CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
COBERTURA TOTAL Dios al alcance de todos
La sala de fisioterapia Tratamiento de las heridas del alma
Como perro con dos colas La satisfacci贸n de estar con nuestro mejor amigo
Año 16, número 9
A NUEST ROS AMI GOS Mov er montañas Siempre han sido un poco enigmáticas para mí estas palabras de Jesús: «Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a esta montaña: “Muévete de aquí hasta allá”, y la montaña se movería»1. Pocas veces he sabido de montañas que se desplacen, como no sean volcanes que revientan o el Paricutín que surgió en México en tiempos recientes. ¿Por qué eligió entonces Jesús esa analogía? Con el tiempo he llegado a comprender que, si bien mi fe no ha movido ninguna mole de granito ni de tierra, una pizca de fe, minúscula como una semilla de mostaza, puede vencer esos obstáculos monumentales que de cuando en cuando se nos presentan en la vida. Lo que sucede es que el desenlace en muchos de esos casos no es tan evidente como que una montaña se caiga al mar. El escritor cristiano Kent Crockett lo expresó así: «La fe es la capacidad de trascender circunstancias adversas y ver la mano de Dios en acción». Esa capacidad suele ser difícil de evaluar; por eso con frecuencia dudamos de que nuestra fe sea real. En Hebreos 11, Pablo menciona a una serie de personajes del Antiguo Testamento que vivieron toda su vida con fe y nunca llegaron a ver el cumplimiento final de sus caras esperanzas: el reino de Dios en la Tierra. Eso, sin embargo, no quiere decir que su fe fuera en vano. En su peregrinar hacia su meta, entre otras cosas «esas personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir a filo de espada. Su debilidad se convirtió en fortaleza»2. Espero que los artículos y relatos personales de este número de Conéctate contribuyan a estrechar tu relación con Dios, el autor y consumador de nuestra fe3. Gabriel García V. Director
1. Mateo 17:20 (ntv) 2. Hebreos 11:33,34 (ntv) 3. V. Hebreos 12:2 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2015 Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
COMO PERRO CON DOS COLAS Koos Stenger
Estaba en la puerta, saltando de alegría, ladrando y batiendo la cola, como si dijera: «¡Ha vuelto!» Después de una jornada larga y agotadora, nuestra perra Labrador negra me dispensó la más estupenda bienvenida. Me hizo sentirme bien. Le sonreí y le presté la atención que ella quería. Al fin y cabo, el perro es el mejor amigo del hombre. En ese momento me sobrevino un pensamiento extraño: «¿Y yo? ¿Me emocionó así cuando me encuentro con Jesús?» Seré franco: me falta bastante para llegar a eso. Valoro los ratos de oración y disfruto estudiando la Biblia; pero si comparo mi entusiasmo con las muestras de alegría de mi perra, me doy cuenta de que podría ser más efusivo. ¿Por qué se pone tan feliz mi perra al verme? Supongo que la respuesta es tan sencilla como profunda: le
encanta mi compañía. No solo se pone contenta porque sabe que le doy de comer y la saco a dar largos paseos por los campos. Se alegra porque quiere estar conmigo. Cuando leo sobre los héroes de la fe, advierto que tienen esa misma actitud. A aquellos hombres y mujeres inspirados por Dios les gustaba orar. Les encantaba leer la Palabra de Dios. Anhelaban estar en Su presencia. Disfrutaban de Su compañía temprano por la mañana, tarde por la noche… y casi constantemente a lo largo del día. ¿Ese entusiasmo es patrimonio exclusivo de los héroes de la fe? ¿Qué hay de las personas comunes y corrientes como yo? Durante un tiempo pensé que albergaba ese entusiasmo por Dios; no obstante, después de observar hoy a mi perra, veo las cosas desde una óptica diferente.
