Curso de iniciación de Conéctate, nº5 • Vive tu fe

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INVITACIÓN AL DISCIPULADO

Tras las pisadas del Maestro Creación de una obra maestra

El actuar de Dios en tu vida

La

escuela

de la vida

Aprender bien sus lecciones

Padre nuestro

Plegaria a nuestro Dios

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
Curso de iniciación de Conéctate, nº5 • Vive tu fe

Curso de iniciación de Conéctate, nº5 • Vive tu fe

A NUESTROS AMIGOS

invitación al discipulado

Para muchos, llegar a conocer a Cristo y aceptarlo es una experiencia transformadora. Está el caso de Zaqueo, el recaudador de impuestos, cuya vida dio un giro radical apenas conoció a Jesús y habló con Él (Lucas 19:1–10).

En cuestión de días, Saúl pasó de respirar «amenazas y homicidio contra los discípulos del Señor» (Hechos 9:1) a predicar el Evangelio como el apóstol Pablo. En épocas más recientes se ha sabido de mucha gente que se libró en un santiamén de adicciones u otros malos hábitos.

Si bien son pocos los conversos que experimentan una transformación espectacular, sabemos que Dios quiere que los creyentes crezcamos espiritualmente. Billy Graham declaró: «Ser cristiano implica más que una simple conversión instantánea. Es un proceso diario mediante el cual nos vamos volviendo más y más como Cristo». Por su parte, Pablo dijo: «Con respecto a su antigua manera de vivir, despójense del viejo hombre […], renuévense en el espíritu de su mente y vístanse del nuevo hombre […] en justicia y santidad de verdad» (Efesios 4:22–24).

Claro que nadie es perfecto; eso es un hecho innegable. No obstante, tenemos un Dios que es al mismo tiempo omnisciente —conoce nuestro futuro y puede prepararnos para los cambios que afrontaremos— y omnipotente. Nos ama sin condiciones y desea ayudarnos a triunfar.

En todos nosotros se opera un cambio por medio de Cristo y nos convertimos en nuevas criaturas, capaces de emprender un nuevo derrotero en la vida. Claro que nuestra personalidad, pensamiento y emociones no se transmutan instantáneamente cuando hallamos a Jesús. Él vive dentro de nosotros, pero es deber nuestro lucirlo para que otros lo vean y lo oigan en nosotros. Esto se plasma aprendiendo más acerca de Dios por medio de la oración y de la lectura de Su Palabra y, sobre esa base, procurando pensar, hablar y actuar a semejanza de Cristo, de manera que otras personas lo lleguen a conocer también.

Esperamos que este número de Conéctate los enriquezca y los ayude en su empeño de imitar al Maestro y reflejar Su luz en la oscura noche de este mundo.

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A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y de la versión Reina-Varela Actualizada 2015 (RVA2015), © Casa Bautista de Publicaciones/ Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.

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VIVIR NUESTRA FE

«Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto» (Lucas 10:30).

Así comienza la parábola del buen samaritano, uno de los relatos más conocidos y citados de la Biblia y quizá de la literatura universal. Aconteció luego que varios judíos piadosos pasaron de largo a un infortunado viajero sin hacer nada para ayudarlo; hasta que un samaritano —cuya etnia y filiación religiosa eran objeto de repudio por parte de los judíos de la época— se compadeció de la víctima, le vendó las heridas y lo trasladó a una posada donde se comprometió con el mesonero a cubrir los gastos en que incurriera para atenderlo.

Jesús se vale de la parábola del buen samaritano para enseñarnos que el prójimo es cualquiera que precise nuestra ayuda, sin distinción de raza, credo, color, nacionalidad, extracción o procedencia. El Evangelio da cuenta de numerosas ocasiones en que Jesús tuvo compasión de las multitudes o de determinadas personas y, conmovido, las ayudó.

El Evangelio de Lucas nos relata el episodio del hijo de la viuda de Naín al que Jesús resucitó de los muertos: El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido y le dijo:

—No llores.

Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús exclamó:

—¡Muchacho, te ordeno que te levantes!

El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre (Lucas 7:13–15 blph).

Lucas sitúa este milagro en la localidad de Naín algún tiempo después de haber sanado al siervo de un centurión en Capernaúm. Resulta que entre Naín y Capernaúm mediaba una distancia de casi 50 kilómetros y el camino entre ambas era cuesta arriba, ya que entre las dos poblaciones había una diferencia de 400 metros de altura. Ya podemos imaginarnos el tiempo y esfuerzo que les tomó el recorrido a Jesús y Sus seguidores. Sospecho, sin embargo, que ya antes de partir de Capernaúm el corazón de Jesús rebosaba de compasión, pues el Padre lo conducía hacia la viuda, y que no fue por mera casualidad que aquel día en particular Jesús se hallara en Naín.

