CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
A ñ o 19 • N ú m e r o 2
UNA ESCALADA SANADORA Y la paz que me dio
Las estaciones de la vida
Comprender los ciclos
Un descubrimiento emocionante
El día que todo cambió
Año 19, número 2
A N U E S T RO S A M IG O S Dios h ace u na f i e sta No recuerdo haberme topado antes con este versículo. Por lo menos no me había llamado la atención como esta vez. Quizá se deba a que el libro del profeta Sofonías es uno de los menos conocidos y citados de la Biblia. «El Señor tu Dios está en medio de ti: ¡Es poderoso; Él salvará! Con alegría se regocijará por causa de ti. Te renovará en Su amor; por causa de ti se regocijará con cánticos»1. El Dios del universo me ama tanto y se alegra tanto de compartir Su vida conmigo que no puede evitar organizar una fiesta y ponerse a cantar para anunciarlo a los cuatro vientos. Uno se anima de solo pensarlo. Da alas, sobre todo si uno ha lidiado con esa sensación de lejanía, de que Dios es un ser ajeno y distante. Jesús dijo que el mandamiento que prima sobre todos los demás es «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente»2. Así y todo, es complicado amar a alguien a quien no se conoce. En mi caso particular, creo que no conozco a Jesús tan bien como quisiera. Todos tenemos familiares y amigos, gente a la que conocemos bien. Luego hay personas con las que pasamos muchas horas y que conocemos, aunque no necesariamente por elección, sino porque son compañeros de trabajo, del colegio o de donde sea. Hay también gente a la que conocemos más o menos, con la que tenemos encuentros esporádicos o casuales, cuyo nombre muchas veces se nos olvida. Y hay otros a los que probablemente no conoceremos nunca en persona, pero leemos noticias acerca de ellos o los seguimos en las redes sociales. La pregunta es: entre todas esas relaciones, ¿dónde ubicaríamos a Jesús? Huelga decir que Dios es tan extenso y complejo que no hay ser humano que pueda llegar a entenderlo plenamente. No obstante, la vida es una búsqueda continua de Él3 con miras a conocerlo mejor y gozar de Su compañía. Así lo expresó el apóstol Pablo: «Todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor»4. Tengamos más convivencia con Jesús. Así lo conoceremos mejor.
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2017. Es propiedad.
Gabriel García V. Director 1. Sofonías 3:17 (rva 2015)
3. V. Jeremías 29:13
2. Mateo 22:37
4. Filipenses 3:8 (ntv)
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A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
Podemos optar por ser hijos de Dios y, sin embargo, vivir muy lejos de Él en nuestro corazón. Por otra parte, podemos optar por cultivar una estrecha relación con Él, en la que sepamos lo que piensa, cree, obra y considera importante. En ese espacio de intimidad descubrimos además lo cerca de nosotros que Él quiere estar. Theresa Dedmon
John Randall
UN ENCUENTRO AMISTOSO Cada mañana sin falta saco
a pasear a mi caniche negra, una actividad que para ella es de máxima importancia. Así comienza mi jornada. Seguimos siempre la misma ruta, que nos toma unos diez minutos de principio a fin. Una cálida mañana de julio, cuando nos disponíamos a salir, me acordé de que se habían acabado las naranjas. Decidí, pues, apartarme de nuestra ruta habitual y dirigirme más bien a la hermosa misión de las Carmelitas, que se encuentra en un lugar relativamente apartado, sobre una loma. La misión vende naranjas a un par de dólares la bolsa. Mientras subíamos por el largo y sinuoso sendero que se abre paso en medio de hermosos naranjales, me llamó la atención un cartel con letras ya un poco borrosas que proclamaba: «La oración no es otra cosa que una relación de amistad con Dios. Teresa de Ávila».
