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Mantras Tibetanos e Hindúes

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El Mantram de Om

El Mantram de Om

María Isabel Crespo de Lebed

AEA Guayaquil

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LA ORACIÓN MÁNTRICA

El devoto que tiene a Dios como la meta de su práctica contemplativa debe estar atento a la observancia de un principio enseñado por los verdaderos guías espirituales: No es la meditación para el mantra, es el mantra para la meditación.

Y es que meditar carecería de sentido si antes no se ha tomado conciencia de dónde radica el verdadero poder de la oración y cómo operan las ayudas más efectivas aconsejadas para la práctica contemplativa, entre ellas el mantra. Por ello, antes de adentrarnos en la explicación de los más importantes vocablos sagrados que las milenarias tradiciones del hinduismo y el budismo nos ofrecen, hagamos un breve recorrido por algunas definiciones esenciales:

El Padre César Dávila en su inigualable manual Las llaves de tu Reino, Concentración y Meditación describe a la oración como el instrumento con el cual nos sintonizamos con Dios. Es decir, la oración no es el fin sino el medio por el cual el espíritu del ser humano encuentra la manera directa de sintonizarse con el Ser Supremo y el mundo trascendente.

Pero, ¿qué tipo de oración elegir, si hay tantas y tantas formas de rezar, reveladas por el mismo Dios a los hombres y transmitidas a través de las eras por los santos y sabios de todas las tradiciones espirituales?… El Padre Dávila lo explica así: “Cristo-Jesús, el Buda, Rama, Krishna y todos los grandes Maestros enseñaron distintos métodos de oración”. Acto seguido, distingue a la Meditación como el grado más alto o profundo de oración, un método que corresponde al alimento sólido del que habla el iniciado Pablo para enseñar sobre las cosas de Dios empezando con las formas más sencillas y asimilables: “Yo, hermanos, no puedo hablaros como espirituales, sino como a carnales. Como a niños en Cristo os di a beber leche, no comida, porque aún no lo admitíais. Y ni aún ahora podéis admitirla, porque sois todavía carnales“ (I Cor. 3, 1-2). Entonces, como dice el Padre Dávila: “Unos son incapaces de hacer largas reflexiones y consideraciones durante la oración. Otros, los más evolucionados, pueden sin dificultad entrar en un grado superior de oración. A otros les va mejor y se adaptan más fácilmente a permanecer en un estado de paz y de quietud”.

Por ello, y sin desestimar el valor de la oración y sus métodos tradicionales, como son la plegaria de tipo vocal, discursiva, reflexiva o iluminativa, en las cuales intervienen principalmente la razón y los afectos antes que las potencias del espíritu, podemos deducir que la oración contemplativa o de meditación corresponde a la forma más profunda y elevada de oración. En este aspecto, la tradición oriental posee un tesoro espiritual milenario, cuyos métodos de meditación mántrica hoy son aprovechados también por millones de personas en Occidente para conectarse con Dios desde su templo de silencio interior.

Eso sí, no hay método o forma de orar que produzca resultados por sí mismo. Es la Gracia del Espíritu Santo la fuerza que permite que Dios inunde de dones supremos el corazón del devoto sincero. Así el Padre Dávila nos invita a reconocernos, más que como seres imperfectos, como hijos de Dios, como espíritus dotados con la capacidad de alcanzar la realización en este plano con el impulso de la ayuda Divina. Entonces, tengamos también presente que estamos llamados a poner el esfuerzo personal que se requiere para que la acción de Dios pueda operar en nuestra transformación y nuestro ser espiritual recobre el brillo de su pureza original.

¿Y qué lugar ocupa la mente en la meditación? La respuesta es clara: “La mente es el instrumento del espíritu en la técnica de meditación” (P. César Dávila). Es decir, durante la oración contemplativa, el practicante enfoca su conciencia en Dios y sostiene la atención a través de una palabra o frase sagrada que repite una y otra vez, junto a una actitud devocional. En un primer momento, el mantra se repite acompasado de la respiración, sincronizado con cada inhalación y exhalación. Una vez silenciado de a poco el cuerpo, calmadas las emociones y centrada la mente en la respiración, el meditador llega al siguiente paso que -según explica el P. Dávila- “consiste en repetir la palabra o frase que constituyen la parte medular de la meditación”. Y agrega: “El Mantra es aquella palabra o fórmula sagrada que, repetida durante la meditación, nos sintoniza con Dios”.

