Conéctate, número de Abril de 2016: Cambios

Page 1

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

Al son que me toquen, bailO Adaptarse a las circunstancias

Zancadas cortas para avanzar mรกs rรกpido Y sin matarse

Paisaje cambiado Cuando el piloto automรกtico no sirve


Año 17, número 4 A NUEST ROS AMI GOS H acia lo desconocido, bien acompañados Soy amigo de lo predecible. Supongo que en eso me parezco a la mayoría de la gente. Las más de las veces, los cambios implican un salto a lo desconocido. Significan salirse de lo habitual, de ese entorno en que uno se siente perfectamente a gusto, y eso a veces asusta. Los cambios también nos obligan a ceder un poco el control, lo cual puede causar miedo. Aun cuando nos preparemos todo lo posible, son tantos los factores que entran en juego que se hace imposible tenerlo todo previsto. «Los cambios son siempre portadores de regalos», escribió Price Pritchett. Sin embargo, ¿no nos hemos cuestionado todos alguna vez si esos regalitos valen la pena? ¿No sería mejor y más fácil eludirlos y ahorrarnos la incomodidad que producen? El caso es que a menudo no tenemos alternativa. Los cambios tienen la bendita manía de sobrevenirnos sí o sí, queramos o no. Lo que no se puede negar —y eso bien lo sabe la gente de fe— es que es mucho fácil pasar por una etapa de inestabilidad acompañados por Dios que sin Él, por nuestros propios medios. Dios todo lo sabe, incluido el futuro. Nos puede preparar en sentidos en que a nosotros nos resultaría imposible. Además, hace que todo redunde en nuestro bien1. A Él nunca lo pilla por sorpresa un recodo del camino o un vuelco en los acontecimientos. Es capaz de orientarnos y equiparnos para lo que se avecina, por más que nosotros en el momento seamos incapaces de reconocer lo que sucede. Dios es dueño de la situación. La certeza de que está de nuestro lado el Ser que nos creó y que cumplirá los designios que tiene para nosotros2 puede darnos una inyección de confianza para afrontar cualquier dificultad que se nos presente. Después de todo, «si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?»3 Quizás una de las cosas más importantes que Dios nos lleva a entender en las épocas de cambios es que Él alberga por cada uno de nosotros un amor incondicional. Cuando los cambios cuestan, asustan o duelen, Él permanece a nuestro lado. Su amor no es voluble, y Él solo desea lo mejor para nosotros. Aunque pasemos por innumerables experiencias que nos moldean y en últimas modifican nuestro carácter, Él permanece constante, fiable, y nunca nos retira Su apoyo. Es el mejor amigo que podríamos tener, y eso no cambiará jamás: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre»4. Gabriel García V. Director 1. V. Romanos 8:28

3. Romanos 8:31

2. V. Salmo 138:8

4. Hebreos 13:8 (dhh)

2

Si deseas información sobre Conéctate o estás interesado en otras publicaciones de carácter inspirativo, visita nuestro sitio web o comunícate con uno de nuestros distribuidores, cuyos datos de contacto aparecen más abajo. www.activated.org/es/ www.audioconectate.org México: Conéctate A.C. E-mail: conectate@conectateac.com Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605 España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid (34) 658 64 09 48 Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito)

Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2015 Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


PAISAJE CAMBIadO Joyce Suttin

Hoy iba conduciendo hacia casa y me pasé de

donde tenía que virar. Aunque conozco bien el vecindario y he tomado esa calle miles de veces, me confundió el cambio en el paisaje. Están demoliendo un pequeño centro comercial en desuso, y las topadoras llevan toda la semana trabajando. De golpe, el edificio de la esquina ya no estaba, y me pasé de largo. No me di cuenta de lo acostumbrada que estaba a doblar a la izquierda donde el edificio. Me puse a pensar en el paisaje de mi vida y en lo difícil que es adaptarse a los cambios. Me gusta transitar por caminos conocidos. Me siento bien cuando sé por dónde voy. Me agrada conducir distendida sin necesidad de hacer un gran esfuerzo mental. Estoy agradecida por las nuevas tecnologías que me guían paso a paso cuando tengo que meterme por lugares desconocidos, pues no siempre llevo en el auto a un copiloto que me lea el plano y me ayude a ver los letreros de las calles. Sin embargo, el conocer bien una zona viene a ser como un sistema de navegación. Me crié en el campo y aprendí a tomar los árboles y las lomas como puntos de referencia en lugar de guiarme por semáforos y letreros. Casi nunca leo los letreros, salvo que me encuentre en un sitio que desconozco. Prefiero seguir automáticamente la ruta que he recorrido miles de veces fijándome en el paisaje.