Di mi amén a esa frase y compré mi bolsa de naranjas. Poco después, habiendo dado de comer a la perrita y preparado mi jugo de naranja, estaba listo para mis devociones matutinas. Abrí mi devocionario al azar, y mis ojos se posaron sobre el título de un capítulo que decía: «Escuchar a Dios en oración es sinónimo de amistad con Él». Caramba, eso sí que captó mi atención. ¿Coincidencia? No lo creo. Conozco ya hace tiempo a Dios y sé distinguir cuando me quiere decir algo. Fue Él quien me hizo notar el cartel de la misión, pues guardaba relación con el mensaje que me quería transmitir aquel día. No es que el Señor escogiera ese día en particular, de la nada, para empezar de pronto a hablarme, así porque sí, del tema. Antes bien, como suele ocurrir, últimamente me había venido dando indicios,
leves impresiones, a raíz de ciertos incidentes. Ese día simplemente afinó un poco más el mensaje, hizo que cristalizara. ¿Qué tipo de cosas he aprendido en mi andadura con Dios? Entre otras, que ese profundo anhelo que todos sentimos, esa sensación de soledad que en parte remediamos con compañerismo terrenal, solo se satisface plenamente con una relación de amistad con Dios. La amistad es identificarse con alguien en pensamiento y espíritu. Por eso, cuando cultivamos una relación interactiva con el Señor, en la que lo escuchamos y comulgamos con Él, nos volvemos verdaderos amigos Suyos. John R andall es pastor laico, artesano de la mader a y escr itor. Actualmente vive en el sur de Califor nia (EE . UU.). ■ 3
JESÚS, SU VIDA Y MENSAJE Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam
A l llegar el momento cumbre de la historia, Dios
envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para liberarnos del yugo de la ley y alcanzarnos la condición de hijos adoptivos de Dios1. Dios envió a Su Hijo al mundo en determinado momento y lugar para que viviera como un ser humano, muriera crucificado y resucitara, todo ello a fin de redimir a la humanidad hundida en el pecado y darle la oportunidad de entrar en Su reino y gozar de una relación estrecha con Él. Los cuatro Evangelios narran esa historia, la vida de un ser humano único, un judío galileo que, si bien en numerosos aspectos fue muy parecido a todas las demás personas que han nacido y vivido, al mismo tiempo era muy diferente. Los Evangelios nos cuentan lo que distinguía a Jesús. Muestran que vino al mundo para entregar Su vida por 1. Gálatas 4:4,5 (blph)
9. V. Hebreos 2:18
2. V. Juan 3:16–18
10. V. 1 Pedro 3:18
3. V. Génesis 12:2,3
11. V. Hebreos 12:3
4. V. Juan 20:31
12. V. 1 Corintios 11:23
5. V. Romanos 1:3
13. V. 1 Pedro 2:21–23
6. V. Gálatas 4:4
14. V. 1 Corintios 1:23
7. V. 2 Corintios 10:1
15. V. 1 Corintios 15:4
8. V. 2 Corintios 5:21 4
la humanidad y para que a consecuencia de Su muerte y resurrección los seres humanos pudiéramos disfrutar de una nueva relación con Dios. No vino con el propósito de enseñarnos a ser buenos, sino de conferirnos poder para ser buenos mediante el supremo sacrificio que hizo por todos nosotros. No hay relato más importante que este, dado que nuestro destino eterno será determinado por la postura que adoptemos con relación a este singular personaje2. Es precisamente este relato el que nos permite comprender el extraordinario regalo que se nos ofrece: el don de llegar a ser hijos de nuestro Padre celestial, la vía para integrarnos en Su familia y la maravilla de vivir perpetuamente con Él. Los Evangelios sientan la base de la doctrina cristiana. En sus páginas se nos dice que Jesús fue más que un hombre bueno o recto, más que un maestro de moral y ética y más que un hacedor de milagros. En ellos descubrimos que ese personaje único es el Salvador prometido por Dios. Los Evangelios nos hablan del cumplimiento de la promesa que hizo Dios al antiguo patriarca hebreo Abraham, de que por medio de él sería bendito el mundo entero3. Jesús vivió hace dos milenios, y los creyentes de aquel tiempo redactaron los Evangelios pocas décadas después de Su muerte y resurrección. Su objetivo al escribir la
biografía de Jesús era conservarla, de forma que pudiera darse a conocer una y otra vez. Escribieron con el fin de que otros creyeran4, y lograron su cometido. Desde su época ha habido una sucesión ininterrumpida de cristianos. Dos milenios después leemos el mismo evangelio que los primeros lectores, y este puede transformar nuestra vida tanto como transformó la suya. Los Evangelios no fueron lo primero que se escribió sobre Jesús. Se cree que Pablo escribió sus epístolas entre el 49 y el 67 d. C., lo cual significa que algunas
