CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?
Las riquezas verdaderas
Todo un año sin ropa
Y el sorprendente resultado
Di y nunca me arrepentí Reveses que a la postre agradeces
Año 18, número 6 A N U E S T RO S A M IG O S Capital e inter és Mientras preparaba este número de la revista me llamó la atención un relato muy motivador sobre dos grandes hombres de fe. Lo reproduzco a continuación. Charles Spurgeon, afamado evangelizador, y George Müller, ladrón convertido al cristianismo que fundó y dirigió cinco orfanatos, vivieron ambos en la Inglaterra del siglo xix. En cierta ocasión, Spurgeon organizó una campaña para reunir trescientas libras —una importante suma en aquellos días— que hacían falta urgentemente para un orfanato que él apadrinaba. Cuando hubo conseguido todo el dinero, se acostó a dormir de lo más satisfecho. Pero antes de conciliar el sueño, oyó la voz del Señor, que le decía: —Entrégale esas trescientas libras a George Müller para sus orfanatos de Bristol. —Pero, Señor —protestó Spurgeon—, necesito ese dinero para mis niñitos de Londres. La voz repitió: —Entrega esas trescientas libras a George Müller. Spurgeon batalló con su conciencia por un tiempo, hasta que finalmente accedió y logró dormirse. A la mañana siguiente se dirigió a la casa de Müller. Al llegar, lo hicieron pasar a su estudio, donde él estaba orando. —George, Dios me mandó que te entregara estas trescientas libras —le dijo. Müller contestó: —¡Esa es precisamente la cantidad que le estaba pidiendo al Señor! Si bien Spurgeon se alegró por su amigo, su propia situación lo tenía un poco descorazonado. No obstante, al regresar a Londres le esperaba una carta en la mesa de su despacho. Contenía, no trescientas libras, sino trescientas guineas —cada una equivalente a una libra más un chelín— destinadas a su orfanato. Exclamó entonces: —¡El Señor me ha devuelto mis trescientas libras con trescientos chelines de intereses! Dios obra por medios misteriosos, y no siempre decide premiar de esta manera la generosidad, o compensarla tal como a nosotros nos gustaría o como pensamos que corresponde a nuestra necesidad. Sin embargo, en ningún caso deja de bendecir a las personas espléndidas. El presente número de Conéctate contiene artículos y testimonios que ilustran la actitud cristiana frente a las riquezas y posesiones. ¡Ojalá que sea para ti una fuente de aliento y que estimule tu fe! Gabriel García V. Director 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2017 Es propiedad. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
La MONEDA MÁS PEQUEÑA DEL MUNDO Anna Perlini
Justo antes de irme a la India, donde hice voluntariado
durante varios años, una amiga me hizo un obsequio de despedida muy original, que a mí me pareció también muy útil. —Estoy preocupada por ti —me dijo—. Te vas a un país difícil. Te puede venir bien contar con esto. En la cajita había una pequeña inscripción: «La moneda de oro más pequeña del mundo». La guardé y me la llevé conmigo a la India y posteriormente a Nepal. Mi amiga estaba en lo cierto. Las cosas no siempre resultaron fáciles, y nos enfrentamos a vicisitudes de todo tipo: inclemencias del tiempo, enfermedades tropicales, aprietos económicos. Nunca nos faltó lo esencial, pero a menudo sí tuvimos que prescindir de ciertas comodidades. 1. http://www.perunmondomigliore.org
Aunque en varias oportunidades mi marido y yo consideramos la posibilidad de vender aquella moneda, acordamos que la conservaríamos para alguna emergencia y que no haríamos uso de ella a menos que fuera absolutamente necesario. Cada vez que salía a relucir el tema, siempre arribábamos a la conclusión de que la situación no era tan extrema y volvíamos a guardar la monedita en mi maleta. Al cabo de ocho años regresamos a Europa. Un día, al pasar frente a una tienda de numismática, sentí curiosidad por saber qué valor tenía aquella moneda que habíamos conservado durante tantos años. Al cabo de unos días la llevé para que la examinaran. Se me cayó el alma a los pies cuando el amable señor de la tienda examinó la pieza y me dijo que no tenía ningún valor aparte de su peso en oro. Tratándose de la moneda de oro más pequeña del mundo, obviamente no pesaba mucho.
