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La Biblia

¿Un cuento nefasto o una luz guiadora?

El mensaje en la calcomanía del automóvil era inconfundible. En letras firmes proclamaba a vista de todos: «LA BIBLIA: Un cuento nefasto». La afirmación era un inteligente juego de palabras con el término en inglés grim, que alude al mismo tiempo a los famosos cuentos de los hermanos Grimm.

La afirmación en sí no es nueva: ateos, evolucionistas, secularistas y otros han afirmado durante casi dos siglos que la Biblia es tan solo un viejo libro lleno de cuentos inventados. Los cristianos, por otro lado, han defendido durante siglos –a veces con sus vidas– esos escritos sagrados por tratarse de la Santa Palabra de Dios. Han afirmado que, como tales, tienen que ser tomados seriamente como el relato histórico exacto de la relación de Dios con la humanidad; como proféticos, que revelan los planes de Dios para el futuro; y como enseñanzas divinas que nos guían en la vida actual.

Sin embargo, es triste que ya por un tiempo, la naturaleza y el propósito de la Biblia se han convertido en motivo de acalorados debates aun dentro del cristianismo, y en el corazón de este debate se encuentra la autoridad misma de la Biblia.

CRISIS DE AUTORIDAD

En el destacado libro Understanding the Living Word of God [Comprender la Palabra viviente de Dios], el ya fallecido Gerhard Hasel citó un ejemplo de una interpretación diferente de la Biblia y escribió: «La crisis de autoridad de la Biblia depende mucho de cómo se la interprete; la crisis está profundamente influenciada por la hermenéutica (los principios de interpretación bíblica)».1

Hasel agrega: «La posición histórica consistente de adventistas representativos es que la Biblia es nuestra única regla infalible de fe, doctrina, reformas y prácticas».2

Esto refleja bien nuestra primera creencia fundamental como adventistas:

1. Las Sagradas Escrituras

«Las Sagradas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, dada por inspiración divina. Los escritores inspirados hablaron y escribieron movidos por el Espíritu Santo. En esta palabra Dios dio a la humanidad el conocimiento necesario para la salvación. Las Sagradas Escrituras son la suprema autoridad, revelación infalible de su voluntad. Son la norma del carácter, la prueba de la experiencia, el relato definitivo de doctrinas, y el registro fidedigno de los actos de Dios en la historia (Sal. 119:105; Prov. 30:5, 6; Isa. 8:20; Juan 17:17; 1 Tes. 2:13; 2 Tim. 3:16, 17; Heb. 4:12; 2 Ped. 1:20, 21).»3

Esa creencia equilibrada y bíblica en las Escrituras reconoce que, aunque Dios no dictó la Biblia palabra por palabra (algo que a veces se denomina «inspiración verbal»), el Espíritu Santo jugó un papel fundamental al inspirar a los escritores bíblicos. Aunque provenían de trasfondos diferentes y períodos que abarcaron aproximadamente mil quinientos años, estos hablan con asombrosa regularidad a lo largo de toda la colección de documentos antiguos conocidos como el canon bíblico.4

COMPRENDER LAS ESCRITURAS

Al comprender las Escrituras, los adventistas suscribimos al enfoque hermenéutico histórico-gramatical, o histórico-bíblico. Esto significa que el texto debería ser entendido sobre la base de lo que el autor y su audiencia habrán querido que dijera, tomando en cuenta la gramática, la historia y los contextos literarios del pasaje. También significa que el lenguaje simbólico o metafórico necesita ser reconocido e interpretado de acuerdo con las definiciones halladas en las Escrituras. Esto contrasta con los métodos histórico-críticos y literarios, que excluyen el elemento supernatural de las Escrituras y colocan al lector a cargo de decidir qué significa y cómo debería entenderse, en lugar de permitir que la Biblia se interprete a sí misma.

