Conéctate, número de agosto de 2015: Encontrar el camino

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

SOLTAR AMARRAS Atr茅vete a zarpar

Un plan de vida bien trazado Dios nos da las pautas

La marat贸n No hay que rendirse


Año 16, número 8

A NUEST ROS AMI GOS Nue st ra constant e Prácticamente todas las personas de mi edad con las que hablo coinciden en que el mundo de hoy es muy distinto del que conocieron nuestros padres y abuelos. Lo curioso es que esa sensación no es exclusiva de nuestra generación. «El incremento de las enfermedades nerviosas está vinculado a las mayores exigencias que nos impone la vida moderna», afirmaba un artículo publicado a fines del siglo xix1. «Los días de ensueño y serenidad desaparecieron —se lamentaba William Smith hace cerca de 130 años—. En las prisas y el ajetreo de la vida moderna […] se echa en falta la quietud y el reposo de la época en que nuestros antepasados, una vez terminada la labor del día, se relajaban»2. Amén de las continuas transformaciones que experimenta el mundo, nuestra vida también pasa por fases que presentan sus obstáculos y oportunidades. Lidiamos con situaciones estresantes y tomamos decisiones como mejor sabemos; aun así estamos en ayunas sobre lo que nos deparará el porvenir. Un buen desempeño hasta ahora tampoco es garantía de un éxito futuro. Eso nos puede llevar a pensar, como los autores citados, que estaríamos mejor si pudiéramos ralentizar el reloj del tiempo. Cuando todo a nuestro alrededor parece volátil y nos invade la ansiedad y esa sensación de extravío o de que la vida es una aventura aterradora por territorios inexplorados, podemos apoyarnos en nuestro Dios inmutable. Él es constante. Es el mismo hoy que cuando anduvo por la Tierra, y será el mismo mañana 3. «Por siempre perdura el plan del Señor, generación tras generación Sus proyectos»4. Aunque desconocemos lo que nos aguarda, venga lo que venga es imposible que Dios nos abandone o que nos defraude cuando precisemos ayuda. «El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador […], mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable»5.

3. V. Malaquías 3:6

Increasing?», Medical Record, 1896

4. Salmo 33:11 (blph)

2. Morley: Ancient and Modern (Londres:

5. Salmo 18:2 (nblh)

Longmans, Green, and Co., 1886), 75 2

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Gabriel García V. Director 1. G. Shrady, «Are Nervous Diseases

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PERDIDA E N

M I

C I U D A D

Anna Perlini

Pensé Que la mudanza sería apenas un cambio de ambiente, que a lo sumo exigiría

un poco de adaptación de mi parte. Al fin y al cabo, iba a regresar a mi país de origen, y ya conocía el idioma, la gente y sus costumbres. Si había logrado acostumbrarme al calor agobiante, la comida condimentada, los rickshaws1 y los monzones de la India y Nepal, donde había pasado ocho años como cooperante, aquel traslado en dirección contraria no tenía por qué resultarme muy complicado. ¡Vaya sorpresa con la que me topé! Desde el momento en que aterricé en Italia y me hallé en lo que debía ser terreno conocido, las dificultades empezaron: me sentía extraña, fuera de lugar; no estaba al día con los cambios acaecidos 1. Calesa oriental tirada por un hombre 2. http://www.perunmondomigliore.org

en la sociedad; a lo cual se sumaron algunos problemas de salud y preocupaciones acerca de mi futuro. Me mareaba cuando entraba a una gran tienda, y me daba miedo viajar por las autopistas. Un amigo trató de tranquilizarme explicándome que probablemente experimentaba un shock cultural. Eso me ayudó a entender mi estado de confusión física y mental. En determinado momento me encontré en un hospital, preparándome para una delicada intervención quirúrgica. Había perdido toda confianza en la persona fuerte que había creído ser. Tenía miedo. Afortunadamente fue en esas horas solitarias en la cama del hospital, débil y adolorida, cuando volví a conectarme con el Cielo. Tenía conmigo un Nuevo Testamento de bolsillo y otro libro devocional que comencé a leer con afán, como si toda mi existencia dependiera de aquellas palabras.