¿Había sido ingenuidad por parte nuestra pensar todos aquellos años que contábamos con recursos para hacer frente a una emergencia? Me embargó una mezcla de decepción y vergüenza, hasta el punto de que casi tiro la moneda. Apenas habría supuesto una pérdida. Sin embargo, más tarde me di cuenta de que la moneda simbolizaba nuestra fe. La habíamos conservado todo el tiempo; nunca la habíamos perdido. Y porque anduvimos por fe, Dios nunca dejó de proveer para nuestras necesidades. Todavía tenemos esa moneda. Es un valioso recuerdo. Y en mi opinión, ha adquirido más valor. A nna Per lini es cofundador a de Per un Mondo Miglior e 1 , organización humanitar ia que desde 1995 lleva a cabo labor es en los Balcanes. ■ 3
RICos O PObRes El apóstol Pablo abordó el
tema de los bienes materiales en 1 Timoteo 6:8–10: «Si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores»1. Poseer dinero no tiene nada de malo; lo malo es el amor al dinero. La abundancia o falta de dinero es menos importante que nuestro estado espiritual. En la cultura judía se consideraba con frecuencia que la pobreza y hasta la invalidez eran consecuencia de los pecados de la persona. En Juan 9:2,3 los discípulos le preguntaron a Jesús: —Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres? 1.
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2.
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3. V. Lucas 18:28 4. Proverbios 22:2 (nvi) 5. https://gotquestions.org/poor-vs-rich.html 4
—Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida 2. Si bien la naturaleza humana suele atribuir la pobreza y otras debilidades a faltas de conducta de la persona, Dios se vale a menudo de esas circunstancias para obrar Sus perfectos designios. El relato sobre el joven rico de Marcos 10:17–22 pone de manifiesto que las riquezas pueden convertirse en una piedra de tropiezo. Jesús le dice al joven que venda sus bienes, entregue el dinero a los pobres y lo siga. El muchacho se aleja triste porque tiene muchas posesiones. En ese caso, sus riquezas resultaron ser perjudiciales, pues le impidieron seguir a Cristo. Pudo más su apego a su dinero que su amor a Jesús. Si bien muchos salmos y proverbios aluden con toda naturalidad a los beneficios de las riquezas materiales y las penalidades que conlleva la pobreza, la Biblia demuestra claramente que tanto la escasez como la abundancia pueden estar conformes con la voluntad de Dios y representar una bendición
Suya. Jesús vivió en relativa pobreza; Salomón, en cambio, gozó de importantes riquezas. El rey David tuvo inicios humildes y terminó siendo bastante acaudalado. Los apóstoles siguieron a Cristo y sufrieron persecución y martirio; aunque no se los consideraba ricos, se valieron de todo lo que tenían para dar a conocer a Cristo3. «El rico y el pobre tienen esto en común: a ambos los ha creado el Señor»4. Desde la perspectiva humana, la abundancia material es una bendición, y la pobreza, una desgracia. El plan divino trasciende eso. Dios se vale tanto de las riquezas como de la pobreza para obrar Su voluntad. Debemos resistir la tentación de ver la riqueza como única manifestación de las bendiciones de Dios, y más bien contentarnos cualesquiera que sean nuestras circunstancias, sabiendo que el favor divino no se mide por lo que poseamos en la Tierra, sino que se revela plenamente en un reino que no es de este mundo. Este artículo se incluye por gentileza de GotQuestions.org5. ■
SI YO FUERA
DIOS Scott McGregor
No son pocas las veces en que
he deseado tener camionadas de dinero para poder ayudar a la gente. Conozco a muchas personas que precisan recursos económicos para suplir una u otra carencia, y sería fabuloso contar con medios para prestarles ayuda. Sueño con el día en que pueda pasarles fajos de billetes a mis amigos y familiares —y a otras personas— y disfrutar observando cómo se alivian sus cargas económicas y gozan de la vida sin las presiones de las dificultades monetarias. Por ahora, no cuento con dichos medios. Aunque todavía albergo la esperanza de convertirme en esa clase de benefactor, me he dado cuenta de que no me corresponde hacer el papel de Dios. Ahora bien, eso no significa que Él y nosotros no podamos ser socios, a fin de que Él tenga oportunidad de demostrar lo bondadoso, amoroso y pródigo que es. De todos modos, nosotros, como mucho,
1. V. Mateo 17:24–27 2. Salmo 144:15 (nvi)
