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Crónicas alteradas de pasados amorosos
Ana Ivonne Rubio Flores Chihuahua
7 de marzo 2009…
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10 de marzo 2013…
17 de febrero 2016…
12 de julio 2020… 2 de marzo 2019…
24 de junio 2020… 31 de enero 2020…
3 de agosto 2020… Una caricia…Un beso tierno… Un abrazo… Un susurro… Mensajes dulces… Lo único que tengo son fechas donde guardo fragmentos de recuerdos y sensaciones…
Lloraba sin poder tener un poco de claridad en mi mente, sin embargo, su mano tomando la mía me hizo volver en sí. “Te escucho”, susurró suavemente. Hablé. Le conté mi dolor, le mostré mi vulnerabilidad de tal manera que no era capaz de mirar su cara. Me apenaba saber que veía mi rostro hinchado, la nariz escurriendo, los labios temblorosos, sin embargo, cuando cruzaba mi mirada con la suya, entonces me dí cuenta en ese momento: Me miraba de verdad, me escuchaba de verdad, su silencio comprensivo era real, era real…
Tengo fragmentos de recuerdos y sensaciones dulces… Me parecía divertida su personalidad, era realmente agradable cuando cantaba para mí canciones de Steven Universe para alegrarme y cada que cantaba la parte de “let me drive my van into your heart” realmente sentía que ya lo hacía provocándome un intenso sonrojo. No era necesario hacerlo. Los paseos eran cálidos, no había tensión en la plática, nadie pretendía fingir nada, todo era lento y natural por ambas partes. Me embelesé, me sentí libre.
Tengo fragmentos de recuerdos y sensaciones amargas… Su terquedad y la manera de hablar me parecían cualidades agradables. En un inicio pretendí que no era problema cuando noté su posesión sobre mi naturaleza libre, los celos desmedidos; no pensé que fuera una persona tan insegura… Pero fueron sus palabras hirientes quienes me dieron más que claridad. El amor que le tenía era grande, pero el amor que me tengo lo era aún más. Tomé mis cosas, no le permití hablar más y fui cuando volví a enfatizar que mi amor es libre, yo soy libre, no soy de nadie solo soy mía y yo soy primero. Jamás me había sentido tan ligera como en esa ocasión.
Tengo fragmentos de recuerdos y sensaciones deliciosos…
El sushi de ahí era delicioso, el restaurante, la atención. El lugar parecía ser un auténtico restaurante de sushi. La plaza comercial donde se ubicaba me parecía bohemia, era como estar en otra ciudad. Era fascinante. El ambiente nocturno era delicioso como los origamis que pedimos… Recuerdo que nos vimos para probar ese restaurante nuevo para luego ver los últimos episodios de Bojack Horseman. Nunca olvidaré esa noche, a pesar de hacber comido bastante, igual compramos algunas papitas y helado para ver el final de la serie… Esa noche lo que terminó de sellar para recordarlo fue con la canción final… “Mr. Blue… I told you that i love you, please believe me…”
Y de pronto todo era eso: Azul. Sentí tanta pureza, afecto y libertad esa noche. Al reunirnos me sentía cómoda, no había intenciones más allá de lo que aclarábamos, era tranquilidad, era aceptación de nuestra libertad y la decisión de compartir este momento en una unión tan gentil y sana… Tú me aceptas… Yo te acepto. Nos aceptamos en libertad. …
Trastornos de la pérdida
Itzel Preciado Guadalajara, Jalisco
Existen días en donde me encuentro hasta el hartazgo de este laberinto llamado idealización romántica, yendo de un punto a otro con tal de encontrarte, pero todo es en vano no hay ni un rastro tuyo. De ti solo tengo recuerdos buenos de una temporada antigua, pero estos son inútiles para lo que ahora hago. Sigo adentrándome más al laberinto. Sin embargo, regreso al lugar donde comencé y las paredes me dicen: “pequeña, por andar buscando amores imposibles te has perdido a ti misma, desiste, por favor, que los años están partiendo de tus manos”.
Esas frases me hacen perder el aliento, respondo confiada: “Oigan, ¿Cuánto tiempo llevo aquí?”, contestan temerosas; “En este preciso momento se cumple un siglo desde que ingresaste”, díganme “¿Qué demonios hice con mi tiempo en la tierra?”, “buscarle sin detenerte. Sabes, desde el principio, nos sorprendió verte aquí, en temporadas lejanas a ésta, nunca entraste a nuestro pequeño aposento, eras una persona muy sabia, alguien que conocía perfectamente el dolor que dejan este tipo de amores y preferías dejar ir esas emociones que sólo debilitan el ánimo y al cuerpo, pero parece que con esta alma lo has olvidado por completo, y te has deshecho para deificar a un ser que no vale la pena”. Sus palabras causan ecos en mi piel, el sol se incrusta frente a mis pupilas como si fuese un espejo con mil secretos, las paredes del laberinto se mueven con el viento a manera de señal y los latidos que durante todo este tiempo he callado cantan un discurso, cortando la venda que me mantenía inconsciente: “Mírate, esa no es la niña a la que le di la primera melodía que marcaba el comienzo de su presencia en aquel lugar anhelado muchos y visitado por unos cuantos/Lamentablemente, tampoco es la mujer fuerte valiente y hermosa que mi carne ve siempre que regreso a mis sentidos/ Sólo eres aquella quien busca en otra alma ingrata y desinteresada todas esas cualidades que siempre han estado en ti, en mí, y en cada hebra que nos vuelve un mismo ente”. El corazón guarda silencio, la silueta que no se reflejaba en ese espejo extraño, lo hace, veo el rostro apagado, la mirada más triste a cuando me adentre en
este laberinto infinito, los labios sin su color natural, la piel agrietada, las manos y los pies débiles, el cabello hasta los talones, sin brillo, muerta en vida si puede llamársele así, me digo “¿Y ésta extraña quién es?” le digo a la casa donde dormita todo lo que soy y en conjunto me responden: “Es en lo que te has convertido por sentirte indigna de ti, almacenamos las malas emociones de manera fervorosa que se convirtió en lo que nos daba vida”, caí ante la crudeza de su mensaje y mis labios dijeron con fuerza: “Lo siento, era terca y me separé de cada parte que nos une, somos valiosas y nos sacaré de este lugar lleno de amargura”. El corazón guarda silencio, la silueta que no se reflejaba en ese espejo extraño, lo hace, veo el rostro apagado, la mirada más triste a cuando me adentre en este laberinto infinito, los labios sin su color natural, la piel agrietada, las manos y los pies débiles, el cabello hasta los talones, sin brillo, muerta en vida si puede llamársele así, me digo “¿Y ésta extraña quién es?” le digo a la casa donde dormita todo lo que soy y en conjunto me responden: “Es en lo que te has convertido por sentirte indigna de ti, almacenamos las malas emociones de manera fervorosa que se convirtió en lo que nos daba vida”, caí ante la crudeza de su mensaje y mis labios dijeron con fuerza: “Lo siento, era terca y me separé de cada parte que nos une, somos valiosas y nos sacaré de este lugar lleno de amargura”.
Se cae el atavío, dado por la cuidadora del laberinto como un pacto de espera a la persona deseada, con el cual cubría mi cuerpo para consagrarme a un ser ausente, me desprendo de ese crueldad pasada, me veo desnuda, el estado de ceguera se ha escurrido dando paso a la claridad, tomo consciencia del cuerpo creado para mí, le abrazó con tanta fuerza y devoción que me rompo a llorar, observé con detalle cada parte de éste, recuerdo la cara que se llenaba de felicidad al recoger flores, en la sonrisa que brotaba cuando realizaba actividades para mí misma, me detengo en la marca de nacimiento por la que sentía curiosidad, mi vista retorna aquel lunar que amaba que evoque con un significado simbólico: “Eres el lugar donde comienza tu propio amor”. El sol con su espejo me dejó, le-
vanté este cuerpo que había olvidado, toqué el corazón con ambas palmas; sentí la paz, ingresé a las paredes del laberinto, ellas me dieron el conocimiento y la verdad. Poco a poco mi cuerpo se transformaba en lo que le pertenecía, incluso sentí la calidez de mi piel como nunca lo había hecho, la acaricié hasta el más mínimo borde, entre las entrañas del laberinto encontré la ropa con la que vine y mis pertenencias tiradas, me vestí admirando cada parte, hice mis maletas quitando también lo innecesario y las tomé [...] el camino era largo, pero mis amigas de un siglo dejaron piedras lunares como guía para mi nuevo yo, siendo un estandarte para el futuro. A las que conformaban el laberinto les dije adiós, les dolió; pero ellas tenían fe de que no cruzaría una vez más su puerta, cuando al fin vi la luz, era resplandeciente, ahí yo salí acompañada con la promesa de no dejarme a la deriva jamás, y así rompí lo que me unía a ti y remendé el hilo que me unía más a mi propia identidad, salí para amarme por sobre todas las cosas, porque si no empiezo por mí misma quién lo hará, nadie ni siquiera tú [...] El tiempo ha pasado, algún inconsciente me dijo que los laberintos siguen igual y en cuanto a mí se refiere; ya otra casa me pertenece, camino por el jardín de mi nuevo hogar, veo a alguien pasar y viene un recuerdo. La profundidad de mi carne dice: “No le seguiremos en este lugar, y nos prometo jamás cruzar laberintos por desconocidos o desconocidas, esta vez estaremos completas, así lo demás que éste en nuestros planes vendrá por añadidura y en su verdadera forma el equilibrio será eterno; ya que el derrumbarse por alguien más no está escrito aquí.
Paisaje de sur a piel
Juan Soñador Rivera Atacama, Chile
Su piel parecía contener toda la luz y sombra del arrebol. La claridad sensual de sus labios tenía la carnosidad de un rayo natural. Se desparramaban sus cabellos como lianas de ríos sobre sus pechos perfumados de cielo. Su vientre emergía delicadamente como una manzana devorada por luciérnagas. Sus caderas irradiaban la geometría de unas manos hambrientas de barro. Sus piernas desnudas en el acantilado de los deseos embriagaban la noche y el día de la memoria. Sus pies deslizaban pasos como si fueran descubriendo el contorneo de la sangre. Su mirada tan traviesa e ingenua era el amanecer que descubría a los poetas ebrios de amor y locuras.
La desnuda esencia de su cuerpo hacía germinar palabras tan bobas que solo era necesario contemplar como silenciosamente bebía una taza de café. Ella allí,
mágicamente desnuda volviendo a creer en el amanecer de la ventana del departamento en el tercer piso. Ella allí,
volviendo a creer en el silencio de la fotografía de un olvidado libro. Ella allí,
Volviendo a creer en la militancia de una palabra arrojada a cualquier río. Ella allí,
Volviendo a creer en sí. Su mirada desnudaba mis sueños mientras la iba acariciando de mar, de volcán, de valle, de desierto.
Minificciones amor propio
Marcia Ramos Lozoya Tijuana, México
Revelación
Amanda espera con ilusión el día de su boda, pero el novio empezó a oler mal y dejaba fragmentos de su piel por todos lados. Hasta que un día llegó con una apariencia diferente y empezó a golpearla. Pronto, Amanda perdió pedazos de su corazón y nació una nueva mujer que canceló la boda. El corazón resurgió con su amor propio.
Vocabulario
Mi novio me decía cordero, cerda, vaca y monstruo. Yo le respondí: basta, hasta nunca y adiós
Verbo mata carita
No le preocupa aquella pierna izquierda que tiene más corta o su ojo pintado de otro color sino las palabras que salian de su propia boca cuando alguien decía que era un simple robot. El solo afirmaba: Soy más que un eco sordo en el fondo del cuerpo.
Me amo
– Te amo. – Yo también. – No te lo dije a ti. – Entonces ¿a quién? – Al reflejo que miro en tus ojos.
Lucifer
Lucifer se miró al espejo, se encontró más bello que de costumbre, pero quería ser independiente. Su padre siempre lo había detenido por ser el hijo predilecto. Decidió enseñarle el mismo espejo y Dios se vio sabio y fuerte. Comprendió que Lucifer estaba hecho a su imagen y semejanza. Lo aceptó y lo dejó ir. Sabía que podría abrazar sus propios demonios.
Me cansé
María de Jesús Tome Pasí Veracruz, México
Me cansé, sí simplemente me cansé. Me cansé de vivir tras la sombra de alguien más. Me cansé de ser la opción de alguien. Me cansé de dar mucho y recibir poco. Me cansé de sentirme insuficiente para alguien. Me cansé de guardar silencio tras las burlas y arrogancia de alguien que se sentía mejor que yo. Me cansé de llorar por horas pidiendo que no me dejarán aun sabiendo que vendrían mejores amores y a la larga era lo mejor. Me cansé de ser siempre traicionada en amores y amistades. Me cansé de rogarle a la vida que me quitará un poco de dolor. Me cansé de no ser amada realmente. Me cansé una y mil veces me cansé y hoy tiro la toalla ante todo eso. Hoy no quiero más de eso, así que decido amarme, valorarme y perdonarme por todo lo malo que he permitido.
Está vez soy yo la que no quiere ser la opción de nadie, quiero amar y disfrutar de lo hermoso de la vida. Ahora se que valgo mucho, pero tampoco soy ni mejor ni peor que nadie, ahora aprendo a amar, amar a la persona que tanto daño le cause, exactamente aprendo a amarme a mí.
Jardín, tu jardín
Mariana Cano Cerritos UG
Después de tu pasado, tan desierto y doloroso, ha llegado el momento de florecer, entre tierra fértil y llena de vida. Cuida de ti, de tu jardín, de tus flores, de tus pétalos y cada parte que te forma. He escuchado, que cuidas más de ti, de tus raíces y que danzas con el viento, y que los rayos del sol te han acariciado e iluminado poco a poco. Comprendiste que puedes estar en primavera, pero también, darle la bienvenida a las demás estaciones, sobre todo, aquella estación donde el cielo es gris y el clima es frío. Un pajarito, me dijo, que un jardinero te ha visitado, que sus ojitos brillan tanto, cuando se observan y se sienten. Es notorio, que ambos están creciendo, ambos tienen su espacio y se comparten de aquellos rayitos del sol y de las gotas llenas de agua. Le cantas, te canta. Te abraza, lo abrazas. Lo escuchas, te escucha. Te acompaña, lo acompañas. Ahora, compartes parte de ti, aprendiste que el amor no se trata de dar, hasta quedarnos vacíos, se trata de compartir, de compartir tus flores y guardar, una parte de ti, por si en algún momento, serás tu única compañía y regreses con los brazos abiertos, para poder cuidar tus flores y contemplar tu crecimiento, tu transformación.
Durante este tiempo, procuras cuidar tu jardín, tus flores, las flores que te acompañan, tu propia compañía, abrazas los días soleados y contemplas las noches estrelladas. Tu luz. Tu oscuridad. Tu cuerpo. Tu ser. Tu alma. Tu sentir y tu pensar. Tus flores Tu jardín...
¿A qué aspiras?
Blanca Estrella González Torres Estado de México
Me enamoré de mi misma no es egoísmo, es amor amor como el de aquellos versos de brisa, de viento y sol.
Con mis contrates de luz y sobra sin espejismos ni silencios no creo en amores predestinados sí, en los que se van construyendo
Amores donde se expresan sentimientos sin temor al que dirá sin miedos, más que valiente sintiéndome en libertad.
Romance de elección adulta sin ecos letales de palabras claras sin medias tintas.
Amores completos como mi amor propio haciendo historia venciendo el miedo
¿A qué aspiras? Me han preguntado Yo, amándome Todo lo he conquistado.
¿Sabes cómo se siente el “amor”?
Shunashi Nefertari Rojas Mijangos Oaxaca, México
“¿Amor? ¿Qué es el amor?, más alto que mi montaña, más alto que mi cabeza, más alto que mis nubes… ¿Amor? ¿Qué es el amor? Donaji, 2019
Con esta frase en mi mente, desperté esté 14 de febrero, preparada para celebrar una vez más el tan emblemático día de los enamorados, por muchos años había escuchado esta frase en la televisión y siempre añoraba tener algún día una historia de amor tan bella como la de los protagonistas de aquella historia, sin embargo, siempre había asociado esas líneas al amor romántico, claro está por el contexto en que es aplicada, pero hoy al despertar y traerla a mi mente algo cambió.
Bajé a desayunar y como era de esperarse, en el ambiente se podía percibir la calidez típica del día de San Valentín, entre charla, café y bocadillos analizaba cada uno de los mensajes que afectuosamente recibí de amigos y familiares, pensaba en cada uno de ellos y la importancia que tienen en mi vida; pensaba en las tantas ocasiones en que mis amigas me relataban sus historias de amor y en lo mucho que yo sufría al escuchar que muchas veces, eran más las lágrimas y frustraciones que los momentos de felicidad que ellas tenían, pensé y reflexioné cuánto influye el hecho que desde muy pequeña te creen la idea del amor romántico, lo grave que es el pensar que somos entrenadas para un amor servicial, un amor que da sin esperar nada a cambio. Llegó un punto en mi vida, que mientras las escuchaba, era tanto mi coraje que prefería no hablar y hacer de cuenta que eso no pasaba, sin embargo, creo que la mayor muestra de amor y lealtad hacia ellas, fue que juntas ayudarlas y ayudarnos a salir de ese hoyo en el que estábamos hundidas;
hoy en día sé que el camino no ha sido fácil y que tanto a ellas como a mí nos ha costado mucho salir de ese tipo de situaciones, pero gracias a su valentía y fuerza puedo pensar en ellas y saber que están bien, que están en el lugar donde merecen y donde se sienten plenas y felices.
Después de vivir todo eso con ellas, cada vez me era más difícil pensar que aún existen amores incondicionales, y no me refiero a aquellos que se leen en las novelas, al contrario, me refiero a aquellos que son “amor en equipo” amor sin exigir, sin quitar, sin restar, por supuesto que los he escuchado y he visto historias de amor sumamente bellas, pero ¿Hoy en día en dónde están? ¿O es que acaso no todos merecemos una?
Al terminar mi desayuno decidí subir a mi cuarto, y para no perder la tradición opté con mi tía por salir a despejarnos un rato (con todas las medidas de precaución por la pandemia) , por lo tanto comencé a arreglarme para salir, mientras tanto mi hermano menor me marcó por teléfono para contarme con detalles respecto a su regalo de cumpleaños, fue para mí muy gracioso el hecho de que me relatara de manera precisa todo lo que quería, y mientras él hablaba mi mamá, hermana y abuelos igualmente estaban detrás del teléfono riendo con él y conmigo por su inesperada pero interesante petición. Mientras los observaba y escuchaba, retomaba las líneas de la mañana: ¿Amor? ¿Qué es el amor? Y pensaba en cada uno de los momentos que me han regalado y lo dichosa que he sido por tenerlos en mi vida; aprendí del amor cuando mi mamá pasaba noches en vela cuidándome por estar enferma y por todas las veces que prefirió que yo tuviera algo antes que ella, aprendí de amor cuando vi a mi abuela rezando todas las mañanas para que yo tuviera un buen día, supe que
era el amor cuando veía a mi abuelo ir a recogerme con una sonrisa todos los días a la escuela, conocí al amor cuando vi por primera vez a mi hermana en la sala de maternidad, aprendí de amor cuando hice mis exámenes de admisión y mi tía me acompañó y no dudo ni un monumento de mí, conocí al amor cuando mi hermano menor me dijo por primera vez “te quiero”, y más importante aún, conocí al amor cuando gracias a todos ellos aprendí a amarme a mí misma, aprendí que puedo ser valiosa para los ojos de muchas personas, pero aun así es más importante la visión y percepción que tengo sobre mí misma. Relaciono mi pensamiento de la mañana con ellos, y pienso que si bien esas líneas son tomadas de una historia de romance entre dos personas, su significado es aún más amplio y profundo que lo que representa esa escena, “amor” en efecto, es más grande que las montañas, más alto que mi cabeza y por supuesto más alto que las nubes, es ese sentimiento puro de paz, de felicidad y de tranquilidad, eso que sentimos cuando estas con personas que realmente llenan tu vida, que te hacen sentir completo y alegre, pero aún más importante y más grande, “amor” es eso que sientes por ti mismo al verte todo los días parado frente al espejo, eso que sientes al ver todo lo que has pasado, y sin embargo ahí estás, eligiéndote cada mañana.
Hoy en día puedo decir que me he construido, destruido y reconstruido un millón de veces, y sin embargo cada una de esas versiones me ha enseñado más y más sobre mí, me ha enseñado a aceptarme, valorarme y amarme en cada una de mis facetas, me ha costado mucho entender que valgo mucho y que soy mucho, que me tengo que preferir mil veces a mí antes que a cualquier persona y situación, que soy un ser cambiante y que por supuesto en alguno de esos cambios me voy a equivocar y de eso se trata la vida, de equivocarme, de
caerme, pero siempre volviendo a intentar, pienso que me ha costado tanto llegar a amarme de esta manera que no puedo esperar que alguien lo haga menos de lo que yo lo hago, y si fuera así
¿Tendría algún sentido? Por supuesto que no. Esto no significa que me niego la idea del amor romántico y a las bellas coincidencias que muchas veces nos manda el destino, de ninguna manera, simplemente que hoy en día, pienso que antes de tomar cualquier tipo de relación llamémosle amistad o noviazgo, debo permitirme elegir, elegir aquellas opciones que me permitan abrirme a un nuevo mundo, no las que me dejen cara a la pared, debo elegir aquello que me abre a los otros, a nuevas experiencias, a diversas alegrías, y evitar aquello que me encierra y me detiene. Culmino mi día de San Valentín, bebiendo un delicioso café, charlando con “mis personas”, y digo mis, porque son parte valiosa de mi vida, aprendiendo de un día más como siempre y agradeciendo todo aquello que he tenido que experimentar para que el día de hoy pueda decir ¿Amor? Ya sé que es y cómo se siente el amor.
Amor mío
Carla Edith Palacios Morales Xochimilco, Ciudad de México
Crecí con ideas erróneas, estereotipos y prejuicios Fui de “las raras” de la secundaria
Me enseñaron a odiar mi nariz imperfecta Me molestaron por usar lentes y ser “la inteligente” Me dijeron que debía lucir más femenina Recibí críticas de mis amigas y fui juzgada por mis tías Me hicieron desear cambiar mi cuerpo y apariencia Me enseñaron a desaparecer mis estrías y ocultar mis lonjitas Me educaron para parecerme a otras y esforzarme en eliminarme A mí madre le molestaba que viviera “desarreglada” Un chongo y mi pants naranja reflejaban que no me amaba Ni siquiera era capaz de maquillarme la pestaña A la gente le incomodaba que ni un pretendiente por ahí andara De lesbiana, solterona y amargada no me bajaban Me enseñaron a soportarlo todo y a quedarme callada A escuchar sin cuestionar a mamá o papá A permitir que el novio me celara A respetar a lxs mayores, aunque fuera aquel viejo rabo verde A agradecer cuando me avisaban que mi cintura ya no estaba A dejar que el mundo me lastimara
Me instruyeron para atender, cuidar y servir, y mejor si era a un hombre Me dijeron que debía agradar, y así sola no me iba a quedar Antes de amarme, debía lograr que de mí alguien más se enamorara ¡Pero ya no más! Paso a paso voy dejando eso atrás Ha costado, pero hoy admiro a la mujer que veo en el espejo A esa mujer que desde siempre ha estado completa
Me enamoro día con día y no pienso volverme a abandonar Me abrazo cada día y doy gracias por donde estoy parada ahorita Me enorgullece la mujer en la que me estoy convirtiendo Poco a poco crece el amor propio que abruptamente me arrebataron Pienso en mí ante todo y se me resbala tanto odio No voy a tolerar que la gente me venga a intentar cambiar Hago las paces con mi cuerpo y le agradezco tenerlo Aprecio mis estrías pues cuentan historias de una experiencia de vida Defiendo mis lonjitas y barriga y las presumo con mi prenda favorita Me niego al maquillaje y aunque a usted no le guste, mis labios naturales le sonríen
Me gusta mi nariz grande y no respingada pues me ha permitido oler aires de esperanza
Me importa poco si les desagrada que no haya un hombre a mí lado Me elijo a mí y siempre a mí Amarme tal cual soy es mi resistencia El amor de mi vida, ha florecido junto con mi esencia
Receta de amor propio para principiantes y algo más
Maricruz Filemon Nolasco Ciudad de México
Recorremos el mundo y la vida buscando el amor, ese amor que tanto nos ponen en las películas, ese típico amor que se ven, se reconocen y saben que son hechos el uno para el otro, que pasan mil cosas que los lastiman, separan y por casualidades del destino vuelven a estar juntos sin importar el dolor, la humillación ni el tiempo.
Cuando somos jóvenes estamos enamorados de la idea del amor queremos vivirlo, sentirlo y entregarnos a él, este mismo comportamiento nos lleva a buscar desenfrenadamente la aceptación y el amor de los demás, sin embargo, regularmente no lo encontramos, o nunca es suficiente, pensamos que otra persona nos hará feliz y nos dará ese amor que tanto anhelamos. Hacemos, decimos y sentimos acoplándonos a la otra persona, la persona a la que entregamos la responsabilidad de amarnos y hacernos feliz. Responsabilizamos a los demás de nuestra propia felicidad, buscamos afuera lo que debe venir desde adentro. Suena a cliché pero para que alguien nos ame debemos amarnos primero. Conforme vamos creciendo y madurando se nos dice que el amor es sacrificio, pero difiero totalmente el amor maduro y real es aquel amor que te da paz y brinda seguridad, si nos referimos a una pareja es la decisión de elegir siempre a la misma persona, pero ojo no es elegir sobre nuestras necesidades, se trata de acuerdos, pláticas y confidencias que nos ayudan a estar en armonía con la persona elegida.
He dado mi concepto general del amor de pareja y lo aborde para poder decir lo siguiente: Si el amor está dentro de nosotros se le da el nombre de amor propio, el amor más difícil de conseguir pues nosotros somos nuestros peores jueces, nos desvalorizamos y nos hacemos ciegos a nuestras virtudes,
engrandecemos nuestros defectos y nos castigamos por nuestros errores, cuando debería ser diferente, deberíamos aceptar que somos humanos que nos equivocamos, que por cada error hemos hecho algo bien, que por cada defecto tenemos mil virtudes y que realmente nadie es totalmente malo o bueno, todos somos dignos de amor y respeto. Hemos visto escuchado, leído o incluso acudido a estos brujos, mago o personas de luz que dicen amarrar a la persona que amas a ti y que jamás se irán de tu lado. Puedo opinar que el mejor afrodisíaco y retenedor de alguien eres tú mismo, tu seguridad, tu luz y tu amor. Aprendí que cuando te amas dejas de buscar con desesperación el amor y es cuando llega a tu vida de la manera más inesperada o esperada los caminos son tan difusos. Si yo tuviera una receta para hacer un amarre sería para amarrar a tu yo interior, a la luz que viene de dentro y sale por tus ojos.
Mi receta es la siguiente:
Amarre de Amor Propio para Principiantes
1.- Háblate con cariño ponte un apodo bonito (anda hazlo) 2.- Piensa lo que mas te gusta de ti físicamente (todos tenemos algo que nos encanta)
3.- Piensa en tu mayor virtud (No importa que no creas que es virtud, hacer sonreír a los demás ya lo es) 4.- Trae a tu memoria el recuerdo mas feliz de la niñez (Por muy sencillo que sea)
5.- Piensa en lo que tienes ahora y te hace feliz (todos tenemos o hacemos algo que nos ilumina la mirada)
6.- Sueña a donde quieres llegar a corto, mediano o lago plazo. (El tiempo es relativo) 7.- Ya que tu mente este llena de cosas que te hacen sonreír e iluminan tu mirada. Mezcla todo
Nota: A veces se pierde un poco el efecto por cosas de la vida, pero puedes escribir todos los ingredientes y repetir cada que sea necesario.
Yo no soy experta en amor propio o de pareja, pero si soy alguien que busca estar bien y feliz con lo que tengo y lo que soy, solo quiero que la gente que amo y me rodea sea feliz y vean las maravillosas personas que son, conozco tantos que no se creen ni la mitad de lo que yo veo. Todos necesitamos un amarre de amor propio.
Despedida
Ana Lorena Martínez Peña UAEMex
Ella se fue. Cómo si nada. Cómo si todo. Cómo si no yo no fuese suyo. Toqué mi guitarra hasta que el amanecer se asomaba. ¡Ay cómo le grité a los dioses que volviera! Lloré hasta secarme, hasta perderme, y nadie lo sabía, la batalla de su ausencia la libraba solo, con un puñal de letras sin sentido y lágrimas que me limpiaron el alma completa. Bailé hasta que el bolero volviese a tener sentido sin ella, pero no fue así, cogió sus maletas y no se daba cuenta que, entre su ropa, llevaba empacada toda mi esperanza. La miré con ojos de misericordia, pero ya era muy tarde, apenas mi corazón latía, y yo me sentía morir. ¿Qué iba a hacer yo sin su primavera que curaba mi otoño? Los recuerdos, maldita sea, los recuerdos, aparecían en repetición uno tras otro como queriéndose burlar de mí, me golpeaban a la vez y yo, que ya estaba tendido en el suelo, no hice nada más que quedarme quieto, porque antes de que ella cruzara aquel umbral que decoraba nuestra sala, ya no estaba. Estaba su cuerpo, sí, pero ya no estaba ella, ni su sonrisa que iluminaba todo a su paso con un descaro que te arrebataba el corazón. ¿En dónde iba a guardar yo tanto? Me dejaste con el espíritu roto, sin poesía con dedicatoria. Dime tú, ave de cielo ajeno, ¿Qué haré con tanto sin ti?
Bruno
Maricruz Filemon Nolasco Tabasco, México
Te amé al punto de creer estar soñando al hallarme a tu lado porque no podía creer ser tan feliz estando despierta. Pero tú, Bruno, eso siempre lo supiste y por eso te aprovechaste de mí. Gracias a ti me quedé en la carencia y tuve que nadar entre la miseria de ser una vieja sin nada más que arrepentimientos. Gracias a ti perdí hasta mis hijos. Todo gracias a tus engaños y tu gran traición.
Pero ahora pagas por todo, mi muy querido, esto ya lo venía venir desde que supe que andabas con aquel inútil. A ti nunca te bastó todo mi amor. Ahh, si es que yo te amé hasta sentir dolor en la panza de solo sentirte cerca de mí, te amé y te lo demostré con todo lo que pude por eso te apoderaste de mi ser mientras me quitabas todo, pero no pasa nada, hoy pagas toda tu maldad. Si hasta me enteré que a aquel lo andabas presumiendo por todas partes, que al comienzo parecían pura azúcar de la buena. Pero muy pronto aprendiste lo muy maldita que puede ser la tierra. Los primeros días sin ti fueron muy duros: todo lo que tiene la vida me parecía aburrido en comparación con tus besos, esos que yo ya no tenía. Tu cara de esos entonces, no está que traes ahora, se aparecía en mis sueños y yo te abrazaba entre caricias pasando mi mano por todo tu cuerpo hasta que me despertaba la humedad entre mis piernas. Afortunadamente, las semanas pasaron y los recuerdos se fueron atenuando. Cada vez pensaba menos en ti. Cada vez mi flor pedía menos tu tacto. No, déjame terminar, mi muy querido. Veo que él te trata muy mal. Fingiste ser un hombre, me engañaste como una verdadera tonta y yo me lo creí, me creí todos y cada uno de tus gritos de supuesto placer cuando terminabas en lo más dentro de mi ser. Qué tonta fui al no darme cuenta de que al mismo tiempo eras igual o tal vez hasta más doncella que yo en la cama con otros hombres. Hoy regresas a mí queriendo que me olvide de todo, te exonere de toda culpa y te ayude, Bruno, pero por supuesto que no lo haré. El sol empezaba a lanzar colores extremamente dora-
dos que hacían que el rostro de Rosa se viese aun más contento después de finalmente haber sacado tantas palabras guardadas en conserva en su pecho. Tú debes pagar un poco de lo mucho que me quitaste y el sufrimiento será el encargado de sacarte las cuentas. Tú tienes que sufrir así como yo he sufrido. La noche ya se hacía presente cuando ambos tomaron caminos separados para jamás volver a verse.
El sueño que habita(mos)
Patricia Huerta Lozano Michoacán. México
Construir desde la ternura es besar con los ojos cerrados a un barquillo de helado de vainilla. Construir relaciones sin violencia es color magenta de anarquía, salir de la medida y sin venda en las piernas. Estar segura es comprar café veracruzano y perderse en las notas del recuerdo amargo del chocolate. Etimología: relaciones afectivas: lo subjetivo: un significado: intimidad de letras: destaca el conocimiento del otro: el otro también soy yo: encuentro de cariño: experiencias de preparatoria: consideración socializada: demanda de pensamientos: identidad narrativa: construcción social: sentido de interioridad: figuras del mundo cultural: interjuego. Evitar el control de los días y las horas, dispuestos en la asfixia de los talleres de poesía sin morras y mundos virtuales ajenos al cuidado. Establecer límites de tu cuerpo y mi cuerpo separados por la moneda arbitraria y convencional, del consentimiento de los espacios habitados desde el metal.
Normalizando conciencia, desde un color amarillo respeto y azul de afectos, para cargar de sutil escasez de vigilancia. Etimología: sexualidad: construcción social: roles de género: convencionalidad prescrita: forma propia: el hablar del lenguaje: relación cultural: conjunto de significados: comportamiento de individuo: jardín mojado: salud desde la perspectiva: emociones históricas: desarrollo de convicción: paradigma personal: valor interpersonal. Hablar de amor, naranja dulce, limón partido, de corazones multiformes, de canastas de recuerdos, de calzoncillos nuevos.
Carta a Manuel
Tatiana Valeria Asto Carbajal Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, Perú
Arequipa, 16 de enero de 2021 “Tú eres como las palomas, Sonqollay, que bajan a beber agua. Después de beber el agua, Sonqollay, alzan el vuelo y se van.
Yo te quise con el alma, Sonqollay, tú no has sabido quererme.
El amor que yo te tuve, Sonqollay, conforme vino y se fue.”
Manuel, apreciada alma mía:
Bajo la dulce brisa de enero, el presente evoca mi pasado y mis memorias parecen escucharse como una melancólica canción de invierno. El aroma de este triste verano endomingado arrastra mis veintiún años y siento como si cargara la más honda de las cargas terrenales. Esta absurda distancia, tan ridícula por cierto, que ha cubierto de una ululante oscuridad nuestro amor, me punza en el pecho como si se tratara de miles de cuchillos clavados en la esquina derecha de mi corazón, desde donde un eco resuena hacia todo el interior de mi cuerpo haciéndome escuchar tu voz, tu hermosa voz llamándome a lo lejos. De mis ojos ha comenzado a caer un salado aguacero que baja por las facciones de mi rostro formando arroyos de melancolía. Estoy sentado bajo aquel árbol donde prometimos alguna vez jamás olvidarnos, o es que acaso no recuerdas aquel día antes de mi partida, cuando el sol se escondía prometimos querernos tanto, infinitamente tanto como los granos de la arena que se orilla en la costa peruana, así como de la misma fuerza turbulenta del caudal de nuestro río en las lluvias tormentosas de Arequipa de este último verano ausente de nuestro amor.
Oh, cariño mío, ¡cómo olvidarlo! si en nuestro último abrazo, mi corazón se quebraba involuntariamente presintiendo tu pronto volar. ¿Por qué tu si lo olvidaste? ¿Por qué hiciste de mi canción infinita ceniza de ingratitud? Ni tan siquiera tomé mi avión, tus alas se abrieron y conocieron otros mundos. Tu corazón ya no latía más por mí. Pensé que quizás mi regreso te haría cambiar de opinión para que de esa manera puedas
volver a mis brazos y darte con ellos el calor de la valentía para afrontar todo lo que se nos venía encima, tu familia, tus amigos y tú mismo. Pero tú no estabas aún preparado, tus absurdos y mezquinos prejuicios te hicieron retroceder todo el camino que habíamos avanzado. En lugar de ello preferiste aceptar el regreso de Sofía, que decidirte a continuar nuestra relación condenada por la sociedad, por la iglesia y hasta por ti mismo. Dime, ¿eres feliz con esta decisión? Yo estoy seguro que no.
Los días pasaron lentos y el tiempo parecía sofocarme como si intentara arrinconarme en las cuatro paredes de nuestro pasado compartido, ya no pude cambiar el triste recuerdo por el dulce soñar, no pude ni siquiera dejar sonreír el alma. Tú te habías llevado contigo la poca luz que tenía en ese entonces mi vida, las estrellas del firmamento, el sol entero. El viento parecía golpearme todas las tardes el recuerdo que habría las heridas de la desdicha internalizada en cada poema que intentaba escribir bajo tu nombre. A veces sospecho que cada vez que regresaba a mi hogar sin tu amor, las últimas rosas que me regalaste marchitas ya lloraban conmigo tu ausencia. Pero, y aunque tardó un poco, la primavera llegó y junto a ella pude reconocer que no todo en la vida acababa contigo. La tierra volvió a girar, el universo se iluminó y en su resplandor descubrí el fraternal amor del olvido, quien ahora era mi hermano en lugar de mi enemigo. Sé que ahora otra alma es dueña de tus caricias, y que, al cumplir los 30 días del mes noveno de este año irás a juntar tus lazos con los suyos, aquellos que un día se hubiesen unido con los míos. Esta tarde rompo mi promesa y cometo el desdén de escribirte ya que te vi ir de la mano con tu prometida, tan feliz ella que no se imagina cuan dormido esta tu corazón. No pudiste contener mi mirada, en su lugar, la esquivaste y fingiste que yo no estaba allí, sonreíste y caminaste firme y recto hacia tu futuro. Me pareció tan injusta aquella escena que me quedé llorando por última vez por ti, con ese llanto hice tinta de lágrimas y decidí desencadenarme del silencio. Deshacerme de este dolor y por fin darle fin a la eterna falsía de tu amor.
No pretendo quebrar tu sosiego, pero me he resignado a seguir lamentando un abandono que no fue mío. En esta correspondencia te devuelvo nuestro anillo de compromiso. ¿Lo recuerdas? O ¿es que también lo has
olvidado? Me lo diste aquella última tarde que estuvimos juntos, aquella cuando me prometiste cosas que jamás pasarían. Ya no lo quiero, ya no deseo poseerlo. Quizás hubiese sido mejor dejarlo en algún lugar periférico de la ciudad, lanzarlo al inmenso mar u olvidarlo en las rocosas quebradas de nuestra sierra, pero mi corazón no se hubiese contentado con ello. Tú me negaste la voz, me sentenciaste a no volverte hablar más, preferiste jamás escuchar mis emociones quebrados y huiste hasta ahora de mis preguntas.
Qué tanto daño he de haberte hecho yo al aceptar tu partida para que todo este tiempo que estuvimos frecuentando el mismo espacio donde nos conocimos evadas mi mirada. Ojalá que al despertar la práctica rutinaria de tu melancólica guitarra escuches todas esas sonoras canciones que he cantado al cielo y que entre lágrima y lágrima han desgastado mi corazón. Que este árbol convertido ahora en viento del recuerdo, de haberse llevado tu amor no dudó y que mueras por siempre en mi soledad. Ahora regreso campante y sonante a mi senda, a mi dulce hogar, la música ha menguado el dolor que no me permitía volver a amar. Los cielos ya no llorarán y tristeza no recibiré de ningún hombre más. Pues, limitadas están ya las mentiras que de ti se generan porque algún día, lejano quizás, “haz de volver palomita ingrata, con la garganta rota y el corazón en la mano, te diré que no.” Con un fuerte y afectuoso abrazo me despido eternamente de ti. Espero que esta misiva se lleve al fin mi lamento y que el destino sepa recompensar todo el amor que te di.
Sinceramente, Víctor.
Amarillo
Enyha Alondra González Avila UAEMex
Estás sentada frente a la ventana, tu cuarto es bañado por la luz dorada del atardecer, piensas en todo lo que has tenido que pasar para que pudieras llegar hasta donde estás ahora mismo. Los segundos y los minutos pasan, no te importa, porque no le debes nada a nadie ahora. Respiras. Una paz inmensa recorre tu cuerpo y tu alma. Las heridas de tu corazón han comenzado a sanar, ¿a qué costo? Perdiste a las personas que más amabas por estar bien, ¿a qué crees que se deba? Ellas no te amaban como tú a ellas; si se fueron así de ti, fue porque su amor era un simple sentimiento superficial. Es normal no comprender ni aceptar lo que estás pensando, te sientes culpable por intentar ser feliz. Amelí, ya habías pensado en todo esto, en lo ridículo que sonaba el concepto de “estabilidad emocional”, después de tantas pláticas de superación personal, libros que jamás leíste porque “no servían para nada”, de algún modo pensaste que el estar bien no existía, que el ser feliz era solo una idea de alguien que buscaba excusas para pasar por alto el dolor de otros. Ríes por todo lo que acabo de mencionar, eso es lo bueno, lo sano: reírse de lo que alguna vez te dolió. Tienes que entender que está bien no estar bien. De repente recuerdas aquellos días opacos y oscuros; años de dolor y sentimientos forzados, cosas de las que te deshiciste por fin, ¿por qué lloras? Tranquila, ya estás bien. ¿Recuerdas aquel primer beso que te obligaron a dar para poder figurar en la primaria? Los niños se reían de ti por cualquier cosa, pero la culpa no era de ellos, ahora que has crecido lo entiendes mucho mejor. ¿O qué me dices de aquella blusa de tu mamá que te probaste siendo tan pequeña? Las demás niñas se burlaron de ti por “parecer una señora”, a pesar de que, cuando la usabas, te sentías completamente bonita. Todas las veces que te miraste al espejo pensando que jamás podrías gustarle a nadie, y ahora… usa ese top que jamás te atreviste a poner por pena a lo que te pudieran decir; ese vestido color bermellón que viste en aquel
bazar y no dudaste en comprar. Para esto has estado trabajando, para poder mirarte como siempre miraste a los arreboles: como lo más hermoso del mundo. ¿Por qué te preocupaba tanto encajar y agradar a las personas? Porque no conocías otra cosa, siempre te lo inculcaron, ¿no es así? Sigues llorando, hace un momento estabas bien y sonreías al recordar cada cosa que te dolía, mira el atardecer, siente su aire, respíralo.
— Estoy sola, ¿no lo ves?
Pero, en el fondo, sabes que se siente realmente bien. Te sientes tranquila, te sientes feliz, sin ningún peso encima. Dolerá a ratos, pero la agradable sensación de estar bien después de tanto tiempo será la que predominará en tu mente, es parte del todo. Lo que no sabes es que no estás sola, estás conmigo, estás contigo.
¿Amor o soledad?
Georgina Estrella Hernández Alejo Coatepec
¿Los golpes significan amor? ¿O el amor significa golpes? Tal vez no entiendes tu valor Las personas te han hecho males Pero no es momento de lamentarse Tan solo sal y sigue adelante Las heridas pueden curarse Y tú puedes comenzar a amarte
Tal vez es el miedo Tal vez es la soledad Te sentirás abatido Pero no pierdas la seguridad
Sal de los maltratos O las cosas pueden empeorar Y cuando pasen días, meses o años Dirás esto se pudo evitar Eso no significa que has perdido O que no eras valiente Si no que has entendido Que no puedes quedarte
Si la gente te ofende Es porque el mundo suele ser ciego Y algunas veces te agrede Hasta tu propio amigo Cuando lo superes será un alivio Podrás ayudar a otros Enseñar que no hay nada mejor que el amor propio Y de tu pasado solo habrá recuerdos vagos
El bosque y el mar
Fernanda Quintana Maldonado Toluca, Estado de México.
Alo alto de un peligroso acantilado, con la fachada dirigida al este, se encuentra una vieja casita de madera y dentro de ella, una joven de oscuro cabello y piel plateada como la Luna prepara una infusión de lavanda. Sostiene con cuidado la tetera con un pañito para salvarla del calor y vierte suavemente el líquido hirviendo en su taza preferida. No es un día especial, pero, siendo consciente de lo efímera que es la vida, ella disfruta de aquel simple momento de tranquilidad y se deja llevar por los estímulos sensoriales que experimenta. Se regocija con el sonido del té cayendo en la porcelana y deja su imaginación volar al oler la fresca fragancia de las hierbas. Se visualiza recorriendo el bosque en una noche de otoño, siente la tierra fría y húmeda bajo sus pies descalzos, escucha el crepitar del los árboles y las ramas caídas que deja atrás a su paso. Cuando da el primer sorbo, una lágrima de felicidad rueda suavemente por su mejilla, como una caricia. Y, sin dejar de lado el sentimiento, logra salvar aquella preciosa gotita en una botella de cristal que tenía al alcance. Sabe bien que son estos momentos los que más se atesoran.
A ella le gusta la soledad, porque en realidad no se siente sola. Prefiere pensar que pasa el tiempo consigo misma, no tiene mucho problema con escuchar sus propios pensamientos ni de disfrutar de aquellas sutiles cosas que tanto le gustan. Aunque no siempre fue así. Ella era fuerte, su magia nacía de sus emociones y, por lo tanto, se aseguraba de sentir profundamente. También era inteligente, una excelente estratega, con un arraigado principio de humildad, generosidad y rectitud.
Su nombre era Eva y quienes tenían la suerte de toparse con ella coincidían con que era la mujer perfecta. Y lo mismo sucedió con el príncipe heredero, quien después de intercambiar unas palabras con ella, quedó completamente enamorado. Eva, acostumbrada a dejarse llevar por sus emociones,
se permitió dar rienda suelta a las sensaciones que aquella nueva relación le causaban. Se sentía honrada de ser la mujer a la que el príncipe amaba, y pronto, toda la corte se enteró de su romance, por lo que los rumores empezaron a correr. Eva se convirtió no solo en la bruja más poderosa del reino, sino también en la mujer más influyente. Si los vientos corrían y si los dioses la bendecían, ella sería la próxima reina. Adquirió más poder, fama, influencia e incluso, un hombre al qué amar. Por supuesto, cuando se tienen todos estos ingredientes, lo único que queda por desear es aquello que es más difícil conseguir. Eva y el príncipe eran la pareja perfecta. Dos individuos tocados por dios, bendecidos con belleza, riquezas y un reino por dirigir, o eso era lo que se podía ver a simple vista, pues tras bambalinas las cosas se torcían cada vez más y más. Eva deseaba ser amada, anhelaba pasar su vida entera con el hombre que representaba al arquetipo de su príncipe azul. Y, para nuestra joven bruja de cabello de noche, ese pensamiento, esa necesidad de amor y aceptación es una enfermedad. Ella vivió las consecuencias de aquel amor enfermizo entre el príncipe y Eva, las experimentó hasta en los huesos y se implantó en su código genético como una tintura rojiza sobre el mantel.
Eva nunca se convirtió en Reina. El Príncipe Heredero pronto decidió que una bruja, por más poderosa y hermosa que fuera, no podía ocupar semejante lugar. Sin embargo, como la amaba más que a su propia vida, le propuso mantener su romance oculto a los ojos del pueblo, pues era tan preciado que no desearía que se manchara con la opinión y la crítica de los demás. Pronto nació su hija, Nit, una dulce niña de piel pálida y cabello como la noche, cuya negrura resaltaba las constelaciones que se reflejaban en sus mechones. Una pequeña con tal belleza solo podía provenir de la magia y así se lo hizo saber el Rey a Eva.
«La cría no es normal. ¿No te preocupa lo que dirá el pueblo de ella? La gente comenzará a hablar…» «Seguro ha sacado esos fríos ojos de su padre, ¿me dirás quién es el malnacido o seguirás mintiéndome?» «Sabes que tu futuro está en mis manos… y también la de la niña». Nit no era como las demás niñas mortales, era una bruja, tal como su madre, su abuela y su tatarabuela. Pero eso no parecía importar mucho, pues Eva estaba obsesionada con las políticas del amor de su vida. Su hija sería normal, una buena mujer, le enseñaría a bordar, a limpiar y le daría muñecas para enseñarla a ser una madre. Pintaría su cabello de castaño cuantas veces fuese necesario y maquillaría aquellas pálidas mejillas con colorete. No la dejaría acercarse a los espíritus del bosque, ni le permitiría hablar con las plantas ni con el mar ni la luna.
Era poco decir que aquella rigidez que había adquirido Eva por sí misma, ahora era traslada a su hija, quien solo deseaba el amor sencillo y cálido de una madre. Nit no tenía la edad para entender por qué tenía que cubrir su cabello y reprimir aquella energía traviesa y mágica que la llenaba secretamente de vitalidad. Ella solo sabía que eso hacía a su madre feliz y eso era lo único que quería. Cuando la pequeña bruja cumplió diez años, Eva se había encogido tanto que desapareció, dejándola completamente sola en aquella apartada casa a la orilla del mar. Por suerte quedó al cuidado de la hermana menor de su madre, una bruja ermitaña del bosque y las cosas fueron mejor. Nit entendió que el amor no dolía, que alguien podía quererla tal y como era, hasta con la última peca de su mano derecha. Y, aunque llegó a odiar a su madre por su forma de actuar y su sumisión ante el Rey, luego logró comprender que la culpa nunca fue de Eva. Sin embargo, bien sabía que el peor maleficio era el que se ponía uno mismo al establecer una necesidad de amor sobre todas las cosas y la desesperada búsqueda de la otra mitad. La bruja de cabello de noche termina su infusión de lavanda y, permitiéndose un gusto más, se sirve otra taza. La Luna la mira complacida desde su alta posición y pronto desvía la mirada al bosque, de
donde sale un cansado joven campesino con un morral cargado de curiosidades. Camina ansioso e ilusionado a la casa iluminada con aquella luz plateada y tras abrir la puerta, se encuentra con su escena favorita. O una de ellas.
Nit olfatea su bebida y sonríe levemente. Al joven le encanta su cabello repleto de estrellas, casi tanto como su piel de porcelana y las cosas increíbles que puede crear con solo desear. Pero, sobre todo, le gusta su forma de ser; su libertad, su independencia, su temperamento cambiante, su emotividad y su inteligencia. Ella lo saluda con una sonrisa aun más profunda, y sin preguntar, sirve una taza más. Él deja sus cosas en la entrada y toma asiento, delicadamente se acerca la infusión a la boca y, antes de beber, huele la lavanda como ella le enseñó. Entonces se imagina corriendo por la playa, siente la arena bajo sus pies descalzos, la luz de la luna bañando su piel morena y la brisa del mar remueve su cabello con suavidad. Él no tiene sangre de mago ni brujo, pero el simple hecho de compartir este pequeño instante con Nit le hace sentir el ser más poderoso del planeta.
Instante decisivo
Itzel Manzano Sánchez Hidalgo, México
El vagón del metro iba vacío, suceso extraño, por tanto, parecía que todo estaba arreglado para aquel momento.
Una mujer y un hombre se veían a los ojos, se tocaban tímidos las manos, sus sonrisas coincidían y ese sonrojo sutil en las mejillas de ambos parecía irreal. Tanto se conocían que se adivinaban el pensamiento, ligeramente inclinaron sus cabezas, se sentía la respiración del otro, un poco más y sus alientos se estiraron para atraer los labios, un jugoso beso apasionado cerró el maravilloso instante.
− Cinco años. – Dijo él con voz apenas audible. − Bastante tiempo y aún añoro estar en tus brazos. – Concluyó ella.
− El momento ha llegado. − Sí. Él sacó una pequeña caja para anillo de su bolsillo. − ¿Te acuerdas de nuestra promesa?
Una mujer y un hombre se veían a los ojos, se tocaban tímidos las manos, sus sonrisas coincidían y ese sonrojo sutil en las mejillas de ambos parecía irreal. Tanto se conocían que se adivinaban el pensamiento, ligeramente inclinaron sus cabezas, se sentía la respiración del otro, un poco más y sus alientos se estiraron para atraer los labios, un jugoso beso apasionado cerró el maravilloso instante. − Te amo. – La voz del hombre retumbó en el vagón. − Y yo a ti, siempre te amaré. Se besaron una vez más, esta vez se abrazaron y acariciaron, se desearon, contuvieron el aliento, la mujer volvió a prestar atención a la caja, algunas lágrimas se habían escapado de sus ojos durante el beso. −Sabes, también lo traje. – Habló ella con una seguridad impresionante. De su bolso sacó una caja también de anillo, estiró su brazo para dárselo a su amado.
−Así que tú también lo pensabas hacer hoy, seguimos tan conectados que hasta en esto coincidimos.
− Amor, los dos sabíamos que era el momento, no podemos posponer más esto. Los dos sudaban, los ojos los tenían cristalinos, suspiraban a cada instante, abrieron las cajas e inmediatamente sacaron los anillos de su interior, fue imposible no llorar, el corazón les dolía, tenían ganas de tocarse de nuevo, pero el trato estaba hecho y ya no volverían a estar juntos.
− Debemos separarnos, es lo mejor.
− Leticia, nuestra relación se ha terminado.
Ellos habían hecho una promesa, se juraron que, en el momento de ya no poder estar juntos, ya fuera por falta de amor entre ellos, el nuevo interés en otra persona o empezaran a hacerse daño mutuamente iban a entregar esos anillos para terminar de la manera más sana. −Edgar, nos hemos lastimado mucho este último año, no soporto que estés celoso por cualquier cosa, sé que tienes planes que no coinciden conmigo y no te agrada mi actual devoción a mi empleo, aguanté varias peleas pensando en salvar la relación, pero me di cuenta que ya no se puede, ha sido mucho daño y como realmente me importas debo dejarte ir. −Así es, es momento de avanzar, sabes, conocí a alguien, estuve a punto de cometer un grave error, ahí fue donde me di cuenta que no quiero lastimarte, pero el desear a otra mujer me abre los ojos para aceptar que ya no puedo estar contigo, tal como acordamos, antes de hacernos daños irreparables te regreso el anillo para soltarte y sigas un camino distinto del mío.
