Conéctate, número de noviembre de 2015: Sobreponerse a las dificultades

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

MI REFUGIO Cuando hay tormenta

La vida es una montaña Vale la pena subir

¿Mucha presión? Traspásasela a Dios


Año 16, número 11

A NUEST ROS AMI GOS Tiemp os dif íc il e s En los últimos años he vivido momentos de zozobra, tanto por las angustias y penalidades de algunos amigos y seres queridos como por mis propias inseguridades y luchas internas. Malas rachas las tenemos todos. Tal vez tú mismo has sufrido recientemente un quebranto emocional o de salud, o algún revés. Quizá perdiste a un amigo cercano o te quedaste sin trabajo. Tanto infortunio quizá te dejó KO y no concibes cómo vas a lograr levantarte de nuevo. La vida no te da respiro. Pero recuerda que, a pesar de los pesares, no estás solo. El propio Jesús vivió momentos de indescriptible dolor. Llegó incluso a preguntarle a Su Padre si era necesario que se sometiera a juicio y fuera ejecutado1. A veces nuestras penalidades son tan intensas y abrumadoras que nos paralizan. Cuando nos sentimos aprisionados por el temor o la angustia, incapaces de dar un solo paso hacia la recuperación, no hay mejor auxilio que el de un guía, alguien o algo que nos infunda esperanza y nos ilumine el camino que conduce a la sanación. Puede ser un amigo, un libro motivacional, una página web enriquecedora, una canción reconfortante o —aún mejor— el propio Dios. Por agrias que sean las circunstancias en las que nos encontramos, podemos tener la tranquilidad de que Dios siempre permanece fiel2. Si estás pasando por una situación complicada o angustiosa, o sabes de alguien que está agobiado por las preocupaciones, verás que este número de Conéctate es un buen reconstituyente. Así como Dios me ha ayudado a superar mis reveses, sin lugar a dudas te ayudará también a ti en tus dificultades. Su Palabra promete: «El Señor oye a los Suyos cuando claman a Él por ayuda; los rescata de todas sus dificultades»3. Gabriel García V. Director

1. V. Mateo 26:39 2. V. 2 Tesalonicenses 3:3 3. Salmo 34:7 (ntv) 2

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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2015 Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


las

CAVERNaS Joyce Suttin

Para el cumpleaños número doce de mi hijo, él

quiso ir a explorar unas cavernas subterráneas cerca de nuestra casa. Yo no estaba muy entusiasmada con la idea; pero a pesar de mis esfuerzos por proponerle una alternativa interesante, no hubo forma de disuadirlo. Así, en un día de calor agobiante, mi cuñada y yo decidimos ir con nuestros tres chicos. Mi corazón latía con fuerza cuando entramos a aquella enorme cueva. Me llevé enseguida una sorpresa al ver caminitos de suave pendiente, limpios y bien iluminados. Al ir descendiendo, me dio la impresión de que alguien había encendido el aire acondicionado. Conforme íbamos leyendo los letreros y estudiando las formaciones de rocas y cristales, comenzamos a ver las piedras desde un prisma totalmente diferente. Lo que podría haber resultado inescrutable en la

1. V. 1 Juan 1:5

oscuridad, resplandecía esplendorosamente bajo las luces de colores. Nos pasamos horas bajo tierra y regresamos a la superficie con una renovada estima de las maravillas de la creación divina y la imponente belleza de las cosas ocultas. En aquel momento, espiritualmente hablando, me encontraba perdida en una cueva. Mi mundo estaba patas arriba, y me sentía distante de todo lo que había conocido. Además me parecía que estaba aislada, y no tenía un propósito claro. Sin embargo, unas pocas horas en aquellas cavernas me ayudaron a verlo todo desde una nueva perspectiva. Algo que recordé es que Dios es luz, y en Él no hay oscuridad1. Aun en un lugar que podría resultar aterrador, Su luz se hace presente para guiarme paso a paso e impedir que caiga. No solo me protege, sino que me ayuda a ver el encanto que hay a mi alrededor. Mi vida está llena de luz si permanezco en Su presencia.

