Para ahorrar lberintos

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PARA AHORRAR LABERINTOS AMAIA BARRENA

A FORTIORI EDITORIAL


Catálogo A Fortiori

1ª Edición, diciembre 2017 Colección «La oficina de las Causas Perdidas» Número 13 Responsable de los textos: Amaia Barrena García Responsable de esta edición: A Fortiori Editorial Fondo de portada: Basado en Starline - Freepik.com Música de las locuciones: http://jamendo.com Óscar Ávila, Re-Lab y Weiss Pedidos: pedidos@globalkultura.net

ISBN-13: 978-84-96755-48-2 Depósito legal: BI-2008-2017 Este es un trabajo libre. Los textos y las imágenes de este libro pueden disfrutarse sin límite alguno bajo las condiciones siguientes: 1ª Debe reconocerse la autoría. 2ª No puede utilizarse esta obra, ni las obras derivadas del uso de ésta, para fines comerciales. 3ª Si se altera o transforma esta obra, la obra generada sólo puede ser distribuida bajo una licencia idéntica a esta. Nada en esta licencia menoscaba o restringe los derechos morales de su autora. Para poder citar correctamente, debe hacerse de esta manera: De la obra «Para ahorrar laberintos» de Amaia Barrena. A Fortiori Editorial, 2017.


Para mis amigos, por los cajones llenos de cartas que hay en vuestros cuartos. Para Ekaitz, por escribir en el mĂ­o.

Para JuliĂĄn Borao, mi Big Bang tiene tu risa.


AGRADECIMIENTOS

Después de tantas cartas tengo una deuda con mis buzones. No se puede terminar un libro, igual que una carcajada, sin un enorme GRACIAS. A Jaio la Espía por darme una dirección cuando estaba perdida. Y no me refiero sólo a estas páginas. A mis amigos, esas personas que llevo como sello de todo lo que hago. Aitor, mi reina, Xabi, Lander, Eneko, Galder, Nora, Cristina, Andoni, Mikel, mis dos Julen, Borja, Andrea, Diana, Iñaki, Carla y todos los que en algún momento habéis recibido uno de mis garabatos. A mi padre y a mi hermano, por ser simplemente ellos. A mi madre, porque se niega a llevar capa pero es una súper heroína. A todos aquellos que me habéis hecho un hueco en vuestra estantería, que habéis sonreído con mis líneas, gracias. Y a ti, Ekaitz, gracias y un beso. Por ser mucho más que un destinatario. Por ser destino.

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TE DOY LA BIENVENIDA A LOS LABERINTOS

Andrea. Este libro tiene que empezar con su nombre. Andrea se sentó con once años en un pupitre detrás del mío el primer día de clase. Andrea se sienta ahora en la silla que más cerca está de mi cerveza en cualquier bar y me hace reír hasta que me duelen la tripa y el miedo. Andrea separó su camino del mío al acabar el instituto por razones de esas tontas que ya ninguna recordamos. Andrea, años más tarde, me escribió un mensaje por una de esas redes sociales que a veces realmente sirven para conectar y me dijo: “He encontrado las cartas que me escribías en el cole y te echo de menos. ¿Volvemos a vernos?”. Ahora volvemos a vernos cada viernes, cada día impar y cada vez que queremos abrazarnos. Esa es la magia de una carta. Es un interruptor a los recuerdos, como me dijo una vez Eneko, después de que le leyera la suya en el trastero de un garaje una noche. Estas cartas y las muchas que ellos tienen en sus cajones, son el tendido eléctrico de mi memoria. En los ciento cuarenta caracteres de Twitter no hay sitio para las vocales de un “eres una heroína con pijama”. No me caben en un WhatsApp las consonantes de un “siempre somos una buena idea”. No quiero necesitar WiFi para que Facebook me pregunte qué estoy pensando y decirle