Llegaron a la última estación, salieron del metro, se vieron a los ojos por última vez y se dieron la espalda. No había rencores, pero sí dolor, querían rogar por otra oportunidad, fueron fuertes y sabios para no desgarrarse en ese momento, siguieron caminando con punzadas en el corazón, aunque en el fondo sabían que habían hecho lo correcto, con el tiempo podrían volver a verse y sonreírse sin ningún reproche.
Tres abrigos
Lucía Amantina
Cuando llegué a vivir a Francia una compañera de escuela me enseñó a abrigarme. Tenía diecisiete años cuando bajé del avión un día soleado de septiembre. Estaba acostumbrada al clima templado de la ciudad de México, un clima donde cada prenda tiene un uso claro: cubrirse de la llovizna, estar fresca en verano, evitar las miradas. No hay misterio en cómo vestirse en la Ciudad de México, sólo las intensas lluvias de los meses de verano y no hay prenda que pueda contra ésas.
No recuerdo el nombre de la chica, pero recuerdo muy bien su rostro. Tenía el cabello lacio hasta la cintura y uno de esos rostros antiguos y severos, de ojos muy pequeños, un rostro medieval. Evocando su cara me regresa que se llamaba Victoria. Victoria y yo estábamos sentadas en la sala de estudio de la universidad. Un edificio destartalado que no tenía los vidrios dobles que son tu principal escudo del frío en París. Era otoño y yo acababa de comprar mi primer abrigo de verdad. Hizo mucho frío muy rápido, y empecé a sentirlo instalarse en todos mis espacios de vida mal calentados, en el edificio en que tomábamos clase, en el metro, en la residencia estudiantil, por eso me compré el abrigo más grueso que encontré en la tienda departamental a la que me llevó una de mis amigas. Tenía un elevado porcentaje de lana gris y el forro estaba enteramente cubierto de falsa piel de carnero color crudo. La forma era poco halagadora, corte A pero sólo hasta la cintura, como una campana, se cerraba con tres botones de piel que no lo hacían hermético. No había gastado tanto en una prenda nunca, era un abrigo de marca, que había encontrado rebajado por ser de la temporada pasada. Pero en cuanto me lo quitaba, es decir en todos los interiores, volvía a estar tan vulnerable como al bajar del avión, mientras que cuando lo traía puesto, estaba caliente pero pesada y abultada, presa del ligero picor que causa invariablemente el contacto de la dermis con la lana. Victoria debió darse cuenta del desastre térmico que estaba sucediendo en mi vida, porque se me acercó y me explicó : “ El secreto está en las capas, tienes que vestirte todas las mañanas como si te pusieras una armadura templaria - era el tema que estábamos estudiando en historia- primero la ropa térmica pegada al cuerpo, compra una talla más
chica para que realmente te abrace, luego blusa, luego algo bonito que quieras que se vea cuando estés dentro, luego tu suéter y luego tu abrigo. Doble calceta puede evitarte tener que llevar guantes, generas tanto calor que puedes tener las manos libres. Siempre lleva bufanda y cuando tengas pelo largo envuélvelo en tu cuello, es como una capa extra” Para mi la ropa térmica era una ficción, algo que usaba la gente que iba a esquiar o que escalaba montañas. De pronto la integré a mi cotidiano, y así, armada con mis capas y mi abrigo de campana caminé unos meses después a encontrarme con mi novio de la época, llamémoslo Mateo. Mateo fue mi primer amor. Era mi novio en la preparatoria en México y decidimos seguir juntos a distancia, aguantamos un año, que ya era mucho para esa edad. Nos reencontramos por primera vez en diciembre, apenas unos meses después de mi mudanza, cuando vino a visitarme a París, en una calle nevada del sur de la ciudad. Ninguno de los dos había visto nieve antes y ninguno sabía del reflejo cegador de las tardes soleadas en la blancura. Nos entrelazamos y mi masa abrigal se interpuso en el momento, una barrera de calor y humedad que lo agredía, a él, por no traer capas. La relación terminó en verano, un año después de que me cambié de país. Fue él quien ya no quiso seguir. Me lo dijo después de que viéramos en su cuarto la película Kung Fu Panda. Recuerdo que él la eligió y me seguí preguntando durante mucho tiempo por qué no había escogido algo más dramático para acompañar ese momento, su selección fílmica era casi más ofensiva que el que hubiera decidido ponerle el punto final a la relación… En el avión que me llevó de regreso a Francia al final del verano, con mi corazón lleno de esta primera ruptura, vi Kung Fu Panda 2 y lloré. Mis lágrimas se mezclaron con el bollo mantequilloso que te ponen en la charola de la cena.
Ese año el invierno llegó más temprano, seguí viviendo en la misma residencia y le di mucho uso al abrigo-campana. Para ese entonces ya era la reina de las capas y era evidente que ese abrigo había estado de oferta porque era una inversión impráctica, además de ser feo, pero no tenía dinero para cambiarlo. Pase muchas horas llorando en ese abrigo, pensando en rupturas y en pandas y en como el mes de febrero es sólo un mes más en México pero se convierte en
una experiencia del limbo en Francia mientras una espera la primavera. Al final de esa temporada guardé en el ático de casa de mi tía ese abrigo, decidida a comprar uno más a la moda cuando volviera el frío. Pero en noviembre que empezó a refrescar yo y la amiga con quien compartía mi departamento decidimos que no íbamos a prender la calefacción, ni a usar abrigos hasta que el frío alcanzara temperaturas negativas. Queríamos endurecernos, ser como las chicas parisinas que salían en chamarra de cuero en pleno diciembre. Si dejas que el frío se instale en cada resquicio de tu cabello, de tu ropa, de tu baño, poco a poco empiezas a acostumbrarte a él, a agradecer el calor no-artificial de tu casa que te cuida del viento y la llovizna. Después de ese experimento hubo algunos abrigos de mala calidad, comprados sólo para darme un gusto en el momento y que pronto se rompían o se llenaban de borlas. Me deshacía de ellos donándolos, había que aventarlos a un inmenso contenedor en plena calle. Jalaba la palanca que abría un hoyo por donde meter la ropa, esta se iba al fondo del contenedor y el hoyo se cerraba, haciendo imposible robarla. Así pasaron varios años en que estiré el arte de las capas para que mis chamarras de otoño se volvieran de invierno. En el Reino Unido aprendí que la cantidad correcta de alcohol te permite salir con las piernas desnudas y sin bufanda incluso en el peor clima. Ese invierno fui a Berlín, a encontrarme con el que quería que fuera mi novio, a distancia también porque él vivía en México, pero que llevaba ya varios meses rechazándome sin dar el golpe de gracia, a él podemos llamarlo Alejo. Él había ido a hacer un curso intensivo de alemán y yo iba a pasar un par de semanas acompañándolo, En el cuarto que él había rentado en un Airbnb de Kreuzberg, el propietario había dejado uno de esos percheros estilo industrial, pero no había nada en él cuando llegué a colgar mi abrigo. Alejo no había desempacado, tampoco había puesto sábanas. En las noches de insomnio yo miraba mi triste abrigo, suspendido solo en el perchero, y contemplaba la posibilidad de leer sus mensajes para saber qué decía de mí, por qué había aceptado este reencuentro en Kreuzberg pero no quería comprometerse a nada más. Él iba a clase y yo visitaba Berlín con mi abrigo. Era de corduroy negro, muy largo y amplio como era la moda de la época, tampoco era muy halagador pero me hacía sentir que pert-
enecía a una idea abstracta de juventud y me permitía realizar mi fantasía de parecerme a la Anastasia de la caricatura de mi infancia. Yo ya conocía Berlín y me cansaban las visitas diarias a museos gigantescos. El abrigo no ayudaba, también era pesado y tenía que llevarlo en mi brazo durante toda la visita, era tan largo que si no lo doblaba bien se arrastraba, lo cual conducía a interacciones incómodas con los vigilantes de los museos que no sabían que yo no hablaba alemán. Una mañana le dije que estaba harta de caminar, que lo acompañaría hasta su escuela de idiomas y me sentaría en algún café cercano a esperarlo y leer. Sus clases eran en la tarde entonces fuimos a almorzar y nos encaminamos hacía la escuela. Toda la mañana parecía nervioso, miraba ansiosamente su celular y no comentó nada de la comida, uno de nuestros temas de conversación predilectos. Yo había identificado un café que se veía acogedor y como no tenía internet en la calle, había tomado una captura de pantalla de la ruta indicada por Google Maps. Después de que él se metiera a clase saque de la bolsa de mi abrigo el celular, tratando de entender las indicaciones, cuando de pronto lo vi salir de la escuela y caminar hacia mi. “La profe no ha llegado, salí a ver si no te habías perdido o si seguías acá sin poder leer el mapa”. Me enterneció que me conociera tan bien, caminamos una cuadra y me señaló la calle que debía tomar antes de darse media vuelta en dirección de la escuela, a ver si ya había llegado su profesora. Mientras el alto cambiaba, yo seguía mirando confundida el mapa. Había un error, si caminaba por esa calle llegaría al café, pero daría una gran vuelta primero. Decidí confiar en mi instinto y tomar un atajo que me hacía pasar al lado del metro más cercano. De pronto, en la explanada del metro alcancé a adivinar la silueta de Alejo entre la masa de personas que iban bajando en la escalera eléctrica. No había entrado a clases. De todos modos acabé en el café porque no sabía a dónde más ir, mi abrigo no era suficientemente discreto como para seguirlo sin que se diera cuenta. Cuando horas más tarde ambos acudimos al punto de encuentro, lo confronté y me dijo que había ido a ver a un amigo a quien sólo podía ver ese día, que pensó que yo no querría ir y que me ofendería si él elegía ver a su amigo en vez de pasar juntos unas horas más, lo cual era cierto. Pasamos las semanas siguientes juntos y después hicimos un viaje que nos llevó hasta Copenhague y por varios lugares donde cada vez era más evidente la insuficiencia de ese abrigo en climas tan inhóspitos. Al final del viaje me confesó que
estaba en una relación con alguien más, que había pensado que esta temporada europea podría ser una buena despedida para nuestra relación de más de tres años, pero que ya no le escribiera más después de que nos separásemos. Era a ella a quien había ido a ver ese día del metro. Volví al Reino Unido, acabé mi maestría, llevaba en mi el peso de la humillación de Berlín como el de esos dos abrigos juntos.
Al otoño siguiente empecé a trabajar en una editorial parisina. Con mi salario de octubre compré mi primer abrigo de mujer, un abrigo camel largo, práctico pero elegante. Lo alternaba con mi técnica de los años pasados de seguir usando la ropa de otoño, para que se notara menos la falta de variedad. En esa editorial conocí a René. Bien metido en su personaje de parisino siempre notaba si había hecho o no un esfuerzo con mi atuendo, y me hacía cumplidos, pero sólo cuando eran pertinentes. Salíamos a comer junto con otros pasantes y empleados jóvenes y me ayudaba a ponerme el abrigo camel antes de salir de los restaurantes. En febrero se terminaba su contrato y empezamos a salir. Le enseñe otros abrigos que tenía en mi closet, abrigos comprados por sus estampados rocambolescos o para combinarlos con alguna prenda específica, no dijo ningún cumplido sobre ellos. Yo quería olvidar Kreuzberg, quería olvidar incluso que Berlín existía, que Alemania era parte de la Unión Europea. Me entregue a la posibilidad de un nuevo noviazgo y acepté ir a comer a casa de sus papás donde mi abrigo camel tuvo mucho éxito. Saqué del ático el abrigo-campana y lo puse en venta, junto con el abrigo de corduroy. Ya llevábamos casi un año juntos y estaba claro que más allá de la atracción inicial no teníamos nada que nos permitiera tejer un futuro. Yo quería dejarlo pero no sabía cómo, nunca había terminado relaciones, más que con mis abrigos. Para San Valentín, nos fuimos de fin de semana y la última noche del viaje él parecía triste, presintiendo la ruptura próxima. Sus besos me hacían saber que quería tener sexo, yo no quería, pero tampoco quería decirle por qué no quería, por que no había querido en las últimas semanas y que probablemente no volvería a querer en el futuro. Traté de hacer evidente mi desgano sin tener que verbalizarlo. Cuando me penetró le pedí que parara, primero en voz baja y luego muy fuerte, pero siguió hasta terminar. Lloré todo ese tiempo y luego toda esa noche. Al llegar a mi apartamento y sin siquiera quitarme el abrigo camel saqué mi celular del bolsillo y le dije por mensaje
que lo nuestro había terminado. Me quité el abrigo y fue como si con él se fuera mi alma, mi espíritu. Esa temporada invernal no volví a ponérmelo y la pasé desconectada de mi cuerpo, una concha vacía que no sentía el frío de estar en chamarra en temperaturas negativas. Pasaron meses que no recuerdo, dentro del closet donde había dejado el abrigo y mi consciencia probablemente pasaron siglos. Yo y el abrigo nos cambiamos de closet y de casa a una más luminosa. Tenía una gran mesa de madera al lado de un ventanal donde me sentaba a ver pasar los días. Una tarde de primavera, mi amiga me contó que su novio la había violado, o más bien que ella había dejado que la violara, o más bien que se había violado a sí misma. La miré como quien se mira sin querer en un espejo y de pronto sentí mi alma abandonar el closet y regresar a mis extremidades, y luego a todo mi cuerpo. Quise voltear a ver si el abrigo no había salido de su escondite, si venía caminando hacia la ventana, listo para irse volando. Esa tarde nos tomamos de la mano y tal vez se nos salieron un par de lágrimas, tal vez más de un par, pero también nos sonreímos la sonrisa de las que se entienden. Pasó otro verano y en el otoño saqué el abrigo camel y lo regalé. Hoy hojeo el catálogo de una de mis tiendas en línea favoritas pero nada me llama la atención en la sección abrigos, después de diez años de recorrerla al fin agoté los estilos. Creo que este año mejor voy a comprarme una de esas chamarras bombachas de plumas, vi una plateada que me hizo ojitos.
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Postales en metAMORfosis
Mauricio Moreno UAEMex
Contra lo que cualquier psicoanalista me pueda reclamar, el mayor trauma de la vida no es nacer, sino saberse no amado. Pues, pese a lo que algún biólogo podría argumentar, el aire, el agua o incluso el sol no bastan para que una criatura, y mucho menos humana, sobreviva. He caminado los últimos veinte años con el corazón escondido detrás de una indiferencia que grita. Secreto... Secreto... Ningún acto de amor debería ocultarse del público. PRIMERA REVELACIÓN.
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Agosto. Escasos centímetros entre respiraciones, la punta de la nariz rosa la mejilla y se esconde una inocente sonrisa después del acto seguido. La calle vacía, la vecina de la ventana, el sol con inclinación de 70°. Inocente romance de adolescentes duele más que una nariz rota. Amor prohibido murmuran por las calles... porque somos de la misma sociedad, de la misma ciudad, de la misma edad, del mismo sexo. DIFERENTE PROBLEMA.
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Rápido, tengo que hablarte. Ruega por él. Es mejor no vernos. Ruega por él. No deberíamos hablar. Ruega por él. Por favor no vengas a buscarme. Lárgate, te odio. Deberías buscar ayuda. No lo conozco. Al fondo de cada océano hay ruinas nunca descubiertas, abismos de emociones incomprendidas, criaturas horribles, corazones rotos y un eterno canto de sirena o virgen o demonio. Los marinos no son seducidos, son obligados a saltar. RUEGA POR ÉL.
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Orfeo, ¿es acaso posible resistir la tentación de voltear? El mayor problema con el amor romántico es que la soledad te orilla a desear que sea real. Naranja dulce, limón partido, dame oportunidad de arreglarlo. Al final del camino las almas que están destinadas a estar juntas lo estarán, es la leyenda del hilo rojo, mi media... mentira. Nos buscamos para completar algo que ya está completo, nos forzamos a creer que nos necesitamos, nos obsesionamos con un para siempre cuando no sabemos ni la hora. CONSUELO DE MEDIANOCHE.
La espera[nza] es el alimento de los tontos. Vivir en el sueño y dormir la vida, cual guardar papeles sentimentales con tinta de desagrado. Va a cambiar o aprenderé a soportar más. Un día más cerca de la muerte das cuenta de cuánto se ha desperdiciado, un reflejo irreconocible, la sonrisa forzada, las cicatrices que han sanado y las heridas aún abiertas. ¿El cuerpo? No, el alma es la que ya no aguanta. SONATA DE VERANO.
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Imitaciones de cariño hay en cada esquina, las malbaratan por atención de tercera y en los saldos uno puede llevarse hasta 6x4. Beso de tres, faje en el baño, los ricos pagan, los pobres... seducen. Pero es mágico, imposible, que todo lo que uno necesita, que no sabe siquiera que busca, se encuentre al lado. Basta desprenderse del peso muerto y la luz volverá a brillar. Entonces se escombran todas las lágrimas y se recoge el miedo. En la X está el cofre y en este el amor perdido. SALIR DEL CAPULLO.
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Noche de octubre, Nuestro Cielo rosa. El espacio entre ambos se acorta y del suelo un rayo en dirección contraria a la natural pasa por mi columna. Espárragos fritos, tiras de led en el autobús, I’m dancing in the rain, I’m dancing in the rain. El silencio que grita, lo que se dice cayado, la complicidad de hacer galletas y fingir que somos inocentes. No es posible ocultar la evidencia de los sentimientos, una sonrisa, una mirada, el chiste que sólo nosotros entendemos o las veces que casi nos atrapan. VEINTITRES DE OCTUBRE.
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Amor, amistad, afecto, atención. La figura del uróboros es circular para representar el ciclo infinito, pero esta tiene forma de las ocho letras de tu nombre, quizá porque la finitud de esta vida no alcanza para expresar lo que provocas. ¿Se ha completado el ciclo o sólo ha iniciado uno nuevo? Tal vez ahora estemos otra vez en el capullo sin saberlo, mas esta ocasión siento que el cuerpo antes habitado ha cambiado. Ahora es amado y protegido. TRANSFORMACIÓN COMPLETADA.
Paredes de cristal
María M. Zamora Universidad de Salamanca, México
Mijal abrió los ojos y mientras intentaba hacer sentido de lo que veía, algo dentro de ella le impidió exaltarse. Se incorporó y sonrió instintivamente, sus pocos años de vida la habían preparado para esto, había crecido en una ciudad de esas en las que la doble moral y el árbol genealógico seguían funcionando como pilares de la sociedad. La compostura no era una habilidad, era mera supervivencia. Se sentó cruzando las piernas porque le parecía la posición más sencilla de mantener con naturalidad, pero estirando la espalda y el cuello tanto como podía sin perder cierta gracia, sabiendo desde entonces que las curvaturas no agradan. El lugar en el que se encontraba era circular, con grandes ventanales en lugar de paredes, y espectadores, algunos constantes y algunos que parecían sólo estar de paso, pero había algo en común, la expresión de todos era la misma, era esa expresión que solemos tener cuando algo,
He desbaratado lo que no me dieron, que era todo lo que tenía —Alejandra Pizarnik
por razones ilógicas, no está ni dónde, ni cómo debería de estar; y no solo la miraban, también comentaban, como si ella no estuviera ahí, escuchándolo todo. Nunca se esperó que ese lugar fuera así, había escuchado vagamente comentarios de él, pero era tan despreciable que nadie era capaz de describirlo, solo de vez en cuando, entre susurros, comentaban que tal o cual había entrado, como si fuera una decisión propia, como si hubiera opción. Mijal seguía sonriendo, siempre manteniendo la postura, intentando inventar razones por las que su presencia ahí fuera un mero error. Aún tenía la ingenua idea de que al mundo le interesaban los porqués, pero en realidad al mundo del que Mijal era parte solo le importaba el cómo. A veces podía dejar de justificarse a sí misma, lograba ver la situación como algo banal ¿Por qué hacen tanto alarde por el cuerpo? Fue sólo eso, una imagen de mi cuerpo desnudo. Sólo en estos momentos lograba odiarlos a el-
los y no a sí misma. Pasaron los años y seguía ahí, intentando en todo momento perfeccionar su performance, castigándose cada que algún movimiento dejaba ver que los escuchaba, sintiendo una profunda vergüenza, ya no sólo de la razón por la que estaba ahī, sino también, por no saber ser más que ese espectáculo de expectativas. Incluso con el paso del tiempo, seguía viendo a sus espectadores a los ojos, intentando buscar en ellos un reflejo diferente, otro pasado, otra realidad, otra ella. Pero las versiones nunca variaban lo suficiente, y sí lo hicieron, Mijal fue incapaz de notarlo. En un momento, de todos aquellos instantes casi idénticos, notó una mirada diferente: venía de una mujer, una que poseía atributos de los cuales Mijal no sabía el nombre, porque nunca los había presenciado. La mujer buscaba algo, con mucha calma, incluso con sigilo, se movía con un ritmo que nadie más tenía ahí, incluso parecía que sólo Mijal era capaz de verla, cambiaba y cambiaba de ventanal, explorando todos los ángulos, hasta que rendida alcanzó a articular
—Aquí no hay nada. La frase entró en Mijal junto con un cosquilleo que sólo había sentido una vez, hace mucho tiempo, antes de estar ahí, cuando la llevaron por primera vez a ver El lago de los cisnes, y descubrió que el cuerpo tenía movimientos infinitos.
La frase de aquella mujer rebotó un tiempo en la mente de Mijal, el necesario para comprender que donde no hay nada, puede haberlo todo. El todo como un conjunto no le interesaba, se sabía incapaz de pensarlo, pero las posibilidades que permitía, en singular, empezaban a causar un efecto en ella, que sin ser aún consciente, estaba por primera vez, en mucho tiempo, acostada boca arriba, jugueteando con los dedos de sus pies. Mijal seguía moviéndose con la naturalidad de un niño, mientras permanecía ensimismada, intentando aprehender lo sucedido, y así continuó, hundida en sus nuevos pensamientos, empezando a construir la base de su libertad, cuando en uno de sus movimientos su brazo tocó una ventana. La sensación del golpe frío contra su piel la sacó de la suerte de trance en el que estaba y se levantó en
un solo movimiento ágil. El contacto con el vidrio y el estar de pie, la llevaron a una idea, que en su condición fue revolucionaria: Si rompo la ventana ¿qué puedo encontrar del otro lado?
Nunca había escuchado hablar de alguien que hubiera salido del lugar y la experiencia que tenía no podía arrojarle ideas muy lejanas a su espacio circular, a su pasado o a los juicios de los espectadores, pero las combinaciones que pudo articular, junto con la idea que la mujer le implantó le fueron suficientes para actuar.
Le sudaban las manos, el ritmo cardiaco le aceleró considerablemente, y sonreía pero no con la sonrisa que conocía tan bien, aquella planeada milímetro a milímetro, esta tenía euforia, de esa que, para algunos, podría incluso asemejarse a la locura. Dio tres pasos para atrás con cierto temblor en las piernas, respiró, cerró los ojos y corrió con fuerza hacia el ventanal. Abrió los ojos, estaba en el piso, se tocó la cabeza, los brazos y las piernas, asegurándose de que seguía ahí, levantó la mirada, no lo podía creer. El vidrio era móvil. Nunca fue cautiva de los espectadores, sólo de sí misma. Dolor, culpa y aún más vergüenza se apoderaron de ella, una sensación de desconcierto la regreso a aquella posición que tuvo tanto tiempo, pero esta vez, con aquel movimiento, su mirada se encontró con una persona en ese pasillo estéril. Se veía mayor, su cabello era escaso, pero sus ojos eran jóvenes y brillaban. —¿Estás lista?—dijo mientras abría la única puerta de ese espacio en blanco. Mijal nunca se había permitido considerar que la decisión de estarlo recaía en ella, y no, aún no lo estaba. El hombre salió. Se tomó su tiempo, recuperó su cuerpo, su respiración, su ritmo. Caminó hacia la puerta, tomó la perilla y al poner un pie fuera se encontró con el asombro y con él llegó una necesidad imperante de querer comprender, así llegaron el lápiz y el papel, como instrumento para crear sentido de sí misma.
Mi encuentro con la mar
Karla Ivonne Mijangos Fuentes Oaxaca, México
Cuando miro la mar Tan inmensa, brillante y profunda Mi cuerpo parece desvanecer Y mi mente se vuelca al espacio En ese cuarto oscuro Donde mis pensamientos brillan Y mi cuerpo vibra sin cadenas Mi ser recupera su poder Gritos revolotean en mi mente Sueños del atardecer que ocultan el sol Ensueños que mueven mi corazón Hoy solo quiero hundirme en las aguas saladas ¡Detente! me dice mi abuela La mar te debe dar el permiso para merecerla Porque la mar tiene vida Y siente cuando la lastimas y te burlas de ella Dile a la mar que solo quieres beberla Que ansias que sus olas te envuelvan Que sane tus heridas más profundas Que te abrace con el calor de su dulzura Conversa con la mar Ella te escucha y consuela Para llevarse tus penas Que un día apagaron tu esencia ¡Entra en la mar! me dice mi abuela Baila y revolotea entre sus aguas Siente tu cuerpo como vibra Mira tu espíritu como se alegra
Dile a la mar que es bella Que sienta que no la desprecias Deja entrar sus aguas entre tus rizos Y juntas escuchen los cantos de sirenas Jueguen con las olas un rato ¡Mira! cómo te menea Te mece como a una esperanza Que guarda en su canasta Agradece a la mar el momento Que sintoniza el mejor evento De un encuentro puro y amoroso Que habrá de construir puentes Y derrumbar muros de desencuentros Mi cuerpo parece ser otro Hoy siento las heridas sanadas Las cicatrices que no se borran Hoy forman dibujos sobre las olas Y delfines que bailan armoniosos Acaricio mi cuerpo salado Limpio la arena que me espolvorea Levanto mis pies que se hunden Y sonrío a las olas que me empujan Para darme fuerza y coraje Corro porque las olas juegan conmigo Abrazo a mi abuela que espera La miro con su sabiduría Le admiro con su divinidad Ella volteándome a ver Se levanta su enagua Se coloca sus huaraches Y me dice ¡es tiempo de partir!
Sin remordimientos
Elvira Hernández Carballido UAEH
Ni ella misma sabía en qué momento su pequeño mundo de recién casada se resquebrajó. Quizá todo empezó con los viajes de su marido, tan frecuentes que su recuerdo acabó diluyéndose junto con la noción de un freno que la previniera de vivir una sórdida aventura en ese lugar frío, de difícil toponimia. A los pocos meses de haber llegado ya odiaba los encinos y los ocotes, los helechos gigantes, tantas orquídeas chupando la savia de los oyameles… En ese hoyo del infierno era imposible vestirse como gente decente, pensaba Fernanda mientras la charca eructaba su reflejo en una descomposición iridiscente donde miles de pequeños rostros emergían para luego volver. Cómo volvía ella cada vez que pensaba en ese hombre...
La lectura de esa novela parecía advertirle algo. Quizá por todo eso, Fernanda —hasta el personaje femenino se llamaba como ella— deambulaba por toda la casa, sin dejar de pensar en él, a veces para convencerse que lo amaba, otras para maldecirlo muy bajito. No quería salir de la casa, le daba tanto miedo ese paisaje que nunca le gustó. Se metía a la tina, recorría su cuerpo con el pretexto de enjabonarlo, y se acariciaba con un gozo lleno de culpa. Qué puede hacer una mujer joven, recién casada, con un cuerpo que desea ser amado. Sus días monótonos pasaban con total lentitud, hasta que el destino la bendijo, o el diablo la hipnotizó, o Dios se descuidó.
Un día, su historia cambió. Otro ser apareció en su vida. Un hombre que la obligó a mirar hacia afuera y sentir desde dentro. Ese paisaje que tanto odiaba cambió completamente. Ese otro hombre tocó a su puerta y se ofreció cuidar los helechos gigantes, cuyo tamaño tanto la asustaba. Estaba a punto de cerrarle la puerta en la cara, pero él ganó su atención cuando de manera sencilla le aseguró que si sabía que esas plantas al no dar flores ni frutos necesitaban un cuidado especial para que no se crean olvidadas. Le mostró que las hojas de los encinos crecen para resistir la sequía y eso las aproxima al sentir de las mujeres que ya no quieren llorar, que se protegen a sí mismas mientras llegan las tormentas que sacudirán su alma. Los ocotes que ella odiaba tanto, parecieron transformarse en las manos de ese hombre, sobre todo cuando le recitó un poema que hacía referencia a su parecido con un
corazón sediento y triste, cuyo dolor solamente podía ser alejado si se palpaba sus ramas donde descansaba la bondad de ese pino. Le aseguró que las orquídeas saboreaban la savia de los oyameles porque creían que sus pecados serían perdonarlos gracias a esas ramas en forma de cruz. Por eso le dijo sí. Lo dejó visitarla. Y un día sin sol, los dos se dieron la mano, más tarde una leal complicidad. Así, se fue acostumbrado a estar con cada uno por ratos. Nunca los llamó por sus nombres, para no confundirlos. Alguna vez titubeó al no recordar cuál mirada era café y cuál era color miel, pero jamás le pasó ese desconcierto con esas manos varoniles que sí la llenaban de caricias eternas.
Su marido siguió viajando, jamás se preguntó por qué su casa se llenó de ramitas de oyameles y del aroma de los ocotes. Su indiferencia le impidió palpar la manera en que los helechos custodiaban un secreto que los hacía crecer y crecer en todo rincón de la casa. Fernanda agradeció esa indolencia matrimonial, mientras se perfumaba de orquídeas, sin remordimientos. Salía a buscar al otro, brincando charcas donde ya nunca más buscó ningún reflejo, sabía que este pecado coloreaba su rostro, iluminaba su sonrisa y volvía iridiscente cada beso compartido en la clandestinidad.
No amaba a ninguno como empezó a quererse a sí misma, atrevida y confiada, leal nunca infiel. Por fin tomaba sus propias decisiones, arriesgada por convicción propia, fuerte como nunca se había sentido. Sospechaba que algo la transformaba, un sentimiento que la provocaba a quererse y aceptarse, mirarse orgullosa al espejo. Vivir sin culpas en los brazos de uno, acompañar sin remordimientos al otro en la cotidianidad. Quererse sin buscar disculpa alguna, querer sin esperar nada a cambio, solamente ese momento, sin mañana, únicamente el hoy. Su sonrisa no era de triunfo, ni de desquite, más bien de reconciliación con ella, una mujer. Ahora Fernanda descubría lo bonito que era pensar primero en sí misma, eligiendo lo que la hace feliz, quedándose con lo que la fortalece, sin remordimientos.
¿Qué es el amor?
María Magdalena Nolasco Chávez Ecatepec, México
Una pregunta tan compleja, con miles de respuestas por poetas, escritores, músicos, artistas, y por personas tan simples como yo, aún así cada quien lo interpreta de diferentes maneras y lo expresa desde su perspectiva a veces nunca se logra entender esta cuestión y mucho menos darle una respuesta personal que muchos dudan en responder o no saben qué contestar y salen manías el morderse los labios, las uñas, el moverse intranquilamente de nervios. ¿Será que nadie tiene la respuesta correcta? No lo sé, de lo que sí estoy segura es de lo siguiente: Desde antes de la concepción de nuestro ser, ya había dos personas que por alguna razón y siento, espero que porque existía ese sentimiento del amor mutuo nosotros llegamos a este mundo. Cuando se enteraron de nuestra existencia sin duda se emocionaron y ya nos amaban, ahí nadie podría dañarnos, y ya sentíamos ese amor infinito y el más puro, nuestra madre aún más sentía ese amor sincero y único porque ya lo he vívido. Cuando nacemos todos nuestros familiares sienten ese amor por la llegada de este nuevo ser que ahora es parte de la familia, cada que crecemos nos hacen sentir únicos, especiales y nuestra autoestima se va construyendo, sin embargo vamos creciendo pues es parte de la vida y empiezan a hacer las demás personas un concepto diferente a los de nuestros familiares y comienzan las inseguridades a hacer más visibles nuestros defectos y vamos enterrando poco a poco nuestras virtudes y es así como comienza a morir lentamente ese amor que deberíamos sentir por nosotros mismos. Después llega el amor a alguien más, el cual vemos perfecto, tenemos una relación y parece ser que al fin encontramos nuestro complemento y ahí todo comienza de nuevo mal, sí mal porque en realidad no es complemento porque tu debes de estar completo desde el principio de la relación pero eso no lo vamos a descubrir hasta que algo sacuda tu vida nuevamente, hasta que sientas que tu amor propio está por los suelos y que debes de hacer algo por recuperarlo y que mejor que un amarre, sí un amarre de amor propio donde tu sientas ese amor por ti, donde recuperes ese brillo en tus ojos como la luz de la luna que aunque esté en medio de la oscuridad no deja de alumbrar, donde tu personalidad sea
como la majestuosidad del mar y tus decisiones sean esas olas calmadas y después se vuelva una marea incontrolable pero que tu sientas esa seguridad, donde tus pasos sean como la arena para que dejen huella y sean cálidos. El amor una palabra con sin fin de conceptos y se que todos tenemos nuestra propia definición pero les aseguro que primero debemos trabajar en el nuestro, para poder sonreír sin una máscara encima, para que no corran lágrimas de dolor y desconsuelo por no ser el complemento de una persona igual incompleta, todos debemos estar completos y ser dos personas independientes, libres y que solo junten ese amor propio de ambos para que reúnan fuerzas y así lograr una relación llena de amor. Por eso es bueno igual pedir perdón a nosotros mismos por no creer en lo maravilloso que somos pero eso no quiere decir que seamos perfectos somos humanos nos debemos equivocar y por eso a veces es aún más difícil perdonarnos y más si en nuestro andar perdimos el respeto, la admiración hacia nuestra persona porque no aplaudimos nuestros éxitos y recalcamos nuestros errores, por no ver dentro de nosotros y decidir qué es lo que realmente deseamos por miedo al qué dirán y es donde nuestros labios se enmudecen y nuestra paz se quiebra se vuelve tan frágil que cualquier persona puede llegar a romperse con un simple soplo. Aprendamos a ensalzar nuestras virtudes, a querer volver a realizar nuestros sueños, a establecernos metas a recuperar la Fe en nosotros mismos, y nuestro amarre de amor propio rinda frutos para volver a ser completamente feliz. El mundo nos pertenece a cada uno, es nuestro, hay que luchar por él y parecerá difícil pero merece más quien se esfuerza cada segundo que alguien que espera a tener todo en las manos sin siquiera moverse. Por eso hoy yo me amarro a mí misma porque mi amor está por los suelos, mi seguridad está tan quebrada, mis ojos ya no brillan, mi sonrisa es fingida y no es vida seguir así, hoy quiero ser valiente y pno sentir miedo, miedo de expresar mi dolor, frustración, coraje, hoy suelto a mi yo del pasado y me amarro a lo que creó, a mis decisiones, a mi ser.
Y agradezco la oportunidad de expresar lo que para mí es Amor.
El hilo rojo
Lucía Yoelin González González UAEH
Noches de mi infancia absorbieron la historia del hilo rojo que mi abuela al dormir me contaba, tan grande era su angustia por encontrar el otro extremo que se podía ver cómo se cristalizaba su mirar.
Pasaron los años y pareciera que aquellas historias bordaban un vestido rojo que me cubría al caminar por el bosque frío y ventoso cuando a Octubre lo visitaba el otoño. Un dia la abuela se convirtió en una estrella y mi vestido se comenzó poco a poco a deshilar dejando mi piel al descubierto y yo apresurada a pronto el extremo de mi hilo rojo encontrar.
Las palabras de la abuela tenían tanta razón una vez que notara mi cuerpo desnudo debía escuchar atentamente mi corazón para evitar a todo aquel que lo quisiera dañar. Las tardes se volvieron agotadoras y lentamente perdía la esperanza de llegar y por fin conocer a quien tanto me pedía la abuela abrazar cuando lo lograra encontrar. El vestido ya sólo pendía de un delgado hilo y por más que me esforzaba no lograba mirar pues el hilo parecía no tener final anhelando tanto al otro extremo poder llegar.
En la nieve se marcaba profundamente mi huella a pesar del frío nocturno no dejé de caminar aunque mientras más lo hacía se me agotaban las fuerzas de querer avanzar. Comenzó a llover cuando miré un árbol frondoso y al llegar a él, noté que el hilo daba media vuelta y al dirigir mi mirada hacia atrás me di cuenta de que el hilo sostenía mi cabellera Ansío pronto se llegue la noche para ver en una estrella a mi abuela y poderle contar que quien sostenía el extremo era yo y hoy que lo encontré prometo que jamás lo he de soltar.
Llama de amor
Eva Jannine Lemos Carabali Ecuador
Había una vez, una joven retraída y callada, que continuamente asistía, al centro de apoyo nombrado ¨llama de amor´´, aquel centro donde me disponía hacer mis prácticas de trabajo social. Recuerdo que empecé a meditar ¿En que ocuparía su pensamiento aquélla joven? Hasta ese día, que llegaba emocionada y tomando una silla, se acomodó, en el centro de la reunión y empezó a dialogar. —Diciendo; No espere que ¨ el tiempo hablara¨ y brindara una sabia palabra, solo me guie por mi corazón y a sujete su mano, mientras partía a vivir a su lado. — A su lado me repetía, es donde estaré y su mano sujetare, viviendo juntos todo parecía, como un cuento de hadas ¡Sentía que nada me faltaría! Hasta ese trágico día, él llegaba aquejado por algo y bajo un semblante disgustado. Entonces empezó a refunfuñar, diciendo; —Mujer ¡estoy desempleado!
Sé que no hablo, solo me remito a observar y escuchar cabizbaja, pero el recuerdo de los sucesos, me tenía silenciada.
—Sé que todos se pregunta qué sucedió, pues empezare por el principio. Era un viernes en la tarde, cuando nuestras miradas se encontraron, luego nuestras manos se juntaron y simplemente no quisimos soltarnos, reconozco que al sostener, mis ojos fijos en su mirada y a sujetar sus suaves manos, ¡Me había hipnotizado! Desde ese día, en nubes de papel, me acosté y me deje seducir; por sus palabras que como ¨miel se corrían en mi ser¨. —Simplemente me llamaron a la oficina, y me dijeron que el sobrino del dueño, tomaría mi puesto y que mis servicios no eran más solicitado. Debo acotar me entregaron una miseria de liquidación, pero hay algo bueno, un wiski de marca, venía con el cheque de liquidación. Así que destapo la botella, se acomodó en el comedor y empezó a beber de ella. Inmediatamente me dirigí a la cocina, a buscar su almuerzo, había preparado su plato favorito, estofado de carne; con mucho cuidado deslice el plato sobre la mesa, esperando que una buena comida, cambiara su esta-
do de ánimo. Pero fue todo lo contrario, súbitamente arrojo el plato al piso, intente recoger el desorden, pero me sobrevino una bofetada y termine en el piso, a lado de los pedazos del plato. Mientras el replicaba; — ¡Crees que es lo que necesito! Comida
—Mujer — ¡Necesito otra botella! , pues esta se acabó. — Enserio no sirves para nada, a mala hora me junte contigo ¡Inútil mujer! — ¡Extraño ser soltero! Recalco. Al escuchar estas terribles palabras, me levante e intente sentarme en sus piernas y así recordarle, la pasión que despedíamos al estar juntos, pero su mirada se desfiguró y sus manos que antes eran como terciopelo en mi cuerpo, me empujaron otra vez al suelo. Me retuve de hablar y solo lágrimas deje caer, podía percibir como se desfiguraba la mirada del ser que amaba, su transformación fue casi inmediata. El alcohol había abierto una imagen terrorífica, que jamás había percibido de él, era notable su cambio en cada trago. La pérdida de su empleo, de 10 años, lo había trastornado y lo tenía ¨aferrado a la botella¨. Toda su persona se transformó; su voz se volvió estruendosa, sus pasos por la casa resonaban y me temo que sus manos, se volvieron una amenaza constante, que crearon un enemigo inesperado, el temor. Incluso el espejo, se volvió mi enemigo, ese adorno reflectante, era el eco claro, de que las manos de mi amado, se habían vuelto puñales despiadados. Pero todo se decidiría esa noche del jueves, él llegaba de una de esas cantinas, que se volvieron su guarida y con él la compañía de un olor aguardentoso. Recuerdo que inmediatamente, se abalanzo sobre mí, queriendo sostener relaciones sexuales. —Entonces, les cuento —que me llene de repugnancia, me había desarmado en lágrimas, ¡No pude esconderlas! —Me decía— ese no es el hombre del que me enamore. —No—ese es un monstruo— que día a día me acaba, con palabras y golpes., mientras exhala su olor a trago sobre mí.
Cuando él observo mis lágrimas, él empuñó su mano contra mi rostro, el golpe fue tan fuerte que me botó de la cama y luego, tomándome por el cabello, me arrastraba a la sala. — Exclamé — ¡Por favor! ¡No más golpes! Pero en vano fue, pues el a sujeto aun con mayor fuerza mi cabello, enredando lo en sus manos, me aventó contra el pavimento, la sangre de la herida, que abrió en mi cráneo, empapó sus manos y baño mi cuerpo, mas al escuchar el sonido de las sirenas, y los gritos en la puerta. — Replicando—somos la policía. — ¡Abra la puerta! Se escabulló por la ventana, supongo que mis súplicas y gritos alarmaron a los vecinos, y ellos habían reportado la situación a la policía. — Debo decir— que el último recuerdo de esa noche, fue un hombre uniformado. — Que decía, ¡ todo ha acabado! — Usted es una sobreviviente, de la violencia de género. Cualquiera pensaría que todo terminaría en ese momento, pero aun sentía mucho miedo, por casualidad este jueves, mientras me dirigía a este sitio, observe como un hombre gritaba y sacudía, a quien parecía ser su pareja. —Entonces— me llene de valor — ¡Grite Basta! Él se percató de mi reacción y retrocedió y esos pasos hacia atrás, fueron en mi un sentimiento de liberación, por primera vez sentía la evocación del nombre ¨llama de amor¨, y percibí la fuerza de su significado y me devolvió el valor, para no seguir callando.
I love me
María de los Ángeles Espinosa Hernández UAEMex
Pequeña niña Tú no tienes hogar Te sacaron de casa Cuando eras sólo una pequeña niña.
Mi pequeña niña Yo te daría todo lo que tengo Tan solo verte feliz espero Conseguirte un hogar yo quiero ¡oh! Mi pequeña niña Has sufrido toda tu vida.
¿nadie te ha dicho que hay un Dios? No crees en nadie ¿por qué estás tan sola? ¿quién te ha dejado en la calle? Mi pequeña niña Mi pequeña yo.
Construiré un sitio para nosotras Una casa con amor Una casa con todo lo que mereces Te sentirás como en casa Será tu casa No tendrás más, nunca más
Nunca habrá que llorar en la acera No tendrás más… nunca más Nunca más dormirás bajo la lluvia.
Un himno yo te escribiré Porque nadie más vio lo hermosa que eres Yo apostaré todo para que tú ganes
Los buenos días te daré Muchos besos para ti guardaré Una novela romántica envidiará las palabras que guardaré para ti
Sólo tú, sólo para ti… sólo para mí. Y si a media noche has de llorar Yo te vendré a visitar Sola nunca estarás Nunca, nunca más.
Las noches
Ana Karen García Cruz UAEMex
Fue una noche más, de esas en las que solo la luna llega a acompañarme; ya perdí la cuenta de las noches sin dormir, de las largas charlas con la luna.
Siempre es igual; tras un ajetreado día decido ir a la cama, cerrar los ojos, no pensar en nada y comenzar a dormir, abro los ojos tras sentir una presión en el pecho, el reloj marca las 3:30 a. m.; Sam, mi gato, me ve desde la otra orilla de la cama.
Tengo a Sam desde hace tres años, la rescaté de lo que parecía una cabaña abandonada, ella aún era un bebé por lo que en cuanto la vi se me estrechó el corazón y no tuve más alternativa que llevarla conmigo. Los primeros días fueron los más difíciles; rasgaba los sillones, cortinas, ropa y todo aquello que le pareciera extraño. Sin embargo, no tardó en acostumbrarse a mí y yo a ella; ronronea si quiere que la acaricie, le gusta dormir en mi regazo mientras escuchamos música y solo come después del atardecer, lo cual es muy conveniente porque es cuando regreso del trabajo, así podemos compartir la hora de la comida.
Desde hace noches algo hace tanta presión sobre mi pecho que me despierta en medio de la madrugada, cualquiera podría pensar que es Sam, pero sé que ella siempre me cuida y jamás podría lastimarme. Tras asegurarse de que estoy despierta, se dirige a la ventana y sale; trato de volver a dormir sin éxito; la luz de la luna me acobija, charlando con ella he aprendido más sobre mí que de ella, su compañía es lo único que tengo en estas noches eternas.
Siempre he pensado que Sam estaba sola cuando la encontré; pero tras verla marcharse diariamente, doy cuenta de la soledad que me rodea.
La luna me ha dicho que yo nunca he rescatado a Sam, sino que es ella quien cada noche me rescata de algo que va más allá de lo que mis ojos pueden ver.
Conversaciones sobre aprender a amar(se)
Katherine Sarai Mora Gutierrez UAEMex
—¿Y por qué le temes? ¿O por qué piensas que algo malo sucederá? —No sé. Hay algo en mí que no me deja confiar. Es una voz o tal vez es mi propia voz. Aunque se va, regresa cuando mi cuerpo no puede descansar. Desconfío de mí, del presente, pasado o incluso del futuro. Nada parece darme certeza.
—¿De dónde crees que venga este miedo?
—Lo he atribuido al abandono de mi padre. Suelo sentir un miedo al abandono. Relaciones familiares, románticas o amistades han terminado en ello. Me da miedo que suceda, pero también lo siento al pensar qué puedo hacer para evitarlo. —¿Como evitar ciertos lazos? —Por una parte, pero también en cómo actúo. Desmoronarme con tal de completar a alguien más. Brotar palabras con tal de alabarle. Sentirlo todo aunque duela todo. Ser perfecta porque el amor podría maquillar esas imperfecciones. Sin embargo, el cariño que me mostraron no me reparaba, me quebraba, y cuando lo hacía, era para satisfacer a alguien más. —Si en algún momento hubieras conseguido este amor, ¿el miedo se hubiera ido? —Ahora que lo pienso, no creo. Es curioso. Una parte de mí ha aprendido que mi primer amor tuve que haber sido yo. Sin buscarlo en alguna aprobación. Sin haberlo buscado en una persona. Pasé por tanto reproche que la mínima gota de cariño parecía ser la última. El tener las flores recién cortadas sólo me hubiera ayudado a darme cuenta que algo faltaba. Que yo faltaba. —¿En algún momento sentiste esta necesidad de perfeccionar tu actuar con tal de conseguir estas relaciones?
—Sí, lo intenté varias veces. De pequeña, me encantaba rayar mis manos. Era una forma de distraerme de las charlas aburridas. Me dijeron “no lo hagas. Eso no es atractivo de una niña bien portada”. A lo mejor, ahí aprendí a buscar la parte atractiva de mí. En el reflejo del espejo lo era y a la vez no era. Cualquier rasgo venía de alguien más. De un “no”.
—¿En ese momento aprendiste que el camino era cambiar? ¿Al lucir atractiva? —Sí. Al igual en las historias que veía. El príncipe no buscaba a la princesa cuando limpiaba o cocinaba, sino cuando lucía el vestido más elegante. La mujer ideal era diferente, resaltaba por su nobleza, por ser callada y recatada. Claramente, mi voz estorbaba porque esos “detalles encantadores” no resaltaban. —Cuando cambiabas estas características, ¿te sentías preparada?
—No. Era un disfraz que cargaba. Trataba de dejar los alimentos que no mancharan mi ropa. Una sonrisa alargada aunque cansara mi cara. Era un gran peso para un sentimiento fuerte y por esto mismo pensamos que debíamos aguantarlo. Como especie no nos creímos dignas y dignos de merecerlo. —¿Por qué piensas que debíamos aguantarlo? —Así lo vi. Relaciones construidas bajo gritos, mentiras, violencias y secretos. Ambas partes lo soportaban. Porque su religión lo decía, porque la ley lo establecía, porque las cuentas crecían o tal vez porque no conocían otra forma de amar. —¿Ahí es donde repercute en tu relación?
—Sí. Ambos expresamos ese temor a que termine en esto. Lo compartimos porque nos enseñaron que a no recibir sino lo dábamos, y cuando lo hacíamos, no era suficiente. Al encontrarnos tirados al pasto, bajo los rayos del sol que juntos nos robábamos, era comprender la mentira de una historia mil veces repetida. —Creo que en esta relación te sientes más tranquila, ¿estoy en lo correcto?
—Sí, como te digo, llegó a tener estos roces con “esa” voz, pero he ido mejorando. Me hacen cuestionar los consejos que escuché. Te dicen “en algún momento llegará” o “inténtalo antes de que sea tarde”. Como si fuera tan fácil aprenderse a abrazar cuando antes ni nos podíamos mirar. Pasé fines de semana enteros llorando, siento que apenas empiezo el camino y no encuentro el final. Sólo que por esta vez está bien que sea así.
—Como lo has dicho, has empezado un camino. Estás aquí. Viviste momentos duros y algunos todavía te atormentan. En este día, has decidido verles la cara. Eso también es prueba de amor propio. Darnos paciencia.
Lamentablemente, el tiempo se está acabando. ¿Con qué te has quedado de esta conversación?
—He empezado un camino rodeado de nuevos escenarios. Sin buscar el final feliz o el momento ideal, sino por primera vez buscándome a mí. Dejando atrás las relaciones de abusos. Me arrepiento de los días que no me dediqué y también recuerdo las caricias que me estoy otorgando. Aprendo a dejar ir las partes que regalé y reconstruirme con lo que me quede. Desde la ternura, desde la rabia o desde la tristeza, pero desde mí. —Me parece excelente. Continuamos la próxima semana. Hasta luego. —Está bien. Hasta luego. Gracias.
Ritual amoroso
Karla Arroyo Calderón, Cuernavaca, Morelos
Caminé en silencio hasta donde ella estaba postrada, aún me infundía un poco de temor. Tenía los ojos entreabiertos, ya que me esperaba.
El par de trenzas grises le descansaban a los costados, imaginé por un momento que todo el rigor de su carácter tomaba posesión de ellas, convirtiéndolas en serpientes listas para atacar.
Ante mi, estaba una mujer de hierro, cuyo temple se veía oxidado por la enfermedad en los pulmones.
Lupita, mi bisabuela, era capaz de remover conciencias, la voz de autoridad que se extendía a través de ramas generacionales.
Esta vez sus ojos mostraban cierta compasión, pues sabía que mi corazón era un rompecabezas unido con engrudo malogrado por exceso de lágrimas. —Arrima la silla y escúchame por favor. Quiero que hagas lo que te diga. —La antigua silla tejida con palma profería chirridos que, bajo el mínimo movimiento me hacían perder la concentración.
—En esa pila de papeles hay un libro para ti… ¡Hijita, ahí detrás, a la izquierda! En él vas a encontrar una receta, que al parecer fue hecha para las mujeres de esta familia. La página está separada por flores secas. Es el remedio para esa alma enclenque que tienes.
—¿Enclenque?
—Necesitamos hacerte más fuerte, hijita —La bisa Lupita con tal poder de convencimiento, lograba mostrar ese atisbo de esperanza aún cuando no tenía idea concreta de lo que me decía.
—Tómalo, ese libro ya es tuyo. — Fue lo último que escuché de sus labios que comenzaban a verse amoratados, luego coloqué su delgada mano entre las mías y la besé, no recuerdo haber tenido esa cercanía con ella antes.
Pasados los días de luto, fui a refugiarme en lo único tangible que tenía para recordarla.
El libro con la pasta desgastada en la que no se podía adivinar
Karla Arroyo Calderón,
el contenido, tenía hojas amarillentas que olían a dulce, como las flores secas que guardaba, casi integradas a la textura del papel.
Lo abrí justo en el separador de naturaleza muerta, “Ritual amoroso” era el título. Enlistaba elementos para llevar a cabo una especie de ceremonia. Eso me daba bastante pereza. Nunca tuve fe en hechizos de amor. ¿Tan desesperada me había visto la bisa Lupita? Lo cerré sin leer más. Una de las flores salió volando, era como una mariposa que se posaba en mis pies como recordatorio póstumo.
La levanté con cuidado y la atrapé con una tachuela sobre el pizarrón de pendientes.
Transcurrieron algunos meses. De vez en cuando pensaba en el libro, pero me inquietaba la idea de que si lo abría se escaparía el eco de sus palabras, ordenándome seguir el ritual. Nunca tuve la intención de atraer el amor de esa manera, más bien creía que él me buscaba dentro de las personas equivocadas. En alguna ocasión descubrí una larga fila de hormigas que se dirigían al montón de cuadernos que estaban en la mesita del estudio. Creí verlas en días anteriores, pero no les di mayor importancia, hasta que ya eran un número considerable. Seguí la línea intermitente para descubrir que habían hecho una especie de nido en el libro que me había dado la bis. ¿Cuánto tiempo les habría tomado roer el papel y dejar un hueco lo suficientemente grande para depositar sus huevecillos? Sacudí el libro, éstos se desparramaron por todos lados, perecían diminutos dulces de menta. Algunas de las hormigas se prendieron a mi ropa, me deshice de ellas dando brincos desesperados.
