MÁQUINAS LETRISTAS
Pequeños Relatos Interactivos
índice Editorial/Instrucciones 2 Yo Prefiero No Ser Recuerdo 3 ¡Gloria Siempre Al Honor! 7 Pido Letras Fiadas 14 Homage a Cowell 15 Cinco Escenas Patéticas 17 Tres Epí_logos Inconexos 29
EDITORIAL Las últimas crónicas noticiosas nos informan que en algún lugar cercano, una implacable disputa sucede entre pliegos colmados con letras y dispositivos táctiles de caracteres digitales. No se tienen nombres claros, pero los supuestos datos duros nos informan del inminente deceso de uno de los dos. Cables recientes hablan de aguaceros donde algunos han muerto violentamente, otros tantos han caído sometidos por la falta del energizante rayo de Zeus. Se teme, por supuesto, por la seguridad del archivo cultural de nuestra especie. Se han hecho numerosos listados de las armas de cada uno, de los porqués de la sobrevivencia del vencedor. Que si uno por viejo y sabio, que si otro por fuerte e innovador, que si uno por emanar fragancias finas, que si otro por ser inmune al mismísimo Pandemonio. Los más burlones arman apuestas sin que sea clara e inflexible alguna predilección. Sin embargo, en esta casa, dudamos de lo dicho por los medios. Aquí nos pusimos incrédulos, nos informamos mejor y hemos citado y sentado a la mesa a los contendientes, poniéndolos a discutir sin triviales vanidades. Lo hemos hecho pues pensamos que, trabajando juntos, pueden obtener considerables victorias. Porque ¿qué es la tecnología sino el modo en que el hombre ha intentado fútilmente de someter a la Tierra?, ¿acaso no son techné la rueda, la tinta y el transbordador espacial? Hemos intentado hacer un híbrido con su arsenal, los hemos convencido de propagarse juntos, cabalgando sobre incipientes máquinas letristas. Veremos pronto si funciona este armisticio.
INSTRUCCIONES Sospeche de todo, busque entre los símbolos, las imágenes, los detalles: no se deje engañar.
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YO PREFIERO NO SER RECUERDO Nunca he salido del lugar donde nací y supongo que no lo haré si no es con los pies por delante en caja de madera. Nunca he salido por miedo a lo que hay allá lejos, donde no conozco y creo que no conoceré. Pero está bien, no le veo lío. Nunca he viajado porque prefiero no buscarle, porque creo a mí la vida me hizo nacer maceta. Soy de barro malcocido que no se irá aunque la lleven. Me voy a romper si lo intento. ¿Para qué salir de aquí, como sea? Una sale de la casa a lo que no quiere recibirla. Allá afuera nadie quiere vernos, a nadie le interesa si salimos o nos quedamos, una puede morirse sentada a la mesa y nadie se daría cuenta. Acaso porque la comida huela fría. Una acomoda las sillas alrededor en el patio, con la esperanza de ver venir alguien, sonriéndole acordándose de usted. Pero no vienen y las sillas se quedan ahí solas, que de tan en orden terminan por parecer arrumbadas guardando polvo. Eso sigue así hasta que una es el difunto, o una es la que le limpia las sillas llorándole al difunto. Una siempre es uno de esos dos. Nunca es alguien afuera. Y si uno es de esos otros, de los que no van a llorarle al muerto, ni se entera de que alguien ha dejado de vivir. La vida es una enfermedad rara que nos mata al curarse. Nadie va buscando tristeza cuando alguien ya no está. La tristeza siempre está de sobra. Por eso yo no me voy. No tiene caso. Yo no me la juego. ¿Para qué arriesgarse a no volver?, ¿para qué arriesgarse a ser recuerdo?
