CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
EL multifacético AMOR DE DIOS Pilar del universo
El jazmín Una señal de esperanza
Practicar la gratitud La fórmula para que nos ocurran cosas buenas
Año 17, número 2 A NUEST ROS AMI GOS Una p eq ueña adiv inanz a Las adivinanzas siempre me han fascinado, aunque —la verdad sea dicha— no soy muy bueno para resolverlas. Casi siempre alguien lo logra antes que yo. Será que necesito práctica. En cualquier caso, aquí tienes una: ¿Qué tienen en común un picnic en Gales, una flor de un jazmín de Indonesia y una visita a una cárcel en las Filipinas? Como se suele hacer en estos casos, dejaremos la respuesta para más adelante. Piénsalo un poco sin romperte la cabeza. Entrando en el tema de esta revista, ¿te has preguntado alguna vez qué se le pasa a Dios por la cabeza cuando piensa en ti? Ninguno de nosotros es el modelo de amabilidad, generosidad y amor que quisiera ser. La verdad es que el egoísmo y la arrogancia con frecuencia nos impiden cumplir con las pautas de conducta más elementales que esperamos de nosotros mismos. Ante esa realidad, es fácil que nos imaginemos que Dios está harto de nuestras ruindades. No obstante, no es así ni mucho menos. La Palabra de Dios promete: «El gran amor del Señor nunca se acaba, y Su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan Sus bondades; ¡muy grande es Su fidelidad!»1 Es imposible que Dios se llegue a cansar de nosotros, toda vez que Él es la esencia misma del amor2. Él ama al mundo que creó y nos ama a todos a pesar de nuestros errores y defectos. Es más, abriga tanto amor por nosotros que envió a Su único Hijo, Jesús, con la misión de hacerse uno más de nosotros y abrirnos la puerta del Cielo y de la vida eterna. La única condición que nos puso es que creamos en Él y lo aceptemos3. Durante Su ministerio, Jesús recorrió Galilea y Judea, enseñó la Palabra de Dios, sanó enfermos, dio vista a los ciegos y hasta resucitó a personas fallecidas. Con todo eso nos demostró el amor de Dios y nos expresó Su deseo de sanarnos tanto espiritual como físicamente, lo cual continúa haciendo hasta el día de hoy. Por naturaleza Él es bondadoso y desea brindarnos felicidad. Muy bien, pues: ¿qué tienen en común el picnic, la flor y la visita a la cárcel? Que los colaboradores de este número de Conéctate los mencionan como manifestaciones del amor de Dios en su vida. ¡Ojalá que te entretengas leyendo sus experiencias!
2. V. 1 Juan 4:8 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2015
Gabriel García V. Director 1. Lamentaciones 3:22,23 (nvi)
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3. V. Juan 3:16
Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
Picnic Chris Hunt
Un espléndido día de primavera, de esos en los que dan ganas de cantar, nuestra familia fue de excursión a Bodnant, famoso jardín botánico del norte de Gales. Nos pasamos horas explorando más de 30 hectáreas de jardines y terrazas, nos bañamos en cascadas de colores y fragancias caminando entre los rododendros, tulipanes y azucenas, y admiramos especímenes arbóreos que se erguían imponentes y parecían tocar el cielo azul, enmarcado a lo lejos por las montañas de Snowdonia. Después de eso, estábamos listos para almorzar, y nos sentamos a disfrutar de unos sándwiches de queso, jamón y tomate. Aquello bien podría haber suscitado en nosotros unas palabras de gratitud por John Montagu, británico que fue lord del Almirantazgo en el siglo xviii. Se cuenta que a veces estaba demasiado ocupado para almorzar, por lo que pedía a sus sirvientes que le trajeran un trozo de carne entre dos rebanadas de pan y comía en su escritorio. Su título protocolario era el de conde de Sandwich, y así fue cómo se inventó el sándwich. El pan es el alimento mencionado con mayor frecuencia en la Biblia. El término hebreo lehem, que significa pan, aparece 295 veces en el Antiguo Testamento. En el 1. Lucas 11:3 2. Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3
Nuevo Testamento, el vocablo griego es artos, y se usa en 98 ocasiones. La Biblia habla de panes hechos de trigo, cebada, centeno, habas, lentejas, mijo y hasta maná. Presumiblemente los cocinaban sobre piedras calientes o planchas de hierro, tal vez incluso en hornos. Se hacían panes chatos y duros, y también panes leudados. Jesús nos enseñó a orar: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy»1. Naturalmente, nos referimos a mucho más que el pan en sí: sería más preciso decir «el sustento nuestro de cada día», tanto en sentido literal como figurado. «No solo de pan» vivimos, «sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»2. Dios nos nutre física, mental y espiritualmente. Su provisión tanto de lo material como de lo espiritual es otra cosa que nos inspira a cantar. Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento: el vino que alegra el corazón, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida. Salmo 104:14,15 (nvi) Chr is Hunt vive en el R eino Unido. Ha sido lector a de Conéctate desde que comenzó a publicarse en 1999. ■ 3
