¿Es hijo tuyo, Alma? Contesta antes de que haga algo terrible. - Sí, claro que lo es. A Johan le pareció que las rpalabras a pesar de todo habían sonado bastante tranquilas. Burlonamente firmes y sin el más mínimo temblor en la voz. - ¡,Te regodeas encima de la desgracia? - No. Además no se va a quedar. Está haciendo la mili y tiene trabajo. Se las arregla por su cuenta. Sólo quería saludar a sus hermanitos y ver cómo estábamos. Yeso es difícil de negar, - Eso, negarse, tú no sabes negarte, qué va. Si hubieses sabido negarte hubieses tenido menos críos que recoger en tus viajes a la ciudad. Pero yo sí sé negarme y ahora mismo salís todos de aquí grandes y chicos. Con o sin bigotes. Estoy cansado de andar siendo vuestro hazmerreír, el tuyo y el de esos hiJOS de puta. Johan se soltó el pelo de verdad y dijo muchas cosas en aquel momento. Palabras duras, hirientes que había llevado dentro, que habían crecido en su interior y no había dejado salir. Los niños pequeños lloraban y el de los bigotes se puso a ayudar a Alma. a recoger sus cosas. Alma no dijo ni pío. Sollozaba un poquito de vez en cuando mientras recogfa lo que era suyo, pero ninguna otra cosa. Ni una sola 'palabra:. que pudiese interpretarse como una súplica. Muchas cosas eran de Alma así es que todo empezó a quedar un poco vacío· en torno a Johan. Yeso que Alma hubiese cogido muchas más cosas si hubiesen podido con ellas. Pero los muebles son pesados y probablemente mandaría a: alguna empresa de mudanzas a recoger el resto. No quedó mucho en casa. Johan estaba sentado en silencio, melancólico. Miraba un tanto de reojo cómo se iba transformando la casa, del agradable rincón que había construido Alma en aquella grisácea soledad vacía que ya conocía de antes. Cuando hubIeron empaquetado todo y los cuatro estaban junto a la puerta no quedaba mucho del hogar. Todo estaba triste y muerto como hacía ocho años. - Adiós, pues. Era Alma pero no se iba sino que estaba de pie junto a la puerta como esperando algo. Quizá sólo un adiós de despedida. Si aquel jodido crío no hubiese llevado bigotes, pensó Johan sintiéndose miserable. Entonces quizá hubiese tenido fuerzas para soportar también aquello
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SIn montar una escena tan lamentable. Pero la rabia le llegó resoplando justo cuando los compañeros le dijeron aquello de los bigotes. loban se había arrepentido de todas las palabras duras casi nada más decirlas. Cuando la rabia le desapareció llegó el remordimiento. El no quería, cómo iba a querer que se fuese Alma de su lado. y los niños a los que había aprendido a querer y de los que no podía prescIndir, los encantadores niños que llenaban la casa de risas y de juegos. Ahora Si qu e se la babía montado buena, cuando ellos sollozaban junto a la puerta! Ellos que no tenían culpa ninguna. lohan buscaba desesperadam ente un camino p:ua la retirada y por fin lo encontró: - Alma ... - ¿Sí? - ¿Es éste nuevo ... es éste .::1 último? - Sí, lohan. - ¡.Es absolutamente cierto? - Sí, absolutamente. - ¿No me está mintiendo otra vez? - Ni te miento, ni te he mentido antes. Nunca me has preguntado. - p.:;ro ahora te lo he preguntado, Alma. - y yo te he contestado. - Bueno, entonces ... podéis quedaros si queréis. El gru po perm aneció junto a la puerta unos segundos. Como si se hubiese fundido y no pudiese separarse. Fueron unos momentos difíciles para lohan, si se iban ahora . .. Para pedir y suplicar ya no le quedaban fuerzas. Tampoco las necesitó. Primero fue.ron los niños los que se separaron de la puerta y cruzaron el suelo de la habitación. Hasta la silla en la que estaba Johan. y lu ego Alma empezó a deshacer el equipaje, Johan tomó café y ya iba a marcharse. Pero antes tenía que decirle algunas palatras al nuevo chico. Que se enterase de que no era rechazado. - Bienvenido a casa, eso es lo que quiero decir. Pásate por aquí cuando tengas permiso y ganas. En la puerta se da media vuelta y dice unas 'Palabras más: - Po r cierto, ¿por qué no te afeitas ese bigote? Johan salió de su casa como un vencedor. Los compañeros lo esperaban y en los ojos d:; todos brillaba la curiosidad. Pero lohan no dijo mucho. Sólo unas pocas 'Palabras que en realidad no movieron a risa: - Uno no se debe portar como una canalla con su prójimo, compañeros. No ser un canalla y no juzgar. Luego dijo un par de palabras más, como si ft:esen a hacer todo aquello más creíble y explicable: - Por lo demás, el chico se va a afeitar el bigote . Sorprendentemente, tampoco se ri:S nadie de aqu ello. Pero Johan pensó que tal vez el capataz les habría dicho un par de cosas en serio. Algo que no se atrevian a saltarse. A veces el capataz era asÍ. Johan cogió sus herramientas y volvió al parque. El sol brillaba y los pesados colores de las hayas 10 recibían con su esplendor. Es una felicidad tener un trabajo en el que uno se encuentra a gusto. Y un hogar al que volver cuando termina la jornada. Traducción: Francisco J. Uri z
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Juegos nocturnos
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veces por las noches cuando la madre llora en el cuarto y sólo pasos desconocidos resuenan en las escaleras tiene Áke un juego al que juega en lugar de llorar. Juega a que es invisigle y a que puede ir adonde quiera sólo con pensarlo. Esas noches no hay más que un sitio al que desear ir y en él se encuentra pues Áke de repente. No sabe cómo ha llegado, sólo sabe que está en una habitación. No sabe qué aspecto tiene porque carece de ojos para ello, pero está llena de humo de cigarros y pipas y hay hombres que se echan a reír de pronto, sin motivo y de una forma que da miedo, y mujeres que no pueden hablar de manera comprensible se inclinan sobre una mesa y ríen también horriblemente. Áke siente como si le atravesaran cuchillos, pero a pesar de todo está contento de encontrarse allí. En la mesa en torno a la que están todos sentados hay botellas y en cuanto un vaso se queda vacío una mano desenrosca un tapón y lo llena de nuevo. Áke que es invisible se echa al suelo y se arrastra hasta debajo de la mesa sin que ninguno de los allí sentad03 lo note. En la mano lleva un taladro invisible y sin dudarlo un instante colo:a el taladro en la tabla de la mesa y empieza a perforür hacia arriba. No tarda en atravesar la madera, pero Áke sigue taladrando. Taladra vidrio y de pronto, cuando ha perforado el fondo de la botella, cae el aguardiente en un fino chorro uniforme a través del agujero de la mesa. Reconoce los zapatos del padre bajo la mesa y no se atreve a .pensar lo que pasaría si de pronto se hiciera visible otra vez. Pero entonces con un estremecimiento de alegría Áke oye decir al padre: Despachado, y otro asiente: Sí, hay que joderse, y luego se ponen de pie (dos los que están en la habitación en la que ÁKe se encuentra. Áke acompaña a su padre al ba;ar la escalera y cuando llegan a la calle le conduce, aunque el padre no lo nota, a una 'p arada de taxis y en voz baja le da al chófer la dirección exacta y después hace todo el viaje en el estribo para controlar que van realmente en la buena dirección. Cuando ya quedan sólo un par de manzanas para llegar a casa Áke desea estar de vuelta - y allí está otra vez en el fondo del escaño-cama de la cocina- y oye que el coche se detiene abajo en la calle y no se da cuenta de que no era ese coche hasta que vuelve a ponerse en marcha, ese coche estaba delante de la puerta de la casa vecina. El bueno está pues todavía en camino, quizá le ha tocado algún embotellamiento, tal vez se ha- detenido delante de un ciclista que se haya caído, es que a los coches les pueden pasar muchas cosas. Al fin llega sin embargo un coche que parece ser el bueno. Unas casas más abajo que la de Áke empieza a aminorar la velocidad, rueda despacio por delante de la casa de al lado y se para rechinando un poco ante la puerta buena. Se abre una puerta, se oye un portazo, algu ien silba mientras hace ruido con monedas. El padre no suele silbar nU:lca, pero nunca se sabe. ¿Porqué no iba a empezar a silbar de repente? El coch .~ arranca y da la vuelta a la esquina y luego la calle se queda completamente en silencio. Áke aguza el oído y escucha a lo largo de la escalera, pero la puerta no se cierra nunca tras de alguien que haya entrado. Nunca llega ese pequeño y cloqueante sonido de cuando alguien ha en.cendido el hueco de la escalera. Nunca se oye ese ruido sordo de pasos subIendo una escalera.
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¿Por qué me habré separado de él tan pronto?, piensa Áke, hubiera podido acompañarle hasta la puerta, estando tan cerca. Ahora está naturalmente ahí abajo y ha perdido la llave y no puede entrar. Ahora a lo mejor se enfada y se va y no vuelve hasta que abran la puerta mañana por la mañana. Y silbar no sabe, si no, seguro que me silbaría a mí o a mam i para que le echáramos la llave. Lo más silenciosamente que puede trepa Áke por ei borde del siempre crujiente escaño y tropieza tanteando en la oscuridad con la mesa de la cocina, se queda completamente agarrotado sobre el frío piso de corcho, pero la madre solloza alto y con regularidad, como respira un durmiente, así que no ha oído nada. Sigue hacia la ventana y cuando llega aparta a un lado la persiana con cuidado y mira hacia fuera. No hay un alma en la calle, pero la lámpara que está encima de la puerta de enfrente está encendida. Se enciende al mismo tiempo que el hueco de la escalera. En ese aspecto es igual que la lámpara que está encima de la puerta de Ake. Al rato Áke empieza a tener frío y vuelve de puntillas al escaño. Para no tener que tropezar con la mesa pasa la mano a lo largo del fregadero y, de pronto, roza con las yemas de los dedos algo frío y afilado. Deja que sus dedos busquen un momento y agarra luego el mango del cuchillo de trinchar. Cuando se mete en la cama tiene el cuchillo consigo. Lo pone a su lado bajo la cubierta y se hace invisible de nuevo. Vuelve a la misma habitación de antes, está en el vano de la puerta contemplando a los hombres y a las mujeres que tienen a su padre preso. Se da cuenta de que para que el padre pueda ser libre tiene que liberarlo él de la misma manera que Viking liberó al misionero cuando el misionero estaba atado a un :poste a punto de ser asado por los caníbales. . Áke avanza pues cautelosamente, levanta su cuchillo invisible y se lo clava en la espalda al gordo que está sentado. junto al padre. El gordo muere y Áke sigue alrededor de la mesa y uno tras otro van cayéndose de las sillas sin saber realmente qué ha pasado. Cuando el padre queda en libertad Áke se lo lleva, descienden por la alta escalera y como no se oye ningún coche por la calle bajan muy despacio los escalones y caminan luego por la ca]]e y se montan en un tranvía. Áke consigue un asiento para el padre dentro del vagón con la esperanza de que el cobrador no note que está un poco bebido y que el 'Padre no le diga ninguna incomveniencia o se eche a reír de esa manera sin tener motivo de reírse El chirrido del tranvía nocturno en una curva lejana penetra inexorable en la cocina y Áke que ya se ha ido del tranvía y está acostado en el escaño nota que la madre ha dejado de so]]ozar durante el ratito que él ha estado ausente. La persiana del cuarto vuela hacia el techo dando un golpe terrible y cuando los ecos del golp e se apagan abre la madre la venta y Áke desearía sa1tar de la cama y precipitarse en el cuarto y gritarle que ya puede cerrar la ventana, bajar la pvrsiana y meterse tranquilamente en la cama porqu e ahora sí, ahora es seguro que llega. "¡Viene en ese tranvía porque yo mismo le he ayudado a cogerlo!" Pero Áke comprende que no vale la pena hacerlo, ella no le iba a creer de todas maneras. Ella no sabe lo que él hace por ella cuando están solos por la noche y b cree dorm ido. No sabe qué viajes emprende y q ué aventuras corre por ella . Cuando el tranvía después se detiene en la parada de detrás de la esquina también está él en la ventana mirando por la rendija entre la .persiana y el marco de la ventaba. Los primeros que dbblan la esquina son dos much achos que han debido de apearse en marcha, boxean entre sí bromeando , viven en la casa nueva
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que está casi enfrente. La gente que ha bajado arma barullo tras la esquina y cuando el tranvía asoma con su lámpara y pasa lentamente con un ruido áspero por la calle de Ake surgen pequeños grupos de gente que luego desaparecen en diferentes direcciones. Un hombre con paso inseguro y el sombrero en la mano como un mendigo se dirige en línea recta hacia la puerta de Ake, pero no es el papá de Ake, es el portero de la casa de Ake. Ake sin embargo sigue de pie esperando. Sabe muy bien que hay cosas que pueden entretener a un pasajero de tranvía detrás de la esquina, allí hay varios escaparates, uno de una zapatería y allí puede estar el padre eligiendo un par de zalpatos, por ejemplo, antes de subir y la frutería tiene también un escaparate con letreros pintados a mano y allí suelen quedarse muchos a mirar porque hay figuras muy divertidas. Pero la frutería tiene también una máquina automática que no funciona bien y a lo mejor el padre ha echado una moneda de 25 céntimos en ella para comprarle una caja de .pastillas Uikerol a Ake y ahora no puede abrir la ventanilla. Mientras Ake está al pie de la ventana esrperando a que el padre se desprenda de la frutería sale la madre súbitamente del cuarto y pasa por delante de la cocina. Como va descalza Ake no ha oído nada, pero ella no ha debido de verle porque sigue de largo hasta el vestíbulo. Ake suelta la persiana de la mano y se queda completamente inmóvil en medio de la oscuridad, mientras la madre busca algo en los abrigos. Ha debido de ser un pañuelo porque después de un ratito se suena y regresa a la habitación. Aunque va descalza Ake nota que anda con muchísimo cuidado para no despertarle. Cuando la madre vuelve al cuarto cierra inmediatamente la ventana y baja la persiana con un golrpe duro y rápido. Luego se mete apresuradamente en la cama y empiezan los sollozos de nuevo, como si no pudiera sollozar más que acostada o tuviera que empezar a sollozar en cuanto se acostaba. Después de mirar para la calle una vez más y de verla completamente vacía a excepción de una mujer que se deja acariciar por un marinero en el portal de enfrente, Áke se vuelve de puntillas al escaño y le parece como si se le hubiera caído algo al crujir súbitamente el piso bajo sus pies. Ahora siente un cansancio atroz, el sueño ondea sobre él como jirones de niebla y mientras atraviesa la niebla distingue pasos recios por la escalera, pero son pasos en la mala dirección: de arriba hacia abajo. En cuanto se mete entre las ropas se desliza contra su voluntad, rpero al instante, en las aguas del sueño y las últimas olas que se abaten sobre su cabeza son blandas como sollozos. El sueño es tan frágil sin embargo que no es capaz de mantenerle al margen de lo que le ocupara despierto. Es verdad que no ha oído el coche que frenó ante la puerta, la llave de la luz de la escalera, los pasos subiéndola, rpero la llave que se introduce en la cerradura abre agujeros en el sueño y al instante está despierto y la alegría cae sobre él como un rayo , le arde por dentro desde las puntas de los pies hasta la frente. Pero la alegría desaparece con la misma rapidez que vino, perdida en un humo de cuestiones. Aquí tiene Ake un pequeño juego al que juega cada vez que se despierta de esta manera. Juega a que el padre se apresura a cruzar el vestíbulo y se pone entre la cocina y el cuarto para que le oigan los dos cuando grita: Es que un compañero se cayó del andamio y tuve que acompañarle al hospital y he estado con él toda la noche y llamar no pude porque no había teléfono cerca; o: Podéis creer que hemos ganado el premio gordo en la lotería y vengo así de tarde porque quería manteneros muertos de curiosidad; o: Podéis imaginaros que el jefe me regaló hoy una motora
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y he' estado probándola y mañana por la mañana nos vamos por ahí los tres. ¿Qué os parece? Pero en la realidad las cosas se desarrollan con más lentitud y sobre todo no tan maravillosamente. El padre no encuentra la llave de la luz del vestíbulo. Finalmente desiste y tropieza con una percha que se cae al suelo. Lanza una maldición contra la percha y trata de cogerla, pero lo que hace es volcar una maleta que está contra la pared. Desiste pues también de ello y busca un gancho para el abrigo, pero cuando por fin lo encuentra, el abrigo se resbala de todas maneras y cae al suelo con un ruido sordo. Pegado a la pared da el padre los pocos pasos que le separan del retrete, abre la puerta y la deja abierta, enciende la luz y como tantas otras veces yace J\.ke completamente agarrotado escuchando ~l chapoteo contra el suelo. Luego el padre apaga la luz, tropieza con la puerta, jura y entra en el cuarto a través de la cortina corrida que rechina como si quisiera morder. De pronto hay un silencio absoluto. El padre está allí dentro sin decir una palabra, los zapatos crujen levemente y la respiración es pesada e irregular, pero son dos cosas que hacen que el silencio sea todavía más espantoso y este silencio hace caer otro rayo sobre J\.ke. Es el odio que arde en él y aprieta el maf!go del cuchillo hasta que le duele la palma de la mano, pero no siente ningún dolor. El silencio sin embargo sólo dura un segundo. El padre empieza a desnudarse. La chaqueta, el chaleco. Tira las prendas en una silla. Se echa hacia atrás contra un armario y deja que los zapatos le caigan de los pies . La corbata aletea. Luego da unos pasos más hacia el interior de la habitación, es decir, hacia la cama y se para mientras empieza a dar cuerda al reloj. Entonces todo se queda 'en silencio otra vez, un silencio tan espantoso como antes. Sólo el reloj roe el silencio como una rata, el mordiente reloj del borracho. y entonces sucede lo que el silencio está esperando. La madre da un golpe angustiado en la cama y los gritos le salen de la boca a borbotones como si fueran sangre. -Cabrón, cabrón, cabrón, hijo de putaaaaa, grita hasta que la voz muere y todo queda en silencio. Unicamente el reloj sigue roe que roe y la mano que aprieta el cuchillo está empapada de sudor. La angustia en la cocina es tan grande que no podría soportarse sin armas, pero finalmente J\.ke está tan cansado de tener tanto miedo que se 'precipita de cabeza en el sueño sin hacer resistencia. Avanzada la noche se despierta un momento y oye a través de la puerta abierta un golpeteo que proviene de la cama del cuarto y un murmullo suave que llena la habitación, él no sabe bien qué significa salvo que son dos ruidos tranquilos que indican que la angustia ha cedido por esta noche. Todavía tiene el c uchillo en la mano y ·10 'suelta y lo aparta de sí, lleno de un ardienlie deseo de sí mismo, y en el instante mismo de dormirse juega el último de los juegos nocturnos, el que le confiere la tranquilidad definitiva. La definitiva, pero aquí no hay ningún final. Cuando van a ser las seis de la tarde entra la madre en la cocina donde está él sentado a la mesa haciendo los deberes. Le quita sin contemplaciones el cuaderno de las cuentas y lo levanta del escaño con una mano. -Vete a ver a papá --dice arrastrándolo al vestíbulo y poniéndose detrás para cortarle la retirada-, vete a ver a papá y dile de mi parte que te dé el dinero. Los días son peores que las noches. Los juegos nocturnos son mucho mejores que los diurnos. Por la noche puede uno ser invisible y volar sobre los tejados hasta el lugar donde a uno le necesitan. Por el día uno no es invisible. Por el día no va tan rápido, por el día no es tan agradable jugar. J\.ke sale del
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portal y no es nada invisible. El hijo del portero le tira del abrigo y quiere jugar a las canicas, pero Ake sabe que la madre está arriba en la ventana mirándole hasta que haya desaparecido por la esquina y por eso se suelta sin decir palabra y echa a correr como si le persiguiera alguien. Pero en cuanto ha doblado la esquina empieza a andar lo más despacio que puede y a contar las losas de la acera y los salivazos que hay en ellas. El hijo del portero le da alcance pero Ake no le contesta porque no se le puede decir a nadie que uno está buscando a su papá que todavía no ha llegado a casa con el sueldo. Finalmente el hijo del portero se cansa y Ake se va acercando cada vez más al lugar al que no quiere acercarse. Juega a que se aleja cada vez más de él, pero no es verdad en absoluto. Sin embargo la :p rimera vez pasa de largo ante el café. Pasa tan cerca del vigilante que el vigilante se queda refunfuñando tras él. Tuerce por una pequeña calle lateral y se para ante la casa donde está el taller del padre. Al rato entra por la puerta cochera y sale al patio donde juega a que el padre está allí, que se ha escondido tras los barriles o los sacos en alguna parte. Ake levanta la tapa de los barriles de pintura y se asombra cada vez de que el padre no esté encogido en un barril. así. Cualndo ha mirado por el patio casi media hora comprende que el padre no ha podido esconderse allí y se da la vuelta. Al lado del bar hay una tienda de loza y una relojería. Ake se está un rato mu-ando el escaparate de la tienda de loza. Intenta contar los perros, primero los perros de cerámica del escaparate, luego los que puede divisar si hace sombra con la mano y observa las estanterías y los mostradores del interior de la tienda. El relojero sale en ese momento y baja la persiana metálica de su escaparate pero a través de las rendijas de la reja puede ver Ake de todas maneras los relojes de pulsera que hacen tictac allí dentro. Mira también el reloj con la hora Exacta y piensa que el minutero tiene que dar diez vueltas antes de entrar. Mientras el vigilante discute con un hombre que le señala algo en un periódico se cuela Ake en el bar y va corriendo a la mesa de siempre para que no le vean demasiadas personas. El padre al principio no le ve pero uno de los otros albañiles saluda a Ake con la cabeza y dice: -Aquí tienes a tu chico. El padre sienta al hijo en las rodillas y frota su mejilla con la barba crecida. Ake intenta no mirarle a los ojos, pero de vez en cuando se queda fascinado por las rojas estrías del blanco de los ojos. - Qué quieres ra:paz -dice el padre pero tiene la lengua blanda y floja en la boca y se ve obligado a decir lo mismo un par de veces antes de sentirse satisfecho. -Que me des dinero. El padre lo deposita con cuidado en el suelo, se echa hacia atrás y se ríe tan alto que los compañeros le sisean para que se calle. Mientras se ríe saca el monedero del bolsillo, le quita torpemente la goma y rebusca un rato hasta que encuentra la más reluciente moneda de una corona. - Aquí tienes Ake - dice- vete a comprarte algo que te guste con el dinero, chaval. Los otros pintores no quieren ser menos y Ake recibe una corona de cada de ellos. Con el dinero en la mano, abrumado de vergüenza y confusión busca la salida entre las mesas. Le da mucho miedo que alguien le vea cuando pasa corriendo por delante del vigilante y vaya a la escuela con el cuento de que anoche vio a Ake salir de un bar. Pero de todos modos se para un rato delante del escaparate del relojero y mientras la manecilla da diez vueltas alrededor
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de su centro se queda pegado contra la reja sabiendo que esta noche también va a tener que jugar, pero no sabe a quién odia más de los dos por quienes juega. Cuando luego dobla despacio la esquina encuentra la mirada de la madre a unos diez metros de altura y va todo lo lentamente que se atreve hacia la puerta. Junto a la puerta hay una tienda de leña y en todo caso sí que se atreve a estar un rato de rodillas mirando a través de la ventana a un hombre que recoge carbón en un cubo negro. Justo cuando el hombre termina la madre está detrás de él. Le sacude y le coge de la barbilla -para verle los ojos. - ¿Qué dijo? -murmura- o ¿O no te atreviste hoy tampoco? - Dijo que iba a volver en seguida - murmura también Ake. - ¿Y el dinero? - Cierra los ojos, mamá - dice Ake y juego el último de los juegos diurnos. Y mientras la madre cierra los ojos Ake desliza las cuatro coronas una tras otra en su mano tendida y echa a correr después calle abajo con pies que resbalan por los guijarros de puro miedo. Un grito que se amplía por momentos le persigue a lo largo de los muros de las casas, pero no le detiene. Le hace, al contrario, correr aún más rápido.
Traducción: Marina Torres
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V olver a casa y portarse bien
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UANDO Séiren Hellgren llegó a casa un poco achispado no se quitó más que los chanclos en el recibidor. Se echó el sombrero hacia atrás, se desabrochó el abrigo y avanzó tratando de parecer alegre y despreocupado. - ¡Ya estoy aquí! ¿Me espera alguien? - dijo con cierta ironía. Le tendió una bolsa a su esposa. Ella estaba limpiando el polvo. Acababa de sacar un montón de cosas de la cómoda y las había puesto en la mesa. No hacía más que un minuto que había cogido el trapo del polvo, pero ahora trataba de aparentar que llevaba mucho tiempo haciéndolo. Pero acababa de dejar la ventana. H abía pasado varias horas al pie de la ventana esperando verle. -Sólo ibas a ir y venir - dijo ella. - y he ido y he vuelto - rió él estúpidamente. -Ibas a volver lo más tarde a la una - dijo ella. - y ahora son las seis - dijo él. -¿Por qué no mantienes tu ¡palabra? -¿No vas a mirar en la bolsa? - Puedes dejarla ahí - dijo ella- o Ya ves que estoy limpiando el polvo. - No me gusta el tono que empleas - dijo él. - ¿Por qué no te quitas el abrigo? - dijo ella. - ¿Por qué no miras lo que hay en la bolsa? - Quítate el abrigo - dijo ella, pero miró la bolsa. Había unas manzanas, dos o tres naranjas y un pequeño raci mo de uvas negras. - Dígase lo que se quiera, pero te ha tocado un buen marido - dijo él cogiéndola por la barbilla. Ella retrocedió. - Así así, me parece a mí. ¡Quítate el abrigo, Séiren! El fingió no oirla, anduvo en torno a la mesa y empezó a silbar. -¿No ha habido carta? - No, dijo ella.
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El se puso junto al escritorio y empezó a recoger unos papeles. Seguía silbando. Seguía paseando alrededor de la mesa. Andaba cómicamente sobre los tacones y después chasqueaba con las puntas de los pies. Ella seguía limpiando sin mirarle. Cuando él llegó a su espalda, empezó a zapatear. Hizo un pequeño giro. Era una invitación. -¿Es que no oyes? -dijo él después de haberse dado tres vueltas. Pero ella siguió limpiando el polvo de espaldas a él. Entonces él la agarró por las caderas y trató de besar.la en el cuello. Pero ella le dio un empujón gritando: - ¡Déjate de esas cosas! -¡Vaya! Conque esas tenemos - dijo él- o No le quieren a uno en casa. Bueno, bueno, ,pues entonces uno se va otra vez. Hizo una mueca de gran superioridad y estiró el cuerpo hacia atrás. -Uno que se va, pues .. . - ¡Quédate! - gritó ella volviendo grupas- o ¡Tienes que quedarte! Lo miraba con ojos sombríos, angustiados. Era rubia, de complexión fuerte. Estaba muy guapa con su vestido azul y su delantal blanco. Tenía los brazos regordetes y fue'rtes, la barbilla ancha y la boca obsti nada. Sus amigas solían decirle que debía tratar a Soren "con mano izquierda". Ella entendía lo que querían decir, pero no era capaz de practicar el método prudente. No podía tratarle con zalamería. No podía fingirse contenta. No podía olvidar que estaba borracho y que había incurrido en falta. - Por favor Soren, tú sabes que no quiero más que tu propio bien. ¡Quítate el· abrigo! - Dame un beso - dijo él. Haciendo un esfuerzo se acercó a él, le quitó el sombrero y le alisó el pelo. El levantó su barbilla y la besó. Ella no pudo evitar que dos lágrimas le corrieran por las mejillas. - ¿Por qué lloras? - dijo él- o ¿No ves que vuelvo a casa y me porto bien . .. ? - Debías haber vuelto cuando dijiste -dijo ella restregándole el pecho-o He estado aquí esperando . . . - ¿No tienes confianza en mí? -dijo él. -¿Me dejas que te quite el abrigo? - No hay prisa. - Pero es que no tiene sentido llevar el abrigo puesto - dijo ella- o Quítatela y túmbate a descansar. Vaya hacerte una cena riquísima. - No tengo hambre -dijo él. - Claro - dijo ella poniéndose otra vez de mal humor- o Seguro que has estado en Runan comiendo y bebiendo. - Pero ahora vuelvo a casa y me porto bien - dijo él. - ¿Cuánto dinero te has gastado? El dio un paso separándose de ella y sintiéndose muy ofendido. D io un puñetazo en la mesa y gritó: - Cuando vuelvo a casa y me porto bien quiero ver caras alegres, si no, me voy otra vez. ¿Has entendido? - Quítate el abrigo - pidió ella y, acercándosele, trató de quitárselo, pero él le apartó las manos. - Uno vuelve a casa y se porta bien y lo que se encuentra son ¡malas caras! - gritó- o No es de extrañar que uno quiera estar lejos cuando ha tenido la ocurrencia de casarse con alguien como tú. Si fuera peor de lo que soy no me verías el pelo en casa nunca. Pero, en cambio, vuelvo a casa y me porto bien y te compro fruta y tú ni siquiera miras la bolsa.