He vivido experiencias en que, a raíz de cambios repentinos, mi paisaje espiritual se transformó por completo. Me costó descubrir las pautas y aprender los vericuetos de mi nueva situación. La única forma de orientarme fue escuchar la voz de Dios, como si fuera un GPS diciéndome: «En 10 metros, doble a la izquierda por la calle…» Por mucho que cambie el paisaje, Dios puede guiarnos y llevarnos a casa. Basta con que acudamos a Él y le pidamos ayuda. Él entonces nos da instrucciones detalladas para que arribemos a nuestro destino. Los cambios nos obligan a romper nuestra rutina, prestar atención a dónde vamos y leer cuidadosamente los letreros. Ahora mismo la demolición que se realiza cerca de aquí ha producido un desbarajuste; pero alguien sabe lo que hace. Alguien tiene un plan, y a larga agradeceremos que en el vecindario haya algo nuevo y mejor. La única forma de hacer mejoras es modificar las cosas. Mientras tanto, debo prestar un poco más de atención cuando regreso a casa en automóvil y acordarme de dónde tengo que virar. No puedo seguir dependiendo de mi piloto automático. Joyce Suttin es docente y escr itor a. Vive en San A ntonio, EE . UU. ■ 3


VOLVER A

EMPEZAR Cheryl Madison

Al cabo de 30 años de residir

en el extranjero, mi marido y yo volvimos a Canadá. Durante todo ese lapso, había estado viviendo, trabajando y viajando por el continente americano, pero no había vuelto a mi país sino por breves periodos. El proceso de repatriación me produjo hasta cierto punto un shock cultural. No obstante, muy pronto aprendí a querer a este país que promueve la diversidad y acoge a inmigrantes de todo el mundo. Ello da lugar a un mestizaje racial y étnico que destila tolerancia y que además nos enseña a tener paciencia con la cantidad de gente que lucha por abrirse camino, aprender un idioma y adaptarse a una nueva cultura. De pronto me di cuenta de que este planeta está lleno de personas que se esfuerzan por reconstruir su vida, buscar vivienda, aprender una nueva lengua y oficio y recomenzar de cero. Se trata de un fenómeno

1. Eclesiastés 3:1–7,11,14 (nvi) 2. Hebreos 11:10 (ntv) 3. 1 Pedro 1:3,4,6,7 (ntv) 4. Hebreos 12:1,2 (ntv) 4

moderno; pero Dios ha dotado al ser humano de la versatilidad que se requiere para volver a empezar. Mientras me entregaban los resultados de unos análisis médicos, me puse a conversar con una radióloga, una mujer agradable y amable de mirada paciente y sufrida que me contó su historia. Nacida en la Unión Soviética, estudió allí medicina. Tras la caída del comunismo, emigró a Israel. Allí se enteró de que tendría que volver a hacer casi toda la carrera de medicina para poder ejercer su profesión. Por considerar que su vocación era la pediatría, dedicó ocho arduos años a repetir sus estudios hasta que finalmente pudo ejercer. La vida en Israel, tanto para ella como para su familia, no resultó como se imaginaban, por lo que decidieron emigrar de nuevo, esta vez a Canadá. Una vez más, le informaron que si deseaba practicar la pediatría tendría que volver a pasarse ocho años estudiando la carrera. En ese momento renunció a ser médica y se convirtió

en radióloga, pues consideró que teniendo hijos propios no le sería posible volver a la universidad. Me relató su vida con alegría, sin quejarse. Había evaluado las opciones que se le presentaban, cambiado de planes y vuelto a empezar de cero. No me cabe duda de que se ha ganado a pulso su jovialidad y paciencia. Al manifestarle mi admiración, me respondió con una sonrisa. Sobra decir que no envidio a los que tienen que empezar de nuevo en la mediana edad. Con todo y con eso, es algo que en la actualidad les pasa a muchos. Al parecer son muy pocas las carreras, profesiones o empleos que tengan garantía de por vida, y la nueva realidad del mundo contemporáneo exige ante todo versatilidad y adaptabilidad. Felizmente, son cualidades que la Palabra de Dios siempre nos ha recomendado que cultivemos. Lo dejan muy claro los siguientes versículos:


«Hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto; un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar; un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar. Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. […] Dios lo hizo así para que se le tema»1.

