Conéctate, número de septiembre de 2018: Temas económicos

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

A ñ o 19 • N ú m e r o 9

MANEJO DEL DINERO Pentálogo para administrarlo bien

Salir de deudas y enriquecerse ¿Cabe aspirar a ambas cosas?

Pon a prueba a Dios Da por hecho lo que le has pedido


Año 19, número 9

A N U E S T RO S A M IG O S Lo mejor que hay

Hace años mi esposa hizo un precioso bordado que hoy cuelga, enmarcado, de una de las paredes de nuestra casa. En letras de diversas tonalidades dice: «Lo mejor que hay en la vida no se compra ni se vende». Su mensaje artesanal se me metió hace años bajo la piel y suele aflorar cada vez que me entusiasmo con adquirir el último artilugio tecnológico o algún artículo que, por atractivo que parezca, resulta innecesario. No es fácil llevar una vida simple en el complicadísimo siglo xxi. En la televisión, por la calle o navegando por las redes se nos bombardea incesantemente con anuncios publicitarios que nos incitan a no dejar pasar esa oportunidad única de comprar tal y tal cosa o aprovechar tal y tal oferta. Uno prácticamente tiene que crearse un escudo anticomerciales para rechazar los dardos que arrojan sin clemencia empresas y organizaciones de todo tipo. Además, la innovación avanza actualmente a un ritmo tan demoledor que lo que uno compra hoy queda desfasado en menos que canta un gallo, y las más de las veces antes que uno pueda llenar otra vez la alcancía para comprarse la última versión del producto. No vale la pena, pues, entrar en ese juego. Atiborrar nuestra vida de cosas no brinda satisfacción. «La vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes»1, dijo el Maestro hace dos milenios en una de Sus sabias sentencias. Al fin y al cabo, lo que nos aporta felicidad son más bien los placeres sencillos que muchas veces acabamos asfixiando por estar preocupados con lo superfluo, o que se nos pasan inadvertidos por andar acelerados en procura de adquirir más cosas. Uno de los secretos para llevar una vida más feliz es aprender a contentarnos con lo que tenemos, dar gracias a Dios por ello y hacer buen uso de las bendiciones que nos concede. Gabriel García V. Director 1. Lucas 12:15 (nvi) 2

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Uday Paul

UN CIMIENTO SÓLIDO Hace poco estuve reflexionando sobre el crac de la bolsa de valores de 1929, que tumbó los sistemas financieros y económicos del mundo como si fueran fichas de dominó. Quebraron empresas, industrias y bancos. Millones de trabajadores quedaron desempleados, y eso causó una tremenda agitación social. Si bien desde entonces no se ha vuelto a producir una debacle de tan grandes proporciones, sí ha habido muchas depresiones o recesiones económicas menores que han causado turbulencias financieras. ¿Cómo podemos disfrutar de estabilidad económica duradera en un mundo tan inseguro? La respuesta es tener fe y confianza en Dios, que ha prometido estar con nosotros tanto en tiempos de abundancia como de escasez. 1. V. Éxodo 16 y 17 2. V. Deuteronomio 29:5 3. V. 1 Reyes 17 4. V. Mateo 14:13–21 5. 1 Timoteo 6:17 (ntv)

En la Biblia se narran numerosos episodios en que Dios proveyó milagrosamente para Su pueblo. Cuando sacó a los israelitas de Egipto y los condujo a través del desierto hacia la tierra prometida, les proporcionó agua y comida. Cuando tuvieron hambre les dio un manjar del cielo llamado maná. Cuando tuvieron sed hizo brotar agua de una roca1. Durante su larga estadía en el desierto, ni su ropa ni sus zapatos se desgastaron2. Otro ejemplo: En tiempos del profeta Elías hubo una sequía en Israel. Dios le indicó que se fuera a vivir junto a un arroyo y hasta envió cuervos con comida para él. Cuando las aguas vertientes finalmente se secaron por la escasez de lluvias, recibió instrucciones de dirigirse a la aldea de Sarepta. Allí una viuda obedeció a Dios y compartió con el profeta lo poco que tenía. Como consecuencia, Dios la bendijo garantizándole que su provisión de alimentos no se agotaría durante la hambruna3. En cierta ocasión en que Jesús, Sus discípulos y las multitudes

que los seguían se hallaban en un lugar apartado, vieron que se estaba haciendo tarde y no tenían nada que comer. Los discípulos propusieron una solución lógica: enviar a la gente a las aldeas cercanas a buscar comida. Pero Jesús les pidió que le trajeran los únicos alimentos que habían encontrado: cinco panes y dos peces. Seguidamente alzó la mirada al cielo, bendijo los alimentos y los repartió entre la multitud. Cinco mil personas comieron aquel día, y con las sobras llenaron doce canastos4. La Biblia nos insta a no depositar nuestras esperanzas en las riquezas inciertas ni en los bienes terrenales, sino «en Dios, quien nos da en abundancia todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos»5. Puede que los flujos económicos del mundo se sequen, como sucedió con el arroyo de Elías, pero aun así Dios es capaz de velar por Sus hijos y proveer para sus necesidades. Uday Paul vive en Bangalore (India). Imparte cursos de inglés y de desarrollo personal. ■ 3


