Calder-Miró bajo la mirada de un fotógrafo español

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Directora: Mariam Alcaraz Asistente de dirección: Isabela Rodríguez Maquetación: Elisa Andueza Textos: Alfredo Melgar Fotografías: Alfredo Melgar Obras: Alexander Calder y Joan Miró


Calder-Miró bajo la mirada de un fotógrafo español Exposición temporal Del 22 de abril al 18 de junio de 2022 en colaboración con Alfredo Melgar y Paloma Feito

Escultura: Alexander Calder, Personaje Abstracto de bronce


“En 1973, la Galería Maeght de París contrató al poeta y periodista Carlos Franqui para escribir los textos de un gran libro sobre Alexander Calder. Yo acababa de regresar de un largo viaje por África realizando reportajes sobre los vestigios de la Roma imperial, cuando Carlos propuso a Maeght que mis fotos complementaran el libro sobre el gran escultor americano. Maeght vio mis fotos africanas y se firmó el contrato. Pocos días después, Sandy Calder y su esposa, Louisa James, me recibían con calor y simpatía en su residencia francesa de Saché, cerca de Tours. Como la mayoría de los fotógrafos profesionales que habían trabajado con Sandy en el pasado, fui seducido de inmediato por su personalidad alegre y fascinante. Su atuendo informal, con eterna camisa roja y amplio pantalón desgalichado; su carácter irónico, bromista y socarrón, y los mil detalles de su ingenio presentes en sus casas y talleres, desde el mecanismo para abrir la cancela exterior mediante un sistema de cuerdas y poleas accionadas desde el lecho conyugal, hasta el wc para invitados sembrado de artilugios y carteles indicativos de procedimientos y precauciones a seguir, todo, en fin, predisponía a transmitir la imagen divertida y colorista de un escultor conocido, sobre todo, por sus móviles colgantes, perezosos o vivarachos según la intensidad del viento. (...) Caos en realidad sólo aparente, pues Sandy detectaba de inmediato cualquier alteración de su desorden”. Alfredo Melgar Madrid, otoño de 2014

El taller de Sandy en noviembre Roxbury, Connecticut, USA

Detalle del taller de Sandy Saché, Francia


­ Como artista siempre he llevado a cabo “ mi trabajo sin temor a la comparación con el arte existente y aceptado, por el contrario, más bien alentándola (y creo que puede haber sido esta posibilidad lo que me llevó en primer lugar a dedicarme al arte)”

Sandy y “Critters” Saché, Francia


Carta de Miró para Circo de Calder Una visita al estudio de Alexander Calder llevó al descubrimiento casual de algunos dibujos magistrales de circo completados hace treinta años. En aquella ocasión, el marchante de Calder en Nueva York, Klaus Perls, pidió a un gran pintor español, Joan Miró, escribir algunas palabras como prefacio a este portfolio de circo. El Sr. Perls sabía que Miró no solo era un amigo de Calder desde hacía mucho tiempo, sino que también era un devoto admirador de su trabajo.

17 de marzo, 1964 Palma de Mallorca Sabes, mi querido amigo, que no puedo escribir, ¡no es mi oficio, ni mucho menos! A veces, cuando el espíritu me conmueve, escribo frases poéticas, pero esto no es lo que deberías tener para un texto sobre las primeras interpretaciones del Circo de Sandy en París. Tal cosa requiere una declaración precisa, algo así como el informe de una conferencia de prensa del presidente. Pero puedo contarles sobre un evento relacionado, moviéndose en su simplicidad y humanidad. Hace treinta y cinco años (es un número impresionante de años) Sandy y Louisa vinieron a verme a Montroig, donde concebí “La granja”; donde los árboles, las montañas, el cielo, la casa, los viñedos, han permanecido igual. Allí donde las mulas siempre han comido algarrobos, y donde tenemos el mismo vino tinto tibio. Bueno, un día invité a todos mis vecinos, los granjeros y trabajadores del distrito, a ver el Circo que había llevado Calder. Todos estaban paralizados y totalmente abrumados por eso. Después de la presentación, mientras todos tomábamos juntos la tradicional copa de vino tinto, me di cuenta de la ocasión festiva que había sido para ellos. Hace dos meses (un tiempo menos impresionante) vi en la pantalla de una sala de cine en Montparnasse una representación filmada del Circo; Sandy estaba igual, y Louisa estaba tan hermosa como una estatua clásica. Pero los espectadores se retorcían en sus asientos, aburridos, sin emociones. Eran fríos, pseudo-intelectuales o incluso unas niñas que habían venido a acariciarse en la oscuridad. Qué diferente de mi gente del campo de “La Granja”, esa amada granja donde Pilar y yo compartimos una copa de vino tinto con Hemingway y su esposa un año antes del Circo de Calder. Si este texto no te ha decepcionado demasiado, puedes publicarlo.