probablemente ya circulaban antes que se escribieran los Evangelios. Puede que otras epístolas escritas poco después del año 60 también sean anteriores a los Evangelios. Las Epístolas no incluyen muchos detalles de la vida de Jesús, y lo más probable es que sea porque sus autores se dirigían a creyentes que ya conocían hasta cierto punto Su vida. Como era costumbre en aquel tiempo, es de imaginar que los relatos y enseñanzas de Jesús circulaban oralmente. Es lógico suponer que los testigos presenciales que conocieron a Cristo narraron a otros Su vida, describieron Sus milagros, repitieron Sus parábolas y contaron otros detalles sobre Él. El tiempo transcurrido entre la muerte y resurrección de Jesús (ca. 33 d. C.) y la primera de las epístolas de Pablo fueron unos quince años probablemente. Los primeros evangelios se escribieron unos treinta años después de la muerte de Cristo. Por lo que escribieron los autores de las Epístolas se infiere que lo que ellos transmitieron cuadraba con lo que los evangelistas luego escribieron. Las Epístolas indican que Jesús fue un descendiente de David5, un judío criado según la ley mosaica6, tierno y manso7, que no pecó8, que fue tentado9 y que se condujo rectamente10. También explican que sufrió oposición11, fue traicionado12, padeció sin ofrecer resistencia13, fue crucificado14 y resucitó15. Los Evangelios se centran en la vida pública de Jesús. Dos de ellos cuentan Su nacimiento, y uno menciona brevemente un suceso de Su infancia, cuando tenía unos doce años. Aparte de eso, casi no conocemos pormenores de Su vida hasta que fue bautizado por Juan el Bautista. La intención o el objetivo de los evangelistas no fue narrar Su vida antes que emprendiera Su misión, sino 5
que refieren lo que dijo e hizo durante Su vida pública, el mensaje que proclamó y Su modo de expresarlo. Relatan Sus actos, Sus milagros, Sus parábolas, cómo murió y cómo se levantó de entre los muertos. Enseñan que se trataba del unigénito Hijo de Dios, la única persona que ha sido a la vez Dios y hombre, el cual tomó forma humana a fin de que nos fuera posible vivir eternamente con Dios. En suma, el principal propósito de los Evangelios es dar a conocer la buena nueva de la salvación que está a nuestro alcance gracias a Jesucristo. Los Evangelios también muestran a los creyentes la relación a la que accedemos al volvernos hijos de Dios. Sientan las bases para que vivamos como las nuevas criaturas en que nos convertimos al salvarnos y acoger en nuestro interior el Espíritu de Dios. Aportan información susceptible de afectar nuestra existencia para siempre, que nos proporciona una cosmovisión cimentada en la verdad y nos sirve de punto de referencia espiritual, moral y ético en nuestro peregrinaje por la vida. Una mayor comprensión de lo que enseñan los Evangelios puede conducirnos a una relación más gratificante con el Señor. Si logramos captar los conceptos más profundos que se traslucen en lo que Jesús dijo e hizo, en Sus parábolas, Sus sermones y Sus milagros; si logramos visualizar todo eso a través de los ojos de los primeros testigos, en el entorno de la Palestina del siglo i, captaremos mejor la trascendencia y belleza de Su mensaje. Eso nos puede llevar a comprender mejor Su vida, a valorar 16. Romanos 11:33 (rvr 95) 6
más la «profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios»16 y en definitiva a tener una fe más sólida. Los Evangelios contienen principios fundamentales que pueden servirnos de pauta para llevar una vida plena de sentido y tomar decisiones basadas en las verdades eternas que nos comunicó nuestro Salvador. El conocimiento de los Evangelios y de sus enseñanzas es esencial para centrar nuestra vida en Dios, lo cual es fuente de alegría en esta y en la otra vida. Siempre me han encantado los Evangelios; sin embargo, haberlos estudiado más minuciosamente en estos últimos años me ha permitido apreciar mejor su profundidad, su belleza y su virtud para transformar vidas. El tiempo que les he dedicado me ha enriquecido en numerosos aspectos. Me ha permitido conocer mejor a Dios, y tanto mi fe como mi conexión con Él se han fortalecido. Peter A mster dam dir ige juntamente con su esposa, M ar ía Fontaine, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. El artículo anter ior es una adaptación del prólogo de su ser ie sobr e la vida y mensaje de Jesús, a la que se puede acceder mediante este enlace: https://dir ectors.tfionline.com/es /tag/jesus-su-vida-y-mensaje/. ■
ASÍ ME DEJÉ CONQUISTAR Rosane Pereira
Aunque me crié en el seno de una familia cristiana, cuando llegué a la adolescencia me vi rebasada por los problemas del mundo, y eso me llevó a cuestionar mi fe. A los 18 tuve un novio que era un firme creyente. En nuestras conversaciones sobre la fe percibí en él tal sinceridad que empecé a dudar de mis dudas. Un día tomé su Nuevo Testamento y me fui a un gran parque de la ciudad, donde me senté junto a una laguna. Comencé desde el principio mismo, por el Evangelio de Mateo. Al llegar al Sermón de la Montaña me quedé atónita. Aquellos eran los principios por los que quería regir mi vida, solo que nunca los había visto formulados con tanta claridad. Continué leyendo toda la tarde, pasando de un evangelio a otro. Fue como una escena de una película, en la que alguien está tan concentrado que todo lo demás desaparece. Me transporté