CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
A ñ o 19 • N ú m e r o 5
POR QUÉ SON AZULES LAS SANDÍAS Lo bello y lo disparatado
Grandes expectativas Correr para ganar
Una semana pésima ¿Será posible cansar a Dios?
Año 19, número 5
A N U E S T RO S A M IG O S L os a lt i bajos de l a v i da La vida cristiana tiene sus picos y sus valles. A veces alcanzamos cumbres apasionantes de gozo y felicidad; otras, nos desmoralizamos, nos sentimos abandonados y nos hundimos en la soledad. Piensa en el día en que Jesús multiplicó milagrosamente cinco panes y dos pececillos, y ¡produjo en un pestañeo suficiente comida para alimentar a 5.000 hombres, sin contar las mujeres y los niños!1 Ponte en el lugar de los discípulos que repartieron entre la muchedumbre una inagotable provisión de alimentos. Imagínate la sensación electrizante que probablemente los invadió al darse cuenta de que eran partícipes de un milagro. Seguro que no cabían en sí de alegría. Sin embargo, la siguiente vez que se los menciona están en un bote en medio de una feroz tempestad, azotados por enormes olas y en riesgo de naufragar. Cuando el temor y la desesperación han hecho presa en ellos, se les aparece Jesús andando sobre las aguas y les dice: «¡Soy Yo: no tengan miedo!»2 Es curioso que los discípulos tuvieran esas dos experiencias una detrás de la otra. ¡Menudo día! Primero se ven en el pináculo de la felicidad, como testigos privilegiados de la abundante provisión y las bendiciones divinas; y en cuestión de horas, temen por su vida por causa de un furibundo temporal. ¿Quién sabe? A lo mejor Jesús lo dispuso así para enseñarles que vivir a Su servicio no era todo miel sobre hojuelas, sino que de cuando en cuando se desatan también tempestades que amenazan con ahogarnos en un mar de dudas y temores. No me extrañaría que Él los estuviera preparando para esas dos clases de situaciones. La verdad es que solemos ver más claramente a Jesús en esas ocasiones infaustas en que nos asaltan las tormentas de la vida, y las olas de las dudas y temores se alzan contra nosotros. Quizá todo aquello en que hemos depositado nuestra confianza ha caído por la borda, y el barco en que navegamos hace agua y naufraga. Así y todo, si en ese momento clamamos a Él: «Maestro… ¡perecemos!», lo veremos, como ellos, caminando hacia nosotros sobre el mar. Y nos dirá lo mismo que dijo a Sus discípulos: «Soy Yo, no se asusten».
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2018. Es propiedad.
Gabriel García V. Director 1. V. Mateo 14:13–21 2. Mateo 14:27 (dhh) 2
A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
Dios tiene planes y propósitos para la vida de cada uno de nosotros. Lo hermoso es que, una vez que nos ha llamado, no nos abandona a nuestra suerte. Jesús mismo mora en nosotros para que podamos realizar con éxito lo que nos invita a hacer. Louie Giglio (n. 1958)
Una boda . muy b en planeada
Andrew Mateyak
A los hijos de Dios nada
les ocurre por casualidad. Faltan pocos minutos para mi boda, y aquí estoy, de pie, observando las lindas flores y el decorado de la sala. Pienso en los muchos milagros que han hecho posible este momento y me convenzo de que verdaderamente «todas las cosas cooperan para bien»1. Pero me estoy adelantando. Para contar bien esta historia tengo que retroceder en el tiempo: Hace poco más de un año asistí con mi novia —Melody— a la fiesta de cumpleaños de una amiga. A eso de la medianoche fuimos a despedirnos de nuestra anfitriona. Sin embargo, como se había hecho tarde, ella insistió en que su hijo nos llevara en el auto a nuestra casa, situada en el otro extremo de la ciudad. Nos
1. Romanos 8:28 (nblh)
vino muy bien el ofrecimiento. Teniendo en cuenta que casi no había tráfico, esperábamos estar pronto en casa. Al llegar a la esquina donde debíamos doblar para enfilar hacia nuestra casa, nuestro conductor siguió de largo. Inicialmente pensamos que había sido por descuido; pero cuando se lo mencionamos, hizo caso omiso. Finalmente nos dijo que quería pasar a ver a una amiga. Eso nos inquietó un poco. ¿Quién decide ir a ver a una amiga a la una de la mañana cuando debe llevarte a tu casa? Nos detuvimos en casa de la amiga y nos la presentó. Resultó ser cristiana y terminó suscribiéndose a Conéctate. Durante más o menos un año, hasta que se mudó a Manila, seguimos en contacto infrecuente con ella.
