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Padre Dávila semblanza con su guía, nuestra Guía al Infinito
Padre Jóse Cifuentes R.
No creo que sea una irreverencia hacerse la pregunta de si el Padre Dávila encontró lo que todo hombre y mujer buscamos, la felicidad. ¿Se salió él de ese veredicto recogido en la literatura de que los hombres mueren y no son felices, por lo menos plenamente? ¿No le dio miedo ser conscientemente feliz y buscar los medios para ello? El Padre había escuchado en los evangelios la Palabra de Jesús que presentó la razón de su venida al mundo proclamando: “He venido a que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jo 10,10). ¿Encontró esa abundancia de vida que trae el Señor, en su propia vida? ¿Cuál fue el camino que siguió para desplegarla, para avanzar en plenitud de vida y proyectarse al Infinito?
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En su artículo sobre la Felicidad señala la clave para alcanzarla. Esta clave la describe utilizando el género literario de la paradoja cuyo modo de explicar las cosas le agradaba mucho. Se vale para ello de la
metáfora de los pozos que hablan entre sí de manera superficial y a distancia pues solo lo hacían de brocal a brocal, y con tierra reseca entre ellos, hasta que uno se atrevió a mirar hacia adentro, al fondo, y se sintió entusiasmado por aquella sensación que surgía desde lo hondo. De ahí brotó el agua generosa y fecunda que regó los campos y volvió fértil la tierra que los separaba.
Como los pozos, unas personas se quedan en el brocal; otras viven desde el fondo. La mayoría reduce su vida a lo exterior; los menos, sin rehuir lo exterior, facilitan la emergencia de la interioridad, cultivan lo interior. Para realizarlo, el Padre encontró las llaves del Reino que abrieron en su vida puertas de experiencias profundas, que las comunicó como testimonio del gozo que proporciona el amor del Dios Bendito, como le gustaba dirigirse a Dios Padre. “El gozo de esta tarde, entrando en oración en el jardín, después de la respiración alterna, fue tan grande, manifiesta, que si no salgo de ella, hubiera explotado”. Y para que no haya duda sobre la naturaleza de esta emoción, precisa el Padre: “Lo sensible de lo espiritual lo distingo perfectamente”. (El Yogui de los Andes - E. Aguilar).
Recordaba con esta experiencia la aseveración de Yogananda de que la potencia divina es tan fuerte que estallaría cualquier foco por grande que fuera. Y como buen enamorado, que dedica tiempo y se goza en el Señor amado, expresa su compromiso con ese amor: “Me he propuesto, afirma, no dejar pasar ni un sólo día, sin decir o escribir algo acerca de Él”. (Legado, pág. 15).
Una carta cada día, que es lo propio y adecuado del corazón que ha dejado un puesto en la propia vida, a quien ama. Con las llaves del Reino configuró el proceso de su vida como santo, pedagogo y hombre culto, todo ello en grado sumo.
SANTO
Como santo amplió y profundizó la integralidad de su conciencia en un proceso evolutivo de crecimiento de su persona y relación con Dios y los demás, que lo hizo a impulsos de la meditación, oración contemplativa. En ese proceso de desarrollo, las estructuras de conciencia de nivel inferior fueron dejando paso sucesivamente a impulsos de la experiencia mística, a otras de mayor calado y menor dualidad, hacia el éxtasis o, expresado en espiritualidad hindú, samadhi. De estos niveles o dimensiones de conciencia, seleccionamos algunos como Conciencia del Dios Vivencial, Conciencia Cósmica, Cercanía de Dios, Conciencia de libertad interior.
Conciencia del Dios Vivencial
Esta conciencia es fundamento de todas las demás. Lo es porque reconoce y se adhiere a una Presencia que hace nacer la interioridad con vida propia, plena y gozosa, que integra y da unidad de manera armónica y dinámica, al pensar, sentir y hacer de las personas a diferencia del sujeto partido o vidas fragmentadas y desarticuladas de los tiempos que corren donde pensamiento, sentimiento y acción, no suelen estar articulados adecuadamente en la vida de las gentes.
El Dios vivencial fue experimentado por el Padre como presencia y sentido en una variedad o constelación de formas que enriquecen la existencia de quienes lo viven.
