CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
SORPRESAS La vida y sus imprevistos
De trivial a sublime Lo que importa es el resultado
Improntas radiantes Un magnĂfico porvenir
Año 17, número 7
A N U E S T RO S A M IG O S Conocer a Dios
Pobre Dios. Tiene un problema. Mucha gente afirma creer en Dios, pero en realidad no lo conoce. Para muchos niños, Dios es una mezcla de superhéroe y de mago benévolo de largas barbas blancas, una combinación de Superman y Albus Dumbledore. A medida que vamos creciendo, Dios parece convertirse en un adusto director de colegio, siempre vigilante, siempre pendiente de la hora a la que volvemos a casa y de los libros que estamos leyendo. Es un Dios que mete miedo, que esgrime Su vara castigadora, demasiado inclinado a la paliza y al azote fácil. Luego adquirimos más mundo y nos vemos expuestos a otras filosofías y cosmovisiones. Muchos pasamos entonces por etapas en que lo apartamos de nuestra realidad, aduciendo que no podemos vivir de acuerdo a Sus reglas, o que preferimos no hacerlo. La cierto es que si Dios lleva la cuenta de nuestros aciertos y desaciertos, no vamos a salir muy bien parados. Por fortuna, nuestro Dios es amoroso, un Ser santo y bueno, un Dios fuera de serie que quiere acercarse a nosotros y enseñarnos el camino que nos llevará a la vida eterna con Él. «A todos los que creyeron en Él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios»1. Dios no nos exige perfección. Nunca ha esperado que seamos perfectos. De lo contrario, no habría venido a la Tierra a morir por nosotros. Sin embargo, lo hizo, y quiere relacionarse estrechamente con cada ser humano: «Ustedes ahora son Mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo»2. ¡Sigamos leyendo, y así llegaremos a conocerlo mejor! Gabriel García V. Director
1. Juan 1:12 (ntv) 2. Juan 15:15 (ntv) 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2016 Impreso en China. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
EL REFUGIO SECRETO Koos Stenger
Nací pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Holanda se estaba recuperando y los efectos del conflicto y la ocupación todavía eran visibles. En mi niñez oí hablar con frecuencia de los sufrimientos que había soportado la gente. Eso generó en mí un profundo respeto por los sacrificios que muchos habían hecho, especialmente los que no traicionaron sus convicciones aun en desmedro de su propia integridad. Una de esas personas fue Corrie ten Boom, que terminó perdiendo a la mayoría de sus familiares y pasó años en un campo de concentración. Habría resultado fácil no prestarles ayuda a los refugiados judíos que golpeaban a su puerta con los ojos llenos de miedo. La familia ten Boom podría haber bajado la mirada y hacerse la ciega ante aquella necesidad acuciante, todo para salvar su propio pellejo. Pero los ten Boom ni siquiera consideraron esa posibilidad. Tenían una profunda fe en Cristo y sabían que el egoísmo y el instinto de conservación no cuadraban con Sus enseñanzas. El amor siempre se fija en las necesidades ajenas y no se preocupa por su propio bienestar. De ahí que Corrie y su familia optaran por resistir. No en un sentido físico, sino con las armas de la fe. Crearon un escondrijo para los perseguidos. Su historia está plasmada en el conocido libro El refugio secreto.
Siempre había tenido curiosidad por ver dónde ocultaban a los refugiados. Finalmente tuve ocasión de visitar la casa donde lo hicieron. Queda en Haarlem, cerca de Ámsterdam, y es hoy un museo abierto al público. La visita lo retrotrae a uno a la realidad del sufrimiento y la guerra. Las habitaciones son diminutas, y los pasillos y escaleras muy angostos. El refugio secreto donde se ocultaban seis judíos en el momento del allanamiento de la Gestapo tiene apenas 76 cm de profundidad1. A pesar del sufrimiento, la casa de la calle Barteljorisstraat se ha convertido en un monumento a la fe y el triunfo. Si bien la mayoría de los integrantes de la familia ten Boom perdieron la vida durante la guerra, no cuesta imaginarse la alegre bienvenida que Jesús debió de darles el día en que llegaron al Cielo, su último refugio secreto. Aunque tal vez nosotros no tengamos que hacer semejantes sacrificios, todos los cristianos tenemos la misión de iluminar las tinieblas que nos rodean. La vida de los que han partido antes que nosotros pone de relieve la importancia de afianzar nuestras convicciones y nuestra relación con Dios a fin de ser luminarias en el mundo actual. Vale la pena, pues en Él también nosotros tenemos un refugio.