Cuando Melody y yo fijamos la fecha de nuestra boda, comenzamos a enviar invitaciones. Como para entonces esa joven vivía en Manila, le envié un mensaje de texto para participarle la buena noticia. —¡Felicitaciones! —nos dijo—. Quiero que hagan lo siguiente: Vayan a la casa donde nos conocimos y hablen con mi madre. Ella se dedica a la producción y decoración de bodas. Los ayudará sin cobrarles nada. Es mi regalo de bodas para ustedes. Eso me trae al punto en que me encuentro ahora, recorriendo la sala con la mirada. Al observar el decorado y los hermosísimos arreglos, no puedo menos que pensar que Dios tenía un plan. Andrew Mateyak es integr ante de La Familia Internacional. Vive en las Filipinas. ■ 3
Un INESPERADO REGALO DE CUMPLEAÑOS
Adaptación de un artículo de María Fontaine
Un buen amigo me contó algo que le sucedió en su
cumpleaños. Su auto estaba en el taller, así que se pasó todo el día conduciendo el vehículo de otra persona a la que llevó de excursión. Como tenía pensado recoger su auto al terminar aquel extenso paseo, portaba una importante suma de dinero para pagar las reparaciones. Sin embargo, cuando fue a recoger el auto descubrió que el sobre que contenía el dinero para los arreglos no estaba en la bolsa donde lo había guardado cuidadosamente. Enseguida llamó a la dueña del vehículo que él había conducido para ver si por casualidad el sobre se había salido de la bolsa y había quedado en el interior del automóvil. —No, lo lamento mucho. No lo veo —fue la respuesta. Mi amigo me contó que la terrible desazón que sintió, combinada con el agotamiento después de un largo día al volante, fueron demasiado para él. No había nada que hacer salvo acudir al Señor y rogarle que el dinero le fuera devuelto de alguna forma. Eso sí, las posibilidades eran muy remotas como para abrigar esperanzas. Estaba acongojado y con una aguda migraña. Su cumpleaños había resultado ser un desastre. Asediado
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por la jaqueca, las presiones económicas y encima el sentimiento de culpa por haber permitido que se perdiera el dinero, estuvo varias horas tratando de esclarecer lo sucedido. Por fin optó por dejar todo el asunto en manos del Señor y confiar en Él. Al día siguiente fue a trabajar con una sensación de paz, seguro de que el Señor haría que todo saliera bien. No contaba con ver de nuevo el dinero; simplemente tenía el convencimiento de que el Señor se encargaría de todo. A media mañana lo llamaron por teléfono. Era la señora para la que había trabajado de chofer el día anterior. Le dijo:
—Encontramos el sobre con el dinero cuando volvimos a mirar en el interior del auto. Lo tenemos aquí bien guardadito para usted. ¡Qué alivio y qué buen motivo para alabar a Dios! Mi amigo se alegró en el alma de haber optado por encomendárselo todo a Él. Podría haber cedido a la desesperación o la ansiedad. No obstante, decidió alabar a Dios fueran cuales fueran las circunstancias, independientemente de lo que Él hiciera o dejara de hacer por él. Por bien o mal que le pareciera que Dios se estaba portando con él, lo importante es que puso su confianza en Jesús. Se convenció de que siempre podía confiar en el amor de Dios, por muchas dificultades o pérdidas que sufriera, porque Jesús lo había dado todo por él, hasta Su vida. Ser seguidores de Jesús no nos garantiza que todo nos vaya a salir siempre a pedir de boca. Aun así, una vez que hemos hecho lo que está dentro de nuestras posibilidades, podemos dejar el resto en Sus manos, para que Él haga lo que sabe que es mejor. Si perdemos o nos quitan algo, Dios siempre proveerá, o nos reorientará, o nos indicará cómo podemos prescindir de aquello que considerábamos necesario. Pase lo que pase debemos confiar en que Él nunca falla, sino que se las ingenia para que todo redunde en nuestro bien. Hace falta fe para soportar las épocas de dificultades y pérdidas. Cuando nos esforzamos por dar gracias en toda circunstancia, estamos en mejores condiciones de confiar en que Dios proveerá lo que Él considere mejor para nosotros. En su cumpleaños mi amigo recibió algo muy valioso de parte de Jesús: el regalo de una fe robustecida, la certeza de que en toda situación puede confiar en Él. Es un regalo que le durará para siempre. M ar ía Fontaine dir ige junta mente con su esposo, Peter A mster da m, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■
