CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
¿Amargura o DULZurA? De ti depende
En el ardor de las llamas Fe aquilatada
Un obsequio para dos hermanos
Seguir las corazonadas
Año 18, número 4 A N U E S T RO S A M IG O S Le cción de desinter és Mi esposa y yo solemos ir una vez a la semana al mercado de frutas y verduras de nuestro barrio, un lugar siempre pintoresco y folclórico. Allí la gente se saluda con efusividad, se consiguen las mejores ofertas de productos frescos, se habla del clima, del gobierno, de fútbol, y sobre todo es un centro social para matar soledades. Ese día, para ser consecuentes con las pautas de vida sana, privilegiamos la bicicleta. Tocados de casco y premunidos de mochilas y alforjas, nos vamos a la feria, como le dicen en Chile. Es habitual que volvamos tan cargados de mercadería que difícilmente nos daríamos cuenta si algo se nos cayera mientras pedaleamos. En cierta ocasión mi señora no se percató cuando su teléfono celular se le escurrió del bolsillo,. Solo cuando ya llegábamos a casa nos dimos cuenta de que el aparato se había esfumado. Decidimos llamar al teléfono por si el afortunado que lo hubiera encontrado quisiera tener la gentileza de devolvérnoslo. Para sorpresa nuestra, contestó una voz masculina. Cuando le conté que mi mujer era la dueña del teléfono, nos explicó que su hijo adolescente lo había descubierto mientras paseaba por el parque y que si pasábamos por su casa gustosamente nos lo devolverían. Contentos nos dirigimos hacia el domicilio de nuestros bienhechores, pero nos topamos con un inconveniente. Queríamos premiar al chico por su honradez y ofrecerle algo en metálico; mas cuando revisamos la billetera y esculcamos nuestros bolsillos, ¡vimos que no nos había quedado ni un peso! Rebuscamos entre las compras y encontramos una cajita de arándanos frescos que el joven probablemente disfrutaría. Luego de saludar a los dueños de la casa y de agradecerle profusamente al hijo su buen acto, nos disculpamos por no poder ofrecerle otra cosa que unos arándanos de temporada. Él los recibió con agrado y, ya despidiéndonos, mi esposa le expresó al papá lo mal que nos sentíamos por no haber podido premiar como correspondía a su hijo. —Bueno, como usted sabe, hoy por ti y mañana por mí —atinó a decirle ella. Él nos desarmó contestando: —Y aunque no fuera así. ¡Qué bonito es hacer el bien sin pensar en recompensas, solo por el gusto! Ese día aquella familia nos enseñó una gran lección de cristianismo, sobre la importancia de dar sin esperar recibir nada a cambio. «Hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande»1. Gabriel García V. Director 1. Lucas 6:35 (nblh) 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2016 Es propiedad. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
TODO RESULTARÁ BIEN Koos Stenger
Navegando por Internet
me topé con un test de optimismo. Yo me considero una persona bastante positiva, aunque siempre hay margen para mejorar; pero sentí curiosidad por saber si estaba en lo cierto. Como la prueba no tomaba más que unos minutos, respondí las preguntas. Cuando aparecieron los resultados, no me sorprendí demasiado. Había una frase que señalaba mi propensión a preocuparme con exceso, y otra que hacía referencia a mi mal hábito de dedicar demasiado tiempo y atención a imaginarme los peores desenlaces posibles de toda situación. Sin embargo, la conclusión fue alentadora: «En términos generales, rara vez consideras que en el mundo todo sean malas experiencias y acontecimientos. Tiendes a confiar en que todo resultará bien al final».
Al leer esa última frase esbocé una sonrisa. A pesar de las dificultades y sufrimientos estoy convencido de que al final todo saldrá bien. No sé cómo, pero sé que así será, pues tengo fe en que Dios cuida de mí y cumple Su palabra. Si ha prometido protegerme hasta el final, sé que lo hará. No siempre he creído en Él. Hubo una época en que no pensaba que todo se fuera a arreglar. Aquellos fueron días llenos de estrés, lágrimas y ansiedad, en los que sentía que el peso del mundo entero me aplastaba. Era consciente de que las incertidumbres sobre mi vida, mi salud, mi situación económica y mi futuro me sobrepasaban, pero no di con la solución hasta que conocí a Dios y mi fe se acrecentó leyendo Su Palabra. Conozco a una persona que está mal de salud. No es que tenga una dolencia de poca monta, como un resfrío o una gripe, sino cosas serias
que lo han obligado a someterse a una vigilancia médica bastante intensiva los últimos 10 años. Desafortunadamente la fe es algo que no quiere ni considerar. —No necesito a Dios —me dijo—. Puedo encargarme de esto yo solo. La verdad es que no puede. Ninguno de nosotros tiene la capacidad para hacerlo. Pero como él piensa que ese es su deber, su vida es mucho más dificultosa, innecesariamente. Yo no soy mejor persona que él. No soy más inteligente, ni más paciente, ni más perseverante. Pero tengo algo que a él le falta. Tengo fe en que Dios se preocupa por mí. He ahí la clave. Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■ 3
¿AMARGURA O
DULZURA?