PRACTIcar LA
GRATITUD Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam
Cada uno de nosotros es receptor del amor y los cuidados de Dios. Cultivar una actitud agradecida para con Él nos lleva a tener esa misma actitud para con la vida y lo que nos depara. Cuando hacemos un alto y miramos a nuestro alrededor, cuando observamos las aves, las flores, el verdor, y reflexionamos sobre las cosas que disfrutamos —el amor que sentimos y que expresamos a los demás, nuestros hijos, nuestras experiencias—, nos damos cuenta de que nos sobran motivos para estar agradecidos. No es de sorprenderse que la gratitud sea un tema recurrente en la Biblia. La gratitud nos lleva a prestar atención a todas las maravillas de que 4
gozamos y no tanto a lo que creemos que nos falta o que todavía no hemos recibido. Al reconocer lo mucho que tenemos y pensar en esa abundancia con actitud agradecida se nos abre la puerta para recibir más bendiciones de Dios. Yo tuve esa experiencia tiempo atrás cuando filmé una serie de videos acerca de las parábolas de Jesús. Mi primera sesión de filmación no salió muy bien. En realidad fue un desastre. Las secuencias tomaron muchas más horas de las que había previsto, y me quedé bastante defraudado con mi limitada capacidad de presentación. Más tarde, cuando oré para entender el porqué de lo que había ocurrido, me
di cuenta de que tenía mucho que agradecer. Me siento muy bendecido por la oportunidad de estudiar esos pasajes de las Escrituras y explicar las transformadoras palabras que hay en las parábolas de Jesús. Asimismo estoy agradecido por los buenos aparatos a los que tengo acceso y por la tecnología que me permite divulgar un mensaje —específicamente el mensaje cristiano— por todo el mundo. Doy gracias porque todos los días, mientras estudio y preparo estos textos, mi fe se renueva, y porque Dios puede valerse de mí a pesar de mis falencias. ¿Qué efecto tuvo en mí el practicar la gratitud de esa manera? Pues bien, en primera medida mi corazón
Cuanta más gratitud se expresa por lo que se tiene, más motivos se tienen para expresar gratitud. Zig Ziglar (1926–2012) 2 La gratitud nos permite alcanzar la plenitud de la vida. Hace que lo que tenemos sea suficiente y hasta más. Convierte el rechazo en aceptación, el caos en orden, la confusión en claridad. Puede transformar una comida en un banquete, una casa en un hogar, un extraño en un amigo. Le confiere sentido a nuestro pasado, llena de paz nuestro presente y amplía nuestros horizontes de cara al futuro. Melody Beattie (n. 1948) 2 Comienza por agradecerle a Dios algo de poca monta, y sigue haciéndolo día a día, añadiendo más cosas que sean objeto de tu alabanza. Descubrirás que se multiplican increíblemente, y en la misma proporción disminuirán las cosas por las que murmuras y te quejas, hasta que veas en todo algún motivo para dar gracias. Priscilla Maurice (1811–1854) 2 ¡Cultiva un espíritu agradecido! Te será como un banquete continuo. En nuestra vida no hay —o no debería haber— pequeñas misericordias; todas son grandes, pues no merecemos ni aun las más insignificantes. Un corazón verdaderamente agradecido halla en todo motivo para la gratitud y saca el máximo provecho hasta de las bendiciones más exiguas. John Ross Macduff (1818–1895) 2 Necesitamos recordar deliberadamente las alegrías de nuestra jornada. Quizá deberíamos intentar poner por escrito las bendiciones que recibimos en un solo día. Podríamos comenzar, pero nunca terminar. No alcanzarían los bolígrafos ni el papel que hay en el mundo. George Buttrick (1892–1980)
y mi espíritu, que andaban un tanto alicaídos, se reanimaron. Me sirvió para concentrarme nuevamente en Jesús y en lo que motiva este proyecto, en lo valioso que es y la razón por la que lo hago. Eso, por otra parte, me dio renovadas esperanzas de que, aunque la grabación del primer video hubiera sido muy dificultosa, la siguiente sería más fácil. Es decir, me sirvió para ajustar mis expectativas y me devolvió el valor. Cuando llegó el momento de filmar el siguiente video, recé fervientemente para que resultara más fácil. Además le di gracias a Dios por la bendición que es este proyecto y por los dones que me ha concedido. Me
alegro de poder decir que la segunda sesión fue menos accidentada y nos tomó mucho menos tiempo. Algo que me ha ayudado a cultivar la gratitud es escribir un diario de agradecimiento. Me encanta, porque me sirve para recordar lo que Dios ha hecho por mí, las muchas alegrías que tengo, las oraciones respondidas, las victorias alcanzadas y lo que Él ha obrado en la vida de mis seres queridos. Me hace tomar conciencia de que Dios participa en mi vida, y eso me motiva a amarlo y darle aún más las gracias. Ahora le recomiendo a todo el mundo que escriba un diario de agradecimiento. Si lo haces, te darás