Eso me revivió espiritualmente y me animó a comenzar de nuevo. Cada palabra de mis libritos saltaba de la página y me llenaba el alma de una renovada sensación de claridad y orientación. Cuando me dieron de alta del hospital, el cuerpo todavía me dolía, pero mi corazón y espíritu ya no eran los mismos. Paulatinamente fui recobrando fuerzas, un poco más cada día, y con el tiempo se inició otra etapa muy gratificadora de mi vida. Cada vez que recuerdo aquel período tan penoso y debilitante, agradezco haberme perdido por un tiempo, pues aquello reavivó mi pasión y me preparó para mi siguiente misión. A nna Per lini es cofundador a de Per un mondo miglior e 2 , organización humanitar ia Que desde 1995 lleva a cabo labor es en los Balcanes. ■ 3


Un plan de vida bien trazado Mara Hodler

1. V. Proverbios 3:6 2. V. Salmo 37:31 3. V. Salmo 119:105 4. Salmo 20:4 (nvi) 4

Todos tenemos Que tomar decisiones a lo largo de

nuestra travesía por la vida. Según cuál sea nuestra personalidad, estas pueden fascinarnos o asustarnos. La mayoría sentimos una mezcla de emoción y aprensión. A mí personalmente no me gusta tomar decisiones. En el curso de mi vida adulta me he echado a llorar en dos ocasiones en un patio de comidas porque sencillamente había demasiadas opciones entre las que elegir. Patético, ¿no te parece? Si mi marido y mis hijos me lo permitieran, comeríamos lo mismo todos los días con el único propósito de no tener que decidir qué plato preparar. Y eso no es nada comparado con otras decisiones más difíciles: dónde vivir, qué carrera seguir, en qué invertir el dinero, etc. A fin de cuentas, mi vida será la suma de mis decisiones y de las consecuencias que tengan, tanto para bien como para mal. El tomar conciencia de ello pone de relieve dos verdades para mí: 1. Preciso la ayuda de Dios. 2. Necesito un plan.


Lo mejor de todo es que Dios está deseoso de participar activamente en mis decisiones. Solo hace falta que yo se lo permita. Si lo reconozco en mis caminos, Él enderezará mis veredas1. Si Su Palabra está en mi corazón, mis pies no resbalarán2. Si la sostengo delante de mí, me iluminará y me indicará el camino3. Dios tiene muy clara la parte que le corresponde. ¿Y yo? ¿Tengo clara la mía? Un buen punto de partida es estudiar la Palabra de Dios y los principios que Él nos ha dado para gobernar nuestra vida. La Palabra de Dios es comparable a unos reflectores en una carretera oscura. Nos indican la división en carriles, para que no nos metamos en el de sentido contrario, y nos señalan el borde de la vía para que no terminemos en la cuneta. El conocimiento de la Palabra de Dios nos fija límites y nos proporciona orientación para que no perdamos el rumbo. En ocasiones resulta muy sencillo. La Palabra de Dios me enseña que debo ser amorosa y amable, por lo que preguntarme cuál es la forma de actuar más amorosa suele revelarme cuál es la mejor decisión. Otras veces, sin embargo, resulta más enrevesado, como cuando todas las opciones caben dentro de la voluntad de Dios, o cuando tengo una clara predilección por una de ellas, lo cual afecta mi proceso decisorio. Es trabajoso llegar a una decisión con la que nos sintamos a gusto. Pero no olvides que la Biblia dice que si reconocemos a Dios, Él guiará nuestros pasos. Podemos contar con Su ayuda y orientación si se la pedimos. ¿Han escuchado el dicho: «Si no sabes a dónde te diriges, seguramente acabarás en otra parte»? La Palabra de Dios presupone que hemos trazado planes: «Que te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes»4. Naturalmente, el solo hecho de que tengamos un plan —por mucho que esté en consonancia con los designios de Dios— no quiere decir que se materializará de inmediato, o que lo cumpliremos sin esfuerzo ni dificultades. Si tu camino es similar al mío, está lleno de recodos. Aun así, tener un plan general, una meta o un destino me ayuda en las decisiones que tomo a lo largo del trayecto. Al llegar a una encrucijada, el plan que me he trazado me ayuda a elegir qué vía tomar. Cuando me siento sola, me recuerda que escogí este camino por el destino al que me conduce. Cuando otros senderos parecen más fáciles o atractivos, me trae a la memoria que la meta que me he propuesto es lo que realmente deseo. Dios tiene un designio específico para cada uno de nosotros. Puesto que nos creó a Su imagen y nos dotó de libre albedrío, podemos participar activamente en la determinación y realización de ese plan. Si ya sabes adónde te diriges, sigue de cerca la Palabra de Dios y deja que ilumine tu sendero. Si no estás del todo seguro de tu destino, concéntrate en vivir como enseña la Palabra de Dios, y Él escribirá Su plan en tu corazón. Una vez que Su plan —Su deseo— esté en tu corazón, sabrás qué hacer. M ar a Hodler ha sido misioner a en Extr emo Or iente y en Á fr ica Or iental. Actualmente vive en Tex as con su esposo y sus hijos y administr a una peQueña empr esa fa miliar. ■ 5