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al mundo lo rápido que se pasa el tiempo con tus manos en mis pechos. Todo ello y un abrazo de los que te hacen invertebrada sólo pueden hospedarse en una carta. Estas cartas son un GPS de papel a los laberintos de mi cabeza. Una forma de romper muros, o mejor, de dejar entrar a alguien a través de las grietas. Fueron mi brújula para reencontrar a mi mejor amiga. Son el papel de los aviones que le lanzo a mi chico extraterrestremente guapo. Tengo un bolígrafo atravesado en el diafragma y ya no sé respirar sin escribir. Espero que quienes me estéis leyendo tengáis vuestras propias cartas. Confío en que las mías os hagan sonreír.

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EL HORARIO DE LO INSANO Y puedes escucharla

¿Qué tiene la soledad que cuando la comparto contigo quema en los labios? ¿Qué tienes tú, para ser simplemente inevitable? ¿Cuánto tiempo llevas colocando señalizaciones equivocadas por mi vida para que todos los caminos me conduzcan a ti? Para ser ese insomnio que me persigue estando despierta y me impide soñar con mi propio presente, imaginar uno en el que no estés. Un insomnio que dibuja ojeras de pasado, un borrador arrugado de lo que nunca fue. Lo reconozco, me ha llevado un rato aprender a sentirme desgraciada. He necesitado clases extraescolares a solas con tu indiferencia para aprender a echarte de menos sin trampas. Pero te aseguro que este silencio que se ha hecho sólido en mi habitación ha sido un buen profesor. Sé y puedo echarte de menos ahora en tantos idiomas como palabras están de más cuando se trata de hablar a tu lengua. Llevo queriéndote más de cuatro poemas. Llevo extrañándote más de cinco desesperaciones, no me hagas calculártelo en largas tardes. Trato de calmarme y coger aire, y siento que son branquias lo que hay bajo mi pecho, que trato de respirar en el lugar equivocado y por eso me ahogo. Recordarte es verter gasolina sobre unos pensamientos que me queman por sí mismos. Estoy

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amordazada por el sonido de un pronombre que no existe, que no pronuncié, que no escuchaste. Lo reconozco, te he tenido tanto tiempo a la distancia de una caricia que nunca me preocupé de que llegaras a sentirla. Esta carta es sólo un cebo para poder cazar tu tacto. Para poder cazar esa caricia si aún continúa con vida. Imagina por un momento que quiero ser otra persona y lo consigo. O mejor, que soy la misma que un día quisiste, pero dispuesta esta vez a querer también. Si quieres puedo llevar tu carrito en el supermercado. Si me dejas te desnudo sin manos. Si me haces un hueco en tu sofá, te dejo que pongas sobre mí tus piernas. Si el hueco me lo haces en tu cama, haré llover al sur de tu cuerpo tentaciones afónicas. Si me dejas mudarme a un arcén de tus semanas, estaré allí cuando descarriles. Estaré allí para que lo hagas entre mis curvas. Si me quitas hoy la botella, antes de que me atragante con el mal trago de no tenerte, antes de que me emborrache tratando de verte doble, o simplemente verte… Si me quitas hoy la botella, yo te prepararé el café cada mañana antes del trabajo. Yo seré tus vacaciones cada noche. Yo sigo aquí, esperando que me hagas reír y podamos ser como dos adolescentes que vuelven pisando locuras y llegan tarde a casa. No me digas que soy yo la que llega demasiado tarde esta vez. Ganadora del XIX Certamen de Cartas de Amor Villa de Mijas 2014 (Málaga).

