CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
A ñ o 18 • N ú m e r o 8
LO QUE ME ENSEÑARON MIS HÉROES A pesar de tener pies de barro
Esta es mi guerra Cuando uno decide tomar partido
Dos vidas ejemplares La abuela y la santa
Año 18, número 8 A N U E S T RO S A M IG O S El secr eto
Vivir cristianamente en el intrincado y complejo mundo actual puede parecer bien difícil. ¡Es que son tantas las cosas que minuto a minuto exigen nuestra atención! La mayoría no son malas, pero consumen tiempo y pueden llegar a atrofiar nuestro crecimiento en la fe. A pesar de ello, todos conocemos personas que han logrado un equilibrio, un modo de resolver los conflictos de la vida moderna. Huelga decir que incontables cristianos antes de nosotros también lo consiguieron en su época. ¿Cuál es, entonces, el secreto? Así como debemos comer, respirar y ejercitarnos para desarrollarnos físicamente, el crecimiento espiritual también requiere la práctica de esas tres actividades esenciales. Comer: Leer y estudiar la Palabra de Dios y otros textos edificantes es alimento para el alma y fundamental para nuestra vida y crecimiento espiritual. «Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida»1. «Cuando descubrí Tus palabras las devoré; son mi gozo y la delicia de mi corazón»2. Respirar: Se ha dicho que la oración es la respiración del alma. 1 Tesalonicenses 5:17 nos insta a orar sin cesar, y Romanos 12:12 a ser constantes en la oración. Ejercitarse: Nos ejercitamos cuando seguimos con voluntad y energía las pisadas de Jesús, haciendo lo posible por ayudar a los necesitados, aliviar a los abrumados y alentar a los descorazonados. Más que nada, emulando a Juan el Bautista, podemos mostrarles quién es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»3.
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Crecer espiritualmente no es fácil; claro que pensándolo bien, ningún crecimiento lo es. Pero fue precisamente la valentía de los apóstoles la que convenció a las autoridades religiosas de su época de que habían estado con Jesús. «Viendo la valentía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se admiraban; y les reconocían que habían estado con Jesús»4. Te invito a leer en este número de Conéctate qué nos dicen cristianos de ayer y de hoy sobre cómo podemos centrar nuestra vida en Dios.
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Gabriel García V. Director
Es propiedad. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
1. Juan 6:63
3. Juan 1:29
2. Jeremías 15:16 (ntv)
4. Hechos 4:13 (rvr 95)
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2017
Anna Perlini
LO QUE ME ENSEÑARON MIS HÉROES La primera vez que me hablaron de Albert Schweitzer yo tenía diez años. Me impresionó mucho su dedicación, hasta el punto de que empecé a acariciar la idea de estudiar medicina y seguir su ejemplo en África. Eran los tiempos en que, para averiguar más sobre algo o alguien había que leer libros, consultar enciclopedias y, en la mayoría de los casos, ir a una biblioteca. Es decir, uno no tenía la posibilidad de satisfacer inmediatamente su curiosidad. La búsqueda tenía su cuota de serendipia y misterio. Yo era muy aficionada a la lectura. Hasta ese momento mis héroes habían sido ficticios: Robin Hood y Mary Poppins, por ejemplo. Como tenía una imaginación muy viva, también me inventaba mis propios héroes; eso hasta el día en que comencé a leer sobre personajes reales: misioneros, exploradores y libertadores, entre otros. 1. http://www.perunmondomigliore.org
Albert fue el primero de una larga lista, seguido de Martin Luther King, John F. Kennedy, Gandhi, Florence Nightingale y muchos otros. Tomé conciencia de que, aparte de los numerosos canallas horribles que tenía que aprenderme en los libros de historia del colegio, nuestro mundo ha conocido también personas admirables. Así que desde pequeña decidí ser de los que procuran cambiar el mundo. Cada tantas semanas mi pasión se encendía por un país o una profesión diferente, según sobre qué héroe estuviera leyendo. Ahora —años más tarde— me satisface poder decir que aquel deseo se cumplió. Pude seguir los dictados de mi corazón. Me pasé años misionando en lugares difíciles, y aún ahora dedico la mayor parte de mi tiempo a los necesitados y a causas dignas de apoyo. Todo ello ha ido acompañado de sacrificios y errores, pero ahora viene lo mejor. Justamente uno de los efectos colaterales de esta nueva era de acceso inmediato a la información es que he tenido oportunidad de