EL

GPS DE DIOS Carlos Campos

Los adelantos tecnológicos nos ayudan a entender un

poquitito más a Dios y cómo maneja Él Sus asuntos. Por ejemplo, el celular con que nos comunicamos con alguien del otro lado del mundo grafica la esencia de la oración. Un computador que almacena todos los datos de una gran empresa, hasta los más mínimos detalles, nos da a entender cómo Dios tiene contado hasta el número de nuestros cabellos1. Uno de los milagros de la Biblia que más me llaman la atención es aquel en que Jesús manda a Pedro a pescar un pez y sacarle de la boca una moneda para pagar un impuesto2. Otro milagro parecido sucede cuando manda a Sus discípulos al pueblo más cercano en busca de un burrito en el que entraría triunfante a Jerusalén3. ¿Cómo hizo Jesús para 1. V. Mateo 10:30 2. V. Mateo 17:24–27 3. V. Mateo 21:1–7 4. Isaías 30:21 (nvi) 6

saber en dónde y cuándo hallarían Sus discípulos el pez y el burro precisos? Yo he visto funcionar el GPS de Dios en muchas ocasiones. Numerosas veces me ha guiado a localizar algo que había olvidado, o a encontrar una persona o un lugar. Y no solo el lugar, sino incluso en el momento exacto. Recientemente mi mujer y yo oramos para encontrar un mecánico especialista que reparara algunos detalles del motor de nuestra casa rodante. Estábamos visitando diversos pueblitos de la zona costera del país y nos habían dicho que debíamos revisar el motor, pero que había de hacerlo un mecánico certificado para efectuar reparaciones en nuestro modelo particular de vehículo. En una de las localidades, sentí el impulso de entrar en una calle sin saber por qué. No había ningún letrero que llamara nuestra atención; solo seguimos avanzando hasta el final de la calle. De pronto salió un hombre a nuestro encuentro y nos dijo:

—Ustedes vinieron aquí por el GPS, ¿verdad? Sorprendidos, le preguntamos a qué venía lo del GPS. Nos explicó que ahí vivía un mecánico especializado en casas rodantes como la nuestra. Un viajero que recorría el mundo en su casa rodante había pasado por ahí hacía poco, lo había conocido y, encantado por el buen trabajo que había hecho, le había dedicado en su blog una página entera, donde había puesto las coordenadas GPS para que todos aquellos que viajaran en casas rodantes parecidas pudieran ubicarlo. Lo sorprendente es que nuestra casa rodante no tiene GPS; sin embargo, dimos con el sitio exacto. «Tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: “Este es el camino; síguelo”»4. Car los Ca mpos vive en Chile. Está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■


EL nopAl Iris Richard

Paseando por un sendero de un bosQue tropical que

solemos visitar los domingos, bajo el radiante sol matutino de África, descubro un magnífico nopal y me detengo a mirarlo más de cerca. Tiene hojas gomosas, gruesas y ovaladas, de color verde oscuro, con largas espinas. En contraste con su fiero aspecto general, de las puntas de algunas hojas brotan tiernas flores. Sus variados matices y su intrincado diseño las hacen deslumbrantes. ¡Cuánto se asemejan a la presencia de Jesús después de un trecho espinoso del camino de la vida! Como una flor que se aparece en las circunstancias más extrañas, Él me reafirma Su amor y atención1. Al tomar una curva nos encontramos con un tulipanero africano que 1. V. Salmo 46:1,2 2. V. Isaías 43:1,2 3. V. Salmo 23 4. V. Isaías 40:31 5. V. Salmo 18:2

estira sus fuertes y frondosos brazos. Cada rama está coronada por una flor de un color rojo encendido tirando a anaranjado, color que se suaviza con el fondo azul del cielo. Cuando intensos peligros, enfermedades o conflictos me lanzan flechas ardientes, Dios disipa cada temor, como el refrescante cielo azul que se extiende infinitamente. La sensación de desasosiego desaparece al amparo de Su presencia2. Entonces llegamos a mi tramo preferido, cuando el sendero pasa bajo la sombra de majestuosos bambúes. Sus anchos tallos se elevan y forman un arco verde que protege del sol y de la lluvia. Jesús es mi protector y mi escudo. Cuando me encuentro en un túnel, Él es la luz que brilla al final3. La sinuosa senda desciende entonces hacia un arroyo. Dado que no hay puente, los agricultores del lugar han colocado dos troncos sobre el mismo. Mientras hago equilibrios sobre los maderos, recuerdo que Jesús en Su Palabra nos ha dado piedras de apoyo.