siempre seremos socios minoritarios. Digamos que tenemos voto, pero la decisión no es nuestra. Dios tiene Su plan y sabe lo que desea lograr en la vida de cada individuo y cada familia, así como a través de ellos. Estuve repasando los numerosos milagros que obró Jesús en Su paso por este mundo, y el único que encontré ligeramente relacionado con el dinero fue cuando los discípulos tuvieron que pagar un impuesto. Jesús mandó a Pedro a atrapar un pez, y resulta que en la boca este tenía una moneda que alcanzó para pagar el tributo1. Aun en ese caso, sin embargo, solo sirvió para satisfacer una necesidad puntual; no se multiplicó como los panes y los peces. He llegado a la conclusión de que por muy predispuesto que esté yo a preocuparme por el dinero, no creo que a Dios le preocupe en absoluto. Con dinero se logran muchas cosas, pero no se compra la felicidad. Estudios recientes revelan que el respeto y el aprecio son factores que contribuyen mucho más a la felicidad que el dinero, el prestigio o
la posición social. Una vez cubiertas las necesidades básicas, la felicidad se estabiliza; de ahí en más, ganar más dinero no aumenta la sensación de satisfacción. Pues si el respeto y el aprecio de la gente contribuyen a nuestra felicidad, ¿no crees que el aprecio y el amor que siente Dios por nosotros debieran producirnos enorme dicha? Lo cierto es que así es. El salmista escribió: «¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!»2 No se trata de una afirmación gratuita, sino de una fórmula para ser feliz. Cuando estamos bien con Dios, somos felices. Volviendo al tema de si yo fuera Dios: Aunque todavía tengo el anhelo de socorrer a los demás con grandes sumas de dinero, debo recordar que eso no siempre es lo más idóneo para esas personas. Solo Dios conoce a fondo su situación, y es mejor que yo me haga a un lado y le deje cumplir Su papel. Scott McGr egor es escr itor y comentar ista. Vive en la costa atlántica de Canadá. ■ 5
Rosane Pereira
¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?
De niña me encantaba visitar la casita que tenía mi abuela Sabina en las montañas. Como mi tía Iota vivía en la casa contigua, mi hermana y yo nos pasábamos el día explorando con nuestros primos. Íbamos a la cascada, nos bañábamos en el río que pasaba por la parte de atrás de la finca o subíamos a una de las numerosas cimas de la Sierra de la Mantiqueira. Para una niña de ciudad como yo, aquello era un paraíso. En el aspecto material, la familia de mis tíos no tenía tanto como la nuestra. Una vez mi prima Anette me dijo: —Puede que yo no sea rica en cosas, pero soy rica de corazón, ¡y mi abuelita me ha dicho que eso es lo más importante! Esas palabras fueron una revelación para mí. ¿Había acaso otras riquezas aparte de las materiales? 1. Cecil B. DeMille. Paramount Pictures, 1956 2. V. Mateo 13:45,46 3. Mateo 6:19–21 6
También recuerdo lo impresionada que me quedé cuando mi madre me llevó al cine a ver Los diez mandamientos1. Moisés habría podido seguir viviendo cómodamente hasta el día de su muerte, pero no: lo dejó todo para liberar a su pueblo de la opresión. No fue hasta que me hice mayor que logré entender lo que debió de costarle seguir a Dios. Cuando comencé a leer los Evangelios, uno de los relatos que más me llamó la atención fue el del joyero que, al descubrir una perla de gran precio, vendió enseguida todo lo que tenía para adquirirla 2. Jesús explicó que esa perla representaba el reino de Dios. Cuando lo leí, sentí arder mi corazón. ¡Yo también ansiaba esa perla! Jesús también enseñó: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo,
donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón»3. Siendo oriunda de una importante ciudad balneario con una alta criminalidad, entendí muy bien el concepto. Conforme fui madurando, capté más claramente que las cosas valiosas de verdad no son las materiales, sino el gozo, la paz, el amor, la bondad, la fe y todas las demás riquezas que Dios nos concede diariamente. Nuestra parte en todo ello es bien sencilla: basta con que abramos nuestra alma y recibamos los regalos que Él nos ofrece. Si nuestros tesoros están en el Cielo, conoceremos la dicha de Dios ahora y en la vida venidera. Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro (Br asil) y está afiliada a La Familia Inter nacional. ■
Inversiones celestiales Anita Clark
A mi edad, la gente suele ponerse
a pensar seriamente en su futuro. Además de los hijos, la carrera y la vivienda, aparece el tema de los planes de pensión y las inversiones de capital. Hay muchas opciones de inversión, y no es fácil decidir, pues en última instancia nadie puede decirnos con certeza cuál es la mejor. Algunas de las posibilidades que estudié son los seguros de vida, las propiedades y los fondos de inversión, aunque hay muchísimas más. Hace poco me reuní con una amiga que es misionera y ha viajado por toda África, Europa y el continente americano para evangelizar. Admiro sus esfuerzos y el amor que siente por la gente a la que conoce.
