Siempre me he preguntado por la manera en que un artista encuentra su voz particular y se hace eco entre múltiples sonidos y experiencias, tantas como expresiones de arte puedan existir, y cómo esa voz influencia a su vez la realidad de la que surge y es efecto visible.
Tal vez algunos artistas nacen dotados de una sensibilidad particular que les permite percibir, modelar y expresar sucesos que están allí a nuestro alrededor, pero que son solo visibles para aquellos dispuestos a detallar, a esperar, a indagar. Puede suceder que otros artistas sean una suerte de videntes: seres con una capacidad extraordinaria para ofrecer chispazos de lo que está por venir... aquellos capaces de percibir el momento latiendo justo antes de que salga a la luz. También creo que existe aquel artista que es prueba de tenacidad: el que forja su voz en la ardua experiencia de perderse en sí mismo hasta encontrar esa forma única de expresar su visión del mundo, y está aquel artista que es la voz de los que no pueden hablar: el que hace eco de su talento para visibilizar aquello que como sociedad muchas veces no queremos ver o pretendemos ignorar.
Fotografía ArtBo 2014
En este encuentro entre el artista y su voz personal creo que radica la belleza del arte: un sujeto buscando aquello que le va a permitir conectarse y estar en el mundo, y no solo estar en el mundo, sino influir en el. Nada más humano que la constante búsqueda del otro y lo otro, porque es en esta experiencia vital de encontrar otras formas de entender el mundo que cada uno de nosotros transmuta, crece y se enriquece. Por eso eventos de la magnitud de artBo son vitales en sociedades como la nuestra, porque como experiencia colectiva abren una puerta esencial: aquella que nos permite vislumbrar qué hemos sido como sociedad, en dónde estamos, y nos lleva a imaginarnos ese lugar al queremos llegar. Como experiencia subjetiva, el arte nos permite reconocernos a un nivel más profundo, porque en ese espejo del arte, donde se reflejan múltiples visiones y miradas, nos es más fácil entender que mi realidad no es la única realidad, y es en ese espejo del arte donde nos es más fácil reconocer como individuos que mi presencia, es también en relación con la presencia del otro.