leer más sobre mis héroes de antes y de ahora, y he descubierto que no fueron tan perfectos e inmaculados como me los había figurado. Todos tuvieron pies de barro, y algunas de las ideas que abrigaron y cosas que dijeron o hicieron pueden resultarnos inicialmente decepcionantes. Sin embargo, fueron precisamente sus imperfecciones y debilidades humanas las que me infundieron ánimo cuando yo también caí de mi propio pedestal. El bien que realizaron esos personajes que influyeron trascendentemente en su entorno supera con creces los errores que cometieron. Eso en sí demuestra que no hace falta que seamos perfectos para cambiar nuestro rincón del mundo. Al fin y al cabo, ninguno de ellos lo era y, sin embargo, transformaron su mundo. Anna Perlini es cofundadora de Per un Mondo Migliore1, organización humanitaria activa en los Balcanes desde 1995. ■ 3
Adaptación de un artículo de María Fontaine
¿Te invade a veces la sensación
de que eres un fracaso? ¿Las cosas no han resultado como tú pensabas o querías? ¿Tus expectativas se han visto defraudadas? ¿No has alcanzado tus metas? Pues bien, permíteme que te cuente de un hombre que se sintió vencido. Era enfermizo. A menudo se deprimía tanto que perdía todas las ganas de vivir. A la temprana edad de 14 años ya se había quedado huérfano de padre y madre. Fue expulsado de la universidad, lo que frustró su sueño de hacer estudios superiores y su ambición de ser aceptado como ministro de Dios. Libró una dura batalla contra la soledad y el aislamiento. Luchó por superar el temor a la muerte. Murió joven, pobre, tras una grave enfermedad, sin haber logrado aparentemente gran cosa. Él mismo se consideró un fracasado, y así lo vieron también muchos coetáneos suyos. A pesar de todo, su vida ha motivado a numerosos
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La perspectiva del tiempo misioneros y siervos de Dios, tanto de hoy como de antaño. Con el tiempo sus conversos evangelizaron a otras personas, y su obra misionera influyó en muchos. Su diario de oraciones ha sido una fuente de inspiración para generaciones de cristianos. Falleció dudando si había logrado alguna cosa aparte de un puñado de conversos. Solo alcanzó renombre después de su muerte. Sus batallas en esta Tierra —sus presuntos fracasos— en forma de dudas, depresión y angustia de espíritu son precisamente las que han ayudado a muchos misioneros y los han animado y fortalecido en su labor. ¿Fue lo suyo verdaderamente un fracaso? ¿O quería Dios servirse de su vida a modo de vela —por poca luz que diera y por poco tiempo que durara antes de apagarse— para iluminar y alentar a futuras generaciones de servidores de Dios? ¿Se equivocó Dios? ¿Es posible quedar como un fracasado y aun así
gozar de gran aprobación a los ojos de Dios? ¿Su nombre? David Brainerd. Enseguida, un breve resumen de su vida, compilado y condensado a partir de varios libros y páginas web: David Brainerd, misionero entre los indios de Norteamérica nacido el 20 de abril de 1718. A los 21 años ya había aceptado a Jesús como Salvador y resuelto dar testimonio de Él. En septiembre de 1739 se matriculó en la Universidad de Yale. Dicha institución estaba pasando por un período de transición. Brainerd al llegar se apenó ante la indiferencia religiosa que observó. No obstante, al poco tiempo el evangelizador George Whitefield y el Gran Despertar dejaron una profunda huella. De la noche a la mañana se fundaron grupos de oración y de estudio de la Biblia, lo que por lo general disgustó a las autoridades universitarias, temerosas de que se desatara mucho fervor religioso. Fue en ese ambiente en
el que el joven Brainerd hizo un comentario desaforado sobre uno de los tutores, expresando que «no tenía más gracia que una silla» y tildándolo de hipócrita. El comentario llegó a oídos de los directores de la institución, que expulsaron a David después que se negó a disculparse en público por lo que había dicho en privado. Brainerd persistió en su intención de predicar el Evangelio a pesar de que, según casi todos los criterios por los que se regían las juntas misioneras, era un candidato riesgoso. Él mismo reconoció que tenía un temperamento melancólico. Era de constitución débil, a menudo se enfermaba o deprimía, y necesitaba frecuentes períodos de descanso. En 1742 se le asignó la misión de evangelizar a los indígenas americanos. Su primer año como misionero
