Conéctate, número de mayo de 2017: Estado de ánimo

Page 1

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

LA PAZ DE DIOS ¿La quieres?

No caigamos en el estrés

7 consejos que ofrece la Biblia

Una oleada de gozo

El efecto mágico de la gratitud


Año 18, número 5

A N U E S T RO S A M IG O S Una decisión tr ascendental Un fabricante de zapatos envió hace muchos años a uno de sus representantes a una apartada región de África. Poco después el enviado telegrafió a la casa matriz: «Es inútil vender zapatos en esta parte del mundo. Aquí todos andan descalzos». Y regresó a su país. El empresario mandó a otro representante. Este pidió remesa tras remesa de zapatos, señalando: «Aquí todos necesitan zapatos». Los dos representantes, en la misma situación, obtuvieron resultados muy dispares por tener una perspectiva y una actitud distinta. Quizás esa anécdota sea apócrifa, pero viene como anillo al dedo para presentar este número de Conéctate. Acosados por presiones de índole personal y profesional, nos cuesta tener una actitud positiva todo el tiempo. Creo que la mayoría nos consideramos optimistas y animosos, por lo menos en líneas generales. Sin embargo, ¿dirían lo mismo de nosotros un buen amigo o nuestro cónyuge si les pidiéramos su opinión? La Biblia enseña que una buena actitud no es un don innato. Una actitud sana, orientada a ver el lado bueno de las situaciones, debe cultivarse desde dentro. No se compra. No se fabrica. No depende de influencias externas, es decir, de amigos, profesores, jefes, colegas o los medios de difusión. Es consecuencia de una decisión que la Palabra de Dios nos invita a hacer: «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»1. Determinemos tener todos los días una actitud de fe, alegría, convicción y compasión. Gabriel García V. Director 1. Filipenses 4:8 2

Si deseas información sobre Conéctate o estás interesado en otras publicaciones de carácter inspirativo, visita nuestro sitio web o comunícate con uno de nuestros distribuidores, cuyos datos de contacto aparecen más abajo. www.activated.org/es/ Chile: E-mail: gabrielconectate@gmail.com Tel: 56-9-42043338 España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid E-mail: conectate@esfuturo.com Tel: (34) 658 64 09 48 www.esfuturo.com Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito) México: Conéctate A.C. E-mail: conectate@conectateac.com Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605

Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2017 Es propiedad. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


RECUERDOS DE UNA ISLA

Es imposible alterar el pasado. No podemos cambiar el hecho de que la gente actúe de cierta manera. No podemos cambiar lo inevitable. Solo podemos tocar con la única cuerda que tenemos a nuestra disposición: nuestra actitud. Charles Swindoll (n. 1934)

Sally García

Hace unos 30 años, cuando

mi marido y yo acabábamos de darle la bienvenida al mundo a nuestra hija, vivíamos en una hermosa isla del Caribe, en la cima de un cerro que dominaba un exuberante valle. Gabriel tenía una ocupación de ensueño: trabajaba con músicos en un programa radial. Aunque en el valle hacía un calor pegajoso, en la pequeña meseta donde estábamos nosotros, a causa de la elevación, soplaba una brisa constante que creaba un clima idílico. Lamentablemente, buena parte del tiempo yo no me sentía feliz. Supongo que hasta en el paraíso puede uno encontrar desagradables ortigas. A raíz de eso, años más tarde, cada vez que pensaba en la temporada que habíamos pasado en aquel cerro tropical, sentía un sabor amargo en la boca. Un nubarrón me ensombrecía los recuerdos.

Cierto día Gabriel y yo nos reencontramos con uno de los músicos que habían participado en aquel programa radial. —Aquellos fueron los dos mejores años de mi vida —nos comentó. Cuando intercambiamos anécdotas y recuerdos, yo me quedé atónita. Él recordaba las experiencias desde una perspectiva enteramente distinta. En ese momento me di cuenta de que prefería sus recuerdos a los míos. El nubarrón que había opacado mis recuerdos estaba formado por detalles insignificantes, trivialidades que pertenecían al pasado y ya no revestían ninguna importancia para mí. Sin embargo, esa nube había proyectado una sombra de tristeza sobre todas las experiencias espléndidas de aquella época. Ese mismo día resolví echar por la borda mis quejas insustanciales y fijar mi atención en las increíbles vivencias que le habían

conferido un carácter singular a nuestra aventura en la isla. Aquello me enseñó que —tal como sucede en el colegio— recordamos mejor lo que repasamos con mayor asiduidad. No me había dado cuenta de que podía hacerme el firme propósito de dejar atrás mis pensamientos negativos. No tenía por qué darles rienda suelta en mi cabeza. Cuando pienso en las numerosas bendiciones y buenas experiencias que disfruté en aquel lugar, los recuerdos poco gratos pierden toda trascendencia. Al final me he dado cuenta de que no fueron otra cosa que parte inevitable de la vida. Tal vez te preguntes qué fueron esas cosas que me molestaban tanto. Para ser franca, ya ni me acuerdo. Sally García es educador a y misioner a. Vive en Chile y está afiliada a La Familia Inter nacional. ■ 3