Más de la mitad del libro quedó despedazado. La página que me interesaba rescatar tan solo por curiosidad, se podía leer parcialmente. Tanto la lista de materiales como el procedimiento estaban incompletos. Al parecer, se trataba de una serie de objetos de fácil acceso; papel, un bolígrafo al que yo pudiera considerar especial, una taza, entre otras cosas. Me sorprendió que no había alguna pócima que se le atribuyera magia o método que involucrara colibríes muertos. Era algo así como una lista de afirmaciones. Los últimos pasos habían desaparecido ante las mandíbulas de aquellos bichos a los que lla-
mé en adelante, desidia. Traté de rescatar el ritual transcribiendo en mi diario lo más que pude. Pero el texto no tenía sentido. Entonces recordé a la bisa, mencionó que el libro fue escrito para las mujeres de la familia, así que me di a la labor de indagar con mis tías y primas. Cada una me dio su versión. ¡Todas habían pasado por el ritual! Incluso mi madre, ella nunca me lo dijo.
Cuando recopilé sus experiencias, pude recrear el texto perdido. El ritual amoroso actualizado, quedó plasmado en un correo electrónico que repartí entre todas las mujeres que conocía.
Estaba a punto de empezar un camino de autoconocimiento. Nunca más padecí la soledad, volqué todo ese amor que había materializado en tantas personas, sobre mi misma.
Traslúcido
Tanya Laura Aké Puga. Universidad de Quintana Roo
Mi vida tiene nombre, es mío. Tus días los guardas tú, su dueño. Nosotros no solo coincidimos, sino que ambos juntamos sueños.
Permitir el espacio posible: Apoyo mutuo, sustancia propia, donde los dos somos seres libres que deciden quedarse sin sombras.
En realidad correspondida, es válido cambiar de opinión. Confirmar constantes el consenso concede encumbrar el corazón.
Mi gran fortuna es tu presencia: soy feliz contigo por compartir. Nada me resta al determinar estar en paz conmigo al vivir. Deseo respetar nuestros ritmos, que el mundo ruede, voy con calma. Somos resiliencia individual, cada quien tiene su propia alma.
¿Sabes? siempre eres bienvenido, cálida intención de compañía. Te invito a estar conmigo sin la pretenciosa despedida.
Anhelo ser lo mismo para ti: tu deseada añadidura, una aspiración de ilusiones cuidadas por la voluntad pura.
Es natural la incertidumbre, nos reservo la espontaneidad. No temo por el transcurso del sol pues confío en la complicidad. Si las palabras son la chispa, tan dulce y picante aliento, seamos la luz inmarcesible reflejada por hechos en tiempo.
Flor de cerezo
Santiago Garcés Moncada Universidad de Antioquia, Colombia
Supe por mi abuela que el cerezo de mi pueblo fue el primero en todo el mundo.
Allá en medio de la plaza, en lo que antes era un bosque, un árbol seco dormía sobre una colina baldía. Era ese lugar mortuorio y vacío un sitio prohibido para las mariposas, que eran símbolos de vida en todo el campo. Aquel árbol negro y sin hojas había estado abandonado desde no se sabe cuándo, pues se decía que ninguna mariposa regresaba con vida tras posarse en sus ramas podridas.
Un día, sobre una hoja de hierbabuena, una crisálida en forma de semilla se reventó para dar lugar al nacimiento de una hermosa mariposa. Sus alas se dibujaban en la sutil transparencia de su capullo, de un rojo fuerte y brillante, pero en su intento de libertad rompió una de sus alas y en gotas de sangre se fue destiñendo su brillo, dejando sus alas de un leve rosa. Las demás mariposas al ver lo que sucedía la sacaron desmayada del capullo, y con la savia de aquella hoja que le hacía de guarida, le trataron sus heridas. Al preguntarse unas a otras por aquella mariposa, se empezó una discusión sobre su especie, pero nadie supo acertar su nombre, solo la más sabia de las mariposas después de mirarla un buen tiempo dijo: -Sé que es una mariposa de la antigua Alemania, creo que su especie es Kirsche, pero según sé, se había extinguido…-. La envidia golpeó el ego de muchas de las presentes que se creían únicas y que ahora se veían tan simples a su lado. Se levantó confundida y sola, lo exótico de sus orígenes y la mala fortuna de su nacimiento habían alejado a las demás de su vuelo, dejándola sola por largo tiempo en su corta vida, que efímera huía con el alba. Desde lo alto de una rama miró hacia la colina, vio al árbol tan solo y silencioso como ella había estado siempre, exiliada a sí misma desde el comienzo de su vida desteñida como el firmamento en leves goteos de sangre. Lo miró detenidamente y por fin se sintió igual a alguien, se dirigió hacia él, pero en medio de su vuelo se abalanzaron sobre ella las mariposas del campo para detener su viaje hacia aquel fatal destino.
-No vayas a ese sitio o has de encontrar la muerte antes de tiempo, pequeña-, le dijeron en un regaño. -Ese es un árbol maldito donde la gran mariposa negra se posó una vez, arrebatándole la vida a toda la colina, y desde entonces toda mariposa que se acerque al árbol se marchitará igual que una flor delicada en el desierto-. La pequeña no sabía qué creer, si ella estaba sola y se consideraba buena, aquel árbol solitario también tendría que serlo. “¿Alguien ha tratado de entenderlo, de defenderlo de la soledad?”, no lo creía.
Pasó la mitad de su vida pensando en esto, un atardecer con nubes en forma de copas frondosas dibujaba un follaje rosa que cubrió al árbol de color por un instante, antes de dejarlo perdido entre tinieblas. En la oscura madrugada el viento abrió sus alas y la elevó como una hoja entre la brisa nocturna, el árbol anochecido crujía con cada soplo, y un gemido de ramas secas al quebrarse tallaban la melancolía en cada fibra de su tronco. Las otras mariposas descansaban en las ramas de un caracolí, la pequeña Kirsche volaba bajo el brillo de la luna dejando ver en sus alas una cicatriz casi diáfana, avanzó hasta la luna que se aferraba al cielo sobre la colina para hacerle compañía a un viejo amigo de madera, ella aleteó y posó su delicado andar sobre la rama más alta, donde se hallaba un brote seco que casi desprendía el viento. El árbol habló sorprendido al descubrirla, su boca rota hacía brotar desde adentro una voz oxidada, con tono apacible de moribundo sabio. -¿Qué te trae hasta mis ramas esta noche, pequeña mariposa?-, dijo conmovido y ella respondió en condición parecida: -Sé que moriré pronto como otras que he visto irse, han pasado los días y cada vez me siento más débil, mi vida entera ha sido de soledad en el exilio de no ser como el resto. Tú, que vives el mismo exilio, sabrás mejor que yo cuánto vale tener un amigo antes de morir-. El árbol quiso llorar con aquellas palabras, pero solo el polvo de su sedimento se levantó entre los claros rayos de la luna. Pasó la mitad de su vida pensando en esto, un atardecer con nubes en forma de copas frondosas dibujaba un follaje rosa que cubrió al árbol de color por un instante, antes de dejarlo perdido entre tinieblas. En la oscura madrugada el viento abrió sus alas y la elevó
como una hoja entre la brisa nocturna, el árbol anochecido crujía con cada soplo, y un gemido de ramas secas al quebrarse tallaban la melancolía en cada fibra de su tronco. Las otras mariposas descansaban en las ramas de un caracolí, la pequeña Kirsche volaba bajo el brillo de la luna dejando ver en sus alas una cicatriz casi diáfana, avanzó hasta la luna que se aferraba al cielo sobre la colina para hacerle compañía a un viejo amigo de madera, ella aleteó y posó su delicado andar sobre la rama más alta, donde se hallaba un brote seco que casi desprendía el viento. El árbol habló sorprendido al descubrirla, su boca rota hacía brotar desde adentro una voz oxidada, con tono apacible de moribundo sabio. -¿Qué te trae hasta mis ramas esta noche, pequeña mariposa?-, dijo conmovido y ella respondió en condición parecida: -Sé que moriré pronto como otras que he visto irse, han pasado los días y cada vez me siento más débil, mi vida entera ha sido de soledad en el exilio de no ser como el resto. Tú, que vives el mismo exilio, sabrás mejor que yo cuánto vale tener un amigo antes de morir-. El árbol quiso llorar con aquellas palabras, pero solo el polvo de su sedimento se levantó entre los claros rayos de la luna. Se hicieron compañía toda la madrugada, contaron sus historias y en un abrazo de mínimos contactos fueron dos piezas diferentes que encajaban sin igual.
-Una mariposa te quitó la vida… Quisiera ser yo quien te la devolviera-, dijo la mariposa agonizante y triste, el árbol se sintió feliz de sentirse amado una vez más y quiso perecer con ella, pero ella se le adelantó sin despedirse. La mariposa murió sobre aquel brote seco y el último rayo de la luna como una lágrima los envolvió, creando un manto de seda transparente que cubrió a mariposa y semilla en una crisálida de luz. Aquel destello parecía una estrella encendida, cuando las otras mariposas despertaron vieron en aquel brillo la forma de la gran mariposa blanca y fueron velozmente hacia la luz. Al llegar a la rama vieron a la pequeña mariposa abrazada a una semilla dentro del lecho, el amanecer no dio espera y como un cristal contra el suelo se rompió la crisálida al primer rayo de sol, haciendo brotar una flor rosada con forma de
mariposa, liberando un aroma dulce que llenó todo de vida. De oruga a mariposa, de mariposa a flor… El milagro de la vida regresaba a aquel árbol, germinando cada semilla hasta tener todas las ramas llenas de hojas verdes y flores, que pareciese que volaran cuando sin querer las arrancaba una ventisca, y desde entonces en medio de la colina suelta flores el cerezo como mariposas que revolotean en el viento.
Amor propio
Arantza de la Fuente Álvarez UAEMex
Un amor de manantial valiente me mira a los ojos, amortigua la herida de la vida hecha trozo. De las insulsas pelusas bebe y no hay barrera que condene su zumbido resiliente. Se yergue con espesa arrogancia, y no importa lo que haga su armadura líquida no se desgasta.
Escarnece a mis miedos, los ridiculiza hace de ellos meros juguetes indefensos. Como ningún otro, este amor sabe a qué atenerse cuando traspasa la sombra de precipicio inerte. Me cobija nunca asfixia. Tengo un amor osado un amor guerrero, muchos lo han condenado, pero ninguno ha sido rival para su ataque fiero. De corazón y sangre interminable, mis angustiosas heridas siguen sin perjudicarle.
Amiga, te extraño
Carmen Macedo Odilón UNAM
Amiga, te extraño. Ya sé que acabamos de hablar, y me mandaste un beso de buenas noches, además de enviarme el sticker de gatitos dormilones que tanto me gusta, pero ¿sabes?, cada vez que cuelgas el teléfono, siento que me muero un poquito.
El cuarto no me deja dormir, por mi ventana entra un débil rayo de luz de aquel faro que nunca se apaga; brillo invisible en las mañanas, compañero absoluto de la soledad y estrella guía en la noche. Hasta hace unos años, me ayudó a perder el miedo a la oscuridad.
Cuando el árbol del otro lado de la calle se sacude, presa también del sueño, estira cansado sus ramas. Del otro lado del cristal veo cómo se agita, produciendo un juego de sombras danzarinas que me sugieren las más ridículas fantasías. Dos fantasmas en mi pared saltan, corren, se abrazan y besan, ay amiga, ojalá pudieras verlo. —Ya sé, wey, pero mi mamá dice que no, que hasta que no volvamos a la prepa no puedo salir a ver a nadie, neta que ya no aguanto. Pinche aislamiento, me está volviendo loca, me urge ver al Brandon, neta que hasta extraño a los profes, ¡en serio!, hasta a la de química, y te consta cuánta weba me da su clase. Ya siento que se me está olvidando todo lo que vimos el año pasado. O sea sí, como vacaciones estuvo padre y nos emocionamos un chingo, pero luego de un rato me acabé de fastidiar… ahh, y obvio que te quiero ver, nena. Tenemos que salir, aunque sea a dar el roll en la colonia, pero por favor, ¡aire! … —escucho a tu mamá gritando que ya dejes el celular y bajes a darle de comer a tu hermanito, le gritas que él ya está bastante grandecito para servirse solo y que estás platicando conmigo. Dice que vayas y te truena los dedos. Suspiro—. ¡Ash!, ya te tengo que dejar, Lucy. Neta que llevo este encierro haciendo de esclava: que si limpio mi cuarto, que si le doy de comer al Dany, que si baño al perro, que si lavo la ropa de mi papá en cuanto llega de trabajar. Te lo juro, wey, qué suerte tienes de vivir nada más con tu mami,
yo hasta tengo que tallar con cloro las suelas de los zapatos de mi papá, y cambiar a diario el tapete de la entrada. Ya ves, mi mamá súper paranoica porque no le vayan a pegar algo en su chamba. Si vieras cómo me apestan las manos, y eso que uso guantes, sale, ya me voy, nena. Te escribo al rato, si me dejan, obvio, beso… —y desaparece tu rostro de la pantalla de mi computadora.
Me acuesto y cierro los ojos, aquí todo está en silencio, mi mamá está encerrada en su cuarto para hacer home office, yo hago la cena para las dos y en la noche platicamos. Odio las clases en Classroom, no nos vemos las caras, solo un ir y venir de pdfs para leer y contestar cuestionarios cada quince días. A veces, hasta me cuesta recordar la cara de los compañeros. Lejos se quedaron las voces, las risas y los descansos entre clases, me arrepiento de no haber platicado más y echado relajo como todos, hasta lamento no haberme ido de pinta cuando me lo propusiste. Incluso extraño ir al baño juntas. Llevo semanas sin tomar tu mano cuando salimos a la calle, llevo semanas sin acariciar tu mejilla y besar tu frente mientras lloras por uno de esos niños que te ilusionan y que beben de tus labios la miel de tu enamoramiento desbordado… Llevo semanas sin oír tus murmullos al mirar a escondidas a Brandon, el último de quien me dijiste, te prendaste. Días, semanas y meses en las que me muero poco a poquito.
No recibo llamada tuya, no escucho tu dulce voz susurrándome al oído tus fantasías: romances que siento míos, aunque no sepa nada del amor más allá de las novelas que leo y las series de Netflix. Historias tuyas en las que me disfrazo de Luis, Carlos y Brandon. Relatos donde soy yo quien recibe tus caricias, donde mis dedos palpan tus pechos, donde mi lengua conoce el cielo...
“Yo sí te quiero un chingo, Lucy, eres mi mejor amiga, pero…” Pero no así. Lo sabía, siempre lo supe, sin embargo, me abrazaste. “Gracias nena, neta que vales mil…” y volvimos a ser las de siempre. No cambiaste conmigo y yo tampoco traicioné la comprensión que me brindaste. Seguimos riendo, siendo confidentes y amigas, porque guardaste el secreto de mi amor y lo valo-
raste como un tesoro, tal como te veo a ti. A media noche, mientras contemplo el vals de las sombras, me mandas un whats. Es una foto tuya, o al menos creo que lo es porque se enfoca en tu torso: tu piercing de estrella en el ombligo, un panty rosa de florecitas con cuerditas atadas en tus caderas, uno de tus pechos cubierto por el bikini que hace juego, el otro apenas disimulado entre tus dedos. El corazón se me detiene, luego late desesperado, me incorporo en la oscuridad; la farola brilla más fuerte que nunca y el árbol vecino sacude hojas que tiemblan como cascabeles. Eliminas el mensaje. Dudo responderte y espero. No es un sueño, ni otra fantasía, estás en línea y no sé qué hacer. Escribes. “Wey, te envié por error una foto, ¿no la viste o sí?”. Sé que estás preocupada, sé que dudas, sé que temes mi respuesta. Dejo pasar cinco minutos que me parecen años, mismos que imagino te tienen sin aliento. “Me acabas de despertar, ¿qué me mandaste?” Me respondes de inmediato, aliviada. Dices que no era nada, luego haces una pausa y escribes como nunca, a lo largo de los cuatro años que te conozco, lo has hecho: te enteraste que Brandon anda con otra niña; te enojaste, lo estuviste buscando toda la tarde, dijo que tú solo eras una “amiga” y que no debiste clavarte. Te sentiste tonta, poca cosa y discutieron por teléfono, o al menos hasta que él te bloqueó, incluso te eliminó de Facebook. Desesperada, le enviaste la foto para que supiera de lo que se perdía, para que tuviera con qué darse la jalada de su vida y que luego te buscaría arrepentido… Y escribes, y escribes tanto que sé, a través de tus palabras mal redactadas, que te escondes bajo las cobijas, avergonzada, conteniéndote el llanto para no despertar a nadie.
Te grabo un mensaje de audio mientras corro a la azotea, donde veo la luna llena de tu ombligo y la estrella plateada de tu arito enjoyado. Un mensaje donde te digo que a cada instante lejos de ti me muero un poquito… un mensaje largo, tan largo como el tiempo que llevo sin verte, donde el viento frío de la noche seca mis lágrimas que corren con las tuyas desembocando en lluvia de una tristeza compartida. Un mensaje sin más mentiras. “Amiga, te extraño”. Al despertar, tomo el teléfono,
me reenviaste la foto. “¡¡¡Diosa!!!”, caritas con corazones en vez de ojos, caritas besuconas y silbadoras, “pero te apuesto que estoy mucho mejor que tú”. Imagino tu cara riendo por la respuesta ridícula que te escribí, te veo en mi mente llamándome loca, recordándome la ropa que llamas “aguada” y que tanto me gusta porque me cubre el cuerpo, así como mis constantes faltas a la clase de natación para que no me vean sin ropa. Entonces me desafías juguetona, dejando atrás todas esas palabras ya extintas en esa noche donde nos expusimos. “Mándame nudes, Lucy, porque si no, no te creo ni madres, wey” y pones un emoji llorando de la risa. Necesitamos volver a lo de siempre, tú y yo como amigas, tú y yo en mis sueños, y hasta ahí. Busco mi biquini de Hello Kitty que me rehúso a tirar, aunque no lo haya usado en años, entonces me encierro en el baño. Nunca pensé que me apretara tanto, veo la tela pequeña perderse en mi figura de quince años. Me tomo una foto con el celular, mi piel pálida por el encierro no me causa ninguna vergüenza porque ya te lo he enseñado todo. “Lucy estás preciosaaaaaa qué guardaditas te las tenías, mamacita”, gif de lobo al que se le salen los ojos y la lengua. “No, ya, en serio… me tengo que quedar con esta foto… uta, hasta me dio un no sé qué”. Siento mis mejillas a punto de reventar y rio apenada, tan fuerte que mi mamá sale de su estudio y me pregunta si ya me enteré. A media tarde, recostada en la cama, miro embobada tu imagen en el teléfono. Mi mente empieza a divagar, aunque es temprano para jugar en la oscuridad. Mis dedos reemplazan a esas figuras nocturnas y sus pasos febriles, la luz del sol es más potente que cualquier faro. Del árbol, se oye el canto alegre de los pájaros, como portavoces del cambio de estación.
En el cuarto iluminado, mis suspiros acompañan al coro de aves, en una melodía que mengua tu ausencia… Por la ventana veo cuán azul es el cielo.
Amiga… te… quiero… ¿Ya supiste? El siguiente lunes volvemos a clases.
Por una vida libre de violencia
Marisol Casimiro Sánchez Sultepec, Estado de México
La violencia en sus diversas variables de ninguna manera debe ser encasillado de uso exclusivo del genero mujer, considero que no es una cuestión de género, más bien es una cuestión se sensibilidad y empatía del ser humano, llámese hombre o mujer, si bien es cierto, la corriente llamada “feminismo” ha usado como bandera en diversos movimientos de índole social frases como “mujer libre de violencia”, “ni una más”, “somos el grito de las que ya no están”, “igualdad entre hombre y mujer”, y un sinfín de lemas y frases que han desfilado la carpeta asfáltica de diversas ciudades.
Podría suponerse, que soy una mujer “machista” que va por la vida tomada de la mano de ese preámbulo caracterismo de superioridad del hombre, lo cual confieso es falso, soy partidaria absoluta del empoderamiento de la mujer, pero he de decir que no comparto el radicalismo de la corriente feminismo, porque no se puede ir por la vida pidiendo espacios, alzando la voz, solo para la mujer, no es que la mujer no merezca ser líder, es simplemente que toda persona tiene derechos y obligaciones, las cuales deben ser respetadas para que prevalezca la armonía social.
Desde mi trinchera he procurado defender injusticias, por que como lo he dicho antes la violencia no es un tema que deba ser focalizado en un género humano, sino más bien, es cuestión de valores, de entorno social, de costumbres, de ideología; lo que es peor, el tema violencia no discrimina, entra en cada rincón de las clases sociales, algunas veces se sienta entre los feligreses de alguna religión, de vez en cuando ocupa un escritorio dentro de una empresa importante, pero también la puedes encontrar en el asiento de un bus, y lo más decepcionante es que llega a coquetearte con esa risa fácil y cínica, factores todos que se entrelazan construyendo un vínculo enfermizo entre el generador y receptor de la violencia. El generador de Violencia trae consigo un bagaje emocional que lo carcome desde sus entrañas, es por ello que busca una víctima en la que des-
cargar sus emociones, frustraciones y miedos; de tal manera que va cayendo en una cascada de acciones que una vez que inicia violentando no para, sino por el contrario el grado de violencia va en aumento, el cual algunas veces se desencadena en ese índice tan alto de homicidios o como las estadísticas politizadas lo llaman “feminicidio”; lo peor de todo es que el generador de violencia siempre encuentra una excusa o una justificación para sus acciones, taladrando a la víctima con afirmaciones como: “te lo mereces”, “es que tu me provocas”, “lo hago por tu bien”, “es que te quiero”, “no lo vuelvo a hacer”, “si te portas bien, no vuelve a pasar”.
¿Qué hay de la Víctima? Bueno pues por un momento equiparemos a la víctima con un cristal, al cual poco a poco se le va fracturando a través de las humillaciones, vejaciones, amenazas o golpes, cayendo en una profunda depresión, vive en automático, fundida en su autoestima que se encuentra 100 metros bajo tierra, sin motivos para sonreír, agradeciendo que es un día menos viviendo bajo el yugo de ese sujeto llámese el o ella; si bien es cierto que hay un sinfín de programas sociales de ayuda para las víctimas de violencia familiar, laboral, de género, psicológica, sexual, etc. Para las instituciones públicas las víctimas no son más que un número, una estadística, eso pasa por que existe cero empatía como seres humanos.
Por eso, si lees esto y estás pasando por un episodio de tristeza, ansiedad, pánico, no lo dudes más, huye de esa situación, dale carpetazo, no mereces que otro sujeto llamado pareja, jefe, padre, madre, hermano, compañero te haga sentir tan miserable, tienes derecho a ser feliz, a sonreír, a mirar la vida sin que tus ojos estén empañados por lágrimas, tienes derecho a gritar de felicidad, tienes derecho a amar y que te amen, tienes derecho a luchar por tus gustos, por tus libertades, por tus sueños, por tus proyectos, tienes derecho a vivir, porque he de decirte que si tu vida está cubierta con la sombra de la violencia no es vivir. Mira dentro de ti, busca en tus emociones, sé que tienes miedo de salir, de enfrentar lo desconocido, pero te digo un secreto acá fuera las cosas son mucho más divertidas, no es fácil empezar de cero, no es fácil dejar esa maldita adicción a un te
quiero, no es fácil aventurarse, pero dentro de ti, hay una voz que te dice basta, toma esa voz como vadera y por una vez en tu vida ámate, cuídate, consiéntete, procúrate. Te prometo que si pones un alto no te vas arrepentir, por el contrario seras una sonrisa que agradecer, a cambio de ello tú prométeme que vas salir, serás una persona positiva, sin rencores, enamorada de la vida, cero egoísmo, pero sobre todo prométeme que curarás tus heridas, que intentaras sanar las llagas que llevas en el alma, y que nunca te convertirás en un generador de violencia. El amor propio no es algo tan difícil de hallar, el amor propio es poner límites a quienes te rodean, es ser consciente de vivir en armonía, es defender tus ideales, es luchar por tus sueños, es simplemente vivir en paz. Mirate en el espejo, dime qué ves? Eres un ser humano excepcional, no permitas que otra persona llena de resentimiento hacia la vida, te haga llorar, tú mereces sonreír, mereces brillar como las estrellas, mereces ser feliz, y no hablo de esa felicidad ocasional, sino de la felicidad diaria, nadie en la vida está obligado a amarte, ni siquiera está obligado a quedarse, pero tu si estas mucho más que obligado a amarte, a procurar esa estabilidad emocional que buscas en tu día a día. Ya no esperes más, deja de auto limitarte, vamos, trabaja en tus habilidades como en tus limitaciones, en tu victorias como en tus derrotas, trabaja en ti, en ti hacerte feliz cada segundo, recuerda que la vida es tan efímera como esa partícula de polvo que pasa frente a ti en escasos dos segundo. Así que a amarse intensamente!!.
Habito en mí
Sofía Fernanda Ruiz Baez Universidad de Tarapacá, Chile
Habito en mí. Cada centímetro de mi cuerpo es la materialización de mi casa.
Mis extremidades son la prolongación de un universo único, especial.
Habito en mí. Miro mis pensamientos.
Qué terrible es mirar a veces y encontrar tanta rumia mental. Me concentro.
Intento silenciar la mente.
Habito en mí. Riego las ideas creadas desde el corazón.
Siento gratitud por lo que me rodea.
Habito en mí. Sé que hay magia. Sé también que en ocasiones no confío en ella. Lo siento por eso. Habito en mí. Y espero que cada uno se habite a sí mismo. Tengo empatía con el alma colectiva.
Raíces y plantas
Ximena Cecilia Rivera García UAEMex
Mi madre se fue no hace mucho de la casa, aún no sé cuándo va a regresar ya tiene un tiempo en el que ella estaba en el umbral de mi habitación diciéndome que ya se iba al aeropuerto y regresaría en un mes, pero a las pocas semanas dijo que tardaría un poco más en regresar…cuento esto porque desde hace otro poco yo estaba segura cuánto había cambiado y decía que ya me amaba completamente, pero bueno, resulta que estaba en un error garrafal, aún me quiebro tanto que las cobijas de mi cama se sienten de metal forjado y todo es demasiado pesado para salir de mi cama e iniciar mi día; solía pensar que con ponerme mascarillas faciales, maquillarme cada tanto, tener comida cada vez que bajara de mi habitación, ponerme ropa en la que me sintiera bonita era todo lo que significaba amarse a una misma, cada vez que me miraba al espejo sonreía porque me sentía genuinamente bien con lo que veía pero cuando mi madre partió, me di cuenta que me faltaba un largo camino por recorrer y simplemente a veces una mascarilla facial cada semana no iba a arreglar todos estos demonios que aún dormían debajo de la cama esperando a salir en cualquier momento.
Cuando se fue mi madre me tocó arreglármelas con la casa y la universidad; al principio me sentí una mujer independiente con la idea que pronto regresaría mi madre y nuevamente tendría quién me ayudara en todo en mí vida un soporte emocional que no sabía cuánto necesitaba, cuando me enteré que eso no iba a pasar pronto poco a poco me fui desmoronando, me levantaba más tarde, mis clases era un podcast donde sólo eran voces pero no mensajes, las tareas se fueron acumulando y otras perdiendo, las comidas no llegaban a la mesa porque no tenía ganas de hacerla, la casa cada vez se llenó más de polvo, y la plantas poco a poco se fueron secando, el maquillaje, la ropa y las mascarillas se fueron quedando cada vez más al fondo de los cajones… Cuando vi, mi cuerpo se estaba llenando de raíces rojas, mi ombligo cada vez se escondía
más, me dolía el cuerpo, mi cara estaba opaca y con ojeras, mis manos secas por el frío y mi mente era tan desastrosa que me daba pena mirarme en el espejo, ni siquiera me daban ganas de mirarme las lágrimas llenaban mi rostro en cuestión de segundos por sentirme vulnerable, decepcionada porque entonces no había crecido nada y molesta que aún tenía que dejar que todo se lo cargara a mamá. Conforme pasaron las semanas, yo caía más en el escepticismo y en hundirme en las lagunas de mis pensamientos; desesperada me refugié en mis terapias donde cada sesión sólo lloraba por todos esos monstruos que no me animaba a mirar debajo de la cama, estaba demasiado asustada para agacharme.
Con el tiempo, he visto cómo llorar, ser vulnerable y dejar sentir todas estas emociones incómodas sanan mucho al final del día, hay días buenos, hay días malos y días terribles pero entendí que me exigía todo el tiempo demasiado, ser la estudiante, amiga, hermana, compañera, novia, hija y persona perfecta y sólo me estaban consumiendo todas estas expectativas tratando de llenarlas todas pero no soy una máquina, sólo soy una adolescente que trata de entender el mundo, a ella misma y a todos los demás. Nada es permanente, me tocó tener que ser más independiente antes de lo que pensaba, ahora entiendo que era demasiado superficial y que me faltaba ver mucho de todo lo que no hacía, ahora mis días los siento muy cortos para todo lo que tengo que hacer y simplemente todo se siente muy agotador, esto ha hecho que valore más a mi madre, a mi padre, a mi hermana, a mis tías, a cualquier persona que se tiene que hacer cargo de su vida y la de alguien más, esto me ha hecho también valorar más los momentos que me doy para mí, y por lo menos me exijo darme un momento al día, sea hacerme un desayuno que me guste, ponerme un pantalón con el que me sienta mejor, me maquille un día aunque no vaya a salir, ponerme a leer, ver algo que me guste, tomar el sol mientras tiendo la ropa, aferrarme a los pequeños detalles han hecho que entienda que el amor propio se puede vivir de muchas maneras y no es un estado permanente, es cosa de trabajarlo todos los días, tratarnos más amablemente y con cariño, mimarnos, darnos apapachos,
echarnos porras…somos una platita que no debemos dejar marchitar y si podemos, regar lo que está a nuestro alrededor para calentar nuestro corazón y quizá con un poco de suerte el de alguien más.
Despertar
Karla Angelica Azotea Valdes UAEMex
Me costó trabajo encontrarte, saber tus gustos, pasiones y tristezas. Cada vez que te veía en el espejo pedía que cambiaras, te encontraba un sinfín de defectos: nariz muy grande, pestañas muy pequeñas, piernas cortas, un lunar en un lugar equivocado, ¿necesitarás una rinoplastia?
Con cada gran idea que tenías llegaba una montaña de inseguridades, miedos que apagaban por completo esa llama de ilusión y creatividad que con tanto fervor manifestabas; te atormentaba con palabras como: ¿estás segura?, entiende que no eres tan buena como otros, ¿y si se burlan?, ¿Qué pensarán de ti? Siempre fui tu peor crítico; lamento no confiar en ti desde hace principio.
Cuántas veces tuviste que dejar de hacer lo que te gustaba por quedar bien con los demás, por no molestar al hermano, hacer enfadar al padre, hac-
“Alicia, no puedes vivir tu vida para complacer a los demás, la elección debe ser tuya.” Fragmento de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll
er sentir incómodo al novio, tenías que quedarte callada y escuchar los comentarios de la familia, y no decir nada porque era una falta de respeto ofender o contradecir a tus mayores. Siempre procurando no ofender a los demás, pero ¿quién se preocupaba por ti? ¿Alguien sabe de las noches en vela? ¿saben que te quedaste llorando hasta muy noche por aquel comentario que fue sin afán de ofender? ¿saben de …? No, no lo saben. Y fue aquella noche cuando decidiste escribirte, cuando al borde del precipicio, te viste y reconociste, fue entonces en ese momento cuando comprendiste que no hay nadie más importante que tú, que eres tan capaz como cualquier otro de alcanzar tus sueños y metas. Lamento invadir de pensamientos negativos a aquella niña que se sentía sola, que lloraba por las noches cuando recordaba, nunca te dije lo valiente que fuiste y eres. Nunca resalté
lo bien que lees en público, lo rápido que andas en bicicleta, lo fuerte y perseverante que eres y ese gran entusiasmo que tienes por ayudar a los demás. Hoy te escribo a ti: a mí. Porque es necesario reconciliarnos, y perdonarnos, porque es tiempo de dejar atrás las ataduras que “el qué dirán” por tantos años nos mantuvo presos; es tiempo de correr, saltar, y caminar a nuestro paso. Viste, habla, y ama libremente. Es hora de encontrarnos a nosotros mismos, de amarnos y respetarnos. Mirémonos y amemos cada parte de nosotros. Llegó el momento de poner límites, seguir intentando, y confiar en ti. Es tiempo de renacer.
El amor total
Luis Mario Alfonso Silva Gurrola Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas
Al conocer el mundo por primera vez, libre de las sogas del hogar, éste me pareció el recinto más asombroso; la libertad de ser quien uno desease me embriagada y cualquier persona que llegara a mi vida me sorprendía, sólo cenaba tazas de café y ahí, desde la trinchera de la juventud, viví por primera vez. Mi nacimiento, la niñez, hasta mi adolescencia, no importaban, no ahora que era yo dueño de mí.
Creía en las ideas absurdas y por ello, cuando conocí al primer amor, quedé tan deslumbrado; no era que antes no me hubiese enamorado, pero el idilio juvenil no era nada comparado con la seriedad de la adultez, era transmutarse de un estado de inmadurez y tocamientos de mano hacia los besos profundos y el peso de las decisiones. Cuando Andrés se presentó en mi vida, no pude percibir la desgracia que traería, debí haberme fijado en su caminar, como de un cadáver putrefacto que, de tantos tragos amargos, ahora vivía desde el desenfado y la monotonía, pero yo creía en los milagros, así que permanecí a su lado.
Nuestra primera cita fue la estereotípica taza de café con la banal charla de los desconocidos, yo me encontraba, en el fondo, midiendo cada comentario, tenía tanto miedo de equivocarme y echarlo a perder, por ello, a cada aseveración, chiste o pregunta, yo le celebraba cómo si hubiera cometido un gran acto.
Estuvimos saliendo un mes, yo me esmeraba tanto antes de ver a Andrés, que practicaba en el espejo la sonrisa y no salía de mi casa, hasta que no encontrase una que le pudiera infundir alegría, así vagué, sobreviviendo por la simple idea del amor total, pero con el paso del tiempo, la novedad se había agotado y deseaba algo más que una patética charla acompañada de un trago. «Quiero que seamos novios» Le dije de golpe mientras caminábamos por las calles de
la ciudad; Andrés, petrificado cómo si aquella predicción le tomara por sorpresa, se giró para verme de frente: «No soy un buen novio», advirtió, luego buscó mi mano, cómo sí ambos estuviésemos en un precipicio y él tuviera miedo de caer, aunque, también existía el riesgo de ambos saltáramos al vacío sin pensarlo. «No te he preguntado que tan buen o mal novio serías», agregué con una valentía que yo no creía poseer, al encontrar nuestras miradas presentí algo fatal, pero en mi embelesamiento no lo quise jurar; Andrés permaneció en silencio apenas si un par de minutos, cuya eternidad me hizo comprobar la relatividad del tiempo. «Muy bien, seamos novios», dijo Andrés con una levedad me asombraba; seguimos caminando cómo si nada hubiese cambiado entre nosotros, ¿qué había sucedido en realidad? Ahí, comencé a perder la seguridad acerca de nosotros, nunca había tenido duda de sus afectos, sin embargo, ahora todo era distinto.
Seguimos viéndonos a diario, él a veces se escapaba de la facultad y yo igual, todo aquello, sólo para ir a caminar a los jardines, acostarnos sobre el pasto y charlar. Mi beso favorito fue cuando Andrés recorría mis labios contra los suyos, cómo mis manos palpaban la desnudez de sus brazos y la sentencia que promulgó al terminar: «bésame tú», carraspeó agitado, entonces, me pareció increíble que hubiera vivido tanto tiempo sin saber que hasta en las caricias existía un sometido y un dominante. El placer, desde ese momento, se volvió una competencia: yo me transformaba en una obscena criatura, sólo porque eso le excitaba, así que inventaba las maneras más ridículas para verle emocionado, poco a poco, me estaba volviendo el objeto que siempre está dispuesto a cambiar, puesto que su éxtasis me parecía recompensa suficiente. Pasamos dos años en el vaivén; a ratos nos odiábamos tanto que yo me creía capaz de olvidarte, sin embargo, por cada penumbra que podíamos pasar, también existían las carcajadas, los ratos de alegría. Yo me había distanciado tanto de la realidad que un día que no pudimos vernos me pareció el tormento más terrible al que
me pudieran someter, pero estaba equivocado; cuando uno desconoce el verdadero sufrimiento, cualquier berrinche emocional le parece una penitencia.
Ese día, en ausencia suya, me observé frente al espejo con detenimiento, ¿qué hacer hoy? No tenía la remota idea, salir solo me parecía absurdo, mis amigos siempre estaban ocupados y con el olvido al que yo les había sometido seguro no querrían saber de mí, así pues, seguí observándome, tanto me vi, que dejé de reconocerme, sólo existía una necesidad de ti. Comencé a preocuparme por mi estado, ya no surgían ideas nuevas para hacer, nos habíamos condenado a la repetición eterna y a pesar de ello, el tiempo que tenía libre no podía ocuparlo en nada más, sobreviví de esa manera un año más, cuando de pronto, reuní el valor con los jirones que aún quedaban de mí. «Andrés, ¿qué hacemos?, ¿a dónde vamos?» te pregunté lleno de desesperación, esperando que tu tuvieses la respuesta; «no lo sé» confesaste siendo fiel a la verdad, en ese instante, me convertí en la desesperanza misma y me acerqué a ti, nos abrazamos un largo periodo de tiempo o quizás uno muy corto, sólo sé que al separarnos algo se había destruido dentro de nosotros.
Me aferré a la idea de estar con Andrés aún por un par de meses más, después de todo, creía en la idea de que sólo hacía falta hallar nuevas cosas para descubrir, pero ¿qué solución existía para quienes habíamos cimentado todo en la novedad? Aquí estoy ahora, vuelto en odiarle tanto, los restos de amor que pudieran quedar en mí se han convertido en aborrecimiento, Andrés y yo tenemos apenas un mes de nuestra ruptura, la estruendosa separación destruyó todo y ahora tengo que enfrentarme con los restos de mí a la vida, en esta ocasión me encuentro completamente solo y en el fondo quisiera un amor total, uno que fuera tan distinto a Andrés, pero al mismo tiempo, tan parecido que casi fuera él mismo. Me busco desesperado entre los pasillos de las calles, los libreros de la biblioteca, las plazuelas y la soledad de mi habitación.
Intento acallar las voces bus-
cando a Andrés con las excusas más inverosímiles, nos vemos fragmentados por el odio y juntándonos únicamente porque somos caprichosos, cuando él se va, la herida de mi pecho, causada por tenerle y no estar conmigo, sólo me lastima más. En un principio, el tiempo era triste, creía que podría morir de las tristeza de no tener a nadie a mi lado, pero los días llegaron, luego se convirtieron en meses, finalmente en años, envejezco un poco más a cada rato y la ilusión de la sabiduría me hace sanarme a mi mismo, la terapia me da cimientos sólidos, buscar a mis amigos me otorga la distracción necesaria.
Hoy, caminando por la calle, me encuentro en soledad, pero no me siento abandonado, ya no requiero de las presencias eternas de un novio o un amante para salir a algún lado, ahora soy yo y mis travesías por el mundo, queriéndome un poco más, haciendo el intento de hallarme, de conseguirme mi propio amor total.
Amor mío, la puerta
Yessika María Rengifo Castillo Colombia
Mañana como esta, y rodeada de flores se quiebra mi corazón: tu pálido rostro se ha ido; a jugar con las estrellas del sur. Te llamo amor mío, y no vienes a acariciar mi afligida alma; nuestra cama sigue helada como el frío y los hijos no llegaron alegrar mis días. ¡Miro la puerta!... Es tan fría para nuestra historia amor mío, refléjame el camino que debo seguir sin ti, que yo pueda ver el arcoíris con tus recuerdos. Una puerta que alivie mi dolor sin hacerme sentir tu ausencia; que traiga tus besos a mis fríos labios. Esas fotografías… ¡ay, son nuestra vida! Con tus ojos celestes Donde se ilumina mi camino Y te llamo rosa mía, amor mío, la puerta de nuestra vida.
Duelo
Rocío García Rey México
Vivías más de un duelo. No sólo era la muerte del compañero, sino haber descubierto, un año después de su partida, que había otra mujer. Una mujer que le mandaba mensajes de amor y que él correspondía. Una mujer diferente a ti. En efecto, tu cuerpo lacerado siempre por ese sobrepeso que siempre pensaste él perdonaba únicamente por no estar solo, por poder vivir en la ciudad. Pero él te lo dijo una tarde en que salieron a caminar a la ciudad, “a mí me gustan los cuerpos como aquel”, entonces tus piernas languidecieron y supiste que no bastaba sentirte un poco poeta, que no bastaba ir a la universidad.
Un cuerpo que habías logrado a punta de patadas simbólicas un poco de jugo de naranja y piña. “debes ir a un especialista, decía tu madre”. Pero el especialista no entendería el dolor de ser gorda. De ver el montón de cuerpo en los espejos de la ciudad.
También tú con tal de no andar anudada sola a tu gordura, le dijiste sí, a aquel hombre que siete años después de que vivieron juntos murió, no sin antes pedir que lo llevaran a su pueblo. Y después de la incredulidad de su ausencia llegó esa especie de anagnórisis que fue descubrir una segunda vida, una segunda pareja. Rompiste el árbol de la vida que habían comprado en Metepec. Y tus manos no se detenían para ser raspadas por ti misma ante cualquier pared de la ciudad. Ella, la otra pareja te pidió las señas para ir al panteón y despedirse del amante –novio-pareja. Creíste que tu tatuaje por siempre sería la derrota. No imaginabas que había ritos con los que habría un giro de tuerca en tu vida. Dejaste de tener hambre, pero aun así seguías escribiendo. Dos poemas fueron publicados en una revista. Eras la primera en la familia que se enlazaba a darle vida a la página en blanco. Había lágrimas, es cierto, pero también había libros y un archivo donde tenías guardadas tus creaciones. Sí, hubo un cambio, te enfrentabas a otro cuerpo, también a los ataques de pánico. Eso no impidió que imprimieras tu trabajo. Preparaste
los papeles y los llevaste a registrar. Tú la viuda autora. Tú, la que sentía que le sudaban las manos entregando en una ventanilla los textos propios. Avanzaste lenta y dubitativamente por las calles, cuando hubo que recoger el poemario ya registrado. Fue, sin darte cuenta, tu primera liberación. El duelo seguía, pero ahora también estaba la voz de tus maestros que te decían que eras una buena escritora. Tus dos poemitas publicados en una revista tímidamente te avisaban que esa era tu pasión. Un cuerpo clamando sonrisas y movimientos. Camino ahora, con paso firme hacia una cafetería. Cambiaría todo y con tu engargolado con el registro de autor, en mano, te sentiste capaz de estar orgullosa de ti. Esas letras eran tuyas y por fin podrías a atreverte a escribir tu nombre junto a la palabra amor
Lo que Virginia me dijo
Ariana Itzamara Vilchis Sánchez Estado de México
La estaba contemplando desde hace algunos días, cruzábamos palabras, aunque eran cortas, significaban para los dos una línea que no podía romperse tan fácil.
La veía acercarse a la biblioteca de la universidad o deambular por los pasillos, cuando no llegaba corriendo era porque había olvidado su reloj y adelantaba una hora a su tiempo. Una ocasión, como por arte de magia se le cayó uno de sus libros, quise alcanzarla pero llovía, las gotas llevaban la misma prisa de sus pasos, fue imposible, ¡mañana será! La estaba esperando impaciente, pero no llegó. Tal vez no tuve clase en la primera hora, esperaré a la siguiente. Espere por cinco meses y no volvió. Sentía que algo estaba pasando pero entre nuestras charlas no se me ocurrió preguntarle si tenía teléfono, o su dirección, me daba pena, no deseaba causarle alguna incomodidad, pues nuestras palabras a veces no eran necesarias, sólo nos sentábamos el uno al otro y eso bastaba. Quería encontrarla pero no sabía por dónde comenzar. Traté de investigar con algunos compañeros de su salón pero nadie me dio una respuesta exacta. Fui a la coordinación y me dijeron que ella se había cambiado de escuela, por cuestiones de emergencia.
Regresé a casa muy triste, en estos meses no se me había ocurrido abrir el libro, y esa tarde lo tomé entre mis manos y comencé por la portada, después hoja por hoja, hasta que encontré algo. Era una carta.
En ella me explicaba que estaba huyendo, porqué ya no se sentía feliz aquí, el novio que tenía en ese entonces quería algo que no estaba dispuesta a hacer. Tenía miedo, por qué lo que ella sentía por él no era amor, y él, aunque disfrazaba sus actos y sus palabras, tampoco la amaba. Ella sentía que no la amaba y por eso tuvo que irse.
No tuve más remedio, no quería casarme con él, ¿cómo podría vivir con una persona que dice que me ama pero daña mis sentimientos?
Además, dijo que lo había visto con otra chica, besándose y abrazándola como él la abrazaba a ella. Limitaba su tiempo, sus actividades y le decía que se maquillara o se vistiera como lo hacían las chicas bonitas. Todo estaba mal. Yo no sabía que eso estaba mal, hasta que conocí a Virginia, aprendí de ella lo que no quería para mí y después, lo que necesitaba. Este lugar ya no era bueno para mí. Mis amigas son sus amigas y se burlaban de mí.
Por eso decidió irse, porqué a pesar de que quería quedarse no sabía cómo, busco uno bonita ciudad, una escuela agradable y comenzó otra vez. Dejó escrita la dirección dónde podía recibir cartas. De inmediato comencé a escribirle y la llevé a la oficina de correos. Cruzaba los dedos porqué me respondiera.
Lo hizo, en la siguiente carta me contó que había comenzado a hacer las actividades que no había podido hacer, que fue a clases de meditación, visitó al psicólogo y se compró los conjuntos de abrigos que tanto le gustaban y unos tenis amarillos. Me confesó que había dejado el libro aquella ocasión para que yo lo levantara y así pudiera saber que ella se iba. Dijo que podía ir a visitarla. Ahorré para poder verla y en tres meses estaba frente a su puerta, llevaba el libro, las galletas que comíamos juntos y otro libro de Virginia.
Ese día le dije que ya no quería ser sólo su amigo, pero sabía que debía esperar. Ella me dijo que necesitaba sanar y que no prometía nada, por ahora sólo podía ofrecerme su amistad. Lo acepté, porque sabía que ella estaba confiando en mí y porqué mis sentimientos querían que ella se sintiera completa. No nos necesitábamos, estábamos completos, pero decidimos compartir nuestro tiempo, espacio, sentimientos y actos, juntos.
Seguíamos escribiéndonos, era la única forma de comunicarnos y de vez en cuando nos escapábamos a algún lugar, a tomar fotos, comer o sólo estar en silencio.
Regresó a la escuela porqué
ese día iba a graduarme, dijo que lo hacía por mí y que no podía perderse un día tan especial, deambulamos por última vez en el pasillo de la biblioteca donde nos conocimos.
Volvimos a separarnos por dos años, porqué nuestras actividades estaban a cientos de kilómetros de distancia. En ese tiempo los dos conocimos personas distintas, me enamoré y ella también. Mi primer hijo va a nacer y ella se va a casar en dos meses. Ella fue mi primera amiga, ella me ayudó a ser mejor persona, con ella aprendí a no forzar nada, cuando ella decía que no, era porqué no lo quería. Me ofreció su amistad y yo la acepté, no podría obligarla a enamorarse de mí y tampoco aprovechar su vulnerabilidad. Ella tenía en claro lo que quería y se esforzaba por ello. Nos enamoramos de distintas personas y seguimos compartiendo nuestra amistad.
Con ayuda de Virginia Woolf, ella pudo ser libre.
Aprendí de amor propio
Jazmín Estrella Hernández Tovar Estado de México
Aprendí de amor propio cuando eran las dos de la mañana y la ansiedad me consumía impidiéndome respirar, así que despertaba abruptamente intentando calmarme a mí misma porque se sentía como el fin (Pero no lo era)
Aprendí de amor propio cuando eran las dos de la tarde y tenía que correr al baño a llorar porque había más días malos que buenos y la vida pesaba mucho para mis hombritos Aprendí de amor propio cuando mis pensamientos pesaban más que mis huesos y me era imposible levantarme de la cama en horas
Aprendí de amor propio cuando pase 5 años persiguiendo a alguien que no me amaba, queriendo complacerle y probarle que era digna de su amor Aprendí de amor propio cuando el dolor me movió lo suficiente como para pedir ayuda Aprendí de amor propio cuando comprendí que no era mi enemiga, que no tenía que luchar contra todos esos pensamientos sino dejarlos permanecer porque irónicamente mientras más luchaba más me hundía
Aprendí de amor propio cuando hice las paces conmigo, me abrace fuerte por todo el daño causado, percibí la dureza con la que me trataba y decidí hacer algo al respecto
Aprendí de amor propio cuando descubrí y celebre mi esencia callando las opiniones que me decían “No eres suficiente”, incluso la mía
Aprendí de amor propio cuando entendí que no era perfecta si no perfectible Aprendí de amor propio cuando alce mi voz para decir lo que pensaba aún con el nudo en la garganta, las piernas temblorosas y el vacío en el abdomen Aprendí de amor propio cuando entendí el ser valioso, brillante y poderoso que soy Aprendí de amor propio cuando me tuve paciencia y acepte que avanzar lento también es avanzar Aprendí de amor propio cuan-
do descubrí que mi cuerpo debe ser respetado, que no le sobran o faltan kilos y que al final son solo números, no salud Aprendí de amor propio cuando cuestione las creencias con las que crecí desde pequeña y decidí cambiar aquellas que me hacían la vida más pesada Aprendí de amor propio cuando “Tome la sartén por el mango” y descubrí la libertad que recae en mí
Aprendí de amor propio cuando vi mis peores miedos cobrando forma y no huí Aprendí de amor propio a punta de fregadazos, sospechando que no hay caminos fáciles o difíciles, solo caminos; llanos y solitarios, así que no se pueden tomar atajos, todo pasa a su tiempo. No sé qué parte de la senda vas cruzando, si ya emprendiste el viaje, o aún no has comenzado, pero quiero hacerte saber que te acompaño. Comprendo lo difícil que se pone la vida a veces, que el cambio asusta y el miedo muerde, a veces tanto que paraliza; quiero advertirte lo engañadizo que se pone, alertarte de las arenas movedizas que te entretienen un rato, sobre las veredas atractivas que te distraen del verdadero camino; ¡Y de las piedras ya ni hablamos! A veces son las pequeñas las que te tiran por horas, no olvides que cuando esto pase podemos volver a empezar, sacudiendo el polvo de nuestras rodillas y siguiendo adelante.
Espero entiendas que no estas rota, sino descosida y aún hay remedio: Espero lo intentes; que cojas el hilo y la aguja y unas los rasguños con hilo inquebrantable, espero brilles y te des cuenta del magnífico ser humano que eres, que no pases un día más sin creer en ti, espero no tengas que pasar tanto tiempo odiándote para hacer las paces contigo misma y hallar todo el poder que escondes, espero te ames por ti y por los que no lo hicieron, espero vueles, y florezcas tanto que olvides que un día no lo hiciste.
El reflejo de Talina
Guillermo Romero Vazquez Tijuana, Baja California
Little darling, the smiles returning to the faces. Little darling, It seems like years since it's been here.
The Beatles. (1969). Here comes the sun. En Abbey Road [disco de vinilo]. Liverpool: Apple Records.
Talina, escúchame. Te juro que todo será diferente, sólo detén ese aguacero en tus ojitos verdes, ¿sí? No porque el cielo de plomo se caiga significa que tú también. Te voy a confesar algo, pero sonríe. Vamos, una sonrisa. ¡Eso, caray! ¿Ves? No te costaba. Ya se te pusieron coloraditos los cachetes. ¿Por qué estás tan bonita, chamaca?
Ven, siéntate, ya casi está el caldito de pollo. Suénate la nariz y mira: ya se volvió a asomar el sol. Ahora déjame ambientar tu vida con algo de Yiruma y su piano encantador. Escucha. Lindo, ¿verdad? No tanto como tú, que tienes destellos, brisa, no sé, algo de poesía en la mirada. Lo noto cuando te emocionas por una mariposa azul, cuando te consientes a escondidas con un pastelito de crepas, cuando piensas en tu guapísimo Tony o incluso cuando estamos solitas y cantamos como locas puras rolas de The Beatles. Eso hace que te quiera mucho.
Lo digo en serio, Talina. No quiero ponerme cursi, ni nada por el estilo, pero de verdad que no me imagino la vida sin ti; representas muchas cosas nobles y estupendas en mi mundo.
Me encanta verte tan linda y tan tú por los verdes cristales del metro atascado de gente absorta y preocupada, a la que alegras de inmediato con tus elogios y tu eterna simpatía: “¿Te enchinaste las pestañas?”. “Ese libro está genial”. “Qué bonita blusa”. Y me gusta cuando vamos por cremas y maquillaje o por un spray de larga duración, para luego probarnos unas botas vaqueras o un vestido color mostaza frente a los espejos. Eres tan hermosa.