La preocupación es ciega e incapaz de discernir el futuro. Jesús, en cambio, ve el final desde el principio. Para cada dificultad ha dispuesto una manera de proporcionarnos alivio. Ellen White (1827–1915) ♦ Ora y deja que Dios se preocupe. Martín Lutero (1483–1546) ♦ La fe es una confianza racional, una confianza que examina reflexiva y serenamente la fiabilidad de Dios. John Stott (1921–2011) ♦ Cuando nos preocupamos es porque no confiamos del todo en que la grandeza, el poder y el amor de Dios son más que suficientes para resolver lo que acontece en nuestra vida. Francis Chan (n. 1967) ♦ Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. Proverbios 3:5,6 Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una roca eterna. Isaías 26:4 (nvi) ♦ Diré yo al Señor: «Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré». Salmo 91:2 ♦ Benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza. Jeremías 17:7 (ntv) ♦ Entrega al Señor todo lo que haces; confía en Él, y Él te ayudará. Salmo 37:5 (ntv) ♦ Oh pueblo mío, confía en Dios en todo momento; dile lo que hay en tu corazón, porque Él es nuestro refugio. Salmo 62:8 (ntv) ■ 5
POR QUÉ SON AZULES LAS SANDÍAS Jessie Richards
Desde que era niña me cuesta
conciliar y mantener el sueño. En los últimos años, tras aprender varios trucos, he logrado reducir considerablemente mi insomnio. Sin embargo, en promedio tardo entre 20 y 90 minutos en quedarme dormida en la noche. Por lo general no se debe a que haya tomado café por la tarde o a que no haya hecho suficiente ejercicio. Mi mente tiende a divagar y se niega rotundamente a descansar y dormir. Siempre es así. Tiene el hábito de subir las revoluciones y ponerse a planificar o filosofar sobre cualquier cosa cuando debiera más bien rendirse al sueño. Cuando me acuesto, sabiendo que no puedo obligarme a dejar la mente en blanco, procuro pensar en cosas
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agradables y no estresantes. Cuanto más disociados de la vida real estén mis pensamientos, mejor. Al cabo de un rato los pensamientos febriles dan paso a otros menos agitados, y estos a su vez a otros entretenidos. Finalmente llega el ansiado momento en que me empiezan a venir ideas completamente absurdas. El diálogo que tengo conmigo misma suele discurrir así: «Mañana temprano debo contestar a Cristina… No, esta no es hora de repasar los asuntos que tengo pendientes… Fascinante la charla que escuché el otro día… No, así tampoco me voy a relajar. Es demasiado interesante… Eh, este fin de semana voy a cenar con un amigo… Y por eso son azules las sandías». En ese instante sonrío agradecida, sabiendo
que en cuestión de segundos estaré apaciblemente dormida. Es una de esas circunstancias en que una aparente equivocación o algo que suena disparatado allana el camino para algo bueno. En el caso de mi insomnio, lo bueno —o sea, el sueño— no viene a pesar de los pensamientos extraños e incoherentes, sino que lo aleatorio y lo ridículo presagian lo armonioso. Eso me lleva a preguntarme si hay otros casos en que se dan situaciones parecidas, quizás incluso sin que tenga yo conciencia de que siguen una misma pauta. Todos nos enteramos de vez en cuando de alguna situación extraña o estrambótica que derivó en algo hermoso a gran escala. Por ejemplo, alguien que conoce al amor de su
No deberíamos tener miedo de dejarnos llevar de la fantasía, esa insistente idea de que la vida puede ser mágica. En efecto, puede ser extraordinaria si nos animamos a tomar algunos riesgos. Donald Miller (n. 1971) Yo siempre aliento a las personas asegurándoles que Dios tiene un plan para su vida y Él nunca se equivoca, aunque a veces parezca que no nos presta atención o no nos está escuchando. Nick Vujicic (n. 1982) Me enseñaron a creer que Dios tiene un designio para cada ser humano y que aun las circunstancias que parecen ser azarosos caprichos del destino están todos ligados a ese designio. Ronald Reagan (1911–2004)