A veces mis ratos de comunión con Dios me parecen insulsos, y eso se debe a que mi escala de prioridades está equivocada. No acudo al Señor porque me guste estar con Él, sino por motivos egoístas: me siento triste, solo, enfermo, tengo dificultades para pagar las cuentas, o todo eso al mismo tiempo; es decir, necesito algo de Él. No es que esté mal orar por nuestras necesidades. Jesús desea que lo hagamos. Pero en nuestra relación con Él deberíamos desear Su compañía simplemente porque disfrutamos de ella. Oswald Chambers dijo: «El objetivo de la oración es acercarnos a Dios, no conseguir que atienda nuestras peticiones». Me voy a tomar a pecho esta enseñanza. Es curioso que haya tenido que ser mi perra quien me lo hiciera ver. Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■ 3
LO QUE SABE LA Adaptación de un artículo de María Fontaine
A primera vista puede parecer que algunos personajes de la Biblia estaban muy seguros de sí mismos, que tenían una confianza absoluta. Frente a esa fe aparentemente inquebrantable, podemos sentirnos un poco inseguros de nuestra propia fe. Eso se debe a que vemos los milagros de los que ellos fueron testigos con la perspectiva que da el paso del tiempo. Sin embargo, tratemos de ponernos en su lugar. Tengamos en cuenta lo imposible que debió de parecerles la situación en ese momento, cuando el desenlace todavía se desconocía. Pensemos, por ejemplo, en los tres hebreos cuando estaban a punto de ser arrojados a un horno encendido
1. V. Daniel, capítulo 3 2. Daniel 3:17,18 (nvi) 3. V. Deuteronomio 31:6 4
FE
por no inclinarse y rendir culto a la imagen de oro que Nabucodonosor había mandado erigir1. Puede darnos la impresión de que estaban pletóricos de confianza cuando comparecieron ante la máxima autoridad del mayor imperio de su época, seguros de que no les pasaría nada en aquel horno. Sin embargo, ¿no podría ser que también tuvieron que sobreponerse al miedo y a la incertidumbre de lo que les podía suceder? Es verdad que su amigo Daniel poseía mucho poder e influencia, y quizá habría podido defenderlos y rescatarlos. En todo caso, no se hace mención de él en ese pasaje. Posiblemente se encontraba de viaje en otra parte del imperio. Sadrac, Mesac y Abednego estaban solos y tuvieron que dar la cara por sus convicciones ante un rey que se consideraba Dios, rodeado de celosos
consejeros de la corte para quienes la presencia de los hebreos representaba una amenaza. Aquellos asesores indignados probablemente contribuyeron a provocar la ira del monarca contra los tres hebreos. A pesar de la osada declaración de Sadrac, Mesac y Abednego en el sentido de que confiarían en Dios pasara lo que pasara, está claro que eran humanos, y propensos a los mismos temores que cualquiera de nosotros abrigaría si tuviera que enfrentarse a una situación tan espeluznante. La fe no es la ausencia de temor; es lo que vence el temor. Me aventuro a decir que a los tres hebreos les horrorizaba lo que estaba a punto de sucederles; así y todo, tenían claro lo que debían hacer. Su fe a todas luces no se basaba en alguna suposición de que su cuerpo milagrosamente sería inmune al calor y al fuego; por lo
menos no es eso lo que se entiende de las palabras que pronunciaron y que quedaron consignadas en la Biblia. Dijeron: «Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos su estatua»2. No sabían lo que ocurriría, pero tenían fe en que Dios era dueño de la situación. Su fe se basaba en la seguridad de que, pasara lo que pasara, Dios tenía un designio bien claro, y en la confianza de que Él cuidaría de ellos como mejor le pareciera. No pusieron condiciones según lo que ellos consideraban que sería mejor. No le dijeron al rey que sus cuerpos no se quemarían. Sabían que Dios podía hacer cualquier cosa, pero no basaban su fe en que los libraría de quemarse en el horno. Su fe reposaba en el poder
y el amor de Dios, no en el desenlace que a juicio de ellos sería el mejor. Sabemos que Dios, en última instancia, lo corregirá todo en la otra vida, pero eso no disminuye el ahogo de afrontar quizás experiencias muy dolorosas o incluso la muerte. En este momento no tenemos que lidiar con la otra vida, sino con el presente. Es posible que tengas miedo de lo que te espera. Tal vez te parezca que nada puedes hacer para arreglar la situación en que te encuentras. De todos modos, la intervención de Dios en tu vida no depende de la confianza que tengas en ti, sino de tu fe en Él y tu confianza en Su poder ilimitado, Su bondad y Su amor. No es necesario que creas que siempre sucederá lo que quieres que pase. Basta con que creas que Dios puede producir el desenlace ideal en el momento que le parezca más conveniente y a Su manera, si no en