María Fontaine
Todos hemos pasado por
momentos sombríos. Todos hemos sufrido tragedias o aprietos que difícilmente habríamos podido evitar y que en algunos casos fueron consecuencia directa de las decisiones erróneas o actos desconsiderados de otras personas. Esas desgracias tanto pueden volvernos más dulces como amargarnos, según cuál sea nuestra reacción. Quienes no son capaces de ver el aspecto positivo de las dificultades generalmente se resienten, y así se acarrean aún mayores desdichas. Tal vez, en efecto, hayan sido objeto de una injusticia; pero Jesús habría podido hacer que esa situación redundara de algún modo en su provecho. «Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados»1. En muchos casos es lógico suponer que muchas de esas circunstancias 1. Romanos 8:28 4
que vemos como errores Dios las aprovechó o incluso las dispuso con el fin de sacar a relucir lo mejor de la persona, acercarla a Él, enseñarle algo valioso o simplemente ponerla a prueba. No es que Dios quiera que se den esas situaciones; Él solo desea lo mejor para Sus hijos. Pero cuando ocurren, procura sacarles provecho. Así es el Señor: puede hacer que todo redunde en bien; y lo hace, siempre y cuando se lo permitamos. Descubrir el lado bueno de una mala situación no es un mero ejercicio de optimismo; no solo es una buena idea, sino que es vital para nuestra salud emocional y espiritual. Si no somos capaces de aceptar que en algún capítulo de nuestra vida Dios puede haber escrito derecho con renglones torcidos, seguramente jamás lograremos perdonar de lleno y olvidar esas cosas; y eso puede conducirnos al resentimiento.
Por esa razón es esencial que no evoquemos solo lo malo de los sucesos que nos han ocurrido, por muy terribles que fueran. Aunque el recuerdo que algo nos ha dejado sea desagradable o quizás hasta doloroso, si le pedimos a Dios que nos enseñe de qué forma se propone valerse de ello para nuestro beneficio, Él puede librarnos del resentimiento y de la inquina y brindarnos hermosas victorias. ¿Puede haber mayor triunfo que sacar algo bueno de lo malo? Esa es la mejor forma de superar las heridas del pasado; no mediante el resentimiento ni con pensamientos revanchistas, sino permitiendo que Dios nos haga personas más dulces a través de esas amargas experiencias. M ar ía Fontaine dir ige juntamente con su esposo, Peter A mster dam, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. ■
DÉBIL Y FUERTE A LA VEZ Evelyn Sichrovsky
Hace nueve años me sometí a una operación que alteró mi vida. Cuando me llevaron de urgencia al hospital con un dolor terrible en el bajo vientre, los exámenes revelaron la presencia de un quiste gangrenoso de gran tamaño que se había reventado y que requería cirugía inmediata. Mi médico me aseguró que la recuperación tomaría menos de dos meses. Me aferré a esa promesa. Sin embargo, después del alta mi salud fue empeorando progresivamente. Sufrí una misteriosa dolencia digestiva caracterizada por meteorismo, indigestión, náuseas, pérdida de peso y reflujo ácido. Después de ver a muchos especialistas y someterme a decenas de exámenes me enteré de que sufría de adhesiones intestinales y otros problemas gastrointestinales provocados por las cicatrices quirúrgicas internas. La enfermedad me ocasionaba molestias todos los días y me exigía seguir una dieta estricta. Oré y busqué incesantemente una cura 1. V. Romanos 8:28 2. 2 Corintios 12:9 (nvi) 3. 2 Corintios 12:9,10 (nbd)
con el convencimiento de que tenía que haber un final feliz, que volvería a estar saludable, no sufriría más dolores y podría comer lo que quisiera. No obstante, con el tiempo se fue haciendo evidente que, aunque recobrara gradualmente algo de fuerzas, era probable que las secuelas de mi cirugía fueran permanentes. Al caer en la cuenta me derrumbé. Tenía tanto dolor y la situación era tan sombría que no lograba imaginarme qué bien podía salir de todo aquello1. Aun así, me aboqué a dar gracias a Dios por Su amor, Su sabiduría y el buen fruto que darían mis dificultades. Poco a poco encontré la paz y el valor para aceptar mi mal como un obsequio Suyo. Con ese enfoque me resultó mucho más fácil soportar las molestias, y al mismo tiempo me sirvió para apreciar los aspectos positivos que no había advertido antes. Aunque mi salud ha mejorado un poco, algunas de las secuelas postquirúrgicas son irreversibles. De todos modos, he llegado a acoger con gratitud esos dolores y limitaciones. He aprendido a valorar mi vida, mi familia y mis amigos. Tengo más empatía y compasión.