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-Ya la he visto -dijo ella. -Pero no has dado las gracias, qué coño -gritó él. . -Muchas gracias -dijo ella alargándole la mano, pero él la rechazó. -No veo la menor huella de agradecimiento en ti, maldita hipócrita - gritó él. - Como tú quieras - dijo ella sintiendo que ya no podía más. -¡Oh! - pensó ella- ¡quién me diera ser de otra manera! Debería ser como Arma. Ella se ríe y está contenta, llegue como llegue su marido. Le hace metindres, consigue desnudarlo y lo mete en la cama. A veces él le pega, pero ella le sonríe de todas maneras. Se podría pensar que es insensible, pero no lo es. Sutre. La conozco. ¡Oh, yo debería ser como ella! Se fue a la cocina. El se puso el sombrero otra vez. Se lo puso ladeado hacia atrás. El pelo rubio le caía sobre la frente. Ella le quería con toda su alma. HubJera querido apretarle contra sí. Hubiera querido decirle que se odiaba a sí mIsma por no ser frívola y tal como él quería que fuera. - Uno viene a casa y se porta bien - dijo él. Se plantó en el umbral entre la cocina y la habitación. -Uno viene a casa y se porta bien -volvió a decir. Le gustaron mucho esas palabras. Aunque ya las había dicho varias veces era como si no las hubiera cOll1ocido hasta este instante, pensó .. ¡No hay otras más verdaderas! ¡Dan exactamente en el clavo!, opinó, y .]as clavó en d techo y se convir. tieron en un trapecio y él podía colgar toda su vida en el trapecio y no se caí¡a. -Uno vuelve a casa y se porta bien -dijo- o ¿Sabes que hubiera podido quedarme en la ciudad hasta mucho más tarde? Y ahora me hubiera estado divirtiendo de lo lindo. En cambio, uno vuelve a casa y se porta bien con una bruja avinagrada. ¡Hay que joderse lo bueno y lo tonto que soy! Ella iba de un lado para otro por la cocina y no sabía qué hacer. -"Quédate con nosotros", me dijo Rickard. "Tiempo tienes de volver a casa". No, dije yo, que me espera mi querida esposa. Me voy a casa con mi querida esposa. "Te tiene en un puño, ¿eh?", gritó Rickard. ¡Y una leche! , grité yo. Pero a mí me gusta estar en casa. A mí me gusta mi mujercita porque es una hermosura. "Acompáñanos al Gambrinus, por lo menos", dijo él. No, basta, dijo yo. Me voy a casa con mi mujercita. "Te estás haciendo viejo", dijo él. "Vamos a organizar una juerga de padre y señor mío dentro de un poco. Sé dónde encontrar una botella de aguardiente. Estoy casi completamente seguro de poder echarle la mano encima a una botella de aguardiente antes de que llegue la noche", dijo él. "Tienes que venirte a casa conmigo, Saren, vamos a corrernos una juerga de puta madre en mi casa" , dijo él. No, dije yo. Yo me voy a casa. Voy a pasarme por lo de Berg para comprarle un 'poco de fruta a mi mujercita, dije yo. Está loca con las vitaminas, dij.e, y no hice más que hablar bien de ti, maldita bruja gruñona. Ella estaba junto al fogón, de espaldas a él. - Uno vuelve a casa y se porta bien, volvió a. decir, contentísimo de haber encontrado esas palabras. Colgaban como un trapecio sobre su cabeza y él saltaba y agarraba el trapecio y daba múltip~es y singulares volteretas. Cogió tambien un montón de acontecirojentos y los tiró hacia arriba y el trapecio sostenía de lo más bien cualquier cosa que le colgase. A veces él se suspendía sólo de un lado, pero a pesar de eso, aguantaba. - iUno vuelve a casa! -dijo únicamente. Estaba muy sorprendido de estar en casa. Era de lo más extraordinario que estuviera donde estaba. - ¡Hay que joderse! - gritó- o Podía haberme ido con Rickard . El sí que es un tipo divertido de verdad. ¡Lo bien que lo estaríamos pasando ahora! Nos
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habríamos repartido una botella de aguardiente y Rickard me hubiera buscado una puta. A estas horas uno podía estar en la cama con una fulana bien alegre. Pero, en cambio, uno vuelve a casa. -Soren - dijo ella, acercándose a él y poniéndole las manos en los hombros- . Tú sabes que lo hago por tu bien. Quítate la ropa. Si te vas a la ciudad otra vez, mañana no vas a hacer más que arrepentirte. Si no piensas en mí, piensa en el dinero por lo menos. Ella apartó y la mantuvo a una distancia como de un brazo. - Cuando te miro me sOl'prendo cada vez más de haber vuelto a casa - dijo- o ¡Hay que joderse, lo bueno que debo de ser! Cuando te miro me doy verdaderamente cuenta de que debo de ser el tío más bueno de la tierra. Ella se alejó de él sin saber qué hacer. -¡Hay que joderse lo bueno que soy! -gritó él. Ella deseaba ser capaz de sonreír. Deseaba ser capaz de tontear con él. Anna era capaz de tontear con su marido cuando volvía a casa borracho. Aunque con dolor de corazón, Auna reía y sonreía. El no p odía sospechar nada de cuánto sufría. Anna era una mujer maravillosa. Ella no llegaría nunca a ese nivel. No sabía ser frívola. No 'podía enterrar lo que era justo y bueno y silenciarlo . Era una persona atada y dependiente, ella lo sabía, pero no podía evitarlo. Fue a la despensa y llenó una palangana de patatas. La puso después al chorro y empezó a lavarlas. Todo inútil porque ella no tenía ganas de comer y él tampoco. Pero aliviaba tener algo que hacer. - Uno vuelve a casa y se porta bien - dijo él otra vez, pero ya no se sentía tan animado como antes. Miró a su alrededor y su rostro estaba casi vacío. Las palabras ya no eran un trapecio sobre su cabeza. Eran una valla entre él y ella. ¡Si ella hubiera apreciado que, pese a todo , había vuelto a casa!, pensó. Si hubiera agradecido la bolsa de fruta. Si hubiera comprendido que él no había caído en tentaciones únicamente sino que también había vencido unas cuantas, eso es, había vencido la más difícil. Entonces no estaría con el abrigo y el sombrero puestos, entonces la tendría en sus brazos ahora. - Uno vuelve a casa y se porta bien -dijo. Pero esas palabras ya no le decían nada. Se sintió acongojado. Señor, pensó, que estúpido y desgraciado es nuestro matrimonio. Que estúpido y desgraciado soy. Yo debería ser de otra manera. Tyra debería haberse llevado otro hombre. Todos dicen que es la mujer más lucida de por aquí. ¡Y cómo lleva la casa! ¿Por qué coño no he de ser yo tan bueno como ella? ¿Por qué no he de tener un poco de su carácter? La contempló. Ella se había anudado un delantal de rayas sucio encima del blanco y se había sentado en una silla con la palangana en las rodi ll as. A su lado en el suelo había puesto un jarro blanco de esmalte con un poco de agua. En la mano tenia un rpelapatatas amarillo. Ya había pelado unas cuantas. De cuando e n cuamdo una hermosa patata blanca caía pesadamente en el jarro. Ella mondaba minuciosamente con mondas finas y todos los ojos negros los qu itaba con la punta del pelapatas. Las mondas no tardaron en cubrir todas las patatas de la palangana. Ella tenía que meter las manos cada vez más adentro para coger las patatas. El estuvo largo rato contemplándola. Su congoja iba en aumento. No podia aguantarla sin desesperarse. - Uno vuelve a casa y se porta bien - repitió a gritos-o Pero aunque uno vuelve a casa y se porta bien se encuentra uno con un a mald ita bruja avinagrada que le tiene a uno por nada. No tuve más que verte los ojos cuando entré por
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la puerta para darme cuenta de que: Señor, qué estupidez la mía de volver a casa junto a ésta y 'p ortarme bien. Ella callaba y mondaba patatas. Se dio cuenta de que él se iba a la ciudad de nuevo. Iba a seguir bebiendo y gastando dinero, destruyendo su salud y su conciencia. Iba a ir a casa de ese Rickard. Iban a emborracharse hasta perder la cabeza y además iban a estar con otras mujeres. ¡Oh! Sentía que estallaba. ¿Por qué no era de otra manera? ¿Por qué no era capaz de rebajar sus deseos para darle gusto a él? - ¡Uno vuelve a casa y se porta bien! - gritó él- o Pero en casa no se puede parar. ¡Adiós! Se inclinó en el hueco de la puerta sobre la valla de sus 'palabras. Se dio cuenta de que estaba batiendo un récord de maldad, pero no pudo contener la mueca de desprecio hacia ella y el humillante gesto. - ¡Ahí te quedas bruja avinagrada! -gritó. Volvió la espalda y empezó a silbar. Dio una cuantas vueltas alrededor de la mesa. y se puso a zapatear. Era la despedida: ¡Trap, trapatraptrap trap trap! ¡Trap, trapatrap trap trap! Ella había dejado de mondar patatas. Tenía los ojos clavados en la palangana, en las finas y onduladas mondas, de un gris sucio . De súbito se le antojó que aquello era un cerebro, un cerebro humano o, quizá, el cerebro de Dios o, quizá, el cerebro de la existencia volcado allí en la palangana, sobre sus rodillas. Su angustia se cerró y se convirtió en algo definitivo. Adquirió una dimensión sobrehumana que abarcaba toda la realidad. No había nada que pudiera rescatarse a un terreno más luminoso. Lo más fundamental estaba corroído. Todo era digno de angustia. El dolor que la sobrecogió era casi adormecedor. La envolvió en negras nubes. Habría sido aniqui.lada si hubiera durado más, pensó más tarde. No hubiera podido ,exitir en su espantosa órbita. Lejos, muy lejos, oyó el burlón zapateado de despedida de Soren. Fue muriendo despacio y llegó casi a la superficie del silencio. Entonces se levantó de repente y fue corriendo a la habitación y se echó contra él. - Soren, ¡tengo un miedo atroz! -gritó-o ¡Tienes que ayudarme! Tiró de él y se aferró a su boca. - ¡Ay, cuánto te quiero, cuánto te quiero, amor mío! - le susurró contra la mejilla-o Perdóname. Fue culpa mía. Pero créeme. Te quiero tanto, tanto. Yo querría ser exactamente como tú quieres que sea. El se sintió casi completamente despejado. Un palo frío como el hielo atravesó todo su ser. Sintió tanta vergüenza que no podía tragar ni respirar. Se dio cuenta de que no tardaría en echarse a llorar si ella seguía susurrando frases como ésas. ¡Oh! él podía sacrif.icar su vida para verJa a ella radjante. Sintió que no merecía otra cosa . Acariciarla, besarla: todo eso era imposible e ;imperdonable. El hubiera podido morir por ella, ninguna otra cosa podía cancelar su deuda. - Manda a la mierda a este golfo - dijo él con voz ronca- o Déjale que se hunda en la ¡perdición. Pero ella le arrastró al diván. Le quitó el abrigo, la chaqueta y el cuello. Se acostaron y se apretaron uno contra otro y así estuvieron sin decir palabra hora tras hora. El dolor de sus almas fue cediendo. El sabía que no había cambiado. Los dos sabían que lo que había pasado esa noche volvería a repetirse, quizá el próximo sábado, quizá otro día. Pero esta sabiduría ya no era un obstáculo entre ellos. Les hizo, por el contrario, saborearse uno al otro de una manera más profunda y más completa. Traducción: Marina Torres
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RANSE una vez dos personas corrientes, marido y mujer. No tenían bijos, pero sí un gato, un gato corriente a rayas. Pronto iba a baber elecciones. Tanto los que querían entrar en el Parlamento como los que luchaban por permanecer en él, hablaban de "la gente corriente"; alguna vez se incluían ellos mismos y utilizaban la eXlpresión "nosotros, las gentes corrientes". El hombre trabajaba en el almacén de unos grandes almacenes, lo qu e hacía allí era sobre todo , andar dando vueltas con una carretilla elevadora de horquilla amarilla. La esposa ayudaba en una floristerÍa. Se las haoían arreglado como mejor habían podido, su vida había transcurrido como la de la mayoría. Nadie se p arece completamente a otro. Cada gato tiene su prupio pelaje, a pvs ar de ello se di stingue fácilmente a un gato de un perro o de un erizo. Aquel día era domingo. Tenían la costumbre de dar un paseo por el bosque .los domingos, pero el marido sentía raspera en la garganta, la esposa se quedó en casa haciéndole compañía, tenía además quehaceres que quería terminar. Estaban en la edad en la que una de las columnas del consultorio médico del periódico aco nseja bajar un 'poco el ritmo de trabajo mientras que la otra advierte de los peligros de detenerse y anquilosarse. El domingo siguiente darían un paseo doble de largo. E l marido salió al vestíbulo a recoger el periódico y abrió de paso la puerta de la cocina donde el gato pasaba encerrado la noche, luego se vO lvió a la cama y dobl ó la almohada para qu e los ojos alcanzasen un mejor ángulo para la lectura. No había grandes titulares en p rimera página. Un accidente de aviación con un número desconocido de víctimas en otro continente. Aquí en el país se esperaba una subid a de 50 céntimos en el precio del café. Un ex boxeador profesional babía acabado en el calabozo a consecuencia de una pelea en un restaurante. Dos líderes políticos se habían enfrentado en un debate sobrepuj ándose mutuamente en sus promesas de mejorar la situación de "la gente
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corriente". Era parte del juego, sabían lo que llegaba al oyente y daba votos. Más vale cumplido que prometido, solía decir su padre. Votaría por el· mismo partido por el que había votado siempre, no porque le gustase todo lo que estaban montando, pero uno sabe lo que tiene, no lo que viene. No entendía toda aquella cháchara sobre lo corriente. Como si fuese algo muy fino, una nueva especie de aristocracia. Si hubiesen dicho "la gran mayoría" lo hubiese entendido, sólo podían referirse a los asalariados que estaban en el último peldaño de la escala social donde se encontraba él. Pero, ¿corriente? Ninguno de sus compañeros de trabajo era corriente, tampoco ninguno de los vecinos. Los bloques de viviendas estaban producidos en serie, los pisos eran idénticos, pero la decoración los diferenciaba, los que vivían aquí no eran galletas cortadas en el mismo molde. Ni siquiera la muerte nos iguala, cada uno expiraba y moría a su manera, su padre había gritado retorciéndose de dolor, su madre se había dormido serenamente. Por otro lado ninguno de sus conocidos era extraordinario, si con ello se quería decir algo fuera de lo corriente. Lo único menos corriente en él consistía en que su dedo meñique era igual de largo que el anular.. De su mujer se podía decir que era un poco más cuidadosa con las cosas que lo que suele ser la gente normal. Solía traer a casa las flores que quedaban en la floristería, aquellas que no estaban lo suficientemente lozanas para venderlas al día siguiente ni tan mustias como para tirarlas a la basura, a ella "le daban pena", llenaban el piso de un olor dulzón, pasado. Guardaba todos los restos de velas y los derretía para hacer velas de Navidad, le salían de un color beis como el de un boleto comestible joven. Al gato lo había bautizado como "Smyslov", nombre 'del .entonces campeón del mundo de ajedrez. Posiblemente sería el único gato con ese nombre en su barrio, pero seguro que en Rusia habría un montón de gatos que levantarían las orejas al oír ese nombre. Tomando cada cosa por separado no haoía nada de notable, ni los dedos de la misma longitud, ni la vela de color beis, ni el gato Smyslov, pero todo junto constituía algo único, sólo había un trío igual en todo el mundo. La mujer se levantó a hacer café. Por lo general era una tarea que él realizaba los domingos. Le pareció agradable quedarse en la cama. En la creencia ,de que sería bueno para la garganta puso ella un par de cucharaditas de miel en la taza en lugar de azúcar. Luego oyeron juntos las noticias de la radio y el programa infantil y el principio de uu programa musical de solicitudes de los oyentes. Al consultorio de los niños había llamado alguien preguntando por qué se ponen las hojas amarillas en otoño, un niño exigió saber quién había inventado el ordenador, una chica quería saber cuál fue el primer an imal doméstico. El perro, había contestado el sabihondo señor, el gato se hizo doméstico mucho más tarde. En aquel mismo momento Smyslov había vuelto la cabeza para mirarlos. No fuesen a pensar que había olvidado sus orígenes sólo porque lamía su plato. Sonó el primer toque de la misa mayor. Tenían la iglesia a un tiro de piedra pero no iban nunca excepto como invitados en ocasiones especiales, ahora sobre todo a funeral'es. Los feligreses no perdían el culo los domingos para oír que habían nacido en el pecado. Los bancos abrían una boca Ipaganamente vaCÍa. El coro y el altar cantaban solitarios dúos. La esposa cogió la cesta con la ropa sin planchar, el hombre la aspiradora. El gato se metió en el dormitorio buscando refugio, se hizo una bola y pronto se quedó dormido con la cabeza entre las patas. Cuando el hombre pqsaba la ,aspiradora solía dar una vuelta exterior, siempre en 'sentido contrario al de las agujas del reloj, y limpiar el parqué debajo de los muebles, para finalmente
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dedicarse a la alfombra. Tal vez había mejores métodos, él había hecho de éste el suyo. Es extraño lo de la pelusa, uno creería que tiene vida. Mechones de pelo, hilos y polvo se atraen mutuamente y forman una pelota aérea, casi ingrávida que revolotea y se escapa y se escabulle para terminar finalmente debajo de una cómoda o en un rincón, de donde la recoge la aspiradora. Cuando el hombre luego se traslada a la alfombra de crin de vaca marrón rojizo puede ocurrir que la máquina aspire un alfiler que gire cantineando por el tubo antes de formar una pelota con otra basura y desaparecer en el estómago de la aspiradora. Le recuerda un sucedido en la iglesia. En un bucle del cuello de una mujer que estaba delante de él había un alfiler a punto de soltarse. Precisamente en el momento en que el cura echaba la tercera paletada de tierra prometiendo que el muerto resucitaría el día del juicio final, el alfiler se había caído y había rebotado tintineando sobre el suelo de ladrillo. Después de aquello el pasar la aspiradora, el tintineo de la aguja y el pensar en la muerte se encontraban unidos para siempre en su cabeza. Las asociaciones de uno no se parecen a las de nadie. ¿Había un Dios? Lo que pensaba y creía su esposa en su interior no lo sabía, no solían hablar de semejantes cosas. A ella le gustaban las viejas canciones religiosas, probablemente por la melodía y no porque tratasen de Jesucristo y de calles celestiales de plata y oro. A uno le bastaba con escuchar las noticias por la radio para comprender que no era un Dios misericordioso el que estaba de presidente del consejo de administración de la multinacional que llamamos mundo. No era fácil encontrarle a la vida un sentido más profundo que el de ir tirando. Todo parecía consistir en un eterno ir y venir, un cargar y descargar, por lo que, en ese respecto, se parecía a su propio trabajo. Primero salir con la carretilla y sacar unas cajas del camión que marcha atrás se ha colocado en el muelle de descarga, después colocarlas bien acomodadas en las estanterías del almacén. Poco después sacarlas y llevarlas a la tienda, donde desempaquetan las mtrcancías y las colocan en estanterías para que los clientes poco a poco, las cojan, se las lleven a sus casas, las consuman y tiren los paquetes vacíos y las latas, que a la mañana siguiente recogen los basureros. Lo mismo el trabajo de su mujer. El jardinero echa la semillas en el invernadero. Crecen y florecen . Se cortan las flores y se llevan a las tiendas, de las tiendas a las casas, de las casas a la basura, donde se convierten en humus y ceniza de nuevo. Lo mismo ocurría con el resto de la creación. Los hijos del hombre nacen, corretean rosados un instante por la verde alfombra del mundo, empalidecen, se secan, quedan tirados como trastos viejos y basura que recoge la patrulla de liJ;npieza de la muerte. El oéuparse de la colada también es un movimiento circular. Se cuecen las sábanas sucias, se secan, se planchan, se ponen en la cama, gentes sudorosas y con descamación las vuelven a arrugar y a manchar, se cambian de nuevo. A pesar de eso la esposa es cuidadosa cuando plancha, más que cuidadosa. Cuando ha terminado de planchar una sábana o un mantel y ha dejado la plancha vertical sobre la parte de atrás y va a retirar lo ya acabado, la vuelve a coger y la pasa unas cuantas veces, innecesariamente, por la blanca superficie, como si quisiese alisar aún más lo liso y reluciente para un invisible inspector. Se iba acercando la hora de comer. La esposa se fue a la cocina para preparar la comida. El marido se tumbó en el sofá, la garganta se le estaba hinchando. El gasto que había reconocido el ruido de los muelles del sofá salió sigilosamente del dormitorio, se estiró un par de veces y bostezó, se sentó delante del sofá, buscó con sus ojos los del hombre, se colocó de un salto sobre
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su pecho, se preparó una cama, pateó con las patas delanteras a la manera ordeñante de los felinos, dio unas vueltas y deciclió finalmente tumbarse con la nariz hacia la ventana para poder observar a las palomas. Pronto olvidó al amo y las palomas, hundió la cabeza hasta que le quedó aplastada como la de una sel'piente. En la cocina la esposa trajinaba haciendo ru idos, él conocía todos los sonidos. Ahora sacaba los dos platillos y las dos tazas de café. Ahora tintineaban las cucharillas contra el plato . Ahora rasgaba la franja perforada del paquete de bacalao rebozado congelado. Ahora crepitaban los trozos congelados al tocar la sartén caliente. Ahora abría una lata de guisantes con el abrelatas fijado a la pared y la vaciaba en la cacerola. Ahora aprovecha para enjuagar las tazas del desayuno y ponerlas en el escurreplatos. Ahora le (la vuelta al pescado. Ahora le da cuerda al reloj de pared. Ahora abre y cierra la nevera. Luego un sonido chirriante y penetrante y como el de un grillo: ¡estaba cortando perejil! Cuando se pica perejil rizado con un cuchillo suelen saltar las puntas por todos los lados dejando restos difíciles de limpiar, para evitarlo mete el perejil con la punta hacia abajo en un vaso y lo corta allí con una tijera. Ahora rasga un trozo de papel de cocina y limpia las hojas de la tijera. Ahora rompe a cocer el agua de la cafetera llena a rebosar y empieza a sonar la tapadera. Ya pronto gritará que la comida está servida. Ignorante del mundo y su propio destino do ~m ía el gato. Prefería tumbarse sobre el hombre que sobre la mujer, a pesar de que el cueflpo de ella era más blando y tenía una hondonada muy adecuada entre los pechos. Pero el hombre tenía mucha más paciencia para estar echado inmóvil que la mujer, la cual se r,etorcía y se daba vueltas y que, además, prefería tumbarse de .lado. C uanto más profundamente dormía, más pesado se le sentía. Se tumbaba sobre el pecho del hombre e iba perforando lentamente su vida congelada y cerrada como un pan grande y caliente o como una piedra calentada por el sol primaveral sobre el hielo. El hombre se sentía un tanto feliz de servir al menos de cama al gato. Después de la comida toman café. Le gustó, dice el hombre mirando al gato que se ha zampado los restos de un trozo de pescado y se ha puesto a lamer la bandeja con tal energía que la hace patinar, bamboleándola, por el suelo. La esposa quiere saber qué le parece el café, si no está demasiado flojo a pesar de haberlo echado con la medida. El marido contesta que el café está bien. Alguien abre una ventana al otro lado de la calle, los rayos de sol reflejados en el cristal entran en la cocina haciendo brillar los terrones de azúcar que hay en la mesa. La esposa se queda un momento sola y mira los misteriosos destellos de los cristales, levanta el azucarero a la altura de los ojos y lo vuelve a poner en la mesa. A eso de la una y media ella sale a comprar el periódico de la tarde, los domingo s llega pronto. El quiosco más próximo está a dos calles, normalmente no se tarda muchos minutos en ir y volver. Se demora. Tal vez le haya apetecido dar un paseo más largo una vez que estaba en la calle. El busca un lápiz y empieza a llenar el crucigrama del diario matutino. Las charadas le gustan más, pero los domingos no se publican. y que no vuelve. Le es difícil concentrarse. ¿Cómo se llama el jefe de Estado de la RDA recién fallecido? Recuerda su cara, no se puede acordar del nombre. Ha pasado una hora. No suele hacer estas cosas. ¿Se habrá encontrado con una amiga .por la calle y se habrán quedado un rato de charla? Pero primero hubiese venido a traer el periódico y a decir
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donde estaba para que él no se inquietase. Era un acuerdo tácito. Eran su angustia mutua. Las personas no se quieren menos en la edad madura que en la Juventud , su expresión es diferente. Espero que no le haya ocurrido nada. Pueden pasar tantas cosas. Pero si le hubiera pasado algo, ¿acaso no hubiese oído la sirena de la ambulancia? No siempre tiene que ser algo grave. A menudo parece más grave de lo que es. Aunque a veces es al revés. Se ayuda a alguien a subir a un taxi y se le pide al taxista que lo lleve a un hospital. Allí uno puede quedarse bastante tiempo. Muchas cosas no aparecen hasta más tarde. Se va poniendo cada vez más nervioso, no aguanta estar allí sentado esperando sin más, se pone el abrigo y va primero al quiosco y luego da una vuelta a la manzana, la busca por todo el parque, echa una mirada rápida a la iglesia - pero ¿qué demonios iba a hacer allí?- , se sienta en un banco que hay fuera. ~e le acercan dos niñas a preguntarle si por casualidad ha visto pasar a un periquito volando. No lo ha visto o no sabe, sólo tiene ojos para lo que está buscando. De repente le viene a la cabeza que tiene que estar en casa por si alguien telefonease y se levanta y vuelve medio corriendo. No telefonea nadie. Pasan los minutos. ¿Desaparecer sin más? ¿Ceder a un impulso? Él podía imaginarse que otros lo biciesen, sobre todo jóvenes, rara vez gentes de su edad, ella jamás. Pero ¿cuánto sabemos uno de otro? Las cosas se pueden quedar ahí crecIendo durante años. Un día uno no aguanta más y se va. Generalmente se escapa sólo un poquito, como probando, y vuelve antes de que los otros se den cUl::nta de que ha estado fugado. En cierta manera la comprende. Él no es precisamt:nte un hombre de gran personalidad con quien la vida sea una excitante aventura. En realidad es un plomo. Por otro lado, para ser justos, tampoco se puede afirmar que ella sea una persona deslumbrante. Y después de treinta anos, ¿largarse así a lo loco? Tenía que pasar algo gordo. Suena el teléfono. Se lanza a levantar el auricular. Alguien pregunta por un tal Andersson, ¿está hablando con el señor Tage Andersson? No, aquí no vive nadie que se llame así. Perdone. No hay de qué. Pone la radio para oír las noticias 'Pero llega demasiado tarde. Ya ha estado fuera casi" cuatro horas. Aún pensando que se haya caído y se haya hecho una herida que ' haya exigido ponerle unos puntos, debería haber vuelto ya. En cualqUIer caso hubiese telefoneado desde el hospital o le hubiese p::dido a alguien que.lo hiciese. ¿Qué otra cosa puede ser? Cualquiera puede verse afectado por un desconcierto ocasional, un colapso nervioso, eso no tiene nada que ver con una enfermedad mental. Una vez le había ocurrido a él. Fue por Pentecostés. Despues de haber estado dando vueltas toda la santa mañana con la carretilla por el lóbrego almacén con su iluminación de neón, había salido al exterior por la puerta principal a recoger un os cajones. Allí fuera lo había deslumbrado la intensa luz primaveral, le había ciado un escalofrío de sol, si hay algo que se llame así. Lo había asaltado un ansia incontenible de irse inmediatamente a cierta ladera cubierta de hierba que estaba junto a un lago en las afueras de la ciudad. Ya de joven y soltero había descubierto el lugar y lo había señalado como "suyo". Había 'hecho muchas excursiones allí con su mujer. El lugar estaba rodeado de avellanos y tumbado de espaldas uno creía que el cielo, allá arriba, pendía como una ubre. Sin darse cuenta de lo que hacía, había seguido calle adelante un buen trecho y no había recuperado el buen ~entido hasta que al saltarse un disco .róJo alguien de atrás le había tocado la bocina indignado. . . Algo así pudo haberle ocurrido también a ella. Uno queda deslumbrado. Las
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ansias te dan un tirón. Vacila el sentido de la realidad. El deber de uno es recuperarlo, buscar el camino de vuelta. ¡Tampoco son maneras eso de desaparecer precisamente ahora, unos días antes de las elecciones! Las dos tarjetas electorales están apoyadas contra un florero. Son una elecciones importantes, según las últimas encuestas hay una gran igualdad entre el gobierno y la oposición . Todo puede depender de un solo voto, ¡el de ella! Y no porque fuese miembro del partido o participase activamente en el trabajo político o sindical, una v:;:,z había estado en una reunión y lo habían elegido, contra su voluntad, para formar parte de un comité, desde entonces no se había atrevido a ir a las reuniones y las asambleas anuales. Por eso mismo de que vivían tan apartados de la vida pública era importante particlpar en las elecciones generales, si se tenía algún impedimento había que dejar un poder para que votase el otro . ¡Uno no se larga sin más! Sabe que es una tontería pensar así, sin embargo no puede alejar la idea. Huele como a pasado igual que en una capilla mortuoria. Tiene el impulso de tirar las flores medio mustias, se arrepiente, piensa que tal vez ella se entristezca, por fin las tira. El gato se aburre profundamente, bosteza, se lame, salta a la ventana y se pone a estudiar la vida de la calle, huele un geranio, se sienta sobre las patas de atrás y juega con el cordón de la cortina, tira un lápiz de la mesa, espera en vallO que el amo lo recoja, se retira cabizbajo a la cocina y bebe para consolarse un poco de leche. El hombre tose. Le pincha y le escuece la garganta. Probablemente tiene fiebre . Pero estar allí en casa esperando se le hace insoportable. Pronto va a oscurecer. Camina sin rumbo buscando el rostro de ella entre las personas con las que se cruza. A reganadientes desciende hasta la ribeza y el muelle del club de remo. ¿Qué demonios se le ha perdido por allí? No ha ocurrido nada especial. SalÍó a comprar un periódico. Tiene que haber un motivo. Ella no era ese tipo de persona. ¿Cómo lo sabe? El agua tiene la brillante tersura de la tarde. Lo único que ve es su propia imagen. Se agacha y mira en un escondite que hay en el pilar del puente, donde se suelen reunir los borrachos. La busca en los lugares más inverosímiles, ya que por lo demás todo es tan incomprensible. Se para delante de un montón de tubos de cemento y se obliga a examinarlos uno por uno, a pesar de que no tienen más de un centimetro de diámetro. Es como aquella vez que se escapó el gato. Para el que quiere hacerse invisible en una ciudad hay miles de escondites. Regresa de nuevo al parque y se sienta en un banco. Trata de imaginarse cómo va a ser eso de vivir solo. Nadie puede sustituir completamente a otra persona, hay algo propio en cada uno. Todavía a la una y media la esposa estaba en vida, en su vida, ahora ha desaparecido. Comienza a intuir lo que es echar de menos. La pena no es un estado solo del alma sino también del cuerpo -sobre todo del cuerpo- , como cuando le han sacado a uno una muela y la lengua la busca. Tampoco la que había sufrido era una operación 'pequeña SIllO grande, de pronto se veía transformado en un viejo desdentado y encorvado, así se sentía. Hubiera sido diferente de haber tenido hijos. Alguien te sustituye "continúa la obra", como se decía antes. Pero el andar dando vueltas con una carretilla de horquilla, ¿era en realidad una obra que continuar? ¿O estar en una flori~ tena vendiendo los claveles de otro? Sí, tener hijos es, en todo caso, una especie de cuerda de la que se tira juntos, uno ve delante espaldas más jóvenes. Alguien nos recordará, en el mejor de los casos, cuando hayamos desaparecido. No se
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puede decir: "el gato seguirá nuestra obra" . Tampoco irá con flores al cementerio. Por otro lado tampoco se sabe lo que hubiese pasado con los hijos, cómo hubiesen salido y qué mano hubiesen tenido para con ellos como padres. La esposa tenía un gran talento para ocuparse de cosas prácticas y seguro que hubiese sido una excelente madre, una enfermera excelente también, de haber tenido esa formación. Los niños hubieran estado bien atendidos cuando hubiesen tenido dolor de garganta o se hubiesen hecho un rasponazo en la rodilla. Claro que iba a volver, antes o después volvería. En el tráfico era muy cuidadosa siempre, nunca se arriesgaba. Una no puede salirse de la órbita terrestre y desaparecer en el espacio como un satélite. Se encienden las farolas, pero el día aún no ha acabado. Pueden pasar muchas cosas. De vuelta a casa 'Pasa por delante del quiosco Sll comprar el periódico. El tictac del reloj de pared suena desolado. El teléfono está en completo silencio. No tiene gana de comer, se contenta CO:1 pelar un pláta.:l.o, coge el lápiz y el crucigrama y se sienta a la mesa. y finalmente llega. El gato que ha reconocido sus pasos en las escaleras salta de la cama y corre con balanceantes patas traseras. Ella le entrega el periódico sin decir nada y el hombre lo coge sin preguntar. Toman el té como de costumbre. Ella da vueltas a la cucharilla en la taza y querría explicar y 'Pedirle perdón al marido, pero lo que le ha de contar no ha tomado aún forma. Le ha ocurrido algo, ha visto algo, oído algo, sentido algo, se ha llenado de algo, todo ello está elaborándose, debe dar tiempo a que se deposite y se aclare. Escuchan las últimas noticias. Ha sido un día de numerosos mítines electorales, los líderes de los ,partidos han volado de ciudad en ciudad y han hablado de la gente corriente. Alguna vez la esposa le contará lo que le ha pasado, esta noche, mañana o el año que viene. El marido está en la cama despierto escuchando los coches que pasan por la calle. Es como vivir junto a un torrente, no se oye hasta que uno piensa en ello. No todos van o vienen de ver a alguien, muchos simplemente van, pasajeros inquietos de sí mismos. El gato se ha tumbado a descansar a los pies de la cama. Se olvidó de encerrarlo en la cocina. Hoy puede quedarse. De esa manera serán tres los que respiren en la misma habitación esta noche.
