DARFUR: LOS DILEMAS DE LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER Diego Dewar*
A PRINCIPIOS DE 2004 LOS MEDIOS DE comunicación dieron a conocer la crisis humanitaria en Darfur1, que continúa al día de hoy. Miles de personas han sido desplazadas de sus hogares por milicias, mejor conocidas como Janjaweed, que presuntamente están dirigidas por el gobierno. Aunque no se tiene una cifra exacta sobre la cantidad de muertos, los primeros informes indican que el número se aproxima a 300,000 y, en el caso de los desplazados, se cree que el número asciende a un millón.2 Ante esta situación, en la que es claro que un Estado está
Diego Dewar es ex alumno de la licenciatura en Relaciones internacionales de El Colegio de México. Este artículo se escribió durante la primavera de 2005 por lo que no incluye los desarrollos recientes sobre la evolución del concepto “Responsabilidad de Proteger” que tuvieron lugar en la segunda mitad del año, a saber, la publicación del Informe del Secretario General, Kofi Annan, “Un concepto más amplio de la libertad” y la Cumbre Mundial de 2005 en donde se incluyeron tres párrafos en el que Naciones Unidas adopta el concepto. 1 Darfur es una zona localizada al oeste de Sudán que colinda con Chad. 2 Joel Brinkley, “World Leaders Pledge $4.5 Billion for Sudan While Pressing for Peace Pact”, New York Times, 12 de abril de 2005. *
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cometiendo una violación masiva de derechos humanos –o no ha logrado controlarla en caso de que no sea el perpetrador–, que incluso pudiera ser calificada
de
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¿tiene
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comunidad
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la
responsabilidad de proteger? Y de ser afirmativa la respuesta, ¿por qué no se han tomado medidas más drásticas? Después de las experiencias de Somalia, Ruanda, BosniaHerzegovina y Kosovo, empezó a construirse la idea de que existe una responsabilidad de proteger. Es decir, los Estados deben respetar los derechos humanos de la población bajo su jurisdicción y en caso de que no puedan o no quieran hacerlo, la comunidad internacional debe intervenir para proteger a la población civil en riesgo. Esta idea está plasmada en el documento “La Responsabilidad de Proteger” redactado por la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía del Estado y en el informe del Grupo de Alto Nivel, que fue convocado por el Secretario General, Kofi Annan. Éste último indica que “aprueba la norma que se está imponiendo en el sentido de que existe una responsabilidad internacional colectiva de proteger, que el Consejo de Seguridad puede ejercer autorizando la intervención militar como último recurso en caso de genocidio y otras masacres en gran escala, de depuración étnica o de graves violaciones del derecho internacional humanitario que un gobierno soberano no haya podido o no haya querido prevenir.”3 A pesar de que hay una norma emergente que apunta a la intervención militar como opción última para detener tragedias humanitarias como la que está ocurriendo en Darfur, ninguna resolución High Level Panel on Threats, Challenges and Change, A More Secure World: Our shared responsibility, Report of the Secretary-General’s High Level Panel on Threats, Challenges and Change, Nueva York, United Nations Department of Public Information, 2004. p. 66. 3
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del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la ha invocado como posible alternativa. Es por eso que la pregunta que guía este trabajo es: ¿por qué no se ha explorado la posibilidad de una intervención militar en Sudán si es un caso en el que es evidente que hay una violación masiva de derechos humanos que el Estado no ha podido o no ha querido detener y que, además, lleva más de un año en una negociación diplomática que hasta el momento no ha resultado en el cese de las atrocidades cometidas en contra de la población? Se ha dicho en múltiples ocasiones que las intervenciones humanitarias ocurren únicamente cuando hay intereses además de los humanitarios de por medio, sin embargo, lo que se pretende sostener aquí es que, en el caso de Sudán, la intervención no ha ocurrido porque hay intereses, además de los humanitarios, que lo impiden. Ante esta hipótesis, lo que se plantea es que hay dos dilemas en la responsabilidad de proteger que se manifiestan cuando se realiza el análisis de la situación a partir de las dos teorías clásicas de las relaciones internacionales: el realismo y el liberalismo. La primera señala que aunque las intervenciones humanitarias intentan alcanzar los ideales liberales, la realidad indica que la posibilidad de lograrlo está supeditada a los intereses que estén en juego. La segunda está inscrita en la importancia de la protección de los civiles que están en peligro. El trabajo está divido en tres secciones. En la primera se presenta cómo ha surgido la idea de que la comunidad internacional tiene la responsabilidad de proteger, junto con un análisis sucinto del informe de la Comisión sobre Intervención y Soberanía del Estado. Posteriormente se explorará el caso particular de Darfur para finalmente abordar los dilemas a los que se enfrenta la comunidad internacional para intervenir en la solución de la crisis humanitaria en Sudán.
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LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER Naciones Unidas ha contado tradicionalmente con tres objetivos fundamentales que son la paz y seguridad, el desarrollo económico y los derechos humanos. Sin embargo, bajo la presente administración de Kofi Annan se ha señalado que existe un cuarto que es la asistencia humanitaria. La introducción de este principio ha sido un cambio sustantivo en el sistema internacional, ya que durante la Guerra Fría las crisis humanitarias no eran más que conflictos ocurridos al margen de las verdaderas preocupaciones políticas; es decir, las definidas de forma directa o indirecta por la dinámica del conflicto bipolar que dominó la segunda mitad del siglo XX.4 En este sentido, Stephen J. Stedman sostiene que el convencimiento de que se debe actuar en casos en los que la población esté sufriendo se debe a que los “nuevos intervencionistas”, como él los llama, consideran que el fin de la Guerra Fría “ha eliminado los obstáculos ideológicos sobre la intervención en los asuntos internos de los Estados miembro de Naciones Unidas”5. El ambiente favorable a las intervenciones que se vivió durante los primeros años de la década de los noventa se derrumbó cuando sobrevino la primera crisis humanitaria en Somalia. La desilusión del intervencionismo llegó cuando en octubre de 1993 diecinueve soldados
Randolph C. Kent, “International humanitarian crises: two decades before and two decades beyond”, International Affairs, vol. 80, núm. 5, octubre de 2004, pp. 851-853. 5 “The New Interventionists”, Foreign Affairs, vol. 72, núm. 1, 1993, pp. 3-4. 4
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norteamericanos murieron en un combate en contra de fuerzas locales.6 Al encontrarse en esta situación, los Estados interventores se enfrentaron por primera vez ante un dilema nacional; es decir, cómo llevar a cabo la empresa humanitaria sin perder efectivos en el esfuerzo, ya que esto trae costos importantes en términos de opinión pública.7 La experiencia de Somalia marcó la desaparición del espíritu altruista que se manifestó en la inacción total ante el genocidio de Ruanda. La tragedia en ese país provocó que se empezara a crear un consenso en la comunidad internacional de que no debía volver a ocurrir una situación similar.8 Una lección parecida ocurrió con el caso de Bosnia en el que la asistencia humanitaria, aunque llegó, lo hizo muy tarde.9
R. Kent, art. cit., p. 855. La población aprueba las labores internacionales altruistas en la medida en que éstas no incluyen la muerte de efectivos de su país. Esto fue claro en la intervención en Kosovo en la que aunque la opinión pública de los Estados europeos estaba a favor de intervenir, la mayoría no estaban a favor de una intervención terrestre. Así lo demuestran las siguientes estadísticas que son el resultado de una encuesta llevada a cabo entre el 6 y el 22 de mayo del 2000. La opinión pública en 8 de los 12 miembros de la UE estaba en contra de la intervención terrestre. En Grecia ascendía al 96%, en Alemania a 78%, en Italia a 59% y en Austria a 58%. Mientras tanto, el mayor apoyo estaba en Francia con el 53%, en Dinamarca con el 52%, en Gran Bretaña con 51% y, finalmente, en Irlanda con 45%. [Simon Duke, Hans-Georg Ehrhart y Matthias Karádi, “The Major European Allies: France, Germany and the United Kingdom”, en Albrecht Schnabel y Ramesh Thakur (Eds.), Kosovo and the Challenge of Humanitarian Intervention, Selective Indignation, Collective Action, and International Citizenship, Tokyo, United Nations University Press, 2000, pp. 138.] 8 Para el análisis de los derechos humanos en relaciones internacionales resulta sumamente útil el análisis de la escuela inglesa ya que, al parecer, los derechos humanos se han convertido en uno de los valores e intereses comunes de la sociedad internacional. [Véase Hedley Bull, The Anarchical Society, A Study of Order in World Politics, Nueva York, MacMillan, 1977.]. 9 Debido a que no hubo acciones que detuvieran los genocidios cometidos en ambos países, la comunidad internacional decidió enmendar el error por medio del reconocimiento de la responsabilidad de los individuos que cometieron los crímenes. Así, se crearon los tribunales ad hoc para Ruanda y la ex Yugoslavia. 6 7
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Con estas experiencias en el expediente de la ayuda humanitaria llegó el conflicto con el que se cerró el siglo XX: Kosovo. Los europeos, pese a su compromiso con el multilateralismo, decidieron ignorar a las Naciones Unidas debido a que era la segunda experiencia balcánica y la catástrofe de 1995 en Srebrenica había ocurrido, en gran medida, debido a la falta de consenso para tomar una decisión de manera rápida.10 Sin embargo, el balance final no fue favorable, ya que la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte fue calificada de excesiva porque se cuestionó qué tan necesario eran bombardeos continuos por 78 días para frenar el genocidio en contra de la población albanokosovar. Las cuatro crisis humanitarias a las que se ha hecho referencia aquí son la base del argumento realista que señala que las intervenciones ante estas situaciones únicamente ocurren cuando hay otros intereses de por medio. De ahí que se haya actuado en Bosnia-Herzegovina y Kosovo mas no así en Somalia y Ruanda. La estabilidad de la región europea es un interés de las potencias que pueden intervenir, sin embargo en el caso africano pareciera que no hay intereses más allá de los humanitarios. Este tipo de reflexiones fueron las que llevaron a la redacción del informe de la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía del Estado. El informe sobre la responsabilidad de proteger aborda uno de los temas fundamentales de la intervención humanitaria que es el de la soberanía y sostiene que ésta debe ser entendida como una responsabilidad del Estado hacia su población.11 Si este principio básico
Richard Caplan, “International Diplomacy and the Crisis in Kosovo”, en International Affairs, vol. 74, núm. 4, 1998, p. 745. 11 International Commission on Intervention and State Sovereignty, The Responsibility to Protect: Report of the International Commission on Intervention and 10
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de las relaciones internacionales se entiende así, lo que ya advertía Stedman en 1993 se vuelve realidad: “las normas de intervención marcarán un cambio importante en el significado de los conceptos de las relaciones internacionales que existen desde hace mucho tiempo. La soberanía ya no residirá en los Estados, sino en la población de éstos; la autodeterminación ya no se referirá a los pueblos, sino a los individuos”.12 La Comisión aborda también el tema de la seguridad humana y señala que “cuando se utiliza la agresión sexual como instrumento de guerra y depuración étnica […] y cuando los ciudadanos son asesinados por sus propios cuerpos de seguridad”13, la noción de seguridad nacional, en términos de la integridad territorial, se vuelve insuficiente. Así, concluyen que la responsabilidad de proteger a los civiles recae en la comunidad internacional cuando el Estado responsable no quiere o no puede actuar o cuando es el orquestador de los crímenes.14 Junto con la responsabilidad de proteger se habla de la responsabilidad de prevenir y reaccionar. La primera se refiere a las acciones para “eliminar tanto las causas profundas como las causas directas de los conflictos internos y otras crisis provocadas por el hombre que pongan en peligro a la población”15. Esta obligación recae, en primer lugar, en los Estados ya que se considera que un Estado fuerte evita el colapso y conflictos mayores. Sin embargo, si éste no ha sido capaz de lograrlo, es la comunidad internacional la que debe tomar cartas en el asunto. El informe reconoce que existen otros grupos cuya acción es State Sovereignty, Ottawa, International Development Research Centre, 2001, p. 13. 12 Art. cit., p. 4. 13 Commission on Intervention and State Sovereignty, op. cit., p. 15. 14 Ibid., p. 16. 15 Ibid., p. 19.
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fundamental para prevenir los conflictos y entre ellos menciona al International Crisis Group. La responsabilidad de reaccionar es la parte más conflictiva del informe cuando se trata de aplicarlo a casos concretos. De hecho, es en ella en la que se ubican todos los dilemas que enfrenta la comunidad internacional en aquellos casos que ameritan una intervención humanitaria. El documento sostiene que se debe “responder a las situaciones en que la necesidad de protección humana sea imperiosa con medidas adecuadas, que pueden incluir medidas coercitivas como la imposición de sanciones y las actuaciones legales en el plano internacional, y en casos extremos la intervención militar”. Así, la opción militar debe ser la última y se debe ser muy cuidadoso en lo referente a las sanciones ya que son peligrosas y pueden dañar a la población. Con esto en mente, se definen los criterios que deben tomarse en cuenta para realizar un operativo de este tipo que son: autoridad competente, causa justa, intención correcta, último recurso, medios proporcionales y posibilidades razonables. El informe continúa señalando que cuando nos encontramos en presencia del segundo hay una excepción al principio de no intervención. Darfur es evidentemente un caso en el que se puede invocar una causa justa de acuerdo a la definición del informe, ya que en su punto 4.20 incluye a la pérdida de vidas en gran escala y a los actos de terror diseñados para forzar a la población a desplazarse como elementos que justifican una intervención militar.16 LA CRISIS EN DARFUR
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Ibid., sección 4.
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Sudán es un Estado con múltiples divisiones internas que dan cuenta de su inestabilidad. Desde 1956, año de su independencia, hasta 1972 se libró la primera guerra civil. Después, tras once años de paz el segundo enfrentamiento se inició entre el norte dominado por los árabes y el sur mayoritariamente negro que profesa el cristianismo y el animismo. En 1989, el General al-Bashir dio un golpe de Estado y constituyó un régimen islámico.17 Aunque hubo intentos de negociar la paz, no fue sino hasta después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y el nuevo enfoque de Estados Unidos en el terrorismo y los Estados fracasados que se le dio mayor atención al conflicto en Sudán.18 Así, debido a que se considera que éste es un Estado fracasado, mas no colapsado, se inició un esfuerzo para conseguir la paz, que se logró firmar el 9 de enero de 2005. Es por esta razón que la crisis en Darfur es todavía más complicada de resolver, ya que está inscrita en la firma de la paz que se ha esperado mucho debido a las expectativas que se han creado sobre ella. El conflicto en Darfur inició en febrero de 2003 cuando dos grupos rebeldes, el Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento de Justicia Equitativa, tomaron las armas y se lanzaron contra el gobierno aduciendo que éste favorecía a la población árabe en detrimento de la negra. Jartum respondió con bombardeos aéreos y después con ataques realizados por milicias, mejor conocidas como Janjaweed, formadas por miembros de las tribus árabes que habitan Darfur. Las milicias han realizado violaciones sexuales masivas, contaminado las reservas de agua 17 Para una historia completa y detallada de la historia de Sudán y el fracaso del Estado, véase Gerard Prunier y Rachel M. Gisselquist, “The Sudan: A Succesfully Failed State”, en Robert I. Rotberg (ed.), State Failure and State Weakness in a Time of Terror, Cambridge, Massachussets, World Peace Foundation, 2003. 18 Ibid., pp. 107-108.
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y destruido cosechas y pueblos enteros. Existe evidencia de que están apoyadas por el gobierno.19 Debido a esta situación, una cantidad importante de los habitantes de Darfur han tenido que abandonar sus hogares lo que ha provocado olas de refugiados y desplazados que se calcula ascienden a un millón de personas. 20 El primer Estado en iniciar negociaciones para ponerle fin a esta catástrofe fue Chad, debido a los flujos de refugiados que se estaban asentando en el oriente de su territorio, en la frontera con Sudán. Realizó su primer esfuerzo como mediador en septiembre de 2003 en el que logró un cese al fuego que únicamente duró 45 días. A pesar del fracaso, Chad continuó con las labores diplomáticas que estaban motivadas en la prevención de flujos mayores de desplazados. Sin embargo, el esfuerzo del vecino de Sudán no fue suficiente para terminar con la situación.21 Algunas embajadas europeas en Jartum estaban al tanto de la crisis del occidente del país y las posiciones que tomaron fueron dos. En la primera se empezó a presionar al gobierno para que solucionara el conflicto y éste prometió hacerlo así. El otro curso de acción fue no hacer nada; en la medida en que la crisis en Darfur estaba ocurriendo en el marco de las negociaciones de paz entre el norte y el sur y cualquier acción podía afectarla; algunos gobiernos prefirieron terminar ese proceso que ya había empezado antes de embarcarse en la solución de la crisis humanitaria.22
19 Mikael Nabati, “The UN Responds to the crisis in Darfur: Security Council Resolution 1556”, The American Society of International Law Insights, Agosto de 2004, p. 1. 20 Ibid., pp. 1-2. 21 Hugo Slim, “Dithering over Darfur? A preliminary review of the international response”, International Affairs, vol. 80, núm. 5, octubre de 2004, pp. 813-814. 22 Ibid., p. 814.
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Jartum no permitía la entrada a ningún tipo de organización con el fin de proporcionar ayuda humanitaria y mucho menos a medios de comunicación que pudieran reportar la gravedad de la situación. Así, aunque organizaciones no gubernamentales como Human Rights Watch, Médecins Sans Frontières y Save the Children trataron de introducir el tema en la agenda de algunos países europeos, esto no fue posible debido a que Jartum detuvo sus iniciativas. Por otra parte, los medios de comunicación nunca estuvieron interesados en investigar lo que estaba ocurriendo en Darfur debido, en gran medida, a que tenían toda su atención volcada a la guerra de Irak. No fue sino hasta enero de 2004 que se empezó a publicitar la situación, cuando un productor británico entró a la zona con los rebeldes y después publicó la historia en la televisión estadounidense, británica, australiana y alemana. El siguiente gran paso mediático ocurrió en marzo del mismo año cuando Mukesh Kapila, Coordinador de Asistencia Humanitaria de Naciones Unidas en Jartum, en entrevista con la
BBC,
habló de la crisis y la comparó a los primeros momentos del
genocidio en Ruanda. Entre enero y abril, el gobierno de Sudán lanzó la ofensiva más agresiva hasta entonces en contra de los rebeldes de Darfur. En dicho contexto, los flujos de desplazados aumentaron y la crisis se mediatizó aún más al estar disponibles los testimonios de algunos de los refugiados y las fotografías satelitales, proporcionadas por Estados Unidos, que indicaban los desplazamientos importantes de población.23 Ante la última escalada de violencia se celebró la conferencia de N’djamena en la que participaron Chad, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Holanda, la Unión Africana y Naciones Unidas. El 8 de abril este grupo llegó al acuerdo de que habría un cese de hostilidades y que Jartum neutralizaría a las milicias. Durante el mismo mes Naciones Unidas envió 23
Ibid., pp. 814-816.
