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Introducción: ¿hemos creado un monstruo?
Introducción: ¿hemos creado un monstruo?
Como todo escritor de ciencia ficción, John T. Sladek nunca pensó que la premisa de su relato, La raza feliz (1967), creado para la obra recopilatoria de ciencia ficción Visiones peligrosas, podría resultar tan realista, salvando las distancias narrativas, para nuestro tiempo. Siempre ha existido en el género distópico tanto fascinación como terror ante la posibilidad de volver ciertas, aunque fuera en una pequeña fracción, sus más sórdidas propuestas. Y Sladek es un profeta temible. En su relato, habla de una sociedad donde las máquinas deciden por encima de los seres humanos, quienes legan su libertad y capacidad para discernir a la autoridad del algoritmo. A cambio, este vela por la salud, bienestar y porvenir de las personas sometidas. En el proceso, la humanidad deja atrás sus padecimientos y cavilaciones, sumida en una hiperindividualización que convida a sus miembros a buscar egoístamente su propio goce. Al final, las máquinas arrasan todo atisbo de autonomía humana mediante una exacerbada informatización y cuantificación social. El individuo termina anclado en un razonamiento infantiloide de felicidad inocente, pues ya no necesita madurar para tomar decisiones o forjar una personalidad, siendo definido por cálculos matemáticos procedentes de MEDCENTRAL.
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¿Es la sociedad métrica un monstruo? Esa es una duda que bien merece su reflexión. Definitivamente su fenómeno no es algo que pueda menospreciarse, mucho menos sopesarse sin tener en cuenta todas sus aristas. Pero lanzar proclamas tecnófobas por el mero hecho de mirar con cautela la numerocracia —el nuevo sistema de estatus y clasificación social en base a fórmulas y ránquines— es a todas luces inapropiado. En todo caso, y si se desea una crítica contra su formulación, es necesario deconstruir las consecuencias de sus efectos en la sociedad actual. Steffen Mau dibuja las líneas maestras de este fenómeno a través de su ensayo The Metric Society: On the Quantification of the Social (2019), punto de partida esencial para comprender qué facetas del ser humano, presentes y en su devenir, afectarán al nuevo orden matemático.
El mundo al que tiende el hombre del mañana se torna cada vez más incierto, sometido a un miedo ante el mañana y ante nosotros mismos que nos hunde en un profundo vacío interior (Han, 2015). Esa inseguridad conduce inevitablemente a una mayor confianza por la ciencia formal de los números,que garantizantuposición y estatussocialde manera precisa (Mau, 2019). En efecto, este proceso que algunos demonizan no funcionaría si no estuviera respaldado por el compromiso ciudadano. Esta difícil relación, de rechazo y creciente aceptación, es el margen que aún permite su estudio tanto a partir de la especulación como de hechosconsumados. De forma pareja, el sometimiento al algoritmo genera competitividad entre individuos, convirtiendo al ser humano, en palabras de Byung-Chul Han (2010), en una «máquina de rendimiento autista» (p. 36) que actúa siempre en sus relaciones bajo una finalidad productiva (Han, 2014). Esta es una tendencia al alza desde hace décadas. Además, es imposible negar que el algoritmo ha penetrado en cada una de las facetas de nuestra vida, y apostar por su total rechazo más que ajustar su implementación en la sociedad es poco más que autoexcluirnos del nuevo orden que ante nosotros se cierne (Mau, 2019). Nuestro fin debe resultar mucho más