MANEJO DEL DINERO Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

Un pastor dijo en cierta oca-

sión: «Conducirse bien en el terreno económico no es complicado; tal vez sea difícil, pero no complicado». Es difícil porque no solo consiste en aprender estrategias y técnicas de administración económica; también hay componentes espirituales. Es importante, pues, tener una sana visión del dinero y utilizarlo correctamente, para la gloria de Dios. Con frecuencia se ha malinterpretado ese versículo de la Biblia que reza: «El amor al dinero es la raíz de toda clase de males»1. Se ha llegado a inferir que el dinero es la raíz de todos los males. Sin embargo, es el amor al dinero lo que causa todo tipo de males. En efecto, es peligroso atribuirle excesiva importancia o basar en él nuestra sensación de seguridad. 1. 1 Timoteo 6:10 (nvi) 2. 4

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Como muchos han descubierto por experiencia, la seguridad económica puede ser efímera; solo en el Señor hay seguridad perdurable. De todos modos, necesitamos dinero para vivir, mantener a nuestra familia y servir a la colectividad. De ahí que el tema del dinero nos afecte mucho a todos en lo cotidiano. La mayoría de los expertos en la materia concuerdan en un puñado de prácticas que son clave para el buen manejo del dinero. Si buscas una fórmula para administrar sabiamente tus recursos económicos, te recomiendo, como punto de partida, las cinco normas que expondré a continuación. Cuando surge el tema del dinero y oyes términos como estabilidad económica o ahorros, quizá gimes por dentro, sobre todo si te sientes abrumado e incapaz de mejorar tu situación económica. Tal vez estás en aprietos o arrastras deudas. Quizás

en las circunstancias actuales no ves cómo vas a conseguir ahorrar algún día, o por lo menos no al ritmo que quisieras. Antes de proseguir, quiero animarte con dos pensamientos estimulantes. El primero es: Con la ayuda de Dios, no hay nada imposible. Y el segundo: Todo objetivo que Dios nos ponga es alcanzable… pasito a pasito. De modo que si te falta mucho para alcanzar tus metas económicas, si tienes que lidiar con deudas, si te sientes desanimado, angustiado o hasta desesperado por tu falta de recursos, recuerda que el poder de Dios puede hacer posible lo que das por imposible, incluso en lo tocante a tu situación pecuniaria. A través de ese prisma, examinemos ahora cinco principios prácticos fundamentales para manejar responsablemente tu economía.


Número 1: Elaborar un presupuesto y ajustarse a él.

En lo que respecta a la administración del dinero, es indispensable elaborar un presupuesto y ajustarse a él. La segunda parte es la más difícil, pero es esencial para lograr un equilibrio y avanzar en el terreno económico. El presupuesto es un plan de gastos. Como dice Dave Ramsey: «Ceñirse a un presupuesto es decirle al dinero a dónde debe ir en vez de preguntarse a dónde fue». Lo que se pretende evitar es que al repasar las cuentas del último mes te quedes desconcertado y te preguntes: ¿En qué se fue el dinero? 1 Corintios 4:2 dice: «Lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel»2. Siendo nosotros administradores del dinero que Dios nos ha confiado —sea mucho o poco— es fundamental que tengamos un plan de gastos y de ahorro. Para eso sirve el presupuesto. La vida está llena de gastos, pero la mayoría son desembolsos fijos previsibles, semanales, mensuales, trimestrales o anuales. En el presupuesto debe incluirse todo gasto fijo o semifijo. Por supuesto que a veces surgen situaciones de verdadera urgencia que nos obligan a gastar más de lo que hemos presupuestado.

Hablaremos más de eso en el punto cuatro. Seguidamente, algunas recomendaciones para elaborar un presupuesto: • Calcula tus ingresos reales e inclúyelos en el presupuesto. Trabaja con los ingresos fijos con los que puedes contar. No incluyas como ingresos fijos los donativos ocasionales ni las bonificaciones o aguinaldos de fin de año. Prepara el presupuesto comenzando por los gastos básicos de subsistencia y otros pagos ineludibles; el dinero restante será para saldar deudas y ahorrar para emergencias y necesidades de largo plazo. • Sé realista al hacer el cómputo de tus gastos. De nada sirve recortar los gastos legítimos que en realidad no pueden reducirse. Si asignas muy poco dinero para comida o gasolina porque esperas ahorrar o porque te gustaría gastar menos en eso, pero tus estimaciones no se condicen con la realidad, terminarás gastando más de lo que tienes presupuestado. Eso crea presiones y va en contra del propósito por el que se elabora un presupuesto. • Haz los ajustes que sean precisos. Analiza mensualmente tu presupuesto para que no quede desfasado y evalúa los cambios y ajustes que haya que hacerle. • Lleva tu contabilidad de una manera que te resulte práctica. El método que te resulte más práctico es el idóneo para ti, ya se trate de usar una planilla de cálculo, de guardar el dinero en sobres separados o de anotarlo todo en una libreta que siempre tengas a mano.