Por ese motivo decidí apoyar económicamente su labor. La última vez que nos vimos me agradeció el sacrificio que había hecho para donarle ese dinero. Eso me hizo reflexionar, pues yo no lo veo en absoluto como un sacrificio; todo lo contrario, lo considero una inversión en mi futuro, la más productiva. Seguro de vida. La Biblia nos promete que, si somos generosos, Dios cuidará de nosotros1. También dice que, en la medida en que ayudemos a los demás, Él nos bendecirá a nosotros y hará prosperar nuestras labores2. Apoyar la obra de Dios equivale a pagarle a Él la prima de mi seguro de vida; Él a cambio vela por mí y por mis seres queridos, tanto en épocas de abundancia como de escasez. Dios es mi red de seguridad.
1. V. 2 Corintios 9:6 2. V. Deuteronomio 15:10 3. V. Juan 14:2 4. V. Marcos 10:21
Ahorro para vivienda. Jesús dijo que nos prepararía un lugar3. Cuando destino mis recursos a Su obra, invierto
en una vivienda que disfrutaré en un futuro de esplendor en Su ciudad celestial. Estoy segura de que Él es un fabuloso arquitecto. Cartera de acciones. Jesús dijo que tendremos tesoros en el Cielo4. Al apoyar económicamente la labor misionera de mi amiga compro acciones celestiales que agrego a mi cartera. Cuanto más tiempo y esfuerzo invierte ella en su misión celestial, más valor adquieren mis acciones. El día en que yo comparezca ante mi Hacedor, al final de mi vida, se liquidará mi cartera de acciones y me pagarán su valor. Estoy segura de que la espera habrá valido la pena. A nita Clar k vive en A lemania. Ha sido lector a de Conéctate desde el pr imer número. ■ 7
Ruth McKeague
UNA MENTALIDAD NO PRIMERMUNDISTA Casi todos los días me sorprende
la suerte que tengo de trabajar donde trabajo. Soy docente en un colegio del centro de la ciudad que atiende a familias de todo el mundo. Estoy en la biblioteca, donde es normal ver en cualquier mesa, estudiando juntos, a cuatro alumnos que representan cuatro continentes, cuatro lenguas y cuatro fes. La ONU podría aprender mucho de mi colegio. Vanessa es una estudiante a punto de graduarse, a quien le gustaría dirigir algún día su propio salón de belleza. Me acuerdo del día en que la conocí el año pasado. Me sorprendió su elegancia, su agradable temperamento y su seguridad. Es la pura imagen de una muchacha feliz con un mundo de posibilidades por delante. Cabe decir que es originaria de un país africano devastado por la guerra, y que llegó a nuestra ciudad, junto con su numerosa familia, en marzo de 2014. Sus ocho hermanos tienen entre nueve y veinte años. Su padre ha trabajado esporádicamente desde que están aquí, pero no ha conseguido empleo fijo. Su madre
1. http://www.fruclassity.com/ 8
lleva años con trastornos de salud que le impiden trabajar fuera de casa. La familia recibe ayudas de la seguridad social, y de Vanessa. Además de cumplir con el horario normal de clases, trabaja a media jornada en un salón de belleza. Esto es lo que hace con sus ingresos: • Ayuda a su familia. • Ahorra para sus estudios superiores. • Entrega su diezmo. Me sorprendí mucho cuando la oí decir que daba el 10% de sus ingresos a su iglesia. —Eso es fundamental —me explicó con su característico acento africano, en voz queda pero firme—. Cuando yo era niña, mi mamá trabajaba, y yo la veía diezmar. Mi padre también. Y nunca nos faltó nada. —¿Y ahora? —le pregunté—. ¿Nunca has tenido la tentación de no diezmar a causa de las dificultades que has sufrido? Ella no pareció entender lo que quería decirle.
—Hay muchas personas en tu casa —añadí. Asintió con la cabeza como esperando una aclaración. —A algunas personas eso les parecería difícil —le expliqué—. Tu padre no consigue trabajo. Tu madre tiene mala salud. Te has visto obligada a dejar atrás a amigos y familiares y trasladarte a otro país. Desistí de tratar de convencerla de sus problemas, pues me di cuenta de que ella simplemente no los consideraba tales. —A veces en mi país —me contestó— alojábamos por temporadas a personas que no tenían casa. Todavía enviamos dinero a orfanatos de allá. Aquí, cuando nos sobra comida o ropa, se la llevamos a personas que viven en la calle.
Yo no lograba conciliar la imagen de abundancia y generosidad que me pintaba Vanessa con mi percepción de sus limitados recursos. —Pero ¿en ningún momento has sentido que necesitas algo y no lo puedes comprar? —le pregunté. —Sí —me respondió—. Cuando eso sucede, pido dinero. Pido a amigos o familiares. No tomo prestado. Es siempre un regalo. Vanessa se siente igual de cómoda dando que recibiendo, pero nunca contrae deudas. Ofrece gustosa lo que tiene, y no es demasiado orgullosa para aceptar. Volví a abordar el tema del diezmo. —Pero si a veces no te alcanza el dinero, ¿no te dan ganas de guardarte el 10% de tus ingresos que donas?
