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¿Cómo, De qué y Por qué nos habla Dios?

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Editorial

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Ing. Com. Ángel A. Ledesma Ginatta

Dios nos habla externamente Dios nos ha hablado desde siempre externa e internamente. Dios nos ha hablado a través de la Naturaleza. Dios nos hablado a través de sus santos Profetas. Dios nos habla a través de cada ser Humano, que nos regala una sonrisa, una palabra de aliento. Dios nos habla a través de Jesucristo y su Iglesia, de la cual es su cabeza mística.

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Dios nos habla internamente

Dios nos habla a cada uno de nosotros a través del Silencio. Esta es la vía para sentir la presencia del Espíritu Santo que actúa a través del Reino de Dios, que según la enseñanza de Cristo, está dentro de nosotros.

“El reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán ‘Vedlo aquí vedlo allá’, porque el reino de Dios ya está dentro de vosotros” San Lucas 17, 21.

¿Cómo nos habla en el Silencio?

Necesitamos prepararnos, y hacer silencio, para abrir las puertas de nuestra consciencia a Dios.

Esta preparación requiere de un método:

En nuestra escuela el Padre Dávila nos legó los ejercicios de Pre Yoga, energización, Hatha Yoga. Las respiraciones: Completa, rítmica, alterna. La relajación o desconexión consciente de la mente de su identificación con el cuerpo. La práctica de Kriya Yoga y la Meditación u Oración Contemplativa. Esta nos facilita la sintonía con Dios.

Dios nos habla a través de su “Testigo Fiel” o “Espíri-

tu Santo” que nos hace escuchar su voz.

Esta voz nos lleva al conocimiento de Dios: Dios Yo soy el que soy Dios Padre Dios Desconocido Dios Luz Dios Amor Dios Verdad Dios Inmanifestado Dios Camino: Yo soy el Camino, La Verdad y La Vida Dios del Silencio

¿De qué nos habla Dios?

Dios no habla de sí mismo y de su presencia en el mundo, en los seres, la naturaleza y sus leyes que regulan toda la creación.

Dios nos habla que Él es Abba, el Padre, y que de Él procede el Hijo, que es su impronta, donde Él se manifiesta y se entrega total y absolutamente. Que de Él procede el Hijo y el Espíritu Santo, y que este es Señor y dador de Vida. Nosotros debemos despertar la vivencia de que Dios es nuestro Padre. La Providencia del Padre, se manifiesta a través: Pedir para que se nos conceda. Buscar para encontrar. Llamar para que se nos abra. Además nos tiene reservada una herencia: Él mismo.

Dios nos habla de su amor. Este es el llamado permanente de Dios atrayéndonos hacia sí, único gran centro de consumación y perfección para vivir y experimentar la unidad y el retorno a Dios.

El Dios Amor se prolonga así mismo a través de cada ser humano. Cada ser humano es otro Dios, porque tiene en sí mismo, algo de Dios mismo: Su Espíritu. Gracias al Amor Divino, Dios mora en nosotros y nosotros en Él.

El Amor es en palabras de Pablo de Tarso: “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta”

I Cor 13, 4-7.

El Dios Luz es el que a través de su Gracia, hace posible toda experiencia divina. Que sin esta Luz que viene de lo alto y que por decir, ilumina o enciende nuestro espíritu, nos rodea, nos penetra, nos invade y nos hace caminar en justicia, bondad, honestidad, fe, esperanza, amor.

El Dios Verdad, que es La Verdad Absoluta, más allá del devenir, del Ser y el No Ser, y de toda mutación o cambio nos enseña que el espíritu nuestro recibido como un don, es el hombre verdadero, real, que no nace, no muere, ninguna arma puede herirle, ni el fuego quemarle, y que del Espíritu de Dios al espíritu del hombre éste puede entrar en comunión con el Dios Verdad.