a los polvorientos caminos de Galilea, a las aldeas de pescadores, al templo. Era una de las discípulas de Jesús, estaba ansiosa por ver lo que haría y escuchar lo que diría. Cayó el atardecer cuando estaba ya en el último capítulo de Juan, y regresé a la Tierra. Volví caminando a casa transformada. Solo quería descubrir cómo podía vivir aquellas enseñanzas de Jesús. Unos meses después Él me reveló cuál era mi misión de la vida. Desde entonces me he esforzado por cumplirla. Jesús es el descubrimiento más importante que uno puede hacer. Se ha dicho que leer la Biblia es como leer nuestra propia historia, pues nosotros también participamos en ella, una historia que se desarrolla en la vida de cada uno de nosotros. Lo mejor del caso es que sabemos que tiene un final feliz. Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro (Brasil) y está afiliada a La Familia Internacional. ■ 7
Beth Jordan
UNA ESCALADA SANADORA
«¡Si logramos escalar esta
montaña, no habrá nada que juntos no podamos superar!» Todavía puedo ver a mi padre esforzándose por sonreír y parecer optimista mientras señalaba una montaña rocosa a unos 30 metros de la carretera. Yo tenía trece años y estaba viajando con mi papá y mi hermano mayor por las desérticas y calurosas carreteras de México, volviendo a los EE. UU. para atender unos asuntos. Mis padres se habían dedicado por entero a misionar en México, y a mí me encantaba acompañarlos. No me despegaba de ellos ni un instante. La vida allá era hermosa, yo la disfrutaba muchísimo. Sin embargo, en aquel momento no todo era miel sobre hojuelas. Mis padres estaban teniendo problemas
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matrimoniales y habían decidido vivir separados unos meses. Mi mamá se había mudado a otra parte unas semanas antes, y yo me sentía intranquila, sin saber si iba a regresar. La mayor parte del trayecto observé que mi papá estaba lidiando con lo difícil de la situación. Se lo veía triste, preocupado, cansado. En el vehículo se respiraba un aire enrarecido, de inseguridad y desánimo. Al mismo tiempo, los tres nos empezamos a sentir físicamente mal, con dolores de cabeza, más que nada por el calor, pero también por la carga emotiva de todo lo que estábamos viviendo. Recuerdo haber tenido la sensación de que en cualquier momento podíamos prorrumpir los tres en llanto. Seguimos así casi un día entero, hasta que de
pronto, en medio de la nada, papá detuvo el auto. Todavía recuerdo su rostro. Las lágrimas que estaba conteniendo le relucían en los ojos. Se bajó del auto y nos pidió que fuéramos con él. A regañadientes, como suele suceder con los adolescentes, nos bajamos del vehículo. Despacito. A unos 30 metros de distancia se elevaba un peñón. Grosso modo tenía como mínimo unos 60 metros de altura, y definitivamente no se vislumbraba sendero alguno que llevara a la cumbre. El inclemente sol nos obligó a entrecerrar los ojos al mirar hacia arriba. La cabeza nos ardía de calor. Enseguida volvimos la vista para comprobar que no rondara por ahí ninguna serpiente de cascabel o coyote. Nos quedamos en silencio,
sin saber qué hacer ni por qué estábamos allí, cuando de pronto papá dijo: —¡Si logramos escalar esta montaña, no habrá nada que juntos no podamos superar! De alguna manera él sabía que aquella aventura era el lenitivo que cada uno de nosotros necesitaba. Aunque parezca mentira, mi hermano y yo, a pesar de lo pésimo que nos sentíamos, no rechistamos. Me quedé unos momentos estudiando el peñón y me animé a intentarlo. No niego que estábamos cansados, enfermos y tristes; pero al mirar la cumbre supe que nos iba a sentar bien coronarla después de conquistar aquellas rocas. Dejamos la camioneta a un lado de la carretera y, sin mirar atrás ni detenernos a recoger nada, iniciamos el ascenso. Luego de escalar unos diez minutos empezamos a hablar entre nosotros mientras avanzábamos entre rocas y grietas. —Gracias, papá —decía uno. —¡Ey, cómo lo conseguiste tan rápido! —comentaba otro. Esa cháchara alivió la incomodidad que sentíamos y nos ayudó a concentrarnos en lo que nos habíamos propuesto. Haciendo memoria de aquella escalada, fue como si a medida que subíamos fuéramos soltando nuestros miedos y penas, como si levantáramos las manos en señal de
rendición y le dijéramos a Jesús: «En Ti confiamos». En lo recóndito de mi corazón bullían montones de emociones y preguntas que no me había atrevido a hacer. Me había hecho la fuerte por amor a mi papá, y ni siquiera me había percatado de que abrigaba esos sentimientos y temores. No obstante, a medida que íbamos ascendiendo, como que nos fuimos despojando de los pesos y las preocupaciones. Fueron quedando atrás, como las piedras y rocas que íbamos superando. Tardamos dos o tres horas en llegar a la cumbre bajo un sol abrasador. Para entonces el viento soplaba, y el sol ya se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de naranja y ámbar. Estábamos sin aliento, tanto por la escalada como por la magnífica panorámica que teníamos el privilegio de contemplar. Nos reímos, hablamos y nos permitimos sentir el gran amor de nuestro Creador. Nos olvidamos de nuestras cuitas, y la sonrisa volvió a nuestro rostro. Pese a que estábamos exhaustos, recuerdo haberme sentido sumamente viva y libre. Bajamos de aquella montaña transformados y renovados. Yo estaba segura de que todo iba a resultar bien. Y así fue, aparte de que mis padres resolvieron sus diferencias, y mamá volvió a casa. Dios nos habló por medio de la belleza de Su