1. Se puede realizar una visita virtual al museo ten Boom
Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■
en la siguiente dirección: http://tenboom.com/es/
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s a t n rp o ntes m I radia o ul
de
c tí ar ine u n ta de Fon ón a ci a r í a t M ap d A
«[Jesús] es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que Él es, y el que sostiene todas las cosas con Su palabra poderosa»1. Jesús se describió a Sí mismo como «la luz del mundo»2; pero ¿has meditado alguna vez sobre lo que eso significa? Jesús es el resplandor del Padre que alumbra nuestra vida, revelando el amor y la naturaleza divinos, iluminando el camino que 1. Hebreos 1:3 (nvi) 2. Juan 8:12 3. Vers. 4 4. Mateo 4:16 (RVR 95) 5. V. Efesios 2:4,5 6. V. Efesios 3:20 7. V. Hebreos 12:2 8. V. Lucas 19:10 9. V. 1 Juan 3:16 4
conduce al Padre, de modo que vivenciemos a Dios y en última instancia entendamos quién es. Juan 1 dice: «En [Jesús] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres»3. No podríamos vivir sin la luz física que nutre nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Del mismo modo, sin la luz espiritual de Dios, que es fuente de toda vida, estaríamos perdidos espiritualmente y en «sombra de muerte». La Biblia dice de Jesús: «El pueblo que habitaba en tinieblas vio gran luz, y a los que habitaban en región de sombra de muerte, luz les resplandeció»4.
Al venir a la Tierra, Jesús nos trajo la luz espiritual de Dios, que libera a quienes la aceptan y los redime de la muerte5. Esa es la esencia de la salvación: que Dios nos envió Su luz —fuente de vida eterna— y que desde el momento en que aceptamos a Jesús empezamos a imbuirnos de la brillantez y fuerza vital de Dios. Jesús es más que luz, por muy incomprensiblemente maravilloso que eso sea. También es la impronta de la naturaleza divina. Una impronta es el sello o la marca que identifica a un fabricante. La impronta de Dios en Jesús muestra Su propia naturaleza. Jesús
«Así como la marca del sello en la cera es la imagen expresa del sello, Cristo es la expresa imagen —la perfecta representación— de Dios». San Ambrosio (c. 340–397) «El Jesús agonizante es evidencia de la ira de Dios contra el pecado; pero el Jesús viviente es prueba del amor y el perdón divinos». Lorenz Eifert
nos reveló el carácter de Dios Padre por medio de todo lo que dijo e hizo. Nos presentó a Dios de manera que nosotros, Sus creaciones humanas, lográramos entenderlo. Al estudiar la vida de Jesús, captamos vislumbres de la naturaleza divina, del amor de Dios, de las expectativas que abriga con respecto a nosotros y de la misericordia, el perdón y la compasión de nuestro Dios, que nos ha dado todas las cosas mucho más abundantemente de lo que podríamos pedir o imaginar6. Vemos a un Dios capaz de los mayores sacrificios por los resultados que estos traerán7; un Dios que se preocupa por los perdidos, que los busca y los conduce con paciencia hacia Sus brazos8. Vemos la naturaleza de Dios en cada milagro, en cada palabra de perdón y esperanza que Jesús pronunció, y en Su amor, que detecta en nosotros lo positivo y las posibilidades, aun en nuestros peores momentos. Observamos Su
tierna dulzura al igual que Su furia contra el mal. Lo mejor de todo es que vemos que la impronta de Dios en nosotros tiene la virtud de hacer que Su luz irradie de nosotros hacia los demás9. Cuando Jesús, el resplandor de Dios, vino a este mundo, adoptó una forma insignificante: un bebé en un establo. El hecho llamó la atención de muy pocas personas. No obstante, Su nacimiento fue el mayor acontecimiento de la Historia, pues trajo salvación a todos los que quisieran aceptarlo. A medida que nos acerquemos más a Jesús, podremos irradiar en mayor medida el Espíritu de Dios en esta vida y, más adelante, a través del universo y la eternidad. Al mirarnos en el espejo, probablemente no percibimos el fulgor de la impronta de Dios. Sin embargo, ¿cuántos se habrían imaginado el ser que había de nacer de una mujer en apuros y su pobre esposo, para quienes parecía que todo iba de mal en peor? Tuvieron que abandonar
