CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
A ñ o 19 • N ú m e r o 8
UNA RECETA SALUDABLE Cómo se hace una oración
Lavando platos con Jesús Nuestros ratos de conversación
Lo mejor del Cielo El pan de vida
Año 19, número 8
A N U E S T RO S A M IG O S
El tapón de corcho y la bar r a de acero La Biblia enseña que «la oración del justo es poderosa y eficaz»1. Así y todo, la mayoría probablemente hemos dudado en algún momento de la eficacia de nuestras oraciones, sobre todo si llevamos largo tiempo rezando con ardor y perseverancia por cierta situación que aún no presenta visos de resolverse. Mientras preparaba este número de Conéctate me topé con la siguiente ilustración: Había en cierta fábrica una larga barra de acero, colgada verticalmente de una cadena. Pesaba unos 225 kilos. Cerca de ella, un tapón de corcho común y corriente pendía de un hilo de seda. —Más tarde, cuando volvamos a pasar por aquí —anunció el guía que acompañaba a un grupo de visitantes—, verán algo que a todas luces parece imposible. Este corcho pondrá en movimiento la barra de acero. El guía activó entonces un mecanismo que hacía que el corcho golpeara suave y repetidamente la barra de acero. Esta, lógicamente, permaneció inmóvil. Los visitantes se quedaron mirando uno o dos minutos mientras el corcho golpeaba la barra de acero con la regularidad de un péndulo. De ahí pasaron a la siguiente sección de la fábrica. Al cabo de diez minutos, la barra de acero ya vibraba ligeramente. Para cuando el grupo regresó una hora después, la pesada barra se balanceaba como el péndulo de un reloj. Por eso, la próxima vez que te parezca que la influencia que ejerces sobre los demás por medio de tus oraciones es prácticamente nula, acuérdate de aquel corcho. Con frecuencia, la gente y las circunstancias no cambian de la noche a la mañana, por mucho que recemos. No obstante, cada oración es como un golpecito del corcho contra la barra de acero. Quizá no se aprecie ningún cambio instantáneo, pero con el tiempo verás que Dios ha obrado en respuesta a tus oraciones. Gabriel García V. Director 1. Santiago 5:16 (nvi) 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2018. Es propiedad. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
PERDIDA EN LIVERPOOL
Detrás de ti, una voz dirá: «Este es el camino por el que debes ir», ya sea a la derecha o a la izquierda. Isaías 30:21 (ntv)
Rosane Pereira
Desde niña oí decir que Dios es
omnipresente. En aquel momento ese era un concepto medio nebuloso para mí, me lo imaginaba como una especie de energía cósmica; pero desde entonces he tenido algunas experiencias que me han llevado a cambiar esa percepción. A principios de los 70 yo tenía 18 años y estaba estudiando en Londres. Ahí conocí a Jesús de manera íntima y empecé a cultivar mi relación con Él. Me gustaba salir a dar largas caminatas sola por los parques. Tenía la sensación de que alguien caminaba a mi lado y hablaba conmigo como si fuera un viejo amigo. En lugar de sentirme sola, me sentía revitalizada. En cierta ocasión, unos amigos de un club político juvenil me invitaron a una convención que tendría lugar 1. Salmo 46:1 (nvi)
el fin de semana en Liverpool. En aquella época yo estaba más metida en la cultura hippie que en política, pero se trataba de una oportunidad de visitar Liverpool y, como íbamos a compartir gastos, decidí acompañarlos. La reunión se llevó a cabo en un recinto deportivo, y hubo varios discursos, de los que ni me acuerdo. Estaba más interesada en visitar los lugares frecuentados por los Beatles, así que la última tarde convencí a una amiga para que fuéramos a explorar juntas. Todavía recuerdo el cielo despejado y la agradable temperatura primaveral. Lo pasé muy bien, pero cuando empezó a oscurecer caí en la cuenta de que no tenía ni idea de dónde quedaba el hostal donde nos alojábamos. Las viviendas de la zona se veían todas iguales, y las habitaciones que habíamos arrendado estaban en una casa
particular, por lo que no había letreros en la calle. Mi amiga se empezó a preocupar. Yo, en cambio, no. Sentí la misma presencia que me solía acompañar en mis caminatas por los parques de Londres. Me aseguró que todo se arreglaría. Habíamos recorrido unas 12 cuadras cuando una vocecita interior me dijo: «Gira a la izquierda». Eso hicimos, y al cabo de unos momentos vimos a los amigos con quienes habíamos viajado, conversando frente a la puerta de la casa donde nos hospedábamos. La Biblia dice: «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia».1 Sin duda así fue para mí en aquella ocasión. Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro (Brasil) y está afiliada a La Familia Internacional. ■ 3