He descubierto que puedo ganar fortaleza y resiliencia si permito que los avatares de la vida me impriman profundidad de carácter, en lugar de resignarme a que condicionen mi actitud y empañen mi felicidad. Sobre todo, he comprobado que Dios puede darnos fuerzas en nuestra debilidad y ayudarnos a superar las pruebas. Él se ha valido de esas dificultades para inspirarme una fe más profunda, enseñarme a depender de Él y darme Su gozo perdurable, que puede más que cualquier molestia física. Me identifico con lo que Él le prometió al apóstol Pablo: «Te basta con Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad»2. Con la ayuda de Dios, quiero responder como Pablo: «Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. […] Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte»3. Evelyn Sichrovsky es universitaria. Vive con su familia en Taiwán y participa como voluntaria en labores misioneras. ■ 5
Michael Owens
Un oBSEQUIO PARA DOS HERMANOS ¿Alguna vez te ha pasado
que queriendo hacer algo por ayudar a alguien o ejercer una influencia positiva en el mundo, resulta que tus buenas intenciones fueron saboteadas por tus propios pensamientos y te convenciste de que tus esfuerzos no darían resultado? Me pasó algo así el verano pasado cuando mi mujer y yo paramos a comer en un restaurante de comida rápida que sirve pollo frito. Después de hacer nuestro pedido llevamos las bandejas a una mesa que estaba en medio del comedor. Me fijé en dos jóvenes —evidentemente hermanos— sentados en una mesa cercana. Noté que comían de la misma bandeja y que tenían la porción más pequeña y barata del menú. Además, a uno de ellos no se lo veía nada bien. De repente me vino la idea: «Cómprales otro almuerzo». Me disponía a levantarme para hacer el pedido cuando me asaltó otro pensamiento que me puso en pausa: 6
«¿Cómo vas a llevarlo a su mesa y ofrecérselo? Probablemente no aceptarán una limosna de alguien a quien no conocen, y te verás como un idiota de pie junto a su mesa con una caja de pollo en la mano». Me volví a sentar. Después de largos minutos de debate interno me incliné hacia mi mujer y le expliqué la situación en voz baja. Ella miró hacia los hermanos y volviéndose a mí me dijo: «Si Dios te ha inspirado el deseo de comprarles otra porción, es bueno que lo hagas». Sus palabras de ánimo no podrían haber sido más oportunas, por lo que fui a pedir más comida para ellos. Así y todo, no me atrevía a dirigirme a su mesa para entregársela. El problema se resolvió enseguida. El menor de los hermanos se acercó al mostrador, donde yo estaba, para pedir salsa de tomate. Yo le dije que esperara un momento, pues los cocineros estaban preparando una caja de comida para él, que era cortesía nuestra.