vida mientras está varado en un aeropuerto a causa de algún fenómeno climático. Por otra parte hay escenarios menos dramáticos, más cotidianos, como cuando perdí algo de poco valor y buscándolo encontré otro objeto perdido meses antes que tenía mucha más importancia para mí. Hace tiempo que aprendí que se puede descubrir algo bueno en toda situación, a pesar de lo malo; que pase lo que pase Dios puede arreglarlo todo, o por lo menos mejorarlo. Al mismo tiempo, sin embargo, me daba la impresión de que el proceso para llegar a lo bueno era feo y desagradable y que no lo disfrutaría. Ahora, en cambio, abrigo cierta expectación e ilusión mientras paso
por lo feo y lo desagradable. Estoy aprendiendo a zambullirme en lo molesto y enojoso con la actitud de que es posible que conduzca a algo maravilloso. No siempre es así, pero tengo más energía positiva y me divierto más si conservo el optimismo en vez de temerme lo peor. Cuando procuro buscar la faceta positiva no solo tras superar la negativa sino en medio de ella, compruebo que a veces ambas están íntimamente ligadas, y lo desfavorable ayuda a gestar lo favorable. No es solo cuestión de alabar a Dios pase lo que pase, sin importar lo terrible que sea la situación. He llegado al punto en que me alegro cuando las cosas están tembleques, pues nunca se sabe. Puede que sea una de esas ocasiones en que lo sui
generis y lo bueno están aliados. Puede ser uno de esos casos en que las sandías son azules. Todas las noches, cuando me viene a la cabeza el tan ansiado pensamiento disparatado, recuerdo que es más que posible que lo anormal sea la antesala de lo hermoso. Me ocurre prácticamente todas las noches. Y ahora me hace sonreír con mayor motivo todavía. Jessie Richards formó parte del equipo de redacción y producción de la revista Conéctate entre el 2001 y el 2012. Es autora de diversos artículos publicados en la revista y además ha escrito y revisado textos para otras publicaciones y páginas web cristianas. ■ 7
GRANDES EXPECTATIVAS Marie Story
La Biblia refiere que en cierta
ocasión Jesús volvió a Su pueblo natal. En mi opinión es uno de los pasajes más tristes de las Escrituras. El último versículo del capítulo prácticamente lo resume todo: «Por la incredulidad de ellos, no hizo allí muchos milagros»1. Aquellas personas conocían a Jesús desde que era niño. Lo habían visto crecer, y me imagino que no esperaban mucho de Él. Cuando regresó después de haber estado haciendo milagros, no lo podían creer. «¿No es acaso el hijo del 1. Mateo 13:58(nvi) 2. Mateo 13:55 (nvi) 3. 1 Corintios 9:24 (ntv) 8
carpintero?»2, preguntaban. Me da la impresión de que pensaban: «¡Si nosotros lo conocemos! Es un simple carpintero. No le da para haber hecho esos portentos. Ni que fuera el hijo de Dios». Así como esas personas no creyeron en Jesús y en Su poder, a nosotros también a veces nos falta confianza en nosotros mismos y en las obras que Él puede hacer por intermedio de nosotros. Nuestras palabras y pensamientos negativos nos frenan. Como no nos creemos capaces de hacer ciertas cosas, con frecuencia ni intentamos hacerlas. Tengo en mi casa una perrita. Su único objetivo en la vida es acaparar atención. Hace cualquier cosa con tal de que alguien la acaricie. Es sumamente resuelta y obstinada. Casi nunca permite que algo la disuada cuando quiere que le preste completa atención. Si me siento en el sofá con el portátil, se mete
por debajo de mi brazo, intenta mover el aparato o se sube encima de él. Cuando limpio o cocino, se pone a dar vueltas alrededor de mí, esperando que la mire. Si estoy fuera de su alcance, levanta las patitas con frenesí hasta que alguien se fija en ella y le hace cariños. Con mi perrita, la expresión sed de cariño adquiere toda una nueva dimensión. El único lugar al que nunca había intentado subirse era mi cama. La dobla en altura, y aunque se alce sobre las patas traseras, apenas logra ver lo que hay encima. Así que se resignaba a sentarse en el suelo con cara de lástima hasta que alguien le prestaba atención. Nunca se animaba a saltar, porque la cama le parecía demasiado alta. Hasta que se dio cuenta de que podía hacerlo.
