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Mística de la indignación

Padre Edgar Hidalgo

INTRODUCCIÓN

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Durante los últimos tiempos hemos experimentado un período degradante, deshumanizante, hasta el punto de volver a plantearnos lo realmente obvio: ¿cómo volver a ser humanos dignamente? Todo esto nos conduce a cuestionarnos: ¿qué estamos haciendo, para que realmente esto cambie? Por un lado, el cientificismo extremo, y por otro, el fanatismo religioso, llevado muchas veces hacia la destrucción de la propia libertad personal.

Quisiéramos encontrar una pequeña respuesta desde la realidad mística de Santa Teresa de Jesús que nos permita recordar que sin la “iluminación de la Palabra no hay Revelación del Misterio divino”: empiezas con lo que sabes y vas en sentido inverso, cada obstáculo te da nuevas formas de ver las cosas. Y ver en la palabra “libertad” no solo una idea simple, que a veces se pierde tan fácilmente, sino sentir la “libertad” y protegerla y encontrar allí el verdadero sentido de la vida de creyente.

“Conquista dos veces quien a la hora de la conquista se conquista a sí mismo” decía Publius Quintilius Varus: por ello, en la “mística de la indignación” queremos abordar brevemente el sentido de la “libertad sin prisas” con ese cansado deseo de seguir igual, de no salir de la zona de confort; y la fuerza de luchar contra el enemigo más grande del potencial humano, como es el fuerte conformismo radical, para ello, ofrecemos una pequeña ofrenda de los primeros pasos para lograrlo.

En la ofrenda entregada con amor, escondemos el compromiso de Alguien que te la recibe y te la da, la humildad de su velocidad y la responsabilidad y auto-disciplina del suave sonido de la vida orante para la reconstrucción de la dignidad del ser humano, de su libertad auténtica y permanente, aunque el camino para conseguirlo es largo y superior a nuestras fuerzas, de la mano de Teresa de Jesús, haciéndole hablar a ella misma, a través de sus escritos, nos dejará impreso en el alma la necesidad de: contemplar la realidad, orar desde la realidad y reaccionar para la realidad, con grandes experiencias del proceso liberador que nos acerca un poquito más la Mística de la indignación.

Podríamos decir que damos a conocer primero el lado oscuro de la existencia humana, analizando el pecado y sus consecuencias; la vivencia de una “libertad a prisas” y que luego presentamos la claridad existencial del ser humano, estudiando la “ofrenda de los primeros pasos”. Para colocar el telón de fondo de estas realidades colocamos “Estoy contigo todo el tiempo” para liberar mucho mejor el sentido de lo que pequeñamente pretendemos: tomar conciencia de la Mística, espiritualidad y compromiso en la sociedad actual.

ESTOY CONTIGO TODO EL TIEMPO

Siempre la historia nos muestra cómo lo prohibido o lo prohibitivo conduce al ser humano a desearlo y cómo de esta forma nace la caída. Si miramos el relato genesíaco, en el que Adán y Eva hacen de protagonistas de una historia en la que el pecado se apodera de ellos, tendiéndoles una voraz trampa que marcará el ritmo de sus existencias para siempre. Y no sólo de ellos, sino también la de todos sus descendientes porque el pecado de los primeros padres desde un principio arrastró consigo a toda la humanidad entera, todos los hombres y mujeres están en la corriente de existencia marcada por el pecado original1 .

Según el relato genesíaco vamos a interpretarlo más allá de las palabras, buscando su contenido de fondo. La raíz del pecado es pasar del estado de inocencia a la pecaminosidad. Tomando la inocencia como ignorancia. Según esto, el hombre pierde su inocencia al perder su ignorancia y su pecado consiste en saber por encima de sus límites.

Las consecuencias que se derivan de esta raíz son la degeneración de la sensibilidad, según esto el pecado hace que la sensibilidad se vuelva pecaminosa. Otra consecuencia es el pudor paralizante, es una vergüenza que le impide al ser humano actuar libremente. Y otra más es la pérdida de la libertad, y esta queda trabada.

De esta manera, es el pecado original el que nos muestra cómo Adán cae en la voraz trampa de su existencia: la trampa del anhelo de lo prohibido. Y así arrastra consigo a toda la humanidad, cambiando su estado de inocencia por el de pecaminosidad y haciendo surgir graves consecuencias, fruto de su pecado.

Vemos en Teresa de Jesús que siente implicada en la realidad que circunda su vida de carmelita descalza de la España del siglo XVI, surgen sentimientos de solidaridad en cuanto su condición de pecadora y siente el dolor de lo que sucede a su alrededor:

Primero con impotencia, es su primera reacción interior y se le agrandan aún más por sus propios deseos y ganas de actuar. Los hechos parece que la sobrepasan o desbordan: “Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos” (C 1,2).

A pesar de esos sentimientos de impotencia, ella está totalmente disponible. Está dispuesta y con su buena voluntad a las espaldas, a darse en persona: “Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían” (Ibídem).

1 BALTHASAR, Hans Urs Von, El cristiano y la angustia, s.e., Madrid: 1964. El gran teólogo nos dice en esta obra, cómo ve un filósofo danés Kierkegaard el papel de Adán: “Kierkegaard no deja que Adán se separe cualitativamente de la restante humanidad, y rechaza violentamente la -situación de justicia original- relegándola al imperio del mito, que corrompe la teología, por lo cual la situación de Adán antes del pecado no cualitativamente distinta (aunque si cuantitativamente de la situación de la conciencia sin despertar en la inconsciencia y la inocencia” (p. 126) es la nota 5 de “El concepto de la angustia”, I, 2 (p. 56).

Y en otro lugar: Lo expresa con meridiana sinceridad a Dios mismo: “¡Oh mi Dios, quién pudiera importunaros mucho y haberos servido mucho, para poderos pedir tan gran merced en pago de mis servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor; antes por ventura soy yo la que os he enojado de manera que por mis pecados vengan tantos males” (C 35,5).

La Esclavitud

Sabemos que la esclavitud quita la libertad al ser humano y que esto determina de una forma u otra el rumbo de toda su existencia. En la historia de Adán y Eva aparece cómo el pecado los esclaviza, impidiéndoles vivir una vida realmente libre. Así actúa también en sus descendientes, haciéndoles igualmente esclavos y dejándoles sin salida.

El pecado hace que el remordimiento no pueda ser usado por el hombre como una fuerza con la que puede reaccionar y oponerse al mal. No logra sacar al individuo de su esclavitud; no hace otra cosa que llevarle a sentirse hundido por el pecado. Es como que la capacidad de reaccionar que procura el remordimiento se apaga y desaparece.

Además de no permitir actuar al remordimiento, el pecado da entrada a las fuerzas de lo demoníaco al ser humano, permitiéndoles así que se desarrollen en él y le empujen más y más por un camino de clausura como sinónimo de -no libertad- y poco a poco lo demoníaco ejerce su influjo en ser humano por medio del pecado, clausurando toda forma de salida del mal.

La conclusión es dura, pero tiene muy claro lo que la epistemología del término “esclavitud” significa y Teresa lo usa radicalmente:

“No consintamos, oh hermanas, que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre. Miren que, sin entender cómo, se hallarán asidas que no se puedan valer. ¡Oh, válgame Dios!, las niñerías que vienen de aquí no tienen cuento. Y porque son tan menudas que sólo las que lo ven lo entenderán y creerán, no hay para qué las decir aquí más de que en cualquiera será malo y en la prelada pestilencia” (C 4, 8).

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La Libertad

Siempre se ha dicho que quien tiene fe supera el pecado y así se abre a la libertad2. Igualmente evocamos un texto del Nuevo Testamento en dónde podemos ver la fuerza que la verdadera libertad es la que viene y nos lleva a Dios. Es para esforzados, para gente fuerte, pues es su ansia más profunda3 (cfr. Col 3, 1-10).

Una vez que la fe y la virtud teresiana del “amor unas con otras”, al eliminar el pecado libera al hombre de la esclavitud originada por su condición pecaminosa. Veamos con su ayuda cómo el hombre supera por la fe la esclavitud y se abre a la libertad.