Una escarpada cuesta conduce a la carretera. Sudorosos y sin aliento llegamos a la cima. Para ayudarme, mi compañero estira el brazo, me toma de la mano y me sube a la última roca. Jesús oye todas nuestras oraciones y nos echa una mano por medio de un amigo, de nuestro cónyuge o hasta de un desconocido. En la cumbre del monte el aire nos refresca la frente húmeda, llenándonos instantáneamente de energía. Se despliega ante nosotros un paisaje sobrecogedor, con una cadena de montañas azules a lo lejos. Jesús es una brisa fresca que nos proporciona alivio después de cada brega, que nos infunde esperanza y fuerzas para seguir adelante4. Jesús es mi roca: fuerte, fiable, inconmovible, inalterable y eterno5. Ir is R ichar d es consejer a. Vive en K enia, donde ha participado activa mente en labor es comunitar ias y de voluntar iado desde 1995. ■ 7


DOTADOS DE LIBRE ALBEDRÍO Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

¿Alguna vez has tenido Que tomar una decisión importante para la que necesi-

tabas orientación explícita y tuviste la impresión de que Dios te daba la callada por respuesta, justo en el momento en que más te habría gustado que te diera una contestación precisa? A mí me ha pasado, y fue una lucha espiritual. Cierta vez en que me vi en una encrucijada, tenía muchas ganas de que el Señor me indicara claramente el camino; sin embargo, Él sabiamente optó por no darme una respuesta directa. Por consiguiente me tocó armarme de valor y hacer el tedioso esfuerzo

1. V. Mateo 22:37–40 2. V. Romanos 8:28 3. V. 1 Juan 3:21,22 4. Hebreos 13:20,21 (ntv) 8

de estudiar las diferentes opciones, pedir consejo a personas respetuosas de Dios, ponderar las puertas abiertas y oportunidades que se me presentaban, orar con fervor y, sobre todo, encomendarle mis caminos. Tuve que confiar en que Él allanaría mis sendas de la manera que mejor le pareciera. Puestos que somos cristianos y estamos deseosos de glorificar a Dios en nuestra vida, nos interesa aprender a tomar decisiones basadas en sanos principios. Examinar diversas posibilidades, sopesar ventajas y desventajas, aprovechar la sabiduría que nos ha dado Dios y medir situaciones con la vara de Su Palabra son formas de amar a Dios con toda nuestra mente, corazón y alma, en obediencia al primer y mayor mandamiento1.

En parte, el estrés y la confusión que a menudo se apoderan de nosotros a la hora de tomar una decisión se deben al temor al fracaso, a no dar con la voluntad de Dios o a tomar una determinación que imprevisiblemente tenga un efecto negativo en nosotros o en otras personas. Cuando se trata de una decisión importante que definirá nuestro futuro —o por lo menos nuestro futuro inmediato—, la experiencia nos enseña que a veces, por muy buenas intenciones y deseos que tengamos, nuestras decisiones tienen consecuencias y desenlaces negativos que no nos queda más remedio que aceptar. Dado que Dios nos creó con libre albedrío, tenemos la capacidad de elegir con independencia de criterio. Por lo mismo somos responsables de


las decisiones que tomemos y de los resultados de las mismas, y debemos hacernos cargo de las consecuencias, por más que haya repercusiones negativas. Por otra parte, debemos confiar en la promesa de Dios de hacer que todo redunde en bien para quienes lo aman, sean cuales sean las consecuencias iniciales2. Aun si hemos cometido errores y parece que la hemos embarrado con las coordenadas de nuestras decisiones, Dios puede corregir nuestro rumbo de manera que sea beneficioso y nos lleve al destino final que Él ha dispuesto. Las curvas inesperadas a lo largo del camino y los resultados no planeados son parte de la vida, por muy prudentes que sean nuestras decisiones. En la Biblia se ven muchas situaciones que tuvieron