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Nadie quiere volverse recuerdo o falta. Porque cuando una se va se vuelve recuerdo, aunque tenga la intención de volver. Se vuelve pena, angustia aunque sea ligera. Cuando una sale de la casa, la gente se acuerda con qué te fuiste vestida, a qué hora saliste y a qué hora acostumbras llegar. Te vuelves pasado prometiendo regresar sin siquiera estar segura. Pero a veces una ya no viene. Hay quien prefiere irse y no cumplir con regresar. Ausente no eres más que cuentos, algo que le duele a los otros cuando tu destino es quedarte allá donde no se sepa. De los recuerdos es la gente. Uno está hecho de memorias y cuando uno se muere se vuelve recuerdo. Nada más, hasta que te olvidan. La gente sólo es eterna si nadie la olvida, pero la gente siempre olvida. Es lo normal. Así que uno no dura mucho, no mucho más del funeral. Unos años más, diez o veinte, hasta que se mueran los hijos pero sólo eso. Nadie tiene la suerte de durar más porque los que son recordados más tiempo, no son recordados de verdad, sólo partes de lo que fueron, algo que ya no es lo que ellos fueron de verdad en vida. Pero yo no aspiro a tanto. No aspiro a ser recuerdo. Aspiro a morirme y dejar que todo se acabe ahí y ya, yo no aspiro a nada más. Por eso me quedo aquí, donde siempre he vivido. Echo mis raíces aquí desde siempre, donde mis frutos todos se me murieron. Todo lo que nació de mí se ha muerto. No tengo más que raíces, tierra y ya. Barro malcocido que soy. Algo de leche con que daba de comer a mis muertos. Si acaso un trago de alcohol, y agua, y un pan. Mis ires y venires al patio son mi única vacación. Una vuelta al baño cuando hace frío. Ya ve que el alcohol empuja al agua buena y siempre que una bebe dan ganas de orinar. Eso soy, esta. No me voy porque no quiero ser recuerdo, ni quiero parir más recuerdos. Una nunca vuelve a donde estuvo, ni porque vuelva. Se regresa siempre al mismo sitio,
todos los días, todos los años, pero ya no es lo que fue. Te acuerdas de lo bueno que hubo, de lo bello que viviste, pero eso nunca será de nuevo. Por eso no me gusta salir en retratos, no me gustan las fotos, no se ofenda si le dije que no. Fotografiar sólo trae malos recuerdos, y los recuerdos son cosas que ya no serán. Mirar retratos no nos deja más que la certeza de no volver a vivir los buenos tiempos viejos. Aunque uno se esfuerce por volver a ser lo que fue, los tiempos viejos no vuelven... pero ya le dije eso, disculpe si le repito tanto de lo mismo. Una se hace vieja hablando siempre de lo mismo. Ya no hay mucho que hacer aquí, por eso una repite y repite. Muchos se fueron porque esto está lejos de todo. No tenemos más que montes y una que otra hierba. Algún perro polvoso que tampoco quiere irse por no arriesgarse a la suerte. Prefiere aguantar la sarna aquí, de menos ya sabe dónde encontrar sombra. Aquí aunque sea come plantas que lo purguen, aunque no dure mucho tiempo. Nada dura nunca mucho tiempo. Estamos lejos de todo. Pero aquí estamos seguros, aunque no nos dure mucho la vida. La vida larga está sobrevalorada. A veces es mejor vivir de a poco. Y esto no siempre fue así. Antes las azucenas radiaban a medio día en el viento de mayo y luego venían las lluvias. Un pasto finito y corto crecía junto al camino y las paredes de piedra olían siempre a tierra mojada. Cuando se iba el calor, esto estaba bello y brillante, refrescaba la brisa y daban ganas de quitarse la ropa debajo del sol, pidiéndole su favor a la virgen. La gente se iba a trabajar al monte y volvían antes de que cerrara la noche para cenar. Los colibríes volaban picándole el ombligo a las flores, con hambre, zumbando dándole música a la tarde. Luego venía el verano y se iba, con el agua, y llegaba el otoño, amable y ventoso. La vida era otra, siempre así, la misma, siempre bella. Le habría gustado. Pero ya no es igual, ya casi todos se fueron, a otros lados que no conozco. Quedamos usted y yo, y usted ya se va. Yo mejor me quedo, no vaya a ser que
todos vuelvan. Dejaron sus cosas en su lugar por previsión, o por prisa. Yo ya no tengo prisa, ya mis prisas se me acabaron. Aunque me digan que voy a durar mucho todavía. Las prisas ya se me fueron y mejor me quedo a guardarles el tiempo, ahora que vuelvan van a querer alguien que les rinda cuentas. El miedo no siempre es malo, sépalo. La hace a una previsora y cuidadosa. El miedo es lo que no me deja irme, pero me deja seguir viviendo, aunque espero que no por mucho. Y no sé si es miedo, tal vez sólo es precaución. Mejor vivir con miedo para no recordar, para no vivir pensando que algún día las cosas volverán a ser las mismas que en otros tiempos fueron. Recordar no trae más que penas y más recuerdos, puras memorias huecas que ya no serán, ya le dije. Yo así estoy bien, sin recuerdos, esperando sin mucho que hacer. Me basta con tener un poquito de miedo. Ya vendrá mi día, algún día.