Primer paso del proceso liberador: el hombre creyente empieza a anhelar la libertad. ¿Por qué? Ante todo porque la fe hace que el hombre descubra la Verdad que quiere conseguir es fruto de la libertad aprehendida sensorialmente:

“Pues preguntóme el confesor: ¿quién dijo que era Jesucristo? -. Él me lo dice muchas veces, respondí yo; mas antes que me lo dijese se imprimió en mi entendimiento que era Él, y antes de esto me lo decía y no le veía. Si una persona que yo nunca hubiese visto sino oído nuevas de ella, me viniese a hablar estando ciega o en gran oscuridad, y me dijese quién era, lo creería, mas no tan determinadamente lo podría afirmar ser aquella persona como si la hubiera visto. Acá sí, que sin verse, se imprime con una noticia tan clara que no parece se puede dudar; que quiere el Señor esté tan esculpido en el entendimiento, que no se puede dudar más que lo que se ve, ni tanto. Porque en esto algunas veces nos queda sospecha, si se nos antojó; acá, aunque de presto dé esta sospecha, queda por una parte gran certidumbre que no tiene fuerza la duda”. (V 27, 5)

En este primer paso del proceso liberador está el descubrimiento de la Verdad, de forma esencial como fuerte impresión de la realidad y la extraordinaria certidumbre que deja como un liberum arbitrium4, “una certidumbre que en ninguna manera se puede dejar de creer” (V 18, 14), como podemos ver la fe hace que el hombre anhele la libertad, ya que sin ella no puede obrar la Verdad.

Segundo paso del proceso liberador: el hombre elige la libertad y salta hacia ella. Si en esta virtud teresiana del “amor unas con otras” que nace de la fe auténtica, necesariamente la conformidad con la voluntad de Dios y el amor efectivo a los hermanos (cfr. 1M 2, 17; 4M 1, 7; 5M 3, 7-12; 7M 4, 6).

2 “El hombre conquista su libertad interior en la misma medida en que se fortalecen en él, la fe, la esperanza y la caridad. Demostraremos de un modo concreto cómo el dinamismo de lo que tradicionalmente se han denominado las “virtudes teologales” constituye el centro de la vida espiritual” Jacques PHILIPPE, La libertad Interior, Edic. Rialp S.A., Madrid, 2012, p. 12

3 “El ser humano manifiesta tan gran ansia de libertad porque su aspiración fundamental es la aspiración a la felicidad, y porque comprende que no existe felicidad sin amor, ni amor sin libertad” (Ibídem) p. 15.

4 Hans Urs Von Balthasar nos dice en su obra “El Cristiano y la angustia”: “Comenzar por el liberum arbitrium como principio, significa presuponer lo que no puede darse por supuesto con certidumbre: el conocimiento del bien y el mal, o lo que es lo mismo, la mala neutralidad entre el bien y el mal” (p. 123). También nosotros vamos a asumir el liberum arbitrium como el libre juicio en el que todos nos decidimos por la libertad sin presiones de ninguna naturaleza, tan solo llevados por el proceso liberador del hombre creyente como lo hacemos en esta parte.

La convicción de todo esto es con el hilo de la propia experiencia, que es la clave de toda comprensión pues está ya cabe Cristo: “Tenía yo algunas veces, como he dicho, aunque con mucha brevedad pasaba, comienzo de lo que ahora diré: acaecíame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho, y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engolfada en Él. Esto no era manera de visión; creo lo llaman mística teología5. Suspende el alma de suerte, que toda parecía estar fuera de sí: ama la voluntad, la memoria me parece está casi perdida, el entendimiento no discurre, a mi parecer, mas no se pierde; mas, como digo, no obra, sino está como espantado de lo mucho que entiende, porque quiere Dios entienda que de aquello que Su Majestad le representa ninguna cosa entiende”. (V 7, 1).

Tanto más grande sea la relación con Dios, más firme es la actitud de libertad que le engendra en su ser:

“Aquí puede entrar la verdadera humildad, porque esta virtud y estotra paréceme andan siempre juntas. Son dos hermanas que no hay para qué las apartar. No son éstos los deudos de que yo aviso se aparten, sino que los abracen, y las amen y nunca se vean sin ellas. ¡Oh soberanas virtudes, señoras de todo lo criado, emperadoras del mundo, libradoras de todos los lazos y enredos que pone el demonio, tan amadas de nuestro enseñador Cristo, que nunca un punto se vio sin ellas! Quien las tuviere, bien puede salir y pelear con todo el infierno junto y contra todo el mundo y sus ocasiones. No haya miedo de nadie, que suyo es el reino de los cielos. No tiene a quién temer, porque nada no se le da de perderlo todo ni lo tiene por pérdida; sólo teme descontentar a su Dios; y suplicarle las sustente en ellas porque no las pierda por su culpa. Verdad es que estas virtudes tienen tal propiedad, que se esconden de quien las posee, de manera que nunca las ve ni acaba de creer que tiene ninguna, aunque se lo digan; mas tiénelas en tanto, que siempre anda procurando tenerlas, y valas perfeccionando en sí más, aunque bien se señalan los que las tienen; luego se da a entender a los que los tratan, sin querer ellos. Mas ¡qué desatino ponerme yo a loar humildad y mortificación, estando tan loadas del Rey de la gloria y tan confirmadas con tantos trabajos suyos! Pues, hijas mías, aquí es el trabajar por salir de tierra de Egipto, que en hallándolas hallaréis el maná; todas las cosas os sabrán bien; por mal sabor que al gusto de los del mundo tengan, se os harán dulces”. (C 10, 3-4)

to, que nunca un punto se vio sin ellas! Quien las tuviere, bien puede salir y pelear con todo el infierno junto y contra todo el mundo y sus ocasiones. No haya miedo de nadie, que suyo es el reino de los cielos. No tiene a quién temer, porque nada no se le da de perderlo todo ni lo tiene por pérdida; sólo teme descontentar a su Dios; y suplicarle las sustente en ellas porque no las pierda por su culpa. Verdad es que estas virtudes tienen tal propiedad, que se esconden de quien las posee, de manera que nunca las ve ni acaba de creer que tiene ninguna, aunque se lo digan; mas tiénelas en tanto, que siempre anda procurando tenerlas, y valas perfeccionando en sí más, aunque bien se señalan los que las tienen; luego se da a entender a los que los tratan, sin querer ellos. Mas ¡qué desatino ponerme yo a loar humildad y mortificación, estando tan loadas del Rey de la gloria y tan confirmadas con tantos trabajos suyos! Pues, hijas mías, aquí es el trabajar por salir de tierra de Egipto, que en hallándolas hallaréis el maná; todas las cosas os sabrán bien; por mal sabor que al gusto de los del mundo tengan, se os harán dulces”. (C 10, 3-4)

Según esto, el hombre por la fe puede saltar hacia la libertad. De esta forma, nos damos cuenta cómo la fe, en la virtud teresiana del “amor unas con otras”, conduciendo al hombre en este proceso liberador, le lleva de la esclavitud a la libertad.

5 “Llaman los contemplativos contemplación infusa o mística teología, en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo” (San Juan de la Cruz, 2N 5, 1).

¿Es todavía posible un pensamiento, y un modo de ver la vida desde la realidad mística, que tenga que ver con la experiencia de lo que nos pasa, con la transformación existencial y la experiencia? El propósito de este apartado de “Estoy contigo todo el tiempo” es demostrar la disciplina de la experiencia mística no meramente como un acto académico o inteligible por los escritos teológicos espirituales y místicos, sino un saber que tiene que ver con el modo en el que constituimos una existencia singular en constante transformación. Esto es, como algo que tiene que ver con el relato de lo que somos o de aquello que aspiramos ser.