La Biblia contiene numerosos relatos sobre personas que cambiaron de carrera, de lugar de residencia o de rumbo conforme Dios las fue guiando, ya fuera por medio de instrucciones directas o por las circunstancias. Es más, empezar de cero es tan común en la Biblia que cuesta encontrar en ella algún personaje que no tuviera que hacerlo. Pensemos en Abraham, Isaac, José, Moisés, Ester, Rut, Daniel, los discípulos de Jesús, Pablo, y bueno, paremos de contar. Vivo en una zona poblada por numerosos inmigrantes de primera generación. Ello me ha ayudado a comprender que empezar de cero es una realidad para muchos en el mundo contemporáneo, ya que al cambiar la dinámica del entorno hay poblaciones que emigran y viajan por el mundo en busca de nuevas oportunidades y una vida mejor. Optan por convertirse en extranjeros y peregrinos con el ánimo de proporcionar una vida más digna a su familia y a sus hijos, y se aventuran con increíble valor —y a menudo pocos recursos—, dejando atrás parientes, carreras y títulos. Imaginan un futuro más próspero que justificará los riesgos y obstáculos que se les presenten. Gracias a Dios, los cristianos esperamos «con confianza una

ciudad de cimientos eternos, una ciudad diseñada y construida por Dios»2, de forma que «ahora vivimos con gran expectación y tenemos una herencia que no tiene precio, […] que no puede cambiar ni deteriorarse. [Nos] espera una alegría inmensa, aun cuando tenga[mos] que soportar muchas pruebas por un tiempo breve. Estas pruebas demostrarán que [nuestra] fe es auténtica»3. Aun así, volver a empezar no es poca cosa. A veces los retos parecen insalvables. En todo caso, cuando miro a mi alrededor y veo el coraje de esas personas que han atravesado mares y tierras en busca de mejores oportunidades, mi confianza crece, y se me confirma que Dios jamás nos pone en una situación en la que no podamos crecer y desarrollarnos. Así que «corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe»4. Cheryl M adison es consultor a de r elaciones públicas. Vive en Canadá. ■ 5


EL CAMINO POR EL QUE TRANSITAMOS Mara Hodler

Hace unos 13 años, mi marido y yo tuvimos que

mudarnos de Calgary a Winnipeg, en Canadá, para lo cual cargamos nuestros trastos en nuestro viejo camión. Habíamos planificado bien ese traslado. Todo estaba bien empacado y organizado. Habíamos estudiado la ruta y calculado el tiempo que tardaríamos. Habíamos preparado un presupuesto para combustible, alimentación, hospedaje y demás. Siendo nuestro primer viaje largo con el bebé, nos aseguramos de contar con todo lo que pudiéramos necesitar. Nuestra intención era claramente terminar en Winnipeg. El día de nuestra partida nos levantamos temprano y salimos a la hora. Hubo un solo contratiempo: no nos dirigimos hacia el este, como correspondía. Por costumbre, al llegar a la carretera pusimos rumbo hacia el oeste. Al cabo de un rato, los letreros con el nombre de Banff —ciudad situada en la dirección opuesta a donde pretendíamos llegar— nos

6

alertaron de que andábamos desorientados. En cuanto nos dimos cuenta del error, viramos en U y nos encaminamos bien. Llegamos a Winnipeg con apenas un poco de atraso. El tema no es solo que Sam y yo no tengamos buen sentido de la orientación, sino que en definitiva lo que determina el punto de llegada no es la intención, sino la ruta que tomemos. No teníamos intención alguna de ir a Banff, sino a Winnipeg; sin embargo, habríamos terminado en Banff de haber seguido viajando en la dirección inicial. En últimas, las acciones son en todos los casos más determinantes que las intenciones. Nuestra vida es la suma total de nuestras acciones, no de nuestras intenciones, sueños o deseos. La enseñanza es sencilla: debemos prestar menos atención a nuestras intenciones y fijarnos en cambio en el camino por el que transitamos. Si quieres llegar a otro sitio, es preciso que tomes otro camino. En

la vida debemos establecer una relación entre decisiones y resultados, y evaluar y modificar nuestra ruta según sea necesario. Todos tenemos que hacerlo. Dios nos ha dado la capacidad de elegir, de orientarnos, de determinar los caminos que recorremos. La mayoría no nos perdemos ni nos equivocamos de camino a propósito. Eso ocurre más bien porque no nos damos cuenta de que son las decisiones cotidianas las que nos acercan a nuestro destino o nos alejan de él. Una vez que tenemos eso claro, nos resulta más fácil corregir nuestro rumbo y tomar un derrotero que nos conduzca a donde queremos llegar. Mar a Hodler ha sido misioner a en Extremo Oriente y en África Oriental. Actualmente vive en Texas con su esposo y sus hijos y administr a una pequeña empresa familiar. ■