El Dios Yo Soy el que Soy, nos enseña su nombre como cuando se lo reveló a Moisés, bajo la figura de la Zarza Ardiente. El Sagrado Tetragramaton: YodHe-Vau-He, es la experiencia de Dios, como el único Ser que con propiedad: Es. Su esencia es SER. No limitado por espacio y tiempo. Cuando entramos en comunión con Dios, nos comparte su Conciencia de Ser que vive el Eterno presente y que no está limitado por las dimensiones de alto-ancho-largo.

El Dios desconocido es aquel que decimos que existe y que hemos recibido una formación intelectual acerca de sus cualidades, naturaleza, esencia y principios de Fe, sobre el Dios que debemos creer. Cuando a través de la meditación Él se nos manifieste, dejará de ser el Dios que desconocemos y se iniciará nuestra Bienaventuranza en la tierra.

El Dios del Silencio, es el que aprendemos a sentir, cuando cerramos las puertas de nuestros sentidos. Dios se revela en el silencio y no en la algarabía. Cuanto más hagamos silencio la Voz de Dios será más clara y podemos gozar de su Bendita presencia.

Para los Orientales Dios es el Sat-Chit-Ananda

Sat Dios es un ser que su esencia es “Ser”, “Yo Soy”, no limitado por tiempo ni espacio. En la meditación vivimos la ausencia de los límites de tiempo y espacio. En meditación profunda experimentamos esa esencia. Chit, Conciencia siempre inteligente y renovada. Lo conocemos como Conciencia e Inteligencia Crística que todo lo guía, presencia, informa y mantiene con vida. A través de la Conciencia Crística pasamos a la Conciencia Cósmica que está más allá de la Creación Visible e Invisible.

Ananda, Gozo supremo.

Siempre renovado e inagotable.

Dios nos ha expresado su voluntad a través de sus divinas leyes. Los maestros espirituales y las organizaciones religiosas actúan en armonía con la voluntad divina para llevar a cabo o realizar estas leyes en nuestra vida diaria y de la sociedad.

¿Por qué nos habla Dios?

Porque Dios es la meta de todo ser que viene a este mundo.

Si Dios no nos hablara, ¿cómo podríamos oír su voz y sentir su luz y amor para sintonizarnos con Él? ¿Cómo podríamos conocerlo? Existe la necesidad Absoluta que Dios se revele y se dé a conocer. Pero al mismo tiempo se necesita que la criatura, busque y anhele reunirse con su creador. Esta es la enseñanza de San Agustín: “El Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti.” Dios es a manera de un gran transmisor que todo el tiempo envía sus ondas, de su palabra, de sus vibraciones de paz, gozo, amor, bienaventuranza.

En la sintonía de su voz, de su ser, nos aseguramos la sintonía con ese gran transmisor Dios Padre-Hijo y Espíritu Santo.

El Lenguaje del silencio nos permite recibir estas ondas Divinas y a través de ellas sentir la unidad con todos los seres del Universo.

Vamos a comentar algunas experiencias de escuchar la Voz de Dios:

Elías en el Horeb oyó la voz de Dios cuando pasó un sonido muy suave, se puso de pie y se cubrió la cabeza. Ángel Gabriel, y aceptó: “Hágase en mí según tu palabra”.

Samuel, oyó la voz de Dios y al tercer llamado por indicación del sacerdote Elí, dijo: “Habla Señor que tu siervo escucha”. Teilhard de Chardin: Oyó la Voz de Dios, como el desconocido de quien quería huir. Pero escuchó: “Ego sum, noli timere”, “Soy yo, no temáis.” Desde ahí en adelante su iluminación mística le acompañará hasta el final de sus días, y le hará descubrir no solamente los misterios de las cosas, sino los misterios de Dios.

Jesús se preparó para recibir la unción mesiánica, en el desierto con oración y ayuno de 40 días y 40 noches. El día del Bautizo escuchó la Voz del Padre: “Este es mi Hijo el Bien Amado en quien tengo puesto toda mi complacencia, escuchadlo”.