PEDIR, BUSCAR, LLAMAR Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam
El capítulo 7 de Mateo,
el último del Sermón del Monte, contiene una serie de sucintas declaraciones que develan importantes preceptos para los creyentes. Se retoma la cuestión de la oración sobre la base de lo ya expuesto anteriormente en el Sermón: que no debemos rezar como los hipócritas que aspiran a ser vistos por los demás1, ni como los paganos, que se explayan interminablemente pensando que sus oraciones obtendrán respuesta si las repiten una y 1. V. Mateo 6:5,6 2. V. Mateo 6:7,8 3. V. Mateo 6:9–13 4. Mateo 7:7–11 (nblh) 5. Mateo 5:45 6. Romanos 10:13 (nblh) 7. John Stott, El Sermón del Monte, 218 8. 2 Corintios 12:7–9 (ntv) 9. Salmo 22:2 (ntv) 4
otra vez2; sino orar con la confianza de que nuestro Padre nos ama y vela por nosotros3. «Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?»4 Jesús pregunta a los presentes qué harían si su hijo les pidiera pan o pescado, alimentos que en aquel tiempo en Palestina eran de primera necesidad. Por supuesto que ninguno le daría una piedra o una serpiente. Jesús, como era Su costumbre, emplea el argumento de menor a
mayor. Si los padres terrenales dan a sus hijos buenas cosas cuando estos se las piden, ¿cuánto más no satisfará Dios las peticiones de Sus hijos? Ya que Dios, nuestro Padre, es íntegramente bueno, podemos presentarle nuestras peticiones en oración sin reservas, de la misma manera que un hijo puede solicitar a sus padres lo que necesite o desee. Algunos dirán que es innecesario rezar, toda vez que hay mucha gente que no cree en Dios ni ora y a la que por lo visto no le va nada mal. Trabaja, percibe su sueldo y puede adquirir lo que le hace falta sin necesidad de rezar. El escritor John Stott aborda este punto al hablar de la diferencia entre las dádivas que nos concede Dios como Creador y las que nos entrega como Padre: Es preciso distinguir entre las dádivas divinas de creación y las de redención. No cabe duda de que Él nos da ciertas dádivas —cosechas, hijos, comida, vida— tanto si oramos como si no, tanto si creemos como si no. Él concede a todos vida y aliento5. Envía a todos lluvia del cielo y estaciones fértiles. Hace salir Su sol sobre malos y buenos por igual. Visita a las madres cuando conciben y posteriormente dan a luz. Ninguna de esas dádivas depende de que la gente reconozca a su Creador o le dirija oraciones.
En cambio, Sus dádivas de redención son diferentes. Dios no concede la salvación a todos por igual, sino que dispensa Sus riquezas a todos los que lo invocan, ya que «todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo»6. Lo mismo se aplica a las bendiciones posteriores a la salvación, las «cosas buenas» que dice Jesús que el Padre otorga a Sus hijos. Aquí no se refiere a bendiciones de índole material, sino espiritual: perdón cotidiano, liberación del mal, paz, mayor fe, esperanza y amor; es decir, la obra del Espíritu Santo que mora en nosotros como bendición integral de Dios7. Jesús en el Padrenuestro nos enseña a orar por ambos tipos de dádivas. Nuestro pan de cada día es una dádiva de creación, en tanto que el perdón y la liberación son dádivas de redención. Le pedimos perdón y liberación porque esas dádivas solo se nos otorgan en respuesta a oraciones. También se nos insta a orar por las cosas materiales que necesitemos, puesto que conviene que reconozcamos nuestra dependencia física de nuestro Padre: Teniendo esto presente, examinemos la primera parte de lo que dice Jesús en este pasaje: «Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá». Con ello, ¿aseguró Jesús de manera categórica que todas nuestras oraciones serán respondidas afirmativamente y que siempre tendremos lo que pidamos? Uno de los principios elementales para entender las Escrituras es comparar lo que dice un versículo en particular con las enseñanzas generales de las Escrituras. Leyendo la Biblia uno se da cuenta de que las oraciones no siempre son respondidas de la manera que pedimos. En los siguientes versículos eso se aprecia claramente: Para impedir que me volviera orgulloso, se me dio una espina en mi carne […]. En tres ocasiones distintas, le supliqué al Señor que me la quitara. Cada vez Él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; Mi poder actúa mejor en la debilidad»8. Cada día clamo a Ti, mi Dios, pero no respondes; cada noche levanto mi voz, pero no encuentro alivio9. A juzgar por estos y otros versículos y teniendo en cuenta nuestra propia experiencia, está claro que 5