—No — me dijo serenamente—. Dios no permitirá que eches en falta el dinero que has dado. Me contó entonces que en cierta ocasión se encontró 10 dólares en el bolsillo. También que en un momento en que no tenía dinero y necesitaba un abrigo, alguien que se había comprado uno que no era de su talla se lo dio. —¿Qué piensas —le pregunté con cierta inquietud, pues lo preguntaba por mí misma— de las personas que tienen un buen empleo y viven en casas grandes, y dicen que no pueden permitirse dar mucho? Me preparé para la respuesta, pero esta vino sin juicios de valor. Con su acostumbrada serenidad y sosegada firmeza me dijo: —No conocen el secreto. Como no aclaraba su contestación, le pregunté: —¿Qué secreto? Eché un vistazo al reloj y me di cuenta de que se nos acababa
el tiempo. Vanessa tenía que irse a trabajar a las 3:45. Pero me urgía saber el secreto. —Cuando eres generosa, recibes más bendiciones —me respondió. Las cuentas a primera vista no cuadraban. Y, sin embargo, por alguna razón desconocida, sí cuadran. Estoy convencida de que a esta joven le espera un futuro brillante en su nuevo país. Aunque las competencias que adquiere en el colegio y en el trabajo contribuirán a prepararla, lo que la ayudará a alcanzar sus metas es esa serenidad y su sólido cimiento de fe. Estoy agradecida por Vanessa y otros estudiantes que me han hecho cuestionarme mis perspectivas primermundistas y ampliar mis horizontes. Ella ve el mundo a través del prisma de la gratitud, la confianza y la esperanza. Y esos obstáculos de los que ni se percata parecen desvanecerse ante su imparable avance. Ruth McK eague vive en Ottawa, Canadá. Escr ibe par a Fruclassity1 , portal dedicado al intercambio de ideas y exper iencias personales par a ayudar a la gente a salir de deudas. ■ 9
Masahiro Narita
DI Y NUNCA ME ARREPENTÍ En mis primeros años de actividad comercial creía que el dinero lo era todo. Cuando mi esposa se quejaba de que en nuestro matrimonio faltaba amor, yo le gruñía que el amor no pone comida en la mesa. La creencia de que lo material lo es todo en la vida me impedía creer en Dios y en los milagros. Esa percepción fue cambiando paulatinamente después que me inicié en la lectura de la Biblia. Comencé a entender el modelo económico de Dios, basado en el amor y en compartir los bienes materiales, enfoque que contrastaba con la filosofía egocéntrica y materialista que hasta entonces había regido mis actos. Todo ello me ayudó a ajustar mi escala de prioridades. Corría el año 1985, y la economía del Japón estaba en su apogeo. Mi esposa y yo habíamos empezado a financiar varias actividades voluntarias y acabábamos de comprometernos a hacer donativos periódicos a misioneros. Si bien no habíamos decidido hacerlo con la 1. Lucas 6:38 10
esperanza de recibir algo a cambio, yo tenía curiosidad por saber si la promesa de Cristo —«Dad, y se os dará»1— podía tomarse al pie de la letra. Por entonces yo tenía un proyecto de construir un condominio. Apenas una semana después, el banco me presentó a un contratista inmobiliario al que le encargué la elaboración de los planos. Aquel hombre, deseoso de emprender el negocio, solicitó el permiso de edificación antes que yo aprobara el diseño, el cual terminé rechazando. No pudiendo llegar a un acuerdo con él, le encargué la ejecución de las obras a otro contratista. Eso motivó que el primero me demandara. Finalmente acordamos un nuevo diseño y decidimos que el condominio sería una obra conjunta de ambos contratistas. Este proceso causó un retraso de tres meses, que en el momento consideramos como algo negativo. Sin embargo… Al iniciar el proyecto habíamos separado una suma de dinero para pagar el impuesto de urbanismo. No obstante, mientras arreglábamos el asunto del diseño con los contratistas,
la normativa municipal cambió. Según el nuevo código, mi condominio no estaba obligado a pagar ese tributo. Si bien me alegré de que el impuesto municipal ya no se me aplicara, me enteré de que a partir de abril el gobierno aumentaría ostensiblemente el gravamen sobre las construcciones. Ahora bien, el hecho de que el primer contratista solicitara prematuramente el permiso de edificación redundó en mi favor, ya que obtuve la aprobación para el condominio justo antes que entrara en vigor el alza del gravamen sobre las construcciones. Esta sucesión de acontecimientos me enseñó a reconocer la presencia de Dios en mi vida. En retrospectiva, viendo cómo Dios nos había bendecido en esas dos situaciones puntuales, deduje que seguramente se debía a que mi esposa y yo estábamos haciendo lo posible por respaldar la obra de Dios. M asahiro Nar ita (1925–2012) fue integr ante de la Familia Inter nacional en el Japón. ■