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tres comisiones investigadoras. No se quiso publicar el resultado al que había llegado la primera ya que se temía que Jartum no permitiera la entrada de la segunda comisión. Esta última señaló que existía un “reino del terror en Darfur” y apuntaba a las violaciones de derechos humanos cometidas por el gobierno como sistemática y formando un patrón generalizado que podría constituir crímenes de guerra o de lesa humanidad. La tercera reafirmó lo establecido por la segunda.24 A finales de mayo Jartum permitió la entrada de asistencia humanitaria. Sin embargo, los fondos no eran suficientes para atender la situación. El 30 de julio de 2004, después de la visita del Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, el Consejo de Seguridad emitió la primera resolución (1556) sobre el conflicto en Darfur y señaló que, bajo el capítulo VII de la Carta, “consideraría acciones posteriores si el Gobierno de Sudán no lograba desarmar y perseguir a las milicias árabes conocidas como Janjaweed, que han forzado a un número importante de la población a abandonar sus hogares en la región de Darfur en el occidente de Sudán por medio de una campaña de asesinatos, violaciones y robo violento.”25 Después de dicha resolución se presentaron dos más en 2004 y tres en 2005 sobre la situación en el país, en el que se le daba mucho énfasis a los avances en la negociación de paz entre el norte y el sur.26 En este marco es que se hablaba de la necesidad imperiosa de solucionar la crisis en Darfur. Así, la situación se mantuvo y el 29 de marzo del 2005, en la resolución 1591 del Consejo de Seguridad, se reconoció que la situación en el occidente de Sudán no había mejorado. Dos días después de que se Ibid., pp. 816-817. M. Nabati, art. cit., pp. 2-3. 26 Véanse resoluciones 1564, 1574, 1585, 1588 y 1590 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. 24 25
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emitiera esta decisión, el mismo órgano, en su resolución 1593, instó a que se iniciara un proceso para reconocer la responsabilidad de los individuos en el que la Corte Penal Internacional tuviera un papel protagónico. El contenido de las resoluciones es importante ya que el hecho de que aquéllas posteriores a la 1547 no hayan señalado nada sobre la violación de las otras ha provocado que Jartum perciba que de no hacer nada no habrá repercusiones. Además, instar a un proceso penal no es la forma de proteger, la participación de la Corte Penal Internacional no frenará las atrocidades que se están cometiendo. La situación al día de hoy es muy seria.27 El gobierno de Sudán no ha actuado para frenar la crisis en Darfur. De hecho, los que antes eran miembros de las milicias Janjaweed hoy se han integrado a las estructuras formales de seguridad por medio de las fuerzas de defensa populares y la guardia de inteligencia fronteriza. Es decir, los que hace unos meses desplazaban a la población, hoy son los protectores de aquellos que deben regresar a sus hogares. Por otra parte, las presiones impuestas sobre Jartum han sido interpretadas por las milicias como expresiones de apoyo a su causa por lo que han violado el cese al fuego.28 Otros grupos rebeldes están surgiendo y lo que se teme es que de no encontrar una
La mayoría de los operativos de asistencia humanitaria han sido proporcionados por la Unión Africana ayudada por Naciones Unidas en una estrategia llamada “Protection by presence”. Sin embargo, su efectividad no ha sido muy buena en la medida en que las tropas africanas y el apoyo logístico occidental han tardado en llegar. Además, únicamente se ha desplegado a menos de 2,000 personas cuando se autorizó la presencia de 3,320. La estrategia ha dejado de ser operativa en el momento en que se ha retirado al personal por la agudización de la crisis, lo que deja desprotegidos a los civiles que supuestamente se debe proteger. [International Crisis Group, Darfur, the Failure to Protect, Nairobi/Bruselas, 8 de marzo de 2005, pp. 1-6.] 28 Ibid., pp. 7-9. 27
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solución a la crisis de Darfur, la paz entre el norte y el sur de Sudán se pondrá en entredicho. Así lo manifestaron muchos de los líderes presentes en Oslo el 12 de abril de 2005 en la reunión de donantes para la reconstrucción de Sudán.29 LOS DILEMAS DE LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER Hasta aquí se ha expuesto lo que significa la responsabilidad de proteger y lo que ha sido la crisis en Darfur. A pesar de que ningún Estado ni ninguna resolución del Consejo de Seguridad han señalado la posibilidad de una intervención militar, esta última parecería ser el siguiente paso en la medida en que los esfuerzos diplomáticos, que llevan más de un año en operación, no han finalizado la situación. Sin embargo, hay muchos elementos que deben ser tomados en cuenta antes de optar por ese curso de acción y, es por ello, que esta sección tiene por objetivo analizar los dilemas a los que se enfrenta la comunidad internacional para tomar medidas más agresivas que detengan la crisis humanitaria en Sudán. El dilema a partir de la óptica realista Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la mayor preocupación de la potencia hegemónica son los Estados colapsados, ya que éstos podrían vender armas de destrucción masiva a grupos terroristas y ello implica una amenaza para su seguridad. Sudán, como sostienen Prunier y Gisselquist, parece estar atrapado en un “equilibrio de bajo nivel de fracaso estatal”30; es decir, es un Estado fracasado mas no colapsado. Además, en el historial de este Estado se encuentra un 29 30
J. Brinkley, art. cit. Art. Cit, p. 104.
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embargo impuesto por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por ser sospechoso de patrocinar el terrorismo31 y un bombardeo a su centro farmacéutico por parte de Estados Unidos. Este último se llevó a cabo el 20 de agosto de 1998 como represalia a los ataques a las embajadas estadunidenses de Kenia y Tanzania del día 7 del mismo mes. Éstos habían sido realizados por Al-Qaeda y presuntamente Jartum apoyaba a ese grupo.32 Sin embargo, para 2001, el Departamento de Estado de Estados Unidos consideraba a Sudán como uno de los países que había cooperado en la erradicación del terrorismo.33 Teniendo en mente todas estas cuestiones es que la preocupación en torno a Sudán fue todavía mayor en la era posterior a los ataques contra las torres gemelas en Nueva York: hay que evitar que el Estado se colapse ya que es todavía más propenso a ayudar a grupos terroristas debido a la relación que tuvo en el pasado con ellos, así se podría entender el objetivo actual de la potencia hegemónica. Por ello se realizó un esfuerzo sustantivo para llegar a un acuerdo de paz y, a principios de 2005, se logró después de largos procesos de negociación. Los acuerdos que dan fin a la segunda guerra civil incluyen nuevos mecanismos de gobierno que pueden resultar en una mayor efectividad del Estado que ayuden a sacar a Sudán del nivel de fracaso en el que se encuentra. Realizar una intervención militar significaría deponer al régimen actual y construir uno desde el exterior. Al parecer, las
31 Véanse resoluciones 1044, 1054 y 1070 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. 32 Damián Martínez Tagüeña, El papel del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el sistema internacional, tesis de Licenciatura, México, Instituto Tecnológico Autónomo de México, 1999. 33 Página electrónica del Departamento de Estado de Estados Unidos, Overview of State Sponsored Terrorism, http://www.state.gov/s/ct/rls/pgtrpt/2000/2441.htm, [15 de abril de 2005].
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experiencias de Afganistán e Irak han permitido ver cómo este proceso puede ser sumamente complicado y poco efectivo. De hecho, una de las formas de lograr que Sudán se colapse es por medio de una intervención34, por lo que hacerla podría ser sumamente peligroso para el objetivo de seguridad que se ha propuesto la administración del Presidente George W. Bush; es decir, sería una política poco prudente. El dilema que pone en evidencia la teoría realista al analizar la crisis en Darfur a la luz de la responsabilidad de proteger tiene que ver con el continuo choque entre dicho enfoque y el liberalismo. Mientras lo que propone la Comisión de Intervención y Soberanía del Estado busca el ideal liberal de proteger a la población civil del Estado cuando éste viola de forma flagrante y masiva sus derechos humanos, el realismo indica que lo más importante son los intereses de aquellos Estados que podrían realizar una intervención. Así, por mucho que se quiera hacer para solucionar lo que está ocurriendo en Darfur, lo cierto es que antes están los intereses estatales y en especial los de la potencia hegemónica. El dilema liberal Una intervención humanitaria intenta proteger a la población civil de crímenes que un Estado está cometiendo en contra de ella, pero en ocasiones hacerlo puede exponerla aún más. Hugo Slim sugiere que en toda crisis humanitaria hay una etapa llamada “Hagan Algo” o “Do 34 Una de las preguntas obligadas a este respecto es ¿qué garantiza que el Estado no se va a colapsar si no intervienen? La respuesta no es sencilla, sin embargo se puede considerar que se tiene confianza en la paz que se acaba de firmar. Es todavía muy pronto para señalar si ésta será efectiva y ayudará a que se evite el colapso, sin embargo, la comunidad internacional se ha mostrado muy optimista en torno a ella. Al menos así lo demuestra la reunión de Oslo en la que varios países estuvieron dispuestos a donar dinero para lograr la reconstrucción de Sudán después de los 21 años de guerra.
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something” en la que reina la anarquía en la coordinación del esfuerzo internacional para detener las atrocidades. Así, mientras los Estados que pueden hacer algo están debatiendo sobre qué pueden hacer, cómo lo deben hacer y quién está en la mejor posición para hacerlo, los perpetradores continúan asesinando y lo hacen en mayor escala porque lo ven como la última oportunidad para seguir su plan. De ahí que en ocasiones la organización del esfuerzo humanitario sea un momento peligroso que pueda llevar a muchas más muertes de las que se hubieran llevado a cabo de decidir no hacer nada. El gobierno de Sudán aprovechó ese momento que apareció entre enero y abril de 2004 cuando lanzó su mayor ofensiva en contra de Darfur.35 La lógica de la protección de los civiles ha estado presente a lo largo de la crisis. Por ello en ocasiones se ha preferido no presionar al gobierno de Jartum para prevenir que éste evite o prohíba el acceso de la asistencia humanitaria. Un ejemplo es que se haya optado por mantener en secreto el informe de la primera comisión investigadora de Naciones Unidas.36 CONCLUSIONES La crisis en Darfur ha evidenciado que para poder poner en marcha la responsabilidad de proteger se necesita del esfuerzo de muchos actores además de los Estados y las organizaciones internacionales. Hay actores transnacionales que desempeñan un papel fundamental como lo son las organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación. Aunque se ha señalado que se debe mejorar la capacidad de Naciones
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H. Slim, art. cit., p. 816. Véase infra, p. 8.
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Unidas para poder rastrear los conflictos, lo cierto es que no se cuenta con los recursos para hacerlo. Por ello, una de las opciones más viables para mejorar la acción en casos de crisis humanitarias sería formalizar la cooperación entre organismos internacionales y actores transnacionales. De los dilemas a los que se ha tenido que enfrentar la comunidad internacional en esta crisis, el que ha tenido más peso para prevenir un operativo militar es el que se manifiesta cuando se analiza la situación bajo la óptica realista. Esto significa que los intereses de la potencia hegemónica han estado por encima del ideal liberal de proteger a la población. A pesar del cinismo que se podría observar en dicha afirmación, puede ser que darle preferencia a evitar que el Estado se colapse por medio de la paz entre norte y sur resulte mucho más conveniente para la población sudanesa en general. Esto se debe a que el enfrentamiento que inició en 1983 ha traído consecuencias mucho más trágicas de las que al momento han sido las de Darfur. Mientras en este último ha habido 300,000 muertos y un millón de desplazados, la segunda guerra civil ha provocado dos millones de muertos, 400,000 refugiados y cuatro millones de desplazados. Además, esta dinámica ha provocado el regreso de prácticas totalmente prístinas como lo es el comercio de esclavos.37 La mayor preocupación en este momento es mantener la paz entre norte y sur y tratar de resolver la crisis en Darfur de la mejor forma posible sin una intervención militar, en la medida en que ésta podría causar el colapso del Estado. La comunidad internacional se está enfrentando a un caso especialmente complicado en la medida en que los esfuerzos diplomáticos no han llevado a una solución en Darfur y, como advirtieron varios Jefes de Estado en Oslo, es uno de los ingredientes 37
G. Prunier y R. Gisselquist, art. cit, p. 103.
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fundamentales para mantener la paz entre el norte y el sur.38 Habrá que esperar para observar cuál es el resultado de la crisis. Sin embargo, visto desde este momento las probabilidades de pacificación son muy pocas. La Unión Africana y su operativo no están dando mucho resultado y no parece que Naciones Unidas vaya a tomar acciones más drásticas en la medida en que el Consejo de Seguridad, ante el fracaso de los intentos de pacificación, decidió involucrar a la Corte Penal Internacional en el caso. No obstante, a mi parecer, la utilización del derecho penal internacional es una forma de enmendar un error pasado y no de resolver una situación actual.
BIBLIOGRAFÍA BRINKLEY, JOEL, “World Leaders Pledge $4.5 Billion for Sudan While Pressing for Peace Pact”, New York Times, 12 de abril de 2005. CAPLAN, RICHARD, “International Diplomacy and the Crisis in Kosovo”, en International Affairs, vol. 74, núm. 4, 1998. HIGH LEVEL PANEL ON THREATS, CHALLENGES
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secure world: Our shared responsibility, Report of the Secretary-General’s High Level Panel on Threats, Challenges and Change, Nueva York, United Nations Department of Public Information, 2004. INTERNATIONAL
COMMISSION
ON
INTERVENTION
AND
STATE
SOVEREIGNTY, The Responsibility to Protect: Report of the International
38
Véase J. Brinkley, art. cit.
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Commission on Intervention and State Sovereignty, Ottawa, International Development Research Centre, 2001. INTERNATIONAL
CRISIS
GROUP,
Darfur,
the
failure
to
Protect,
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LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA EN MÉXICO A PARTIR DE LA ELECCIÓN DE 1994 Héctor Javier Rubio Trejo*
No hay vía regia a la democracia. Los esfuerzos desplegados en los últimos años por los mexicanos para perfeccionar su sistema democrático evocan la leyenda de Sísifo condenado a perpetuidad a hacer rodar una roca hasta la cima de una montaña y repetir la operación indefinidamente...1
INTRODUCCIÓN EL AÑO DE 1994 PRESENTA CARACTERÍSTICAS TAN especiales que hacen de él un momento crítico en la vida política de México. “Puedo suponer que 1994 fue consecuencia de 1988–1993, sin poder decir cómo se fue tejiendo este año final, este cúmulo de ataques y esta explosión de problemas que parece no detenerse. La primera pregunta sería, pues, ¿se detendrá éste encadenamiento de catástrofes en 1994? * Héctor Rubio es estudiante en el programa de Política y Administración Pública de El Colegio de México. 1 Gilberto Guevara Niebla, “Las dificultades del consenso”, Gobiernos, agosto–septiembre 1994, p. 23.
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¿Se podrá revertir la tendencia? ¿Tendrá siquiera Ernesto Zedillo la luna de miel de 100 días de que goza el Presidente de los Estados Unidos?”2 Desde que comenzó el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, el gobierno mexicano se había planteado alcanzar un acuerdo entre los tres países de América del Norte con el objetivo de impulsar el crecimiento económico de la región, y de llevar a México al primer mundo. En 1993 se llevaron acabo las negociaciones más importantes para crear el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las negociaciones finales se llevaron a cabo en los últimos meses de 1993 y concluyeron cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó dicho tratado, que entraría en vigor el primer día de 1994. Al mismo tiempo, y puesto que 1994 sería el año de la elección presidencial, en México se preparaba el escenario para el desarrollo de la contienda electoral. Los antecedentes más próximos no permitían elaborar un diagnóstico de lo que sería dicha elección, ya que, por un lado, la elección de 1988 había dejado muchas dudas en el ambiente político y dio como resultado a un presidente con, al menos, una legitimidad cuestionable. Por el otro lado, las elecciones intermedias de 1991 fueron interpretadas por muchos como la recuperación y el fortalecimiento del priísmo que se había tambaleado en 1988. Así pues, había una gran incertidumbre, no solo en la clase política sino también en el grueso de la sociedad, acerca del desarrollo de la contienda electoral de 1994. El discurso gubernamental a partir de la segunda mitad del sexenio de Carlos Salinas de Gortari hacía hincapié en que México había alcanzado la modernidad y que estaba a la altura de los países del primer 2
Rafael Segovia, Lapidaria política (en adelante Lapidaria), México, FCE, 1996, p. 508.
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mundo. La firma del TLCAN y su entrada en vigor en 1994 eran su carta de presentación y el sustento de dicha argumentación. “A diferencia de la situación española a finales de los setenta, cuando la Comunidad Económica Europea puso como condición para admitir nuevos miembros el que fueran plenamente democráticos, siendo un aliciente para que se produjera el proceso de transición, México ha podido formar parte del TLC sin llegar a democratizarse”.3 En México seguían existiendo prácticas que atentaban directamente contra la tan publicitada modernidad. Me refiero específicamente al “destape” del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para la presidencia de la República. A finales de 1993 Salinas “destapó” a Luis Donaldo Colosio como el candidato del PRI para la presidencia de la República, y en enero de 1994, días después del estallido del movimiento armado en Chiapas, reafirmó y respaldó la candidatura de Colosio, anuncios ambos que repercutieron negativamente en la opinión pública. La violencia también estuvo presente en 1994. El primer día del año se levantó en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) al declararle la guerra al gobierno de Salinas y autoproclamarse defensor de la democracia. También, el 23 de marzo fue asesinado el candidato del PRI en Lomas Taurinas, Baja California, primer estado en el que se había reconocido el triunfo de la oposición para una gubernatura. Finalmente, el 24 de mayo el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo sería asesinado en Guadalajara. En este entorno, que ha sido descrito aquí brevemente, se desarrollaría la contienda electoral el 21 de agosto para elegir al 3
Alonso Lujambio y Helena Varela, Introducción al libro de Juan Linz, El factor tiempo en un cambio de régimen, México, Instituto de Estudios Para la Transición Democrática, 1994, p. 27.
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presidente para el periodo 1994–2000. Por tal razón, no es de sorprender la incertidumbre que estaba presente en el ambiento. Había contrastes muy marcados entre los dos resultados electorales anteriores a 1994; había también una incongruencia entre el discurso gubernamental que promovía la modernidad y algunas prácticas arcaicas que seguía utilizando el PRI; del mismo modo, el factor de la violencia se hizo presente que, por un lado, alteró el comportamiento de la elite política y de la sociedad y, por el otro, atentó directamente contra el cauce institucional de la vida política planteando como alternativa la vía armada. Del mismo modo, este es el contexto en el cual desarrollaré el presente trabajo, el cual, a su vez, está fundamentado a partir de la siguiente cita de Gilberto Guevara Niebla, con motivo de los resultados electorales de 1994, que dieron como resultado la victoria del candidato del PRI, Ernesto Zedillo Ponce de León: No hay vía regia a la democracia. Los esfuerzos desplegados en los últimos años por los mexicanos para perfeccionar su sistema democrático evocan la leyenda de Sísifo condenado a perpetuidad a hacer rodar una roca hasta la cima de una montaña y repetir la operación indefinidamente...4
De tal forma que mi principal objetivo en este trabajo es comprobar si el cambio que se da en el momento coyuntural que representa el proceso electoral de 1994 es parte de la transición a la democracia o de la consolidación democrática, o por el contrario, analizar si el proceso electoral, tal como sostienen algunos actores políticos, no representa ningún cambio cualitativo. Finalmente, trataré 4
Gilberto Guevara Niebla, “Las dificultades del consenso”, Gobiernos, agosto–septiembre 1994, p. 23.
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de darle un sentido politológico a la afirmación de Gilberto Guevara Niebla. ¿TRANSICIÓN O CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA? Es insostenible afirmar que el proceso electoral de 1994 no provocó un cambio sustancial en la totalidad del sistema político mexicano. Esta actitud ha sido adoptada, principalmente y desde 1988, por los mismos actores radicales que no están comprometidos con la democracia, y que únicamente aceptarán y validarán un proceso en el que sean ellos los ganadores. “Se trata, sin duda, de un fenómeno de inmadurez que por momentos raya en infantilismo. Se trata, igualmente, de un fenómeno de inconsistencia, pues, aunque se acepta participar en la competencia, regida por reglas bien conocidas, no se aceptan en cambio los resultados. Finalmente se trata de una actitud de intolerancia, de incapacidad para aceptar el triunfo del otro –en este caso del PRI– triunfo que expresa la voluntad popular”.5 La actitud seguida por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) desde 1988, entonces como Frente Democrático Nacional, ha sido la de participar en la contienda electoral, conociendo y aceptando las reglas, pero al no verse favorecido en los resultados, no los acepta y pretende invalidar las elecciones, sin embargo, sin pruebas contundentes para sustentar sus demandas. Por otra parte, el EZLN también ha sido un factor que atenta contra la democracia, como lo afirma Rafael Segovia, “la logorrea guerrillera debía obligatoriamente culminar en la contradicción más flagrante: una lucha emprendida en principio en defensa de la democracia concluyó en la negación de la misma. No se 5
Ibid., p.25.
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aceptará la voluntad de la mayoría en ningún caso –y añade– sabemos que para el EZLN el voto no cuenta, o solo es válido cuando los resultados coinciden con sus apetencias. No hay la menor intención de avanzar hacia una democracia plena así no fuera en un principio sino electoral; se busca solo la destrucción del PRI por cualquier método, los votos, las armas, la obstrucción permanente y la calumnia si resulta necesario”.6 Ahora, presentaré el debate conceptual que se suscitó con motivo de la transición y la consolidación democráticas, para que una vez definidas, pueda clasificar los cambios que trajo consigo el proceso electoral de 1994 en alguna de ellas. Como afirma O’Donnell, “it is useful to conceptualize the process of democratization as actually implying two transitions. The first is the transition from the previous authoritarian regime to the installation of a democratic government. The second transition is from this government to the consolidation of the democracy or, in other words, to the effective functioning of a democratic regime”.7 Como se puede ver, se trata de un proceso que consta de dos etapas, y que sin embargo, no es lineal ni esta predeterminado. La primera transición de la que habla O’Donnell, supone el paso de un régimen autoritario a uno establecido democráticamente, es decir, por medio de elecciones. Por tanto, la principal preocupación de los actores políticos que intervienen en esta primera transición es acabar con el régimen autoritario, por cualquier medio que propone la tipología 6
Rafael Segovia, Lapidaria, p. 504. Guillermo O’Donnell, “Transitions, Continuities and Paradoxes”, en Mainwaring, Scott, Guillermo O’Donnell y J. Samuel Valenzuela, editors, Issues in Democratic Consolidation. The New South American Democracies in Comparative Perspective (en adelante Issues), Notre Dame, University Press, 1992, p. 17. 7
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de Mainwaring (defeat, transaction, extrication). Ahora bien, una vez establecido el gobierno democrático, o bien se puede retroceder al autoritarismo, o a una nueva forma de él, o también se puede dar el paso hacia la consolidación democrática, es decir, hacia la creación y el perfeccionamiento de las instituciones que permitan el desarrollo y la aceptación de las prácticas y los valores democráticos como los mejores. “It is similarly not easy to establish when the second phase, that of democratic consolidation, reaches closure. And yet a notable characteristic distinguishes transitional democracies from consolidated ones: while in the latter all major political actors take for granted the fact that democratic procedures dictate government renewal, the elected governments of transitional democracies operate in a political environment in which democratic continuity is still uncertain”.8 De esta forma, el hecho de que todos los actores políticos, o al menos los más relevantes, acepten que las elecciones son el procedimiento por el cual se establece y renueva el gobierno, y que la continuidad del régimen democrático está asegurada, al menos en el mediano plazo, son indicadores de consolidación democrática. Por el contrario, se trata de transición a la democracia cuando, en un gobierno democrático, los actores políticos significativos tiene como alternativas para establecer un nuevo gobierno, además de las elecciones, la insurrección y el levantamiento armado, por ejemplo, lo cual disminuye su compromiso con la democracia si los resultados no son los que desean. Finalmente, los aspectos a los que la literatura propia de cada etapa de este proceso presta atención son diferentes: “the literature on the first transition stresses the difficulty on reversibility of Mainwaring, Scott, Guillermo O’Donnell y J. Samuel Valenzuela, “Introduction” en Mainwaring, Scott, Guillermo O’Donnell y J. Samuel Valenzuela, editors, Issues, p. 3. 8
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democratization, but its main focus is on the process of termination of authoritarian rule. Writings on the second transition must still focus on the possible reversibility of democratization, but other problems having to do with the construction of democratic institutions are added to the agenda”.9 De esta forma, con los elementos que acabo de presentar cuento ya con los parámetros para poder analizar si el proceso electoral de 1994, y los cambios que trajo consigo, forman parte de la primera o de la segunda transición, tal y como lo establece la definición de O’Donnell, o bien, como se ha planteado a lo largo de este trabajo, para establecer si se trata del proceso de transición a la democracia o de consolidación democrática. Como primer elemento del análisis abordaré la diferencia que establece O’Donnell entre la primera y la segunda transición. La primera transición consiste en el paso de un régimen autoritario a un gobierno democrático. Sin embargo, debido a las características específicas del caso mexicano es difícil establecer el momento justo en el que se lleva a cabo la primera transición. “Si se compara con el patrón del presidencialismo de América del Sur, el mexicano nunca ha sido interrumpido por golpes militares, ni se ha caracterizado por oscilaciones entre excesos de poder arbitrario e impotencia”.10 En México ha prevalecido un ambiente de estabilidad política y continuidad institucional desde la creación del Partido Nacional Revolucionario. Además, la propia Constitución de 1917 establece la existencia de partidos políticos y de elecciones. Debido a estas características es difícil afirmar, según estos parámetros de O’Donnell, el momento en el que se 9
Ibid., p. 4. Giovanni Sartori, Ingeniería constitucional comparada, México, FCE, 2004, p. 221. 10
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establece el gobierno democrático. Por esta razón, es necesario buscar esta etapa del proceso en la contienda electoral, y descubrir, de esta manera, el momento en el que, como resultado de una contienda electoral, se estableció un gobierno democrático. “En México las elecciones cumplen muchas de las funciones que normalmente les corresponden en otros sistemas políticos: son fuente legitimadora de las formas de organización del poder, de autoridades y políticas gubernamentales; son instrumento de socialización política y canal de comunicación entre gobernantes y gobernados. Aunque las elecciones no son el verdadero mecanismo de designación de los gobernantes, sirven para seleccionar a un sector del personal político, pero en sentido inverso a como operan en los regímenes democráticos: en lugar de que el proceso transcurra de abajo hacia arriba, funciona de arriba hacia abajo. Los escrutinios mexicanos han desempeñado también una función estabilizadora, son expresión –si se quiere limitada– de reivindicaciones políticas y válvula de escape de tensiones sociales”.11 Así pues, podemos encontrar ya el momento en el que se da la transición a la democracia si descubrimos exactamente cuándo es que las elecciones funcionaron como un mecanismo de designación de los gobernantes. Las elecciones de 1988 pasarán a la historia como una mancha en la vida política mexicana. Además de que los resultados oficiales fueron criticados y atacados por diversos actores políticos, el candidato que resultó triunfador carecía de legitimidad, tanto de la proveniente de las urnas, como de la que provenía de la tradición revolucionaria, la cual estaba ya muy erosionada. De tal manera que Salinas tuvo que 11
273.