«¿Qué rasgos tiene el amor? —preguntaba San Agustín—. Tiene ojos para ver la miseria y la necesidad. Tiene orejas para oír los suspiros y las tristezas de la humanidad. Tiene manos para ayudar a otros. Tiene pies para apresurarse a ayudar a los pobres y menesterosos.»

Los compasivos traducen sus oraciones en hechos y sus palabras amables en actos de bondad. Eso hizo el buen samaritano. Eso hizo Jesús. Y eso es lo que cada uno de nosotros puede esforzarse por hacer en nuestro entorno y realidad.

Ronan Keane fue director ejecutivo de la revista Activated entre 2013 y 2023. ■

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Ronan Keane

Acometer el discipulado

«Él nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito Suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos» (2 Timoteo 1:9)

Un discípulo es un seguidor de Jesús, un aprendiz, uno que sigue las pisadas de su maestro, uno que aspira a ser como Jesús. Un discípulo desea estudiar, aprender y a continuación seguir y aplicar lo que su profesor le enseña. Nosotros somos pupilos de Jesús; Él es nuestro Maestro. No solo ansiamos conocer cómo fue Su vida en la Tierra, cuáles son las verdades contenidas en la Palabra de Dios y cuál es Su naturaleza y forma de ser, sino que también anhelamos seguir Su ejemplo y conducirnos como Él nos ha enseñado, amar como Él amó y vivir conforme a la fe.

Ser discípulo va más allá de una simple aceptación de ciertas enseñanzas, de una creencia en ciertas doctrinas. Un discípulo es en esencia quien decide practicar activamente tales enseñanzas. Un discípulo actúa, no solo cree. Los discípulos son «hacedores de la palabra y no tan solamente oidores» (Santiago 1:22). Discipulado es ni más ni menos que el compromiso de modelar nuestra vida,

nuestras opiniones y nuestros actos sobre las enseñanzas y la conducta de Jesús. En pocas palabras, ser como Él. Y eso es mucho pedir, dado que Jesús fue, de entre todas las personas que han vivido en la Tierra, la máxima expresión de amor, misericordia, compasión, sacrificio, verdad e integridad.

Uno de los llamados más transformadores de Jesús consistió en una sola palabra: «Sígueme». Al decir eso, se refería a que realmente lo imitáramos en nuestro modo de vivir, nuestros pensamientos, hábitos y acciones. Dado que somos seres humanos falibles, ese reto queda por encima de nuestras posibilidades; pero si nos sometemos a Dios y echamos mano del poder del Espíritu Santo, podemos «ser transformados según la imagen» de Cristo (Romanos 8:29 nvi).

La esencia del discipulado consiste en amar a Jesús y cultivar una relación personal con Él. El discipulado también está condicionado por la fe en Su Palabra. Requiere dedicación y compromiso. Ser discípulo es difícil. Jesús dejó bien claro que para seguirlo hace falta que nos sacrifiquemos, que renunciemos a mucho, que antepongamos Su voluntad a la nuestra, que comuniquemos Su amor al prójimo, que divulguemos Sus enseñanzas e incluso que estemos dispuestos a «perder nuestra vida por causa de Él» (Mateo 10:39).

Recorrer la senda del discípulo implica ir más allá de la aceptación de las enseñanzas y optar por seguir las enseñanzas, aplicándolas a la vida cotidiana. Los discípulos son la clave para la difusión del cristianismo,

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para cumplir con la misión que encomendó Jesús a Sus primeros discípulos, los primeros en recibir la tarea de transmitir la buena nueva al mundo de su época. Por ser los discípulos de la actualidad, tenemos la tarea de transmitir el evangelio al mundo de nuestra época.

Ser discípulo no es consecuencia de una decisión aislada, tomada una sola vez en la vida. Se trata de una travesía espiritual, un viaje de fe. Requiere decisiones y acciones cotidianas con el fin de permanecer en Jesús y permitirle que permanezca en nosotros, dejar que Su Palabra nos guíe, nos alimente y nos limpie, obrar bajo la influencia del Espíritu Santo y del amor de Dios, buscarlo, someterse a Su voluntad para nosotros, obedecerlo lo mejor posible, dar testimonio de Su amor mediante nuestras palabras y acciones, y llevar fruto que lo glorifique.

Parte de nuestro recorrido espiritual personal consiste en descubrir cómo quiere Dios que vivamos nuestro discipulado, cómo quiere que cumplamos nuestra vocación de ser la luz del mundo y la sal de la Tierra (Mateo 5:13–15). Cada uno de nosotros es único, y Dios tiene para cada uno planes únicos adaptados a sus circunstancias, su talento y sus habilidades. Lo que nos pide es que le encomendemos esos factores y que los aprovechemos para Su gloria y para influir positivamente en el mundo, y así formar parte de la respuesta a esa frase del padrenuestro que dice: «Venga Tu reino» (Lucas 11:2), haciendo lo que sea que Él nos pida con tal de seguirlo y participar en esa fuerza transformadora del mundo que quiere que sean Sus seguidores.

«Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. Tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con una vasija. Por el contrario, se pone en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos.» Jesús en Mateo 5:14–16 nvi

Entonces, en el contexto del mundo de hoy, ¿qué significa ser discípulo? Un discípulo es una persona que sigue ardorosamente en pos de Dios, que hace la voluntad divina tal como está expresada en la Biblia y que procura cumplir las instrucciones específicas que Dios le dé en cuanto a su vida, su carrera profesional, su familia y sus aspiraciones personales. Significa vivir conforme a Sus enseñanzas.

El gran evangelizador Billy Graham dijo una vez: «Esa invitación a ser discípulos es la causa más emocionante que podríamos imaginarnos. Piénsalo bien: ¡El Dios del universo nos invita a ser Sus socios para recobrar el mundo! Todos podemos participar aprovechando los dones particulares y las oportunidades que Él nos ha dado».

Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. ■

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Creación de una obra maestra

«Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás» (Efesios 2:10 ntv).

Cuando la vida de un seguidor de Jesús sigue por el cauce que Jesús quiere, cobra una extraordinaria belleza. Ser cristiano y mantener una relación con Dios debería ser algo que impregne nuestras experiencias cotidianas, se integra a nuestras decisiones e ilumina nuestra percepción de nosotros mismos, de los demás y de la vida misma.

Al igual que un bello cuadro, la gloria más grande de un cristiano consta de un sinnúmero de pequeños componentes. Las pequeñas manchitas de pintura que parecen insignificantes cuando las miramos de cerca cobran una belleza pasmosa cuando se contemplan en su globalidad. Del mismo modo, las incontables expresiones del amor de Dios manifestadas a nuestros semejantes en el transcurso de la vida de un cristiano parecen insignificantes en sí mismas. Sin embargo, Dios las observa en el contexto de una vida que lo glorifica.

Cuando nuestra vida se centra más en Dios, Él nos concede más fuerza en nuestra debilidad y mayor gracia en épocas difíciles, de sufrimiento o pérdida. Nuestra dependencia de Él aumenta, y Él ensancha el gozo de Su Espíritu, que supera nuestro pesar.

Cuanto más nos proponemos fortalecer nuestra relación con Él y más deseamos una profunda

compenetración espiritual con Él, más puede Él hacer patente Su Espíritu a través de nosotros. Pablo elogió a unos cristianos de su época con las siguientes palabras: «Incluso hicieron más de lo que esperábamos, porque su primer paso fue entregarse ellos mismos al Señor y a nosotros, tal como Dios quería» (2 Corintios 8:3–5 ntv).

Cuando tu fe desempeña un papel integral en tus valores, objetivos y decisiones, el amor que llevó a Dios a crear el universo puede despertar tu corazón para que perciba la necesidad que hay a tu alrededor. Te moverá a la acción. El que Dios manifieste el amor que tiene por nosotros en la belleza de una florecilla, así como en la inconmensurable grandeza de Su venida —haber venido a vivir entre nosotros y morir por nosotros—, nos enseña que nuestra vida también tiene la capacidad de reflejar de muy diversas maneras Su amor y verdad ante el mundo.

Dios quiere llenar nuestra vida con Su Espíritu. Somos obra Suya. Al dar lugar a que Él plasme los diversos matices de Su amor y misericordia y dé forma a la belleza que desea que adquiramos, nos convertimos en una obra maestra Suya, que hablará al corazón de otras personas.

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

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Maria Fontaine

Un sacrificio vivo

«Amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo» (Romanos 12:1 ntv).

Creo firmemente que Dios nos ha dado la facultad y libre albedrío para efectuar cambios y tomar decisiones en nuestra vida. Al mismo tiempo considero también que es muy fácil distraerse con ideologías de autoayuda. Por ejemplo, concebir una vida óptima y trazar planes de cinco años son acciones positivas. No obstante, hay que encontrar la forma de conciliar eso con aquello de «entregar nuestro cuerpo en sacrificio vivo».

Se trata de un versículo bíblico muy interesante, pues no habla solamente de presentar a Dios nuestros pensamientos o creencias, sino también nuestro cuerpo. Eso significa que lo que hacemos físicamente también debe ser para gloria de Él. La Biblia en algunas versiones lo describe como «nuestro culto racional» o «verdadero». Es decir, que no es algo portentoso, espectacular ni digno de elogios, sino nuestro compromiso cristiano lógico y elemental. Visto en ese contexto, seguir a Jesús se torna en algo concreto. No se trata de una mera ideología, sino algo a lo que dedicas tu tiempo, algo a lo que te entregas. «Sacrificio» no implica que la vida vaya a ser monótona o dura, sin diversión ni ambición ni sueños. No es así. La verdadera realización solo se puede encontrar permaneciendo cerca de Dios y amoldándose a Sus designios.