DANDO SE SALE GANANDO Steve Hearts
Cuesta mucho menos hablar de la generosidad que practicarla, sobre todo cuando exige algún sacrificio. Por otra parte, la Biblia dice que Dios la tiene en gran estima. «Jesús se sentó frente al lugar donde se depositaban las ofrendas, y estuvo observando cómo la gente echaba sus monedas en las alcancías del templo. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús llamó a Sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Estos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento”»1. Es muy posible que algunos de esos ricos dieran dinero por sentido del deber o por adquirir notoriedad como personas altruistas, en vez de hacerlo por amor sincero a Dios. En 1. Marcos 12:41–44 (nvi) 2. V. 2 Samuel 24:24 3. www.just1thing.com
todo caso, para ellos no supuso un gran sacrificio. En cambio, a pesar de ser pobre, la viuda estuvo dispuesta a dar todo lo que tenía. Dio porque tenía espíritu de sacrificio. Por eso Jesús la señaló como digna de elogio. Generalmente damos con mayor liberalidad de lo que nos sobra. El rey David, en cambio, se negó a presentar al Señor ofrendas que no le hubieran costado nada 2. Hace varios años oré específicamente por una guitarra Ovation. Apenas la conseguí, sentí que Dios me llamaba a dársela a alguien que la necesitaba más que yo. Eso me sorprendió, y me puse a pensar cómo iba a poder ahorrar para comprarme otra. Con todo, no albergaba ninguna duda en mi corazón respecto de lo que debía hacer. A la semana de haber regalado la guitarra me invitaron a cantar en la iglesia de un amigo que es músico y dueño de una tienda de instrumentos musicales. Le conté que no tenía guitarra.
—No pasa nada —me dijo—. Llevaré una de mi tienda para que puedas tocar. Resultó ser una Ovation. ¡Yo estaba emocionado! Al terminar el culto busqué a mi amigo para darle las gracias y devolverle el instrumento. Pero me dijo: —Mientras cantabas, Dios me dio claras instrucciones de que te apoyara y bendijera tu labor misionera ofreciéndote esta guitarra. Salí de la iglesia como si estuviera flotando en una nube. Aunque no siempre cosechemos bendiciones materiales como consecuencia de nuestra dadivosidad, Dios siempre nos la recompensa. Steve Hearts es escr itor y músico. Vive en Norteamér ica. Es ciego de nacimiento y está afiliado a La Familia Inter nacional. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing 3 , portal cr istiano destinado a la for mación de la juventud. ■ 11
Jessie Richards
Todo un AÑO SIN ROPA
Bueno, no exactamente. Déjame que te lo explique. Al principio del año pasado me hice el propósito de no comprarme ropa ni zapatos en los siguientes 12 meses. Lo hice por varias razones: No necesitaba ni más zapatos ni más ropa. No soy una compradora compulsiva, y entre que había ido a muchas ventas de objetos usados, había hecho una que otra compra por Internet y tenía muchas amigas con las que intercambiaba prendas, ya tenía de sobra. Poco antes me había enterado de un movimiento creciente de personas que han decidido tener un máximo de cien objetos1. Hice cálculos grosso modo y decidí que esa cifra no cuadraba conmigo, aunque el
concepto en sí me pareció admirable. Además, en ese momento mis ahorros eran inexistentes, y quería que eso cambiara. Pues resulta que en el curso del año conseguí más ropa y zapatos que en los dos o tres anteriores, sin comprar nada. Todo gracias a una serie de visitas de mi madre, mi hermana y mi cuñada —cada una de las cuales me tenía reservada una pila de ropa— y regalos de mis amigas. Claro que no todas las prendas eran nuevas, pero algunas sí, y en todo caso para mí lo eran. Lo bueno es que hubo variedad en mi guardarropa y en mi zapatero sin gastar ni un centavo. Esta mañana me desperté pensando en esa decisión, en el año pasado y en lo bien que salió todo.