Hice las paces con Jo Anna Perlini

Uno de mis libros preferidos de niña era

Mujercitas, de Louisa May Alcott. La novela cuenta la vida de cuatro hermanas —Meg, Jo, Beth y Amy March— y sus experiencias en su paso de la niñez a la adultez. La obra presentaba ciertas analogías con mi familia, pues yo también tengo hermanas, y la menor, que nació prematura, me recordaba mucho a la frágil y dulce Beth. No me costó nada identificarme con Jo y su personalidad fuerte y emocional, su aire masculino, su amor por la literatura, su rechazo inicial de la idea del matrimonio, etc. Ella era mi modelo secreto de conducta. En la versión italiana de Mujercitas, la novela está dividida en dos libros, el primero de los cuales cubre la niñez y adolescencia de las cuatro hermanas. Cuando leí la segunda parte unos años más tarde, me quedé decepcionada, casi indignada. «¿Qué pasó con Jo? Terminó casándose y teniendo hijos. ¡No puede ser!» Solté el libro, y aquello marcó el fin de mi relación con Jo. Naturalmente, pasaron los años y yo también me casé y tuve hijos. Hoy incluso tengo nietos. La última vez que fui a visitar a mis padres, encontré el viejo libro cubierto de polvo en una caja en el altillo, y resurgieron en mí

1. http://www.perunmondomigliore.org

aquellos antiguos sentimientos, mezcla de atracción y decepción. No obstante, lo bajé y volví a leerlo por primera vez en decenios. Al llegar a la última página ya había hecho las paces con Jo, y no me sentía traicionada por sus decisiones. Me di cuenta de que, a pesar de haber tenido que ajustar sus planes, había sido fiel a su manera de ser y sus ideales. Con el transcurso de los años tenía más vida que nunca en su corazón. Eso me hizo reflexionar. Caí en la cuenta de que hacerse mayor no solo es inevitable, sino incluso positivo. Como dijo alguien: «Envejecer no está tan mal cuando se considera la otra opción». Cada estación de la vida tiene su singular belleza y originalidad, sus exigencias y recompensas. Sin duda es posible hacerse mayor sin abdicar uno de sus valores fundamentales y sus sueños, por muchas sorpresas que le depare la vida. Aunque uno los pierda de vista temporalmente, ahí están, bien guardados y listos para salir a la luz en el momento en que uno está preparado. A nna Per lini es cofundador a de Per un Mondo Miglior e 1 , organización humanitar ia que desde 1995 lleva a cabo labor es en los Balcanes. ■ 7


Rosane Pereira

Al son que me toquen, bailo El violinista en el tejado1 es una famosa pelí-

cula musical que contiene valiosas enseñanzas sobre cómo lidiar con los cambios. La trama se desarrolla a principios del siglo xx, y trata de una familia judía sumida en la pobreza que sufre persecución religiosa en el sur de Rusia. El padre, Tevye, se queja de tener cinco hijas y ningún hijo varón, distribución nada ideal en una granja. Para colmo, sus tres hijas mayores toman por maridos a hombres que él no aprueba. Uno de ellos es un goy ortodoxo. A lo largo de la película, cuando surgen conflictos o se avecinan cambios, se le aparece en visión un violinista en un tejado. Al final la familia —y toda la comunidad judía— se ve obligada a abandonar su aldea en pleno invierno. Cada familia emprende la marcha hacia la casa de algún pariente en un lugar lejano del orbe. Tevye no tiene más remedio que vender su viejo caballo, que tiene mal un casco, y tirar él mismo de la carreta que contiene sus escasas pertenencias, seguido de su mujer y sus dos hijas menores. En ese momento vuelve a aparecer el violinista tocando alegremente su instrumento. Al principio Tevye rechaza la visión; casi la maldice. Pero al cabo de unos momentos cobra ánimo y comienza a caminar con renovado ímpetu al ritmo de la canción del violinista.

1. Música de Jerry Bock, letras de Sheldon Harnick 2. Juan 16:33 (ntv) 8

Las enseñanzas de la película trascienden el tiempo y el espacio. Los cambios se tornan más fáciles cuando nos rendimos a ellos en lugar de resistirlos. Nuestra vida está llena de obstáculos e inclusive de persecuciones. Tropezamos con dificultades y cambios en nuestras relaciones, carrera, vida familiar, salud, aspecto físico, energías y un sinfín de cosas más. El matrimonio y los hijos pueden alterar tremendamente nuestro estilo de vida. A partir de ese momento tenemos que pensar en los sentimientos y emociones de la otra persona, en lo que le agrada o desagrada, cuidar de él o ella, aunque haga cosas que nos duelan, y perdonar una y otra vez. Cuando llegan los niños nos vemos obligados a abandonar ciertas aspiraciones a cambio de pañales, falta de sueño, preocupaciones y bastante menos libertad para dedicarnos a lo que nos gusta. Pero como dice un viejo adagio: «Al son que me toquen, bailo». Romanos 8:18 reza: «Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse». Y Jesús dijo: «En el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque Yo he vencido al mundo»2. Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro (Br asil) y está afiliada a La Familia Inter nacional. ■