Los ojos se le pusieron llorosos. Me explicó que su hermano tenía una enfermedad terminal y lo habían enviado a casa para que pasara sus últimos días con su familia. —A mi hermano le encanta el pollo frito, así que lo traje aquí para que disfrutara de una comida. Pero en este momento no tengo trabajo y tampoco mucho dinero, así que la estábamos compartiendo. ¡Te lo agradezco mucho! Entonces se me llenaron a mí de lágrimas los ojos, pues me di cuenta de que había estado a punto de perderme la oportunidad de ayudar a aquellos hermanos. Mi temor de que no me aceptaran el obsequio estaba totalmente infundado. El caso es que al seguir esa corazonada que me inspiró Dios pude alegrarles un poco la existencia en un momento difícil. Michael Owens y su mujer, M ar ía, son misioneros en el sur de Flor ida (EE . UU.), de donde son or iundos. ■
El Antes de meterme de lleno
en la jornada de trabajo y lidiar con una larga lista de asuntos pendientes, me detuve una media hora para hacer una lectura devocional, acompañada de oración y meditación. La Biblia se abrió al azar por Hebreos 11, que se conoce como el capítulo de la fe. Mientras leía los increíbles milagros que ha obrado la fe a través de los tiempos, me di cuenta de que muchas de esas cosas también han ocurrido en mi vida. En vista de que acababa de cumplir 60 años, pasé un rato reflexionando sobre todo lo que llevo recorrido hasta ahora y redacté mi propio capítulo de la fe: Por medio de la fe he tenido fuerzas para hacer frente a las muchas adversidades con las que me ha tocado luchar. Por la fe hace 20 años me aventuré a trasladarme a África, y Dios no me ha fallado en ninguna de las promesas que me hizo acerca de mi seguridad aquí. La fe me ha permitido soportar una enfermedad crónica y me ha
o r o e hilo d I r is R
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conducido a personas que me han ayudado. Por medio de la fe, el ciclo de generosidad que comencé hace muchos años se ha mantenido, ha crecido y ha motivado a otras personas a integrarse a él, y nunca ha faltado nada. Con fe superé las dificultades económicas, y los obstáculos se desvanecieron. Los nubarrones que cubrían mi camino se disiparon en el momento preciso, y pude ver lo que había por delante. Cuando llegué a una difícil encrucijada, la fe me impulsó en la dirección indicada. En los momentos de decepción, cuando mi fe vacilaba, la luz de la Palabra de Dios reavivó su llama y me infundió nuevas esperanzas. Por medio de la fe se me curó la herida que me produjo la pérdida de un hijo, y hallé consuelo en la Palabra de Dios. La fe robustecida por la oración obró milagros, construyó puentes y creó posibilidades a pesar de aparentes derrotas.
La fe me ayudó a superar enfermedades y oposición, y tornó las desventajas en valiosas oportunidades. La fe iluminó los tramos más oscuros de mi recorrido y me alumbró el camino en cada túnel. Por medio de la fe una amiga se curó de cáncer y recobró fuerzas para consolar a otros que sufren esa misma enfermedad. La fe me dio nuevos horizontes cuando todo parecía perdido. La fe ha enternecido duros corazones, rescatado almas perdidas y sanado depresiones. La fe ha sido como un hilo de oro en el tapiz de mi vida y me ha demostrado una y otra vez que es lo único que hace falta para encarar cualquier tempestad. Si lo perdiera todo menos la fe en Dios y Su bondad, no sufriría pérdida alguna. Ir is R ichar d es consejer a. Vive en K enia, donde ha participado activamente en labor es comunitar ias y de voluntar iado desde 1995. ■ 7
En el ARDOR de Jewel Roque
Sadrac, Mesac, Abednego y
su compañero Daniel fueron cuatro jóvenes que hoy en día no serían recordados de no ser por las situaciones extraordinarias en que se vieron. La historia comienza unos 500 años antes de Cristo, cuando esos cuatro muchachos fueron llevados cautivos lejos de su país por los ejércitos de Nabucodonosor, rey de Babilonia. No sabemos qué edad tenían Sadrac, Mesac y Abednego —tal vez doce o trece años—, ni qué clase de vida habían llevado antes de su exilio. ¿Se conocían siquiera? A lo mejor eran buenos amigos y se contaban sus sueños y esperanzas. Quizás uno de ellos soñaba con tener una docena de hijos como Jacob, su antepasado, y educarlos en la fe. Tal vez otro
1. Daniel 3:16–18 (nvi) 2. Daniel 3:29 (nvi) 3. www.just1thing.com 8
quería ser maestro. Y puede que otro, que era buen narrador, les dijera a los demás: «Cumplan ustedes sus sueños, y yo después lo cuento». En todo caso, esos sueños y aspiraciones, fueran los que fueran, quedaron sepultados cuando su tierra fue conquistada y se los llevaron cautivos a otro país. ¿Cómo fueron aquellos primeros días y noches? Vigilados, esposados, encadenados, empujados como animales, ansiosos por ver un rostro conocido. Nos podemos imaginar el momento en que se encontraron, se juntaron, y el optimista del grupo dijo: «No teman, Dios está con nosotros. Pase lo que pase, seguimos en Sus manos». Los demás le dieron la razón, y es posible que hicieran un pacto: que en toda circunstancia permanecerían fieles a Dios. Y efectivamente, así fue. Primero, se negaron a probar la comida de la mesa del rey. Seguro que había unos
manjares exquisitos. Ellos ni los tocaron. ¿Fue una dura prueba para ellos abstenerse de comer las delicias de la mesa del rey? Tal vez, pero lo hicieron para ser consecuentes con las normas alimentarias que había dado Dios a Su pueblo. Fue una pequeña decisión; pero es a base de pequeñas decisiones que se construye una vida. Parecen insignificantes, cuando en realidad pueden determinar nuestro destino. Más adelante, cuando Nabucodonosor pidió a la corte que adorara su estatua, Sadrac, Mesac y Abednego se negaron a postrarse ante ella. Sabe Dios lo que pensaron en ese momento, lo horrorizados que debían de estar de que un rey terrenal tuviera la audacia de pedir a su gente que lo adorara. Así y todo, su reacción fue respetuosa, calmada, serena y plena de confianza.