Extraño eso, Talina. ¿Qué tal me quedó el caldo? ¿Está bueno? Gracias. Te digo que eres tan linda. Últimamente ya no vamos a ningún lado. Sólo revisas el reloj
y esperas la hora para acurrucarte y pensar en tu cama. La noche extiende sus alas de luto y haces mil preguntas antes de dormir. Siempre has sido así. Antes te preguntabas si al morir los animalitos también iban al Paraíso o si el mundo surge ahorita mismo de la imaginación de alguien. Y toda pregunta se resolvía con libros: con el diccionario, con el libro del catecismo, con las enciclopedias o con el directorio telefónico. Y no has cambiado. Sigues buscando respuestas.
No las encuentras. Piensas en el futuro, en ti, en el amor sincero, en las cosas de siempre. Entonces lloras ríos enteros antes de dormir porque nos visualizas en penumbra, en tristeza. Lloras y luego duermes mucho, porque uno duerme mucho cuando está triste. Y soñamos en grande las dos, quizá para escapar de tus aflicciones. En sueños somos virtuosas del violín, paseamos por Venecia y escalamos el majestuoso Monte Kilimanjaro. En sueños nadamos como sirenas al atardecer, y hasta cocinamos la pasta más sabrosa. Tranquila. Aquí hay más pañuelos. ¿Ya no quieres caldo? ¿Un café? No llores, Talina. Yo sé que es difícil andar arriba y abajo toda la semana, pero no sientas que vales menos que tus sueños. Yo sé mejor que nadie que te desvives haciendo tarea, que atiendes a gente indecisa en las hamburguesas y que un enjambre de preocupaciones zumba y revolotea por tu cabecita siempre, pero que no te preocupen esas ojeras de tecolote: cada día que pasa estás más cerca de lograrlo. ‘’Si no duele, no sirve’’, diría nuestra vecinita Lucy en sus clases de ballet. Eres un tesoro. Lo mejor del mundo.
No te sientas menos. Sufrimos más por las cosas que imaginamos que por las cosas que realmente nos pasan.
Yo sé que el amor te lastimó una vez, que te pinchó el corazón y te dejó en la lona, pero hay que seguir. Tony no tiene la culpa: Tony sí te quiere bien. Es fácil adivinarlo en sus ojitos chispeantes cuando regresa del trabajo y te chiquea con golosinas, cuando te hace cosquillas, cuando te abraza y te prepara un té en los días difíciles. Hay que creer, Talina. Deja que adorne tu corazón con sus flores sabatinas y que endulce las tardes con sus chistes y sus besos de limón. Que no te espante su cariño. A veces nadie está acostumbrado a recibir
esas dosis de amor por miedo, pero la única forma en que tú puedas aceptar su torbellino de ternura es cuando recuerdes y creas también en tu capacidad de amar. Yo sé que la tienes, te conozco bien. Eso es lo que nos salva. Hazme un favor. Desempolva tus clases de literatura y recuerda al gran Oscar Wilde: ‘’Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance para toda la vida’’. Ahora quiero que brilles, aún te quedan muchas cosas por hacer. Debes hacer cada cosa que me prometiste. Debes aprender a bailar salsa, aprender italiano y visitar más seguido a la familia. Está bien, te doy permiso para enojarte de vez en cuando, pero que nada te derribe. Cada cosa llegará con exactitud, en ese momento preciso que sólo la vida puede acomodar. Cierra los ojos, Talina. No estás frente a una estrella fugaz, tampoco frente a las velas de un enorme pastel de cumpleaños, tampoco cerca de una fuente. Estás delante de mí y de todo. Desea el amor y la vida más bonita, porque eso y más mereces. ¿Sonríes? Eso me encanta.
Sé feliz de ahora en adelante. Mírame y mírate. Es tu obligación ponernos felices, para eso creo que se nace. No venimos a la tierra a pasarla mal, ¿te imaginas? Sería un desperdicio. Vístete todos los días como si fuera el día más especial. Comparte y disfruta. Agradece todo el tiempo. Deja que la vida cobre sentido mientras vives y vives, deja que la vida termine de contestar ese mar embravecido de preguntas. Nadie vino a aburrirse a esta fiesta; venimos a gozar y al parecer tienes a un galán afuera esperándote. Qué bonito se ve el sol sobre nosotras, sobre tus mejillas de tomate. Ahora camina derecho y asómbrate con las cositas que vayas encontrando. Enamórate del mar y sus atardeceres. Enamórate de Tony, de las flores y de mí.
Malena
Montserrat Arias Estado de México
Las cosas que dejas ir algún día te enseñarán a volar.
Jenim Dibie
No bastaba el rostro largo, la piel pegada a los huesos y el semblante de muerte con el que caminaba Malena, por las calles. En su espalda llevaba el peso de las decisiones tomadas por el impulso que provoca el amor y en su vientre una nueva vida comenzaba a gestarse, sin conocer la historia que le esperaría. Con 16 años había aprendido a “amar”, entendiendo esta palabra como una entrega suprema hacia el ser amado y una constante renuncia a su libertad e incluso, a su persona. De ser niña pasó a ser mujer, esposa y en unos meses, se convertiría en madre. Malena no imaginaba todos los infortunios que viviría, estaba enamorada. Habitaba un cuento de hadas, donde su único príncipe era el ser que crecía en su abultado y aniñado vientre y no, el hombre al que amaba. ¿Qué imaginaba Malena, cuando decidió unirse al padre de su hijo? Se arriesgó a todo: vivir una vida en conjunto, dejando atrás el hogar tradicional y todo lo que conocía. Así educaron a la mayoría de las mujeres, la vida en pareja es un desistimiento continuo. Malena se enamoró de “R” al verlo en un parque con esos dotes que muchos años después, reconocería como un comportamiento de un “patán”, en ese entonces no tenía experiencia en el trato con los hombres y “R” la había deslumbrado. Ella pronto se sorprendió soñando despierta, deseando por lo menos, ser vista por él y si las cosas iban a su favor, probar sus labios. “R” era mucho mayor que Malena, su andanza le permitía tener a más de una mujer, construía castillos con palabras y volvía las promesas en utopías inconclusas.
Pese a la reprobación de sus padres, Malena se entregó, “R” sería el hombre con el que perdería la virginidad y mucho tiempo después, hasta la dignidad al permitir ser sobajada, ultrajada, golpeada y humillada.
Pronto comenzaron a aparecer los síntomas de alarma, mismos que Malena no podía interpretar porque no sabía que las personas son libros abiertos con capítulos infinitos y variados, y que en cualquier caso, se deben de discernir; lo único que había descifrado en toda su vida eran las metáforas que leía en los libros para niños y los ojos de vidrio de las muñecas que parecían ser más sinceros que el amor que le profería su perverso amado. “R” bebía constantemente, el alcohol al introducirse en su cuerpo, mermaba su comportamiento, sus palabras y sus movimientos. Sus ojos se llenaban de ira incontrolable, y estaba dispuesto a despotricar en contra de cualquiera, pero su víctima perfecta siempre fue Malena. La vida tampoco había sido sencilla para “R”, sus padres se habían divorciado a causa de una infidelidad. Creció en soledad y con amargura, refugiándose en el alcohol e inventándose una vida que no tenía. Vivía repitiendo los patrones que aprendió en casa una y otra vez, como marioneta. No tenía y no podía ofrecer algo digno a Malena.
Tras la confirmación del embarazo, Malena llegó a una casa donde nunca habitó el amor, le era ajena; pero no tenía dónde ir, no era aceptada en otro sitio. Continuó con su vida normal, iba a la escuela, trabajaba y se encargaba de atender a su “esposo”. Aunque amaba a “R”, pronto comenzó a sentir otro tipo de amor y no tenía palabras para describirlo, pues lo alimentaba día con día y lo veía crecer en su barriga, como si fuese una hermosa planta. Malena no entendía muchas cosas de la vida, pero su vientre era sabio y había formado delicadamente el cuerpo de su hijo.
Nada fue lo que esperaba. A los pocos días de “casada”, descubrió que la ropa de “R” siempre olía a cigarro y a alcohol, y en el momento que quiso reclamarle, este la tomó del cabello, la jaloneó, dejándole en claro que no tenía voz en esa cárcel. Malena no se desmotivaba y pensaba que cuando el niño llegara, todo sería distinto. No fue así. Un jalón de cabello se convirtió en un moretón, un moretón se volvió en una dificultad en la espalda, y así sucesivamente. Aunada a los golpes, estaba la privación de alimento. Malena iba a escondidas por toda la casa buscando qué comer, tenía una vida en el vientre que no sabía de carencias y un estómago con miles de an-
tojos no saciados. Para resolver esto, Malena tomaba de la despensa ajena, empaques de frijoles crudos y los escondía en un cajón para que nadie se los comiera y para alimentar a su niño. Malena aprendió a hacer todas esas cosas que dictaba el manual de la buena esposa mexicana: planchaba camisas repletas de labial ajeno, lavaba ropa manchada con el sexo de otros cuerpos, cocinaba precarios platillos que comía en compañía de su bebé, trapeaba el piso donde nadie pasaba, lavaba baños que nunca se ensuciaban. Conforme pasaba el tiempo y su cuerpo crecía y crecía, la torpeza se hizo presente y olvidaba muchas cosas; pero el descuido le salió caro, como aquel día que dejó la plancha sobre la camisa de “R” y se quemó. Su “esposo” no comprendió el cansancio de su estado, la arrastró por el piso y comenzó a patearla; en un acto de amor por su hijo, Malena cubrió su vientre, evitando que su pequeño fuera lastimado. “R” salió molesto de casa, mientras ella se quedó en el piso llorando, pero aliviada porque su bebé se movía, quizá espantado. No era preciso que a sus 16 años viviera un infierno, pero no tenía alguien en quien confiar y se ahogaba cada vez más, en sus problemas. El dinero siempre faltaba y aunque Malena trabajaba, “R” le quitaba lo poco que percibía, aún sabiendo que eran ahorros que ella necesitaba para las vitaminas del niño, quien a estas alturas no sabía que era negado por su padre, cuando decía: “-Pues a mí no me consta que sea mi hijo”. No solo debía esconder los frijoles y todo su sentimiento ante el rechazo, sino que cargaba con el dinero en los “chones” para evitar ser robada, un consejo viejo de su abuela. Cuando los golpes y las humillaciones no fueron suficientes, Malena soportó otra noticia que terminó por destrozar su joven corazón. Ensimismada en las tareas de la escuela, encendió la computadora para hacer un trabajo, entonces vio una carpeta olvidada en el escritorio con fotografías. Curiosa como era, el único rasgo que conservaba de su inocencia, la abrió y vio una infinidad de fotografías de “R” con otra mujer, los amantes estaban desnudos en un hotel, posando para la cámara. No fueron
los golpes, ni la falta de dinero o de atención, lo que terminó con el amor idealizado que Malena sentía por “R”, fueron esas imágenes porque no podía concebir tanta alegría en su “esposo” y tanta tristeza en su propio semblante. Calló lo sucedido, mientras pensaba y decidía lo que haría. Los días transcurrieron normales, su cuerpo pesaba más, sus pies se hinchaban, ya no podía dormir y sus senos dolían, pero ella no sabía distinguir si el dolor provenía del maltrato y la traición que la apuñalaron o si solo era que la leche materna comenzaba a brotar, anunciando la llegada de su primer hijo.
“R” no tuvo sospechas de nada y continúo llegando tarde a casa e inventando pretextos para no estar con Malena y cuidarla; para ella era mejor, así no se exponía a ser golpeada. El momento del parto llegó, Malena era madre primeriza inexperta y asustadiza. En la última revisión le advirtieron que debían de intervenirla con urgencia, porque su bebé presentaba dificultades con el cordón umbilical y además, su placenta se había avejentado; aunque no entendía esto, si captó que debía de dar a luz inmediatamente. Por momentos, se preocupó pues pensaba qué pasaría si sus familiares debían de elegir entre su vida y la del bebé, sin dudarlo ella escogería al niño, con tal de que él viviera y con un poco de suerte, tuviera un futuro distinto al de ella. Un acto de amor que solo se conoce cuando la vida florece al interior de una mujer. Sin miedo entró a la sala de operaciones. No cerró los ojos, ni se distrajo, pensaba en los relatos de la gente que decía: “-Vi una luz en un túnel” y recordó que esas historias siempre acababan en muerte. Aunque a estas alturas ella no sabía si continuaba viva o estaba muerta. No quería ser parte de una estadística más. Después de largos minutos, sintió una opresión debajo de sus costillas y escuchó un llanto de bebé. El pediatra acercó al pequeño hacia Malena y dos luceros enormes y brillantes sobresalieron del rostro angelical. Tocó con miedo aquellas manos ansiosas por apretar sus dedos, pensaba que al primer roce se desvanecerían. En ese momento decidió que lo llamaría Emmanuel que significaba: “Dios está con nosotros”. Al ver el rostro de su hijo, vio el semblante de la muerte. Se reflejó en él y comprendió que si no dejaba a
“R”, su premonición sería inminente.
Ese día, Malena no solo dio a luz, empezó su propia revolución, aquella que su madre y su abuela no fueron capaces de hacer, no porque no tuvieran la capacidad, sino porque vivían afianzadas a las costumbres del círculo familiar donde crecieron, vivían junto al marido a pesar de que este las humillara e incluso, las matara. Al salir del hospital, habló con sus padres y les pidió que la acogieran, ya había pasado el enojo y solo estaba presente la emoción por el nieto; sin problema aceptaron. Pese a su regreso, Malena nunca reveló lo sucedido en esos 9 meses de su vida, le daba vergüenza que su familia supiera que de ser una princesa, se convirtió en una esclava. Los golpes desaparecían, pero quedaba la reputación de ser la “mal maridada”.
“R” como presintiendo que llegaba el final, comenzó a deslindarse de responsabilidades, pero sí deseaba reconocimiento, pues había comprobado que el niño sí era suyo, los genes no engañaban. Así que después de 3 meses, muy convencido llegó a casa de Malena, para ir al registro. Su plan no pudo ser concretado, ella se le adelantó reconociéndolo con sus propios apellidos. Si bien Malena sabía que no había actuado de la mejor manera, sí estaba segura de que no podría soportar que su hijo corriera con la misma suerte que ella, al andar moreteado y medio comido. Como a “R” nunca le importó, no volvió a buscarlos. Se esfumó llevándose el poco amor pasional que aún quedaba en el corazón de Malena. Cavó su propia tumba. Han pasado casi 16 años, la edad que Malena tenía cuando se convirtió en madre. Emmanuel es un joven sano con preocupaciones de su edad, acude a una buena escuela donde aprende inglés, francés y cocina, quiere ser doctor. Malena es una mujer de 32 años, aún conserva la belleza de juventud, logró obtener un título de licenciatura, se convirtió en actriz, cantante y trabaja en una empresa de publicidad. Al alejarse de “R” Malena comenzó a vivir. No todas las historias de amor terminan con los amantes unidos hasta la muerte. La felicidad no siempre implica quedarse con la pareja. En el amor no existe perfección sino paciencia, libertad y respeto.
Malena entendió lo que significa el amor propio a base de golpes. Tomó decisiones difíciles y por momentos pensó que no podría, pero tenía que abrir sus alas y emprender el vuelo, corriendo el riesgo de caer; pero ya había caído, ya sabía cómo era estar al punto de la muerte. Tenía que atreverse. De no haberlo hecho, su identidad se habría borrado entre los expedientes policiales de tantas mujeres que “mueren por amor”, víctimas de tragedias con sus rostros irreconocibles y sus nombres olvidados, pues lo único que se recuerda, es el acto del verdugo. Tantas muertes ocurren porque en algún momento de nuestras vidas, todas son Malena; tal vez sin un hijo, pero sí con un amor desgraciado que arrebata el aliento para alimentarse el ego.
El viento y el mar
Mare García UAEMex
Hay momentos de tal lucidez, donde el viento te habla y A las olas escuchas.
Comienzas a estar vivo, ves todo claro, en su mayor plenitud. Te preguntas, por qué me enseñaron a odiarme, a reducirme hasta las cenizas para caber
en una casa, en una vida…
A siempre decir te amo, nunca me amo.
Mas, en un momento, volteas hacia abajo; te reconoces en unos muslos preciosos que han sido los otros de muchos, los amados de pocas y los amantes de nadie. de muñecas.
Entonces, te encuentras: Desnuda.
Sola.
Incompleta.
Conviviendo con las partes de tu cuerpo que el sol ignora. Disfrutando de la compañía de tu alma. Discutiendo con tus recuerdos.
En esta noche de soledad, pastel, vino y errores, Te cuestionas quién eres… Soy soledad, pastel, vino y errores.
Soy aquella a la que le gusta morir, instalarse en la nada y,
Soy la musa de nadie
a fuerza de sus pulmones, retornar.
Las voces ocultas del mar te susurran, o es, quizá, solo el viento, ¿qué se necesita para mirar hacia dentro? ¿por qué cuando miro mi reflejo, estoy, pero no soy yo? Todos tenemos sombras, todos tenemos luz. Todos somos una realidad de ficción. Y ahora lo sabes, las cosas encuentran su lugar. Luego, una vez más, mueres. Mueres para reencarnar y así, hasta que ya no lo haces.
Un dragón no muere
Carla Fabela Reyes
Desde el día que nací mi jinete Dina me puso por nombre Beorn, cuidaba de mí, cuando aprendí a volar, le enseñé el mundo desde el cielo, ya no éramos dos, sino uno volando entre las nubes.
Todos los habitantes de la aldea me temían, los adultos más que nada, las madres ocultaban a sus hijos o les cubrían sus ojos al vernos, a Dina solo le daba risa sus expresiones al vernos pasear en la aldea, y me decía. -Creo que nos tienen miedo, ellos tienen vacas, gansos, gatos o perros de mascota o compañía, pero yo tengo un dragón, eso me hace temible, ¡que gracioso! Apresurémonos tenemos que comprar vegetales para la cena.
Estreche mi cabeza en su hombro con delicadeza, era mi forma de responder cuando teníamos una de tantas conversaciones entre nosotros dos. Compro los vegetales, se monto en mi lomo y nos dispusimos a regresar a casa volando, donde nos esperaba su familia. A la mañana siguiente, Dina y su padre me despertaron con el choque de las espadas, estaban entrenando como todos los días, defensa personal decía su padre, mientras ellos terminaban yo me decidí a cazar mi comida, Dina sabía que regresaría dentro de una hora, no se preocupó mucho, solo me sonrió y partí. A mi regreso, me percaté de un extraño olor en Dina, no olía a vainilla como era de costumbre, olía un poco amargo, como el emitido de su hermano Agamenon cuando se ejercita, también me pude percatar de la sonrisa en su rostro y lo distraída que se encontraba en ese momento, ya que su madre la regañaba, al percatarse de mi presencia, corrió hacia mí, se montó en mi lomo, sabia exactamente que era hora de volar. Ya volando entre las nubes, Dina comenzó a hablar. -¡Ay Beorn! – suspiraba – creo que me enamore, mientras cazabas tu comida, un chico vino a ver a papá, al aparecer es el hijo de su mejor amigo, el cual lo ha invitado a una cena, para celebrar la llegada del mismo, después de un viaje a tierras lejanas. Por cierto, me dio un abrazo, me gusto. Me sorprendí ante tales palabras, ya que Dina, a sus pretendientes los alejaba con mi
ayuda, al parecer no tenía un corazón de hielo como su madre decía, ahora entendía por qué su olor amargo, era de ese chico al momento de abrazarla. Nos dispusimos a volar hasta el atardecer, y devolveríamos a casa. El día del compromiso con el mejor amigo de su padre llego, toda la familia asistiría, mientras ellos viajaban a caballo, Dina y yo volábamos sobre sus cabezas, parecía un ángel, no conocía al chico por el cual tanto suspiraba ella, no me preocupe, ya que era conocido por su padre. Antes de arribar al castillo, donde se llevaría a cabo aquel evento, a lo lejos comenzó a escucharse un sonido extraño emitido por una corneta, era nuevo para mí, de repente en el aire, vislumbro un arma con la cual practicaba Dina, era una flecha. -¡Beorn!, elévate, más rápido – me gritaba con tanta desesperación y angustia. Nos elevamos sobre el cielo, mientras que su padre adelantaba el paso con su caballo. Estaba asustado y Dina parecía desconcertada ante tal situación.
-¿Qué les pasa? – pregunto enojada – Vamos Beorn, regresemos a casa.
Regresamos a casa, no supimos nada de sus padres y hermano hasta dos días después. A su regreso, Dina se percató de la caravana de soldados que estaban a punto de arribar a su casa, parecía enojada, agarro su espada, arco y flechas para atacar si era necesario, me decía.
-Beorn, vienen por ti y no lo permitiré – sonaba angustiada – por favor, si es necesario huye y vuela lo más lejos posible. Sabía lo que significaba, no dejaría a mi jinete luchar sola en una batalla, sería una mujer, pero una mujer mejor preparada en armas y defensa personal que todos los jóvenes de la aldea. Los soldados avanzaron más rápido, y antes de atacar con mi fuego, se escuchó un grito entre los soldados. -Dina, ¡no!, dile que se detenga – era la voz de su padre. Dina confundida, bajó el arma al ver a su padre acercándose montado a caballo, yo aún mantenía mi posición de ataque ante tal hostilidad. Después de unos segundos
hablando entre ellos dos, Dina baja el arma y me da unas palmadas diciendo.
-No te preocupes, todo esta bien. El día de la cena se confundieron, pensaron que era un ataque de guerra, no sabían que tenía un dragón. – guardó silencio, su mirada se dirigía a un chico de cabello marrón, alto y le sonreía, ahora emitía un olor diferente – Mira Beorn, ese chico es el que me gusta, se llama Sebastian, viene para acá, no hagas nada sin que yo te diga, si, ¡que nervios! No hice nada que molestara a Dina, mientras ellos conversaban, lo examiné, no parecía mala persona, un joven guerrero egocéntrico, además de eso, un heredero con gran fortuna, pero no tenía un buen presentimiento, no duró mucho su plática, fueron interrumpidos por la madre de Dina la cual, les pidió que ingresaran a la casa.
Sabía que este tipo de visitas se alargarían, decidí salir a cazar, los guerreros de las tropas se asustaron al ver que extendía mis alas para volar, y eso que están en guerra la mayor parte de su vida. Volé aproximadamente unas tres horas, sentí que algo ocurría, apresuré mi vuelo devuelta a casa. Aterrizando en mi habitual terreno, me percate una celebración afuera de la casa con familiares de Dina y otros desconocidos, Dina al verme se acerco con cautela, como si quisiera pasar desapercibida, me abrazo y note algo extraño en su comportamiento.
Dina confundida, bajó el arma al ver a su padre acercándose montado a caballo, yo aún mantenía mi posición de ataque ante tal hostilidad. Después de unos segundos hablando entre ellos dos, Dina baja el arma y me da unas palmadas diciendo.
-No te preocupes, todo esta bien. El día de la cena se confundieron, pensaron que era un ataque de guerra, no sabían que tenía un dragón. – guardó silencio, su mirada se dirigía a un chico de cabello marrón, alto y le sonreía, ahora emitía un olor diferente – Mira Beorn, ese chico es el que me gusta, se llama Sebastian, viene para acá, no hagas nada sin que yo te diga, si, ¡que nervios! No hice nada que molestara a Dina, mientras ellos conversaban, lo examiné, no parecía
mala persona, un joven guerrero egocéntrico, además de eso, un heredero con gran fortuna, pero no tenía un buen presentimiento, no duró mucho su plática, fueron interrumpidos por la madre de Dina la cual, les pidió que ingresaran a la casa.
Sabía que este tipo de visitas se alargarían, decidí salir a cazar, los guerreros de las tropas se asustaron al ver que extendía mis alas para volar, y eso que están en guerra la mayor parte de su vida. Volé aproximadamente unas tres horas, sentí que algo ocurría, apresuré mi vuelo devuelta a casa. Aterrizando en mi habitual terreno, me percate una celebración afuera de la casa con familiares de Dina y otros desconocidos, Dina al verme se acerco con cautela, como si quisiera pasar desapercibida, me abrazo y note algo extraño en su comportamiento. -Beorn, estoy comprometida con Sebastian – tenía una gran sonrisa, estaba tan feliz que no lo podía ocultar. Soy un dragón, no puedo expresar lo que siento a Dina, solamente cerré mis ojos, dejé que tocara mi cabeza por unos segundos, cuando sentí que alguien nos observaba. Era él. -Este es tu dragón, ¡que enorme!, es tan majestuoso. Hubo una equivocación el día anterior, no pensé que en tal animal venias montada tú, mi futura esposa – le dijo Sebastian a Dina, con una mirada burlona. Esa mirada de Sebastian me decía otra cosa, no sabía con exactitud que era, pero parecía que mentía. Los preparativos de la boda comenzaron, se casarían dentro de una semana, veía mucho movimiento entre los familiares y personas que apreciaban a Dina, mientras que la familia de Sebastian el único que parecía feliz por tal suceso era su padre, su madre, hermana y hermanos no mostraban felicidad alguna. Dina brillaba sola, no importaba el lugar donde se encontraba, hacia el ambiente mas ameno, las personas la querían, admiraban su forma de ser, ya que no cualquier mujer sabe de armas y guerra como le enseño su padre, no era una chica cualquiera, y con el paso de los días a Sebastian eso no le gustaba, nadie podía brillar más que él. Una noche antes del gran día yo me encontraba afuera de la alcoba de Dina, escuchando la conversación que tenía con su
mejor amiga y abuela, mientras se probaba su vestido de novia. -Dina, hija, te ves hermosa – le decía la gran señora – mañana es tu gran día. -Amiga te ves hermosa – decía Susane, su mejor amiga – que afortunada eres. -Me siento afortunada, es mi hombre ideal – contestó Dina. En medio de dicha conversación, se escucho un golpe en la puerta de la alcoba de Dina, parecía que alguien quería entrar a la fuerza, al preguntar quien era nadie contesto, solo golpeaban una y otra ves con mayor fuerza, Susane decidió abrir ante tal insistencia. -Necesito hablar con Dina a solas – era Sebastian, enojado, gracias al efecto del vino que había tomado durante la cena. Salieron de la habitación su abuela y su mejor amiga, para que los comprometidos pudieran hablar a solas, algo no estaba bien, así que decidí esperar afuera en posición de alerta, pasaron las horas y no dejaban de conversar, sin querer me quede dormido. Me desperté de golpe a escuchar los gritos ahogados de Dina, no podía entrar a su alcoba por mi gran tamaño, así que decidí emitir un gruñido y por su ventana intentar ahuyentar a Sebastian, me preparaba para emitir fuego por mi garganta cuando escucho.
-¡Beorn!, Beorn ayúdame, no dejes que se me acerque – gritaba, mientras caminaba por el jardín para llegar a mí. Intentaba caminar rápido, pero no podía, su rostro estaba golpeado, tenía sangre en la boca, su vestido desagarrado, manchado de sangre y en su mano aun con poca fuerza sostenía una espada, detrás de ella apareció Sebastian gritando.
-Vuelve aquí Dina, aún no he terminado contigo – con una daga en la mano derecha. Era lo que había temido, Sebastian había golpeado a Dina y quería herirla aún más, continuaba gritando, en menos de cinco minutos, la familia de ambos y soldados se despertaron ante tal escándalo, todos tenían caras de confusión y miedo ante tal escena.
Sebastian la jalo del cabello, no aguante más, expulse fuego como nunca antes en dirección al cielo, emití un gruñido, mire fijamente a Sebastian, lo sometí entre mis garras, en ese momento soltó a Dina, gritaba
por su libertad. Sus soldados estaban preparados para atacar y yo de la misma forma, con un poco de fuego acabaría con este ser tan mas despreciable. -Dina, ¿Qué estas haciendo? – preguntaba su padre gritándole a Dina – vas arruinar una alianza realizada de años. Te vas a casar, olvida lo que paso. Dina aun sostenía la espada en su mano, tenía una expresión de miedo, pero al oír a su padre decir que olvidara lo sucedido, su mirada cambio a una de enojo y rabia, esperaba a que me diera la orden de expulsar fuego de mi interior, pero de su boca salieron las siguientes palabras. -¿Vas a preferir una alianza de matrimonio que a tu hija? – pregunto Dina. -Si, solo fue un mal entendido hija, de seguro existe una explicación – respondió su padre.
-Suéltalo Beorn – ordeno Dina. Con su ultimo esfuerzo, Dina se monto en mi lomo aun con su espada, volteo a ver a su padre y a Sebastian con tristeza y decepción, especialmente a su padre, sus últimas palabras hacia él fueron. Padre, no soy tu pertenencia, no me puedes obligar a estar con alguien que no soporta la idea que brille por mi misma. -Así como me enseñaste a portar un arma y luchar por mi vida, lo hare en este mismo instante – le decía a su padre – Y tu Sebastian, te perdone la vida esta vez, si vuelves a golpear a otra chica yo misma te buscare, y hare que Beorn te vuelva ceniza – única y última advertencia de Dina a Sebastian - ¡Beorn!, llévame lejos. Exhalé mi fuego contra los soldados, extendí mis alas y emprendí el vuelo, a partir de ese día comprendí que Dina era como yo, un dragón en un cuerpo humano de mujer.
¿Y qué piensas, corazón?
Blanca Gould García
1 Mi casa la llevo conmigo. y ante el frío desamparo de este llano desierto que es la vida tengo un abrigo infalible que es mi cuerpo y aquí dentro el calor del alma me ilumina
2 en la oscuridad la vida da vértigo me ruega la ansiedad pero a nada me agarro yo no, yo nací emancipada cortar el cordón fue trámite porque ya estaba roto, no pertenecía a nada
3 no hay rumbo ninguna cadencia ni viajes en el viento sin asperezas vida que quema, queriendo vida que se evapora, sin irse vida que arde de dolor
para enfriarse hasta quebrarse se cuela en los tejidos los traspasa y deja sabor de sí. Pobre de ella, pues se adhiere triunfante pero mientras nos invade los cuerpos, muere absorbida. Vida que se disuelve en el entramado fibroso de las horas que ya han pasado
4 el presente se incinera, caducando la carne huimos para no escuchar el tiempo correr pero el reloj no hace tic-tac ¿cómo se cuentan las horas? los péndulos nos sobreviven se mecen, después de la vida pero solo un engranaje, nos determina adentro de ahí se escuchan ecos del futuro pasado —busco oirte ¿A dónde quieres ir? 5 Tú y yo nos vamos tú te encargas del tiempo y yo de las horas
brújula de mi destino señalas, te sigo tú te curas, yo espero desde hoy te comparto no te reparto porque quiero que ames y me ames Por medio de la presente se escribe que perteneces aquí. A mí.
Ahora quiero ser yo
Agustina Gómez Cruz
Sí, aún considero que puedo enseñarme ser feliz La vida que he tenido me ha enseñado ser infeliz Porque todo lo dispongo de los demás y no de mí. Pero hoy, hoy estoy dispuesta a cambiar mi interior Mis emociones tienen que reflejar una vida mejor El orgullo dejará de ser una prioridad a ser algo absurdo. El amor será lo principal, lo principal en mí misma Empezare a quererme para aumentar mi autoestima
Aceptarme tal cual soy, aceptar mis raíces, mi cultura, porque soy original Y no una copia de alguien más. Hacer las cosas antes de atormentarme que todo saldrá mal Sí, es mejor ser positivo para alejar la negatividad Eso me ayudara en aceptar lo que hago en cada actividad. Reflexionare todo lo que he realizado Para ser consciente de lo que no he comenzado A causa del que dirán, así conocer mis fortalezas Porque quiero ser yo y no una copia de alguien más.
Espejo de plata
Jocelin Itzel Castillo Becerra
Una mañana, una noche, una estela de cautivante tiempo, abre los canales del entendimiento en el valor y la esencia de presentar la propia vida y sumergirla en las costas andantes de un contexto quebrado, roto, arañado, fundido en desesperación por la incapacidad de sanar las emociones propias, otra vez gana el villano, en cada acto manipulado y efectuado con odio por la profunda herida que reposa en los espacios del alma.
Al caer el alba, ¿llegará el momento perfecto para tocarla? Suspenso en los rincones heridos, pero no vacíos, rincones exuberantes en recuerdos, memorias alcanzables, la energía circulante pone los ojos en la sed de regarse con amor aquí, donde la alegría se opacó y la crudeza de un sistema, distractores vendió. La exploración de los dolores es un acto sublime y poético, un canal dirigido al autoconocimiento, al análisis de los motivos y actos emprendidos a un viaje interno, por fin llega el renacimiento de las flores de la vida, las espinas de las rosas ya no lastiman, se alumbraron los miedos y las heridas se tocaron, se sanaron cuando en palabras los dolores se manifestaron y en la escucha del cariño y la paciencia se transformaron. Abrazos, miradas compasivas, inundadas de empatía, libres de rechazo y prejuicios que separan vidas, percepciones solares alimentan con guía, crecen en un tejido que sostiene el apoyo y las mágicas risas, avanza la sinfonía de reconciliación con la vida, las semillas del amor matizan los días.
Las estaciones palpitando en los segundos están, y los aprendizajes entre miradas, secaron las ramas que crecían ante el conflicto hacia los oponentes de la libertad, los miedos, los odios y las violencias ahora removidas están, en cada acto de amor, la guerra interna cesó y en la externa, los vínculos con abusadores rompió.
Tan cerca de la calma al conectar en la propia mirada, aquel espejo de plata narra, la historia de un cuerpo y un alma, que ya consigo misma está reconciliada, un alma con cicatrices y marcas, que se acepta, se valora, se retrata entre per-
fumados jazmines y lavandas, trabaja y belleza emana, crea la dicha con otras almas.
Comparte y construye en comunidad, se alienta, también se admira, pues en todas las almas virtudes brillan, caminos de amor propio emergen, los extremos en el respeto convergen, se cumple la dicha y la osadía de ser el alma misma, cultiva carisma además de esfuerzo, para nunca perderse, ni tolerar siquiera, violencias pasivas ni actitudes podridas.
Amor a mí
Rosalba Nava Vilchis EPO 166
¿Qué es quererse? Es una manera simple, de ser y de verse sin que se tiemble. Primero el amor propio, antes que el extraño Mi amor es el principio de un amor antaño.
¡Viva mi amor! Que a todos seduce Yo tengo el valor que nadie deduce.
Quererse a sí mismo no es un pecado. Que parezca egoísmo el verme adorado
Mientras yo me ame, el dolor no cabe, por qué en mi sentimiento no hay sufrimiento. Mi esperanza no acaba, el dolor es subjetivo si yo no atacaba ahora será adictivo.
Para amar, el amarse, El amor un balance. El dolor es creyente que al caer hace fuerte. Consolar es mil veces mejor como para mí el bailar, no deja un sinsabor y no se rompe al danzar Cierra la herida Que la vida es colorida. Ven, ven y observa, lo que la vida reserva
Un amarre de amor propio
Miguel Angel Campuzano Campos Jalisco, México
Amor propio.
¿Qué es el amor propio? Tenía 16 años cuando me cuestione sobre lo maravilloso que es el amor por una pareja sentimental, aun no comprendía que primero debía amarme para lograr amar a alguien más. Así conocí a Jeziel, una chica de casi 15 años, todo parecía normal, encajamos desde el primer día ya que ella frecuentaba un grupo juvenil de mi localidad.
Los días pasaron y seguimos con una bella amistad por casi 3 años, una amistad que constaba de algunas reuniones ocasionales para ver películas, charlar, pero sin conocernos lo suficiente como para pensar en algo sentimental que lograra sobrepasar los límites de la amistad.
Siempre me sentí inferior a toda persona que solía conocer, mi seguridad estaba tan por los suelos que cada que me ocurrían cosas buenas me las cuestionaba para saber si en verdad me lo merecía. Sinceramente no pasa por un buen momento, pues era de alguna manera normal por mi edad o tal vez eso es solo una excusa. Una noche de noviembre, permanecía sentado en la sala mientras bebía un té que mi abuela había preparado, decidí adentrarme en los efectos del enamoramiento desenfrenado por alguien y declare todos los sentimientos que tenía por mi amiga.
Sorpresivamente ella coincidía conmigo y si, también estaba enamorada de mi, siento que fue uno de los mejores días de mi vida, recuerdo que aquella noche me sentí muy feliz y acordamos nuestra primera cita como novios. En la cita ella fue la que me besó primero, obviamente estaba experimentando un éxtasis de sentimientos y mariposas en la barriga. Transcurrieron los días, las semanas, los meses. Mientras transcurría el tiempo comenzaban a salir detalles de nuestras verdaderas identidades,
recuerdo la primera alerta, caminábamos, solíamos hacerlo sin rumbo, solo hablar y caminar, tenía 18 años y como estudiante tenía muy poco dinero y ese poco lo invertía en mis materiales escolares, por eso en ocasiones solo salíamos a caminar y hablar. Recuerdo que aquel día tuvimos una pequeña discusión por que no habíamos podido salir a ningún lado y nuevamente estábamos caminando por las calles de mi localidad, yo trataba de explicar que había tenido que comprar materiales y me había quedado sin dinero, tratando de explicar que podriamos recuperar nuestras salidas y no siempre sería así, tristemente ella no entendió y comenzamos a discutir un poco más fuerte diciendo que ella merecía quien la llevara a pasear, etc, aquella ocasión me rompió un poco lo sucedido, pero me animé a juntar más dinero y lograr salir a tomar un café y un postre. Al día siguiente recibo un mensaje, “disculpa por lo de anoche, ya estoy en casa, no tienes de que preocuparte, solo era un amigo que estaba borracho, ¿Podemos vernos? Te extraño”. Sentí tanta rabia, tanto dolor, tantos sentimientos de culpa y muchas ganas de reclamar sus acciones, ¿por qué me trataba así cuando lo único que hacía era entregarlo todo?, es una pregunta que no podía responder en esos momentos.
Accedí a vernos y solo nos fuimos a sentar en una fuente y hablar de lo sucedido, abrí mi corazón de cómo me sentía, confieso que lloré y pregunte ¿porque me hacía esto si yo la amaba?, comenzamos a hablar tanto que solo evitamos el tema, cuando comenzaba a oscurecer decidimos caminar rumbo a su casa, cuando suena su teléfono y si, en efecto, era el mismo tipo de la fiesta de la noche anterior, ella solo evitó la llamada, pero mi ego lastimado me hizo decirle que le contestara, que a lo mejor quería llevarla a pasear, ella enfurecida me dijo pues al menos el tiene el dinero para tratarme bien, sentí como algo dentro se caía a pedazos, ese sentimiento de que se te rompe el corazón.
Seguimos discutiendo, ella comenzó a señalarme y empujarme, trataba de abrazarla y ella me aventaba, hasta que solo se dio la vuelta y comenzó a correr, había corrido solo
media cuadra cuando comencé a correr tras ella para abrazarla y decirle que la amaba que le echaramos ganas y que confiaba en ella. Sigo sin entender porque lo hice...
Pasaron los meses, en el transcurso de ellos seguían ocurriendo cosas en ella que no entendía, cada vez tenía menos ganas de salir, ponía pretextos y me besaba de maneras distintas casi siempre.
Sus besos eran cada vez más intensos hasta el punto de despertar un deseo sexual. Fue la primera persona con la que pude experimentar todo, desde “amor”, deseo, dolor, odio, me atrevo a decir que todos los sentimientos los pude experimentar con ella. Aquí fue cuando recibí la segunda señal de que algo estaba mal, la noche en que tuvimos sexo, fue de las peores experiencias que he tenido.
Me sentía sucio, me sentía triste, experimenté una tristeza tan profunda que aún duele recordarlo.
Aquella ocasión ella insinuó que quería estar conmigo sexualmente, yo no estaba muy convencido de esto, pues no me sentía preparado, aún no estaba seguro de tener sexo con ella, hasta que me dijo la palabra que dejé que fuera culpable de muchas desgracias, “NO TE IMAGINAS LO FELIZ QUE SERÍA SI LO HICIÉRAMOS AHORA”, mi estúpido yo interno dijo “La harás feliz si lo haces, te amará más, no perderas nada, al contrario te convertiras en hombre”, (tengo que admitir lo estupido que fue ese penamiento).
Si, nos fuimos a un hotel a realizar el acto de “amar”, fue cuando supe cómo te puedes sentir tan vacío por querer hacer feliz a alguien haciendo algo que no quieres hacer.
Esa noche lloré, la sufrí tanto que quise morir, ¿Porque lo había hecho si yo no quería? ¿Porque me sentía tan destruido si mis amigos y todos hablaban de lo maravilloso que había sido su primera vez? ¿Por qué sentí de nuevo que algo se rompía dentro de mí si yo decía amarla? Fueron tantas las preguntas que me invadieron en ese momento que sólo pude dormir y al siguiente día no fui capaz de poner un pie fuera de la cama.
Después de aquel 1º de noviembre nuestra relación se convirtió en sexo, constantes muestras de afecto, pero de un afecto solo sexual, realmente todo insinuaba a tener sexo, era un tanto incomodo y demasiado triste.
Comencé a ver normal sus mentiras y el tener sexo, cada que peleábamos por algo que ella hacía siempre lo compensaba con sexo y siempre caía rendido a ello.
Así paso otro año, con mentiras y sexo. Yo me sentía “feliz” había normalizado las mentiras, la relación a base de sexo, sus salidas sin enterarme, sus días de borrachera, etc. Hasta que un 13 de febrero recibí otra alerta de que eso no era amor, mientras estudiaba para un examen de suma importancia en mis estudios universitarios recibí un mensaje de su cuenta de facebook, eran alrededor de 50 capturas de sus conversaciones. Conversaciones donde hablaba de experiencias sexuales con otras personas, de noviazgos con otros más, salidas a conciertos que terminaban en sexo. Leí tantas cosas que solo de recordarlas me dan náuseas. Alguien me había enviado eso para alejarme y darme cuenta que no valía tanto la pena esa relación, que no era amor lo que existía entre nosotros. Llore toda la noche, admito que mi examen fue bueno pero pude haberlo hecho mejor, no podía sacarme de la cabeza sus mensajes, el cómo se expresaba con todos aquellos que solo la buscaban por sexo, la cabeza me retumbó de preguntas y reclamos. Me sentí la persona más idiota del mundo, yo dando todo, entregandolo todo, haciendo mil cosas con tal de verla feliz, tantos reclamos me bombardeaban que sentí que algo murió en mi.
Ella sabía de su error, no había justificación de su infidelidad, no entendía ¿por qué si la amaba tanto ella busco en otros lo que yo le daba a manos llenas?
Aun sabiendo todo esto ella trató de justificar sus actos contándome en una carta como alguien más le había hecho el amor, como alguien más la besaba, la tocaba y penetraba hasta llegar al orgasmo. Tengo que reconocer
que fue realmente traumante leer aquella carta, pues me contó todo lo que había hecho como si no existiera algo de malo en ello y sí, me rompí aún más, convirtiendome en prácticamente polvo. Pasó exactamente 1 semana para lograr convenserme de perdonarla y volver a intentarlo, dejando a un lado todo lo que había pasado prometiendo que no volvería a pasar y obvio la reconciliación fue sexo. Todo marchaba bien en nuestra “relación” se evitó el tema de lo pasado semanas atrás y proseguimos. Podrás pensar querido lector que la cosa no podía empeorar más, pero nunca subestimes a un tonto iluso enamorado que tiene el autoestima por los suelos y con un amor propio inexistente. A los 2 meses nos fuimos a vivir juntos, abandonando nuestros estudios y sueños profesionales.
Decíamos “amarnos” y querer estar juntos toda la vida, pasaron escasamente dos semanas para que una noche mientras la abrazaba me dijo el nombre de una persona con las que me engañó, todo se fue al carajo dentro mío.
Me sentí lo más bajo, la peor cosa de la tierra, una escoria, nuevamente me sentí como lo peor que podía existir. Al darse cuenta de su error trato de abrazarme y remediar lo irremediable. Transcurrieron escasos dos meses para que termináramos nuestra vida en pareja, sabíamos que por ese momento no funcionaba muy bien el estar viviendo juntos. Pasaron dos años, en los cuales me hablaban del amor que debemos tener por nosotros mismos, amigos y psicólogos trataron de explicarme que para amar hay que amarse primero, cada día luché por esa aceptación y perdón, todo esto con mi respectiva dosis casi letal de alcohol y de algunas otras sustancias, creía que todo marchaba bien y creía que estaba logrando amarme, hasta que apareció de nuevo en mi camino. En ese momento todo lo que se supone que había aprendido sobre el amor propio se esfumó en tan solo unos segundos, a dos meses después de que nos volvimos a encontrar estábamos nuevamente
viviendo juntos. Esta vez jurabamos que todo cambiaría y que sería mejor que nunca, así se intentó por un año, anhelando que esta vez si fuera para siempre, como era de esperarse existían problemas, pero esta vez quería que fuera para siempre sin recordar lo malo que había sido el pasado.
Admito que puse todo lo mejor de mí como siempre y estuve apunto de actuar de nuevo para “verla feliz” pero en esta ocasión no pude. Ella me pedía que nos casaramos y yo había aceptado, estaba totalmente cegado por este “amor” que estaba dispuesto a vivir en una prisión para siempre, hasta que una tarde discutimos de una manera intensa e incluso agresiva, la verdad no recuerdo el motivo, pero espero que haya sido importante.
Aquella tarde peleamos tan fuertemente que llegamos incluso a jalones y empujones, mantuve la cabeza fría para no cometer alguna estupidez, hasta que en su enojo tan fuerte me tomó del brazo, ella tenía uñas largas y así fue cómo con tanto coraje y odio encajó tres de ellas en mi brazo, hasta que sangré yo solo pude quitar mi brazo y en un mar de sentimientos solo me pude disponer a sentarme y mirar como sangraba la herida que me había ocasionado aquella acción.
Nada se había comparado con ese día, ninguna situación que había pasado me había roto tanto.
Ese día una parte de mí murió, murió la parte donde estaba ella, murió el sentimiento que creía que era amor.
En ese momento entendí que la frase “Ama hasta que duela porque si no duele no es amor” era falsa, esa maldita frase era más falsa que los unicornios verdes con cuernos dorados y alas naranjas.
Comprendí que no me amaba lo suficiente, que no tenía amor propio.
Ese día murió mi sentir por ella, todo fue como despertar en la playa o en el bosque, fue muy tranquilo, me sentí tan vivo ese día que lo consideré como una nueva oportunidad de volver a vivir. Entendí que amar a alguien no es dolor, entendí que la vida
era bonita y que valía la pena darme la oportunidad de amarme, de estar conmigo y de hacer más de lo que había podido
hacer por alguien más, pero esta vez por mí, sin traiciones, sin olvidar lo mucho que soy y valgo. Comencé un camino que aún recorro, pero que ha sido más fácil caminar, tal vez tuve que pasar por años de dolor y preguntas para poder estar aquí en estos momentos, pero valieron la pena, ya que sin esos momentos, no estuviera realizando un amarre de amor propio.
Después de esta historia nace un bello texto, el cual me recuerda que aquello que llamamos amor no siempre lo es, que no debemos dejar que nadie nos humille ni maltrate, somos valiosos, somos importantes y por eso siempre debemos ser constantes en amarnos más cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo .
Tu amor. Tu veneno. Mi perdición. Mi destrucción.
No se como llamarte, no se como dirigirme a quien me arrebató el amor. A quien me enseñó que a pesar de estar en la miseria uno puede creerse feliz, aún cuando te pierdes. No sé cómo llamar a aquello que me decías y hacías sentir, ilusión ¿tal vez? Espejismo ¿quizás?. Sigo sin comprender cómo en la nada creí tenerlo todo y como en la humillación llegue a sentir amor.
Amor, ¿qué es el amor? No recuerdo la última vez que me mire al espejo y pude amar mi reflejo. Soy un ser irreconocible que en sus ojos solo se ve una alma rota, un vagabundo que no tiene más que la esperanza de morir algún día. ¿En qué me convirtió tu amor? No puedo recordar la última sonrisa de alma de esa que es honesta y transparente, ni la última vez que bailé bajo la lluvia. Tendré que acudir a la brujería tal vez. Para hacer que me ame, que enloquezca por mí, que no pueda vivir sin mi presencia ni
mis malos chistes.
Un hechizo real, un hechizo que nadie pueda romper, donde solo pueda sonreír al verme y amar cada vez que me mire detalladamente.
Tal vez debería acudir a la brujería para realizar un amarre de amor, de amor para mi mismo, un amarre de amor propio.
Amada
Aymee Hernández Vásquez BUAP
Ella me preguntó cómo se siente amarla… Le dije, que amar se siente como calorcito en la entraña. El amor viaja del ombligo al pecho como gota de rocío que se escurre en telaraña, sube por el cuello y toca las cuerdas vocales como cuerdas de guitarra, hasta que logra hacerle un nudito a la garganta. El amor enciende las mejillas hasta ponerlas coloradas, El amor riega los ojitos como si de plantas se tratara, hasta ponerlos cristalinos, resplandecientes espejitos en los que ella pueda verse reflejada. Y así desde sus ojos yo también pueda sentirme AMADA.
Sol y Hielo
Estefanía De Aro Espinosa Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Las campanas de la iglesia resonaban por las calles de la ciudad, rompiendo con la calma de las aves que alegres se sacudían en la fuente, avisando a los niños que la salida está cerca. Un conjunto de nuevos sonidos me inundaba, en realidad desconocido, reconocía los sitios por las fotos que Susi me mandaba. La conocí en la preparatoria, estaba vendiendo dulces en el recreo cuando la vi por primera vez. Tenía una mancha de chamoy en la blusa y el brazo izquierdo lleno de pulseras, cada una era obsequio de algún amigo, según ella le daban suerte para obtener buena calificación en los exámenes y evitar los golpes de los balones en educación física. Siempre la admiré de lejos, per poco a poco la fui conociendo mejor, debido a que el último curso estuvimos en el mismo salón. Me gustaba verla exponer, porque los nervios la hacían ponerse roja y mover los brazos, como si estuviera en medio de una batalla de rap improvisado. Ella decía que le gustaba verme reír, hacía un ruido extraño, como una pequeña ardilla, en lo personal nunca me había gustado, pero si alguien tan encantador como ella lo veía divertido, no había nada malo en ello. Después de unos meses de amistad me atreví a declararle lo que sentía, lo hice a la salida de la escuela mientras ella esperaba a que salieran sus amigas de otro salón. -Me gustas Susi- le dije mientras buscaba en mi bolsa una paleta que había comprado en la cooperativa, su cara se puso roja por un segundo, sin embargo, de su boca no salió ningún sonido, creí que eso era un no de su parte, así que decidí volver rápido a mi casa para no incomodarla más, ni siquiera me atreví a decirle que quería ser más que su amigo, era algo irrelevante ahora. Me sentía triste pero también muy avergonzado, si alguien había visto que me rechazo, no podría ser capaz de entrar al salón sin sentirme apenado. Estaba por llegar a casa cuando decidí pasar por algo de beber. Me compré una raspa de guayaba y me senté en la banqueta bajo un árbol para que no me molestara el sol, mi mamá dice que hielo y sol hace daño y no quiero arriesgarme a ver si su advertencia es cierta. Sentía como las semillas de guayaba se atoraban en mi popote y el frío del vaso
me quemaba la mano. Busqué en mi bolsillo alguna servilleta del lonche para sostenerlo mejor, pero lo que encontré fue mi paleta. Era de corazón y en ella se leía: VALES 1000. - ¿Cuánto te costó? - Levante la mirada de mi paleta y vi a Susi frente a mí. Sentía como mi garganta se cerraba, como si estuviera sentado en medio del desierto mientras comía hielo. Tal vez no solo mezclar el sol y el hielo causan eso, también lo hacen los sentimientos.
-Dos cincuenta-. Le respondí. –Te estafaron, yo las vendo en uno- Me dijo mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja, su cara se veía roja pero no tanto, parecía cansada y le ofrecí una raspa. Ella aceptó una de vainilla y también compré unos churros con salsa para los dos. Mientras comíamos trataba de pensar en porque ella estaba ahí, no quería arriesgarme a preguntar, pero tampoco fue necesario porque ella respondió a mis dudas sin siquiera expresarlas antes. -No sé porque te fuiste antes de que te respondiera, pero si quiero- No sabía que estaba pasando, hace un momento era un chico triste sentado en la banqueta con una raspa derretida y ahora una hermosa chica con una mancha de salsa en la blusa me decía sí quiero. –¿Si quieres que? - Pregunte. Su cara se volvió a poner roja nuevamente, pero en su cara apareció una expresión de sorpresa. - ¿No quieres que sea tu novia? - Me levanté de un salto y respondí: -Claro que sí, pero creí que me habías rechazado antes- Ella sonrió y también se levantó. –Me puse muy nerviosa, porque tú también me gustas y estaba emocionada, así que cuando te fuiste traté de alcanzarte, pero eres muy rápido. – Por eso es que se veía tan cansada, pensé. Desde ese día nos volvimos oficialmente novios.