esta vida, en la otra, porque confías en Él. La fe sabe lo más importante: que Dios nunca nos dejará ni nos abandonará3. Ninguno de nosotros sabe lo que nos deparará el futuro. Las más de las veces desconocemos si tal revés que hemos sufrido o tal situación que nos aflige se resolverán en un minuto o en un mes, o si perdurarán toda la vida. Nuestra fe no puede estar fundada en ciertos resultados que esperamos que se produzcan y que tendrían sentido para nosotros. Lo que sabe la fe es que Jesús no nos dejará sin consuelo. Él estará con nosotros en el fuego, como estuvo con Sadrac, Mesac y Abednego. M ar ía Fontaine dir ige juntamente con su esposo, Peter A mster dam, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. ■ 5
Lo que nos impulsa A SEGUIR Rosane Pereira
Aunque me crié en el seno de una familia cristiana,
a los 13 años me volví atea. A los 18 me fui de Río de Janeiro, mi ciudad natal, con una mochila y ganas de ver el mundo. Visité las islas británicas, y luego crucé el canal y tomé un bus que me llevó a la India a través de Turquía, Irán, Afganistán y Paquistán. Aprendí que entre los pueblos de lengua árabe se usa la misma expresión, Assalamu alaikum —la paz de Dios sea contigo— al encontrarse y al despedirse. En cierta ocasión escuché en un pueblito afgano a un muchachito que cantaba una canción preciosa en la sastrería de su padre. Cuando le pregunté qué cantaba, me dijo: «El Corán, ¿qué otra cosa?» Al arribar a Goa me hospedé con una pareja de jóvenes franceses que se quedaban horas sentados en silencio contemplando una vela encendida sobre una mesa. Recuerdo que en ese momento se me cruzó la idea de que debía 6
de haber un Dios porque todo el mundo andaba buscándolo. Al poco tiempo regresé a mis raíces cristianas y me convertí en misionera. Aprendí entonces lo que significa realmente tener fe. La experiencia me ha enseñado que a medida que superamos una a una las pruebas de la vida, descubrimos que la fe nos impulsa a seguir adelante. Lo fe nos mantiene en marcha cuando los contratiempos y el desánimo nos gritan que sería mejor abandonar. Es una voz serena y apacible que en medio de la tempestad nos dice que todo va a terminar bien. La fe crece a consecuencia de los obstáculos que vencemos todos los días. Rosane Per eir a es escr itor a y profesor a de inglés. Vive en R ío de Janeiro (Br asil) y está afiliada a la Familia Inter nacional. ■
Si Dios nos diera todos los dones y todo lo que es capaz de obsequiarnos, pero se abstuviera de entregarse Él mismo a nosotros, quedaríamos insatisfechos y sedientos. Al tocar y agitar internamente nuestra vida, Dios suscita en nosotros hambre y ansias, toda vez que Su Espíritu anda a la caza del nuestro y cuanto más lo toca, más intensas se vuelven esa hambre y esas ansias. Esa es la vida de amor en su máxima expresión, más allá de la razón y la comprensión; pues la razón no puede añadir ni restar nada de ese amor, ya que nuestro amor es tocado por el amor divino. Adaptación de un texto de Jan van Ruysbroek (1293–1381) La religión deja un millón de preguntas sin respuesta y aparentemente imposibles de responder. […] La religión no nos exime del deber de pensar: permite que comencemos a pensar. No pone fin a la investigación y el análisis: aporta un fundamento a partir del cual la investigación se vuelve posible y fructífera. G. A. Studdert Kennedy en «The Wicket Gate» (1923)
La sala de fisioterapia Anna Theresa Koltes
Hace poco una amiga mía pasó por una experiencia traumática. Una mordida de
un perro le arrancó un trozo de dedo mientras estaba en el trabajo. Semanas de dolor, cirugías, yesos, pastillas, anestesia… y el drama no acababa. Su dedo quedó en un estado de shock. Cualquier ligero roce le ocasionaba nuevos dolores. Parecía casi paralizado. Dos meses después la acompañé a la clínica fisioterapéutica para una de sus sesiones semanales. Para entonces tenía el dedo inerte a raíz del trauma. Iba a requerir muchas semanas de suaves flexiones y otros movimientos para recuperar su función normal. Mientras aguardaba sentada, observé a los pacientes en la sala de fisioterapia. Elongaban, levantaban pesas, se ejercitaban. Los había de todas las edades y, como cada uno había sufrido una lesión distinta, los 1. Salmo 34:17–19 (ntv) 2. 2 Corintios 12:9 3. V. Juan 3:16