REORIENTACIÓN PROFESIONAL Victoria Olivetta

Los últimos 12 años trabajé como contratista independiente en un programa que me apasionaba. Debido a unos reajustes recientes, el programa se clausuró. Siento el vacío, como si fuera un hueco en el estómago, y he tratado de descubrir qué viene ahora. Para ser franca, aún no lo sé. Aunque sí sé algunas cosas… Hace casi cuatro años, el administrador que había en mi edificio se jubiló y dejó el puesto vacante. Los vecinos contrataron a un administrador externo; pero al cabo de poco tiempo quedaron insatisfechos con él y su modo de trabajar. Como no encontrábamos a alguien para reemplazarlo, me ofrecí a asumir el puesto temporalmente. Y aquí sigo. Hasta hice un curso y aprobé el examen de administración de propiedades.

Iniciarme en una profesión complicada a los 52 años, aunque no fuera a jornada completa, me daba un poco de susto. Hay veces en que todavía me pregunto qué estoy haciendo. Pero a la vez me encanta. El año pasado se me presentó una oportunidad increíble de trabajar en el campo de la nutrición. Una vez más, me puse a estudiar y me dediqué con ahínco a mi segunda nueva profesión. Ahora tengo oportunidad de ayudar a los demás no solo con su condición física, sino también con su bienestar espiritual. Rezo por ellos, les infundo ánimo y procuro ponerme en su lugar para entenderlos mejor. Desde hace varios meses hago esos dos trabajos, y alguno que otro más por cuenta propia. He aprendido cantidad de cosas: a

organizarme mejor, a gestionar bien mi tiempo y a pedirle a Dios que me guíe hasta en lo más sencillo. Nunca me imaginé que terminaría haciendo todo esto. Sin embargo, sentí que Dios lo había dispuesto todo entre bambalinas, y no me quedaba otra que aceptarlo. Por eso ahora, cuando siento ese vacío en el estómago, me recuerdo a mí misma todas las oportunidades que Dios me ha dado y veo que siempre que se me han cerrado puertas, Él me ha abierto otras mejores y más adecuadas. No sé si cumpliré todos mis objetivos; pero no me preocupo, porque sé quién está conmigo mientras acometo los Suyos. Victor ia Olivetta vive en A rgentina. Está afiliada a La Familia Inter nacional. ■ 9


ZANCADAS CORTAS PARA

AVA NZA R MÁ S RÁ P DO

Jessie Richards

Hace dos años me aficioné a trotar y he procurado hacerlo con constancia. En poco tiempo incrementé la distancia y la duración de mis recorridos; pero llegó un momento en que no avanzaba más: me quedé un año o más estancada en el mismo nivel. Me resultaba difícil mejorar mi resistencia más allá de cierto punto, y sobre todo me costaba aumentar mi velocidad. Un día salí a correr con un amigo que trota desde hace años y está en excelentes condiciones físicas. Le pedí que analizara mi forma de correr y me hiciera algunas observaciones. —Si dieras pasos más cortos —me aconsejó— y movieras los pies 10

con mayor rapidez, adquirirías más resistencia y más velocidad. Eso no se me había ocurrido. No había intentado moverme de ninguna manera en particular, sino que había dejado que mi cuerpo me llevara dónde quisiera y cómo quisiera. Cuando puse atención y me concentré en dar zancadas más cortas, descubrí que en realidad no tenía que esforzarme por moverme más rápido; ocurría automáticamente. Si bien el cambio no fue espectacular, me bastó para notar que hacía progresos. Ahora definitivamente corro mejor. Respiro con menos dificultad, conservo un alto grado de energía, y mi velocidad va en aumento. Esta

mañana recorrí el mismo circuito en que hice mi descubrimiento, y mi tiempo fue bastante menor, sin proponérmelo siquiera. Lo mejor de todo fue que no sentí que me estuviera forzando ni me quedé sin aliento. Me sentí relajada y lo disfruté de principio a fin. Es más, podría haber seguido corriendo fácilmente. Mientras oraba una mañana, poco después de mi descubrimiento, se me ocurrió que podría hacer la prueba de aplicar ese mismo principio a otros aspectos de mi vida, en particular al trabajo. Me considero bastante eficiente, aunque debo reconocer que tiendo a dejar