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¡GLORIA SIEMPRE AL HONOR! Al Zar Kásimus II, señor de la parcela
I Los conmino a todos a una oración. Si no saben orar, aprenderán al paso. Los invito a tomarse un instante y guardar luto hoy que decimos adiós al viejo amigo de tantos años. Todos sobre sus rodillas. Para quienes ignoren su identidad, lo llamábamos Honor. Nunca supe si fuera este su apodo o un nombre que algún juez cívico burlón dio al niño huérfano que no sabía hablar para quejarse. Lo despedimos rabiosos y persignados al mismo tiempo. Nos duele su marcha hoy que recordamos las veces que se remitió a nuestra caridad que lo ignoraba siempre que le era posible. -Yo lo recuerdo intenso, defensor de buenas causas y libertador de pueblos por la tarde cuando se bebía su par de cervezas en la mañana. Se nos fue un grande, vaya Dios a saber dónde irá a parar su alma de guerrero. Oremos… Que El Señor perdone nuestras ofensas, que le dé a él el descanso eterno y que su alma agitada que se marchitó por tanto mirar, encuentre a su lado la paz que entre nosotros no halló. Mea culpa… nuestra. Démonos todos el saludo de la paz.
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II Ellas están pariendo carne de cañón. Paradas en la lluvia, hambrientas, sucias, con las manos rasguñadas y los pies agrietados; siguen andando lastimosamente y surten al mundo de los cuerpos que servirán de escudo a los poderosos. Ellas paren carne, mes tras mes, con sus miembros grasientos y cicatrices en el vientre. Madres doloridas, todas ellas, con pocos dientes y piel oscurecida más por la falta de higiene que por trabajar bajo el sol. Alimentan a sus crías con blanca leche sin sabor, con la mirada perdida, soportando el escozor de sus pezones mordisqueados y la pena de ver sus cuerpos afectados por la gravedad. Ahí están, míralas tú que ya lo hice yo hasta el cansancio. Canturreando melodías del radio, discutiendo con esposos borrachos palurdos, gritando a sus hijos desnudos sobre la banqueta. Con su glosario patrocinado por la televisión, breve, como sus ideas y el desayuno de la mañana. Su existencia es la telenovela barata que el magnate de los medios no costeó, pero cuyo crédito le corresponde totalmente. No sé cómo pensarlas ni cómo escucharlas. No puedo evitar el gesto de desagrado y, sin embargo, la moral me impide mirarlas con desprecio. Ellas, ellos, todos. Que van a la guerra de los capitales con varas de madera podrida, que trabajan -cuando lo hacen- dos jornadas por un pan. Ellas, antes que todo: quebradizos brotes que marchitan su nubilidad temprano, bajo la luz matinal de su vida. Y aquellas criaturas, hediondas y lastimeras, con hambre. Se les va la risa buscando tener cualquier juguete. Serán espectáculo de circo cuando el burgués así lo exija; los cerdos los devorarán como papel verde en una bóveda en días de antojo por algo dulce.