Entremos ya a ver en primer lugar una filosofía de la propia existencia, no sólo como una disciplina que es meramente un ejercicio teórico académico, relevante y riguroso, sino como un saber que tiene que ver con el modo en que constituimos nuestra forma de pensar, para saltar a la contemplación de la propia existencia ¿Es todavía posible hacerlo en este momento, en la edad que tengamos? ¿Es posible colocar nuevos avatares de transformación y experiencia vital? ¿De qué estilo de pensamiento y acción podemos hablar? Estas preguntas que hacemos no son arbitrarias, más bien sí tienen plena relevancia para nuestro estudio de la “Mística, espiritualidad y compromiso social”.

Si para los griegos el conocimiento vulgar debía transmutarse en conocimiento filosófico a través del THAUMATZEIN -admirarse- y así se podía aprender a filosofar. Ves a un niño admirarse y asombrarse ante la vida, ante el acontecimiento llamado “mundo”, acá también le damos la relevancia filosófica de la infancia. Pues todo filosofar, empieza cada vez que reiteramos las preguntas que nos inquietan, comienza de modo obligado por reclamar el valor decisivo de las experiencias primeras de sentido como en nuestra infancia. Solo que este regreso al comienzo siempre se hace tardíamente, pues siempre comienza con retraso, aunque casi siempre también en el momento (poético) oportuno. Regresemos al comienzo de la realidad mística, del mismo modo que recordamos la infancia: volver a ser como niños, cuando queremos dar testimonio de lo vivido, de lo anhelado, o de lo perdido. Nacer significa ver el mundo por primera vez; pero ver el mundo por última vez también supone verlo como por vez primera. Tanto por la cercanía de la muerte, como por la sensación de novedad que provoca una mirada concentrada en un instante, percibir el mundo es quedarse perplejo ante la maravilla, o ante el horror de lo que acontece.

Sin embargo, no es necesario esforzarse mucho para que nos demos cuenta de que hay algo más que se ha perdido: nuestra propia identidad como hijos de Dios. Probablemente para algunos sea irrecuperable e impracticable, o sólo para cierto tipo de personas, pero al menos podemos recordarlo para inspirar de otro modo nuestros pensamientos y formas de vivir. Hemos perdido una concepción del pensamiento místico, un modo de hacer y pensar desde esa dignidad especial de hijos de Dios, que en otro tiempo estaba estrechamente ligado a una forma de pensar y vivir, a nuestra consagración bautismal que nos permite honrar lo más relevante e inquietante de nosotros mismos: nuestra propia identidad.

Recuerda quién eres, creado a imagen y semejanza de Dios y la consideración de la praxis de la escucha del silencio y la soledad, como un espacio vital de interacción entre sujetos que se aman, es realmente increíble, me atrevo a decir sin temor a dudas, con el apoyo de un Acompañante espiritual, que quizá el único que verifica perfectamente lo que somos y debemos ser, nuestra realidad desnuda, nuestra verdad auténtica frente al Amor, es Él mismo:

“La autoridad del acompañante radica en primer lugar en el conocimiento del camino espiritual. Vemos la actuación de la habilidosa mano del acompañante, por ejemplo, cuando Teresa de Jesús en el Castillo Interior describe el camino espiritual como un viaje hacia el centro del ser humano donde reside Dios. Pese a que se resquebrajaba su visión del mundo, a los nuevos horizontes que surgían, a la fragmentación de la cultura y a la división de la iglesia, Teresa descubrió el camino espiritual que conduce a lo más profundo del

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6 Kees WAAIJMAN, Espiritualidad. Formas, fundamentos y métodos, traducción de Francisco J. Molina de la Torre, Ediciones Sígueme; Salamanca: 2011; sección IV: estudio mistagógico (pp. 909-986), pp. 931-932.

UNA LIBERTAD SIN PRISAS

EL CANSADO DESEO DE SEGUIR IGUAL

Gran parte de los avances del ser humano que se dieron en nuestra vida, nacieron por una pregunta: ¿por qué sucede esto? Voy abrazar mi debilidad, mi vulnerabilidad, conocerla de verdad, qué es lo que le da sentido a mi realidad histórica: ¿quiénes somos? ¿a dónde pertenecemos? A veces hacemos tantas cosas para responder esas dos preguntas, y no podemos encontrar respuestas adecuadas, no por malos sino por nuestro propio descuido. Sólo si descubro quién soy, sé a dónde pertenezco. No hay que confundir “felicidad” con “placer”, camina tu propio camino y descúbrelo por ti mismo.

No parece, tampoco que sea excesivo ni fuera de lugar, para empezar este viaje al Interior, esta gran aventura de la “Mística de la indignación”, pedirle al viajero que se purifique antes de acercarse a Dios. No se trata tanto de cumplir con un mero ritual de purificación, es sólo reconocer una doble realidad que traspasa toda nuestra vida y no es sólo el sentimiento superficial del momento.

La realidad de que somos débiles y pecadores y que se nos mancha más que las manos el corazón, que es allí donde se fragua nuestro pecado, y nuestra mente, que es donde se cuecen nuestros deseos. Sabemos que el pecado engendra el vicio por la repetición de los actos y en la medida que crecen, más negamos la existencia del pecado y tenemos mucha responsabilidad cuando cooperamos con ellos de forma subjetiva y deliberadamente. En Teresa de Jesús vemos esta realidad: el alejamiento de Dios (lo podemos leer en el “libro de la Vida”), por la mala orientación que se da a la vida, se puede llegar a la auto-destrucción, y por los afectos desordenados a determinadas personas.

El pecado daña la imagen de Dios, se pierde el gusto por la virtud, el pecado hace que nos busquemos a nosotros mismos y no demos a Dios el Amor que se merece. En la visión del Infierno, Teresa de Jesús puede comprender lo que es al Amor de Dios auténtico (cfr. V 32, 5). La Vida es comunión con Dios, el pecado es RUPTURA con esa comunión. Para vivir la liberación, necesariamente hemos de tomar como premisa teológica el que debemos sentir al Amor y amar, que experimentemos su Misericordia en unión con Él.

Ésta última realidad mencionada nos permite reconocer la pureza de Dios, al que no salpicamos ciertamente con nuestras miserias, por hondas que sean, pero exige ese mínimo de respeto por nuestra parte de querer acercarnos a él, lo más limpios posible. No para que no advierta nuestra debilidad ni esconderla, que siempre es patente a sus ojos, sino por el amor que nos merece su dignidad.

A. La lentitud en el esfuerzo cotidiano

Al mirar las huellas del pasado, podemos fortalecer mejor el presente. Tenemos necesidad de aclarar ciertos términos de información como el de len-ti-tud, es fuer-zo, co-ti-dia-no y ver en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

Lentitud: desarrollo tardo o pausado de la ejecución o del acontecer de algo7 .

Esfuerzo: empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo las dificultades8 .

Cotidiano: adj. Diario9 .

Estas tres palabras nos quieren mostrar que hay algo de orden fundamental que debemos aprehender en nuestros tiempos de nuestra acelerada vida: no nos movemos con fuerza y dinamismo hacia nuestro propio interior, más bien somos presa voraz del “multitasking” o “multitarea” que alimenta nuestras vidas de cada vez preocuparnos más de lo “efervescente existencial” que de nuestra propia realidad identitaria como seres humanos.

Esta realidad genera en nosotros una propensión cada vez más fuerte a vivir una lentitud en el esfuerzo cotidiano con respecto a nuestra propia realidad existencial10: “bajarse”, que siempre es propio de los que son realmente grandes. ¿Qué sería este “bajarse”? es tomar conciencia de nuestra propia pequeñez. Aunque vivamos en rutina o queramos ignorarlo muchas veces, este “bajarse” nos muestra que Jesús no rebaja ni endulza las exigencias del Evangelio (cfr. Jn 6, 55. 60-69).

La dejadez de nuestra vida interior desemboca en un vacío, en una crisis existencial11, el fenómeno de la procrastinación se hace cada vez más fuerte: mucho esfuerzo poca resistencia.

Teresa de Jesús en su tiempo nos hace ver una cualidad que no podemos dejar de resaltar y nos puede ayudar frente a esta realidad actual del vacío existencial: el de la Providencia dentro del sentido común.

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7 “Lentitud” visto en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española http://dle.rae.es/?id=N8IYifx .