Todos se enteraron rápidamente de nuestra relación, ella era muy popular. Tenía una energía que se contagiaba, era alta y con el cabello siempre desarreglado, era un poco rizado y cuando caminaba por los pasillos de la escuela, parecía un sol a contraluz. Me sentía muy feliz a su lado, yo era un poco reservado, pero siempre la acompañaba en sus ventas, ella me ayudó a desenvolverme mejor frente a personas desconocidas y a ver las cosas de otro modo, uno más positivo. A su lado me sentía completo, pero tuvimos que separarnos, ya que ella fue aceptada en una universidad en otro estado, ambos ingresamos a las carreras que deseábamos, sin embargo, la idea de separarnos por tanto tiempo no nos hacía
felices. Ha pasado un año desde que nos vimos, continuamos la relación por mensajes y llamadas, aunque en ocasiones estemos ocupados siempre tratamos de mantenernos al tanto de lo que nos sucede. He viajado a este sitio con la ilusión de volver a verla, quedamos de encontrarnos en la catedral. Todo este tiempo había esperado poder verla y contarle todo lo que pasé para poder llegar hasta ahí. El reloj de la plaza marcaba la 1:13, habiamos quedado de vernos a la una de la tarde y comenzaba a sentirme nervioso. Decidí dar una vuelta a la plaza, con la esperanza de topármela en el camino. Me detuve un momento a ver la fuente en la que algunos niños se acercaban a alimentar a las palomas. Recordé que tenía un trozo de pan que compré en el camino, así que quise sacarlo para hacer lo mismo. Al colocarme de nuevo la mochila golpeé a una chica que pasaba, le pedí disculpas y volví a mi sitio de espera. Dieron las dos de la tarde y recibí una llamada de Susi. - ¿Dónde estás?, llevo una hora buscándote. - Me preguntó angustiada. –Frente a la catedral, como me dijiste. - -Espérame ahí, levanta la mano para verte. Obedecí y de inmediato levanté la mano, vi a una chica correr a mí emocionada, al fin podía verla de nuevo. Se veía hermosa, llevaba el cabello recogido y un golpe en la frente, era la misma a la que había golpeado hace unos minutos. Pasé una hora esperando a la chica de mis sueños, por quien viajé horas soñando volverla a encontrar y ni siquiera la reconocí, pero algo me preocupó más, que ella tampoco me reconoció a mí. Cuando llegó frente a mí se detuvo a observarme, probablemente pensaba lo mismo que yo. Hubo un silencio breve, después de esto fui el primero en hablar. –Te ves muy linda, siento haberte golpeado. – Ella no dejaba de mirarme, parecía que le estaba hablando un completo desconocido. –No te preocupes, tampoco era mi intención hacerte esperar tanto. Charlamos un rato en una cafetería cercana. Parecía que la persona con la que salía en la preparatoria, me comunicaba y extrañé todo este tiempo era alguien completamente diferente a la que estaba frente a mí. Sabía que el tiempo nos transforma, pero no pensé que tanto podría hacer de nosotros. Lo que sentíamos no había cambiado, pero todo se sentía confuso. No podía seguir guardando lo que pensaba, tenía que saber
que pasaría ahora que nos reencontrábamos. No fuimos capaces de reconocernos al vernos en la plaza, como podríamos volver a casa y llamarle a alguien que ya no reconocíamos, no sólo en el aspecto físico, estábamos realmente cambiados. Después de una plática respecto a nuestra confusión, terminamos molestos, Susi estaba al borde de las lágrimas igual que yo. En esta ocasión, ella fue quien se dio la vuelta y caminó sin mí. No podía sentir mis piernas, sentía que tenía que detenerla, pero no fui capaz de hacerlo. Me encontraba solo en medio de una ciudad desconocida, pensando en un futuro incierto, pero a pesar de todo eso no me sentía mal. Siempre he escuchado que cuando alguien a quien amabas te abandona te sientes incompleto, destrozado. Tal vez todo este tiempo no sólo cambié, sino que también me complemente. Sentí que ya no vivía enamorado de Susi, sino de un recuerdo que me había dejado, la imagen que guardé de ella durante todo este tiempo. Quizás yo no me sentía solo pero sí quería seguir creciendo a su lado. Logré llegar hasta su casa con ayuda de las fotografías que tenía de los lugares cercanos que solía mandarme. No quiso abrir la puerta, así que le hablé a través de ella. –Susi, lamento haberte dado en la cabeza con mi mochila y no darme cuenta de que eras tú a quien golpeaba. Pasé todo el día esperando a una persona que ya no existe…no lo digo en un sentido malo, has cambiado para volverte una persona maravillosa que también me ha ayudado a crecer y creo que no quisiera crecer con otra persona. Así como no debemos comer hielo bajo el sol, no quiero crecer sin verte crecer a ti también. - No hubo respuesta, así que tomé mis cosas para irme, la vida no iba a terminar ahí. –Yo también quiero crecer contigo Alejandro. Esa noche volví a casa, sintiéndome completo y dividido a la vez. Sé que mi corazón está con Susi, pero también late en mi pecho, aunque no esté con ella. Puede que este amor dure un año más o una vida entera, pero todo lo que hemos aprendido desde que nos conocimos, siempre se quedará con nosotros. Ahora sólo nos queda saber en que terminara nuestra historia.
Siempre tú
Veronica Garduño Bastida UAEMex
Elígete siempre, revolucionaria, soñadora, triste o fugaz Abrázate cuando no existan pañuelos ajenos que sequen tus lágrimas, ni brazos que te den calor Échate agua en el rostro, en tu cuerpo, en tu alma y deja que renazcan de nuevo tus ganas Cómete al mundo de una mordida cada día, que la vida pasa y solo el recuerdo queda
Camina sin miedo, vive sin el pasado, aférrate a lo bueno... que lo malo ya todos lo han contado
Y atrévete, se tu misma, que el viento alborote tu pelo y tu boca siempre se mantenga abierta incluso aunque deseen callarla, que tu mente sea el mejor disfraz y tu presencia deje huella Elígete a ti, aunque el resto te contradiga, mira el espejo dónde se encuentra tu reflejo y ámate
Ámate fuerte, como esos amores que jamás supieron tenerte, como las aves al cielo y la luna al sol
Se tu mejor versión y elígete como si no existiera nadie, nada y siempre te encontrarás... En los colores del atardecer, en las canciones, en un suspiro, en cada historia a la que le corresponde pongas un punto final Elígete siempre tú y lo tendrás todo, a cada segundo… porque si te pierdes, lo pierdes todo.
La elección de chones
Ana Laura Lopez Gonzalez Universidad de San Diego
Por fin Gloria se había decidido a comprar unos chones a su gusto. Regularmente su mamá eran quien los compraba. Un paquete de chones de calidad a buen precio era su lema.
Para Gloria, en cambio, el estilo era importante. Estaba segura de que si sus chones pudieran hablar, dirían que estaban avergonzados de ser tan aburridos. Generalmente su mamá compraba la ropa interior para toda la familia en una tienda del centro. Gloria no recordaba el nombre de la calle, pero sabía llegar. Había ideado un plan para ir ella sola. Es verdad que el secreto le duraría poco porque la madre pronto vería esas nuevas adquisiciones en el chunde de la ropa sucia. No importaba. Lo fundamental era encontrar unos chones que reflejaran su personalidad y que quizás también, si se presentara la ocasión, no le diera pena mostrar. Le dijo a su mamá que iría a casa de una amiga. Agarró su mochila y verificó que trajera las llaves de la casa y su cartera. Entrevió rápidamente sus llaves gracias al llavero. Una muñeca de trapo era fácil de distinguir. Sin embargo, se tardó más tiempo en hallar su cartera. La descubrió debajo de su cama. Siguió el camino habitual para no perderse. Cuando llegó a la tienda, el olor a bodega húmeda la recibió. Justo a la entrada estaba el aparador. De un lado, ropa interior para dama y, del otro, para caballero. Aunque había bastante gente, sobre todo señoras, pudo tomarse el tiempo para admirar las prendas. Miraba con detenimiento cada modelo. Había chones de todos colores y estilos. Ninguno se le hizo atractivo, pero no se desanimó. Sabía que podría encontrar en el mostrador catálogos para hojear modelos. Así que una vez que pasó el aparador, se encontró de frente al mostrador en forma de ele. En el área más larga del mostrador, había cuatro empleadas que atendían múltiples clientas. En el área más corta, se encontraba la caja, en donde el dueño despachaba, y, a un lado, el área donde un empleada entregaba la mercancía. Para Gloria lo peculiar de esta tienda era cómo llegaban las prendas a las manos de las clientas: se escogía un modelo, la encargada gritaba el respectivo número y por un orificio del techo caían cajas con los productos deseados. Desde niña, disfrutaba ver la caída de las prendas. Era presenciar que cajas pudorosas caían de las alturas cuando se pronunciaba su nombre numérico. Además,
le encantaba ver a mujeres que pedían con precisión lo que querían y que se les concedía al instante. ¡Magia pura! Sin embargo, en esta ocasión ahí residía el problema. Sabía que quería chones, pero no sabía con exactitud qué modelos. Vislumbró un catálogo disponible sobre el mostrador, así que lo tomó y empezó a hojearlo. Para que nadie la presionara, se situó en el extremo menos concurrido del mostrador, cerca al área de la caja. Mientras Gloria hojeaba el catálogo, a su alrededor, entraban y salían clientas. Algunas empleadas gritaban con voz ronca los números de los modelos. De vez en cuando el dueño se daba una vueltas en el mostrador para atender clientas y supervisar a sus empleadas. En la segunda ronda de supervisión, el dueño notó a Gloria sentada en un extremo del mostrador. Le llamó la atención que hojeaba el catálogo como si esperara una revelación. Ya otras veces había visto a clientas confundidas como Gloria. Lo que mejor resultaba, de acuerdo con su experiencia, era acercarse para que se decidieran por alguna prenda. Fue en la cuarta ronda cuando el dueño se aproximó a Gloria y le preguntó si podía ayudarla en algo. Para ese momento, Gloria ya había tomado una decisión, por lo que con exactitud le señaló los modelos. El dueño gritó los números. Tardaron pocos minutos en caer las cajas. El dueño fue abriéndolas una a una. Al último sacó una prenda que Gloria no había pedido. Sin dar mayor explicación, el dueño le dijo que era un modelo muy solicitado y que quizás le gustaría. Mientras decía esto, con un gesto le indicó a una de las empleadas que se hiciera cargo de Gloria. ¿Una caja se sentiría doblemente pudorosa cuando no era solicitada por una clienta sino por el jefe? O ¿quien la llamara no era lo fundamental sino salir de ese encierro? Gloria no estaba segura del sentir de la prenda, pero sí del suyo. No cabía la menor duda. Empezó a sentir un cosquilleo por todo su cuerpo, síntoma de que estaba enojada. Le señaló a la empleada los modelos que se llevaría y la empleada le entregó una nota. Gloria se dirigió a la caja y para su sorpresa el dueño no estaba atendiendo. Pagó y recogió su mercancía. Esperó un tiempo a que el dueño saliera de la trastienda. Al ver la mirada insistente de Gloria, se acercó con curiosidad a ella. Gloria, con el tono más amable que pudo, le dijo: “Tomé. Me imaginé que le gustaría” y le entregó su llavero. El dueño desconcertado le dio las gracias. Y Gloria volvió a hablar: “Sí, es perfecta para que la vista a su gusto”. Y con una sonrisa deleitosa dio la medio vuelta y salió de la tienda.
Si ELLA puede, tú también
Andrea Rojas Vazquez Estado de México
La historia que te voy a contar no es de hace mucho tiempo, es por eso, que no comienza con un “érase una vez”. Es una experiencia real y te invito a que la conozcas.
No es necesario mencionar su nombre, basta con que sepas que es una mujer muy feliz. ELLA desea compartir contigo su experiencia que la ha mantenido al margen de aquellas relaciones feas y dañinas. Ella espera que te sirva; no espera que suene pretencioso, simplemente es un consejo.
ELLA se ha caracterizado por ser una mujer seria, reservada y muy tímida en ciertos aspectos. Su círculo social se reduce a unas pocas personas y no es alguien a quien le guste llamar mucho la atención. Quizás pienses que gracias a eso no ha tenido alguna mala experiencia en alguna relación afectiva; puede que sea cierto, sin embargo, ELLA conoce a una persona dentro de éste pequeño círculo, una persona muy especial para ELLA que, a pesar de ser igual de seria y reservada como ELLA, ha tenido la mala fortuna de tener experiencias que hubiese preferido no vivir. Entonces, ¿cuál es la diferencia para que dos personas tan similares pudieran encontrarse en situaciones tan opuestas? La respuesta es algo sencillo de contar. Verán, a ELLA siempre se le ha hecho saber su valor como persona, y aunque ha habido momentos en los que se siente menos que el polvo que uno encuentra en un montón de libros viejos, ELLA sabe que es una persona valiosa que merece cosas buenas, porque procura hacer cosas buenas, porque ella es buena. ELLA se siente amada por sus seres queridos y sobre todo por ella misma. ¿Por qué una persona que sabe cuán importante es y que se ama, va a permitir que alguien totalmente ajeno y que no la conoce lo suficiente la haga dudar de ese valor y de ese amor propio? Bueno, ELLA no lo ha permitido. Probablemente la vida sólo le ha colocado en el camino gente tan valiosa como ella. Ya saben lo que dicen: tú atraes lo que quieres atraer.
Los noviazgos son seguramente los vínculos a los que mayormente se les asocia la violencia, los malos tratos y el sufrimiento, aunque no son los únicos. Podemos encontrarlos en cualquier relación
que tengamos en nuestra vida. A continuación, quisiera platicarte de manera general cómo es su relación con las personas que la rodean y cómo son sus relaciones afectivas. Como te dije hace algunas líneas, este amor propio ha sido forjado desde sus primeros días de vida gracias a su familia, esas personas con quienes ha tenido el primer contacto con el amor y la aceptación. A ELLA le hubiese sido difícil reconocer su propio valor sin ayuda de su familia, sin embargo, considero que no es imposible pese a la carencia del amor familiar. Aunque ELLA no suele hacer amigos frecuentemente, pero sin duda los amigos que ha hecho y tiene son amigos sinceros. ELLA ha podido comprobar en más de una ocasión que puede contar con ellos en los buenos y malos momentos. Ellos siempre han sido unas muy buenas personas. Ninguno le ha fallado alguna vez o le ha hecho mal, por supuesto que ELLA siempre procura ser buena amiga con ellos, A pesar de las ausencias, que bien se han sabido comprender, su amistad es honesta.
ELLA siempre ha encontrado hombres buenos en su camino. Sus relaciones sentimentales han tenido muy buenas experiencias y sus altibajos como en todas, pero nunca ha faltado amor, respeto, honestidad, confianza y comunicación en ellas. ELLA siempre ha sido clara con lo que quiere de un hombre y no tiene miedo de comunicarlo, sabe que si está pasando algo que no le gusta debe mencionarlo porque no debe aceptar malos tratos de nadie. Sus relaciones del pasado terminaron, pero te aseguro que no terminaron porque ella tuvo que salir huyendo de ahí, porque le hacían daño, porque estaba en peligro; esas relaciones terminaron porque así tenía que ser. Dolió en su momento como cualquier amor que se aleja, pero ella se ha podido recuperar, gracias a su familia, a sus amigos y a su amor propio.
Como podrás ver suena a que es bastante fácil mantenerse
alejado de experiencias dañinas durante alguna relación afectiva, desafortunadamente para muchas personas no lo es. Si eres una persona que como ELLA, entiendes tu propio valor y te amas lo suficiente como para no permitir malos tratos, te felicito, y te invito a que contagies ese amor hacia los que te rodean para que sigan tu ejemplo; si eres una persona a la que le cuesta aceptar que e valiosa y permite cosas negativas porque cree que es lo correcto aunque haga daño…te invito a que te alejes, a que busques ayuda y a que reconozcas que eres importante, una persona valiosa que se ama a sí misma lo suficiente como para no soportar relaciones afectivas negativas. Espero este texto te haya servido de algo, que algo de aquí se quede en ti para que veas qué tan importante es amarse a sí mismo, con un amor de verdad. Por último, te recuerdo que violencia no sólo son golpes, son palabras, son actos, son gestos. Todos merecemos experimentar en nuestra vida relaciones libres de violencia.
Querer y ser querido
Emmanuel Santana Guzmán Universidad de Guadalajara
Te quiero como a nadie yo he querido, te pienso como a nadie yo he pensado, mas, si algo hay que tengo bien decidido es no obligarte a quedarte a mi lado, porque este amor es todo menos insana obsesión con exceso de insolencia; es la combinación de virtud sana con el amor propio en grandilocuencia.
Y aunque no quiero a nadie más que a ti, debo decirte que hay quien se desvive en tratos amorosos para mí y por su atención mi alma sobrevive.
Nunca estaré solo; me seguirá a pesar de mis terribles errores.
Nunca iré solo; siempre vivirá para celebrar mis triunfos y loores.
Y yo me siento tan afortunado que no creo semejante compañía merecer, pero estoy tan encantado con su forma que adiós no le diría aunque ello fuera grande menester.
¡Qué importa si a pedazos se cae el mundo! ¡Qué importa si me dejan de querer!
Aunque me exilien todos, ni un segundo me sentiré hundido en la soledad; ahora que conozco a mi compañero que me ama, con nobleza y sin maldad, he descubierto el amor verdadero: el que me valora, el que mi lugar me da, el que, sin importar el momento, halla la forma de alegrar mi hogar cuando la pena me roba el aliento.
Es un héroe con un solo poder, que de todos es el más importante, pues gracias a él soy capaz de en mí creer para caminar siempre hacia adelante.
Y solo esto decirte yo quería, que te quiero como a nadie he querido, nadie que sea yo mismo, vida mía, pues mi amor propio el podio ha conseguido.
Una sombra suspira
Ángel Carrillo Hernández México
Una sombra adelgaza rehúye de las paredes solloza cuando amanece se olvida de mi nombre y no duerme por las noches. Me susurra las horas que me olvidan, soba mi pecho palpando a ciegas su lánguido cuerpo. Respira por mí a través de los poros del suelo mientras me abandono en las sombras de los otros. A lo lejos una sombra suspira. Su silueta recorre mi espalda abraza el recuerdo, acaricia el esguince que punza y su negrura crece hasta abarcar por completo el dolor hecho hombre en el que me convertí. Canta haciendo bailar mi pelo y promete querernos siempre en la incompletud. Una sombra suspira. Es la mía que ya no pesa.
Hablando del amor
Adriana Berenice Martínez Tiscareño
Así es, aquí me encuentro hablando de eso que desee encontrar desde pequeño, esa palabra que desde niños nos mencionaron y que erróneamente era expresada en alguna caricatura, cuando a cualquier personaje, se le ponían unos enormes ojos de corazón, incluso el corazón se le salía del cuerpo, entonces sabíamos que estaba enamorado y que seguramente había encontrado el amor.
¡Qué afortunado! Luego, lo veíamos flotando en el aire, atrás de otro personaje, si bien le iba, lo trataba bien o si no era ignorado, luego llegamos a la adolescencia dónde en las telenovelas o las películas románticas, encontramos frases como: el amor duele, yo lo amo, aunque me… y aquí habría que agregarle un sin número de frases equivocadas en el nombre del amor. Y es así como crecemos naturalizando que el amor duele, que el amor es que te ignoren incluso hasta que el amor te pueda llenar de cicatrices, todo porque buscamos la definición en el lugar equivocado, pero lo único que teníamos al alcance. Vamos aprendiendo y descubriendo en cada ser como si aprendiéramos a caminar, porque realmente nadie nos enseñó, contamos con esa capacidad de aprender por nosotros mismos y así es; vamos conociendo, haciéndonos imágenes ideales sobre “un ser” pensando que es perfecto, pero con parámetros equivocados del amor. Luego llegará nuestro primer amor, el segundo, el tercero hasta que pierdas la cuenta, porque en cada uno te entregarás, vivirás intensamente hasta que, todo termine y quedarás tan dolido por no saber lo que pasó, tratando de encontrarte culpable por la situación, o cubriendo esas heridas que te dejará la relación, tapando toda evidencia de lo que sufriste para seguir buscando, intentando engañarte de que la próxima vez será mejor, justificando al otro ser, por lo que sucedió y volverás a intentarlo.
Y te diré de una vez, no será mejor, no, si decides continuar, con la misma ruta que has llevado en cada relación; ahora
que tendrás presente tú última relación o tal vez en esa te encuentres, responde a dos simples preguntas: ¿Qué es lo que quieres para ti? Y si ¿crees que eso mereces? Hablando sobre el amor, no encontraremos parámetros, es por eso que no todos tendrán la fortuna de encontrar el amor, con los antecedentes que tenemos debemos empezar a pensar en nosotros, por eso dije que no sería sencillo, a partir de que respondas esas dos simples preguntas, comenzaras a ver lo que te rodea de diferente manera, y entonces ¿Qué es lo que quieres para ti? Es una gran pregunta, nadie quiere ser lastimado, ser agredido, ser engañado, todos queremos un ser para compartir
kilómetros de nuestra vida y aquí viene lo bueno, si sabes que tú vales, porque así lo es, vales porque eres capaz de sentir afecto por alguien, vales porque tienes capacidades, habilidades, vales independientemente del cuerpo que tengas, vales por una simple razón y esa es porqué “eres” Hoy es tú oportunidad para aceptarte y tratarte con amor, estoy segura que no te has contemplado en el espejo para decirte lo gran persona que eres. Te invito a que experimentes el día de hoy, contémplate en el espejo, enamórate de lo que ves y algo sucederá en ti, irás curando todas esas cicatrices que te hiciste, no permitirás menos de lo que tú eres capaz de decirte, si acaso te encontrarás en una relación en la que pienses que ya no puedes salir, siempre hay una opción para moverte de ahí, confía en ti. Te mereces lo que desees y hago referencia a lo que buscamos en un principio, el amor, sigue siendo el amor, pero el propio, lo que has descubierto que quieres para ti, lo que mereces, lo encontraste y no vas a sentirte igual, es tú oportunidad de aceptarte, como tú mejor opción y convencerte de que así será, si no lo haces, recordarás que no importa cuando desees estar o permanecer con ese ser, todo será en relación con lo que tú eres, con lo que tú vales entonces y entonces habrás descubierto el amor más grande que existe, el amor por ti y casi casi sentirás que flotas en el aire, que no vas a querer dejarte nunca.
Poema amor propio
Arantza de la Fuente Álvarez Facultad de Estudios Superiores Acatlán, México
Amor propio Un amor de manantial valiente me mira a los ojos, amortigua la herida de la vida hecha trozo. De las insulsas pelusas bebe y no hay barrera que condene su zumbido resiliente.
Se yergue con espesa arrogancia, y no importa lo que haga su armadura líquida no se desgasta.
Escarnece a mis miedos, los ridiculiza hace de ellos meros juguetes indefensos.
Como ningún otro, este amor sabe a qué atenerse cuando traspasa la sombra de precipicio inerte.
Me cobija nunca asfixia.
Tengo un amor osado un amor guerrero, muchos lo han condenado, pero ninguno ha sido rival para su ataque fiero.
De corazón y sangre interminable, mis angustiosas heridas siguen sin perjudicarle.
Cómo quieres y como quiero ya no son lo mismo
Carolina Monserrat Salas González Universidad de las Artes, Aguascalientes
Tenía diecisiete años y tras varios meses de escuchar sus canciones hasta el hartazgo, decidí que Oasis era mi banda favorita, recuerdo que en mi cumpleaños número veinte me regalaste un cd edición especial con toda su discografía, ese día me invitaste a comer bagels y hasta me pediste una malteada de vainilla, mi favorita. También fue en ese cumpleaños la primera vez que te dejé. No pasó ni un mes, cuando ya estábamos de vuelta en el carro de tu mamá escuchando ese mismo disco, juntos. No pude, ¿sabes? La culpa me mataba, me mataba a tal punto de elegirte una y otra vez, siempre sobre mí. Estoy en el baño de un hotel y la pequeña botellita de shampoo que dejan como cortesía, no parece suficiente para lavar mi cabello por los próximos cinco días aquí. Decido hacer una parada en el Oxxo más cercano y solo tienen botellas de shampoo verde con olor a aloe vera… ese aroma...Y tu cabeza sobre mi pecho. Dime, ¿aún lo sigues usando? Seguramente sí, siempre fuiste de rutinas, te tranquilizaban, y creo que es justo, sino, no hubieras podido agendar tanto caos durante nuestros años juntos. Tengo veintitrés y ya no me gusta Oasis, es decir...sí me gusta pero no es lo único que escucho. Me gusta mucho el Kpop, Alaskan Tapes y hasta bailar las de Bad Bunny. Ahora que lo pienso creo que si por casualidad nos topáramos en la calle, tal vez ya no nos reconoceríamos, hace tiempo que deje de tenerle miedo a tu recuerdo, hace tiempo que la culpa ya no me hace querer regresar. Quiero que sepas que ya no me da vergüenza bailar, ni usar vestidos o comer frente a alguien más… A veces tengo la sensación de ser un imán viejo que ya no se queda en su lugar, sigo aferrándome a la idea de alguien que conocí hace tiempo, y al sueño de ser siempre unos niños que creen que crecer es injusto. Y lo fue un poco… -Tengo veintiuno y está será la segunda vez. Tengo clase temprano, tú entras a trabajar hasta las 3:00, pierdo el au-
tobús, tú sigues dormido, me da un ataque de pánico, diez llamadas perdidas. Hay un parque cercano me siento a llorar ahí, -algo está mal, algo está definitivamente mal-. Le marco de emergencia a la psicóloga de la universidad: -Tengo miedo. -Mañana tengo espacio a las 2:00 -Bien, -sollozo, -ok. Un hilo de sangre resbala por mi nariz, mierda, ya me perdí la primera clase. No recuerdo si llegue en autobús o en taxi, pero estoy afuera de tu casa. Abres la puerta y te ves despeinado, pero no sorprendido, vi en tus ojos el hartazgo y en tus labios una sonrisa que aseguraba que nunca te dejaría. Punto a mi favor. Me eché a llorar del inmenso dolor que sentí en el pecho, el tiempo corría muy deprisa y la presión ya me aplastaba desde las sienes hasta la garganta, me faltaba el aire… –Dime que pasa- . Tu aparente calma me desquiciaba aún más -Ya era hora- me murmuran al oído -¿Escuchaste eso? - Escuchar ¿qué? Ya, dime que pasa… ¿amor?- dudaste. Por primera vez en siete años, dudaste. Sálvate o muere en el intento de que alguien más lo haga- pensé. Me tiré al vacío. -Tenemos que hablar. Han pasado dos años y yo apenas volví a escribir sobre ti. Mis diarios están llenos de recuerdos de pijamadas, de amores de una noche borrados con una lágrima, de poemas a mis viejas cicatrices rosas, y de playlists para cada día de la semana. Hoy encontré una nota en mi celular que escribí el día después de separarnos: "En la mañana lloré, lloré porque lo extraño y porque tuve miedo de haber dejado ir a la persona que más amo, y justo ahí encontré el fallo, pues la persona que más amo…no soy yo. Al menos no ahora. Entonces fui valiente. Me paré a cepillarme los dientes, me peiné y me puse mi saco amarillo favorito. Y me subí al autobús...y hasta desayuné. Y seguiré viviendo...y sanando y encontrando más dolor. Y así será durante el tiempo que sea necesario. Hoy le pedí al universo (de nuevo)...que después de toda esta tormenta me permita reencontrarme con él un día de estos." Varios meses después y sin recordar aquella plegaria que repetía tantas veces mirando al techo, te vi a lo lejos. Esa in-
confundible maraña de rizos y tus lentes negros, te vi sosteniendo la mano de una chica de sonrisa contagiosa, y yo...no sentí nada.
Fue una imagen a la que le tenía tanto miedo, pero en cuanto la vi frente a mis ojos, la idea surreal de pertenecerle a alguien, simplemente desapareció. Tan solo seguí caminando, como lo he estado haciendo el último par de años, sigo caminando, algunas veces incluso llego a correr.
Mi doctora dice que cada día tengo el corazón más fuerte, y la verdad es que sentir tanto ya no es algo que me asuste. He llegado a sentir muchas cosas por varias personas, pero hasta hoy ninguna se compara con el sentimiento de calma de haberme elegido a mí, y de seguir haciéndolo cada día. ¿Quieres saber porque no sentí nada el día que te vi sujetando la mano de una chica? Porque me di cuenta, que hay millones de manos en este mundo, y unas cuantas en el mío que me sostienen con el mismo amor con el que la sostienes a ella hoy, y con el que nos miramos alguna vez. Ese día, no sentí nada más que el calor de mi mano derritiendo el helado que sostenía con la mano, sentí la sangre que corre por mis venas bombear hasta mi corazón, sentí un alivio inmenso al saber que me avente al vació y en medio de la oscuridad me encontré a mí.
“Mi amor. Te escribo cartas de amor para que nunca olvides lo mucho que te quiero, espero que sepas que el tiempo que te dedico es el mejor regalo que tengo para darte y que los abrazos para acurrucarte en las noches son infinitos. No necesitas del pasado para saber que existes, pues te siento en los pájaros y en los atardeceres naranjas, me gusta verte bailar al ritmo del sol. Te regalo esta playlist, se llama: música para plantas, plantitas de sol, como tú. Espero que te ayude a encontrar tu raíz y seguir floreciendo, riégate el corazón con mis lágrimas, y crece, aunque sea medio milímetro por día, y siéntete infinita, recuerda que yo te sostengo en todo momento. Te quiero, gracias por seguir aquí. “
Me he reconciliado con María (mi nombre de pila) y no echo de menos tener 17.
Estoy comiendo menos carne, y reír escandalosamente está dejando de dar miedo, incluso frente a los chicos...Escribir ahora es más tranquilo, y aunque hay palabras que aún duele escribir, todo es más calmo, incluso mi letra y el espacio en-
tre mis ideas es más s-e-r-e-n-o. Baja la marea de pensamientos conforme me enseñó a respirar, siento como mi pecho se está abriendo tanto como mi corazón. Ya no me tapo hasta la cabeza por miedo a la oscuridad, mucho menos por una mirada.
Mis uñas volvieron a crecer y hasta brillan debajo de hologramas rosados, volví a tomar fotos y a platicar con mi mamá. A diario agradezco al menos una cosa, ya sin alarmas ni postits pegados al espejo como recordatorios. Mis pulmones son más fuertes y los músculos de mis piernas comienzan a notarse, la ropa ya no me incomoda, por fin me siento libre de vestirme como quiera, de fotografiarme donde sea, de sonreír sin pena. Digo “te quiero” más seguido y cada vez me disculpo menos por ser yo. La batalla con mi cuerpo es casi nula...ya no pesa ejercitar ni masticar. Hay días menos calmos, más ansiosos y caóticos pero los vivo, los paso y los agradezco...ya es mucho más difícil derrumbarme. Ya no puedo describirme como insegura...porque aunque esté a solas conmigo, ya no me siento así.
Por último quiero contarte, que mi cuarto es mi lugar favorito, que las actrices españolas me encantan y viajar sola es un sueño cada vez más cercano, más real. Estoy bien, de verdad estoy bien, incluso puedo decir que me quiero y tengo todas las esperanzas puestas en mí. Por primera vez en años, apuesto todo por mí.
Cuando me enamoré de ella
Ángeles Daniela Sanabria Depine Toluca
Todos los días veía a la misma chica a veces la miraba fuerte, incansable casi como si fuera de metal, pero quizá no sea así. ¿Dónde la conocí? Bueno hace ya bastante tiempo que convivo con ella, son años. La primera vez que la vi no le presté atención en realidad casi nunca lo hacía, pero cuando llegaba hacerlo me sorprendía lo bonita que es incluso con el cabello desarreglado, con la ropa de diario, con sus ojeras y mirada cansada.
Otras veces solo la miraba y ya, porque no veía nada diferente en ella hasta me parecía aburrida, como si su rutina la consumiera, como si la vida no tuviera otro sentido, como si lo que le gusta hubiera dejado de existir, ya no disfrutaba la música como antes, ya no bailaba ni cantaba parecía que otras cosas eran más importantes en su vida que ella misma. ¿Cómo es ella?
Fuerte, hermosa, increíble, comprensiva, gentil, compasiva, ingeniosa, parece ser la mujer perfecta pero no lo es, porque ella, sufre, llora, grita, es despreocupada de los demás tanto que hasta lo es con ella misma, no le importa nada, prefiere mandar todo por la borda, ¡está loca!, creo que ella solo es fuerte en apariencia porque ella es débil, ella no puede querer a nadie más porque no puede quererse a sí misma, le importa más lo que otros dirán o pensarán de ella.
¿Cómo la conocí?
Bueno parecía ser un día como cualquier otro en el que me pare frente al espejo; claramente no fue un día común, porque ese día comenzaría un cambio importante en mí, mirarme ahí parada frente a frente conmigo misma pasaron muchas cosas por mi cabeza incluso deje de ver mi reflejo, comencé a llorar porque siempre pensé que lo que de verdad importaba era lo que otras personas veían u opinaban sobre mí. Entonces mi vida paso frente a mi como una película y me di cuenta de que hasta este punto de mi existencia hice y deje de hacer cosas que no me gustaban simplemente porque quería encajar con los demás,
después imagine que mi vida es como un armario y no importa las ganas que sienta de comprar ropa nueva si no saco la ropa fea, antigua, vieja, succionadora de energía nunca tendré espacio para la nueva. Desde ese día cambie muchas cosas, sigo luchando por cambiar otras y mantenerme fuerte cuando me dicen “egoísta” por ya no hacer lo que no me gusta. Ahora sé que cuando alguien quiere estar conmigo estará y me aceptará por como soy, estará porque quiere estar. Ahora cada vez que veo a la chica del espejo no puedo evitar sentir amor por ella porque son duros los cambios que hay que hacer para amarse a uno mismo, pero es más duro seguir sintiéndome incomoda, insegura y sentir que valgo menos que los demás. Desde que me quiero, me amo, me respeto y me valoro deje de hacer caso a las opiniones de los demás porque simplemente no importa, para mi es una opinión vacía y sin valor porque si yo digo que me veo bien, es porque me siento bien, me siento cómoda y nadie tiene el derecho de hacer que sienta lo contrario.
Quizá no puedo cambiar como me mira el mundo, pero desde que siento respeto y valoro a la persona que soy, puedo cambiar mi visión del mundo; el amor propio no llega de la nada, viene de todos los días en los que me miro al espejo y me digo “hoy me veo espectacular”, incluso cuando me siento triste y lloro porque es una forma de tirar lo que no le sirve a mi cuerpo, mente y espíritu.
Amor propio
María Julieta Nieto Cruz
Amor sincero, bello como el Sol, regalo de luz en la soledad, sentimiento incluyente sin edad, despejas nieblas, brillante farol. Serenas miedos fuera de control. Celos ejemplo de inseguridad. Vida vuela, rumbo a la libertad. Amor propio inestable girasol. No formes ni permitas la violencia, construye torres altas de respeto, lograrlo no requiere mucha ciencia. El amor se disfruta más en dueto, mantén comunicación y paciencia. Amigos, me acompaña mi soneto.
Se hacen amarres de amor propio
Natalia Shareni Eslava Guzmán Ciudad de México
¿Qué es vivir? ¿Qué es amar? ¿Qué es vivir el momento? ¿Cuál es nuestro propósito en esta vida?
Son preguntas a las que aún no se encuentra una respuesta exacta, realmente no hay un manual que nos enseñe cómo vivir, o incluso qué hacer en esta vida, la vida gira entorno a facetas de mil colores, unos se tornan más claros y otros más oscuros, como nuestros días, nuestras historias, recuerdos, momentos, pensamientos o sentimientos, vamos navegando como un barco sin rumbo fijo, esperando el momento para anclar y llegar a nuestro destino, pero que despiadada es la vida, muchos se quedan en el camino, otros a punto de llegar a la meta se dan por vencidos y unos más ni siquiera emprenden el vuelo para intentar llegar a su destino. Nadie nos dice lo mucho que dolerá crecer, al ser pequeños solo soñamos con ser adultos, trabajar, ganar dinero y no tener que volver a la escuela o incluso pasar al pizarrón, pero al crecer sólo deseamos volver a ser niños pequeños, con los mimos de nuestros padres y la comida recién hecha de mamá, el agua fresca que ya estaba preparada para después de jugar y lastimosamente al abrir los ojos los años ya avanzaron y de todo eso solo quedarán los recuerdos.
En el transcurso de nuestra vida nos cruzamos con miles y miles de personas, de las cuales muy pocas conocemos su nombre, llegan amigos a nuestras vidas para quedarse y nunca irse, pero también hay quienes solo son pasajeros en nuestra vida, otros más solo nos dejan enseñanzas para hacernos más fuertes, pero realmente los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano y terminan sobrando unos cuantos, escuché por ahí un día decir que las verdaderas amistades son las que duran más de cinco años seguidos y esas son para toda la vida, pero a eso mi pensamiento es distinto, realmente no sabes si esa amistad es fiel e incluso en los momentos más difíciles y tormentosos de tu vida estará ahí, no sabes si habla a tu espalda, está contigo por interés o incluso por no sentirse solo, por eso solo vive el momento y aprende a no confiar ni de tu propia sombra, porque el día en que le das acceso a una persona para conocer tus defectos y virtudes, tus sueños, metas, sentimientos
y secretos, esa persona tendrá las armas suficientes para poder destruirte en cualquier momento.
Hay personas que solo visten con traje de cordero cuando en el fondo son unos viles, crueles y perversos lobos con sed de arrebatar tu propia felicidad, porque las personas siempre te van a querer ver bien, pero jamás mejor que ellos. A veces le entregamos nuestra vida entera a alguien, pero nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestra salud física y mental, nuestra estabilidad, felicidad y paz, ponemos en primer lugar a esa persona la cual no es capaz de darnos lo mismo que recibe de nosotros, en su vida ocupamos el segundo, tercer, cuarto o séptimo lugar, porque realmente no son capaces de sernos sinceros y decir lo que quieren de nosotros, en cambio ahí están solo aprovechándose de nuestra energía, cariño, servicio, pasión, detalles y tiempo. Esas personas a veces no saben qué rumbo tomar en su vida, y no son conscientes de que se deben encontrar primero a ellos mismos, deben aprender a amarse a ellos mismos y aceptarse tal cual son, antes de decidir incluir en su vida a alguien más. La soledad no siempre es mala, a veces suele ser nuestra mejor compañía, aquella que está cuando nadie más se encuentra para consolarnos, nos olvidamos que al estar solos, no hay nadie que nos pueda hacer daño, dejamos de rodearnos de gente negativa y falsa, dejamos de vivir en un mundo de fantasía y ficción, para entrar a nuestro propio mundo real y empezarnos a valorar y amar. Nunca olvides de dónde vienes y todo lo que quieres, no pierdas esa brújula mágica que llevas en el corazón y te indica a dónde dirigirte, lucha siempre por tus ideales, aunque nadie crea en ti, tú sé tu propio incentivo, se tu propio pilar que te ayude a salir de los baches que incluye la vida, porque siempre debes tener metido en la mente que un “NO” es falso, que todo lo que sueñas lo puedes hacer realidad por tus propios méritos y lo podrás hacer realidad incluso mucho mejor de lo que esperabas. La vida es como una montaña rusa, con subidas y bajadas, con inicio y final, logros, pérdidas, risas, lágrimas, amor y desamor, nadie dijo que sería fácil vivir, pero no te rindas, por más que creas que ya nada tiene sentido, todo tiene una solución, persigue tus sueños y tu felicidad. Somos como la poesía y la poesía es hermosa, en todas sus facetas, a parte encierra un y mil significados, así como uno mismo, tenemos cosas que
apasionan y gustan, que dejan perplejo a cualquiera, porque ante sus ojos, somos una obra de arte.
Así que piensa en ti, procúrate, quiérete, ámate, deja de preocuparte por complacer a los demás y por favor... ¡COMPLÁCETE A TI!, cuídate, consiéntete y cuando te veas a un espejo: Recuerda la hermosa persona que eres, sonríete a ti mismo y nunca te rindas, ámate, despídete de lo que te lastima, vuela para llegar al horizonte, deja de ver hacia atrás y concéntrate en tu presente. Aprende a quitarte la venda de los ojos, el candado del corazón y la jaula en tu mente que no te deja dar realmente cuenta de lo que está sucediendo, libérate de las ataduras, de sentirte un juguete el cual pueden tomar y botar cuando quieran, date cuenta que el amor propio arregla lo que otros rompen y que se vale sanar por sí solos. Date cuenta de que hay personas que te engañan solo para sentirse poderosos, o simplemente para no estar solos, que en vez de impulsarte para llegar a la cima, te hunden más y más, que un “te amo” no siempre es sincero, date cuenta que el único amor de tu vida, debes ser tú mismo. Así que de ti depende cuidarte a ti mismo, aprenderte a amar por encima de todas las cosas, de ti depende hacer la diferencia hoy, para un mejor mañana.
Cito una frase de un gran escritor que dice: "Es mejor escribir para uno mismo y no encontrar público, que escribir para el público y no encontrarse uno mismo”.
-Cyril Conolly
Me amo más a mí
Ivonne Maya Espinoza Huajuapan de León, en la Mixteca Oaxaqueña
Me preguntas si ¿te amo?, ¿es que acaso no lo ves?, ¡cada día hay un reclamo!, y yo ignoro ¿por qué es? ¡Qué si me visto llamativa!, ¡qué si me peine diferente!, ¡mi alma está viva!, ¡me lo grita mi mente! ¡Qué para qué tanto estudiar!, si no voy a trabajar, yo ya no voy a lidiar, con quién me quiere abandonar. Ya no tengo libertad, de leer ni de escribir, basta ya de tu autoridad, no me quieras confundir. Tu bien sabes, que te quiero, pero me amo más a mí, porque has sido un compañero, al que siempre le temí. Yo soñaba contigo, desde el día que nací, pero has sido mi castigo, desde que te conocí. Tú me dices que me amas, pero el amor no es así, tú y yo somos dos almas, enlazadas entre sí. Tú no eres de mi propiedad, ni yo soy de la tuya, yo tengo libertad, y no hay nada que la sustituya. Tu bien sabes, que te quiero, pero me amo más a mí, hoy yo cambio de sendero, yo jamás te conocí.
Ahí estás
Sandra Angélica Mota Morales BUAP, Puebla
Desempacaron los escenarios de vuelta en sus habitaciones. La idea se fue desenredando tan sigilosa cuando hacían llamadas, corroboraban hábitos y desentendían de las mecánicas de sus propios cuerpos. No había que apuntar a un momento concreto, una revelación espontánea que señalara una resolución concreta al cuestionamiento que se levantó hasta hacer la vista brumosa. No podían señalar con un dedo o una mirada, como aquellos montajes en los que el tacto o la vista eran suficiente para caer en cuenta de cualquier contradicción o de ese detalle que se había perdido entre los demás. Simplemente se encontraron desconocidos.
Un par de meses en retrospectiva tan solo jugaban con la tentativa: tomaban más que cartones de leche en oferta, más que empaquetados de pastas, enlatados y artículos de higiene: emulaban esa domesticidad que de la que no estaban seguros de donde habían retomado. Veían cartulinas y lonas esporádicamente, entre los postes y las esquinas, números y direcciones que anotaban en sus palmas o en celulares.
Ya júntense, se dijo una vez (¿quién lo sugirió?) y el eco resonó como publicidad en el rumor entre vecinos, viajando de calle a cuartos, a los oídos más íntimos como charla vespertina o entretenimiento de la comida, y continuó moviéndose hasta que se hallaron sumidos en la urgencia por acudir a los padres por el permiso necesario.
Comenzaron a escuchar esos empujones verbales, tan explícitos e intencionados, —pero eran sugerencias, sólo sugerencias—, en los que dominaba la idea del deber (era el deber de la familia, decían, el camino común, continuaban, para quitar peso a sus padres, añadían, porque deben tener hijos, aseguraban, etc, etc.). Una idea que se alteraba en cada boca, insinuaciones que no parecían coludir pero que, al final, se entrelazaban en un solo discurso.
En ambos extremos familiares se escuchaban incongruencias que de alguna manera retorn-
aban y corrían en la misma dirección. Se decía que debían encontrar, aunque sea, un cuarto pequeño, con un solo baño, un calentador, una estufa que les donarían y era todo. Suficiente, más allá de eso, solo ellos se necesitaban. Pero en ese impulso acelerado por dar orden a las cosas, encontraban las trabas, y las fallas impedían vislumbrar la prosperidad deseada.
Porque no sabían guisar, porque desconocían el precio del tanque de gas vendido en la colonia, porque no lavaban bien la ropa, porque eran volubles, porque eran holgazanes, porque eran todo lo contrario a ellos. Porque ellos eran, y ellos no...
...y retornaban al asentir, a la complicidad para lograr construir las circunstancias ideales.
Los simulacros del supermercado, de los pagos, del espacio propio para ambos, se tornaban cada vez más palpables en las visitas de suegro a suegro. Los padres de cada familia coincidían en que era el momento adecuado. Lo idóneo siendo explicado bajo la premisa de la edad (ya tienen la edad, no los vamos a detener) y el árbol familiar (quiero un nieto). Algún vecino/conocido/desconocido hacía apariciones espontáneas mientras pasaba con disimulo por la calle y ondulaba entre preguntas comunes hasta llegar a las de interés: cuánto tiempo llevaban juntos, ya está embarazada, en qué trabajan... ...Algunos otros bordeaban las cordialidades (porque estaban en su derecho más legítimo de aportar algo a través de alguien más) e incidían para dictar cómo debían proseguir. Y, los más elevados murmures, procedían de voz a voz, para determinar si la situación era correcta o no (no va poder con la responsabilidad. Tiene que tener un niño. Se ve que no saben en lo que se meten). Mañanas y tardes desvanecidas y noches en las que parpadeaban y despertaban. En algún punto el dolor de los músculos fue perceptible, bajo las capas de las críticas vecinales, las insinuaciones de tíos, y amigos de tíos y amigos de amigos de tíos. Era ese rasguño interno un recordatorio de que quizá necesitaba acudir a un médico a revisión, de que no se había fijado en las bolsas bajo sus ojos y había olvidado la frecuencia de sus propias rutinas...
...Se recordó, ahí estaba. En medio de las estridencias de su alrededor, se encontró, desconocida.
Caía progresivamente en la cuenta de que había relegado intereses y metas, sacrificado noches, cuidado apariencias, constreñido su espacio, con un propósito que parecía ser propio. De que había abandonado cuerpo y mente. De que había sido persuadida hasta confundirse a sí misma. Fue reconociendo el crujido de sus articulaciones, sus extremidades entumecidas, su paso atenuado entre las necesidades y los deseos de cada individualidad excepto la suya. Ajena a su piel y también a su interior, había sido cubierta por exigencias abruptas. Notó cómo los porqués de sus familiares, los reproches, aquello que impedía que la ambición comunal no alcanzará su punto de realización perfecta, fueron redirigidos a ella. Difuminada en el proyecto de todos, era causa y consecuencia. Era obstáculo y viabilidad. Representaba todo para cada sujeto a su alrededor. Desempacó los escenarios se desprendió de los escenarios que evocaron las idealizaciones ajenas. Reproches y molestias colmaron sus alrededores cuando la idea fue apartada. No se preguntó si lo que eran sería relegado, pero hubo una comprensión no explícita, entre ella y él, de que debían dejar disiparse.
Como desconocida de su interioridad, se replanteó en el entorno que aún continuaba comprendiendo. Aquella idea que una vez fue, podía ser. No en ese instante. Después. Quizá.
Cuídate por favor
Frida Lera Guanajuato
Si señorita estoy segura de que estarás bien... ya no tengo tu número... estoy segura en que nunca quiero volverte a ver... en serio pensé que no seguirías con meses de esto... haciéndome sentir insignificante, que no valgo... culpable por no estar bien... no puedo creer que ni siquiera tuviste el valor de despedirte de frente... especialmente cuando puedes ver exactamente lo que estas haciendo... lo que hiciste... espero algún día encuentres humildad, compasión real. espero crezcas y encuentres lo que estas buscando. disculpame por todo pero la manera en que lo terminaste se llevo la esencia de lo que pensé había pasado entre nosotras.. estaba equivocada cuando sentí que eras la indicada para mi.. siempre estaré mejorandome a mi misma día tras día tras día... y solía ser así para ambas... pero ahora veo quien eres y no quiero nada que ver con eso... la inmadurez de terminar una relación que tú asegurabas "amar"... o que "era lo mejor"... lo dejaste todo con menos respeto que cuando la gente se deshace de lo que va a donar para caridad.. la vida es complicada... tenemos altos y bajos... y ambas cosas son lo que hacen a una relación hermosa y real... ambas estábamos dispuestas a crecer... ambas queríamos que la otra creciera... me sentía segura y feliz de que tuve la oportunidad de encontrarte en esta vida.. pero puedo ver que quieres cosas diferentes, tus acciones hablan volúmenes.
Cuidate, por favor.
Tito el Perro Pacificador
Juan Carlos Fabela Arriaga Estado de México
Me desperté angustiado al percibir como retumbaban en mis oídos, el ruido lacerante que se clavaba en mi oído como una espina de vara de zarzamora en el mismo, eran los ladridos de mi padre que sometía a mi madre en una pelea entre ellos.
Corrí para meterme entre ellos, era chiquito pero muy bueno para las mordidas, al acércame pude observar el cuerpo erizado, músculos tensos y dientes afilados mostrándose, para el ataque por parte de mi padre de raza pura, en contraste, el cuerpo echado en la maleza de mi madre, con lágrimas en sus ojos, tembloroso y dócil para ya no ser lastimado.
No se de donde saque fuerzas y pregunte. - ¿Por qué ladras así?, ¿Qué pasa? A lo que mi padre contesto. -Recuerda que un macho debe mostrar su poder ante las hembras para ser respetado. Volví a mirar a mi madre en la maleza, y no podía comprender porque un macho que dice amar a su hembra la tenía en este estado, y además me decía que era para ser respetado. A partir de ese día, pude observar como los machos de mi manada y de otras manadas hacían lo mismo, y las hembras para sobrevivir, utilizaban la estrategia de debilidad, quizás para cuidar no solo de ellas sino también de sus crías. Hoy estoy al frente de la manada y en mis oídos, sigue el eco de esos ladridos que tanto me atemorizaron y constantemente me pregunto, si ¿esto es realmente ser un macho alfa? o ¿le puedo enseñar algo más a la manada? - ¿Qué puede ser mejor que un ladrido fuerte y enseñar los dientes para ser respetado como macho?
A lo que me respondo. -Creo que puede ser, jugar con los cachorros, lamer las heridas de mi hembra, correr juntos y encontrar nuevos senderos en el campo, admirar la naturaleza, aullarle juntos a la luna, entre otras cosas.
Quizás, debo prepararme para el ataque sólo cuando otros machos intenten lastimar a las hembras y crías de la manada, cuando el humano nos quiera lastimar, pero lo haré como un instinto de sobrevivencia más no
como actos de violencia hacía mi propia especie. Creo que como macho puedo mostrar mi sensibilidad, cariño, amor y respeto hacia mi hembra y mis crías, proporcionándoles un hueso que roer, un pedazo de pollo que puedo traer del mercado, compartir mi alimento.
Es decir, puedo hacer actos de bondad con la intención de que los cachorros de la manada puedan aprender otras formas de vivir, formas de expresión, que pueden brindarnos imágenes de armonía como las que encontramos día a día en nuestros recorridos en el bosque, cuando jugamos entre la maleza, cuando sentimos el agua entre nuestras patas al pasar entre los riachuelos, cuando podemos mirar el atardecer, el abrazo de nuestros dueños, en fin, tantas cosas. Algunos dirán que quizá soy un alfa sensible, que no cumplo con mi naturaleza, pero yo digo que no es así, que mi naturaleza es de amor, libertad y que esto lo puedo compartir con la hembra con la cual decida tener mis crías.
Ese porte que tiene las hembras de mi manada, ese brillo en sus ojos, la belleza de su pelaje, se puede conservar con el ladrido sutil y delicado, pero se puede perder con el ladrido agresivo, con el ladrido dominante y que en el fondo es reflejo de mi miedo a lo distinto o mi limitación de comprender la belleza de las hembras. Seguro estoy que, cuando vean esto los cachorros de la manada, podrán distinguir entre la bondad y la maldad, y confió plenamente que han aprendido el valor de la caricia para el bien de los oídos.
Selfie
Gabriela Marisol Hernández Martínez
Qué hermoso invierno en las que se viven en esta ciudad, específicamente hablando de la Alameda, cada uno con su pareja tomados de la mano en un lugar hermoso rodeados de árboles algunas bancas donde se ven allí sentados algunos amantes, pero qué triste es este invierno, más frío de lo normal en este año precisamente en que los amantes se encuentran refugiados en cada uno en sus hogares, algunos lejos de su familia y eso es una forma de protegerlos para que puedan seguir viviendo;llama la atención que entre la poca gente casi escasa que se encuentra en la Alameda allí cerca de un kiosco se encuentra una mujer agobiada,su rostro es casi fúnebre sus lágrimas no dejan de salir,sollozo tras sollozo puede escucharse el dolor que estás sintiendo, como si este frío y crudo invierno estuviera tocando su corazón. Es escasamente de unos 30 y poco años, su cabello es largo y negro de dulce rostro,entre tanto sollozos se escuchan unas palabras tenues que salen de su boca, ella dice que está muy arrepentida de lo que ha hecho cómo es que alguien que dijo amarla podría llegar a ser quién le destrozara el alma,digiendose a sí misma lo tonta que fue al haber creído en esas palabras el haberse dejado llevar por un sentimiento que no tenía fundamento, mientras sostiene en su mano un celular que en la pantalla muestra la selfie de un hombre, una pequeña y una mujer, sonrientes, felices de ser la familia qué son. En ese momento un dulce anciano que se encuentra cerca se atreve a interrumpir, disculpe señorita dice el dulce anciano,perdón me intromisión toma un pañuelo y se lo da a la mujer, sé que estás sufriendo mucho puedo ayudarle en algo.