Obra de Calder : desde esculturas hasta litografías

Detalle de Seis Gimnastas de alambre

Caballo de alambre


Visitante observando Torre de gimnastas de alambre


Invitación del MoMA, diseñada por Calder.

Dibujo a tinta de los Domadores de Calder


Sin título, 1965

Sin título, 1965

Litografía/papel Arches 65 x 49,7 cm. Ejemplar 39/75

Litografía/papel Arches 65 x 49,7 cm. Ejemplar 39/75

Litografía/papel Arches 65 x 49,7 cm. Ejemplar 39/75

Litografía/papel Arches 65 x 49,7 cm. Ejemplar 39/75 Os et serpent, 1969 La luna y la montaña amarilla, 1960

Sin título, 1965

Sin título, 1965

Litografía/papel Rives BFK 61 x 47,5 cm

Litografía/papel Rives BFK 75 x 55 cm


Bocetos de Calder “Calder era un profesional preparadísimo calificado con los mejores votos en ingeniería mecánica por el Stevens Institute of Technology de Hoboken, New Jersey, y atesoraba una vastísima cultura en arte antiguo, moderno y contemporáneo de los cinco continentes. Durante los cuatro otoños que conviví con los Calder en su residencia de Roxbury, en Connecticut, cada tarde, concluida su metódica jornada de trabajo, Sandy seleccionaba algún volumen de su soberbia biblioteca, sobre cultura, arte, ciencias, tecnología, o los editoriales del Washington Post o el New York Times, e hincaba los codos

absorto y concentrado durante largo rato en la lectura como un joven estudiante. Calder era un escultor de rocosa solidez teórica actualizada día a día, y un hombre preocupado por los avatares de su tiempo que, llegado el caso -y le había llegado muchas veces- daba la cara por sus profundas convicciones. La fachada despreocupada y bromista de Sandy Calder era sólo eso: una apariencia que le evitaba perder tiempo en charlas fútiles e intrascendentes que nada podían añadir a lo realmente trascendente para él: su obra artística y su compromiso con las causas que él estimaba justas.


Cuando allá por los años setenta el presidente norteamericano invitó a los Calder a una cena de gala, estos respondieron que sólo acudirían a la Casa Blanca cuando un indulto permitiera regresar a su país a los soldados desertores de Vietnam. Cabe preguntarse por qué una escultura de Calder tiene hoy un valor de mercado muy inferior al de un cuadro de Andy Warhol -por ejemplo- que si bien fue un excelente cronista gráfico de su época, aporta a la historia del arte mucho menos que la obra del escultor americano que más ha contribuido a la revolución y evolución de la escultura contemporánea.

Esta paradoja se debe, en mi opinión, a tres motivos: a) El uso, para sus esculturas, de materiales pobres ajenos a la magnificencia del mármol o del bronce; b) La confusión, en el mismo plano, entre la vertiente creativa de juguetes y objetos divertidos -incluido el Circo Calder, esa maravilla tecnológica que sin embargo ha pasado a la historia como un entretenimiento más de su gracioso ingenio- y la vertiente seria y rigurosa propiamente escultural; c) La posición política rebelde y radical que Calder mantuvo inalterable a lo largo de su vida”.