Pero, ¿cuál es mi mantra? -se pregunta el meditador. Es conocido que muchos gurús y escuelas iniciáticas entregan a sus discípulos uno o más mantras personales que aplican a su vida según su circunstancia y necesidades espirituales. Y en un sentido más amplio, los maestros aconsejan mantras de uso universal, como es el caso de Om. En este aspecto, no conviene ir de un lado al otro acumulando mantras e iniciaciones. Tampoco hay magia de por medio y, menos, resultados exprés. Estas sílabas o palabras sagradas, si bien -por su alto grado vibratorio- ayudan a elevar el estado de conciencia espiritual, no son aquello que nos puede convertir en seres realizados. Aquí la clave es otra: “No hay todavía en el planeta una palabra mantra que dé realización a nadie, absolutamente a nadie. En otras palabras, ningún mantra por sí solo produce el milagro de llevarnos a Dios si no vivimos juntamente, una vida de observancia de sus benditas divinas leyes.” (P. Dávila).

ALGUNOS MANTRAS ORIENTALES

Demos ahora una mirada a los vocablos sagrados más difundidos de la mística oriental, concretamente desde las milenarias tradiciones del Hinduismo y el Budismo:

Mantra Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare. Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare.

Recitadas y cantadas de forma mántica, estas 16 palabras sagradas constituyen el Maha-Mantra que fue difundido desde el siglo XVI por el movimiento bhakti del hinduismo que siguió las enseñanzas del santón Chaitanya, fundador del Krishnaísmo bengalí.

Esta oración hinduista es mencionada por primera vez en el texto Kali-Santarana Upanishad (texto de la doctrina Vedanta, escuela de filosofía dentro del Hinduismo), para referirse a dos de sus manifestaciones divinas: Krishna y Rama.

Según la mundialmente conocida organización ISKON (Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna): “Este Sublime canto nos pone directamente en contacto con el Señor Supremo a través de la vibración sonora de sus santos nombres, y gradualmente nos despierta a nuestra relación original con Dios”. El mantra -observan- no debe confundirse con una canción ordinaria o nada teñido con lo mundano; es una vibración sonora trascendental pura del Absoluto y ha sido sostenida como tal desde tiempos inmemoriales por los grandes sabios y las escrituras Védicas.

Los devotos que practican con este mantra, consideran sagradas a las palabras Hare, Krishna y Rama, que son las semillas trascendentales del mahamantra. Quienes pronuncian con reverencia este canto, lo sienten como un llamado espiritual para que la Madre Hara, protejan el alma del devoto que la llama como si fuera un niño para que del señor Krishna se le revele y le permita alcanzar la gracia del Padre Supremo. Tales son el respeto y la reverencia que tienen los practicantes hacia estas santas palabras, que piden sean cantadas de los labios de un devoto puro del Señor en amor, para que tengan la mayor eficacia en los oyentes.

Mantra Nam-Myo-Ho -Ren-Ge-Kyio

Este es una invocación en japonés altamente espiritual dentro del Budismo Nichiren, y simboliza la Ley última o verdad del Universo. Su significado tiene directa relación con el Sutra del Loto.

La primera parte, Nam, es la reverencia devocional. Nam o Namu, es una derivación de la palabra sánscrita Namas, que se traduce como devoción. La segunda parte, Myoho Renge-Kyio, es la lectura japonesa del título en sánscrito de dicho Sutra, considerado la esencia de la vida que existe dentro de cada persona. La flor del Loto (renge) simboliza la simultaneidad de la ley de la causa y efecto, puesto que ésta florece al mismo tiempo que sus semillas ya están listas.

Este mantram invocatorio lleva el nombre de Daimoku, u Odaimoku (Gran Título). Fue revelado en 1252 en Japón por el monje Nichiren, para manifestar la naturaleza de Buda, una cualidad que según sus creencias es inherente a todas las personas, lo cual las hace capaces de alcanzar la iluminación en su presente existencia. Este enfoque místico del Budismo Nichiren abarca varias grandes escuelas y ramas religiosas en Japón; sus practicantes se empeñan en que, con el tiempo, se dará lugar a una sociedad pacífica, justa y próspera.

La santa japonesa Ogamisama esparció este rezo por el mundo entero como un mantra de paz. El Padre César Dávila refiere haber conocido a esta maestra espiritual cuando visitó Quito, y recuerda así las instrucciones que dio en sus conferencias para recitar esta oración mántrica:

1. Palmotear dos veces las manos, cerrar los ojos ligeramente y elevar las manos juntas a la altura de los ojos.

2. Cantar la oración audiblemente, no muy recio, pero con claridad.

3. Repetirla por 10 minutos.

4. Al finalizar, palmotear de nuevo dos veces las manos.

Mantras de Ramakrishna

Se dice que Sri Ramakrishna (1836-1886), el gran santo de la India que practicó el eterno mensaje de la religión como el vivo ejemplo de una total y permanente identificación con Dios, contaba siete mantras entre sus favoritos:

1. Brahma-Atma-Bhagavan (El verdadero yo y el Dios personal son tres en uno y uno en tres).

2. Bhagavata-Bhakta-Bhagavan (Palabra-Devoto y Dios personal son tres en uno y uno en tres).

3. Brahma-Sakti-Brahma (Dios el Absoluto y la Energía creadora son uno y el mismo).

4. Veda-Purana-Tantra-Gita-Gayatri (Dios de las escrituras y textos sagrados).

5. Saranagata-Saranagata (Me refugio en Tí. Soy tuyo, soy tuyo).

6. Naham-Naham, Tuhu-Tuhu (No yo No yo Solo Tú. Sólo Tú). Este mantra es aconsejado para trabajar en la disolución del ego y la percepción de lo Divino en toda la creación, como el propósito supremo de la vida humana.