Traducción: Francisco J . Uriz
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BENGT ANDERBERG
Descalzo
1 OR fin la ciencia ha confirmado algo que las personas sensatas han sabido desde el ¡principio de los tiempos: sólo existen dos formas absolutamente aceptables de lavarse los pies. Desgraciadamente en Suecia sólo se pueden utilizar durante la estación descalza, de mayo a octubre. La pnmera es un paseo de media hora por un césped, prado, linde de bosque o algo similar, bañados en rocío. La otra es un paseo de media hora por el borde del agua en una playa de arena. Algunas voces han defendido el caminar por carreteras de tierra u otros lugares ricos en charcos después de una lluvia. Pero el tibio barro, sensualmente tan atrayente, del fondo de los charcos alargados de la carretera no parece producir los mismos resultados en lo tocante a limpieza que la hierba o la arena del mar. En lo que todos están de acuerdo es que los métodos caseros - baño, ducha o la simple colocación de un pie tras otro en el lavabo, lo que implica un tratamiento con agua muerta por efecto de productos químicos, jabón, cepillo de nilón, toalla lavada con detergentes sintéticos, tal vez polvos de talco, así como el ponerse calcetines y zapatos- son radicalmente rechazables. Perjudican a todo el organismo, a la totalidad de cuerpo y alma del portador de pies. Primero se desinfecta el pie con productos profundamente ajenos a la naturaleza, luego se le humilla apretujándolo en una funda que lo aparta completamente de la deliciosa riqueza de los campos estivales. Pero el suelo es la patria del pie. El pie se consume de nostalgia, un triste exiliado pegado a una frontera infranqueable. y tal como se siente el pie, así se siente el corazón del hombre. En la actualidad em¡pleo el método del césped. Todas las mañanas a las ocho salgo a la hierba seca y ya caliente que hay delante de la escalera de casa.
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Diáfanas y nitidas como cortadas a .sierra, lijadas con rpapel de lija del cero y pulidas con agua, descansan las sombras bajo á.rboles y arbustos. Las gotas de rocío brillan en la sombra y centellean en esas zonas fronterizas iluminadas por el sol que la sombra acaba de abandonar. Sí, claro que el rocío contiene azufre, mercurio y plomo, vivimos en el decenio de la acumulación de venenos. Pero él es puro, la pureza misma. Arrastro los pies por la hierba, una voluptuosidad fría y suave me entra por la piel, se siente claramente cómo absorbo rocío. Un frescor limpio y luminoso me sube por las salas del cuerpo y el alma, los pulmones reciben oxígeno desde dentro ... y al mismo tiempo siento el olor de hierba recién cortada. Se me pega entre los dedos de los pies, donde la sensible piel gusta de una ligera irritación. El serbal florece en gris blanquecino, gris verdoso, como un polvoriento esplendor, las ramas colgantes del tilo abovedan sus hojas inmóviles, doradas. El haz de sus hojas se siente como la piel del omoplato de una jovencita. Al inmóvil contraluz, semeja el pequeño robledal una arquitectura de Piranesi, el mismo silencio enigmático, la misma iluminación misteriosa espacio tras espacio. En la intensa luz hecha de gris, oro y bronce que se levanta como bloques transparentes en los claros del bosque resplandecen miles de insectos, que más que volar parecen kvitar. Los segundos no se mueven. El zorzal comienza de pronto a cantar. Suena como esa conversación, íntimamente enérgica, sobre la vida eterna mantenida en torno a la mesa del café cuando participa un sacerdote joven particularmente estimulante. Pero suena también como un minúsculo surtidor, unos chorritos caóticos de agua verde que se elevan un par de pulgadas sobre la inquieta superficie en el cuenco de mármol y caen en todas las direcciones. Son cosas innumerables y prodigiosas las que canta, millones de acontecimientos increíbles en el micromundo cubierto po:r; el follaje de los robles.
II
Niebla o nubes de niebla cubren la tierra, caminamos en pequeños ámbitos. Todo está en absoluta calma --'preparado para el invierno, guata y burletes en las ventan~s. Aquí dentro en el robledal paseé el pasado verano, ahora está asolado ·p or dos terribles tormentas. Muchos de sus gigantes y sus caballeros han caído y yacen con las medio arrancadas raíces agarradas en torno a gigantescas piedras, las cuales también han sido desgarradas de la tierra. Las raicillas más finas se extienden como una alfombra de arpillera sobre el humus negro de la tierra levantada rpor las raíces. Las hojas crujen en tomo a los pies, un susurro podrido del país de los sótanos. Alguien ha pasado por aquí antes que yo, veo huellas claras. ¿Verlaine o Malmberg? A juzgar por el tamaño de las botas, el último. Aquí se ha parado a -pensar, la huella es más profunda. ¿En qué pensaría? "Algo solloza sordamente y las huellas de tus pies se llenan de agua." Siento la misma nostalgia deleitable que cuando leí por primera vez Poemas junto a la frontera. Entonces estaba todo el mundo abierto y lleno de noble ~olor. Un dedo roza mi labio inferior. Aunque no se mueve la menor brisa, las hojas caen incesantemente. Despacio y sin ruido caen revoloteando a través de la húmeda neblina, como la lluvia eterna de minúsculas conchas de cal y de silicio en el fondo de los océanos.
DESCALZO -
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Huele ácido y amargo, uno de los aromas más deliciosos de la vida terrenal, comparable al olor del "mar cuando después "de una larga caminata se llega a la cumbre de la pendiente ... o al humo de las hojas quemadas del jardín una tarde de abril . .. o al del sobaco de una chica, mientras la colcha se mueve debajo de ella en arrugas ardientes y ásperas . .. La acederilla levanta su verdor junto al camino, las tres hojitas dobles cubiertas de perlas de plata. Herrerillos y currucas trabajan en las alturas de los árboles, se mueven a lo largo de las ramas a tirones, un tanto erguidos, de repente se precipitan oblicuamente hacia abajo y desaparecen sin dar la más mínima explicación. , 'Tengo los pies helados, la relación entre ellos y el suelo ha devenido impersonal, la separación debe ser legalizada. ¡Adiós, tierra!
Traducción: Francisco J. Ur iz
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WILUY KYRKLUND
El amante desmedido
UANDO el distraído arqueólogo se escapa con la esposa del doctor americano, lo hace en el propio yip del doctor y en pleno día. Distraído como es, se lanza directamente al desierto, y la mujercita está a punto de gritar pidiendo ayuda, aunque no lo hace porque hubiese resultado muy ridículo. Pero a pesar de su distracción, no ha olvidado quitarles las bujías a todos los demás automóviles de la ciudad de Kirman, lo que hizo pronto porque no hay muchos y además están todos aparcados en el albergue de las caravanas. Claro que no se lanza al desierto de inmediato, ya que el desierto no comienza exactament,e en Kirman. Toma la carretera g.eneral de Bam, pisa a fondo el acelerador y el yip avanza rápidamente. Hace una mañana deliciosa. Todavía queda en el aire algo del frescor de la noche, que sopla por detrás del parabrisas, aunque el sol ya quema. La vegetacion se ha marchitado, el verano ha llegado. A ambos lados de la carretera elevan las últimas montañas sus escaDpados pliegues; esas montañas que una vez fueron cabos y arrecifes en un mar. Ella coloca la mano sobre el brazo de él. - Peter se va a poner terriblemente enfadado - le dice--. También triste -añade después de un momento- o Y preocupado. La oblicua luz matinal ilumina los ondulantes pliegues de las montañas, destaca y pone al descubierto su enorme, indescriptible desnudez. Las montañas de las zonas secas no tienen bosques en torno a las caderas ni pájaros sobre el pecho; en ellas no pastan rebaños entre avellanos. AlH las montañas están desnudas y su desnudez es completa, !portentosa, incurable. Es ése el reino de las piedras; las piedras reflejan el sol, son destrozadas por la lucha feroz entre el día y la noche; ásperos montones de grava se agolpan al pie de las montañas. Por el camino no se cruzan con nadie. Cuando se van acercando a Bam, el arqueólogo acelera todavía más la velocidad. Porque el caso es que en Bam hay telégrafo. También puede uno suponer que el jefe de policía de Kirman se haya levantado de mal humor. El coche patina ligeramente en la curva. El arqueólogo no está muy acostumbrado a conducir, pero a tan altas velocidades apenas se nota. - Toca la bocina - ordena él- por si acaso aparece algún niño. El yip se precipita por la calle mayor de Bam , envuelto en los bramidos de la bocina. Junto al puesto de guardia han construido una barricada con los bancos del café. bn mitad de la barricada hay un soldado haciéndoles señales de parar. Otros cinco soldados salen corriendo del café próximo, gritando y agitando sus fusiles, El arqueólogo apunta entre dos bancos y sigue su camino. "¡Aguanta! ¡Aguanta!" El golpe los arroja contra el tablero de instrumentos. Pero el coche atraviesa el obstáculo. El soldado que estaba en la barricada se hace a un lado un poco tarde. Cuando llegan sus compañeros, está revolcándose en el suelo. El yip sigue su camino. Suena un tiro. - Probablemente es un tiro al aire - dice la mujercita, con moderado optimismo, pues ella cree que el asunto ha tomado ya un cariz suficientemente
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aciago- o Supongo que Peter habrá telegrafiado diciendo que no disparen contra nosotros. -Seguro - dice el hombre--, pero no podemos fiarnos de su puntería. Ya no hay más disparos. Peter, un alma de Dios, habría telefoneado. Los SOldados desaparecen con sus gritos detrás de un muro. El muro desaparece detrás de otros muros. Los tejados de Bam desaparecen en la lejanía. - y ahora, directos a Beluchistán -dice él. Hay, evidentemente, muchas maneras de conquistar a la amada. El irse a Beluchistán con ella quizá sea una de las menos utilizadas. Pero, por un lado, el amor no retrocede ante los trabajos. Por otro lado, Beluchistán tampoco está tan lejos de Kirman. - Si lo hubiese sabido con antelación - dice ella- , habría podido traer ropa para cambiarme. El vestido plisado amarillo me hubiese venido muy bien. Y un pañuelo rojo. - Ya compraremos en Quetta - dijo él- o Allí, en Quetta, hay también un hotel excelente. Muy acogedor. Ahora ya pueden tomarse las cosas con más calma. En el asiento de atrás llevan carburante, víveres yagua para una semana. A la frontera pueden llegar en un dia. El terreno se ha abierto. Al este se extiende el mar seco. El solitario yi¡p desciende crepitando a un mar de aire. Hay una calma chicha. El aire brilla sobre el llano suelo de grava. Por el horizonte se van formando franjas de un centelleo argénteo. A medida que el sol va ascendiendo y se calienta el suelo, las franjas se unen formando ensenadas y lagos, y ahora ya ose espera que de un momento a otro el coche se meta en el agua de manera que las olas salpiquen contra el radiador. Pero antes de que al radiador lle~e, el agua ya se ha retirado y sólo queda la seca grava, que cruje bajo las ruedas del automovil, el suelo ardiendo en su sed infinita. En la leianía se ve una fila de camellos vadeando, con el agua a la rodilla, el lago que siempre está donde tú no estás. -El desierto tiene algo de pérfido - dijo ella- o Uno no se puede fiar de él. - No tiene importancia -dijo él-o Nosotros no nos guiamos por espejismos, seguimos la huella de las ruedas. En el fondo del mar está la sal. Se ha ido amontonando en las zonas más profundas de la hoya, formando trechos muy difíciles de transitar. Sobre el barro endurecido por el calor se conduce como sobre un suelo de baldosas. La arena puede crear dificultades, pero lo peor es la sal. El calor comienza a hacerse molesto. El sol está en su ceni~, y la mujercita propone detenerse a descansar. Pero el hombre se opone. Un poco más adelante hay un lugoar muy dificultoso y nunca se puede estar seguro de si, tal vez, ha salido de Kirman algún coche en su persecución. Entonces se verían atrapados en un cepo como dos ratones. Lo importante ahora es deiar atrás ese lugar. Pasan por delante de un viejo faro. En tiempos pasados ardía el fuego en su cúspide, señalando a las caravanas el camino de Zahidan. El frescor del viento, percibido detrás del parabrisas, se ha transformado en soplos ardientes. Cuando la temperatura pasa de los 50 grados centígrados a nadie le apetece que lo abaniquen. Es como despojarlo del mínimo frescor que ha podido emanar del propio cuerpo. La mujercita bebe un litro de agua por hora; el motor, dos. El radiador escupe como un géiser. Tienen que detener el coche cada vez con mayo~ frecuencia. El arqueólogo salta al suelo, levanta el capó, echa agua en el radIador, luego sobre el radiador, pone en marcha el ventilador. El agua crepita y hierve
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sobre las calientes laminillas del radiador, y el vent ilador arroja hacia la parte de atrás del coche una ducha de goticas de agua sucia. La mujer comienza a tener . un aspecto deteriorado. -Realmente hubiese necesitado mis gafas de sol - dice gimoteando. Naturalmente uno no debe quejarse. Hay que estar dispuesto a aguantar alguna molestia por el amor. Pero uno tampoco .puede impedir el estar dándole vueltas a la idea de si no hubiese podido hacerse todo con mayor sencillez. ¿No se podían haber puesto de acuerdo sobre el asunto con cierta anticipación? Claro que es terriblemente romántico largarse sin más ni más, como ahora, a través del desierto y lo demás, y el hotel de Quetta parece tan acogedor; pero no obstante quizá hubiese podido analizarse la situación con cierto realismo. El hecho de enamorarse mutuamente no es, en sí mismo, algo tan tremendamente original ni extraordinario; sobre todo en un villorrio como Kirman, donde uno siente littralmente que te echan en brazos de los otros, y además entre personas adultas que ya han tenido tiempo de acostumbrarse, casi en demasía, a su vieja y amada pareja sexual. Es cierto que el arqueólogo no está casado, pero no importa; personas adultas, sensatas, que saben un poquito, al menos, de cómo es la vida y cómo suele ser; bueno, lo que uno pueda saber de semejante cosa. La locura tiene su medida, ¿verdad?, como todo lo demás. Una cantidad aun en extremo pequeña de locura sigue siendo locura, porque el ser humano es, a pesar de todo, sólo un ser humano; de esa difícil situación no se libra aunque quiera, y de su excesiva parvedad de locura puede estar arrepintiéndose toda la vida si las cosas salen mal. Pero el exceso de locura es también locura, eso es evidente para todo el mundo. La dificultad radica, naturalmente, en mantener el equilibrio, lo que quizá no sea siempre tan fácil , pero uno hace lo que puede. A pesar de que ella bebe un litro de agua por hora, tiene todavía sed; su cara brilla como una sandía recién abierta, aunque algo más sucia. - No bebas tanto -le dice él- , lo único que consigues es sudar más y el polvo y la sal se 'Pegan al sudor yeso es muy desagradable. Los verdaderos zorros del desierto, los expertos, beben muy parsimoniosamente. - Sin embargo, sus palabras caen como la semilla en el desierto- o Estoy tan sedienta, que podría morirme - dice ella. Y no hace el menor esfuerzo por imitar a los verdaderos zorros del desierto. Por fin llegan al lugar dificultoso. Es un profundo lodazal, formado por capas de sal, cubierto por una dura costra. Aunque la temperatura del suelo llegue a los 60 ó 70 grados a la sombra, en el caso de que hubiese habido sombra, la sal conserva la humedad. La capa superior se ha secado formando una blanca costra, como la que recubre la nieve, pero debajo hay un blanduz::o lodo salado, como el aguanieve. En terrenos semejantes han sucumbido poderosos ejércitos con caballos y elefantes, tanques y estandartes - así lo cuenta los cronistas- , caminando penosamente y resbalando en el barrizal bajo un sol de justicia, y las flechas han quedado apresadas en el lodo y los arcos han perdido su elasticidad en el barro. ' ,; Esta costra blanca puede, en ciertos lugares, aguantar a un hombre. Los camellos y los vehículos la perforan. El yip hace crujir la costra bajo sus ruedas, hasta que la ¡perfora y. .. i plaff!. . . allí queda atascado. El hombre salta del coche. Saca del asiento trasero una pala y cuatro robustos tablones. La mujer se sienta al volante. El comienza a cavar bajo las ruedas, coloca los tablones y avanzan con cuidado por toda la longitud del tablón. Cuando llegan al final no hay más que correr a la trasera del coche y coger los dos
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tablones libres, colocarlos delante de las ruedas delaneras y continuar del mismo mudo. No es precisamente una sinecura andar corriendo bajo este sol. - Esta zona se llama Sjur-i-gaz - dice él- o Saladar del Tamarisco. Un hermoso nombre. Evidentemente aquí no ha crecido tamarisco alguno en los últimos diez mil anos; pero el ser humano ti ene una extraña capacidad para no perder jamás la esperanza. E l pequeño arqueólogo es más duro de lo que parece. A uno le cuesta trabajo creer que pueda tener semejante resistencia. La mujer, sentada al volante, tiene que ad mirar su capacidad para esos trabajos. E ll a no puede considerar, claro, qu e sus esfuerzos sean vanos; ella no puede pensar, obviamente, que no vale lo suficiente como para que él se esfuerce por ella: tales cosas sólo las pensaría un a persona que ha caído mu y bajo. Pero claro que siente compasión por sus sufrimientos, y piensa incluso qu e con un paco más de talento diplomático todo el as unto ,podría haberse organizado mejor y con menos trabaJOS. ¿Por qué no había hablado a fondo con ella de antemano? Mirándolo bIen, ¿era tan necesario haberse march ado de Kirma.n? Peter, un alma de Dios, no es de los que arman escándalo innecesariamente; es un hombre muy sensato, acepta la vida como es y nunca pretend e que sea lo que no es, y además tiene sentido del humor. El asunto bien hubiese podido desenvolverse en Kirman, con discreción y cuidado, y así hubiese habido tiem¡:o para ver cómo evolucionaban los sentimientos. E n cualquier caso, la culpa no es suy a. Verdaderamente no es ella la que ha ll evado a su amante a andar cargado con tablones en el Sal adar del TamarISCO. Un hombre de mundo, seguro de sí mismo , no hubiese necesitado recurrir a tan ex tremas medidas para demostrar su virilid ad. Un hombre verdaderamente viril , con una 'p elvis poderosa como los robles de Elburz, sí, como los cipreses de Demavend , hubiese entrado sigilosamente en su dormitorio, por la ventana, a las doce de la noche y hubiese salido por el mismo camino a las cinco de la mañana. Eso es lo que hubiese hecho un hombre de mundo y seguro de sí mismo. Este muchacho, siempre a vueltas con sus dinastías sasánicas y sus mohosas puntas de flechas y sus pedazos de vasijas de hace tres mil años, tendrá probablemente sus razones para sentirse menos seguro de sí mi smo. Si se le pudiese explicar que eso no desempeña un papel tan extraordinariamente importante . .. qu e él, realmente, no necesita estar siempre insistiendo para compensar su parvedad de esta manera. Pero eso no lo entiende. El concepto que tiene el hombre del erotismo es tan deplorablemente obtuso. Jamás superará la mentalid ad de " mear mas lejos" del niño de tres años. Es conmovedor y estimula pod erosamente el lado maternal de la sexualidad de la muj er, pero a veces es, únicamente, exasperante. . El arqueólogo cava bajo las ruedas. Cavar es su profesión, y ahora descubre .la utilidad de sus conocimientos profesionales. De alguna manera el coche se ha mlido de los tablones y cuanto más cava, más se hunde. Las ruedas dan vueltas en el lodo, toman impulso pero no encu entran un punto de rupoyo. Patin an, se van hundiendo cada vez más y ahora ya están all í apresadas. Ahora, coñ ... ahora sí que están metid as hasta el cuello en la mierda. Tenemos que sacar el bidón de agua del asiento trasero - pesa como el plomo- y todos los demás chismes sueltos, y manejaremos el coche desde fuera y tendremos qu e empujar los dos. No vamos a qu edarnos aquí hasta el. día del ju icio final. Pronto se saca el bidón de agua. No r:-,~sa como el plomo nI mucho :nenos, no pesa más de lo que suele pesar un bidón vacío. E n el bo rde de abajo,
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justo encima del fondo de hojalata, hay un agujero redondito, un agujero de bala. También la garrafa de reserva está prácticamente vacía. Si hubiesen tenido agua, habrían podido estar allí sosegadamente dos semanas, si pensamos, sobre todo, que ahora el motor no gasta nada. Y no transcurre una semana sin que pase por allí un transporte camino de Zahidan o de regreso de dicha ciudad. Además, hubiesen tenido tiempo suficiente para evadirse cavando, yagua fresca para continuar el viaje. Si hubiesen tenido agua. La que ahora hay en el radiador es la última. Peter, esa alma de Dios, quizá se haya lanzado en su persecución. Pero no se puede confiar en ello. Quizá pase mañana un transporte ordinario. Pero, ¿y si tarda ocho días en llegar? Entonces llegará con siete de retraso. Vacían el agua del radiador, la echan en cantimploras, y ponen éstas en el lugar más fresco que encuentran. A continuación se acuestan en el asiento trasero para dormir una siesta algo retrasada. Bien podía la sed esperar un poco para lanzarse al ataque, ya que los tiene a su merced. Pero la sed no espera. Al otro lado de Sjur-i-gaz, allí donde las montañas peladas vuelven a surgir del mar vacío, hay un pozo. No está muy lejos. Justo en el punto donde el río seco desemboca en el mar seco, en el punto donde las aguas, turbias y turbulentas, del río, se mezclan con las aguas, claras y ondulantes, del mar -si hubiese agua en el río, si hubiese agua en el mar-, allí justamente han cavado un pozo y lo han recubierto de cemento. La carretera pasa por allí, la carretera continúa por el lecho seco del río. No ha hecho falta construirla, ni menos emplear explosivos; se viaja por el fondo, por entre rocas. Allí crecen tamariscos. A las siete se pone el sol, envuelto en el rojo más rojo de todos los rojos. Pero la tierra continúa irradiando calor, un antisol sucio, ciego. Han estado esperando la puesta del sol. Comienzan la marcha en un crepúsculo rojo tiznado. Caminan, relativamente, a buen paso. No está muy lejos. Van hacia el este llevando la sombra de la luna en los talones. Hay casi luna llena. Sin luna, hubiese sido imposible encontrar el camino. ¿Ves?, hubiésemos podido tener peor suerte. Caminan por un paraje donde nada les indica si avanzan, si están siempre en el mismo sitio o si retroceden. Sobre sus cabezas las estrellas no se mueven. La sombra lunar se encoge. La sombra lunar vuelve a crecer. Todavía no hay nada que indique que se han movido del punto de partida. Ha empezado a hacer frío. Intentan apretar el paso y se dan manotazos en la espalda, cruzando los brazos sobre el pecho. El suelo es barro quemado por el sol, barrido por el viento, sin una colina, sin una loma. Es difícil ver el cammo. Son las tres. Se pone la luna. Dos horas de descanso. Se tumban en el suelo. Y no necesitan buscar mucho tiempo un sitio para dormir, ni dudar en su elección, porque no hay lugar que de alguna manera se distinga de cualquier otro, ni dirección alguna que se distinga de otra, de no ser en relación con las estrellas del cielo. No necesitan escouderse ni ocultarse, porque no habrá oso que vaya a molestarlos, ni zorro que los vaya a des\pertar; bueno, ni mosquito que les vaya a picar, ni brizna de hierba que les vaya a hacer cosquillas. Pueden dormir tranquilos. En el frescor del alba continúan su camino. Pero el sol se levanta y nada puede detenerlo. Sus pies pisan ahora arena. Una ligera brisa levanta arena de las crestas de las dunas. Ya no falta mucho. Procura no lamerte los labios. Se agrietan. Respira por la nariz. Procura apretar el paso. No podemos pararnos. No podemos demorarnos.