No puede uno inducir su propio crecimiento espiritual. No es algo que se logre a base de esfuerzo. Es consecuencia de vivir estrechamente unido a Jesús, permanecer en Su Palabra, embeberse de Su amor, llenarse de Su Espíritu y comunicarse sinceramente con Él. Virginia Brandt Berg (1886–1968) Organizar tus actividades habituales y terminar las pequeñas tareas que has comenzado es un primer paso muy importante para la consecución de tus grandes objetivos. Si no eres capaz de rematar las cosas pequeñas, ¿cómo vas a arreglártelas para concentrarte en las grandes? Joyce Meyer (n. 1943) Las grandes cosas no son fruto de un impulso, sino del encadenamiento de muchas pequeñas. Vincent van Gogh (1853–1890) Bienaventurado el que hace progresos todos los días y no se entrega a la consideración de lo que hizo ayer, sino de los avances que puede hacer hoy. Jerónimo de Estridón (c. 340-420)

las cosas para más tarde. No es que sea perezosa: con gusto trabajo arduamente bastantes horas, y pocas cosas me proporcionan tanta satisfacción como concluir una tarea. Sin embargo, habitualmente evito emprender trabajos grandes o que tardaré mucho en terminar. Muchas veces los dejo para después, y luego tengo que trabajar a toda prisa para cumplir los plazos. Hace poco entendí por qué hago eso: siempre doy por sentado que en las tareas de gran envergadura necesito avanzar a grandes zancadas. Pero Jesús me hizo ver que, aplicando a mi trabajo el principio que había aprendido corriendo, con pasos más

cortos podía potenciar mi eficiencia, moverme con más rapidez, recorrer la misma distancia en menos tiempo y con menos esfuerzo, y no llegar tan agotada al final. Ya no espero a disponer de siete días para empezar una labor que me va a tomar siete días. Si hoy tengo una o dos horas, puedo emplearlas para empezar, para dar un pasito. Mañana puedo trabajar otro poco —otro pasito—, y un poco más al día siguiente, y al otro. Trabajando de esa manera logro terminar tareas que al principio se me hacían una montaña, incluso sin dedicarles mucho tiempo de una vez. Y no me parece que haya corrido una

maratón. El trabajo se hace porque lo voy desmigajando. Y mientras lo hago, respiro tranquila. No me mato por ponerme al día. No me preocupo por recorrer tantos kilómetros. Estoy aprendiendo que a veces las mejoras más duraderas no se logran con un solo acto espectacular, sino poco a poco, paso a paso. Con zancadas cortas se avanza más rápido. Jessie Richards participó en la producción de Conéctate desde el 2001 hasta el 2012. También ha trabajado como redactora y editora para otras publicaciones cristianas y portales de Internet. ■ 11


ABRAZAR EL CAMBIO

Peter Amsterdam

Una situación de mucho movimiento o mucho cambio puede ocasionar incertidumbre, inquietud e incluso algo de temor, preocupación o desaliento. No sabes cómo saldrás adelante ni qué te deparará el porvenir. La confianza en Dios no garantiza que los cambios vayan a ser fáciles, ni que las dificultades o emociones complicadas vayan a disiparse rápido; pero sí es un indicador de

1. V. Filipenses 1:6 2. Isaías 30:21 (nvi) 12

que le estás permitiendo actuar en tu vida y en tus circunstancias y estás adoptando una postura que lo faculta para conducirte a un futuro nuevo y fructífero. La transición hacia nuevas situaciones puede ser parte del plan de Dios para colocarnos a todos donde Él quiere que estemos y alistarnos para lo que nos tiene reservado. Por mucho que te cueste aceptarlo, si Él te pide que efectúes algún cambio, o si otra persona toma una decisión que te afecta a ti, es posible que esa sea Su manera de decirte que, en cierto sentido, Él tiene algo nuevo, algo mejor para ti. Ese cambio en las circunstancias dará lugar a nuevos retos y te ofrecerá la oportunidad de desarrollarte como persona. Es posible que tu nueva situación genere espacio para futuras posibilidades que de lo contrario no llegarían a existir. Una nueva situación o realidad le da a Dios ocasión de actuar novedosamente en tu vida. Es posible que no reconozcas de inmediato los efectos positivos del nuevo rumbo que toman tu vida o tu trabajo; de

hecho, en el momento puede que el viraje no te parezca en absoluto favorable. No obstante, un cambio que te lanza por una nueva senda puede conducirte a nuevas experiencias y mayor crecimiento y fruto, algo inalcanzable si hubieras seguido por el camino trillado de tu pasado. Abrazar el cambio te permite responder a oportunidades futuras, oportunidades que cristalizan porque te atreves a desprenderte de lo que tenías y a desplazarte en la dirección que Dios te indica. Para cambiar hace falta fe. Es preciso luchar contra el temor y la incertidumbre. Puede ser muy intenso. Pero bien vale la pena la lucha a fin de descubrir lo que Dios te tiene reservado para más adelante.