cuenta de lo especial que es cada día y de que cada cosita es maravillosa. Al detenerte a nombrarlas, verás que las aprecias mucho más. Nuestra gratitud por lo bueno hace que se produzcan más cosas buenas. Peter A mster dam dir ige juntamente con su esposa, M ar ía Fontaine, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. Par ábolas de Jesús es una ser ie gr atuita de videos a la que se puede acceder en
http://directors .tfionline.com/es/tag /par abolas-de-jesus/. ■ 5
Foto cortesía de Dina Ellens
El
jazmí n Dina Ellens
La muerte de mi hermano
me golpeó duro, quizá porque fue muy inesperada. John murió de un infarto con apenas 51 años. Hasta entonces daba la impresión de ser un hombre fuerte y saludable, que estaba en la plenitud de la vida. No es extraño que me resultara difícil aceptar esa pérdida. De niños éramos muy amigos. A ambos nos gustaba mucho la naturaleza y las aventuras al aire libre. No obstante, después de terminar la universidad nos distanciamos. Yo me fui a vivir al Sureste Asiático, donde crié a mis hijos y ejercí como docente; John se fue a trabajar de ingeniero a una zona rural del estado de Montana (EE. UU.). En los últimos años restablecimos la comunicación. Yo quería ir a verlo, pero el trabajo y las obligaciones familiares me lo dificultaban. A raíz de eso, postergué mi visita varias
1. Mateo 10:29,30 (ntv) 6
veces. Después ya fue demasiado tarde. John partió, así como así. Yo me llené de remordimientos. «Hubiera debido ir a visitarlo», me reprochaba. Una tarde recé: «Dios mío, dame una señal de que John se encuentra bien, te lo ruego». No sé bien qué esperaba, pero no ocurrió nada. Esa noche, cuando me acosté, le pedí un sueño consolador; a la mañana siguiente no recordaba haber tenido ninguno. En aquel entonces mi dormitorio era una suite que ofrecía la ventaja de tener salida a un hermoso jardín. Junto a la puerta había un jazmín que yo había estado observando desde hacía una semana o más, con ganas de que brotara. Al salir aquella mañana algo me llamó la atención. En el arbusto había una única flor blanca. Se veía perfecta. Las flores del jazmín suelen brotar en racimos y todas al mismo tiempo. Es muy inusual que salga solo una.
De golpe sentí que aquella era la señal que le había pedido a Dios. Fue tan clara y perceptible como si hubiera oído a John decirme: «Estoy bien». Dios se valió de mi amor por la naturaleza para darme una señal que significaba mucho para mí. Puede que a ti te parezca intrascendente, pero para mí fue un recordatorio del amor de Dios. Los cuidados que Él nos prodiga se manifiestan hasta en los detalles más pequeños de Su creación y de nuestra vida. «Ni un solo gorrión puede caer a tierra sin que el Padre lo sepa. En cuanto a ustedes, cada cabello de su cabeza está contado»1. Ahora, cada vez que veo un jazmín y huelo su fragancia recuerdo aquella mañana. Ya no me quedan dudas de que John está bien. Sé que es así y que lo volveré a ver. Dina Ellens vive en Java Occidental (Indonesia), donde se dedica a labores voluntarias. ■
REDESCUBRIMIENTO Y PASIÓN Anna Perlini
No recuerdo exactamente cuándo lo conocí. Me da la
impresión de que en mi infancia él siempre andaba cerca. Mis padres lo invitaban sin falta a pasar con nosotros las vacaciones de verano y lo incluían en prácticamente todos los acontecimientos familiares. Acostumbrábamos ir y volver juntos del colegio. En aquel entonces estábamos muy unidos y hablábamos mucho. Cuando me hice mayor me sentí molesta y presionada. Quería entablar nuevas amistades y vivir nuevas experiencias; él, en cambio, representaba mi pasado, que me parecía embarazoso. A la larga decidí que no quería tenerlo más a mi lado y le dije que necesitaba un tiempo separada de él. No recuerdo lo que me respondió, pero sí se me quedó grabada la tristeza que se reflejó en sus ojos. El caso es que accedió a darme espacio, y por un tiempo me sentí liberada. Por fin podía viajar sola, conocer 1. Jesucristo Superestrella. Norman Jewison, Universal Pictures, 1973 2. http://www.perunmondomigliore.org/
gente y coleccionar recuerdos que no lo incluyeran a él. De cuando en cuando su rostro se asomaba entre mis pensamientos, y sentía curiosidad por saber qué andaría haciendo. Sin embargo, procuraba no detenerme a pensar mucho en eso. Sí, había sido duro romper con él, y me sentía un poco culpable por cómo había terminado nuestra relación; pero… ¿qué podía hacer? Una vez me pareció verlo fugazmente en una calle llena de gente. En otra ocasión me quedé mirando de cerca a un mendigo instalado en una esquina, pues por un instante creí reconocer en su cara un rasgo de mi antiguo compañero. Hasta que un día fui al cine con unos amigos para ver el estreno de un musical, y cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con él allí, ¡en la pantalla grande! Se había convertido en una superestrella, y yo inexplicablemente ni me había enterado. Sin embargo, no cabía la menor duda de que era él quien estaba allí cantando, bailando y con una pinta bárbara. Increíblemente encantador y atractivo, y al mismo tiempo valiente, original y compasivo1.
