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Voces jóvenes

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Perspectiva global

Desafíos a nuestra identidad y misión

Salvaguardemos la verdad divina

El cansado, agotado y herido evangelista estaba preocupado. La naciente Iglesia Cristiana lo tenía preocupado. Sabía que pronto enfrentaría el ridículo, la burla, la prisión y la persecución. El apóstol Pablo reunió a los ancianos de la iglesia de Éfeso en Mileto y les advirtió: «Entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño» (Hech. 20:29). Se avecinaban tiempos difíciles. Había problemas en el horizonte. Los creyentes pronto enfrentarían la fiera persecución del Imperio Romano.

A pesar de ello, esa no era la única preocupación de Pablo. Su intranquilidad más profunda puede haber sido el desafío dentro de la Iglesia Cristiana misma. Aconsejó a los líderes de la iglesia: «Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos. Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (vers. 30-32).

La preocupación de los líderes de la iglesia del Nuevo Testamento sobre las enseñanzas erróneas que se infiltraban, estaba bien fundada. Pablo advirtió al joven Timoteo sobre Himeneo y Fileto, que declararon que la resurrección ya se había producido (2 Tim. 2:17, 18). Escribió a los Gálatas sobre la justificación por la fe solo en Cristo, en un momento en que muchos creyentes estaban volviendo a depender de la Ley como medio de salvación. El apóstol Pedro advirtió a la iglesia, diciéndole: «Habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras» (2 Ped. 2:1). En Apocalipsis 2, Juan lanza una advertencia contra los nicolaítas, que rechazaron la Ley de Dios para vivir vidas licenciosas (Apoc. 2:14, 15).

SALVAGUARDAR LA VERDAD DIVINA

Los líderes cristianos siempre tienen que estar preocupados por mantener la integridad de las verdades cristocéntricas de la revelación divina. He aquí mi simple punto: los líderes de la iglesia en todos los niveles tienen la solemne responsabilidad ante Dios de alimentar a los creyentes en Cristo, salvaguardar y proclamar la verdad bíblica y dar prioridad a la misión. ¿Qué significa esto específicamente para la Iglesia Adventista actual? No debería sorprendernos que a veces se impartan enseñanzas erróneas en nuestras clases de Escuela Sabática, o desde nuestros púlpitos y salones de clase. La estrategia del diablo es erosionar la esencia misma del adventismo. Si la Iglesia Adventista es tan solo otra denominación, ¿qué mensaje singular podemos ofrecer al mundo? Si la Iglesia Adventista no es un movimiento

divino levantado por Dios con un mensaje especial para el mundo, de preparar a un pueblo para la venida de Cristo, ¿por qué enviar misioneros a los confines del mundo? Si como adventistas perdemos nuestra identidad profética, nuestro mensaje al mundo perderá su poder.

LA MARCA DE LA BESTIA

Permítanme ser más específico. Si no se produce una crisis respecto de la Ley de Dios, si necesitamos revisar nuestro mensaje sobre la marca de la bestia, si no habrá una futura ley dominical, si el papado, el protestantismo apóstata y los Estados Unidos no juegan un papel significativo para unir al mundo en la crisis final, la integridad del movimiento adventista desde sus comienzos es puesta en tela de juicio. ¿Estaban engañados nuestros pioneros? ¿Se equivocó Elena White cuando escribió sobre la crisis venidera respecto de la Ley de Dios? ¡Por cierto que no!

Pero lo que es aún más serio: minimizar el escenario profético de los eventos de los últimos días nos lleva a cuestionar las grandes verdades proféticas de Daniel y Apocalipsis. El profeta Daniel habla del surgimiento de Babilonia, Medopersia, Grecia, Roma y un cuerno pequeño que surgiría a partir de diez divisiones del Imperio Romano pagano. Este procuraría cambiar «los tiempos y la ley» (Dan. 7:25). Apocalipsis 12 habla de un remanente en el tiempo del fin; de «los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo» (Apoc. 12:17). Apocalipsis 13 habla de un tiempo en el que ser leales a Dios significará enfrentar un boicot económico en el que nadie podrá comprar o vender a menos que reciba la marca de la bestia. Finalmente, habrá un decreto de muerte sobre los creyentes (Apoc. 13:15-17).