Dios no siempre responde a nuestras peticiones como a nosotros nos gustaría. Nuestro Padre celestial no es nuestro botones cósmico, presto a cumplir todas nuestras órdenes. Las palabras de Jesús no deben interpretarse en el sentido de que Dios nos concederá todos nuestros deseos. Aunque algunas de nuestras oraciones no obtengan la respuesta que a nosotros nos gustaría, podemos tener la confianza de que Él sabe lo que más conviene. Debemos estar agradecidos de que Dios no responda a cada una de nuestras súplicas dándonos exactamente lo que pedimos. Si lo hiciera, probablemente rezaríamos menos, pues pronto nos daríamos cuenta de las consecuencias imprevistas e indeseadas que eso tendría. Tanto estas como otras promesas de 10. John Stott, El Sermón del Monte, 219 11. Lucas 22:42 6
atender nuestras oraciones no son compromisos por parte de Dios de concedernos cualquier cosa que le pidamos, en el momento y en los términos precisos que solicitamos. De ser así, la oración se convertiría en una carga insoportable para nosotros10. Nadie salvo nuestro omnisciente Padre —todo bueno, todo sabio y todo amoroso— sabe cómo deben atenderse nuestras oraciones, cuál es el mejor momento para ello e incluso si conviene hacerlo. Volviendo al ejemplo de los niños que piden cosas a sus padres: si un niño pide una serpiente en vez de pescado, sus padres, que lo aman y se preocupan por él, no le concederán su petición. El mayor conocimiento y buen sentido de los padres, así como su amor por el niño, harán que, en vez de satisfacer la petición explícita de su hijo, miren más allá de esa petición, entiendan la necesidad expresada por el pequeño, se den cuenta de que, por ejemplo, tiene hambre y le ofrezcan una comida más adecuada. A veces los padres, sabiamente, se niegan a concederles a sus hijos lo que estos les piden, o lo dejan para más adelante, o les dan algo que, aunque sea distinto de lo que les pidieron, satisface la necesidad. Nuestro Padre celestial suele hacer lo mismo al contestar nuestras oraciones.
Se nos anima a orar —a pedir, buscar y llamar— porque de esa manera recibimos, hallamos y se nos abren oportunidades. A lo largo de la Escritura abundan las promesas de que Dios responderá nuestras peticiones. Aunque no lo diga cada vez, esas promesas se fundamentan en el conocimiento de que Dios es bueno, quiere lo mejor para nosotros, nos ama entrañablemente y desea que le presentemos nuestras peticiones; y por ser nuestro amoroso Padre, responderá a nuestras oraciones según lo que Él sabe que dará mejor resultado al final. Oramos con fe, sabiendo que como Dios abriga un profundo amor por nosotros, Su respuesta se ajustará a lo que más nos convenga o lo que sea mejor para todos en general. Nosotros le presentamos nuestras necesidades y deseos con la confianza de que, por Su cabal conocimiento, sabiduría y bondad, Él responderá que sí, que no o que esperemos. Con la tranquilidad de que Él sabe muy bien cómo responder adecuadamente a cada una de nuestras oraciones, podemos rogar como Jesús: «No se haga Mi voluntad, sino la Tuya»11. Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. ■
Bonita Hele
LO MEJOR DEL CIELO Yo tenía quince años, y el viernes era mi día preferido, pues significaba ir a la playa. Todas las semanas nuestro grupo juvenil montaba en el paseo marítimo un espectáculo improvisado de canciones y representaciones teatrales con el objeto de difundir el mensaje del amor de Dios entre los transeúntes. Un viernes recibimos una donación importante de pan y bollos de una panadería de nuestra ciudad. —Llevémoslo a la playa —propuso alguien. Cuando llegamos y anunciamos que repartíamos pan y bollos gratis, bastantes personas necesitadas de aspecto cansado se arremolinaron a nuestro alrededor. La mayoría tomaron agradecidas lo que se les ofrecía, aunque dos se quejaron de que no teníamos el tipo de pan que más les gustaba. Rechazaron lo que había y se fueron murmurando con las manos vacías. Más tarde se nos acercó una mujer joven que empujaba un cochecito de bebés doble. En él llevaba no solamente dos niños, sino también unos cuantos bártulos