creación y la sencilla ilustración de escalar una montaña. Nos enseñó que no había nada que no pudiéramos superar. Además, se aseguró de que percibiéramos Su amor y Su presencia. Hay dos motivos por los que nunca olvidaré aquella escalada: Primero, por la nitidez con que sentí la presencia de Jesús. En la cima de ese monte rocoso me sentí feliz, segura y amada, cuando las emociones que me habían embargado hasta ese momento eran todo lo contrario. La experiencia fue algo del otro mundo, surrealista. Segundo, me quedó claro que no era preciso que yo me sanara a mí misma. No hacía falta que luchara por sobreponerme a mis emociones. No era necesario que hiciera ningún esfuerzo. No me hinqué de rodillas angustiada, desesperada; simplemente me relajé y dejé que Jesús me hablara suavemente al alma por medio del viento y las montañas, y por medio del júbilo que sentí al coronar la cima. Bastó con que me dejara caer en Sus fuertes brazos, segura de que Él me sostendría. Beth Jordan vive en la India con su marido y sus dos hijos. Son los fundadores de Place for Change, organización que coordina progr amas par a voluntarios del extr anjero en la India, Nepal y Tailandia. ■ 9
Curtis Peter van Gorder
Nuestro grupo de teatro representa frecuentemente una breve y dinámica escenificación basada en un monólogo de la obra Como gustéis, de Shakespeare, en la que el bardo resume las estaciones de la vida en siete etapas: el bebé que llora, el estudiante reacio, el amante lleno de suspiros, el fiero soldado, el juez sensato, el anciano y, finalmente, la muerte. Aunque Shakespeare se detiene allí, la Biblia promete una estación más: la vida eterna. Por eso, en lugar de terminar la escena con las palabras «olvido total», como el dramaturgo, preferimos finalizarla con el protagonista despertando en el Cielo, un verdadero desenlace feliz. Esa escenificación me ha llevado a reflexionar sobre las etapas de la vida por las que atravieso. Pasamos por numerosos ciclos y estaciones, algunos breves, otros prolongados. Cuando estamos enfrascados en nuestros proyectos y labores, viene bien apartarnos un poco y ver cómo se dan esas estaciones. Eso nos permite entender en qué punto nos hallamos en el ciclo de cambio y crecimiento y qué esperar de cara al futuro. Por ejemplo, si estamos pasando por una temporada difícil podemos cobrar esperanza al darnos cuenta de que estamos en un invierno y que la primavera traerá consigo nueva vida. En el transcurso de mis viajes he notado que en los países que experimentan variaciones estacionales sutiles la flora y la energía son totalmente diferentes que en aquellos que tienen estaciones más marcadas. Hace poco me di un paseo por las montañas de Rumania, y me asombró lo vibrante que es la vida allí. Por todos lados se veían coloridas flores silvestres, cada una con un buen número de abejas y otros polinizadores garantes de futuras generaciones de flores. La vegetación pugnaba por tener acceso a la luz en todas las parcelas de terreno. Hasta los charcos estaban llenos de renacuajos y una miríada de extrañas criaturas acuáticas. Por lo visto son conscientes de que no disponen de mucho tiempo y pronto bajarán las temperaturas, que sumirán la tierra, como tantas otras veces, en un profundo sueño. Afecta también a las personas. Da la impresión de que las que viven en países tropicales suelen ser más relajadas y menos inclinadas a trabajar. La 1. http://elixirmime.com 10
LAS
ESTACIO DE LA VID naturaleza parece ser igual: la vida discurre lentamente en vez de caer en un estado de latencia y luego estallar. Aplicar a nuestro trabajo lo que sabemos de los cambios estacionales puede ayudarnos a saber qué esperar. El arte de la guerra, un antiguo texto chino escrito por el estratega militar Sun Tzu, describe cómo se producen los cambios e innovaciones en las sociedades, empresas, naciones e individuos. Presenta el proceso de desarrollo de una idea, proyecto, innovación, organización o país en cinco etapas o estaciones, simbolizadas por el metal, el agua, la madera, el fuego y la tierra. En la fase de metal, al comienzo, hay descontento. Se hace patente la necesidad de cambios, pero alguien tiene que echar a rodar el balón. En la siguiente fase —la del agua— entra en juego la imaginación. Barajamos posibilidades e intentamos figurarnos cómo sería para nosotros el futuro ideal. Dejamos que fluyan las ideas y chapoteamos con ellas hasta que damos con las mejores.