desenlaces distintos de los que la gente esperaba o se había imaginado. Cuando Moisés partió hacia la Tierra Prometida, probablemente no previó que andarían errantes por el desierto 40 años. Sin embargo, no dudó que hubiera tomado una buena decisión ni perdió de vista su destino final; siguió adelante pese a los obstáculos. Aun cuando tomamos decisiones acertadas, no hay garantía de que todo en el trayecto vaya a ir como una seda. Es habitual que sigamos topándonos con escollos y contratiempos, los cuales son parte de la experiencia humana y en muchos casos sirven para afirmarnos en la senda de la fe. Dios, nuestro Padre celestial, sabe que aprender a tomar decisiones y responsabilizarnos de los resultados de las mismas —con

todas las enseñanzas que ello nos deja— contribuye a nuestro desarrollo y crecimiento espiritual. Si le encomendamos nuestros caminos y procuramos hacer lo que le agrada, podemos tener confianza en nuestra relación con Él, y la seguridad de que nos acompañará en cada decisión, grande o pequeña, que tomemos a lo largo de la vida 3. «Que el Dios de paz […] los capacite con todo lo que necesiten para hacer Su voluntad. Que Él produzca en ustedes, mediante el poder de Jesucristo, todo lo bueno que a Él le agrada»4. Peter A mster da m dir ige junta mente con su esposa, M ar ía Fontaine, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■ 9


Reflexiones

Hora de despegar Para descubrir nuevas tierras, primero hay que tener el valor de alejarse de la costa. André Gide (1869–1951) Una decisión es la chispa que enciende la acción. Mientras no se tome una decisión, no pasa nada. Decidir es enfrentarse valientemente a los asuntos conflictivos sabiendo que, de no hacerlo, quedarán para siempre sin resolverse. Wilferd Peterson (1900–1995) Señor, indícame qué hacer y qué dejar sin hacer. Elizabeth Fry (1780–1845) Dios siempre da lo mejor a quienes dejan que Él decida. James Hudson Taylor (1832–1905) Se debe ser decidido en cuanto a lo que no se quiere hacer para estar en condiciones de actuar con vigor en lo que se debe hacer. Mencio (c. 372–289 a. C.) Nunca tomes una decisión permanente basada en una tormenta pasajera. Por muy fuerte que sea hoy el oleaje, piensa: «Esto también pasará». T. D. Jakes (n. 1957) 10

A quien se aventura, Dios le ayuda. Refrán español Durante una conferencia, un reportero le pidió al director de un banco que le revelara el secreto de su éxito: —Dos palabras. —Señor, ¿cuales son? —Decisiones acertadas. —¿Y cómo se toman decisiones acertadas? —Una palabra. —¿Cuál es, señor? —Experiencia. —¿Y cómo se adquiere experiencia? —Dos palabras. —¿Cuáles son? —Decisiones equivocadas. Anónimo Cuanto más nos sumergimos en el valle de las decisiones, más debemos ascender […] por el monte de la oración. Peter Taylor Forsyth (1848–1921) Somos seres humanos porque tenemos libertad para obrar dentro del marco de nuestro destino, para deliberar, tomar decisiones y elegir entre alternativas. Martin Luther King, Jr. (1929–1968)

Cada cual es libre de tomar sus propias decisiones morales, pero también está obligado a rendir cuenta de ellas a Dios. Aiden Tozer (1897–1963) El día de ayer se esfumó. Mañana aún no ha llegado. No tenemos sino el día de hoy. Empecemos. Madre Teresa (1910–1997) No pidas a Dios que dirija tus pasos si no estás dispuesto a mover los pies. Anónimo Concédeme, oh Señor, que sepa lo que vale la pena saber, que ame lo que vale la pena amar, que alabe lo que más te deleita, que valore lo que es valioso a Tus ojos, que deteste lo que te es ofensivo. No permitas que juzgue según lo que veo ni que dicte sentencia según lo que oigo; llévame a discernir con juicio veraz entre cosas distintas, y sobre todo a buscar y hacer lo que te place, por medio de Jesucristo, Señor nuestro. Tomás de Kempis (1380–1471) ■


Soltar amarras Chris Hunt

Mi viejo amigo Jack vivía

en una casa amplia en un barrio acomodado de bonitos jardines. Era un sitio estupendo para vivir con su señora y sus tres hijos cuando estos eran chicos e iban al colegio. Sucede, sin embargo, que sus hijos se casaron hace tiempo y se fueron a vivir a otras partes. Unos 15 años atrás el negocio de Jack quebró, y aunque lo más sensato en lo económico y lo práctico hubiera sido que Jack y su mujer recortaran gastos, estaban muy apegados a su casa y siempre posponían la difícil decisión de venderla. A falta de otras alternativas y probablemente con la esperanza de que las cosas mejoraran, terminaron quedándose en la casa. No obstante, con el paso de los años fueron acumulando deudas,