no fue particularmente auspicioso. No sabía hablar el idioma de los nativos ni estaba preparado para las dificultades de la vida en el monte. Se sintió solo y profundamente triste. Escribió: Estaba hundido. […] Me pareció que nunca tendría éxito entre los indios. Mi alma estaba cansada de la vida que llevaba. Ansiaba desmesuradamente morir. Vivo en el desierto más solitario y triste que pueda haber. […] Mi dieta consiste más que nada en mazamorra, maíz hervido y pan a la brasa. […] Mi vivienda es un montoncito de paja sobre unas tablas. Mi trabajo es sumamente exigente y difícil. En su primer invierno en el monte sufrió infortunios y enfermedades. Su segundo año como
misionero lo consideró totalmente inútil, y sus esperanzas de evangelizar a los indios se desvanecieron. Pensó seriamente en la posibilidad de renunciar a su labor. El tercer año se trasladó a otra zona. Allí sus reuniones comenzaron a atraer hasta a setenta indios a la vez, algunos de los cuales recorrían hasta 60 kilómetros para escuchar el mensaje de salvación. Hubo un despertar religioso. Después de un año y medio el predicador itinerante tenía unos 150 conversos, algunos de los cuales luego evangelizaron a otros. El primer viaje de Brainerd al poblado de una tribu muy fiera dio pie a un milagro que hizo que los indios lo veneraran como profeta de Dios. Había acampado a las afueras del asentamiento y tenía pensado ingresar en él a la mañana
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siguiente para predicar. Sin que él lo supiera, todos sus movimientos eran observados por guerreros enviados para matarlo. F. W. Boreham relata así el incidente: Cuando los guerreros se acercaron a la carpa de Brainerd, vieron al rostro pálido de rodillas. Mientras él oraba, de pronto una serpiente cascabel se situó a su lado, levantó su horrenda cabeza lista para atacar, agitó su lengua bífida casi delante mismo de la cara de Brainerd y luego, sin motivo aparente, desapareció rápidamente entre la maleza. —¡El Gran Espíritu está con el rostro pálido! —exclamaron los indios. Al día siguiente le dispensaron un recibimiento digno de un profeta. Ese incidente no solo muestra una de las muchas intervenciones divinas en su ministerio; también ilustra la importancia e intensidad de la oración en su vida. En página tras página de Vida y diario de 6
David Brainerd uno lee frases como estas: «Una vez más Dios me facultó para implorarle numerosas almas, y cumplí el dulce deber de la intercesión con mucho fervor». «Estuve un buen rato orando en el bosque. Me pareció elevarme por encima de las cosas de este mundo». «Dediqué este día a ayunar en secreto y orar, de la mañana hasta la noche». «Llovía, y los caminos estaban enlodados; pero sentí un deseo tan intenso que me arrodillé a un costado del sendero y se lo conté todo a Dios. Le dije en oración que si me escogía como instrumento Suyo mis manos trabajarían para Él y mi lengua hablaría en Su nombre. De pronto las sombras de la noche se iluminaron, y supe que Dios había oído y respondido mi oración». «En los silencios que hago en medio de la agitación de la vida tengo encuentros con Dios. De
esos silencios salgo reanimado y con un renovado sentido de poder. Oigo una voz en los silencios y tomo cada vez más conciencia de que se trata de la de Dios». Con todas las penurias que sufrió, su salud se resintió. Murió a los 29 años el 9 de octubre de 1747. Su abnegada devoción, su celo y su entrega a la oración inspiraron a misioneros como Henry Martyn, William Carey, Jonathan Edwards, Adoniram Judson y John Wesley. La influencia que ejerció después de su muerte fue mayor que los resultados que obtuvo en vida. Su diario se convirtió en un clásico que ha motivado a muchos a misionar. El influjo que ha tenido es prueba de que Dios puede valerse de cualquier vasija dispuesta a dejarse usar por Él, por frágil y delicada que sea. M ar ía Fontaine dir ige juntamente con su esposo, Peter A mster dam, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. ■
Dina Ellens
EDDY Y EL ARO