Número 2: Gastar menos de lo que se gana.

El truco para no endeudarse y más bien ahorrar es bastante sencillo: no gastar más de lo que se gana. Es la regla económica fundamental, la única manera de contar con suficientes recursos para los gastos y además conseguir ahorrar. Cuando una persona aspira a vivir con arreglo a sus posibilidades, puede toparse con muchos obstáculos. Ten presentes las siguientes recomendaciones: • Economiza. Los sacrificios que hagas hoy pueden redundar en beneficios más adelante. • Aprende a distinguir entre lo que son lujos y lo que es necesario. No confundas necesidades con deseos. Las personas que más logran ahorrar limitan las compras que son solo para darse un gusto. Prefieren ahorrar con miras a labrarse una estabilidad económica en vez de gastar en gustos del momento, cosas superfluas y lujos. • Estudia tus hábitos y rutinas. Muchas personas tienen al menos un hábito costoso. Puede ser un latte o un capuchino que se toman todos los días, el ansia de comprarse zapatos nuevos o la costumbre de salir a cenar. Analiza todas tus costumbres y rutinas para ver qué puedes recortar, a fin 5


de no gastar más de lo que tienes e incluso disponer de algo de dinero para ahorrar. • Evita las compras impulsivas. Cuando surja la idea de adquirir algo no previsto, date unos días para pensar si de verdad lo necesitas. Un buen amigo mío sigue lo que llama la regla de los tres días. Para toda compra importante espera tres días antes de tomar una decisión, suficientes para que decaiga su entusiasmo e intervenga la razón, con lo que se asegura de que esa compra sea la mejor opción. • Encuentra alegría y satisfacción en tu relación con Dios y con los demás, más que en las cosas materiales. Es humano desear la última maravilla que ha salido al mercado; pero como bien cantaban los Beatles, Money can’t buy me love (el dinero no puede comprarme amor). Tampoco compra salud, paz interior, amistad ni satisfacción. • Paga en efectivo o con tarjeta de débito. Las investigaciones han demostrado que la gente es más propensa a gastar cuando compra con tarjeta de crédito; en cambio, uno se lo piensa dos veces antes de entregar un billete. Por eso, si quieres controlar más tus gastos, considera la posibilidad de pagar en efectivo. • Visualízate alcanzando tus objetivos. Si estás procurando juntar un fondo para imprevistos, guardar dinero para una necesidad concreta o incluso ahorrar para darte 3.

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4. Mateo 6:33 (ntv) 6

un gusto fuera de lo común, cada vez que te venga la idea de hacer una compra o tomar una decisión que signifique un gasto de dinero, piensa en la meta económica que te has propuesto. Si la compra en cuestión no te va a acercar a tu objetivo, pregúntate si puedes prescindir de ella. • Disfruta de lo sencillo y gratuito. En la vida hay muchísimas cosas con las que deleitarse que no cuestan plata. Explora y disfruta lo sencillo, y verás lo notables y enriquecedoras que pueden ser ciertas actividades y experiencias compartidas que literalmente no tienen precio.

hacer algunos sacrificios. Según a cuánto asciendan, es posible que tengas que abordarlas con mucha resolución. Si tu meta es ahorrar dinero para el futuro, estar libre de deudas cobra inmensa importancia, ya que muchas deudas están sujetas a altas tasas de interés. Te resultará muy difícil, por no decir imposible, consolidar tu situación económica y ahorrar dinero si tienes deudas pendientes. Eso sin hablar del alivio y la libertad que sentirás cuando te desembaraces de ellas.

Número 4: Número 3:

Ahorrar. Reunir un fondo para emergencias.

Evitar (o saldar) las deudas.

La mejor fórmula para no endeudarte es vivir con arreglo a tus recursos. De todos modos, si ya tienes deudas, no te desesperes. Por muy difícil que sea tu situación actual, por mucho tiempo que tome, confía en que Dios es capaz de ayudarte a salir de deudas. Para saldar tus deudas, sean grandes o pequeñas, necesitas un plan, un compromiso personal y

Proverbios 13:11 dice: «Quien ahorra, poco a poco se enriquece»3. El ahorro es importante. Aunque tengas un presupuesto bien elaborado y vivas de acuerdo con tus posibilidades, existen razones de peso para ahorrar. Habrás observado que en este versículo de Proverbios sobre el ahorro dice «poco a poco». Cualquier cantidad que ahorres es valiosa. Merece la pena comenzar a ahorrar a la primera oportunidad. En lo tocante al ahorro, es recomendable crear un fondo para emergencias. Todo el mundo sufre


Número 5: Practicar la generosidad.