8 “Esfuerzo” visto en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española http://dle.rae.es/?id=GPx2ruM .

9 “Cotidiano” visto en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española http://dle.rae.es/?id=B8lKsuQ

10 “La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados”. Más adelante nos dicen. “La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder. El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de la obediencia. Sin embargo, el poder, no anula el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado, ya ha pasado por la fase disciplinaria. El poder eleva el nivel de productividad obtenida por la técnica disciplinaria, esto es por el imperativo del deber”. Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, trad. de Arantzazu Saratxaga Arregi; Edit. Herder, Barcelona: 2012; p. 17. (La letra cursiva es nuestra).

“No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a los del mundo os ha de faltar de comer, yo os aseguro. Jamás por artificios humanos pretendáis sustentaros, que moriréis de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro esposo; él os ha de sustentar. Contento él, aunque no quieran, os darán de comer los menos vuestros devotos, como lo habéis visto por experiencia. Si haciendo vosotras esto muriereis de hambre, ¡bienaventuradas las monjas de San José! Esto no se os olvide, por amor del Señor. Pues dejáis la renta, dejad el cuidado de la comida; si no, todo va perdido. Los que quiere el Señor que la tengan, tengan enhorabuena esos cuidados, que es mucha razón, pues es su llamamiento; mas nosotras, hermanas, es disparate”. C 2, 1.

Y frente a híper exaltar esfuerzos egoístas que hacen lento el mayor sentir del tiempo y menosprecian a los de supuestamente menos, lo evita exaltando la sencillez del tiempo, no está tanto lo cronológico como la cualidad de lo vivido:

“En los movimientos interiores se traiga mucha cuenta, en especial si tocan en mayorías. Dios nos libre, por su Pasión, de decir ni pensar para detenerse en ello «si soy más antigua», «si he más años», «si he trabajado más», «si tratan a la otra mejor». Estos pensamientos, si vinieren, es menester atajarlos con presteza; que si se detienen en ellos, o lo ponen en plática, es pestilencia y de donde nacen grandes males. Si tuvieren priora que consiente cosa de éstas, por poco que sea, crean por sus pecados ha permitido Dios la tengan para comenzarse a perder, y hagan gran oración porque dé el remedio, porque están en gran peligro”. C 12, 4.

Todos debemos hacer del esfuerzo cotidiano, algo más cualificado, que nos unifique en lugar de fragmentizarnos, que nos vigorice y acelere el paso en lugar de debilitarnos y hacer lento nuestro camino, que nos dé otra luz:

“¡Ay dolor, Señor, y quién se ha atrevido a hacer esta petición en nombre de todas! ¡Qué mala tercera, hijas mías, para ser oídas, y que echase por vosotras la petición! ¡Si ha de indignar más a este Soberano Juez verme tan atrevida, y con razón y justicia! Mas mirad, Señor, que ya sois Dios de misericordia; habedla de esta pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve. Mirad, Dios mío, mis deseos y las lágrimas con que esto os suplico, y olvidad mis obras, por quien Vos sois, y habed lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la cristiandad, Señor. Dad ya luz a estas tinieblas”. C 3, 9.

11 “Aquello que en la actualidad experimentamos como aceleración es sólo uno de los síntomas de la dispersión temporal. La crisis de hoy remite a la disincronía, que conduce a diversas alteraciones temporales y a la parestesia. El tiempo carece de un ritmo ordenador. De ahí que pierde el compás”. Byung-Chul Han, El aroma del tiempo, trad. de Paula Kuffer; Edit. Herder, Barcelona: 2015; p. 9. (La letra cursiva es nuestra).

La lentitud en el esfuerzo cotidiano nos agota existencialmente, no nos responsabiliza y nos relaja en la vida. Debemos procurar una vida terrena más “divina” y por tanto, más digna del ser humano. La vocación del cristiano es una invitación a vivir en una comunidad profundamente unida: en humildad, mansedumbre, paciencia, ayuda mutua. Más que dinero y placer, necesitamos voluntad de cambio, pues surge de todo este camino light: el cansancio de la mediocridad.

B. El cansancio de la mediocridad

La vida es algo más que vegetar, es algo más que estar meramente despierto. La lentitud en el esfuerzo cotidiano manifiesta un cansancio de la mediocridad, muchas veces pensamos erróneamente que el abandonarnos a una vida sin sentido, al placer desenfrenado, a bailar indecentemente con el poder, nos darán felicidad y nos producen todo lo contrario12 .

La crisis temporal de la existencia es una crisis identitaria, pues el ideal de la vida plena se ha convertido en el paradigma de la vida exitosa. No es el resultado de la consumación de oportunidades en la vida, sino más bien, como que se hace “zapping” entre las “opciones más vitales”: el homo digitalis13 y llegar a ser hikikomoris.

Para la persona que medita no hay distinción entre sagrado y profano, pues llega a comprender vivamente en su propia carne, que hay que acordarse de Dios más que de respirar, la oración es la vida del corazón nuevo en medio de nuestra sociedad: es como que la llamada y la misión están siempre unidas, y hay superación personal de toda ideología reinante. A continuación ofrecemos un texto teresiano para visualizar mejor el “sentido común” del Amor:

“Tornando al amarnos unas a otras, parece cosa impertinente encomendarlo, porque ¿qué gente hay tan bruta que tratándose siempre y estando en compañía y no habiendo de tener otras conversaciones ni otros tratos ni recreaciones con personas de fuera de casa, y creyendo nos ama Dios y ellas a él pues por Su Majestad lo dejan todo, que no cobre amor? En especial, que la virtud siempre con vida a ser amada; y ésta, con el favor de Dios, espero en Su Majestad siempre la habrá en las de esta casa. Así que en esto no hay que encomendar mucho, a mi parecer” C 4, 10.

12 “La vileza y la infamia consisten en la “incapacidad de resistencia a un impulso”, de oponerle un No. Reaccionar inmediatamente y a cada impulso es, al parecer de Nietszche, en sí ya una enfermedad, un declive, un síntoma de agotamiento”. Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, o.c., p. 33. (La letra cursiva es nuestra).

13 “El homo digitalis es cualquier cosa, menos nadie. Él mantiene su identidad privada, aun cuando se presente como parte del enjambre. En efecto, se manifiesta de manera anónima, pero por lo regular tiene un perfil y trabaja incesantemente para optimizarlo. En lugar de ser nadie, es un alguien penetrante, que se expone y solicita la atención”. Byung-Chul Han, En el enjambre, trad. de Manuel Cruz; Edit. Herder, Barcelona: 2014; p. 17. Y páginas más adelante: “Medios como blogs, twitter o facebook liquidan la mediación de la comunicación desmediatizada… Cada uno produce y envía información. Esta desmediatización de la comunicación hace que los periodistas, estos representantes en tiempos elitistas, estos hacedores de opinión –es más- sacerdotes de la opinión-, parezcan superfluos y anacrónicos” (p. 23).

Este Amor del que habla Teresa es un Amor fuerte y nos permite vivenciar que se debe sentir -cobrar amor- que tiene como consecuencia el “amar” mismo, para darnos otra forma de visualizar las cosas en este momento.

“Un buen entendimiento, si se comienza a aficionar al bien, ásese a él con fortaleza, porque ve es lo más acertado; y cuando no aproveche para mucho espíritu, aprovechará para buen consejo y para hartas cosas, sin cansar a nadie. Cuando éste falta, yo no sé para qué puede aprovechar en comunidad, y podría dañar harto. Esta falta no se ve muy en breve, porque muchas hablan bien y entienden mal, y otras hablan corto y no muy cortado, y tienen entendimiento para mucho bien. Que hay unas simplicidades santas que saben poco para negocios y estilo de mundo, y mucho para tratar con Dios. Por eso es menester gran información para tomarlas y larga probación para hacerlas profesas. Entienda una vez el mundo que tenéis libertad para echarlas, que en monasterio donde hay asperezas, muchas ocasiones hay, y como se use, no lo tendrán por agravio”. C 14, 2.