Mientras veía la película se apoderaron de mí toda suerte de emociones, unas nuevas y otras que reconocí del tiempo en que habíamos estado juntos. «Debe de ser que no lo conocía tan bien como yo me imaginaba. O tal vez yo he cambiado». No tardé en toparme con él. La alegría que manifestó al verme y el cálido y afectuoso abrazo con que me saludó borraron los malentendidos que habían marcado nuestro pasado. De pronto, todo volvió a cobrar sentido. Desde entonces hemos renovado nuestra relación y pasamos juntos todo el tiempo que podemos. Me he vuelto a convencer de que es la persona más divertida, aventurera y tierna que conozco. Todavía tenemos nuestros altibajos, pero la vida sería inconcebible para mí sin mi mejor amigo, ¡Jesús! Anna Perlini es cofundadora de Per un Mondo Migliore2 , organización humanitaria activa en los Balcanes desde 1995. ■ 7
Un HOMBRE como POCOS Nyx Martínez
Parecía un pequeño poblado. A un lado había una fila
de edificios, y al otro, huertos bien cuidados. A lo lejos se divisaba una cancha de baloncesto. Aún más lejos, un vendedor ofrecía fruta. Avancé por el camino de tierra detrás de mi padre, que iba charlando con unos hombres. A nuestro paso se iban juntando grupitos. Clavaban la vista en nosotros y cuchicheaban. No sabía qué decían, pero seguí caminando, evitando demostrar miedo. ¿Que si tenía miedo? ¡Claro! Yo era una chiquilla de quince años, y aquellos no eran hombres comunes y corrientes, ni aquella una aldea cualquiera. Era la penitenciaría
1. Mateo 25:34-36,40 8
nacional. Allí encerraban a los reos y se olvidaban de ellos. Mi padre y yo seguimos caminando hasta llegar a una capilla. Unos pocos hombres ya estaban esperando sentados en los bancos. Era un día caluroso. Yo habría preferido quedarme en casa tomando naranjada y viendo la televisión en vez de estar allí, tratando de evadirme de la tensión que se respiraba en el ambiente. Escuché a mi padre hablar con los reclusos. El haber sido marino y luego orientador itinerante le ha dado una gran facilidad para conversar desinhibidamente con cualquiera, desde un político hasta un drogadicto; y a sus hijos nos enseñó a hacer lo mismo. Aun así, yo no lograba entender la pasión que lo impulsaba a visitar la cárcel cada semana.