imprevistos. No hay forma de saber cuando se verá uno golpeado por alguno. Los expertos recomiendan juntar un fondo para emergencias que sea suficiente para cubrir de tres a seis meses de gastos de subsistencia. No es preciso que alcance para cubrir el presupuesto normal por un período de tres a seis meses, sino lo mínimo para arreglárselas sin contraer deudas. Para comenzar a reunirlo, puedes añadir a tu presupuesto mensual un ítem denominado fondo para emergencias. Aunque no logres separar más que una pequeña cantidad cada mes, gradualmente irá creciendo. Recuerda la táctica del «poco a poco» expresada en el versículo de Proverbios. No debe emplearse para nada que no sea una auténtica urgencia. Es para gastos inesperados e inevitables. Te interesa contar con ese dinero el día en que realmente sobrevenga algo grave y te haga falta. Para eso es.

Practicar la generosidad con Dios y con el prójimo contribuye a que disfrutemos de una vida económicamente sana y contemos con el favor de Dios. Si ahora mismo estás en aprietos o intentando ahorrar para comprar un auto o una casa, juntar un fondo de jubilación o lo que sea, te puede parecer contraproducente donar parte de tus ingresos a la obra de Dios o a los necesitados. Es natural que pienses: «¡Ese dinero me hace falta! No puedo permitirme dar una parte». Reproduzco a continuación unos pasajes de la Escritura que subrayan la importancia de la generosidad: Hay gente desprendida que recibe más de lo que da, y gente tacaña que acaba en la pobreza. Proverbios 11:24 (dhh) El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. 2 Corintios 9:6 (nvi) Dad, y se os dará; […] porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. Lucas 6:38 Los cristianos tenemos el deber de emplear nuestros recursos económicos siguiendo criterios que glorifiquen a Dios. Contribuir a la obra de Dios y ayudar a los

demás no es una estrategia para enriquecerse rápidamente. Es un compromiso personal que asumimos con Dios y que atrae Sus bendiciones, las cuales suelen llegarnos paulatina, pero incuestionablemente. La mayoría hemos pasado —o pasaremos— por períodos de carencia económica. Los cristianos contamos con el privilegio de poder presentarle a nuestro Padre celestial nuestras necesidades, inquietudes y preocupaciones. Él quiere que nos apoyemos en Él en todo aspecto de nuestra vida, incluido el económico. Por otra parte, tenemos que hacer lo que está a nuestro alcance, administrar con prudencia y precaución nuestro dinero y presentarle en oración nuestras necesidades. Sabemos que somos Sus hijos y que Él nos ama, vela por nosotros y ha prometido darnos lo que necesitemos. «Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y Él les dará todo lo que necesiten»4. Peter A mster da m dir ige junta mente con su esposa, M ar ía Fontaine, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■ 7


Ruth McKeague

SALIR DE DEUDAS Y

ENRIQUECERSE La lectura de blogs de personas que tienen que lidiar con deudas refuerza mi determinación de reducir las nuestras. Cuando ojeo artículos sobre casos similares a nuestro proceso de salir de deudas, suelo descartar los que tienen que ver con inversiones y ahorro. Hay ciertas coincidencias entre los textos sobre reducir las deudas y los que hablan de aumentar el patrimonio. Aunque estoy 100% de acuerdo con lo primero, me cuesta aceptar el concepto de acumular riqueza. Reducir nuestras deudas es, para mí, sinónimo 1. El artículo puede leerse aquí: http://prudencedebtfree.com /debt-reduction-and-guilt-facing-the -sabotage-from-within/ 2. El Día del Armisticio se celebra en algunos países el 11 de noviembre para conmemorar el día del año 1918 en que cesaron los enfrentamientos de la 1ª Guerra Mundial 3. Lucas 4:18 (nvi) 4. Gálatas 5:1 (nvi) 5. http://prudencedebtfree.com/ 8

de actuar responsablemente, disciplinarnos y sanear nuestra economía. En cambio, siempre he relacionado el enriquecimiento exclusivamente con la codicia y el egoísmo. Hace unos años escribí un artículo en el que explicaba que por mucho tiempo había permitido que arraigaran en mí ciertas interpretaciones erróneas de pasajes de la Biblia, las cuales me habían llevado a relacionar el dinero y la gente acaudalada con todo lo que es malo y repudiable1. Citar textos de la Biblia al hablar de algo personal —como nuestras deudas— puede ser delicado, pues se corre el riesgo de distanciar al oyente o lector. No obstante, el tema de la reducción de las deudas tiene múltiples aristas. Ignorar el aspecto espiritual nos deja con una visión incompleta de la experiencia. El año pasado, después de leer el artículo que menciono más arriba, un colega mío que suele leer mi blog y no es cristiano me dijo: «Eres de las pocas personas que puede citarme la Biblia sin enfadarme». Eso me motiva a volver a adentrarme en el tema.