terapeutas los asistían con programas personalizados. Todos sufrimos golpes en algún momento de la vida, tanto físicos como mentales y espirituales… y a veces de los tres tipos simultáneamente. Cuando nos sobreviene una crisis, nuestra fe se resiente y podemos entrar en un estado de shock, en el que nos parece imposible movernos y mucho menos avanzar. La sala de fisioterapia me recordó lo frágiles que somos. Dependemos de profesionales que nos asistan y nos orienten. Porque confiamos en que saben lo que hacen y conocen lo que necesita nuestro cuerpo, nos entregamos al proceso de sanación. Del mismo modo, Dios desea fortalecer nuestra fe, sanar nuestras heridas y sosegar nuestro espíritu. Basta con que le demos la oportunidad. «El Señor oye a los Suyos cuando claman a Él pidiendo auxilio; los rescata de todas sus dificultades. El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; Él rescata a los de espíritu destrozado. La persona
íntegra enfrenta muchas dificultades, pero el Señor llega al rescate en cada ocasión»1. Además prometió: «Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad»2. No siempre podemos evitar las circunstancias que sacuden nuestra fe. Son cosas de la vida, y no hay por qué tenerles miedo. Siempre que regresemos a la sala de fisioterapia, a los brazos invitadores del Creador, y nos nutramos de Su Palabra, encontraremos el consuelo que necesitamos y las fuerzas para recuperar la salud y el movimiento. A nna Ther esa Koltes es escr itor a independiente y trotamundos. ■
Jesús: A veces siento que los acontecimientos y las pruebas de la vida me afectan profundamente, me estremecen y me aturden. Me alegro mucho de que vinieras al mundo a salvarnos3. Reconozco que eres el Hijo de Dios, mi Salvador, y te pido que me sanes. 7
COBERTURA TOTAL Adaptación de un artículo de Keith Phillips
Aproximadamente el 40%
de la población mundial tiene acceso a Internet. Eso equivale a tres mil millones de personas. Sin necesidad de hurgar en pilas de libros o de hacer un trabajo de investigación en un lugar físico, uno puede encontrar lo que le hace falta digitando unas palabras clave y apretando el botón de búsqueda. En apenas unos segundos aparecen en la pantalla enlaces a numerosas páginas del espacio virtual. Es cierto que uno no siempre da con lo que busca. Además es preciso repasar los muchos resultados que aparecen, no todos los cuales son fiables. No obstante, es indiscutible que la Internet pone al alcance de la mano un mundo de información. ¿No sería estupendo que, en vez de proporcionarnos solo información, la Internet pudiera facilitarnos verdadera orientación, responder a nuestros profundos interrogantes sobre el sentido de la vida, contribuir a organizar y encauzar nuestra vida cotidiana y satisfacer nuestras necesidades emocionales y espirituales? Huelga decir que en el ciberespacio nunca será posible todo eso; pero con Dios sí lo es. Él al crearnos ya puso en nosotros
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todos los componentes y programas necesarios para ello. Podemos acceder a Él en cualquier momento y desde cualquier sitio. El servicio es además gratuito, y nada queda al azar, no es una lotería en la que tanto se pueda acertar como fallar. Lo único que necesitamos para hacer funcionar el equipo es fe. Esta se adquiere simplemente leyendo las instrucciones que detalla el Fabricante en Su manual, la Biblia. Además, quienes ya emplean el equipo y disfrutan de sus ventajas nos pueden dar consejos y testimonios que incrementen nuestra fe. Nuestro Dios es interactivo: conéctate con Él, y podrás disfrutar y beneficiarte de cuanto Él ofrece. Siete mil millones de personas tienen acceso a Dios. Es decir, hay cobertura total. K eith Phillips fue jefe de r edacción de la r evista Activated, la versión en inglés de Conéctate, dur ante 14 años, entr e 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Cary n ayudan a personas sin hogar en los EE . UU. ■
EL VACÍO El rey Salomón, autor del Eclesiastés, tenía incalculables riquezas, una sabiduría superior a la de cualquiera de sus contemporáneos o de los nuestros, cientos de mujeres, palacios y jardines que eran la envidia de otros reinos, las mejores viandas y el mejor vino, y toda forma de entretenimiento a su disposición. […] Con todo y con eso, declaró que la vida «debajo del sol» —es decir, la que se vive como si no hubiera otra cosa que lo que uno es capaz de percibir con los sentidos— es vanidad. ¿A qué obedece tal vaciedad? A que Dios nos creó para algo más que lo que podemos experimentar en lo inmediato. Salomón dijo de Dios que «puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad»1. En nuestro corazón somos conscientes de que lo presente no es todo lo que hay. Cortesía de Kolshadai.com 1. Eclesiastés 3:11 (rvc)
UNA VIDA EXTRAORDINARIA Adaptación de un programa radial de Virginia Brandt Berg