¡Ellas, que alumbran carne de cañón! Dan a luz al mundo, al recurso humano; paren hasta que se termina la tarde, se quiebra el tronco, se secan los labios y no les queda más que sentarse y esperar a morir. III Ver pornografía por la noche debería ser una especie de tradición. Apagar todas las luces, salvo una pequeña para fingir que no se está solo. Tomar una buena revista, reproducir el caro video HD y lanzarse luego a flotar sobre nubes de silicón y flujos íntimos. Quiero decir, ¿no es este el espíritu de nuestro tiempo? Obtener todo cuanto se desea, pagar por ello, no esperar demasiado. ¿Qué carajo importa cualquier ritual previo? Vayamos al grano, no nos demoremos: si el punto es comprar un orgasmo no hay mejor expendio que el del hombre taladro y la dama que vive para la penetración. En la tórrida estética que presume el filme porno, da igual si es la niñera o un repartidor, un zoom bien planeado dará satisfacción al que le compra. Y si hablamos de eso, de comprar, no debemos temer complicaciones. Que sea de la básica canasta un poco de esparcimiento jugoso grabado en escenarios de paredes blancas de mal gusto. Así que, por favor, queridos adictos, no olviden poner en marcha esta nueva tradición. Háganlo en confianza, ¿por qué no volverlo popular? Si el cuerpo es un templo y es sagrada la institución, sintámonos orgullosos de ser expertos hoy al profanar. Siéntense con su bebida, charlen un momento, critiquen petulantes con su gente de confianza las innumerables posiciones, el buen ritmo, la respetable duración y los concisos y conmovedores diálogos. Alimentemos a la industria y preparemos el terreno para la nueva navidad, costumbre bella. En el mundo que vivimos, el oficio del amor derivó en frases trilladas y fiestas de bukkake.
EXHORTACIÓN REFORMATORIA FEDERAL: PROGRESISMO NEOLÍTICO DEL NUEVO SIGLO. ARGUMENTUM LOGICUM NEOLIBERAL. SOBERANO SACRO IMPERIO MEJICANO. AÑO 15.
IV Debería privatizarse el sexo. Lo propongo en el espíritu progresista de los hombres del mañana. Lo sugiero como iniciativa judicial que permita mover a nuestra patria amadísima, avalado por avaros abogados litigadores. Nada respetaría más las instituciones que hemos forjado con caro esfuerzo. Pero no hablo de hacerlo íntimo, eso es mera trivialidad: hablo de privatizar de facto la bella práctica de follar por la noche. Que se establezcan tarifas, que se organicen horarios, que demanden a quien se niegue a pagar. Que lleven a la cárcel a quien ose disfrutar del orgasmo que ofrece lo que yace fuera del marco legal legítimo. Estamos defendiendo el auténtico estado de derecho, nos pronunciamos a favor de la paz, la salud y la estabilidad de nuestra gente. Las energías son costosas y ya todos lo sabemos. Si habremos de reformar las naciones con un enfoque sustentable que garantice el bienestar de las nuevas generaciones, y si el sexo es un acto de alta energía en demanda, deberíamos cobrar retroactivo a esas degeneradas parejas que han vivido del placer inconstitucional: sus actos subversivos han dañado el patrimonio de aquellos que tanto se esfuerzan día a día trabajando duro. Porque nada es más ilustre que lo escrito en la letra muerta; nada se me antoja más que lo que el artículo ene fracción unamierda dice que debe ser realizado. Casi me mojo los interiores tan sólo de pensarme siendo un ejemplar ciudadano que contribuya al cambiatumismo. Que una camarilla de hombres obesos –que no son capaces de estar con una mujer sin antes por ella pagar– decidan cómo y cuándo debemos fornicar solos o acompañados. Sugiero, si no antes exijo, retiren la gratuidad al orgasmo y luego declaren un día en su honor. De ser posible, pedimos un desplegado oficial que anuncie que le hemos expropiado con visión neoliberal a futuro: sería eso de gran apoyo. El mundo totalitario que nos cae encima exige estos cambios, es por nuestro bien. Se vienen días en que las prendas van a escasear y los bondadosos cerdos dirán que el sexo es una costosa cuestión de amor sincero y seguridad nacional.
Nosotros, les garantizamos, haremos rendir los sustanciosos frutos de esta atinada disposición siempre a favor de la ciudadanía. V Dime cuándo olvidamos la belleza, Cuándo se nos metió en el alma la suciedad; Creímos un día que el negro se aclaraba Y que lo soez de pronto mejoraba la humanidad: El espejo nos engañó con vanidad Y nada pudimos decir en nuestra defensa.
Echamos a la espalda del mundo un litigio largo contra las Erinias.
Nos cortamos el cuello con billetes Y por billetes somos capaces de matar; Nos bebemos nuestra sangre a sorbos Intentando tragar bocados bofos de podrida dignidad: Vaya bella noche de grandiosa bacanal Donde fuimos convocados por ser pedestres.
¡Caray!, posiblemente se nos murió el honor y no recordamos ir al funeral.