El buen estado físico y económico Recuerdo haber escuchado una vez un programa de radio cristiano mientras conducía mi automóvil. El invitado era un hombre de sesenta y tantos años. Hablaba de la importancia de mantenerse en buen estado físico y de la necesidad, cuando uno se va haciendo mayor, si quiere mantenerse sano y fuerte, de incluir progresivamente un mayor porcentaje de ejercicios de entrenamiento de fuerza en las sesiones diarias en sustitución de ejercicios aeróbicos. Recibían llamadas en vivo, y un hombre que se comunicó comentó: «Los cristianos hemos sido llamados a servir a los demás. ¿Cómo se justifica, pues, que dediquemos egoístamente media o una hora al día a entrenar para mantenernos en forma?» La pregunta me irritó. «Está claro que tenemos que cuidarnos si queremos ser de utilidad a los demás —pensé—. ¿Cómo vamos a servirlos si no estamos en forma y


corremos el riesgo de enfermarnos o de ver reducida nuestra movilidad?» Entiendo bien ese concepto en lo referente a la salud. ¿Qué me impide, entonces, adoptar esa misma actitud con respecto a una sana situación económica? Si estuviera libre de deudas y contara con ahorros, tendría más flexibilidad para hacer ofrendas generosas en mi iglesia, a organizaciones de beneficencia de mi barrio o ciudad y hasta para apoyar obras internacionales. Eso sería estupendo. Y es mucho más viable hacerlo cuando uno posee cierto acervo financiero. Es obvio que para apoyar económicamente a otras personas debemos cuidar nuestro propio dinero. ¿Cómo podemos ser generosos cuando estamos endeudados hasta la coronilla? El Día del Armisticio y la libertad En vísperas del Día del Armisticio2, el mensaje que se suele oír es que aquellos hombres «murieron por nuestra libertad». A mí me

toca de cerca porque tanto mi padre como mi abuelo fueron a la guerra. Además se trata de un mensaje fuerte para los cristianos: los Evangelios dicen que Cristo vivió y murió para «poner en libertad a los oprimidos»3. Busqué la palabra libertad en tres diccionarios —reconozco que soy una ratona de biblioteca— y los tres incluían dos acepciones principales: 1. Facultad de determinar uno sus propias acciones. 2. Estado de quien no es esclavo ni está preso. La libertad es un don que muchos desaprovechamos, que comprometemos al tomar decisiones que nos subyugan a adicciones, al materialismo, al orgullo, al temor… y a las deudas. ¿Cómo podemos, entonces, valorar ese don y los sacrificios que se hicieron por él? «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud»4. Valoramos la libertad cuando gozamos plenamente de ella, con gratitud, y nos mantenemos firmes y

alertas para no perderla. Descuidarnos implica volver a caer en la esclavitud. Futuro financiero Estoy convencida de que la libertad asociada a una situación económica holgada es potencialmente buena. El tiempo dirá si tendremos la disciplina necesaria para mantener un buen rumbo una vez que salgamos de deudas. El tiempo dirá si haremos un uso adecuado y generoso de nuestra creciente libertad económica o si la malgastaremos neciamente. Mi esperanza es que la acogeremos con los brazos abiertos y nos mantendremos firmes para no perderla, pues a mí no me gusta la esclavitud. Hemos sido libertados para que gocemos de libertad. Yo quiero vivirla. Ruth McKeague vive en Ottawa, Canadá. Es profesora de educación secundaria. En los últimos seis años ha hecho una crónica de su proceso para salir de deudas en su sitio web Prudence Debt-free5 . ■ 9


CAMBIO DE MENTALIDAD

Marie Alvero

Un estudio reciente reali-

zado por Charles Schwab arrojó que en EE. UU. 2,4 millones de dólares es la cifra de rigor para que una familia se sienta acaudalada, y que un poco más de 1 millón es lo que se precisa para sentirse desahogado. Lamentablemente, eso significa que apenas el 10% de la población estadounidense se siente desahogada. Después venimos todos los demás. Aparte de eso, independientemente de la posición de una familia en el espectro de ingresos, casi todas señalaron que necesitaban un poco más. Compárese eso con la situación de la mayor parte de la población mundial, que vive en países en vías de desarrollo en los que semejantes montos se consideran jugosas fortunas a las que solamente tienen acceso los más adinerados. Yo he sido una de esas personas que siempre piensan que necesitan un

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poco más. Me costó bastante aprender a manejar mi dinero sin dejarme controlar por él. Ahondar un poco en lo que dice la Biblia sobre el tema me ayudó a establecer un mejor marco de referencia para nuestra economía. A continuación, algunos principios que están bien claros en las Escrituras: Mi dinero le pertenece a Dios. ¡Todo lo que tenemos ha venido de Ti, y te damos solo lo que Tú primero nos diste! 1 Crónicas 29:14 (ntv) El amor al dinero es peligroso y conduce a la insatisfacción. Los que aman el dinero nunca tendrán suficiente. ¡Qué absurdo es pensar que las riquezas traen verdadera felicidad! Eclesiastés 5:10 (ntv) La virtud es preferible a las riquezas. Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores. Salmo 37:16