ALEGRÍA REALIZACIÓN FELICIDAD Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

Todos tenemos innumerables oportunidades y

posibilidades de avanzar en nuestra fe, relaciones, trabajo, vida interior, etc. Claro que hacer progresos en cualquier ámbito exige determinación, disciplina, esfuerzo, sacrificio y trabajo arduo; pero los resultados bien valen la pena. Creo que la alegría, el sentido de realización y la felicidad están intrínsecamente ligados a una estrecha relación con Dios. Eso no significa que nos centremos exclusivamente en Él, que nos pasemos todo el día de rodillas orando ni que —como alguien dijo— tengamos una mentalidad tan celestial que en la Tierra no sirvamos para nada. Todos tenemos obligaciones que nos ha encargado Dios y que debemos atender. Somos responsables de cuidar de nosotros mismos, de nuestra familia y seres queridos, y de cumplir con los deberes de nuestro trabajo o vocación. Todo ello entraña miles de detalles cotidianos. Llevar una vida estrechamente vinculada a Dios es tener una relación con Él. Es invitarlo a participar en

1. Mateo 6:10 (ntv) 4

los pormenores de nuestra existencia, deberes, familia y relaciones con amigos y compañeros de trabajo. Es permitir que Él sea parte integral de nuestra vida. En esta relación interactiva con Dios hallamos alegría, realización y felicidad. Al comportarnos como socios Suyos, le permitimos que se valga de nosotros para cumplir Sus propósitos, con lo que nos hacemos acreedores a Sus bendiciones. Lamentablemente, a menudo ponemos el piloto automático, por así decirlo, en lo que respecta a nuestra relación con el Señor: vamos adelante con nuestras cosas y Él queda algo así como en un segundo plano. Sigue estando presente y, cuando sentimos necesidad de Él, pedimos Su ayuda o guía. Sin embargo, esa no es la clase de relación que le permite desempeñar el papel que Él desea tener en nuestra vida. Dios no es nuestro botones cósmico, siempre a nuestra entera disposición para deshacer nuestros enredos o cumplir nuestros deseos. Quiere y merece ser un socio activo en la empresa de nuestra vida; y mientras más colaboramos con Él, más nos beneficiamos de esa sociedad. Un componente clave de esa colaboración es estar accesibles y disponibles para Él. Accesibles en el sentido de ser sensibles a cuando Él quiera comunicarse con nosotros y escuchar lo que nos quiera decir. Y disponibles en el sentido de estar abiertos a ser agentes de Sus designios


en la vida de los demás, a servirle para comunicarse con personas que todavía no gozan de una relación con Él. Todo eso requiere intencionalidad de nuestra parte. Con el propósito de estar en sintonía con el Señor y darle oportunidad de comunicarse con nosotros, le dedicamos tiempo, buscamos un lugar silencioso y acallamos nuestro ser interior, a fin de tener la adecuada disposición de ánimo para prestarle oído. Espiritualmente nos abrimos a escuchar lo que Él nos quiera decir o indicar. De la misma manera, en el aspecto práctico nos ponemos a Su servicio cuando tomamos la decisión de dejar que Su Espíritu se valga de nosotros como Sus representantes. Por medio de nuestra vida, nuestro amor, nuestro ejemplo, nuestras palabras y testimonio, otras personas pueden llegar a conocer a Dios y ser atraídas a la órbita de Su amor. Ponernos a disposición de Dios en lo espiritual y en lo práctico equivale a decirle que Él es un socio de pleno derecho en nuestra vida, que queremos que participe en todo lo que hacemos. Es una invitación abierta para que el Espíritu Santo no solo habite en nuestro interior, sino que intervenga activamente en nuestros pensamientos y actos. Esa invitación naturalmente tiene consecuencias. Al conectarse con una persona que se ha puesto a Su disposición, el Espíritu de Dios comienza a actuar en ella. Entonces suceden cosas, surgen oportunidades.