Mis padres se conmovían ante las penalidades ajenas. Nuestra numerosa familia solo podía permitirse lo elemental y algún que otro lujo; pero siempre que ellos veían una necesidad procuraban ayudar. Papá hablaba de construir una escuelita para dar catequesis a los niños de los reclusos. Decía que quería organizar torneos deportivos y talleres. Siempre procuraba hacer más. Donde fuera que trabajara, siempre redoblaba esfuerzos y cumplía. Papá se dio la vuelta e hizo un ademán para indicarme que me acercara. —Ven. Acompáñame. Cantemos juntos —me pidió. Me situé a su lado frente a una muchedumbre de reclusos callados y expectantes. Sacó su guitarra de cuerdas de nailon, se la colgó de los hombros y buscó en el himnario la canción en la que estaba pensando. No es que mi padre esté particularmente dotado para la música, pero eso era lo de menos. Papá pone el alma en todo lo que hace, y cuando uno está con él lo nota. Unos acordes rasgaron el silencio. Se puso a cantar: Señor Jesús, siempre me maravillo al contemplar Tu hermosa creación. El cielo, el mar y cada pajarillo son fiel reflejo de Tu perfección…
Me hizo una seña con los ojos. Me puse a cantar con él el estribillo, y varios de los reclusos también. Cerraron los ojos, como si visualizaran a un Dios de inefable amor, un Dios que gobierna el universo y quiere habitar en el corazón de cada persona. Mi alma te canta a Ti, mi Salvador: ¿Quién como Tú? ¿Quién como Tú? Seguidamente mi padre leyó un pasaje de la Biblia sobre Dios y Su amor, un amor tan poderoso que borra todo pecado y se manifiesta a todo pecador. Aquel día comprendí un poco mejor a mi padre. Me di cuenta de que se sentía obligado a andar entre los marginados, como hizo Cristo dos mil años atrás. Daba igual que tuvieran un pasado reprochable y un futuro sombrío. Cuando los miraba, veía seres humanos muy queridos
por Dios, singulares criaturas Suyas. Y aspiraba a mejorar su situación. Transcurrieron los años. Muchos de sus sueños acabaron por hacerse realidad. Se organizó una liga deportiva; los propios internos empezaron a impartir catequesis a los niños los domingos. Gracias a la perseverancia de mi padre para crear conciencia entre el público sobre la difícil situación de los reclusos, consiguió patrocinadores para las distintas iniciativas. Sus esfuerzos, en apariencia insignificantes, dieron lugar a una reacción en cadena que benefició a miles de personas. Mi padre obtuvo acceso a todas las cárceles del país. Se desplazaba con frecuencia a oscuros rincones para llevar adelante su misión de esperanza. A veces decía bromeando que si alguna vez lo encarcelaban por su fe, se sentiría como en su casa. Al pensar en todas las personas que han cambiado para bien a
consecuencia de la constante labor de mis padres en servicio al prójimo dondequiera que van, en las duras y en las maduras, me acuerdo de Aquel que anduvo entre los hombres hace mucho tiempo con la misión de traer a la Tierra el amor de Dios. Jesús dijo: «Venid, benditos de Mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a Mí. […] De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos Mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis»1. Nyx Martínez es cronista de viajes y presentadora del canal de televisión Living Asia Channel. Se pueden seguir sus viajes en www.nyxmartinez.com. ■ 9
DIOS NUNCA NOS ABANDONA
Janet Kluck
Hace bastantes años, cuando apenas me iniciaba como misionera, en cierta ocasión tuve que tomar una decisión importante. Estaba inquieta y temerosa, y terminé lidiando varios días con aquella decisión. Al final Dios me respondió por medio de una simple ilustración. Era una imagen de una niñita asustada que iba agarrada de la mano de su padre. A cada rato le rogaba que no la soltara. —Papi, por favor, no me sueltes la mano —repetía una y otra vez. Su padre finalmente se detuvo, se puso en cuclillas y la miró fijamente a los ojos. Con tono firme y amoroso
1. V. Hebreos 13:5 10
le dijo que nunca la soltaría, que mientras ella quisiera quedarse cerquita de él, siempre la guiaría y caminaría a su lado. Capté el mensaje y tomé mi decisión. Desde entonces he tenido que afrontar muchas decisiones importantes; pero siempre que me toca luchar contra el miedo a las consecuencias, a cometer un error o a descaminarme, invariablemente me viene a la memoria esa ilustración. Es natural que la vida esté llena de errores y resbalones; a veces doblamos a la izquierda cuando deberíamos torcer a la derecha. Pero siempre podemos regresar con Dios y volver a hallar nuestro camino. Él ha prometido que nunca nos dejará ni nos abandonará1.