La pieza maestra del juego existencial en estos momentos, para ver la parte lúdica del “vivir” de manera consciente, como una joya de gran valor, y no porque los creyentes que muchas veces se crean superiores y mejor que nadie, que lo suyo es controlar y condenar como arguyen algunos hoy en pistas anacrónicas, completamente desviadas de la verdad, en donde ven a los débiles siempre como culpables del Big Brother14, pero en los ojos teresianos existe otra forma de mirar y así evitar de que los ojos no cumplan su misión sensorial:

“¡Oh Señor! Que todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en Vos, que si no mirásemos otra cosa sino al camino, presto llegaríamos; mas damos mil caídas y tropiezos y erramos el camino por no poner los ojos -como digo- en el verdadero camino. Parece que nunca se anduvo, según se nos hace nuevo. Cosa es para lastimar, por cierto, lo que algunas veces pasa. Pues tocar en un puntito de ser menos, no se sufre, ni parece se ha de poder sufrir; luego dicen: «¡no somos santos!». C 16, 11.

14 “El Big Brother digital traspasa su trabajo a los reclusos” Byung-Chul Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, traducida por Alfredo Bergés, Editorial Herder, Barcelona: 2014, p. 12. Y páginas más adelante: “Todo dispositivo, toda técnica de dominación, genera objetos de devoción que se introducen con el fin de someter… materializan y estabilizan el dominio… El smarthphone es un un objeto digital de devoción, incluso objeto de devoción de lo digital en general”, p. 14 y finalmente: “El Big Brother de Bentham también observa a sus reclusos desde el exterior. Su panóptico está ligado al medio óptico. No tiene ningún acceso al pensamiento o a las necesidades internas” (pp. 20-21). (La letra cursiva es nuestra).

C.- El ruido de la indiferencia existencial

En estos últimos tiempos se nos habla de la contaminación auditiva y cómo el ruido se siente de forma desagradable y es muy molesto para el oído. Como buscadores de la Verdad, también hay muchos ruidos internos y externos, no anhelamos una santidad postiza, de silicona, ni una superioridad nefasta frente a la humanidad, que siempre han hecho más daño que provecho.

El ruido de la indiferencia existencial desvela la mutación histórica que estamos viviendo en nuestra realidad corpórea15. Una idea central nos quiere hacer ver estas crudas escenas de la vida cotidiana: el ser humano del siglo XXI y su contexto sociológico. Debemos recordar algunos hechos históricos de extremado dolor, el de los niños sirios Aylan Kurdy de tres años (muerto en septiembre del 2015 intentando tener nueva vida con su familia, y Omran Daqneesh de cinco años (rescatado de un bombardeo en Alepo, en agosto 2016), o el día miércoles 11 de marzo del 2020 que la Organización Mundial de la Salud declaró a la enfermedad del corona virus o covid 19 como pandemia que hasta el momento ha infectado a más de 98 millones de personas en todo el mundo: más de 2 millones de personas muertas. Estos hechos históricos nos muestran el sentido dramático de lo que estamos viviendo en este momento con fuerte indiferencia existencial de lo que realmente constituye nuestra humanidad.

A veces pienso que resulta cada vez más ininteligible comprender lo que estamos viviendo, parece como una trampa sin escapatoria: ¡no podemos hacer absolutamente nada! Pero no debemos asustarnos ni ponernos nerviosos, aunque somos parte del ruido de la indiferencia existencial, debemos examinarnos a nosotros mismos, y preguntarnos en nuestro pequeño contexto: ¿qué estamos haciendo y qué queremos vivir? La respuesta puede desconcertarnos y desarmar nuestra frialdad, pero debemos hacerlo pronto para no caer en angustia que produce nuestro propio pecado.

Vamos a ver cómo se manifiesta la angustia en el ser humano que ha caído en la esclavitud del pecado. Podríamos hablar de una angustia objetiva o podríamos decir una angustia natural circundante. Y también de una angustia subjetiva que procede de la falta de la libertad.

15 “El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir. En ese sentido, el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentado en objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual”. Byung-Chul Han, La agonía del eros, trad. de Raúl Gabás; Edit. Herder, Barcelona: 2014; p. 13. Y en páginas más adelante: “La cultura del consumo sin duda engendra nuevas necesidades y deseos a través de cuadros y narraciones imaginarias de los medios. Pero la dimensión de la añoranza se distingue tanto del deseo como de la necesidad”; p. 31. “Fuera de toda la teoría de la conducta humana desde la lingüística hasta la sociología. Olvídese de la taxonomía, ontología y psicología. ¿Quién sabe por qué la gente hace lo que hace? La cuestión es que lo hace, y podemos seguirle la pista y medirlos con una fidelidad sin precedentes. Con suficientes datos, los números hablan por ellos mismos”; p. 38.

De esta forma, la angustia nace de la esclavitud del pecado, que amenaza con aniquilar al hombre tendido en la existencia. En la visión del Infierno podemos sentir esta realidad angustiante:

“Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme. Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho. Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí sentí. Esto que he dicho va mal encarecido.

Este otro me parece que aun principio de encarecerse como es no le puede haber, ni se puede entender; mas sentí un fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es. Los dolores corporales tan incomportables, que, con haberlos pasado en esta vida gravísimos y, según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he dicho, causados del demonio), no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco, porque aun parece que otro os acaba la vida; mas aquí el alma misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento, sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar, a lo que me parece. Y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.

Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse ni echarse, ni hay lugar, aunque me pusieron en éste como agujero hecho en la pared. Porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve. No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no sé cómo ello fue, más bien entendí ser gran merced y que quiso el Señor yo viese por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia. Porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocas, que por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena, porque es otra cosa. En fin como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.

Yo quedé tan espantada, y aún lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es así que me parece el calor natural me falta de temor aquí adonde estoy. Y así no me acuerdo vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parece nonada todo lo que acá se puede pasar, y así me parece en parte que nos quejamos sin propósito. Y así torno a decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles.

Después acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de un momento que se haya de sufrir lo que yo en él allí padecí. Espántame cómo habiendo leído muchas veces libros adonde se da algo a entender las penas del infierno, cómo no las temía ni tenía en lo que son. ¿A dónde estaba? ¿Cómo me podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? ¡Seáis bendito, Dios mío, por siempre! Y ¡cómo se ha parecido que me queríais Vos mucho más a mí que yo me quiero! ¡Qué de veces, Señor, me librasteis de cárcel tan tenebrosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad!” (V 32, 1-5).

La bajada a los infiernos es realmente una situación elevada de angustia, supone una asunción de la propia sombra existencial, dentro del proceso de individuación teológica, que permitió el Señor verla y sentirla, “del lugar del cual fue liberada”.

Te propongo unas claves para comprenderlo desde lo que Santa Teresa de Jesús nos propone:

1) Abrazar todo el ser en Jesús, pues allí lo hallas todo y lo olvidas todo: capacidad de concienciar.

“Todo este decirnos que huyamos del mundo, que nos aconseja los Santos, claro está que es bueno. Pues creedme que lo que, como he dicho, más se apega de él son los deudos y más malo de desapegar. Por eso hacen bien los que huyen de sus tierras; si les vale, digo, que no creo va en huir el cuerpo, sino en que determinadamente se abrace el alma con el buen Jesús, Señor nuestro, que como allí lo halla todo, lo olvida todo; aunque ayuda es apartarnos muy grande hasta que ya tengamos conocida esta verdad; que después podrá ser quiera el Señor, por darnos cruz en lo que solíamos tener gusto, que tratemos con ellos”. C 9, 5.

2) Ejercitar una contradicción de la propia voluntad: somos más que sensaciones.

“Por eso mostrémonos a contradecir en todo nuestra voluntad; que si traéis cuidado, como he dicho, sin saber cómo, poco a poco os hallaréis en la cumbre.

Mas ¡qué gran rigor parece decir no nos hagamos placer en nada, como no se dice qué gustos y deleites trae consigo esta contradicción y lo que se gana con ella! Aun en esta vida, ¡qué seguridad! Aquí, como todas lo usáis, estáse lo más hecho; unas a otras se despiertan y ayudan; en esto ha cada una procurar ir delante de las otras”. C 12, 3.