Estar realmente accesibles al Señor es abrirnos a recibir Su guía y orientación. Ponernos a Su servicio significa seguir Sus indicaciones y tomar caminos que se avengan a Sus designios, con el fin de que Él se valga de nuestros dones y talentos para bendecir a los demás, ya sea nuestra familia, las personas con las que trabajamos o incluso desconocidos. Aunque acoger y aceptar la guía del Señor no siempre rinde los resultados inmediatos que nosotros esperamos, nos encamina en la dirección adecuada para cumplir el propósito que Él persigue. Estar accesibles y disponibles es una manifestación de que Dios reina en nuestra vida. Es la aplicación de lo que Jesús expresó cuando nos mandó orar: «Que Tu reino venga pronto. Que se cumpla Tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo»1. Esa actitud nos sintoniza con la voluntad de Dios, Su reino y Su Espíritu, y en esa sintonía hallamos satisfacción, bienestar y contentamiento. Peter A mster dam dir ige juntamente con su esposa, M ar ía Fontaine, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. ■

5


Mila Nataliya Govorukha

Las dichas de la vida El desánimo era apabullante y se acentuaba cada minuto. Se sentía atacada por todos lados. Las posibilidades se desvanecían; los problemas se acumulaban. La docencia nunca es tarea fácil, particularmente al comienzo y al final del año lectivo. Aquella era la última semana. A una de sus clases preferidas no le había ido muy bien en los exámenes de fin de curso. ¿Era por culpa de ella? Le pagaban por clase, y debido a un receso de dos semanas ese mes solo recibiría la mitad de su sueldo. Además, uno de sus alumnos particulares había llamado para avisar que iba a dejar las clases. «Este será un mes difícil», pensó, autocompadeciéndose. Al salir se acordó de su fiesta de cumpleaños, que sería pronto y ya no le hacía tanta ilusión. Algunas personas que esperaba que fueran a verla le habían explicado que no podrían ir. Encima, sus dos hijos vivían en el extranjero. La nariz empezó a picarle, señal de que estaba a punto de estallar en llanto. 6

Mientras aguardaba el bus en el paradero se puso a pensar en sus propios exámenes, para los que faltaban menos de una semana, y en lo mal preparada que estaba. Lloviznaba. El bus estaba atrasado. Finalmente llegó y enseguida quedó atascado en el tráfico. El viaje a casa le tomó el doble de tiempo que de costumbre. Quiso llamar a su hermana, pero su teléfono se había quedado sin pila. ¡Vaya día! La gota que rebalsó el vaso fue la cuenta de luz que le habían dejado debajo de la puerta. Era más abultada de lo previsto. Se dejó caer en el sillón y sollozó. Estaba disgustada por tantas complicaciones, por su soledad y también consigo misma por haber caído en una depresión y en la autocompasión. Hizo en silencio una oración de lo más breve y sencilla, que siempre le daba resultado: «Jesús, te ruego que hagas algo». Paró de llover. Oyó el trino de los pájaros. La brisa trajo la fragancia de

las lilas en flor. Le pareció que aquella era la primera pausa que hacía en todo el día. Se propuso practicar un ejercicio de agradecimiento que había hecho incontables veces con sus hijos. «Gracias por mis hijos, que están felices y sanos». Ambos muchachos eran motivo de muchas alegrías. «Gracias porque tengo donde vivir». Ya se sentía mejor. «Gracias, Señor, por Tu providencia», musitó mientras se preparaba su té favorito. «Gracias por la magia de la música». Revisó su lista preferida de canciones. Miró por la ventana y se quedó pasmada ante los vivos colores de uno de los atardeceres más bellos que había visto. Una sensación de gratitud le invadió el alma. Se regocijó interiormente recordando que la vida está llena de grandes y pequeñas alegrías. Mila Nataliya Govorukha es consejera juvenil y realiza labores voluntarias en Ucrania. ■


CERO CRÉDITOS, GRANDES BENEFICIOS Elsa Sichrovsky

En mi primer año de universidad una de las cosas que más me disgustaban eran las clases obligatorias de educación física, que no otorgaban ningún crédito. En mi facultad, a los estudiantes de grado les exigían cuatro semestres consecutivos de educación física. Me fastidiaba esforzarme en balde. Además, la educación física claramente no era lo mío. En el primer curso tuvimos clases elementales de bádminton. Mi profesor sonrió al ver mis primeros golpes. Su sonrisa me pareció más de socarronería que de admiración. Hubiera preferido mil veces dedicar esas horas a estudiar libros de texto o escribir ensayos que pasarlas sudando, tratando de aprender golpes elementales que la mayoría de las demás estudiantes ya sabían hacer. Ese año me quejé de mi situación a una amiga mía, una señora de mediana edad que nunca había tenido oportunidad de ir a la universidad. Tras escucharme, me espetó: 1. 1 Tesalonicenses 5:18 (nvi)

