Adventist World Spanish - October 2021

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Perspectiva mundial

La Biblia

E

l mensaje en la calcomanía del automóvil era inconfundible. En letras firmes proclamaba a vista de todos: «LA BIBLIA: Un cuento nefasto». La afirmación era un inteligente juego de palabras con el término en inglés grim, que alude al mismo tiempo a los famosos cuentos de los hermanos Grimm. La afirmación en sí no es nueva: ateos, evolucionistas, secularistas y otros han afirmado durante casi dos siglos que la Biblia es tan solo un viejo libro lleno de cuentos inventados. Los cristianos, por otro lado, han defendido durante siglos –a veces con sus vidas– esos escritos sagrados por tratarse de la Santa Palabra de Dios. Han afirmado que, como tales, tienen que ser tomados seriamente como el relato histórico exacto de la relación de Dios con la humanidad; como proféticos, que revelan los planes de Dios para el futuro; y como enseñanzas divinas que nos guían en la vida actual. Sin embargo, es triste que ya por un tiempo, la naturaleza y el propósito de la Biblia se han convertido en motivo de acalorados debates aun dentro del cristianismo, y en el corazón de este debate se encuentra la autoridad misma de la Biblia. CRISIS DE AUTORIDAD

¿Un cuento nefasto o una luz guiadora?

En el destacado libro Understanding the Living Word of God [Comprender la Palabra viviente de Dios], el ya fallecido Gerhard Hasel citó un ejemplo de una interpretación diferente de la Biblia y escribió: «La crisis de autoridad de la Biblia depende mucho de cómo se la interprete; la crisis está profundamente influenciada por la hermenéutica (los principios de interpretación bíblica)».1 Hasel agrega: «La posición histórica consistente de adventistas representativos es que la Biblia es nuestra única regla infalible de fe, doctrina, reformas y prácticas».2 Esto refleja bien nuestra primera creencia fundamental como adventistas: 1. Las Sagradas Escrituras «Las Sagradas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, dada por inspiración divina. Los escritores inspirados hablaron y escribieron movidos por el Espíritu Santo. En esta palabra Dios dio a la humanidad el conocimiento necesario para la salvación. Las Sagradas Escrituras son la suprema autoridad, revelación infalible de su voluntad. Son la norma del carácter, la prueba de la experiencia, el relato definitivo de doctrinas, y el registro fidedigno de los actos de Dios en la historia (Sal. 119:105; Prov. 30:5, 6; Isa. 8:20; Juan 17:17; 1 Tes. 2:13; 2 Tim. 3:16, 17; Heb. 4:12; 2 Ped. 1:20, 21).»3 Esa creencia equilibrada y bíblica en las Escrituras reconoce que, aunque Dios no dictó la Biblia palabra por palabra (algo que a veces se denomina «inspiración verbal»), el Espíritu Santo jugó un papel fundamental al inspirar a los escritores bíblicos. Aunque provenían de trasfondos diferentes y períodos que abarcaron aproximadamente mil quinientos años, estos hablan con asombrosa regularidad a lo largo de toda la colección de documentos antiguos conocidos como el canon bíblico.4

Imagen: Evgeni Tcherkasski


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