Soledad Loaeza, El llamado de las urnas, México, Cal y arena, 1989, p.
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legitimarse desde el poder, tarea que, por cierto, desarrolló muy bien, y como ejemplo están las elecciones intermedias de 1991, en las cuales el PRI fue el ganador indiscutible en gran parte debido a los altos niveles de popularidad con los que contaba el presidente Salinas en ese momento. Ahora, antes de analizar el proceso electoral de 1994, es necesario tener en mente el contexto que se presentó brevemente en la introducción de este trabajo. En esas circunstancias tuvieron lugar las elecciones el domingo 21 de agosto de 1994. Los resultados oficiales, para las elecciones oficiales, fueron: Ernesto Zedillo 17,336,325 sufragios (48.77% de la votación total), Diego Fernández de Cevallos 9,222,899 votos (25.94% de la votación total) y Cuauhtémoc Cárdenas 5,901557 votos (16.60% de la votación total). Además, “el 21 de agosto votaron 35 millones 550 mil 283 mexicanos, lo que equivale a un 77.74 por ciento del padrón; una participación abrumadora, sin precedente, una auténtica fiesta cívica. En 1994 México superó en participación electoral a muchos países de vieja tradición democrática. En Estados Unidos, para dar un ejemplo, con dificultades se logra un 50 por ciento de participación en una contienda electoral”.12 De esta forma tenemos un elemento para sostener que las elecciones de 1994 forman por primera vez en México un gobierno democrático, ya que la sociedad avaló dicho proceso con su amplia participación. También, como lo afirma Jaime Sánchez Susarrey, la elección del 21 de agosto fue la más competida, vigilada y transparente de la historia de México. “Más allá de los resultados finales, el país inicia un nuevo recorrido, el de las elecciones limpias y quizá competidas, pero sobre todo limpias y creíbles. 12
Gilberto Guevara Niebla, art. cit., p. 25.
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Por lo anterior, se puede afirmar, sin muchas dificultades, que de las
elecciones
de
1994
surgió
efectivamente
un
gobierno
democráticamente electo, con una plena legitimidad producto de la amplia participación ciudadana, lo cual le permitiría separarse definitivamente de la legitimidad que confería la tradición revolucionaria. Además, desde ese momento “las elecciones ya no son fuente de conflicto, sino una competencia entre partidos y candidatos para ganar el voto de la ciudadanía y decidir quién ha de gobernar”.13 De igual manera, las elecciones fueron percibidas, en su mayoría, por los actores políticos significativos y por la opinión pública como limpias y creíbles. Por estas razones, considero que la elección de 1994 puede ser vista, según los términos de O’Donnell, como la primera transición, es decir, como el momento que marca la transición a la democracia, ya que, sin lugar a dudas, se establece un gobierno democrático con plena legitimidad; a pesar de que el PRD afirme que, debido a que ganó nuevamente el PRI, se trata de “más de lo mismo”. Sin embargo, como mi intención no es caer en explicaciones simplistas, es necesario mencionar que este proceso se inició, al menos, desde la reforma electoral de 1977, que dio origen a la LOPPE, que “para garantizar la presencia de minorías en el Congreso, oprimidas por el PRI, la parte más sensible del régimen priísta promovió la reforma política y estableció en México la representación proporcional. La premisa invisible de aquella reforma, aunque de todos conocida, era que las minorías serían siempre minorías, y el PRI, siempre, la mayoría. Sabemos ahora lo que no sabían quienes iniciaron este proceso de reforma política, y es que, una vez abierta la compuerta, las reformas 13
Jaime Sánchez Susarrey, “La larga marcha de la democracia”, Gobiernos, agosto–septiembre 1994, p. 7.
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electorales siguieron a lo largo de los años, y la creciente transparencia institucional junto con la voluntad de los votantes demolieron por completo aquel supuesto”.14 De tal manera que, me parece válida la afirmación que las elecciones de 1994 representan el punto más acabado del proceso de transición a la democracia, por las razones aquí expuestas. No obstante, el proceso electoral de 1994 no solo es la culminación de un proceso de transición a la democracia, sino que es también el inicio de la consolidación democrática. Ahora trataré de explicar esto. Como ya se presentó en la introducción de este trabajo, el entorno en el cual iban a tener lugar las elecciones de agosto de 1994 no era el más favorable. El candidato del PRI, Colosio, había sido asesinado cinco meses antes del día de la elección, lo cual produjo un ambiente no solo de incertidumbre, sino de miedo. Además, ese mismo año se habían levantado en armas algunos grupos indígenas en Chiapas en circunstancias muy dudosas, y había reportes oficiales de la existencia de grupos similares en otros estados del sureste mexicano. En estas circunstancias, que eran por demás peligrosas para las instituciones establecidas en el régimen político, hubo quienes además, en una posición privilegiada, atacaron estas instituciones pronosticando un choque de trenes y, por tanto, proponían como solución, la cancelación de las elecciones. Sin embargo, a pesar de estas condiciones que no favorecían a la democracia, las instituciones respondieron y resistieron. “En la crisis que culmina con el asesinato de Luis Donaldo Colosio y se inicia con la aprobación del TLC por parte del Legislativo de los Estados 14
Héctor Aguilar Camín, “Los partidos políticos, cavilaciones sobre una cirugía menor”, Transición y consolidación democrática. El contexto internacional y la experiencia mexicana, México, IFE, 2003, p. 155.
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Unidos, se puso en evidencia, para desesperación de muchos, la solidez de las instituciones nacionales. El ejército fue tan silencioso como disciplinado; los movimientos dentro del PRI fueron de corta duración; la Presidencia no mostró debilidad alguna; el proceso de transición siguió los cauces habituales. La bolsa cayó en proporciones aceptables; el peso resistió los embates de la especulación si es que se intentó algún ataque contra la moneda. Sin estar aún en la plena normalidad –el asesinato aún está en el ánimo de medio mundo– la vida política recupera su camino para situarse, en este momento, como el fenómeno crucial. La campaña electoral reemprende su marcha”.15 De esta manera, y a pesar de este entorno poco favorable, los partidos, los candidatos y, principalmente, la sociedad, reforzó con sus actitudes y comportamiento las instituciones democráticas. El elevado nivel de participación ciudadana en las elecciones, que llegó a la cifra histórica de 77.74 por ciento del padrón, demostró que los mexicanos prefieren la vía democrática del diálogo y la cooperación para resolver los conflictos. También demostró que ante una amenaza armada y la incitación de diversos actores para abstenerse de participar en la elección, la sociedad mexicana privilegia la vía institucional para elegir a sus gobernantes, y respaldar así el sistema de partidos. Por su parte, los partidos políticos también desempeñaron un papel importante ya que, ante la amenaza que representaban tanto la vía armada como la vía externa a los propios partidos representada por organizaciones de la llamada sociedad civil, los partidos se consolidaron en el régimen político y demostraron su utilidad como actores que organizan el voto y articulan demandas, reclamos y aspiraciones de la sociedad. De igual manera, el régimen mismo se consolidó, ya que en 1994 y antes de las 15
Rafael Segovia, Lapidaria, p. 494.
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elecciones de agosto, se llevaron a cabo importantes reformas en materia electoral, que abordaban y legislaban temas como el financiamiento de los partidos, su acceso a los medios masivos de comunicación, la participación de observadores electorales nacionales y extranjeros y el fortalecimiento del Instituto Federal Electoral (IFE). Por estas razones, la elección de 1994 no solo representa la culminación del proceso de transición democrática que había iniciado, de acuerdo a lo que sostengo en este trabajo, con la reforma electoral de 1977, sino que además, representa también el inicio del proceso de consolidación democrática, según el concepto de O’Donnell. Otros elementos que confirman esta afirmación son, que durante todo el proceso electoral, y una vez concluido éste, los partidos y la sociedad aceptaron que las reglas que establecía la democracia eran las únicas válidas y legítimas para establecer un gobierno, por lo que la duración del régimen democrático estaba asegurada. Éste factor es un elemento central en la definición de O’Donnell de consolidación democrática, ya que una vez que se ha asegurado la duración del régimen democrático, ahora los actores políticos se pueden concentrar en la creación y el perfeccionamiento de las instituciones que permitan el desarrollo de las prácticas y valores democráticos. Y este cambio de enfoque puede ser claramente observado en los artículos, ensayos y textos que se hicieron para analizar la elección de 1994 y sus consecuencias a futuro en los actores y en las instituciones del régimen. De igual manera, en los discursos políticos se puede apreciar este viraje, ya que las preocupaciones y demandas expresadas desde ese momento giraban en torno a reformas y cambios institucionales que se tenían que hacer para regular y consolidar la vida política que se había definido en 1994. Así por ejemplo, las propuestas
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del presidente electo eran, entre otras cosas, “emancipar definitivamente a su partido respecto del Estado; consolidar la reforma democrática de los mecanismos electorales; hacer un gobierno plural, incorporando a su gabinete a funcionarios no priístas; equilibrar el poder del Ejecutivo con respecto al Legislativo; modernizar y dar autonomía al aparato de justicia”.16 Por su parte, analistas políticos, periodistas y politólogos prestaban más atención a los temas propios de la consolidación democrática que a los de la transición, de acuerdo a la definición dada por O’Donnell. “Sería lamentable que el país acabara de confundir sus aspiraciones democráticas de largo aliento con una especie de lucha sexenal por la Presidencia de la república pues, aunque los votos constituyen el principio de la tarea, la democracia es mucho más que un escrupulosos escrutinio. He aquí una de las lecciones más caras del pasado 21 de agosto”.17 En este mismo sentido, Soledad Loaeza afirma que “el reto más importante que enfrenta el sistema político mexicano en los próximos años es la construcción de organizaciones partidistas modernas que sean capaces de acoger las diferencias políticas de la sociedad, mismas que se expresaron y resolvieron de manera relativamente pacífica en la elección presidencial del 21 de agosto de 1994”.18 Estos son sólo dos ejemplos, de los muchos que hay, de la percepción que se tenía de la elección de 1994, de las repercusiones, significados y cambios que podía generar en el sistema político mexicano. Sin embargo, como se puede apreciar claramente, el tono de estas citas esta orientado hacia la construcción y consolidación de las 16
Gilberto Guevara Niebla, art. cit., p. 26. Mauricio Merino, “Una fantasía democrática” Gobiernos, agosto– septiembre 1994, p. 16. 18 Soledad Loaeza, “Partidos políticos y sociedad civil en México”, Gobiernos, agosto–septiembre 1994, p. 15. 17
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instituciones que permitan el desarrollo de una vida política democrática, lo cual fue el mandato de la sociedad en su voto de 1994. Finalmente, otro ejemplo del cambio en la literatura que se dio a partir de la elección de 1994 son las múltiples propuestas que aparecen para la consolidación democrática en México, característica que confiere a muchos escritos del periodo un carácter prescriptivo. Sartori por su parte, afirma: “primero construyamos la casa; luego nos ocuparemos de los muebles. Mi primera recomendación es que se de prioridad a las prioridades; de éstas propongo como las más urgentes las siguientes: i) un nuevo sistema electoral; ii) la abolición de la no reelección de los miembros del Congreso; iii) una definición clara de los poderes constitucionales del presidente (que sustituya a los anteriores poderes paraconstitucionales y de facto)”.19 Por lo anterior, se puede comprobar que así como existen elementos que nos permiten afirmar que la elección de 1994 forma parte del proceso de transición democrática, de igual manera hay elementos sólidos que nos llevan, necesariamente, a aceptar que también estamos observando, si no en su totalidad, al menos si el principio, del proceso de consolidación democrática. CONCLUSIONES Las elecciones de 1994 representan, sin lugar a dudas, un cambio cualitativo en la política mexicana. La sociedad mexicana decidió que cualquier cambio o decisión a tomar se hiciera por la vía democrática institucional, razón por la cual decidió participar ampliamente en las elecciones, registrando una cifra histórica de participación de 77.74% del 19
Giovanni Sartori, Ingeniería constitucional comparada, México, FCE, 2004, p. 225.
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padrón electoral. Como producto de estas elecciones, además, se estableció un gobierno legitimado y respaldado por las urnas, y ya no por la tradición revolucionaria. Esto implica a su vez, que el presidente ya no podría recurrir a discursos que apelaran a los héroes o a las causas y los valores revolucionarios, sino que ahora tendría que actuar y decidir teniendo siempre en mente a la sociedad. Como ya se demostró a lo largo de este trabajo, las elecciones de 1994 representan el momento más acabado del largo proceso de transición a la democracia, ya que la sociedad, a través de un proceso electoral que contó con una amplia participación y con credibilidad, legitimó el establecimiento de un gobierno democrático. Pero al mismo tiempo las elecciones de 1994 presentan también elementos que confirman el inicio del proceso de consolidación democrática. Como ejemplos se pueden mencionar, por un lado, la aceptación de los partidos políticos y de la sociedad de que las reglas democráticas son las únicas aceptadas para el establecimiento del gobierno, y por tanto, la preocupación de estos actores políticos será a partir de entonces crear y perfeccionar las instituciones que permitan el desarrollo del régimen democrático. Por el otro lado, la literatura de ese momento refuerza esta afirmación ya que, como lo afirman Mainwaring, O’Donnell y Valenzuela, los problemas en los que se enfoca la literatura ya no son acerca de cómo terminar con el régimen autoritario, sino, más bien, se preocupan por la construcción de las instituciones democráticas. Sin embargo, si esto es así ¿qué es lo que da sentido a la cita de Gilberto Guevara Niebla? Reproduzco a continuación el fragmento del texto, para terminar este trabajo con un análisis politológico de la cita.
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Lo primero que es posible apreciar en la cita de Guevara Niebla es que para poder llegar a la democracia no hay un camino directo y trazado con anterioridad, aunque efectivamente hay experiencias de otros países que pueden servir como modelo. Antes bien, se trata de un largo proceso que esta lleno de incertidumbres y retrocesos, y que, a final de cuentas, no lleva necesariamente a la democracia. Es un proceso que se construye entre diversos actores y en diferentes circunstancias, a lo largo del cual surgen nuevos actores y otros más desaparecen. Como se analizó a lo largo de este trabajo, el proceso de transición democrática en México se inició con la liberalización del régimen debido a la reforma electoral de 1977. El objetivo de esta reforma era admitir en el sistema de partidos a actores que hasta ese momento se habían mantenido excluidos. Sin embargo, se pretendía que participaran y legitimaran el proceso, sin tener posibilidades reales de victorias. Tuvieron que pasar casi veinte años, y muchas reformas en el sistema, para que se pudiera llegar a la conclusión de la transición a la democracia y poder empezar a hablar de consolidación democrática. Tuvieron que pasar seis años más para que en México se diera la alternancia en la presidencia. Esto nos habla, una vez más, de la relevancia del factor tiempo, ya que ambos procesos se desarrollan lentamente, y es necesario estudiarlos y comprenderlos de esta manera. Otro elemento que no se puede pasar por alto en un análisis politológico es la cultura política, es decir, “el conjunto de actitudes y 20
Gilberto Guevara Niebla, art. cit., p. 23.
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pautas de comportamiento predominantes en el seno de una cierta sociedad”21, ya que en este caso en particular ofrece una explicación contundente de la naturaleza prolongada y lenta de ambos procesos. Por tanto, el que los procesos de transición a la democracia y consolidación democrática se hayan desarrollado a lo largo de tantos años es el “reflejo del conservadurismo esencial de una sociedad que mayoritariamente favorece la estabilidad, rehuye los cambios súbitos y las rupturas, y en general, las aventuras políticas –así como los aventureros políticos–. Estas actitudes contribuyen a explicar el gradualismo que caracterizó el desmantelamiento del autoritarismo en México, el cual para algunos impuso a este proceso una exasperante lentitud.”22 Por tanto, un análisis politológico debe tomar en cuenta estos elementos, y usar los conceptos con exactitud, para poder hacer una investigación seria y rigurosa. De lo contrario se caería en análisis simplistas que no nos dicen nada de los hechos sociales que se están estudiando, pero que pueden ser utilizados como instrumentos de manipulación política, que en muchos casos atentan contra la democracia. Ejemplos de este tipo de análisis simplistas, me parece, pueden ser aquellos hechos por grupos de izquierda, en especial el PRD, aunque no se puede dejar de mencionar al vocero oficial del EZLN, que pretenden ver en todo momento una inmovilidad incorruptible del régimen político. Por una parte, el PRD adopta una doble personalidad ya que acepta participar en contiendas electorales, aceptando por tanto 21
Joan Botella, “En torno al concepto de cultura política: dificultades y recursos”, Pilar del Castillo e Ismael Crespo (edits.), Cultura política, España, Tirant lo Blanch, 1997, p. 19. 22 Soledad Loaeza, “La construcción del pluripartidismo y la experiencia democrática mexicana, Churchill y Schumpeter en San Lázaro”, Transición y consolidación democrática. El contexto internacional y la experiencia mexicana, México, IFE, 2003, p. 166.
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las reglas del juego, pero amenaza con seguir tácticas que no están contempladas en esas reglas del juego, como la movilización de masas y la toma de edificios gubernamentales. Por su parte, la postura que adopta el EZLN es de total intransigencia, de desprecio no solo por las instituciones y las prácticas democráticas, sino también por la sociedad misma. Se autoproclama como el único actor capaz de interpretar las decisiones políticas del gobierno, y también como la única voz, o al menos la voz de vanguardia, de la sociedad. Representa, en palabras de Rafael Segovia, una filosofía al alcance de las masas. Otro ejemplo de este tipo de análisis simplistas es el que pretende fechar a la democracia, es decir, el que establece que el primero de julio de 2000 vivíamos en un régimen recalcitrantemente autoritario, pero que a partir del día dos de julio México comenzó a vivir en una plena democracia. Para concluir, repito, es necesario utilizar los conceptos con exactitud y con rigurosidad para poder desarrollar una investigación seria. Me parece que el artículo de Gilberto Guevara Niebla es importante precisamente, porque no recurre a una fórmula simplista. Antes bien, afirma que ambos procesos, de transición y consolidación democráticas, pueden durar varios años sin que esto signifique inmovilidad política, y si, por el contrario, procesos más sólidos.