A veces los mayores héroes son seres anónimos, de los que nadie habla, que andan por la vida con callada valentía y dejan una marca indeleble. Eddy es uno de ellos. Cada sábado por la mañana trabajo como voluntaria en el pabellón infantil de un centro oncológico. Enseño inglés al personal, a los pacientes y a sus padres. Siempre procuro que sea entretenido, y en las clases incluyo animadas canciones y juegos para que lo pasen bien y se olviden de sus dolores, aunque sea por un rato. Eddy siempre presta mucha atención. El brillo de sus ojos denota el interés que pone. La semana pasada, antes de la clase trajeron a Eddy en su silla de ruedas como de costumbre. Estaba tan feliz, y cantaba y participaba en los juegos con tanto entusiasmo, que no me fijé 1. V. Apocalipsis 21:4
en el vendaje nuevo que tenía en el muñón de su pierna derecha. Es más, no lo noté hasta que una enfermera me dijo que Eddy acababa de volver del hospital, donde le habían amputado otros 10 centímetros. —Los médicos tienen la esperanza de haber erradicado todo el cáncer esta vez —me explicó. Lo observé mientras se desplazaba en su silla e interactuaba alegremente con los demás niños y con su madre. Me quedé maravillada de su fortaleza de espíritu. Tiene apenas 12 años. Sus padres son campesinos de una aldea cercana. Quieren entrañablemente a su hijo y le dan muchísimo cariño y apoyo emocional. De ahí que se repusiera de la segunda amputación con tanto coraje y una actitud tan positiva. Cuando regresé a casa noté que me faltaba uno de los aretes de plata que me había puesto ese día. Me desanimé
un poco, pensando: «Hago esto como una buena acción, para llevar alegría a los pacientes con cáncer, ¡y encima me pasa esto!» Busqué en mi cuarto, luego en toda la casa y en el acceso desde la calle. Nada, no aparecía. Después me sentí mal de haberme quejado. Me pareció oír una voz que me decía: «Tú hoy perdiste tu aro preferido. Eddy perdió 10 centímetros de su pierna». Según la Biblia, en el reino de Dios nada se pierde. Un día todo se restablecerá, y Dios enjugará todas nuestras lágrimas1. Mientras tanto estoy segura de que la serena valentía y el aguante de Eddy aquí en la Tierra motivarán a otros a apreciar todo lo bueno que tienen. Dina Ellens vive en Java Occidental (Indonesia), donde se dedica a labor es voluntar ias. ■ 7
ESTA ES MI GUERRA La película Paraíso perdido (El
valle de la violencia) se desarrolla durante la Guerra de Secesión de EE. UU. Es la conmovedora historia de una familia del sur del país que se ve atrapada en el conflicto. Charlie Anderson, el patriarca de la familia, una y otra vez hace caso omiso de las súplicas de sus hijos que quieren alistarse en el ejército. Prefiere mantenerse neutral y no involucrarse, hasta el día en que la contienda afecta directamente a su familia. Antes de que estallara la guerra, vivían holgadamente. Poseían una extensa hacienda. De los seis hijos, la mayoría ya eran hombres hechos y derechos, y entre todos habían logrado que la propiedad fuera rentable. Llevaban una vida cómoda y habían empezado a formar sus
1. V. Efesios 6:10–18 2. www.just1thing.com
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propias familias. El padre había perdido a su esposa, pero se sentía satisfecho: primero, porque sus hijos estaban sanos y contentos y demostraban sensatez; y segundo, porque la finca prosperaba. Cierto día el menor de los hijos, Boy, se va a cazar mapaches con un amigo. De pronto se topan con unos confederados emboscados y se alejan rápidamente del lugar. Cuando creen estar fuera de peligro, se detienen junto a un arroyo para tomar agua. Boy se había encontrado una gorra rebelde (los confederados eran los rebeldes) y sin darse cuenta se la había puesto. Al cabo de menos de un minuto aparece una patrulla de soldados de la Unión que confunden al chico con un rebelde y se lo llevan como prisionero de guerra.
Mara Hodler
Su amigo va corriendo a la hacienda y le comunica a Charlie lo que le ha sucedido a su hijo. Ahora, de pronto, la guerra lo toca muy de cerca. Pasa de ser un observador a lanzarse de lleno al fragor de la batalla para rescatar a Boy. Dice a sus otros hijos: «Desde ahora esta guerra es nuestra». La contienda se ha convertido en algo muy personal. No toma las armas porque un gobierno u otro lo inste a hacerlo, sino porque la vida de un ser amado correrá peligro si él no interviene. Una vez tomada la decisión de que esa guerra es su guerra, no necesita que nadie le indique lo que debe hacer. No le hace falta que nadie lo incentive. Luchar por alguien a quien ama es más que suficiente motivación.