1. V. https://kurioso.es/2008/06/15/el-desafio-de-los-100-objetos/ 12
Sospecho que puede tener algo que ver con la ligera sensación de pánico que me asalta últimamente cada vez que me pongo a pensar en mi situación económica. Acabo de mudarme, por lo que muchas cosas han cambiado en mi vida, y ahora mismo me enfrento a algunos … llamémoslos retos. Tengo amplia experiencia en vivir con frugalidad. Me considero una persona disciplinada en lo que a presupuestos y gastos se refiere, y creo que con un poco de cautela me irá bien. Me imagino que probablemente me vino a la memoria el año que pasé sin ropa porque el Señor quiere recordarme que —como a mí me gusta decir— «las cosas se arreglan». En todo el año, el hecho de gastar menos tiempo y dinero en adquirir cosas no redundó en ninguna carencia. Si en algún futuro cercano
Creo que Dios está gestionando las cosas y que no necesita de mis consejos. Estando Él a cargo, creo que al final todo resultará bien. Entonces, ¿para qué vamos a preocuparnos? Henry Ford (1863–1947) Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover Sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas. Miguel de Cervantes (1547–1616)
o distante tengo que estar un mes o incluso un año privándome de comprar algo en particular, ¿seré capaz de confiar en que Dios me lo proporcionará por algún medio insospechado? Yo creo que sí. A menudo pienso que no hay muchas señales de las intervenciones o acciones divinas en mi vida. Amo a Dios, pasamos ratos juntos, y sé que Su presencia está siempre conmigo. Pero cada tanto, cuando alguien me pide que le cuente algo increíble o milagroso que haya hecho el Señor por mí, titubeo y no se me ocurre nada que valga la pena mencionar. Antes me sentía fatal por eso, hasta el día en que acepté que probablemente mi vida no es una de esas en las que Dios se manifiesta con espectacularidad. A fin de cuentas, Él tiene derecho a hacerlo como quiera, y yo
no tengo ninguno a exigirle que me trate de determinada manera. Pero claro, luego suceden cositas lindas como las que acabo de contar, y al repasarlas me doy cuenta de que es muy posible que Dios interviniera en el desenlace. Me cuesta creer que a Él le importe tanto como a mí que consiga más zapatos; pero por lo menos se preocupó de enseñarme que, si confío en Él, siempre tendré lo que necesito y a veces incluso lo que deseo, aunque no venga por la vía que yo me había imaginado ni como resultado de los planes que yo con esmero tracé. En todo ese año sin ropa también me percaté de lo mucho que tenía en múltiples sentidos. Por ejemplo, trabajo, en una época en que muchos estaban cesantes. Jamás me ha faltado una casa en que vivir. Y, contrariamente a lo que puedas
haber pensado al leer el título de este artículo, ¡nunca me he visto obligada a andar sin ropa! La vida no me ha tratado nada mal. En el aspecto práctico, el experimento también me sirvió para no acumular aún más cosas de las que tengo, lo cual me vino bien, ya que con la mudanza de este año tuve que deshacerme de bastantes. En definitiva, desde entonces me he sentido más rica. Jessie Richards participó en la producción de Conéctate desde el 2001 hasta el 2012 y escribió varios artículos en calidad de redactora de la revista. También ha trabajado como redactora y correctora para otras publicaciones cristianas y portales de Internet. ■ 13
Dina Ellens
ROMPER EN CASO DE EMERGENCIA
Hace poco se comunicaron
conmigo dos amigas para contarme ciertas situaciones difíciles que atravesaban. Primero fue Ina, que me llamó para decirme que los exámenes de su hija, que había estado tres años libre de leucemia, habían dado positivo. Acababa de recibir la desgarradora noticia, y sus emociones la rebasaban. Unos días después Susana me envió un correo electrónico en el que me decía que su marido había quedado cesante sin previo aviso. Le preocupaba que tuvieran que dejar su casa nueva, pues dependían del sueldo de él para pagar las cuotas. Puse todo de mi parte para infundir ánimo a las dos y les aseguré que las tendría presentes en mis oraciones, a ellas y a sus familias. Pensando en las circunstancias de mis amigas me acordé de esos letreros que se ven en muchos lugares públicos y dicen: 1. Juan 6:63 14
«Romper en caso de emergencia». Normalmente los colocan encima de un gabinete de vidrio que contiene un extinguidor o una pequeña hacha por si ocurre un accidente. Los cristianos también disponemos de un gabinete para emergencias. He comprobado que buscar refugio en Jesús y Su Palabra es una grandísima ayuda para salir adelante. Él dijo: «Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida»1. Dedicando ratos a leer la Palabra de Dios y meditar en ella podemos renovar y vivificar nuestro espíritu, por muy desalentadoras que sean nuestras circunstancias. La segunda vez que llamé a Susana para ver cómo iban las cosas, me dijo: «La verdad es que mi marido no ha conseguido trabajo aún, pero no me preocupa. Estoy segura de que Dios cuidará de nosotros. La buena noticia es que el domingo pasado, cuando estábamos en la iglesia, se acercó al altar y fue bautizado».