La clave para acercarse a Dios está en la oración y en la
comunión con Él por medio de la meditación en Su Palabra. Pero no se trata de abrir rápidamente la Biblia. Estoy convencida de que si muchos cristianos son incapaces de sacarle suficiente provecho a la meditación no es porque cierren enseguida la Biblia, sino porque la abren muy rápido. Cuando abras la Biblia, pídele a Dios que te revele las riquezas contenidas en el texto que estás por leer1. Tu oración puede ser muy sencilla, por el estilo de: «Espíritu Santo, ayúdame a entablar comunicación con Dios». Pero debe 1. V. 1 Corintios 2:10 2. V. Mateo 5:6 3. V. Hebreos 5:12 4. V. Juan 10:10 5. Juan 14:27 6. Juan 16:24 7. V. Salmo 1:3 8. Salmo 73:26
ser un clamor sincero del alma, que manifieste verdaderas ansia y sed 2. No se puede sobrevivir —espiritualmente hablando— a punta de sorbitos de la Palabra el domingo por la mañana o de algún mordisquito ocasional a un par de versículos de la Biblia. Para crecer moral y espiritualmente son precisas comidas sustanciosas. Hay que masticar y asimilar el alimento sólido de la Palabra de Dios3. Así es como se llega a conocer el gozo, los beneficios, el consuelo, la paz y el reposo que da Jesús. Y cuanto más estrecha sea nuestra relación con Él, mayores serán las revelaciones de Su poder y gloria que recibamos. Jesús quiere que tengamos lo que Él nos ofrece4. Desea darnos lo mejor y anhela que tengamos paz, reposo y alegría. Dice: «Mi paz os doy»5, y: «Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido»6. Desea incluso que prosperemos en todo lo que emprendamos7. Quiere que tengamos todo eso porque nos ama. Quiere que nos
acerquemos a Él para que conozcamos la vida que Él vino a ofrecernos: una vida por encima de lo común, por encima de la mediocridad, extraordinaria. «La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre»8. Virginia Brandt Berg (1886–1968) fue una evangelizadora estadounidense. En el portal http://virginiabrandtberg.org/ hay más información sobre su vida y su obra. ■
Quiero andar cerca de Ti. Junto a Ti quiero vivir. Aunque débil soy, Señor, Tu poder me da valor. Satisfecho yo estaré si Tú estás junto a mí, junto a mí. Canción góspel tradicional 1 La divina Escritura es un festín de sabiduría. Cada libro es uno de los diversos platos. San Ambrosio (c. 339–397) 9
Consejos de lectura Dennis Edwards
«¿Por dónde comienzo?» es probablemente la
pregunta más frecuente que se hacen las personas que deciden empezar a leer la Biblia. Recuerdo mis primeros intentos cuando era joven. Comencé por el principio, pero no llegué muy lejos. A la altura de Levítico —un libro atestado de leyes antiguas— había perdido todo interés. Más tarde, cuando empecé a cultivar una relación personal con Jesús, descubrí que estaba en mejor situación para entender lo que leía. Pablo dice: «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente»1. Una vez que uno conoce personalmente al autor, el libro resulta más interesante. Disfruto leyendo con frecuencia los Salmos. Muchos de ellos son auténticas oraciones que pueden ayudarnos a expresar nuestras propias peticiones. A veces comienzan con clamores angustiados y desesperados, pero 1. 1 Corintios 2:14 2. Salmo 119:18 10
normalmente terminan con gratitud y alabanza. Hay 150 salmos. Si se leen 5 al día, en un mes se han leído todos. En el libro de los Proverbios hay 31 capítulos, lo cual es estupendo para leer uno al día durante un mes. Siempre es grato y fácil leer los Evangelios. Yo los releo varias veces al año y encuentro que son lo mejor que hay para cultivar una estrecha relación con el Señor y mantenerme en el buen camino. Otro consejo que viene a cuento es pedirle a Dios que te ayude a entender lo que lees y qué quiere que aprendas de ello. Yo suelo invocar el versículo «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley»2. Cuando me topo con un pasaje que no entiendo, lo estudio más a fondo o lo dejo sobre el estante de la fe para otro momento. Leer la Biblia nunca es un ejercicio inútil. Es alimento para el alma y nos da fuerzas para librar las batallas de la vida. Dennis Edwar ds es docente jubilado. Tr abaja en una ONG portuguesa que proporciona útiles didácticos a familias de escasos r ecursos y niños en centros de acogida. ■
ESTÁ TODO BIEN Eldora Sichrovsky
Esas fueron las palabras que pronunció una mujer hace