1. V. Génesis 12:1–4; Hebreos 11:8 2. V. Hebreos 11:27,29 3. V. Marcos 1:16–20 4. V. Génesis 12:10 5. V. Génesis 13:7,8 6. V. Génesis 14:14–16 7. V. Éxodo 16:3

hasta que ocurrió lo inevitable y sí o sí les tocó vender. Para entonces, desafortunadamente, el mercado inmobiliario se había hundido, y lo que sacaron de la venta de la vivienda no les alcanzó para cubrir sus deudas. Abstenerse de tomar una decisión es de por sí una decisión. Podría referirte un montón de situaciones en que a mí también me costó bastante comprometerme. Pienso que hay varios motivos por los que a veces postergamos lo más posible la toma de una decisión. Quizá la perspectiva de un futuro inescrutable nos deja perplejos. Al fin y al cabo, por más que intentemos prever las consecuencias de nuestras decisiones, son muchos los factores que escapan a nuestro control y percepción. No es posible saber lo que sucederá. Las aprensiones sobre el futuro no le impidieron a Abraham iniciar su travesía. Le dijo que sí a Dios y abandonó su casa en Jarán sin saber a dónde se dirigía1. Moisés demostró una fe muy parecida al sacar de

Egipto a los esclavos hebreos a través del mar Rojo y conducirlos hasta la Tierra de Promisión2. Los discípulos de Jesús dejaron sus medios de sustento para seguirlo, una acción que requirió otro tipo de fe3. Quién sabe si Abraham presintió las dificultades que afrontaría: hambre4, conflictos familiares5, batallas6, etc. ¿Se imaginaba Moisés el azaroso viaje que le esperaba a través del desierto?7 Todo el monte tampoco fue orégano para los discípulos de Cristo. Sin embargo, a la postre se comprobó que todos ellos tomaron decisiones acertadas que contribuyeron a echar los cimientos de nuestra fe. Si bien pocos de nosotros nos hallamos en circunstancias tan dramáticas como esos héroes bíblicos, todos tenemos que tomar decisiones, grandes y pequeñas. Que Dios nos ayude a decidir con prudencia. Chris Hunt vive en el R eino Unido y ha sido lector a de Conéctate desde Que comenzó a publicarse en 1999. ■ 11


La marAtón John Kelly

Ya Que estamos rodeados por

una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe1.

Hace meses que empecé a desviarme del camino que yo sabía que Dios me estaba indicando que siguiera. Creo que me cansé del esfuerzo que exigía. Ahora que lo pienso, no fue que me desvié, sino que paré de avanzar. En toda carrera, detenerse es quedarse atrás. En mi interior me puse a cuestionar por 1. Hebreos 12:1,2 (ntv) 12

qué había decidido participar. Se me olvidó la emoción de correr, y solo atinaba a pensar en el calor abrasador del asfalto. Apenas me detuve para recobrar el aliento, y ahora el pelotón se ha adelantado y perdido a lo lejos. Me he quedado muy rezagado. Sin embargo, percibo una fuerza a mi lado. Es la voz de mi Entrenador, que siempre está conmigo y me alienta a pesar de mi carácter débil. ¿Por qué se sigue preocupando de mí? ¿No se da cuenta de que soy un perdedor, un pusilánime? Además están las promesas incumplidas que le hice a Él y a otros: a los demás corredores, a los patrocinadores, a los fans, a los amigos, a mi familia y a mí mismo. Él me asegura que nada de eso importa; todo lo que me pide es que

me olvide del pasado, que no piense en los extenuantes kilómetros que me faltan y que me levante y empiece a correr otra vez. Yo le digo que no puedo. No estoy en condiciones de terminar la carrera. He recorrido unos 15 o 20 kilómetros y ¡ya me he tenido que sentar! ¿Qué le hace pensar que puedo lograr el objetivo? Él me dice que me infundirá fuerzas. Me da un vaso de agua fría para que la beba. Sabe a gloria, y me doy cuenta de que dejé de tomar esa agua refrescante. Me imaginé que no tenía tiempo para eso. Él me dice que me marcará el paso para ayudarme a llegar a la meta. —Pero no ganaré si no redoblo esfuerzos —replico. Entonces me recuerda que estoy corriendo por algo más que un