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo. Eclesiastés 3:1 (nvi)
ONES DA
Sabemos bien que si las estaciones fueran todas iguales no habría crecimiento. Somos conscientes de que sin invierno no habría primavera. Sabemos que sin las heladas no habría bulbos, y sin monzón no habría cosecha de arroz. Del mismo modo, tenemos la certeza de que sin tristeza no habría alegría. Creo que ese es precisamente el origen de la belleza. Nace del fruto de las estaciones. No cabe duda de que Dios lo ha hecho todo hermoso en su tiempo. Naomi Reed (n. 1968)
En la etapa de la madera optamos por una idea que procuraremos llevar a cabo y empezamos a reunir recursos. Armamos un equipo de gente y trazamos un plan. En esta etapa el esfuerzo suele ser desproporcionadamente mayor a los resultados. Al entrar en la fase del fuego, nuestra innovación o proyecto ve la luz y comenzamos a arder. Es preciso mantener el calor y conseguir que otros se interesen, o sea, hacer cundir el fuego entre los demás. La tierra es la última fase antes de que vuelva a repetirse el ciclo. Una vez que nuestra empresa está en marcha tenemos que lograr que sea sostenible y asegurar su crecimiento a largo plazo sin perder las energías que teníamos al principio. Se hace necesario combatir el deterioro aportando más innovación. De otro modo perdemos lo ganado. Puede que cada uno se encuentre en una estación o etapa distinta. Eso es saludable. El descontento puede
resultar útil para encontrar nuevas direcciones de crecimiento. El agua y las ideas nuevas siempre son necesarios para seguir mejorando. La madera es imprescindible para que nuestras ideas tengan estructura y tren de aterrizaje. El fuego es señal de que estamos logrando resultados y generando calor y luz. La tierra hace falta para alcanzar estabilidad y construir muros de defensa contra posibles reveses y adversidades. Cuando están presentes todos esos factores nos encontramos en un punto ideal en el que podemos prosperar y dar fruto. Jesús es nuestro buen pastor. Sabe dónde se encuentran los arroyos de montaña y cómo evitar los peligros. Si lo seguimos, nos conducirá a verdes prados y nos ayudará a crecer y prosperar sea cual sea la temporada o estación en que nos encontremos. Curtis Peter van Gor der es guionista y mimo1 . Vive en A lemania. ■
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Lo que me
apASIoNa Marie Alvero
No tengo más que una vida y una oportunidad de imprimirle valor. Mi fe me exige que haga lo que pueda, dondequiera que esté, todo el tiempo que pueda, con lo que tenga a mi alcance, para tratar de lograr un cambio. Jimmy Carter (n. 1924)
A mí me gusta hacer ejercicio,
pero también me encanta la comida. Preparar un buen plato me da una satisfacción y una felicidad inmensas. Suelo leer libros de cocina como si fueran novelas. Por eso, sabiendo de mi pasión por la comida y por el buen estado físico, y teniendo en cuenta todos los videos de ejercicios y las estupendas recetas que comparto en las redes sociales, te imaginarás que soy una chica en excelente forma, que solamente consume comidas finas. Alguien me hizo un comentario de ese tenor el otro día en mi muro de Facebook. Eso me llevó a pensar que algunas cosas que me apasionan no están muy bien representadas en mi vida real. A decir verdad, con las justas logro hacer ejercicio durante
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20 minutos 4 veces a la semana, y cocino algo espléndido tal vez una vez a la semana. Me pregunto si otras cosas que me gustan también están pobremente representadas en mi vida. Por ejemplo, si analizaras mi vida, ¿se haría patente mi pasión por Jesús? ¿Se trasluciría? ¿Tanto lo conozco que resultaría evidente? Quiero que mi relación con Jesús sea un rasgo distintivo de mi vida, no apenas un dato biográfico más. Si bien no tengo mucho tiempo para leer la Palabra de Dios, para orar y adorarlo todos los días, algo tengo, y quiero sacarle el máximo provecho. Esa es mi conclusión: sacarle provecho. Si apenas dispongo de 20 minutos para hacer ejercicio, me
esforzaré al máximo. Los días que pueda cocinar y ponerme creativa, emplearé todas mis habilidades culinarias y me concentraré. Y en los ratos que aparto para cultivar mi relación con Jesús, lo haré de todo corazón. Reverenciaré Su Palabra como el tesoro que es. Buscaré Su verdad. Aunque no me dedique todo el día a mis pasiones, constituyen una buena parte de lo que le otorga sentido y razón de ser a mi existencia. M ar ie A lvero ha sido misioner a en Áfr ica y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la r egión centr al de Tex as, EE . UU. ■
ALMUERZOS DE ORACIÓN Elsa Sichrovsky
Cuando estaba en el segundo semestre de mi primer año de universidad, algunos compañeros de curso cristianos tuvimos la sensación de que nuestra fe iba quedando ahogada por nuestros estudios, amigos, clubes y pasatiempos. No queríamos que terminara siendo un interés al que dedicáramos un poquito de tiempo los fines de semana y que luego dejáramos de lado para volver los lunes al emocionante trajín y las aventuras de la vida universitaria. El problema se agravaba por el hecho de que muchos vivíamos lejos de las iglesias y grupos a los que estábamos habituados, y otros se hospedaban con familiares que no eran creyentes. A alguien se le ocurrió la idea de juntarnos dos veces por semana a la hora del almuerzo para orar e intercambiar inquietudes acerca de nuestra fe. Parecía apenas un pasito y, aunque me mostré dispuesta a intentarlo, tenía mis dudas de que aquello realmente sirviera para que Jesús adquiriera mayor preeminencia en nuestra vida. Decidimos reunirnos los lunes y miércoles. Generalmente empezábamos entonando unas canciones. Luego unos contaban alguna enseñanza 1. Hebreos 12:1 (ntv)