que parecían ser todos sus bienes a nosotros y de que hubiéramos terrenales. podido ofrecerle algo de ayuda, de —Me dijeron que estaban esperanza. Pensé también en los dos regalando pan. que se habían marchado sin nada. Su voz tenía un tono casi de El pan del cielo es gratis para todos desesperación, fiel reflejo de cómo los que lo buscan. Las veces en que debía de ser su situación. En el me quedo insatisfecha son aquellas en cochecito, un niño de unos dos años que no lo acojo en mi corazón y no de ojos grandes lo observaba todo permito que me llene el alma. silenciosamente mientras un bebé dormitaba a su lado. Llevaban puesta Bonita Hele es r edactor a. ropa relativamente nueva, pero los Vive en los Estados Unidos enseres guardados en cada centímetro y está afiliada a La Fa milia libre del cochecito daban a entender Inter nacional. ■ que la mujer no tenía dónde quedarse. Junté en una bolsa lo que quedaba —unos bollos y un par de panes— Vi más claro que y se la entregué. Sin siquiera nunca que la primera mirar dentro para ver qué y primordial gran tarea que contenía, me dio las gracias debía atender cada día era lograr que efusivamente. mi alma estuviera contenta en el Señor. Uno de mis amigos inició Mi primera preocupación no debía ser de una conversación con ella. qué modo podía servir al Señor, cómo podía Yo me volví para empezar glorificarlo, sino cómo podía llevar mi alma a a empacar, pero alcancé un estado de felicidad y cómo alimentar mi a entender que él le había hombre interior. Entendí que lo más impordado la dirección de un tante que tenía que hacer era entregarme albergue para mujeres y dinero a la lectura de la Palabra de Dios y a para llegar hasta allá. Me alegré la meditación en ella. George de que ella se hubiera acercado Müller (1805–1898) 7
Una receta Saludable Marie Story
La oración en muchos casos se asemeja a la elaboración
del pan: hay que mezclar los ingredientes, amasar, dejar leudar la masa y finalmente hornear el pan. Primer paso: Mezclar los ingredientes. Al hacer pan, uno no echa en un recipiente cantidad de ingredientes al azar con la esperanza de que salga una barra de pan. Para conseguir algo medianamente comestible, hay que poner ciertos ingredientes bien específicos. Dios escucha las oraciones de todo tipo y estilo, y le encanta responder, aunque no sepamos cómo ni por qué rezar. Sin embargo, es útil saber qué ingredientes suele haber en una oración. Eso nos da la confianza de que hemos hecho lo que nos corresponde y de que el resto está
1.
nvi ,
2.
nvi
énfasis añadido
3. Juan 17:17 (nvi) 4. NVI 5. Filipenses 4:6 (nvi) 6. V. Hebreos 10:36 8
en manos de Dios. Veamos algunos ingredientes importantes: 1) Orar en el nombre de Jesús. En Juan 14:14, Jesús dice: «Lo que pidan en Mi nombre, Yo lo haré»1. 2) Ser claro y explícito. Exprésale a Jesús qué necesitas y qué quieres que provea para ti. Mateo 7:7 dice: «Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá»2. Para buscar en los lugares correctos y tocar a las puertas indicadas, hay que saber qué se quiere y qué se busca. 3) Invocar promesas de Dios. En Juan 17, dirigiéndose a Su Padre, Jesús dijo: «Tu palabra es la verdad»3. Las palabras y promesas de Dios son auténticas, son verdaderas. 4) Confiar en que la respuesta llegará. Santiago 1:6,7 dice: «Pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor»4. 5) Envolver la oración en alabanza y acción de gracias. El apóstol
Pablo escribió: «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias»5. Los anteriores son algunos de los ingredientes básicos de la oración, así como la harina, la sal, el agua y la levadura son ingredientes esenciales para hacer pan. Segundo paso: Amasar. Una vez mezclados los ingredientes, hay que amasarlos. Esta parte puede llegar a ser tediosa. Para hacer pan, se estira
la masa, se enrolla y se aprieta una y otra vez durante un buen rato. No siempre nos parece que la oración implique un gran esfuerzo; con frecuencia es lo último que hacemos después de dedicar mucho tiempo a tratar de solucionar un problema por nuestra cuenta. Pero Dios a veces espera que perseveremos en oración hasta obtener una respuesta. Lucas 18:1 señala que es necesario «orar siempre, y no desmayar». Tercer paso: Dejar leudar la masa. La fase final al hacer una hogaza de pan, antes de meterla en el horno, es esperar a que suba la masa, o sea, respetar el período de fermentación o leudado. En ese punto no se puede hacer mucho para acelerar el proceso. Uno se va y confía en que la levadura actúe. Hay que tener paciencia hasta que Dios responda, así como hay que esperar a que la masa leude6. En algunos casos, después de aguardar un rato, la masa se golpea con los nudillos y se deja para que suba de nuevo. A menudo la oración también es así. Has hecho tu parte, has tenido fe, has orado con regularidad, has sido paciente, y así y todo cae un golpe que parece un rotundo no o una clara señal de que debes esperar. La fe te permite seguir confiando aunque parezca que tus oraciones se han desinflado de golpe. La fe es como la levadura en la masa, que hace que suba aun después de haberla golpeado. Hebreos 11:1 dice: «La fe es la certeza —la prueba o garantía— de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Cuarto paso: Hornear el pan. Una vez que se pone el pan en el horno, de nuevo toca esperar. A veces esa puede ser la parte más difícil del