A veces los caminos de Dios nos llevan a lugares sombríos. Tardamos en acostumbrarnos a los cambios y ver las cosas como son. Pero aun en la oscuridad hay crecimiento, belleza y orden. Me di cuenta de que, al igual que mi hijo cuando exploraba las cuevas aquel día, debo tener ganas de divertirme y ansia de aventura. También agradecí la labor de los que me habían precedido. Alguien había descendido en la oscuridad y se había esforzado por eliminar peligros colocando luces y letreros. Me di cuenta de que necesitaba dedicar más tiempo a leer textos devocionales de personas que entendieran la situación en que me encontraba, que pudieran enseñarme profundos principios de la fe e infundirme ánimo para que no deje de confiar en la amorosa mano de Dios y en la orientación que me proporciona. Joyce Suttin es maestr a y escr itor a. Vive en San A ntonio (EE . UU.). ■ 3


¿MUCHA

PRESIÓN? Adaptación de un artículo de María Fontaine

Seguramente ha habido momentos en que te sentiste

exprimido hasta la última gota, en que no te quedaba ni pizca de energía o fuerza de voluntad. El mismo apóstol Pablo admitió haber estado tan abrumado que perdió «la esperanza de conservar la vida»1. No me cabe duda de que en algún momento muchos hemos estado así de desmoralizados, hasta el punto de que ni siquiera teníamos ganas de levantarnos por la

1. V. 2 Corintios 1:8 2. Hechos 20:24 (blph) 3. V. 2 Corintios 4:8 4. 1 Corintios 15:58 (nvi) 5. V. Salmo 62:6 6. V. Salmo 46:1; 18:1,2; 121:1 7. Isaías 50:7 (nblh) 8. Jeremías 31:3; Isaías 54:10 (ntv); Hebreos 13:5 9. V. Santiago 4:8 4

mañana para no tener que hacer frente a otro día. Quizá te sientes así en este instante. Quizá llevas ya tiempo en una situación parecida. Pero aquí está el detalle: Pablo, a pesar de sus dificultades y tribulaciones, tanto en forma de persecuciones externas como de dudas, desesperación y abatimiento interno, aguantó y perseveró. Dijo: «Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Solo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado Su favor»2. Eso es algo que conviene que recordemos: «Pase lo que pase, voy a persistir. No voy a dejar que nada me aparte de la senda que Dios me ha trazado en la vida». Esa determinación fue lo que impulsó a Pablo, de modo que aunque estuviera en apuros, no desesperaba 3.

«Manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano»4. ¿Cómo podemos ser inconmovibles? Aferrándonos a la Roca: Jesús5. Todo lo demás es inestable y puede ser arrastrado por las olas de la vida cuando nos zarandean. ¡Lo único que se mantiene firme y no se mueve ni un ápice es Jesús! Por otra parte, no te preocupes si te consideras débil y te parece que tienes poco aguante. No hace falta que seas fuerte por ti mismo. Tu fortaleza proviene del Señor6. Basta con que concilies tu voluntad con la de Él y quieras aguantar. Él entonces te dará las fuerzas que necesitas aunque te parezca que ya no puedes más. Lo que sí tienes que hacer es tomar la resolución de seguir al


La próxima vez que te suceda algo aparentemente malo, busca en ello lo divino. Procura descubrir lo sublime en los acontecimientos prosaicos del diario existir. Busca la chispa, busca la luz. Leigh Hershkovich El cielo nublado no siempre es presagio de lluvia; tampoco las dificultades son siempre presagio de derrota. Kevin McKoy

Señor cueste lo que cueste. Como dijo Isaías: «El Señor Dios me ayuda, por eso no soy humillado, por eso he puesto Mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado»7. En ese momento debía de estar pasándolas negras; sin embargo, resolvió aguantar contra viento y marea. Si haces eso mismo, tampoco tú quedarás avergonzado. Al vernos agobiados por problemas es natural que nos preguntemos por qué es así. Entre otras cosas tenemos problemas porque la vida en sí es una lucha constante. Estemos donde estemos, seamos quienes seamos, cualquiera que sea nuestro trabajo, la vida —es decir, nuestra existencia humana en este mundo— trae consigo innumerables complicaciones, y no hay más vueltas que darle. Por extraño que parezca, tal es el plan de Dios.

A veces pensamos: «¿Cómo voy a lidiar con esto? ¡Es demasiado para mí!» Pues podemos hallar consuelo en el hecho de que el Señor lo ha permitido; forma parte de Sus designios para nosotros. A veces nos deja ver la montaña que se alza delante para que, agotados nuestros recursos, reconozcamos que sin Su ayuda no podemos seguir. Si los problemas fueran menos graves y viéramos la posibilidad de resolverlos nosotros mismos, tendríamos la tentación de intentarlo. Es propio de la naturaleza humana. En cambio, cuando las cosas se ponen muy cuesta arriba y los problemas son enormes, suele llegar un momento en que verdaderamente se lo encomendamos todo a Él. Independientemente de cómo nos sintamos, si amamos al Señor, andamos por fe y hacemos lo que

manda Su Palabra, podemos estar seguros de que nuestra relación con Él es firme. Y desde luego sabemos que el amor que Él alberga por nosotros es constante, inamovible. Dice: «Con amor eterno te he amado. Las montañas podrán moverse y las colinas desaparecer, pero aun así Mi fiel amor por ti permanecerá. No te desampararé ni te dejaré»8. Así pues, por más que nos sintamos presionados al máximo, no estamos abandonados. El amor de Dios nos acompaña permanentemente. Si te acercas a Dios, Él se acercará a ti9. ¡Un pensamiento reconfortante! M ar ía Fontaine dir ige junta mente con su esposo, Peter A mster da m, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■ 5