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RECONSTRUYENDO A LA NACIÓN. APUNTE SOBRE LA REVOLUCIÓN DE RONALD REAGAN Guillermo Ávila*
The ultimate irony of the twentieth century may be that lasting, worldwide political revolution was accomplished not by Trotsky and the communist but instead by Reagan and the capitalists. Martin Anderson
LA DÉCADA DE LOS OCHENTA DEL SIGLO PASADO A menudo se caracteriza como un punto de inflexión en la evolución de los sistemas políticos: situaciones conflictivas en las economías, en los arreglos institucionales y en las relaciones sociales que llevaron a una nueva configuración del mapa político en (casi) todo el mundo. La crisis
Guillermo Ávila es ex alumno de la licenciatura en Política y Administración Pública del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. *
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de los Estados de Bienestar en las naciones occidentales, la derrota del socialismo en Francia; la debacle del comunismo en Europa Oriental, incluyendo a la Unión Soviética, el surgimiento de nuevos conflictos en nuevas partes del mundo, la estanflación, la crisis ideológico-cultural, todos estos fenómenos pueden ayudarnos a explicar qué fue lo que pasó en esos años. En todos los momentos históricos hay figuras emblemáticas, personajes que se identifican como estandartes de los movimientos, de las acciones, de las revoluciones. Si se quiere ver así, en los años ochenta, como producto del contexto histórico en que se desenvuelven, aparecen los nombres de los “neoliberales” —o “neo conservadores”—, entre quienes Margaret Thatcher y Ronald Reagan son los nombres más reconocidos. Este es un trabajo que trata sobre las ideas y sobre la forma en se plasmaron —o se intentó hacerlo— en la práctica. Es un escrito, además, sobre la figura del presidente, lo que implica, necesariamente, que
se
analizan
los
factores
históricos
—políticos,
sociales,
económicos— que lo acompañaron en el periodo en que dirigió a Estados Unidos. Se dice que Ronald Reagan encabezó una revolución, esto es, un cambio radical, en el gobierno de Estados Unidos, en las políticas y la política, en la opinión pública y en la internacional. Lo que aquí se pretende es hacer una revisión de las ideas y de los hechos que se produjeron durante dicha revolución y, de esta manera, entender las razones por las que se tiene al presidente Reagan como uno de los mandatarios de mayor trascendencia en la historia de Estados Unidos, teniendo en mente que hay quienes lo consideran,
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incluso, el alter ego de Franklin D. Roosevelt1. Por supuesto, hay otros factores que influyen en el desempeño y la trayectoria de un gobierno, políticos,
personales,
institucionales,
económicos,
sociales,
internacionales y demás que puedan imaginarse, pero no es posible negar que, hasta cierto punto, todos ellos requirieron una idea detrás, cierta forma de pensamiento acerca de cómo trabaja —y como debe trabajar— la economía, como se relacionan las naciones, cómo debe ser la convivencia social, entre otras. Policies and attitudes result from complex constellations of electoral opinion, political opposition, group interests, state structures, political leadership, economic trends, the international environment, as well as intellectual thought. Politics is partly a product of public discussions, debates, assessments, and definitions of reality. The symbolic environment helps structure public outlooks, and political thinking influences the character of this setting.2
En un segundo apartado, se hace una revisión de las iniciativas y las políticas, lo que se considera conveniente porque, desde mi perspectiva, es una cuestión en la que pueden analizarse los alcances y los límites de las propuestas de este gobierno. Dicho de otro modo, se estudia la medida en que el pensamiento neo conservador de Reagan y su “coalición” se expresó —o no lo hizo— en las políticas implementadas.
1 Varias veces se ha comparado la victoria republicana de 1980 con el triunfo demócrata de Roosevelt en 1932 —el propio Reagan ha confesado su admiración y respeto por Roosevelt, a quien acostumbraba citar y recordar en múltiples ocasiones (José Ricardo Eliaschev, Reagan, U.S.A., los años ochenta, México, Folios, 1981, p. 93). 2 Robert Devigne, Recasting Conservatism. Oakeshott, Strauss, and the Response to Postmodernism, New Haven, Yale University Press, 1994, p. xiii (el subrayado es mío).
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La última parte se aleja un poco del espíritu descriptivo del trabajo para teorizar acerca del éxito o el fracaso de la revolución y su líder —moral y práctico— en los Estados Unidos. De este modo, el apartado último es una divagación mediante la cual se pretende argumentar cómo se dio el nuevo realineamiento que permitió al neoconservadurismo posicionarse en la política y en las políticas. 1. Es conveniente apuntar que hay quien dice que Reagan es producto de esa revolución, que venía gestándose de a poco, progresivamente, desde los años de Barry Goldwater y Nixon3. Esto significa que es importante cuestionar si había, en efecto, una corriente conservadora, esto es, si la victoria del Partido Republicano en 1980 fue auténticamente un realineamiento de fuerzas, una nueva diagramación del complejo político y social norteamericano. Es posible, a este respecto, decir que el Grand Old Party —como se conoce en Estados Unidos al republicano— se encontró en el poder en condiciones muy diferentes a las de 1952 con Eisenhower y 1968 con Nixon. Reagan llegó a la presidencia en un periodo de crisis. A continuación se intenta identificar el desarrollo de la misma. Un consenso liberal sustentado, en lo interno, en las experiencias vividas de la crisis económica y del Nuevo Trato, así como, en lo externo, en las secuelas de la participación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial, fue la norma de la vida política estadounidense desde mediados de los años cuarenta hasta los setenta. Sus componentes
Martin Anderson, Revolution. The Reagan Legacy, Stanford, Hoover Institution Press, 1990, pp. xv-xxii. 3
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principales fueron: orientación internacionalista pero no unilateral, basada en las responsabilidades morales que el nuevo papel de liderazgo imponía al país; la asignación de un nuevo papel al Estado como garante de la estabilidad económica y del interés público, apoyado, por supuesto, en las prácticas del New Deal y en la teoría keynesiana, y la voluntad de erigir, más allá de las identidades locales, un sentimiento de pertenencia a una comunidad más vasta, nacional. 4 Durante la segunda mitad de la década de 1970, la fuente primordial de cuestionamiento se ubicó en los siguientes aspectos: los graves problemas económicos —desempleo e inflación—, la incapacidad creciente estatal para manejar y satisfacer las demandas sociales y su costo fiscal cada vez mayor, el surgimiento y la proliferación de nuevas formas de conducta sexual y la pérdida relativa de poderío militar, político y económico en la escena internacional5. Así, se hizo evidente el fortalecimiento de grupos6 que demandaban cambios en la política fiscal; que consideraban que, en la relación con los países comunistas, Estados Unidos había hecho demasiadas concesiones; que se oponían al Estado Benefactor por el peso que significaba para la economía; que estaban en contra de la intromisión del gobierno federal en la vida y los problemas de la comunidad; y que rechazaban la descriminalización del aborto y otras medidas que se conocieron como la “agenda moral”.7 A lo anterior hay que agregar la crisis de legitimidad del gobierno, producto, en gran
4 Pedro Javier González G, “Estados Unidos: Contradicciones culturales y dilemas políticos”, Cuadernos semestrales. Estados Unidos. Perspectiva latinoamericana, 23-24, 1988, p. 16. 5 Ibid., p. 17. 6 Martin Anderson, op. cit., p. 7. 7 Jesús Velasco Márquez, “Visión panorámica de la historia de los Estados Unidos”, en su libro (comp.)¿Qué son los Estados Unidos?, México, McGraw-Hill, 1996, p. 64.
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medida, de las “excesivas prerrogativas presidenciales y de la posibilidad del manejo deshonesto del poder”, así como un cuestionamiento severo ante “los problemas de organización del gobierno”8. Al aproximarse las elecciones de 1980, la conjunción de los problemas señalados determinó un cambio en la opinión pública que favoreció la formación de una coalición conservadora, a la que el electorado favoreció en los comicios de 1980 y 1984, retomando la mayoría en el Senado por seis años9: La amplia victoria electoral de Ronald Reagan puso dramáticamente de relieve los alcances del proceso de polarización del electorado norteamericano. Este desplazamiento del espectro político hacia la derecha, no constituye un hecho sorpresivo puesto que había indicios previos, claramente discernibles, que revelaban la presencia de una tendencia cada vez más poderosa que empujaba a sectores crecientes de la sociedad norteamericana a asumir posiciones conservadoras.10
2. La administración del presidente Reagan, quien juró como tal en enero de 1981, representa la expresión de muchos asuntos familiares a la tradición conservadora: una economía basada en los mecanismos del mercado libre; la búsqueda de la consecución de los intereses nacionales a través de una política exterior activa, la descentralización del gobierno, y la restauración de una moralidad en decadencia. A diferencia de sus 8 Mirta Botzman, et al., “La elección presidencial de 1980: un balance de posiciones y fuerzas”, Cuadernos semestrales. Estados Unidos. Perspectiva latinoamericana, 9, 1981, p. 13. 9 Velasco, art. cit., p. 64. 10 Martin Anderson, op. cit., p. 5; Atilio A. Borón, “La crisis norteamericana y la racionalidad conservadora”, Cuadernos Semestrales. Estados Unidos. Perspectiva latinoamericana, 9, 1981, p. 31.
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antecesores republicanos, Reagan buscó una aplicación más rigurosa de la doctrina conservadora, ambición que se refleja en cada uno de los temas siguientes. Eficiencia del mercado Este gobierno tiene sus fundamentos filosóficos, en lo que se refiere a la política económica, en la creencia de que la menor intervención posible del gobierno, combinada con una moneda estable y la protección y seguridad públicas, por tener mayor capacidad de eficiencia, producirá los niveles deseables de crecimiento y desarrollo11. De esta forma, encontramos que Reagan es un partidario de la economía del lado de la oferta (supply-side economics), la cual considera que la oferta crea a la demanda12. Así mismo, se piensa que una carga impositiva alta debilita la economía, pues “los impuestos, llevado al extremo, hacen más pobres a los individuos sin hacer más rico el Estado” y, por lo tanto, una disminución en los impuestos tendrá el efecto positivo de impulsar la economía porque es un incentivo para la producción:
Botzman, art. cit., pp. 23-24; A. James Reichley, “The Conservative Roots of the Nixon, Ford, and Reagan Administrations”, Political Science Quarterly, 96 (1981), p. 541. 12 Al respecto, Reichley comenta que esta es una medida aceptada también por Marx y Keynes, en el largo plazo. El problema radica en que, en condiciones de depresión o recesión económicas, alcanzar el equilibro de mercado —el nivel eficiente de cantidades y precios— a través del funcionamiento libre del mercado trae consigo otros problemas (human suffering) que hacen necesaria la intervención del gobierno. No hay, sin embargo, evidencia de que haya resultado contraproducente en E.E.U.U., más allá de que algunos llamen a Reagan el “Robin Hood de los ricos” —aunque esto puede ser por otras razones. Por lo demás, este es un debate conocido, sobre todo a partir de los años ochenta, con el surgimiento del neoliberalismo (Ibid., p. 541). 11
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The idea is a simple one. As a government raises tax rates, the amount of earnings that taxpayers get to keep for themselves declines. If the government raises tax rates high enough, people respond by not working as hard... The result is that there is less money available for the government to tax: at some point increases in the tax rate become counterproductive as far as tax revenue is concerned… When that point is reached tax revenues can be increased, paradoxically, by cutting tax rates.13
Norman B. Ture, subsecretario del Tesoro durante la administración de Reagan, estaba convencido de los beneficios de dicha estrategia económica: “taxes should affect the economy through incentives instead of through rivers of money”14. De este modo, se creía que un resurgimiento de la producción generado por una fuerte reducción de los impuestos, podría equilibrar la economía, elevar el nivel de empleo y enfrentarse con éxito a la inflación, tan pronto como el ahorro y la inversión aumentaran o, dicho de otro modo, “tan pronto funcionara eficazmente el mercado.”15 Todo ello con el fin de que, contando con condiciones más favorables, decida retomar la iniciativa y, como en otros tiempos, el mercado vuelva a ser el promotor principal del desarrollo. Es posible identificar estas ideas y rastrear las intenciones del presidente Reagan desde tiempo antes: su llegada al poder como gobernador del estado de California estuvo precedida por mensajes no demasiado diferentes de los que anticiparon su llegada a la Casa Blanca.
Anderson, op. cit., p. 141. Norman B. Ture, “The Department of the Treasury”, Charles L. Heatherly (ed.), Mandate for Leadership: Policy Management in a Conservative Administration, Washington D.C., Heritage Foundation, 1981, p. 650; citado en Reichley, art. cit., p. 542. 15 Alonso Aguilar M., “La crisis del imperialismo norteamericano y la estrategia de Reagan”, Estrategia, 1982 (2), p. 7; Botzman, art. cit., p. 24. 13
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El ex actor venía a reducir la burocracia, eliminar el despilfarro, combatir el déficit presupuestario, redimensionar enteramente la estructura fiscal para quitar al gobierno de encima de los hombros de la ciudadanía. Evidentemente, no existían entonces las preocupaciones internacionales para Reagan, y su intención era “traer racionalidad, austeridad y escrupulosidad al enorme estado. Como Reagan había llenado su campaña electoral de promesas de austeridad fiscal, por algún lado debía producirse esa reducción en la carga impositiva y los beneficiados serían los propietarios de inmuebles.”16 Conforme a esta estrategia, en febrero de 1981 Reagan lanza su Programa para la Recuperación Económica, en el que reitera el propósito de reducir la tasa de crecimiento del gasto del gobierno, bajar el impuesto personal sobre la renta y permitir a las empresas tasas de depreciación más elevadas, aligerar el peso de la reglamentación estatal de los negocios y contribuir a que adopte una política monetaria que ayude a combatir la inflación.17 Así mismo, aunado a su deseo de reducir el impacto del gobierno en la economía, el presidente Reagan precisaba descentralizar el control sobre los servicios gubernamentales. Por ejemplo, propuso transformar ciertos programas educativos federales de forma que, a través de las transferencias, se permitiera a los estados establecer sus necesidades propias y, de esta manera, hacer uso del dinero. La administración apoyaba estas medidas, en principio, para aligerar el gasto público. Pero estas medidas también reflejaban la convicción del presidente hacia la creencia conservadora en las capacidades y virtudes de los gobiernos locales, considerando que éstos tienen un conocimiento
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Eliaschev, op. cit., p. 55. Aguilar, art. cit., p. 7.
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más cercano sobre las condiciones y las necesidades de sus habitantes y son más proclives a construir lazos más fuertes en las comunidades. Defensa y Política Exterior Uno de los puntos más polémicos del gobierno de Reagan fue su nivel de gasto en materia de defensa. La crítica principal versaba en que ésta política contravenía los propósitos de reducción en el gasto y en la lucha contra la inflación. Por otro lado, hay quien argumenta que un gasto de tal magnitud no es un signo de un Estado mínimo. La justificación de Reagan al respecto viene de sus convicciones nacionalistas que no presuponían el aislacionismo, sino, por el contrario, una participación activa en la formación y el desarrollo de los eventos que pudieran tener relación con el interés nacional. Así pensaba, también, el Secretario de Estado, Alexander Haig, y Richard Allen, Asistente de Seguridad Nacional lo secundaba: While the United States does not assume global responsibility for international peace and stability, no area of the world is beyond the scope of American interest if control or influence by a hostile power threatens American security.
La idea de un Estado fuerte y activo en el terreno internacional se identifica con las ideas de Hamilton, mientras que la idea del uso restringido de la autoridad federal con las ideas de Madison.18 Este es otro rasgo de la contradicción en que se ubica a Reagan. Pero hay que recordar que esta combinación contradictoria también se presentó en otras ocasiones —como con F.D.R.— lo cual puede justificarse a través 18
Véase Reichley, art. cit., p. 543.
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de tres fundamentos: el primero, la necesidad de protección de la nación, para lo cual se necesita una diplomacia experta y un poderío militar considerable; segundo, que Estados Unidos tiene intereses económicos en el exterior de gran valía, que requieren de una representación vigorosa; y, en tercer lugar, que al dirigir al resto del mundo, los Estados Unidos dan muestra de un ejemplo de unidad moral: we will be seen as having greater strength throughout the world. We will again be the exemplar of freedom and a beacon of hope for those who do not now have freedom19.
Los instrumentos a través de los cuales el presidente republicano buscaría alcanzar los objetivos planteados de política exterior, serían el incremento sustancial en el presupuesto militar, el reforzamiento del aparato de inteligencia, la utilización de la ayuda económica y, especialmente, la militar. 20 Hay, por último, un fundamento propio de la mentalidad conservadora: para Reagan, el presupuesto para la defensa debía incrementarse, no sólo por que Estados Unidos estaba frente a una clara amenaza en el exterior21 —hay que recordar que las acciones de la Unión Soviética, como la invasión a Afganistán, o las tendencias a favor del comunismo en América Latina, se consideraban, evidentemente, contrarios al interés nacional—, también porque la defensa es la
19 Reagan, “First Inaugural Address”, January 20th, 1981. [Version electrónica disponible en: http://www.bartleby.com/124/pres61.html, 5 de julio de 2005]. 20 Botzman, art. cit., p. 23. 21 Hedrick Smith, et al., Ronald Reagan ¿Una revolución conservadora?, Barcelona, Planeta, 1980, pp. 123-160.
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actividad de mayor importancia y con mayor legitimidad que debe tener un gobierno limitado22. El resultado de importancia mayor, seguramente, fue la recuperación o fortalecimiento de la hegemonía de E.E.U.U. en el panorama mundial; sobretodo, el relativo a la otra gran potencia global, ahora en descenso, la U.R.S.S.: Reagan pushed the Soviet Union beyond its economic and military limits. The threat to build a defensive protection system against missiles, whether or not it would work, and regardless of how expensive might be, cowed the Soviets more than any operable weapon in America’s arsenal. The very expense of the system was what the Soviets most feared. A war of dollars was one they could not win.23
El Estado Benefactor Durante el primer año de mandato, la administración del presidente Reagan ya
había logrado recortar 44 mil millones de dólares por
recortes a los programas sociales, lo que se veía como un gran logro, sobre todo si se tiene en cuenta que, para esta administración, el sistema de seguridad social se había convertido en uno en el que los recursos disponibles estaban cayendo “en las manos de los codiciosos y no de los más necesitados.”24 También hizo referencia a la enorme cantidad de
El argumento lo desarrolla más ampliamente Andrew E. Busch, “Ronald Reagan’s Public Philosophy: Strands of Jefferson and Hamilton”en Eric J. Schmertz et al. (editors), Ronald Reagan’s America, Westport, Greenwood Press, 1997, p. 43. 23 Glen Jeansonne, “The 1980s and the Age of Reagan”, History Today, August 2004, p. 38. 24 D. Lee Bawden y John L. Palmer, “Política social. Desafiando al Estado Benefactor”, Cuadernos semestrales. Estados Unidos. Perspectiva latinoamericana,no. 23-24, 1988, p. 85. 22
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subvenciones federales para servicios sociales y de educación, a las que consideraba innecesarias por despilfarradoras e ineficientes, por lo cual quería devolver los programas a los gobiernos estatales y locales, junto con los medios para financiarlos.25 De esta forma, el presidente ponía en duda la medida en que el sector público era (y es) responsable por el bienestar social y económico de sus miembros individuales. Como sabemos, a partir de la década de los treinta, el gobierno federal tendió, progresivamente, a asumir esta responsabilidad. Sin embargo, el presidente Reagan pensaba que “con frecuencia, el gobierno federal no está en posición de determinar de manera apropiada cuál debe ser la responsabilidad pública y que, en la medida en que esté obligado a abandonar el problema, el gobierno federal debería concluir que debe asumir una responsabilidad mucho menor”26. Lo anterior, por supuesto, constituye el pilar fundamental del problema del “gran gobierno”: la gente exige demasiado del gobierno, que solucione muchos problemas cuando lo natural sería que fuesen resueltos al margen de la acción gubernamental. Esto produce la “sobrecarga política” del Estado y ahí se halla el origen de su incapacidad para brindar los satisfactores que se le reclaman y, consecuentemente, su deslegitimación.27
Botzman, art. cit., p. 26. Bawden, art. cit., p. 85. 27 Este argumento, lo sabemos bien, constituye el meollo del informe de la Comisión Trilateral, cuyo inspirador teórico es Samuel P. Huntington. En líneas generales, se sostiene que la década de los sesenta fue escenario de grandes movilizaciones populares que expresaban el estímulo igualitarista—en todo el mundo, no en E.E.U.U. exclusivamente. La vitalidad de la democracia produjo un incremento sustancial de la actividad gubernamental. La relevancia de ello radica en que esto, contrario a lo que piensan los marxistas norteamericanos, no es una falla del sistema capitalista, sino un producto de la 25 26
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Ever since the New Deal, Americans had looked to the Federal Government to solve their problems. Once a New Dealer himself, Reagan warned that the Federal Government could not expand infinitely. Franklin Roosevel had intended massive federal intervention in the economy a temporary expedient… [he] would have been disturbed to learn that his minnow of safety net had expanded into a whale.28
Estas opiniones acerca del papel apropiado para el gobierno, derivan de la confianza que el Presidente tiene en la capacidad de la mayoría de los individuos de defenderse por sí mismos dentro de una economía librecambista y su confianza e la capacidad de esa economía para funcionar eficientemente con un mínimo de intervención federal. El lado opuesto de esa confianza es que el gobierno federal constituye una influencia perniciosa sobre la iniciativa y la caridad individual, comunitaria y corporativa. Este tratamiento de los problemas sociales refleja el principio de la libertad individual, subyacente en las distintas propuestas de Reagan. En efecto, éste levanta la bandera de la vuelta al federalismo norteamericano tradicional el que, desde su punto de vista, ha sido desplazado por el crecimiento “monstruoso” del gobierno federal que se tradujo en la limitación de las libertades individuales y en la reducción de los poderes y los recursos estaduales. Con el objeto de poner fin a esta situación, propuso que las cuestiones sociales se abordaran con cautela, evitando la aplicación de medidas que impliquen una tendencia a la “socialización” en aspectos tales
política democrática. Es la propia democracia la que impulsa la expansión de las actividades estatales y la ineludible crisis fiscal que la acompaña (Véase, por supuesto, Michel Crozier, Samuel P. Huntington and Joji Watanuki, “The Crisis of Democracy”, New York University Press, 1975; disponible en http://www.trilateral.org). 28 Glen Jeansonne, art. cit., p. 38.
