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Voces jóvenes
Voces jóvenes
Paz in crescendo
En 2020, nos vimos forzados a una nueva normalidad como resultado de la pandemia del Covid-19. La nueva realidad trajo el distanciamiento social, la suspensión de muchas actividades normales, el aislamiento y la adición de mascarillas a nuestras prendas. La pandemia y la cuarentena resultante causaron niveles crecientes de estrés y ansiedad. Al conectarme con amigos de diversas partes del mundo, me di cuenta de que todos nos hemos visto afectados de diversas for-
Casi cada mañana mas. Algunos hemos perdido a un ser querido durante dos y otros han contraído el virus. Algunos están sin trabajo, mientras que otros han trabajado semanas, nos de más. La mayoría de nuestros sueños están despertamos con la noticia de que otro en un compás de espera. Se implementaron restricciones al movimiento para limitar la diseminación querido miembro del virus. Fue desalentador para viajeros de iglesia entusiastas como mi esposo y yo. Nos encanta explorar. Nuestra propia historia había fallecido. de amor floreció en muchos viajes, campamentos y aventuras. Por ello, pensamos que correspondía celebrar nuestro segundo aniversario de bodas viajando. Estábamos entusiasmados por explorar el estado indio de Karnataka, por lo que planificamos el viaje. Pero entonces se implementaron restricciones en ese estado, y celebramos nuestro aniversario de bodas en casa. Así que procuramos hacer que fuera memorable y pasarla bien dentro de los límites de la ciudad. La cuarentena prolongada nos ha cambiado la vida. Los planes fallidos y sueños incumplidos son parte de la nueva normalidad. El campus universitario donde trabajo, siempre tan lleno de personas y actividades, ha quedado en silencio. Puede ser difícil afrontar esos cambios. Traté de permanecer positiva, mantenerme activa, cocinando nuevos platos y aprendiendo a pintar. Pero este año, la pandemia me tocó más de cerca.
En abril y mayo se produjo la segunda ola del Covid-19 en India, y esto provocó un faltante severo de oxígeno médico y camas de hospital. El aumento exponencial de contagios anegó el sistema de salud. Los pacientes morían en las ambulancias y los estacionamientos afuera de los hospitales. Los crematorios no alcanzaban a cubrir las necesidades. Casi cada mañana durante dos semanas, nos despertamos con la noticia de que otro querido miembro de iglesia había fallecido. Asistimos a funeral tras funeral, tanto en forma presencial como en línea. La muerte, la pérdida y el dolor jamás habían sido tan reales. Todo a lo que procuraba aferrarme parecía desvanecerse, y sabía que necesitaba a mi Dios más que nunca.
En mi lucha por encontrar la paz en medio del caos, me topé con este hermoso versículo: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado» (Isa. 26:3). Satanás anda merodeando, procurando arrebatarnos la paz y el gozo. Pero en Cristo se nos promete «completa paz», una shalom doble. Una paz que es completa, consistente y abarcadora. Podemos experimentar esta paz prometida cuando fijamos nuestra mente en Jesús y confiamos plenamente en él. Esa paz que sobrepasa todo entendimiento puede ser nuestra cuando escogemos ver, escuchar y experimentar las cosas mediante los ojos de la fe.
Este mundo está experimentando una nueva realidad con muchas interrupciones. Todos necesitamos a Jesús, ahora más que nunca. Ahora es tiempo de compartir a Cristo, porque su amor nos impulsa a compartir su paz.
Beersheba Jacob es coordinadora de recursos humanos y asistente del vicerrector del Colegio Terciario Lowry Memorial en Bangalore, India. Está casada con Andrew.
Enfoque
Encontrar a Dios en las artes
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La belleza toca corazones que las palabras no pueden alcanzar
Años atrás, mientras estudiaba en Brasil, me enfermé y quedé en la residencia estudiantil en lugar de ir al culto del viernes de noche. Esa noche, sola, caminé despacio por el corredor, bajé las escaleras y miré por un gran ventanal. Allí, en resplandeciente despliegue, podía ver una hermosa puesta de sol. En medio del campo, admiré las grandes nubes onduladas en la franja superior, remarcadas contra el oro del sol, mientras sus rayos penetraban las nubes y las colinas de más abajo. Esa imagen quedó grabada en mi memoria, en parte, porque sentí que Dios me llamaba por medio de la belleza de la puesta de sol, con la belleza estética de su creación artística.