Pido letras fiadas Las letras se piden fiadas discretamente en la miseria, cuando en la mesa no hay qué comer. Con humildad. Va uno y las pide con el corazón en la mano pero sin miedo, porque el miedo huele.
Se piden sólo a veces, también con orgullo, cuando no hay pan ni vodka en la despensa. En un momento frío, en deprimente día o callado en medio de la calle sin cama para dormir. Se piden no muy seguido porque el mal hábito viene luego por pedir seguido. No se piden sino en jueves, cuando el mundo está distraído, quejándose de la suerte y el destino que le tocó vivir. Te armas de huevos, te paras frente al dueño y le dices muy serio: “¡Oiga, vengo a pedirle letras, quiero fumar y morirme en cuarto tibio!”. Si te ve firme, seguro te presta. Si eres tipo duro te irás con poesía brillante para escanciar en el metro. Gánate entonces el bocado, el poema propio y el trago. Nunca falta quien quiera pagar grandes cuentas por buenas letras ajenas. Aunque sean pocas, las letras de hipoteca son lujosas y de alto valor. Se reciben expresando respeto. Cuando las pides severo pegado tu labio al alcohol, se sale con ellas del paso. Pero se piden estrictamente de noche. A medio día nadie presta letras porque todos las están usando. Y no se roban, se piden fiadas en garantía. Que quede esto bien bien puntual. Con papel y firma en mano aceptando sin quejido las condiciones que dicte el acreedor literario. Se piden siempre, no se olvide, cuando escasea la prosa salvaje sinvergüenza, y sin falta se piden a quien las divinas leyes abrigaron con abundantes geniales ideas.
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Homage a Cowell Sentado a la mesa bebiéndose un té. Henry sentado a la mesa bebiendo té no quiere pensar y se acerca la taza a la boca de vez en vez para llevarse en el trago la palabra de la punta de su lengua. La mano temblorosa y sudada derramaba de su taza sobre el platillo más líquido del que se bebía. Movía lo que le restaba con la cucharilla en círculos, enfriando un té que ya no necesitaba enfriarse más en la tarde entumida de un sábado de noviembre. Un hombre de cabellos revueltos, sentado bebiendo té, al que llamaban Henry, pensando sin querer hacerlo (en pretérito todo, porque si pasó, pasó hace mucho). "Seguro el viento movía las cuerdas del piano abierto en la noche"- se decía, y trataba torpe de servirse más té al intentar un instante antes beber de una taza vacía y fría. "Debe haber sido sólo el viento, porque anoche sólo el viento se escuchaba y yo olvidé cerrar el piano por esa urgencia mía de dormir luego de tocar todo el día", seguía diciendo y derramaba té por el borde de la taza ahora ligeramente tibia por la bebida que, en la jarrita pequeña, se mantenía aún a buena temperatura. "Solamente el viento sobre las cuerdas de un piano viejo que su descuidado tutor olvidó arropar en la noche de noviembre de viernes". Y Henry pasaba poco té por la garganta que no se calentaba, aclaraba la voz y se seguía diciendo. "Era el piano que se quejaba al viento de frío, de frío y de no dejarlo descansar por un fatigoso extenso día de tocarlo con los miembros todos, desde el codo hasta el dedo y luego con la rodilla experimentando". Y se bebía otro sorbo que comenzaba a enfriarse.
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"¿Porque qué más se escucha en una noche fría ventosa, si no es el gato rondando los papeles y tirando la pluma o las cuerdas temblorosas como manos nerviosas a quienes el clima no hace justicia?" Y luego, poniéndose en pie, paseaba por su pieza, entre los muebles y sobre el piso de pentagramas, tarareaba las últimas notas que le vinieron a la cabeza la noche anterior (porque los músicos hacen eso, ¿no?, tararean con voz muy baja canciones nonatas que sólo ellos entienden y no se dejan olvidar por temor a desperdiciar una obra maestra en potencia), revisaba la ventana cerrada y se iba de nuevo al piano, revisándolo concienzudo. Soplaba sobre las cuerdas como apagando las velas mientras se pide un deseo. Daba pequeñas pataditas en la espinilla al piano, buscaba resonancias donde fuera, algo que le mitigara los nervios. "Como un grito de mujer susurrante de tan lejano. Como manos palmando morbosas al piano en su intimidad. Como demonio mujer gritando."- se decía, y deshojaba esta frase última en sílabas irregulares, buscando dentro de ellas sólo supo él qué cosa, rumoreando apenas para sí mismo, dejando caer sobre la alfombra la taza de té frío. "Como-de-mo-nio-mujer-gritan... ¡lo tengo!"
giddiedamien
CINCO ESCENAS PATÉTICAS
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Perfiles básicos en el acto último de libertad.