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-¡Mira! En el punto donde desemboca el río seco, en el llano, los tamariscos se las crestas de las dunas. Ya no falta mucho. -Procura no lamerte los labios. Se desintegra y desaparece, pero los tamariscos permanecen como en virtud de un milagro. El hombre se acerca al pozo. Al otro lado de la montaña, al otro lado del desfiladero, a donde conduce la carretera que sube por el lecho del río, hay un pueblecito. Un pueblecito pobre e insignificante, donde unas palmeras datileras se asoman sobre un muro de barro. Pero tiene un pozo. No está demasiado lejos. Un pozo que no se seca. Cuando ella ya no tiene fuerzas para seguir, él quiere llevarla en brazos. La boca de ella es como una grieta en tierra reseca. El sol está en su cenit. Ella le acaricia la mano. -Mi niño adorado -susurra-o Te tomas demasiadas molestias por mí. Campanas, cencerros de camellos. Altos, muy altos bajo el cielo se mecen los párpados de los camellos. Los orgullosos animales apenas se dignan dar un pasito a un lado. Traducción: Francisco J. Uriz
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SARA
LIDMAN
Antes de la palabra
L viento del bosque y las voces de la casa y las diferentes voces de los animales domésticos fueron los sonidos que me rodearon tan naturalmente como el líquido amniótico . La armonía se hacía sentir sobre todo cuando estallaba la tormenta y el bosque se ponía tan solemne como el padre de la casa en las oraciones de la tarde. Cuando sacaba el libro de Stenhammar o el de Rosenius para hacer la med itación, dejaba de lado la voz de diario y leía como un oficiante, medio canturreando, con un ritmo que coincioía con el del bosque. ¡Cómo prodigaba loas y alabanzas al Altísimo por el don de la Vida! ¡y esperanza de vigor para el Caballo y para los frutos de la tierra! de dinero para el día del vencimiento y de fe - que la Fe no flaquease durante la Prueba y cómo amainaba la voz hasta el susurro cuando la Tentación de la Duda temblaba . . . 'p ero que sin embargo ... y al fin y al cabo ... Cuando luego mamá empezaba con el Extiende Tus Alas Protectoras Oh Jesús sobre mí, las vestiduras de pluma igual podían estar hechas de ramas en movimiento que de plumaje de grulla. Lo principal era el murmullo en medio del patrocinio. Y uno se dormía allí en el sofá extendido con la hermana pequeña, colchones de paja y pieles. Mi abuela paterna me enseñó a deletrear en la bibilia de Carlos XII, pero en secreto. Las dos sabíamos que la letra retorcida estaba poco menos que prohibida; si se ll egaba con ella a la escuela se podía lino llevar un tirón de orejas o en el mejor de los casos ser el hazmerreír de todos. Así pues, lo que prevalecía era el sonido; ninguna palabra especial, ningúr, árbol , se destacaron para mí antes de los cuatro o cinco años. y entonces fue un abeto. El me eligió. Allá a la izquierda del sendero. Al norte del repecho. Era de la misma estautura que yo , bonito y verde. Yo me detuve a contemplarle admirada y le dije las cosas más tiernas. Al abrigo de las oraciones de la tarde empecé a hacer una meditación para mí sola que sólo trataba del abeto. ¿Se sentía solo? ¡,Le daba miedo la oscuridad? ¿Lloraba cuando ll ovía? ¿Tenía frío en las raíces? ¡Oh, Tú, Altísimo y
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Todos los Angeles! ¡Cuidad a mi abeto allá al norte del repecho! ¡Consoladle y decidle que iré a verle en cuanto amanezca! Con el tiempo fue el Abeto quien tomó la iniciativa en esta historia de amor. A c~alquier ~ora d~l dia ~odía ,~nsar e~ mí con tal intensidad que no me quedab~ mas remeclio. q~~ rr cornendo ju.nto a, el y sentarmen a su lado. Mis plegarias por el fueron convrrtlendose en pleganas a el - para pasar a ser una vida en común en la que yo era poseída por entero- no había la menor diferencia en la vista, el oído, el olfato, todo era una única percepción. Siempre se ponía contento cuando yo llegaba, igual que Abuela. Y, a diferencia de ella, él no tenía pecados en los que pensar o contra los que prevenir . .El sabía otra cosa. Y esta otra cosa se iba haciendo cada vez más amplia -luz, agua, estrellas, lombrices, caballos, todo el pueblo, todos los demás árboles--:hasta abarcarlo todo todo desde la profundidad de la tierra hasta las alturas del cielo y todo lo que en verdad se decía en su interior y sonaba. Cuanto más tiempo estaba yo allí, más sabía el Abeto, más dispuesto estaba a t:nseñarme había momentos en los que sospechaba que el Abeto lo sabía Todo, sabía en qué consistía Todo que había una pregunta que encerraba en sí la respuesta pero era sin palabras y era secreta y aunque ese conocimiento último era atrayente era esa condición la que me asustaba: la ausencia de palabras. Abuela encomiaba mi creciente quietud como señal de piedad y como una marca: seguramente yo iba a volar pronto al cielo librándome de los pecados y las miserias de la edad adulta. Mamá se ponía tan furiosa cuando oía estas cosas que yo deseaba realmente morirme. ¡Los niños lo que tienen que hacer es trabajar para no tener tiempo de pensar! ¡Esa es la única salvación! Un día la oí consultar con una vecina acerca de mis escapadas al bosque -y redbir la respuesta de que en todas las parroquias hay siempre alguien que se vuelve poseso del bosque, pero que ahora a esos los mandan al manicomio cuando tienen la edad. Entonces mamá se asustó aún más que con lo del cielo y repitió que ¡el trabajo es lo único! ¡para hacer personas de la turba de críos! Y la vecina la consoló diciendo que "mientras no empiece a gruñir, seguro que no será grave . . . ". Y yo pensé que el enigma supremo - la Maternidad del mundo-- me lo eX'plicaría el Abeto. Pero en el verano, al llegar a los siete, se empezó a hablar de la escuel.a. Mis tres hennanos mayores eran dignos de admiración gracias a que sabían let:r, todas las listas de reyes, y la tabla de multiplicar, y el patio de la escuela cuyo alboroto se oía en todo el pueblo cada hora, era un sonido que encerraba mas gente que bosque dentro de sí. Y risas y bullicio y algazara. La escuela era, por supuesto, difícil. Pero divertida. Y las letras de verdad, el verdadero abecedario sueco, saber recitar de memoria así. . . había cosas que empezaban a compelir con el conocimiento del Abeto. Mas leer en libros requeriría una atención diferente de la que yo tenía con el árbol y ¿cómo iba yo a 'p oder mantenerlas separadas? Tenía que elegir entre la con-ciencia del Abeto dejanne arbolizar o aprender el abecedario y hacerme persona.
SARA
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LIDMAN
Fue tal vez la elección más difícil de mi vida. Cómo me decidí, no lo recuerdo, sólo que. Y puedo ver el adiós, como había que hacerlo. Y puedo oírlo al cabo de los años -tal y como ejecuté la ruptura con la saliva ardiendo. ¡Tú tal vez crees que ha habido algo entre nosotros! Pero no lo ha habido nunca. y ahora se ha terminado. Porque tú jamás podrás leer un libro por muy viejo que 1Jegues a ser. Y de cuentas ... ni siquiera sabes cuántas hojas tienes en el cuenpo ... A lo mejor piensar que he llorado alguna noche por tu causa y que he querido venir a taparte con pieles de oveja. ¡Pues no lo he hecho jamááás! ¡Para que lo sepas! Porque ahora vaya empezar a ir a la escuela la semana que viene y voy a estudiar rápido como agua corriente, así voy a estudiar. Pasar hojas y hojas y aprender de memoria para que te avergüences como un niño que lleva las mangas 1Jenas de mocos. ¡Y no se te ocurra volver a pensar en mí de ahora en adelante! Porque si alguien en la escuela sospechara que hay algo entre nosotros ... que nosotros nos tenemos... se burlarían de mí. Y sólo te digo que si viniera alguien con un hacha terrible y te cortase en trocitos ... en astillas . .. ¡ni lloraría! ¡estaría al lado riéndome ... para que te enteres! Di unas patadas en el suelo y me marché de a1Jí. Algunas noches me sentía triste. Pero entre todos los pecados que uno podía confesar al Altísimo no se mencionaba ningún agravio que se pudiera cometer contra un árbol. Por el contrario, yo hubiera podido apoyarme en aquella Higuera que el Maestro maldijo por no encontrar ningún fruto en ella. Pero esa historia no me consolaba. Si uno quería sentirse malvado hasta rozar lo miserable, bastaba con pensar en aquel árbol. Así que olvidé al Abeto - aunque evitaba ir por el sendero que 'pasaba por delante de él. Y la escuela parecía hecha para mí. Era una niña tan aplicada que el profesor y el inspector cuchicheaban entre e1Jos que ésta seguramente va a ser escritora cuando sea mayor. Pasó mucho tiempo, tanto que no hubo nada que me previniese (excepto una única falta de ortografía: y"o ponía siempre samvetsgran en lugar de samvetsgrann) (1). Pero por lo demás pasó mucho tiempo sin ningún problema, tal vez todo un año o dos hasta que yendo con otros niños me vi arrastrada hasta aquel sendero y 1Jegué a aquel sitio. y empecé a sentir que a1Jí había habido algo, algo eSlpecial en la profundidad de la infancia, y ¿qué podía haber sido? y volví la vista a la izquierda y vi a mi Abeto asombrosamente amarillo y muerto en medio del lozano verdor. Dolió - sin anonadarme. Estaba además ya tan entregada a las posibilidades del alfabeto que todo lo que carecía de nombre podía desecharse como sUiperstición. Pensar con palabras es un placer inmenso. des-cubrir des-velar, a-corralar, con-ceder, con-vencer, en-cerrar, re-solver, de-terminar, con-firmar, a-preciar, ex-cluir, a-justiciar, re.-<parar, re-sumir, a-firmar y
con el ritmo y jo la aliteración deslizar inquietudes "para las que no hay palabras" (1) N . de T.: samvcstgraoo s ignifica concienzudo, escrupuloso. Grao, con una sola ene significa abeto.
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Un escritor puede estar descontento de gran parte de lo que haya publicado y seguir sintiendo sin embargo este imperioso reto del torneo de las letras durante toda su vida. y pese a que el Abeto murió como respuesta a mi negación estoy cada vez más convencida de que piensa en mí -a través de los árboles del mundo entero. Porque mucho antes de haber aprendido en libros la importaucia del bosque 'Para la vida en la tierra el bosque vino a mi encuentro por otros caminos. Primero en la lengua. Todas mis imágenes características procedían del árbol - desde las raíces hasta las hojas después como un espanto ante el desmonte y la contaminación hasta el sentimiento de hermandad ante un viejo o un niño de Kenya, Transvaal o Vietnam cuando señalan un determinado árbol murmurando: este árbol es sagrado. Probablemente habría vuelto a hacer la misma elección si hubiera podido volver a vivir mi vida. Pero cuando veo a un niño autista, veo otra elección que hubiera 'Podido ser la mía, presiento que hay una con-ciencia que no admite las conclusiones de las letras. Traducción : Marina Torres
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JAN
MYRDAL
Dialéctica propósito del año 195 3 y de aquella é~ oca - dijo un intelectual polaco- , voy a contar una cosa que me ocurrió el año siguiente. Mi mujer acababa de volver a Varsovia después de unas prolongadas vacaciones en las montañas. Estaba embarazada. De otro. Yo estaba desesperado. Mi desesperación aumentó al descubrir que había tenido relaciones con el otro durante un cierto tiempo y que estaba arreglando las cosas ¡para que yo fuese el padre oficial de la criatura y el1a pudiese conservar al otro. Me fui al periódico por la mañana, pero al cabo de unas horas me desplomé y me eché a llorar descoilsoladamente. Estaba llorando apoyado !:Obre la máquina de escribir cuando el Jefe de redacción entró en el despacho. Me preguntó qué había pasado. Intenté explicárselo. Me miró y dijo: "Pero usted es marxista. Intente ver la totalidad de una manera dialéctica." - Pero - continuó diciendo mi amigo polaco- yo había vivido en un país neutral durante la guerra y los primeros años de la posguerra. No volví a Polonia hasta 1949. El jefe de redacción, por el contrario, había estado en Polonia duraute todo aquel tiempo. Había participado en la resistencia, en el trabajo clandestino, había sido apresado pero se había fugado . Al final de la gue rra lo llevaron a Auschwitz y se salvó, por pura casualidad, de la cámara de gas o del horno crt;matorio. Era judío. Toda su familia había sido gaseada. Él había tomado parte en los acontecimientos políticos, duros y desgarradores, de los primeros años de la posguerra. Un intelectual polaco, judío y marxista, que había luchado y había sobrevivido. Cuando yo estaba llorando, apoyado sobre la máquina de escribir, porque ·mi mujer, una jovencita bastante descuidada y amante del lujo, me había sido infiel, se me acercó, me acarició el pelo, me miró con sus grandes ojos castaños y me diio: "Pero usted es marxista. Intente ver la totalidad de una manera dialéctica."
A
Traducción: Francisco J. Uriz
BIRGITTA TROTZIG
El tiempo del emperador
E
L emp<!rador, sentado como de costumbre por las mañanas, miraba la isla que nadaba allá lejos en la ensenada. Así había hecho durante más de medio siglo: ahora era ya un hombre viejo.. Era un hermoso y fríe día de invierno - escarcha y cascabeles. La ensenada estaba encadenada por el hielo que casi llegaba hasta la isla -con el catalejo sin embargo (había un catalejo enfocado, montado sobre un trípode, frente a la ventana, a su lado) se veía que, pegada a la base de la isla, había una ancha y oscura arteria de agua. Allí había una fuerte corriente marina -allí el agua no se helaba nunca. En lo alto de las murallas de la fortaleza (porque la isla entera era una fortaleza) veía el emperador a través del catalejo pequeñas figuras armadas de fusiles dando vueltas con movimientos regulares y a distancias regulares, de idéntico mudo a como las había visto desde hada ahora más de medio siglo. La isla era considerad a inexpugnable y resultaba prácticamente imposible huir de ella. Una hoguera llameaba en la chimenea. El emperador comió un bizcocho y se chupó las migajas de los dedos. Sus pensamientos -como en esta habitación y a esta hora del día regularmente hacían siempre-- discurrían en torno a un rewerdo de hacía más de medio siglo: Era la primera mañana de una nueva vida -la primera mañana después de haber tomado ¡posesión de su n UEVO cargo. Todavía pálido después de los acuntecimientos de la noche -.po;:que fue en mitad de la noche cuando el viejo enlperador exhaló su último suspiro y llegó la guardia a buscarle a él, un joven de diecisiete años entonces, que había de ser proclamado sucesor de su padre-todavía pálido por la falta de sueño y la <: m8ción, estaba sentado en esta misma habitación en la que tod ;¡s las mañanas durante toda su infancia había sido redbido para saludar a sus padres; con frecu encia le dejaban mirar con el cataLejo hacia la isla que flotaba como un espejismo azul sobre las olas. - Nunca, en cambio, le habían permitido ir allí. - y cuando ahora, recién proclamado,
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BIRGITTA
TROTZIG
tenía que decidir cuál habría de ser su primera acción de gobierno, no lo dudó mucho: la isla sería la 'Primera. Notó entonces que, entre quienes le escuchaban, surgían murmullos y dudas, ra~"Paban el suelo con los pies y alguno se atrevió incluso a señalar que tal vez fuera todavía muy pronto para acciones propias del cargo, el augusto muerto aún no estaba bajo tierra - justo en ese insta:1te, precisamente, su cuerpo era trasladado a la catedral donde, descubierto y con el aspecto de siempre, habría de estar de cuerpo presente en el negro y espantoso interior de la basílica, los muchos días que iba a durar el desfile de duelo de la población. Pero el joven de diecisiete años que ya era emperador se limitó a decir fríam~nte que se haría como había dicho. y bajó atravesando salas y galerías y por todas partes se inclinaba la gente porque estaban insertos en un sistema tal que si se inclinaba uno, se inclinaba otro, una cosa era consecuencia de la otra, no había nada que hacer, se había convertido en una ley natural. Y con el séquito tres pasos detrás , salió al patio del castillo, al blanco reS/plandor del sol de primavera que iluminaba su blanco rostro - todo esto sucedía a princÍlpios de primavera y el emperador y su séquito atravesaron el pat·io dell palacio e.lll dirección al muell e ( la escolta real les rodeaba con un bosque de armas en movimiento) como una congregación de espectros pues sólo en contadísimas ocasiones salían a la calle el emperador y los suyos, y ~n ellas casi siempre como una racha fugaz camino de un lugar a otro-, en lo más profundo de los carruajes, en lo más profundo del compacto muro, móvil pero impenetrable, de la guardia de cor'Ps. Pero ahora el emperador mostraba su joven rostro blanco a pleno sol mientras entraba en la lancha imperial que esperaba en el muelle debajo del palacio - me al camarote que sin embargo abandonó a los pocos instantes; prefería vista abierta y aire fresco esta hermosa mañana de primavera. Porque era hermusa esta su primera mañana de emperador: la isla relucía azul sobre la todavía aparentemente inmóvil superficie blanquiazul del mar. El palacio, los edificios del ,e-obierno, los ministerios, se iban alejando, convirtiéndose en horizonte. Pero la travesía llevaba su tiempo. El sol subía. La luz se endureció -blanca y silente, cegadora y muerta. En el rostro del emperador los ojos estaban torturados y enrojecidos por el esfuerzo de mirar el incesante centelleo del mar. El silencio reinaba en el barco -sólo se oía el rápido movimiento de los remos y la acompasada respiración de los remeros. - La sombra proyectada por la isla-fortaleza caía ya sobre ellos, se deslizaban hacia el puerto, pequeño y extraordinariamente vigilado; cada cinco metros había un centinela extremadamente bien armado . Esta era la obra del fallecido, del padre del nuevo emperador. El emperador decía después siempre a sus fieles ministros que esta visita a la isla, la gran inspección imperial que constituyó su primer acto de gobierno, había tenido una importancia decisiva para él - había cambiado, más aún, cimentado su filosofía. A partir de entonces comprendió - les decía a los ministros que le escuchaban en silencio- que la necesidad existía. Fue una inspección interminable. Fue, de alguna manera, como una peregrinación a través del mundo entero - a través de los interiores y las entrañas del mundo entero. El joven emperador comprendió que aquí moraba el secreto mismo del gobierno del difunto -el verdadero secreto de su padre. Sólo con el máximo esfuerzo, con un denodado control de todo lo que la educación y el sentido del deber le habían enseñado, 'podía a veces mantenerse en pie y continuar la inspección.
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y cuando al fin -¡al fin!- terminó y regresó arriba, a la luz del día en tierra firme (eh patio del cuartel empedrado de guijarros en ellimpido resplandor del sol primavera.]) no pudo menos que sorprenderse y admirarse de 10 anodinos que resultaban los edificios y fortificaciones que acababa de recorrer, vistos desde fuera. Cuán normales y como inofensivos parecían. Como una especie de edificios escolares, en 'realidad. Ni una juntura en los muros, ni un hueco de ventanas que indicase algo inusitado. Tampoco allá abajo -ni siquiera en los pasillos y galerías construidos al nivel del agua, de modo que cuando había tempestad el agua entraba y salía por ellos. Lo extraordinario era el material humano y su comportamiento. Pero aquí arriba, a la luz del sol, ya no se oía nada: el silencio era tan resplandeciente: en la brisa del mar todo lo que quedaba de ruido era el claro murmullo de las pequeñas olas golpeando allá abajo el acantilado. Aquí arriba, en el patio, todo era de una tranquilidad extrema y se sentía tan fresco el aroma de sal en el viento: los centinelas estaban ahítos (era el nuevo relevo después de la comida) en sus puestos. Como la necesidad empuje y haya capacidad de imaginación, qué ¡pocos medios se necesitan para lograr un enmascaramiento total, con qué escasos medios se deja transformar la realidad. El emperador avanzó aliviado unos pasos y aspiró profundamente el aire fresco del mar -en ese instante vio a unos niños sentados jugando, junto al muro del cuartel. Era bastante lejos. Pero el emperador dirigió sus pasos hacia allí. Detuvo con un gesto al Estado Mayor que quería 'precipitarse por adelantado y recorrió solo los últimos metros que le separaban de los niños que jugaban. -Los niños levantaron la vista y le vieron acercarse, un joven de diecisiete años, vestido con un uniforme bastante corriente, sin distintivos especiales, salvo que estaba rodeado y como revestido de ese vacío de poder que se producía entre él y el brillantemente uniformado Estado Mayor al obedecerle. Los niños no levantaban la vista, clavaban los ojos en el empedrado, no sabían qué hacer -no se atreVÍan a cambiar de postura. Eran hijos de presos: niños que habían nacido en la fortaleza. El emperador se puso a mirarlos. Entonces se levantó uno de los niños, un muchacho de unos diez años, muy hirsuto y sucio, Y dio un paso hacia el emperador para poder examinar mejor al desconocido espectador. El emperador sostuvo la mirada del muchacho y dio con presteza un paso atrás: era la centelleante mirada de alguien que también había nacido en prisión. El emperador dio órdenes de regresar inmediatamente. La chalupa volvió a desljzarse silenciosamente sobre las olas. Pronto aparecieron de nuevo el paJado y 1O~ edificios del gobierno de la capital. Estaban intactos y así habrían de seguir durante el tiempo del emperador. Desde entonces había transcurrido, como queda dicho, más de medio siglo. El emperador ahora era viejo, su eristencia pronto estaría colmada. También parecía que en los últimos tiempos el poder se le había escapado de las manos, emprendía una acción de gobierno tras otra, todo el enorme imperio se quejaba y gemía de un extremo a otro -y sin embargo él tenía la impresión de que todas las medidas caían en el vacío, que, en realidad, eran otros los que - en lo oculto- actuaban en su lugar. Esta mañana, clara e inmutablemente fría como el tiempo que desde hacía semanas mantenía a la capital bajo su férreo cetro, el emperador decidió hacer una nueva visita a la isla. Era una empresa diferente y más aventurada que la primera inspección que
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tuvo lugar en la brillante primavera de luz limpia, ciertamente, pero bastante más suave. Ahora todo estaba inmóvil, despiadado: el viaje en trineo por la llanura helada que no era una llanura sino un apretado y escabroso 'Paisaje de hielo que hizo que, al final, incluso el emperador tuviera que abandonar el trineo y montar a caballo; los caballos provistos de herrad uras con clavos iban avanzando mt:tro a metro -la gélida atmósfera se mantenía sobre ellos, invariablemente clara y terrible. El emperador, anciano ya, iba como moldeado en su elegante capote implacablemente ceñido: el blanco y flojo rostro de la vejez colgaba sobre el cuello almidonado. Allá, 'Pero todavía lejos, cabrilleaba el agua azulnegra en torno a la isla. El emperador sintió que le abandonaban las fuerzas, pero toda una vida mantenida por la obligación de no traicionarse dio su fruto: si bien con la cara completamente inmóvil y rígida - una cara que, en realidad, era un alarido- se mantuvo derecho a lomos del caballo hasta que por fin llegaron hasta donde se oía a las aguas lamer el borde del hielo. Allí esperaba ya el barco de la isla. - De buena gana hubiera ordenado el emperador que encendieran una hoguera: pero la voluntad de no delatarse era más fuerte: helado y t:ntumecido en el cuerpo y en el alma, con poca más sensibilidad que un muñeco -eso, un muñeco que marchaba y marchaba por el reino de las sombrasdesembarcó en la isla-fortaleza para hacer una última inspección. La isla estaba hecha de hielo, murallas negras y sangre. Lo extraño era que aquellas multitudes de cuerpos todavía vivos qu e vio desfilar ante sus ojos en las horas siguientes, tenían rostro. Algunos eran muy yiejos, quizá más viejos que él. La clara y centelleante luz de hielo parecía bañar los rostros y los cuerpos y hasta las mismas murallas y los pasadizos más recónditos , llegando al fondo y a todos los escondrijos. Sin embargo aquellos rostros que sobresalían de sus cuellos de cadenas parecían mirar a través de él. Ya nada significaba nada. E l, el emperador, no significaba nada 'p ara ellos, su tiempo había pasado. La última casamata tenía luz del mar a través de un ventanuco situado a la altura del agua de modo que los reflejos del agua abierta subían y bajaban por los muros de roca (esas celdas estaban excavadas directamente en la roca) -allí había una mujer encinta. No se movió cuando el centinela abrió la puerta, no se levantó. Hacía un frío inconcebible. Pero entonces el emperador vio cómo su enorme vientre, cubierto por las ropas del presidio, se elevaba y se movía, algo se movía y tembla ba y se estremecía en su interior. -El emperador salió, era un anciano y estaba extenuado por los esfuerzos de la inspección; para su mirada ahora, indBlpendientemente del claro y deslumbrante día, todo era ocaso - sólo veía extrañas figuras borrosas, sombras atadas con cadenas, estaba tan leJOS ya de cómo sentir la realidad . - El regreso fue siniestro, casi imposible de soportar- lo más difícil de soportar, más que los quebrantos físicos, era la cOl1ciencia de que la grande y esforzada empresa había carecido de sentido. Unos días más tarde el relevo de la guardia de corps estaba jugando a las cartas en el corredor del patio en espera del cambio de guardia. Era a media noche, una noche muy oscura, y en la mesa que estaba entre los jugadores, había una lampara. Alguien tiró de súbito los naipes en la mesa. Entonces se apagó la lál1lpara. Se oyó un estruendo. Todo se derrumbaba retumbando. El imperio se hacía pedazos. El cadáver mutilado del emperador flotaba en el canal. Allí, de la oscuridad, surgió un ser irreconocible. Era el niño que había nacido en prisión. Traducción: Marina Torres
STIG
CLAESSON
Delirium Clemens
L
o
que le pasaba a Johansson era que en realidad él no creía que bebía, que pensaba que las cervezas que se tomaba todos los días no contaban; en todo caso .pensaba que las cervezas qu e bebía cada día entraban en el concepto de moderado consumo de bebidas alcohólicas. y no era que se mintiese a sí mismo. Por lo menos no se mentía conscientemente. Reconocía que no se encontraba bien la mayor parte de la mañana, ni siquiera a primera hora. Que solía calmarse los nervios con alguna que otra cerveza fuerte antes de ir a la oficina. Que luego se bebía dos o tres más con la comida. Hacía bien su trabajo y no era cosa que interesase a nadie las cervezas que se tomaba antes de irse a la cama. Ni siquiera ante sí mismo se había mostrado particularmente inquieto por su consumo de cerveza. No había quejas por su trabajo yeso que su puesto no se podía considerar tau sencillo como para no haberse notado una desatención 'Por pequeña que hubiese sido . Era casi jefe de sección. Es cierto que no tenía que relacionarse mucho con la gente pero tenía contacto al menos con tres personas. Ninguno de ellos se había quejado. Un día desapareció en la oficina, de una u otra manera, un documento importante. Correspondía a la sección de Johansson encontrar el papel y se llevó a l:abo una investigación más profunda en su depaltamento. Interrogaron a Johansson y al resto del personal y se buscó por todos los cajones. Esta investigación tomó su tiempo yeso lo puso nervioso y bebió tal vez mas cerveza que de ord inario. Para calmarse necesitaba no sólo unas cuantas cervezas extra por las mañanas: empezó a tomar tranquilizantes. Dormía peor y perdió casi por completo el apetito.