Recuerda que mientras nosotros andamos por fe, ¡Él anda por vista! Así pues, pon tu mano en la Suya y deja que te guíe, paso a paso, hacia tu futuro. Incluso cuando da la impresión de que los progresos son lentos y las circunstancias no muy prometedoras, Dios siempre tiene un designio en lo que permite que nos ocurra. A medida que te encuentres en nuevas situaciones, es muy probable que empieces a ver el mundo que te rodea con otros ojos, desde una perspectiva distinta, y que llegues a comprender mejor tu pasado, tu presente e incluso lo que te pueda deparar el futuro. En épocas de grandes cambios, te reconfortará saber que el gran Pastor vela por ti y te cuida. Me gusta concebir el futuro como un misterio que uno va desentrañando, como un paquete de sorpresas que uno va desenvolviendo, una por una, en cada etapa del recorrido, a medida que aprende más sobre sí mismo y toma conciencia de lo que puede llegar a ser y del plan que Dios tiene para él. Creo que un día todos podremos volver la vista atrás y constatar con satisfacción que los pasitos tambaleantes que dimos en el camino de la vida se han transformado en progresos confiados y seguros. Eso es fruto de la experiencia y, claro, de apoyarse en Jesús. Es consecuencia de tener una actitud positiva, de alabanza, que nos asegura que Dios continuará perfeccionando lo que ha comenzado1.

En mi opinión, con la ayuda de Jesús podemos solventar lo que sea que nos depare la vida y hacer frente a toda dificultad con fe, gracia y optimismo. Los cambios que Dios introduzca no solo pueden transformar nuestra vida, sino también despertar en nosotros y hacer florecer ciertas cualidades y características que quizás ahora permanecen parcialmente latentes. Todos somos una obra en curso, y lo que hoy parece tener poco valor para nosotros tal vez mañana acabe siendo un valiosísimo tesoro. Hay un propósito en las circunstancias en las que cada uno se encuentra, hay significación en cada oportunidad, y una razón para cada cambio en que nos embarcamos y cada paso que damos. Si los cambios por los que estás pasando te producen aprensión o inquietud o si te identificas con algunas de las situaciones que he mencionado en este artículo, anímate. Abraza los cambios que Dios te presenta, con la certeza de que Él está contigo. Si tu deseo es complacerlo, Él te guiará y contestará tus oraciones. Puedes tener la tranquilidad de que «tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: “Este es el camino; síguelo”»2, y esa voz no te fallará. Eso no es optimismo; ¡es una promesa del Señor! Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. ■ 13


¡DE UN SOLO TRAGO! Jennifer McGinley

14

Mi segunda hija nació hace poco. La llegada de cada nuevo componente de la familia viene acompañada de un cúmulo de nuevas emociones, alegrías y lecciones. Lo más difícil que tengo pendiente ahora mismo es alistarme para volver al trabajo y preparar a mi chiquita de tres meses para la transición. A mi primogénita —a punto de cumplir cuatro años— nunca le agradó el biberón, y parece que a la segunda le ocurre lo mismo. Cada vez que tiro la leche que sobró me da pena y me siento tremendamente derrochadora. Al ver desaparecer el precioso alimento por el desagüe del fregadero, ¡cómo me gustaría que mi bebé de alguna manera comprendiera que lo que hago es por su bien! Quisiera que entendiera que esa leche es tan buena como la que toma normalmente, solo que viene en un envase diferente. Aunque no esté igual de tibia y la experiencia no sea tan placentera, suave y reconfortante, el alimento es perfecto para sus futuras necesidades. Me gustaría que comprendiera que no pretendo enfadarla ni negarle lo que desesperadamente quiere; no es que desee hacerle daño ni que no comprenda sus gritos de irritación cuando tiene hambre. Lo hago porque la amo y deseo que sea capaz