En los senderos escarpados y solitarios de montaña, Él es nuestro compañero. En nuestra marcha por el desierto, cuando estamos sedientos, soportando la aridez de la vida, y nos preguntamos si llegaremos a encontrar un oasis, Él nos va acercando a nuestra meta paso a paso. Cuando nos abrimos camino entre las multitudes y la confusión del día a día y nos vemos obligados a hacer frente a interminables interrogantes, luchando contra el agotamiento y el desánimo, Él permanece a nuestro lado y nos dice: «Aquí estoy. Habla conmigo. Cuéntamelo todo». Y pongamos que nos caemos, la embarramos, metemos la pata —como les ha ocurrido a muchos de Sus seguidores, que han resbalado, tropezado y caído en algún punto de su periplo por la vida—; ¿acaso nos da por imposibles? Claro que no. Con lo amoroso y perdonador que es, ni se le pasaría por la cabeza. Entonces, ¿por qué nos afanamos e inquietamos? Puedo decir con toda sinceridad que en toda decisión que he tomado, por imponente que pareciera en el momento, nunca me he arrepentido de haberme asido de Su mano. Janet K luck es bloguer a y madr e de 10 hijos. Vive en Estados Unidos. ■
RESERVADO para ÉL Virginia Brandt Berg
Algunas de las personas que sufren de mayor soledad en
el mundo viven rodeadas de gente. Sin embargo, tienen la sensación de que nadie las comprende, es decir, de que nadie conoce quiénes son en realidad. Anhelan dialogar con alguien acerca de sus intereses, encontrar a alguien a quien contarle sus cuitas, alguien capaz de ponerse en su lugar. Muchas veces ni siquiera nuestro compañero o compañera de toda la vida, nuestro amigo o amiga más íntimo, nos conoce o comprende cabalmente, ya que en toda vida hay una o dos puertas cerradas con cerrojo que nadie traspasa excepto uno mismo. ¿Por qué tenemos esa apremiante necesidad de ser comprendidos? ¿Por qué albergamos ese intenso anhelo de revelarle a alguien nuestras alegrías, triunfos, desdichas
1. Hebreos 13:5; Mateo 28:20 2. Juan 16:32
y derrotas? Porque lo cierto es que cuando alcanzamos las cumbres de la exaltación, no hay nadie capaz de calar plenamente nuestras emociones, y en las honduras de la tristeza, siempre hay algunas lágrimas que derramamos a solas. ¿Por qué será? Dios nos creó para Sí. Sabía que esa sensación de aislamiento sería precisamente lo que nos impulsaría hacia Él. Dios mismo es la solución, en Él está nuestro contentamiento. A menos que Él llene ese vacío interior, no nos sentimos satisfechos. Así nos hizo. Nos creó para Él. A menos que Él colme nuestra vida, no nos libramos nunca de la soledad. Ha colocado en nuestro corazón un letrerito que reza: «Reservado para Mí». Sabe que cuando la comprensión humana nos decepciona, buscamos la divina. Dios es tan grande, tan extraordinario, que puede llenar cualquier alma. Nos brinda además compañía total y nos ofrece una amistad ideal
y perfecta. Ese vacío, esa carencia que sentimos, no es otra cosa que necesidad de Dios. El que nos creó es el único capaz de darnos satisfacción en todos los aspectos de nuestra vida. No tenemos por qué sentirnos solos. Jesús dijo: «No te dejaré, ni te desampararé. Siempre estaré contigo»1. Déjale entrar en tu solitario corazón, déjale que lo conquiste. Así podrás decir como Jesús: «No estoy solo, porque el Padre está conmigo»1. Virginia Br andt Berg (1886 –1968) fue una escr itor a y evangelizador a estadounidense. ■
Cuando la soledad te aflija, acude al Hijo de Dios haciendo esta sencilla oración: «Gracias, Jesús, por manifestarme Tu amor y salvarme. Te invito a formar parte de mí y acompañarme a lo largo de mi recorrido por la vida». 11
El multifacético amor de Dios Reflexiones
El amor es como un río. Hay días de abundancia en que fluye caudalosamente; otros corre apenas como un hilo, y vemos el agua rebotar en las piedras del fondo. Pero aun cuando el amor merma y pierde su fuerza hasta casi secarse sobre el lecho cenagoso, luego vuelve a fluir. Nos viene a la memoria cómo amó Jesús, cómo perdonó, como tendió los brazos para expresar Su compasión. Al adoptarlo a Él como fuente de amor, podemos reabastecer nuestro cauce. La vida cobra una nueva dimensión en Jesucristo. Él es la máxima autoridad en materia de amor. Jesús ama cuando cuesta hacerlo, cuando el amor es rechazado, cuando tiene escaso sentido. Ama cuando los demás se dan por vencidos. Ama aun cuando se portan feo, cuando actúan con frialdad. Ama aun a los indignos. Y cuando el amor parece haberse secado, acudimos a Jesús y reaprendemos lo que es amar. Anónimo 1. Jeremías 31:3 (nvi) 12