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como salud y educación. En este sentido, Reagan argumenta que el bienestar, en su sentido más amplio, también comprende las actividades de caridad llevadas a cabo tradicionalmente y con grandes resultados por ciudadanos particulares y organizaciones sociales y caritativas.29
Al caracterizar al gobierno como un problema, Reagan se refirió a un descontento general en el país; la fuerza de este descontento le daría apoyo para lograr abolir algunos programas sociales federales y cambiar la dirección de otros. En este punto conviene resaltar que Reagan, tal vez inconcientemente, logra cumplir con dos objetivos: el primero, meramente presupuestario, al buscar reducir el inflado presupuesto federal y, el segundo, ideológico, para sacar al gobierno de ciertas actividades inapropiadas. Esto supone un Estado que no se vea desacreditado por la frustración de sus programas sociales y asistencialistas, impuestos por una sociedad civil excesivamente movilizada y que sobrecarga el aparato estatal más allá de lo razonable. Se trata de reforzar la autoridad gubernamental y, en general, todas las estructuras de autoridad puesto que ellas son el fundamento de cualquier posible reconstrucción de un nuevo sistema hegemónico. No se trata de una destrucción sistemática del Estado de Bienestar, sino de racionalizar su actuación, manteniendo aquellos programas y agencias que probadamente sean eficaces en la tarea de controlar y neutralizar posibles presiones desestabilizadoras. En las medidas concretas que Reagan propone para acabar con el enorme poder del gobierno federal y devolver los incentivos a la empresa privada y a los individuos, podemos mencionar el traslado a los estados de los programas federales referidos a salud y educación —que
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Bawden, art. cit., p. 86; Botzman, art. cit., p. 25.
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llevaría a la desaparición del Departamento de Educación—, además de una reformulación al sistema de bienestar social con el fin de anular los “incentivos al desempleo” y promueva “el trabajo y la superación personal”.Además, enfatiza la necesidad de coordinar las actividades gubernamentales con las de la iniciativa privada, en lugar de competir con ellas, a fin de lograr una eficacia mayor en la atención de los problemas sociales.30 Moralidad y tradición El último pilar ideológico que puede identificarse en las políticas de Reagan es el apoyo a una cierta idea de moralidad, de actitudes y valores tradicionales, en los asuntos sociales, como el aborto, la oración en las escuelas y las cuestiones relacionadas con la “Acción afirmativa”. Desde la campaña por la presidencia en 1980, Reagan comentaba que dichos valores morales tradicionales se reflejarían en sus políticas31. La plataforma del GOP proponía en 1980 apoyo total a la restauración de ciertos valores y prácticas que se habían suprimido por gobiernos anteriores, como “la restauración la protección del derecho a la vida de los infantes en periodo de gestación, el derecho a realizar oraciones en escuelas y lugares públicos y, en general, la protección de la familia ante la creciente decadencia de la sociedad.”32 El aborto, las oraciones en la escuela, y el traslado de escolares a escuelas diferentes para conseguir la integración racial constituyen los puntos medulares de la agenda social. Todos comparten elementos comunes, por los cuales se les incluye en esta agenda. Todos, en Ibid., p. 26. Reichley, art. cit., p. 543. 32 Republican platform, 1980. 30 31
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principio, se convirtieron en asuntos federales a raíz de las decisiones de la Suprema Corte, de las cuales nacen las legislaciones. Un segundo rasgo común es que atañen, primordialmente, a los valores —aunque también entren en juego intereses bien localizados.33 La agenda social, por tanto, gira en torno a un conflicto social; se enfrentan posiciones diferentes sobre la manera en que debe vivirse la vida y cómo debe controlarse, se trata de una imagen de la buena sociedad; en un caso, una sociedad en la cual la comunidad, la religión y la familia tienen el derecho de asegurar y conservar los valores comunes (una América cristiana, o conservadora, o tradicional, o basada en la familia); en el otro caso, una sociedad en la cual la libertad frente a las restricciones impuestas por la familia, la comunidad y la religión se considera una característica clave de una sociedad buena.34
En este sentido, el tema del aborto es característico del debate. Una tendencia favorable al aborto había aumentado desde 1965, cuando muchos estados comenzaron a liberalizar sus leyes respecto a la cuestión. El apoyo fue mayor a partir de la decisión de la Suprema Corte en el caso Roe v. Wade, en 1973 y así se mantuvo hasta 1980, cuando la opinión comenzó a virar, particularmente para los casos “blandos”.35 De esta forma, cobra fuerza la noción de revolución conservadora, pues se observa que los cambios hacia la derecha no se deben simplemente a las predilecciones del presidente y sus asesores, sino a un verdadero cambio en la opinión pública. Así mismo, aunque puede pensarse que “el enredo de los temas de la agenda social con la estructura constitucional de los Estados… ha hecho de estas cuestiones Glazer, art. cit., p. 62. Ibid., p. 64. 35 “Sondeo de la Opinión”, 1985. Citado en ibid., p. 71. 33 34
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una parte permanente de la agenda del Congreso y del Presidente… [por lo que] no es probable que puedan ser nuevamente restringidas al escrutinio de las legislaturas estatales, consejos municipales y autoridades escolares locales”36 lo cual hace que contrapongan al proceso de descentralización, y se mantienen como parte de la jurisdicción del gobierno federal. Esto no contradice, en realidad, el objetivo de recorte presupuestario, puesto que estos asuntos o no implican gastos masivos —como el caso de la defensa— ni exigen las transferencias que se requieren en la política social. Sin embargo, como se sabe, este fue un proyecto fallido, dado que “las batallas sobre la mayoría de los temas de la agenda social giran en torno a la reposición de las normas y las prácticas tradicionales”, lo que implicaría una nueva interpretación de la Constitución por parte de la Suprema Corte, de modo tal que se diera marcha atrás a las decisiones tomadas anteriormente. Por supuesto, es un tema que encaja en la noción de la restauración moral, en el resurgimiento del tradicionalismo, en oposición del largo proceso de liberalización judicial —y legislativa. Al final, Reagan aceptaba que se le juzgaría en términos ideológicos, porque él era un líder ideológico. Es obvio que no inventó ninguna de sus ideas, pero llegó en un momento en el que esas ideas tenían correspondencia dentro de la sociedad. Si la evaluación final —si la historia— no lo considera un gran presidente, tampoco puede considerársele como uno mediocre. Llegó a su cargo con una agenda de asuntos importantes y cumplió con ellos, demostrando que, en ciertas ocasiones, el sentido común y la intuición pueden ser más útiles de lo que se cree.
36
Ibid., p. 77.
72
Reconstruyendo a la nación
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3. Martin Anderson comenta, un poco a disgusto, que es el Congreso el que dispone del gasto: “the real power of the purse, the power to spend or not to spend, lies with Congress. A president may be able to influence spending up in some areas and down in others, but ultimately he must get congressional approval for every nickel.”37 Entonces, hay que ver la forma en que se puede influenciar el accionar del Legislativo, teniendo en cuenta que es a través de las instituciones, de las prácticas y reglas, formales e informales, que se pueden establecer, formular e identificar las conexiones entre la voluntad y la realidad, entre las ideas y la práctica. Así, al modificarse los patrones de funcionamiento dentro de la dinámica del Congreso, el presidente Reagan logró que los temas de su agenda fueran discutidos y sus iniciativas aprobadas. De acuerdo a March y Olsen, hay tres formas distintas por las que se modifica el carácter de las instituciones: First, there is considerable mundane adaptiveness in institutions that can be influenced. Although the course of change cannot be arbitrarily dictated, it is possible to influence the gradual transformation by stimulating or inhibiting predictable adaptive processes. Second, although the rules and routines of institutional life are relatively stable, they are incomplete. It is possible to influence the resolution of ambiguity surrounding the rules. Third, it is possible to produce comprehensive shocks in institutions that transform them relatively abruptly. As in the case of the more mundane changes, the
37
Op. cit., p. 177.
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transformation cannot be controlled with any great precision: but change can be produced intentionally.38
Esta aproximación institucional nos ayuda a entender cómo se reconfigura el Poder Legislativo, principalmente los puntos uno y tres. Específicamente, esto se observará a través de su conformación a partir de 1981. Algunos autores consideran que el cambio en las políticas públicas en Estados Unidos sucede, con mayor frecuencia, de manera incremental. Esto no niega, sin embargo, que se hayan dado cambios abruptos con políticas pasadas, modificaciones sustanciales en el contenido y en los objetivos, justo como se dio con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de E.E.U.U. Ahora bien, la conexión entre la “elección avalancha” (landslide election) y el cambio radical en las políticas se da a través de tres medios: el primero es el reemplazo de los legisladores, producto de la votación favorable para los nuevos miembros; en segundo lugar está la conversión en la mentalidad y, por ende, en la votación, de algunos de los que permanecen en la Cámara, lo que puede explicarse porque estos “conversos” consideran que una elección con diferencias tan grandes en el número de votos refleja que la opinión pública está cargada, notablemente, del lado del presidente; por último, y como resultado de los dos procesos anteriores, está el control de la agenda, lo que significa que el conjunto de problemas y proposiciones de política debatidos con interés por el público y por los actores gubernamentales involucrados,
James March and Johan Olsen, Rediscovering Institutions: The Organizational Basis of Politics, New York, The Free Press, 1989, p. 58. 38
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Reconstruyendo a la nación
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cambian, lo que da señas de una recomposición y puede demostrar la magnitud de la “revolución”.39 Los procesos a través de los cuales se construye la agenda política nacional en E.E.U.U. son muy complejos y, por lo mismo, parecería arriesgado decir que hay un actor o un grupo de actores que la controlan. Sin embargo, no es difícil reconocer que hay algunos factores, sencillos de entender, que pueden reforzar el argumento. En principio, varios de los actores clave dependen de las elecciones populares para llegar a su puesto, lo que lleva a pensar que la opinión pública tiene un papel de influencia considerable en los temas de la agenda. Así mismo, como se menciona arriba, si la comunidad política interpreta los resultados de la elección como un “mandato en pos del cambio” (prochange mandate), hay algunos actores que tienen ventaja y, si el presidente es uno de ellos, es posible concluir, sin exagerar, que es él quien tiene el control sobre los temas y la composición de la agenda. El margen de victoria de Reagan sobre Jimmy Carter y la mayoría republicana en el Senado, así como las facultades inherentes al puesto presidencial para influenciar en la conformación de los temas, se combinaron para permitir que el presidente dominara el debate sobre las políticas e, incluso, ofreciera las únicas opciones: The crucial policy choice would lie between cutting federal spending and initiative-destroying taxes, on the one hand, thus bringing down the rate of inflation and ensuring healthy economic growth or, on the other hand, continuing the discredited “tax and tax, spend and spend” policies of the past.40
Véase Barbara Sinclair, “Agenda Control and Policy Success: Ronald Reagan and the 97th House”, Legislative Studies Quarterly, 10 (1985). 40 Ibid., p. 293. 39
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Reconstruyendo a la nación
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La supremacía ejercida por Reagan sobre el debate político hizo posible que su administración dominara la agenda en el Congreso. Aún cuando las propuestas de los Demócratas no se alejaran tanto de las suyas, siempre tuvo éxito en presentar los momentos de toma de decisiones como elecciones entre las políticas fallidas del pasado y sus alternativas. Así, Reagan y su equipo pudieron, por ejemplo, hacer que las decisiones sobre recortar el gasto público se vieran como una política económica saludable, y no como una política social perniciosa. No es desatinado pensar en este cambio en las políticas como una muestra de la revolución reaganiana. En primer lugar, porque, al alejarse del cambio incremental, no hay una evolución de las políticas que haga pensar que los objetivos y las metas se mantienen, lo que significa que el proyecto al que responden las políticas es puesto en duda. El hecho de que Reagan haya ganado y arrasado en las elecciones presidenciales hace que esta idea se fortalezca.
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EL VOTO DE LOS MEXICANOS EN EL EXTRANJERO Catalina López Portillo Alcocer Rodrigo Molina Moctezuma*
EL PROCESO DE DEMOCRATIZACIÓN MEXICANO, que recibió un importante impulso con la victoria de un partido de oposición en las elecciones presidenciales del año 2000, pretende dar un nuevo paso hacia su consolidación con el aumento del padrón electoral y la defensa del sufragio universal. Desde hace varias décadas el voto de los mexicanos residentes en el extranjero es parte de la agenda política; sin embargo, no fue hasta 2005 que se concretó con la puesta en marcha de la primera experiencia electoral mexicana en el extranjero. Esta controvertida medida traerá grandes consecuencias para la joven democracia mexicana, y aunque es aventurado aprobarla o rechazarla antes de la próxima elección federal de julio de 2006, en este trabajo analizamos el proceso que llevó a hacer posible esa modalidad de voto,
*
Alumnos del programa en Relaciones internacionales del
Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México.
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El voto de los mexicanos en el extranjero
así como los costos, ventajas y desventajas que han discutido diversos especialistas. MARCO JURÍDICO GENERAL De acuerdo con la Constitución mexicana de 1917, son ciudadanos aquellos mexicanos que cuenten con más de 18 años y un modo honesto de vivir; significa pues que los mexicanos que no residen en el país siguen siendo ciudadanos. La Constitución también garantiza el derecho y la obligación de votar en las elecciones federales; el estado tiene la obligación de garantizar el cumplimiento de este derecho. Por lo tanto, si nos atenemos a lo estrictamente jurídico, es obligación del estado mexicano que todos sus ciudadanos puedan votar, independientemente de su lugar de residencia. Este es un plano de la discusión que tiene que ver con la democracia abstracta y el derecho jurídico global. En los últimos meses, la discusión en México se ha centrado en la manera de volver operativo este derecho.
PROCESO JURÍDICO En los años ochenta los grupos de oposición, particularmente el Partido de la Revolución Democrática (PRD), habían presentado ante el Congreso proyectos de ley que buscaban hacer posible el voto a distancia. La hipótesis subyacente era que el enorme número de ciudadanos mexicanos en Estados Unidos representaban una valiosa fuente de votos de oposición, si se piensa que su migración se debió a las condiciones laborales y sociales adversas que encontraron en México. Su voto sería entonces un voto de censura al partido en el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al cual se le atribuía la responsabilidad de las crisis económicas y las tensiones sociales de esos años. En 1996 se reformó el artículo 36 constitucional, suprimiendo el párrafo que establecía como requisito votar en el distrito electoral de
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residencia. Teóricamente, los mexicanos en el extranjero que no hubieran adoptado otra nacionalidad adquirieron el derecho al voto desde 1996. Sin embargo, no fue sino hasta el año 2000 en que se tomaron las medidas necesarias para que esta reforma se pusiera en práctica de manera efectiva. Lo más lógico hubiera sido que, en el momento en que se aprobó la reforma a la Constitución, el Congreso, el IFE y la Secretaría de Relaciones Exteriores hubieran tomado las disposiciones necesarias para que el voto fuera posible desde la campaña presidencial de 2000, contando con cuatro años para organizar los comicios y enviar las boletas. Sin embargo, el Congreso no se ocupó del asunto sino hasta noviembre de 2004, período a partir del cual requirió tan sólo de seis meses para aprobar las reformas al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) y hacer posible el voto en el extranjero. Aunque Vicente Fox prometió en su campaña otorgar el voto a los millones de migrantes mexicanos residentes en Estados Unidos, fue la bancada priísta quien inició el proyecto de decreto constitucional. ¿Por qué el PRI esperó a estar fuera del gobierno para presionar por la ejecución del voto en el extranjero? Tal vez ahora que se avecina una elección reñida e incierta en julio de 2006, los millones de potenciales votantes en el extranjero resultan atractivos para inclinar la elección hacia un lado u otro. El
artículo
37
constitucional
fue
igualmente
modificado,
haciendo posible la doble nacionalidad, con lo cual el padrón de electores en el extranjero aumentó, debido a que los mexicanos que habían perdido su nacionalidad a raíz de tomar una nueva volvían a ser mexicanos, y los que se iban a Estados Unidos ya no tenían que abandonar la ciudadanía mexicana para tener la americana. La Cámara de Diputados propuso la credencialización en el extranjero, así como una combinación de voto por correo y en centros de votación,
aunque
el
Senado
modificó
estas
disposiciones:
la
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credencialización comenzará después de 2006 y sólo se recurrirá al voto postal.
VOTO POR CORREO El Senado aprobó en febrero de 2005 un decreto que permite a los mexicanos residentes en el extranjero, que posean credencial para votar y estén inscritos en el Registro Federal de Electores, votar por correo en las elecciones presidenciales de julio de 2006.
La
organización del proceso electoral conforme al modelo postal requiere que el IFE conozca con precisión la ubicación geográfica de cada elector, a fin de hacerle llegar los documentos y materiales para efectuar el sufragio. El voto postal puede asegurar una cobertura más amplia que aquella que tendría el personal de los consulados y embajadas.
No
administrativas producción
y
inconvenientes
obstante, para
la
implica
autoridad
distribución
de
los
para el elector al
mayores
electoral
en
materiales,
dificultades términos así
como
de de
depender de la calidad y
confiabilidad de los servicios postales, tanto del país de residencia como del mexicano. El voto postal tiene el inconveniente de no garantizar el secreto y la libertad del sufragio: las autoridades electorales no pueden vigilar que el individuo vote en solitario, además de que hay mucho tiempo –estimado en treinta días- entre el día en que reciben la boleta y el día en que la envían de regreso al IFE.
UN RETO DE 11 MILLONES DE PERSONAS Los estados que practican el voto de sus ciudadanos en el extranjero generalmente
son
países
desarrollados
con
democracias
establecidas, principalmente europeos. México no cuenta con una historia democrática ni con el nivel de desarrollo económico que
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respalde la iniciativa del voto de sus ciudadanos residentes en el extranjero. Para 2006 se estima que habrá 11 millones 750 mil mexicanos en el extranjero, de los cuales 98% radican en Estados Unidos. Esta gran concentración, sobre todo en los estados de California, Texas, Arizona, Illinois, Nueva York y Florida, facilita la labor del IFE para la instalación de casillas o la distribución de boletas, aunque los mexicanos que residen en otros países no tendrán acceso a las campañas de promoción del voto y probablemente les sea más difícil inscribirse en el Registro Federal de Electores. De los nueve millones de mexicanos mayores de 18 años en Estados Unidos, se estima que de dos a cuatro millones cuentan con credencial de elector vigente. El universo potencial de votantes en el extranjero es enorme, ningún otro país en el mundo se enfrenta al reto de abrir la votación a millones de personas fuera de sus fronteras. Adicionalmente, ningún otro país cuenta con una población indocumentada de tres millones de personas. Este hecho dificulta la posibilidad de encontrar una modalidad adecuada para que los indocumentados puedan sufragar: no tienen un domicilio fijo, por lo tanto no se les puede enviar el sobre con la boleta electoral por correo; si se llegaran a instalar casillas electorales en consulados y embajadas,
los
indocumentados
quedarían
expuestos
a
ser
atrapados por el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos, mejor conocido como la migra; si se instalaran casillas a lo largo de la frontera mexicana, los indocumentados tendrían dificultades para regresar a territorio estadounidense.
VOTO PASIVO Para la elecciones del 2006 los ciudadanos mexicanos residentes en el exterior podrán votar pero no ser votados. En la actualidad se estudia la posibilidad de hacer posible el voto pasivo, que consiste en que mexicanos en el extranjero puedan elegir representantes en el
El voto de los mexicanos en el extranjero
82
Congreso, es decir diputados y hasta tres senadores. Los diputados son los representantes del pueblo, por lo que algunos argumentan que la parte del pueblo mexicano que no vive en territorio nacional tiene derecho de representación. No se menciona cómo se elegirían a los candidatos ni cómo harían campañas en el extranjero, lo cual está actualmente
prohibido.
Los
senadores
representan
entidades
federativas y no individuos; por lo tanto, sería inapropiado que las personas que no residen en éstas participasen en la elección de senadores.
DISTINCIÓN DE VOTANTES Algunos especialistas electorales sugieren que el esquema de voto debe distinguir a los mexicanos que mantienen intereses reales en México de aquellos que por diversas razones ya no tienen un interés genuino en su comunidad de origen. Un factor clave para dicha identificación tiene que ver con la duración de su estadía en el extranjero. En un extremo se encuentran quienes acaban de emigrar e, incluso, cuentan con una credencial de elector válida. En el otro, las personas que ya adoptaron otra ciudadanía. Diversos países han establecido límites a la posibilidad de emitir el sufragio en el extranjero. En Nueva Zelanda, la ausencia del país no puede ser mayor de tres años; en Canadá no puede ser mayor de cinco; en Alemania de 25. Es una manera de evaluar si el ciudadano conserva un vínculo con la nación. ¿Votarán los mexicanos que no nacieron en nuestro país, que ni siquiera lo conocen y que probablemente ya no hablan español? La nacionalidad múltiple, aceptada en diversos países alrededor del mundo y en México desde 1997, implica que habrá personas que podrán ejercer su derecho al voto para elegir diferentes gobiernos. En el caso de México, significaría que varios miles de ciudadanos méxico-americanos votan tanto para las elecciones mexicanas como para las norteamericanas. Algunos analistas opinan que esto podría significar una intromisión en la
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soberanía nacional, a partir de que las grandes corporaciones norteamericanas intentarían influir el sentido del voto de estos ciudadanos.
COSTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES De acuerdo con un estudio comparativo, el voto postal es el modelo electoral más costoso: para un electorado de cuatro millones de personas, habría que gastar aproximadamente mil millones de pesos, de los cuales el Congreso aprobó tan sólo doscientos millones. Considerando que cada voto emitido en territorio nacional cuesta aproximadamente 150 pesos y que en el extranjero ese mismo voto cuesta 8,500 pesos, cabe preguntarse si México puede y debe asumir ese gasto en sufragios que van a representar una fracción minúscula de la votación total. Esos recursos federales podrían destinarse a causas que beneficiaran en mayor medida a los migrantes, tal como la protección de sus derechos humanos o conseguir un acuerdo migratorio con Estados Unidos que impida la caza de mexicanos en la frontera o la construcción de un nuevo “muro de la vergüenza”. Es probable que la realización de campañas presidenciales en las que seguramente se aludirá a las condiciones marginales de los mexicanos, haga reaccionar a las autoridades vecinas y endurezcan sus posiciones contra México en general y contra los migrantes en particular. También se exacerbarán los sentimientos xenofóbicos y racistas entre la población anglo. Puede que la celebración de elecciones mexicanas en los Estados Unidos refuerce la posición de los sectores conservadores estadounidenses y radicalice a los grupos anti-inmigrantes. Según Soledad Loaeza, “lo peor es que el hecho de que voten en México sea un argumento adicional para discriminarlos y un obstáculo para que se incorporen a la sociedad en que han elegido vivir”.