su hogar sin saber dónde daría ella a luz. Tuvo que parir entre animales y colocar a su hijo recién nacido en un comedero. ¿Quién se habría imaginado que el atribulado y en apariencia poco bendito nacimiento de aquel pequeñín permitiría que todos vieran la impronta radiante de la vida, gloria y soberanía de Dios? Así pues, si piensas que las cosas te han ido mal en la vida y que ahora mismo todo se ve negro, igual puedes alegrarte. Si Jesús forma parte de tu vida, incluso en el mayor aprieto existe la posibilidad de que ocurra algo glorioso. Es motivo suficiente para encarar el día con una sonrisa, pues gracias al resplandor de la naturaleza divina hecha carne por ti, tu futuro no podría ser más prometedor. M ar ía Fontaine dir ige juntamente con su esposo, Peter A mster dam, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. ■ 5
Mi misión Jessie Richards
Desde que tengo memoria he abrigado la convicción de que mi vida necesita tener un sentido, una misión, un plan. Aparte de ser un rasgo intrínseco de mi personalidad, desde pequeña me inculcaron que Dios obra así en todos nosotros, que tiene una vocación, un «sitio especial en Su reino» para cada uno. Todavía lo creo, aunque con ciertos matices. Hace varios años se me hizo patente que lo que yo había considerado que era mi vocación —ese lugar especial reservado para mí— en realidad no lo era. O más bien, ya no lo era más. Como es natural, me obsesioné buscando mi nueva razón de ser. Hice un profundo examen de conciencia. Medité. Oré. Pedí consejo y me sometí a coaching. No daba con el plan. Así y todo, seguí adelante, me mudé y conseguí un nuevo trabajo. Tenía la esperanza de que pasando a la acción, haciendo algo —aunque no fuera lo ideal— llegaría a descubrir mi nueva razón de ser. Un par de años después no me hallaba ni un paso más cerca de encontrar mi nuevo norte en la vida. Me sentía impotente. Peor aún, culpable, como si hubiera algo que debía hacer y que no lograba descubrir. 6
Cuando acabas de conocer a alguien, una de las preguntas que surge casi inevitablemente a los pocos minutos es: «¿A qué te dedicas?» A mí me cuesta dar una respuesta. Tengo un trabajo, una actividad profesional que realizo, de hecho todos los días. Pero ¿acaso mi función dentro de una entidad sin fines de lucro —labor gratificante y que disfruto mucho— refleja realmente a qué me dedico, es decir, cuál es el eje de mi existencia? ¿Define quién soy? Por supuesto que no. Para mí es vital trabajar en algo que tenga verdadero valor, algo que me satisfaga, que disfrute; y creo que mi carrera siempre contribuirá a definirme como persona e incidirá en cómo cumplo mi propósito en la vida. Con todo, no creo que la razón de ser de la vida de una persona esté grabada en piedra y no deba revaluarse jamás. Probablemente haya más de una razón, y hasta más de una a la vez. En lo que a mí atañe, por el momento entre mis objetivos está el hacer lo que pueda por mejorar un poco la vida de quienes me rodean. Además le he encontrado mucho sentido a aprender a amarme y cuidar de mí misma. Me pasé tantos años concentradísima en ser
«No te preguntes qué necesita el mundo. Pregúntate qué te da vitalidad y hazlo. Porque lo que el mundo necesita son personas con vitalidad». Howard Thurman (1899–1981)
productiva —por el bien de los demás, me decía a mí misma— que prácticamente me olvidé de que yo también cuento, de que Dios desea que sea feliz y me sienta realizada. Así, le he descubierto un gozoso sentido a mi existencia aprendiendo cosas nuevas, viajando a lugares desconocidos, teniendo diversas vivencias y dedicando más tiempo a la literatura, el arte y la música; es decir, disfrutando de la experiencia de estar viva y conectada con gente hermosa en este mundo extraordinario. También he superado el bloqueo mental de pensar que para que mi vida cobre sentido debo tener una sublime, gloriosa y arrolladora pasión; o sea, que debo ser una suerte de salvadora. He dejado de estresarme, flagelarme y sentirme fracasada por no hacer algo que considere suficientemente importante o altruista. Es una liberación. De tanto en tanto todavía siento atisbos de culpa en los rebordes de mi conciencia. Tengo la molesta impresión de que a mi nuevo yo le falta ambición, de que mi vida no está tan orientada hacia la consecución de un objetivo como podría estar. Sin embargo, ¿quién puede decir que un ideal es más valioso que otro? ¿No tenemos cada uno nuestra función dentro del gran tapiz que es la humanidad?