Tiempo después en ese año escolar, mi profesora se molestó porque me dedicaba a dibujar en lugar de «prestar atención» a sus clases cuando en realidad, esta era mi manera de concentrarme y prestar atención. Me dijo con mucha claridad, y frente a mis compañeros, que era una soñadora y que no llegaría a nada en la vida, más allá de crear arte sin valor. Después de clases, devastada, corrí hasta la misma ventana y sentí que la presencia de Dios me hablaba otra vez mediante la naturaleza. Pero esa experiencia me reportó un abrumador sentido de inseguridad sobre mi futuro. Con los años, Dios fielmente me demostró cuán importante es el arte para él. Completé estudios de posgrado en teología y arte, mientras que Dios reafirmó vez tras vez el papel que yo debía jugar a la hora de compartir su amor por el arte, con otros. Hoy enseño arte e historia del arte en la escuela de artes visuales más grande dentro del sistema educativo adventista. He hablado con muchos estudiantes a quienes ni sus padres ni la iglesia los comprenden cuando ellos sienten un llamado artístico.
A DIOS LE ENCANTA LA BELLEZA
El amor de Dios por el arte es uno de sus más grandes atributos, según se evidencia en su creación y en la vocación de Cristo como tektōn, o «artesano», cuando vivió en esta tierra. Elena White destacó que «fue Cristo quien hizo el proyecto y el plano del primer tabernáculo terrenal. El dio todas las indicaciones con respecto a la edificación del templo de Salomón. Aquel que en su vida terrenal trabajara como carpintero en la aldea de Nazaret, fue el Arquitecto celestial que trazó el plan del sagrado edificio en el cual había de honrarse su nombre». 1
La Biblia dedica casi cincuenta capítulos a descripciones detalladas del arte y la arquitectura del Santuario. Bezaleel y Aholiab fueron los primeros artesanos apartados por Dios, a quienes llenó «del espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en
Sol a través de las nubes sobre la campiña romana, Johann Jakob Frey, 1844 o posterior.
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Galería Nacional de Arte (Washington DC.), Colección Joseph F. McCrindle
todo arte, para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, en la talla de piedras de engaste y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa» (Éx. 35:31-33). Juntos se dedicaron a edificar el Santuario con Cristo, el artista original, y fueron fieles a su llamado. Qué extraño entonces que a menudo se malentienda la estética en la iglesia.
Vincent van Gogh se sintió llamado por Dios, pero fue mayormente rechazado por su comunidad cristiana. En una carta a su madre y a su hermano Theo, escribió que Dios lo había enviado a predicar el evangelio a los pobres, pero que «primero necesitaba tenerlo en su propio corazón». 2 Van Gogh aprendió que Dios expresa mejor su amor mediante el arte. Creía que la belleza de Dios, según se ve en la naturaleza, es lo que nos lleva a una experiencia sublime en la vida.
La palabra griega aisthetikos implica que podemos conocer mediante la percepción y nuestros sentidos. La verdadera estética puede ser una fuerza generadora de vida, que Dios nos da. Este conocimiento es incompleto, pero sirve como la primera atracción que nos llama a desear a Dios (Rom. 1:20). Cuando la Iglesia Reformada Holandesa malentendió el ministerio pastoral de Van Gogh, él se dedicó al arte como manera de expresar sus profundas convicciones religiosas. Afirmó: «Nuestro propósito es la reforma personal mediante la artesanía y un trato con la naturaleza. Nuestro objetivo es caminar con Dios». 3 Se llenó de dudas respecto de su llamado artístico y vivió una vida en la penumbra, casi sin vender ningún cuadro. La profunda depresión de Van Gogh terminaría llevándolo a la tumba. Desde una superficial perspectiva del «evangelio de la prosperidad», Van Gogh fracasó. Muchos de sus contemporáneos podrían haber dudado de que Dios lo bendijo durante su vida. Pero Van Gogh fue fiel al llamado de Dios en lo profundo de su alma. Hoy día millones de personas, tanto seculares como religiosas, llenan los museos del mundo para experimentar el amor de Dios, que él con tanta desesperación procuró reproducir en sus lienzos. Puede ser que algún día conozca el impacto de la obra de su vida.