La generosidad es una obligación de quienes tienen dinero. Si alguien tiene suficiente dinero para vivir bien y ve a un hermano en necesidad pero no le muestra compasión, ¿cómo puede estar el amor de Dios en esa persona? 1 Juan 3:17 (ntv) No tomemos prestado con imprudencia. El que toma prestado es siervo del que presta. Proverbios 22:7 No pongamos nuestra fe en el dinero. A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. 1 Timoteo 6:17 Huelga decir que esa no es una lista exhaustiva de versículos sobre la materia. Es más, las Escrituras tocan bastante el tema de los bienes materiales. Un concepto generalizado que se atribuye al cristianismo es que el dinero es pernicioso o que Dios se opone al bienestar económico. No es cierto. El dinero no es ni bueno ni malo. Eso sí, el buen o mal uso que le damos revela cómo somos. La Palabra de Dios contiene principios para administrar sanamente nuestros recursos. La aplicación de esos principios le ha permitido a nuestra familia sortear o manejar nuestros problemas económicos, tanto en las temporadas de abundancia como en las de escasez. Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■


Heidi Dansholm

TODO E CA EN SU LUGAR «¡Todo se está viniendo abajo!», espeté al día siguiente

de visitar el orfanato de Kurasini en Dar es-Salam, Tanzania. Nuestro grupo de voluntarios llevaba dos años trabajando con el personal de la institución para mejorar la calidad de vida de los niños. Habíamos comenzado por mejorar la higiene en la cocina y el aseo de los dormitorios, y había habido algunos progresos. Sin embargo, parecía que siempre había más que hacer. A medida que se extendía la lista de tareas pendientes, lo propio sucedía con la de materiales e insumos. Además estaba la cuestión del financiamiento. ¿Dónde íbamos a encontrar patrocinadores que nos ayudaran a cubrir todas aquellas necesidades? Aquella noche, durante la cena, estuvimos hablando del centro de acogida. De golpe me acordé del estado en que se encontraba la

guardería y me embargó otra vez un tremendo sentimiento de impotencia. De ahí mi exabrupto: «¡Todo se está viniendo abajo!» Uno de mis colegas se rio y me recordó el estado calamitoso en que se encontraba el orfanato la primera vez que lo visitamos. De ahí pasó a enumerar todas las mejoras que habíamos hecho hasta la fecha. Me sentí como una tonta. Era cierto que aún había mucho que hacer, pero unos minutos de reflexión para valorar todo lo logrado hasta el momento bastaron para ayudarme a verlo todo más objetivamente. Dejé de sentirme abrumada y me invadió una gran satisfacción por todas las mejoras que habíamos hecho, lento pero seguro. En ese momento escuché en mi mente la voz de Dios: «En definitiva, ¿quién lo dispone y arregla todo? ¡Yo! ¿Quién ve la situación con más

claridad y sabe mejor que nadie cómo arreglarla? ¿Tú o Yo? ¿Quién resolvió las cosas cada vez que se presentó una situación imposible? ¡Yo! Lo mejor que puedes hacer es seguir realizando día a día lo que está en tus manos y seguir orando. Confía en Mí. ¡Todo caerá en su lugar a su debido tiempo!» Esas palabras no podían haber sido más oportunas. Sentí renovadas fuerzas y determinación. Continuaríamos haciendo progresos con lo que pudiéramos, abordando un problema tras otro, y lo demás lo dejaríamos en manos de Dios. Con Su apoyo, ¡saldríamos adelante! Naturalmente, todo en la vida es así. Muchas veces parece que todo nos juega en contra; pero cuando nos retiramos unos momentos, nos damos cuenta de que Dios está ahí, listo para ayudarnos. En Sus manos las cosas no se vienen abajo, sino que caen en su lugar. ■ 11


PON A PRUEBA A DIOS Virginia Brandt Berg

Después de pedirle algo

a Dios, actúa en consecuencia. Traduce tu fe en hechos. Acompaña tus oraciones con acciones, dando pasos que te acerquen a tu meta. Cuando yo oficiaba de pastora en una iglesia de Oklahoma (EE. UU.), había una chica llamada Etta que deseaba ardientemente cursar estudios superiores y prepararse para servir al Señor. Había estado dos años orando para conseguir el dinero de la matrícula. La situación parecía imposible. Vino a mí llorando, muy desanimada. Le pregunté si estaba convencida de que era la voluntad de Dios que se fuese a estudiar, y me contestó que estaba completamente segura. —Yo desde luego no dejaría pasar más tiempo —le dije—. Llevas dos 1. Filipenses 4:19 2. V. 1 Juan 5:14,15