NO HAY

OBSTÁCULO INSALVABLE Iris Richard

Las voces se oían asordinadas

cuando comencé a despertarme lentamente de la anestesia tras la intervención quirúrgica que me habían hecho en la espalda. Escuché entonces el pronóstico sombrío del médico: «Es posible que no pueda llevar una vida normal, y de ninguna manera podrá tener hijos con una desviación tan grave de la columna». Otro agregó: «Puede que a los 30 años tenga que andar en silla de ruedas si la escoliosis sigue avanzando a este ritmo». Cuando llegué a casa aquel día me encerré en mi cuarto y me quedé horas sentada, mirando fijamente por la ventana el cielo gris, encapotado, con el rostro bañado en lágrimas. No podía pensar en otra cosa que en la posibilidad de pasarme la vida en una silla de ruedas. Tenía doce años cuando me diagnosticaron una escoliosis severa

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en tres puntos de la columna. Al diagnóstico siguieron innumerables consultas médicas y visitas al hospital. La desviación se agravó rápidamente. Para ralentizar el proceso empecé a dormir en un molde de yeso, y durante el día me ponía un grueso corsé de plástico. Perdí la alegría de vivir y me volví tímida, introvertida, pues temía que se me notara la deformación de la columna. Me ponía ropa suelta para tratar de ocultar la pequeña joroba que se me había formado en el lado derecho de la espalda a causa de la curvatura de la columna. A pesar de mi desesperación, una voz interior me animaba a no darme por vencida. Después de meses de fisioterapia intensiva, la escoliosis dejó de agravarse. Con el tiempo se afianzó mi fe en Dios y tomé conciencia de que la oración aumentaba mis posibilidades de alcanzar las metas que me había

propuesto, aun con las dificultades que me causaba aquel trastorno crónico. Dios me llevó a conocer a personas extraordinarias, entre ellas una excelente terapeuta que me atendió durante años, y amigas que me asistieron en mis siete partos. Aprendí a vivir positivamente con esta anomalía física y hasta conseguí mejorar mi estado de salud. Afortunadamente el pronóstico de que iba a quedar confinada en una silla de ruedas no se hizo realidad, y la escoliosis no ha empeorado. Hoy, casi 50 años después, estoy agradecida por los obstáculos que aprendí a superar. La oración me permitió triunfar sobre derrotas que parecían poner en peligro mi vida. Ir is R ichar d es consejer a. Vive en K enia, donde ha participado activa mente en labor es comunitar ias y de voluntar iado desde 1995. ■


P INTAR UN ARCO IRIS EN LA MÁS NEGRA T EMPESTAD Elsa Sichrovsky

Oí hablar por primera vez de Fu-Hua Chuang cuando vi

un documental con mi familia acerca de jóvenes con graves discapacidades pero mucho talento. Me llamó la atención su radiante sonrisa, que parecía iluminar todo su ser y reflejaba la belleza interior de su alma. En 1994 Fu-Hua era una chica taiwanesa vivaz y con un futuro promisorio. Era la más estudiosa de su clase y soñaba con llegar a ser pintora. Pero ocurrió una tragedia cuando la casa en la que vivía con su familia se incendió. Aunque todos sobrevivieron, Fu-Hua entró en coma a causa de los humos que había inhalado. Cuando recobró la conciencia se comprobó que los gases tóxicos habían alterado drásticamente su vida, ya que había quedado ciega, muda y paralizada del cuello para abajo. Aparte de poder mover la cabeza y el cuello, la única otra facultad física que conservaba era el oído. Con el paso del tiempo, sus amigos y compañeros de colegio se olvidaron de ella. Fu-Hua cayó en una profunda depresión que desembocó en una