Concluiré con un mensaje de Jesús que recibí en oración cuando estaba pasando por una mala racha. Lo he tenido presente muchas veces desde entonces. Siempre me reconforta: Tu misión en la vida no siempre es evidente, obvia y perfectamente discernible en un momento dado. A veces te da la impresión de que tu vida no tiene ningún sentido especial. Te parece que no haces más que pasar de un día a otro, trabajando, viviendo, avanzando. No tienes la sensación de que haya nada especial en ello, ninguna significación. ¡Pero sí la hay! Todos los días de tu vida cuentan. Cada día constituye una oportunidad, una puerta abierta. Cada día puede tener su propio sentido especial. Todo es importante y valedero para Mí. Lo considero inestimable. Jessie R ichards participó en la producción de Conéctate desde el 2001 hasta el 2012 y escribió varios artículos como redactor a de la revista. También ha tr abajado como redactor a y editor a par a otr as publicaciones cristianas y portales de Internet. ■ 7
Sorpresa Mara Hodler
Hay veces en que la vida
transcurre plácidamente, tienes una idea clara del rumbo que siguen tus asuntos, estás progresando y de golpe… ¡sorpresa! Se produce un vuelco total. Algo te obliga a cambiar y te empuja en otra dirección. Todo el panorama se altera. Esas sorpresas me dan un poco de miedo. Para mí, no controlar una situación es como estar en caída libre. No es lo mío. En esos momentos en que mis mejores planes quedan regados a mi alrededor como desechos inútiles, escucho una voz en mi cabeza que me dice: «El hombre propone, Dios dispone». Tengo entonces que tomar la decisión de adaptarme o de forzar la situación y redirigir las cosas hacia mis queridos planes. En realidad, más que una decisión es una actitud mental. Como la mitad de las veces, el desenlace es evidente, y aferrarme a mis planes no va a hacer más que postergar lo inevitable. Aun así, cuesta ceder. Es como un tango bien bailado. Cuando dos personas llevan mucho 8
tiempo bailando juntas logran compenetrarse muy bien y pueden improvisar un baile en perfecta sincronía. En el tango tradicional, el hombre dirige el baile, y la mujer está atenta a sus más ligeros tironeos y marcas. Ella mueve su cuerpo según como él la guíe. Cuando la pareja está bien sincronizada, los movimientos de uno llegan a ser una extensión de los del otro. Es impresionante. En cambio, da pena observar a una pareja que no baila sincronizada. Se pisan los zapatos y a veces hasta se caen. En el mejor de los casos, les falta la gracia que debe transmitir cualquier baile. A veces imagino mi vida como un baile. Cuando entran en juego esas sorpresas, casi puedo oír a Jesús decirme: «Vamos. Llevamos mucho tiempo bailando juntos. Ya sabes seguirme. Déjame que te dirija y haré de esta danza un espectáculo».
En mi corazón sé que, si le cedo el control, Él no va a trastabillar ni caerse. Pero a veces me cuesta someterme a Sus indicaciones. Normalmente es porque me parece que me he esforzado mucho practicando la anterior coreografía y aprendiéndome cada paso; de ahí que no quiera cambiar. A veces trato de marcar yo el paso. Las consecuencias, claro… son lamentables. Rendirse, entregarse, no es una reacción inicial muy común. Nos resulta natural apegarnos a cierto desenlace. Nos gusta creer que tenemos la sartén por el mango. Dedicamos mucho esfuerzo a la planificación y nos duele pensar que todo puede arruinarse a causa de un suceso que invalide nuestros planes. Lo curioso del caso, sin embargo, con relación al baile, es que todos los pasos ensayados, las
as cuidadas coreografías practicadas una y otra vez son precisamente lo que le permite a una pareja abandonar el baile aprendido y crear espontáneamente uno nuevo. En la vida, toda la planificación, la formación y la realización de lo que creemos que Dios quiere que hagamos es lo que nos capacita para no resistirnos a las sorpresas, cualesquiera que sean. Una notita sobre esas sorpresas. Muchas de las que me han ocurrido a mí no pintaban nada bien al principio. Como cuando me negaron la visa para ir a un país en el que tenía asegurado un trabajo que yo consideraba ideal; o cuando unos compañeros que eran fundamentales para cierta iniciativa decidieron optar por otra cosa justo cuando el programa estaba comenzando a despegar. También he sufrido