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Después de una frugal comida acompañada de una cerveza extra, es requerido por la oficina central y es entonces cuando la oficina central nota que J ohansson huele a cerveza. Parece nervioso y huele a cerveza. La oficina central investiga el asunto y llega a la conclusión de que tal vez se podría considerar que Johansson bebe. Comprenden que tal vez beba un poco más que de ordinario porque lo ha puesto nervioso la desaparición del documento, que por cierto ya ha aparecido, y yue quizá necesite ayuda. La oficina central es tan comprensiva que, teniendo en cuenta que Johansson es un empleado competente que lleva muchos años en la empresa, decide proporcionarle esta ayuda. Suponiendo, evidentemente, que Johansson esté dispuesto a aceptarla. Resultó que J ohansson no sólo está dispuesto a aceptar la ayuda que le ofrece la oficina central sino también agradecido. Hasta reconoce en su interior que tal vez este último año se haya encontrado peor 'por las mañanas que el pasado y que ha aumentado su consumo de cerveza. Desearía realmente recuperar el sueño y el apetito. Como él no tomaba las cervezas en compañía de un alegre gmpo de amigos, al dejar la bebida no echaría en falta esa agradable camaradería. Pensó que el placer que había encontrado en el consumo de cerveza lo podría encontrar en algún otro campo. Es al menos lo que pensaba mientras se sintió enfermo. La oficina central le recomendó quince días o tres semanas en una clínica privada bajo control médico, y después tres meses de excedencia en una casa de reposo. Sueño, comida, vitaminas y posiblemente antabús. Es por todo esto por lo que Johansson un atardecer de principios de marzo llega a una de las clínicas privadas de la ciudad. Lleva un maletín con pijama, zapatillas, cepillo de dientes y unos libros. No está totalmente sobrio. En el último mom ento ha decidido despedirse de la cerveza que en cualquier caso ha sido su bebida durante tantos años. En la habitación cuatro de la sección dos C hay tres camas y a Johansson le asignan la cama número uno. En la cama número dos, un chico de unos doce años está leyendo un libro. Lleva la cabeza vendada. La cama tres está vacía. A Johansson le dan por prescripción médica algo para dormir. Y se echa en la cama, abre el periódico del día y se queda dormido no sin antes haberle pasado rápidamente por la cabeza lo bien que le hubiese sabido un gran vaso de cerveza de alguna marca extranjera. La cama que está al lado de la de Johansson , la que está vacía, es la número tres. La que está enfrente, la del chico que está leyendo y lleva la cabeza vendada, es la número dos. Es decir si Johansson se incorpora ve al chico, suponiendo que el chico también esté sentado en la cama. Johansson no estaba tan tocado como para no darse cuenta de todo esto mIentras se ponía el pijama. En realidad no estaba borracho. No había hecho más que beberse unas cuantas cervezas de despedida. Lo despierta el movimiento de alguien en la habitación y el que se enciende una débil lucecita. No se despierta del todo ni tampoco se incorpora. No hace mas que abrir los ojos y siente que el somnífero todavía tiene efecto y una voz le dice: Duerma tranquilo . Vamos a cambiarle la venda al chico.
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Mientras se le van cerrando los ojos ve que en la mesilla de junto a la cama vacía hay un viejecillo con sombrero de copa. Johansson tiene tanto sueño que no se preocUlpa de que el viejecillo esté fumando un purito blanco y lance grandes bocanadas de humo. Sabe que esa cama está vacía. Por la mañana se despierta al notar que una enfeonera le está tomando el pulso y oye que le da los buenos días. Pronto le van a traer el desayuno. Caso de tener hambre. Dentro de una hora le traerán la comida y si quiere puede levantarse y lavarse. La enfeonera le pregunta si quiere un albornoz. No puede fumar en la habitación pero no hay inconveniente de que lo haga en el 'Pasillo. Johansson se siente bien, despejado, coge el albornoz y dice que tlene apetito. Aún sigue teniendo en el cuerpo algo de la cerveza y allí fumando en el pasillo piensa que un poco de comida le va a sentar muy bien. Le parece raro haber visto por la noche a un viejecillo fumando un puro. Uno de esos sueños extraños y cree que el somnífero que le han dado era realmente fuerte. Johansson no es tonto. Sabe muy bien lo que es dejar de beber. Sabe que uno puede tener alucinaciones. Que se puede llegar hasta el delirium tremens si las cosas van mal. Que el miedo al delirium es lo peor. Johansson cree saber que no se encuentra en tan mala situación. Sólo ha bebido cerveza. Tampoco creía que el médico contaba con que iba a pasar algo así ya que lo había colocado en la misma habitación que un chico herido. Luego desayuna con apetito y lee los periódicos del día. Hacia la hora de la comida le llega a la cerveza el momento de decirle adiós a Johansson y la cerveza lo abandona dejándolo envuelto en un repentino sudor. El sudor le cubre todo el cuerpo y se siente helado. Trata de dormir. Luego decide quedarse tumbado absolutamente inmóvil. No puede estar inmóvil. Se restriega la cara con las manos y la barba cruje haciendo un ruido desagradable. Tiene las manos secas. No puede tragar y la nariz le gotea como si estuviese enfriado. Le está ocurriendo algo con lo que no había contado. Mira al chico. El chico está leyendo. Está sentado absolutamente inmóvil leyendo. Tiene la cabeza ligeramente inclinada y Johansson piensa preguntarle como se llama y qué le ha pasado. Pero de repente, no quiere hablar. Sale en cambio al pasillo a fumar y entonces descubre cómo le tiemblan las manos. Cuando le traen la comida Johansson no tiene hambre. Coloca la bandeja de la comida en la mesita y come dándole la espalda al chico. No quiere que vea cómo le tiemblan las manos. No tiene hambre. Come a la fuerza . Tiene que llevarse a la boca el vaso de leche con las dos manos. Toma café y vuelve a salir para fumar. Cuando enciende el cigarrillo se siente mal de repente y tiene que ir al retrete a vomitar. Tiene todo el cuerpo empapado de sudor. Se siente mejor.
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Con la comida le han dado tranquilizantes y después de lavarse se mete en la cama y se queda dormido. Al abrir los ojos de nuevo y mirar hacia la cama vacía, ve con toda claridad y nitidez que un cangrejo anda pausadamente por la cubierta azul y cae con un ruido sordo al suelo. Un terror negro se apodera de Johansson y necesita más fuerza que la que ha utilizado en toda su vida para poder levantarse de la cama, ponerse el albornoz y, sin mirar siquiera hacia el sitio en que aún oye patear al cangrejo, salir al pasillo a fumar. Si me pasa algo en el cerebro, piensa Johansson, lo que tengo que hacer es resistir. Durante seis días, es lo que ha oído Johansson, la amenaza del deliflum tremens penderá sobre su cabeza. Por la tarde entra el médico y a su pregunta Johansson contesta que no se encuentra demasiado bien, que está nervioso, que tiembla. No dice nada del cangrejo. Le da vergüenza. Y cree que si le va a dar un ataque de locura ya lo notará el médico. Le prometen una inyección tranquilizante para la noche. Aquella noche no se despierta y por la mañana se siente mejor. Se siente ya COIDO en casa y hasta le pregunta a su compañero de habitación como se llama. El chico dice que se llama Clemens. Que le han hecho una operación de clrujía estética en un lado de la cabeza. Que le van a poner una oreja nueva. A oídos de Johansson eso suena normal o por lo menos algo que puede pasar. No está menos tembloroso esa mañana y tiene la cara de color gris. Ya ha empezado su segundo día. Ha pasado una noche tranquila. Pero cuando se despierta de la siesta vuelve a ver el cangrejo rojo andando hacia atrás en la cama vacía y lo oye caer al suelo con el mismo y terrible ruido sordo. Está un buen rato sentado en el pasillo. Algún que otro anciano pasa vacilando y ayudado por una enfermera. Piensa. . ¿Se atreverá a decirle al médico que ve cangrejos? ¿Lo trasladarán entonces a un manicomio? Durante el día Johansson ha recibido flores de la oficina. El había explicado que durante la primera semana no quería recibir visitas. Nunca se sabe. Se da cuenta, de Telpente, que era eso a lo que se había referido; nunca se sabe lo que puede pasar. Aún sin haberse atrevido a decírselo ni siquiera a sí mismo, había inruido que estaba más enfermo de lo que nadie podía creer. Cuando está bebiendo agua, la noche del segundo día, ve de pronto cómo de una concha que hay en el vaw crece una flor. Se le cae el vaso. En lugar de llamar al timbre, sale y le pide a una enfermera que barra los trocitos de cristal. Se queda en el pasillo y trata de encender un cigarrillo con manos temblorosas. El médico entra para una breve visita y le dice que tiene buen aspecto. ¿No se siente bien? Pues la misma inyección para la noche. Ahora Johansson querría gritar con todas sus ganas: ¡VEO CANGREJOS! Quiere pedir ayuda, pero no se atreve. Luchará contra la locura por lo menos un día más. Tiene algo más de apetito y se duerme tranquilo, pero su alma está inquieta, y esa noche se despierta cuando le cambian la venda al chico. Y ve a la luz de la lámpara cómo el viejecillo del sombrero de copa, lanzando bocanada tras bocanada de humo, fuma su puro blanco. Y aunque no puede
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verlo, oye cómo el cangrejo camina p::>r la otra cama y, como las otras veces, cae pesadamente al suelo. Cuando Johansson sale de la habitación la enfermera que le está cambiando la venda al chico le dice: ¿Lo hemos molestado? Le voy a traer un tranquilizante. Fume sólo medio cigarrillo. Se queda inmóvil en el pasillo mirando por la yentana. Sus manos tiemblan vIolentamente a la débil 'luz de la luna. Se le cae el cigarrillo y cuando se agacha a cogerlo se queda tieso de horror. El cangrejo está allí con él. Se mueve al lado de su pie y parece que se le acerca. Esta es la tercera noche y Johansson sabe que no puede aguantar una noche más. Y el ¡pavor que siente por el cangrejo es tan grande que algo se le rompe en el cerebro. Grita envuelto en una angustia enloquecida. Huye por la ventana. Johansson va a parar a la escalera que hay en la entrada principal del hospital. La altura de la que ha caído no es lo suficientemente alta para que muera en el acto. Tiene tiempo de ver, a la fuerte luz de la entrada, que el cangrejo está de espaldas en el suelo al lado de su cara y que fluye un chorrito negro de sangre, tillO como un hilo de coser, de la boca del animal. Eso es lo que le pasó a Johansson que luchó con tal energía contra una locura que se le acercaba que tardó bastante en que su cerebro se oscureciese por completo. Así acabó J ohansson. Traducción: Francisco J. Uriz
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El hombre de la barca
ODO esto ocurrió el verano en que cumplí los 9 años. Aquel año vivimos toda la familia a orillas del lago Bur, un lago grande, donde había pequeños islotes. Era un lago que estaba bien. Yo tenía 9 años, H1ikan 10. Cruzaba el lago un río que entraba por la parte norte y salía por el sur, el río venía desde muy lejos, desde Laponia, y en primavera se utilizaba para el trans'porte de madera. En mayo podía ver desde nuestra venta..'1a cómo se llenaba el lago de troncos, trozos y témpanos de hielo, cómo los troncos se encaminaban lentamente al sur y cómo todo aquello finalmente desaparecía un día de mayo. Pero no todos los troncos. Algunos se iban hacia los lados, se enganchaban en las orillas, allí se quedaban. Eran una gloria de troncos, gruesos y espléndidos, y flotaban muy bien. Sabíamos lo que iba a pasar con ellos. Una semana después vendrían los gancheros, empujarían los troncos desde las orillas, formarían una almadía, los mandarían detrás de los otros. Unos gancheros seguían la orilla, otros iban en barcas de remos: podían limpiar el lago en un día, y todo desaparecía. Se llamaban "las escurriduras". Una vez que sacaban las escurriduras, el lago volvía a quedar vacío. Fue por eso por lo que H1ikan y yo escondimos tres troncos. Junto al lago había una zanja, justo donde vivíamos: arrastramos LOS troncos a la zanja, a unos veinte metros de la playa, los pusimos en una larga fila, hundidos junto a la cuneta de hierbas, los tapamos, los camuflamos. Tardamos todo un día. Sabíamos muy bien que eso estaba ¡prohibido, pero H1ikan decía que no importaba porque el úrnco que perdía era la compañía y le sobraba el dinero. Bien p::Jdía esperar algún año por sus troncos. H1ikan sabía mucho de esos cosas. Luego el día en que los gancheros vinieron por las escurriduras nos tumbamos en la linde del bosque a verlos llegar. Iban siguiendo la orilla del lago y por el agua los acompañaban remando en una barca. De vez en cuando encontraban un tronco y lo empujaban al agua y los hombres de la barca lo sacaban más al centí"O, y oíamos sus voces. Era todavía primavera, oíamos que hablaban pew no lo que decían. Y recuerdo cómo H akan y yo estuvimos tumbados allí en la linde del bosque, pegados al suelo e inmóviles, viendo
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cómo se acercaban los gancheros y cómo hablaban. Y cuando llegaron a la zanja
don~e habíamos escondido nuestros tres troncos se pararon un momento a echar
un cIgarro y recuerdo todavía lo bien que oía la respiración de Hakan y mis propios latidos del corazón: con toda claridad, como si retumbasen en el fresco aire primaveral. Pero pasaron de largo. Y no vieron los troncos. Y al día siguiente ya no había troncos ni gancheros en el lago, y se habían acabado las escurriduras de aquel año. Pero los troncos, los teníamos. Y el lago era nuestro. Eramos ya sus dueños exdusivos, y lo seríamos todo el verano. Esperamos dos días, para mayor seguridad. Pero recuerdo que la mañana del tercer día me despertaron temprano los golpes que alguien daba en el cristal de mi ventana: era Hakan. Había subido por la escalera de incendios hasta el segundo piso y allí estaba haciéndome muecas y sacándome la lengua y pegando en el cristal: y yo me levanté y crucé la habitación pisando un suelo frío y agradaole y vi cómo Hakan me mostraba la mano en la que llevaba algo: un martillo. Hoy iba a ser. Ahora, inmediatamente. Me puse la ropa de cualquier manera. También debí desayunar, pero tuvo que haber sido muy deprisa. Salí corriendo. Detrás de la casa, junto a la pared, estaba sentado Hakan con su camisa roja y sus deportivos azules, tenía el martillo y unos clavos de tres pulgadas y me sonrió al verme llegar. -Joder, ahora sí que -dijo- ahora sí que la vamos a construir. Aquella mañana empezamos a construir la balsa. Sacamos los troncos al agua otra vez, colocamos el más largo en el centro y los otros a ambos lados y pusimos unas tablas a través que clavamos a los troncos. En la parte de delap.te una, en el centro tres, en la parte de atrás dos más. Utilizamos clavos de tres pulgadas, excepto atrás donde utilizamos clavos de seis 'pulgadas que Hakan había conseguido en alguna parte. -Cuando no necesitemos esto -dijo con la boca llena de clavos y una voz confusa- entonces quitaremos las tablas y sacaremos los clavos. Si los dejamos, la hoja de la sierra se irá a la mierda. Y nos cargamos el destajo de los obreros del aserradero. Trabajó en silencio un instante y luego dijo: -Tenemos que pensar en el destajo. Hakan sólo era un año mayor que yo, pero sabía mucho. Me enseno muchas cosas. Recuerdo aquel verano muy bien: construímos una balsa, la hicimos con tres troncos, le pusimos vela, Hakan estaba conmigo. Fue el verano en que yo cumplí 9 años y Hakan 10: fue en 1943. Sólo tardamos un día en hacerla. Hakan pesaba 38 kilos. Yo pesaba 35 kilos. Los troncos estaban muy hundidos en el agua: en general queda a flote sólo la décima parte del tronco. En parte depende de lo empapados que -están. Hay algunos que están a punto de hundirse, otros flotan muy bien. Juntos pesábamos 73 kilos. Cuando soplaba el viento las olas casi siempre barrían la cubierta, golpeaban en los huecos que había entre los troncos. Al principio el agua estaba bastante fría: no más de 14-15 grados. Llevábamos botas de goma. Por lo demás la balsa estaba bien equrpada. Generalmente avanzábamos a botador: la pértiga tenía tres metros de largo, así es que nos bastaba para salir bastante lejos. Dos trozos de tabl.a. nos iban a hacer de remos (pero era casi imposible remar, en todo caso muy difICultoso). Las provisiones las llevábamos en una caja de hojalata en la ~arte de atrás (clavada con un clavo de una pulgada en la plataforma posterIor). Se componían de: una botella de agua, un trozo de salchichón (de un decímetro de
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largo), medio pan, ocho galletas, un cuchillo, cien gramos de mantequilla, veinte terrones de azúcar, un frasco pequeño de melaza (era un tipo de melaza oscuro que se les daba a las vacas pero que Hakan sostenía que era mejor que el corriente: a mí la melaza no me gustaba pero él quería llevar un frasco y yo accedí) . Eran las provisiones que llevábamos. El armamento de la balsa era un arco de madera con seis flechas, una honda para piñas con munición (35 piñas) y el viejo tirador de Halean con gomas de recambio y diez piedras pequeñas. No había duda de que éramos los dueños del lago. Aquel dí a del que yo , a pesar de todo , tengo que hablar finalmente, cuando todo terminó y todo empezó, aquel día salimos bastante tarde. Fue al atardecer, ya pasadas las siete, habíamos dicho que íbamos a p escar y nos habían dado permiso, estábamos en agosto. Los últimos dos días habíamos hecho experimentos poniéndole vela a la balsa: extendimos entre dos palos largos una sábana. Unas veces sosteníamos nosotros los palos, otras tratábamos de fijarlos a los troncos. No nos salió nada particularmente bien: pero aquella tarde había buen viento. Soplaba de tierra y zarpamos después de haber controlado munición y provisiones y de haber tensado la vela. El sol se estaba poniendo por el otro lado, hacía mucho viento y veíamos que nos deslizábamos bien, nos alejábamos de la ribera, nos dirigíamos al centro del lago. Estaba bastante bonito: yo no quería decírselo a Hakan, pero estaba bastante bonito justo cuando el sol desaparecía. Hakan solía reírse a veces cuando le contaba lo que pensaba de cosas así. Es precisamente ahí donde está la mayor dificultad de recordar exactamente cómo ocurrió todo -pero sin embargo trataré de contarlo. Hakan estaba sentado en la parte de delante y me dijo que acababa de ver una barcaza enemiga que debíamos abordar: ordenó izar la vela, mandó a la tripulación sacar los ganchos de abordaje y él fue de espaldas a coger el arco que estaba en el centro de la balsa. Las olas eran entonces bastante altas y ya estaba oscureciendo, ahora recuerdo mejor, la oscuridad había empezado a aparecer excepto ipOr donde se había puesto el sol porque allí el cielo todavía estaba rojo - y Hakan se levantó y fue andando de espaldas a coger el arco. Toda la balsa estaba resbaladiza y lo vi vacilar e irse hacia un lado: y entonces se cayó . Yo tenía todo justo delante de mí. Hakan era una silueta recortada que vacilaba y caía contra el horizonte enrojecido. Lo recuerdo con claridad. Y con la misma claridad recuerdo su cara -en el agua, vi que, al mismo tiempo, tenía miedo y estaba avergonzado (tenía miedo porque no nadaba muy bien: estaba avergonzado por haber sido tan torpe). El lago estaba muy revuelto. Le alargué la mano. Fue precisamente al atardecer: difícil de ver, el agua muy fría, una franja rojo claro allí donde el sol se acababa de poner. El rostro de Hakan allí en el agua, sonreía como diciendo: Jo, qué torpe he sido. Y le alargué la mano. Mi recuerdo siguiente tiene que ser de un buen rato después. Tal vez una hora, probablemente más. Yo estaba sentado en la popa. Hakan delante, en la plataforma delantera. Estaba sentado dándose la espalda, acurrucado. Lo vi que se acurrucaba como si tuviese frío. Y al recorrer la balsa con la vista me di cuenta de que debimos haber perdido muchas cosas en el barullo, cuando la caída de H akan. La vela había desaparecido. Las maderas que hacían de remos habían desaJparecido. La pértiga para avanzar a botador..Jambién había desarparecido. En la balsa no había absolutamente nada, exeepto la caja de la comida clavada con las provisiones de reserva, porque yo estaba sentado en ella. Bueno, excepto Hakan y yo. Los dos sentados y acurrucados, cada uno en un extremo de la balsa.