Nada que hagas aumentará el amor que Dios te tiene ahora mismo; no lo conseguirás ni con tremendos logros, ni con mayor belleza, ni alcanzando más amplio reconocimiento, ni con una mayor espiritualidad y obediencia. Y nada que hayas hecho puede mermar Su amor por ti, ningún pecado, ningún fracaso, ninguna culpa, ningún remordimiento. John Ortberg (n. 1957) ¿Crees que alguien podría abrir una brecha entre nosotros y el amor que Cristo alberga por nosotros? ¡De ninguna manera! No lo harán las tribulaciones, ni las dificultades, ni el odio, ni el hambre, ni la indigencia, ni las amenazas, ni las traiciones. Ni siquiera los peores pecados que se mencionan en las Escrituras. Nada de eso nos afecta, porque Jesús nos ama. Estoy totalmente convencido de que nada —vivo o muerto, angélico o demoníaco, presente o futuro, alto o bajo, imaginable o inimaginable—, absolutamente nada podrá interponerse entre nosotros y el amor de Dios. Romanos 8:35,37–39 (msg)
El amor de Dios es una de las grandes realidades del universo, un pilar sobre el que descansa la esperanza del mundo. Con todo, también es algo personal e íntimo. Dios no ama a poblaciones, sino a personas. Él no ama a las masas, sino a seres humanos. Él nos ama a todos con un amor extraordinario que no tuvo principio y no puede tener fin. A. W. Tozer (1897–1963) El amor de Dios refleja Sus principios eternos y absolutos. Es un amor eterno, como lo es Él: más perdurable que el tiempo, más ancho y profundo que las incalculables dimensiones del cosmos. Él mismo nos dice: «Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad»1. David Jeremiah (n. 1941) ■
POSTAL de
VERONA Anna Perlini
Nací en el norte de Italia, en la ciudad de Romeo y Julieta. Cuando iba al colegio, pasaba
todos los días por debajo del famoso balcón donde, en la obra de Shakespeare, la pareja intercambia apasionadas promesas después de una fiesta. Hace poco regresé a Verona y volví a pasar por allí; pero era tal el enjambre de turistas que prácticamente me fue imposible acercarme al balcón. Noté que las paredes estaban cubiertas de firmas. Por lo visto la municipalidad tiene que repintarlas cada tanto para que otros turistas fascinados puedan inscribir en ellas su nombre. En esa calle hay también varias tiendas que venden souvenirs relacionados con el amor. No sé lo que pensaría Shakespeare de las incontables recreaciones y adaptaciones que se han hecho de su obra dramática. Lo que es indudable es que nunca había sido tan célebre como ahora. Cada vez que alguien me pregunta de dónde soy, mi respuesta suscita sonrisas y suspiros: «¡Romeo y Julieta!»
A mí también, cuando era jovencita, me atraía mucho la tragedia de los dos enamorados. Si bien durante años anhelé en secreto que se apareciera mi romeo y cumpliera los deseos de mi corazón, la vida —y 38 años de altibajos matrimoniales— me ha enseñado mucho. Hace poco leí una excelente frase: «Entre enamorarse y amar hay una gran diferencia. Uno se enamora porque sí. En cambio, para amar de verdad a alguien es necesario sudar, sufrir, reír, perder sueño, entregarse. El amor auténtico no se da así como así. Es algo que se construye»1. Aunque me encantan las novelas románticas, he aprendido que el amor genuino es bastante distinto. Es algo que supera la prueba del tiempo, que implica dar sin recibir a cambio y que es, por sobre todas las cosas, un compromiso. Shakespeare mismo dijo: «El curso del amor verdadero nunca ha estado exento de dificultades»2. Todo un desafío. ■
1. F. Roversi 2. Sueño de una noche de verano 13
Mi tesorito Beth Jordan
Me imagino que a todas las primerizas les sucede lo mismo: no hay nada que me entretenga más que observar a mi bebita. Sus expresiones faciales, la vivacidad que se refleja en sus ojos, su curiosidad… Casi todo lo que hace despierta mi amor maternal. Y un maravilloso día tomé conciencia de que así, ni más ni menos, me ve Jesús a mí, pues me ama incondicionalmente. Observando a Ashley sentadita en la cama, que me miraba con sus brillantes ojos azules y una sonrisa de oreja a oreja, me puse a pensar: «¿Cómo no voy a quererla? Desde luego, a los seis meses es más activa que un cachorrito. A veces se ensucia, se queja, se despierta por la noche pidiendo que le dé de comer cuando yo quiero dormir. Pero haga lo que haga, ¡nunca dejaré de quererla y de velar por ella!»