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Y puedes escucharla

LA COLA DE REPUESTO DE TUS LAGARTIJAS

¿Qué tal si te doy mi teléfono en números rojos? Si lo anoto con carmín en algún lugar donde nunca lo pierdas. Tal vez así me llames, cuando no te apetezca hablar con nadie, y nos cortemos las penas en una bañera imaginaria. Ya sabes, en mi casa sólo tengo ducha y dicen que reírse de pie no es lo mismo, aunque parece adelgazar el doble. Sí, está decidido. Voy a darte mi teléfono en números romanos, y así, al marcar la X sabrás que has encontrado un tesoro. Habrás encontrado a alguien que pelea por ser la sacamuelas de los cocodrilos que nadan en los pozos de tu café, el paraguas al que se aferren tus gremlins las tardes de lluvia en Bilbao. Alguien que sí te dejaría tocar madera y compartir con ella su tabla salvavidas cuando chocáramos contra el iceberg que colma el vaso. Una persona de profundas ambiciones, como ser la loba que vomite ovejas cuando no puedas dormir o la chica que te acaricie el pelo mientras tanto. Puedo escribírtelo en el suelo con tiza en una rayuela hecha poema o contártelo mientras hago malabares para no tirar nuestras cervezas buscando mesa en algún bar. Yo, quiero ser la cola de repuesto de tus lagartijas cuando el derrotismo las pisotee. Quiero afilarte los dientes de león para que mordamos juntos deseos, que la mitad de

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los míos empiezan por tumbarnos en cualquier parque y quedarnos alucinados sin tener que probar su hierba. Yo, quiero curarte hasta las heridas que todavía no te has hecho con un amor a toda pastilla, de los que no pierden el tiempo preguntando qué ha pasado y simplemente lo pasan contigo. Te preguntarás por qué esta obsesión por darte mi teléfono en números irracionales, y la respuesta es la más obvia. Me vuelves loca. Eres un enorme sofá de cuero para una mujer que lleva toda su vida perdiendo al juego de las sillas. Por favor, llámame. Llámame. Y si no lo haces, simplemente seguiré en pie. Ganadora del XVIII Concurso de Cartas de Amor de Leioa (Leioa, 2017)

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GOLIAT ERA IMAGINARIO Y puedes escucharla

Voy a pedir una subvención por echarte de menos. No estoy para desperdiciar ayudas. Ayer necesité una hasta para encontrar el cubo de basura en mi propia cocina, estaba hecha polvo y no sabía hacia dónde barrerme. Sería más sencillo si fuera de piedra, de la de tu mechero, y no aguantases más de dos horas sin encenderme. Ojalá fuese ábaco de liar y sobrasen los filtros para contarme. Cualquier cosa. Como que nunca llegaste a ex fumar del todo, que aún te pide el mono los plátanos de mi estanco. Perdona si no he sabido decirlo antes. Tenía el corazón en un puño, en el izquierdo, y se me dio mal ser zurda. Pero me rindo, tenías razón, Goliat era imaginario y tus brazos no. Mis marcianitos han decretado un Game Over, si quiero algo que no sea de este mundo tendrá que ser tu cara de dormido por las mañanas. Rompamos con todo o acabaré rompiéndome por nada. Soy una bolchevique que no está libre de flaquezas.

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LA ANSIEDAD DE UN CORAZÓN CON PÁRKINSON

Y puedes escucharla

¿Por cuántas letras me vendes un beso? ¿Cuánto me costaría alquilar tu sonrisa, hacer que tu boca se curve por mí? Calcúlalo en tinta. Exprimiré mis sonetos como si trapos mojados fueran, que las tormentas que provocas en el epicentro de mi cuerpo empapan el sur de cuánto escribo. ¿Qué comisión me cobrarías por un préstamo de tu interés? Calcúlalo en cristal, que voy a hipotecar cada copa que he invertido en lograrlo. Con lo que resta de mi fortuna, de mi increíble fortuna si apareces, te invito a cenar. Seremos el caballero y la vagabunda, con un verso a la carbonara tendido entre tu boca y la mía, un vino que anime y aplaude a mi sinceridad hasta hacerla valiente, y un par de bombones, que nada hay más afrodisiaco que el crujido de un deseo de chocolate entre tus dientes. Te invito a cenar y a dejar de ser amigos. No quiero escuchar más lunes cómo ha ido tu fin de semana. Yo quiero ser tu viernes, yo quiero ser tu impaciencia, yo quiero ser ese descanso que te deja exhausto. Yo quiero ser ese paréntesis que te atrapa entre sus piernas. Yo quiero ser la risa nerviosa que no puedas contener cuando tus amigos te pregunten dónde has estado, quiero ser ese secreto que te queme hasta enfermarte, hasta que te suba la fiebre de imaginarme a mí descendiendo. Yo quiero ser la razón por la que te mueras de sueño, en vez de ser la chica que sufre insomnio crónico por soñar