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El voto de los mexicanos en el extranjero
CONCLUSIONES El objetivo primordial del voto es elegir a las autoridades que consideramos mejor capacitadas para gobernarnos. Los migrantes deben someterse a los gobernantes del país en el que se encuentran; por lo tanto, tienen mayor interés en lo que acontece en su país de residencia. ¿Por qué otorgarles el derecho al voto que, de acuerdo con la Constitución, es una obligación, si no van a sufrir las consecuencias directas de su elección? Vivir en un régimen democrático implica someterse a la elección de la mayoría; al votar los migrantes no se someterán a la voluntad mayoritaria de los mexicanos. Se dice frecuentemente que brindar derechos políticos contribuye a estrechar lazos con los emigrantes ya que se sienten parte de la comunidad política mexicana. Sin embargo, mantienen numerosos vínculos con nuestro país, de orden cultural, económico y familiar, por lo que la participación en el ámbito político no necesariamente amplía dicha vinculación a la tierra de origen. Aunque las remesas que mandan los migrantes representan la segunda fuente de ingresos de divisas para el país, éste no es un argumento válido para otorgarles derechos políticos, pues sería tanto como si ejercieran la “compra” del voto. ¿Qué pasaría si los mismos migrantes no mandaran remesas a nuestro país? ¿Serían escuchadas sus demandas por mayor participación política? Consideramos que es importante no arriesgar la eficacia y la confianza en la organización de las elecciones que ha hecho de México un modelo de administración electoral para otros países. En efecto, sería complicado en extremo controlar y sancionar el financiamiento de los partidos en el extranjero. Si se llegara a dar una situación de fraude electoral en territorio extranjero (por ejemplo, si algún mapache se robara una urna), sería un caos debido a que el IFE tendría que pedir ayuda a las autoridades locales ya que las leyes mexicanas de seguridad electoral para la sanción de delitos electorales no se aplican en otro territorio.
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El voto de los mexicanos en el extranjero
Cuando el 15 de enero de 2006 se cerró el registro de ciudadanos en el extranjero que desearan votar en las elecciones presidenciales, el IFE había recibido cincuenta mil solicitudes. Para algunos, esta cifra refleja el fracaso rotundo del programa de voto en el exterior, debido a que el universo potencial de votantes era de cuatro millones de personas. Hizo falta una mejor campaña de difusión y de información a los paisanos y más tiempo para inscribir a los posibles votantes en el Registro. Es probable que la decisión de otorgar el voto a los mexicanos que viven fuera de México se tomara apresuradamente, atendiendo razones coyunturales, relacionadas principalmente con la próxima elección federal, como un medio para ganar simpatías y votos entre este numeroso grupo.
BIBLIOGRAFÍA Alcocer Villanueva, Jorge, comp. , El voto de los mexicanos en el extranjero, México, Nuevo Horizonte, 2005. Carpizo, Jorge, El voto de los mexicanos en el extranjero, México, Porrúa, 2002. Hernández Navarro, Luis, “El voto de los mexicanos en el extranjero”, La Jornada, México D.F., 13 de diciembre de 2005, editorial. Navarro Fierro, Carlos, “Estudio comparado sobre el voto en el extranjero” en www.ife.org.mx Ojeda Gómez, Mario, México antes y después de la alternancia política: un testimonio, México, El Colegio de México, 2 ed., 2005. Zamora, Tania, “Esperando los votos: entrevista a Patricio Ballados”, Voz y Voto, 2005, núm. 154, pp. 30-33.
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IN WHAT WAYS DO WE UNDERSTAND POLITICS BETTER ONCE WE UNDERSTAND THE IMPLICATIONS OF THE THEORY OF SPEECH ACTS? Juan Carlos Guerra*
IN ORDER TO BETTER ELUCIDATE HOW SPEECH ACT theory could be useful to understand politics, we have to identify a central motive for political action. Politics, in this sense, could be defined as the means by which any individual or group of people wish to exert some kind of influence over larger tracts of populations. The influence that politicians can wield ranges from guidance to outright domination. In all cases, even in the most radical political setting, some sort of validity is necessary, in order to galvanize peoples towards pre-fixed political (and sometimes teleological) scenarios. The key to explicating politics is by referring
them to ideological contexts from where they acquire
legitimation. Hence political enterprises become operational. It is also necessary to figure out how politicians convey messages to populations through the use of speech-acts. The objective of a politician is not to prod some individual into a specific direction but to ‘seduce’ someone into following or espousing specific goals.
*
Alumno de la Universidad de Essex, Inglaterra.
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One way to make a direct connection between politics and speech acts is by referring to ideology. This is necessary because any speech act needs to draw upon pre-established and accepted sources or codes in order to better articulate a message. Ideologies are tracts of ideas that are selected from current or past discourses that seek to solidify, in time and space, specific descriptions of political, economic and social activities, their operation and their interrelation. Ideologies are not just theories that describe things are or how they should operate, they also function as vehicles for political mobilization and action. Ideologies serve as
sources for
speech-acts. Why is it to important for politicians to have an ideological base from where to draw inspiration and or motives to account for their actions? It is so because like with an institutional approach to politics where the credibility of an established collective body is stronger than that of any individual, an ideology is the source of political capital for political actors. They can rely on ideology in order to be able to bring forward any activity with a political character. Even though we could see ideologies as stable bodies of accepted knowledge, we have to picture them not as fixed but in constant reconfiguration. Some of the most renowned ideologies like communism or neo-liberalism have their roots in past ideological developments. That is, ideologies, of any sort, are composed of ideas or belief systems, which in turn were influenced by other preceding visions and concepts. It is important to note that every significant ideological development is context bounded. To understand how ideologies are created we can turn to Quentin Skinner who is an historian of political thought. Skinner has
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argued1 that historians of ideas seek coherence in classic texts to justify claims of ideological character. In this sense, it is not very unusual to find historians of ideology making interpretations to fit in with their ideology. It has been hotly debated, Skinner being one of the main proponents, that in order to better grasp what any text we must not fall into the trap of taking everything that is written as literal, by thinking that the text reveals itself. It is very easy, and certainly so for the work of historians of ideas, to take any work by itself and try to elevate is as the truth, by detaching it from the environment from which the work sprang. In this sense, ideologues de-contextualize texts in order to concentrate their efforts in decoding texts. Skinner refers to this effect as one of the most insurmountable barriers for any clear exposition of the real intentions behind any author in writing a piece of work. According to Skinner “texts should not be in themselves self-sufficient objects of enquiry�2. Whenever we wish to understand, not just a text, but also the author’s intentions in writing that text in that specific way, we need to take into account the context in which the author lived and subsequently in which the text was written. By doing this we will be delving into the conventions of any particular moment in time and space in order to analyze the particular conditions that set the stage for the creation of a creative piece of work. Furthermore, the language itself, used by the author, in writing what he or she is writing, should also be part of an exhaustive analysis in order to better figure out what is written. As a result we will have a more comprehensive approach to
1
Quentin Skinner. (2002) Visions of Politics, Volume I. Regarding Method (Cambridge: Cambridge University Press). 2
Ibid., p. 79
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Theory of Speech Acts
analyze any text that we may be interested in. Skinner criticises3 any attempt to apply retrospectively approaches where we analyze the past using our modern history as a filter. Just because we are, metaphorically speaking, walking over the corpses of the creators of our own present, does not mean that we must necessarily evaluate whatever they may have produced, by making a comparison with any of our contemporary achievements. We must respect whatever has been achieved throughout the various epochs of life. In order to better understand texts and the context in which they are written, we must take into account the author’s intentions in writing, and the meanings that can be interpreted by referring to a text. Motives are, in this case, not necessary for identifying the author’s intention in elaborating a text. Because we cannot delve into the depths of people’s minds, less so into the minds of historical characters, we have to content ourselves with analyzing the intentions of authors’ by analyzing their work (not what they intend to achieve by writing but what is intended by writing in that particular manner). Skinner argues that motives are irrelevant to interpret the meaning of texts.4 Hence motives are not necessarily causes for social action. This does not mean that our own interpretation of texts must be de-contextualised. We must strive to better understand what any author at least intended to say before we make further reinterpretations in order to better fit texts into our ideological configurations. For Skinner, motives cannot count as explanations of social action. Authors’ professed principles are seldom valid as real motives5. Nevertheless, he accepts that there can be one instance in which an 3
Ibid., p. 89 Quentin Skinner. (1974) ‘Some Problems in the Analysis of Political Thought and Action’ Political Theory 2:3, pp. 277-303. 5 Ibid., p.292. 4
89
Theory of Speech Acts
agent could be interested in establishing motives to validate some kind of actions. This is when actors become interested in justifying or validating their behaviour in order to appear more convincing to the general public. This is called legitimation, and this concept is key for our exposition of speech act theory and its implications on politics. Legitimation is necessary in order to justify any serious political endeavour. Its importance lies in the fact that people will always tend to question whatever is brought forward and which implies participation and cooperation. Governments need to be able to successfully convince people to trust them. Take taxes for example. In would make no sense to pay regular taxes if we did not had some level of confidence in the group of people that collects them. If we basically considered that money could be squandered or flagrantly stolen, we would find ways or loopholes for tax evasion. It is the legitimate claim for tax collection (and its subsequent reinvestment for the public good) that governments rely upon in order to enforce tax collection. But this legitimacy does not spring out of nowhere. Politicians must draw upon previous successful examples where tax expenditures did actually benefit the public at large. From there they can elaborate further justifications for future tax collection. Legitimacy draws upon both facts and upon ideology. An ideology sets the guidelines for political agents. They generally follow particular ways and specific procedures. When political action generates concrete results or acts, governments have created a source of justification from where to rely upon. It is not only necessary to use ideology to validate claims; ideology has to be proven to be effective with concrete and factual events that legitimize it. Stalin’s USSR achieved tangible economic growth with the five-year plans and massive industrialization. He used
90
91
Theory of Speech Acts
these achievements to bolster ideological claims.
Concrete results, in
tandem with ideology, where used to justify even more relentless actions by the Soviet Supremo. Ideology needs to be proven continuously in order to be a valid source of legitimation. It serves as a parameter and sets the stage for specific and explicit procedures of action. It is then necessary to transform ideology into tangible results. The public must be swayed into an ideological field; they will not buy into a set of ideas per se but will certainly put their trust in those ideas if they imply a benefit. There is a different case in which governments will need to justify claims for actions that Skinner refers to as ‘untoward’ or illegitimate.6 These could be actions that have not been identified by the public as being legitimate. They have not been identified because the actions have not been recognized as such. This means that at the moment of an action being undertaken, it has no specific name, which describes or evaluates it. In order for us to identify any particular action or object, we need to have a linguistic name for it. Ideologues are responsible in formulating evaluative-descriptive terms, which serve as justifications of political actions. These terms describe and evaluate concrete actions by making them coherent and understandable for audiences. One of the salient characteristics of evaluative-descriptive terms is that different ideological bases use them in order to contrast them from others. Hence, a party is austere, while the other is spendthrift, etc. Evaluative-descriptive terms do not have definite meanings they tend to re-conform different meanings throughout time. It is ideological change, which can come from inside a party or
6
Ibid., p.293.
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ideological base (ideologues and their creation of meanings) or from outside (extraordinary events like the fall of the Soviet Union), that has a toll on evaluative-descriptive terms and their perennial re-conformation of meaning. But it does not ultimately depend on the ideologue to refashion concepts or ideas. The ideologue is influenced by the context that surrounds him, an example of this could be an ideologue of a thirdway party like Britain’s Labour who is aware that he or she must not use terms which were pervasive under Soviet times, by using them to refer to any social practices that his or her party is performing. Even though Labour could have practices, which can resemble, in any phase, those effectuated by the Soviet Union, an ideologue of Labour must modify and rename past ways in a novel way to distinguish them from fullblown Socialism. In this example, the ideologue must borrow from contextual factors that apply to his reality in order to elaborate upon existing ideas. This means that it does not completely depend upon him or her to be able to refashion terms. Skinner7 mentions that ‘the range of evaluative concepts which any agent can hope to apply in order to legitimate his behaviour can in no case be set by the agent himself. Their availability is a question about the prevailing morality of the society in which the agent is acting’. In this sense, there is a limit to what can be reworked. Actors are structurally constrained. The other key element, which conforms speech-act theory, is the speech-act itself. Here, Skinner draws upon the work of Austin’s analysis of speech-acts. In this theory, it is not just important to take note of statements, and of what is achieved by their utterance. It is also important to identify a third characteristic of speech, that of illocution,
7
Ibid., p. 300.
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the act performed in saying something. Skinner uses Austin’s theory, to say that illocutions have to be analyzed in order to understand the intentions of those who make utterances, in order to better explain actions. Skinner then moves on8 to say that a description of the illocution is in a sense a better way of grasping the motives for which the actor may have acted. Even though this procedure is in no way definite, Skinner thinks that it is a better way to approach the act in question to discover for what reason it was performed. Now, in order to better illustrate the key concepts that have been reviewed throughout this paper (ideology, legitimation, speechacts) and their application, I will provide an historical example which I think can offer some valuable analogies that can help us to better understand politics by referring to speech-act theory. After some research on the subject, I found Nazi ideology and politics to be a good subject material in helping us to explain some correlation between Skinner’s theory and politics. First, Nazi ideology was based on many authors and their writings. The list includes names like Darwin, Haushofer, Hegel, and Heidegger. One of the most renowned influences was Friedrich Nietzsche. It was the interpretation of the concept of the ‘Ubermensch’, or Superman, which serves as illustration of the pernicious effects which can result when we interpret texts by radically decontextualising them. Nietzsche’s concept of the Superhuman refers to
8
James Tully (ed) (1988) Meaning and Context: Quentin Skinner and his Critics (Cambridge: Polity Press).
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A human who has battled modern values and overcome the flaws of humanity. The Superhuman has reached a state of being where he is no longer affected by pity, suffering, tolerance of the weak, the power of the soul over the body, the belief in an afterlife, the corruption of modern values.
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It was ideologues like Alfred Baumler, the Nazi’s authorized Nietzsche scholar, who misinterpreted and twisted the meaning of Ubermensch to justify projects of epic proportions and grandeur, which positioned the German race in a superior relation to the rest. Nietzsche did not necessarily mean that the Germans where above the rest, it was the interpretation that makes Nietzsche look culpable of planting the seeds for Nazi ideals. Even though we cannot conclude anything concrete from the description of the Superhuman like Bowles describes, we can certainly assert that Nietzsche is indeed not proposing xenophobic or anarchistic tendencies for individuals. A more thorough analysis, focusing attention on the author himself, and the circumstances in which he lived, would be necessary to better interpret his texts. Second, the use of evaluative-descriptive terms was necessary to cement the ideas that would set Nazism apart from other ideologies. National Socialism was presented as a synthesis of the best qualities of Nationalism and Socialism, plus anti-Semitism. The flag (Nationalism being the white, Socialism being the red, and the swastika representing anti-Semitism) represented symbolically what the new ideology stood for. In order to differentiate Nazism from other ideologies, people like Joseph Goebbels, among others, re-invested words and phrases with meanings that are alternate, and to an extent, distant from those most 9
Charles M. Yablon (2003) ‘Nietzsche and the Nazis’ (Information obtained online at http://www.cardozo.yu.edu/cardlrev/pdf/242Yablon.pdf).
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commonly known or accepted. The following extract from Das Reich that evinces support for my statement: In the life of nations, justice is always the result of power. Weapons are the best defense against rape.
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In this example, we can see how the word ‘justice’ is used in a contextually different way (using the complete statement as contextual evidence). Whenever we think of justice, we tend to picture it as a quality that people or nations should be entitled to, or be worthy of, but not something that should be obtained through violence. Goebbels uses the term in a way which refers to a quality which is not deserved for its own sake (passive), but one which should be openly and actively, (i.e., violently) pursued. It was the tampering with terms and their meanings that projected Nazi ideology into the extremes that helped to bring about the catastrophic consequences that ensued. The evaluative-descriptive quality of the term ‘Justice’ represents a different meaning in the provided example. Finally, let’s look at the speech-act itself. Who better to illustrate this point than the Fuhrer himself, Adolph Hitler. One of the most salient characteristics of Hitler’s locutions was their capacity to mesmerize audiences. Relying on this very ability, Hitler was able to
10
Was auf dem Spiele steht," Der steile Aufstieg (Munich: Zentralverlag der NSDAP, 27 September 1944), 3-9. (Information obtained online at http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/goeb73.htm).
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convey ideologically charged messages that mobilized the masses while simultaneously mustering support for the implementation of Nazi ideals. Let’s take a look at the following excerpt from a speech, which was given in Danzig on September 19, 1939: One does not send ultimatums to the Germany of today. - May London make note!
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The locution itself can be interpreted as a direct threat to England for having sent an ultimatum to Nazi Germany. We can say that the perlocution, or what is achieved by the locution, is the conveyance of a threat. In order to identify this as such we must analyze the force that is impressed on the utterance itself. Hitler was a histrionic orator. Much of what he tried to express was simultaneously acted out by gesturing. His emotionally laden locutions seem to communicate meaning and can be used as evidence of his primary intentions in uttering them. Speech-act theory can be used to elucidate once legitimate ideologies like National Socialism or contemporary political movements like Britain’s Labour. We could make reference to other theories to better describe different processes of political events. In my view speech-act theory is very effective in understanding ideology formation and re-conformation, which is necessary for the legitimating of political
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Hitler Historical Museum (Information obtained online at http://www.hitler.org/speeches/09-13-39.html).
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actions. This can help us to comprehend why politicians invest so much time and energy in polishing their appearance and their discourses. The secret is charming people, once again, into believing that a better world is possible.
REFERENCES Hitler
Historical
Museum
(Internet
resource),
http://www.hitler.org/speeches/09-13-39.html. Skinner, Q. (1974) ‘Some Problems in the Analysis of Political Thought and Action’ Political Theory 2:3, pp. 277-303. Skinner, Q. (2002) Visions of Politics, Volume I Regarding Method (Cambridge: Cambridge University Press). Tully, J. (ed) (1988) Meaning and Context: Quentin Skinner and his Critics (Cambridge: Polity Press). Was auf dem Spiele steht," Der steile Aufstieg (Munich: Zentralverlag der
NSDAP,
1944),
3-9.
(Internet
resource):
http://www.calvin.edu/academic/cas/gpa/goeb73.htm. Yablon, C. (2003) ‘Nietzsche and the Nazis’
(Internet resource):
http://www.cardozo.yu.edu/cardlrev/pdf/242Yablon.pdf.
POPPER Y PLATÓN, CRÍTICA A UNA CRÍTICA INJUSTA Fernando Nieto Morales*
LA APARICIÓN DE La sociedad abierta y sus enemigos en 1945 marcó una sacudida para el mundo intelectual que vino a refrescar y a estimular el desarrollo del pensamiento político liberal del siglo
XX.
El libro del doctor
Karl R. Popper es una penetrante y original crítica a algunos de los “líderes intelectuales” —tal como él los llama— de la humanidad. Platón y Hegel sobre todo y, en un sentido menos cáustico, Aristóteles y Marx, se convierten en el blanco de las baterías popperianas. A éstos los acusa de totalitarios y de enemigos de los valores democráticos, de charlatanes y de profetas fallidos; de modo que no es de sorprender el revuelo que causó La sociedad abierta y la ulterior discusión a la que dedicaré las siguientes líneas. Fernando Nieto es ex alumno de la licenciatura en Política y Administración Pública del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. También fue director y fundador de la revista Ágora. *
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Crítica a una crítica injusta
La filosofía política de Popper se desprende de su filosofía de la ciencia, ésta y aquélla forman una unidad coherente. Existen, pues, “afinidades electivas” entre la filosofía del racionalismo crítico y la práctica del liberalismo. Hay una homología creadora entre la actividad científica y la experiencia política1. Para Popper existe un proceso falsacionista de ensayo y error que se aplica por igual a las ciencias sociales y naturales. De modo que en su filosofía política se demuestra un argumento subyacente de falsabilidad. En La sociedad abierta, parte de la crítica que hace Popper a los líderes intelectuales se fundamenta en que éstos han desarrollado sus argumentos con base en métodos y estructuras intelectuales que no son susceptibles de refutación. En opinión de Popper, fue Platón quien erró, en un principio, el problema fundamental de la teoría política y desarrolló un pensamiento totalitario convirtiéndose en el primer teórico de la sociedad cerrada. No obstante, creo que tal crítica es por demás injusta, además de ahistórica y falsa en ciertos puntos. Con un lenguaje abusivo, Popper pretende amonestar el sentido de la teoría política de Platón desde la perspectiva de su propia filosofía, distorsionando y atribuyendo un sentido falso al pensamiento platónico, lo que significa una seria deficiencia a pesar de que varias de las anotaciones del doctor Popper puedan llegar a ser muy pertinentes. La conclusión de que Platón es un partidario del totalitarismo poco exitoso en sus objetivos prácticos de medio alcance, pero triunfante en el largo plazo como 1Francisco
1996, p.47.