Aunque en este artículo no podemos profundizar demasiado acerca de este importante tema, el Instituto de Investigaciones Bíblicas (BRI por su sigla en inglés) de la Iglesia Adventista ha publicado hace poco un útil volumen titulado Biblical Hermeneutics: An Adventist Approach [Hermenéutica bíblica: Un enfoque adventista], editado por Frank M. Hasel, que está disponible en el sitio web del BRI.5

LA VOZ DE DIOS EN LAS ESCRITURAS

Es muy importante cómo vemos las Escrituras porque eso determinará cómo respondemos a ellas. ¿Es tan solo una obra literaria, una narración sin capítulos o versículos, muy similar a un cuento en el que se pueden hallar buenas lecciones morales? ¿O es acaso algo que diseccionar, comparándolo con «evidencias» científicas, para determinar si es que hay algo de verdad, mientras se descarta el resto?

Elena White es sumamente clara al referirse a este tema. En el libro Los hechos de los apóstoles, escribe: «Las amonestaciones de la Palabra de Dios respecto a los peligros que rodean a la iglesia cristiana, son para nosotros hoy. Como en los días de los apóstoles, los hombres intentan, por medio de tradiciones y filosofías, destruir la fe en las Escrituras. Así hoy, por los complacientes conceptos de la “alta crítica,” evolución, espiritismo, teosofía y panteísmo, el enemigo de la justicia está procurando llevar a las almas por caminos prohibidos.

«Para muchos, la Biblia es una lámpara sin aceite, porque han dirigido sus mentes hacia canales de creencias especulativas que traen falsos conceptos y confusión. La obra de la “alta crítica” al criticar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo la fe en la Biblia como revelación divina. Está privando a la Palabra de Dios del poder de guiar, levantar e inspirar las vidas humanas […].

«El seguidor de Cristo se encontrará con las “palabras persuasivas” contra las cuales el apóstol advirtió a los creyentes de Colosas. Se encontrará con interpretaciones espiritualistas de las Escrituras, pero no debe aceptarlas. Ha de oírsele afirmar claramente las verdades eternas de las Escrituras. Guardando sus ojos fijos en Cristo, caminará constantemente hacia adelante en la senda señalada, descartando todas las ideas que no están en armonía con su enseñanza. La verdad de Dios es el objeto de su contemplación y meditación. Considerará la Biblia como la voz de Dios que le habla directamente. Así encontrará la sabiduría divina».

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MÁS ALLÁ DEL TIEMPO Y LA CULTURA

La Biblia es la manera que Dios tiene de comunicarse con nosotros, trascendiendo el tiempo y la cultura, obrando mediante el Espíritu Santo que inspiró estos escritos y los protegió durante milenios, para que podamos escuchar que nos habla en el presente de manera activa y viviente.

En 2 Timoteo 3:16, 17, se nos da una clara definición de lo que es la Biblia: «Toda la Escritura es inspirada

Es muy importante cómo vemos las Escrituras porque eso determinará cómo respondemos a ellas.

por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra».

La Biblia es mucho más que tan solo un buen «relato». Y es mucho más que tan solo un «manual de textos probatorios». Es la lámpara que ilumina nuestro sendero (Sal. 119:105), y es «más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb. 4:12).

Esta Palabra viviente, divinamente inspirada, es enviada por el Creador del universo para hablarnos, para conectarse con nosotros y enseñarnos, amonestar, inspirar, influir, dirigir, consolar y alentar a todos los que dedican tiempo a escuchar y estar en comunión con él.

1 Gerhard F. Hasel, Understanding the Living Word of God (Mountain View: Pacific Press Pub. Assn., 1980), p. 17. 2 Ibíd., p. 73. 3 «Creencias fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día», https://www.adventist.org/beliefs/. 4 Véase Hasel, pp. 13, 14. 5 Disponible en https://adventistbiblicalresearch.org/product/ biblical-hermeneutics/. 6 Elena G. White, Los hechos de los apóstoles (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1957), p. 378.

Ted N.C. Wilson es presidente de la Iglesia Adventista. Se pueden consultar artículos y comentarios adicionales de la presidencia en Twitter: @pastortedwilson y en Facebook: @Pastor Ted Wilson.

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