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años pidiéndole el dinero al Señor, pero nunca has demostrado con tus acciones que das por seguro que Él te lo va a proporcionar. Si de verdad creyeses que Él va a responder tus oraciones y darte el dinero que te hace falta, ¿qué harías? —Juntaría mi ropa, escribiría a la facultad para informarles que voy y haría los demás preparativos para marcharme —contestó Etta. —Pues eso es ni más ni menos lo que haría yo en tu lugar. Aférrate firmemente a Sus promesas y prepárate, haz todo lo que puedas, como si ya tuvieras el dinero en mano. Si alguien de tu confianza te prometiera el dinero, tú le creerías. Pues resulta que Dios mismo te ha prometido en Su Palabra, en el Salmo 37:4, concederte las peticiones de tu corazón. ¿Le crees? —¡Sí, claro! Y voy a demostrarlo. Voy a ir a casa a hacer el equipaje y preparar mis cosas. Las clases

comienzan dentro de poco. Tengo que darme prisa. A partir de aquel momento, Etta no volvió a vacilar. Se concentró en los preparativos, convencida de que el Banco del Cielo abriría sus ventanillas en el momento oportuno. Apenas un día antes de la fecha prevista para su partida, me llamó para decirme que ya tenía preparada la ropa y demás, pero no tenía maleta. Por teléfono invocamos la promesa de la Escritura que dice: «Dios […] suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria»1. Como una hora más tarde, una amiga me llamó para decirme que estaba limpiando la casa y había juntado varias cosas que ya no le servían y de las que quería deshacerse, entre ellas una maleta grande. Se le había ocurrido que a lo mejor a mí me vendría bien. Me reí y le dije que estaba atendiendo un pedido del Cielo, pero se


había equivocado de dirección. El Señor quería que enviara la maleta a casa de Etta. La noche siguiente fuimos varios a la estación de tren a despedirnos de Etta. —Todavía no tengo la plata. Por eso no he podido comprar mi boleto —me dijo al oído—; pero estoy de lo más tranquila, porque sé que el Señor ha oído mi oración y que tengo lo que le he pedido2. Me puse a pensar que algo había fallado. Unos amigos me habían contado que habían hecho una colecta para ayudar a Etta, pero yo no sabía por qué ella no había recibido el dinero. En ese preciso instante se oyó el silbido del tren y se vio a lo lejos la luz del faro de la locomotora. El tiempo se acababa. ¿Qué podía decirle? De pronto llegó corriendo uno de los que habían organizado la colecta.

—Estaba trabajando en mi oficina cuando me acordé del dinero que me habían dado para Etta —explicó—. Y traigo un poco más, obsequio de mi esposa y mío. —Y aquí hay otro poco —dijo otro amigo que acababa de llegar a despedirla. —¡Viajeros, al tren! ¡Viajeros, al tren! —gritó en ese momento el revisor. —Viajeros al tren de las promesas de Dios —le dije a Etta—. Dio resultado, ¿no? —Es maravilloso —contestó ella—, es impresionante lo que puede lograr la fe. Virginia Brandt Berg (1886–1968) fue una escritora y evangelizadora estadounidense. En el portal http://virginiabrandtberg.org hay más información sobre su vida y su obra. ■

Que [el Señor] te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes. Salmo 20:4 (nvi) Por encima de todo, sepan esto: Estén preparados en todo momento para los dones de Dios y estén siempre listos para los nuevos. Pues Dios está mil veces más presto para dar que nosotros para recibir. Maestro Eckhart Dios nunca llama a Su pueblo a hacer nada sin prometerle que proveerá para todas sus necesidades. Charles Swindoll (n. 1934) A Dios no hay nada que le fascine más que cumplir promesas, responder oraciones, obrar milagros y realizar sueños. Así es Él. Eso es lo que hace. Y cuánto más amplio sea el círculo [de oración] que tracemos, mejor, porque así Dios obtiene mayor gloria. Mark Batterson 13


Anna Ranta

VALIOSAS OPORTUNIDADES Un típico lunes por la mañana, mi marido y yo llegamos al centro de la ciudad para ocuparnos de asuntos relacionados con la labor benéfica que llevamos a cabo en varios países balcánicos. Eran las 10, y ya hacía bastante calor. Como la tarde se presagiaba aún más calurosa y agobiante, queríamos terminar antes del mediodía todo lo que teníamos que hacer. Mientras estacionábamos nuestra casa rodante, se nos acercó un hombre para pedirnos dinero o comida, lo que aquí no tiene nada de extraño, porque hay todavía millones de personas que lidian por superar las consecuencias económicas de la guerra que azotó la región a principios de los noventa. Por lo general procuramos dar algo a los que nos piden —algún artículo de primera necesidad que tengamos con nosotros o un poco de dinero—; pero a ese señor le prestamos poca atención y nos marchamos apresuradamente. Cuando volvimos un poco más tarde nos estaba esperando, impertérrito ante el poco caso que le habíamos hecho antes. Como 14