Ella contesta gracias con voz muy débil casi nula,él insiste diciéndole soy un viejo lo que pueda decirme ahora realmente ya no me importa así que voy a entrometerme en este asunto, veo que usted está sufriendo quiero que sepa que todo lo que pueda estar pasando en estos momentos no será para siempre.
La chica toma el pañuelo limpia sus lágrimas y después suena su nariz, da un suspiro, le enseña el celular al anciano y le dice - ¿ ve a esta familia los ve felices? -. El viejo dice - por supuesto en especial la felicidad de un hijo es enorme, ella continúa:- así es, es
hermosa, sabe yo siempre quise una selfie con esa persona que amo y que en ella se viera feliz tanto él como yo, obtuve la selfie, en ella él de se tan feliz,pero ahora que se ha cumplido mi deseo de tener una selfie de yo no estoy ahí,yo no soy quién está dando esa felicidad y mi realidad es que soy la otra la que está rompiendo este hogar que quizás ya estaba roto según me dijeron, no lo sé, mi deseo hecho realidad, aquí está la selfie que tanto pedí, para hacerme ver mi realidad, si quieres irse ahora que sabe lo que soy lo entiendo, quizá le sea una persona repugnante, yo sé que lo soy, no me importa si quiere juzgarme hágalo,tampoco me importa yo misma ya lo estoy haciendo y sé que todo lo que he hecho es algo malo, me siento tan tonta, tan estúpida, ¿como fue posible que me dejara llevar por estos impulsos?dejando a un lado mis valores, sabía que él tenía una familia, pero tenía un pensamiento hermoso y tonto a la vez, de que podría yo ser esa persona que le diera la felicidad de la que está creciendo en esa relación en lo decía una y otra vez y como creyéndome tener el poder para darle felicidad y más aún queriendo yo tener esa felicidad también junto a él me dejé llevar pero ¿quién soy yo para poder creer semejante tontería?, ahora veo me convertí en la otra, la amante, la zorra. Perdón por mis palabras pero es así como ahora me siento. Un día yo le expresé mi deseo de querer tener un hijo con él, en un principio lo pensó, quizá por emoción dijo sí, luego en un momento de total conciencia pocos segundos pasaron rectificando contestó con pensándolo mejor ¡No! No es buena idea tener un hijo, yo ya tengo una, si quedaras embarazada de mí no podría responderte como quieres, no podría dejar a mi hija. ¿Qué más palabras quería escuchar? Era tan claro con esa frase me estaba diciendo todo, me lo dijo entrelíneas. -¡Si quedaras embarazada sería tu problema, tu eres solo algo pasajero en mi vida, yo ya tengo algo real!, como estaba embelesada por él, en ese momento no analice nada, solo me dejé llevar como un carnero al matadero. Ahora me doy cuenta que él es infeliz porque lo ha decidido, ha sacrificado él tener una relación por cuidar de su hija.
El viejo que se encuentra a su lado comienza a reír una manera no escandalosa más bien casi respetuosa,mientras su mirada se dirige a una persona que se ha resbalado haciendo esto una serie de movimientos con su cuerpo antes de caer al suelo pero al tan rápido como cayó de la nada se levantó,el
anciano dice porque ese hombre no se quedó en el piso tirado,ella totalmente confundida le dice cómo cree ese hombre tiene que seguir su camino, es ilógico alguien se quede así tirado al menos que no pueda levantarse porque se haya lesionado gravemente, todos hacemos eso cuando nos llegamos a caer sea por vergüenza queremos levantarnos rápido o quizás esperamos un momento en lo que el golpe deja de doler el anciano le responde sabias palabras las que has dicho, si alguien cae tiene que levantarse, una acción una reacción, tuviste un salto quisiste amar a alguien no de la manera apropiada a tus principios te tropezaste y caíste, en lugar de dar pasos pequeños tu diste un salto enorme ese salto de gran altura claro que debía doler al caer, todo lo que sembremos de la misma manera cosecharemos , pero ¿Te vas a quedar ahí tirada? quizás creas que soy un viejo tonto pero te diré algo tú me haz confesado algunas cosas y piensas que esto te ayudará hace algunos muchos años mi esposa me engaño sufrí muchísimo fue un gran dolor me hacía cuestionar mi persona, ¿en qué fallé? Me preguntaba,pero ella volvió arrepentida me dijo todo lo que había pasado y yo tenía una de dos,seguir con ella o seguir solo mi camino, había una brecha que nos estaba separando,pero decidí perdonarla y no porque tenga miedo a la soledad, está llega a ser hermosa si sabes vivir con ella, pero a mí querida Emir aún la amaba, algunos me dijeron que era un tonto, y otros me felicitaron hipócritamente, la gente siempre tendrá dos opiniones pero¿ que saben ellos? No pueden diferenciar su mano derecha de la izquierda, vivimos en una sociedad con una moral cambiante, en la que intentan que todos se sientan cómodos con las cosas repulsivas que hacen, que hasta un pequeño podría decir que eso está mal y es porque llevamos una ley escrita en el corazón que con el tiempo con los años vamos ensuciando, a mi querida emir nunca le reclamé nada se dice que perdonar es olvidar,jamás volví a mencionar ese tema con ella ni con nadie, hasta hoy, sabes yo fui feliz a su lado, ella ya no se encuentra con nosotros, se ha dormido en la muerte, hace escasamente 5 meses en su cama,sus últimas palabras fueron gracias por… guardar silencio y continuó diciéndome- me hiciste feliz y fui feliz a tu lado-, ella nunca se perdonó a sí misma, pareciera que se levantó de ese salto que dio, pero el dolor del golpe que a sí misma se infringió le duró toda la
vida. Así es que todos cometemos errores es parte de nuestra naturaleza humana pero no es una justificación para cometer y seguir cometiendo actos monstruosos, sin embargo si te das cuenta que cometiste un error,¿ no es acaso una oportunidad para cambiar, para replantear tu existencia y ser alguien diferente?, quisiste ser feliz, todos lo queremos, pero la felicidad es el resultado de seguir un buen camino en la vida, no depende de que otra persona te lo de, tu debes aprender a ser feliz contigo misma, amarte a ti para amar a los demás. La mujer que escuchaba atentamente las palabras de aquel anciano aún tirada en su propio dolor le respondió: Se que con sus palabras quiere ayudarme entiendo todo lo que dice muchas gracias pero por ahora este dolor es muy intenso y se que continuará por mucho tiempo, realmente no creo pueda aguantar vivir con ello. El anciano vuelve a decir¿ has visto una majestuosa noche estrellada?¿ sabías tú que todo lo que vemos en el cielo es el pasado del universo?, para los jóvenes el tiempo parece que es eterno pero no se dan cuenta que todo lo que están perdiendo es el ahora, no te centres en lo que será o no fue, porqué si sigues haciendo eso cuando menos te des cuenta la vida se te habrá ido, así como un puñado de agua escurre entre tus manos tan rápida y vana,como una neblina matutina que al salir el sol desaparece,piensa tú ya superado esto en algún lugar del universo, así como vemos el pasado en el cielo nocturno lo que estás viviendo piensa es el pasado. Si te preocupa tu futuro no vives el presente y si sufres por el pasado no tienes futuro. La mujer sin darse cuenta desde hace muchos pares de minutos ha de dejado sus socios atrás,sus ojos por el desborde de lágrimas que tuvo los dejaron quedaron hinchados pero ahora que ha cesado todo, ahora que se encuentra serena, puede contemplar el paisaje que se encuentre frente a ellos un hermoso cielo lleno de colores vibrantes, desde una perspectiva diferente y clara, como si hubiera desempañado el lente de una cámara tiene por fin nitidez, se levanta estira sus brazos quita momentáneamente su cubrebocas e inhala lentamente llenando sus pulmones de aire y exhala poco a poco en cada segundo que pasa deja caer todo el peso que la agobiaba, quizá ha comenzado a perdonarse a sí misma del inmoral salto que dio, que por fortuna solo
en ella había dejado estragos ,agradece al amable anciano lo que ha hecho por ella , le pregunta que pueda hacer por él,¿ quiere que le traiga algo quiere algo de tomar ya desayuno?, el anciano hace movimientos lentos para incorporarse,ella se inclina para ayudarle al mismo tiempo el susurra una palabra ¡Vive! ¿Como dijo?, Su cubrebocas no me dejó me dejó oír, el anciano comienza su camino ya a lo lejos dando la espalda a la mujer alza dos brazos y cabeza al cielo y grita: ¡vive niña!, ¡Vive!, mientras dice para sus adentros: eso es lo que quiero para ti eso es lo que hará que pagues estas palabras de este viejo que está a punto de su fin.
Amor mío
Laura Jacqueline Orozco Ramírez UAEMex
Si te vas, Yo seré la misma Conseguiré lo que más anhelo Y seguiré soñando. Si te vas, No te necesitaré Pues hoy no lo hago. Si te vas, No te esperaré Y no te lloraré, Ya no más. Mi alma quedará flotando en el aire de la libertad, No me aferrare Pues si a ti no te duele No tengo porqué ceder. Si te vas Yo igual me iré. Si te vas Sólo bésame
Pero si te vas, No habrá amor Que iguale al nuestro No fue perfecto Pero tampoco me arrepiento... Si te vas y regresas Hazme el amor Tómame entre tus brazos Derríteme con tu voz Que si te vas y me llamas No dudare en regresar Un amor como el que siento Es incondicional.
Si te vas, recuerda: “Todo lo bueno acaba” Pero si dices” hasta nunca”, Piensa que en el destino Esa condición nunca existió Y me volverás a ver
Si te vas Quedará mi pasión Esparcida por el silencio Recuerdos solo míos Recuerdos muy dentro De mi corazón. Que yo no olvido
Papa frita
Gabriela Valdivieso Venezolano-Chilena, México
No te han visto, tú en cambio recibes en un pestañeo todos los estímulos. Captas la información y tratas desesperadamente de ordenarla. A ver, el mesero acaba de traer tu desayuno y por la puerta han entrado Juan Pablo y Bárbara. Sí, entró el que alguna vez fue tu gran amor junto a la que era tu mejor amiga. Tú en cambio, figuras solas. Sola, solísima, y desarreglada como tras este día nunca lo estarás. Sabes que en general hacerte el fleco fue un error, pero salir de casa sin siquiera lavártela con jabón fue mortal. Ahí están ellos riendo y ahí estás tú, un poco muriéndote. Quizás has dejado de respirar, o quizás estás hiperventilada, no sabes bien. De pronto un joven medio guapo entra a la terraza del local y se acerca en línea recta hacia ti. ¿Y si es un milagro? Obvio que no, pero todo indica que sí. No es como las películas que parece que alguien va en tu dirección, pero resulta que va justo atrás. No. Realmente está yendo hacia ti. Adviertes que tu boca está abierta y te apuras a cerrarla y a enderezarte. Te mira y te habla: —Hola, ¿Tienes encendedor? Ahora entiendes, está ahí visible, al lado de la servilleta. Se lo pasas y notas que el tiempo es escaso. Lo alza y lo acerca a sí. ¿Y si lo intentas? Lo usa y se prepara para devolvértelo. Es ahora o nunca. Ya está diciéndote “gracias”, cuando te lanzas a la alberca y balbuceas aceleradamente algo como: —Eh, de nada, disculpa, ¿tienes un minuto? O sea, ¿te puedo pedir un favor? ¿Podrías hacer esto por mí? Quiero decir, me ayudaría mucho si te sientas un momento, ¿tienes un minuto o vas corriendo? Entendería si no, pero ojalá sí. Sería un rato, tan solo un ratito.
Él no entiende, pero se ha sentado y sientes algo parecido a la gratitud. Intentas aclarar: —Gracias, en serio gracias. —respiras al fin—. Dime algo, ¿alguna vez has estado en un McDonalds y te ha provocado pedirle una papa frita al de al lado? Imagínatelo: “Hola, ¿me regalas una papa frita?” Y que te digan “Claro, ¿por qué no?”.
Digo, uno no lo hace porque sería raro, ¿cierto? Pero… ¿por qué es raro?, ¿no sería lindo? Imagínate que pudiéramos pudiéramos ser francos y solidarios, que pudiéramos ayudarnos, de repente y porque sí. No con dinero o una gran proeza, sino con un gesto, una papa, un momento. ¿No sería ese un gran mundo? Él mira hacia un lado. No sabes si es porque se arrepintió o porque necesita una aclaración, pero buscas atajarlo, así que lanzas tu verdad: —Pues bueno, pasa que en una mesa por allá, por favor no voltees, está mi ex, que es como mi trauma, ¿sabes? Es complicado, pero en definitiva no quisiera estar sola ahora mismo, o más que nada no quisiera VERME sola. ¿Podrías permanecer un rato? ¿Me darías una papa, es decir, me darías el gesto de quedarte? Mira, tengo este pan con aguacate que me acaban de servir. Está bueno, creo. No sé, en realidad no lo he tocado. Si lo quieres es todo tuyo, ¿lo quieres?, ¿o prefieres un jugo?, ¿mejor otra cosa?, ¿me acompañas? Quizás sonrió, no sabes pues te distrajiste un segundo mirando la otra mesa. Pero captas que ha relajado su cuerpo y que te va a dar el regalo de quedarse, aunque sea un poco más. Piensas que quizás sí es posible vivir un mundo generoso y desinteresado. La vida te sonríe. Te dice que no quiere un jugo, ni pan. Que no quiere nada pues acaba de desayunar. Tiene unos minutos libres porque salió temprano y tiene que esperar. De hecho, dice que prendió el cigarro más por perder el tiempo que por vicio. Acto seguido y porque la vida también es así, se dedica a aleccionarte. Te dice que no hay nada malo en quedarse solo y otras frases hechas. Tú sonríes, no explicas, pues claramente no lo entendería. Se llama Manuel, o quizás dijo Miguel. Es de Monterrey, es arquitecto y le gusta México, no retuviste mucho más. Le hablas y haces pasar un par de minutos. Jurarías que ya Juan Pablo te vio acompañada. Te quedas pensando si de lejos se notará el pelo sucio, quién sabe. Entonces notas que ya es suficiente, por lo que pides la cuenta, aunque apenas comiste.
Pagaste siendo discreta con la clave porque no sabes mucho de Manuel o Miguel. Se levantan y estás satisfecha. La verdad no salió tan mal, el chico hasta te gustó un poqui-
to. Quizás te pida el teléfono. Puede que vivas una de esas historias maravillosas. Capaz algún día le puedas contar a tus hijos cómo la filosofía de la papa frita te ayudó a tener a tu marido.
Le agradeces un montón, hablan del calor y el ruido de una ambulancia. La has librado. La anécdota de “chica ve a su ex y a su amiga traicionera” está por terminar. Se dirigen a la salida. Él te cuenta que se dirige al metro, mientras tú tratas de recordar tu número de teléfono, que es nuevo, por si acaso. Pero de pronto sonríe de oreja a oreja y te dice que le des un minuto. Ha visto a alguien conocido. Se aleja de ti y se acerca a ellos. Precisamente a ellos. “¿Qué onda?, ¿cómo andan?” escuchas en cámara lenta. Te medio mueres otra vez y entiendes que definitivamente antes estabas hiperventilada, mientras que ahora has inhalado el universo, en el intento de que llegue algo de sangre a tu cabeza. Das la vuelta mientras tus ojos siguen abiertos como platos. Tus pies se activan y te alejan de esa pesadilla. Escuchas el palmoteo de los abrazos y las risas. Antes de escuchar algo peor, te vas con tu inminente dolor de panza. Te cayó re mal el pan y te cayó pésimo el mundo.
Satanás con balón en mano
Juan Luis Cruz Escamilla México
UNO
¿Por qué será que en estas fechas nadie puede tomarse las cosas en serio?
La chica de pelo color dorado había debutado la libreta que usaba como Diario con esa frase, no es que creyera que todos eran unos memos irresponsables que se abstuvieran de la seriedad y se la pasaban durmiendo, más bien era el hecho de que resultaba imposible interactuar con alguien para confiarle algún secreto. Sucede que simplemente no escribió bien la pregunta. La verdad es que, pasado un tiempo de esa frase, cinco años después específicamente, Thaily seguía sin encontrar alguna respuesta coherente y bien argumentada a aquella pregunta que no desdibujó de su Diario, pues, pese a que no quería responderse eso, era un buen planteamiento; y lo malo de los buenos planteamientos es que, por lo regular, no se hallan respuestas con sentido que respondan adecuadamente al supuesto individuo que haya interrogado aquello y que, además de eso, lograse cumplir con una función apelativa idónea. Ahora solo leía esa línea que había escrito hace cinco años, acompañada de un café cargado, intentando buscar respuestas. Pero en esos tiempos daba igual, ella, siendo capitana de fútbol americano, tenía la mayor parte de su vida resuelta, o al menos eso pensaba en aquellas coyunturas distantes. La escuela EMEBEU le proporcionó una cafetería, una biblioteca, salones chiquitos pero confortables, entre otras cosas variadas, pero ella usaba mucho más el campo de fútbol “americano”, como suelen decirle, no soccer, el deporte que prescindiera de usar el cuerpo entero era una estupidez según Thai, aunque hubo una época de su vida, que aún podía recordar, donde ella fue delantero y portero en Soccer Femenino, en secundaria, antes de entrar al bachiller en EMEBEU.
Pensaba que, quizás, podría vender su Diario cuando estuviese atiborrado de conocimiento representado en trazos de tinta negra. Tal vez se volvería famosa, si, probablemente lo sería… la desventaja era que solo había conseguido llenar un renglón, y simple-
mente las palabras no fluían, eran como ratas huyendo de manos humanas que ansiaban tomarlas para usos múltiples. En un lustro no fluyeron, ¿por qué lo harían ahora?
Thai era consciente de que las cosas tienden a cambiar, frecuentemente, aunque alguien ajeno ose contradecirlo; curiosamente la vida de Thaily Martínez era un constante repiqueteo de cambio, aunque, francamente, los adolescentes resultan bastantes indecisos en saber que les gusta en realidad: de un momento a otro dejó de interesarle el fútbol soccer al ver cierto día a su hermano llevarse sus manos atestadas de palomitas de sartén a su boca, palomitas que eran tomadas de un trasto hondo de plástico azúl cielo decorado con hermosas flores variopintas, mientras observaba relajado un partido de los Steelers contra los Cowboys. Esa vez, la madre de ambos chicos preparó galletas de chocolate con la forma del balón que usaban para el juego, haciendo las líneas blancas con crema batida colocada minuciosamente para el mero detalle estético y obligatorio. Cuando Thai presenció a su hermano viendo aquel espectáculo extravagante, ella iba en tercero de secundaria, estaba a pocos meses de graduarse y ese deporte le pareció el más interesante del mundo. - Algún día, estaré ahí, y cuando ganemos, comeremos galletas todos los días - la inocente Thaily, con apenas tres lustros vividos, había hecho la promesa con una sonrisa y una voz que denotaba entusiasmo. - Si, ya lo veremos- su hermano se rió, dio una mordida a una galleta de chocolate, que descansaban en una charola plateada sobre la mesita de la sala, al lado del tazón de palomitas y el Delaware Punch, sosteniéndola con una mano, mientras que, con su mano libre, revolvía el pelo de su hermanita. No lo había mencionado con seguridad, ni con esperanza; fue más bien con cierto aire de desdén y desconfianza. Thai era consciente de que, probablemente, su hermano no creyera que una chica sería lo suficientemente fuerte para teclear a un gorila de cuatro kilos superiores a los de ella. Pero a Thai, en ese instante, se le pasó por su mente que las chicas también podían ser tan dispuestas y efectivas como lo sería un jugador varón, pero también imaginó que los chicos dudarían de esa efectividad; fue así como, a regañadientes de su padre y confusión de su madre, y tras muchas insistencias en el tiempo restante
de su tercer año de secundaria, que Thaily fue inscrita en un equipo femenil de futbol americano novato de la preparatoria a la que fue inscrita: EMEBEU. Y, a medida que transcurría su primer semestre de universidad, Thai se dio cuenta que su hipótesis era inequívoca: Los chicos tienden a subestimar a las chicas, pero sobre todo, se pitorrean de ellas; por no mencionar que estaba en el equipo novato sin mucho futuro de todo el campus, cosa que se notaba por los comportamientos inusuales de sus compañeros y de su coach, quien no era más que un holgazán que se la pasaba mensajeando a una exnovia durante las horas de práctica Como Thaily estaba harta de que esos chicos, cuyo repertorio incluía a su hermano, quien mostró su verdadero sentir a lo largo de esos tres años, le informó a sus padres y estos, nuevamente inconformes de nuevo con las decisiones de su hija, buscaron algún otro equipo novato en la misma EMEBEU. Finalmente, tras intentar en seis sitios diferentes, donde solo recibieron rechazos, fue admitida en los Orange Bears, un equipo novato constituido por puras chicas, quien la incluyó porque nadie se había ofrecido voluntaria para unirse al equipo. Y entonces inició el entretenimiento de Thaily, iniciaron sus juegos, sus victorias, y, sobre todo, sus años felices. Thai había inscrito para ser Wide Receiver, ya que temía fracturarse, pero aún tenía el deseo ferviente de jugar en otras posiciones; a día de hoy, recuerda esos años en EMEBEU con mucho cariño, antes de irse a la universidad a la que asiste hoy día y donde cursa su cuarto semestre de licenciatura. Era hermoso: las chicas débiles hacían maromas y aplaudían con pompones rojiblancos a los grupos de chicos expertos, mientras que las chicas rudas novatas tacleaban a otras novatas del equipo rival para lanzar el balón café ovalado entre los dos enormes postes amarillos, postes que daban puntos a alguno de los dos equipos si se lograba pasar el balón entre ambos. Y ella era una chica ruda, no sonreía mucho, pero no tenía gesto serio ni molesto, simplemente era ella. Y Thaily siempre creía que ser una misma era la clave para la felicidad. Lo que resultaba verídico era que el entrenamiento, una vez nombrada Orange Bear, no era nada fácil: nada de comer grasas ni cosas "engordantes", y si se deseaba alguna se tenía que quemar al instante. La dieta de Thai consistía en lechuga,
jitomates, jícama y otras frutas y verduras, podía tomar únicamente agua, y leche en ocasiones esporádicas, y debía hacer ejercicio tres horas diarias y, aunque esas horas eran paulatinas, el esfuerzo físico dimanaba en cansancio de todas maneras.
Ella y el resto de sus compañeras se hicieron acreedoras de varias medallas y partidos ganados durante el tiempo que jugaron hombro a hombro, tres increíbles años derrotando un enorme catálogo de equipos femeniles que salían con casco en mano, enrabietadas. Fueron tres años divertidos. Con el tiempo se hicieron de un nombre y, cuando las once chicas estaban en sexto semestre, ya eran consideradas el Equipo Estrella de la EMEBEU.
Incluso callaron la boca de varios chicos y del Director de la EMEBEU, quien dijo en la ceremonia de graduación que ese equipo no tenía futuro por ser conformado únicamente por chicas, personas que, obviamente, no tenían la misma fuerza que un jugador varón. Varios chicos pensaban como él y todos se vieron obligados a tragarse su orgullo cuando los Orange Bears fueron denominados el mejor equipo de todo EMEBEU. Y todo gracias a Thai: desde que arribó mostraba entusiasmo, apoyo a todas sus compañeras, incluso a las que, en un principio, se mostraron frías con ella; Thai les enseñó a trabajar en equipo, a verse como algo más que compañeras de juego, no le molestó entrar porque no había alguien más, disfrutaba de jugar y quería que su equipo se sintiera como una familia, una familia diferente conformada por chicas diferentes entre si a primera vista, pero iguales en el fondo. Y lo había logrado. Thai también se consideraba suertuda: en esos tres años de universidad, desde que comenzó a jugar en los Orange Bears, en su primer semestre, no había cambiado a ninguna chica, ni se había ido alguna. Siempre habían sido ellas once, y eso era perfecto. A medida que su equipo se fue haciendo famoso en el campus, varias mujeres intentaron formar parte de sus filas. Todas fueron rechazadas: las Orange Bears siempre serían Orange Bears, irremplazables y eficaces, naturalmente.
Pero no todo en la vida es alegre, pues esta está llena de infortunios de diferente impacto psico y fisiológico y, un día, cier-
to equipo tomó la idea de derrotar a los Orange Bears de forma permanente, de mandarlos al retiro de forma humillante y recia: la coach de aquel equipo rival, los Lompa Masters, cuyos uniformes eran verdes con un centauro rojo, tomó medidas drásticas tras enojarse por siempre ser derrotada por los Orange Bears, cosa que la hacía sentir imbécil, pues comenzaba a creer en que ella quizás era una mala entrenadora.
Aquella mujer, en cuestión, recurrió a su novio, un joven ingeniero graduado hace dos décadas, uno de los mejores y presumibles promedios de su generación, para construir a la jugadora perfecta que hiciese ósmosis, literalmente, con ella: una máquina realista, dudosa para el ojo humano. El resultado final si fue el esperado, pues aquella máquina parecía tener piel real, piel blanca que cubría las facciones cadavéricas del robot, tenía incluso busto formado y firme, y unos glúteos sumamente trabajados. Era tan irreal que el propio Asimov tenía que salir de su tumba, verlo, creérselo y fallecer con la idea que no había ideado gran cosa en sus novelas.
El problema con las chicas de estos tiempos es que no consideran que el miedo es lo más importante que puede sentir un humano en tiempos de poca a nula esperanza, si no que cada día ven a esta emoción como una estupidez, como algo sin sentido que no va para ningún lado, eso, para Thai al menos, resultaba en algo pragmáticamente positivo, un fetén más efectivo que salir a protestar en las calles mostrando los pechos. __¿Miedo? ¡Ja! ¿El coco vendrá a comerme? ¿Si?__ solía decir una compañera de juego de Thaily de manera burlesca, fungía como Quarterback y se llamaba Dana __ Si, si, mucho miedo. Y esa clase de actitudes era otra de las razones por las que Thialy amaba el fútbol americano, específicamente el equipo de los Orange Bears. Pero Thai sabía que había cosas más allá que discrepaban de la opinión popular de las personas, creía en Dios, pero a la vez difería de las viejas acciones costumbristas de esos payasos autodenominados "creyentes"; independiente de eso, si creía en otras cosas imperceptibles a primera vista. ¿Es que era acaso imposible de entender que nosotros no somos el centro del universo? ¿De verdad era tan complicado? Thaily podía secundar la opinión
sobre la posible veracidad de monstruos, seres mágicos, místicos y otras peculiares criaturas, daba igual que nunca, en sus cortos veintidós, se hubiese topado con alguna, defendía sus ideales diciendo que su creencia era auténtica. E igual afirmaba que esas cosas eran horrorosas, sanguinarias y grotescas, fuera de este mundo, procedentes quizás de algún planeta de obsidiana o algo así. Un desafortunado día, alguien llamó al número telefónico de la coach de los Orange Bears: era una voz rasposa de amago metálico, era casi inefable explicar el sonido, pero si era perfectamente claro el chirrido de “la boca” de esa cosa por cada palabra que emanaba: - Espero que tus chicas hayan entrenado todo este tiempo y no hayan ganado por mera suerte; han sido galardonadas con muchos premios, sin embargo, todo lo que sube cae inevitablemente. ¿Dónde nos vemos?
Una vez comenzado el partido, tres días después de la llamada, la máquina realista ejecutaba placajes tales en el campo de juego que a Carolina, una de las jugadoras de los Orange Bears, tuvieron que costarle dos días sin poder erguirse de su cama debido a una esguince y un brazo fracturado, sosteniendo furiosa un trapo con un manojo de hielos, dado por su madre, con la finalidad de apuntalar tempranamente su cicatriz ocasionada por un pisotón con el empeine del "pie" de aquella máquina. Dio gracias a Dios cuando siete de sus compañeras fueron a visitarla a su cama, dos días después del partido, luego de contarle que dos de sus compañeras se les fue arrebatada la vida, producto de esa máquina. La primera murió de una tacleada que derivó en tres costillas rotas, dos izquierdas y una derecha, cinco escupitajos de sangre emanados de su boca, la caída inalterable de su mandíbula inferior y una contractura cerebral, pese a llevar casco. A la segunda, la máquina la tiró al suelo con la mano derecha y dio un salto mortífero sobre ella, que yacía bocarriba, resultando en una contractura de pecho y un detenimiento cardiaco fulminante. Antes de recibir las tristes noticias, Carolina creía que era inicuo que ella estuviese acostada ahí, mientras las demás jugadoras de su equipo corrían regocijadamente por todas las yardas marcadas en el pasto sintético, si bien no pudo enterarse del re-
sultado del partido porque, perdió la consciencia cuando fue golpeada, su madre no quería tampoco que prendiese la televisión. El solo mencionarla se le ponían los pelos de punta. - No, y tampoco el periódico. No hasta que yo te lo permita, Carolina.
Para autocompadecerse, Carolina suponía que, si tan solo existiesen chicas en la banca en los Orange Bears, igual debían de estarlo pasando mal. Thai sopesaba sus posibilidades entre destruir a la máquina o de retirarse del fútbol, y era ahí donde se suscitaba un duelo personal, Aún recordaba a aquella chica de segundo semestre que fue ultrajada y, sucesivamente violada, por uno de los chicos de EMEBEU, que fungía como su novio, a una distancia lejana de la universidad. La policía arribó, costumbristamente, a la escena después de encontrar a la chica embadurnada en su propia sangre, producto de un acribillo cardiaco perpetrado por el novio. Pese a que encontraron y fue sentenciado, de alguna u otra forma salió ilícito y libre de culpa. A Thai se le salió una lágrima: ¿Por qué los chicos eran tan crueles? ¿Acaso las mujeres estarían condenadas perpetuamente a ser inferiores? ¿A ser menospreciadas? ¡Mierda, no! ¡Todos somos humanos en el mundo! ¡Y nadie iba a detener a esta chica! ¿Renunciar a sus sueños por un jodido pedazo de metal? ¡No! No siempre se puede ocultar lo que uno es, hay ocasiones en las que resulta complicado verse tal cual uno se siente, cierto, pero hay que aceptarnos, porque el día en que uno cambie, la vida cambiará para esa persona. Vió su Diario, que cargaba siempre en su mochila de entrenamiento, leyó la pregunta que comenzó todo hace dos años y medio, sucesivo a esto advirtió que el deseo de comerse al mundo seguía carcomiéndola internamente, pese a todo lo acontecido de mala manera previamente. Iba a demostrar su verdadero poder. Y ese pedazo de hojalata sería el primer testigo. En aquel último partido imprevisto de los Orange Bears, Thai jugó lo mejor que pudo, se movía como nunca lo había hecho, cada vez que tecleaba a la máquina, se lastimaba el
hombro, pero lograba moverla, de una u otra forma la estaba hiriendo.
Cuando la máquina le pisó su pie derecho, supo que no jugaba limpio. -Esta va para todas ustedes, ¡Nunca debieron salir de su maldito agujero!- al robot se le tiñeron sus ojos inertes de un cegador color rojizo. Thai tenía amago de llorar: tantos años de dolor, de pena, de burla, supo en ese efímero instante que jamás sería una Mary Wollstonecraft o alguna Sor Juana y le dieron aún más ganas de debutar su llanto, supo que ella jamás alcanzaría ni su impacto ni su propagación de esas dos mujeres. No, nunca pasaría, pero al menos Thaily sabía que se suscitaría un cambio en ella, cosa realmente importante. Pues antes de amar a alguien, debes amarte a ti. Le asestó un duro golpe al cráneo de la máquina, cosa que le rompió la falange de su dedo medio, dolió, pero este se disipó cuando Thai contempló que a la coach, o lo que quedaba de ella, se le cayeron varios pedazos metálicos de la cara, revelando que, internamente de la capa metálica, se hallaba piel humana. Las partes de piel humana expulsaban chorros de sangre y aceite negro, que resbalaban, sin restricción alguna, sobre la cara espuria de aquel monstruo. Thaily intuyó que el metal quizás estaba tan pegado a la piel que, cuando ella destruyó el cráneo robótico, las piezas cayeron inherentes con grandes jirones de piel humana pegados en ellos. Thaily arremetió con una tacleada, esperaba que con esa respuesta destruiría a la máquina, supo que recibiría miles de contracturas a cambio, pero quería mofarse de esa máquina del diablo una vez convertida en chatarra y siendo vendida fuera de la preparatoria. Lamentablemente, esa máquina la frenó con la palma de su mano izquierda, al hacer fuerza, el casco naranja de Thaily comenzó a resquebrajarse y su cerebro a latir con mucha fuerza, como si se tratase de un nuevo corazón. El cyborg le propinó a la chica varios golpes con la mano derecha, mientras seguía sosteniéndola con la izquierda, le dió en diferentes partes del cuerpo mientras Thai se mantenía de pie, cuando comenzó a doblegarse, rompió por completo el casco y la golpeó en la mandíbula, mandandola a volar.
Thai, yacida en el duro campo de golf, sintió como sus oídos comenzaron a reproducir un leve sonido de sordera, no podía sentir los huesos de su cuerpo y podía oír a su cerebro quejarse aún del dolor. Vió acercarse a esa cosa y supo que era su fin. Pero no.
Detrás de estas, varias chicas embistieron al ser mecánico, tirándolo por completo antes de que llegase a Thaily, solo eran cuatro y esa cosa consiguió quitarlas de su espalda con mucha facilidad, pero luego llegaron otras dos chicas más. Y otras dos más. Y las cuatro chicas anteriores imitaron el ejemplo de sus compañeras, logrando así una montaña de músculos más grande, más fuerte, indestructible, infinita. Por más fuerza que hacía el robot no conseguía levantarse, entonces Carolina le enterró el puñal al corazón apócrifo del robot. Y este grito, mientras chispas salían de él, mientras sus escleróticas se pintaban de rojo y lagrimeaban sangre. Entonces se destruyó, y la vida de Carolina también. Las siete chicas restantes se acercaron lentamente a ver a Caro y a sus otras dos compañeras, una de ellas gritó de alegría al poner sus manos, sin guantes sobre el pecho de Thaily, anunciando que aún respiraba.
DOS
Ha pasado mucho tiempo de aquello, y ahora Thaily se ha retirado del fútbol, no quiere saber nada de su vida en esa etapa, no después de aquella tarde llamada en los medios impresos como “El Partido de la Mancha Roja”. Se implementaron nuevas leyes para el fútbol americano, como Solo le daba gusto aquel póster en su cuarto: ¡Chicos chicos, huyan de aquí! ¡Osos naranjas, solo mujeres, tengan cuidado, ganando copas hoy y siempre, e influyendo el miedo en todos ustedes! Aquel recuerdo tenía la firma de las once chicas que cargaban campantes su primer trofeo, un leve sentimiento de nostalgia se apoderó de Thaily, erizándole los vellos de su piel. Miró hacia el librero: Literatura y libros escolares. Y en la litera de arriba estaban fotos con ella, el primer balón que tuvo, una foto de su hermano con su casco en mano de Monstruos Gélidos, y
una foto de todo el equipo de Osos Naranjas con el representante de fútbol femenil del colegio. Las fotos no hablan, pero Thai casi pudo oír, cerca de sus oídos, lo que el director dijo aquella tarde luego de comer pizza con las chicas en un restaurante cerca de un campo de juego: - Estoy orgulloso, chicas. Han dejado el nombre de la escuela… del fútbol americano, en alto. Son campeonas a nivel nacional. Quiero que tengan esto- fue ahí donde les dio unas cajas con unas grandes monedas de plata adentro: eran Premios Nobeles, con la cara de ellas mirando hacia la izquierda. Las chicas casi lloraron de alegría aquella vez y lo abrazaron. -Regalito de mi parte y de un amigo mío. Con todo el cariño de este viejo para once mujeres valientes, diferentes, peleadoras y ejemplares… Ya nada fue igual desde El Partido de la Mancha Roja. Pero cada día es un nuevo comienzo, como un nuevo partido, no importando las derrotas del juego de ayer, pues hoy anotarían más puntos que antier, y pasado mañana otros más, y así, y así. Thaily dibujó una sonrisa en la comisura de sus labios: lo sabía, sabía que su vida era increíble, que aún no tenía la vida de sus sueños, pero que estaba avanzando por una buena dirección. Porque todos tenemos sueños, pero solo unos pocos se disponen a cristalizarlos.
Quiso llamar a las chicas. No lo hizo: ahora tenían una vida diferente, quizás no estaban arraigadas al fútbol realmente, o solo era una fase, daba igual. Las personas van y vienen, solo los amigos se quedan uno por siempre. Quedaron de comer pizza el sábado y recordar anécdotas juveniles. Thaily salió a la calle apoyada en sus muletas al campo de fútbol de la universidad, en el vestidor prendió su radio portátil, como en esos tiempos de antaño y distantes, y dejó la maleta deportiva donde sacó su nuevo casco anaranjado, sus rodilleras, sus guantes, sus hombreras y otras cosas condecoradas con la misma importancia por parte de ella, tardó en ponerse su equipo, y dolía, pero todo lo que duele te hace más fuerte y te hace cumplir tus sueños con más ganas. Cuando acabó salió apoyada con las muletas al campo: era de noche y las lámparas alumbraban el piso verde y los números blancos, denotando un fuerte
resplandor energético. Everybody Wants to Rule the World la acompañó a su nuevo entrenamiento, a su nueva vida, una que, muy posiblemente, le prometía una nueva oportunidad para ser quien siempre debió ser. Pronto dejó de sentir las muletas, de sentirse triste, de sentir miedo. Y ahora estaba segura cómo acabar la historia que había comenzado -Mírame ahora, Dios- reía viendo hacia arriba mientras lanzaba, nueva y débilmente, el balón café entre dos postes amarillos a una distancia distante- Tenme miedo, a mi y a las chicas, Soy yo, soy única, y me amo así. Soy Thaily. Soy Satán con Balón en Mano.
Amarme tanto
Josué Rodríguez Calderón. Universidad de Costa Rica
Me amaré tanto como para poder amarte en una esfera incondicional y nuestros lazos entonen la verdadera libertad, se inundarán nuestros sentidos de toda brisa sabor a ternura.
En las coordenadas no habrá números negativos en el cual se pose toda traición amarga, sólo un infinito exponencial hacia un cielo de respeto mutuo.
Me amaré tanto para quitar todo aspaviento de inseguridad en mis ojos y cultivar un vástago de confianza sobre tu rostro, no dejaré pasar espinas intrusas en estas horas de primavera.
Mi corazón palpitará al ritmo de diamantes que reflejen una benévola autoestima, desde la armonía de mi alma te daré besos acariciando el perdón, no te pagaré con silencio.
Seré agua inundando el desierto y de mí nacerán cascadas de comprensión alzándose sobre piedras donde pueda encontrarse cualquier movimiento denigrante.
Me amaré tanto para despojar, en cada lindero, todo vínculo tóxico que quiera sumergir esa constelación de paz sobre mi vida, las estrellas opacas dejaré fuera de órbita sin violentar ni culpar tu equilibrado radar.
Y aunque tenga matices de imperfección me columpiaré en los destellos de amor propio, llenaré cada vacío con gotas genuinas inmarcesibles y mis cuerdas de cariño ancladas a ti se eximirán de toda atadura donde queden trozos de dolor.
Retórica
Yareli Esquivel Rojas UAEMex, México
¿Alguna vez has visto el cielo? Las muchas veces en las que este te muestra su peor cara, cuando oscurece todo empapándote a cada paso que das, justo el momento en el que las personas se dan cuenta que existe, el cielo cambia su forma, cambia su color, siempre se mueve sobre ti; sin embargo, sólo hablas de él cuando te daña, aun así, te levantas cada mañana con la ilusión de poder verlo de nuevo en su totalidad, desde su más alto brillo hasta cuando se apaga. Eso pasa sólo porque somos humanos, aprendemos a amar las cosas que nos disgustan, a alejar lo que nos hace daño sometiéndonos cada día más a conductas, palabras y acciones que sólo nos producen tristeza ¿hasta qué punto está bien? ¿cuál es el momento correcto en el que podemos perdonar? ¿cuándo debemos marcharnos?, como en la escuela, la respuesta a cada pregunta se presenta en un momento de nuestra vida; podrán decir que es normal que cuando alguien se siente mal hará lo posible por aliviarse, por ejemplo, cuando te duele la cabeza tomas una pastilla, cuando estas triste hablas con tus amigos o tu familia, cuando tienes frío te pones un suéter ¿por qué? Porque de una forma consciente sabes que de no hacerlo la molestia persiste; sin embargo hay dolores que no podemos evitar, cuando te has cortado no puedes evitar sentir dolor, cuando alguien muere no puedes evitar llorar; el ser feliz , estar enojado o triste son emociones que nadie puede controlar, ya sea de una forma personal o por una causa externa, nuestros sentimientos deben ser respetados, comprendidos o al menos no violentados y si ahora estás de acuerdo conmigo puedo permitir hacer una pregunta, si sabemos esto ¿por qué damos nuestro consentimiento a ser lastimados? Te lo puedo dar en un ejemplo, hace muchos años en la mitología griega existió Zeus, seguramente lo conoces muy bien, bueno pues déjame hacerte énfasis en algo ¿recuerdas a Hera?, ella fue la tercera esposa de Zeus. En la historia se cuenta que Hera, era la hermana de Zeus, este en un inicio intentó cortejarla como a muchos de nosotros nos ha pasado o incluso lo hemos hecho con alguien; ¿qué hay de malo? Bueno, pues que en este caso Zeus no iba aceptar un no por respuesta, así que ideó un plan en el cual el ser convirtiera en un
cuco, en el momento en el que Hera lo acercó a su cuerpo, este recuperó su forma humana sólo para abusar sexualmente de ella; al final ella sintió tanta vergüenza que se tuvo que casar con él ¿al menos fue feliz?, la respuestas no puede ser más evidente, a lo largo de su matrimonio ella sólo sufrió de múltiples infidelidades por parte de Zeus, lo cual la llevó a ser presa de los celos, mantener peleas intensas con Zeus, a pesar de que en ocasiones trato de tomar venganza por el hartazgo que le provocaba esta situación, siempre fue fiel, siempre trataba de proteger a su familia ¿qué nos demuestra esto? A parte de la dura vida que una persona afronta al dejar sus emociones y sentimientos en manos de otra persona, la forma en la que cambia una persona dejando su alegría de lado por lograr la felicidad de alguien más ¿qué tan común es esto en tu vida? ¿cuántas veces has dejado que otra persona decida lo que te hace feliz? Si al final todos tenemos nuestras propias decisiones porque a veces nos doblegamos ante personas que nos hacen daño como en el caso de Hera, ¿qué tanto poder le damos a las palabras y personas que nos rodean para que nos afecten? Tu vida es libre, hermosa incluso aún en los peores momentos, como lo dije antes el cielo no deja de ser hermoso y no dejamos de mirarlo por el simple hecho de estar gris, aunque nadie está exento de pasar por malos momentos o de sufrir desgracias, estas no deben de hacer que en algún momento te sometas a decisiones de alguien más. Aprende, deja ir, no te amarres a personas que te hacen daño, cuando aprendes a valorarte entiendes que te debes de cuidar más que a nadie, cuida tu cuerpo como si este fuera tu tesoro más grande, él recibe todo el daño que te causan, se deteriora con el tiempo si no le das atención necesaria. Es bueno compartir, pero ten en mente que primero debes de procurarte antes de dar a los demás, cuida tu salud, no permitas que nadie te haga daño y mucho menos haga de menos tus emociones pues estas son importantes, son parte de tu personalidad, es lo que te da tu esencia, respeta y pide respeto, después de todo eso es lo fundamental para no lastimar a nadie, quizá si todos cuidáramos unos de otros así como cuidan de sus pertenencias sabríamos lo importante que es el no causar sufrimiento a alguien más y aunque estas cosas son más comunes de lo que creamos podemos evitarlo y te lo digo con un último ejemplo, ¿ qué le pasa a las flores cuando la temporada de invierno llega? El frío hace que sus flores se caigan, algunas incluso no resisten la temperatura y mueren, pero entonces ¿qué pasa? Cuando alguien ama a sus plantas, toma un pedacito
de tela o un plástico para cubrirlas y así le frío no les haga daño, esto lo repite cada noche, sin sentir que es una carga pues quiere que éstas sigan siendo hermosas, así mismo cada mañana las descubre para que puedan tomar agua y sol, en ese tiempo las plantas no florecen y esperan su temporada para hacerlo, sin embargo, no se dejan de cuidar. Florece a tu tiempo, sin prisa, cuando sea tu momento, protégete del daño alejándote de aquello que sólo puede amargar tu alma, espera a la primavera para florecer, aprovecha los días de lluvia con el cielo nublado y disfruta de aquellos más soleados, amate a ti y ama a aquellas personas que están a tu alrededor, perdona pero no dejes que jueguen contigo, se fuerte, pide ayuda y ayuda a quien lo necesite, se buena persona y consiéntete a ti mismo.
Despierto y…
Ketsaly Hernández Armeaga
Despierto y me estiro, a veces solo respiro Desconozco lo que arroja el espejo, no es un alivio De día sólo camino, de noche sólo ronquido
He de saber que solo estoy conmigo, aunque sea un abismo He de buscar abrigo, que en verdad está dentro mío He de repensarme, para la mejor batalla en contra mío
Que revelador es tenerme Que alentador es verme Que rebelión he generado al quererme
Amarrarme a, las mil y una mí Amarme sin importar lo ruin Asombrarme sin fin de mí
Y a veces, yo lloro cual rio Y a veces, yo sonrió Y a veces, no sólo respiro
Se me ocurre estar sola Se me ocurre ser espina y a la vez rosa Se me ocurre fulgar
Despierto y me estiro, ya no solo respiro Despierto y me estiro, aunque a veces es sombrío Despierto y me estiro, yo soy el camino
Pedestal
Amairany Bravo Jalisco, México
Pasé mucho tiempo construyendo un hermoso pedestal. Era más alto que un árbol de 1000 años, estaba hecho de mármol blanco y adornado con piedras preciosas. Por ende, la criatura que viviera ahí no debía temerle a las alturas o tener vértigo, tampoco sentir frío y debía ser hermosa para no ser opacada por las joyas, incluso cuando el sol las hacía brillar. Por fin lo había terminado y cada minuto invertido había valido la pena, solo faltaba encontrar al residente. Pasaron muchos años más hasta que le encontré. No podía creerlo, era real, era hermoso y todo lo que brotaba de él y lo rodeaba también. Su aroma, sus ideas y la forma de expresarlas, casi podía escuchar a la naturaleza rodeándole. Simplemente era la criatura más fascinante que había conocido, era perfecta. No lo pensé dos veces, la abracé con fuerza y la llevé al pedestal, ese sería su nuevo hogar, donde sería feliz. Yo le proporcionaría todo lo que necesitara. La alimentaría todos los días, le diría lo buena y especial que es y la admiraría desde abajo. Yo no soportaba estar tanto tiempo en el pedestal, no era mi lugar, no era como ella. Solo subía para dejarle comida y si me sentía lo suficientemente digna ese día, compartir unas palabras. Una tarde admirándola, note que se estaba moviendo mucho, me preocupaba si estaba bien, así que iba a subir, cuando de pronto cayó y se estrelló contra el piso. En seguida dejé mi puesto de admiración y corrí a auxiliarla, en mi mente no podía creer lo que estaba sucediendo, estaba casi segura de que este ente debería ser capaz de volar. Cuando llegué al punto de caída encontré que ya no era ese ser perfecto, sino una criatura espantosa, me causaba temor, asco, enojo y pena al mismo tiempo, pero qué era eso, dónde estaba aquella criatura perfecta a la que admiré durante tanto tiempo, aquella que alimenté y le di mi amor incondicional, a la que le di mi tiempo, a la que creí conocer. La criatura se levantó y empezó a correr, yo no sabía qué hacer, así que la dejé huir y alejarse. Me sentía muy herida, traicionada, incluso molesta conmigo misma, cómo había sido posible que yo hubiera subido semejante criatura a mi pedestal perfecto. La encontraría y le haría pagar lo que me había hecho, me había engañado.
Sabía a dónde iría, al lugar donde van todas las criaturas que caen de los pedestales. Fui a mi casa por mi mochila y comida, la búsqueda podría tomar un tiempo o por lo menos eso esperaba, no sabía que haría cuando tuviera que enfrentarme a ella en su forma actual. Empecé mi viaje y a pesar de que iba sola no lo sentía, porque mis pensamientos y sentimientos no me dejaban ningún momento en paz. En mi recorrido, primero pasé por una selva, la más húmeda de los biomas terrestres y yo no podía hacer más que completar esa humedad con un poco de sal, tal vez toda la sal que podía salir de mis ojos. Apenas había recorrido un par de kilómetros cuando caí en arenas movedizas. No intenté luchar en absoluto, solo me dejaría hundir. Tal vez era así como debía terminar todo, la criatura a la que le había dedicado todo mi tiempo, cuidados y atención, no era más que un pequeño e insignificante monstruito. Estuve tendida ahí varias noches hasta que me di cuenta de que no me hundía más, que había tocado fondo y que realmente no eran arenas movedizas, solo fango común y corriente, otra desilusión.
Continuando con mi viaje llegué a un desierto. De día el sol era casi tan abrasador como el enojo que sentía y que me motivaba a no rendirme en mi búsqueda, la criatura debía sufrir como yo lo estaba haciendo. Sin embargo, cuando llegaba la noche el frío era insoportable y me recordaba que físicamente estaba sola, que podría morir por mi búsqueda de venganza, no podía moverme, no podía avanzar, pero cuando me detenía los reclamos de mi mente se intensificaban. No sé cuánto tiempo duró mi viaje. La sabana fue un alivio, había algunos árboles que daban sombra, algunos ríos, a veces llovía y el clima no fue del todo desagradable, pero cuando creí que todo iría mejor llegue a la tundra; esa sí dolió mucho, creí que jamás saldría de ahí con vida. Finalmente estaba en el bosque templado donde vivían las criaturas que caían de los pedestales, claro, necesitaban todos esos árboles para cubrir su miseria y el clima debía ser apto para sus débiles cuerpos. Era una aldea pequeña, esperaría afuera del único mercado que había, en algún momento debía alimentarse o comprar algo. Pasé cuatro noches más ahí, al inicio las criaturas me veían con admiración e intriga, pero nunca nadie se me acercó. Cómo lo harían si todos son unos cobardes. Cada día que pasaba me preocupaba más no verla o no saber que era ella. Hasta que
la mañana del quinto día la vi, la reconocería a kilómetros a pesar de su apariencia actual. Aunque mirándola detenidamente en la luz del bosque templado durante algunos minutos que podían alargarse tanto como siglos, no me parecía tan asquerosa y desagradable. Realmente es bastante ordinaria, creo que es… no, no puede ser… o tal vez sí... No es más que un humano común y corriente, no podía creerlo. Empecé a ver a mi alrededor y todos eran humanos promedios, estatura promedio, belleza promedio y a lo que había escuchado en sus charlas mientras estuve ahí, inteligencia promedio. Ya había hecho todo el camino hasta acá, algún resultado debía tener, así que busqué en mi interior esos sentimientos y pensamientos que tanto me habían atormentado para armarme de valor y confrontarla. Sin embargo, al verla tan cerca de mí, tan indefensa, me di cuenta que el enojo había desaparecido cuando ya no me sentí transgredida por su imperfección y por sus fallas. El dolor y la tristeza desaparecieron cuando acepté que la había perdido y que nunca debió estar ahí arriba. Estos sentimientos no desaparecieron en un momento determinado, me hubiera dado cuenta, fue pasando poco a poco en el largo camino hasta acá. Al no encontrar sentimientos que me vulneraran, ya no tenía un motivo para confrontarla, tal vez solo para pedirle perdón por haberla secuestrado en un pedestal durante tanto tiempo. Después la dejaré vivir ordinaria y rutinariamente en su elemental aldea, con un clima simple y con su cándida gente. Al final de cuentas tenía todo un camino que deshacer y un excelso pedestal que deconstruir.
M.R.C.F
Olger Huamaní Jordan Perú
Mientras nuestras voces se aglutinan, Suelo consolar los minuteros del reloj, Inquieto observo los sacrosantos dominios de cronos y sin remedio decidimos, Coleccionar los segundos que abandonaron los suicidas, los tejemos en un cuaderno roído de máculas con hilvanaciones de plata.
Entonces supimos que las noches tienen agujeros, que cada punto brillante no consignan estrellas sino puntos en los cuales construí un te amo, que las palabras añejas no solo constituyen una retahíla de versos, sino mis neutrinos que viajan por las miles de constelaciones que pude descubrir para demostrarte que los puntos en el firmamento no consignan estrellas, sino los te amos que profiero a bocajarro y que los aquilataré en tu corazón durante los años que podamos detener el reino del tiempo, por los segundo que podamos perdernos en nuestras miradas, mientras formemos cientos de solsticios y equinoccios, mientras recluidos en nuestros eclipses construyamos nuestro nuevo universo.