Nuestra alma recibe de Dios su personalidad. Fue concebida para que Él la llenara. El peligro al que nos enfrentamos todos es el de llenar nuestra alma de mezquinas ambiciones y de nuestra miope concepción de lo que es sentirnos realizados, sin dejar espacio para la obra que debe realizarse en nosotros. William Kirk Kilpatrick

El sacrificio por sí solo, desnudo y descarnado, es espantoso, antinatural e inerte; en cambio, la abnegación iluminada por el amor es calor y vida; es la muerte de Cristo, la vida de Dios y la bienaventuranza y la única vida propiamente tal del hombre.  Frederick W. Robertson (1816–1853)

La fe cristiana fue concebida para vivirla momento a momento. No se trata de un trazado amplio y general, sino de un largo camino con una Persona real. Los detalles cuentan: pensamientos pasajeros, pequeños sacrificios, algunas palabras de aliento, pequeños actos de bondad, breves victorias sobre pecados persistentes.  Joni Eareckson Tada

Si bien todos abrigamos esperanzas, sueños y expectativas, es imperativo preguntarnos qué pide Dios de nosotros. ¿Cómo se plasma un «sacrificio vivo» en nuestra vida y relación con Él?

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■

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CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Para estar en buena forma física tienes que alimentarte bien, hacer ejercicio y dedicar algo de tiempo y esfuerzo a adquirir buenos hábitos de salud. De manera similar, si quieres desarrollarte espiritualmente —o podríamos decir, si quieres estar en buena forma espiritual— es preciso que adoptes un buen régimen en ese ámbito.

Enseguida veremos cinco principios cardinales para el desarrollo espiritual.

Alimentarse de artículos devocionales. Si queremos gozar de vitalidad en sentido espiritual, es fundamental que nos hagamos todos los días un espacio para alimentar saludablemente nuestro espíritu. La Biblia dice que: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4). La Biblia es la Palabra de Dios. Así como todos los días necesitamos ingerir alimentos físicos para nuestro sustento y buena salud, también debemos alimentar diariamente nuestro espíritu. Otra fuente de alimento para el espíritu son los textos —como también los audios y videos— devocionales y edificantes producidos por personas de fe. Los escritos inspirados de otros cristianos pueden fortalecer nuestra fe, llevarnos a entender mejor las Escrituras y ayudarnos a aplicar la Palabra de Dios a nuestra vida. Cultivar activamente la oración. La oración es un componente clave de nuestra espiritualidad: nos sirve para comunicarnos con Dios, nuestro Creador. Podemos hablar con Él, alabarlo, rendirle culto, contarle nuestras

cuitas, inquietudes y necesidades, y pedirle que nos ayude, que intervenga, que nos dé fuerzas o lo que sea que nos haga falta. Orar es pedir que se haga la voluntad de Dios. Mediante la oración escuchamos Su voz y buscamos Su orientación, aliento, consuelo e instrucciones. Con nuestras plegarias podemos echar toda nuestra ansiedad terrenal sobre Sus fuertes hombros.

Estar bien con Dios. Eso no significa que tengamos que ser perfectos. Jesús entiende nuestros defectos y nuestras flaquezas humanas, porque fue humano. Cuando dio la vida por el perdón de nuestros pecados y nuestra redención, sabía muy bien que nunca acertaríamos en todo ni lo haríamos todo bien, por mucho que nos esforzáramos. Podemos alcanzar ese maravilloso estado de paz y perdón confesándole frecuentemente nuestras faltas, errores y pecados. Cuando reconocemos humildemente nuestras faltas y acudimos aprisa a Él para que nos reciba con los brazos abiertos, hallamos paz en Su perdón.

Seguir a Dios, Su Palabra, Su voz, Su guía. Otro pilar fundamental del desarrollo espiritual es hacer lo que dice la Palabra de Dios. Se nos pide que cumplamos lo que Él manda a todos los cristianos y también lo que Él nos indica individualmente.

Participar en una comunidad de creyentes. El hecho de adorar a Dios con otros cristianos, leer Su Palabra, cantar y orar juntos nos fortalece. Recobramos vigor, nuestra visión se aclara y quedamos mejor preparados para lo que el Señor nos pueda enviar.

Para cultivar, pues, una dinámica vida espiritual, lleva a la práctica estos cinco principios fundamentales. Los resultados te entusiasmarán. ■

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Lecturas enriquecedoras

LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

Cuando Jesús se dirigía a las multitudes, solía explicar profundas verdades por medio de parábolas, es decir, narraciones de sucesos breves, muy fáciles de comprender para los oyentes y que encierran enseñanzas importantes. Los tiempos han cambiado, pero las verdades intemporales contenidas en las parábolas de Cristo tienen hoy en día la misma vigencia y nos nutren espiritualmente con la misma eficacia con que lo hicieron a quienes las escucharon por primera vez hace 2.000 años.