I.A la mitad de la hora, de noche obsidiana, escribo. Escribo con doloridas palabras y dolorida emoción. ¡Ah, qué puta tristeza!, de la que encalla barcas e incendia imperios, de esa que le llega a uno al alma al pensar en las distancias. Me arrastro… Me aferro a sus manos que me enseñaron a tocar, regreso a ella que se evapora como ginebra sobre la lengua acartonada. Me pierdo en sus ojos otrora risueños o en las groserías que lanza cada dos palabras denotando su coraje. Me hundo en el alcohol ligeramente espeso mientras pienso en sus besos olor de lluvia y sus cabellos de nubes de pronto aguacero. Me arrastro de vuelta a sus brazos a través de lodo pardo y miseria. Me arrastro cansado, con las manos heridas, hasta su rostro bendito esculpido por la sal del llanto. Soy un reptil, soy ropa vieja horadada, soy aliento amargo de días de extravío, lágrimas ardientes estrías de la piel. Me estoy ahogando. Suspiro pesado y fumo un poco más esperando que el humo me quite la molestia o me mate ya. Los pulmones luchan y sólo desean dejar de respirar y morirse de una vez al menos por un instante, al menos el día de hoy. Al menos el día de hoy, por un instante. Pero respiro, y sigo viviendo. Estoy metido hasta los codos en un charco enorme de tibio alcohol. La cabeza me pesa, los miembros toman una siesta y la boca sedada olvida cómo hablar. Mis ojos adormilados burlones y me hundo cada vez más. Me hundo cada segundo como roca pesada, lanzado al olvido desde el muelle donde indeciso pensaba si saltar o no saltar. Estamos cansados. Metidos en un mar que se mece mientras la borrachera no nos deja ponernos de nuevo en pie. Me sumerjo hasta los hombros, luego el trago me muerde el cuello y besuquea mi barbilla. Cae un golpe en el pecho mientras pienso en ella de nuevo y me vienen las ganas de llorar… “pero no lloras, ¿cómo vas tú a llorar?” Jadeante te abalanzas sobre sus brazos de níveo mármol, agotado de vagar sobre valles terrosos y estériles, pero ella ya no está. Le sigues los pasos
arrastrándote porque no puedes hacer más, porque no sabes hacer más. Te arrastras. En espuma salada y arena lodosa moldeada por pasos ajenos, tu boca bien seca y los ojos rojos. El mar te está tragando. Ruegas rendido llamando a la musa, pero ya no está, ¿no recuerdas? Y rígido ya no puedes respirar. Suplicas que vuelva y te consuma, que te extinga, que te despoje y te destruya; que te deshoje como flor marchita del campo verdiáureo bajo sus pies. Que te mire por lo menos, que te mire una vez por unos momentos. Que escuche tus excusas. Que sienta compasión. Que le venga la lástima y se quede un instante y te lance una cuerda. Que te hable, que te tenga tantita piedad. Sólo una vez, esta, la última vez y ya. Tantita piedad. Que no te deje hundirte solo. Que te diga lo que sea, lo que sea, lo que sea mientras se quede aquí.