Alfredo Melgar Madrid, otoño de 2014


Páginas 16 y 13 de uno de los cuadernos de A. Calder



En el taller de Son Abrines, contemplando el lienzo que Miró regaló a la ciudad italiana de Montecatini Terme en ocasión del “MaggioMiró”, encuentro internacional de artistas plásticos concebido y organizado en esa ciudad por el poeta y periodista cubano exiliado Carlos Franqui. De izquierda a derecha: el pintor cubano Baruj Salinas; el poeta Jacques Dupin, director artístico de la Galería Maeght, gran amigo de Joan y autor de los textos del libro “Miró”, obra primordial sobre el pintor; el ya mencionado Carlos Franqui; Joan Miró; y el por entonces director de la Bienal de Venecia, Luigi Carluccio.

“Joan Miró firma la gran tela donada a la ciudad de Montecatini Terme, que luego trasladé en mi Citröen dos caballos desde Mallorca hasta Montecatini enroscada como un reptil bajo los asientos.” Alfredo Melgar



Ni Calder ni Miró gustaban de teorizar sobre su obra

“Fue en una fiesta “vernissage” que Maeght organizó en el mítico Moulin de la Galette donde conocí a Miró. Vestido como un dandy, de portes y maneras aristocráticas, sus ojos azules, penetrantes y soñadores a la vez, traían el aire del mar Mediterráneo. A su vera, siempre discreta y atildada, doña Pilar Juncosa completaba el cuadro del perfecto matrimonio catalán que exhala corrección, sobriedad, orden, trabajo y disciplina. Miró se dirigió a mí con modos y palabras muy respetuosas: “Me han dicho que es usted un excelente fotógrafo; quizás quiera venir algún día a visitar mi estudio en Palma”. Yo tenía por entonces menos de treinta años, mi obra fotográfica era escasa y no estaba, desde luego, a la altura de las palabras de Miró. Pero Joan era así: considerado, solícito y cortés. Un caballero. Al poco aparecieron Sandy y Louisa y hubo saludos calurosos y efusivos entre ambos matrimonios. En apariencia muy diferentes -Sandy informal, exuberante, extrovertido y socarrón; Joan atildado, tímido, introvertido y serio- ambos parecían conectados por un invisible y poderoso fluido de complicidad y admiración (...) Joan Miró, muy parecido en esto a Sandy Calder, su amigo y compañero de arriesgadas aventuras artísticas, también solía mantener un espeso silencio –aunque modulado para evitar ser descortés- frente a las pretensiones de profundizar en las claves teóricas de su universo pictórico. Salvo en una ocasión memorable: cuando el crítico de arte Georges Raillard lo entrevistó para su libro “Ceci c’est la couleur de mes reves”, extensísima y apasionante conversación donde Miró desvela las claves esenciales de su pensamiento teórico y de sus planteamientos éticos y estéticos”.

Alfredo Melgar Madrid, otoño de 2014


Joan, siempre feliz en compañía de David, su nieto preferido, posa con la cabeza de alambre que le regaló su amigo Sandy Calder.

Joan conversa con un grupo de amigos en el salón de su casa, en Son Abrines (Mallorca), pocos días después de concluir el “MaggioMiró", encuentro internacional de artistas plásticos que Carlos Franqui, poeta y periodista cubano exiliado, concibió y organizó en la ciudad italiana de Montecatini Terme. En la foto de 1980, de izquierda a derecha: Jacques Dupin, director artístico de la Galería Maeght, Alfredo Melgar, fotógrafo, editor y galerista, Carlos Franqui y el director de la Bienal de Venecia Luigi Carluccio.


Serie de gouache sobre base litográfica y litografías

Esta colección de grabados es excepcional ya que reúne obras de arte que suelen pertenecer al mundo secreto de Miró. Son bocetos, “garabatos” y trazos que dieron origen a las obras finales, pero la mayoría de ellos no han sido expuestos y son inéditos. No obstante, como en las partituras musicales originales tachadas varias veces por un compositor, a través de estos grabados podemos descubrir los caminos recorridos por el pensamiento creativo experimental de Miró. En algunos casos, podemos ver en el primer boceto la intervención artesanal del pintor con tinta y gouache, y luego la versión final estampada, donde se puede observar la misma matriz negra impresa sobre la plancha original, con las diferentes intervenciones de color. Miró utiliza la misma plancha para crear diferentes versiones; algunas incluso se utilizaron en vertical u horizontal.