enfermedades, accidentes y decepciones laborales, he perdido clientes y he visto cómo el mal tiempo desbarataba planes que había trazado con sumo cuidado. Esos acontecimientos me condujeron por derroteros inesperados. Así y todo, ninguno me arruinó la vida. En algunos casos me llevaron por senderos que terminaron siendo mucho mejores que los que yo había planeado o previsto. Algunas de las personas más increíbles que conozco interpretan esos trastornos como invitaciones a un baile especial. Es tanta su confianza que son capaces de obviar la resistencia y moverse al compás. Esas personas me impresionan y me maravillan tanto como ver bailar a una pareja bien conjuntada. Me asombra que los rápidos giros, bajadas y contorsiones del baile de su vida tengan aparentemente tanta
gracia y se produzcan sin resistencia. La belleza de la paz que reflejan confirma sin duda que su manera de afrontar esas sorpresas da mejores resultados que la mía. Lo bueno es que estoy segura de que vendrán más sorpresas y tendré oportunidad de practicar y aprender a dejarme llevar en lugar de oponer resistencia. Mientras escribo estas líneas, sé que me aguardan sucesos que no puedo prever. Ruego que sea capaz de fluir con ellos y no resistirme ni ser indócil, al menos no tanto como para arruinar el baile. Jesús quiere que nuestra vida sea extraordinaria y se valdrá de cada pequeño giro, contorsión, pirueta o alzada para crear el más bello de los bailes. Basta con que nos dejemos llevar por Él. Mara Hodler ha sido misionera en Extremo Oriente y en África Oriental. Actualmente vive en Texas con su esposo y sus hijos y administra una pequeña empresa familiar. ■ 9
Elsa Sichrovsky
De tRivial a sublime Una de mis novelas preferidas es El caballo y su niño, de C. S. Lewis. Se trata de uno de los siete libros de la saga Las Crónicas de Narnia. Aravis, la heroína, es una princesa que intenta huir de un matrimonio arreglado con un tipo detestable pero que ostenta un alto cargo. Con ella se fugan también unos amigos a los que acaba de conocer. No son familiares, pero deciden viajar juntos por seguridad. Su destino es la misteriosa tierra de Narnia. A mitad de camino, Aravis se encuentra con una de sus adineradas amigas. Luego de cometer ambas una serie de errores, Aravis se separa de sus compañeros de viaje. Sin embargo, tras sortear numerosos obstáculos y sufrir algunos retrasos, las dos llegan a una puerta oculta detrás del antiguo palacio real. Justo cuando todo parece estar saliendo bien, el rey y sus edecanes aparecen de improviso en el palacio. Ambas chicas corren a esconderse en una sala cercana y se agachan detrás de un sofá. Pero horror de horrores, momentos después el rey, su hijo y el prometido de Aravis entran a ese mismo salón para sostener una reunión ultrasecreta. Las chicas se ven forzadas a permanecer escondidas hasta que concluye la reunión. 10
Ahí, no obstante, temblando detrás del sofá y a pocos centímetros del hombre del que pretende escapar, Aravis se entera del secreto más importante que descubrirá en su vida: el príncipe heredero tiene pensado invadir por sorpresa Narnia y el reino aledaño de Archenland en las próximas horas. Concluida la reunión, la amiga de Aravis la ayuda a escapar de la ciudad y reencontrarse con sus compañeros de viaje. Aravis revela lo que ha oído, y entre todos logran avisar justo a tiempo al rey de Archenland. Como consecuencia, el ejército de Archenland derrota al príncipe, y tanto Archenland como Narnia se libran de la invasión. De no haber sido por los errores de Aravis y su amiga, ambos reinos habrían desaparecido. En efecto, si todo hubiera salido conforme a sus planes, Aravis se habría marchado antes que el rey llegara al palacio para celebrar su reunión secreta. Pero ¿cuál habría sido el destino de Narnia y Archenland, donde Aravis y sus amigos planeaban establecerse al terminar la guerra? Si bien el propósito inicial de Aravis —huir de un matrimonio repugnante— era perfectamente válido, puede parecer más bien trivial comparado con la noble
«Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y Mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así Mis caminos están más altos que sus caminos y Mis pensamientos, más altos que sus pensamientos». Isaías 55:8,9 (ntv)