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contigo. No recuerdo la última vez que visité mi presente. Estos meses mi agenda está demasiado ocupada, entre las conversaciones que imagino, las armas que busco y utilizo para no darte tregua, y las ecuaciones de probabilidades que desarrollo para inventar casualidades. La vida real es sólo una interrupción cuando te miro. En serio, ¿cómo se puede tener una inspiración tan hambrienta y un amor con tal sobrepeso a la vez? Cualquier día dejaré de poder cargar con él sin ayuda. Cualquier día mis palabras te morderán los labios y sabrás que yo estoy a punto de hacerlo también. Si vineras a cenar, te limpiaría los restos de nuestro verso a la carbonara y deslizaría caricias por el tobogán de tu mejilla sin importar a cuántos centímetros de tu cuerpo estuviera el suelo. Llevo tanto tiempo sin pisarlo que ya no estoy segura de ser capaz de encontrarlo. Que lo conveniente, lo seguro, la versión censurada que luego contaremos, esperen sentados mientras yo te tumbo. Hace tiempo que mi horizonte es el dibujo de tu silueta en sentido horizontal. Te invito a cenar y si el vino es bueno mi sinceridad dejará de actuar. Dejará de interpretar el papel de la chica inocente que aprieta la carpeta contra su pecho mientras te desea un buen día. Y es que tras esa carpeta hay un corazón con párkinson, que tartamudea cada sílaba de esta carta, que siente que le queda pequeño el tórax cada vez que está contigo. Vamos, ven y dime, ¿por cuántas letras me vendes un beso? El título del siguiente poema puede ser tan largo como pidas. Ganadora del segundo premio del VIII Certamen de Creación Literaria Juvenil “Poeta García Gutiérrez” (Chiclana de la Frontera, Cádiz, 2014)

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LA FALDA QUE AMBICIONABA OTRAS COSTURAS

Y puedes escucharla

Tan espectacular es la pirotecnia que se produce en mi cabeza cada vez que mi adrenalina en vías de explosión le intuye acercarse, que esta carta se ha convertido en un correo más que urgente, dados los destrozos que se están generando en una sensatez ya con andamios. Sí, estoy hablando de él, de ese que suele acompañarte. Este es un telegrama a tu chándal, asegúrate de que estas hojas acaben en su bolsillo trasero. Tiene que saber, aún a riesgo de que se sonroje o tome una actitud más tirante en algunas zonas, que ha enamorado a mi falda, tan valiente que no teme enfrentarse con ropas que no son de su tamaño. Mi pequeña le ofrece sus volantes para conducir un safari de fieros paisajes. ¿Crees que podría tu chándal encontrarse con ella, pongamos en el suelo del rincón privado más cercano que oferten nuestras circunstancias? ¿Crees que allí podrían quedarse uno sobre otro mientras tú y yo descansamos de llevarlos un rato? Debo dejar claro que si orquesto esta cita a ciegas en la que pretendo sin embargo no perderte de vista, lo hago solamente por ella y el cariño que le profeso. De hecho, tu chándal no termina de gustarme, resulta tan inútil en su oficio de cubrir unos músculos que adivino a cada

