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De Nuestro Interés

Museo de la Memoria

Una lección de folclor de tres grandes artistas nacionales

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La iniciativa impulsada en el 2018 por AGECO con el Art City Tour y el Museo Nacional, se retomó este año con el Festival Mayor.

Por Redacción Buena Vida | Fotos Cristina E. Díaz.

El Museo de la Memoria nació como un espacio para que personas adultas mayores de reconocida trayectoria nacional, compartieran sus vivencias con el público joven que suele acudir al Art City Tour diversas épocas del año.

Así, dispersas en varias salas del Museo Nacional, personalidades como Estrella Zeledón de Carazo, Vladimir de la Cruz, Pilar Cisneros, Arabella Salaverry, Leonardo Perucci y Constantino Urcuyo, compartieron historias y remembranzas en diversos Art City Tour en el 2018.

Y este año, a pesar del distanciamiento y las medidas preventivas contra el Covid-19. AGECO retomó la idea primigenia del Museo de la Memoria en el marco del Festival Mayor que conmemora el Mes de las Personas Adultas Mayores, para homenajear y disfrutar de tres personas ligadas profundamente a la música más representativa del país.

Se trató de Ligia Torijano, la bailarina y coreógrafa que popularizó el swing criollo y logró elevarlo a categoría de patrimonio inmaterial de la humanidad; Manuel Monestel, fundador del grupo Cantoamérica, cantautor, compositor y productor musical y uno de los músicos que popularizó el calypso y dio a conocer a su máximo representante nacional, Walter Ferguson, y al músico y folclorista guanacasteco Maximiliano (Max) Goldenberg.

BAILE TRANSGRESOR

El swing criollo es uno de los estilos bailables más populares del país, cuya historia está profundamente ligada al desarrollo de la sociedad costarricense del siglo XX, explicó Ligia Torijano en su relato en el Museo.

Este ritmo nació en los años 50 en las zonas bananeras del sur del país, inspirado en el swing estadounidense que se apreciaba en los filmes que se proyectaban en las plantaciones de banano para brindar esparcimiento a la comunidad obrera.

“En aquellos años y por décadas, este baile fue estereotipado por la sociedad tica por provenir de zonas rurales trabajadoras y estratos sociales populares, como obreros de fábricas, trabajadoras domésticas, taxistas y prostitutas”, contó Ligia.

Sin embargo, el baile se fue popularizando y Ligia Torijano fue recopilando material directamente de los salones de baile desde 1997 y gracias a una tesis de dos estudiantes de antropología sobre el swing,

pudo contar con material académico adecuado para presentar la documentación y lograr la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en el 2012.

Ligia Torijano es la fundadora y coreógrafa del grupo de baile “La cuna del swing”, agrupación de bailarines que interpretan, además, obras de mambo, danzón, bolero criollo, chachachá, salsa y merengue. En esa exploración de los ritmos afrodescendientes es que Manuel Monestel conoció al compositor limonense Walter Ferguson, con quien entabló una larga y profunda amistad y cuyos calypsos dio a conocer con su grupo Cantoamérica.

Fue así como la figura del compositor de calypso de Cahuita comenzó a conocerse a escala nacional e internacional, que culmina en el 2017 con el Premio de Patrimonio Cultural Inmaterial Emilia Prieto Tugores, del Ministerio de Cultura y Juventud.

RAÍCES AFRODESCENDIENTES

El calypso, el swing g criollo y la música guanacasteca tienen una misma raíz, la música africana, la cual se esparció por todo el continente e impregnó toda la cultura popular, explicó Manuel Monestel, compositor y cantautor que participó en el Museo de la Memoria del Festival Mayor 2021.

El calypso es uno de los géneros matriz del Caribe latinoamericano, que, con las migraciones y la radio, se adapta y se reinterpreta en Limón a partir de 1872, especialmente con la migración habitantes de Jamaica e inspirado en el ritmo jamaiquino denominado ‘mentó’ y en el ‘calypsonian’ de Trinidad y Tobago.

Así surgió el calypso limonense influenciado además por el reggae y la música cubana hasta llegar a hoy día, que se toca con el bajo del quijongo, la tumbadora y la guitarra “en una fusión de ritmos, una realidad y en un contexto único para lograr calipsos 100% limonenses”, explicó Monestel.

DEL CALOR DE LA PAMPA

Desde Nicoya, el reconocido músico Max Goldenberg envió un video y una pieza musical para este Museo de la Memoria, recalcando su compromiso de trabajar en la cultura del país y de Guanacaste para enriquecer la identidad costarricense.

“El sentido de pertenencia es fundamental para un país y una zona geográfica, y es el mejor legado que podemos dejar a las nuevas generaciones para contribuir con su formación y su identidad”, señaló don Max, quien regaló a la audiencia virnauta una hermosa composición para su nieto Matías. BV

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