trofeo. No es para vencer a los otros corredores. Corro por una causa: la de llevar mi bandera hasta la meta. No me embarqué en esta carrera para darme por vencido. El vaso de agua está vacío ahora. Me apagó la sed. Es hora de volver a la pista. Soy consciente del tiempo que perdí sentado a la sombra de un árbol. Con todo y con eso, algo dentro de mí me grita que me vuelva a sentar. La temperatura es 5 grados más alta en la pista. ¿Me impedirá eso seguir adelante? «Soy un corredor nato», me digo. Pero igual me cuesta empezar de nuevo. «No lo puedo defraudar», me repito para tratar de convencerme. No obstante, la sombra me tiene atrapado. Entonces oigo un murmullo llevado por la brisa que corre a mi alrededor. Me están llamando… los campeones de otras carreras me están llamando desde la siguiente curva. No, no me refiero a los que están de vacaciones sorbiendo sus cócteles detrás de la valla. Esas voces proceden de la parte más alta de las gradas, de los asientos reservados para antiguos corredores, que se merecen el honor y el

reconocimiento que se concede a quienes se sacrificaron e hicieron toda la carrera. Me están llamando; no, miento, están gritando mi nombre, alentándome a correr. —Corre con el viento —me dicen. Llegó la hora. Mi corazón vuela, mas dudo una vez más. «¿Lo lograré?» —Sí —me promete el Entrenador—, porque estoy aquí contigo y te guiaré paso a paso hasta el final. No pienses en lo que te costará; concéntrate en la meta. Y sobre todo, no te recrimines, porque a fin de cuentas lo que importa es no rendirse. El primer paso es el más difícil, como siempre, pero de alguna manera lo logro. Creo que a eso se refería cuando habló de «correr con perseverancia». Cada paso, por alguna razón, me resulta más fácil que el anterior ahora que reanudé la marcha. Creo que lo puedo lograr. Mejor dicho, que lo podemos lograr. John K elly vive en Japón. Está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

Un día examinarás tu vida en retrospectiva y te darás cuenta de que todo lo realmente importante que conseguiste, en un principio puso a prueba tu capacidad. Y así debe ser, ya que las grandes exigencias suelen preparar a gente común y corriente para éxitos extraordinarios. Toda dificultad surge por un motivo, ya sea como fuente de experiencia o como enseñanza. Ninguna odisea es fácil, y ni un ápice de la adversidad que te encuentres en el trayecto habrá sido una pérdida de tiempo si te sirve para aprender y crecer. Angel Chernoff

OR ACIÓN Te agradezco, Jesús, que seas mi entrenador, mi amigo y mi mayor patrocinador. Acepto la invitación de ir a Tu casa contigo y con Tu Padre una vez que termine la carrera. ■ 13


LA DECISIÓN ACERTADA Elsa Sichrovsky

El verano en que cumplí doce años, mi padre nos sorpren-

dió a mi hermana menor y a mí al anunciar que tenía un plan diferente para las vacaciones. En lugar de planificarlas él, nos dio el dinero que había apartado y dejó que fuéramos nosotras quienes decidiéramos qué hacer con él. Podíamos ahorrarlo, gastarlo como quisiéramos o emplearlo para pasar cinco días de vacaciones junto a un lago. Después de hablar un rato y orar, mi hermana y yo le dijimos que queríamos ir de vacaciones al lago. Justo después de tomar la decisión, sin embargo, me envolvieron unos nubarrones de dudas. «¿Y si no he tomado la decisión acertada? ¿Sería preferible gastar el dinero en otra cosa?» Sucedió entonces que una seria de tifones y emergencias familiares 1. Proverbios 3:6 14

nos obligaron a suspender nuestras vacaciones hasta el verano siguiente, lo que no hizo sino inquietarme todavía más. «¿Será que no vale la pena?» Cuando le conté a mi papá cómo me sentía, él me reconfortó y me explicó que, aunque tenía libertad para cambiar de planes, era natural que una decisión trajera consigo temores y dudas. «Que no estés del todo segura no significa que hayas decidido mal», me dijo. Animada por sus palabras, decidí esperar y confiar en que Dios lo resolvería todo en Su momento. Y así fue. ¡Al año siguiente pasamos unos días estupendos en el lago! Con todo, aquella experiencia me dejó más que lindos recuerdos: me enseñó importantes principios que desde entonces me han ayudado muchas veces cuando he tenido que tomar decisiones trascendentales en las que había mucho más en juego.

