En el fondo del mar hay una casa de cristal. A una avenida de madrĂŠporas da.
Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo de flores de coral.
Duermo en una cama un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños a través del cristal.
En el bosque verde que me circunda —din don... din dan— se balancean y cantan las sirenas de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza arden, en el crepĂşsculo, las erizadas puntas del mar.
Hay besos de caramelo, dulces como una sonrisa. Estรกn los besos con prisa,
que hay que cogerlos al vuelo
Los besos de mariposa rozรกndote las mejillas ยกpueden hacerte cosquillas! y son de color de rosa.
El beso con achuchón,
tan calentito y tan tierno como una manta en invierno, ¡es un beso de algodón!
¿Y qué tal el beso alado que te pilla de sorpresa, y, además, el que te besa puede estar en cualquier lado?
También está el de tornillo, beso que mágicamente despertó a Bella Durmiente e hizo temblar el castillo.
O los besos con caricia, que llegan en ventolera y huelen a primavera como una buena noticia.
FantĂĄstico el beso-guiĂąo.
Es chisposo y titilante como una estrella brillante con mil vatios de cariĂąo.
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Madre, madre, tú me besas pero yo te beso más y el enjambre de mis besos no te deja ni mirar... Si la abeja se entra al lirio, no se siente su aletear. Cuando escondes a tu hijito ni se le oye respirar... Yo te miro, yo te miro sin cansarme de mirar, y qué lindo niño veo a tus ojos asomar…
Cuando escondes a tu hijito ni se le oye respirar... Yo te miro, yo te miro sin cansarme de mirar, y qué lindo niño veo a tus ojos asomar...
Los ojitos que me diste me los tengo que gastar en seguirte por los valles, por el cielo y por el mar...
El estanque copia todo lo que tú mirando estás; pero tú en las niñas tienes a tu hijo y nada más.
Dame la mano y danzaremos; Dame la mano y me amarรกs.
Como una sola flor seremos, Como una flor, y nada mรกs.
El mismo verso cantaremos, Al mismo paso bailarรกs.
Como una espiga ondularemos, Como una espiga, y nada mรกs.
Te llamas Rosa y yo Esperanza; Pero tu nombre olvidarรกs,
Porque seremos una danza En la colina, y nada mรกs.
( cuento breve, fragmento) _Ana Mª Matute_
Él, que creyó el mar alto y verde, lo veía blanco, como el borde de la cerveza, cosquilleándole, frío, la planta de los pies. “¡Voy a ver hasta dónde me llega el mar!”. Y anduvo, anduvo, anduvo. El mar, ¡qué cosa rara!, crecía, se volvía azul, violeta. Le llegó a las rodillas. Luego, a la cintura, al pecho, a los labios, a los ojos. Entonces, le entró en las orejas el eco largo, las voces que llaman lejos. Y en los ojos, todo el color. ¡Ah, sí, por fin, el mar era de verdad! Era una grande, inmensa caracola. El mar, verdaderamente, era alto y verde.