espiral de pensamientos suicidas. ¿Qué atractivo podía tener para ella vivir confinada en una silla de ruedas, totalmente dependiente de que su madre la vistiera, le diera de comer y la ayudara con las necesidades fisiológicas más elementales? Lo que logró perforar su muro de angustia fue un programa de televisión cristiano que la alentó a depositar su confianza en Dios. Al crecer su fe, también aumentaron sus esperanzas; y de ellas surgieron tres sueños: ir a la universidad, convertirse en escritora y propagar amor por cada rincón del orbe. Entre sesiones de fisioterapia, Fu-Hua escuchó más de 300 audiolibros, que la ayudaron a adquirir competencia académica y obtener su título de secundaria. Su profesora luego la ayudó a ingresar en la universidad, donde cursa estudios de grado. Mediante un laborioso proceso de comunicarse en código morse moviendo la cabeza, Fu-Hua ha escrito también más de 300 poemas que expresan con optimismo sus luchas, su fe y sus experiencias. Empleando el mismo método,

también ha dado charlas motivacionales en colegios de enseñanza media de todo Taiwán y China. A través de sus charlas ha llevado a miles de personas un mensaje de amor y esperanza de parte de Dios. Sus ilusiones se están materializando. Fu-Hua tenía sobradas razones para poner fin a su vida. Sin embargo, no solo optó por vivir, sino que se impuso la misión de infundir ánimo a los demás. Aunque su vida siempre estará signada por el dolor, las dificultades y las exigencias inherentes a su condición física, Fu-Hua afirma: «La vida es como un sendero. A veces encontramos sufrimiento, fracasos y pesares; pero si tenemos fe, el futuro siempre será radiante». Elsa Sichrovsky es estudiante de secundaria. R ealiza labores misioner as junto con su familia en Taiwán. Encontr ar ás más detalles sobre la vida de Fu-Hua en este artículo: w w w.wantchinatimes.com/ news-subclass-cnt.aspx?id=201 11211000026&cid=1603. ■ 7


La vida es una

montA ñ A Anna Perlini

El otro día unos amigos me invitaron a subir a una montaña. Pensé que no sería una caminata muy larga. Estacionamos el auto y echamos una mirada a la cumbre. Reunimos los diversos implementos y comenzamos a ponernos las botas y a empacar las mochilas. «No parece tan lejana la cima, no será difícil. ¡Qué bueno!», pensé. Durante el invierno me había lastimado la rodilla, por lo que no me sentía muy en forma. De todas maneras, me imaginaba que no sería muy complicado. Iniciamos la ascensión por un sendero, y al poco rato me empezaron a doler las piernas. Me faltaba el aire; no obstante, tenía la esperanza de que la caminata fuera breve. Luego el sendero se volvió más rocoso y sinuoso. Todo el entorno era boscoso, con árboles muy altos que no nos dejaban ver nada. Por el tiempo que había transcurrido, tenía la certeza de que habíamos avanzado bastante; pero hasta que no salimos del bosque y nos detuvimos en un lindísimo mirador no pudimos apreciar cuánto habíamos avanzado y cuánto nos faltaba recorrer para llegar a la cima. Esos minutos en los que admiramos la maravillosa vista de un lago que quedaba más abajo, nos tomamos una foto y bebimos un poco de 1. Proverbios 25:11 (nvi) 2. http://www.perunmondomigliore.org/

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agua, nos dieron renovados ánimos y la sensación de que estábamos haciendo progresos, pese a que la cumbre aún se veía muy lejana. A partir de ahí el sendero se hizo muy empinado. Entonces sí que me entró un poco de pánico. El cielo se había ido llenando de nubes negras, y sentimos caer las primeras gotas, que hicieron muy resbalosas las rocas. Nos encontramos con otros alpinistas, unos con experiencia, otros novatos. El estado variable del tiempo nos puso a todos un poco nerviosos. La lluvia no duró mucho, pero las nubes no se despejaron. No era una subida fácil, pero el paisaje se hacía cada vez más intrigante y majestuoso. La vista hacía que el esfuerzo valiera la pena. Llegamos a un tramo particularmente complicado, y un amigo con más experiencia que yo me susurró al oído: «Lo estás haciendo bien, ¿sabes? A otros se les está haciendo mucho más difícil». Esas pocas palabras calaron hondo en mí: me ayudaron a no pensar en mí misma y en mi batalla personal. Miré a una chica que subía por primera vez a una montaña y que se notaba preocupada. Avanzaba a paso lento con la ayuda de su amiga. Le sonreí y le dije unas palabras. ¡Cuánto ayuda un poco de aliento! «Como naranjas de oro con incrustaciones de plata son las palabras dichas a tiempo»1. Finalmente coronamos la cima. Alcanzar la cumbre es siempre muy emocionante, independientemente de lo difícil que haya sido el ascenso. Esta vez, no obstante, me embargó una sensación de paz impresionante que me llevó a las lágrimas. Pude ver el sendero que nos había conducido a la cima. Habíamos tenido que dar muchas vueltas para llegar, las cuales realzaron el recorrido. No lo facilitaron, pero lo hicieron más interesante y emocionante. Cuando regresamos al auto no pude evitar reflexionar sobre algunos de los acontecimientos de mi vida. Cuando uno se encuentra en lo más espeso del bosque y en una dura brega cuesta arriba, por lo general es difícil encontrarles sentido a las cosas o entender lo que está pasando, o incluso sacar fuerzas y convicción para seguir adelante. Uno solo es consciente del sudor, del esfuerzo y del cansancio. En esos momentos es muy fácil y hasta comprensible que nos demos por vencidos y nos echemos atrás. Para ser franca, a veces he estado a punto de hacerlo. Si he persistido ha sido gracias a Jesús y Su Palabra, y al ánimo y el apoyo que amigos muy queridos me han proporcionado a lo largo del trayecto. A nna Per lini es cofundador a de Per un Mondo Miglior e 2 , organización humanitar ia que desde 1995 lleva a cabo labor es en los Balcanes. ■