La parábola del sembrador: La semilla de la Palabra de Dios

Mateo 13:3-23

Versículo clave: El que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno. Mateo 13:23

El buen samaritano: «¿Quién es mi prójimo?»

Lucas 10:25-37

Versículos clave: «¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de ladrones?» Él dijo: «El que hizo misericordia con él». Entonces Jesús le dijo: «Ve y haz tú lo mismo». Lucas 10:36,37

El hijo pródigo: El amor imperecedero de Dios

Lucas 15:11-32

Versículos clave: Me levantaré, iré a mi padre y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy

digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros». Se levantó y fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y lo besó. Lucas 15:18-20

Las dos casas: ¿Sobre qué cimiento descansa la tuya?

Mateo 7:24-27

Versículos clave: Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña. Y cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa. Pero no se derrumbó, porque se había fundado sobre la peña. Mateo 7:24,25

El siervo malvado: Una enseñanza sobre el perdón

Mateo 18:23-35

Versículos clave: Entonces su señor le llamó y le dijo: «¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, así como también yo tuve misericordia de ti?». Mateo 18:32,33

El rico insensato: Comparte; no acapares

Lucas 12:16-21

Versículos clave: Pero Dios le dijo: «¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?» Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios. Lucas 12:20,21 ■

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Decisiones que honren a DIOS

Uno de los rasgos de la humanidad, en calidad de seres creados a imagen de Dios, es el libre albedrío, que incluye la capacidad de tomar decisiones y responsabilizarnos de las consecuencias de las mismas. A veces nos cuesta mucho aprender a tomar decisiones que glorifiquen a Dios y que cumplan Su voluntad; el proceso de averiguar qué quiere Dios, de esperar a que nos comunique soluciones y nos oriente pone a prueba nuestra fe y la hace crecer.

Para los cristianos, la toma de decisiones debe ser un proceso relacional en el que dialoguemos con Dios. Para empezar, le presentamos todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él cuida de nosotros (1 Pedro 5:7). Nos ha dicho que nos acerquemos a Él y «razonemos» (Isaías 1:18 nbla), con lo que expresa Su deseo de conversar con nosotros. Quiere estar presente y participar en la conversación cuando tomamos decisiones, y ha prometido que Su Espíritu en nosotros nos guiará a toda la verdad ( Juan 16:13).

A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones trascendentales que inciden en nuestro futuro: elegir una profesión, la persona con quien nos casaremos, la forma de criar a nuestros hijos, dónde vamos a vivir, qué tipo de compromiso asumiremos con respecto a nuestra fe y cómo participaremos en la obra de Dios. Uno de los pasos más importantes para averiguar la voluntad divina y tomar decisiones acertadas consiste en tener presente a Dios y encomendarle nuestros caminos. «Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas» (Proverbios 3:5,6).

Para aprender a tomar decisiones que honren a Dios y estén en consonancia con Su voluntad y mandamientos suele ser necesario pasar por períodos de profunda reflexión y oración, así como por pruebas. No siempre es fácil determinar cuál es la voluntad de Dios en una situación particular o qué decisión conducirá a los mejores resultados. En esos casos, es común desear que

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P et e r A m s t e r da m

SIEMPRE TE ACOMPAÑARÉ

Venimos al mundo a pasar dificultades. No podemos pretender que nuestra estancia en la Tierra sea toda blanda y apacible. Es más, la Biblia nos lo garantiza ( Juan 16:33).

Lo bueno es que también nos promete que no estamos solos, que Dios siempre nos acompañará en la prueba. «Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque Tú estás a mi lado» (Salmo 23:4 nvi). «Sé que el Señor siempre está conmigo» (Salmo 16:8 ntv).

Dios quiere que le contemos nuestras cuitas y le entreguemos nuestras preocupaciones, para poder infundirnos esperanza y paz y darnos fuerzas (1 Pedro 5:7). Claro que Él no solamente está interesado en nuestras luchas internas; a Él le incumbe todo lo que experimentamos y vivenciamos, desde nuestros triunfos más pequeños hasta nuestros grandes temores, pasando por todo lo que hay entremedio.

Una vez que Jesús entra en nuestra vida, Su presencia jamás nos abandona (Hebreos 13:5).

caiga un rayo que ilumine el cielo y nos tire al suelo, como le ocurrió al apóstol Pablo, para contar con una señal inconfundible y precisa (Hechos 9:3,4). Sin embargo, muy a menudo la voz de Dios es tan queda que, si no hacemos silencio, abrimos nuestra conciencia y prestamos oído, pasa inadvertida.