misión no solo de salvar dos grandes reinos, sino también de asegurar el futuro de sus amigos. En todo caso, el magnífico giro de los acontecimientos que se produjo fue consecuencia directa de las equivocaciones cometidas por Aravis y su amiga y de circunstancias que escapaban a su control. Puedo establecer varios paralelos entre las aventuras de Aravis y mis propias experiencias. La huida de su hogar me recuerda cuántas veces me he propuesto escapar de una situación o circunstancia para obtener algo que se me antojaba mejor, como un mejor trabajo, una relación ideal, etc. Al igual que Aravis, me fijo un claro objetivo y resuelvo alcanzarlo sin importarme lo que se interponga. Y por supuesto, mi oración es: «Señor, haz que todo salga espléndidamente, sin sobresaltos. Te ruego que retires todo posible obstáculo y contratiempo, todo lo que suponga un inconveniente o una molestia». Dios probablemente se ríe de mis planes: «Están bien; pero son más bien triviales. ¡Yo tengo pensado algo realmente maravilloso!» Es probable que al escuchar mi oración sonría y diga: «Puede que los problemas no te parezcan beneficiosos, pero son Mi instrumento favorito para alcanzar Mis objetivos». Con frecuencia en mis idas y venidas cometo errores y surgen contratiempos inesperados que amenazan con frustrar mis oportunidades de escapar. No se concreta un acuerdo. Mis planes es derrumban. Hay choques de personalidades. La comunicación se tensa. Las
circunstancias hacen que el asunto se me escape de las manos. Yo suspiro contrariada y hago lo humanamente posible por retomar el control y volver a encauzar mis planes. Pero en vez de mejorar, la situación generalmente deviene en lo que parece ser una catástrofe y un fracaso. Me digo: «¡Esto no podría ser peor!» Con el tiempo, sin embargo, todo encaja en su lugar, de una manera distinta, sí, pero con un resultado mucho más hermoso del que yo me esperaba. Entonces me doy cuenta de que Dios se ha valido de todos esos irritantes obstáculos y errores para encaminarme hacia valiosas oportunidades y desenlaces que rindan fruto y perduren en el tiempo. Hasta se vale de mis traspiés para reorientar mis pasos, alejándolos del rumbo que yo me había trazado y acercándolos al Suyo. Habiendo conocido, por una parte, el fracaso de mis planes y, por otra, la belleza de los designios divinos, he decidido poner mi confianza no en mis prolijos proyectos, sino en la abarcadora y perspicaz sabiduría de Dios. En el momento en que reconozco que Él ha intervenido, suspiro, pero esta vez de satisfacción, maravillada de la hermosa situación a la que Él me ha conducido. Comprendo agradecida que nunca habría llegado a donde estoy hoy si Dios no hubiera trastornado mis planes iniciales para tornar lo trivial en sublime. Elsa Sichrovsk y es escr itor a. Vive con su familia en el sur de Taiwán. ■ 11
Lo que hace Dios por mí Ingibjörg Torfadóttir
Cuando llegué al pabellón de
pacientes con Alzheimer para hacer mi turno de enfermería, me encontré con una señora que estaba muy nerviosa y no se quedaba quieta. Podría haberle suministrado algún medicamento para tranquilizarla; pero como no tenía una actitud agresiva ni dolor, decidí caminar un rato con ella. Fue un paseo sin destino; a veces me detenía a estudiar unos cuadros, mostrarle un peluche, mirar por la ventana y cosas así, aunque mayormente nos limitamos a caminar. Ese deambular sin rumbo se prolongó más de una hora. Cada vez que yo intentaba encaminarla hacia la zona común, ella me empujaba en otra dirección. Entonces me vino un pensamiento que nunca había considerado: «¡Eso mismo hago yo con Dios!» ¡Cuántas veces lo llevo 1. V. Romanos 12:1 12
a rastras hacia los rincones de cada recinto de mi vida y hago caso omiso de lo que Él se propone indicarme u obrar en mí! Aun así, Él siempre me acompaña, retirando los obstáculos para que no tropiece. Está conmigo en todo instante, y Su amor es inagotable. En determinado momento aquella paciente estaba casi tirándome de la ropa para que fuéramos por donde ella quería. Insistía en meterse por una salida de incendios que estaba cerrada. Aunque ya habíamos recorrido aquel pasillo varias veces, no dejaba de insistir, de modo que me dejé llevar por ella. Se me ocurre que a veces Dios debe de mirarme y pensar: «Y bueno, pronto tendrá que darse la vuelta. Si no escucha, dejaré que haga lo que quiera. Ya aprenderá, ya lo entenderá». Por lo visto, Dios quería mostrarme que Él vela por mí y me cuida. Que nunca se impacienta.