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, Pero lo más e.xtraño era sin embargo otra cosa: y yo he pensado mucho en eso después y de alguna manera comprendo que tengo un vacío en alguna parte de la merrLoria. Lo ex,traño es que el viento se había' calmado. Todo 'estaba 70mpletamente sereRO, la~ olas se habían apaciguado, el agua era un espejo., y todo estaba entopces completameqte tran.quilo y completamente oscuro, se tenía la sensación de que estábamos en mitad de la nO.che pero había salido la lúna. Brillaba la luna. Era casi lupa llena, la noche estaba negra y el agua serena y negra pero la luna brillaba. Todo parecía tan extraño. Eq. medip de aquella calle de luz lunar había una balsa silenciosa y casi destrozada, en ella había dos chicos acurrucados, el agua era como plata, todo estaba en calnÍa, todo en ' absoluto silencio. ' Tenemos que estar en medio del lago, pensé. Me v~lví y entonces vi las ll,lces de casa como puntitos blancos: lejos, como pequeños alfilerazos blancos en terciopelo negro. Luego miré a: la luna. Luego al agua, a la extraña y blanca luz de la luna y la balsa en medio ' de la 'calle de luz; a la espalda inmóvil de ~akan. Me daba la impresión de estar soñando. Y era tan raro: aquel silencio era tan profundo que no me atrevía a romperlo, Quería hablar con Hakan, pero sin embargo me callé. ' y así estuvimos sentados en silencio, mucho, mucho rato. No sé en que pensaría. Sé que traté de entender lo que había ocurrido: como se había caído Hakan, cómo había subido a la balsa, por qué , estaba sentado tan silencioso. Por ' qué se había calmado el viento. Por qué se habían amainado las olas. Por qué brillaba la luna. Tuve que haber pensado en romo íbamos a volver a casa. No teníamos' nada con que remar, ni vela, ni viento. Tuve que haber pasado frío , pero no ' me acuerdo. Recuerdo la extraña calma, el agua negra y serena, la !túla, la balsa en medio de la calle de luna, el silencio, la noche negra como boca de lobo que nos rodeaba. Paso quizá una hora. Entonces oí débilmente' y a una distancia enorme, ruido de remos. El ' ruido no venía de casa, sino del este, y, era raro pues 'p or aquel lado no había viviendas. Pero eran g01pes de remo, sin la menor duda. Estaba sentado 'c on la cabeza orientada al este y mirando fijamente a una noche ' negra como boca de lobo, pero no veía nada. , Las paladas de los remos se iban acercando cada vez más. Remaban pausadamente. Chas. Chas. Yo no veía nada.' Cada vez más cerca. Y oe repente vi cómo aparecía una barca recortándose en el reflejo de la luna en el agua, la. sUueta de una barca entraba directamente en la calle lunar deslizándose lentamente. Veníá hacia nosotros, vi la espalda de un hombre que remaba . . . Yo me había levantado y vi que Hakan también se había puesto de pie'. Estába. mos inmóviles mirando fijamente la barca que se acercaba hacia nosotros. -Eh, grité de pronto sobre el agua, ¡venga a áyudamosl El hombre de la barca no se volvió'. No miraba hacia nosotros. D<?jó simplemente que la barca se deslizase en calma hacia nosotros, levantó los remos. El agua goteaba de los remos, la barca s~ deslizaba, oh, lo recuerdo tan bien, era como un sueño, el hombre no se volvió, ¿por qué no contestaba? y llegó hasta nosotros. Se quedó inmóvil junto a la balsa. Y entonces, entonces y no antes, se volvió. Vi su rostro a la luz de la luna. No lo reconocía. No lo había visto nunca ames. Tenía el pelo oscuro, tenía una c,ara delgada, no me miraba. Sólo miraba a Hakan. No era de la zona, pero él había venido a ayudamos. Y alargó la mano hacia Hakan, y Hakan le cogió la mano, Y pasó con cui9a.do a la b~rca y se
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sentó en la popa. Ninguno de los dos dijo una palabra. Y yo estaba inmóvil, mirándolos. Entonces la barca se separó un poco, se deslizó tan imperceptiblemente que yo. primero no me di cuenta de lo que estaba pasando. Pero el hombre se sentó, se sentó a los remos. Y empezó a remar. Hakan estaban sentado en la popa, dándome la espalda, no se movió, no me miró. y el hombre empezó a remar y la barca lentamente desapareció en la oscuridad. No podía gritar. Me quedé inmóvil, como petrificado. Tuve que haber estado así un buen rato'. Todo lo que recuerdo de esto es tan confuso. Es difícil contarlo. Tuve que haberme sentado en la plataforma posterior. Tuve que haber pasado mucho frío. Sé que abrí la caja de las provisiones de reserva, que comí. Saqué el frasco de melazas, el sirope que en realidad no me gustaba: me lo comí. Lo sacaba con los dedos y me lo metía en la boca, sabía dulce. Estaba sentado en la plataforma posterior y vi cómo llegaba el amanecer, cómo se iba deslizando la luz sobre el lago, cómo llegaban y se desvanecían las neblinas matinales, cómo finalmente se hizo de día. y entonces llegaron las barcas. Fue mi abuelo el que llegó primero. Dijeron luego que habían estado buscando y gritando mucho rato, pero que yo no había contestado. Les dije que no había, oído ningún grito. Mi abuelo llegó el primero. Yo me levanté y tenía la cara pegajosa y la melaza se me había escurrido por el cuello. Y el abuelo me cogió de la mano y me ayudó a pasar a la barca, y yo tenía la cara pegajosa. pero estaba completamente tranquilo. Y recuerdo que me tumbé en el fondo de la barca, todo lo largo que era, estaba inmóvil y miraba hacia arriba mientras me tapaban con mantas y mientras el abuelo se puso. a remar, rápido, rápido como si tuviese mucha prisa. Estaba tumbado en el fondo de la barca. Tenía pegajosa la boca y el cuello, se me había escurrido la melaza. El abuelo remaba. Yo estaba tumbado 00. el fondo de la barca mirándole la cara. Tuve que haberme puesto muy enfermo después de aquello. Recuerdo que estuve en la cama, que tuve fiebre muy alta, que soñé sueños muy extraños. A veces sudaba mucho, a veces me dormía y me despertaban mis ¡propios gritos. Venían a mi lado y se sentaban junto a la cama: mi mamá se sentaba allí, el abuelo y -la abuela, y Annika, y tuvieron que haber pasado muchos días: no sé cuántos. ~ y un día me puse bien. Pasó todo tan rápido que fue como encender una bombilla. Primero, muy enfermo. Luego -de repente-- me desperté un día y ya estaba completamente sano. Mi abuelo estaba conmigo. -¿Qué pasó con la balsa?, pregunté. ¿La trajisteis a tierra o está todavía en el lago? -La trajimos a tierra, dijo. -¿Está amarrada 'en el embarcadero? -No, dijo muy tranquilo, la desguázamos y echamos los troncos al río. Lo hice .yo aquel mismo día. -Ah, dije. Ah. ¿Quitaste todos los clavos? -Los ' quité, dijo', --':"""Bien, dije, Si no los hombres del aserradero hubiesen dado en los clavos con la sierra y se les hubiese fastidiado el destajo. , --Sí ya lo sé, dijo: .
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-¿Cómo se llama el hombre que remaba la barca en la que se fue Hflkan? Pero mi abuelo no contestó, se quedó simplemente sentado con aspecto pensativo. -No era de aquí, dije. Se parecía a Eriksson el de la máquina descortezadora del aserradero, pero no era él. -No, dijo el abuelo en voz baja. Ahora trata de volver dormirte otro poco. Se quedó en el umbral de la puerta mirándome, yo comencé a contarle lo que había pasado aquella noche pero él estaba un poco irritado o extraño de alguna otra manera, así es que se dio la vuelta y se marchó, abruptamente. Y al día siguiente, cuando me dejaron que empezase a levantarme, volvió y me pidió que se lo contase y entonces le conté todo. Se quedó allí sentado con aspecto 'Pensativo, como solía hacer en la iglesia cuando el sermón se hacía lento y aburrido y serio y él en su banco pensaba en la 'pesca. Entonces tenía un aspecto pensativo. Ahora tenía exactamente la misma cara, por eso yo creía que volvía a pensar en la 'Pesca. Así es que le dije: - Qué bien que quitaste todos los clavos. Podías haberles fastidiado el destajo. Entonces él dijo, como quien no quiere la cosa: -Bueno, Hflkan, sí. . Él no volvió. Aquel verano leí mucho. Lo que más me gustaba era la historia del holandés errante. Había cometido una vez un crimen terrible: no les había tendido la mano a unos marineros que estaban ahogándose, sólo había pensado en sí mismo, los había dejado ahogarse. Entonces quedó maldito, es decir: cuando él y su barco estaban entrando a puerto se levantaba un viento contrario, de manera que no podía entrar. Así es que se veía obligado a seguir hasta el siguiente y el siguiente y el siguiente. y él navegaba y navegaba, año tras año. Los marineros solían verlo acercarse en su batco, en plena noche, en medio de una violenta tempestad, y a la luz de la luna veían que estaba en cubierta, atado al timón, condenado a. navegar y navegar siempre. Un hombre desconocido. Se lo conté al abuelo. -Sabes, le dije, es sólo entonces en plena noche cuando se le puede ver. Llega navegando a la luz de la luna. ¿No es extraño? Un hombre desconocido, no habla nunca con nadie, siinplemente aJparece, de noche, a la luz de la luna. ¿Entiendes, abuelo? - No, dijo el abuelo sin comprender, ¿qué es lo que dices? - Bueno, Hflkan, sí. Él no volvió. de la luna. ¡El no hace más qne aparecer deslizándose en sn barca a la IUlJ de la bina! ¿No lo entiendes? ¿No puede haber una relación? - No lo entiendo, dijo el abuelo cortándome bruscamente. -Aquella noche llegó remando desde el este, dije. Tú sabes igual de bien que yo que en el este no vive nadie. No a la orilla del lago. Ni siquiera un turista. Pero él vino del este. En julio empecé a investigar metódicamente la orilla oriental del lago. No le conté a nadie lo que estaba haciendo: los mayores ya me habían incol1porado a su mundo y sostenían conmigo largas conversaciones, largas y sesudas conversaciones que no recuerdo de qué trataban, no quiero recordar. No iban a entender nunca, no hacían más que pedirme que hiciera alguna otra cosa, ayudar en -el" establo, pensar en otra cosa, otra cosa, otra cosa. Decidí investigar la orilla oriental del lago. Fue en julio de 1943, un verano muy cálido. Hflkan solía llamar siempre a la parte oriental del lago "cenagal de mierda" - no era una parte muy agradable, el agua estaba llena de tocones y basuras, el fondo era fangoso y pegajoso,
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ribera llena de malezas y a trozos totalmente talada de esa manera seca que te ,daba sed sólo de ver aquella zona. Llevaba agua en una botella, luego empecé a buscar. Emp~cé en la orilla misma, desde allí me .alejaba unos cien metros. Luego oblicuamente volvía a la playa, luego hacia arriba. De esa manera !podía recorrer toda la zona sistemáticamente. Anduve m(lchas horas. Me entró una sed terrible. Bebí agua. Se me acabó el · agua, me .volví a casa. . . El). julio busqué por toda la parte oriental del lago. No encontré nada. Lo único que encontré fueron los restos de una barca medio podrida, una barca de remos. Estaba en tierra, lejos del agua, con la quilla hacia arriba. Debía ¡levar n;mchos años así. Me senté en la barca. El sol brillaba, hacía mucho calor. Formé un megáfono con las manos. Grité, en voz muy alta, hacia el lago: - ¡Wikan! ¡Hakan!- ¡Hakan! Pero no hubo respuesta. Ni eco. Nada. Y entonces supe por fin que en la parte oriental del lago no había rastro de Hakan ni tampoco del hombre de la barca. . . En septiembre de aquel año busqué por última vez. SeptiemQre era el mes R.ue más me gustaba. Allí arriba, en las zonas costeras de la provincia de Vasterbotten, helaba bastante pronto, los colores otoñales llegaban a :tnediados pel mes, las últimas semaI}as se rompían ligeras capas de hielo al pisar los charcos cada mañana. Todo el lago estaba como enmarcado por 'una cinta verde oscuro y rojo amarillento: todos .los bosques estaban así. Verde de pinos y abetos, rojo amarillento de los abedules. Y las nieblas cubrían el lago, y hacía frío. :Uno de los últimos días del mes cogí la barca de mi abuelo y remé hacia el centro del lago. No tenía permiso, pero lo hice. Fue el día en que cumplí 9 años. Di la vuelta al lago remando. Una tenue neblina lo cubría todo, una neblina que era casi transparente y de sólo unos metros de altura, pero que sin embargo hacía que me sintiese como remando en un mundo completamente solitario y abandonado . Como si estuviese completamente solo. Y era muy agradable. Di la vuelta al lago remando. Y h:lego me fui hacia el centro del lago. Y entonces levanté los remos, me acomodé bien, y me puse a esperar. En la niebla se estaba solo de una manera extraña: uno se sentía seguro. y me puse a pensar en todo lo que había "pasado, era extraño, pero ya no me deses peré al pensar en cómo había desaparecido Hakan. Lo único que no entendía es cómo había ocurrido, quién era el hombre de la barca. ¿Por qué me había dejado a mí?- ¿Dónde estaba Hakan ahora? ¿Por qué no volvía? Tuve que haber estado sentado una hora. Entonces vi cómo la barca se acercaba a mi", por entre la niebla. Era una barca de remos, un hombre remaba. Alguien iba sentado en la popa con el rostro 'vuelto bacia mí. Era imposible equivocarse. Era Hakan. y la barca venía deslizándose lentamente hacia mí, en silencio absoluto, a través de la niebla, y yo no tenía el más mínimo miedo . Hakan iba en la 'proa y me miraba fijamente y tenía el mismo aspecto que antes. Y me sonreía. El silencio era absoluto. Yo estaba sentado inmóvil viendo cómo la otra barca lentamente se deslizaba bacia mí, junto a mí, pasó de largo a mi lado. Hakan iba mirándome todo el tiempo y tenía una extraña expresión en la cara. Sonreía ligeramente y me miraba fijamente. Era como si quisiese decirme: aquí me tienes. No 'necesitas buscar más. Ya me has encontrado, Y ahora que me has encon-
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trado tienes que dejar .de buscarme. Yo estoy bien. Tienes que entenderlo. Tienes que dejar de buscarme, porque ya me has encontrado. Y tienes que empezar a ser tú mismo. Y tienes que hacerte adulto. No nos dijimos una palabra, pero nos miramos. Y sonreímos los dos. Y la barca se alejó deslizándose sobre el agua, y de pronto había desaparecido. Y desde entonces no he visto nunca más a mi único amigo, Hakan. Seguí sentado un buen rato inmóvil, pensando. Luego cogí los remos para remar: pero justo en ese momento vi flotar algo en el agua. Era un palo largo. Era el que sollamos utilizar para sacar la balsa. Pensé: fue H akan que quería devolvérmelo. EstUipendo. Voy a recogerlo. Lo recogí. Y luego volví a casa remando. Cuando llegué estaba mi abuelo en la playa. Lo vi desde lejos. Parecía muy cabreado: se nota rporque se le queda el cuerpo tan extrañamente rígido hunde los hombros, mira fijamente hacia adelante. Pero yo no tenía miedo. p.irigí la barca directamente hacia la playita, levanté los remos, cogí la pértiga, la tiré a la 'Playa. La miró y dijo: - ¿Dónde has encontrado eso? Yo sólo dije: - Me la han devuelto. Salté de la barca. La sacamos del agua entre los dos. Pero antes de que tuviese tiem po de renegarme, dije: - y ahora sólo quiero decirte que ya no voy a buscar más. No voy a buscar más a Hakan. Ya se ha terminado. Me miraba en silencio, como si no entendiese 10 que le quería decir: - No, dije, ahora ya ha terminado todo, abuelo. Ahora ya sé. Eché a andar hacia la casa, cruzando el prado. Era septiembre, escarcha en la hierba, sentía algo áspero bajo los zapatos, crujía cuando andaba. El abuelo se quedó junto a la barca. Y yo iba pensando en 10 raro que es todo lo que pasa: se recibe un golpe pero no hay nada irreparable. A veces uno no quiere más que morirse, pero cuando todo parece más desesperado siempre hay una solución. Uno recibe un golpe y se siente mal, p ero se aprende un montón. Y si no se aprendiese, entonces uno no se haría nunca adulto. Y pensé en el holandés errante y en la historia de la princesa de Hielo y en todas las historias que me han contado y pensé en el hombre de la barca que me había quitado a Hakan, y yo no iba a estar nunca más enfermo de la manera que había estado aquel verano. No jugaría de la misma manera que antes, no creería en los mismos cuentos que antes, no trataría de escurrir el bulto; nada volvería a ser como antes. Fue en septiembre: Hakan hubiera tenido diez años y un mes, si hubiese vivido. Iba subiendo hacia la casa. El abuelo seguía allí abajo junto a la barca. Recuerdo que lloré, pero al mismo tiempo estaba muy tranquilo. Había frío en el aire. Fue la última vez que busqué. Sabía finalmente quién ·era el hombre de la barca. Iba hacia casa, crujían mis pisadas, hacía frío , es lo que pasó, ésta es toda la historia.
LARS
GUSTAFSSO N
La historia del tío Stig [
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I
L talento, naturalmente. El talento me lo impidió. Uno no puede vivir así si quiere, al mismo tiempo, ser talentoso y ser admirado 'Por ello. En nuestra familia el talento es una verdadera peste. Lo llevamos siempre un 'PelLn demasiado lejos. Descubrimos pronto nuestro talento, la gente se hace a un lado educadamente dejándonos un trocito del nicho ecológico y acepta nuestro descubrimiento y entonces, obviamente, tenemos que ser inmediatamente un poco extra talentosos, y plOnto no paramos hasta convertirnos en seres absolutamente fanáticos de nuestro talento. (La otra tarde me puse a contar y me di cuenta de que había escrito veinte libros en algo más de un decenio sin pensar en la impresión asquerosamente mala qUe ello hace en una nación delicada, inhibida para la escritura, sensible, como Suecia, donde la poesía y la espiritualidad siempre han sido "'parientes cercanos del silencio".) No está bien, Uno debe ser talentoso, pero lo justito. En nuestra familia el talento se desarrolla siempre de la misma manera hasta acabar en catástrofe. Yo estoy seguro de que seré el noveno o décimo caso, El tío Stig es un excelente ejemplo. Si recuerdo bien empezó como cabo en la Guardia Montada, pero hace de eso tanto tiempo que nadie tiene una idea exacta de lo que hacía allí. Lo que sí está claro es que no ascendió a jefe de regimiento y estoy convencido de que eso, en el fondo, lo irritó terriblemente. No apreciaba la Guardia Montada sobre todo después de la metedura de pata que habían tenido con él y luego fue realmente comunista durante un par de decenios, en aquellos tiempos en los que no era oportuno serlo. Recuerdo que se suscribió a los escritos de Stalin en la época del golpe de Praga, y no sólo eso, sino que los leía y encima le gustaban.
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Recuerdo un paseo realmente divertido por el campo, en la parte septentrional de la rprovincia de Vastmanland, en 1947, cuando vimos una luciérnaga -era la primera vez en mi vida que veía una luciérnaga, un puntito verde que se movía por la cuneta y que llevamos con todo cuidado a la hierba para que no la atropellasen -y él trataba de convencerme de que los escritos filosóficos de Stalin eran la más alta expresión de las milenarias aspiraciones de la humanidad mientras yo trataba de convencerlo de que estaba equivocado, que la máxima expresión de las milenarias aspiraciones de la humanidad no era en realidad el pensamiento de Stalin sino la séptima sinfonía de Gustav Mahler. Considero el año 1947 como uno de mis grandes períodos decadentes y yo adoraba todo lo que era bello, insrpirado de muerte y ajeno a los problemas del mundo. Partiendo de unas opiniones tan contradictorias dos personas no pueden acabar más que como amigos. Yo hice todo lo posible para convencerle de que no había ninguna contradicción profunda entre el estalinismo y las ansias de muerte (sospecho que yo estaba totalmente en lo cierto) y él hacía todo lo posible para convencerme de que no había ninguna contradicción entre los principios estalinistas en el campo de la música y las sinfonías de Gustav Mabler (era precisamente cuando empezaba a salir a la superficie el antisemitismo de Stalin en serio, pero puede ser que tuviese razón en todo caso) y tengo un recuerdo claro de que el paseo nos sorprendió a ambos. Ninguno de los dos había pensado seriamente en que podía haber tantas y tan extrañas opiniones en el mundo, y ninguno de los dos tenía un buen método para enfrentarse a las opiniones de los demás. Por ello proclamamos a los cuatro vientos que nuestras ideas eran absolutamente compatibles y seguimos buscando luciérnagas. Mucho antes, inmediatamente después del episodio de la Guardia Montada, empezó el tío Stig a desarrollar su verdadero talento. Era inventor. Vivía en un piso de alquiler y tenía su taller básicamente en la cocina lo que rprovocaba un buen número de problemas con los vecinos ya que se trataba de un apartamento de una habitación en el que se oía todo, pero le imrportaba un pito. Durante dos décadas salieron de su piso inventos que recorrieron el mundo. Era un parroquiano absolutamente fiel de la Oficina de Patentes y Marcas, sus procesos con diversos detentares de licencias mantuvieron intensamente ocupadas a dos secciones de la Audiencia Territorial de Estocolmo, porque redactase como redactase sus contratos de licencia a la hora de la verdad siempre le birlaban la totalidad del invento . Por ejemplo cuando se empezó a interesar por los grifos. Inventó un buen número de ingeniosas conexiones de esas que se utilizan cuando se acopla el tubo de la lavadora al grifo del agua de la cocina, o la manga de regar al grifo del jardín. Hay probablemente más de veinte acopladores de esos en el mercado de los que por lo menos quince tienen probablemente su origen en el taller de la cocina que tenía mi tío Stig en el sur de la ciudad. Comoquiera que actuase siempre había alguien que en el último minuto le soplaba la patente, y encima solía ser condenado a pagar las costas del proceso. ¡A quién le va a extrañar que mi tío Stig fue estalinista! ¡Yo hubiese sido wagneriano por mucho menos! Siempre empezaba igual. Unos señores elegantes llegaban en un automóvil americano de lujo a su calle del sur y subían por la escalera buscando su vivienda entre cochecitos de niño y críos mocosos y envueltos en olor a col cocida, y
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llamaban a su puerta. Se oían entonces 'bastantes ruidos en el interior ya que el tío -Stíg tenía que quitar las cosas que impedían la entrada, él solía tener muchos chismes en er vestíbulo, se le iban amontonando allí, entraban a la cocina y se seutaban en el escaño, mientras él seguía limando serenamente algún complicado mecanismo apoyado en el poyo de la cocina y haciendo un ruido infernal. . .Después de algo así como media hora solía hacer como que había notado la presencia de extraños y les preguntaba qué querían y siempre era lo mismo: habían seguido su actividad de inventor y querían crear un consorc'¡o para lanzar sus inventos de una vez por todas. Como al tío Stig le asqueaban los negocios en general y los capitalistas en particular, acostumbraba aceptar indefectiblemente . . Solía recibir un par de miles de coronas en concepto de anticipo y con las carteras llenas de acomplamientos y grifos revolucionarios los señores volvían al .mundo. Gener.almente pasaba algún año antes de que él descubriese que el mundo estaba lleno de sus acopladores de grifos bajo alguna patente extraña que prop9rcionaba fortunas millonarias a sus detentores. :Él seguía avanzando en su lenta lectura del Anti-Düring y tratando de encontrar nuevos campos para la~ manifestaciones del espíritu universal. Coche~itos de niños que pudiese subir y bajar las escaleras, construcciones de cerraduras seguras, abrelatas con los que nadie se pudiese hacf<r daño,. ni Dios sabe lo que sacó de las tinieblas de la nada y convirtió en° asombrosas realidades. Entonces, era inmediatamente después de la guerra, no había demasiados coches por las carreteras, bueno, en realidad no había muchos vehículos de motor. La importación aún no había empezado en serio. Y el :país aún estaba ll~no de ciclistas que inundaban las calles próximas a las fábricas a eso de las cinco, todas las tardes. El tío Stig le había echado el ojo a la bicicleta desde hacía tiempo. - Recuerda, amiguito - solía decirme--, tu tío irá a la histo ria como el hombre que llevó la bicicleta a su p erfección. Su teoría era absolutamente sensata. Tarde o temprano, razonaba, llegará el momento en que se acaben los com.bustibles fósiles de la tierra. Entonces se verá qué inventos eran caprichos de la moda y cuáles tiene el, futuro por delante. El coche es uno qe esos típicos inventos que desaparecerá. Los aviones también. La carretill a es el tipico ejemplo de un invento auténtico, algo que se puede emplear sin límite en el tiempo. Descubierto originalmente por un general chino para que los soldados pudiesen tranSlportar con mayo~ Jacilidap su equipo en largas marchas, ha demostrado ser uno de los inventos más notables y duraderos de todos los tiempos, una sencilla palanca: eri que el fulcro se encuentra todo el lieinpo en movimiento hacia delante ali viando así al portador o levantador. Otro ejemplo de un invento que durará por los siglos de los siglos es el globo de aire caliente. Una máquin a voladora qu e nada en el mundo puede impedir que vuele mientras se siga conservando el arte de tejer un pedazo de seda y de faoricar barniz. Un tercer ejemplo de un invento realmente grande es la bicicleta. Nuestros coches, autobuses y camiones no son más que velocípedos disfrazados, ad aptados ocasionalmente a la existencia de combustibles fósiles, y des3!parecerán tan rapid amente como aparecieron. Pero la bicicleta, no; seguirá existiendo durante milenios. Por eso ya va siendo hora de que pongamos manos a la obra, di jo el tío ' Stig. La bicicleta era el campo en el que quería marcar el cenit de su talento.
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Pensó durante años en la bicicleta. No habló mucho con nosotros del asunto hasta el 47, cuando empezaron a madurar algunas de sus teorías. -Es completamente ridículo - decía- que a nadie se le haya ocurrido que una bicicleta puede muy bien competir en velocidad con un coche. Es sólo' cuestión de cómo se dispongan las fuerzas. En la bicicleta del tío Stig no habría ninguna estúpida resistencia al aire. Por tanto colocaba al ciclista tumbado en un complicado sistema de apoyo de vientre, codo y muslo, con la cara detrás de un pequeño parabrisas. Eso significaba que el ciclista necesitaba que sus amigos le proporcionasen un poco de ayuda para subir y bajar de la bicicleta y que quizá no fuese tan fácil detenerse ante una luz roja, pero Dios mío, en aquellos tiempos arpenas había más semáforo que el del cruce Sveavagen-Kunsgatan, así es que tenía más bien poca importancia. Evidentemente, había que subir los pedales hasta un punto correspondiente al cambio de posición del cueI'po, aproximadamente donde está la parrilla en una bicicleta normal. - Una estupidez típica - dijo el tío· Stig- es que la fuerza de las piernas sólo se aprovecha en una bicicleta norm al durante un tercio de la vuelta del pedal. Naturalmente la fuerza tiene que repartirse por igual durante toda la vuelta. Así es que sujetó los pies del ciclista con un par de sólidas correas de cuero, puso dos platos de arrastre cada uno con su cadena, uno por pie. Los hizo elf'Pticos por motivos tan complicados que no pudo tratar de explicarlos ahora, y colocó las elipses una frente a la otra. Una bicicleta semejante es un poco pesada 'para ponerla en marcha a go~p.e de pedal. Por eso le adaptó una caja de c;ambios con quince velocidades nada menos. El piñón mayor era tan grande como un plato y el menor como una moneda de cinco céntimos. . El manillar ofrecía un aspecto bastante impresionante, con todas sus agarraderas y chismes, cuando nos lo enseñó en su cocina, un domingo de marzo de 1949. Delante de las narices tenía el piloto o como se le llamase, ciclista, piloto de pruebas, un velocímetro bastante- grande y sólido . Lo que nos chocó cuando nos enseñó el modelo experimental es que el velocímetro llegaba hasta los 150 kilómetros por hora. - i.No será demasiado? - dijimos. - La cuestión es saber si va a bastar - dijo el tío Stig- . Nadie puede decir la velocidad que va a alcanzar esta bicicleta. Al llegar a velocidades muy altas entrarán en acción nuevas leyes aerodinámicas. Nadie sabe qué efectos tendrán. Date cuenta que ningún hombre se ha desplazado, utilizando sus propias fuerzas, a tales velocidades. - Sí - dije. -Quiénes - dijo rencoroso el tío Stig. - Los que se tiran del puente del ascensor de Katarina. - Hum. Las ruedas eran muy estrechas, era una bicicleta de carreras reformada, sin guardabarros y con esos neumáticos finos que se pueden poner y quitar en un momento. El manillar, prescindiendo del apoyo a los codos, era un manillar bajo, corriente, de carrera. Podría haber pesado unos quince. kilos y la c~ja .d.e cambios con todas sus cadenas y piñones y chismes otros cinco. Pense senamente en pedirle que me dejara probarla, pero comprendí que jamás me lo hubiese permitido y además estábamos en la cocina.