CON LA CARA AL VIENTO Cuando un ave vuela por el puro placer de volar, lo hace en el mismo sentido que el viento. Cuando se ve en peligro, se da la vuelta y se pone cara al viento para elevarse. Corrie ten Boom (1892–1983) Cada experiencia en que plantamos cara a nuestros temores nos infunde fuerzas, valor y seguridad. Debemos hacer lo que nos sentimos incapaces de hacer. Eleanor Roosevelt (1884–1962) Las cosas que procuramos evitar y a las que tanto nos resistimos —las tribulaciones, el sufrimiento, las persecuciones— son justamente las que producen en nosotros abundante alegría. Las mismas olas enormes que aterran a un nadador promedio le resultan tremendamente emocionantes al surfista que se ha deslizado sobre ellas. «Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» en todas estas cosas; no a pesar de ellas, sino en medio de ellas. Un santo no llega a conocer el gozo del Señor a pesar de las tribulaciones, sino a raíz de ellas. Oswald Chambers (1874–1917) ■ 9


Mi

RECURSO SECRETO

Las personas más fuertes —las que ríen con más ganas y exhiben una sonrisa franca— son las que han librado las batallas más duras. Al decidir que no van a dejar que nada las detenga le demuestran al mundo quién manda. Anónimo

Rosane Pereira

Existe una antigua fábula

acerca de dos vecinos que plantaron huertas similares. Uno regó sus arbolitos todos los días; el otro, más esporádicamente, cada varios días. Cuando llegó la estación seca, los árboles del primero se marchitaron; los del segundo, en cambio, siguieron creciendo. Como no habían tenido riego con tanta frecuencia, sus raíces habían crecido mucho hacia abajo en busca del agua de las capas freáticas. Recuerdo cuando yo tuve que cavar bien hondo en busca de aguas ocultas. Vivía con mi familia en una ciudad en la frontera entre Brasil y Argentina. Nos iba bien y acabábamos de mudarnos a una linda casa con un jardín que habíamos convertido en canchita de fútbol 1. V. Hebreos 13:5 2. (ntv) 10

para nuestros chicos. De golpe mi marido sufrió un derrame cerebral y falleció después de tres semanas en una unidad de cuidados intensivos. Parecía que mi mundo se venía abajo. Los sentimientos que le sobrevienen a uno al perder a alguien tan cercano solo los entiende quien ha vivido esa experiencia. Era como si me faltara un brazo o una pierna. Soñaba con frecuencia que él todavía estaba. A veces veía a alguien en la calle y por un fugaz momento me parecía que era él. Pero claro está, no era. Jesús lo había llamado a casa. Lo que me ayudó a seguir adelante fue mi fe en el Cielo y en que algún día volveré a estar con él. Esas aguas profundas —la convicción de que Dios no me iba a dejar ni abandonar1— me capacitaron para hacer frente a las muchas pruebas que se me presentaron.

Hoy disfruto de mis nietos y me considero tremendamente bendecida. Cuando me veo en apuros —como me sigue pasando—, recuerdo que Dios no me falló durante esa época tan difícil y me dio las fuerzas para seguir adelante. Mi recurso secreto está expresado en Filipenses 4:6,7, versículos que he puesto en la pared frente a mi escritorio: «No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús»2. Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro (Br asil). ■


e d a t o n a n U ranza espe

La primera vez que lo vi se lo notaba muy triste. Tenía

bastantes más años que yo; pero estaba asustado y angustiado, como había estado yo en los primeros días que pasé en aquella sala de hospital tan impersonal. Aunque mi cama estaba en el lado opuesto de la sala, traté de animarlo con una sonrisa. —Todo va a salir bien —le dije. Impasible, se dio la vuelta, cerró los ojos y fingió dormirse. Los hospitales son sitios extraños. Todos los pacientes están al mismo nivel; todos se enfrentan a un enemigo común: el miedo. «¿Qué me pasa? ¿Me curaré? ¿La operación tendrá éxito?» Más tarde aquel día reanudé mi tentativa de diálogo con mi compañero de sala. Yo ya llevaba dos semanas ahí y empezaba a sentirme como un veterano. —¿Por qué estás internado? —le pregunté.