Yo estaba pensando que aquello se estaba alargando demasiado, que era hora de pedirle a una enfermera auxiliar que se hiciera cargo. Sin embargo, no me pareció correcto. Me dije: «¿Cómo puedo abandonarla en su hora de necesidad con todo lo que hace Dios por mí? ¿Acaso mi vida y mi tiempo son más importantes que brindarle mi apoyo a alguien?» Aun cuando obro bien, a menudo termino por aburrirme y lo dejo, o caigo en la tentación de creerme fenomenal y sentirme bastante complacida conmigo misma. En realidad, ayudar y servir a los demás es apenas mi «culto racional», el servicio que le debo1. Después de todo, Él hace lo mismo por mí todos los días. Ingibjörg Tor fadóttir vive en Islandia. Está afiliada a La Familia Inter nacional. ■
PAz Ravi Singh
Muchas personas ni siquiera
albergan la esperanza de encontrar amor y alegría: les parecen inalcanzables. No obstante, lo darían todo por tener paz. Hay quienes creen que la plata puede servirles para hallar paz y resolver sus problemas. Pero aunque se eliminaran todas las armas de la faz de la Tierra y todos los países tuvieran entre sí relaciones de amistad, no alcanzaríamos la tan ansiada paz. La paz de la que hablo no es la mera ausencia de conflictos combinada con una sensación de bienestar, sino una perfecta serenidad interior. Jesús dijo: «Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que Yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo»1. Yo encontré la paz; recuerdo claramente el día en que sentí la fuerza de la paz, cuando Dios traspasó la dureza de mi corazón. Antes de que esa dureza desapareciera, no me había percatado de que tenía el corazón 1. Juan 14:27 (ntv)
endurecido. Entonces disfruté plenamente de una paz que no estaba ligada a las circunstancias, los bienes materiales y la aceptación de los demás. Era puramente por efecto de la presencia de Dios. Ese fue el día de mi liberación. Pero me descarrié. Hice muchas cosas de las que no me enorgullezco y ahora me encuentro en la cárcel. Cuando me detuvieron, Dios me estaba dando otra oportunidad. Me estaba diciendo: «Te he dado Mi Espíritu para que more en ti si transitas por la vida conmigo. Te enseñaré qué hacer y, cuando estés a punto de descaminarte, te ayudaré. Incluso te encauzaré nuevamente por la senda del bien cuando des un giro equivocado». Dios desea que nos libremos de las cargas del pasado para que podamos avanzar hacia el futuro. Ese es Su obsequio de paz. R avi Singh es lector de Conéctate. Cumple pena de cárcel en Sudáfr ica. ■
«Si Dios es nuestro Dios, nos dará paz cuando estemos atribulados. Cuando fuera haya tormenta, pondrá paz en nuestro interior. El mundo suele crear conflictos donde hay paz; Dios, en cambio, crea paz donde hay conflictos». Thomas Watson (c. 1620–1686) «La paz llega cuando no se interpone nube alguna entre Dios y nosotros. La paz es consecuencia del perdón, nos viene cuando Dios retira lo que nos nubla la visión de Su rostro y por tanto rompe la unión que tenemos con Él». Charles Brent (1862–1929) «La verdadera satisfacción debe provenir de adentro. Ni tú ni yo estamos en condiciones de controlar el mundo que nos rodea; mas sí podemos transformar y controlar nuestro mundo interior». Warren Wiersbe (n. 1929) 13
Robert Stine
LA CREACIÓN, UN ELÍXIR PARA EL ALMA Vivir en una gran ciudad
puede tener un efecto negativo en nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro cuerpo. El apiñamiento, el egoísmo, el bombardeo a que nos someten los medios de comunicación, el estrés de la vida cotidiana, las relaciones, la salud, las cuestiones económicas, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo… todo eso puede llegar a abrumarnos si no nos renovamos en espíritu todos los días mediante una buena lectura de la Palabra de Dios y un rato de oración. Con frecuencia no nos damos cuenta de que nos estamos debilitando, de que andamos agotados o estresados, hasta que nos apartamos de nuestro medio habitual y nos trasladamos a un lugar distinto donde podemos tomar distancia y apreciar las cosas con más claridad. Después de vivir 15 años en Tokio como misionero y docente, no era consciente de lo mucho que me afectaban las circunstancias físicas 14
de aquel entorno. Solo me percaté cuando empecé a alterarme con los que me empujaban en los trenes o con la gente apresurada o ensimismada que chocaba conmigo. Viajar a diario en los trenes de Tokio durante quince años es una experiencia que termina destrozándole a uno los nervios. Los vagones siempre están atestados, y la gente ingresa a empujones. Uno queda apretujado entre cuerpos por los cuatro costados. A pesar de leer la Palabra de Dios y orar todas las mañanas sin falta, igual me afectaba; pero no me di cuenta hasta que cambié de trabajo y de entorno. Me mudé a una pequeña isla tropical de la prefectura de Okinawa, a dos mil kilómetros de Tokio. En cuanto aterricé sentí el influjo de la naturaleza, la creación, el mar, las montañas, el clima y las personas amables que viven aquí. Me habitué a pasar ratos en las playas y en los parques cercanos al
mar y sentí el poder sanador de los colores, las olas, la paz y la ausencia de concreto, autos, personas y ruido. Al cabo de varios meses se produjo un cambio en mí. Aminoré la velocidad, contestaba pausadamente, disfrutaba de relaciones más auténticas y en general era mucho más feliz. El ajetreo, el ruido y la multitud de gente de las megaciudades pueden lesionar nuestra alma sin que nos demos cuenta del efecto que tienen en nosotros. La creación divina es un eficaz agente sanador. Vale la pena apartarse de todo y disfrutar de la sencillez de un atardecer, de los árboles, las flores, los ríos, los lagos, el mar y las montañas. Respiremos, relajémonos, salgamos a pasear, empapémonos del ambiente de paz y dejemos que la voz de Dios y Sus ángeles nos hable claramente al corazón en susurros y sane nuestro espíritu. Robert Stine es docente y misionero. Vive en Japón. ■
Comienza hoy mismo tu andadura con Dios invitando a Su Hijo Jesús a formar parte de tu vida. Jesús, me gustaría conocerte mejor. Te ruego que entres en mi corazón y no me dejes nunca. Amén.