nuestro vehículo tiene placas italianas, nos dirigió unas palabras en italiano. Le dije que yo no era italiana, sino escandinava, y comenzó a hablarme en danés. Mi marido y yo buscamos en la furgoneta algo que darle y, cuando nos oyó conversar en inglés, se puso a hablarnos en un inglés casi perfecto. No era un mendigo común y corriente. Nos explicó que era un refugiado croata que años atrás había huido de la guerra con lo que tenía puesto y que no tenía casa. Vivía con varios amigos en un parque al otro lado de la calle. Una pequeña cocina a gas y tres perros callejeros junto a su ropa de cama corroboraban su historia. A mi marido y a mí nos dolió la manera en que lo habíamos tratado, pues estaba claro que era un hombre decente y culto que pasaba por una mala racha. Aunque no hubiera sido tan decente y culto, la conciencia nos habría remordido igual. La tragedia de la guerra había conducido a todo su grupo de amigos a aquel estado; pero mientras más conversábamos con él, más nos

dábamos cuenta de lo admirablemente bien que se habían adaptado a unas circunstancias en extremo difíciles. Habían improvisado una vivienda bajo los árboles del parque, y se bañaban y lavaban la ropa en el Danubio, a poca distancia. Buscando en nuestra caravana, reunimos provisiones para él y sus compañeros. Le dimos comida, jabón, diversos artículos de tocador y algunas lecturas alentadoras. Además, prometimos llevarles ropa la próxima vez que pasáramos por allí. Con lo acelerados que andamos a veces, es fácil que dejemos pasar valiosas oportunidades de ayudar a un semejante. Todos tenemos mucho que ofrecer a los demás —y ellos a nosotros—, pero con excesiva frecuencia dejamos que las prisas nos roben la bendición de echarles una mano. Anna Ranta es misionera desde hace 45 años y autora del libro Living an Extraordinary Life , que se puede adquirir en The Book Patch. ■


Koos Stenger

LOS B I E N E S TE R R E N A L E S Siempre me han gustado los perros. Me crie con perros, y más adelante, cuando mi mujer y yo éramos misioneros, siempre consideramos que en nuestra casa hacía falta un perro. Así fue como un día nos conseguimos un cachorro y un collar. No era cualquier collar, sino el mejor que encontramos. De hecho, cuando lo sacaba a pasear por la mañana o a explorar los campos al atardecer, con su collar de acero inoxidable y la placa dorada en la que estaba grabado su nombre, muchas veces parecía estar mejor vestido que yo. Desafortunadamente, el perro no tenía ni idea de que llevaba un collar tan vistoso, y no estaba interesado en cuidar de sus bienes terrenales. Se le perdió en el mar. Le gustaba ladrar y gruñir a la espuma y arrojarse contra olas que eran cinco veces más altas que él. Siempre volvía con una enorme sonrisa canina, como diciendo: «Amo, conquisté el mar. ¿No me viste?»

Pero un día el collar desapareció. Fue descorazonador, pero no había nada que hacer. Como no había ninguna tienda de mascotas en las inmediaciones, le atamos una soga al cuello. Hasta tres días después. Ese día caminaba yo a solas por la playa para tener comunión con Dios. El lugar estaba desierto, salvo por un pescador que preparaba sus redes. Al verme me hizo señas, y cuando me acerqué me recibió con una sonrisa desdentada. Sus penetrantes ojos azules me estudiaron por un momento. —¿Esto es suyo? —me dijo sacándose algo del bolsillo para mostrármelo. Me quedé boquiabierto. Era el collar de nuestro perro. —Lo encontré pescando —me dijo—. Parece caro. —Lo es —respondí todavía atónito—. Lo perdió en el mar hace

tres días. ¡Qué bueno que es Dios! Él se ocupa hasta de los detalles más insignificantes de nuestra vida. —¿Dios? —respondió el pescador—. ¿Qué tiene que ver Él con esto? —Siéntese y se lo explico. Aquel día yo recuperé el collar de nuestro perro, y aquel hombre descubrió la amistad de Jesús. Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■

Una vez que Jesús sea tu amigo, nunca lo perderás. Puedes establecer una relación de amistad con Él haciendo esta oración: Jesús, entra en mi vida y hazte amigo mío para siempre. Ayúdame a descubrir, mediante la lectura de Tu Palabra y un mayor conocimiento de Ti, el camino que debo seguir. Enséñame a tratar a los demás con amor y cariño, como Tú lo harías. Amén. 15


De Jesús, con cariño

RIQUEZAS DURADERAS Mi Palabra contiene cientos de promesas que tienes derecho a invocar. Si lees, asimilas y me recuerdas esas promesas, verás oraciones respondidas, lo cual incrementará tu fe. Si no dejas de leer, asimilar e invocar Mi Palabra, Yo no dejaré de responderte, de inspirarte y de proveer para tus necesidades Con eso no quiero decir que tu fe nunca vaya a flaquear, ni que nunca más vayas a tener que superar escollos. Mientras estés en este mundo, las temporadas de prosperidad se alternarán con las de dificultades. Los problemas son parte necesaria de la vida. Sin embargo, tu vínculo conmigo y tu fe en Mi amor y en Mi Palabra serán el factor determinante que te ayudará a capear las tormentas de adversidades.


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