3) Saborear la vida, celebrarla: somos uno.

“Créanme en esto, y si no, el tiempo les doy por testigo. Porque el estilo que pretendemos llevar es no sólo de ser monjas, sino ermitañas, y así se desasen de todo lo criado, y a quien el Señor ha escogido para aquí, particularmente veo la hace esta merced. Aunque ahora no sea en toda perfección, vese que va ya a ella por el gran contento que le da y alegría ver que no ha de tornar a tratar con cosa de la vida, y el sabor todas las de la Religión. Torno a decir que si inclina a cosas del mundo, que se vaya si no se ve ir aprovechando; e irse, si todavía quiere ser monja, a otro monasterio, y si no, verá cómo le sucede. No se queje de mí, que comencé éste, porque no la aviso” C 13, 6.

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Con estas tres claves de lectura existencial, pretendemos dirigir tu mirada hacia el tiempo “presente”, invitarte a ver con nuevos ojos la realidad que te circunda, que podamos despertar a una vida en donde los marginados y los descartables, tengan un sitio en tu corazón. Que rompamos definitivamente categorizar a las personas y preguntarte siempre: ¿Qué podría hacer Jesús en mi caso en este momento? Levantar la voz interior y sensibilizarse, ya no ser manipulado por los medios, sino leer los signos de los tiempos de forma dinámica y vigorosa.

“Para la persona que medita no hay distinción entre sagrado y profano, pues llega a comprender vivamente en su propia carne, que hay que acordarse de Dios más que de respirar, la oración es la vida del corazón nuevo en medio de nuestra sociedad: es como que la llamada y la misión están siempre unidas, y hay superación personal de toda ideología reinante.”

LA OFRENDA DE LOS PRIMEROS PASOS

¡TU MEJOR VERSIÓN!

¿Buscas algo más grande de lo que hayas imaginado? ¿Quisieras ver tan claro como el día? Cuando nos hablan de volver a ver la Luz de la Palabra de Dios, debemos respondernos esas dos preguntas con la conciencia de que nada va a pasar que no esté en nuestro camino espiritual. Hay muchas cosas en la vida que son un misterio, sabemos tan poco en la medida que no lo hacemos desde el Señor. Dios tiene un propósito para tu vida y Él tiene una salida que aún no has podido ver: el valor de la libertad auténtica.

Según esto, el hombre por la fe puede saltar hacia la libertad. De esta forma, nos damos cuenta cómo la fe fuerte, va conduciendo al hombre en este proceso liberador, le lleva de la esclavitud a la libertad, “en”, “desde” y “para” Dios.

A.- La velocidad de Dios

Recuerdo lo hermoso de un viaje de Barcelona a Madrid en AVE RENFE y sentir casi de forma muy imperceptible la sensación de la velocidad en el cuerpo. Y haciendo un símil veo que los escritos místicos nos muestran algo así, de forma tan sutil pero profunda en el encuentro de Amor con Dios, que no se trata abiertamente de actuar contra el “yo” sino de dejar identificarnos con ÉL y vivir como si ÉL constituyera nuestra identidad.

Muchas veces no nos acomodamos a la “voluntad de Dios”, preferimos que Dios se acomode a lo que nosotros queremos. Sin darnos cuenta que Dios quiere para nosotros lo mejor, ni siquiera quiere lo menos bueno. Y nosotros siempre tan apegados a nuestra propia contingencia, a nuestra propia velocidad, a nuestra lentitud. El contenido de nuestras limitaciones humanas nos invita a reflexionar seriamente sobre el verdadero objetivo de nuestra vida: cumplir la Voluntad de Dios.

Las preguntas son inevitables: si no soy creyente ¿debo cumplir la voluntad de Dios? Si soy mediocre ¿debo tener otro estadio de vida para comprender la voluntad de Dios y hacerla? El ritmo de mi vida más bien es lento, parece acelerado por el hedonismo, sin freno de la inteligencia, sino sólo apretando el acelerador de los sentidos. ¿Puede existir una concepción tan absurda cómo pensar fuera de mi mismo, de mis ideales, de mi ser, de mis placeres?

Muchas veces la “imaginación” es más fuerte que la misma realidad, la seducción de los sentidos es más fuerte que la misma razón, la lentitud, la dejadez que la velocidad y la puesta en marcha de nuestros proyectos. ¿Cómo responder esas preguntas existenciales, que hemos dejados colgadas en el corazón? ¿Dónde encontrar una respuesta certera? Cada uno vive de acuerdo a su propia mente y a lo que siente puede ser una respuesta buena, pero no del todo radical. La lección que debemos considerar es: cómo ser más humanos, más personas, tener otra mirada, una vida contemplativa que nos permita mirar más claramente la realidad primigenia como hombres y mujeres.

Hoy está de moda el “tatuarse” y la epidermis en algunas personas muestran algún símbolo que trasluce sus pensamientos y emociones, no he profundizado en sus razones más auténticas, pero lo que es claro, que al querer sacárselos les resulta más caro que ponérselos. Los sonidos de una vida acelerada inclinada muy a la prisa, muchas veces convocan el deseo desenfrenado de ser reconocido por algo, el “tatuaje” es una manera de hacerlo.

Si el deseo de ser alguien es lúcido podemos decir necesariamente que la realidad de Dios de forma esencial en el ser humano está “imprimido en las entrañas” nos lo puede dar con firmeza, dirá Teresa. Y que sólo puede entenderlo quien lo ha experimentado en carne propia:

“Podrá ser, hermanas, que os parezca tratar en esto impertinente y que digáis que estas cosas que he dicho ya todas las sabéis. Plega al Señor sea así que lo sepáis de la manera que hace al caso, imprimido en las entrañas; pues si lo sabéis, veréis que no miento en decir que a quien el Señor llega aquí tiene este amor. Son estas personas que Dios las llega a este estado almas generosas, almas reales; no se contentan con amar cosa tan ruin como estos cuerpos, por hermosos que sean, por muchas gracias que tengan, bien que place a la vista y alaban al Criador; mas para detenerse en ello, no. Digo «detenerse», de manera que por estas cosas los tengan amor; parecerles hía que aman cosa sin tomo y que se ponen a querer sombra; correrse hían de sí mismos y no tendrían cara, sin gran afrenta suya, para decir a Dios que le aman”. C 6, 4.

En momentos centrales de nuestra vida de creyentes, cuando hemos leído de alguna manera la realidad divina en nuestro ser, nos conmueve vivamente, hay algo especial que nos toca de forma real nuestro ser humano: las enseñanzas de Jesús tienen ya otro color, no son solo a blanco y negro. Tenemos muchas opciones para no aceptarlo, pero el que lo ha concienciado en sí ha tocado ya otro suelo real y de gran contento en lo que se está viviendo en el momento actual, como lo esté experimentando:

“Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo; tiénese muy buena vida; en queriendo algo más, se perderá todo, porque no lo puede tener; y alma descontenta es como quien tiene gran hastío, que por bueno que sea el manjar, la da en rostro, y de lo que los sanos toman gran gusto comer, le hace asco en el estómago. En otra parte se salvará mejor, y podrá ser que poco o poco llegue a la perfección que aquí no pudo sufrir por tomarse por junto. Que aunque en lo interior se aguarde tiempo para del todo desasirse y mortificarse, en lo exterior ha de ser luego. Y a quien con ver que todas lo hacen y con andar en tan buena compañía siempre, no le aprovecha en un año, temo que no aprovechará en muchos, más, sino menos. No digo sea tan cumplidamente como en las otras, mas que se entienda va cobrando salud, que luego se ve cuándo el mal es mortal”. C 13, 7.