Una tarde saltó con todas sus fuerzas y asombrosamente logró subirse a la cama. Ahora cree que puede encaramarse cada vez que le dé la gana. Huelga decir que se pone pesada. Sin embargo, su proeza me llevó a pensar que muchas veces no nos animamos a emprender algo a causa de nuestra incredulidad. Llegamos a la conclusión de que está fuera de nuestro alcance, y ni siquiera hacemos el intento. De un tiempo a esta parte me han hablado de muchas personas que obtuvieron trabajos fenomenales para los que ni siquiera estaban técnicamente preparadas, solo porque estuvieron dispuestas a hacer la prueba. Conozco a uno que consiguió empleo como ingeniero y trabaja con
productos de tecnología avanzada para instalaciones de agua. Él no contaba con formación profesional para eso. Ni siquiera era un rubro en el que había pensado introducirse. Pero se le presentó la oportunidad de trabajar en ese campo y recibir capacitación, y se ha desempeñado muy bien en ello. Otro obtuvo trabajo como diseñador de páginas web. Si bien había incursionado en ese campo, era todavía un aprendiz. Ahora, aunque tuvo que ponerse al día y aprender mucho, ha llegado bastante más lejos de lo que él mismo creía posible, solo por estar dispuesto a dar el primer paso. ¿Qué me dices de ti? ¿Estás quizás impidiendo que Jesús haga algo extraordinario en tu vida —incluso algo que te gustaría hacer, pero que no sabes si eres capaz— por tu falta de fe en Su poder para obrar por intermedio de ti? ¿Te has repetido
tantas veces que no eres capaz que has dejado de creer que tal vez sí lo eres? Hay quienes consideran que ser humildes es sinónimo de tener una mala opinión de sí mismos y de su capacidad. Se inventan toda clase excusas: «Me falta inteligencia», o: «Ese trabajo es para personas talentosas». Nuestro diálogo interno negativo y nuestra falta de fe pueden acabar por derrotarnos. Dios tiene planes para cada uno de nosotros. Eso es indudable. Puede que lo que Él tiene pensado difiera de nuestras expectativas; pero si se lo permitimos, se valdrá de nosotros. Un velocista olímpico no se presenta el día de la carrera pensando que a lo mejor puede ganar. Menos todavía se le ocurre pensar que no tiene chance alguna. Lo que hace es mentalizarse para triunfar y correr como si ya le colgara del cuello la medalla. «¿No se dan cuenta de que en una carrera todos corren, pero solo una persona se lleva el premio? ¡Así que corran para ganar!»3 Convéncete de que Dios espera grandes cosas de ti; así comenzarás a esperar más de ti mismo. Si das el primer paso —ese que tanto asusta—, después es cosa de seguir corriendo. M ar ie Story vive en San A ntonio (EE . UU.), donde tr abaja como ilustr ador a independiente y hace voluntar iado en un albergue par a indigentes. ■
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UNA SEMANA PÉSIMA Joyce Suttin
Que en una semana un par de cosas no salgan conforme a lo previsto no es el fin del mundo. Tengo aguante suficiente para unas pocas contrariedades. Sé que cada semana trae consigo su cuota de aprietos y apuros y estoy acostumbrada a lidiar con eso. En general conservo el buen humor y el optimismo. No obstante, esta semana pasada fue excepcional. Daba la impresión de que todos los días algo resultaba mal. No me refiero a los pequeños inconvenientes que suelen surgir, sino a situaciones bastante serias. Cada día me deparaba una sorpresa, y no particularmente agradable. Tuvimos un par de accidentes que, gracias a Dios, no fueron graves, aunque sí dieron lugar a complicaciones y gastos inesperados. Sufrimos algunos trastornos de salud y hubo visitas al médico que nos generaron inquietud. Nos preocupamos también porque hubo tempestades que azotaron diferentes lugares del mundo en 10
los que tenemos seres queridos y amigos. Cada día surgía algo. Llegué a preguntarme si Dios se iba a cansar de oírme clamar a Él una y otra vez para que me ayudara a salir de mis embrollos. ¿Se le agotaría la compasión al cabo de un tiempo? ¿Decidiría no atender el teléfono cuando me viera aparecer por enésima vez en el identificador de llamadas? Esta difícil semana de tanto clamar a Dios me ha enseñado que Él me escucha. Nunca se cansa de oírme. Siempre contesta cuando llamo. Siempre está atento y dispuesto a ofrecerme consejos e instrucciones. Me normaliza el ritmo cardiaco y me levanta cuando me falta ánimo para seguir adelante. Siempre me consuela y me devuelve el gozo del Señor. Y termina resolviendo los problemas. Si alguna vez había dudado de los cuidados y la protección de Dios, la semana pasada los experimenté en carne propia. Vi Su mano