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La prueba tuvo lugar el primer domingo de abril de 1949 en la carretera de Soderüilje, que en aquellos tiempos no tenía demasiado tráfico. Yo no asistí, pero he oído contarlo a muchas personas. Había enviado cartas a la prensa e invitado a los diarios Ny Dag, Morgon Tidningen y AT, pero no sé si fueron periodistas. En todo caso no he encontrado ninguna noticia en ningún periódico. Era una mañana de abril con una ligera niebla grisácea, como suelen ser las mañanas de abril por estas latitudes. El modelo de bicicleta eXlperimental fue conducido al punto de salida -no sé exactamente donde estaba- en taxi. Resultó que llevaba un pequeño banderín con la hoz y el martillo, colgado de un pequeño mástil, sujeto en el manillar y fue eso tal vez lo que lo hizo tan impopular con la prensa. Unos cuantos amigos, camaradas de partido, viejos compañeros, unos parientes y una chica que conocía el tío Stig, se habían presentado en la salida. La mayoría de los compañeros eran del club ciclista de Sofía, su barrio, donde el tío Stig siempre había tenido muchos amigos. El tío Stig, vestido en honor de la ocasión, con zapatillas de deporte, pantalón corto, la camiseta del Club ciclista, y unas grandes gafas de motorista vigilaba la descarga de la bicicleta y pagó al taxi . El chófer quedó un tanto descontento porque le había dado poca propina, apenas el cinco por ciento. El tío Stig dirigió una breve alocución a los presentes: ¡Camaradas! Asistís a un acontecimiento histórico, el primer intento de alcanzar los 120 kilómetros por hora en bicicleta. Sé que mi bicicleta puede alcanzar velocidades aún más elevadas, pero no sé la que pueden aguantar las llantas. Por eso esta vez voy a limitar el intento a los 120 kilómetros 'p or hora. Si tengo éxito, ello significará un progreso para la humanidad, el socialismo y la paz mundial, porque mi invento ha sido creado -para fomentar la paz del mundo. Si fracaso otros vendrán a recoger la antorcha que dejo caída. Mi modelo experimental, que veis aquí, resultado de años de duro esfuerzo en precarias condiciones de trabajo, implica un paso hacia el futuro , hacia el futuro en el que la lucha por los depósitos de combustible que se van agotando va a poner en peligro la paz mundial. Mi invento contribuirá a asegurar esta 'paz. Jamás hubiese visto la luz de no haber sido por el interés que supieron despertar en mí por la causa, los compañeros del club ciclista Sofía. Por eso mi bicicleta experimental se llama Josef Sofía. Ahora tengo que pedir a dos hombres que me ayuden a ponerla en marcha. ¡Adelante! ¡Por la paz mundial! Un aplauso algo seco, con esa sequedad que les da a los aplausos el aIre libre, siguió a estas palabras. Alguna que otra persona dejó constancia, así, como de paso, de que el tío Stig siempre había sido un poco loco. Algunos jóvenes representantes de las asociaciones presentes se hicieron los graciosos a costa de la máquina. También se oyeron algunas risitas tontas y parloteo indisciplinado en algunos puntos del círculo de espectadores, pero fueron silenciados. Todavía faltaba mucho para el veinte congreso del Partido. Una lluvia gélida traía consigo fuertes golpes de viento, en realidad era una mañana horriblemente fría y todos estaban de acuerdo en que cuanto antes se empezase, mejor. Unos cronometradores del club ciclista Sofía desaparecieron carretera ade-
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lante en sus bicicletas. Era con la idea de que al oír el disparo de salida pondrían en marcha sus cronómetros para poder medir la velocidad a los mil, dos mil y tres mil metros, y de esa manera levantar acta del intento de record. El tío Stig se estiró los calcetines, dos compañeros del club lo levantaron y lo colocaron en el complicado sistema de apoyos para brazos, muslos y vientre que constituía el sillín. Casi parecía como cuando colocan el motor fuera de borda en una barca. Le ataron la faja al vientre, le sujetaron los pies a los pedales. -Qué vas a hacer cuando vayas a bajar - dijo alguien. - Reduzco la velocidad y 'me suelto las ataduras, claro - dijo el tío Stig, y I;:ra una respuesta tan obvia que todos tuvieron que comprender que eran un tanto estúpidos ya que no habían logrado entender por su cuenta una cosa tan elemental. Sin embargo, de alguna manera, era un tanto penoso. Visto allí tumbado, atado por el estómago y los pies a su resplandeciente construcción, parecía un prisionero del progreso, atado a vida o muerte a su reluciente máquina. - La producción es para el hombre y no el hombre para la producción -dijo un viejo raro, un pacifista barbudo con gafas de montura de acero que estaba un poco retirado del círculo de espectadores. Pero lo acallaron. - Esto no va a acabar bien - dijo la chavala de uno de los compañeros del club ciclista. No era socia del club pero tenía la misión de ocuparse del termo de café. Pero lo ¡pusieron en marcha. Parecía que no era particularmente fácil mantener el equilibrio en aquel monstruo de bicicleta, particularmente antes de haber alcanzado cierta velocidad, el tío Stig iba haciendo eses de un lado a otro de la carretera, pero luego pudo elevar la velocidad en aquella bicicleta tan dura de pedalear y logró cambiar de marcha y de pronto ya estaba en camino y la aguja del velocímetro iba subiendo lenta, lentamente delante de sus narices, cinco, seis, siete, ocho kilómetros por hora. Debido al colosal desarrollo del cambio de marchas se alcanzaba la velocidad inicial con mucha más lentitud que en una bicicleta normal y el tío Stig sudaba ya, a pesar de que hacía viento y frío. Descubrió que realmente hay una gran diferencia si el pie tiene que hacer fUl;:rza durante toda la vuelta completa. Ya había llegado a la recta y ahora iba cada vez con mayor rapidez, la cadena saltaba alegremente de un piñón a otro. El viento empezaba a bramar en torno a él, el viento. ¡En un minuto pasó de diez kilómetros por hora a sesenta, no está mal! Alguna que otra irregularidad de la carretera casi hacía saltar a la bicicleta, y es qu e, a sesenta kilómetros por hora, una bicicleta de treinta kilos con un jmete de sesenta, es deGir un total de noventa kilos, no es lo mismo que un coche que pesa más de una tonelada. El viento, un viento de Monteverdi, un viento de libertad iba creciendo por segundos y la aguja del velocímetro iba alcanzando valores caua vez más increíbles. ¡Ia, ja, ahí aparece el primer coche! Era un camión bastante cargado de grava, pero en todo caso un vehículo. Debía ir a unos setenta kilómetros por hora.
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E l tio Stig lo pasó, ligero como una sombra, inasible como un soplo del espíritu, y vio en el espejo retrovisor cómo hacía eses el conductor cuando trataba de calmarse detrás del volante después del pasmo. Ochenta kilómetros por hora, la bicicleta da largos saltos en cada desigualdad 'd é la carretera, sigue sin exigir gran esfuerzo y la aguja sigue subiendo y la lluvia que cae ya no es fría sino una lluvia refrescante y el viento de Monteverdi brama en torno a él lleno de promesas misteriosas y el prisionero del progreso se sicnte completamente libre en la campana de cristal de su progreso, de su inspiración, de su talento.
y LA LLUVIA ELIMINA DECENIOS DE CANSANCIO el viento es ya un huracán, y ahí está ya en los cien kilómetros por hora, ¡cien kilómetros por hora! y a aquellos dos turismos los pasa de tal manera que apenas siente el olor de la gasolina y también vaci·lan enloquecidamente al verse pasados LOS PALIDOS ROSTROS DE LOS CRONOMETRADORES PASAN COMO UN TORBELLINO y a los 110 kilómetros por hora viene un golpe de viento y se lleva a J osef Sofía y al kamikaze que la conduce y los lanza a un prado describiendo un inmenso arco, y tardó tres meses en que se le soldasen más o menos los fémures y todos los jubil ados de las camas contiguas casi se mueren de risa cuando oyeron lo qUe le había pasado, y se puso bien, incluso muy bien, pero ya no volvió a sus inventos y engordó un poco y se tranquilizó y ya no hablaba sólo con mayúsculas sobre el estalinismo y más adelante se compró un chalé adosado en Hagersten y L:uando se le veía andar con el cortacéspedes , un grueso y silencioso ingeniero aficionado que tenía los trabajos filosóficos de Stalin escondidos en la buhardilla, uno se daba cuenta de que en algún punto algo tuvo que haber andado mal pero no era fácil decir qué pero en alguna parte se había producido un terrible error --su vida había culminado por así decirlo- y los tulipanes no hacían más que crt:cer en su jardín y el césped iba siendo más verde cada año. y EN ALGUNA PARTE TODO SE HABIA TORCIDO
y t:ste es el fin del cuento sobre el talento. Traducción: Francisco J. Uriz
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El pase atrás
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UANDO un futbolista ya no sabe qué hacer, cuando los contrarios se lé acercan corriendo a toda velocidad por todos los lados, entonces puede retrasar el balón a su portero, es lo que se llama un 'pase atrás. Hubo una vez un futbolista, un libero, que nunca en su vída había hecho un pase atrás al ¡portero, era famoso por ello, era bajo de estatura pero nervudo y tozudo y valiente. Lo más notable de su vida era eso: que jamás había hecho un pase atrás al portero. También por esa razón se sentía orgulloso, casi arrogante, llevaba la cabeza alta y jamás bajó la mirada ante árbitros o entrenador o jueces de línea. Pero una vez ocurrió, una sola, que le falló la confianza. Fue a finales de un partido en que los ganadores iban a recibir una gran urna de oro abombada COIl gigantescas asas de platino, ninguno de los equipos había marcado, el portero le echó la pelota, se encontraba a mitad de camino entre su área de penalti y el centro del campo, y controló el balón con el pie derecho y giró para avanzar como solia hacer siempre. Entonces vio venir hacia él a toda velocidad al delantero más terrible de los contrarios, un luchador al que llamaban Toro de Cuernos Cortos. y el Toro gritó: ¡No soy culpable de tu sangre! La pierna izquierda que sostenía todo el peso de su cuerpo comenzó a temblar, la saliva se le evaporó instantáneamente en la boca, los brazos y las manos se le derrumbaron como si de repente se hubiesen marchitado y toda la confianza se le 'escurrió como si apenas hubiese sido del tamaño y peso de un,a gota de sudor. Inesperadamente se vio abandonado por sí mismo, y envuelto en una cobardía y una congoja que casi le obligó a vomitar hizo el primer pase atrás de su vida. , Pero también su pie derecho lo traicionó, golpeó el balón con tales dudas y tal flojera que la pelota apenas rodó por la hierba dando botecitos, el Toro de Cuernos Cortos se precipitó hacia ella y la alcanzó bramando aterradorament~, hizo una espléndida vaselina fuera del alcance del portero que estaba saliendo y ti balón acabó en el fondo de la red. Por culpa de aquel único pase atrás" aquella alta traición, ·10 llevaron al juez 'de la ciudad, ante el que se presentó con la cabeza baja y la mirada derrotada.
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y fue condenado al suplicio de la rueda, le rompieron las extremidades y 10 ataron a los radios de una gigantesca rueda de carro y así lo exhibieron en
la plaza. Si hubiese tenido la costumbre de retrasar el balón al portero, si hubiese sido así por naturaleza, entonces a nadie se le hubiera ocurrido ni señalarlo con el dedo. Entonces Dios se le presentó en la plaza, aquel Dios que en el momento de la muerte, en el lugar de la ejecución, gritó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?, aquel Dios que se preguntaba a sí mismo por qué se había abandonado a sí mismo, y cogió al futbolista y lo recompuso y lo curó, y le dijo: Amado futbolista, también tú tienes derecho a ser hombre. ¿Hombre?, dijo el futbolista. Tuviste un momento de vertiginosa debilidad, dijo Dios. Es en esos mom.:ntos en los que se revela lo verdaderamente humano. ¿Y ahora?, dijo el futbolista. Ahora ya has recibido una severa lección. Ahora ya eres un hombre libre. Entonces el futbolista se fue a casa a ver a su mujer, iba con la cabeza alta y contestaba abiertamente a todas las asombradas y atónitas miradas de las personas con que se cruzaba, Dios lo había devuelto a la vida, sobre todo había bpaado. aquel pase atrás. . Pero la esposa no quiso saber nada de él, por un lado porque 'había visto cómo lo había 'enrodado el verdugo así es que tení¡:t que estar muerto para ~iempre, ,y por otro por 'lo del pase atrás. , No obstante ella le, dio un saco para sus cosas más valiosas y él metió las botas de fútbol, la' cari::úseta con el número 5 a la espalda, las espinilleras de p~á,stico reforzado, el frasco· con las vitaminas, el viejo:oso de peluche deshilachado y d rollo de venda elástica, se echó el saco a la espalda y se fue, subiendo las Plontañ(\s y atravesando los bosques; también. llevaba la pequeña pelota de es'puma de plástico, a veces la sacaba y jugaba a que los tocones y las piedras eran contrarios a los que tenía que regatear y dejar atrás, era 'otoño y se alimentó de bayas y' frutos de la tierra. Y paso el tiempo y un día llegó a una ciudad que tenía un equipo de fútbol qu~ era casi tan magnífico y famoso como el que había tenido que abandonar de manera tan desgraciada y se puso en manos del entrenador. Y firmó con su nombre una promesa de que sería fiel y no traicionaría a su nuevo equipo. El entrenador que vio su valentía y tenacidad y el número 5 en su camiseta, quiso probar inmediatamente sus condiciones para líbero. Pe.ro él dijo: Puedes utilizarme donde quieras. Sin embargo jamás seré defensa. ¿No eres acaso un libero temerario y famoso?, le dijo el entrenador que basta creía reconocerlo. Mi viejo ser era defensa, dijo el futbolista. Fue en mi vida anterior. . -No quería verse nunca más ante la odiosa tentación del pase atrás. Entonces lo pusieron de delantero, su vocación debería ser la de ariete y su. lugar de trabajo el área de penalti de los contrarios, le encomendaron ser indefectiblemente el más adelantado en cada ataque, respondería al nombre de Obús. En un principio sus éxitos fueron modestos, todavía durante un tiempo siguió siendo involuntariamente, en grado excesivo, una rémora y un ralentizador en lugar de ser el hombre que abría las defensas y 'finalizaba los ataques, era su V1tja personalidad. Pero después de tres partidos metió su primer gol, fue un tremendo zam-
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bombazo con la izquierda desde el punto de penalti, las falanges del portero se enuegrecieron y se le rompieron. y todos dijeron: ¡Ahora sí que se ha destapado! Pronto se convirtió en el goleador más eminente del reino su nombre Obús estaba en labios de todo el mundo, obligaba a la p~lota a entrar una y ;tra ve~ en la portería con ayuda de todas las fuerzas de su cueI'po y su alma, utilizaba todas las partes permitidas del cuerpo de manera que, finalmente, se le cubrieron de rugosas durezas y callos. Ahora lo más notable de su vida: que metía uno o varios goles en cada partido, esta sagrada e irrevocable conclusión y consumación. y los hinchas 10 llevaban literalmente en palmetas. Pasaron tres años, pasaron con vertiginosa rapidez y sin dejar la menor huella, lo mismo que un partido de fútbol. En un partido en que se disputaba una alta copa de plata repujada pareció qUe finalmente la fortuna abandonaba a Obús, se encontró frente a un defensa qUe jamás había retrasado la pelota a su portero, un líbero que no le permitió tocar la pelota una sola vez en el partido ni siquiera coa la punta de la bota. Cuando en la ampolleta del árbitro ya sólo quedaban unos adarmes de arena, Obús aún no había marcado un gol. Sintió cómo una vez más estaba a punto de traicionarse y entregarse, la dese~peración y la desconfianza crecieron dentro de él como retorcidos matorrales. Entonces el libero se quedó solo con la pelota a unos pasos de su área de penalH, el portero le había echado la pelota, un breve instante pareció vacilante y confundido. y Obús grito: ¡No soy culpable de tu sangre! Luego se precipitó hacia adelante, pisaba en el césped con toda la fuerza de que disponía e hizo sinceros esfuerzos para bramar como un toro. y una oleada de agobiante cansancio recorrió el cuerpo del libero, él jamás había imaginado que algún día se vería tentado a hacer un pase atrás. Luego lo hizo, tan pronto como hubo tomado su decisión se llenó de una fuerza increíble y un gran eqLl!.librio, golpeó la pelota con dureza y deoisión con el em peine derecho. Pero Obús que ya no podía contener su ardiente voluntad de meter la pelota en la portería, voluntad ahora convertida en obsesión, pasó volando al lado del líbero como si se creyese capaz de alcanzar el balón que se escapaba, sÍ, estaba convencido de que iba a alcanzarlo, se precipitó hacia adelante como un toro rabioso pero insignificante, los hinchas gritaron su vibrante ardor hacia el cielo del atardecer coloreado de mé!1 va , la tremenda velocidad le plegó los brazos hacia atrás, y cuando sólo le quedaban unos pasos hasta la portería, el !portero ya tenía atenazada la pelota en sus brazos, entonces dio un salto espantoso, se lallzó hacia adelante de manera que voló por el aire como un gallo de faisán, y su frente fue a dar en el poste derecho a dos pies del suelo, chocó con tal fuerza y precisión que se abrió la cabeza y exopiró como una víctima del sacrificio. Fue enterrado con todos los honores que la ciudad pudo movilizar, la gran y resplandeciente banda municipal, un sinfín de banderas, caballos de patas rectas cubiertos de velos negros, seis sacerdotes y un obispo, plañideras, cerdos a~ados y un novillo de cuernos cortos a la brasa. Y asistió el duque. Y un príncipe bastardo. Y el alcalde. Y el mariscal. Pero no Dios. No patentemente en alguna de sus figuras. No estuvo más presente de lo que suele estar cuando se entierra a alguien qUe se ha abierto la cabeza en un último esfuerzo o esperanza imposible o indecible peusamiento. Traducción: Francisco J. Uriz
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Descripción de la muerte
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a hablar de nosotros: no es una quimera. Continúo y comienza . a hacerse· cada vez' más claro. Y ahora nos movemos aquí, parece que nos movemos. Con nuestra razón y con nuestros recuerdos nos hacemos sitio. Hay una geometría tan hermosa. Es tranquilo esto, movimientos humanos. Podría describir otro estado, sólo como hipótesis. Quizá debería hacerlo. No :e'stoy ya tan seguro. No hay nada que sea infinito, ni siquiera la capacidad de imaginación. El idioma no es una realidad sin fin, no es mucho más grande que el lenguaje de las abejas . Aquí hay montañas y ríos, paisajes que me parecen hermosos. Unos barcos recorren los ríos. Ahí se pueden experimentar muchas cosas, pueblos somnolientos donde se entra en una posada a tomar una tardía ginebra. Casas altas con sus robos, ascensores en los que uno ve su pwpio nombre escrito con rotulador. Esrá bien organizado, pura utopía. Aquí está Dios, en alguna parte. Todos viven aquí. He ido a visitar Blake y a H6Iderlin . .. Todavía mantienen su curiosidad por mÍ. Es eso lo que crea momentos en los que siento mi cari>ma. Gesticulo un poco, alguien me observa. Pero termina y entonces tengo un cuerpo como todos los otros. Aquí no hay sexo. Lo digo: no hay sexo alguno. Los órganos sexuales son hermosos como flores , pero nada más. Los hemos visto, hemos visto lo que eran. Y entonces ya no existen más. El deseo y la violeneia son juegos a los que nos exponemos. Es ll..'1a especie de broma. Nos reímos con frecuencia, y entonces, a veces, nos vienen, como una advertencia, los recuerdos - y éstos, me refiero a los recuerdos, todavía los mantenemos muy pegados a nosotros. Son rec1pientes en los que vemos clarear el agua, pero es sólo apIa. Finalmente: mi memoria y tu memoria son cambiadas. Nuestras crueldades no son nuestras, nos las impone nuestra confusión. No .. sabemos lo qu e hemos hecho y quizá tampoco sepamos lo que hacemos.
DESCR[PCIóN DE LA MUERTE
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Aquí hay de todo, una superabundancia asquerosa. Es un globo que se expande. Se construyen ciudades en los espacios vacíos entre ciudades, en zonas donde antes sólo había un pequeño río. Y de repente una llanura, un lucrar donde construir viviendas, moteles y locales de diversión. 1:> . No existe el hambre. Ni la mierda. Ni lo asqueroso. No hay nada que desear. A veces me miro el culo, con un espejito. Simple curiosidad. Pero la curiosidad se acaba. No es necesario en absoluto tmbajar. Sin embargo hay fábricas, para aquellos que echan de menos la monotonía, la ocupación sin sentido. Pero saben que lo pueden dejar cuando les apetezca. Nunca tenemos frío, nunca sentimos hambre, no tenemos amantes... sólo amigos. Por eso nunca sentimos miedo alguno. Hay muchas cosas por las que interesarse. Aquí están todas las personas que han vivido alguna vez, tanto los buenos como los malos. Ninguno de nosotros sabe quién de nosotros se encuentra en este momento en el infierno. Ninguna persona puede revelar su tormento. Todos llevan el rostro que tenían durante el instante más feliz de su vida. Pero todos están aquí, a todos se les puede visitar. Los hay que tienen miles de años. A menudo esas viejísimas figuras se ríen, no se les nota la desilusión. Así es como pasa. Lo puedo describir. Mueres. Es una institución la que se ocupa de ti. Te hacen preguntas. Es un poco raro. ¿Por qué me preguntan a mí?, piensas. Piensas. Sientes que estás pensando, y a pesar de ello te 'pones algo contento. Llegan las respuestas: contestas tranquilo y en calma. ¿Es un tribunal? Tal vez. Pero sin embargo no lo es. Dura varios días, y sin fiscal. ¿Purgatorio?, te preguntas. Y notas qu e algunas personas de la sala sonríen como reconociendo la situación. No es el purgatorio . Más bien anligos y conocidos cuyos rostros seguro que ya habrá olvidado. Sienten curiosidad. Ahora van a poder saber cómo era todo. T us secretos, todos: no sirve de nada ocultarlos. Los cuentas, como por primera vez. . A veces el interrogatorio debe realizarse en locales muy grandes, en salones de actos de escuelas e incluso campos de deporte. Es cuando se supone que es una persona interesante. E ntonces van por allí hasta escritores y dramaturgos. b s para consegui r nuevo material. Pero no les sirve de mucho. Ya no tiene sentido segu ir escribien do. Aquí se puede entrar en bibliotecas gigantescas y pedir cuatrocientos nuevos d ramas de Shakespeare. Todavía ocurre qu e en algún lugar de los subrirbios de las grandes ciudades se representan dramas suyos recién escritos. Pero incluso Shakespeare va empeorando. Se repite. Y a cada uno de nosotros ya sólo nos resta aceptar que aquello existió una vez pero ya no - y .. . que cualquiera te lo puede qu itar. Uno ya no posee su nombre. Y finalmente ni siquiera uno mismo sabe lo que ha escrito. Te colocas en una especie de 'Pod~o y te pones a decir tonterías. La vergüenza desaparece poco a poco. Finalmente has hablado tanto sobre ti mismo que crees que puedes ver quién eras. Esto ocurre siempre al mismo tiempo que los oyentes - incluso tu amante, incluso tus amigos más Íntimos- comienzan a levantarse y abandonar sus sitios. Te quedas allí completamente solo, tal vez quede un bedel que busca prendas olvidadas. Te das cuenta de que eso era lo que valía tu vida. Te viene a la menta que ya no existe ningún valor. Entonces sientes que comprendes. Qué, no se sabe. Sólo claridad , sólo queda claridad. Esto es lo que he podido contar. .. Cómo pasa .. . Tú vienes ahora ... Y yo te cuento. E s un error, contar. Error intentarlo una vez más. Pero yo cometo el
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error y existo en el error, y allí quiero estar, aquí, aquí estoy yo, en el error, y aquí quiero estar. Ahora hay. aquí un gran silencio. ¿Lo notas? No una suave llovizna. Eso, silencio. Y sólo tú y yo. Quiero que comprendas. Te acaricio el pelo, quiero que comprendas. Es por el ambiente por lo que se les transporta en barcos, buques corrientes de pasajeros. Tranquiliza mucho la mente, se Ip asea por cubierta, se toma un consomé calentito y se piensa en la vida. Estas personas acaban de morir, se podrían asustar fácilmente. Este es un período en el que uno debe acostumbrarse a las cosas. La ausencia, evidentemente. Yo me he acostumbrado a tener largas conversaciones sobre personas a las que echan de menos. Con discreción trato de explicarles que a pesar de ello no deben abrigar la esperanza de una pronta muerte de sus parientes. No porque no vayan a encontrarse de nuevo allí donde vamos, ni porque les espere alguna tortura. Es tan egoísta 'Pensar de esa manera, sólo por eso. Evidentemente, se trata con b:\stante frecuencia de celos. Mi marido, dice una señora mayor, mi marido siempre ha mirado a la vecina. Tal vez tengan ahora algo juntos. ¿Puedo saberlo?, pregunta intranquila. Yo soy implacable, es lo mismo. Esto es la muerte, tienen que comprenderlo, digo con prudencia. y aquí el mar está tranquilo. Cuando oscurece se pueden intuir las corrientes frías, lo que ocurre en el mar. Puede suceder que nos crucemos con otro barco. Entonces nos hacemos señales de saludo, exactamente igual que siempre. Cae un silencio sobre nosotros, algunos encienden cigarrillos. Es difícil no pensar que el barco que nos cruzamos está vaCÍo. A nadie lo vuelven a traer. ¡Oh, qué raro es todo! ¿De dónde venimos? ¿De qué puerto? De ningún 'Puerto. ¿Dónde iba a estar? Este mar es el mar de la ficción. Ha sido creado por relatos, por deseos. Ahora debemos reflexionar. ¿Qué nuevas y absolutamente extrañas exigencvias se nos van a plantear? Pero con un poco de experiencia en esta actividad, quiero decir que se piensa demasiado durante los primeros tiempos. Es tanto aquello de lo que te han despojado, y uno se encuentra débil 'Por las circunstancias. Sería mejor si uno se lo tomase con calma, simplemente gozase del aire marino. Por las noches actúa aquí una orquesta. Sus trucos son viejos. No aguanto escucharla. Entonces me deslizo hasta el bar y bebo un poco demasiado. Con pasos vacilantes bajo las escaleras hasta mi camarote. Allí extiendo la antena de mi espléndido transistor - yen alguna parte entre los ruidos sintonizo una estación. Es Haydn, o ¿qué sé yo de esas cosas?
* Es raro esto . Es difícil de explicar. No sé si es alguna especie de hipnosis. Pero se siente como ... No es bueno. Es lo mismo que antes, las' mismas personas. Todo sigue en su sitio. Queda todo. Pero es como una visión. Tengo la impresión de que en cualquier momento, concentrándome, podría eliminar todo. Esta existencia, es como ... Es como un eco. Es como vivir en tI'l. eco. Simplemente algo que se r0pite. Una rubia con el pelo recogido sentada wla en su mesa - se pinta los labios, con minucios!dad. Lab!o tras labio, la miro. El barman lee el periódico, a veces cruje. No sé ... Esto es espantoso. Es imposible hacer nada por remediarlo. Sacudo un poco la cabeza. La misma distancia entre las cosas: ningún cambio. Le pido, tenga que pedirle ... a mi amigo, o a aquel hombre, q:Je vuelva.