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paso, como en su esfuerzo por disimular ese magnetismo que le ha usurpado la fuerza de voluntad a mi corazón metalizado. No me gusta demasiado tu prenda como amante de la mía. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de esa sonrisa tuya, que ha me ha hecho imaginarte más veces desnudo de las que nos hemos visto vestidos. Llevo semanas saliendo a la calle con tacones para estar a la altura de tus ojos, y cordones desatados que me ayuden a caer en la tentación de frente, de espaldas, de lado, la próxima vez que me tropiece contigo. Los bares en los que te advierto me emborrachan antes de llegar a la barra, mientras me pregunto si algún día además de una copa, tomaremos juntos alguna decisión. Una sin importancia, como quién girará a la derecha y quién a la izquierda cuando nos demos el beso de tornillo que deje a la vida fuera de rosca. Puede que nuestras ropas aspiren a vivir un amor de ciencia ficción, no he querido preguntarle a mi falda demasiado. Pero lo cierto es que yo me conformaría con uno real entre nosotros, uno en el que no importe si metes la pata u otras partes de tu cuerpo. Sería suficiente con que al abrazarme me levantaras del suelo, como si apenas pesaran mis defectos de más, y me hicieras reír con la misma facilidad con la que ahora me haces echarte de menos. No tengo miedo a que me dejes. Puedes dejarme en tu coche mientras espero a que vuelvas de un recado, o en casa devorando libros hasta que vuelvas de tus clases. Puedes dejarme en cualquier lugar al que no olvides volver, pero no me dejes nunca en paz. Toco madera al escuchar tu nombre, no sólo por ahuyentar la desgracia de que alguna vez ignoraras el mío, sino porque necesito sujetarme a algo más sólido que estos muslos de gelatina a tu servicio. Sé que puedo ser tan torpe como una jirafa con patines, al pretender

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confesarte que planeo en secreto suicidarme entre tus piernas homicidas en el momento menos premeditado. Tengo entendido que existe una vida mejor, y no me cabe ninguna duda de que allĂ­ voy a encontrarla. Mientras tanto, que al fin y al cabo, a ti me dirijo a ti por deferencia y en ti pienso sĂłlo como obsesivo pasatiempo, trata de hacer llegar estos versos a tu chĂĄndal. Mi minifalda le espera inquieta para romperse juntos las costuras.

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Y puedes escucharla

LA INCALCULABLE MATEMÁTICA DE TU RISA

Me has hecho un hijo de papel, esta mañana en el ascensor. Antes de llegar si quiera al primer piso, la sorpresa de encontrarte tan guapo y tan a solas, me ha inseminado un poema que a la altura del segundo ya me provocaba nauseas, irrefrenables ganas de vomitarte proposiciones, escenas de películas que imagino protagonizar contigo. Si no fuera por el pánico a que se me rice el pelo, querría que fuéramos esos locos que saltan charcos de la mano bajo la Luna. Tampoco me importaría tumbarnos juntos en una playa desierta a comernos la piel y bebernos el mar, si no fuese por mi odio declarado a la arena. De cualquier modo, al pasar la tercera planta me han dado nuestros versos tales patadas en el estómago, como si trataran de aplastar las hormigas que por él se pasean mientras hablamos, que mis delirios se han visto obligados a serenarse y calzarse el dedal que les permitiera retomar el hilo de la conversación. Hubiera vendido más de órgano a cualquier traficante en ese momento a cambio de hacer de este maldito edificio un rascacielos de proporciones épicas, cuando al llegar al cuarto se han abierto las puertas metalizadas y me has cedido el paso antes de que yo me hubiera decidido a dar ninguno en condiciones. Para entonces ya estaba