espiritual del momento; otros hablaban de las oraciones que Dios les había respondido o de cómo les había manifestado Su amor de maneras especiales. En otras ocasiones conversábamos sobre tácticas para disponer de más tiempo para la oración y el estudio de la Biblia en el tumulto y ajetreo del ambiente universitario, o sobre cómo iniciar conservaciones con nuestros amigos acerca de Jesús. Después intercambiábamos pedidos de oración, que abarcaban desde exámenes inminentes hasta nuestras relaciones familiares y decisiones con respecto a nuestro futuro profesional. Aquellos ratos en que hablábamos de Jesús en el contexto de nuestros quehaceres y problemas de todos los días me recordaban cuánto quiere Él tener una presencia activa en mi vida y me incentivaban a dedicar el tiempo necesario a fortalecer mi relación personal con Él. Antes de aquellos almuerzos nuestra amistad se centraba mayormente en los estudios y las actividades curriculares. No obstante, al cabo de un tiempo de reunirnos de esa forma se forjaron vínculos más profundos entre nosotros por la fe que compartíamos. En lugar de sentirnos marginados y fuera de lugar a causa de nuestra fe, nos dábamos ánimo
unos a otros, pues éramos un equipo con una meta en común: «Correr con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante»1. Además, el saber que teníamos amigos que también valoraban las verdades espirituales creaba un clima positivo y estimulante que nos impulsaba a buscar medios de revitalizarnos espiritualmente a lo largo de nuestras actividades cotidianas, ya fuera escuchando un audio de la Biblia durante nuestros desplazamientos, leyendo algún texto motivacional entre clases, o de otras maneras. Valoro mucho los alegres recuerdos de aquellas reuniones de oración, toda vez que fue en ellas donde aprendí que siempre hay formas de incluir a Jesús en mi vida, por muy preocupada que esté o muy apretado que sea mi horario. La búsqueda de interacción con personas que comparten mis creencias refuerza mi compromiso de ser una discípula de Jesús. Cuanta más relevancia adquieren Sus principios en mis bregas de todos los días y más lo veo obrar maravillas en mis hermanos en la fe, menos tendencia tengo a relegarlo al fin de semana. Elsa Sichrovsk y es escr itor a independiente. Vive con su familia en Taiwán. ■ 13
Chr is Mizran y
El
O I R HODERATEA NCIÓN de
dios
Si alguna vez te ha pasado lo que a mí —llegar a una tienda y descubrir que leíste mal el letrero con el horario de atención, y quedarte mirando las puertas cerradas con cara de hastío—, lo siguiente es para ti. No suelo recibir revelaciones súbitas, lo que llaman epifanías; pero en ese momento, mientras trataba de entender cómo había errado la hora de cierre en 60 minutos —y al mismo tiempo me justificaba mentalmente—, se me ocurrió una idea. ¿Cómo sería si Dios tuviera horario de atención? ¿Qué pasaría si decidiera cerrar más temprano, simplemente porque puede hacerlo? ¿Te lo imaginas? «Lo siento, he salido de la oficina. Atenderé tu requerimiento cuando vuelva». 1. V. Mateo 28:20 2. V. 2 Corintios 1:10 3. V. 1 Juan 3:22 14
24/7/365
Lo principal que he aprendido es a confiar en Dios en toda circunstancia. Muchas veces nos topamos con dificultades y pareciera que seguir Su plan no tiene sentido alguno. Pero Él siempre es dueño de la situación, y nunca nos abandona. Allyson Felix (n. 1985) 2 Hace un par de años que llevo diciendo que hay que sacar a Dios de la caja del domingo por la mañana, que Él no quiere estar con nosotros apenas una o dos horas en la mañana del domingo y luego quedarse encerrado otra vez en Su cajita hasta que vivamos una situación de apuro. Lo que Él quiere es invadir tus lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos. Joyce Meyer (n. 1943)
«El número que marcaste no está disponible en este momento. Por favor, inténtalo más tarde». O hasta el relamido: «Por favor, marca 1 para agendar una consulta». Puede que la imagen mental de Dios relajándose en algún centro recreativo celestial nos cause risa; no obstante, es algo que invita a reflexionar seriamente. Mientras pensaba en eso me pregunté: ¿Podría arreglármelas sin Dios un día entero, o parte de él? No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que era mejor no intentarlo siquiera. Lo maravilloso de Dios Padre, Jesús, el Hijo, y el Espíritu Santo es que todos los que creemos en la Trinidad tenemos acceso permanente, los 365 días del año, a toda Su ayuda, poder, sabiduría y amor. Nunca nos encontramos con el proverbial letrero «Vuelvo en 10 minutos» colgado en la puerta de Dios. Jesús nunca rechaza nuestros llamados, y el Espíritu Santo jamás dice: «Te contesto mañana».