I Alfonsina Storni_Poeta_1938
II.Su par de labios descarnados, pálidos, se paseaban desde días antes en el cuarto. A veces la miraba descansando sobre la silla en el comedor, otras tantas en la cocina ayudando con el desayuno. ¡Ah, sus labios, claros, brillantes a la luz que fuera! Amaba sentirlos danzar entre mis dedos, con paso suave, besando mis nudillos hasta el antebrazo. -“Debí dejarte fuera, ¿verdad?, aquella vez cuando te encontré extraviada de no sé quién. Debí dejarte fuera, debí dejarte lejos, donde te vi la primera vez, dejarte y no mirarte de nuevo hasta estar bien lejos de ti, donde no fueras esa tentación hiriente de toda una vida”. Sentía su hielo en mis fantasías, cada noche pasadas las diez. Su hielo firme en los labios, el frío de su pasearse en mi cabello, cuando con cuidado la dejaba acariciarme, apenas tocando el vello de mi pecho, antes de alejarme nervioso y volver a enviarla a reposar en el sofá. Pero siempre regresaba a ella y en cualquier momento me vendría el valor. -“Pero no lo hice, no te dejé y te tomé para llevarte conmigo y venir hasta aquí. Seguro que no lo recuerdas, no puedes recordarlo, como sea. Te traje conmigo porque brillabas como nada nunca lo hizo antes frente a mí. Brillabas pero eras discreta, silenciosa, apenas la gente te notaba yendo de mi mano”. Y pasó. Luego todo es tibio, líneas pequeñas como ramitas de árboles de fuego o en otoño al caer sus hojas. Extremadamente rojo de tan púrpura que puede parecer, ya con la mirada perdida y el reguero de manchas en la sala y la alfombra. Apenas un beso suyo fue suficiente, una línea corta y recta de lo que parecía su lengua asomando de pronto entre sus labios. Un surco en cada brazo, una caricia nada más. Sus labios relucientes y templados, tan fríos que parecían quemarme los dedos. Sus irremediables labios de liberación, de muñeca degollada, de último acto de libertad.
II Lucio Anneo S茅neca_Fil贸sofo_65 d.c.
III.La idea muchas veces trazada nunca antes así me alegró, Verme rodeado por luz y vivir en la eternidad, ¿Entiendes lo que es existir desde que la vida te engendró Sabiendo que de otra forma no encontrarás felicidad? La necedad germina despacio y confeccionas un plan, Nadie que no sea tú puede construirte la redención, Elegir escenas, métodos, nada puede quedar al azar, Un detalle, un momento, una bien razonada opción. ¡Exacto! Nada que se apode Magnum se presta al error, Con su ruleta hueca donde caben todos tus sueños, Sólo colocas uno y dibujas una cruz sobre tu corazón, Giras el cilindro dejando que comience el juego. Y tus ideas se vuelven densas, pesadas y de plomo, Apenas tienes tiempo de escuchar despedirse al gatillo, Salpicada la ropa, los ojos abiertos, algún hueso roto, Una helada visita en tu cráneo se vuelve habitante fijo. 1, 2, 3, 4, 5… vendrán otros días, a alguien le harás falta y vendrán a encontrarse con el show.
III Dora Carrington_Pintora_1932
IV.¿Recuerdas, querida mía, cuándo fue la última vez que sonreí? Yo lo olvidé unas cuantas noches atrás E intentando recordarlo, no tengo éxito, Jura que si lo recuerdas me lo dirás Y no me dejarás más en este sufrir patético, ¿Sabes qué traía a mis labios la risa?, ¿Sabes qué dibujaba en mi rostro la felicidad?, He abandonado mis propósitos a toda prisa Sin saber hacia qué mañana se movía mi realidad; Te suplico, mi única, mi todo, mi compañera, Que busques incansable en los rincones del hogar, Quizá descubras el sitio donde se encuentra Mi ánimo y mis últimas intenciones de luchar; Me duele tanto el cuerpo, mi pecho se llenó de llamas, El infierno se ha instalado cómodo en mi alma; Se esfuma mi voz, mi frente palidece, Olvidada la alegría y la amena plática, ¿Por qué razón junto a mí permaneces? La vida placentera se esfumó en la hora drástica, ¿Notaste antes cómo te arrastré hacia mi fortuna? No hay más opciones, nos queda sólo la senda turbia... Un trago del pequeño frasco, anda, y olvidaremos la tortura.