DIOS NOS LLAMA MEDIANTE LA BELLEZA
Al reflexionar en esa perspectiva desde la ventana en el colegio, en Brasil, donde sentí el llamado de Dios para mi vida, pienso hoy en los cientos de estudiantes a los que he enseñado, que también sienten el llamado a ser artistas. He llegado a comprender y apreciar el arte mucho más, y he concluido que la estética puede ser el lenguaje más poderoso que usa Dios para llamar a las personas hacia una relación con él. Cuando respondemos al llamado de Dios de hacer arte, esa es la forma más elevada de adoración. Esa
forma de adoración es más atractiva para los posmodernos, porque ellos anhelan ver que la verdad es aplicada de maneras inesperadas y sinceras. Como resultado de los medios modernos, nuestro enfoque del arte como adoración puede alcanzar a las personas de una manera sin precedentes. Para que el arte tenga poder, tiene que ser verdadero y, de manera similar a la experiencia de Van Gogh, tiene que penetrar «la superficie de las cosas y reproducirlas como realmente son». 4
1Elena G. White, Palabras de vida del gran Maestro (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Asoc., 1971), p. 283. 2Johanna van Gogh-Bonger y Vincent Willem van Gogh, eds., The Complete Letters of Vincent van Gogh, 3 tomos (Greenwich, Conn.: New York Graphic Society, 1959), carta 94. 3 Ibíd., carta 377. 4Philip Graham Ryken, Art for God’s Sake: A Call to Recover the Arts (Phillipsburgh, N.J.: P & R Publishing, 2006), p. 39.
Giselle Sarli Hasel es profesora de artes visuales y diseño, y directora de la Galería de Arte John C. Williams de la Universidad Adventista Southern en
Collegedale, Tennessee, Estados Unidos.
Enfoque
La ciencia y la fe van de la mano
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Lo que Dios nos enseña mediante la ciencia y la ingeniería
La ciencia y la fe han ido de la mano durante siglos. Numerosos pioneros de la matemática y la ciencia eran devotos cristianos: Kepler, Pascal, Mendel, Kelvin y Carver. Como escribió David: «Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos» (Sal. 19:1). Los científicos vieron el estudio de las leyes de la naturaleza como una expresión de la fe, como un acto de adoración. En la actualidad, hablar de Dios y la ciencia se ve enturbiado por la evolución o la cosmología, aunque considero estos en la categoría de modelos empíricos del pasado y no como parte del método científico de experimentos repetibles.
TESTIMONIO PERSONAL
En mi propia vida, el nexo entre fe y ciencia me ha brindado significado y enfoque, desarrollo personal, ética y humildad. Como profesor de ingeniería, usé experimentos dirigidos para resolver un problema. Mi propio trabajo en la intersección de ingeniería de los materiales, mecánica y química se enfoca en la producción de metales y generación de energía, conversión y almacenamiento para la reducción, eliminación o repliegue de las emisiones del efecto invernadero. En efecto, mi enfoque en este tema se basa en gran medida en mi fe como manera de usar mis dones para hacer frente a un problema urgente.
La intersección más directa entre mi fe y el trabajo llega cuando oro pidiendo claridad. Esto se torna más evidente cuando fracasan mis propios esfuerzos. La oración aclara mi mente y me ayuda a concentrarme. Me hace más humilde. En cierta ocasión, después de mi presentación en una conferencia en la que obtuve resultados solo por la gracia de Dios, un miembro de la audiencia se me acercó y me preguntó si era cristiano. Dijo que podía percibirlo en mi actitud, que provenía de ver el poder de Dios en mi debilidad. (cf. 2 Cor. 12:9). La fe también me ha llevado a priorizar a las personas y su desarrollo. A menudo animo a los estudiantes para que se cambien a una institución o grupo de investigación diferente después de completar un título u objetivo en sus carreras. En realidad, mis investigaciones se habrían beneficiado más si ellos hubieran seguido conmigo. Una vez más, no es algo exclusivo de la ciencia; en todos los ámbitos deberíamos promover los intereses de los demás.
Más específicamente para los investigadores, estar en la vanguardia de la disciplina, por más estrecha que sea esa disciplina, ayuda a que uno vea cuánto no sabemos y acaso nunca sepamos.
El escudo de armas original de la Universidad de Harvard tenía uno de sus tres libros boca abajo, para representar «los límites de la razón, y la necesidad de la revelación divina». Doscientos años después de su diseño, Harvard dio vuelta el libro, dado que, en 1843, sus regentes vieron rápidos progresos en la ciencia y creyeron que todo el conocimiento ya había sido revelado, o lo sería. Dado que casi toda la educación científica obligatoria y la cobertura de los medios se enfoca en hechos y logros establecidos, es difícil que muchos comprendan los límites y la incertidumbre que forman parte de toda indagación.
DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA
No obstante, produce mayor humildad cuando las personas no actúan basadas en conocimientos bien establecidos, como los talentos enterrados a los que se refirió Jesús (Mat. 25:14-30) o el Salmo 127. Por ejemplo, en la pandemia del Covid, científicos de Estados Unidos aprendieron rápidamente sobre el virus y desarrollaron las primeras y más efectivas vacunas. Pero el mensaje político perjudicó los esfuerzos de prevención, y los índices de contagio y muertes excesivas dejaron muy atrás no solo los de Nueva Zelandia y Corea del Sur, que usaron con efectividad los conocimientos médicos, sino los de la mayoría de los países de bajos ingresos, desde Eritrea hasta Haití.* Lo mismo sucede en mi campo de mitigación del clima, donde Estados Unidos queda muy atrás del movimiento de Noruega hacia los automóviles eléctricos, muchos de ellos fabricados en los Estados Unidos; y aún atrás de Bután y Costa Rica, donde ya son o pronto serán de carbono neutral.
Como estudiante de secundaria, expresé esta dicotomía entre la tecnología y su empleo útil según describo a continuación. Como ingeniero, quería ayudar a resolver los «pequeños problemas» del mundo, que he enumerado:
agricultura, para alimentar a un planeta cada vez más poblado; investigación médica, que permita que las personas tengan vidas más largas y saludables; transporte y comunicaciones, para establecer relaciones más allá de las fronteras y reducir las motivaciones de conflicto; interacciones humanas con el medio ambiente, para un desarrollo sustentable; acceso a la información, dado que el más grande enemigo de un dictador es la verdad. Todos ellos son importantes, y si los científicos e ingenieros hacemos bien nuestro trabajo, ayudamos a que los artistas, los economistas, los trabajadores sociales, los líderes de la iglesia y los políticos hagan frente a los «grandes problemas», que enumero así: paz entre las naciones y seguridad en nuestros vecindarios; prevención y mitigación de las hambrunas; educación para crear viabilidad y confianza, en particular para los marginados; atención de salud para los que más la necesitan; justicia, lo que incluye una distribución económica equitativa; verdad en el periodismo y la historia; propósito y significado para nuestra vida, y expresión artística de dicho propósito y significado.
TOLERANCIA DE LAS DIFERENCIAS
Una consecuencia importante de esta comprensión de los «problemas pequeños» y los «problemas grandes» es que ser un científico o ingeniero requiere fe en que nuestro trabajo será usado para bien y no para mal. Aun si no trabajamos en las ciencias nucleares o en armamentos, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 mostraron que si uno se dedica a tecnologías no militares, un avión civil –fabricado para acercar a las personas– puede ser usado por personas llenas de odio como armas de destrucción. Esto me atemorizó como ingeniero, y creo que requiere que tengamos fe en las personas, las instituciones y los sistemas que rodean a la tecnología.
Preferiría vivir en un mundo en el que resolvamos los grandes problemas, pero no los pequeños. Uno con democracia, pero también desafíos con la energía y la nutrición, en lugar de que sea lo opuesto: un mundo de fascismo o de una distopía de perfección tecnológica. Esto no significa que trabajar en ciencia y tecnología, ingeniería y matemáticas no importe. Por el contrario, es un facilitador: las nuevas tecnologías pueden moderar el impacto de una pandemia y el costo de reducir las emisiones climáticas. Debido a los incentivos económicos y la financiación de investigaciones y desarrollo, los precios de la energía eólica y solar cayeron un 75 y un 90 por ciento, respectivamente, entre 2007 y 2019.
Así es como continuamos explorando la creación de Dios, más vasta que lo que aún puede comprender nuestra imaginación. Y trabajamos duro para usar los dones divinos de materiales y conocimiento, para crear herramientas que mejoren la vida de las personas. Pero nuestras limitaciones nos hacen humildes, y tenemos que seguir abiertos a considerar que lo que creemos, podría estar equivocado. Esa apertura es la esencia de la búsqueda científica, del diseño de ingeniería, y del caminar cristiano, dado que van de la mano.
* Véase https://www.brookings.edu/blog/future-development/2021/05/27/covid-19-is-a-developing-country-pandemic/.
Adam Clayton Powell IV, es profesor asociado de ingeniería mecánica en el Instituto Politécnico de Worcester (Masachusetts) donde se dedica a tecnologías de emisión cero para la aviación, etc. Es tesorero de la iglesia adventista Boston Temple.