—¿De qué te quejas? Muchas personas pagan importantes sumas de dinero para aprender a jugar al bádminton con un entrenador profesional. Tú puedes hacerlo todas las semanas como parte de tu programa de estudios. La verdad es que me da envidia. Yo me quedé mirándola, demasiado perpleja para aventurar una respuesta. El curso de educación física —la pesadilla de mi vida universitaria— era para ella un plus que envidiaba. Caí en la cuenta de que podía seguir lamentándome puerilmente durante los dos años de educación física, o dejar de ser el proverbial ratón de biblioteca y desarrollar un poco mi musculatura. En lugar de obsesionarme porque no me iban a dar ningún crédito por aquellos cursos, podía centrar mi atención en el hecho de que se me ofrecía la oportunidad de aprender un deporte con un profesional. El comentario de mi amiga me motivó a examinar mis reacciones ante otros aspectos desagradables de la vida universitaria —el menú de la

cafetería, los sistemas de calificación de los profesores, los exámenes a primera hora del día— y me avergoncé al entender que mis quejas eran consecuencia de una profunda falta de confianza en el amor que Dios abriga por mí y en Su perfecta sabiduría. ¡Cómo iba a aplicar la exhortación de Pablo de dar gracias en todo1 si no aprendía a descubrir en cada contrariedad una perla del amor de Dios! Al término del primer semestre no solo ya dominaba los rudimentos del bádminton, sino que había mejorado mi coordinación visomotora, amén de mi resistencia física en general. Más importante aún, tomé conciencia de las veces en que, al tropezarme con un envoltorio poco atractivo, desecho el regalo. Como dijo el poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe: «La vida resulta ser una dicha no cuando hacemos lo que disfrutamos, sino cuando procuramos disfrutar de lo que tenemos que hacer». Elsa Sichrovsk y es escr itor a independiente. Vive con su familia en Taiwán. ■ 7


NO CAIGAMOS EN EL ESTRE S Marie Story

Tengo un sobrino de seis años al que le encantan los videojuegos. El otro día me senté con él mientras hacía un juego de carreras en su Wii. Cada nivel presentaba más dificultad que el anterior: mayor velocidad y un recorrido más azaroso. Yo lo miraba y lo notaba cada vez más estresado. La cara se le estaba poniendo roja, las manos le sudaban, y era incapaz de permanecer sentado en su silla. Finalmente no aguantó más. Se echó a llorar y gritó: —¡No lo soporto más, estoy demasiado estresado! De repente, el juego que tanto disfrutaba había degenerado en pesadilla. No pude menos que sonreír 1. Gálatas 6:2 (nvi) 2. V. Mateo 11:28–30 3. Lucas 14:28 (nvi) 4. Mateo 6:34 (ntv) 5. 1 Corintios 6:19,20 (dhh) 6.

nvi

7. Mateo 11:28 (nvi) 8. Salmo 55:22 (nvi) 9. 1 Pedro 5:7 (dhh) 10. Hebreos 4:15 (blph) 8

ante tan dramático estallido y apagué la televisión para darle un respiro. Al día siguiente, también yo tenía ganas de gritar. Me llegaron varios encargos importantes con plazos de entrega apretados. Generalmente disfruto de mi trabajo; pero al aumentar la presión quise exclamar: «¡No lo soporto más!» Aunque no me puse a llorar ni di un berrinche, ganas no me faltaron. El estrés es una reacción del organismo ante un cambio que demanda una respuesta física, mental o emocional. El equilibrio vital es delicado, y si bien algo de estrés es natural y puede resultar beneficioso, la excesiva presión en cualquier aspecto puede tener efectos negativos: dificultad para dormir, retraimiento, inestabilidad emocional o complicaciones de salud. Cuanto más se permite que el estrés se prolongue y se intensifique, más peligroso puede resultar. ¿Qué se puede hacer para combatirlo? Partamos por decir que el estrés no es nada nuevo: es un mal de muy larga data. Por eso la Biblia abunda en consejos para el mismo. He aquí algunos:

Conversar con alguien El apóstol Pablo recomienda: «Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas»1. Aunque los demás no puedan resolver tus problemas, con frecuencia sentirás gran alivio al descargar tus pesares sobre alguien dispuesto a escucharte. Muchas veces, apenas uno se desahoga, las dificultades dejan de parecer tan monumentales, y uno puede afrontarlas sin sentirse estresado o sobrecargado. Fraccionar las metas Si nos sentimos muy presionados, quizás es porque pretendemos lidiar con demasiadas cosas a la vez. Jesús dice que Su yugo —o volumen de trabajo— es fácil, y ligera Su carga 2. Si la tuya es demasiado onerosa, tal vez debas deshacerte de una parte por un tiempo. Fijarse objetivos realistas Si no lograr cumplir tus expectativas y los demás tampoco lo consiguen, tal vez sea porque no


las has considerado detenidamente. «Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla?»3

lo cual le permite afrontar las dificultades con más confianza y energía. Pablo explica: «¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo y que el Espíritu Santo vive en ustedes? Ustedes no son sus propios dueños. […] Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo»5.