dispensarnos sanación cuando la necesitábamos. Lo vi protegernos en situaciones riesgosas. Lo vi cuidar a nuestros seres queridos y ayudarlos en circunstancias potencialmente peligrosas. Lo vi obrar milagros silenciosos. Lo vi detenerse a escucharme cada vez que lo invoqué, y responderme en cada ocasión. El resultado de esta pésima semana es un recordatorio de que con la ayuda de Dios puedo hacer frente a todo lo que se me presente. Terminada la semana mi fe está firme, y tengo la confianza de que, cualesquiera que sean los problemas u obstáculos, Él los resolverá. Aunque haya tormentas, accidentes, errores y contrariedades, confío en que Dios me ayudará a salir airosa de ellos. Con Él puedo encarar con entusiasmo la siguiente semana y todo lo que traiga. Joyce Suttin es docente jubilada y escr itor a. Vive en San A ntonio, EE . UU. ■
Elsa Sichrovsky
UN HÉROE
ATÍPICO Cuando yo era una chiquilla idealista de
catorce años leí un libro sobre David Brainerd. Me gustaba mucho leer historias de misioneros como David Livingstone, C. T. Studd y Amy Carmichael. Parecía que ellos no habían tenido problemas para lograr conversos devotos que justificaran visiblemente todos sus sacrificios. La vida de Brainerd, en cambio, tuvo un trágico comienzo. Recuerdo muy claramente la edad a la que leí su biografía porque es la edad que tenía él cuando quedó huérfano. Yo todavía tenía a mis padres y muchos años por delante para disfrutar de su compañía. Me impactó sobremanera la profundidad de su sufrimiento. Aun así, sus diarios y oraciones se caracterizan por la determinación y pasión con que glorifica a Dios y se consagra enteramente a Su servicio. Al leer
sus pensamientos sobre las dificultades de impartir la fe cristiana a comunidades nativas norteamericanas afectadas por el alcoholismo y por prácticas paganas perniciosas me maravillé de lo fácil que era mi vida en comparación con la suya. La lectura me motivó a aspirar a una mayor devoción espiritual. El escabroso camino que él escogió lo llevó a cultivar una relación íntima con Cristo. Él no permitió que el dolor le encalleciera el alma. Aparte de sus luchas espirituales, sufría intensos dolores en el cuerpo a causa de su tuberculosis, agravada por la pobreza y la extenuante vida que llevaba. Sus primeras iniciativas de evangelización no tuvieron mucho efecto. Aquel aparente fracaso lo sumió en una profunda desesperanza que enturbió su sincero corazón. Sin embargo, a pesar de los frecuentes ataques de la enfermedad que a la postre se cobró su vida, y de la depresión que por momentos lo llevó al borde del suicidio, Brainerd perseveró. Para cuando terminé su biografía me di cuenta de que si bien las gestas y proezas de héroes ilustres
—mis favoritas hasta el momento— eran inspiradoras, la historia de Brainerd poseía una belleza singular. Han pasado años desde que descubrí el valiente espíritu de Brainerd y su devoción total a Cristo; sin embargo, su dedicación sigue motivándome cuando mi vida espiritual se torna más monótona y aburrida que fructífera y próspera. Brainerd fue misionero en una época y un entorno muy distintos de los míos. Puede que yo nunca me enfrente a una cantidad tan increíble de sucesos adversos. No obstante, tengo la misma misión —reflejar a Dios en un mundo que precisa Su amor y Su luz— y el mismo Dios, que me ayudará a superar cuanto obstáculo se me presente. Elsa Sichrovsk y es escr itor a independiente. Vive con su fa milia en Taiwán. ■ 11
~ 6 SUENOS QUE FORJARON A UN HOMBRE Samuel Keating
Las desdichas de José se
iniciaron con dos sueños. —Escuchen lo que soñé —dijo a sus 11 hermanos—. Estábamos atando gavillas en el campo cuando la mía se levantó y las de ustedes se inclinaron ante la mía. En el segundo sueño de José, el Sol, la Luna y 11 estrellas se inclinaban ante él. El significado de aquellos sueños no era ningún misterio. Hasta su padre, que lo amaba más que a sus hermanos, se ofendió y lo reprendió públicamente. Jacob perdonó a José; no así sus hermanos. Cuando se les presentó la oportunidad, lo vendieron como esclavo a unos mercaderes extranjeros que viajaban a Egipto. Luego de muchos años trabajando de mayordomo y hombre de confianza en la casa de Potifar —capitán de la guardia del faraón—, José fue injustamente encarcelado en los calabozos reales. La mujer de Potifar había tratado de seducirlo y, al no lograrlo, lo acusó falsamente de intento de violación. Dios, sin embargo, estaba con José. Al poco tiempo el carcelero le encomendó la dirección de los asuntos cotidianos de la prisión.