Ojalá te hubiera conocido antes
Oscar Raúl Gil Zarza Puebla, México
Hay una frase que se ha repetido en internet estos días, una que se ocupa en los memes que me envían mis amigos, en publicidades que veo en la parada del camión de camino al trabajo y que me dijo mi novio hace días. Ojalá te hubiera conocido antes, una frase un poco extraña. Me dan risa aquellas imágenes con ese eslogan, con niños pequeños haciendo tonterías como pintarse la cara con plumón verde para parecerse a Hulk, beber cerveza en vasos tequileros o disfrazándose de un luchador estadounidense. Por mi parte puedo decir que nunca hice nada de eso, mi padre siempre fue estricto conmigo, siempre debía comportarme como un hombrecito hecho y derecho, nunca dudar, nunca mostrar debilidad, siempre dejar las tonterías a un lado y visualizarme como alguien de éxito; con una esposa e hijos, cosas que ahora rechazo, pero que antes me exigían. Quiero pensar que así empiezan todas las historias de quienes no quieren voltear al pasado como yo. Primero llegó Verónica, era una linda chica, siempre sonriendo, siempre con aquel aire de quien no puede evitar salirse con la suya, le caía bien a todos y nunca la encontraba sola en la hora del receso. Teníamos catorce años, yo me sentía un poco fastidiado y aprisionado, más por la presión leve pero contante de la escuela y de mi hogar; mis amigos de ese entonces, que eran solo dos, me dijeron por medio de indirectas que le gustaba a ella. Me extrañé, ya que no había hablado con ella hasta ese entonces. Pensaba que debía ser una broma, pero de un momento al otro, ella me comenzó a pedír ayuda para las tareas, me puso un sobrenombre y hasta me agarraba de la mano cuando quería que la acompañara a la cafetería. Siempre fue dulce conmigo, cuando no entendía algo ella se esforzaba por hacerme entender y todo pudo terminar todo bien, pero las cosas se dan por algo, como dice mi mamá. Verónica se cansó de que solo le diera abrazos y besos en la mejilla, me preguntó si quería ir a su casa y accedí. Desde ese momento, todo siguió cuesta abajo. Que, si quería ir a su cuarto, si quería quitarme el uniforme y, por último, si quería verla a los ojos. Nada pasó, solo decepción y llanto, ella creyó que se trataba de su apariencia. Intenté explicarle que no
era eso, sino otra cosa; sin embargo, ella ganó la discusión por mi ignorancia y su terquedad. Salí de ahí con el alma hecha añicos y la mente gritando cosas que ahora no comprendo. Lloré hasta dormirme, encerrado en mi cuarto, ya que nadie debía verme con lágrimas en el rostro y Verónica no me volvió a hablar nunca más. Rebeca llegó cuando cumplí 19 años, estudiábamos la misma carrera y creía que ella sería mi última oportunidad. No había tenido novia hasta ese momento, mi padre se impacientaba, decía: A tu edad ya me había acostado con más de una mujer. Yo solo contestaba: Quiero tener una carrera antes de encontrar a alguien, y parecía que esto lo calmaba por momentos; pero, temía que notara mis conflictos. Rebeca me pidió ayuda en clase de introducción a la psicología clínica, obviamente la ayudé, noté que se sentaba muy cerca de mí, que tomaba mi mano y acariciaba mis dedos cuando podía, y de un momento al otro, mientras ella me preguntaba el año de las fuentes que ocupamos para el ensayo, nuestros labios se acercaron, nuestro sudor comenzó a fluir, y antes de que su mano comenzara la exploración sobre mi pecho, sentí que nada había cambiado, ella lo notó y terminamos el trabajo aquella misma tarde. Ella me dijo la verdad al día siguiente y yo quería ignorara, pensaba que aquello no podía ser, yo debía ser como mi padre, debía esforzarme más por ignorar mis pensamientos torcidos y acercarme más a lo que esperaban de mí, intentar que funcionara, aunque no hubiera iniciado nuca. Ella lo sabía desde el inicio, no fue como con Verónica, ella sabía que algo había en mí que me hacía diferente, y yo también; luché tanto por ignorarlo que lo tomé como un insulto. Me alejé de ella lo más que pude, no quería oír lo que tenía que decir, con esas frases tan dolorosas en ese momento como: Puedo entender que te sientes diferente, Hablar de lo que sientes siempre será mejor que matar tu alma con silencio y Conmigo tienes alguien en quien confiar.
Salí de la carrera, ingresé en una empresa multinacional como auxiliar de recursos humanos y me mantuve siempre positivo frente al futuro. Dejé de pensar en buscar pareja, me dejó de importar tener a alguien a mi lado a quien abrazar y creí que las cosas terminarían de esa forma. Mientras yo conseguía reputación y prestigio, mi padre seguía preguntándome sobre mi esposa, yo le decía una y otra vez que eso solo sería gastar el dinero y tiempo, a lo que el replicaba: Un hombre es hombre
Ojalá te hubiera conocido antes
cuando ya puede mantener a una mujer y al menos un hijo, si no, nunca madurará. Tal vez por eso mismo nunca quise madurar.
Cuando cumplí 29 años murió mi padre por un paro cardiaco, mi mamá lo lloró a más no poder y yo no pude más que ver cómo su ataúd era enterrado. Mientras mis tíos hacían fila para abrazarme y darme el pésame, no hacía más que mirarlos consternado como si no hubiera comprendido realmente lo que sucedía. Era mi padre, mi maldito padre, el mismo que me gritó hasta perder el aire cuando agarré de la mano a un niño a los cinco años, el que me golpeó hasta dejarme llorando en el suelo cuando supo que me había puesto las zapatillas de mamá, el que me pidió que le diera nietos más de una vez y quien se burlaba de mi carrera cada que podía, y yo me sentía agobiado por no llorar por él. Pasaron tres días enteros en los que solo llegaba a mi casa a sentarme en la cama, prendía la televisión de mi cuarto, dejaba que el sonido invadiera la habitación y solo bebía agua para calmar el hambre. Al cuarto día cayó en sábado, visité a mi mamá creyendo que estaría devastada, pero al verla tranquila y apacible me tocó el corazón como un puñetazo con nudillos expuestos; le pregunté del porqué no lloraba, quería saber por qué no se sentía devastada o por qué no veía con lástima las fotos de él, y ella me miró a los ojos sabiendo que realmente quería saber otra cosa. Hijo, que haya amado a tu padre no significa que lo amara más que a mí. Yo lo quería, de eso no hay duda, pero no pudo dejar que la tristeza me domine sabiendo que aún tengo cosas que hacer aquí. Le pregunté qué eran esas cosas que le faltaban por hacer y me contestó: Amarte tal cual eres. Ese fue el primer día en el que lloré frente alguien más, en el que sentí que unos brazos de verdad cálidos rodearon mi cuerpo, en el que un corazón latió a la par que el mío, y en el que un beso en la mejilla de una mujer logró aplacar mi soledad.
Mi madre siempre estuvo ahí mientras mi padre me imponía sus órdenes, solo que, al igual que yo, no podíamos contrariarlo. Ella lo amó al inicio, lo tolero después y terminó por conformarse; de todo esto se enteró sólo cuando él se fue y su sentimiento de libertad fue más grande que su necesidad por aferrarse a una emoción que le hacía daño. Ella me compartió esto y pude abrazarla sin miedo de que alguien me volviera a
pegar por verme débil, de agarrar su mano sin creer que fuera extraño y de llorar sin recriminaciones.
Pasaron seis meses de eso, ya no miraba al vacío solo por mirar, podía saborear la comida de mejor forma, volví a contactar con Rebeca y encontré una valiosa amiga en ella, logré verme al espejo sin ver mis arrugas o defectos. Claro que no es como si fuera magia, a veces estoy en el baño y encuentro algún granito y pienso en lo horrible que debe ser para la gente verme de frente, siento que con las patas de gallo alrededor de mi rostro la gente huirá de mí; sin embargo, intento ser mejor cada día, ahora solo pienso Tengo de dos, o llorar o intentar aceptarlo. Hay días difíciles, siempre los habrá, pero puedo verme al espejo después de tanto tiempo, y creo que mi alma se alegra de sentirse unida a sí misma cuando lo hago.
Conocí a Alfredo hace tres meses y han sido los mejores de mi vida, hemos salido juntos, hemos dormido juntos y nos hemos agarrado de la mano. Es hermoso tenerlo junto a mí y él dice que se siente pleno al escuchar mi voz. Ayer, mientras cenábamos, me dijo aquella frase del inicio: Ojalá te hubiera conocido antes. Yo lo miré a los ojos pensando en todo lo que he relatado hace un momento, en tantas cosas que había pasado y le contesté: Hubiera sido lindo y seguimos comiendo en su departamento. Obviamente no quería apagar su fantasía y por eso conteste aquello.
Aunque, tal vez necesitaba llorar, sufrir y dudar para estar seguro de lo que quiero ahora, y es que es eso; tal vez un hombre madura al saber lo que quiere, y ahora que sé lo que quiero, puedo decir que, a diferencia de lo que podría pensar mi padre, Verónica o cualquier persona en el planeta, yo he madurado.
Oferta
Katia Gabriela González Martínez UAEMex, Estado de México
Luego de semanas condenada en la aflicción propia del desamor, encontré sobre otros papeles y como un regalo divino, una curiosa carta que explicaba: *** Mujer, perdona el atrevimiento. Ignoraba cómo acercarme a ti sin que el arder del pudor me consumiera. Así que dejo este escrito entre tus cosas, esperando de corazón no ofenderte. Supe que estuvimos enamoradas del mismo doncel; que tuvimos, en diacronía, el placer de vagar por ahí, de conversar, de reír con él; que compartimos a un tiempo la ilusión de consolidar una relación y ahora, el dolor de que con ninguna de las dos funcionó y que a causa de ello el mozo se alejó ¿qué pasará ahora? Colega, no deseo pasar por este duelo sola, quisiera ser escuchada, ya no por mi hermana ni los amigos de siempre, a quienes el gimoteo terminará cansando, aun cuando su intención de consolarme sea noble. Sinceramente creo, nadie hay para entenderme, más adecuado. Los recuerdos de las citas brotan en la
memoria buscando ser expresados y con ello desgastados. Traerlos de vuelta, entenderlos, interpretarlos, destruirlos, reconstruirlos, borrarlos. De alguna forma, me veo reflejada en ti. Tú estarás igual, ¿podemos charlar? Aliada, tampoco deseo más adversarias, ni sentir que debo de algún modo competir. Un amor en común no debería ser motivo de batalla. Confío en que podré reconocer las cosas bellas que de ti notó él. Quién sabe, quizá seamos más afines de lo que creemos. Tal vez nos hagamos unidas, no lo sé. Por mi parte, te aseguro apoyo desinteresado. Voy a sentarme junto a ti, dispuesta a escuchar con atención las historias que de él u otros amores fallidos necesites contar. Permaneceré cerca para sujetar tu mano cuando tu voz comience a quebrarse. Seré paciente, en todo momento te miraré con dulzura. Cuando termines de hablar, destacaré tus cualidades, de ser posible te haré reír. En días posteriores, a fin de que mejore tu estado de ánimo, llevaré chocolates y una canasta de fresas jugosas para ti. Te cantaré para calmarte baladas en español con mi guitarra. Si requieres reconectarte contigo, te acompañaré a agendar cita con el terapeuta. Además, te esperaré fuera del consulto-
rio en las visitas subsecuentes. Seré un soporte emocional firme y constante. Después de algunos meses, vamos a invertir en ti, en el cuidado de tu piel y pestañas. Si te gusta, iremos a probarte vestidos, siempre alagaré tu figura y los tonos que te acomodan. Aprenderé a aplicar sombras, nos divertiremos de mis errores. Podemos hacer un picnic en el parque o ir a correr, nadar o boxear, acudir a museos o salir de fiesta, todo según tu voluntad. Tal vez, incluso, conozcamos otras personas, hagamos nuevas amistades y volvamos a enamorarnos (esta vez no será del mismo). ¿Me permites invitarte un café o un helado?, ¿podemos, por favor, darnos un abrazo sincero?, ¿me prestas tu hombro para llorar? cofrade, amiga, hermana: ¿Te parece si nos vemos en el parque a las cinco? *** Conocía perfectamente de quién se trataba, salí corriendo a su encuentro.
He decidido convertirme en bruja
Flor Anahí González López Tlalnepantla de Baz, Estado de México
Ami corta edad he leído sobre historias en las que lágrimas brotan mientras se susurran para sí mismas un… “en el fondo me ama”. Me he percatado de pasos tenues de mujeres que reciben flores mientras su alma se va marchitando. Mientras vivo mi día a día he escuchado insultos hacia mis semejantes justificándose con un “es por tu bien”.
¿Sí aquellas mujeres supieran el poder que tienen las palabras?
Pero, un poco de rebeldía ante quienes pretenden cortar tus sueños o peor aún tu vida y uno se vuelve la mala del cuento, como en aquel tiempo, como en aquella época en que por ser una mujer decidida, libre, independiente, sin miedo y con amor propio, eras llamada… bruja.
Y con el efecto que las palabras tienen en mí, decidí escribir unos versos, que día a día me repetiré frente al espejo, para no olvidar, que soy yo, a quien tengo que amar.
Algún día el amor encontraré, pero me tengo que prometer que estas palabras jamás olvidaré… Reconoceré cualquier acto, por pequeño que parezca, si hay un mal trato, me iré sin culpa ni condena. Más grande que el miedo a la soledad serán mis ganas de soñar más grande que los miedos serán mis ganas de volar.
Si por razones ajenas me encuentro debilitada me detendré un poco, y curaré mi alma. Si palabras a gritos me hicieron escuchar bellos poemas me he de susurrar. Si con fuerza me quisieron controlar, aceptaré mis heridas y sin miedo con el corazón latiendo, volveré a cantar. Si me vestir causó inseguridad con mis mejores zapatos he de caminar. La vida no solo es dejar ir también aprender a irse. ¡Soy valiente! ¡No estoy sola! Si exigieron mi silencio levantaré la voz hablaré de mi verdad del amor sincero, del amor leal.
De ser un equipo juntos donde la ayuda es mutua donde el respeto es real.
Me amaré tanto que nunca duda habrá de quién soy, de lo que valgo y de que soy capaz de amar.
Mi alma rebelde me está enseñando a conocerme, a amarme. En casa tengo una familia que se, no me dejará sola. No importa si me convierto en la mala del cuento para la sociedad, porque simplemente…he decidido convertirme en bruja.
Me desperté
Rebeca Elisa Cruz Flores UAEMex. México
No debería ser tarde, los rayos de luz entraban por la ventana, atravesando la cortina conscientemente mal colocada para ese propósito, había ruido en el exterior, personas mantenían conversaciones cálidas y un fragante aroma viajaba hasta mi posición, no quería levantarme, pero, tenía un día por delante.
Me levanté, hice la cama y cambié el pijama por ropa deportiva, hacía mucho ejercicio los últimos días, me daba algo más que energía. Revisé los pendientes: cosas importantes por hacer, mensajes del día anterior, correos urgentes por contestar, también, una llamada a mi familia. Al terminar, tomé un baño de manera metódica y rápidamente, se hacía tarde, no desayuné, aunque el fragante olor venía de mi propia cocina, corrí y me apresuré asustada por el ruido hecho de la puerta al cerrarse.
Llegué tarde, no importa, ya estaba ahí, el tiempo se hizo más lento, cada vez más lento, aún más lento, recordé, no había desayunado, comencé a enojarme, ¿conmigo? Comencé a gritarle a los demás, ¿por qué? El día iba bien, ¿fue por qué no desayuné? No... Asomaba lentamente, lo noté, pero quise evitarlo, escalaba mi ser, paso a paso, deseaba ser notado, un paso más, estaba detrás de mí, me susurró algo incomprensible al oído... Mentira, lo entendía, quería mi atención, pero yo no quería presentársela, ahora jugaba con mi cabello, no, no jugaba con él, comenzaba a hacerme daño en el nacimiento de este, tiraba de él, dolía, dolía mucho, cerré los ojos lentamente, respiré, suspiré y después, suspiré aún más lento. Lo recordé, había ignorado el fragante aroma de mi cocina porque me recordaba a mi pareja, preparé un poco de comida una noche antes, mientras lloraba, ¿por qué lo hice si me lastimaba? Me obligo a darle mi atención, era el dolor, me rendí ante él, nada podía hacer ya, mucho tiempo traté de luchar contra él, después de sobrevivir e incluso de convivir, pero perdí. Se hizo tarde, aún más tarde, tampoco había cenado, la comida esperaba en la mesa, llegó la oscuridad, estaba cansada, dormí. Dormí y desperté infinidad de ocasiones, noche tras noche y día tras día, una y otra vez lo hacía, perdí la noción del tiem-
po, ¿Qué día es hoy? No recuerdo. Dormí y desperté una vez más, había personas a mi alrededor, pero no lograba verlos, escucharlos o sentirlos, sólo estaban ahí, no los recuerdo. Ya no gritaba, olvidé el sabor de mi última comida, no quería llegar a casa, pero me daba miedo estar fuera de ella, hacia las cosas cada vez más rápido, olvidé la calidez de los rayos del sol y la brisa en mi rostro, dolía. Dormir y despertar eran mis únicas actividades, pero, hoy, cuando me estaba vistiendo con demasiada precaución, noté algo distinto en mí, no tenía marcas moradas en ningún lado, recorrí toda mi piel para confirmar que nada dolía, el asombro reflejado en el espejo no fue el único cambio en mí. Dormí y desperté otra vez, ahora, sentía la comida caliente en cada bocado, incluso comí un helado, recordé cual era mi sabor favorito, llegué a casa, la cama estaba en una posición y lugar diferente, inspeccioné a mi alrededor con miedo, no había nadie y recordé: me había mudado. Dormí y desperté otra vez, pero hoy tenía una cita, no fue muy bien, alguien había gritado y eso me asustó. Dormí y desperté otra vez, había descansado. Dormí y desperté otra vez, inhalé profundo, no dolió, hoy nada dolía. Me desperté, hacía demasiado frío, era el día ideal para usar mi nuevo abrigo. Desayuné, disfruté cada bocado, mastiqué lento, el café estaba demasiado caliente, agregué un poco de azúcar, nadie lo iba a saber. Salí de casa, camine despacio, con cuidado, el día era agradable. Hoy no gritaba, durante la comida comencé a reír sin notarlo, fue una risa sincera, después de ello, sonreí ante tal acto. Llegue a casa, era cálida, el día… fue agradable. Ya no cocinaba durante las noches, mi cuerpo no tenía marcas ni dolía. El estreno de mi serie favorita es hoy, saldré por un poco de helado y tal vez palomitas, el ejercicio también ha hecho efecto, después dormiré, mañana será un buen día.
Hasta pronto o hasta nunca
Dagny Gonzalez Skoglund Instituto Educativo Mixcoac
¿Crees que es fácil para mí? ¿Crees que disfruto esto? ¿Crees que para mí es divertido sentirme de tal forma? ¿De verdad lo crees?
Pues no.
Pero no puedo hacer nada, no puedo controlar mis sentimientos y tu sabías de esto, pero simplemente quisiste hacerte de la vista gorda, quisiste evitar lo inevitable.
Hallaste tu destino en el camino que tomaste para evitarlo.
Tú sabías lo inestable emocional que soy y aun peor sabías lo inestable que eres tú y aún así decidiste empezar una relación conmigo.
— Por favor amor, quédate conmigo esta noche, sabes que no me siento bien —dijiste por décima vez en esta semana. — Fabiana deja de fingir, bien sabes que no tienes nada, fuimos juntos al doctor, estás totalmente bien —dije con hartazgo — Pero...— quisiste defenderte, pero yo ya no te dejé. — ¡No Fabiana!— te grité por primera vez en mucho tiempo, podía ver cómo tus ojos iban perdiendo su brillo natural. —
Entiende que ya estoy harto de esto, estoy harto de nosotros, estoy harto de que siempre me haces sentir culpable de tu mal-
estar, simplemente ya no puedo seguir aquí, cada maldito día
me siento asfixiado por ti —.
— No lo dices en serio— unas cuantas lágrimas se acumulaban en tus ojos. — Deja de fingir tus lágrimas.-dije harto. — Date cuenta del
daño que nos estamos hacien-
do el uno al otro. —Suspiré—. Date cuenta que ya ninguno siente nada por el otro. Date cuenta Fabiana, por favor.-dije cansado.
— No asimiles cómo me siento yo —dijiste cambiando de sentimientos radicalmente. —Que tú ya no me ames, no significa que yo ya no lo haga.-diste una pausa—. Yo te he dado todo lo que tengo ¿y tú que haz hecho? Romperme el corazón, jugar con mis sentimientos—. Si no conociera la nueva versión de ti, fácilmente hubiera caído en tus chantajes, pero ya no es así. — ¿Darme todo? Mmm déjame pensar, ohh si ya recuerdo, lo único que he recibido de ti son todos tus problemas y sabes
que es verdad, estoy de acuerdo que en las relaciones debemos de estar el uno para el otro, pero de verdad tú exageraste,
¿a caso yo te he contado alguno de mis problemas? No, porque la relación solo se trata
de tus problemas—. Cada vez se notaba más mi rabia. — ¿Te rompí el corazón? ¿Jug-
ué con tus sentimientos? Tú no sientes y mucho menos tienes
un corazón— dije con rabia, tristeza, enojo y desilusión. — Amor, no digas eso, tú y yo lo podemos intentar de nuevo, podemos cumplir nuestras metas, podemos ser felices el uno con el otro— suplicabas, te aferrabas a algo inasible. — ¿Intentarlo de nuevo? —
repetí con asco lo que habías dicho.-¿Repetir las noches de llanto de ambos? ¿las noches de gritos? ¿las noches de odio? ¿De verdad quieres repetir eso?
— hice múltiples preguntas. — ¿Así es como percibes nuestra relación? — preguntaste, lentamente te acercabas a mi—.
¿Todo fue odio entre nosotros?
¿Nunca sentiste amor por mí? — respondiste mis preguntas con más preguntas.
De nuevo notaba lo mucho
que intentabas manipularme, de verdad se notaba en empeño que estabas poniendo en lograr tu objetivo, se nota-
ba lo mucho que te agradaba hacerme sentir mal, se notaba lo mucho que disfrutas siendo la víctima en esta situación.
—Para Fabiana-dije sosteniendo tus manos que peligrosamente se iban acercando a mi cuello—. Lo nuestro no tuvo que haber empezado desde un inicio y aunque lamentablemente
si hubo un comienzo, seré yo
el que finalice esto. —Intentaba ser fuerte, intentaba no romperme a la mitad del confrontamiento—. Se terminó.
Fue lo que dije antes de que te volvieras loca, gritabas, llorabas, maldecías, decías que me amabas, decías cosas sin sentido ni razón.
Pero no recibías ningún tipo de atención de mi parte, sabía
que eras capaz de todo para hacerme sentir culpable, eras capaz de hacer todo con tal de que yo me quedara contigo.
Pero no lo lograste.
Hay veces que tenemos que ser mas fuertes para poder afrontar situaciones. Estar mal no está
mal, pero tampoco está mal fingir que estás bien, no está mal fingir que eres fuerte.
Cuando finalmente había empacado todas mis cosas, tú entendiste que no habría nada y nadie que me detendría para ser libre, para ser feliz.
—Hasta pronto.-dije monótonamente antes de abrir la puerta de tu hogar—. No, mejor dicho, hasta nunca— dije antes de cruzar el marco de la puerta, antes de poder sentir como se quitaba un peso de mis hombros, antes de sentir el aire correr por mis pulmones—.
Eucalipto
Charlie Andrés Morera Yate Colombia
Son soles de pendientes, Cascada su cabello calmo, De ojos resplandecientes, Veo el futuro, lo tengo en las manos.
Hay holgura en la contradicción, Destellos si en la tormenta estamos, Locura y fuerza en los labios que amo, Rodea nuestro corazón viento sin dirección.
Podemos ser presas del silencio, Objetos inanimados, Aunque juntos, soledad al cerrar los párpados, Gélidos gestos puestos en medio.
Pero no nos arrancaremos lágrimas, No nos golpearemos el alma, Para drama, mejor finalizar la trama, Sin temor, sin lástima.
Porque me debo también a ti, A la comprensión en las tinieblas, Cuando en confusión todo tiembla. Para poder echar raíz.
Porque cambiamos, en busca de la felicidad de abrazos sabor hogar, para estar, sin desmejorarnos.
Sigue pasando, Se lleva nuestra juventud, La paciencia es luz, mi reflejo, tú, Te seguiré conquistando.
Ya no grito, casi no hablo, Cambio todo lo que tengo, Todo, por algo más de tiempo, Cómplice de nuestro cabello cano.
Son soles de pendientes, Cascada su cabello calmo, De ojos resplandecientes, Veo el futuro, lo tengo en las manos.
Hilos de luna
Alina del Rosario Ramírez Vázquez México
Después de minutos de gritos por parte de Emilio y silencio por parte de Carmen, él trató de depositar en su mano, un par de monedas, avergonzado por los transeúntes que les dedicaban una breve mirada de desaprobación.
Digo que trató porque éstas se escurrieron de entre sus dedos, cayeron al suelo y rodaron lejos.
- ¿No querías irte ya? ¡No tires el dinero! ¡Mírame! Ella permaneció impávida, mirando hacia un punto fijo sin pestañear, deseando que con el poder de su mente apareciera en el horizonte algún vehículo que le fuera familiar, un rostro conocido o al menos el resplandor de la luna llena que seguramente estaría próxima a surgir.
-¡Carmen! ¡Deja el berrinche y volvamos a casa! (Imposible, ella estaba muy lejos ya, aferrada a una oportunidad que no iba a dejar pasar) Emilio intentó asirla de la muñeca y atraerla hacia él, pero lo desconcertó lo firme y frío que resultó su tacto.
Carmen ya no esperaba, ahora tenía la certeza de que algo pasaría, de que alguien llegaría, de que faltaba poco para que algo mágico ocurriese… Él insistió un rato con palabras y promesas suaves que casi parecían amenazas hasta que convencido de que ella lo seguiría más tarde (empezaba a hacer frío y ya caía la noche) se marchó frotándose las manos y meneando la cabeza. … ¿Qué se hace con la libertad? ¿Amasarla, jugarla, atesorarla? ¿Era la libertad el aire fresco de la noche? ¿El alboroto de los pájaros ocultos en las copas, disponiéndose a dormir? ¿Era libertad reconocer el taconeo de sus pasos entre los cientos que se apresuraban junto a ella?
Llevaba tanto tiempo adormecida por Emilio y por sus propios intentos de no enfurecerlo ni disgustarlo que se sentía ligeramente mareada, como si se hubiera despertado e incorp-
orado bruscamente. Aunque a decir verdad, apenas si pensó en él mientras se acercaba al centro de la ciudad. El sonido de los autobuses la arrullaba, como si la invitaran a subirse o a dormir entre sus ruedas. Las luces de las farolas y las tiendas la hipnotizaban. La luna estaba ya en lo alto del cielo. ¿Era ella libre? ¿Era libertad el hecho de poder mirarla desde la calle y no detrás de una ventana? ¡Qué diferente se veía! ¿Fue la libertad el acto de rechazarle las monedas para el regreso? ¿Lo era el dejar de seguirlo en cuanto él se alejaba? Carmen seguía reflexiva mientras caminaba lenta y decidida, apenas advirtiendo que la libertad llevaba meses seduciéndola, cazándola y finalmente la estaba embriagando con murmullo de pájaros, hilos de luna y el tintineante rumor de sus pasos apresurados.
Horas más tarde, Emilio daba vueltas en su insomnio, preguntándose cuánto tardaría Carmen en regresar y por qué la noche habría de ser tan oscura justamente ése día, marcado en el calendario como luna llena.
¡Ni príncipe azul ni princesa rosa!
Ivonne Maya Espinoza Huajuapan de León, Mixteca Oaxaqueña
Había una vez −o varias veces−, en un lugar recóndito −o en uno visible (da igual, el resultado es el mismo)− una princesa llamada Donají que soñaba con encontrar a su príncipe azul (o con ser encontrada por él). En su familia toda princesa en edad casadera (alrededor de los 18 años) contraía un fastuoso matrimonio con un apuesto, adinerado, inteligente, joven y fuerte príncipe, sin embargo, ella no había visto en su reino (ni fuera de él) a un caballero que cumpliera con todas esas características; además pensaba ¿y si lo encuentro, yo cumpliré con las expectativas que él tenga de una princesa? Su familia expresaba que toda princesa rosa debía ser: bella física e internamente (tener buenos sentimientos), ser sumisa, abnegada, servir y atender a su marido; y vivir a través de él (por no decir a la sombra de él) durante toda su vida (si las cosas no funcionaban en la pareja no había posibilidad de divorciarse, eso no era digno de una princesa). Su vida giraría en torno a dedicarse a su esposo y a su castillo al inició del matrimonio, y posteriormente a sus hijos; para obtener todo esto debía mantenerse virgen hasta el matrimonio y no tener amistad con otros hombres ni antes ni después de casarse para mantener impecable su reputación, la de su familia y la de su esposo. Probablemente para otras princesas eso era la felicidad, pero para Donají no. Ella quería ser un espíritu libre, que pudiera: leer, escribir, recitar, cantar, bailar, caminar, correr, viajar, conocer gente diferente, tener amigas y amigos, estudiar una carrera, trabajar, tener una familia (con esposo e hijos) y una casa pequeña (porque administrar un palacio y su servidumbre es agotador), cuándo ella así lo decidiera y no cuando la sociedad se lo impusiera; pero ¿encontraría una pareja que le permitiera hacer todo lo que ella quiere? y peor aún que cumpla con los requisitos que su familia establece. El invierno pasaba y ha Donají no llegaba el príncipe azul,
su familia empezó a decir que era un caso perdido, qué con tantos sueños, libros e ideas, no se había concentrado en encontrar marido y que ha estas alturas de su vida (21 años) sería seguramente una solterona, que se habría quedado a “vestir santos” (su hermosa hermana menor se había casado a los 15 años y sus primas entre los 17 y 18 años). Durante la primavera, sus padres, hermanos, tías, abuelas y demás familiares le presentaron a algunos buenos mozos (y a otros no tanto), que cumplían con alguno o varios de los elementos que debía reunir un esposo “adecuado para ella”, pero cómo sabían cuál era el “adecuado” si ella misma no estaba segura de quién era el “adecuado”. Donají intentaba conversar con ellos, pero sus ideas con respecto al matrimonio y las de ellos no concordaban, sus intereses en la vida eran opuestos; razón suficiente para ella los rechazara, además de que ninguno le hizo sentir “mariposas en el estómago” como señalaban las novelas que leía. Ante los desplantes de la princesa los pretendientes se empezaron a alejar; sus padres y familiares se molestaron con ella y sus “extrañas” ideas. Al llegar el verano Donají decidió salir del reino para estudiar en otra ciudad y hacer realidad sus sueños de: viajar, estudiar y conocer personas diferente: ¡ya que el príncipe azul no llegaba ella iría a buscarlo! En la universidad Donají conoció distintos tipos de caballeros: altos, bajos; gordos, delgados; rubios, morenos, blancos; con o sin dinero; unos más inteligentes que otros; algunos más jóvenes y otros más maduros; algunos fuertes y otros no tanto. Todos ellos con distintas formas de pensar y de actuar, con diferentes gustos y aficiones, algunos de ellos con uno o varios vicios. Después de mucho observar se dio cuenta que el príncipe azul descrito por su familia no existía, como tampoco ella cumplía con el patrón de la princesa perfecta: si bien era bella física e internamente, no pretendía ser: sumisa y abnegada para servir y atender a su marido por el resto de su vida a costa de dejar de vivir su propia vida. Dejó de buscar su “media naranja” como alguna vez había leído, para darse cuenta que ella es la naranja entera, que no necesita de un príncipe azul para ser feliz, que ella era
feliz en ese momento porque era libre, porque podía hacer todo lo que le gustaba en el momento en que quería y que su familia no estaba ahí para marcarle patrones a seguir, se habían cansado de esperar “algo bueno de ella” y daba lo mismo lo que hiciera, total era una solterona de esas que había decidido aprender latín a costa de tener un marido y que seguramente no tendría un buen fin (terminaría sola, sin esposo, sin hijos y sin dinero). Al momento de dejar de buscar a su pareja ideal, siendo feliz con ella misma, con su espíritu libre, se dio cuenta que no necesitaba nada más en la vida y llena de amor por sí misma se rodeo de amigas y amigos que tenían: ideas, sueños e ilusiones similares y encontró en uno de sus amigos: Dzahui, a un ser independiente, fuerte, comprometido, idealista, inteligente (sin ser soberbio ni arrogante), no muy apuesto, de clase media, un poco mayor que ella, y que claro esta: no era un príncipe, pero sí era lo más parecido al hombre que buscaba, a ese ser con quién quería compartir su vida, ese que podía entender y compartir sus sueños, ideas e ilusiones. A los 27 años Donají, ante todo pronóstico, contrajo matrimonio (en una ceremonia austera y familiar), no con un príncipe sino con un hombre que tampoco buscaba una princesa sino simplemente a una mujer con la cual compartir: sueños, ideas e ilusiones para que juntos las hicieran realidad. Ambos sabían que su mayor fortaleza era el amor propio que cada uno se tenía y que era tan grande que podían compartirlo con el otro, fruto de ello nacieron sus hijos (un hombre y una mujer) a quienes educaron pensando en ser espíritus libres y no en ser un príncipe azul o una princesa rosa que cumpla con las expectativas de la sociedad o de su pareja a costa de su propia felicidad. En su matrimonio no hubo violencia intrafamiliar porque ambos compartían los mismos ideales y la violencia no entraba en su patrón de vida, además antes de ser: novios, esposos, amantes o padres de familia; habían sido amigos, y sabían que para ambos la mayor felicidad estaba en ser precisamente “espíritus libres de ataduras a una sociedad, a una familia, a un príncipe azul o a una princesa rosa”.
Esa soy yo
Vanessa Balderas Guadarrama Centro Morelense de las Artes
Esa soy yo. La que perturba la geografía estética de tu vista cada vez que paso por la calle, de la que te burlas por no cumplir con los cánones estéticos que marca tu sociedad, la que parece torpe y lenta, a la que crees incapaz de realizar cualquier actividad, pues con mi gran tamaño estúpida resultó ser para ti. De la que haces chistes y a la que comparas con cualquier animal de gran tamaño porque por mis características dimensionales asemejo a una gran ballena o un elefante. Sí, esa soy yo, la que te imaginas, esa la que se la pasa en McDonald´s o Burger King comiendo hamburguesas y dos litros de Coca-Cola, a la que condenas con tu dedo por no comer lechuga, hacer ejercicio y cuidarse. La que no tiene derecho a enamorarse porque eso no es normal, sería muy vergonzoso estar con tal monstruosidad. A esa que no le importa la vida sino la comida, esa soy yo, la que con solo mirarme y juzgar haces un diagnóstico de lo que debería hacer y no he hecho. Esa, la que pasa con la cabeza erguida muy orgullosa de sí misma y finge no escuchar cada uno de tus insultos. Pero ¿sabes? Cuando pasa el día y por fin regreso a casa y cruzó la puerta de mi cuarto, cada una de tus palabras y juicios retumban en mi cerebro, me miro al espejo y las lágrimas se corren por mi rostro, y me odio. Durante años he luchado por pertenecer a este jodido mundo, desde niña y no estás para saberlo; he visitado multidoctores, bariatras, nutriólogos, homeópatas, psiquiatras, psicólogos, acupunturistas, chamanes, la dieta de la luna y la bulimia hasta sangrarme la garganta con tal de no subir otro gramo, lo he intentado todo y me culpo por mi fracaso para agradarte a ti. Claro que he pensado en suicidarme, le haría un bien al mundo al desvanecerme, no tiene ningún sentido estar aquí molestándote, total la vida seguirá conmigo o sin mí, no pasara nada.
¿Enamorarme? Claro, como una idiota infinidad de veces, pero cuando creo que por fin he encontrado al gran amor de mi vida, solo puede éste ser de noche, en el cuarto más oscuro y en el rincón, ahí todos me aman, soy linda y lo máximo en su vida, pero cuando llega el día siempre terminan con la frase: “Eres y serás por siempre
mi mejor amiga” y entonces se acaba el encanto con un gran hueco en el corazón. ¡Qué injusta es la vida! ¡Perra suerte la que me tocó! Me recrimino, me lacero, por lo menos eso es lo que pasa mientras sigo escuchando tu voz. Pero de pronto, después de desgarrarme con cada una de tus descalificaciones, miró nuevamente a través de mis ojos, y ya no veo a esa que dices que soy yo, no ya no. Mi cuerpo, el que te molesta, este, el que tengo, ha sido mi compañero en este viaje, hemos visto los atardeceres rojos de octubre, hemos tocado la arena y las olas del mar, hemos caminado por bosques y montañas, hemos dado los mejores abrazos cuando alguien ha estado roto, hemos escrito infinidad de cuentos juntos y hemos reído a carcajadas. No, yo no soy esa, esa es la que tú crees que yo soy, pero no, yo soy más que un cuerpo.
Mi amor propio.
Nina García
Me hubiera ahorrado muchas noches en vela Muchas lágrimas se pudieron haber evitado Muchos miedos no hubieran surgido Pero me enseñaron a hacer caso.
Me enseñaron a que hay que hacerle caso: A las revistas de moda, A las dietas milagro, A las personas tóxicas, A los ideales de belleza y a las personas perfectas. Me enseñaron a hacerle caso a todos Menos a mi misma. Me enseñaron a odiar mi cuerpo Y a despreciar mis estrías. Me enseñaron a creer en el amor romántico Y a dudar de mi propio esfuerzo.
Me enseñaron tantas cosas Que dude de mi misma, De mi inteligencia, De la belleza de mi cuerpo. Tuve que sufrir, He llorado, Me he lastimado Y me han lastimado . Me gano la desesperación y la vida misma.
Pasaron días, meses e incluso años. Porque aprender no es fácil Y menos aprender a vivir y a disfrutar de la vida. A amar y sobretodo a amarme. No es fácil pero He renacido Renací como renace la oruga en mariposa Renací cual ave fénix El renacer es doloroso Pierdes ideas, creencias absurdas, Pierdes partes de tu cuerpo, partes de tu alma, pierdes amigos y pierdes familia Pero lo más importante es que al final nos encontramos a nosotros mismos Nos encontramos con un alma tranquila y en paz Nos encontramos un poco más sabios, más alegres, Con más amor Amor propio.
En primavera
Ángela Atenas Sánchez Camacho México
Era abril, las jacarandas coloreaban los árboles del camino. Mi hermana mayor reía y corría descalza en la vereda para llegar al río. Tomó impulso para saltar a una piedra que sobresalía del agua. Yo la seguí corriendo lo más rápido que podía intentando no tropezar. Al momento de brincar a la misma piedra me caí, iba a comenzar a llorar, pero mi hermana se echó al agua. Las dos soltamos varias carcajadas hasta que las lágrimas salían de nuestros ojos iluminados de alegría.
Nos paramos y comenzamos a buscar las piedras que nos parecían más hermosas, ambas las guardábamos en las bolsas de nuestros vestidos con encajes. Encontró una de color turquesa. —Ésta será para asustar al monstruo que no te deja dormir en las noches —me dijo mi hermana mientras la apretaba fuertemente con las dos manos.
Corrimos nuevamente hacia la casa. Cantábamos un cuento que nos solía decir mi madre para dormirnos. El azul del cielo remarcaba el paisaje con varias gamas de tonalidades en las que sobresalían los verdes, morados y cafés: y como una explosión, una multitud de flores que oscilaban entre amarillas, rojas, naranjas y blancas. Al llegar, nos cambiamos nuestra ropa y nos secamos el cabello con una toalla. Ansiaba que fuera de noche para ver sí era verdad que la piedra tendría tal efecto poderoso. Mi madre nos llamó para comer. Comía la sopa de letras, al mismo tiempo, separaba en el filo del plato las vocales y consonantes hasta formar palabras. —La flor morada que huele delicioso, ¿se escribe con h o sin h? —le preguntaba a mi madre que calentaba las tortillas. —Heliotropo se escribe con h, pequeña. —Me contestó mi madre mientras tocaba mi cabeza con una tierna caricia. Le conté que mi hermana había encontrado una piedra que ahuyentaría al monstruo nocturno. Ella sonrió.
—Tu hermana sabe mucho de piedras, debe ser verdad lo que te dice. —Miró a mi hermana con un gesto de agradecimiento.
Pasaban los minutos y me pare-
cían una eternidad, miraba el reloj esperando que el tiempo volara. Me asomaba por la ventana esperando a que oscureciera afuera, jamás había esperado con tanta felicidad que llegara la noche.
Las tonalidades del cielo azul iban cambiando de color, desaparecían las nubes de algodón para darle lugar a un color ocre claro.
Las ramas de los árboles comenzaban a mecerse suavemente por el viento, relajaban el ambiente. Súbitamente, apareció la primera estrella, brillaba con tal intensidad que les dio origen a otras más. El cielo quedó pintado de ellas como luciérnagas que iluminaban el manto azul marino. Como reina comenzó a aparecer la luna llena. Mi padre que había vuelto del trabajo se acercó a mí.
—Sabías que la luna tiene un conejo —Me señalaba la figura mostrando en dónde se encontraba. Me emocionó mucho vislumbrarla. La noche me daba tanto miedo que nunca me fijé en tan bella composición nocturna. Mi padre me cargó, me preguntó si quería cenar.
—Tengo mucho sueño, quiero dormir —Estaba exhausta de haber esperado tanto. Me llevó a la cama junto con mi hermana y mi madre, me dieron un beso en la frente y cerraron la puerta.
Dormí profundamente hasta el día siguiente, los días posteriores también. Conforme iba creciendo me di cuenta que esa piedra no asustaba al monstruo; mi hermana lo había inventado para que pudiera dormir. Comencé a amar la noche, a admirarla, a esperar las luciérnagas y el conejo cada día.
Han pasado cuarenta años desde entonces. Guardo la piedra para recordar aquella hermosa primavera, cuando mi hermana me enseñó a ser valiente.
El camino al amor propio
Andrea Marcela Pichardo Garduño Metepec, Estado de México
Desde que era pequeña mi papá me decía yo debía darme mi valor con todas las personas y en todo lugar, fue así como pienso que trataba de enseñarme lo que era el amor propio. Mientras crecía me motivaba a no llorar por un chico, pues con sus palabras hacia que me valorará cada vez más, hasta que llegue a la juventud y me di cuenta por mí misma del regalo más valioso que él me había dado.
Comprendí que el amor propio nos hace aceptar cada parte de nosotros (as) mismos (as); nuestras fortalezas y debilidades pero sobretodo reconocer nuestra esencia personal, aquello que nos hace ser únicos e irrepetibles, puesto que, ante todo y todos (as) debemos de cuidarnos de aquellos (as) que nos quieran pisotear. Esto incluye no sólo a nuestros (as) enemigos (as) sino que también, a nuestros familiares, amigos (as) y por supuesto a la pareja. Durante mis estudios en psicología, en algunas clases como sexualidad y estudios de género se trataban temas relacionados con la violencia y yo no podía entender la razón por la cual muchas personas se dejaban violentar por sus parejas, para mí, parecía que no tenían dignidad al permitir semejantes bajezas. A veces por amor se cree que debes soportar de todo (celos, engaños, chantajes, humillaciones, indiferencia, intimidaciones, prohibiciones, manoseos, insultos, agresiones como si fuera un juego, aislamiento, amenazas con armas o incluso de muerte, abuso sexual o violación) pero no es así, todos (as) tenemos el derecho de poner límites personales, que yo sé, pueden costar mucho trabajo porque quizá no nos han enseñado a ser congruentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos, he aquí un grave error pero no por ello debemos quedarnos sin hacer nada, al contrario, siempre existe una oportunidad para querernos un poquito más, para aceptarnos y darnos cuenta de lo valiosos que somos cada uno de nosotros (as), es así como se logra la satisfacción de que al vernos al espejo amemos lo que vemos, lo que somos e ir creando la mejor versión de nosotros (as) mismos (as). No sólo se trata de dejar de llorar por alguien que nos rompió el corazón sino que aprendamos a construir relaciones sanas basadas en el amor verdadero, bien dicen que no puedes dar
lo que no tienes, sí quieres recibir amor, dátelo a ti mismo (a); atrevámonos a avanzar en este camino porque sí es posible. En mi experiencia personal, yo dedique un año de mi vida para encontrarme conmigo misma, para descubrirme y amarme más que a nada, más que a nadie. Posteriormente encontré a una persona con quién compartir mi vida, nunca olvidaré que de los pilares más importantes para nuestra relación están la confianza, la comunicación y el perdón. No todos funcionamos de la misma manera pero, el secreto es encontrar un punto de equilibrio entre ambas partes para hacer que una relación de pareja prospere, respetando los intereses de cada cual, apoyándose, creciendo juntos (as) y sobretodo respetándose mutuamente.
Por último quisiera añadir que si, el amor todo lo puede y todo lo soporta, en la enfermedad, en las malas rachas, en la pobreza, en los problemas, porque el amor es paciente. Él/la que se ama y ama a los demás sabe tomar las mejores decisiones para sobrellevar las relaciones y lo ideal es que sea recíproco así no habrá desigualdad, sólo un vaivén de dar y recibir. Además de que si vivimos en gratitud con los demás podremos disfrutar plenamente de los frutos de nuestro propio amor, cosechando lo que sembramos.
Este es el día del agua de calzón
Mariangel Calderon Contreras CDMX
No podía parar de llorar, luego de un par de horas contándome los detalles de su amor perdido se me quedó viendo a los ojos, preguntándome cómo era posible que de un día para otro alguien te dejara de amar, tampoco yo lo sabía y eso que me enamoraba cada solsticio y cada equinoccio, la vi tan vulnerable y tan pequeña en ese vestido Gucci y sus pies enfundados en unos Jimmy Choo .
La mujer que en la mañana cerraba negocios, llegaba por la noche a mi casa queriendo que le hiciera un ritual de agua de calzón, convencida de que solo así su amor regresaría. Yo la escuchaba en silencio para tratar de entender dónde se le rompió la vida, llena de rabia me habló de otra mujer que seguro se lo había quitado, entonces me pidió también una magia de alejamiento, quería que les fuera mal, que se separaran por completo y así ella podría tener a su amor de regreso.
No le dije que nada podría hacer para ayudar a separar a nadie, que los karmas siempre terminan por cobrar intereses y que las personas se separan solas, dejan de cumplir un papel en nuestras vidas y solo salen, que desear un alejamiento solo la alejaba más de sí misma, del aprendizaje, doloroso o no, que tenía que recibir de aquel mal amor.
Ella no podía entender dónde habían quedado todas las promesas susurradas debajo de las sábanas, la realidad es que desde tiempos ancestrales, ninguna mujer lo sabe, tampoco sabía dónde colocar todas las esperanzas que de pronto se le murieron en las manos y mucho menos todas las noches en las que repetía con vehemencia las nueve letras de su amor recién extraviado. Llevaba sus uñas rojo escarlata a la cabeza, al corazón, a la nostalgia de las camas vacías y al silencio de muchas palabras que ahora calificaba como de dudosa procedencia. Yo buscaba con la mirada los frascos con hierbas que podrían ayudarle en su tránsito, valeriana para apaciguar los pensamientos, hierba de San Juan para aliviar las pesadillas, tomillo para despedir los amores muertos, rosas rojas para regresarle el rojo a las venas. Sus numerosas pulseras
hacían música cada que se acomodaba el cabello y se llevaba las manos a la cara para limpiar un poco las lágrimas que insistía en reprimir. Se veía tan hermosa enfrentado sus oscuridades.
Pasaron muchos minutos sin que yo pudiera comenzar a ayudarle a atravesar ese desamor a punta de ramazos y eructos. Quería abrazarla, abrazarme un poco a mi también por todas las veces que me quedé con muchas dudas. No podía conectar nada, mis ancestras no me soplaban al oído lo que había que hacer y yo también andaba mal de mis amores. También quería quemarlo todo y casi saco el chile guajillo, el papel amate y las tintas rojas para escribir los nombres de sus amores y los míos y echarlos al fuego, verlos arder... Me detuve en seco, recordando mis vidas pasadas, ya había caminado entre mis sombras una y otra vez, no podía volver a esos caminos, tampoco llevarla por ahí. Llegaron moscas negras y me era imposible respirar, de inmediato prendí una vara de palo santo, el aroma dulce se me metió a la nariz, a mis nostalgias no reparadas.
Entonces supe qué hacer, con cuidado saqué un atado de toloache, tradicionalmente sirve para hacer brebajes que devuelvan los amores. enloquecerlos y hacer que se queden. Ese día le encontré otros usos y en modo de espada se lo puse en el corazón, justo en el centro, le dibujé círculos en el pecho y le saqué una tristeza grande y profunda que tenía atorada, entonces se lo dije: Había que volverse loca, enamorarse, quedarse, pero en una misma.
También le dije que no había magia que pudiera regresar los amores, si se iban, entonces eran falsos y habría que agradecer que estuvieran lejos, tampoco había un bálsamo que le ayudará a disminuir los dolores, que el amor a veces se transforma en odio y el único remedio era devolverlo a su lugar.
De inmediato se levantó de la silla y enojada alisó su falda, rayos verdes salían de sus ojos, ella quería una respuesta y a su amor de regreso, de lo contrario no me pagaría. En silencio le abrí la puerta y le hice la seña de que se fuera, me recordó a mi, en cada fin de temporada, cuando despachaba con cinismo a todos mis amores.
Cerré la puerta y apagué todas las luces y lloré, por mi, por ella y todas las que no sabían cómo curarse el desamor y lo
enfrentaban como podían. Sin mucha fuerza encontré un cerillo de madera y encendí mi vela de miel, la luz comenzó a brillar quedito, luego más y más fuerte, entonces volvieron las voces de mis ancestras, susurrándome al oído que la magia más fuerte es la del amor que se tiene una misma para m transformar el dolor en cenizas.
El poder de la introspección de la joven aparentemente “sin ambición
Rubí Martínez Mora Universidad Nacional Autónoma de México
*La historia y nombres de todos los personajes son puramente ficticios, cualquier parecido con la realidad es coincidencia.
“¿Quién dijo que la terapia no era estimulante para el crecimiento? Todavía me pregunto por qué mis vecinos consideran que es un tabú…” fueron las últimas palabras de Lili a su psicóloga en la sesión de hoy. Llevaban ya algún tiempo trabajando a distancia a partir de que la joven comenzó sus estudios universitarios y que, gracias a una amiga, fue que decidió contactar a la doctora Hayashi. Esta profesional conoció a la adolescente - ¿o joven adulta? - sin aspiración alguna, desorganizada, como si nuestra protagonista hubiera perdido toda su esencia. Era momento de poner su mierda de vida en orden. Si bien Lili no gozaba de lujos o privilegios económicos, era cierto que supo aprovechar tanto su potencial intelectual en escuelas de personas privilegiadas, tanto así que su propia inteligencia la intimidaba. Era una mujer realmente capaz de hacer todo lo que quisiera, y después de cuatro años buscando aprobación externa, fue como si el hecho de haber llegado a la adultez la hubiera hecho recapacitar sobre las cosas que quería para finalmente disponerse a tener ese anhelado reencuentro con esa niña interior que tenía que dejar ir.
Habiéndose mudado de la ciudad donde nació, creció y vivió hasta el momento. Era frustrante. Dicen que en cuanto entras a la universidad, las experiencias allí te hacen madurar a la fuerza. Y sucedió. Tras haber reprimido constantemente sus deseos, buscando pasar desapercibida ante los ojos de los demás, surgió una liberación tal que fue agarrando “cachito a cachito” sus propios deseos y comenzó a construir la vida que ella quería tras malas experiencias dados sus problemas con la autoestima.
“¿Te das cuenta de lo peligroso que es lo que me estás diciendo y especialmente, el peligro al que te expones pudiendo dar entrada inclusive a personas abusivas?” preguntó abiertamente la doctora Hayashi. Claro que lo sabía. Tanto que se atrevió a escribir lo siguiente en su diario sólo para aclarar lo
que querría tratar en su siguiente cita, o ¿era su nueva forma de expresión?: “Está claro que mi autoestima no fue construida en ningún momento, ya que se me enseñó a sentirme insuficiente, a que si no tenía rasgos euro centristas en mi propia tierra no podía ser considerada atractiva, a que era simpática, pero sería únicamente respetada por mi excelente labor académica, a que cuando creciera debía ser bella y deseada, es más, se romantizaba la infancia “dura” para decir “gracias a ello eres lo que estás siendo hoy en día”. Basura, pensaba yo. Seguramente me estoy volviendo a victimizar, ¿debería comentarle a mi psicóloga de lo que estoy contando? No tengo ni idea. Los niños son tan listos que están en edad de aprender todo. Entonces, ¿Qué fue lo que falló? No sólo fui acosada por personas que me amaban y solían ser cercanas a mí, sino por completos desconocidos.