Concentrarse en lo que uno puede controlar Jesús nos manda: «No se preocupen por el mañana»4. Bastantes cosas tenemos que atender el día de hoy como para andar estresándonos por los asuntos de mañana. Al decir «el mañana» no solo se refiere al futuro, sino a todo aquello sobre lo cual no tenemos control. Si no puedes hacer nada al respecto, confía en que Dios te ayudará a lidiar con ello cuando llegue el momento.

Hacer pausas En Proverbios 17:22 dice que «gran remedio es el corazón alegre»6. A veces todo lo que necesitamos cuando estamos estresados es un pequeño descanso. Un rato de reposo y relajación nos aclara la mente. Así, cuando retomamos la tarea nos sentimos renovados, más felices y con mayor capacidad de concentración.

Cuidarse físicamente A menudo, cuando se empiezan a acumular las cosas el cuidado personal es lo primero que se suspende. Sin embargo, eso es justamente lo que no se debe hacer. Cuando uno se alimenta bien, duerme bien y hace ejercicio, se siente mejor físicamente,

Dedicar un rato a Jesús cada día Jesús dice: «Vengan a Mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y Yo les daré descanso»7. El rey David, que tuvo que soportar muchísima tensión a lo largo de su vida, nos aconseja: «Encomienda

al Señor tus afanes, y Él te sostendrá»8. Pedro también nos exhorta: «Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque Él se interesa por ustedes»9. Conversa con Jesús acerca de tus dificultades y pídele soluciones y consejos. Él nos ha prometido un yugo fácil; de modo que si el tuyo es muy pesado, puede indicarte qué hacer para aligerarlo. Recuerda que Jesús comprende las presiones a las que estás sometido. «No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, […] ha experimentado todas nuestras pruebas»10. Si le presentas a Jesús tus cuitas y preocupaciones, Él te dará la fortaleza para ocuparte de todas tus tareas y obligaciones sin caer en el estrés. M ar ie Story vive en San A ntonio (EE . UU.), donde tr abaja como ilustr ador a independiente y hace voluntar iado en un albergue par a indigentes. ■ 9


A T S I X A T N U A DE SERIE R E U F y Pa l Tom m

Ring, ring, ring… El timbre de mi teléfono móvil interrumpió mi navegación por Internet. —Señor, ya descubrimos lo que le pasa a su auto. Puede acercarse al taller para recoger la pieza averiada y comprar un repuesto idéntico —informó con voz alegre mi interlocutor al otro lado de la línea. —¿Tan pronto? —atiné a responder. —Así es. Si se da prisa puede que su vehículo quede arreglado hoy mismo. —Iré enseguida —contesté, procurando imprimir un tono jovial a mi afirmación. A decir verdad, la interrupción no me causaba ninguna gracia. Me había levantado muy temprano ese

10

día para evitar el intenso tráfico que hay a primera hora de la mañana y había recorrido la ciudad de un extremo a otro para llegar a la zona industrial. Luego de dejar el auto en el taller, había caminado hasta un centro comercial para hacer unas compras rápidas. Por último había entrado a una cafetería a desayunar, con ganas de relajarme y disfrutar del wifi gratuito que el establecimiento ofrece a sus clientes. Sobre todo buscaba tranquilizarme. Sufro de párkinson, y ya me habían empezado los temblores. He descubierto que la mejor manera de controlarlos es hacer breves pausas a lo largo del día. Pero todo indicaba que no había tiempo para eso.

w ucho

sk i

Hice lo que pude por no perder la calma, pagué la cuenta y recogí mis pertenencias. —¿Taxi? —gritó un hombre desde su auto tan pronto como me vio salir del centro comercial. Se había estacionado de manera estratégica en el punto más cercano a la entrada principal. Me sorprendió un poco que sacara la cabeza por la ventana del vehículo en vez de apearse. Además, se encontraba en el espacio reservado para conductores con discapacidad. Lo primero fue negociar un precio que nos pareciera correcto a los dos. Al abrir la puerta de atrás, noté sobre el asiento una muleta. Coloqué al lado mis bolsas de compras y di la vuelta al auto para sentarme en el asiento del copiloto.