Me identifico con Charlie Anderson cuando dice: «Desde ahora esta guerra es nuestra». Conozco a Jesús desde pequeña y creo que siempre lo he amado. No obstante, tardé bastante en jugármela por Él, por así decirlo. Si llevas una existencia cómoda y logras evitar las adversidades intrínsecas de la vida del creyente, ¿por qué vas a querer pasar penalidades, no? Lo que es innegable es que Satanás está empeñado en entorpecer, boicotear y frustrar el plan dispuesto por Dios para la humanidad. Ya tiene fichados a los hijos de Dios como enemigos. Se nos pide por eso que reaccionemos, que tomemos las armas en sentido espiritual1 y que influyamos en el desenlace de la batalla con nuestra manera de vivir. Sin embargo, todo lo anterior no significa nada hasta que resolvemos que esa es nuestra guerra. Una vez que la batalla nos toca en lo íntimo
dejamos, como Charlie Anderson, de ser observadores despreocupados de lo que sucede a nuestro alrededor y nos comprometemos a ejercer una influencia positiva. Todo parte de la toma de conciencia de que las pequeñas decisiones importan. Tal como un soldado se adiestra a diario, esté o no en el frente, debemos esmerarnos en nuestra preparación espiritual. La mayor parte del tiempo nuestras misiones probablemente estarán muy relacionadas con nuestra vida cotidiana. Así es en mi caso: hacer de pacificadora, estar al tanto de lo que ocurre a mi alrededor, preocuparme por las necesidades de los demás, etc. Y está bien. Entiendo que incluso esas pequeñeces contribuyen a la campaña bélica. En fin, que yo he tomado la decisión de
dedicarme a la causa de Cristo. No porque mis padres lo hicieran, ni porque mis amigos lo hagan, sino porque la guerra divina se ha convertido también en mi guerra y deseo lograr tantas victorias como sea posible para nuestra causa. Mara Hodler ha sido misionera en Extremo Oriente y en África Oriental. Actualmente vive en Texas con su esposo y sus hijos y administra una pequeña empresa familiar. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing2 , portal cristiano destinado a la formación de la juventud. ■
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo. Mario Benedetti (1920–2009) Mis héroes son los soñadores, los hombres y mujeres que procuraron labrar un mundo mejor que el que se encontraron al llegar, ya fuera a base de pequeños o de grandes actos. Algunos tuvieron éxito, otros fracasaron, y la mayoría obtuvo resultados disímiles. […] Según lo veo yo, lo heroico es el esfuerzo. Independientemente de que ganen o pierdan, admiro a quienes pelean la buena batalla. George Martin (n. 1948) 9
DOS VIDAS EJEMPLARES Mi abuela Sabina fue una santa que tuve el privi-
legio de conocer personalmente. No tenía partida de nacimiento, pero fue al colegio el tiempo necesario para aprender a leer bien. Leía la Biblia todos los días, y nunca se perdía la misa del domingo. Si bien era afable y bondadosa, jamás dejaba pasar la ocasión de enseñarnos algo formativo, como una vez en que mi hermana, mis primas y yo robamos unas frutas de los vecinos. Le bastó con mirarnos cuando llegamos a casa para saber que habíamos hecho alguna travesura. Después que reconocimos nuestra fechoría, nos mandó regresar a pedir disculpas. Era la única persona a quien tenía que pedir su bendición y besarle la mano según las antiguas costumbres; y cada vez que me decía: «¡Dios te bendiga, mijita!», aquellas palabras me parecían mágicas. Era menuda y frágil, mas sus 8 hijos y 14 nietos la querían y admiraban. Mi padre me contó que estuvo su vida entera dedicada a su familia y que nunca la oyó quejarse. Fue una gran mujer que influyó a su manera en muchas personas, entre ellas yo. Me recuerda a otra gran personita: la madre Teresa de Calcuta. Hace poco vi el documental biográfico Cartas de la Madre Teresa, que narra los humildes inicios
1. Mateo 25:40 (nvi) 2. Charles Miles, 1914 10
Rosane Pereira
de su labor entre los pobres y la historia de algunas de sus alumnas de enseñanza secundaria, procedentes de familias acomodadas, que decidieron consagrar su vida a Jesús a raíz del ejemplo que ella les dio. También refiere sus sufrimientos y hasta habla de sus críticos que se empeñaban en detener su buena obra. Su ejemplo de amor perdurará para siempre y seguirá influyendo en muchas personas durante generaciones. Aunque —a diferencia de mi abuela— no tuvo hijos, entregó su vida por los hijos de Dios. Su consigna era: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de Mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por Mí»1. Ella veía a Jesús en cada persona a la que ayudaba. Servir a los demás era su forma de agradecerle a Jesús lo que Él había hecho por ella con Sus enseñanzas y Su muerte en la cruz. ¿Por qué no hay más madres teresas? Supongo que la mayoría no entendemos tan bien como ella la intensidad con que ama Dios a la humanidad. Es algo que yo todavía estoy descubriendo. Me viene a la memoria un antiguo himno: «Como el mar es de ancho, cálido como el sol, hondo como el océano, el amor del Salvador»2. Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro (Br asil) y está afiliada a La Familia Inter nacional. ■