La Virgen María oyó la petición de Dios a través del Santo Tomás de Aquino. Después de una visión divina en la Fiesta de San Nicolás, dejó de escribir la Summa Teológica. Cuando su hermano Reginaldo lo instaba a que la siguiera escribiendo. Objetó la propuesta diciendo: “Ya no es tiempo de escribir, todo lo que he escrito me parece que no es sino paja, en comparación de lo que se me ha revelado”.

Experiencia de Dios

El hombre de hoy necesita de qué se le hable de un Dios al que pueda conocerle y vivirle en su propia vida.

Transmisión de fórmulas y no de experiencia. Una experiencia de Dios es intransferible, exclusiva, absolutamente personal. Las fórmulas permanecen el plano de los conceptos. Las experiencias en el de las realizaciones. Las fórmulas se elaboran en la mente. Las segundas son vivencias íntimas que nos fusionan con Él. “Sin que desaparezca el Yo Divino y sin que nosotros perdamos nuestro Yo humano”.

Signos de la Experiencia Divina:

Dios es un Espíritu purísimo. Cualquier experiencia que se tenga con Él, ha de ser eminentemente Espiritual, trascendental que excluye la acción de los sentidos externos e internos.

Todo lo que no va más allá de una impresión sensorial no puede llamarse experiencia Divina.

No está limitada por las nociones de espacio-tiempo. Se realiza de Mente a mente. Voluntad a Voluntad. Espíritu a espíritu. Conciencia a conciencia. Persona a persona.

Uno de los signos de la experiencia de Dios es la Unidad con Dios. En el caso del Señor, este como Dios y como hombre manifestó: “Yo y el Padre, somos uno” Juan 10, 29.

Por eso el Señor antes de celebrar la Institución de la Sagrada Eucaristía pronuncia, la Oración de la Unidad. “No te pido sólo por éstos, te pido también por los que van a creer en Mí, mediante su mensaje: Que sean todos Uno, como Tú, Padre estás conmigo y Yo contigo” Juan 17, 20-21.

En el estado de Unidad, La mente Divina y la nuestra, El Querer Divino y el nuestro, La Conciencia Divina y la nuestra, El espíritu Divino y el nuestro, ya no son dos, sino uno solo.

Dios no está limitado por tiempo y espacio, en las experiencias místicas hay ausencia de estos límites, y la conciencia humana se expande, abrazándose con el Universo visible e invisible. El tiempo se trasciende y se vive un hoy, sin ayer y sin mañana.

Dios es siempre gozo permanente, que acompaña al meditador durante la Meditación y después lo acompaña en sus actividades diarias.

El Padre Dávila en El Dios Vivencial habla de una experiencia de Él, como referida a una tercera persona y dice respecto a su experiencia de Éxtasis: “Dios es una Luz que interpenetra todo. Absolutamente todo sin excepción. Infinita Luz que lo envuelve todo, que está presente en todas las cosas, en mí, en cada célula, en cada átomo, en cada millonésima parte de materia.

Esta luz es simultáneamente estática y dinámica: lo primero, porque en ella no hay movimiento vibratorio molecular, que se mide en longitudes; lo segundo, porque está siempre activa, siempre consciente, siempre actuante, siempre presente, en cada episodio del gran drama cósmico.

Ser consciente de esto, vivir esto, darme cuenta de esto, sentir esto, llamo una experiencia de Dios. En este caso, Él y yo (ese yo insignificante) ya no son dos: son uno. Uno por el renunciamiento de este yo pequeñito, para que el verdadero Yo, el Yo divino se manifieste por este yo mío.

Sentir y vivir este: “Tú y yo somos uno” es lo que el místico oriental llama Samadhi y la mística cristiana, éxtasis. (Dios Vivencial página 365-66)

Agradezcamos una vez más a Dios y al Padre Dávila por permitir que el desarrollo de esta presentación esté basado en el libro “El Dios Vivencial”.

¿Como, De quéy Por qué nos habla Dios?

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