Se lo veía tan abatido que casi me sentí mal de habérselo preguntado. Me respondió con voz queda: —Me iba de vacaciones. Tenía el auto en la puerta. Fui al baño por última vez antes de emprender el viaje. Entonces vi sangre... Se puso a juguetear nerviosamente con la sábana. —Ahora estoy aquí en vez de estar en Francia alojado en un hotel con mi mujer. Tengo ganas de tirarme por la ventana. En ese momento entró un médico con cara solemne y se dirigió a mi compañero: —Señor Williams, su cirugía está programada para mañana a primera hora. Cuando salió el médico, me di cuenta de que el hombre estaba sumido en la desesperación. No quería seguir conversando, y volvió a fingir que se había dormido. De repente el Espíritu de Dios me habló.

Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Sus plumas te cubrirá, y debajo de Sus alas estarás seguro. Salmo 91:3,4

«Escribe unos versículos del Salmo 91 en una tarjeta y dásela antes que vaya al quirófano». «¿Del Salmo 91? ¿Y si no cree en Ti, Señor?» «¡Hazlo sin rechistar!» Lo hice. La enfermera le entregó la tarjeta a la mañana siguiente antes de llevárselo en la camilla rodante. La operación fue exitosa. Y también la tarjeta. Cuando hablé con él al día siguiente, me dijo: —Gracias por esas hermosas palabras. Me dieron muchísima fuerza. ¿Las escribiste tú? —No —le respondí—. Las escribió Dios. Son de la Biblia. —Increíble… —farfulló. Luego, sonriendo, remató: — Tal vez debería leer ese libro yo mismo. Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■ 11


Steve Hearts

MI REFUGIO En los momentos tempestuosos de nuestra vida,

a menudo nos preocupamos tanto de buscar una vía de escape —o de rescate— que nos olvidamos completamente del mejor refugio y más seguro resguardo que puede haber. Anoche el sueño me fue absolutamente esquivo. Había sufrido una crisis de desánimo, dudas e impotencia. Estaba agitado, inquieto, en cuerpo y mente. Me costaba tomar las riendas de mis pensamientos para que no se desbocaran. Llovía bastante fuerte. Aunque físicamente me hallaba protegido —en el interior de la casa no hacía frío ni había goteras—, mi espíritu 1. La canción se puede escuchar aquí: https://www.youtube.com/ watch?v=jdVj231fPFA 2. Salmo 46:1–3 (RVR 95) 3. Salmo 57:1 (nvi) 4. Deuteronomio 33:27 (RVR 95) 12

sentía todo lo contrario. Fuera la lluvia parecía caer en sintonía con las dificultades que ya llevo tiempo soportando. En mi interior me sentía a la merced del frío y del viento, empapado hasta los huesos por la lluvia que parecía que nunca iba a cesar. La esperanza me abandonaba rápidamente, y la llama de mi fe se apagaba. Le dije al Señor que deseaba de todo corazón aguantar y ser fiel hasta el fin, pero que solo lo lograría con Su ayuda. Luego me quedé acostado en silencio unos instantes. La respuesta que recibí me tomó un poco por sorpresa. Me indicó que escuchara la canción Hiding Place, de Steven Curtis Chapman1. La puse sin muchas expectativas. Al fin y al cabo, me la sabía de memoria. Sin embargo, cada palabra era perfecta, como una taza de café caliente en un día frío y lluvioso, o como lo que se siente al entrar a un

lugar cálido después de haber estado a la intemperie en pleno invierno. Señor, no te pido que te lleves mis dificultades, pues en las tormentas aprendo a confiar más en Ti, sino que te doy gracias por la promesa que he llegado a conocer. Tu amor inagotable me rodea cuando más lo necesito. Eres mi refugio. A salvo estoy en Tus brazos, amparado de la tormenta que ruge. Cuando suben las aguas, y corremos a escondernos, Señor, en Ti encontramos refugio. Mientras sonaba la canción, el Señor me habló: «¿Estás refugiándote en Mis promesas y en el amor que tengo por ti? ¿O estás muy ocupado deseando y buscando una escapatoria?» A todas luces había estado haciendo esto último. Había esperado y orado