Reflexiones
Sé amable Trata a todos con cortesía, incluso a quienes son groseros contigo; no porque ellos sean atentos, sino porque tú lo eres. Anónimo La vida es corta, pero siempre hay tiempo para la cortesía. Ralph Waldo Emerson (1803–1882) Conseguir dinero no es toda la labor de una persona: cultivar la bondad es una parte valiosa de la vida. Samuel Johnson (1709–1784) Ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad. José Martí (1853–1895) ¡Cuán lejos lanza sus rayos esa pequeña vela! Así brilla una buena acción en un mundo malicioso. William Shakespeare (1564–1616) ¡Qué hermoso puede ser un día cuando la bondad lo toca! George Elliston (1883–1946) Las buenas palabras quebrantan las peñas y ablandan los corazones. Refrán español
Trata siempre de ser un poco más amable de lo necesario. James Barrie (1860–1937) Si no hay algo de caridad en tu corazón padeces de la peor de las patologías cardiacas. Bob Hope (1903–2003) La bondad es un idioma que el sordo oye y el ciego ve. Mark Twain (1835–1910) Yo siempre prefiero creer lo mejor acerca de todas las personas: te ahorra un montón de problemas. Rudyard Kipling (1865–1936) La palabra amable sana; la maliciosa, mutila. Proverbio ruso No seas tú mismo; sé una persona un poco mejor. Mignon McLaughlin (1913–1983) La bondad, quien la tiene la da. Refrán español Cuando yo era joven admiraba a las personas ingeniosas. Ahora que soy viejo, admiro a las amables. Abraham Joshua Heschel (1907–1972)
Nadie ha alterado jamás su estómago por tragarse las malas palabras que no llegó a proferir. Winston Churchill (1874–1965) Con demasiada frecuencia subvaloramos el poder del contacto físico, de una sonrisa, una palabra amable, un oído atento, un elogio sincero o el más insignificante acto de cariño. Todas esas cosas son susceptibles de transformar nuestra vida. Leo Buscaglia (1924–1998) Siempre que odio y amor compiten, es el amor el que vence. Pedro Calderón de la Barca (1600–1681) Una persona que es buena contigo y grosera con el mesero no es una buena persona. Dave Barry (n. 1947) A partir de hoy trata a todas las personas que te encuentres como si fueran a estar muertas antes de la medianoche. Manifiéstales toda la atención, amabilidad y comprensión que puedas, y hazlo sin pensar en compensación alguna. Tu vida no volverá a ser la misma. Og Mandino (1923–1996) ■ 11
UNA FE OLÍMPICA Gabriel García Valdivieso
Los últimos Juegos Olímpicos, celebrados con éxito
en Río de Janeiro, tuvieron momentos de gran emoción. Los atletas que compitieron en los 28 deportes y 41 disciplinas nos deslumbraron con su talento, su audacia, su perseverancia, y su fortaleza física y mental. Más allá de todo eso, sin embargo, un aspecto que para mí brilló en esta edición de los Juegos fue el papel de la fe en la vida y trayectoria de muchos de los participantes. Soy entusiasta seguidor de las Olimpiadas. Desde hace años las veo en la televisión y puedo decir que en esta oportunidad fui testigo de más expresiones de fe de parte de los competidores que en ninguna otra. Veamos algunas. La atleta etíope Almaz Ayana batió por un margen de 14 segundos el anterior récord de los 10.000 metros, algo 1. Salmo 18:32,33 (blph)
5. Proverbios 21:31 (nblh)
2. Salmo 84:5
6. Filipenses 3:13,14 (blph)
3. Salmo 62:11
7. 1 Corintios 9:24–27 (nvi)
4. Isaías 40:29–31 (dhh)
8. Hebreos 12:1,2
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a todas luces increíble. Ante las sospechas de dopaje que su gesta inmediatamente suscitó, la atleta contestó con sosegada convicción: «Mi dopaje es mi entrenamiento y mi dopaje es Jesús. No hay otra cosa. Estoy completamente limpia». El caso de Michael Phelps es emblemático. Luego de alcanzar victorias sin precedentes en natación en anteriores Juegos Olímpicos, se decepcionó de todo y hasta acarició la idea de suicidarse. Pasó por negros momentos hasta que un amigo suyo le regaló un ejemplar del conocido libro de Rick Warren Una vida con propósito, que le renovó la esperanza y lo reencauzó en su senda victoriosa en conexión con Dios. Yuberjen Martínez, un menudo boxeador colombiano, peso minimosca, ganó la medalla de plata en su categoría, algo que estaba en el cálculo de muy pocos. Cuando entrevistaron a su madre sobre la hazaña de su hijo, ella explicó que años atrás había conversado con Dios y le había dicho: «Te entrego a este niño, Señor. Haz Tú lo que quieras con él».