La lutte rituelle. 1964 Firmado áng. inf. dcho. Inf. izq. H.C. 58’7 x 86’5 cm Litografía/papel

Les voyants. 1970. Serie de 6 litografías Firmado áng. inf. dcho. Inf. izq. H.C. 66 x 51 cm. Litografía/papel

Les voyants. 1970. Serie de 6 litografías Firmado áng. inf. izq. BAT, 17/II/70 66 x 51 cm. Litografía/papel


Miró mirando Miró

En 1981, Miró vino a Madrid para supervisar la que sería su última exposición en esa ciudad (Galería Theo). Era sumamente interesante ver a Joan comentando sus cuadros con una contundencia y objetividad más propia de un crítico que del mismo pintor. A veces entusiasta y otras escéptico, apoyaba sus juicios con exclamaciones rotundas: “¡Ah puñeta!” (entusiasmo); chasquidos de lengua y meneos de cabeza (“¡podía ser mejor!…”). A pesar de su extrema fragilidad física, su energía interior seguía siendo descomunal. De espaldas frente a uno de sus cuadros más contundentes le hice esta foto, en blanco y negro porque la escasa luz no permitía usar color. La Kodak acababa de sacar al mercado los primeros papeles sintéticos para positivos, y unos pigmentos especiales que tintaban el soporte en lugar de pintarlo. Coloreé la foto y se la llevé a Joan. Su ojo técnico detectó de inmediato la peculiar calidad de los nuevos pigmentos que dotaban al cuadro de vigor colorista inusual. Cuando le expliqué el procedimiento, se le iluminó el rostro y mostró su interés en probarlo. Prometí traer papel y pigmentos y, dos meses después me presenté en Son Abrines, la residencia mallorquina de Miró, llevando varias copias de la foto y los nuevos pigmentos. Joan los probó de inmediato enriqueciendo las fotos con los que él denominaba “acentos”, intervenciones gestuales concisas y rápidas. Así surgieron estas extraordinarias obras híbridas que yo bauticé “Miró mirando Miró”, testimonio cabal de la curiosidad insaciable de Miró por todo lo que fuera innovación y progreso.


Miró mirando Miró. 1981. 4 de 6 fotografías intervenidas con tintes Kodak. 40,6x30,4cm


Dibujos de Miró Personnage. 1977. Ceras sobre papel de lija. 32 x 22cm

Personnage. 1977. Lápiz conté y cera sobre papel kraft. 37,5 x 26cm

“Una tarde estival muy calurosa, durante un largo paseo a solas con Miró por el amplio jardín de Son Abrines, desde donde se divisa muy cercano ese mar Mediterráneo que él tanto amaba, entramos en confidencias poco habituales y hablamos del libro de Raillard. -Hay una frase tuya en ese libro –le dije- cuyo significado oculto se me escapa: “Yo romperé la guitarra”, afirmas sin más explicaciones. ¿Qué quiere decir ese acertijo?”, pregunté.

anhelos y los riesgos que subyacían en la herejía surrealista abanderada por Bretón, ni he podido comprender más cabalmente el sentido de esa herejía que renovó decisivamente la Historia del Arte, esa historia que transcurre desde que el Neandertal estampa con pigmentos su mano en las rocas prehistóricas, hasta que los dedos de Miguel Ángel están a punto de tocar a los de Dios en los grandiosos frescos de la Capilla Sixtina, la cúpula más representativa de Occidente.