Me sentía apenado por no tener zapatos, hasta que vi una vez a uno que no tenía pies. Atribuido a Denis Waitley (n. 1933) Con mucha frecuencia, buscamos la felicidad como buscamos los lentes cuando los tenemos sobre la nariz. Antoine Gustave Droz (1832–1895) No hace falta más tiempo para ver el lado bueno de la vida que para ver el malo. Jimmy Buffett (n. 1946)

El conductor encendió el motor y agarró la segunda muleta, cuidadosamente colocada a su costado derecho. Haciendo gala de gran habilidad, la apoyó sobre el acelerador y presionó. El auto salió de la plaza de estacionamiento y nos pusimos en camino. Desconcertado, me fijé en las piernas del conductor. Su pierna derecha era un muñón a la altura de la rodilla. «Está conduciendo con una sola pierna», me dije aterrado. Me esperaban más sorpresas. Al aproximarnos a un semáforo en rojo, para detener el auto el conductor levantó su pierna izquierda con la ayuda de su mano izquierda y la colocó ágilmente sobre el freno. Cuando el semáforo cambió a verde, el chofer, otra vez ayudándose con la mano izquierda, sacó la pierna del freno y presionó el acelerador con la muleta que sostenía en la mano derecha. Coordinaba bien sus movimientos, y el vehículo se desplazaba suavemente en medio del tráfico matinal.

Mientras procuraba asimilar todo aquello, oí que me decía: —Disculpe, señor. ¿Le importa que le haga una pregunta? —Para nada. Adelante —contesté. —¿Va usted a alguna iglesia? —Soy cristiano y estoy salvado. Gracias por preguntar. Su deseo de dar testimonio en toda oportunidad era admirable. —¿Le puedo hacer yo una pregunta? —Por supuesto que sí —respondió amablemente. —¿Cuánto tiempo lleva con el taxi? —Tres años —fue su breve respuesta. Seguidamente, entendiendo qué era lo que yo quería saber, continuó diciendo: —No quería ponerme a pedir limosna en la calle, pues no hay futuro en eso. Tengo una familia que mantener. Además, un hombre debe tener dignidad, o no puede vivir consigo mismo.

De un momento a otro cambió mi perspectiva de mi vida. Yo me quejaba de los pequeños temblores que me produce mi enfermedad y de que me hubieran trastocado mis planes para ese día, mientras que aquel hombre no había dejado que su mala fortuna truncara su proyecto de vida. De pronto me sentí sumamente privilegiado. Podía caminar sin ayuda. Acababa de tomar un sabroso desayuno. Podía costearme un viaje en taxi. Mi automóvil estaba en el taller y si todo salía bien quedaría arreglado ese mismo día. Lo tenía fácil. En ese momento llegamos al taller. —Muchas gracias y que Dios lo bendiga. No se dé por vencido —animé al conductor. «La vida es extraordinaria», canté para mis adentros. Tommy Paluchowski descubr ió a Jesús en 1984 y desde entonces es integr ante de la Familia Inter nacional. ■ 11


NADA QUE TEMER Koos Stenger

Mis peores temores me

asaltaron el día en que aterricé en el hospital. Me daba miedo entrar en aquella enorme y amenazadora fábrica de salud en la que médicos impersonales estudiarían mis síntomas con una distante mirada profesional y las enfermeras se harían presentes junto a mi cama a las horas más insólitas para meterme dentro un termómetro, una aguja o una taza de café aguado. —Dios mío, ¡sácame de aquí! —No te preocupes —me respondió. —¿Cómo puedes decir eso? ¡Detesto estar aquí! Estaba seguro de que Dios me había confundido con otra persona y en realidad no me correspondía estar allí. ¿Por qué me tenía que pasar eso? —No te preocupes —me volvió a decir—. Estoy a tu lado todo el tiempo. —¿Todo el tiempo? —Sí, hijo. ¡Todo el tiempo! Eso me infundió algo de paz. Me recosté en la cama y traté de serenarme, aunque

12

todavía un poco preocupado. Seguía poniéndome nervioso cada vez que aparecía un nuevo médico y fruncía el ceño al estudiar mi historia clínica. Las enfermeras continuaban introduciéndome termómetros en la boca y clavándome agujas en el brazo a primera hora de la mañana; pero también veía a Dios sonriendo. —Está bien, hijo. Ya te dije que estoy a tu lado. Eso me ayudó. Sentí paz. No la que uno experimenta cuando se sienta en un banco cerca de un espléndido lago de montaña y escucha a los pájaros cantar loas al Creador. Aun así, tenía paz. Y tal vez, por algún misterioso designio, esa paz era mejor que la que se disfruta sentado frente a un lago. Por lo visto otras personas lo notaron. El día en que me dieron el alta se me acercó un hombre a quien nunca había visto. —¿Me permite unos minutos? —me preguntó. —¿Cómo no? —respondí alzando las cejas.