casi 3.000 años cuando su único hijo acababa de morir en sus brazos. Horas antes el muchacho se había quejado de que le dolía la cabeza después de regresar de los campos donde había estado cosechando junto a su padre. Ella lo sentó en su falda y trató de bajarle la fiebre que le sintió en la frente. Sin embargo, al mediodía el muchacho ya había fallecido. Su hijo era la luz de sus ojos. No hay palabras que puedan describir con acierto el shock, el dolor y la sensación de pérdida que debió de abatirse sobre ella. De ahí que su reacción fuera tan extraordinaria. Por lo visto la mujer partió hacia el monte Carmelo, donde sabía que encontraría al profeta Eliseo, sin siquiera comunicarle a su marido la muerte del pequeño. Él se sorprendió 1. El relato completo se encuentra en 2 Reyes 4:18–35
y le preguntó para qué quería ir. Ella, escueta y confiadamente, le respondió: —Está todo bien. Desde lo alto de la montaña, Eliseo vio que la mujer se aproximaba velozmente y envió a su siervo, Guejazí, a preguntarle cómo estaban todos. Ella le respondió lo mismo que a su marido: —Está todo bien. Al llegar donde Eliseo, se arrojó a sus pies y exclamó: —¿Acaso te pedí un hijo, señor? ¿No te dije que no me dieras falsas esperanzas? Eliseo entendió enseguida lo que la mujer quería decir: Varios años antes, en gratitud por la hospitalidad y generosidad que ella le había mostrado, él había profetizado que ella daría a luz un hijo. Posteriormente Dios había cumplido esa promesa. Ese era el hijo que acababa de morir. Eliseo se sintió profundamente conmovido por la fe de la mujer que había ido a pedirle ayuda en
su angustia. Fue a la casa de ella, entró a la habitación donde estaba el muchacho, cerró la puerta y rezó con toda el alma. Al cabo de un rato el chico estornudó siete veces y abrió los ojos1. Aunque nunca me he visto en una situación tan extrema como esa mujer, últimamente me he topado con retos y problemas que me agarraron completamente por sorpresa. Toda mi vida se estaba desbaratando. La próxima vez que tenga el impulso de alarmarme y entrar en pánico, ojalá recuerde que en medio de una incertidumbre aterradora esa mujer se aferró a lo que con toda certeza consideraba inmutable: la fidelidad de Dios. Encomendó a su hijo al Altísimo y confió en que Él haría redundar todo en bien. Su fe incluso le permitió anticiparse al milagro y afirmar: «Está todo bien». Eldora Sichrovsky vive con su familia en Taiwán. Participa en labores misioneras. ■ 11
Gabriel García V.
TARJETA BLOQUEADA LA
Hace poco, después de comprar
un pasaje con tarjeta de crédito, nos llevamos la ingrata sorpresa de que la compañía aérea nos había cobrado la tarifa dos veces. Contactamos a la aerolínea para que enmendaran el error y así evitar el sobrecargo y los intereses que lleva aparejados. Luego de tres llamadas telefónicas infructuosas en las que nos atendieron auxiliares de la empresa, siempre a distancia y con mala conexión, nos invadió una enojosa sensación de impotencia. Ya con el ánimo por el suelo, consultamos con nuestro banco y decidimos bloquear la tarjeta de crédito hasta que se solucionase el impasse. Resultó ser un acto precipitado, pues luego que mi esposa leyera con cuidado el procedimiento que la compañía solicita seguir en esos casos, enviamos un e-mail
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explicando en detalle lo sucedido y a los pocos días una empleada nos contestó amablemente notificándonos que el dinero por cobro indebido nos sería repuesto en breve en nuestra cuenta. El bloqueo de la tarjeta requirió una serie de engorrosos trámites de desactivación y activación, rellenado de formularios, visitas al banco, etc. que nos hubiésemos ahorrado de no haber actuado con el arrebato con que lo hicimos. A veces nos lanzamos atropelladamente a resolver algún asunto sin dejar tiempo para que el Señor obre o para que las cosas sigan su curso. Cuando nos sentimos impulsados a atacar un problema es recomendable que nos tomemos un rato de comunión con el Señor; en lugar de intervenir nosotros, podemos orar por una solución y sintonizar con el
Cielo para ver si nos ofrece alguna indicación. La Biblia nos insta a obrar en el Espíritu en vez de actuar con nuestras propias fuerzas. Salir disparados como una bala para ganar los 100 metros planos está bien para atletas como el jamaiquino Usain Bolt; aun así, hasta el mismo Bolt se ha precipitado alguna vez en la salida y ha terminado descalificado. Mi conclusión es que es más sabio lentificar las cosas, dejar que Dios obre, dar tiempo al tiempo y actuar con reflexión. La próxima vez que me vea impulsado a actuar precipitadamente esperaré en Dios a ver qué aconseja. Gabriel García Valdivieso es director de la revista Conéctate. Vive en Chile y está afiliado a La Familia Internacional. ■
Reflexiones
El
vínculo
fe Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en Ti; a todos los que concentran en Ti sus pensamientos. Isaías 26:3 (ntv)