proceso de la oración: esperar a que llegue la respuesta. Se percibe el aroma del pan en el horno —se siente que Dios está obrando—, pero lleva tiempo, y cuanto más grande sea la petición, más suele tardar la respuesta. Los panecillos se hornean en minutos, mientras que una barra de pan puede tardar casi una hora. La demora no significa que no habrá pan; quiere decir simplemente que hay que ser paciente un ratito más. Una vez que la masa está en el horno, se debe confiar en que se cocerá bien. Por mucho que uno
abra varias veces el horno y pinche la hogaza, no se hace más rápido. Hebreos 11:6 dice que cuando le presentamos a Dios una petición, debemos creer que Él existe y que premia a los que lo buscan. Hay que dejar el asunto en Sus manos y esperar a que el temporizador divino avise que ya está listo. Ciertos panes tienen un mayor tiempo de elaboración. Unos necesitan pocos ingredientes; otros requieren mayor diversidad. Unos se preparan con rapidez; otros exigen más tiempo de leudado —hasta uno o dos días— antes de meter la masa en el horno. Lo mismo pasa con nuestras oraciones. Mezcla los ingredientes de tu oración, déjalos leudar con tu fe y encomiéndale a Dios los resultados. M ar ie Story vive en San A ntonio (EE . UU.), donde tr abaja como ilustr ador a independiente y hace voluntar iado en un albergue par a indigentes. ■
9
Pensamos en la oración como preparación para el trabajo, o como un momento de calma después de hacer el trabajo, cuando en realidad la oración es el trabajo mismo. Oswald Chambers (1874–1917) La oración, en su máxima expresión, es un diálogo, y para mí la parte más importante es escuchar las respuestas de Dios. Frank Laubach (1884–1970)
DOS MINUTOS Chris Mizrany
Suele resultarme difícil encontrar tiempo para orar. Si bien mi mujer y yo rezamos juntos todas las mañanas y antes de acostarnos, muchas veces desaprovecho las oportunidades que tengo de hablar un rato con Jesús a lo largo del día, sobre todo cuando surgen situaciones inesperadas. Sé que necesito orar, pero me resulta difícil, me cuesta un mundo apartar tiempo para la oración. Por lo menos así era hasta que leí la regla de los 2 minutos1. Funciona de la siguiente manera: La mayoría de las tareas que postergamos en realidad no son difíciles; son totalmente factibles, pero por algún motivo evitamos iniciarlas, más que nada por eso de que «no tenemos tiempo». 1. David Allen, Organízate con eficacia 2. V. 1 Juan 5:14,15 10
La regla de los 2 minutos nos permite superar la indecisión y la pereza y nos da el envión para actuar. Consta de 2 partes: 1ª parte: Si toma menos de dos minutos, hazlo ya. Son muchas las cosas que postergamos cuando podríamos realizarlas en menos de dos minutos. Por ejemplo, lavar la vajilla apenas terminamos de comer, meter la ropa en la lavadora, sacar la basura, ordenar la habitación, enviar un correo electrónico, y muchas más. Le regla dice, pues, que hagas enseguida lo que te vaya a tomar menos de dos minutos. ¿Se aplica eso a la oración? ¡Claro que sí! 2ª parte: Cuando estés empezando a adquirir un nuevo hábito, este no debería tomarte más de dos minutos. ¿Es factible alcanzar todos nuestros objetivos en menos de dos
minutos? Claro que no, pero en dos minutos puedes acercarte a tu objetivo, sea cual sea. Aunque las oraciones largas y fervientes son estupendas y muy necesarias, las oraciones breves, inmediatas, son un buen punto de partida. ¿Cómo me ayuda esto a orar más? En lugar de esperar a disponer de una porción grande de tiempo para orar, procuro hacer oraciones breves a lo largo del día, en cuanto se presenta la necesidad si es posible. La Biblia promete que Jesús siempre me escucha, así que actúo sobre la base de esa verdad 2. Y ¿sabes qué? Creo que ya estoy adquiriendo el hábito de orar. Chris Mizr any es diseñador de páginas web, fotógr afo y misionero. Colabor a con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). ■
COMO LA FRAGANCIA DE UNA VELA Joyce Suttin Hay versículos de la Biblia con los que he tenido dificultades. Uno de ellos es: «Oren sin cesar»1. Pienso con frecuencia en esa exhortación, y me ha servido para entender la importancia de orar. Rezo mucho, pero debo confesar que no lo hago sin cesar, así que a menudo me he sentido culpable por no hacerlo lo suficiente. Por muy buenas intenciones que tenga, mi mente a menudo se enfrasca en otros asuntos. Hago una oración rápida antes de ponerme a conducir, antes de comer y de dormir, y también al despertarme. Oro cuando alguien me lo pide. Tengo una lista de peticiones por las que rezo cada día. Ruego por las personas que me vienen a la cabeza. Pero por muchas veces o muy bien que ore, por mucho tiempo que dedique a la oración, nunca alcanzaré el objetivo de orar sin cesar. 1. 1 Tesalonicenses 5:17 (nvi)