Joan habló esa tarde con locuacidad y verbo vehemente y yo lamentaré toda mi vida no haber grabado sus palabras, porque jamás he oído definir mejor los

Desde la manifestación artística más antigua conocida, hasta la obra cumbre de esa dilatada borrachera de hermoso


Couple d’amoureux. 1976. Tinta sobre papel de lija. 15x10cm

y sublime egocentrismo que fue el Renacimiento. Joan respondió con precisión a mi pregunta: la guitarra mencionada en la entrevista de Raillard era la del símbolo cubista más paradigmático y notorio; y en cuanto al verbo romper, según su explicación, equivalía a superar, sobrepasar. ¿Superar qué? le pregunté. “El cubismo fue un paso enérgico, sin duda, una ruptura de la visión formal tradicional. Pero el sujeto, sin embargo, siguió siendo el mismo tema recurrente: el ser humano y las circunstancias de su entorno: gentes, retratos, paisajes, objetos, sueños, animales… Siempre nosotros, nosotros,

Femme, oiseaux. 1977. Ceras y lápiz sobre cartón. 32,2 x 24,2cm

nosotros”, respondió. Según Joan, ya era tiempo de considerar la realidad desde otra perspectiva. El universo de sus cuadros, continuó, era el Universo, no su universo. Es hora, dijo, de concluir la larga historia de embelesos y respirar más hondo, mirar alrededor, salir del cascarón y navegar por el espacio. No quedaba otra opción si la especie humana quería sobrevivir. Era cuestión de vida o muerte, dijo”. Su respuesta me abrió las puertas a una reflexión que todavía hoy, transcurridos más de cuarenta años, no hace sino enriquecerse con nuevos y apasionantes argumentos”. --->


“Miró y Calder, los artistas que rompieron la guitarra, dejan una herencia de reflexiones que no podemos ignorar; una nueva filosofía universal que tiene al Cosmos como centro y al hombre como parte; y una advertencia: quien no se adapta con tino y humildad a su circunstancia, debe destruirse para que prosiga lo demás. La larga historia de embelesos debe terminar. La última vez que Joan salió a pasear por el jardín de Son Abrines, apenas podía andar. Ayudado por David, su nieto preferido, y por Josefina, la esposa de David, descendió con gran dificultad las escaleras que conducían a la explanada inferior y allí se detuvo a contemplar el mar. Yo observaba desolado su silueta, erguida a duras penas. Sus frágiles cabellos alborotados daban a su cráneo nevado un aire adusto y digno. Me acerqué para observar su rostro. Sus ojos azules, soñadores y profundos como siempre, observaban el mar con expresión de asombro. Pasamos varios minutos en silencio hasta que Joan alzó el brazo y, señalando al mar, susurró un ¡ah puñeta! que pareció un adiós. Sin prisas y bromeando, regresamos a la casa. Llegados al umbral nos detuvimos y Joan se quedó mirándome en silencio unos instantes. Me pareció que esbozaba una sonrisa pero no dijo nada. Yo, apenas acerté a balbucear un hasta pronto mientras la puerta se cerraba”. Fue la última vez que vi a Miró.

Alfredo Melgar Madrid, otoño de 2014


Estas imágenes las tomé el último día que vi a Miró. Joan pasea por el jardín de su casa, Son Abrines, ayudado por su nieto David Férnandez Miró, y su nuera, Josefina. Estaba ya muy delicado de salud, y moriría ese mismo año, el día 25 de diciembre, día de Navidad.


Exposición Calder-Miró bajo la mirada de un fotógrafo español en la Galería BAT alberto cornejo







Inauguración 22 de abril a partir de las 18h 23 de abril de 11 a 14h 2022

“Miró y Calder, los artistas que rompieron la guitarra, dejan una herencia de reflexiones que no podemos ignorar; una nueva filosofía universal que tiene al Cosmos como centro y al hombre como parte; y una advertencia: quien no se adapta con tino y humildad a su circunstancia, debe destruirse para que prosiga lo demás. La larga historia de embelesos debe terminar.” A. Melgar

María de Guzmán, 61, 28003 Madrid, España T. +34 91 554 48 10 T. +34 91 554 49 20 María de Guzmán, 61, 28003 Madrid, España www.galeriabat.com T. +34 91 554 48 10 T. +34 91 554 49 20 art@galeriabat.com www.galeriabat.com

Joan Miró, Miró Mirando Miró, 1983 / © Successió Miró, 2022

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