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Pasaron varios años más hasta que los sueños volvieron a dejar su impronta en la vida de José. A causa de ciertas ofensas que la Biblia no precisa, el faraón mandó a su copero y a su panadero a la cárcel, la misma en la que José era el guarda de facto. Una mañana el copero y el panadero estaban visiblemente turbados. José les preguntó qué los afligía, y le contestaron —Los dos tuvimos sueños anoche, pero nadie nos sabe decir qué significan. —La interpretación de sueños es asunto de Dios —les respondió José—. Cuéntenme qué soñaron. El copero procedió entonces a referirle su sueño: —Soñé que había una vid delante de mí, y en la vid tres sarmientos que ya empezaban a dar brotes y florecer. Al poco tiempo produjeron racimos de uvas maduras. Yo sostenía en la mano la copa del faraón. Tomé un racimo de uvas y las exprimí en la copa. Seguidamente la puse en la mano del faraón. —Esta es la interpretación del sueño —dijo José al copero—: Los tres sarmientos son tres días. Al cabo de tres días el faraón te levantará y te restituirá a tu puesto. Acuérdate de mí cuando te vaya bien. Haz mención de mí al faraón, para que me libre de esta prisión. Viendo el panadero que la interpretación del sueño del copero era para bien, le refirió su sueño a José: —Yo también tuve un sueño. Soñé que llevaba apilados sobre la cabeza tres canastillos blancos. En el más alto había toda clase de manjares
de pastelería para el faraón, pero las aves vinieron y se los comieron. La interpretación del sueño del panadero no era nada auspiciosa. Es de imaginarse, pues, la lucha interior que tuvo José para explicarle lo que Dios le había revelado: —Los tres canastillos tres días son. Dentro de tres días el faraón ordenará tu ejecución. Tres días más tarde se celebró el cumpleaños del faraón. El copero fue restituido a su puesto, y el panadero ajusticiado, tal como José había predicho. Desgraciadamente el copero enseguida se olvidó de José, que continuó languideciendo en la prisión. Transcurridos dos años, el faraón tuvo dos sueños en una misma noche. En el primero, siete vacas flacas de feo aspecto devoraban a siete vacas gordas. En el segundo, de un solo tallo crecían siete espigas hermosas cargadas de grano. Luego crecieron siete espigas delgadas marchitadas por el viento solano, que devoraron a las siete espigas gordas. Al despertar, el faraón mandó llamar a sus magos y adivinos para que le interpretasen aquellos sueños; pero ninguno pudo. Finalmente el copero habló al faraón de José y de su habilidad para interpretar sueños. Entonces el faraón mandó llamarlo. Cuando el faraón describió sus sueños, Dios le reveló a José que se trataba de visiones proféticas del futuro de la región. Habría siete años de abundancia seguidos de siete de hambruna. El mensaje del Señor para el faraón era que debía prepararse para los años de hambre
acopiando provisiones durante los años de abundancia. El consejo de José agradó al faraón, tanto que le encargó la dirección del acopio y almacenaje de los excedentes durante los siete años buenos. Asimismo lo designó segundo en la jerarquía del reino de Egipto. Y ¿qué pasó con los sueños de José acerca de la pleitesía que le rendirían sus padres y hermanos? Al cabo de unos años, cuando el hambre azotó la región de Canaán —de donde era oriundo José—, su padre envió a sus hermanos a Egipto a comprar grano. Allí se inclinaron ante el lugarteniente del faraón sin saber que se trataba de su hermano menor. José entonces ingenió un complejo plan para averiguar si se habían arrepentido de lo que le habían hecho. Una vez convencido de que, en efecto, así era, les reveló su identidad. Al leer la historia de José en los capítulos 37 a 50 del Génesis, llama la atención cómo los reveses que sufrió moldearon su personalidad. Aquel niño consentido pasó a ser un humilde esclavo, luego un siervo cumplidor, luego un hombre condenado, un preso de confianza y finalmente el brazo derecho del faraón. Cada vicisitud que vivió, cada vuelta de la vida, contribuyó a convertirlo en el hombre que Dios quería que fuera y al cumplimiento de los designios divinos. Tal vez fue José el que mejor sintetizó lo sucedido cuando, refiriéndose al hecho de haber sido vendido como esclavo y viendo a sus hermanos arrepentidos, les dijo: «Dios lo dispuso todo para bien». ■ 13
MÁS ÚTIL QUE UNA LUZ Steve Hearts
La vida terrenal suele concebirse como una larga carretera que recorre llanuras, colinas, montañas, valles y túneles. He pasado por todos esos tipos de terrenos innumerables veces y puedo afirmar sin asomo de duda que los túneles son lo que menos me gusta. Los túneles representan las temporadas en que el futuro es incierto y el camino que tenemos por delante va descubriéndose poco a poco. En los últimos meses mi situación ha sido una suerte de compás de espera para ver cómo se van dando las cosas, lo que ha demandado muchos pasos cautelosos por parte mía. Ayer la incertidumbre se apoderó de mí. Al rato se había convertido en una densa nube de inquietud y oscuridad espiritual. Recé: «Señor, arroja Tu luz sobre esto». Él me recordó las sabias y tranquilizadoras palabras del poema 1. Minnie Louise Haskins (1875–1957) 14