En esas formas, el Dios vivencial, lo percibió como:
• Verdad, que se reviste de seguridad y libertad frente a lo provisorio y cambiante. • Luz, que despoja de opacidad y tinieblas al corazón humano y al tránsito tiempo eternidad. • Amor, que es la emoción y fuerza más poderosa del mundo. • Abba Padre, que acoge y protege con los brazos abiertos. • Camino firme dentro de las bifurcaciones que conllevan los senderos de los hombres.
Conciencia Cósmica
Es una conciencia que se expande por dentro y fuera en el todo y está toda en cada parte del todo. Cósmica en sus vertientes cosmoteándrica, liturgia cósmica y Cristo cósmico.
Cosmoteándrica, que se fundamenta en la bondad intrínseca de la creación porque Dios se complace en toda su obra, viendo que son buenas la luz y las aguas de los mares, la tierra y el cielo, las plantas y los animales, el hombre y la mujer, todo ello en una interrelación complementaria y fecunda entre el hombre, la naturaleza y Dios (Génesis 1).
Una interrelación donde Dios se une en profundidad a su obra sin que se disuelva en ella pero tampoco se separa, que deviene no en un panteísmo sino en un pan en teísmo, es decir: Dios unido a su obra pero siendo más, y que excede profundamente a su obra.
En esta interrelación, el tiempo queda redefinido, puesto que ha sido superado el dualismo de tiempo y eternidad como si fueran dos estados de vida separados, sino que el tiempo ya es eternidad, porque el eón, el escatón, es decir, el Dios hecho hombre ha entrado en la historia y con ello ha reconstituido y abierto el tiempo, lo ha dotado de eternidad. El Reino ya está entre nosotros, si bien todavía no en plenitud como se desprende de la enseñanza paulina.
Liturgia cósmica, porque la materialidad del cosmos ha quedado abierta a la espiritualidad, debido a su vivificación y transformación por el Espíritu que da vitalidad a la luz y la noche, al viento y el fuego, al agua y la tierra, al árbol y los frutos. De igual modo, a los signos y símbolos de la vida social como especifica Sillero: de ungir y lavar, partir el pan y compartir el cáliz.
De la liturgia, expresado en diálogo intercultural y religioso, Gandhi veía tres espacios vitales en el cosmos: Los peces que están callados y viven en las profundidades, los animales terrestres que gritan, y las aves que viven en los cielos y cantan. Una trilogía: silencio, grito de la tierra, canto del cielo. Los tres, los reúne el hombre, pero, hoy, muy reducido por estar atrapado y centrado en la tierra, sin canto y ni cielo.
En esa situación, el hombre necesita urgente de la liturgia que le ayude a rescatar su interior, vuelva a cantar y abra su mirada a los cielos. Consciente de todo esto es que el Padre Dávila enfatiza la imperiosa necesidad de la atención a lo interior, a no buscar afuera lo que ya se tiene por dentro.
El Cristo cósmico, puesto que “En Él, vivimos, nos movemos y somos” (Hechos, 17, 28) “Por Él se hizo todo y nada llegó a ser, sin Él” (Jo. 1,3). Luz del mundo. Alfa y Omega que dinamiza y redime la cosmogénesis toda en un despliegue hacia la madurez de los tiempos hechos eternidad.
Con el Cristo cósmico la materia es despojada de su opacidad y queda revestida de transparencia que le llega de la potencia transformadora que la presencia del Verbo le ha inyectado. Cristo le da unidad a todo, lo recopila y, como gran atractor, lo atrae.
El anhelo científico actual por una teoría de la Gran Unificación de la relatividad y la cuántica, encuentra a nivel espiritual, en la dinámica de la unión de los contrarios, su mayor preceptor y síntesis en Cristo. En este proceso de recopilación cósmica en el Señor, “al final, -como expresó el Papa Benedicto recordando la carta a los Romanos- tendremos una verdadera liturgia cósmica, donde el cosmos se convertirá en una sede viviente”.
Conciencia de Dios en su forma más amable, Jesucristo
Una dimensión más es la Conciencia de Dios en su forma más cercana y amable: Jesucristo.
En este nivel de conciencia, la eucaristía y la encarnación expresan ese acercamiento pleno.
Para el Padre Dávila, la eucaristía ocupaba el centro de su vida. Por más adversas que fueran las condiciones de los viajes o lugares en que estaba, siempre encontraba un espacio y tiempo para celebrar la eucaristía. Por la encarnación entra Dios en la debilidad de la materia, la reconstituye, la diviniza y re-significa. “La eucaristía, como señala Juan Pablo II, se celebra siempre en cierto sentido teniendo como altar el mundo, porque comprende y abarca todo lo creado”.