—Usted es creyente, ¿no? —¿Por qué lo dice? —Hace dos semanas me trajeron por una urgencia. Estaba por irme de vacaciones y terminé en el hospital. Me planteé seriamente la posibilidad de saltar por la ventana. Entonces lo vi a usted. «¿Qué tendrá eso de bueno?», me dije para mis adentros. —Usted tenía mucha paz. No estaba preocupado. Me intrigó saber por qué. Entonces vi que tenía una Biblia en la mesita de noche. En ese momento supe que Dios estaba conmigo y no había nada que temer. Me dio la mano y me agradeció efusivamente que lo hubiera ayudado. ¿Ayudado? Yo no había hecho nada. Andaba preocupado batallando con mis propios miedos. Entonces volví a escuchar la voz de Dios: —Te lo dije. Estoy a tu lado todo el tiempo. No hay nada que temer. Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■


UNA OLEADA DE GOZO Paolo Alleluia

Era una de esas mañanas

en las que uno se despierta y recibe una andanada de malas noticias, todo lo que podría salir mal sale mal, y la espiral descendente parece no tener fin. Para colmo, mi mujer estaba de viaje, y todo va siempre peor cuando ella no está. Al iniciar la jornada ya me sentía abrumado y descorazonado. Seguidamente el motor de nuestro furgón empezó a hacer un ruido raro, muy fuerte. En las últimas semanas habíamos tenido un desperfecto tras otro. Reparábamos una pieza y se descomponía otra. Me puse a pensar que ya no podía contar con aquel furgón, que se estaba convirtiendo en un hoyo sin fondo que me consumía tiempo, dinero y energías. Una vez que sintonizo una onda negativa, lo peor que puedo hacer es ponerme a escucharla, como hice aquella mañana. A medida que avanzaba el día todo parecía ponerse

cada vez más sombrío y deprimente. Estaba descontento con prácticamente todo. En ese estado de ánimo llevé el furgón al taller a regañadientes. Mientras el mecánico trabajaba en él, estuve un rato a solas. Recordé entonces el juego del optimismo, consistente en nombrar, cuando uno se siente triste, los buenos aspectos de su vida. Decidí, pues, hacer el intento y me puse a enumerar mis alegrías. Al principio el ejercicio fue un poco forzado: no se me ocurrían fácilmente cosas dignas de mención. Sin embargo, perseverando en ello, poco a poco me fueron acudiendo más ideas al pensamiento, hasta que comencé a sentirme sinceramente agradecido a Dios por Su bondad y Sus bendiciones. De golpe sucedió algo mágico: como una ola del mar que se lleva las piedras y los desechos que se

acumulan en la orilla, una oleada de gozo me asaltó y se llevó toda mi negatividad y pesadumbre. El corazón y la mente se me llenaron de paz, contentamiento y alegría. Mi día dio un vuelco total. No fue sino más tarde que me di cuenta de que en realidad mis circunstancias físicas no habían cambiado en absoluto. Estaba donde el mecánico con el furgón descompuesto, y mi mujer seguía lejos. Pero de pronto, nada de eso hacía mella en mi alegría. Tomé plena conciencia de lo contento y feliz que estaba con mi vida y todo lo que atañe a ella. Sentí el efecto mágico de la gratitud, que puede tornar un día de desventuras en uno lleno de dicha. Paolo A lleluia vive en Croacia, donde hace voluntar iado humanitar io desde 1994. ■ 13


Reflexiones

La paz de Dios Paz interior La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:7 2 Si no tenemos paz en el alma, el consuelo ajeno no nos hará más bien que un calzado de oro a un pie gotoso. John Bunyan (1628–1688) 2 La paz no proviene de la ausencia de conflictos, sino de la presencia de Dios. Anónimo 2 El estrés, las presiones y la confusión de la vida diaria a veces nos agobian. No obstante, en cualquier momento 1. V. Marcos 4:35–41 2. Las palabras que se atribuyen a Jesús y que no van seguidas de una referencia bíblica son extractos de mensajes recibidos directamente de Él por personas que estaban en oración 3. Mateo 22:39 4. Proverbios 14:26 ( jer) 5. Apocalipsis 3:20 (nvi) 14

podemos hacer una pausa y acceder a la presencia de Dios por medio de la oración, para encontrar serenidad y renovar nuestro ánimo. Perlas de Sabiduría 2 No te inquietes, pobre corazón convulsionado, que la paz es señal clara de que Dios nos sonríe. Su amor enmienda todo error, calma todo altercado. Ama y vuelve a amar, siempre con espíritu apacible. Edith Willis Linn Forbes (1865–1945) 2 Jesús dormía en la barca. Las olas se encrespaban, el viento rugía, y la tormenta azotaba la pequeña embarcación. Sus discípulos estaban asustados: tenían miedo del viento y de las olas, y temían por su vida. Se acercaron a Jesús y lo despertaron, rogándole que los salvara. La solución estaba en Su poder. Ordenó a la mar: «Calla, enmudece», y hubo paz. El viento cesó, y sobrevino una gran calma1. Sea lo que sea que nos turbe, también nosotros podemos hallar paz si acudimos a Jesús. Marge Banks 2 Deja que Mi Espíritu descienda sobre ti y te colme de paz. Deja que fluya en tus pensamientos, se amalgame con tu espíritu y te infunda fuerzas. Jesús2