Aprendí que prácticamente no hay decisión que esté exenta de riesgo, y que es crucial atreverse a asumirlo para poder llegar a una decisión atinada. Tener dificultad para tomar una decisión —y sentir inquietud y preocupación después de tomarla— es algo natural. Una tempestad de emociones no es señal de que no debí haber iniciado la travesía o de que mi nave se vaya a hundir. Dios es tanto mi ancla como mi brújula. Puedo confiar en que no solo estabilizará mi navío, sino que además me conducirá al perfecto destino que ha proyectado para mí, tal como promete Su Palabra: «Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas»1. Elsa Sichrovsk y es escr itor a independiente. Vive con su fa milia en Taiwán. ■


Momentos de sosiego

UNA ACTITUD DESCOMPLICADA Abi May

Buena parte del ministerio de Juan el Bautista precedió

al de Jesús. Su mensaje era de arrepentimiento, y proclamó la venida del Salvador. Si bien algunos de sus seguidores se hicieron luego discípulos de Jesús1, es obvio que otros permanecieron a su lado. Tradicionalmente se describe a Juan como un maestro de gran celo. Su rigor podía deberse en parte a que era nazareo de nacimiento, es decir, que no le estaba permitido beber alcohol ni cortarse el pelo, amén de otras restricciones2. Como es lógico, también exigía bastante a sus seguidores. En una ocasión estos le preguntaron a Jesús: «¿Por 1. V. Juan 1:35–37 2. V. Números 6 3. Mateo 9:14 4. Mateo 9:15 (blph) 5. V. Juan 15:9 6. Miqueas 6:8 (lpd) 7. V. Salmo 16:11; Isaías 26:3; 62:5

qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y Tus discípulos no ayunan?»3 Tal vez los desconcertaba —y les producía algo de envidia— la forma de vida más distendida de los discípulos de Jesús. Quizás en aquella pregunta había incluso un deje de recriminación mojigata, como si quisieran dar a entender que ya era hora de que Jesús exigiera más a Sus discípulos. En todo caso, Jesús respondió: «¿Pueden acaso estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán»4. Como si les quisiera decir: «Tranquilos. Ya vendrán las tribulaciones. Disfruten de estos momentos de paz mientras duren». A veces todos nos dificultamos la vida innecesariamente exigiéndonos más de lo que Dios espera de nosotros. Complicamos lo que debería ser sencillo. Al fin y al cabo, lo que más

quiere Él de nosotros es que amemos5. El profeta Miqueas lo expresó de la siguiente manera: «Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios»6. Si bien es cierto que hay ocasiones en que el camino se pone duro o nos vemos obligados a tomar decisiones que alterarán el curso de nuestra vida, cuando no estamos atravesando esos momentos críticos tal vez deberíamos dejar de tirarnos de los pelos tratando de entender y resolver detalles intrascendentes. De lo contrario podemos acabar perdiendo la plenitud de gozo y la paz que nos concede la presencia de Dios7. La vida no siempre es complicada, ni las decisiones son siempre críticas. No lo olvidemos y, cuando sea oportuno, distendámonos un poco. Abi May es escritora y docente. Vive en el Reino Unido. ■ 15


De Jesús, con cariño

Me encanta ayudarte No creas que si me sigues nunca vas a tener problemas, pues los problemas son parte de la vida en la Tierra y uno de los medios de los que me valgo para instruirte y fortalecerte. Pero sí es cierto que, sean cuales sean los obstáculos, Yo velaré por ti y haré lo que no puedas hacer. Obraré en el plano espiritual para que ocurran cosas que contribuyan a tu éxito. Cuando en tu corazón estás bien conmigo y deseas agradarme y obedecerme, me encanta ayudarte a hacer eso y, de paso, bendecirte. Sé que cometes errores como todos los seres humanos, que a veces te apartas un poco del buen camino o haces algo que no me complace. Pero eso no significa que te vaya a retirar Mi amor o que vaya a dejar de bendecirte. Siempre estoy deseoso de echarte una mano para que te encarriles y vuelvas a la senda de Mi voluntad. No permitas que tus fallos y fracasos te convenzan de que no puedes seguirme. Lo único que necesitas es un espíritu dispuesto, una mente solícita y un corazón lleno de fe, para no rendirte sino perseverar día tras día. Mi voluntad es algo personal entre tú y Yo. Si me consultas, te indicaré qué hacer y te ayudaré a dar los pasos que sean precisos.


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