Dios, enséñame paciencia para ir despacio por la vida. Enséñame a esperar en Ti cuando me siento perdida. Enséñame a controlarme cuando las cosas salen mal, para que no me altere aunque lo hagan los demás. Enséñame a imponer silencio a mi inquieto corazón para oír bien Tu respuesta, Tu sabia solución. Enséñame a desapegarme y en la oración perseverar hasta que mi alma se sosiegue y aprenda Tu voluntad. Helen Steiner Rice (1900–1981) 1. Juan 14:27 2. V. Marcos 4:35–41 3. Filipenses 4:6,7 4. V. Hechos 16:22–26 5. V. Proverbios 3:5
y la
entre la
paz
Jesús nos promete paz. «La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo»1. Así como Él calmó el mar tempestuoso cuando Sus discípulos pensaban que la barca se iba a hundir y que se ahogarían2, es capaz de aplacar las tempestades de nuestra vida y darnos una paz interior que sobrepase todo entendimiento3. Lo hizo por Pablo y Silas cuando los azotaron y encarcelaron. En vez de desesperarse, cantaron alabanzas a Dios, ¡y de un momento a otro fueron milagrosamente liberados!4 A medida que aprendas a confiar en el Señor de todo corazón5, descubrirás que Él puede infundirte perfecta paz, cualesquiera que sean las circunstancias. Rafael Holding
La confianza no surge de la nada. En la infancia aprendemos a confiar en nuestros padres porque sentimos su amor y nos beneficiamos de sus cuidados y de su concepción madura de la vida. Confiamos en los amigos que nos han apoyado en las buenas y en las malas. Confiamos en los socios comerciales que consideramos honrados y responsables. En resumidas cuentas, confiamos en una persona por las experiencias que hemos tenido con ella. Lo mismo sucede con Dios. Cuanto más le abrimos nuestro corazón, más sentimos Su amor y las atenciones que nos prodiga. Cuanto más estudiamos la Biblia y otros textos basados en ella, mejor entendemos la vida y más apreciamos la sabiduría y la bondad de Dios. Cuanto más ponemos a prueba Sus promesas, más fe adquirimos en ellas. Cuanto más le encomendamos nuestros problemas, más aprendemos a depender de Él para que los resuelva. Cuanto más profundamente llegamos a conocerlo, más confiamos en Él; y cuanto más confiamos en Él, mayor paz interior tenemos. Keith Phillips ■ 13
Misty Kay
u e s q e c u o q n n a P crema
Mis hijos de nueve y diez años vinieron una vez más a presentarme sus quejas. —¡Mamá, Chalsey está tomando todos los Lego! —¡Davin siempre se guarda las mejores piezas! Kristy, la de cinco años, lloraba: —¡No vale! Yo quiero armar un avión, pero ellos no quieren. Toda la tarde había sido lo mismo, una cosa tras otra. Por muchos juguetes que tuvieran, no había forma de que la pasaran bien. Elevé una breve oración y le pedí al Señor algo que nos ayudara a ilustrar y atacar el problema. —¿A quién le gustan los panqueques a secas, sin nada encima? —pregunté. Los niños se quedaron helados, sorprendidos por el repentino cambio de tema. —¿A quién le gustan los panqueques sin ninguna crema ni mermelada, panqueques que se te atoran en la garganta? —¡A mí no! —exclamaron al unísono. 14
—De acuerdo. O sea que ayer, cuando me pidieron panqueques, no querían panqueques a secas. Querían panqueques con crema. Había sido el Día del Padre. Lo celebramos desayunando unos panqueques calientes bañados en crema de chocolate blanco. —Igual que sucede con los panqueques, cuando ustedes me dicen que quieren jugar con sus juguetes, no solo quieren juguetes. Así como la crema hizo que los panqueques quedaran exquisitos, la amistad entre ustedes es lo que hace entretenidos los juegos. Por más que tengan todas las piezas Lego que quieran, el juego puede resultar aburrido. Lo interesante es jugar juntos. Así es como se disfruta de verdad. Los panqueques se sirven con crema. Los niños entendieron perfectamente la comparación y, como por arte de magia, decidieron jugar juntos. Aunque el mal tiempo nos obligó a quedarnos en casa varios días, nadie se molestó. Cuando se caldeaban los ánimos, les decía:
—Los panqueques necesitan más crema. Al masticar eso más tarde me di cuenta de que aquella enseñanza no era solamente para mis hijos. A veces me esfuerzo mucho por alcanzar las metas que me he propuesto y veo todo lo demás como una distracción. Quiero hacer rendir al máximo mis horas de trabajo y no tener interrupciones. Pero después me pregunto por qué me resulta todo tan árido y por qué lo disfruto tan poco. Si tú también te das cuenta de que estás hasta el tope de preocupaciones, estrés y trabajo y más trabajo, si sientes que perdiste la chispa, si lo encuentras todo un poco insulso, quizá te hace falta cubrir esa jornada con una buena capa de crema.