Hace poco mi hija viajó a Europa. Tenía un vuelo largo con varias conexiones. Yo quería orar por ella durante todo el trayecto, hasta que llegara a su destino. Encontré una vela aromática rotulada «Susurros de ángel» y se me ocurrió que, aunque yo no orara continuamente, sus ángeles podían seguir orando por ella. Así que puse la vela en un lugar seguro y visible, la encendí, rogué por su viaje y di inicio a mis actividades. Cada vez que pasaba junto a la vela rogaba por mi hija. Dejé la vela encendida hasta que me enteré de que había llegado sana y salva. A lo mejor nuestras oraciones se parecen a esa vela. Nuestra fe y confianza en el Señor son como un incienso aromático que asciende hasta Su trono. Tal vez Él disfruta de la fragancia de nuestras oraciones como yo disfruté de esa vela. Da gusto pensar que el perfume de nuestras oraciones impregna los
salones del Cielo así como el aroma de aquella vela llenó toda mi casa. Decidí, pues, que dejaría de preocuparme por todas las veces que no oro. Haré lo que pueda y procuraré tener una actitud de oración tanto como me sea posible. Cuando esté muy afanada por algo, encenderé una vela fragante y le confiaré a Dios mis pensamientos y oraciones. Después simplemente le encomendaré todo lo demás —mi vida y la de las personas que amo—, echando toda mi ansiedad sobre Él porque sé que Él cuida de mí. Aplicaré el versículo «oren sin cesar» en el contexto de mi realidad. Me esforzaré por orar continuamente, pero cuando no logre hacerlo sin cesar confiaré en la misericordia de Dios, y daré gracias en toda circunstancia. Joyce Suttin es docente jubilada y escr itor a. Vive en San A ntonio, EE . UU. ■ 11
Sally García
LAVANDO PLATOS CON JESÚS Algunos de los momentos
más trascendentales que he pasado con Dios fueron cuando tenía las manos sumergidas en el agua con jabón donde lavo la vajilla. Desde hace años tengo el hábito de comenzar la mañana con oración y una lectura devocional. Pero el tiempo inapelablemente pasa, y al llegar cierta hora tengo que levantarme y meterme de lleno en la jornada con la sensación de que no he terminado del todo. Viene al caso una paráfrasis de un viejo himno góspel: «Con Él encantada estoy, pero en torno ya el día comienza»1. Total que le digo a Dios: «Podemos terminar esto más tarde», y con eso me llevo la vajilla del desayuno a la cocina. Como no me gusta mucho lavar platos, a veces escucho música o un podcast inspirativo mientras lo hago. Sin embargo, con frecuencia trabajo en silencio y dejo divagar mis pensamientos. Cavilo sobre algún suceso y me pregunto por qué pasan ciertas cosas. Pienso
en mi hija y su familia y en otros seres queridos, y enseguida mis pensamientos se tornan en sencillas oraciones. A veces me viene entonces a la cabeza un pensamiento nuevo, algo en lo que no había reparado antes: quizá un nuevo enfoque de una situación o unas palabritas de aliento, o una idea o solución para un problema con el que estoy lidiando. A veces ni siquiera es una idea concreta, sino una sensación de paz interior, de confianza y gratitud. Cuando pasa eso me queda claro que no es algo que yo misma elucubré, sino que esa inspiración proviene de la apacible voz de Dios, que me habla al alma. Como dijo una vez Billy Graham: «Puedo afirmar que Dios está vivo porque hablé con Él esta mañana». Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional. ■
1. En el jardín, de Charles Miles, 1913 2. http://intercessorsarise.org/convirtiendonos-en-el-mejor-amigo-de-dios 12
Es notable el ejemplo del hermano Lorenzo, un humilde cocinero en un monasterio francés del siglo xvii que fue capaz de convertir incluso un trabajo aburrido como lavar los platos en un acto de adoración y una oportunidad de cultivar su relación con Dios. Lorenzo manifestó: «El secreto de la comunión con Dios no consiste en cambiar lo que hacemos, sino en cambiar nuestra actitud en el momento de hacerlo; en comenzar a realizar nuestras actividades (comer, lavarnos, trabajar o descansar) para Dios y no para nosotros mismos»2. En todo el mundo no hay manera de vivir más dulce y deliciosa que tener una conversación continua con Dios. Hermano Lorenzo (c. 1614–1691) Jesús quiere ser tu mejor amigo y compañero fiel. No tienes más que invitarlo a ser parte de ti: Jesús, te ruego que entres en mi vida y permanezcas siempre a mi lado. Ayúdame a conocerte mejor y estrechar mi relación contigo leyendo Tu Palabra. Amén.