¿En qué consiste nuestra función en el proceso de toma de decisiones? ¿Cómo podemos hacer todo lo posible por tomar decisiones acertadas, acallar nuestro espíritu para oír la voz de Dios y determinar la mejor opción en las decisiones que tomamos? La Palabra de Dios nos dice: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídala a Dios —quien da a todos con liberalidad y sin reprochar— y le será dada (Santiago 1:5).

Él nos creó a Su imagen, hizo de nosotros seres racionales capaces de tomar decisiones voluntarias y de optar por poner a Dios en el centro de nuestra vida. Tomar reflexivamente la decisión de amar a Dios y procurar glorificarlo en todas nuestras decisiones y acciones son medios de amarlo con toda nuestra mente. Cuando hacemos eso nos resulta más fácil discernir cuál es la voluntad de Dios, tal como Pablo explica en Romanos: «Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Romanos 12:2 nbla).

Después de ese primer paso, a menudo sucede que el Señor nos da una confirmación, o bien surgen nuevos factores que arrojan luz sobre la situación. Es posible que uno tenga que ajustar el rumbo que se ha trazado al constatar que, aunque la decisión original lo va a llevar en términos generales en la dirección correcta, es necesario afinar las coordenadas para apuntar más directamente al destino exacto que se quiere alcanzar. Con frecuencia se trata de un proceso a lo largo del cual se presentan muchas alternativas, no solo una; y cada una sienta las bases para las siguientes.

Dios por lo general quiere que hagamos el trabajo de buscar de todo corazón Su voluntad, investigar las posibilidades, analizar las condiciones, evaluar las consecuencias y aprovechar todos los medios que estén a nuestro alcance para tomar decisiones prudentes que lo glorifiquen. Él rara vez hace por nosotros lo que somos capaces de hacer por cuenta propia. Yo he comprobado que llego a mejores decisiones cuando las tomo en colaboración con Él, analizando las posibilidades y opciones que tengo y buscando Su guía en oración.

Si le reservamos un lugar medular en nuestra vida, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos encomendamos a Él, podemos tener la confianza de que nos guiará y nos ayudará a tomar decisiones acertadas. ■

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LA ESCUELA DE LA VIDA

Se suele decir que la vida es una escuela, lo que me parece una buena analogía. Dios permite que nos sucedan toda suerte de contratiempos para ponernos a prueba, para ver cómo reaccionaremos, para impartirnos ciertas enseñanzas y para ayudarnos a crecer espiritualmente. Su deseo, por supuesto, en todo ello es que nos apliquemos, que nos tomemos esas enseñanzas a pecho, que les saquemos provecho y desarrollemos al máximo todas nuestras posibilidades. En resumidas cuentas, las pruebas de la vida las concibe Dios para ayudarnos a encarnar las personas que Él sabe que podemos llegar a ser.

Uno de los medios de los que se vale Dios para promover nuestro desarrollo son nuestras debilidades humanas. Todo el mundo tiene las suyas. Entre otras cosas, nuestros fallos y flaquezas nos enseñan humildad, paciencia y diversas virtudes. Resaltan la fuerza de la oración, lo cual contribuye a que vivamos más unidos a Dios y a que dependamos más de Él. Asimismo, nos ayudan a entender mejor a los demás, lo que nos pone en mejor situación para tenderles una mano cuando se enfrentan a pruebas o dificultades.

Dios quiere que aprendamos de nuestros puntos flacos y debilidades, así como de nuestros errores y malas decisiones. El primer paso para ello es reconocer que somos susceptibles a esas cosas y que constituyen un defecto; el siguiente es decidirse a hacer algo al respecto, a superar esa debilidad o flaqueza con la ayuda de Dios.

Dios quiere ayudarte a superar tus debilidades, y lo hará si se lo pides. Así que la próxima vez que te encuentres lidiando con alguna debilidad, tómala como un reto. Decídete a aprender algo de ella. Pronto verás que sacas nota sobresaliente en la escuela de la vida. ■

FORJAR EL CARÁCTER

Si bien Dios nos creó «a Su imagen y semejanza» (Génesis 1:26), aún no ha terminado de obrar en nosotros. Somos una obra en curso. Todos vinimos al mundo con algunos rasgos esenciales de Su naturaleza: somos seres espirituales eternos con uso de razón y capacidad de amar y distinguir entre el bien y el mal. Pero el cultivo de las buenas cualidades es un proceso que dura toda la vida. Es también uno de los principales motivos por los que estamos en esta Tierra. ¿Cómo debemos aspirar a ser? Los siguientes pasajes de la Biblia nos dan algunas luces:

«Este es el fruto que el Espíritu produce en nosotros: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio» (Gálatas 5:22,23 nbv).

El Sermón de la Montaña también nos sirve de guía. En él Jesús resalta que bienaventurados son los misericordiosos, los mansos y los pacificadores, amén de los que tienen hambre y sed de justicia (Mateo 5:3-9). El denominado capítulo del amor pone de relieve la supremacía del amor para los creyentes: «El amor tiene paciencia y es bondadoso […]. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios 13:4-7).