IV Alejandra Pizarnik_Poeta_1972
V.Ya no hay sangre colmando mis venas y mi corazón dejó por fin de palpitar. El frío apenas lo noto, se me ha ido el hambre y guardo silencio para no llamar la atención. No me gusta llamar la atención, no me gusta que me miren, no me gusta verlos rodeando mi cuerpo. Me gusta mecerme, me gusta oscilar. Quiero flotar lo que resta de existencia. Y es tan agradable, ya no tendré que soportarlo nunca. Todo. Mi sufrimiento se detuvo como se detuvo un segundo antes mi respirar. Seguro es esto una forma sublime de descanso, la única, la última. Los dioses la han reservado a quien sepa cómo encontrarla. A quien tenga el valor, a quien se sepa libre. Pero yo no soy libre, no sé si soy libre. Espero llegar a serlo. No me gusta el llanto ni lo lastimero, dejen ya las lágrimas si es que se han permitido llorar. No es necesario. Nada que sea útil los abandona. Es sólo otro día en la vida. Ya no hay ideas torturando mi cabeza, mi cerebro dejó para siempre de pensar, hay tanto deleite en anudar en un cuello largos años de tristeza. Si mi boca ya no sonríe y no lo hará nunca más no es razón para lamentos. Mis ojos ya no miran, pero no me molesta, ya no querían hacerlo más. Es una bella sensación de calma, redonda, nunca antes la conocí; dormir columpiado por la mano de dios en el viento. Seguiré callado guardando mi voz, mi voz que ya no se escuchará lejos, mi voz pálida de constante queja. Seguro a todos tenía agotados. Disculparán, entonces, la impertinencia. Estaba, básicamente, infectado con vida. Probé fallido todo remedio y hoy, al fin, encontré la panacea. Debieron escuchar el sonido, una cancioncilla que muy despacio exclamó “adiós”. Marcando las horas que para mí ya no existen, soy un péndulo de rostro hinchado. Soy un segundero, soy un reloj barato que contará ahora los minutos que restan para ustedes. El papel arrugado y las manchas de tinta en las paredes son parte de la escena, no hay mucha importancia en mi guion. Despedirse exige del que parte borrar las palabras que no le parecen apropiadas. Despedirse exige saber decir, en un tono adecuado y conforme a lo establecido social y moralmente, un adiós prolongado con precisión exacta, enlistando nombres. Pero yo no me despido, yo no soy libre. Yo nunca estuve aquí. Yo sólo necesito dormir, flotar un momento pendiendo de recuerdos que no existieron. Sólo quiero, por favor… apaga la vela y haz silencio, nunca me ha gustado llamar la atención.
V Rezső Seress_Músico_1968
Tres Epí_logos Inconexos I. Sinalefa antes del fin del mundo Ha amanecido hoy, alto hacia el alba, una hosca extraña hendidura, ante una asombrada audiencia asiática. Una ardiente aurora anunciaba esa alarmante hora, aterrando hondo a esta especie absurda. No reproducirte, hoy en día, salva tu estirpe. Un sólo hiato, un balazo en el cielo y todo terminó.
II. Falsa lógica de escritores Le debo Pessoa a un amigo cosmólogo. Le debo Elizondo a un antiguo amigo dictador. Pagué con Pessoa mi deuda de Elizondo. Pago mi deuda de Pessoa con Elizondo, en círculo o incorrecta doble implicación. Por alguna ajena regla lógica, para mí anónima, el dictador tiene una deuda con el cosmólogo, y viceversa. Yo finjo ya no tener apuros y pongo como excusa no saber distinguir un básico modus ponens.
III. El Gaucho Sabio nos transmite como testimonio de los místicos que La Biblioteca podría contener una sola sala circular con un libro cíclico, de lomo constante que abarque en pleno el único anaquel presente. De ser eso cierto, de tener ellos razón y sea ese volumen único el único Dios, ¿cómo acceder a su lectura? Estamos negados, por condiciones físicas y de naturaleza primigenia, a pasear los ojos por sus letras. No podremos leerle, no podremos acceder a Él. Sólo dicho libro, de abrir sus ojos en el interior, podrá leerse a sí mismo.
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No es extraño si quedan cabos sueltos e ideas sin hilar. Nadie dijo, al principio, que esto fuera un experimento coherente. Una nueva búsqueda, más melindrosa, podría ser de ayuda. Regrese con mayor cuidado, algún detalle debe haber escapado a su quizá poco minuciosa lectura.
Literatura harapienta sin anhelos de lucro. Ninguna imagen pertenece a este equipo editorial; si se han utilizado ha sido con fines laicos, lĂricos, lĂşdicos y no comerciales. En portada: Remedios Varo - Icono
Texto y diseĂąo: Adrian R Nava @_elsofista
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