Apocalipsis 14 anuncia los mensajes de los tres ángeles para los últimos días. Revela que el «evangelio eterno» será proclamado por una iglesia llena del Espíritu a «toda nación, tribu, lengua y pueblo» (Apoc. 14:6). A la luz del fin del tiempo establecido por el cielo, el juicio investigador, el primer ángel llama a todos a que adoren al Creador (vers. 7). En contraste con los que aceptan adorar al Creador, están los que adoran a la bestia (vers. 9). Esta crisis final del gran conflicto entre el bien y el mal se desarrolló entre un pueblo que, mediante el poder del Espíritu Santo, «guarda los mandamientos de Dios y tiene la fe de Jesús» (vers. 12).

DIFERENCIA CON LOS BAUTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA

Hace más de cien años, Elena White escribió a una persona denominada «hermano K» quien, sin bien creía en el sábado, minimizaba su relación con los eventos de los últimos días y la crisis venidera. Las palabras de White son sumamente instructivas para la iglesia actual. Hay gente que aún expresa los sentimientos del hermano K. «En lo que concierne al sábado, él ocupa la misma posición que los bautistas del séptimo día. Si se separa el sábado de los mensajes, perderá su poder; pero cuando se lo relaciona con el mensaje del tercer ángel, adquiere un poder que convence a los incrédulos y los infieles, y les proporciona fuerza para mantenerse, vivir, crecer y prosperar en el Señor». 1

Esta es una declaración sumamente significativa. Los adventistas hemos entendido correctamente la relación entre el ministerio del juicio por parte de Cristo en el Santuario celestial, la Ley de Dios, el sábado, y los eventos finales de la historia del mundo según se describen en el libro de Apocalipsis. Cuando el sábado es «separado» del mensaje del tercer ángel, que nos advierte que no recibamos la marca de la bestia, y de los acontecimientos finales conectados con ese mensaje, el sábado pierde su poder. Aunque Dios continúa revelando nuevas comprensiones de la verdad a su pueblo y nuevas verdades brillan con la belleza de su Palabra, las nuevas verdades jamás oscurecen las verdades descubiertas previamente. Dado que Dios es el originador de la verdad, las revelaciones futuras jamás negarán lo que él ha revelado previamente. Podemos ver nuevos aspectos de nuestra comprensión profética, pero jamás podemos descartar revelaciones previas de la verdad que Dios ha dado a su pueblo. Haríamos bien en reflexionar en esta declaración:

«Hay que proclamar ante el mundo todas las verdades que él ha dado para estos últimos días. Hay que fortalecer cada pilar que él ha establecido. Ahora no podemos alejarnos del fundamento que Dios ha colocado». 2 Podemos esperar que los fundamentos mismos de nuestra fe se vean sacudidos pero, como lo declaró Jesús: «Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán» (Mat. 16:18). En Cristo, su iglesia finalmente triunfará.

El libro final de la Biblia describe un pueblo que es redimido por la gracia de Dios, transformado por su poder y motivado por su amor. La esperanza de su pronto regreso los inspira a compartir con pasión las buenas nuevas del evangelio hasta los confines de la tierra. En su mejor versión, el adventismo tiene a Cristo como centro, cree en la Biblia, está lleno de gracia, es un movimiento profético, que brinda compasión a los demás, y da un mensaje urgente de esperanza para un mundo que perece. Que podamos levantarnos para cumplir nuestro destino y llevar a cabo la misión que Dios nos llamó a completar.

1 Elena G. White, Testimonios para la iglesia (Doral, Fl.: Asoc. Publ. Interamericana, 2003), t. 1, p. 302. 2 Elena G. White, Mensajes selectos (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1967), t. 2, p. 449.

Mark Finley es asistente especial del presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

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