A la entrada del año. Las había oído muchas veces, pero en esta ocasión me calaron hondo: Dije al que guardaba la entrada del año: «Dame una luz para internarme sin peligro en lo desconocido». Me respondió: «Al penetrar en la oscuridad, pon tu mano en la de Dios. Te será más útil que una luz y te brindará más seguridad que un camino conocido». Seguí, pues, avanzando y, hallando la mano de Dios, alegremente me interné en la noche1. Como soy ciego, sé lo que es necesitar asistencia cuando estoy en un ambiente desconocido. El mensaje que me impartió el poema es que tengo que asirme de la mano de Dios con la misma confianza con que me aferro al brazo de alguien que me sirve de guía físicamente, y
permitirle que me conduzca a través de este túnel. Mientras esté sujeto a Dios no tengo por qué preocuparme de la extensión del túnel ni de lo que tal vez me aguarde al final. Puedo avanzar paso por paso confiando en que llegaré a la salida sano y salvo. Aunque no tenga ni idea de lo que me deparará el camino más adelante, quien me acompaña y me guía ve y conoce la ruta por la que transito. Puedo confiar en que me ayudará a atravesar los túneles de la vida. Tú también, cuando todo oscurezca, no desesperes ni te dejes abrumar por la incertidumbre. Simplemente toma la mano de quien nos ha prometido ser más útil que una luz y, sea cual sea el túnel en que te halles, lo recorrerás sin sufrir ningún daño. Steve Hearts es escr itor y músico. Vive en Nortea mér ica. Es ciego de nacimiento y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■
CONFIANZA Marie Alvero
Los cristianos suelen decir:
«Debes tener fe», o: «La fe es la certeza de que Dios hará lo que le pedimos», o: «Confiar es no tener miedo», y otras frases por el estilo que pretenden resumir y definir la fe. Acá entre nos, a mí me cuesta identificarme con esas afirmaciones. Hace poco tomaba un café con una amiga y ella me dijo que admiraba mi fe, pues le costaba confiar en Dios con respecto a ciertos aspectos de su vida. Tuve que admitir que yo también había albergado cada una de las dudas y preguntas que ella había ventilado. No pocas veces me he roto la cabeza con preguntas del estilo de: «¿Cómo puedo saber si tengo fe?», o: «¿Cómo puedo decir que confío en Dios cuando en realidad estoy muerta de miedo?» Lo relaciono con lo que dijo el padre de un niño al que 1. Marcos 9:24 (ntv)
Jesús sanó: «¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad!»1. Quiero confiar, mas no siempre tengo una idea clara de cómo se hace eso. Confiar en Dios ante un fracaso profesional, vicisitudes económicas, la pérdida de un amigo, una mudanza intercontinental, un aborto espontáneo y la infinidad de pruebas que nos presenta la vida cotidiana no es algo que me nazca con naturalidad. He bregado con muchas dudas y resistencia en mi corazón. Le decía a Dios: «Ya sé que eres bueno; pero ¿eres bueno conmigo? ¿Deseas lo que es bueno para mí?» La fe es un proceso. No necesito tener fe para el resto de mi vida, ni confianza para hacer frente a cualquier eventualidad. Solo tengo que confiar minuto a minuto. He comprendido que no importa que no lo tenga todo resuelto o que me parezca que mi fe es insuficiente. Dios se hace cargo de ello.
Lo que le dije a mi amiga es que nunca me he arrepentido de haber confiado en Dios. Aun cuando mi fe se tambalea, Él permanece fiel. Y como es fiel, podemos confiar en que cumplirá cabalmente las promesas que nos ha hecho en Cristo. Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■
¿Te asalta a veces el temor? ¿Tienes ansias de paz? Jesús es el Príncipe de Paz. Dio Su vida para que pudiéramos gozar de la paz que Él nos brinda. Basta con que lo acojamos en nuestro interior haciendo una sencilla oración como la que sigue: Jesús, te ruego que entres en mi corazón y me des Tu paz, esperanza y amor. Amén. 15
EL CALENDARIO DE TU VIDA De Jesús, con cariño
Muchas personas utilizan el calendario para acordarse de acontecimientos y citas importantes. Incluso puede servir de plan maestro de los hitos de tu vida. La verdad es que existe un calendario exclusivo para ti, y Yo te estoy ayudando a llenar las casillas con planes que me complazcan. Si confías en Mí y me sigues, verás la manifestación de los deseos secretos de tu corazón. El calendario de tu vida está lleno de hechos únicos, memorables y trascendentales. Sé que a veces tienes interrogantes acerca de ciertos contratiempos que he permitido que te sucedan a ti o a las personas que te rodean. Criatura Mía, todo lo que permito tiene su razón de ser, aunque habrá muchas cosas que en esta vida solo comprenderás en parte y que debes encomendarme a Mí. Si este mes te parece gris y sombrío, piensa que si saltara al futuro y te mostrara lo bueno que puede resultar de estas dificultades verías claramente que estos días oscuros conducirán a otros soleados, cálidos y brillantes, y que toda esta experiencia te reportará inapreciables beneficios. Por eso, que no te dé miedo permitirme que te ayude a llenar el calendario de tu vida. Las mejores experiencias están reservadas a los que confían plenamente en Mí y con alegría fluyen conmigo.