ANDAR con
DIOS Sally García
Los primeros capítulos
del libro del Génesis mencionan a un enigmático personaje: Enoc. Aunque no sabemos mucho sobre él, cabe suponer que en la época de Jesús era harto conocido, ya que la epístola de San Judas alude a una profecía recibida por Enoc que guarda relación con los Postreros Días1. Este patriarca, nacido apenas siete generaciones después de Adán, fue también padre de Matusalén, el personaje bíblico más longevo2. El dato más interesante sobre Enoc que nos ofrece la Biblia se encuentra en Génesis 5:24: «Como [Enoc] 1. V. Judas 1:14,15 2. V. Génesis 5:21,27 3. (nvi) 4. Amós 3:3 5. V. Génesis 3:8 6. Efesios 5:2 7. V. 2 Corintios 5:7 8. V. 1 Tesalonicenses 4:12 9. V. 3 Juan 1:4 10. V. 1 Juan 1:7 11. V. Colosenses 4:5 12. V. Colosenses 2:6 13. Hebreos 11:5 (ntv)
anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó»3. «Anduvo con Dios». ¿Qué sugiere esa frase? • Andar con Dios refleja armonía. «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?»4 Cuando caminamos con alguien, generalmente lo hacemos codo a codo. Procuramos no adelantarnos ni rezagarnos. Aprender a andar al ritmo de Dios es una aventura de toda una vida. • Andar con Dios significa también tener comunión con Él. Muchos grandes pensadores y escritores como Azorín, Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson, Antonio Machado y Søren Kierkegaard solían dar paseos contemplativos. Adán y Eva comulgaban a diario con Dios paseando por el Edén5. • Andar con Dios es un modo de vida. La Biblia nos exhorta a andar «en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a Sí mismo por nosotros»6. Nos indica asimismo que andemos
por fe, no por vista7, que andemos honestamente8, que andemos en la verdad9, que andemos en luz10 y que andemos sabiamente11. Y todo lo anterior queda resumido en el versículo que nos aconseja que simplemente andemos en Cristo12. Sobre la vida de Enoc, el apóstol Pablo escribió: «Fue por la fe que Enoc ascendió al cielo sin morir, “desapareció porque Dios se lo llevó”; porque antes de ser llevado, lo conocían como una persona que agradaba a Dios»13. Tanto agradaba Enoc a Dios que por lo visto un día se fue caminando con Él derechito al Cielo. Una vida agradable a Dios es una vida sencilla caminando en comunión con nuestro Creador, hasta el día en que concluyamos nuestro peregrinaje por este mundo y lleguemos sanos y salvos a nuestro hogar celestial. Sally García es educador a y misioner a. Vive en Chile y está afiliada a La Familia Inter nacional. ■ 15
De Jesús, con cariño
Estoy para ayudarte Te conozco perfectamente. Conozco tus dones, tus habilidades, tus puntos fuertes. También estoy al tanto de tus imperfecciones, idiosincrasias y peculiaridades, que conforman tu singular personalidad. Sé de las debilidades que persisten en ti y que no logras superar, y de todos esos rasgos tuyos que te molestan. Conozco todas las peticiones de tu corazón, tus más íntimos anhelos. Nada me es oculto. Me importa cada uno de tus pesares y desilusiones. Me importa cómo te sientas. Me importa lo que pienses. Me importan tus dificultades y penalidades. Me importan tus dolencias. Me importan los bienes materiales que te hacen falta. Me importan tus batallas espirituales. No hay un solo detalle de tu vida que no me interese. Cada vez que alzas los ojos a Mí, allí estoy. Oigo tus oraciones, y me lleno de compasión. Jamás me canso de escucharte. Jamás estoy distante. Nunca estoy muy cansado u ocupado para atenderte. Jamás me doy la vuelta y me aparto. Nunca duermo. Nunca coloco en la puerta un cartel rogando que nadie me moleste. A veces no respondo como me pides o como te imaginas que lo haré; otras veces no alcanzas a ver la respuesta enseguida; pero siempre te oigo y te contesto.