Paz con quienes nos rodean Vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. 2 Corintios 13:11 2 Todos desean la paz; mas pocos se ocupan de aquello que atañe a la paz. Tomás de Kempis (1380–1471) 2 Las obras de amor son siempre obras de paz. […] La paz comienza con una sonrisa. Madre Teresa (1910–1997) 2 Al decir: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»3, Jesús nos dio la clave de la felicidad y la armonía. Cabe recordar que el prójimo es todo aquel que el Señor pone en nuestro camino. Cuando las personas no se tratan mutuamente con amor, los conflictos no se hacen esperar. No es aventurado afirmar que muchos de los males que afligen al mundo de hoy tienen su origen en la falta de amor a Dios y a los semejantes. Aun en una sociedad tan compleja y desorientada como la actual, el sencillo amor a Dios y al prójimo sigue siendo la solución. Si amamos a Dios, podemos amarnos entre nosotros y seguir las normas divinas que nos brindan vida y libertad y hacen posible que alcancemos la felicidad. David Brandt Berg (1919–1994) 2 A veces te resulta difícil portarte bien, sobre todo con las personas que no han obrado rectamente contigo. Pero Yo no dije: «Trata a los demás como ellos te tratan». Mi código de conducta está muy por encima del concepto habitual de lo que es justo. Quiero que vivas en un plano más elevado. Cualquiera puede portarse bien con quienes lo tratan bien. Sin embargo, quien es capaz de portarse bien con los que lo tratan mal tiene para Mí más mérito y goza de más bendiciones. Jesús 2 Paz en un mundo atribulado Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9

Aguardamos con ilusión el día en que el poder del amor sustituirá al amor al poder. Entonces nuestro mundo conocerá las bondades de la paz. William Gladstone (1809–1898) 2 La paz no es una relación entre naciones. Se trata de una actitud que proviene de la serenidad del alma. La paz no es simplemente la ausencia de guerra. Es también un estado de ánimo. La paz duradera solamente está al alcance de los pacíficos. Jawaharlal Nehru (1889–1964) 2 Rogad por los que sufren en este momento los horrores de la guerra. Necesitan vuestras oraciones, y cada uno de ellos me necesita a Mí, el Príncipe de Paz. Jesús 2 Paz con Dios Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1 2 «El temor [reverente] del Señor es seguridad inexpugnable; Sus hijos tendrán en Él refugio»4. He prometido ese refugio a todos los que creen. No obstante, pocos se aventuran a entrar en él. Te digo, amado Mío, que te retires y entres en Mi refugio, que te ampares bajo Mis alas. Conocerás así Mi amor y Mi paz. Jesús ■

Para tener en tu corazón la paz de Dios, invita a Su Hijo, Jesús, a morar en ti. Él dice: «Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré»5. Jesús, te ruego que vengas a mi vida y me des Tu paz. Perdona mis ofensas y ayúdame a conocerte mejor y hablar de ti a los demás. Amén. 15


De Jesús, con cariño

El sol de  Mi amor

No puedes hacer que salga el sol en un día de lluvia, pero sí puedes cambiar el ánimo que prima a tu alrededor. La mayoría de la gente se siente más contenta y optimista en un día soleado que en uno tormentoso. Puedes irradiar calidez y animar a quienes te rodean proyectando rayos de sol o buenas vibraciones. En cambio, si andas por ahí arrastrando una nube de disgustos y preocupaciones, es probable que generes una borrasca que cause chubascos y les ensombrezca el día a cuantos te rodean. Por eso, dondequiera que vayas, lleva contigo un ambiente cálido y soleado. Que el sol de tu sonrisa radiante ilumine y alegre a los demás. Y en los momentos en que no te sientas feliz —cuando la presión te agobie o se pose un nubarrón sobre tu cabeza—, clama a Mí para que despeje esas nubes y enfoque sobre ti la luz de Mi amor. Donde Yo estoy, siempre brilla el sol. Siempre dispongo de cálidos rayos con que asolearte. Deseo que los absorbas y los reflejes sobre los demás. ¡Creemos un clima agradable!


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.