Tras años de sufrir discriminación socioeconómica y racial, mi única esperanza era estudiar y trabajar duro. No parecía haber otra opción. Estar en un colegio religioso implicaba orar, así que todas las noches pedía que por favor cada día fuese más fuerte. Y no fue hasta ahora que pude serlo. La secundaria implicó un nuevo reto: un cambio a una escuela laica. Sin embargo, durante el trayecto comenzaron a haber necesidades que yo no estaba cubriendo: las sociales. Tenía miedo, ¿Cómo iba a yo -después de haber sido vista de arriba a abajo hasta por los mismos profesores- a hacer amigos? Fácil, fingir. Pero era irritante, ¿Cómo diablos iba a mantener las apariencias? ¿Sabía alguien lo deprimente que era llegar y ver tu entorno tal cual era? Claro que durante esta época hubo problemas familiares fuertes, pero ese no es el punto a tratar por ahora. Lo que sí puedo decir es que así me la pasé tres años, entre los cuales, conocí tantas personas, entre ellas parejas que veía como una manera de lidiar con mis traumas, cuando en realidad, era todo lo contrario: el nivel de ansiedad que sentía al verlo y al convivir con él eran innegables. Le pondremos Juan, porque en realidad todas llegaban al mismo patrón. Al inicio no era un chico que realmente llamara mi atención, pero sí era el primer chico en fijarse en mí. Claro error. De vez en cuando el simple hecho de recordar la manera en la que nos tratamos me pone triste, ¿Cómo fue que aguanté dichos comportamientos en al-
gún punto en mi vida? Definitivamente las primeras veces viviendo ciertas experiencias son toda una aventura. Al inicio era una persona muy amable, buscaba acercarse a mí a toda costa, “sacar plática”, lo cual no veía mal, posteriormente me dedicaban canciones, intentaban tocar mis manos, mis hombros, comenzaban los halagos hacia mi persona, y yo caía al mes de haberlos conocido. Buscaba tan desesperadamente el amor y la aprobación que con el simple hecho de que me dijeran que les gustaba era suficiente para enamorarme de un completo desconocido”.
Tras haberse negado a que su hija recibiera ayuda psicológica, los padres de la joven sólo desataron una tremenda irritación en su flamante corazón. “Es como si hubieran minimizado mi sentir para dejar de escucharme”. Pero encontró la manera de conseguirla por su cuenta.
- “¿Te puedo hacer una última pregunta?”
- “Adelante, doctora.”
-” ¿Por qué quieres tomar terapia conmigo?”
-” Sólo quiero hacer mis días más llevaderos…” - “Tu tarea de esta semana es corregir pensamientos; hoy necesito que comiences a hablarte como sueles hablarle a quienes más quieres; me alegra ver tus esfuerzos, ahora necesito que tú los veas en vez de detenerte analizando lo que pudiste haber hecho; hoy te contaré cómo una chica hizo que su planta diera flores con tan sólo cuidarla y hablarle bonito… Hoy necesito que me digas ¿Qué estereotipos merman tu autoestima?” entre otras tareas fueron parcialmente resueltas semana tras semana. La doctora Hayashi me ayudaba escuchando y comprendiendo mi pasado, relacionándolo con mecanismos de defensa, así como saber orientarme hacia lo que necesitaba: romper, enfrentar esos miedos y ver mi valor como persona (lejos del valor físico que tanto me mortificaba). Aunado a dicha ayuda psicológica, la joven recibió durante dichos meses una propuesta trascendental la cual, le dio una nueva razón para levantarse en el día: su trabajo consistiría en investigar, leer, cuestionar el adoctrinamiento de ciertas costumbres, por dar una referencia, y eso por dar unas cuantas tareas de las que tenía que hacer. El blog feminista al que había entrado era, sin duda al-
guna, una nueva fuente de inspiración y constante colaboración con nuevas o personas ya conocidas. Pero significaba por encima de todo, un
nuevo comienzo para ella respecto a su compromiso hacia los demás, y con su amor propio. Todo comenzaba a tomar otro significado, otra visión. “¿Sabes, Lili, tienes que saber abrazar esas emociones, cualquiera que sea, quiero que sepas que es válida? A lo que quiero llegar con todo esto, es que no importa en qué fase de tu vida estés, ese autocuidado que te tienes día a día, así sólo sea desayunar o peinarte, es algo, un proceso; recuerda, eres como la plantita de la que te hablaba: tienes que hablarte bonito día a día, observarte y abrazarte. Por último -y no menos importante- quiero decirte que me alegra ver cómo cada día que vienes conmigo estás eligiendo tu salud mental, pues has sido lo suficientemente valiente para priorizarte, gracias por la confianza, nos vemos la próxima semana”. “Ciertamente es increíble observar la cantidad de apoyo con la que cuento hoy día tras tormentosas relaciones -amistosas y amorosas-. Ahora sólo tengo que dejarme llevar por el amor incondicional que la vida me está dando. ¿Es fuerte decir que estoy enamorada de mis amigos? Porque definitivamente se siente así. Si bien, no soy la maestra de la autoestima, ni un ejemplo a seguir, sólo quisiera demostrarme hoy cuánto he avanzado y cuánto más me falta para ser quien quiero ser, y he notado que mi delineado es cada vez mejor conforme mejora mi amor propio, jaja. No quiero ser un ejemplo a seguir, no quiero que nadie tenga expectativas irreales de mí, pues no soy víctima, pero tampoco victimaria, sólo soy humana” ... Oh, querida Lili, sólo quiero que nunca se acabe ese característico optimismo en tu ser. Resiste. Claro que puedes. Siempre creeré en ti, siempre… Esperaremos a que nos traigas un avance de tu proceso de sanación emocional y cómo continúas rompiendo esas limitantes exteriores impuestas en tu ser. Eres y seguirás siendo una gran mujer.
Amor
Marco Antonio Ambrosio Vargas UAEMex, México
Ilusión, sueño y fantasía grita tu interior, pasión y locura escuchas de tu corazón. ¿Qué es el amor? Es la pregunta que se han hecho millones de filósofos, este sentimiento que mueve al mundo y que causa sufrimientos y placeres.
Tantos tipos de amor existen que no se sabe por cuál empezar. El amor platónico es el amor que consideramos ideal, porque es atractivo para algunos de los sentidos basándose en el físico, pero es un amor no correspondido, quedando nuestro juicio totalmente sorprendido por la facilidad que perdemos el piso, tanto sufrimiento y agonía nos da este amor por el cual sufrimos y no es correspondido.
El amor aristotélico, mucho más terrenal, que poco buscamos o encontramos sin querer. Es amor des romantizado, más frío y más inteligente.
Amor familiar muy valorado por la sociedad, tan acostumbrado estamos que cuando nos hace daño no sabemos que hacer, porque nos han acostumbrado que a pesar de todo lo que pase tenemos que amarlo sin saber porque, aunque ello vaya en contra de nuestro propio ser.
Seguiremos con el amor que uno escoge y no me refiero al amor que nos tiene nuestra pareja, me refiero al amor que se tiene los amigos, las personas que podemos confiar y que sin importa lo que pasa siempre nos apoyaran, no son parte de nuestra familia, pero los hacemos parte de ella. Sin importas los años o la distancia siempre nos apoyaran, porque la verdadera amistad se forja a través del amor real y desinteresado
El amor de nuestras mascotas es, probablemente, el más sincero de todos, porque a ellos no les importa los lujos que tengan, con solamente tenerte se sienten los seres más felices de este mundo. Qué bonito es el amor en todos los empaques que conocemos, pero se nos está olvidando el amor más puro y sincero: nos referimos al amor propio. Buscamos tanto el amor en todas las personas y en diferentes partes que nos olvidamos de darnos el amor que nos merecemos, como seres especiales que somos, nuestra importancia radica en el amor que todo nosotros nos damos como seres especiales y nos meremos
Colección breve de poemas al amor
Biridiana Pérez Reboyar UAEMex, México
1 pocas cosas en el mundo son interminables, cosas que viven, aunque debieran desquebrajarse, que de hombres necios infierno es resignarse y paraíso para los amorosos siempre amarse. Pocas cosas en el mundo son interminables, eternas como la estancia en una fría tumba, como sentimientos indomables, como heridas que no se curan.
Nada en el mundo permanece intacto, ni la felicidad en un contrato, ni la veracidad de un sueño abstracto.
2
El cielo triste lloró pero su dolor a tu corazón no llegó, ignorada entre sollozos murió pues el amor en ti jamás germinó. En el contracto de tus oídos sordos la miel de su boca pereció y con cada lagrima ella borró la felicidad que solita construyó. ¿Por qué el amor es complejo? que insiste en ver lo que para sí quiere, convirtiendo a sus semejantes en borroso reflejo y en culpables absolutos de lo que a su alma hiere.
Y el viento quiso soplar lejano un adiós, rompiendo la cadena que no acabaría, dejando el perdón en las manos de Dios y la posibilidad de ser feliz en otra vida.
3
Sonríe que, entre todo, lo bueno sale. sonríe porque las lágrimas un día cesan, porque lo tóxico no siempre sobresale y porque, igual que las flores, los recuerdos se secan. Sonríe que la dicha en algún parque aguarda, y un día ya no habrá más despedidas, que del miedo has tirado la barda y con el hilo de la vida se salta la cuerda. Sonríe que no hay más qué hacer, todo con amor solución tiene, aunque nuestra dicha queramos entorpecer, para nosotras la luz siempre viene.
La tierra santa
Kimberly Patricia Juárez Vázquez México
Desde pequeña muchas veces me repitieron el concepto de amor y felicidad, pero sentirlo de verdad no necesito de un concepto o una serie de pasos de seguir. Si no la manera en que todos los días deseas encontrarlos para abrazarlos como la amiga que tienes mucho tiempo sin verla .Pero sobre todo sabes comprenderlos cuando sientes su ausencia en millones de formas en cómo te puedes equivocar en buscarle algún concepto. Debo confesar que en algún momento pensé que la felicidad y el amor eran enemigos y amantes al mismo tiempo como esa relación complicada en las que se necesitan pero deben mantener la debida distancia antes de provocar una enorme explosión que se lleve todo consigo y solo deje pequeños pedazos. Y es que debo ser honesta que cuando emprendí el viaje pensé que la felicidad se debía a él a todo lo que era su sonrisa, venia de la idea que el amor nacía del que alguien podría ofrecerme creando el equilibrio perfecto y mi hogar pertenecía de donde se desprendía el aroma de aquel suéter gris que me hacía derretir. Pero entonces comencé a caminar por el bosque donde los arboles fueron testigos del amor equivocado de mis pasos torpes, del camino que trazamos mientras bailábamos en medio de la hoguera incluso cuando no sabía cómo hacerlo solo tengo el recuerdo de cómo se detuvo la música tan brusco y los moretones en mis pies cuando caí más allá de la tierra y la lluvia acida no venia del cielo si no de mis mejillas y mi almohada aun susurraba su nombre incluso ahora que veo sobre los arboles no me arrepiento de mostrarte mis escondites favoritos pero es que en medio del fuego y los arboles descubrí que la felicidad no era ese amor solo un pequeño fragmento y entonces el viaje apenas comenzó.
No lleve maletas pesadas tal vez porque siempre supe en el fondo que no se necesitaba mucho equipaje solo el deseo de hacerlo, no negare que no fue nada fácil porque la hiedra que corte para llegar ahí tenía mi nombre escrito me encontraba cubierta de ella y la regaba con mis mayores temores con las lágrimas del proceso que escuchaba caer entre las hojas y es que pensé que jamás me convertiría en la margarita que alguien
podría desear o podría admirar tanto como para querer conservarla. Durante el viaje encontré más caminos que lucían traidores listos para herirme más como las espinas de las rosas que en algún momento conserve con la esperanza de volverlas ver florecer, pero es que llegar a Tierra Santa no es necesario llevar ofrendas y ahora lo sé. Es encontrar el estado de gracia que llevamos dentro, esa sensación de ser huracán que destruye una habitación pero que también cura y repara mejor de lo que nuestra mente podría imaginar que la vergüenza debe irse por la ventana cuando nos miramos por el espejo porque tenemos la seguridad que podríamos curarnos las heridas en millones de actos de amor sin depender de los demás solo tu corazón abierto a escucharte seguir el camino, dejar el deseo de tocar y luego dejar ir, porque esa es una de la maneras en que nos derrumbamos y es que el amor no debe de tener reglas ni limites cuando se trata de la persona que te mira en el espejo porque ella es la única que tendrás toda tu vida no la que esperaba detrás de la puerta esperando una sonrisa. Y es que al mirarnos al espejo somos tan cercanos con nuestro reflejo besarnos es tener tan cerca nuestros labios pero sin tocarse es el deseo de siempre sentirse bien pero acompañarse cuando no es así, sé que no es lo más alentador el viaje y el proceso porque confieso que a veces quedas exhausta sin aliento y apenas puedes recuperar el aliento porque no todos los lugares son seguros pero nada es para siempre y esa es la esperanza que la mantenemos viva esa no traiciona si no es la que da vida a cosas maravillosas, es lo que mantiene viva a la tierra santa.
Te confieso esto porque justo estaba recordando el inicio de mi viaje cuando tomaba el ultimo sorbo de mi café antes de salir por la puerta la fe fue conmigo tan ligera y dispuesta a que todo mejoraría con el paso del tiempo y es que el cielo es el testigo de cuantas veces busque el camino pero es que ahora comprendo con claridad que todos sin importar el color de tus ojos, tu piel, tu estatura o tus cicatrices puedes llegar de mil y un maneras podrás encontrarla. Te puedo dar una pista de cómo encontrarla y es que tus poemas no buscaran más nombres para rimar si no el tuyo será el que
Kimberly Patricia Juárez Vázquez
encaje en todos, las conversaciones serán largas porque te agradara platicarte te abrirás a tu propio corazón y sentimientos que te darás cuenta que siempre tuviste la llave para entrar, porque ya no esperaras notas escritas en la pared por extraños o la inicial de alguien escrito en tu puerta porque será tu inicial el motivo y el motor que te lleve tan lejos como tus sueños te llevaran. Y es que cuando la encuentres podrías bailar descalza con tu vestido favorito y tus mejores pasos por todas las historias que ya escribimos y las que escribirás porque ya no te vestirás para la aprobación si no por tu propio amor porque cuando menos te des cuenta justo ahí donde estés de pie esa es tierra santa frente al espejo sonriéndote de par en par porque nunca dejaras de viajar para encontrarla mientras seas tu no necesitaras otro acompañante para bailar y brillar ante el mundo y finalmente ser una habitante más de la tierra santa del amor propio.
Cotidiano
Brayan Cedillo Bautista Estado de México
Imagine all the people, living life in peace, You may say I’m a dreamer but I’m not the only one I hope some day you¨ll join us and the world will be as one.
- Imagine, John Lennon.
Desperté muy temprano, como acostumbro a hacer cuando quedó en salir con amigos. Tardé un instante en despabilar y al momento en que las ganas llegaron a mí bajé los pies, sentada al borde de la cama volteé hacia el despertador de mesa que sonaba sin cesar. Pensante y cabizbaja, observando la luz grisácea que se cuela en las mañanas de cielo nublado por la línea media que dejan entre ver las cortinas, medité sobre lo sucedido días atrás.
Tomando fuerza y ánimos estiré los brazos, apagué el molesto ruido y resolví alistarme, dispuse así ducharme antes del desayuno. El día anterior había preparado el outfit perfecto, una falda roja con unos tirantes negros que contrastaban con la blancura de la camisa con que pensaba combinarlos. Al tomar la falda me detuve un momento contemplándola, un miedo profundo invadió mis pensamientos, la imagen de la prenda se tornó en mi mente como si de ella escurrieran pequeñas gotas rojizas, cambié de opinión y opté por mi sudadera negra, unos jeans y tenis blancos. Al bajar las escaleras crucé la sala para entrar en la cocina, tenía ganas de la deliciosa rebanada de pastel de chocolate que sobró del cumpleaños de papá y que se encontraba resguardada en el refrigerador. En ese instante la duda sobre el cuidado de mi figura me detuvo al tocar el mango metálico de la puerta, vacilé un instante y terminé por cambiar dicho postre por un licuado de frutas y dos rebanadas de pan tostado, consejo de las modelos de Instagram de hoy día. Miré el reloj de reojo mientras terminaba de enjuagar los trastes, al ver la hora salí a prisa, no faltaba mucho para que mis padres bajaran. Quería evitar la discusión mañanera que papá iniciaba siempre por la negativa de mamá a dejar su em-
pleo, la pregunta típica de por qué insistía tanto en hacerlo si él se dedicaba a ello, seguida esta por del argumento de que alguien tenía que quedarse a cuidar la casa; todas esas nimiedades de importancia sustancial para algunos hombres son fastidiosas, como si no supiéramos que la verdadera razón para actuar así es el miedo punzante a sentir vulnerada su hombría. Al abrir la puerta y cruzar unos cuantos metros de jardín reparé en atar mi cordón, que supongo, debió soltarse unos segundos antes. Coloqué un pie al frente y uno atrás, atando la agujeta seguí meditando en las mismas cosas que al despertar, los segundos se convirtieron en una eternidad abrumadora; el tiempo pareció algo irreal, como si pudiera detenerse o seguir su curso a voluntad, o más bien como si aquel entendiera los momentos exactos en que nuestras vidas necesitan de un reposo súbito.
Caminaría para llegar al puente peatonal que más o menos está a tres o cuatro cuadras de la casa, habría que cruzarlo para poder tomar el camión que me conduciría cerca del café al que mis amigos y yo acostumbramos frecuentar; subiendo las escaleras me percataría de las miradas de dos chicos, como de secundaria a juzgar por la pinta precoz y por la sudadera de tipo estudiantil color verde que colgaba del extremo de una de sus mochilas, que se encontrarían al inicio del puente. Aquellos ojos inquisitoriales, llenos de obsceno morbo y, me los figuré pensando en la idea de que si pudiesen arrancarme las prendas con la simple fuerza de un incómodo vistazo no lo dudarían ni un segundo. Cada paso dado en los escalones encajarían perfectamente con las mirada indiscreta puesta es mi cuerpo, como si aquella subida tomase la forma de estanterías de cristal de aquellos lugares donde la frase de enganche es “Puede probar sin compromiso”.
En realidad no sabría el porqué del nefasto percance, mi ropa se vería lo suficientemente holgada, y de lo grande de mis senos no tengo culpa alguna, de hecho, siempre los he odiado por la misma razón. A momentos me ha llegado a fastidiar mi propio cuerpo, pensado que si no fuera de esta o tal manera algunas situaciones serían muy diferentes, no tendría que aguantar ciertos embarazos habituales. Por ello, he seguido el consejo de algunas amistades de usar una vestimenta suelta para evitar los bochornosos
giros de cabeza de aquellos búhos varoniles que se posan en cada una de las calles de la ciudad. En dicha especie, algunos miembros noctámbulos esperan la oscuridad para realizar sus actividades de cacería, pero en las urbes modernas este tipo de aves semi-humanas no sienten la mayor necesidad de esperar hasta caída la noche para engullirte de reojo, sino que lo hacen con un giro de ciento ochenta grados que resulta espectacular. También es desconcertante, y muy intimidante, que en cualquier otra circunstancia les sería imposible realizar tal proeza, casi de carácter deportiva, que se deja ver altamente mecánica e instintiva, o al menos ese es el argumento de muchos de sus miembros. A mitad de puente miraría a lo lejos una pareja dirigiéndose en sentido contrario. El primer personaje de barba mal rasurada, que más bien parecería hilos desarreglados que cuelgan de mofletes y papada, iría reprochando no sé qué sandeces mientras jalonearía del brazo a una mujer algo mayor, o al menos eso aparentaría ella por el aspecto deplorable de su rostro; la segunda figura asemejaría un perro regañado, quien llevara los ojos rojos y las lágrimas a punto de salir, lo cual pasaría mi presencia no la hubiese avergonzado, cómo saber lo que le esperaría al llegar a un lugar con posibles menos observadores. Nuestras pupilas intersectadas por un instante serían suficientes para que un juego de emociones diversas se oprimiera en mi pecho, debajo de esas masas circulares de las que quejándome hable unos minutos antes; ella apenada y yo impotente. Acto seguido, retumbarían en ese espacio abierto, como si hubiera muros invisibles de aire rodeándolo o las galerías de cristal se extendieran por toda la construcción, un “Tu que chingados miras escuincla pendeja” proveniente de aquel ejemplar del hombre macho.
El miedo me haría bajar la cabeza y acelerar el paso, mis pies caminando como si tuviesen el control de sí mismos. A pesar de querer retornar el cuello para vislumbrar aquella pareja dispar en cuanto a carácter y sentires, mis ojos seguirían posados en el pavimento dejado atrás cada vez más rápido. Descendiendo por el lado opuesto encontraría la parada, después de hacer la señal, sa-
car las monedas del pantalón y escuchar el freno del camión, ingresaría; pagando la cuota el siguiente paso sería buscar un asiento vacío, percatándome de su nula existencia decidiría caminar para dejar libre la entrada de acceso. Al dar media vuelta para proseguir hacia la parte posterior del vehículo escucharía el “¿Ya viste que culo se carga esa vieja?” pronunciado por el camionero al hablar con el cacharpo del día, a lo cual el último contestaría con el típico “Yo si me la daba” mientras restregaba su miembro contra la entrepierna, con ayuda de la mano izquierda. En ese instante me retiraría lo más posible, seria hasta la mitad del camión debido a que el espacio al fondo ya estaría ocupado.
Pasado algo de tiempo, llegaría el punto en que la multitud se aglutinara unos contra otros y nadie podría moverse sin dificultad. Al momento, me embargarían los pensamientos, el flash back de un día en específico anonadando la mente, no encontraría distracción o idea alguna que pudiese hacerme dejar de meditar, o eso parecería.
Al poco instante ocurriría ese algo que me sacara de la cavilación existencial que experimentaba tan seguido desde hace algunas semanas. El tacto de una mano que pasaría acariciando mi trasero sin ningún contratiempo, una sensación garrafal a la cual hacerle frente no sería posible debido al casi nulo espacio que quedaría entre cada uno de los que estaríamos parados, y a las miradas prejuiciosas que la gente posaría sobre mí. Eso te hace sentir culpable por algo que no provocas, como si yo forzara esa situación. No pasaría mucho rato para que la acción se repitiese, pero esta vez sería un apretón que utilizaría toda la palma y las yemas de los dedos, de tal forma que quedarían moldeadas a la perfección con uno de mis glúteos, dicha acción provocaría que diese un brinquito casi imperceptible. Otro acto similar continuaría, el cual percibiría más próximo a mi entrepierna y que rozaría mis labios. Ese era el punto en que la ira se desbordaría por todo mí ser, pero también un algo dentro de mi corazón robaría mi voz y paralizaría mi ser, quedando al margen, esperando a que aquella persona decidiese soltarme. Una cuarta ocasión se suscitaría, el tacto esta vez de su pene erecto restregándose por
todas partes, de arriba abajo, de un lado a otro, el individuo inclinando las rodillas para no dejar ningún espacio sin alcanzar. Un vaivén tan denigrante, una atadura de mi cuerpo inmóvil mientras experimentaría tal castigo, como si yo hubiera cometido el peor de los delitos, el nacer mujer.
A punto de que mi rímel se escurriera por las lágrimas nacientes el camión frenaría, la mayor parte de la gente en el pasillo bajando una tras otra. Alzando la vista y con un nudo en la garganta lograría contactar con un hombre portador de un traje bastante arreglado, no uno como los que usan las personas para trabajar en cubículos seis días a la semana, sino de esos que aparentan salir de páginas de revistas de moda. No podría evitar que saliera aquel mar negro contenido anteriormente en el instante de que un hombre bajando del trasporte sonriera, después mandara un beso y por ultimo llevara su mano derecha junto a la nariz para olerla. Guardando silencio todo el camino, llegaría a la esquina donde tocaba descender de aquella maquinaria grotesca con olor a colonia mezclada con limpiador y diversas pestilencias corporales.
De la parada hasta el café trascurrirían cinco minutos, cinco raros minutos en que las sensaciones de hace solo unos instantes y las contempladas durante toda la mañana se entrelazarían como una sola, como un caldo del que surgirían recuerdos no muy diferenciados ni claros, grumos que no identificas si son de uno u otro ingrediente. En la entrada los amigos y mi novio desesperados por mi retardo esperarían, la única sensación deseable en aquel momento era la de él rodeándome con sus brazos, al mismo tiempo que mi cabeza permanecería recargada en su pecho para descargar mi llanto. Lo que sucedería al momento de hablar serían reclamos por mi impuntualidad, la forma en como la ropa que llevaba me hacía ver poco femenina, el discurso de que al menos tratara de vestirme menos bato para él, preguntado si no me importaba parecer lesbiana, que él merecía una novia más coqueta. Esas palabras rompieron el lapso congelado por una acción y una memoria que pueden frenar todo a nuestro alrededor. Las manecillas del reloj volvían a rotar, las ruedas de los carros girando a toda prisa, la movilidad de los cuerpos y el soplo del viento dejaban su autonomía y circulaban nuevamente.
. . . Levanté la vista al terminar de dar la última vuelta la agujeta, retrocedí. Crucé la sala, subí las escaleras y cerré la puerta para no percibir la discusión que se suscitó muy brevemente. Conecté mis audífonos al celular y me recosté colocándolos en mis oídos, al momento de cerrar los ojos sonaba “Imagine there's no heaven, it's easy if you try, no hell below us, above us only sky, imagine all the people living for today”… Todas las imágenes del tan inquietante día fueron más claras y exactas en ese momento; recordaba lo frio de la puerta del baño de la facultad en contacto con mi cara mientras podía observar a un lado la chapa con el cerrojo puesto, en este instante sentí la misma fuerza con la que en dicho lugar él sujetaba mis brazos por detrás de mi espalda. La memoria de mis pantaletas hasta el suelo, al nivel de mis tobillos, y la forma de sus zapatos al revés posados detrás de mis piernas me daba vueltas en la cabeza. En un principio traté de oponerme, pero cada que intentaba librarme sus golpes iban aumentando de intensidad y yo doblaba el torso por el dolor; llegó el punto en que fue tanta la fuerza que algunos puntos de mi carne amoratada dejaron de sentir el contacto. Poco rato pasó para que cediera, por lo menos así el señor pararía de impactar con sus puños mis costillas, los oídos comenzaban a retumbarme. Allí, donde tanto tiempo pase anteriormente y que fue lugar de pláticas entre amigas, solo escuchaba jadeos animales que se repetían por el esfuerzo, un “¡ah…ahhh…ahhhhrg!” que resonaba constantemente, y a cuyo compás iban los golpes de una pelvis sudorosa avanzada en edad contra la piel blanquecina de mis glúteos. Mis piernas temblaban cada vez más al momento de que su pene entraba y salía, una penetración constante que iba desgarrando mis órganos sexuales, como una taladro que intenta abrir un orificio en una pared de hormigón, al inicio fuerte y rígida por el esfuerzo de aquel material, pero que posteriormente cede y deja al instrumento pasearse como si la abertura que ha provocado le fuese dada por derecho natural. Al mismo tiempo escuchaba sus gemidos intensificarse al igual que la rudeza con la que se incrustaba dentro de mí, casi tomando carrera, a una velocidad cada vez más dolorosa. Más adelante, sentí como el sudor que
brotaba de su frente caía gota a gota justamente sobre el doblez de mi espina dorsal, y mi cara rebotaba contra la puerta provocando un “toc toc toc” insufrible e infinito. Después de los quince minutos más largos de mi vida, y de sentir como su semen junto con algo de sangre escurrían por mi vagina, quede en el suelo. La única vez que dio espacio a poder incorporarme, medio en cuclillas, fue cuando hizo que limpiara con la boca el resto del producto que había quedado en su miembro, que al ser dispuesto en la parte final no tardo tanto para que fuera perdiendo grosor y textura, se sentía como una masa blanda y diminuta sin vigor ni gracia. Al quedar arrumbada en el suelo, saqué fuerzas, y arrastrándome llegué a uno de los espacios seccionados, pose mi cabeza sobre de mis brazos recargados en el retrete. Por debajo del espacio que se deja entre piso y muro de plástico, que sirve para dividir los inodoros, lo visualice un tanto borroso, subía su bragueta y ajustaba la hebilla del cinturón café que vestía. Lo único que sentí en ese momento fue un dolor punzante de la cintura hasta los dedos y los restos viscosos entre las piernas. Observé cómo abrió la puerta, me percate del giro dado al pequeño aparatito de metal que hacía su singular “clip” al ser liberado, regresó su mirada casi a la par en que baje mi rostro para vomitar en la tasa, y en aras de su partida escuché las palabras burlonas que decían “Te veo la próxima semana en clase, no llegues tarde, si colaboras la próxima vez podríamos llegar a un trato y subir tu promedio, al menos así obtendrás algo de esto…bueno, obtendrás otra cosa, porque el placer nadie te lo está quitando…y vístete, no vaya a ser que alguien venga y te vea en esas fachas, Trata de que a la otra esa falda roja no sea tan corta, digo, para no levantarnos insinuaciones”. El rostro me quedó fijado en dirección a la puerta entreabierta al momento que desapareció aquella figura monstruosa entrada a la cincuentena, el aire quedó impregnado de la loción que suele utilizar, aroma que parece no conocer de distancias y tiempo ya que aún sigo respirándolo en esta habitación de espacio considerable.
Amorfo
Adrian Leodan Morales Ramírez Veracruz, México
¿Cuál es la parte del cuerpo que más duele? ¿El pigmento de la piel? ¿Los sonidos de la lengua? ¿El café quemado del iris? La tierra de mis ancestros corre por las plantas de mis pies. Las voces de asfalto, afirman que mi identidad debe contruirse a partir del juicio de sus MIRADAS.
En la Soy obra negra. Soy obra negra. Soy obra…
periferia
de la existencia, donde nos concentramos las
minorías encontré un sitio. NARRACIONES CONSTRUIDAS A PARTIR DEL RECHAZO El Viento regresa de los montes. Encuentra en mis
Los verbos blancos, NO C A B E L L O S las cuerdas vibrantes de su VOZ.
permiten el movimiento
más allá
de su juicio y su decreto.
¡A LA MIERDA LOS SUSTANTIVOS DE SU DICCIONARIO! Habito en los barrios populares. Belleza morena resaltada con las luces neón de las uñas y los labios.
OjOs achinados heredados de otros tiempos. Entrelazan sus pestañas.
Aprendí a AMARME a partir de la experiencia de la otredad rechazada.
No es amor
Berenice García Hernández UAEMex, México
No es amor, cuando existe más miedo que alegrías en el alma no es amor, cuando hay más heridas que caricias que escandalizan el ánima no es amor, si menosprecia tu esfuerzo en lugar de alentar tus anhelos de hacer vibrar tus deseos de apoyarte a seguir tus sueños. No es amor si te da más noches de vigilia que madrugadas de deleite y delicias no es amor, que no escuche tus miedos tus historias y tus travesías no es amor, si su voz te provoca fobias en lugar de ser un melodioso sonido para dormir. No es amor, si te causa más pánico el roce de sus manos en la piel que éxtasis en el cuello, no es amor, si para estar cerca de ti te impone su voluntad sin temor a lastimarte o herirte.
No es amor si por las noches de miedo, ira, incertidumbre y dolor él nunca se encuentra no es amor, si solo aprovecha del cariño que por el sientes no es amor si solo es un engaño. No es amor, si te sientes insegura temerosa, confundida e intranquila al verlo acercarse a ti, al verlo sonreír no es amor, si por abrigarlo a él te has olvidado de ti, no es amor si te has olvidado de sonreír, de frecuentar, de vivir no es amor, si por amarlo a él simplemente te has olvidado de ti.
Amor propio
Cindy Elizabeth Olivares Osorio
Florencia
Mar Iranya Andrade Flores Querétaro, México
Tanto en el pueblo de Darona, como en todos los pueblos que conformaban el reino de Rada, era una costumbre hacer acuerdos entre familias para casar a su herencia. Y claro que Florencia, la hija de los cultivadores más prósperos de pueblo, no sería la excepción. Florencia esperaba en el pozo por su mejor amigo, Santino, mientras admiraba el inmaculado lago del pueblo de Darona. El primer recuerdo de su vida era aquel inmenso y cristalino cuerpo de agua. A pesar de todos los días ver ese lago, ese momento se sentía como la primera vez que lo veía, puesto que su vida estaba a punto de cambiar. Antes de que el sol comenzara a ponerse, Santino llegó acompañado de su carreta medio vacía. Por la cantidad de carga y la cara de su amigo, Florencia podía decir que había tenido buena venta en el mercado. —¡Flor! —Santino saludó con uno de los apodos que menos le gustaban a Florencia — ¡Vendí casi todos los pares de zapatos! Seguramente mi padre comprará pato para cenar. Florencia llevaba toda la mañana pensando en cómo darle la noticia a su amigo, con quien creyó que se casaría desde que tenía memoria. —Santino, mis padres decidieron casarme con el hijo de los ganaderos del pueblo vecino. — Aun cuando el tono que usó fue estricto, Florencia no pudo evitar bajar la mirada. —Nuestros padres llegaron al acuerdo de intercambiar cultivo por ganado cada año, así que es bueno para nuestras familias. —No, Flor. —Santino tomó a Florencia por las muñecas para atraerla hacia él. —Sabes que tenemos sentimientos el uno por el otro. No me hagas esto. Florencia intentó soltarse del agarre, pero era más fuerte de lo que esperaba. —Lo siento, él pidió mi mano primero. —Florencia dio algunos pasos hacia atrás, quedando libre. —Tengo que irme, hoy nuestras familias van a cenar reunidas. Sin dar más explicaciones, Florencia caminó rápidamente a su hogar, donde su madre la esperaba con uno de los vestidos más decentes que tenía, y un montón de labores por hacer antes de que los invitados llegaran. Una vez que terminaron de cocinar, arreglar la casa, y arreglarse a sí mismos, la familia de Florencia esperaba con ansias a la familia del prometido, la cual no tardó en llegar.
Los futuros esposos, Carlo y Florencia, fueron presentados; y sin siquiera haberse dirigido la palabra, los padres de los jóvenes saltaron inmediatamente a hablar sobre su acuerdo. No habían servido la cena todavía, cuando unos golpes se escucharon desde la puerta. —¡Flor! ¡Tengo que hablar contigo! —la inconfundible voz de Santino resonó dentro de la pequeña casa, dejando a todos los presentes con expresiones de confusión. —¿Quién es ese? ¿tienes otro prometido? —preguntó Carlo con ira, quien se dirigía por primera vez a Florencia. La muchacha, por su parte, negó horrorizada con la cabeza, y salió corriendo detrás de su padre cuando este llevaba consigo su escopeta cargada para abrir la puerta. —¡Señor! —exclamó Santino desde la entrada —¡estoy aquí porque quiero casarme con Florencia! —¡Ella ya está comprometida con mi hijo! —el padre de Carlo salió a la defensa —¡vete antes de que te mate con mis propias manos! Santino ignoró a Carlo y a su padre, para dirigirse únicamente al padre de Florencia: —Deme hasta mañana para mejorar el acuerdo, pero por favor, reconsidere mi propuesta. Fue entonces cuando Carlo y su padre se quedaron callados, si Santino mejoraba la oferta, ellos perderían su oportunidad para hacer negocios con la mejor familia del pueblo de Darona. —Está bien —dijo el padre de Florencia —tienes hasta mañana al amanecer. Sin perder tiempo, y tampoco sin despedirse de la muchacha, Santino regresó por su camino. La cena se canceló, y la familia de Florencia no tuvo más remedio que dormir temprano. A la mañana siguiente, Santino estaba frente a la casa de Florencia, donde hizo saber que no había mejorado el acuerdo, pero sí había logrado igualarlo. El padre de Florencia no esperaba que la familia de Carlo aumentara la oferta, puesto que era lo máximo que alguien le daría por su hija. El hombre sabía que cualquiera de las dos opciones era beneficiosa, y además, estaba en posición de decidir: no había otra muchacha en edad de casarse en los pueblos cercanos aparte de su hija; y si la familia de Santino expandía el negocio zapatero, como se había rumorado por el pueblo, podría conseguir mucho más de ese trato. Fue entonces cuando el padre de Florencia comenzó con una serie de desafíos, donde Santino y Carlo competirían por demostrar ser el más hombre. Al principio, Florencia se encontraba muy nerviosa, al igual que su padre, ella pensaba que
cualquiera de los dos sería buen marido. No tenía preferencia. Pero el entusiasmo se fue desvaneciendo cuando la chica se dio cuenta de que competían por saber quién era el mejor entre ellos, y no el mejor para ella. Una noche, el padre de Florencia regresó preocupado a su hogar. Santino le había dicho al señor que, si seguía demorando en su elección, no era muy probable que pudiera mantener el acuerdo. Mientras que, la familia de Carlo había empezado a buscar a otras muchachas que estuvieran disponibles en pueblos más lejanos. Los padres de Florencia discutieron por un buen rato, hasta que llegaron a la conclusión de que era mejor que su hija decidiera. —Espero que por la mañana tengas la respuesta —dijo el padre antes de retirarse a dormir. El peso del mundo cayó sobre Florencia. Nunca esperó tener ese tipo de responsabilidad, ni mucho menos ese poder de decisión. Podía pasar el resto de su vida con Santino, el único amigo que había tenido hasta el momento; o con Carlo, y entrar a una buena familia que le daría estatus a ella y a sus padres. Cualquiera de las dos opciones le parecía bien a Florencia, y su familia gozaría de los beneficios, pero ninguna le convencía completamente. Durante toda la noche, Florencia estuvo pensando y pensando, pero en lugar de encontrar puntos favorables en Carlo o Santino, solo encontraba cosas que no le agradaban: Odiaba que Santino le dijera “Flor”, pero su amigo había decidido ignorar las constantes correcciones sobre el nombre de la muchacha. Además, no le gustaba que Santino fuese brusco cuando la abrazaba o tomaba su mano, en ocasiones la lastimaba. Aunque no conociera en lo absoluto a Carlo, podía decir que odiaba que la ignorara; ni siquiera la saludaba cuando se encontraban. Cuando la veía parecía como sí Florencia fuese lo más horrendo que se hubiese visto; y cada que uno entraba a la habitación, el otro salía, como si se estuviesen repeliendo. Y pensándolo bien, Florencia no quería ser ganadera o zapatera, toda su vida había imaginado vivir en la ciudad y ser enfermera. No le gustaba ser llamada “Flor” o “Florecita”, su nombre era Florencia, con todas sus letras.
No le gustaba ser tratada bruscamente, pero tampoco quería ser ignorada como si no valiera nada. De pronto, de tener todas las opciones del mundo, parecía que Florencia se había quedado sin tener de dónde elegir. Pero el sol casi salía, y debía tener una respuesta, ya. Desde las sombras, apareció la madre de Florencia; quien se preparaba para comenzar con las labores mucho antes que el amancer: —Ay, mi niña, no me digas que no dormiste. —Mamá… —La muchacha se acercó a la mujer, llena de dudas y miedos, porque ahora sabía que cualquiera de las dos opciones la haría infeliz. —¿A quién debo escoger? La mujer acunó el rostro de su hija con una mano, y luego de un suspiro, respondió: —Debes escoger a la persona que más quieres. Y eso fue lo que Florencia hizo. Ni bien había salido el sol, Carlo y Santino esperaban fuera de la casa de la muchacha por una respuesta. Los padres de Florencia salieron a recibirlos, con la promesa que su hija no los haría esperar más. Aguardaron por algunos minutos, que se hicieron horas; pero más pronto que tarde, descubrieron que la habitación de la chica estaba vacía. Y a juzgar por las tantas pertenencias y vestidos que hacían falta, parecía como si Florencia no fuese a regresar pronto. No hizo falta mencionar que ambos acuerdos estaban rotos. Algunos kilómetros más lejos de donde el pánico entre las familias comenzó a cundir, Florencia llegó a la estación de tren, luego de visitar su adorado lago por última vez. El rumor de “su huida con otro hombre” había llegado rápidamente hasta ella. Algún día regresaría a explicar todo, pero por el momento, ningún rumor o acuerdo le preocupaban. No le interesaba ni su estatus, ni el ganado o los zapatos. No quería pensar en casarse o cuántas vacas al año valía. Florencia no sabía cómo llegar a la ciudad o cómo ser enfermera; lo que sí sabía era que se encontraba desbordando de felicidad, porque, a fin de cuentas, había elegido a la persona que más quería.
Diario de un amor propio
Adalin Jazmin Blancas Pineda Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
En la mañana, buscando unas fotografías en los baúles, encontré una libreta, estaba en tan buenas condiciones que llegué a pensar que era nueva, ¿cómo es posible eso?, me pregunté y al tomarla me di cuenta que en su interior tenía varias páginas escritas. En ese momento pensé que sería una mala idea saber qué cosas estaban plasmadas en aquel cuadernillo, pero la incertidumbre no me dejaría en paz hasta leer y conocer el contenido. Escuché pasos, así que decidí guardar la libreta y regresar más tarde a leer. Las horas parecieron una eternidad, pero mi curiosidad era tanta que preferí esperar que todos en casa estuvieran dormidos y así no tener ninguna interrupción. Antes de abrir la libreta, sentí que estaba haciendo algo malo, intenté retractarme, pero la duda no me dejaría en paz, así que decidí seguir con mi plan.
15 de agosto de 1954
Hoy le dije adiós a mi primer amor, desde hace un tiempo había pensado en dejarlo, pues comenzaba a tener actitudes que me hacían sentir mal; sin embargo, él dio ese paso que para mí fue tan difícil. Hoy me ha dejado. Sólo me dijo, —gracias, amor, es mejor que hasta aquí lo dejemos —, yo le contesté —está bien —, qué más podría decir, di media vuelta y me fui. No lo niego, desde que llegue a la casa no he dejado de llorar, sé que lo amo, pero no puedo permitir esto. Me repetía una y otra vez, cómo iba a estar con alguien que dudara de mí, que al encelarse y crearse historias que nunca pasaron, sólo dejaba de hablarme y me evitaba. Así que no lo buscaré, porque no puedo defender ese amor a cambio del amor y respeto que me debo tener a mí. Al terminar de leer la primera página me encontré sorprendida y algo me dice que debo continuar con las demás páginas.
3 de enero de 1956
He empezado una relación abierta, esa que sólo veo cuando uno de los dos necesita cariño, hemos tenido un par de citas, pero todo ha sido tan superficial que lo único que he llegado a conocer es su cuerpo, pues su alma parece cerrada con miles de candados.
28 de octubre de 1956
Mis errores los he pagado caro, pensé que andar sin compromiso sería má sencillo, pero no es así cuando te has enamorado. La verdad no sé por qué tengo tan roto el corazón, si yo sabía con el tipo de persona
con la que me había metido. Fui tan ilusa al pensar que sería la única, cuando muy bien sabía que él tenía un corazón de condominio. Él no podía darme un amor completo, aun así acepté tener las migajas de su “amor”, si es que eso puede llamarse así.
14 de noviembre de 1956
Hoy me invitó a salir y acepté. Al finalizar nuestro ritual de siempre él dijo, —ojalá pronto volvamos a salir —, aunque mis labios pronunciaron un —sí —, eso fue un adiós.
6 de junio de 1960
Casi siempre celebro mi cumpleaños con mis papás, pero este cumpleaños fue raro desde el principio. Mi madre estuvo insistente en que me depilara y arreglara, cuando yo claramente dije que no quería nada de festejo. Todos en casa parecían sordos a mi voz, así que tuve que obedecer, cuando bajé a la sala toda mi familia estaba ahí reunida, algo inusual en ellos. Llegó la hora de la cena estaba tan rica que yo estaba absorta en seguir deleitándome con los majares que me había servido. De pronto sentí las manos de mis primas en mis brazos llevándome hacia la puerta. Al salir vi a Marcos, mi novio, que estaba afuera esperándome con un ramo de rosas y un mariachi. La verdad no entendía nada, desde hace unas semanas no habíamos hablado, después de la “pelea tonta”, como la llamó él, no había tenido noticias suyas y yo estaba muy ocupada para buscarlo, no era que no me interesara, pero ya estaba cansada de la misma historia de siempre. Apenas estaba digiriendo la “bella escena”, así la llamó mi tía, cuando lo vi incarse y sacar del bolsillo de su pantalón una cajita. Todos gritaban de la emoción, el ruido se fue intensificando y cuando subí la mirada la familia de él ya estaba también. Bajé la mirada y con ella le dije a él que no entendía lo que pasaba, así él se levantó y me abrazo para que sus labios encontraran mi oído y me susurrara —perdón, estos días te he extrañado mucho, tanto que no quiero separarme jamás de ti —. Yo nunca di un sí, pero todos estaban tan felices que no lo notaron o no lo quisieron notar. Después todos pasaron a la casa, cenamos, bueno, yo sólo pasé los alimentos, el sabor se les había ido haciéndome entender que ellos sí habían tenido el valor de marcharse y no yo que me encontraba amarrada a esa situación.
17 de diciembre de 1960
Creo que todos estaban más emocionados que yo, todos planearon la boda menos yo, todos acordaron la fecha. Yo fui silenciada. A mí me dijeron que él era el hombre perfecto para mí, porque yo tenía un carácter fuerte y nadie iba querer a alguien así. Eso me repitieron todo este tiempo, tanto
que hasta yo me lo creí y mírame ahora, hoy es la boda.
29 de julio de 1962
Han sido días buenos y malos, hemos intentado sobrellevarlos, pero aún no me hago a la idea de esto, hay días que parecemos esos novios adolescentes y hay días que somos un par de desconocidos. Le permití dejarme cortar las alas, pues ya no me dejó hacer otra cosa más que las labores del hogar. Todos dijeron que eso era lo correcto y yo lo creí.
2 de septiembre de 1962
No lo había escrito aquí, por miedo a que algún día él te leyera y se enterara de los planes que he construido. La venda de mis ojos cayó y me di cuenta que el amor se había acabado, no sólo el de pareja, también el mío cuando dejé que el tocará mi cuerpo para su placer, cuando dejé que me gritará, cuando dejé que fuera una bestia conmigo. Así que hoy te estoy escribo desde la casa de una amiga, ella fue la única que me apoyó. Bueno, fue la única que le conté lo que pasaba en casa, mi familia nunca me hubiera creído.
28 de septiembre de 1962
Tuve que enfrentarlo, tuve que volverlo a ver, pero no me dejé, no permití que me regresara a mi cárcel. Mi carácter volvió, ahora más que nunca tuve que sacarlo. Lo amenacé con contar la verdad, así que decidió quedarse con la historia de “fue un matrimonio fallido”.
4 de enero de 1963
Hoy hemos firmado el divorcio. Nuestros padres trataron de buscar solución para que regresáramos, él no los apoyó, pues sabía que eso sería peor. Yo intenté agilizar todos los trámites antes de que se notara que llevó casi cuatro meses de gestación. A pesar de todo he intentado pasar un bonito embarazo, mis amigas me lo han hecho ameno. En mi trabajo fueron un poco estrictos, pero yo demostré que esto no iba a influir en mi labor diaria.
25 de enero de 1963
Hoy mis padres se han enterado de mi embarazo. Y lo único que escuché fue que no hice bien en separarme estando así. Su preocupación del decir de la gente, la familia y los amigos fue más fuerte que su intención de apoyarme en mi decisión.
12 de junio de 1963
Ha sido una niña, una hermosa bebé que ha iluminado mi vida. Mis amigas han traído muchos regalos en estos días; en mi trabajo me dieron permiso pasar la cuarentena completa en casa, igual yo intenté terminar todos los pendientes. Mis papás y algunos familiares han venido. Marcos también ha venido y ha confirmado que es su hija, trae la marca de nacimiento característico en su familia.
29 de julio de 1970
Mi familia al principio intentó que Marcos y yo formáramos la familia que Regina se merecía. Yo siempre les hice ver que eso era un error. Marcos tiempo después se volvió a casar y volvió a cometer el mismo error
que cometió conmigo, sólo así se dejó al descubierto. Así mi familia entendió por qué yo lo dejé. Nunca hablamos del tema, pero ellos se dieron cuenta que yo había vivido un infierno y que ahora ya estaba mejor.
7 de marzo de 2010
Hace mucho no escribía aquí. Acabo de ver que mi último escrito fue de mayo 2000; también he leído la historia de mi vida amorosa, con el tiempo aprendí que mi error se basó en amar y obedecer a las demás personas, antes que a mí. Y que todo empezó a mejorar cuando logré amarme y conocerme. No me causa molestia haber criado sola a mi hija, pues así logré enseñarle lo que yo había aprendido con dolor. No lo niego, también mi hija cometió errores, pero yo estuve para escucharla y guiar su camino a la felicidad. Después de cerrar la libreta comencé a llorar, siempre había pensado que mi madre nunca había logrado amar de verdad. Pensé que después de mi padre el amor para ella se había acabado. Hoy entiendo que en su vida, fue cuando más logró encontrar el amor, ese amor que todos debemos de cuidar y proteger, el amor propio, pues sin él no podemos decir que amamos de verdad.
Libre expresión
Marli Martínez
Fotografía por y para todas las mujeres de las distintas universidades y lugares de estudio que luchan por sus derechos y libertades públicas, como lo son la libre expresión... Libres y sin miedos.
Libre expresión y justicia por las que están ahora, las que nos dejaron y por las próximas generaciones.
Rimel corrido
Joanna Vázquez Valdez
Espero no equivocarme al decir que varios de nosotros hemos tenido un amor que creíamos era eterno y lo mejor que podía existir. Esa persona que marcó un antes y un después en nuestra vida, probablemente aquella con la vivimos cosas por primera vez o que simplemente nos enseñó a ver el mundo desde otro punto y al final esa persona se fue. El proceso de duelo se manifiesta comenzando a negar y preguntarte ¿Por qué? Hasta llegar a la conclusión de que a veces idealizamos tanto a una persona que no nos damos cuenta de que, por querer encontrar al amor de nuestra vida, perdemos a nuestro verdadero amor, el amor propio. Represento esta foto con lágrimas en color negro, porque la relación que yo creía “perfecta”, solo logro perderme a mí y poco a poco llenar mi rostro de rímel corrido.
¿La venda o yo?
Hay capítulos en nuestra vida que nos son difíciles terminar, hay dolores que tratamos de pasar desapercibidos refugiándonos en los vicios y hay veces que estamos tan encerrados en nuestras expectativas que no nos damos cuenta de que hay algo que nos impide ver el sufrimiento en el que realmente nos encontramos.
Estamos tan rodeados de personas que es difícil percibir quien llegara a dejarnos un buen y un mal aprendizaje. Es por eso que esta foto representa lo cegada que estaba ante la negatividad que ciertas personas traían a mi vida y que poco a poco me convertían en algo que no era.
Hasta que logre preguntarme ¿La venda o yo? Claramente alguna tenía que caer. Afortunadamente no fui yo.
¿El hilo rojo?
¿Alguna vez has escuchado esa leyenda del hilo rojo? Aquella que afirma que los que estén unidos por el hilo están destinados a convertirse en almas gemelas, vivirán una historiaimportante y que no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias que se encuentren en lavida, pues el hilo puede enredarse, estirarse o desgastarse, pero nunca romperse. Pues esta foto representa que no hay mejor hilo rojo que el que me conecta conmigo misma, que a pesar de las caídas, adversidades, problemas o tropiezos siempre está sosteniéndome, manteniéndome firme y fiel conmigo misma.
¿Para que buscar un hilo en una persona? Si yo puedo ser mi propio hilo rojo.
Bright love
María Isabel Martínez Álvarez
La presente ilustración es una interpretación del cuidado que uno mismo debe tener con su persona, enfatizó con la imagen del corazón ya que está relacionada con los sentimientos, pues en la actualidad con la inmediatez de las relaciones humanas no se valoran los sentimientos y se desvalorizan las relaciones de pareja, por eso las manos con el corazón pareciera que se va entregar el corazón pero en realidad es el cuidado y protección que se debe tener con él.
Amorado
O.B.D.C.
En los momentos de completa solitud, cuando viajamos a aquel lugar en nuestra mente donde nuestros miedos y angustias drenan nuestra autoestima; siempre podremos encontrar una mano de la cual sujetarnos, un hombro en el cual reposar, ese alguien nace en momentos de introspección, ese alguien, somos nosotros.
Chula la mujer que Lucha
Lu Elizondo
Al hacer esta ilustración me enfoque en retratar un personaje empoderante y diverso, me gusta mucho la idea de los cabellos con colores que no van siempre en una narrativa donde la gene crítica a las personas de piel morena para hacer cosas que la gente de piel clara puede, incluso cosas con las que nacen como el color de ojos. Me gustaba mucho la idea de una mujer que se ve ruda pero resguarda todo su amor en sus luchas sociales, algo que creo me identifica.
Amar(se) ahí comienza la revolución
Lu Elizondo
Con esta ilustración mi fin más grande era encontrar ese existir en la desnudes de apreciar nuestro cuerpo, aquel que nos ha traído hasta aquí, esa piel donde existimos, nuestra casa, igual quise poner una mujer usando el pasamontañas, muy ruda y a la vez delicada y vanidosa, que se sabe defender y que con esa fuerza y equilibrio en su existencia se lanza para amarse radicalmente y con ello lanzarse a la revolución. Creo fielmente que por más violenta una revolución siempre nace desde el amor, el amor a uno mismo y a los demás, ternura pero ruda.
Coyoltzin
Rosalia Reyna Pérez
Comúnmente cuando se busca el amor se piensa en encontrar, o esperarla llegada de otra persona, sin embargo, para amar a alguien más es necesario aprender a amarnos; al igual que el tejer es un proceso que requiere de tiempo y paciencia. Se podría decir que en ocasiones se nos pueden ir los puntos o enredar el hilo, algo parecido a cuando dudamos de nosotros o sentimos que nos estamos perdiendo, es por eso por lo que en la imagen se muestra una muñeca tejiendo su propio corazón simbolizando ese proceso continuo de autoconstrucción.
Dibujando para curar el corazón
Niña Aguacate
Esta ilustración representa que a pesar de que hagan que nos duela el corazón, es mejor ponerse hacer lo que nos motiva a seguir adelante y pasarla bien, tratar de que nuestro corazón esté feliz el mayor tiempo posible.
Ilustración mujer
Paola Ivonne Cruz Vázquez