de adaptarse a los cambios que se avecinan y pasar más fácilmente a la siguiente etapa de nuestra vida. Conforme se aproxima la fecha de integrarme a mi nuevo trabajo, el estrés va haciendo mella en mí. Una noche, de pie junto al lavadero, me puse a reflexionar sobre los últimos seis meses y cómo ha cambiado la situación de nuestra familia. Hace más de un año, mi esposo y yo abrimos un negocio muy próspero con dos de nuestros mejores amigos. Con vistas a dedicar toda nuestra atención a esa empresa, pospusimos el tener un segundo hijo. Nuestra actividad profesional y las personas con las que trabajábamos nos brindaban una alegría enorme. Era un sueño hecho realidad, y teníamos grandes expectativas para el futuro. Así las cosas, nos hacía ilusión, una vez que el negocio tomara vuelo, aminorar un poco la marcha y concentrarnos más en nuestra familia. No obstante, poco antes de que comenzara el segundo año surgió un desacuerdo con uno de nuestros socios por una cuestión de principios. De forma más bien repentina, tres de nosotros perdimos toda nuestra inversión en la empresa y más. Fue una pérdida desgarradora a todo nivel. Volviendo al presente, exhalé un suspiro con un nudo en la garganta. «¿Por qué tuvo que suceder eso? ¿Por qué me encuentro ahora en una situación en que tendré que separarme enseguida de mi nena? ¿Por qué esa persona nos perjudicó tanto? Cada año trae consigo nuevas dificultades que ponen a prueba nuestro aguante, pero este ha sido el colmo. ¿Cuándo podremos tomarnos un respiro?» Desde luego en ese momento no estaba pensando en nada espiritual, pero justo se me encendió una luz, como si de pronto me hubieran inyectado una idea en medio de mis atribulados pensamientos. Lo que me pasa con mi bebé podría compararse con lo que en algunas ocasiones Dios se ve obligado a hacer con nosotros. Él solo quiere nuestro bien; pero a veces las cosas que permite que nos sucedan no nos parecen nada buenas. Eso que nos plantan en las narices nos resulta desagradable, extraño e incómodo. No alcanzamos a ver mucho más aparte de ese enorme y detestable artefacto, y sentimos que nos han robado la suavidez e intimidad a la que nos habíamos acostumbrado. Al igual que le pasa a mi chiquitina, mi alma gritaba y lloraba, y no veía cómo podía emerger algo positivo de esa situación. Afortunadamente tengo un Padre celestial omnipotente y omnisciente que nunca me abandona, ni siquiera en mis momentos de mayor debilidad.

Tiernamente enjuga mis lágrimas y me susurra: «No te negaré lo que necesitas. Sé que te parece difícil y que te sientes destrozada; pero, Mi querida hijita, Yo conozco lo que necesitas para las siguientes etapas de tu vida. Deseo dotarte de las habilidades que precisas, y si confías en Mí y aceptas lo que te ofrezco, muy pronto estarás tan llena y satisfecha como antes. Serás más sabia y aceptarás mejor el futuro y lo que te tengo reservado». ¡Cómo debe de dolerle a nuestro Padre que no confiemos en Él y dejemos que las maravillas que nos ofrece se vayan por el sumidero, que opongamos resistencia y alcemos la voz en protesta cuando Él está esforzándose por ayudarnos! ¡Cuántos obsequios Suyos he dejado pasar! ¡Cuántas veces les he dado apenas una probadita sin aceptarlos plenamente! Podría beneficiarme de toda esa bondad si tan solo confiara, si me sometiera a Sus deseos, si decidiera abrazar los cambios, si me esforzara una pizca más hasta ver a dónde me lleva todo esto. Al meditar más sobre este asunto, recordé un sinfín de ocasiones en que he sufrido desengaños o injusticias o me he enfrentado a pruebas de marca mayor. Con el tiempo descubrí que cada una de ellas era apenas un peldaño para ascender un poco más. Me condujeron a lugares, personas y experiencias que me brindaron alegría y satisfacción y me enseñaron nuevas habilidades, las cuales me prepararon para oportunidades que surgieron más tarde. Sin esos traumas y dramas del pasado no tendría ahora la fe y la confianza que tengo para superar este último trance que ha trastornado mi vida. De acuerdo, Padre, calienta el biberón. Confío en Ti. ¡De un solo trago! Jennifer McGinley es dibujante y profesor a. Actualmente vive con su familia en A lbania. ■ 15


De Jesús, con cariño

El secreto para progresar

cada día La mejor forma de asegurarte de que estás haciendo progresos es esforzarte a diario por dar algún paso hacia adelante, por avanzar en algún aspecto en que te has propuesto mejorar. Niégate a vegetar o a estancarte. Mantén vivo tu entusiasmo acometiendo nuevas empresas. Prueba algo nuevo, aprende algo nuevo, haz algo nuevo. Si cuidas tu vida espiritual, cada día puede estar lleno de novedades y retos. En el momento en que sientas aburrimiento o te dé la impresión de que estás anquilosándote o cayendo en rutinas, tienes que escapar de eso. Echa un vistazo a tu alrededor: ¿Hay alguien con quien no hayas hablado en mucho tiempo? ¿Puede haber algo nuevo en Mi Palabra que me gustaría enseñarte? Siempre puedes hacer algo para avanzar y seguir creciendo.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.