Omar McLeod, jamaiquino, triunfó holgadamente en los 110 metros vallas. Al terminar la carrera explotó en alabanzas: «Thank you, Jesus!» Simone Manuel batió el récord de los 100 metros libres en natación. Fue la primera afronorteamericana en conseguir un oro en una competencia individual de natación. Luego de la carrera dio testimonio: «Lo único que puedo decir es “Gloria a Dios”». Katie Ledecky, otra nadadora norteamericana que obtuvo varios oros, dice que su fe «es parte de su esencia». El equipo de rugby de Fiyi ganó la primera medalla de oro de la historia de su país al vencer a todos los grandes de la disciplina, incluida a Inglaterra en la final por 43–7. Al término del partido todo el equipo entonó un famoso himno cristiano cuya letra reza: «Hemos vencido… por la sangre del Cordero y la Palabra de Dios, ¡hemos vencido!» ¿A qué se debe esa relevancia de la fe en el deporte? Pienso que tiene que ver con la fortaleza, el equilibrio, la entereza y el ánimo que otorga. Por cierto, esto es traspasable a cualquier reto al que nos enfrentemos. La Biblia lo dice una y otra vez. Los salmistas cantaban: «Dios es quien me ciñe de fuerza y hace perfecto mi camino. Él me da pies de gacela»1. «Bienaventurado el hombre que tiene en Ti sus fuerzas, en cuyo corazón están Tus caminos»2. «De Dios es el poder»3. Sabiéndonos débiles e insuficientes, obtenemos fuerzas de Dios: «Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor. Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse»4. ¡Vaya promesa para invocar en las pruebas! Hay un secreto que los creyentes sabemos por instinto espiritual: Hacemos lo que humanamente
podemos, pero dejamos el resultado en manos de Dios. «Se prepara al caballo para el día de la batalla, pero la victoria es del Señor»5. El apóstol Pablo comparó a menudo la vida cristiana con una carrera. Es lo que podríamos llamar atletismo espiritual. Refiriéndose a sí mismo dijo: «No me hago la ilusión, hermanos, de haberlo ya conseguido; pero eso sí, olvido lo que he dejado atrás y me lanzo hacia adelante en busca de la meta, trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto»6. El éxito de los atletas entrenados en la fe quizá se deba a que el deportista o cualquiera de nosotros que emprenda una actividad apoyado en Dios, fija la vista en una meta celestial más trascendente que la simple honra terrenal. A cuento vienen las palabras del Apóstol: «¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado»7. «Nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe»8. Gabr iel García V. es dir ector de la r evista Conéctate . Vive en Chile y está afiliado a La Familia Inter nacional. ■ 13
En nuestro mundo de grandes nombres resulta curioso que nuestros auténticos héroes tiendan a quedar en el anonimato. En esta vida de ilusiones y cuasiilusiones, las personas de sólidas virtudes a las que se puede admirar por algo más sustancial que su celebridad suelen ser héroes anónimos. Daniel Boorstin (1914–2004)
HÉROES ANÓNIMOS Chalsey Dooley
Sabe Dios la enorme cantidad de actos de heroísmo que se realizan todos los días. Si se premiara cada uno de ellos con una placa, habría suficientes para cubrir todos los muros del mundo. Tal vez en eso pensaba mi marido, Michael, cuando escribió esta canción en honor de muchos héroes anónimos. Te vi cuando nadie te prestaba atención, te observé día a día, noté tu espíritu humilde, admiré la sencillez de tus actos. Me pregunté cuánto te habría costado tu firme disposición para representar tu papel, hasta que ya no pude contener las palabras que me llenaban el alma: Eres un héroe anónimo que posterga sus esperanzas y sueños para que otros encuentren lo que sueñan; 14
que se entrega plenamente; que aguanta cueste lo que cueste. No hay en el mundo mayor amor. Mucho he querido decírtelo, aunque no acierto a encontrar las palabras para expresarte la admiración profunda que siento. Con todas esas labores invisibles que nadie parece advertir se labra tu corona en el Cielo, que eternamente relucirá. No podría hacer lo que hago sin tu presencia y apoyo perseverante. En nuestra vida habría un vacío sin tu amor y compromiso. La otra noche estaba leyendo un libro sobre John Wesley con mi hijo. Descubrimos que cuando era niño quedó atrapado en una casa en llamas. Alguien se dio cuenta, trepó hasta donde él estaba y lo rescató. No sabemos su nombre ni tenemos