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aprendiendo a gatear nuestro hijo, que ahora reclama a su padre llorando migrañas. Ya le he encargado a la impresora una cuna para el pequeño, ¿podrías hacer tú una cama, un sencillo corral, donde podamos ir al grano la próxima vez que me pongas la piel de gallina? Si he de serte sincera, mientras finges enfadarte sólo para recibir unos mimos de más, o confundo yo el recreo con la sala de profesores si encuentro tus cosas sobre la mesa, me pregunto si no somos más adolescentes que aquellos a los que damos clase. Sé bien que eres un hombre de ciencias, y por ello he realizado una exhaustiva investigación que te convenza de lo divertido de pasear por mi abecedario. Has de saber que según afirma el estudio, dos de cada tres neuronas de las que buscan asilo bajo mi cráneo cuando llueve, te piensan el 98% del tiempo que pasan despiertas. Por otra parte, a pesar de que soy de esas a las que a fin de mes nunca les salen las cuentas, no he tardado en intuir un probable resultado a la suma de tu cuerpo sobre el mío, ya que al fin y al cabo, es una operación que se puede realizar con los dedos. Disculpa si me voy por las ramas de tus raíces cuadradas al pretender declararte que cada vez que bostezas sueño con dormir sobre tu pecho en una postura diferente, pero no pretendo engañarte. Soy sólo una ratita presumida con afición al queso y los pintauñas, que prefiere el aroma de una pescadería al de las rosas. Nunca he probado las sales de ducha, pero me pierden las del tequila. Me siento como un erizo que se muere por que le abracen. ¿Por qué no equivocarnos en todo hasta perder el miedo a que algo salga bien? ¿Por qué no romper todas las reglas para querernos a centímetros sin medida? ¿Qué nos impide empaparnos juntos? Tú escoges si en sudor o en tu bañera.

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Es la manera en que te ríes, en que haces de la vida un peluche al que se puede apartar de la cama mientras nos tumbamos juntos. Es la forma en que me hablas y escuchas, como si mis palabras fueran en pijama y nunca estuvieran tan cómodas como en tus conversaciones, esas que mantenemos incluso cuando tú no estás presente. Y es que te has convertido en el amigo invisible de la niña que fui y en la crónica inspiración de este simulacro de mujer adulta. Es la manera en que me haces reír, que me hace creer que realmente los matemáticos podéis tener las soluciones para todo el universo. Tal vez tú seas el que guarde las del mío. Debes saber de buena tinta, de esa de bolígrafo de sesenta céntimos con la que te escriben y describen mis líneas, que si de verdad te apetece contar, puedes contar conmigo. Pero has de hacerlo deprisa, sáltate si hace falta mis botones impares, que se enfrían los hielos de tu copa y se me hace la boca agua con tu saliva. Ganadora del IV Concurso de Cartas de Amor de Cobisa (Toledo, 2015)

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PARA AHORRAR LABERINTOS Y puedes escucharla

Leerme es tomar un atajo a mis neuronas, a las importantes, a las que no habitan en el cerebro. Y nadie más que tú se ha ganado conocerme ahorrándose los laberintos. Supongo que a veces la confianza se consigue y otras, simplemente, existe. De modo que te daré alguna pista sobre ese misterio titulado “por qué tú y no otro”. Podría mirarte durante horas hasta ser capaz de calcular con total exactitud el grosor del hueso de tu clavícula izquierda. Los rotos de mis pantalones son una mirilla a la espera de que tus manos les dibujen pasillos. Tus abrazos abarcan cicatrices y le sacan la lengua a mis desastres. Cuando no sé por qué me rio, me chivas los motivos. Eres infinitamente guapo dejándote ser tú mismo y ojalá me permitieras a mí ser el “demasiado” de todos tus excesos. Ojalá el humo de tu cigarro sobrevolara siempre mi cerveza. Soy un póker de heridas en juego que te espera al final de la escalera de color para decirte que le gustas con las tuyas puestas. No hemos sido desconocidos ni siquiera el día que nos dimos dos besos y me dijiste tu nombre. Me viste ojos de granada y te escuché risa de anilla. Porque podríamos dinamitar hasta el miedo juntos. Por eso tú. Para Ekaitz, por entender mis calcetines desparejados.