Gil, “Popper”, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, no. 304, Abril,
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propagandista del derrocamiento de la civilización que tanto odiaba2, me parece excesiva. Es objeto, pues, de este ensayo hacer una revisión de los argumentos de este ataque y demostrar, en la medida de lo posible, su injusticia. Pero antes de pasar a repensar la crítica a Platón, conviene echar un vistazo al objeto principal del libro de Popper. Cabe preguntarse, entonces, ¿QUÉ ES LA SOCIEDAD ABIERTA? El concepto de sociedad abierta nace en contraposición al de sociedad cerrada. Ésta es una sociedad tribal, mágica, donde la dualidad de hechos y normas no se distingue, donde no hay libertad ni democracia. “Su principal elemento lo constituye la falta de diferenciación entre las uniformidades convencionales proporcionadas por la costumbre de la vida social, y las uniformidades provenientes de la ‘naturaleza’, y esto va acompañado, a menudo, de la creencia de que ambas son impuestas por una voluntad sobrenatural”3. La sociedad cerrada es colectivista; tiende a ver como egoísmo todo individualismo, lo social y políticamente correcto es anteponer el interés holista —es decir, del conjunto— al del individuo. La sociedad abierta, en contraparte, es aquella que se construye a partir de los valores de libertad, de igualdad y de humanismo. A favor de las instituciones, éste tipo de sociedad pone el énfasis en los individuos y en su rechazo de ser sometidos a una autoridad absoluta y arbitraria. Los Alfred Cobban, “The open society: a reconsideration”, Political Science Quarterly, 69, 1954, p.120. 2
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Crítica a una crítica injusta
miembros de la sociedad abierta son enemigos de la tutela de una clase superior o de un individuo “extraordinario”, rechazan el dogmatismo, la ley del hábito y la costumbre, de la tradición o del prejuicio. De modo que la democracia es la única que “proporciona un marco institucional capaz de permitir las reformas sin violencia y, por consiguiente, el uso de la razón [el conocimiento científico social] en los asuntos públicos”4. Existen sociedades cerradas antiguas pero también modernas. El mejor ejemplo de éstas son las sociedades totalitarias fascistas y comunistas del siglo
XX.
Este tipo de sociedades se erigen a partir de edificios
filosóficos que, en opinión de Popper, obstaculizan la razón de los que habitan y gobiernan estos países. Tales sistemas de pensamiento son el historicismo y el esencialismo. El primero se basa en la creencia de que se pueden hacer predicciones infalibles de la historia, es decir, se cree que la historia se rige por una serie de leyes irrevocables que se pueden conocer a partir de un método “seudo-científico”. El historicismo se basa en la idea errónea “del método de la ciencia, y especialmente, en el olvido de la distinción que debe realizarse entre la predicción científica y una profecía histórica”5. Además, esta doctrina da por hecho que la historia será realizada por ciertos “agentes” como un pueblo elegido, o un mesías, o una clase social. El esencialismo, por su parte, se fundamenta en la afirmación de que es natural a la organización social cierto arreglo, gobierno o régimen organicista. El racismo o la creencia en la raza superior es un modelo de este Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, trad. Eduardo Loedel, México, Planeta, 1992, p.169. 4 Ibid., p.19. 5 Ibid., p.17. Itálicas del autor. 3
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tipo de teorías. Éstas consideran haber descubierto ciertas leyes naturales que deben de ser respetadas por el conjunto social dado que su contradicción significa el ataque al “orden natural o divino”. No es difícil deducir porque Popper lanza sus ataques contra estas teorías a lo largo de todo su libro, sobre todo si tenemos en mente la coherencia del sistema popperiano. El profesor Popper sostiene que las ciencias sociales son incapaces de hacer predicciones históricas. Para él la organización social, así como el conocimiento humano en general es falible e imperfecto. La sociedad abierta es, pues, antihistoricista y antitotalitaria. Su unidad básica son los individuos, éstos son los verdaderos pilares de toda acción social. En síntesis, esto es a lo que se refiere Popper por sociedad abierta. Algo patente —y que es difícil considerar una cuestión superficial— es que Popper da por sentado que la sociedad abierta es deseable pero, sobre todo, mejor que los sistemas “cerrados”. Esta visión positiva de la sociedad abierta, en la que se basa todo su libro, me parece un elemento que dificulta, en el argumento popperiano, el paso de la crítica a lo constructivo. El elemento básico es el igualitarismo, que considero un buen ejemplo de intuición ética, tan improbable, extendiendo el argumento, como la misma ética platónica. Pero dejemos este punto para más tarde. Ahora hagamos un breve recuento de los puntos medulares de la teoría platónica según Popper. PLATÓN Y LA SOCIEDAD CERRADA
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“Platón fue uno de los primeros teóricos sociales y, sin duda, el que más influencia tuvo”6. En efecto, una de las primeras cosas que reconoce Popper es la importancia de Platón, y es precisamente esta observación la que justifica, creo, la preeminencia que da Popper a la crítica a Platón. Popper comienza por una severa detracción del “método esencialista” de Platón. La sociedad abierta es antiesencialista, es decir, niega la existencia de esencias o substancias inherentes a las cosas. La pregunta platónica —y, en general, del esencialista— es ¿qué es el Estado?, de la que se deriva la cuestión fundamental de ¿quién debería gobernar? o ¿de quién será la voluntad suprema? Popper está convencido que al expresar el problema de la política de esta forma Platón creó una confusión duradera análoga a la que creó en el campo de la filosofía moral. Las implicaciones son las del colectivismo y del altruismo. Según la interpretación popperiana, la ética platónica identificó el altruismo con el sacrificio del individuo frente a la colectividad y, por ende, al egoísmo con el individualismo7. Cuando se hace la pregunta ¿quién debe de gobernar? resulta difícil no dar respuestas como “los mejores”, “el más sabio” o “quien sea el más apto para gobernar”. Empero, una respuesta de este tipo es, para Popper, del todo inútil, es decir, ¿quién contestaría que “los peores”, o “los insensatos”, o “aquellos que no sirven para dirigir un Estado”? El verdadero ingenio del teórico político será reformular la cuestión de quién debería de gobernar, por una que afronte, desde su planteamiento, la posibilidad de un mal gobierno. Así, antes de esperar a que llegue “el gobierno de los sabios” o de “los buenos”, el problema de la política se sustituye por la cuestión: ¿cómo 6
Ibid., p.48.
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podemos organizar las instituciones políticas, de tal manera que se impida a los gobernantes malos o incompetentes hacer demasiado daño8? Creada, así, la base del argumento popperiano lo que resta es descomponer el pensamiento de Platón y atacar su mal entendimiento de la cuestión política. Si suponemos, tal como hace Platón, que hemos escogido como la forma ideal de gobierno la guía del más sabio, es natural que éste encuentre en su sabiduría que él no es sino el mejor, el que debe de gobernar. Así, el mejor, a su vez, puede encontrar en su bondad que es la mayoría quien debe de gobernar. Y, de esta forma, Popper delinea una dicotomía que sostendrá a lo largo del libro. Un régimen o es totalitario o, bien, democráticoigualitario. Para Popper9, una de las paradojas fundamentales de la teoría de la soberanía popular es que de una u otra forma siempre se tienden a crear instituciones de uno u otro tipo sin importar cual sea su origen, es decir, al igual que en el primer razonamiento, podría ser que el pueblo, en su libre soberanía, elija para sí un tirano por guía. Pero regresemos a lo dicho anteriormente, para Popper la democracia es el arreglo institucional que permite minimizar las fallas del poder político, de modo que siempre será preferible un gobierno democrático a uno tiránico. Ahora, otro de los errores fundamentales que, según Popper10, comete Platón en La república es el de creer que la ciudad —obsérvese que pocas veces usa Popper el término “ciudad”— es como un lienzo y que, para crear la nueva que él propugna, hay que comenzar por limpiar la tela Ibid., p.106. Ibid., p.125. 9 Ibid., pp.126-127. 10 Ibid., p.137. 7 8
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del todo. Para Popper esto no es más que una insensatez. No es posible que se borre de un plumazo la experiencia acumulada de la humanidad, ésta se basa en un sistema de ensayo y error. No se puede, entonces, conducir hacia la perfección, porque los hombres se verían arrastrados a un proceso interminable, aún si “estamos inspirados por las mejores intenciones de traer el cielo a la tierra, sólo conseguiremos convertirla en un infierno”11. Platón comete la falta de alentar a los hombres y, sobre todo, a los filósofos a usar un método teleológico —en oposición a gradualista— que no nos llevará a ningún lado. * * * El tema central de La república es el de la justicia. Popper señala enfáticamente las características de lo que él —¿o nosotros?— concibe como justicia: ...creo no errar al sostener que la mayoría de nosotros, especialmente aquellos que tenemos una formación general humanitaria, entiende por ‘justicia’ algo semejante a esto: (a) una distribución equitativa de la carga de la ciudadanía, es decir, de aquellas limitaciones de libertad necesarias para la vida social; (b) tratamiento igualitario de los ciudadanos ante la ley, siempre que, por supuesto, (c) las leyes mismas no favorezcan ni perjudiquen a determinados ciudadanos individuales o grupos o clases; (d) imparcialidad en los tribunales de justicia, y (e) una participación igual en las ventajas (y no sólo en las cargas) que puede representar para el ciudadano su carácter de miembro del Estado12.
11 12
Loc. cit. Ibid., pp.95-96. Itálicas mías.
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Popper, después de dar su definición de lo que es justicia, comenta: “si Platón hubiera entendido por ‘justicia’ algo semejante a todo esto, entonces nuestra acusación de que su programa —es decir, La república— es absolutamente totalitario estaría francamente equivocada y tendrían razón todos aquellos que creen que la política de Platón se asienta sobre una aceptable base humanitaria”. Pero el hecho, para él, es evidente —y ciertamente lo es—, Platón entendía por justicia otra cosa. En la interpretación popperiana de la justicia platónica, Platón se refiere a justicia como sinónimo de lo que interesa al Estado perfecto. ¿Y qué es esto? Pues, “detener todo cambio mediante el mantenimiento de una rígida división de clases y un gobierno de clase”13. De este modo se justifica la crítica de Popper a la justicia totalitaria platónica. El texto sigue con una cita de La república: La ciudad se funda en la naturaleza humana, sus necesidades y sus limitaciones. ‘Ya hemos dicho, —como se recordará— y repetido una y otra vez, que cada hombre debe hacer en nuestra ciudad un solo trabajo para el cual su naturaleza se halla normalmente mejor dotada’14.
De aquí, según Popper, Platón concluye que la justicia depende de que cada cual haga lo que le es propio (ceteris paribus). Así, un zapatero debe dedicarse únicamente a hacer zapatos, así como un herrero a herrar, como un guerrero a defender la ciudad. Las implicaciones de que un zapatero se dedicara a herrar no serían tan graves, pero si tuviese la ocurrencia de inmiscuirse en la clase guerrera siendo un “zapatero por naturaleza” u 13
Ibid., p.96.
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obtuviese una magistratura sin los méritos para ello, entonces esto, según Platón, significaría el derrumbe de la ciudad. El principio de “cada cual lo suyo” es un argumento formidable para Popper. “El concepto platónico de justicia es fundamentalmente distinto del nuestro... Platón considera ‘justo’ el privilegio de clases, en tanto que nosotros, por lo general creemos que lo justo es, más bien, la ausencia de dichos privilegios”. Queda claro que los conceptos de justicia platónica y justicia popperiana son distintos. Popper asume que una concepción de justicia debe de ser igualitaria o totalitaria, de modo que al no poder demostrar que es igualitaria, la justicia platónica debe de ser totalitaria. Más aún, Popper enuncia: Por justicia entendemos cierta clase de igualdad en el tratamiento de los individuos (itálicas de Popper), mientras que Platón no considera la justicia como una relación entre individuos, sino como una propiedad de todo Estado, basada en la relación existente de clases. El Estado justo si es sano, fuerte, unido y estable15.
Popper reconoce que La república es la monografía más minuciosa que se haya escrito alguna vez sobre la justicia. Platón aborda el tema tomando en cuenta una gran cantidad de opiniones y, sobre todo, las principales corrientes de pensamiento de su tiempo. Pero la crítica de Popper es insistente, “en ningún momento menciona en su examen de las teorías corrientes la opinión de que la justicia es igualdad ante la ley 14 15
IV,
432a. La sociedad abierta…, p.97.
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(‘isonomia’)”. Efectivamente, para Platón la justicia no es esto; recordemos el pasaje de La república (IV, 434e) cuando Sócrates responde a Glaucón: ...estaría mejor tratar de observar la justicia antes que nada en aquellos seres más extensos que también la poseen... Hemos juzgado a la polis como ese algo más extenso, y así hemos fundado una que se estima mejor posible, enteramente convencidos de que únicamente en la buena polis podría hallarse la justicia.
Para Platón la justicia trasciende las leyes y se hace extensiva a la polis, a la ciudad. Popper extiende este argumento no desarrollado de Platón a todos los Diálogos dándole, así, al tema de la justicia una importancia superior a la debida en la obra de Platón. * * * Según el profesor Karl R. Popper, el programa “gubernamental” de Platón se funda en la idea de un filósofo rey que se asemeja más a un dictador y tirano que a un salvador. Ya hemos hecho un breve adelanto de lo que piensa Popper sobre la dictadura, de modo que no será difícil comprender como, dentro de la filosofía popperiana, es descabellado admitir la propuesta de un filósofo rey, aún considerando las buenas intenciones del gobierno del “más sabio”. Popper califica a Platón de utilitarista y de excelente propagandista. Platón intenta seguir los pasos de Sócrates, su maestro, sobre la concepción del filósofo: “¿A quiénes llamas verdaderos filósofos?, —A aquellos que aman la verdad”16. Según Popper es “evidente” que el propio Platón no se atiene totalmente a la verdad al efectuar esta afirmación. Platón dice que si 16
Ibid., p.140.
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alguien está provisto de la capacidad de mentir es el soberano —entiéndase rey—, y éste es el argumento sobre el cual Popper construye toda su crítica al programa político platónico. Platón entiende que los gobernantes deben de tener ciertas facultades que Popper llama extraordinarias en aras del ...beneficio de la comunidad’, dice Platón. Nuevamente se ve aquí que el principio de utilidad colectiva constituye la consideración ética fundamental. La moralidad totalitaria lo gobierna todo, incluso la definición, la Idea, del filósofo. Casi no hace falta agregar que, por el mismo principio de conveniencia política, los súbditos están obligados a decir la verdad. ‘Si el gobernante sorprende a alguien en una mentira... entonces lo castigará, por fomentar una práctica que lesiona y pone en peligro a la ciudad...’ Sólo en este último sentido,... se muestran los gobernantes platónicos —los filósofos reyes— amantes de la verdad17.
En esta cita, Popper pone de manifiesto el carácter utilitariocolectivo del programa de Platón y consolida su opinión de él como partidario de la tiranía totalitaria. Empero, es mucho más severo cuando de sus “cualidades propagandísticas” se refiere. Para justificar la sumisión del pueblo a la autoridad del filósofo rey, Platón debe de acudir a la noble mentira de la creación de la sociedad. Popper afirma que la noble mentira —se refiere al “mito de los metales”18— es análoga a la doctrina nazi de la sangre y del suelo. De modo que lo que intenta hacer Platón en este pasaje de La república es, ni más ni menos, que justificar el mandado de una raza superior, es decir, la de los filósofos reyes y establecer un sistema 17 18
Loc. cit. La república, III, 414-415.
de clases
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excluyentes entre sí y suficientes para la conformación del Estado ideal (determinismo platónico). Para Popper, este pasaje propagandístico no es más que una muestra de la renuencia de Platón a proclamar de inmediato su racismo en la forma más radical, así, deduce que el mito de los Terrígenos es la prueba de un incipiente pensamiento racista que se consolidará a través de los Diálogos19. El mito es funcional a los fines del Estado, de modo que es perfectamente congruente con la idea de justicia que se exponen hojas antes en La sociedad abierta. Además, explica la necesidad en la obra de Platón de un filósofo rey, dictador de leyes o “pintor de constituciones”, que sirva para dar coherencia al sistema de ideas platónicas. En otras palabras, al ser la idea del bien la máxima de la teoría moral de Platón, se necesita de un filósofo —que conoce el mundo de las ideas— para que sea quien “otorgue a la ciudad leyes justas” acorde con los fines de la ciudad ideal. Popper termina describiendo a Platón como un oportunista y teórico de mentiras, e incluso llega a cuestionar la congruencia de Platón con su obra. Este pasaje en especial es donde Popper hace uso de un lenguaje más lesivo, precisamente porque identifica el tal “totalitarismo platónico” con las experiencias modernas del siglo XX. Pasemos ahora a ver la otra cara de la moneda y a analizar la crítica de Popper pero trasladándonos al pensamiento platónico y al horizonte interpretativo de la obra de Platón, lo que, creo, nos ayudará mucho a resolver intrigantes cuestiones y desmentir al profesor Popper en otras cuantas. Veamos, pues, a 19
La sociedad abierta, pp.142-143.
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PLATÓN Y LA SOCIEDAD PLATÓNICA20 Lo intrigante de la crítica de Popper a Platón es que a éste se le acusa insistentemente de teórico de “ideas totalmente carentes de cualquier pensamiento racional”; se habla de su obra como una serie de “escritos ponzoñosos” y defensor de la “raza superior”. La principal dificultad que encuentro en entender a Platón tal como lo hace Popper es que éste último interpreta a aquel a partir de categorías modernas y, al hacerlo, distorsiona la filosofía platónica al expresarla en una terminología del siglo XX. Desde luego, Platón no es un liberal demócrata, él no cree en la democracia como un sistema (arreglo institucional) que permita acudir a diversas alternativas, ni cree en la libertad como valor supremo, ni que el Estado —si es que podemos hablar de “Estado” en Platón— haya sido creado para satisfacer y salvaguardar la libertad del individuo. Es imprudente, me parece, que Popper, un convencido del liberalismo y de la tolerancia pluralista, al llegar a la conclusión de que Platón no es un demócrata liberal afirme que la teoría platónica no tiene nada que aportar o que es irrelevante. Esta es una actitud curiosa de un hombre que se jacta de su apertura de mente y tolerancia y que acusa a Platón de dogmático. Gran parte de esta revisión se llevo a cabo con base en Jesús Igal, “República de Platón: sinopsis y análisis del argumento, libros I-IV”, Perficit, no.178, Marzo, 1964 y J. Igal, “República de Platón: sinopsis y análisis del argumento, libros V-X”, Perficit, no.180, Mayo, 1964. 20
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Otro de los problemas de esta crítica es que Popper asume una dicotomía democrático opuesto a totalitario que sostiene y defiende a lo largo de La sociedad abierta y sus enemigos. En mi opinión, Platón no es ni lo uno, ni lo otro. En principio, porque me parece difícil querer encajar el pensamiento clásico en categorías de este tipo. Además, Popper da por sentado que La república es el verdadero programa político-gubernamental de Platón. No admite la posibilidad que ésta sea sólo una construcción teórica. Para Popper este libro es la esquematización programática de lo que Platón realmente quiso hacer en su tiempo y, al mismo tiempo, lo acusa de crear una utopía irrealizable. Esto, también, me parece una mala interpretación. Platón jamás usa el término y, creo, no es su intención crear una estructura filosófica de este tipo. Para entender, pues, el pensamiento de Platón debemos entender, primero, que el tema central de La república, más aún de los Diálogos, es la virtud (
) y que en La república, Platón
habla del Estado moral más que del Estado ideal. Así, la justicia se convierte en un tema secundario, aunque no menos importante. * * * Platón no es un totalitario. En La república, Platón busca, a partir del razonamiento dialéctico, responder a la pregunta ¿de qué le sirve a un hombre ser justo? Y, para contestar esta cuestión, requiere de un análisis de la naturaleza humana —recuérdese el diálogo de Alcibíades. Para él, el alma se compone de tres partes cuya relación de sobre y subordinación de la una con respecto de las otras está determinada por una discusión que se extiende a lo largo de toda la obra platónica, es decir, a lo largo de la búsqueda de la virtud. En otras palabras la “justicia del alma” o bien, la “virtud del alma”, implica la
Crítica a una crítica injusta
sujeción de las partes de ésta a una naturaleza moral que Platón adjudica al hombre. ¿Y qué otra cosa podrá ser sino una subversión de estos tres principios su injerencia indiscreta en cuanto no les corresponde y la sedición de una parte del alma contra otra la totalidad de ella al objeto de usurpar un mando que no le compete, pues precisamente la naturaleza ha dispuesto estas partes para obedecer o para mandar, según los casos21?
Ahora, si la justicia del alma corresponde al correcto orden de sus componentes será ésta la que obligue a los hombres a obedecer las leyes de la ciudad en coherencia con su propia naturaleza lo que, a su vez, les asegure la felicidad. Platón afirma que esta relación entre la virtud y la felicidad del colectivo existe. Obsérvese que la filosofía platónica deja de lado la felicidad (eudemonia) del individuo —algo no tan sorprendente si tenemos en cuenta la época de Platón. El asunto es que Platón no concibe al individuo como un componente ajeno de la ciudad. Así, la unidad de la sociedad platónica y fundamento de su justicia no es la de un cuerpo orgánico, como se tiende a pensar, ni la de una masa uniforme y conforme con los fines del Estado. Por el contrario, su unidad se basa en una coherencia moral que sólo existe en la cabeza de los hombres y que éstos imprimen en la ciudad porque ésta es su instrumento de felicidad. Una ciudad, pues, también tiene una naturaleza moral. Ahora, en el caso de la “buena ciudad” lo que existe es una verdadera conexión entre el hombre moral y el orden de los componentes de la ciudad. En otras 21
La república, IV, 444a.
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palabras, aquella ciudad que sea moral deberá de satisfacer a los hombres que (dada su naturaleza) buscan su felicidad. En el pensamiento de Platón, me parece, es arduo querer separar esta interrelación entre el hombre y su ciudad; tal es la relación que existe, que si los hombres son corruptos la ciudad no “funcionará” de forma moral, es decir, de acuerdo con la virtud. Tales son la ciudad, la forma de gobierno y el individuo a los que califico de buenos y rectos. Y si esta forma de gobierno es recta, no hay duda que serán malas y viciosas todas las demás, tanto si se refieren a la ciudad como si atañen al carácter peculiar del alma 22.