16 “Con la expresión vita contemplativa no debe evocarse aquel mundo en el que originariamente fue establecida. Está ligada aquella experiencia del Ser, según la cual lo Bello y Perfecto son invariables e imperecederos y se sustraen de todo acceso humano. Su carácter fundamental es el asombro sobre el Ser- Así de los casos, que está libre de toda factibilidad y procesualidad”. Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, o.c., p. 23-24. Y páginas más abajo: “La vita contemplativa presupone una particular pedagogía del mirar. En el ocaso de los dioses, Nietszche formula tres tareas por los que se requieren educadores: hay que aprender a mirar, a pensar, y a hablar y escribir. El objetivo de este aprender es según Nietszche, la “cultura superior”. Aprender a mirar significa -acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo; es decir, educar al ojo para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada. Este aprender a mirar constituye la –primera enseñanza preliminar para la espiritualidad”, p. 33

En una esquina de una calle de New York se podía leer y ver en internet: “SEEKING HUMAN KINDNESS” en una fotografía de Natgeo en la West 29th and Broadway el 22 septiembre del 2016 con aquella frase lapidaria que nos muestra el esfuerzo continuo por recordar quiénes somos y la capacidad humanitaria que podemos llegar a tener. De ahí me surge en la mente la capacidad de corazón que tiene un contemplativo, según Teresa, distinguiendo de aquel que no lo es y finge serlo, pues Dios sólo se da del todo al ser humano que hace lo mismo por Él:

“Mas contemplación es otra cosa, hijas, que éste es el engaño que todos traemos, que en llegándose uno un rato cada día a pensar sus pecados (que) está obligado a ello si es cristiano demás que nombre), luego dicen es muy contemplativo, y luego le quieren con tan grandes virtudes como está obligado a tener el muy contemplativo, y aun él se quiere, mas yerra. En los principios no supo entablar el juego: pensó bastaba conocer las piezas para dar mate, y es imposible, que no se da este Rey sino a quien se le da del todo”. C 16, 4.

Todos debemos hacer el esfuerzo por vivir a la velocidad de Dios, a veces preferimos que Dios se acomode a nuestra voluntad, a lo que nosotros queremos, Dios quiere para nosotros lo mejor, ni siquiera quiere lo menos bueno, es lo “mejor”. Y nosotros siempre tan apegados a nuestra propia contingencia, ojalá algún día no muy lejano podamos reflexionar sobre el verdadero sentido de vivir la velocidad de Dios.

B.- El sosiego del sacrificio

Muchas veces podríamos pensar que vivir en las coordenadas de la velocidad de Dios va en contra de nuestro objetivo de evitar todo tipo de dolores a toda costa, de sacrificios, de buscar el máximo placer posible. Deberíamos responder entonces: ¿si esto es verdad o no? Dicen que algunos mueren como viven. Y es muy cierto, pues en Jesús vive lo que predica y enseñaba con autoridad (cfr. Mc 1, 21-28) y el sosiego del sacrificio (cfr. Mt 11. 28-29).

Estamos buscando una cosa y descubrimos otra, que es muy posible vivir y con profunda alegría. La realidad normativa o legislativa muchas veces sólo entra por la fuerza de la imposición social mas no cómo una realidad humanitaria que me ennoblece más en la medida que se desarrolla cada vez más en mi vida. Sólo si tú piensas con respecto a las Leyes de tránsito, si somos conductores o peatones, no pensamos en la “Ley” hasta cuando nos afecta el bolsillo. En la Ley divina “Decálogo de Moisés” que ésta está grabada en el corazón (cfr. Jer 31, 33) imprime otra realidad axiológica en nuestra existencia, pues en ella está todo nuestro bien:

“Este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien. Sobre ésta asienta bien la oración. Sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso. Si no les dieren libertad para confesarse, para tratar cosas de su alma con personas semejantes a lo que he dicho. Y atrévome más a decir, que aunque el confesor lo tenga todo, algunas veces se haga lo que digo; porque ya puede ser él se engañe, y es bien no se engañen todas por él; procurando siempre no sea cosa contra la obediencia, que medios hay para todo, y vale mucho a las almas, y así es bien por las maneras que pudiere lo procure”. C 5, 4.

Jesús no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Él es Dios que nos pone mirando directamente al sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de injusticia y de los descartables. Con el mismo Jesús nos encontramos, cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado del siglo XXI. Pero no nos fuerza, no nos presiona, no nos aliena:

“Todo esto que he dicho toca a la prelada. Y así la torno a pedir que, pues aquí no se pretende tener otra consolación sino la del alma, procure en esto su consolación, que hay diferentes caminos por donde lleva Dios y no por fuerza los sabrá todos un confesor; que yo aseguro no les falten personas santas que quieran tratarlas y consolar sus almas, si ellas son las que han de ser, aunque seáis pobres; que el que las sustenta los cuerpos despertará y pondrá voluntad a quien con ella dé luz a sus almas, y remédiase este mal, que es el que yo temo; que cuando el demonio tentase al confesor en engañarle en alguna doctrina, como sepa trata con otros iráse a la mano y mirará mejor, en todo, lo que hace.

Quitada esta entrada al demonio, yo espero en Dios no la tendrá en esta casa; y así pido por amor del Señor al obispo que fuere, que deje a las hermanas esta libertad y que no se la quite, cuando las personas fueren tales que tengan letras y bondad, que luego se entiende en lugar tan chico como éste”. C 5, 5.

Muchas veces los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con la imagen real de Dios que no nos fuerza, que es un Dios cercano. Hemos aprendido incluso a levantar la mirada hacia la Cruz del Señor y estremecernos de los Cristos crucificados, tallados de la Escuela Quiteña; y desviamos nuestros ojos de los crucificados del siglo XXI que están ante nuestros ojos. Debemos reavivar nuestra compasión, nuestra bondad, que nuestro beso a las imágenes del Cristo crucificado nos ponga mirando de frente hacia quienes, cerca o lejos viven sufriendo, los descartables.

“Pues no me mandó lo dejase cuando lo comencé e hizo que me echasen en el profundo, a buen seguro que no lo quite a nadie, antes públicamente nos llama a voces. Mas, como es tan bueno, no nos fuerza, antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed. Porque de esta fuente caudalosa salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces charquitos para niños, que aquello les basta, y más sería espantarlos ver mucha agua; éstos son los que están en los principios. Así que, hermanas, no hayáis miedo muráis de sed en este camino. Nunca falta agua de consolación tan falto que no se pueda sufrir. Y pues esto es así, tomad mi consejo y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí a otra cosa sino a pelear. Y con ir siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino, si os llevare el Señor con alguna sed en esta vida, en la que es para siempre os dará con toda abundancia de beber y sin temor que os ha de faltar. Plega al Señor no le faltemos nosotras, amén.

Ahora, para comenzar este camino que queda dicho de manera que no se yerre desde el principio, tratemos un poco de cómo se ha de principiar esta jornada, porque es lo que más importa; digo que importa el todo para todo. No digo que quien no tuviere la determinación que aquí diré le deje de comenzar, porque el Señor le irá perfeccionando; y cuando no hiciese más de dar un paso, tiene en sí tanta virtud, que no haya miedo lo pierda ni le deje de ser muy bien pagado. Es -digamos- como quien tiene una cuenta de perdones, que si la reza una vez gana, y mientras más veces, más. Mas si nunca llega a ella, sino que se la tiene en el arca, mejor fuera no tenerla. Así que, aunque no vaya después por el mismo camino, lo poco que hubiere andado de él le dará luz para que vaya bien por los otros, si más andare, más. En fin, tenga cierto que no le hará daño el haberle comenzado para cosa ninguna, aunque le deje, porque el bien nunca hace mal. Por eso todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien. Y por amor de Dios os pido que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de quien hablareis, pues vuestra oración ha de ser para provecho de las almas. Y pues esto habéis siempre de pedir al Señor, mal parecería, hermanas, no lo procurar de todas maneras”. C 20, 2-3

Una auténtica forma de vivir el sosiego del sacrificio es saltando la realidad conceptual a la existencial, es una condición vital para la cual el creyente que ha entrado en la “nueva vida” pueda potenciar al máximo todo su ser en Cristo. No sólo para proclamar de forma monótona la vida del Señor y así no sólo facilitar una escucha atenta de la Palabra, sino lograr que el sosiego del sacrificio que se transmuta, en el sosiego del Amor sea más emotiva. No es una tarea tan fácil armonizar la realidad conceptual teológica con la vivencia existencial de ella, pero es necesario hacerlo como una Verdad suprema de nuestra vida de creyentes.