Misty K ay es escr itor a. Ha padecido cáncer y fibromialgia. Junto con su esposo y sus cuatro hijos ha dedicado años de su vida a labor es voluntar ias en países de Asia. ■
L a fe flota Momentos de sosiego Abi May
«Tener fe es entregarse confiadamente al agua. Al nadar no nos agarramos al agua; si lo hiciéramos nos hundiríamos y nos ahogaríamos. En cambio, nos relajamos y flotamos». Alan Watts (1915–1973) —2—
No es desafortunado comparar la natación con nuestra
relación con Dios. Al nadar estamos rodeados de agua. Es el elemento en que nos movemos y sobrevivimos. «En Él vivimos, y nos movemos, y somos», proclamó Pablo1. La instructora de natación Jane Greene Pettersson escribió en un blog: «Dar clases de natación me ha enseñado mucho acerca del miedo. El miedo nos protege, pero también nos impide avanzar. Si estás asustado y tratas de agarrarte 1. Hechos 17:28 2. http://www.theguardian.com/ lifeandstyle/the-swimming-blog/ 2014/jan/02/ learning-to-swim-fear-of-swimming 3. Juan 8:36 (nvi)
al agua, no puedes nadar. Uno aprende a nadar abandonándose y confiando en que el agua lo sostendrá»2. De igual modo, abandonarse en manos de Dios y confiar en Él no siempre es algo que nos nazca espontáneamente. A algunos les resulta más fácil que a otros. Puede incluso ser un tanto desconcertante. Sin embargo, se trata de una faceta esencial de nuestra relación con Él. Los nadadores se zambullen en el agua sabiendo que en ese medio son capaces de hacer cosas que no se pueden hacer en tierra. Flotan, dan volteretas, se sumergen mucho, se impulsan hacia la superficie, se deslizan rápidamente hacia adelante... De igual manera, una persona de fe sostenida por Dios e inmersa en Su amor se siente capaz de orientar su vida y progresar de maneras que no serían posibles sin Su apoyo. Con frecuencia, los buenos nadadores se sienten más a gusto en el agua. Liberados del peso que sienten cuando están con los pies sobre la tierra, disfrutan de un estado
cercano a la ingravidez. Cuando confiamos en Dios somos más libres, no nos pesan tanto los afanes de la vida cotidiana, pues permitimos que Él nos mantenga a flote. «Si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres»3. En todo caso, no te desanimes si no eres buen nadador o ni siquiera sabes nadar. No todo el mundo sabe. Sin embargo, todos podemos ser personas de fe. La fe no tiene nada que ver con nuestras habilidades o nuestra fortaleza; en realidad no tiene nada que ver con ninguna virtud que poseamos. Se trata de una mirada hacia afuera, no hacia adentro. Es fijar la vista en Dios, que siempre está presto a sostenernos. Mi buen Dios, ayúdame a confiar en que Tú me sostendrás. Dame fe en que serás mi apoyo en medio de los avatares de la vida. Abi May es docente, escritor a y promotor a de salud. Vive en el R eino Unido. ■ 15
De Jesús, con cariño
Nunca estás a solas
Eres una persona muy valiosa para Mí. Tengo contados cada uno de tus cabellos. Conozco tu corazón y tus muchos pensamientos. Quiero que sepas que estoy a tu lado, sujetando tu mano. Soy tu pronto auxilio en las tribulaciones. No pienses nunca que no tienes a nadie, pues Mi presencia siempre te acompaña y Mi Espíritu te ayuda. Ven a Mí. Deja de lado tus inquietudes y preocupaciones. Mi amor por ti es inconmensurable, inacabable, ilimitado, eterno. Tenlo presente. Mantén la mirada fija en Mí y en Mi amor. Tranquilízate sabiendo que siempre estoy contigo, sosteniendo tu mano derecha. Pasa ratos conmigo y te renovarás, te fortalecerás y te llenarás de inspiración. Cercano estoy a los quebrantados de corazón, y salvo a los de espíritu destrozado1. Confía en el amor que albergo por ti. No mires las olas. No te fijes en los obstáculos con que te topas, los cuales te pueden desalentar, frenar y hasta inmovilizar por completo. Sigue mirando hacia adelante. Mantén los ojos puestos en Mí, pues nunca te defraudaré, nunca te decepcionaré. Deja que tu corazón se colme de Mi amor, Mi gozo y Mi paz. Me perteneces para siempre. Nada te separará de Mi amor. 1. V. Salmo 34:18