Esto es así porque en el proceso de comunicación amorosa con los hombres, iniciado en la creación, Dios da un paso más de cercanía y el Verbo se hace carne: Jesucristo, Dios hombre, la forma más amable del Padre.
Esta cercanía no es de un momento, garantiza su permanencia: “me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos” (Mt. 28, 21). La permanencia adquiere una realidad excepcional recordando el maná, alimento del pueblo de Israel en su caminar por el desierto, que Jesús lo transforma radicalmente mediante la realidad y promesa de que su “carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Quien la come vivirá para siempre”. (Jo. 6, 55-56). Por esta razón más allá de la apariencia de las especies de pan y vino, como bien lo señala el Padre, “nosotros que tenemos algo de Dios mismo, asimilamos el Espíritu de Cristo en la Eucaristía, de modo que el Espíritu de Cristo y nuestro espíritu entran en ese momento de comunión, dándose la unión”, que en virtud del principio vital más fuerte, resaltamos, nos trasforma como proclama el apóstol Pablo, “vivo yo, ya no yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas, 2, 20). (P. Dávila. El gran significado de la Sagrada Eucaristía).
tal para mantener la paz y el gozo autónomos, la capacidad de discernir en medio de la trama densa del mundo público y privado.
Prácticas sicofísicas
En este despliegue de la conciencia y vivencia amorosa de felicidad mediante la oración contemplativa y servicio a los demás, no se puede dejar de lado el acercamiento de Oriente y Occidente que el Padre realizó con gran sabiduría y equilibrio, en lo espiritual y en las interpretaciones conceptuales. Como se ha dicho, estar sano es lo más importante de la vida, lo que conlleva un cuidado esmerado de la persona en su integralidad y entorno. En este sentido, las prácticas de inhalación-exhalación en sus diversas modalidades, junto con las asanas y otros ejercicios sicofísicos ocuparon un lugar importante en la vida del Padre; favorecieron su salud y contribuyeron también al sosiego mental, emocional y muscular, frente a la agitación del mundo. Ese sosiego ayuda a la concentración, camino de la meditación, oración contemplativa, que viene de Dios.
Conciencia de libertad interior
Una constante en el Padre es la vida interior. No busques por fuera lo que llevas adentro. Buen conocedor del hombre sabe que en todos hay un interior y un exterior, no separados pero tampoco diluidos. Sabe también como diría Teresa de Jesús, que mucha gente está tan atrapada por lo exterior que no puede cruzar el puente hacia el castillo.
Es la emergencia de la interioridad a impulsos de las formas de conciencia señaladas, la que proporciona una libertad interior real del Yo verdadero frente a la cultura instrumental, de consumo y hedonista vigente, que tiende a ocupar el mundo interior de vida y reproducir en ella las contradicciones externas produciendo como resultado una subjetividad cautiva, sometida. La libertad interior es fundamen-
La meditación, oración contemplativa
Para este despliegue de la conciencia y libertad interior el camino real que siguió el Padre fue la meditación, la oración contemplativa. Para todo y ante todo, siempre la meditación. En todo momento y en todo lugar, contemplativos en la acción. Con los tiempos fuertes y prolongados en un espacio configurado simbólicamente para ello, en condiciones adecuadas, donde el silencio sonoro proporciona el escenario para estarse amando al amado. La oración contemplativa constituye la llave maestra de las llaves del Reino. Para el alma, lo mejor, y para cualquier desperfecto en los avatares de vida lo principal. La meditación, que está al alcance de todos, lejos de todo elitismo o aristocracia espiritual. Dios ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Dios en todo. Todos en Dios.
En realidad lo único que hizo el Padre, que no es poco, es dejar ser al Ser. Porque el Ser para ser solo necesita Ser. Ser sin porqué. En cristiano, el Ser no es un ente. El Ser tiene sus raíces implantadas en el Dios, joven, a la vez que eterno, de que hablaba Peguy.
Al terminar recordamos la escena de Pedro y Juan ingresando al Templo cuando se detienen ante un tullido, lo contemplan con amor y le dicen: Ni oro ni plata tengo. Lo que tengo os doy y nos entregó las llaves del Reino.