Maria Fontaine
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LA PUESTA A TONO DE UN V OLÍN

Una mañana entré en la sala de mi profesor de música para comenzar una clase de violín y noté que había dos instrumentos sobre la mesa. Enseguida me atrajo el primero, que se veía nuevecito. Un violín nuevo es digno de admirar, con sus finas curvas, la superficie satinada y sin rayones, que brilla a la luz, y una voluta cautivadoramente contorneada con sus clavijas aún chirriantes.

Junto a aquel violín recién salido de las manos de algún experto lutier, había otro. Aunque sus curvas todavía eran estupendas, en ciertas partes el contorno estaba lesionado por un cuarteo o fisura en la madera; la superficie se veía opaca y rayada; la voluta conservaba su forma, pero las clavijas tenían trocitos faltantes en diversos puntos y el mango se veía gastado por tantos años de uso.

Agh! Uno podría pensar que un instrumento no podría estar en peor estado sin desarmarse por completo. Sin embargo, como me dijo mi profesor, los violines nuevos se ven perfectos, pero son los viejos los que suenan espléndido. Los han golpeado, raspado, dejado caer y hasta olvidado. Mas todo eso es lo que les otorga su dulce sonido.

Un violín necesita tiempo para encontrar su tonalidad y desarrollar plenamente su voz. Para llegar a dar todo lo que puede es preciso tocarlo horas y horas. Hay que afinarlo y volverlo a afinar. Las cuerdas se cortarán, el puente podrá salirse de lugar, las clavijas podrán desajustarse. Pero es todo parte de ese proceso.

A veces tengo la sensación de que a mí también me golpean, me raspan y me dejan tirada una y otra vez, o me olvidan. En ocasiones siento que me provocan muescas y hendeduras y parece que estoy por desarmarme. Hay días que siento que se me cortan los nervios, igual que

las cuerdas de mi violín, y no encuentro el menor atisbo de belleza en mí. Con todo, en la sucesión interminable de días, aprendo de cada golpe y patinada. Aunque no pueda aspirar a la perfección o la belleza, crezco y maduro. Así como un violín centenario es una belleza para un violinista, yo soy bella a los ojos de Jesús. Por eso, no te sientas mal si tienes un mal día o tropiezas y te caes. Quizá te parezca que tienes un montón de muescas y rayones. No desmayes, es parte del proceso que te dará elasticidad y te hará mejorar. Cada golpe y hendedura te harán más prudente, y gracias a ello la melodía de tu vida será más dulce.

Amy Joy Mizrany nació y vive en Sudáfrica y se desempeña como misionera a plena dedicación con la organización «Helping Hand». En su tiempo libre estudia microbiología y toca el violín. ■

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Todas

Uno de los principios más alentadores y reconfortantes que debe recordar continuamente un cristiano —sobre todo en épocas difíciles, de pruebas y tribulaciones— es que nuestro Padre celestial nos ama y ejerce un control soberano sobre nuestra vida. Aunque no siempre comprendamos bien el porqué de nuestros problemas, Dios ha prometido en Su Palabra que Él «hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman; esto es, a los que son llamados conforme a su propósito» (Romanos 8:28).

Como hijo/a Suyo/a que eres, Él nunca permitirá que te pase algo que no vaya a hacer que redunde de alguna manera en tu bien. Ahora bien, es muy posible que tengas la inclinación de considerar que, en tu opinión, muchas cosas que han sucedido no fueron nada buenas. Pero seguro que con el tiempo, tarde o temprano, terminaste por convencerte de que de un modo u otro redundaron en tu bien. Y si no, algún día te convencerás, ¡en esta vida o en la otra!

El siguiente relato verídico ilustra este principio: Una fría mañana de invierno, una flotilla de pesca salió de un pequeño puerto de la costa este de Terranova. Por la tarde se levantó una tempestad terrible. Al caer la noche, no había regresado al puerto ni un solo barco. Las esposas, las madres, los hijos y las novias de los pescadores se

las cosas redundan en nues T ro bien

pasaron toda la noche recorriendo la playa de arriba abajo bajo el fuerte viento, retorciéndose las manos de angustia y suplicándole a Dios que salvara a sus seres queridos. Para colmo de horrores, una de las casitas del pueblo se prendió fuego. Como los hombres no estaban, no se pudo sofocar el incendio, y no quedó nada de ella.

Al despuntar el alba, hubo alegría general cuando la totalidad de la flotilla regresó a la bahía indemne. Sin embargo, el rostro de una de las mujeres era la viva imagen de la desesperación: el de la señora cuya casa se había incendiado. Al poner su esposo pie en tierra, ella lo recibió sollozando:

—¡Estamos arruinados! ¡Nuestra casa se incendió, y se quemó todo!