las LLAMAS —¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua1. La reacción de Nabucodonosor fue mucho menos calmada y serena. Ordenó que se elevara la temperatura del horno, y el fuego cobró tal intensidad que mató a los hombres que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abednego a las llamas. Pero en cuestión de instantes el rey se dio cuenta de que algo insólito acontecía. Cuando Nabucodonosor se acercó al fuego vio a los tres muchachos caminando tranquilamente y, en medio de ellos, más radiante que el fulgor del fuego, otro personaje al que inexplicablemente reconoció. Tal vez porque sean cuales sean nuestras creencias religiosas, cuando
somos testigos de algo así, no nos cabe ninguna duda. Él supo que era Jesús, el Hijo de Dios; de ahí que enseguida llamara a los osados y valientes jóvenes para que salieran de entre las llamas. Estaban ilesos. Sus vestimentas ni siquiera despedían olor a humo. Entonces el rey promulgó impetuosamente otra ordenanza: «Decreto que se descuartice a cualquiera que hable en contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, y que su casa sea reducida a cenizas, sin importar la nación a que pertenezca o la lengua que hable. ¡No hay otro dios que pueda salvar de esta manera!»2 ¿Por qué se apareció el Hijo de Dios entre las llamas? Esos tres muchachos estaban lejos de su casa y de sus seres queridos, lejos de cualquier cosa a la que pudieran aferrarse. Pero se aferraron a su fe. Tengo la impresión de que fue esa fe la que atrajo al Hijo de Dios e
hizo que se pusiera a su lado en su momento de mayor necesidad. Es igualmente lo que hace que se ponga hoy en día a nuestro lado. Una breve oración, con la firme resolución de confiar por fe. Una simple palabra o decisión cuando desconocemos cuál será el desenlace. La convicción de que, aun entre las llamas, Dios puede socorrernos. En todos los casos, el Hijo de Dios se manifiesta desde el trono de gracia para proteger y honrar a quienes confían en Él. Jewel Roque tr abajó 12 años en la India como misioner a. Actualmente vive en Califor nia (EE . UU.) y es r edactor a y cor r ector a de textos. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing 3 , portal cr istiano destinado a la for mación de la ju ventud. ■ 9
Rosane Pereira
Sigamos la ' Melodia En la película La novicia rebelde1, la madre superiora le dice a la bulliciosa fraulein María que abandone el convento para ayudar a una familia numerosa que ha perdido a la madre. Ante las protestas de María, la abadesa le pregunta: —¿Qué es lo más importante que has aprendido durante tu estadía en el convento? —Que debemos averiguar cuál es la voluntad de Dios —responde María— y cumplirla sin reservas. Con eso se va —si bien bastante asustada— para llevar a cabo la misión suprema que Dios le ha preparado, la cual a la larga tendrá un feliz desenlace. Cuando yo era joven me intrigaba la decisión que tomó Jesús en el huerto de Getsemaní. Lloró, 1. Robert Wise. 20 th Century Fox, 1965 2. Mateo 26:39 (ntv) 10
rezó y finalmente cedió, diciendo: «¡Padre Mío! Si es posible, que pase de Mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga Tu voluntad, no la Mía»2. Él no tenía por qué morir. Lo hizo por nosotros. Siempre me ha costado aceptar ese concepto, aunque estoy esforzándome. En cierta ocasión en que yo acababa de dar a luz le pidieron a mi marido que llevara a un grupo de jóvenes a un seminario cristiano que se iba a celebrar en Córdoba, Argentina. Él era un buen conductor, y los organizadores y los padres no querían confiarle los chicos a nadie que no fuera él. No obstante, el hecho de que se fuera justo en ese momento me alteró, y no me callé mi disgusto, lo que generó una situación muy incómoda. No fue sino cuando acepté que era un buen plan que mi alma recuperó la paz,
y al final todo resultó bien. El viaje de mi marido fue un éxito, y unos queridos amigos me cuidaron bien. Un dirigente cristiano contemporáneo dijo en cierta ocasión que la vida es como una hermosa melodía que suena sin cesar; simplemente tenemos que aprender a sintonizarla. Fraulein María cantaba: «Los montes están vivos con el sonido de la música». La música del Creador suena por todo lugar, y podemos estar en Su orquesta haciendo Su voluntad todos los días. No importa qué instrumento toquemos, o si solo sabemos dar palmas. Todos podemos participar en Su extraordinaria sinfonía. Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro (Br asil) y está afiliada a La Familia Inter nacional. ■
No hagas como Bo Joyce Suttin
Bo era nuestro perro labrador. Le encantaba nadar
en la piscina. El ejercicio era su vida, y la piscina, su dominio. Cierto día mi hijo estaba aprendiendo nuevos estilos de natación y probó a hacer el muerto. Bo pensó que el chico estaba en inminente peligro y se lanzó a rescatarlo. Instintivamente alzó la cabeza del niño y se aferró a él con las patas en un intento de salvarle la vida. El pobre chico se atoró tratando de alejar a Bo. Terminó con agua en los pulmones y el pecho todo arañado. El perro, en su celo por obtener mi aprobación por lo que había hecho, se sacudió el agua y me dejó toda mojada. Yo lo felicité. Sabía que era más el daño que el bien que había hecho, pero me identifiqué con él, pues con frecuencia me ha pasado lo mismo en mi trato con los demás.