TRES
APRENDIZAJES Marcus Vernier
Comenzó una mañana
cuando tuve un desacuerdo con mi esposa por algo que ella había dicho. Fue durante una temporada difícil en que yo andaba irritable y no hacía más que ver defectos en todas las personas de mi entorno. Estaba a punto de replicarle en duros términos cuando, con las palabras ya a flor de labios, me detuve y decidí orar para ver si era prudente decirlo. La respuesta fue un categórico no. En mi mente todo sucedió en un instante, pero eso dio inicio a una reacción en cadena que me llevó a enfocar las cosas de otra manera. El segundo aprendizaje vino poco después. Estaba escribiendo mis informes mensuales, que para mí tienen sus bemoles, ya que son algo complejos y requieren paciencia y perseverancia. En cierto momento surgió un detalle que me hizo perder el hilo de mis pensamientos. A pesar 1. Salmo 55:22 (ntv) 2. Salmo 46:1 (ntv) 3. V. Hebreos 4:11
de que la tarea era urgente e importante, no lograba dar con la manera de tener en cuenta ese nuevo factor. Mi espíritu flaqueó; y así, luego de un par de clics del ratón, estaba revisando las noticias, curioseando en Facebook y distraído con no sé qué otra cosa. Por último, muy desanimado, con dificultad me volví a concentrar y resolví orar sobre lo que debía hacer. Como suele ocurrir, el Señor me dio la respuesta casi en seguida. De haber consultado con Él al principio, me habría ahorrado un montón de tiempo y no digamos estrés. La Palabra de Dios nos alienta diciendo: «Entrégale tus cargas al Señor, y Él cuidará de ti»1. Pero ¿cómo podemos encomendarle nuestras cargas si estamos a una cuadra de distancia? ¿O incluso a unos cuantos metros? Solo podemos echar nuestras cargas sobre Él si estamos a Su lado o, mejor dicho, si lo tenemos dentro. Cuanto más cerca de Él estamos, más fácil se hace encomendarle nuestras preocupaciones y
cargas y comunicarnos con Él. «Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad»2. Me acuerdo de cuando vivía en Hong Kong y tomaba un transbordador para ir al Distrito Central. Apenas el barco aminoraba la marcha y se acercaba al punto de atraque, empezaba a balancearse furiosamente hasta que quedaba amarrado y bien asegurado a la pared del puerto. He ahí el tercer aprendizaje: Entrar en reposo por medio de la oración, como nos exhorta la Palabra de Dios3, requiere esfuerzo, pero es la forma de llegar a estar bien amarrados al que nos da todas las respuestas y nos puede ayudar a tener éxito, incluso a pesar de nosotros mismos. M arcus Ver nier vive en Taiwán. A demás de r ealizar labor es misioner as, es escr itor y acuar elista en cier nes. Está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■ 13
¿DE QUIÉN ES EL TIEMPO? Elsa Sichrovsky
Hace poco le comenté a
una amiga que me sentía agobiada y estresada por mi trabajo, muy ansiosa. Como antídoto, ella me recomendó que pasara más tiempo meditando sobre la bondad de Dios y estudiando Su Palabra. —Pero no tengo tiempo —protesté. —¿Cómo que no tienes tiempo? —me insistió. —O sea, no dispongo de cantidad de tiempo libre —le respondí un poco molesta y perpleja. —Ya, dices que no tienes mucho tiempo que sea tuyo. Como si pudieras decir que la luz del sol es tuya. Eso no lo dirías nunca porque sabes que el sol lo creó Dios. ¿Por qué no concibes el tiempo como un regalo o préstamo que Él te hace en lugar de considerarlo tuyo? —Mira, no… es que… este… No sabía qué decir. No me había dado cuenta de que consideraba el 1. 1 Crónicas 29:11 (nvi)
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tiempo como algo mío. Pero ella tenía razón. La idea de que Dios me prestara o concediera tiempo parecía absurda. ¡Más bien estaba acostumbrada a pensar que era yo la que le concedía a Él generosamente porciones preciadas de mi tiempo! Cuanto más vueltas le daba, más me convencía de lo arraigado que tenía en mi conciencia ese concepto. Al día siguiente conversé un poco más con mi amiga. Hablamos de que mi actitud posesiva respecto a mi tiempo me había llevado a centrarme únicamente en mis ideas, metas y deseos, excluyendo a Dios de mis decisiones. Sin Su ayuda para organizar más eficientemente mi horario y mi vida me estaba costando mantenerme al día con mi trabajo. No era de extrañar que estuviera estresada y pensara que no tenía tiempo para dialogar con mi Creador. En los días que siguieron noté que mi concepto errado del tiempo había afectado también mi actitud frente a