más información sobre ese rescatista anónimo; pero si no hubiera sido por él incontables personas no habrían tenido ocasión de conocer a Jesús en las décadas que dedicó Wesley a la evangelización y el servicio activo a Dios. Aunque permanezcamos toda la vida en el anonimato, como asistentes invisibles de producción de una magnífica obra teatral, cumplamos bien nuestro deber y tratemos a los demás con cariño y respeto. Puede que algún día nuestro nombre brille públicamente. ¿Quién sabe? Lo más importante, no obstante, es la satisfacción de ver el efecto que ha tenido nuestra vida en los demás. Chalsey Dooley vive en Austr alia. Escr ibe textos motivacionales par a niños y educador es y se dedica de lleno a la for mación de sus hijos. Este es su sitio web: http://w w w.nurtur e-inspir e -teach.com/. ■
LO REALMENTE VALIOSO Koos Stenger
Soñé que me invitaban a un lujoso banquete. Todo a mi alrededor brillaba esplendorosamente. Había delante de mí copas de cristal con los mejores vinos y un despliegue de mis platos preferidos. En ese momento escuché una orden: «Come y alégrate». Así que comí y me alegré. Para cuando sirvieron los postres, no me entraba un bocado más. Entonces… …Sonó el despertador. 6:00 de la mañana. Me desperté y con un suspiro de irritación apagué el despertador. Luego me levanté de la cama como pude. El estómago me ladraba. Cansinamente me trasladé hasta la cocina. No había platos exquisitos, ni vinos, ni postres. Menos mal que todavía me quedaba un paquete de avena. En nuestros sueños la comida sabe bien y hasta se ve mejor que la que comemos todos los días. El único inconveniente es que, obviamente, nos aporta cero energía. 1.
Salmo 34:8 (pdt)
Los seres humanos ansiamos algo más que simple alimento. La mayor hambre que experimentamos en nuestra vida es el hambre de amor. En lo profundo de cada corazón hay un vacío que es preciso llenar, y todos estamos en una búsqueda intensa para lograr eso. Pero al igual que sucede con la comida de nuestros sueños, que no nos llena el estómago, en este mundo hay muchas cosas que se ven atractivas, mas no satisfacen. El organismo necesita comida física para seguir funcionando. Nuestro espíritu, en cambio, solamente halla satisfacción en el Gran Espíritu de amor que nos creó. Si confundimos las cosas y optamos por las que no alimentan, cuando suene el despertador de la vida y entremos en la eternidad nos despertaremos con hambre. Nos daremos cuenta, ya tarde, de que no ingerimos nada que tuviera verdadero valor. Dios le da sentido a nuestra vida. Él es la meta, el plan, el futuro hacia el cual nos proyectamos. Todo
proviene de Él, y Él debe estar en el centro de todo. Jesús vino a la Tierra para decirnos que no somos el resultado de un accidente aleatorio en un universo desconocido, sino que fuimos hechos a imagen y semejanza de nuestro Padre celestial, con un plan y un designio. Hay esperanza. No somos apenas una mota de nada en un océano de olvido y tinieblas. Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■
¿Buscas alimento que satisfaga tu alma? Tómate un momento ahora mismo para invitar a Jesús a entrar en tu corazón. Así tú también podrás «saborear al Señor y ver lo bueno que es Él»1. Jesús, te ruego que entres en mi vida, me llenes de Tu Espíritu y amor y me ayudes a permanecer siempre cerca de Ti. Amén. 15
Mi presencia De jesús, con cariño
Siempre estoy contigo, preparado para ayudarte, orientarte, consolarte, amarte, sanarte y proveer para tus necesidades. Deseo que me incluyas en todos los aspectos de tu vida. No te pido eso con el ánimo de controlarte o dominarte, sino porque te amo. Quiero proporcionarte lo que te haga falta, protegerte y colmarte de amor. Cuando me permites participar en lo que haces, sea lo que sea, se afianza nuestra relación, te acercas a Mi Espíritu y se forma entre nosotros un vínculo más fuerte de amor y comunicación. Cuanto más hablemos, cuanto más busques Mi compañía, cuanto más acudas a Mí para que te indique las respuestas a tus interrogantes y las soluciones de los problemas con que te encuentras, cuanto más me des acceso a cada faceta de tu vida, mayor será la satisfacción que sentirás.