El otro día conversaba con alguien acerca de su relación con su hijo adolescente y le ofrecí un consejo. Tras cuarenta y tantos años de ser madre, abuela y docente de jóvenes, mi recomendación es en realidad bastante sencilla: «No te tomes las cosas tan a pecho». Es difícil no reaccionar con fastidio, enojo o susceptibilidad cuando sientes que te rechazan. Cuesta no tomarse a pecho las palabras y gestos ásperos, y no pensar en todas las veces en que tú querías hacer otra cosa y, sin embargo, te tomaste la molestia de escuchar y atender las necesidades de tus hijos. Cuesta también quedarse fuera de la piscina para observar y orar, sabiendo que has dicho y hecho todo lo que podías. Llega un momento en que simplemente debes dejar que se defiendan por su cuenta. Déjalos lanzarse al agua
torpemente. Que prueben nuevas brazadas. Que imiten a sus amigos. Pero no te tires a la piscina como Bo para rescatarlos prematuramente. Limítate a observarlos y a estar pendiente por si piden ayuda. Y reza. A la larga, la oración y el amor incondicional son los factores determinantes. Si terminan llamándote, no los regañes por todas las veces en que no lo hicieron. Si tocan a tu puerta, no les digas que no tienes tiempo. Haz las veces de ancla, de roca, de plataforma estable en medio de este mundo inestable, y diles que todo saldrá bien. Valora esos momentos en que vuelves a estrecharlos entre tus brazos e infúndeles fe para volver a lanzarse a la piscina. Joyce Suttin es docente y escr itor a. Vive en San A ntonio (EE . UU.). ■ 11
Mara Hodler
De Pascua a Pentecostés
La otra noche estaba reflexionando sobre la Semana Santa cuando me vino una frase al pensamiento: «No dejó mi alma en el infierno». Me sonaba a versículo de la Biblia, pero no estaba segura. Tampoco tenía la certeza de que el autor se refiriera a Jesús. Me gustaría poder decir que saqué la Biblia y busqué el pasaje, pero no; agarré mi teléfono inteligente y lo busqué en Google. Efectivamente, está en la Biblia. Se encuentra en el Salmo 16: «Tú no dejarás mi alma entre los muertos»1. Después quise averiguar a quién se refería David, por lo que indagué un poco más. El apóstol Pedro citó el pasaje en su primerísimo sermón de Pentecostés2. Jesús acababa de ascender el Cielo y había dicho a Sus discípulos que el Espíritu Santo vendría a ellos. Los creyentes se juntaron ansiosos en un aposento alto a la espera de lo que pudiera ocurrir. Entonces el Espíritu Santo se manifestó en forma de llamas de fuego, y todos fueron investidos de un poder y una audacia que nunca habían tenido. En aquel tiempo Jerusalén estaba repleta de judíos procedentes de otras partes del mundo. Aquellos creyentes devotos se hallaban en la ciudad para celebrar la Pascua, una de las fechas más relevantes del calendario judío. Tras ser llenos del Espíritu Santo, los discípulos fueron bajando del aposento alto, aparecieron en público y empezaron a pregonar el evangelio, ¡en idiomas extranjeros que nunca habían hablado! Los peregrinos de diversas naciones que por entonces visitaban Jerusalén se quedaron atónitos al oírlos hablar en su propio idioma. La gente no acertaba a entender cómo era posible que hablaran lenguas que nunca habían aprendido. Algunos se burlaron: 1. Salmo 16:10 (ntv)
4. V. Isaías 53:5
2. V. Hechos 2
5. Juan 16:7 (nvi)
3. Hechos 2:29–32 (nvi)
6. Lucas 11:13
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7. www.just1thing.com
—Deben de estar borrachos. Luego Pedro, el mismo que había negado a Jesús unas semanas antes, se puso en pie y se dirigió a la muchedumbre: —No estamos ebrios; apenas son las 9 de la mañana. Estamos llenos del Espíritu, tal como auguró el profeta Joel. Siguió explicando que Jesús de Nazaret —que todos sabían que había sido crucificado poco antes— era el Hijo de Dios, a quien Dios había levantado de los muertos. Ahí fue cuando se refirió a la profecía de David en el Salmo 16: —Hermanos, permítanme hablarles con franqueza acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y cuyo sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Era profeta y sabía que Dios le había prometido bajo juramento poner en el trono a uno de sus