M I S A LVA D O R S I E M P R E PRESENTE Querido Jesús: A veces las tempestades de la vida me desbordan. Tú, sin embargo, prometiste que en Ti hallaría refugio. Ayúdame a tener más fe y tranquilidad, sabiendo que no hay un solo instante en que no esté al amparo de Tu amor. Te ruego que me perdones mis defectos, que entres en mi corazón y habites en mí para siempre.

que me rescatara de esta situación en vez de buscar refugio —como debe ser— en Su Palabra y en el amor que Él tiene por mí. No era de extrañar que me sintiera tan indefenso y vulnerable. «No es que no pueda o no quiera sacarte de esta situación —continuó el Señor—. Pero entretanto, permíteme que sea el refugio y el abrigo que prometí que sería para ti hasta que cese la tormenta». Al oír esas palabras, recordé un torrente de promesas que conozco desde que tengo uso de razón: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza»2. «A la sombra de Tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro»3.

«El eterno Dios es tu refugio y Sus brazos eternos son tu apoyo»4. Ninguna de esas promesas habla de que Dios nos vaya a rescatar de situaciones de apuro, aunque Él puede hacerlo y lo hace conforme a Su voluntad. Lo más importante es que Él es nuestro refugio cuando pasamos por pruebas y dificultades. Lo mismo ocurre cuando en una tormenta uno corre a guarecerse en el interior de un edificio: no por eso amaina la tempestad. Más bien, el edificio sirve de resguardo hasta que pasa la tormenta. Con esta nueva visión de las tormentas, ahora puedo confiar plenamente y descansar en Jesús, que es mi refugio y abrigo mientras dure la borrasca, y dejar el desenlace en Sus manos. Steve Hearts es ciego de nacimiento. Está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Jesús en Mateo 28:20 Tu viaje te ha moldeado para tu mayor bien, y ha sido exactamente lo que tenía que ser. No pienses que has perdido el tiempo. No hay atajos en la vida. Fueron necesarias todas y cada una de las situaciones que has vivido para traerte a este ahora… y este ahora ha llegado justo a tiempo. Asha Tyson Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro. Entonces su fe, al permanecer firme en tantas pruebas, les traerá mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo. 1 Pedro 1:7 (ntv) ■ 13


El

bálsamo del amor Dennis Edwards

Hace algunos años, en la

medianoche del 17 de marzo —día de San Patricio— recibí un llamado de las Bermudas, del compañero de cuarto de mi hijo de 27 años. Mi hijo estaba desaparecido y habían encontrado su ropa en una playa cercana. Mi primera reacción fue postrarme de rodillas y clamar a Dios en oración. Cuando lo hice, tuve una visión de mi hijo entrando al Cielo, donde lo recibían con alegría mis padres y otros seres queridos que ya habían fallecido. En ese mismo instante supe que no lo encontrarían vivo. Y así fue. Al cabo de cinco días su cuerpo inerte apareció en la playa. ¿Qué me sostuvo en aquellos días difíciles? ¿Cuál fue el bálsamo sanador? Naturalmente, mi relación con Dios constituyó mi mayor fuente de consuelo. No obstante, otro factor clave que intervino de forma física y tangible en mi sanación fue el

1. 2 Corintios 1:3,4 (ntv) 14

amor y el apoyo que recibí de otras personas. El día que llegué a las Bermudas, mientras hacía unas consultas en una tienda, le mencioné a la chica que trabajaba allí que yo era el padre del muchacho que se había ahogado poco antes. —Lo siento mucho —me dijo cariñosamente dándome un abrazo. En muchas otras ocasiones recibí palabras y gestos de aliento de gente desconocida. Dios promete confortarnos en nuestros momentos de tribulación. Jesús dijo que nos enviaría al Consolador, al Espíritu Santo. Él desea que recibamos consuelo. Pero si nos encerramos en nuestras penas y aflicciones, si nos guardamos el dolor, no podemos recibir el amor y el apoyo que necesitamos, y nuestro proceso de sanación se prolonga. Quizá ni termine nunca. No ocultes tus sentimientos. No sufras en silencio. Expresa tu dolor para que quienes te rodean

puedan ayudarte a aliviarlo. Dios ha dispuesto que sea así para que estrechemos los lazos entre nosotros y para que seamos el uno para el otro Sus brazos, Sus manos, Sus labios y Sus oídos. Recibir cariño y apoyo en nuestra hora de necesidad nos permite luego hacer lo propio con otras almas angustiadas o dolientes con quienes nos encontramos. «Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo. Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros»1. Dennis Edwar ds es docente r etir ado. Tr abaja en una ONG portuguesa que proporciona mater ial didáctico a fa milias de escasos r ecursos y niños r ecogidos. ■