Dios tampoco les falló económicamente. A finales de mes supe por Susana que su marido había aceptado un buen empleo en una empresa multinacional. Poco después recibí un mensaje de Ina en el que me decía que su hija se estaba recuperando rápidamente después de la quimioterapia. Ambas sintieron bien fuerte la presencia de Dios en la temporada que pasaron en el hospital. Ambas amigas descubrieron, cada una de un modo singular, que Dios es «nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». Se aferraron valientemente a su fe en sus momentos de zozobra, y Dios las sacó a flote. Dina Ellens fue docente en el Sudeste Asiático dur ante más de 25 años. A hor a que está jubilada participa activamente en labor es de voluntar iado y se dedica a escr ibir. ■
LOS DOS HERMANOS Anónimo
Reza la leyenda que había un monasterio cuyo abad era muy generoso. Jamás negaba alojamiento a un mendigo, y siempre daba todo lo que podía a los menesterosos. Lo extraño del caso es que, cuanto más daba, más próspero se tornaba el monasterio. Al morir el viejo abad, fue sustituido por otro de carácter totalmente opuesto. Un día llegó un anciano al monasterio pidiendo alojamiento. Adujo que años antes le habían dado resguardo una noche. —Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños como cuando éramos más prósperos —le contestó el abad—. Ya nadie hace ofrendas para nuestra obra. —No me sorprende —dijo el anciano—. Creo que se debe a que echaron a dos hermanos del monasterio. 1. V. Lucas 6:38
—No recuerdo que jamás hayamos hecho eso —respondió el abad desconcertado. —Claro que sí —replicó el anciano—. Eran gemelos. Uno se llamaba Dad, y el otro, Se-os-dará1. Como echaron a Dad, Se-os-dará resolvió irse con él.
De gracia recibisteis, dad de gracia. Jesús en Mateo 10:8 Considero que la confianza y la paciencia van de la mano. Ya verás que despreocuparte y aprender a confiar en Dios liberará el gozo en tu vida. Y cuando uno confía en Dios, es capaz de ser más paciente. La paciencia no solo consiste en esperar, sino en cómo se espera, en la actitud que se tiene mientras se espera. Joyce Meyer (n. 1943)
He resuelto estar alegre y feliz en cualquier situación en que me encuentre. Pues he aprendido que la mayor parte de nuestra desdicha o infelicidad no está condicionada por las circunstancias, sino por nuestro temperamento. Martha Washington (1731–1802) ¿Quieres ser dichoso? Abre la mano y cierra los ojos. Refrán español En todos mis años de servicio a mi Señor he descubierto una verdad que nunca ha fallado y nunca ha quedado en entredicho. Esa verdad es que en el universo de lo posible no cabe que uno pueda superar a Dios en generosidad. Por más que yo le entregue todo lo que tengo de valor, Él encontrará una manera de devolvérmelo con creces. Charles Spurgeon (1834–1892) ■ 15
mIs promesas siguen vigentes De Jesús, con cariño
Dije a Mis discípulos que todos los cabellos de su cabeza estaban contados, y que ni un solo pajarillo cae a tierra sin que Mi Padre lo sepa. Les expliqué que no tenían por qué afanarse por sus necesidades materiales, que si confiaban en Mí y me seguían, Yo me aseguraría de que estas quedaran cubiertas. Puede que eso te parezca poco realista en el mundo metalizado de hoy en día, en el que da la impresión de que ganar dinero es más importante que nunca. Los tiempos han cambiado; Mis promesas no. Siguen tan vigentes hoy en día como hace 2.000 años. Si buscas primeramente el reino de Dios y haces lo posible por obedecer Mi Palabra, Mi Padre te proveerá de todo lo que necesites1. Si me amas y procuras seguir el ejemplo que Yo di de amar a los demás y velar por ellos, Dios cuidará de ti. Claro que eso no te garantiza que de aquí en adelante vayas a gozar de una vida de lujos y comodidades. Las épocas difíciles también forman parte del plan que tiene tu Padre celestial para forjar tu carácter. Al igual que un padre terrenal no concede automáticamente a sus hijos todo lo que le piden, Mi Padre no siempre te da todo lo que deseas. Más bien te da lo que necesitas y lo que, a Su juicio, es mejor para ti, no solo para tu cuerpo, sino más importante aún, para tu espíritu inmortal. 1. V. Mateo 6:33