C.- El suave sonido de la vida orante

La Palabra de Dios escuchada en medio de un silencio hermosamente acogedor, la recorremos despacio, la acogemos en el corazón. ¡Cuánto le importamos a Dios! Así de transparente se muestra la Palabra tocando lo más íntimo de nuestro ser, nos desnuda y nos hace ver la propia intimidad, nos susurra el suave sonido de la vida orante, sublima todo tipo de categorías existenciales del ser humano: espacio y tiempo, porque “una Palabra tuya bastará para sanarme” (cfr. Mt 8, 5-13).

Debemos recordar que la vida del Espíritu se realiza en medio del espacio y del tiempo, categorías existenciales del ser humano; ¿cómo vives la vida orante? Confiamos verdaderamente en las Palabras de Jesús, o sólo creemos en milagros y en las experiencias sensibles. ¿Cómo me relaciono con las demás personas? Muchas veces nos retumba en el oído el grito de las personas enfermas en los países pobres o tantos muertos por la pandemia del Covid 19 o coronavirus, femicidios, muertes violentas, etc. O mucha gente que experimenta en su propia carne el abuso de autoridad, viven en abandono total, sin ayuda, sin solidaridad de parte de nadie, son los descartables.

Necesitamos la libertad de Espíritu para visualizar mejor las cosas, sentir más con el corazón que con la mente. Revelar desde nuestro interior una dimensión más profunda del ser humano, muchas veces olvidada de nuestra fe conceptual y teórica: Dios trabaja siempre a nuestro favor, más de lo que podemos imaginarnos:

“Desasiéndonos del mundo y deudos y encerradas aquí con las condiciones que están dichas, ya parece lo tenemos todo hecho y que no hay que pelear con nada. ¡Oh hermanas mías!, no os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones, y se los deja en casa. Y ya sabéis que no hay peor ladrón, pues quedamos nosotras mismas, que si no se anda con gran cuidado y cada una -como en negocio más importante que todos- no se mira mucho en andar contradiciendo su voluntad, hay muchas cosas para quitar esta santa libertad de espíritu, que pueda volar a su Hacedor sin ir cargada de tierra y de plomo”. C 10, 1.

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A MANERA DE CONCLUSIÓN

Llega un momento en nuestra vida en que tratamos verdaderamente de hacer lo correcto. Dios no quiere que seas otro que no eres, sino que seas “tú mismo”. Muchas veces sabemos las respuestas pero no las hacemos y todas las respuestas que tú necesitas ya las tienes. Enfoquemos los obstáculos como oportunidades o desafíos, sentir que “no estás solo”, hay Alguien que abraza tu debilidad, tu vulnerabilidad: pues nadie va a difundir el mensaje de Dios tal como el Señor te lo ha mandado, es tu misión, es tu nombre en medio del mundo.

La “Mística de la indignación” debe ayudarnos a brillar desde la luz de la Palabra de Dios, vive con honor y humildad, cuando encuentres dónde está tu corazón allí descubrirás el verdadero amor. No debemos sentir vergüenza por buscar nuestro ser más profundo en Dios, por reconstruir nuestra verdadera identidad, luchando contra el cansado deseo de seguir igual. Vivimos un mundo muy vulnerable: la lentitud del esfuerzo cotidiano, el cansancio de la mediocridad y el ruido de la indiferencia existencial.

Y en nuestros tiempos de la pandemia de Coronavirus o Covid 19 nos preguntamos cuándo seremos contagiados o si nos contagiamos, el no volver a contagiarnos, ver la impotencia de nuestra humanidad doblegada frente a la enfermedad, la muerte que nos acecha. ¿Cómo eliminar el dolor, el sufrimiento, la incomodidad? Y Santa Teresa de Jesús con su misma palabra nos muestra un camino veraz para luchar y cómo lo hace y sobre todo Quién le ayuda a lograrlo.

Sabemos que la fe lleva al hombre hacia la libertad y de esta forma le hace entrar en el descanso. También Teresa habla del descanso profundo que es dinámico y permanente. Para ello, a través de la ofrenda de los primeros pasos le lleva de la esclavitud a la libertad, “en”, “desde” y “para” Dios.

En la “Mística de la indignación” resaltaremos dos grandes experiencias que genera esta verdadera libertad:

Primera gran experiencia del hombre libre: el conocimiento y aceptación de sí mismo. Oigamos a Teresa:

“Procurad mucho tratar esas mercedes y regalos con quien os dé luz, sin tener cosa secreta. Y tened este cuidado: que en principio y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento. Y si es de Dios, aunque no queráis ni tengáis este aviso, lo haréis aun más veces, porque trae consigo humildad y siempre deja con más luz para que entendamos lo poco que somos. No me quiero detener más, porque muchos libros hallaréis de estos avisos. Lo que he dicho es porque he pasado por ello y vístome en trabajo algunas veces. Todo cuanto se puede decir no puede dar entera seguridad”. (C 39, 5)

Según esto, el hombre libre en oración, permite que en la libertad se acepte a sí mismo y adquiera una profunda calma, de lo que el mundo desordenado no le da y de la que sólo se adquiere por la armonía de la libertad existencial (cfr. C 6, 3; 19, 7; 39, 5; 42, 2).

Segunda gran experiencia del hombre libre: el gozo de eternidad:

“Y porque no penséis se saca poca ganancia de rezar vocalmente con perfección, os digo que es muy posible que estando rezando el Paternóster os ponga el Señor en contemplación perfecta, o rezando otra oración vocal; que por estas vías muestra Su Majestad que oye al que le habla, y le habla su grandeza, suspendiéndole el entendimiento y atajándole el pensamiento, y tomándole -como dicen- la palabra de la boca, que aunque quiere no puede hablar si no es con mucha pena; [2] entiende que sin ruido de palabras le está enseñando este Maestro divino, suspendiendo las potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si obrasen. Gozan sin entender cómo gozan. Está el alma abrasándose en amor y no entiende cómo ama. Conoce que goza de lo que ama y no sabe cómo lo goza. Bien entiende que no es gozo que alcanza el entendimiento a desearle. Abrázale la voluntad sin entender cómo. Mas en pudiendo entender algo, ve que no es éste bien que se puede merecer con todos los trabajos que se pasasen juntos por ganarle en la tierra. Es don del Señor de ella y del cielo, que en fin da como quien es. Esta, hijas, es contemplación perfecta”. (C 25, 1-2).

Y en otro texto leemos:

“Es un contento quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué es señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en lo interior de la voluntad -que otros contentos de la vida paréceme a mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza de ella, digamos-... Pues cuando se viere en este tan subido grado de oración (que) es, como he dicho ya, muy conocidamente sobrenatural), si el entendimiento –o pensamiento, por más me declarar- a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él y déjele para necio, y estése en su quietud, que él irá y vendrá; que aquí es señora y poderosa la voluntad, ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra él, que viene de comer y admitir aquel divino sustentamiento, y ni el uno ni el otro ganarán nada, sino perderán entrambos. Dicen que quien mucho quiere apretar junto, lo pierde todo; así me parece será aquí. La experiencia dará esto a entender, que quien no la tuviere no me espanto le parezca muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya he dicho, que con poca que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de ello y alabará al Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí” (C 31, 10).

Según los textos citados, nos encontramos al hombre que goce ya de la Eternidad y así se siente profundamente colmado. De esta forma la libertad creyente, generando estas grandes experiencias, hace que el hombre creyente se abra al mayor de los descansos quedando así superada la angustia que lo dominaba y viviendo con gozo la “Mística de la indignación”.

Sabemos que la fe lleva al hombre hacia la libertad y de esta forma le hace entrar en el descanso. También Teresa habla del descanso profundo que es dinámico y permanente. Para ello, a través de la ofrenda de los primeros pasos le lleva de la esclavitud a la libertad, “en”, “desde” y “para” Dios.

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