descendientes. Fue así como previó lo que iba a suceder. Refiriéndose a la resurrección del Mesías, afirmó que Dios no dejaría que Su vida terminara en el sepulcro, ni que Su fin fuera la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos3. El discurso de Pedro fue tan contundente y él estuvo tan ungido que ese día 3.000 creyentes se sumaron a la iglesia. Y eso fue el comienzo nada más. Cuando leí este capítulo quedé muy impresionada con el mensaje de Pedro. Aparte de ser osado, habló con mucha propiedad. Aludió con toda precisión a las profecías y profetas judíos y se expresó con una claridad palmaria, cosa que no solía hacer anteriormente. Obviamente fue por obra del Espíritu Santo. Mediante Su muerte y resurrección, Jesús nos concedió dones que han cambiado por completo la historia de la humanidad, a saber: 1. La salvación y una estrecha relación con Dios. 2. El Espíritu Santo. 3. El don de la sanidad, fruto de Su sufrimiento en la cruz4. Mientras Jesús estaba con Sus discípulos, ellos no podían recibir el don del Espíritu Santo. Él tuvo que irse para poder mandárselo. «Les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes»5. No siempre he pensado que el Espíritu Santo fuera motivo de celebración durante la Pascua; pero ahora sí. El que Jesús se separara físicamente de Sus discípulos posibilitó que ellos —y nosotros— recibieran el don del Espíritu
Santo. «Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?»6 Esta forma de entender el Espíritu Santo me hace valorar más la Pascua. Estoy agradecida por haber llegado a comprender más profundamente lo que hizo Jesús por mí, algo que nunca quiero dar por sentado. M ar a Hodler ha sido misioner a en Extr emo Or iente y en Áfr ica Or iental. Actualmente vive en Tex as con su esposo y sus hijos y administr a una pequeña empr esa familiar. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing 7, portal cr istiano destinado a la for mación de la ju ventud. ■
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¿QUÉ HABRÍA PASADO SI…? Keith Phillips
Cuentan que Mahatma Gandhi
(1869–1948) dijo: «No conozco a nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesucristo». Buena parte de la población del mundo —tanto de los que abrazan el cristianismo como de los que no— estaría de acuerdo con él. Sin embargo, ¿alguna vez has pensado en las beneficiosas transformaciones que no se habrían operado de no haber divulgado los discípulos de Cristo lo que habían visto, oído y aprendido mientras estaban con Él? Las enseñanzas que impartió se habrían extinguido con ellos. Debemos tener presente que el ministerio público de Jesús —de escasos tres años y medio de duración— no quedó documentado en artículos de periódico ni dio la vuelta al mundo en grandes noticieros de TV, como sucedería en la actualidad. ¿Cuántas personas calculamos grosso modo que presenciaron alguna vez un milagro de Cristo o lo oyeron hablar? ¿Cincuenta mil? ¿Cien mil? ¿Cuántos lo vieron
1. V. Juan 21:2,3 2. Lucas 24:49 (ntv) 14
morir en la cruz? Unos trescientos o cuatrocientos tal vez. ¿A cuántos se apareció luego de Su resurrección en la mañana de Pascua? Según 1 Corintios 15:4–6, el número apenas superó los quinientos. Si bien Jesús hizo lo que nadie más podía hacer —morir por nuestros pecados—, Sus discípulos también hicieron lo que solamente ellos podían hacer: mantener viva la llama de Su mensaje. ¿Qué habría pasado si, después de la muerte de Cristo, Simón Pedro y sus condiscípulos expescadores hubieran retomado permanentemente su anterior actividad, la pesca?1 ¿Qué habría sucedido de haber retornado Mateo a su trabajo como cobrador de impuestos? ¿Qué habría pasado si el escéptico de Tomás hubiera seguido aferrado a sus suspicacias? ¿Qué habría ocurrido si los discípulos hubieran desoído las instrucciones finales de Jesús poco antes de Su ascensión —que esperaran la promesa del Padre, el Espíritu Santo— y por tanto no hubieran recibido «poder del cielo»2? ¿Cuántos millones habrían muerto sin conocer al Salvador? ¿Habría
[Jesús] les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos». Marcos 16:15 (ntv)
perdurado siquiera el evangelio hasta el día de hoy? Al conmemorar la resurrección de Cristo esta Semana Santa celebremos también el poder del Espíritu Santo y aclamemos a quienes mantuvieron vivo el evangelio y dieron a conocer a Jesús entre sus semejantes. En aquellos tiempos la misión les fue confiada a ellos; ¡hoy depende de nosotros! Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated, la versión en inglés de Conéctate, durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE. UU. ■
Si todavía no has aceptado a Jesús como tu Salvador, invítalo ahora mismo a ser parte de tu vida. Basta con que hagas esta sencilla oración: Te doy gracias, Jesús, por haber venido a la Tierra a perdonarme y salvarme. Te ruego que entres en mi vida y me permitas conocerte mejor. Ayúdame también a darte a conocer y divulgar Tu mensaje de amor y salvación. Amén.