DESCRIPCIÓN DE LA MUERTE
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Pero ahora está bien. Está bien. Sí. Reclamo la atención del barman y le pregunto al mismo tiempo a mi amigo si quiere otro Tequila Sunrise. Si tú quieres, contesta. Y el barman nos alarga ?os ~op~s, en ~as que flotan cer~zas rojas como el fuego. Esto seguro que es lITlagmaclOn, pIenso. Me ha enganado. Y ahora me voy. Pero, ¿por qué quiero marcharme, por qué de mpente tal perentoriedad en abandonarlo? Piensas marcharte ya, ¿verdad? Me estoy quedando helado. Cómo puedes ... Quiero decir ... Sí, comprendo. Siempre ,p asa lo mismo, continúa. Muestro quién soy, y entonces se v~. Los atraigo: pero después hacen todo lo posible por alejarse de mí. Compryndo que tengas miedo. No es tan raro. Tú has estado equivocado 'con respecto a mí durante todos esos años que me has visto deambular por diferentes sitios, muy equivocado. Me bebo mi cóctel. Luego me levanto y le doy las gracias por la compañía. ¡No puedes marcharte!, grita dando un puñetazo sobre el mostrador. ¡Era una broma! No me vuelvo hacia él. Me habla a la espalda. ¡No puedes irte! Pero me voy. No sucede nada. Fuera es ya de noche, pero el cielo se mantiene azul claro. El tráfico automovilístico me da la sensación de seguridad. Y pronto noto la llovizna: la gente lleva el pelo mojado. ~':
* *
Este frío, este gélido sillín de la bicicleta. Los chalés adosados a lo lejos en la llanura. Allí voy. Pero no me siento nunca en el sillín. Estoy de pie al lado de la bicicleta y no me monto. La sostengo con la mano derecha, la mano sin guante. Alguien viene. Una chica me llama. No la veo. Está detrás de mí. Me pregunta si voy a casa, si estoy enfermo o algo así. O me pregunta cuándo cierra la biblioteca de la escuela, si está abierta a la hora de la comida -claro que está abierta a la hora de la comida. Pero yo no creo que sea eso 10 que me pregunta. Habla conmigo. Cuando me vuelvo veo quien es. Debería haberla conocido por la voz. Va a mi curso, a partir de este trimestre. Tiene el pelo rubio y es estupenda. Eso me parece, eso solía pensar. Tiene un aspecto algo des.preocupado. Eso lo he notado particularmente en la clase de gimnasio. Salta el potro con su atuendo de gimnasia azul marino - y cuando vuelve a la fila lo hace a pasitos cortos, casi corriendo. Le contesto que no sé muy bien adónde voy, que primero he pensado ir a casa a buscar -el -libro de geografía que se me ha olvidado y que al mismo tiempo pensaba almorzar, hacer un poco de chocolate muy espeso, comerme la mitad y luego echar agua hirviendo en la taza. Parece casi como si tratase de convencerla de que eso es algo que debería apetecerle. Pero, continúo, ahora siento como si no debiese hacerlo. Siento como si debiese ir al quiosco a comprar cigarrillos. Tú no fumas" me dice con aire sorprendido. Puedo empezar. Ella asiente con la cabeza. Suelto la bicicleta del soporte de aparcamiento. Camina a mi lado. Pasamos el edificio donde damos las clases de ciencias del hogar, yo llevo la bicicleta. Hemos salido a la calle. No nos decimos demasiadas cosas, sólo las pequeñeces que indican que no estamos absolutamente enfrascados
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en nuestros pensamientos. Por lo que a mí. réspectá . no !pienso en nada, miro unos pájaros que levantan el vuelo de un tejado. Me he puesto la manopla de la -de~echa . Pero al}n tengo tiesa la mano derecha. Aprieto ' los dedos unos contra ~tros. , :pronto llegamos al quiosco. Pido con aire. de habituado un paquete de p~~rrillos Prince. . ' (. 'Fiente a la e~cuela .hay un invernadero en ruinas. No han quitado la nieve de la senda q~e lleva allí. Caminamos con la nieve hasta lás ródillas. La capa superior está dura, pero cede con facilidad -y debajo l.a nieve está blanda y como complaciente. La puerta se abre hacia fuera, así es que tengo que quitar a patadas una buena cantidad de nieve para poder abrirla . . ' ,. H~~e . un frío des¡¡.gradable aquí dentro. Bastante oscuro, pero se van descubri~ndo pron.to todós los cachivaches que hay. Huele a óxido y viejo papel de P?!i~dJco. Me siento en un trineo. Ella está delante de mí. Le digo que se siente. Mira a su alrededor y ,se sienta en una mesa. Abro el paquete. Pero no tenemos cerillas, claro. Nos ponemos a buscar. No parece buscar en serio, pero sin em~argo es ella la que encuentra una caja. Y parece que está seca: quedan cinco o se:is .c~rillas. Enciendo un cigarrillo, doy unas chupadas y se lo paso a ella. Nos volvemos a sentar. Pero ahora estamos los dos juntos sentados sobre la mesa. Fumamos el cigarrillo a medias y no decimos palábra, Deberíamos hablar de todo lo divino y lo humano. Pero ninguno de los dos tiene ganas de verdad. Le enseño una herid a que tengo en el dedo índice, pero a ¡;:1l1;l no le impQrta nada. Se me está enfriando el culo, dice. ¿Vamos a seguir ~entados aquí mucho tiempo? Se levanta. Ahora su rostro está apenas a unos centímetros del mío. De pronto, se ha hecho tan grande. Tenemos que irnos, dice. Noto el olor de caramelos en su boca. Ha comido algo en el entretanto - ¡sin ofrecerme! _ Fúera está tódo blanco. Entorno los ojos antes de abrir la puerta, como para prepararme. La bicicleta está al borde del camino, con la· llave echada, tirada sobre un montón de nieve. La levantó. Me tiento el bolsillo, los bolsillos. Pero no encuentro la llave. Ella me sostiene la bicicleta. Vuelvo al invernadero. Veo la' caja de cerillas que hay en la mesa. Pero no llave alguna. Levanto un montón de amarillentos periódicos abollados. ¡Ahí no puede estar! Revuelve entre los cachivaches. Y sigo buscando un buen rato, me pongo realmente a sudar. Porque mis movimientos son un poco demasiado rápidos. Me doy cuenta después de un rato de que estoy buscando en sitios por los que ya, he mir~do. Entonces oigo que ella está en el umbral de la puerta. Me sonríe. Soy' yo la que la tengo, dice. Me la diste sin pensar- en ello. Me da la llave de la bicicleta. Tiene la mano más fría que yo, pero no 10 noto hasta que he cogido la llave. Volvemos a salir, ambos con los .ojos ~ntornados. Traducción: 'Francisco J. Uriz
BIOGRAFIAS DE LOS AUTORES
LARS AHLIN, nac ió en Sundsvall en 1915. Novelista. Las' d-uras ~xperienc i as de su i~ fanci a las plasmó en «T~bb , el del manifiesto». Sus novelas, de corte experimental, se caracter izan por una hond a preocupación por los ma rgin ados y la exaltación del valor a bso luto del se r hum a no. A hlin ha si do el novelista que más ha influido en su generac ió n. C. J. L. ALMQUIST (1793-1866). El gran romántico s ueco. Poeta y novelista. Profesor y luego clérigo. Colaborador del vespertino «Aftonbl adet». ·En 1851 se fue a América donde trabaj ó co mo secretario de A. Lincoln. Escribió también ensayos de carácter pedagógico. T oda s u obra tiene un m arcado carácter de reforma social. BENGT ANDERBERG, 1920. Poeta y novelista. Ha escrito también libros para niños y piezas de teatro radiofónico. Es un destacado traductor de teatro alemá n, inglés y fra ncés. Ha obtenido varios premios literarios y, en los últim os años, colabora as iduamente en la prensa como crítico literario. WERNER ASPENSTROM, n. en Norrbarke (provincia de Dalecarli a) en 1918. Se licenció en Filosofía y Letras en 1945. Es una de las grandes figuras de la generación de los 40. Ha esc rito ensayos, cuentos y numerosas piezas teatrales en un acto, y también crítica litera ri a. Ha traducido a Maiakovski y a diversos poetas húngaros. E n 1981 fue elegido miembro de la Academia Sueca. Está recog ido en la anto logía Poesía sueca contemporánea (El Bardo, 1986). SUN AXELSSON, 1935. P oeta y novelista. Ha tenido var ios premios literari os. Se dedica también a la traducción y a la crítica literaria. D el español ha traducido, entre otros, a Larca, Neruda y Borges. ERIK BLOMBERG (1894-1965), poeta, crítico de arte, un o de los introductores del arte m oderno en Suecia, notable traductor. Poeta de lengu aje sencillo en el que destaca la fe en las relaciones entre los seres hum anos. KARIN BOYE (1900-1941). Poetisa y prosista, cuya vigorosa pers onalid ad marcó prof undamente la vida literaria sueca de los años 30. STIG CLAESSON, 1928. Prosi sta, dibujante. Adopta el nombre de Slas cua nd o escribe sus crónicas de Esto colmo, de los ba rri os del sur, sobre todo. Ha publicado novelas, cuentos, guiones cinematográf icos y libros de viajes. STIG DAGERMAN (1923-1954) es la gra n fig ura de la prosa de la generación de los años 40. Periodista, cuentista, novelista, poeta y dramaturgo. Está publicada en casllano, por Seix Barral , su nove la Gato escaldado (Brant ba rn) (1962). MARGARETA EKARV , n. en 1936. Escrib e prosa y poesía. Trabajó en Riksutstallningar (Centro N ac ional de Exposiciones Itinerantes) donde organió muestras de la cultura y la situación de Es paña y los países lat inoameri canos. KERSTIN EKMAN, 1933. Novelista. Algun as de s us obras tienen u na intriga policíaca. Es miembro de la Academia Sueca, pero la abandonó, junto con otros académicos, por diferencias en relació n con el escá ndalo provocado por la publicació n de Versos Satánicos.
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BIOGRAFíAS DE LOS AUTORES
GUNNAR EKELaF ( 1907-1 968) , n. en Estocolmo. Estudió lenguas ori entales en Londrc.~ y Upsala y música en París. Part icipó en la red acc ió n de las revistas literari as «Spektrum» y «Ka rava n». Crítico literari o de di ve rsos peri ódi cos y revistas. Traductor de T. S. E li ot, Rimbaud, Malraux y vari os poetas ingleses y franceses. Ingresó en ia Academia Sueca en 1958. Está considerado como el gran poeta s ueco de este s igl o. Hay publi cada en castellano una ampli a a ntología de su obra en Plaza y Ja nés ( 1981) y Alianza Editorial editó , en 1984, su obra maestra, la tril ogía Diwan. PER OLOV ENQUIST, n. en 1934. Novelista, dramaturgo, ensayista y críti co litera ri o. Su pi eza La noche de las t'ribadas ha s ido traducid a a más de veinte idiomas. Publicada en castella no en Primer Acto, núm ero 199-200, 1983 , dedi cado a l teatro s ueco. LARS FORSSELL, n. en Estocolmo, en 1928. Estudió en la U nivers idad de Upsala dond e se licenc ió en F il oso fí a y Letras. Forssell es la figura indiscutible de la generación de los años cincuenta. Adem ás de poeta, Forssell es un o de los grandes dram aturgos suecos co ntempo rá neos. Ta mbi én ha des tacado co mo ens ayista, traducto r, letrista de canciones y periodista. En 1971 entró en la Academia Sueca. Está incluido en la Anto logía de El Ba rd o Poesía sueca contemporánea. GaSTA FRlBERG , n. en 1936, en Estoco lmo, poeta, críti co litera ri o, un o de los más sig nifi cativos represe ntantes de la ll amada «poesía ecológ ica». Friberg fue un o de los fund adores de l «Fti rfatta rce ntrum » (Ce ntro de Escritores) , un intento ex itoso de facilitar el co ntacto de los escritores con la sociedad que funciona, sobre todo, como una agenci a que proporciona trabajos a los esc rito res interesados y escritores a las instituciones que los solicitan . . FOLKE FRIDDEL, n . en 1904. F ue obrero textil dura nte mu chos años y se le considera como uno de los escrito res proletarios. ELSA GRAVE, n. en 1918 en Escan ia, en el sur del país. E isa Grave ha escrito poesía, teatro y novela. Se la co ns idera como mi embro de la «ge nerac ió n de los a ños cuarenta». Hoy día los temas ecológicos, la autodes trucció n de la hum anid ad y la catástrofe atómi ca, dominan en su poesía. LARS GUSTAFSSON , n. en Vaster~s en 1936. Licenciado en Fi losoUa y Letras por la Un ive rs idad de Upsa la. Gus tafsson escribe cue ntos, novelas, ensayo, etc. Su labor como crít ico literario en la rev ista «BLM» tuvo una gran importa ncia p ara los escrito res de su generación. Sus nove las Muerte de un apicultor, Segismundo y El Sr. Gustafsson en persona han sido ed itadas en castell ano por M uchni k. En el número de Litoral dedicado a la poesía s ueca hay una mu estra de s u p oesía. HJALMAR GULLBERG (1898-1 96 1). Poeta y traductor. F ue miembro de la Academi a Sueca. Dirigió durante mu chos años el Teatro Radiofónico. H izo tradu cciones de obras de Eurípides, Sófocles, Aristófanes, García Larca y Gabriela Mistra l. En e l número de L itoral dedicado a la poesía 5lleca hay una muestra de su obra. FOLKE ISAKSSON, n. en 1927 en Ka li x, en el extremo norte del país. Estudi os un iversitarios e n Upsala. Crítico li terario en diversas publi caciones. E n la década de los 50 escri bi ó cinco poemarios excelentes, lo que le proporc ionó un destacado lugar entre los poetas de su generación. En los años sigui entes Isaksson se ded icó f und amenta lmente a l repo rtaje soc ia l y a l ensayo político. En 1981 , tras un s ilenc io poético de más de veinte años, publicó un libro de poemas, mag ní ficamente recibido por la crítica, «Tecken och under». Hay poe mas s uyos en el número espec ia l de Litoral dedicado a la poesía sueca. P . CH. JERSILD, 1935. Médico y novelista. A lgun as de s us obras se desarroll a n en un marco de ciencia-ficción. Ha escrito también teatro para la te levisión de carácter a legó ri co. Colabo ra habitualmente en el matutin o D agens Nyheter. SANDRO KEY ABERG, n. en 1926 en Alemania y pasó su niñez en Italia. Licenciado en Filosofía y Letras. En s u a mplia producción poética destaca n: Livet en stor sak (Una gran cosa la vida) 1963 y E n stordikt' till dig (Un gra n poema pa ra ti) 1968. Ha escrito prosa y numerosos textos dramáticos. Incluido en la antología de El Bardo, Poes ía sueca contemporánea. WILLY KYRKLUND, n. en 1921 en F inl andi a. Licenciado en matemáti cas. En su obra recoge la fasc inació n que s iente por el Oriente. Es un gran virtuoso de l idi oma.
BIOGRAFíAS DE LOS AUTORES
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PAR LAGERKVIST (1891-197). Graduado en Historia del Arte por la Universidad de. Upsa la, recibió en 1941 el tít ul o de D octor Honoris Causa de la Universidad de Gotemburgo. Miembro de la Academi a Sueca desde 1940. E n 1951 rec ibió el Premio No bel de Literat ura. Poeta, novelista y dramaturgo. Una de s us piezas de teatro fue p ubli cada en ca,stell ano en el volumen Tea tro succo contemporáneo por Agui lar, en 1967. y sus novelas, E l verdugo, E l enano y Barrabás, pub li cadas primero en Argent in a, se reeditaron en A li a nza en 1971. STIG LARSSON , n. en 1955 en el norte de Suecia. Poeta, novelista, autor dramá tico, director de cine. Es el escritor más polifacét ico de su generación y e l de mayor audaci.a experimenta lista. SARA LIDMAN, n. en el norte de Suecia en 1923. Nove lista, brill ante periodista, ha escri to teatro. Su pieza Ma rta, Mílrta se representó en España. Su obra maestra -la tetral'o gía del norte- es un a de las cumbres de la novelística moderna. ERIK LINDEGREN ( 19 10-1 968), n. en Lule;. Fue el poeta más destacado de su generación - la ll amada del «seg und o va ngua rdismo» o «generación del 40»- y uno de los creadores de la revista «Pri sma». Desarrolló s u act ividad crítica en la revista «BLM» y en los periódicos de Estocolmo. Traduj o al s ueco antologías de T . S. Eliot, Saint-John Perse, Paul Claude l, R. M. Rilke y a diversos poetas franceses. Ingresó en la Academi a Sueca en 1962. Hay algun os poemas suyos en el número sueco de Litoral. TORGNY LINDGREN, n. en 1938 en el norte de Suecia. Se inició co mo poeta. Alcanzó la fama co n la novela Ormens vag p~ hallebcrget (El camino de la serpiente sobre la roca). Ganó el premi o Femina con la novela Betsabé. Excepcional cuentista. Traducida su novela Betsabé, Alfaguara, 1989. IVAR LO-JOHANSSON (1901). El más notable de los escritores proletarios. Obrero, periodista, novelista. Autor de un vo lumen de reportajes sobre E uro pa Occidental : Vida dc vagabundo (1949) . Sus cuen tos y novelas tratan la vi da de los trabajadores ag rí colas en los latifundi os ; tiene, aparte, una serie de novelas autobiográficas. ARTUR LUNDKVIST, n. en Oderljunga en 1906 y desde 1926 vive en Estoco lmo. En 1928 publicó su primer libro y desde ento nces hasta la actua lidad su producción y publicaciones se han multiplicado incansablemente. Poeta, novelista, ensayista, autor de lib ros de viajes, crítico y traductor de var ios idi omas, ha dedicado especial ate nción a las trad ucciones de a utores de lengu a castell ana. Es la figura destacada de la literatura s ueca co ntemp orá nea, Lundkvist fue elegido miembro de la Academia Sueca en 1968. Obra trad ucida: Agadir, Seix Barral (1974), Huellas cn la tierra (P laza y Janés 1974), G oya (Plaza y Janés), Elegía por Pablo Neruda (Ed itorial Nordan , Estocolmo, 198]), Textos del ocaso (Montes inos 1984) y Viajes del sueño y la fantasía (Mo ntesin os 1989). KRISTINA LUGN , n. en 1948. Ha publicado var ias colecciones de poemas desde su primer poema ri o aparecido en 1972. Escribe también teatro, ensayos y es crítica literaria elel vesperti no Exprc·ssen. BERTIL MALMBERG (1889- 1958). Poeta, prosista y dramaturgo. Malmberg vivió desde 19 17 a 1926 en Alemania. En su obra, que sig ue la corriente tradicional sueca del s iglo X IX , escrita sig uiendo las normas de la poesía clás ica en un estilo solemne y barroco, destaca la influencia alemana . A partir de 1947, a raíz de u na enfermedad su obra cambia totalmente. E l poeta se in teg ra en el modernismo y sus poemas parecen los de un miembro de la «ge nerac ión de los 40». En 1953 Malmberg fue elegido miembro de la Academ ia Sueca. En Litoral, número sueco, hay u na muestra de su poesía. HARRY MARTINSON (1904-1978). Su padre murió s iendo él niño y su madre abandonó el hoga r' tras años de soledad y abandono , siendo muy joven aún , Mart inson hu yó al mar y s~ a li stó co mo gru mete y luego co mo fogonero. Vivió doce. años como marine!o y reco rri ó todos los mares. Más tarde intervino en .Ia guerra de FInlandIa contra Rus~a . Fue el primer autodi dacta que ingresó en la Academ Ia Sueca (1949). Además de la poesla, ha cul tivado el dibujo y la p in tu ra. En 1974 recibió el Premio Nobel de Lit:ratura. Obra traducida: Antologia poética, P laza y Janés, 1975 y sus novelas, E l cammo de la libcrtad y Las ortigas florecen , Plaza y J anés, 1976.
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BIOGRAFíAS DE LOS AUTORES
JAN MYRDAL, n. en 1927. Notable periodista, autor de libros de Vlaje6, novelista, tuvo un a ' gran influencia política entre los jóvene6 e n la década de los 60. Se publicó en castell ano su libro sobre una aldea china. FRlTIOF NILSSON (1895-1972). Trabajó como abogado, pero se hizo famoso como narrador de historias. Narrac ión oral en el círculo de sus amistade6 y narración e6crita publicada en va ri as colecciones de cuentos. LARS NORÉN, n . en Estocolmo en 1944. Debutó a los 19 años y desde entonces ha escrito decenas de poema ri os. En 1969 rec ibió el premio Carl Emil Englund . En los últimos años, Norén, conservando su gran prestigio de poeta, se ha convertido en un escritor muy conocido gracias a su teatro. Está considerado como el gran dramaturgo sueco después de Strindberg. Recogido en la antología de El Bardo Poesía sueca contemporánea. Dos piezas publicadas: La valentía de matar en !Primer acto, número 199-200, 1983, dedicado al teatro s ueco y La noche es madre del día por El Público, 1989. GoRAN PALM, n .en 1931 e n Upsala en cuya universi dad se li cenció en Filosofía y Letras. Comenzó su carrera literaria como crítico y ensayista. En poesía es uno de los iniciad.ores del movimi ento «nyenkel» (la nueva sencillez) . En los años 60 escribió dos libros de ensayo que tuvieron un gran impacto en el debate político: uno, En orattvis betraktelse (Consideraciones injustas) que trata de la explotación de los países del Tercer Mundo por los países ri cos y el otro, Indoktrinering i Sverige que trata del adoctrinamiento de ideas conservadoras que se lleva a cabo en la escuela pública sueca. Dura nte un año estuvo trabajando de peó n en la fábrica de teléfonos L. M. Ericsson para estudiar ' la s ituación del movimiento obrero y s indical y publicó dos libros contando la experien. cia. Incluido en el número especial de Litoral dedicado a la poesía sueca. GORAN PRINTZ-PARLSSON, n. en 1931 en el sur de l país. Lector de s ueco en Cambridge. Crítico literario, traductor, poeta muy intelectual de gran riqueza formal y brilla nte técnica. EVA RUNAFELT, n. en 1953. Su familia es de origen inglés. Ejerce varios oficios hasta que en 1975 decide consagrarse exclusivamente a la literatura. Ha obtenido importantes premios litera ri os . Escribe también teatro radiofónico y crítica literaria. BO SETTERLIND, n . en 1923 , estudios uni versi tarios, num erosos viajes a Ita li a, uno de los poetas más prolíficos de Suecia. En s u obra destaca su amor por la naturaleza y su fe religiosa. STIG SJODIN, n. en 1917, metalúrgi co. En s u obra destaca la atención con que sigue la evolución de la sociedad y el rechazo del autor de la inhuma nid ad que representan la nueva técnica y, sobre todo, el peligro atómico. D os poema rios representativos: Sotfragment (Fragmento de hollí n), 1949 y Klarsprak (Hablando claro), 1971. GORAN SONNEVI, n. en 1939, en Lund , en cuya unive rs idad cursó es tudios de Filosofía y Letras . Es el gran poeta de su generación. Su poema Sobre la guerra d'el Vietnam, publicado en la revista lite raria «BLM» en 1965, marcó el inicio de la explosión de poes.í a compromet id a en el país. Sorlllevi es un poeta intenso y amplio. Sus libros Det omojliga (Lo imposible) 1975 y Spr;k; Verktyg; Eld (Lenguaje; Herramienta; Fuego) 1979, fo rman juntos un vo lumen de 800 páginas de apretado texto. En s u últim o libro Sm~ klanger, en rost (1981) (S uaves acordes; un a voz) se ap recia un cambi o f undamental en s u poesí a producido a raíz de la entrada de las tropas vietn amitas en Camboya. El poeta lleno de fuego, solidar idad y compromiso político pa.sa a expresar con el mi smo f uego gélid o el desencanto y la desesperación de los años 80. Traducido en la anto logía de El Bardo Poesía sueca contemporánea. AUGUST STRINDBERG (1849-1 912), el escritor 5Ueco más conocido mundi alme nte. Novelista, periodista, ensayis ta y drama turgo. Su fa ma intern ac iona l se basa en su teatro. Se ha traducido f undamentalmente su ob ra dramática: una selecció n de su teatro en Bruguera, L ibro Amigo, 1982, traducido por Jesús Pardo y El viaje de Pedro el afortunado, Teatro escogido (1982) y Teatro de cáImara (1983) , traducid os por Franci sco J. Uri z en Alianza Ed itorial.
BIOGRAFíAS DE LOS AUTORES
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HIALMAR SoDERBERG (1869-1941). Cursó estudios. en Upsala y trabajó en diversos empleos. Autor de Extravío's (1895), El juego serio, El último libro (1942) y El poder, la . ~biduría y la mujer. JugÓ' un papel destacado como denunciador y combatiente antifascista. Publicado El doctor Glas, por Seix Barral, 1968.
LASSE SoDERBERG, n. en Estocolmo, en 1931. Estudios esporádicos, colaborador de la revista «Upptako>. Las largas temporadas pasadas en Francia y en España se reflejan en su poesía profundamente influída por el surrealismo francés y los poetas de la «generación del 27». Soderberg, además de ser un importante poeta de la generación de los 50, és uno de los grandes traducto-res e introductores de las literaturas en lengua castellana. Ha traducido a BIas de Otero, Rafael Alberti, Buera Vallejo, M. A. Asturias, Luis Cernuda, Octavio Paz, etc. Dirige la revista literaria Tarningskastet En castellano, pueden leer Pájaro en mano, Devenir, 1986. MARINA TORRES, n. en Galicia en 1934. Consejera pedagógica de español en la Universidad de Upsala. Traductora al sueco en colaboración con Artur Lundkvist de M. A. Asturias, J. L. Borges, Pablo Neruda y Octavio Paz. Traductora al castellano de numerosos cuentos y Linterna mágica, de Ingmar Bergman. TOMAS TRANSTROMER, n . en Estocolmo, en 1931. Estudió en la Universidad de la capital donde se licenció en Filosofía y Letras. Colaborador de la revista «Upptako>. Su primer poemario 17 dikter (17 poemas) , 1954, fue una sensación literaria que colocój al autor en un lugar privilegiado entre los poetas de su generación. Su largo poema Ostersjoar (Bálticos) es ·una· poética descripción de las diferentes vidas y destinos humanos en torno a las riberas de ese mar tantas veces cruzado por el abuelo del autor. Transtromer trabaja como sicólogo dedicado a la rehabilitación de los delincuentes juveniles y a la readaptación de minusválidos. En la antología de El Bardo se incluye íntegramente su libro Bálticos y en Uruguay se ha publicado una antología de su obra. BIRGITTA TROTZIG, n. en 1929. Ha escrito novelas, cuentos y ensayos. GoRAN TUNSTRoM, n. en 1937 en Karlstad. Poeta, novelista, traductor. Sus novelas se han traducido a varios idiomas. FRANCISCO I . URIZ, n. en Zaragoza, en 1932. Poeta y traductor. KARL VENNBERG, n. en BJadinge, en 1910. De origen campesino, Vennberg estudió filosofía, alemán y filología nórdica. Su primer éxito Halmfackla (Antorcha de paja, 1944), lo convirtió en una de las figuras de la generación de los años 40.\ Periodista, ensayista, crítico literario, destacado polemista, Vennberg es uno de los más notables defensores de la «tercera posición» que en plena guerra fría rechazó por igual el imperialismo yanqui y el comunismo soviético. Fue durante muchos años director de la página cultural del vespertino socialdemócrata Aftonbladet Formó parte de la Comisión que ha traducido la Biblia al sueco moderno. Incluido en la antología de El Bardo Poesía sueca contemporánea. C. H . WIJKMARK, n. en 1934> en Estocolmo. Profesor de literatura alemana en la Univer-
sidad de Estocolómo. Su novela Dressinct tuvo un gran éxito en Francia. MARIA WINE, n. en Copenbague, en 1912. En 1936 se casó con el poeta Artur Lundkvist y desde entonces vive en Estocolmo. Toda su amplia obra está escrita en sueco. María Wine escribe fundamentalmente poesía, aunque ha escrito libros autobiográficos en prosa y otros de prosa poética. Su poesía es transparente y en ella brillan ricas imágenes de corte surrealista. Su tema favorito es el amor. María Wine es quizá la gran poetisa del amor en la literatura moderna sueca. Plaza y Ianés publicó en 1977 una extensa antología de su obra. SONIA .AxEsSON (1926-1977). Escribió poesía, cuentos, novelas y textos dramáticos. Husfrid (Paz hogareña) 1963 y Jag bor i Sverige (Vivo en Suecia) 1966, son dos poemarios importantes.
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BIOGRAFíAS DE LOS AUTORES
INSTITU 'C IONES SVENSKA AKADEMIEN (Academia Sueca): Borshuset, 111 29 Stockholm. Te!': 07-468 106 524. SV. FORFATIARFoRBUND (Asociación de Escritores): Drottninggatan 88 B, 111 36 . Stockholin. Te!' : 07-468 79 12 280. SV. DRAMATIKERFORBUND (Asociación de Dramaturgos) : Drottninggatan 88 B, 111 36 Stockholm. Te!': 07-468 79 12 280. KULTURRADET (Consejo Nacional de Asuntos Culturales): Langa raden 4, Skeppsholmen Box 78 43, 10398 Stockholm. Te!': 07-468 24 72 60. Fax: 211 349. SVENSKA INSTITUTET (Instituto Sueco): Box 74 34 103 91 Stockholm. Sede : Sverigehuset, Kungstradgarden . Te!.: 07-468 789 2000. Fax: 8 20 72 48. LITIERATURFRAMJANDET (Sociedad para el Fomento de la Literatura): Bellmansgatan 30 11647 Stockholm. Te!': 07-468 44 91 75. PEN-KLUBBEN : Tantogatan ' 5, 11742 Stockholm. Te!': 07-468
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