7. Ami-Yantra, Tumi-Yantra (Yo soy la máquina. Tú el que me dirige).

Estas fórmulas devocionales de altísima vibración espiritual y que fueron impartidas por el místico Ramakrishna, hacen parte del repertorio sagrado oriental para invocar a la Divinidad. Son los mantras que sus discípulos -entre ellos los grandes swamis Vivekananda y Brahmnanda- esparcirían al resto del mundo junto a las enseñanzas espirituales del iluminado maestro del templo de la diosa Kali en Dakshineswar.

Cabe anotar que las prácticas y enseñanzas de Sri Ramakrishna no sólo se inspiraron en el hinduismo. Su espíritu probó también el cristianismo (obtuvo una visión beatífica de Jesús y su Madre), el islam y muchas otras orientaciones espirituales y religiosas. Una de sus frases, resume la universalidad del pensamiento de este ser realizado: “Debemos entender que en todas las religiones se adora al mismo Dios.”

Mantra

Om-Tat- Sat (Yo soy el que soy)

Al explicar este mantra de las escuelas hinduistas, el Padre César Dávila lo equipara a la fórmula con que Yahvé respondió a Moisés a su pregunta “¿Cuál es tu nombre?: “Yo soy el que soy. Así responderás a los hijos de Israel: el yo soy me manda a “vosotros“.

Desglosemos su significado en el lenguaje oriental:

Om: el Poder Supremo.

Tat: la Suprema Esencia, la Realidad Absoluta, la Inteligencia Plena, el Espíritu en su realidad inmortal, el Néctar y Ambrosía, la Matriz Celeste en la que germina la vida.

Sat: el Reposo Eterno, la Quietud Inmanente, el Paraíso, el Motor Inmóvil.

En Las llaves de tu Reino, Concentración y Meditación, el Padre Dávila define así a la vibración OmTat-Sat: “Es la fórmula que expresa la esencia divina absoluta y evoca al Indefinible, al Indemostrable, al que existe en sí mismo y por sí, al Principio sin Principio, a la Fuente y Origen de todo ser, al Padre de quien procede el Verbo de Dios y al Espíritu Santo, a la Existencia Absoluta inmanente, a Quien para SER no necesitó de nadie, ni de sí mismo, porque nunca tuvo necesidad de ser, porque ES siempre. Para él no hay pasado. Para él no hay porvenir. Él es en sí mismo y en todo, con actualidad absoluto, sin que medie un instante anterior o posterior.”

Mantra

Om, Muni Muni. Maha Muni, Swaha

Esta frase es descrita así por el Padre Dávila: “Esta es una fórmula, una invocación del Poder Divino reflejado en su Verbo que forma una especie de nudo con el hombre, uniéndose a él para elevarle y comunicarle cuanto es y cuanto posee.”

Mantra

Om, Mani, Padme, Hum (Yo soy la joya del loto y en él permaneceré)

Cerramos este repaso con el mantra del bodhisattva de la compasión, el más conocido en la práctica devocional del Budismo. Sus seis sílabas pronunciadas incesantemente durante la meditación, se consideran altamente beneficiosas para ayudar a trasformar las impurezas del cuerpo y de la mente y perfeccionar estas cualidades espirituales: generosidad, ética pura, tolerancia y paciencia, perseverancia, concentración y sabiduría.

Mientras se recita el Om, Mani, Padre, Hum se debe pensar en su significado más profundo:

Om: el Poder Supremo.

Mani: El Verbo o Segundo Logos.

Padme: Son los arquetipos, las ideas germinales, los moldes primarios en los que se plasman todos los seres en la Mente Divina.

Hum: Es la Conciencia Cósmica Omnipresente.

Es en el centro de nuestro ser, simbolizado en la joya de la flor del loto, donde nuestro yo espiritual tiene su encuentro con Dios. Es el todo en el Uno, y es el uno en el Todo. Y es allí donde queremos quedarnos, en el eterno presente de la percepción del mundo espiritual.

El gran tema del Om amerita un aparte, tratándose del Mantra Supremo.

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