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Entonces me acordé de que el día anterior me había sentido muy deprimida y alejada de Dios. Había hecho tantas cosas mal que estaba convencida de que Jesús había dejado de amarme. Pero al mirar a los ojos a mi hijita sentí que Él me hablaba: «¿Cómo podría dejar de amarte? ¿Cómo se me ocurriría dejar de velar por ti? Eres la alegría de Mi vida. Claro que no eres perfecta y que a veces armas enredos y metes la pata; pero todo eso forma parte de tu aprendizaje. El amor que abrigo por ti es permanente; no es un sentimiento veleidoso. ¡Puedes tener la tranquilidad de que siempre serás Mi tesorito!» Beth Jordan vive en la India con su marido y sus dos hijos. Son los fundadores de Place for Change, organización que coordina programas para voluntarios del extranjero en la India, Nepal y Tailandia. ■
Cuando se tiene necesidad de algo grande, algo infinito, algo que nos haga tomar conciencia de Dios, no hace falta ir lejos a buscarlo. Me parece que he visto algo más profundo, más infinito, más eterno que el océano en la expresión de los ojos de un niño pequeño cuando se despierta por la mañana y gorjea o se ríe al ver brillar el sol en su cuna. Vincent van Gogh (1853–1890) Tus hijos son el mayor regalo que Dios te ha dado, y sus almas la mayor responsabilidad que pondrá en tus manos. Dedícales tiempo, infúndeles fe en Él. Sé una persona en la que puedan confiar. Cuando llegues a la vejez, de todo lo que hayas hecho eso habrá sido lo más importante. Lisa Wingate
En Brazos de Jesús Momentos de sosiego Abi May
La felicidad se compone de muchos elementos: está en la sonrisa de un niño, en los destellos dorados de un amanecer, en el cálido abrazo de un ser querido, en la salud tras una enfermedad. Pero esa clase de felicidad es transitoria: los niños no siempre sonríen, y puede que haya nubarrones que oculten el amanecer, que un ser querido se vaya a otra parte o que la enfermedad no pase. Hay otra felicidad que es más profunda y duradera: es la que inunda el alma cuando uno alcanza a comprender la profundidad, la anchura y la altura del amor que Dios siente por cada uno de nosotros, un amor que Su Hijo Jesús personifica. Al hallar a Jesús descubrimos que, sean cuales sean nuestras debilidades y defectos, por muy profundo que sea nuestro desaliento, tenemos una fuerza a la que recurrir, una esperanza en la que apoyarnos, un amor en el que refugiarnos. Ciertamente, «bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor» (Salmo 144:15).
En brazos de Jesús, bajo Su tierna faz, encontraré la dicha, y mi alma tendrá paz. Fanny Crosby (1820–1915) 2 Considera el amor de Dios. En todos los años que han pasado nunca ha dejado de ser. Cuando caímos, nos levantó; cuando nos desviamos, nos rescató; cuando desfallecimos, nos revivió; cuando pecamos, nos perdonó; cuando lloramos, nos consoló. En esos momentos de agonía e incertidumbre, casi de desesperación, que algunos recuerdan, fue más que suficiente. Adaptación de un texto del Rev. Money 2 Dios que en los cielos sonríes y surcas todo el mar, dejando el mundo y sus conflictos, te vengo a invocar. Me aproximo desfallecido. Busco descanso en Ti. Me acosan las preocupaciones. Calma mi frenesí. John Holmes
El eterno Dios es tu refugio y Sus brazos eternos son tu apoyo. Deuteronomio 33:27 (rvr 95). 2 Señor, ayúdanos a no olvidar nunca Tu amor, sino a permanecer en él en todo lo que hagamos, ya sea que durmamos o estemos despiertos, que vivamos, que muramos o que resucitemos para la vida futura. Tu amor es vida eterna y reposo perenne. Que nunca se apague esa llama en nuestro corazón, sino que crezca y se torne más brillante, hasta que toda nuestra alma resplandezca e irradie luz y calor. Adaptación de una oración de Johann Arndt (1551–1621) Abi May es docente, escritora y promotora de salud. Vive en el Reino Unido. Visita su sitio web en www.abi.mayihelp.co.uk. Este artículo es un extracto de su libro Desayunos para el alma , que contiene lecturas devocionales para cada día del año. ■ 15
De Jesús, con cariño
Ponme a prueba Si no me conoces bien, quiero hacerte una propuesta: En vez de tratar de entenderme, ¿qué te parecería darme una oportunidad de mostrarte la verdad? No solo te indicaré la diferencia entre el bien y el mal y te daré buenos consejos, sino que te revelaré verdades sobrenaturales. La mente humana es incapaz de captar todo lo que soy. Eso es algo que se indaga y se comprende con el corazón. ¿Por qué no compruebas por ti mismo si existo de veras y si soy «el camino, la verdad y la vida», tal como enseñé a Mis primeros discípulos?1 ¿Por qué no me pones a prueba? Acepta Mi amor y Mi presencia, y verás lo que puedo hacer por ti. Puedo llegar a ser tu mejor amigo y confidente. Te puedo ayudar cuando algo te salga mal y necesites apoyo. Puedo trocar tu tristeza en alegría y convertir tus fracasos y errores en bellas experiencias. Una vez que me invites a formar parte de tu vida, nunca te abandonaré. ¡Es una promesa solemne! Siempre te amaré y velaré por ti, pase lo que pase, por muchas faltas que cometas y muchos quebrantos que sufras. Después que te conectes personalmente conmigo y a medida que vayas profundizando en lo que he revelado en la Biblia —y sobre todo en los Evangelios—, irás descubriendo verdades puras y vivificantes. En ese libro he incluido un mensaje personal para ti. Si quieres comenzar a recibir todo lo que te ofrezco, no tienes más que abrirme tu corazón e invitarme a entrar. 1. Juan 14:6