mi familia, mi trabajo, mis posesiones y muchos otros aspectos de mi vida cotidiana. Me di cuenta de que el posesivo mi había arraigado en mi corazón más de lo que yo pensaba. En lugar de estar agradecida y ser generosa con lo que se me había dado, me aferraba egoístamente a todo aquello a lo que pensaba que tenía derecho. Cuando me daba la impresión de que Dios no respondía a mis oraciones o no me concedía mis deseos, me ponía furiosa y me decía: «¿Cómo es que mi Dios no está haciendo lo que quiero cuando yo quiero?», como si Él fuera mi mandadero. No ha sido fácil reprogramarme, y todavía me queda mucho camino por recorrer; pero estoy aprendiendo a afirmar al igual que el salmista: «Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra»1. Elsa Sichrovsk y es escr itor a independiente. Vive con su fa milia en Taiwán. ■
Marie Alvero
L A S E N CI L L E Z DE LA ORACIÓN Hace varios años mi vida se sumió en la incertidumbre. En medio de aquella crisis, sintiéndome perdida y a la vez estresada, comencé a cuestionarlo todo, aun los fundamentos mismos de mi fe. Hasta ese momento me había sentido a gusto orando; pero entonces se volvió una lucha. Unos días me enojaba con Dios; otros, sentía que no podía confiar en Él; y otros más ni siquiera sabía lo que sentía. Entonces se me ocurrió la idea de leer porciones del libro de los Salmos a primera hora del día. No tuve que leer mucho para darme cuenta de que era un libro de oraciones. El rey David le expresa a Dios sin filtro alguno todos sus pensamientos y 1. Se considera que el rey David fue el autor de aproximadamente la mitad de los Salmos, de 78 de los 150 que hay. 2. Salmo 139:7–10 (nvi) 3. Salmo 30:8–10 (nvi) 4. Salmo 139:4 (ntv)
emociones. No espera a estar en condiciones de presentarse ante Dios. Si tiene el corazón partido, sus palabras lo reflejan. Si está gozoso, se lo declara a Dios con alabanzas1. En el Salmo 139 le dice: «¿A dónde podría alejarme de Tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de Tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás Tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí Tu mano me guiaría, ¡me sostendría Tu mano derecha!»2 Cuando no le cabe duda de que necesitaba ayuda, reza: «A Ti clamo, Señor soberano; a Ti me vuelvo suplicante. ¿Qué ganas Tú con que yo muera, con que descienda yo al sepulcro? ¿Acaso el polvo te alabará o proclamará Tu verdad? Oye, Señor; compadécete de mí. ¡Sé Tú, Señor, mi ayuda!»3 ¿No te parece que esas palabras brotan de un corazón que conoce a Dios? Denotan intimidad,
confianza, humildad y gratitud, todo al mismo tiempo. David le presenta a Dios todos sus sentimientos, le pide lo que sea que necesite. El caso es que decidí aprender de él. Eliminé de mis oraciones toda ceremoniosidad. Le di a conocer a Dios mi desesperación, mi rabia, mis anhelos, dolores, peticiones, alegrías, miedos y necesidades, expresándome con las palabras que fuera. Más que nada, no dejé de hablar con Él, aunque no entendiera nada, aunque las respuestas tardaran en llegar. Orar es simplemente hablar con Dios. «Sabes lo que voy a decir incluso antes de que lo diga, Señor»4, afirmó David. Dios ya sabe lo que hay en tu corazón. No es necesario que le des un aire presentable ante Él. M ar ie A lvero ha sido misioner a en Á fr ica y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la r egión centr al de Tex as, EE . UU. ■ 15
De Jesús, con cariño
NO TE PIDO PERFECCIÓN Muchos se despreocupan de orar hasta que se hallan metidos en un buen lío. Entonces descubren que su fe flaquea y que hay cierta tirantez en su relación conmigo, pues hasta ese momento no me han dado mucha importancia. Se sienten indignos de acercarse a Mí en oración, o se consideran hipócritas y no saben por dónde empezar a enmendar las cosas. Si alguna vez te has sentido así, no te angusties. Para responder a tus oraciones no te pido perfección. Yo ayudo a todos los que claman a Mí con fe y humilde fervor. No tienes más que acudir a Mí en tu hora de necesidad y limpiar tu corazón confesando tus faltas y aceptando Mi perdón. Simplemente cree que Yo velo por ti y me intereso por todo lo que te preocupa. Lo mejor es que eso puede marcar el inicio de una nueva relación conmigo en la que recibas más respuestas a tus oraciones y disfrutemos de mayor cercanía.