Cuál no fue su sorpresa cuando su marido exclamó:

—¡Gracias a Dios por ese incendio! Fue justamente la luz de nuestra casa en llamas la que les indicó a los barcos dónde estaba el puerto y nos salvó.

Todo lo que Dios hace o permite que les suceda a Sus hijos que lo aman es siempre con amor. Acude a Jesús en tu hora de angustia y confía en esta promesa de Su Palabra, que pase lo que pase, Él ciertamente hará que coopere para tu bien. «Todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos “amén” para la gloria de Dios» (2 Corintios 1:20 nvi). ■

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Oración para hoy

PADRE NUESTRO

Querido Padre, nos has salvado por medio de la muerte expiatoria de Tu Hijo y nos has adoptado en Tu familia, de manera que ahora te tenemos a Ti —el que está por encima de todos, el Creador de todas las cosas— como Padre. A medida que te vamos conociendo y descubrimos Tu amor, Tu poder y Tu santidad, ansiamos darte la veneración que tan completamente mereces.

Eres Dios, santo, presente y justo, digno de nuestra alabanza y adoración. Unimos nuestras voces a las del Cielo que nunca cesan de decir: «¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir!» (Apocalipsis 4:8.) Que hagamos eco de lo expresado por quienes en la Biblia echan sus coronas delante de Tu trono diciendo: «Señor, digno eres de recibir la gloria, la honra y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4:10,11).

Reina en nuestra vida y en todo el mundo. Y que nosotros seamos fieles en dar a conocer la gozosa noticia de la salvación. Enséñanos a vivir conforme a los principios de Tu reino; ayúdanos a tenerlos presentes a la hora de escoger y decidir, para que seamos un reflejo de Ti y de Tus caminos.

Obra en la vida de todos los que creen en Ti, a fin de que el mayor número posible llegue a conocerte y se conduzca de un modo que refleje la vida en Tu reino. Tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre jamás. Amén. ■

Cuando pienso en cómo resumir en dos palabras quién es Dios, lo que me viene a la cabeza es amor incondicional. Por supuesto que Dios es muchas otras cosas y no se lo puede encasillar con una sola frase o término; pero por 1 Juan 4:8 sabemos que «Dios es amor». Esa es Su esencia.

El carácter incondicional y universal del amor de Dios es realmente maravilloso. Con excesiva frecuencia, el amor que se observa en la sociedad se basa en el valor que aporta la otra persona; cuando ese valor se pierde o deja de ser necesario, el amor también se desvanece. El amor de Dios, en cambio, no es así. Él se deleita con nuestra compañía y quiere ser nuestro amigo. El profundo y constante amor de Dios hace que esté continuamente llamando a todos los seres humanos que ha creado, invitándolos a tener una relación con Él. Peter Amsterdam

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PUEDES

CONTAR CONMIGO

Aun cuando los proverbiales vientos del miedo y las corrientes de inquietud soplan con ferocidad y amenazan con destrozarte, puedes estar a salvo y conservar la serenidad. Ello se debe a que Yo soy el autor de la verdadera paz. Puedes contar conmigo en toda tormenta, en toda catástrofe, tragedia o dolencia que pudiera causarte daño a ti o a tus seres queridos.

Me intereso hasta por los detalles más nimios de tu vida. Estoy ahí para ayudarte aun en medio de la dificultad. . Quiero infundirte fe y fortaleza, consolarte y tranquilizarte. También deseo que contagies a los demás de tu actitud serena.

Si me lo pides, disfrutarás de una paz interior y una serenidad mental maravillosa y sobrenatural, amén de una extraordinaria protección. Puedes hacer una oración parecida a esta: «Jesús, necesito que calmes mi corazón y me des paz interior. Necesito tranquilidad y confianza sean cuales sean las circunstancias que me rodean. Necesito estabilidad. Te ruego que me guardes y que

ampares también a mis seres queridos. Entra en mi corazón, en mi espíritu y en mi vida; inúndame de calma, confianza y paz».

Si me lo pides, te concederé paz interior y aplacaré tu corazón. Mi amor te envolverá y te protegerá por medios naturales y sobrenaturales.

No solo te guardaré en las actuales circunstancias; te ayudaré también a sortear los escollos que encuentres a lo largo de tu travesía por la vida, y en todas las experiencias y dificultades que harán que vayas desarrollándote como persona durante tu paso por la Tierra. Te llevaré de la mano y te conduciré por los caminos de la verdad. Responderé a tus interrogantes y te enseñaré a resolver tus problemas.

Mi amor te garantizará una vida venturosa, a pesar de todas las vicisitudes e imprevistos, hasta el día en que vengas a vivir conmigo para siempre en Mi reino celestial de paz, amor y felicidad eternos.

Siempre a tu disposición, Jesús

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