De hecho, el letrero de atención al público de Dios rezaría: «Aquí estoy para atenderte siempre. Aunque todas las demás puertas se te cierren, Yo no me voy a ninguna parte»1. «¿Recuerdas aquella vez que estabas desesperado y te rescaté? Pues puedo volver a hacerlo. Simplemente confía en Mí»2. «Si te adhieres a Mis reglas puedes tener lo que quieras, siempre que sea bueno para ti»3. Por eso, no tengamos a Dios como un último remedio, al que recurrimos solamente cuando lo de siempre no da resultado. Visitémoslo a primera hora del día, antes de acostarnos y a toda hora. En cualquier momento, todos los días, Su puerta está abierta. Chris Mizr any es diseñador de páginas web, fotógr afo y misionero. Colabor a con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). ■
Uday Paul
UN DESCUBRIMIENTO
EMOCIONANTE Aún recuerdo aquel día. Fue a principios de los 80. Yo era apenas un adolescente y estaba sentado en el asiento de atrás del auto. En un semáforo, alguien entregó a mis padres unos preciosos afiches a color para que los leyeran. Ellos enseguida me los pasaron a mí. Al cabo de un rato se detuvieron en un lugar donde debían atender unas diligencias, y yo me quedé solo en el vehículo. Como no tenía otra cosa que hacer, tomé los pósters y me puse a ojearlos. Tenían una ilustración en la parte de delante, y en el reverso un mensaje sobre la salvación y la vida eterna que Jesús nos ofrece gratuitamente. Me crie en una familia hindú, por lo que los temas espirituales y religiosos no me eran ajenos. Tenía algunas deidades preferidas en el panteón de 1. 2 Corintios 5:7
dioses hindúes a las que me gustaba dirigirme cuando oraba. También me interesaban otras religiones como el budismo y el islam. Sin embargo, el concepto cristiano de que la salvación era gratuita era nuevo para mí. El texto del reverso de los afiches concluía con una oración para que el lector invitara a Jesús a entrar en su corazón. No me cabía en la cabeza que algo tan trascendental como la salvación pudiera alcanzarse con tanta facilidad. En todo caso, pensé que nada perdía con intentarlo. Después de hacer la oración me invadió una profunda sensación de paz. Todo mi escepticismo y mis dudas se disiparon. Aquel día memorable marcó el inicio de la aventura más extraordinaria de mi vida. Fue mi primer encuentro con el Dios que creó este hermoso mundo y todo lo que hay en él.
Si aún no conoces a Jesús, comienza por hacer esta sencilla oración: Jesús, te ruego que entres en mi vida y me concedas Tu salvación. Perdóname las faltas que he cometido. Ayúdame a conocerte mejor y permanecer a Tu lado. Amén.
Ha habido veces en que me he obstinado en no reconocer Su presencia. También momentos difíciles en que no he sentido esa presencia y consuelo tanto como hubiera querido. Pero en todo momento siempre ha estado a mi lado y me ha bendecido con Su amor incondicional. La Biblia dice que «por fe andamos, no por vista»1. La senda del cristiano es una senda de fe en un Dios omnipotente y soberano, que nos ama y quiere conferir a nuestra vida sentido y propósito. En los años que han transcurrido desde que creí en Jesús, Él me lo ha demostrado una y otra vez. Es mi mejor y más íntimo amigo. Uday Paul vive en Bangalore (India). Imparte cursos de inglés y de desarrollo personal. ■ 15
De Jesús, con cariño
Para Mí eres inapreciable Mi amor es incondicional. Yo amo sin parcialidad. Amo a los despreciados y a quienes cuesta amar. Amo a los que se sienten tristes y solos. Amo a los que batallan, a los perdidos y desorientados. Mi amor es persistente, sufrido, inagotable. No conoce límites ni barreras. Hace lo indecible con tal de transmitir afecto y cariño y conducir a la victoria a un alma perdida, maltrecha y abandonada.
Claro que todos tienen sus debilidades y puntos flacos, mas no por ello amo menos a ninguno. Es decir, que sea cual sea tu estado, te amo en igual medida. Mi amor no depende de que tengas una trayectoria impecable. Ni se te ocurra pensar que el amor que te profeso se reduce porque no eres como quisieras o como piensas que deberías ser. Cuando te miro, solo me fijo en Mi creación, a la que amo. Te amo tal como te creé.