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CON VISTAS A LA PARCELA 119 Y puedes escucharla

En un lugar del garaje de cuya parcela no puedo acordarme, se abrazan en el último asiento del coche. El cielo tira la primera piedra blanca y esconde la mano. Los amantes de suburbio, con los pecados ya cometidos, han compartido un bocadillo sin cómic porque cuando les suena la tripa nunca saben de cuál de los dos es el hambre. Tienen vino en los labios y ganas de besarse. Respiran humo y se drogan por los ojos ajenos. Ella se da miedo a sí misma. Es un incendio averiado y vive perdiendo calor. No podré dejarte ahora que llega el invierno. —Le dice él siguiéndole el fuego. ¿Y qué haremos cuando sea primavera? —Se preocupa ella. Yo siempre tengo frío. —Le contesta tiritándola reír. Esa noche todavía no lo saben. Pero ella hará de su temperatura un arma y de su historia un poema. Se la leerá a él, que nunca le dijo que no a uno de sus grados. Sé darán la mano mientras su niño con mochila verde les mira, y lo entenderán. El amor es estar roto y que te quieran por las grietas.

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ÍNDICE DEL LABERINTO SEÑOR ATENAS El horario de lo insano....................................................................... 13 En la aduana de tu puerta................................................................ 15 Te coseré el beso de Penélope.......................................................18 Hace tiempo que te quiero.............................................................20 Los apellidos de mis migrañas.......................................................23 Silueta de tiza.........................................................................................25 Puertas en el infierno........................................................................29 El quizás que nunca cicatrizó......................................................... 31

MISTER LONDRES Eneko...........................................................................................................37 Semáforos color Heineken.............................................................. 39 La cola de repuesto de tus lagartijas..........................................41 Goliat era imaginario......................................................................... 43 Un último beso de esquimal..........................................................44 Cerillas para la vitrocerámica.......................................................46 Las consecuencias de una mariposa..........................................48 Sólo tengo pestañas para ti............................................................50

SEÑORITA PARÍS Soborno al orden cósmico.............................................................. 54 El asma que el correcaminos provocó al coyote..................55 El esguince del espantapájaros..................................................... 58 La ansiedad de un corazón con párkinson.............................60 La falda que ambicionaba otras costuras................................ 62 La incalculable matemática de tu risa...................................... 65 Para ahorrar laberintos....................................................................68 Con vistas a la parcela 119...............................................................69


Un orgasmo de posibilidades. Así me definiría si alguien me lo pidiese. Podría ser todas esas cosas que aún no me he propuesto. Creo en lo inesperado, en la constancia y en mí. Escribo desde los tiempos de la plastilina, desde que me cambiaron el chupete por un bolígrafo. Tengo la poesía en el diafragma, es algo que soy, algo que respiro por necesidad. Participo de forma habitual en los recitales de micrófono abierto de Noches Poéticas en Bilbao. Mi paisaje favorito es un bar con escenario. La Historia me parecía la más infinita de las bibliotecas y me licencié en ella. Quise ser profesora para enseñar a cerrar cicatrices, que es lo más importante que debemos aprender de adolescentes. Ahora tengo algunas nuevas. He crecido con mi madre en la cocina pegada a una radio. Y quiero seguir haciéndome mayor así, entre sus ondas y frecuencias. Al futuro sólo le pido lo que un día pidió Blas de Otero. Pido la paz y la palabra. Asistir con indiscreta mirada a estas cartas de amor escritas a personas desconocidas, es una pequeña transgresión que nos arrastra a lo que sucede un poco más allá de nuestra piel. Las palabras tienen la facultad de amarrarnos a tierra firme, y la forma de trenzarlas que tiene Amaia nos envuelve y nos acompaña en ese curiosear las trazas de su andadura. Es una fortuna encontrar en el camino un espíritu tan joven y apasionado como el de Amaia, porque nos confirma que no hay causas perdidas, sino esperanza.

Colección: Las causas perdidas ISBN: 978-84-96755-48-2


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