Cuando no puedes más Momentos de sosiego Abi May

«Respóndeme pronto, oh

Señor, porque desmaya mi espíritu. […] Busco la ayuda del Señor. Espero confiadamente que Dios me salve, y con seguridad mi Dios me oirá». Salmo 143:7; Miqueas 7:7 (ntv) Cuando ya has sufrido todo un rosario de reveses o contrariedades, una aparente nimiedad puede llevarte más allá de lo que eres capaz de soportar. La tensión se ha ido acumulando gradualmente y sientes que estás a punto de derrumbarte, que no aguantas más. Pero sí aguantas, o aguantaste; de otro modo no estarías leyendo esto

1. V. Mateo 15:22–28 2. V. 1 Crónicas 16:35 3. V. Jeremías 17:14 4. V. Marcos 10:47–52 5. V. Mateo 14:30–32 6. Hechos 2:21 7. Salmo 50:15

ahora. Puede ser muy reconfortante recordar esos momentos en que sobreviviste a lo que parecían circunstancias espantosas. Leer la Biblia también puede ser muy alentador, ya que describe la vida de personas que se salvaron contra todo pronóstico. «¡Socórreme!», clamó una madre desesperada por la salud de su hija, a quien Jesús entonces sanó1. «Sálvanos, oh Dios, salvación nuestra», clamó el pueblo2, y Dios lo hizo en numerosas ocasiones. «Sáname, oh Señor», rogó el profeta Jeremías3, que a pesar de sus muchas tribulaciones —estuvo en la cárcel y aún peor— disfrutó de una vida larga y productiva. «¡Ten misericordia de mí!», clamó un ciego a Jesús cuando lo oyó pasar. Minutos más tarde recuperó la vista4.

«¡Sálvame!», fue el clamor angustioso de Simón Pedro cuando comenzó a hundirse entre las olas embravecidas. Jesús extendió la mano y lo salvó5. Pedro afirmó más tarde: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo»6. Sabía de lo que hablaba. Se había salvado en más de un sentido. Un común denominador en todos estos ejemplos es que cada persona, a su manera, le pidió a Dios que la socorriera. «Invócame en el día de la angustia», dice Dios. Y añade esta promesa: «Te libraré»7. Tal vez la mejor forma de sobrevivir a una situación límite —o para el caso, a cualquier situación penosa— es pedir auxilio. Verás que no tarda en llegar. A bi M ay es docente, escr itor a y promotor a de salud. Vive en el R eino Unido. ■ 15


De Jesús, con cariño

SÚBETE A LA ROCA «Cuando mi corazón desmayare, llévame a la roca que es más alta que yo»1. «El Señor es mi fortaleza; mi Dios es la roca poderosa donde me escondo»2. Si sientes que las circunstancias te rebasan, súbete a la Roca. Me tienes a Mí —la Roca— y puedes confiar en Mi capacidad para guardarte de todo lo que te agobia. Cuando te sientas débil por las cargas y preocupaciones que te abruman, cuando notes que la depresión se cierne sobre ti, ensombreciendo tus pensamientos y llevándote a la desesperación, súbete a la Roca y descansa en Mi gracia. Hay momentos de la vida que pueden resultar confusos. Hay ocasiones en que sientes que los acontecimientos te zarandean de un lado a otro y te invade la incertidumbre, en que no sabes lo que te deparará el futuro ni qué rumbo tomar. Es natural tener miedo en esos momentos. Lo mismo les pasó a Mis discípulos cuando estaban en una barca y de pronto vino una tormenta que levantó oleaje. Dijeron: «¡Ayúdanos, Maestro, que perecemos!»3 En efecto, tan fuerte era el temporal que se dieron por muertos. Tal vez te parezca que la turbulencia de tus emociones y la vorágine de tu vida son insoportables; mas ten presente que Yo soy el Señor de la nave. Soy capaz de aplacar los mares. Puedo protegerte en cualquier tormenta, por mucho que se prolongue. Espera a que Yo actúe. Jamás te dejaré ni te desampararé4. Te daré la ayuda y las fuerzas que te hagan falta para superar esta tumultuosa etapa. Aférrate a Mi Palabra. Ten fe en Mí mientras dure la tempestad. Recuerda que nunca te he desamparado ni te desampararé, y que puedo hacer que todo redunde en bien. Busca la luz al final del túnel. Reposa en Mí y hallarás una fortaleza que desconoces. 1. Salmo 61:2 2. Salmo 94:22 (ntv) 3. V. Lucas 8:24 4. V. Hebreos 13:5


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