El
HOMBRE de
BLANCO Rohit Kumar
Acabábamos de hacer una
presentación de música y teatro ante 300 adolescentes de un correccional del norte de la India. Muchos de los chicos se habían congregado a nuestro alrededor. El tema de nuestro programa ese día había sido la importancia de la fe ante las dificultades. Era algo con lo que todos podían identificarse, especialmente lo de las dificultades. Advertí la presencia de un chico delgado. Adiviné que quería conversar, pero era muy tímido para tomar la iniciativa. Me presenté y le pedí que me contara su historia. Provenía de una aldea situada a unos 900 km de distancia. Había llegado a la ciudad en busca de trabajo. No llevaba ni un centavo en el bolsillo cuando lo descubrieron viajando en tren sin boleto y lo sentenciaron a tres meses de cárcel.
Luego me contó: —Hace unos días estuve enfermo, con mucha fiebre. No podía hacer otra cosa que estar tendido en un rincón. Casi ni podía moverme. Nunca había estado tan enfermo y, francamente, pensé que me moría. ¡Tuve mucho miedo! Pensé en mis padres y en mis hermanos. Deseaba con toda el alma que alguien me acompañara y me cuidara, pero estaba tan lejos de mi casa, totalmente solo. Me puse a llorar y le pedí a Dios que no me dejara morir. »En ese momento me ocurrió algo muy extraño —continuó—. Abrí los ojos y vi de pie junto a mí a un hombre vestido de blanco. Nunca había conocido a alguien con una mirada tan bondadosa. No pronunció ni una palabra. Simplemente hizo un ademán con la mano sobre mí, y ahí mismo se me fue la fiebre. Me sentí
fresco y relajado. El hombre desapareció, y no lo volví a ver. ¿Usted sabe cómo se llama?» Rebusqué en mi bolsa de artículos motivacionales hasta encontrar un afiche con una concepción artística de Jesús. Se lo mostré y le pregunté: —¿Era este hombre? El muchacho sonrió de oreja a oreja y respondió: —¡Uy, sí! ¡Era él! ¿Cómo se llama? Le hablé de Jesús, de Su maravilloso amor y de Su poder sanador. Aquella tarde el chico oró y lo aceptó como su Salvador. Fue un magnífico recordatorio de cuánto ama Dios a cada uno de Sus hijos. Nunca estamos solos. Rohit Kumar vive en la India. Está afiliado a La Familia Inter nacional. ■ 15
De Jesús, con cariño
No te fallaré
Si reflexionas sobre los grandes hombres y mujeres que me han servido —tanto los mencionados en la Biblia como otros posteriores— verás que cada uno de ellos vivió para Mí y alcanzó tremendos logros en Mi nombre. Algunos, como los que aparecen en el capítulo 11 de Hebreos, no obtuvieron en la Tierra todo lo que les había prometido. Aun así, su fe no flaqueó, por lo que recibieron íntegramente sus grandes recompensas eternas. ¿Hay aspectos de tu vida sobre los que te preguntas si algún día intervendré en tu favor? ¿O te preocupa que algo que he dicho tal vez no resulte como tú esperas? Piensa en la gran nube de testigos que se menciona en la Biblia y medita sobre el consejo que te darían. Que su ejemplo sea un estímulo para tu espíritu y su valor te infunda tranquilidad. Así como no les fallé a ellos, no te fallaré a ti.