En esta cita, preludio al estudio de las formas no virtuosas de alma y ciudad, se indica la relación que para Platón es evidente entre la moral de los hombres y la moral de la polis. De modo que lo que hace a algo justo no es, como lo entiende Popper, la conformidad con los intereses del Estado, sino con la naturaleza moral que es anterior al interés de la ciudad. Sólo en la ciudad moral los intereses de la naturaleza del hombre serán acordes con los fines de la misma ciudad. Tal como afirma Popper, Platón no es un igualitario. Pero esto no nos lleva necesariamente a la conclusión de que la justicia platónica es falsa. Por el contrario, la justicia de Platón se argumenta con su teoría de la virtud. Dar “a cuada cual lo suyo” es congruente con el orden de la naturaleza moral tanto del alma como de la ciudad. La consideración de que la justicia requiere igualdad es una convención moderna; es un error considerar que sólo nuestra idea de justicia es justicia, creo. 22
Ibid., v, 446 a.
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* * * El dichoso mito de los Terrígenos es citado por Platón en La república: ...les diríamos prosiguiendo la fábula, y ‘sois hermanos en los que los dioses hicieron entrar oro al formar a los destinados al gobierno, plata al preparar a los auxiliares y bronce y hierro al hacer surgir a los labradores y demás artesanos. Así, pues, como tenéis un mismo origen, ocurrirá que engendraréis hijos parecidos a vosotros, aunque quizá pueda llegar a nacer un hijo de plata de un padre de oro, o un hijo de oro de un padre de plata, pudiendo producirse también combinaciones semejantes. La divinidad prescribe de manera primordial y principalísima a los gobernantes que ejerzan su vigilancia como buenos guardianes respecto al metal que entra en composición en las almas de los niños, con el objeto de que si alguno de ellos, incluso su propio hijo, cuenta en la suya con parte de bronce o de hierro, no se compadezca en absoluto sino que le relegue al estado que le conviene, bien sea este el de los artesanos o el de los labradores. Y les ordena igualmente que si nace de estos un hijo cuya naturaleza contenga oro o plata, le prodiguen la educación que corresponde a un guardián en el primer caso o la que se da a los auxiliares en el segundo23.
No me parece que haya algo realmente siniestro oculto entre estas líneas. Este pasaje está diseñado para comunicar en términos llanos tres ideas: que todos los hombres comparten la virtud —“la divinidad”— desde su origen, es decir, desde su naturaleza moral lo que hace hermanos a todos ellos, que los hombres difieren en capacidades y aptitudes, algunos nacen con mayores potencialidades que otros, y, por último, que debe de haber igualdad de oportunidades para que el mérito de uno sea el que determine el lugar que se ocupe en la sociedad. Es evidente, que la traducción de Popper 23
Ibid., III, 414-415.
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de este pasaje de La república erró al considerar al mito como una sentencia moral. Uno esperaría que el doctor Popper pudiese diferenciar entre un mito y una mentira. Platón nunca habla de una raza superior, más aún, si tratamos de definir una “clase superior” como un grupo que detente el poder y los privilegios dentro de una sociedad, entonces, los “guardianes” platónicos distan mucho de ser elementos privilegiados que actúan por medio de un interés privado. El filósofo rey platónico lejos de ser el tirano que describe Popper, me parece no más que un guardián del estado moral que tanto propugna Platón. En especial en el tema de la dictadura Platón me parece bastante lúcido: “[el hombre cuya] labor se cifra en desterrar y matar y en proponer el perdón de las deudas y el reparto de las tierras, por lo que nos es extraño deba perecer a manos de sus enemigos y convertirse en tirano y lobo de hombre que era”24. Ya hemos visto que el tema de Platón es la ciudad moral, de modo que si alguien es capaz de llevar a la polis a buen puerto es el filósofo. Platón considera a éstos porque cree que son los idóneos no para actuar como “una policía moral de la ciudad”, sino para conservar la de los virtuosos y desarrollarla en aquellos no virtuosos a través de la educación. Es evidente que sólo un hombre que conozca la virtud puede ayudar a otro a encontrar la virtud natural que “la divinidad” ha depositado en ellos —recuérdese la alegoría de la caverna25. Esta idea lejos de considerarla como un indicio de totalitarismo, me parece una buena muestra del sentimiento comunitario que Platón refleja cuando habla de la sociedad moral. 24
Ibid., VIII, 565e.
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CONCLUSIONES Estoy consciente que el análisis de la crítica de Popper a Platón que aquí realizamos es inconcluso, si no es que incompleto. Sin embargo, considero que hemos tocado los puntos medulares de la injusta crítica de Popper. El problema fundamental es, creo, la carencia de un juicio histórico adecuado, de una interpretación hermenéutica de la obra platónica. La complicación que resulta de encajar un pensamiento clásico como el de Platón en categorías y, más aún, encontrar causalidades entre las ideas antiguas y los hechos modernos, es el peligro de caer en exageraciones y en la sobrestimación del poder de la filosofía. A Platón se le debe de entender desde su horizonte. En una palabra, La república o Las leyes o el Critón son sólo partes de una obra más amplia que destaca por su desarrollo. Los Diálogos no son un mero conjunto de obras agregadas, es la muestra de todo el desarrollo del pensamiento de Platón. Desde los escritos más jóvenes, como la Apología de Sócrates, hasta las últimas epístolas, la preocupación fundamental es la de la virtud, el hombre, su ciudad, las ideas y las percepciones. Un análisis simplista del argumento político —o de cualquier otro tipo— de Platón siempre será incompleto y poco útil26. En mi opinión, otro error de Popper es opinar que Platón cree tener la verdad absoluta. Platón no hizo tratados, escribió diálogos, pláticas en las
passim.
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Ibid., VII, 511-520.
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Thomas A. Szlezák, Leer a Platón, trad. José Luis García, Madrid, Alianza, 1997,
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que varias veces terminaron sus interlocutores poco convencidos o, de plano, opuestos al razonamiento de Sócrates. Recuérdese en el Gorgias cómo Calicles termina yéndose sin haberse convencido del razonamiento platónico sobre la retórica. No creo que sea justo entender la ética, o el pensamiento de Platón en general, como si éste hubiese pensado que un milenio y medio después alguien iba a malinterpretarlo. Identificar la ética platónica con los conceptos nazis o achacar una especie de causalidad entre Platón y Hittler, me parece un exceso tramposo e imperdonable. Además, la filosofía de Platón se desarrolla en un marco mucho más amplio, el de la filosofía helénica clásica. No tomar en cuenta las influencias de Platón o pretender aislarlo de su contexto intelectual no es del todo sabio. Popper, en realidad, tiene serias deficiencias como historiador de las ideas. Empero, quiero enfatizar que la crítica que hemos hecho a Popper no quita ni un ápice de originalidad o de importancia a la filosofía política de Karl R. Popper, a quien sigo considerando un pensador de increíble actualidad y relevancia. A pesar de lo que podamos decir, el aporte de Popper, no sólo en la filosofía política, es trascendental, aunque a veces, al igual que Platón, es malentendido. La crítica a Platón, empero, vino a refrescar el desarrollo del pensamiento idealista. Se presentó como una oportunidad de repensar su obra e invitó a muchos —incluyéndome— a releer al ateniense. Platón y Popper estuvieron separados por dos milenios de distancia y, sin embargo, el profesor Popper nos recordó lo importante de regresar y meditar el pensamiento clásico, cimiento de la filosofía occidental. Popper, pues, no erró del todo en regresar a Platón.
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DIÁLOGOS ENTRE SAER Y PIGLIA, UN COMENTARIO1 Sergio Aguillón*
CONQUISTADORES DE PEQUEÑOS LUGARES DE PASO, LOS soldados que asediarán Troya se hacen de riqueza, esclavos y mujeres por la fuerza; entre éstas, Agamenón, rey de reyes, elige a Criseida, hija del sacerdote de Apolo, lo que provoca la ira del dios, la peste. Tiempo, historias, muertes después, un dirigente de la guerra acabada decide regresar a casa, regresar a su mujer y a sí mismo. El crimen, o al menos el exceso, de la primera historia, más el viaje de la segunda desencadenan La Ilíada y La Odisea, desencadenan la literatura de Occidente. Al respecto, Piglia: “en definitiva no hay más que libros de viajes o historias policiales. Se narra un viaje o se narra un crimen”.2 Podrían matizarse un poco las dos líneas temáticas de nuestra literatura, diciendo que el 1 Las citas son de: Ricardo Piglia y Juan José Saer, Diálogo (ed. Sergio Delgado), Santa Fe, Centro de Publicaciones Universidad del Litoral, 1995, a menos que se especifique lo contrario. * Alumno del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. 2 “La lectura de la ficción”, Crítica y ficción, Barcelona, Anagrama, 2001, p. 16. El subrayado es mío: “paradoja crítica”.
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crimen puede ser simplemente transgresión involuntaria y que el viaje puede ser introspectivo, sin movimiento pero con transición. Como sea, Piglia identifica muy bien, indirectamente, el origen de la ficción y su permanencia. Ante esto, Saer complementa con una idea de las circunstancias: “Ser polaco. Ser francés. Ser argentino. Aparte de la elección del idioma, ¿en qué sentido se le puede pedir semejante autodefinición a un escritor? Ser comunista. Ser liberal. Ser individualista. Para el que escribe, asumir esas etiquetas, no es más esencial, en lo referente a su trabajo, que hacerse socio de un club de fútbol o miembro de una asociación gastronómica”.
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En estas pocas líneas están
contenidas las principales ideas que ambos. Piglia y Saer, discutieron en la Universidad de Santa Fe, entre 1986 y 1993, que ahora comento. En “Faulkner”, Piglia señala que los nombres de los escritores son comodines, en la medida que son conocidos y pueden, con su sola mención, aclarar muchas cosas. El comodín es, en principio, una carta que vale por cualquier otra carta, una que se adapta al juego de uno y lo beneficia. De acuerdo con lo anterior, vale la pena leer los comentarios que los argentinos hacen de Faulkner como intentos de explicaciones de sus propias obras y de lo que ellos consideran que debe ser el relato contemporáneo y futuro. La discusión implica, sin embargo, otros temas, como el lugar de origen y el extranjero, el lenguaje propio –en dos sentidos: la lengua materna y la expresión literaria– y el ajeno, la tradición y la ruptura, la realidad y la ficción. Mi breve comentario intentará seguir estas oposiciones. Alguna vez Piglia dijo de Witold Gombrowicz que era el mejor escritor argentino del siglo veinte. El mejor escritor argentino, un polaco. “La perspectiva exterior: Gombrowicz en la Argentina”, El concepto de ficción, México, Planeta, 1999, p. 18. 3
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Con una afirmación así se pueden hacer tres cosas: ignorarla completamente, ya que es un contrasentido; refutarla decididamente, pues parece implicar que no hay escritores argentinos de valor –lo que es insostenible–; tomarla a broma, pero una broma muy seria, de grandes implicaciones, macedoniana, y pensarla un poco. En otro momento, el mismo beligerante destacó el regionalismo de Faulkner, y lo hizo rechazando las implicaciones peyorativas que Nabokov quería ver en ese regionalismo. Porque hablar del origen implica tomar distancia del origen, alejarse un poco, ficcionalizarlo, mitificarlo. A Piglia le interesa el modo en que Faulkner reconstruye su propio origen y funda, en textos con mucho arraigo, una obra universal, con mucho desarraigo. “Lo mejor de la cultura europea sólo por azar es europeo”,4 dice Saer, y más adelante, en sus diálogos con Piglia: “yo aspiro a formar parte de esa literatura hispanoamericana. Porque es literatura, y no porque es latinoamericana. Es sólo latinoamericana como consecuencia de un accidente”.5 El irónico entronizamiento que hace Piglia de Gombrowicz tiene su explicación en la historia de la literatura argentina, como dice Saer en “La perspectiva exterior”, pero tiene otra, más importante para estas líneas, en la poco paradójica, más bien obvia afirmación de lo universal en lo particular. Los discursos de los hombres –polacos, argentinos, mexicanos– se apropian de los discursos de los hombres – polacos, argentinos, mexicanos–, ignorando o violentando el accidente geográfico, histórico, lingüístico. Pero para provocar esa apropiación, ese interés en el otro, uno debe ver dentro de sí. Por eso Saer encuentra
“Sobre la cultura europea”, Ibid., p. 93. Ricardo Piglia y Juan José Saer, Diálogo, ed. Sergio Delgado, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1995, p. 26. Las próximas citas de este libro se indicarán con el número de página correspondiente entre paréntesis, a partir de ahora. 4 5
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que García Márquez tenía algo de razón al decir que Faulkner era un escritor latinoamericano. Con una reserva: “lo que en García Márquez conduce a una especie de vitalismo, de estereotipo de representación, en Faulkner, contrariamente, abre una serie de caminos y aporta, atrae, introduce, muchos más elementos de incertidumbre. Desde ese punto de vista, quizá tenga razón y Faulkner sea un escritor que no se podría comparar, prácticamente, con ningún escritor europeo” (p. 51). Al margen diré que la reserva de Saer es terrible: si bien es legítimo que García Márquez tergiverse el accidente geográfico, como se ha dicho que Piglia hace con Gombrowicz, el colombiano toma el discurso abierto, potente y seductor, abierto de Faulkner para cerrarlo, institucionalizarlo, enfriarlo. La particularidad de Faulkner, a pesar de todo, no lo es de García Márquez, según Saer. Cuando el autor de Cien años de soledad llamó a Faulkner escritor caribeño, no modificó la tradición, que parece estar ahí, incólume ante las ideas y caprichos de escritores. Podría decirse, siguiendo a Saer, que forjó un eslabón más de su propia tradición, pues “las tradiciones existen en términos culturales, globales, y también en términos personales. […] La tradición no significa necesariamente repetición tópica ni inmovilidad” (p. 20). Saer se da cuenta de las relaciones más insospechadas en la literatura argentina para ejemplificar que casi todo, a fin de cuentas, tiene conexiones intertextuales con casi todo. Al hablar de Borges, extiende, con plena justificación, la tradición que lo involucra –y que por lo tanto nos involucra a todos– con Oriente; enseguida el lector, si no lo había pensado antes, se da cuenta de que no es Borges la única conexión con Oriente, que la tradición de Occidente implica también la de Oriente. Todo, parece decir Saer, está metido en el mismo cajón, todo es nuestra tradición, todo nos pertenece. No hay manera de
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indicar cuál tradición es más legítima, cuál más pertinente u honesta, como querrían algunos idealistas de estado o nacionalistas. “En cuanto a cuál de esas tradiciones constituye la verdadera tradición, cuál de esas series constituye la serie que por razones patrióticas u operativas correspondería a nuestro país, yo creo que sería un error de interpretación o de concepción de la cultura pretender determinarlo a priori. La amplitud de posibilidades va a tener incidencia en la constitución de un sistema narrativo” (p. 22). Sin embargo, vale la pena considerar que, si todo es parte de la misma tradición, esta palabra pierde mucho sentido, pierde interés. El rescate de la palabra tradición es lo que Saer llama “tradiciones personales”. Importa, claro, el conjunto de textos y sus relaciones, pero importa también la interpretación que el autor haga de esas relaciones, su lectura de la historia literaria, pues ésta determinará la obra escrita. Piglia complementa: “una literatura nacional son varias literaturas nacionales” (p. 22). Porque no hay un modo de entender la tradición que abarque todas las relaciones posibles entre obras, ni uno que privilegie con justicia una relación sobre otra; menos aun en el caso de una literatura llena de viajeros como la argentina. Lo que hay, entonces, es muchas formas de entender la tradición –“varias literaturas nacionales”– que a fin de cuentas se deben a las visiones de los lectores, escritores, individuos –“tradiciones personales”.
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complementa: “para evitar este riesgo patriótico del que hablaba Saer, sería bueno plantear la literatura nacional como una literatura múltiple, como una literatura que tiene redes variadas, donde los textos circulan de manera múltiple” (p. 23). Más que redes, porque la tradición como red implica que las obra ya están ahí (y no: lo que está ahí es el texto), hay que pensar en relaciones dinámicas, cambiantes, intermitentes de lectura, que fabrican a cada momento la tradición. Porque, como señalan
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los dos narradores argentinos, la tradición se debe a la lectura, claro, pero ante todo a la lectura que hacen los escritores, a la lectura que más tarde contestan, con sus propios textos. Que Borges tenga una relación con Oriente por su lectura apasionada de Las mil y una noches no significa que tal relación sea estrecha o vasta, ni que Borges conociera la literatura oriental como conocía la occidental. El Oriente en la literatura de Borges difiere bastante del de un contemporáneo suyo, pongo por caso, Octavio Paz. Y ya estoy haciendo, quizá, una generalización arbitraria al hablar del Oriente de Borges, de Paz, y no del de cada uno en tal circunstancia, en tal obra. En ese sentido creo que debe considerarse la intermitencia y el dinamismo de la tradición. Pero el escritor, para Piglia, no debe entender la tradición como simple lectura de las obras ni de la historia; ya que va a contestarle, el escritor debe ver en la tradición aquello que no es él, encontrar de ese modo su expresión personal. Piglia sobre Faulkner (a propósito de El sonido y la furia, 1929): “Escribí este libro y aprendí a leer”: “Solamente cuando el escritor ha encontrado su voz propia, cuando el escritor ha establecido su espacio, cuando tiene su lugar propio, puede conectarse con la tradición y puede comenzar a entender qué relaciones tiene con los otros textos” (p. 45). Pero todo esto ha sido sobre el relato que alimenta la tradición, sobre el que ya está ahí y debemos –narradores y críticos– conocer; el diálogo entre Saer y Piglia busca, sin embargo, las posibilidades del relato futuro. Piglia encuentra en la novela actual tres principales líneas de procedimiento –importantes para intuir lo que ha de venir– derivadas de la división del público y la llamada cultura de masas: la “poética negativa”, es decir, rechazo de la repetición de lenguajes, poética de la negación “cuyo resultado es el silencio” (ejemplo: Beckett); la poética que tiende a unir la cultura de masas con la cultura culta (Burroughs,
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Dick); y la “no-ficción”: “las tres vanguardias”, dice Piglia, no sé qué tan en serio. Aquí entra en escena Macedonio Fernández, uno de los más novedosos escritores argentinos que Piglia se ha empeñado en homenajear. Aunque, claro, Macedonio declara falta de interés por el arte útil, imitativo o sensorial –por el arte occidental, dicho de otra forma–, esa declaración debe leerse con cuidado. A Macedonio le interesa mucho la literatura, el arte; su rechazo de las formas establecidas es un rechazo de autor, no de lector. Sólo considerando esto puede decirse que Macedonio mantuvo una poética negativa; no participó en absoluto de las otras dos tendencias señaladas por Piglia –¿tendencias estéticas, formales, temáticas? Creo que lo mismo podría decirse de Saer y de Piglia, tal es la importancia del papel de Macedonio en la literatura argentina; en palabras de Piglia: “Macedonio Fernández y Manuel Gálvez. Me parece que Gálvez continúa lo que podríamos llamar la inserción de la novela naturalista como origen de la novela argentina, como el momento en que la novela surge de la Argentina. Sería ese modo de la novela realista de la cual Gálvez es un ejemplo. Macedonio, en cambio, es el que está más ligado con lo que serían las tradiciones propias de la ficción argentina. Algo que podríamos remontar a Sarmiento, Mancilla, Cambaceres, Siccardi, un tipo de trabajo con la estructura narrativa mucho más abierto, la novela con mezcla de formas y de tácticas narrativas. En ese plano veo a Macedonio como el único vanguardista en la literatura argentina, el único que ha podido tomar distancia respecto a lo que eran las tradiciones existentes y ha construido no sólo una estrategia en relación con su propia ficción, negarse a publicar, retirarse del mercado, sino una estrategia de ruptura con la tradición dominante de la novela de Argentina. […] Y yo veo muy estrechamente conectados los proyectos literarios de Macedonio con el
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de Artl, con el de Borges, con el de Marechal, con el de Cortázar. Y me parece que por ese lado pasa la gran tradición de la novela argentina” (p. 19). Actualmente es muy difícil conseguir obra de Macedonio. No está siendo leído porque forma parte de lo que será el relato futuro. Creo que es tal la metáfora que rige La ciudad ausente: la máquina de historias es la obra de Macedonio, reflejo de una mujer ya muerta, que inspira y alimenta la máquina. Macedonio es, para Piglia –quizá un poco menos para Saer– parte central de la tradición y contiene la clave del relato por venir, es tradición y es potencia. Del de tradición ha derivado ya el tema de la ficción y sus procedimientos. En el diálogo sobre Faulkner, tanto Saer como Piglia destacan la fractura de la narración y la complejidad formal del norteamericano. Ambos se interesan por eliminar la historia convencional, porque se dan cuenta de que lo narrado no tiene tanto interés como el acto mismo de narrar. Ítalo Calvino, en “El arte de empezar y el arte de acabar”, que es también un texto en busca del relato futuro, dice al respecto: “El problema de no acabar una historia es éste. Como quiera que acabe, cualquiera que sea el momento en que decidimos que la historia se puede juzgar acabada, reparamos en que no es hacia ese punto adonde conducía el acto de narrar, que lo que importa está en otro lugar, en lo que ha pasado antes: está en el sentido que adquiere ese segmento aislado de sucesos, extraído de la continuidad de lo narrable”.6 Como Calvino, Faulkner encuentra en el desarrollo de la historia el fin de la misma, no en el desenlace. La historia se desarrolla, entiende y justifica a medida que se narra; es el acto (narrar), no la anécdota, lo que tiene principal interés. Ya que esto es así, la obra no se desgasta, no pierde actualidad, puede seguir leyéndose, no sólo por 6
Seis propuestas para el próximo milenio, Madrid, Siruela, 2001, p. 138.
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muchas personas, sino por uno mismo. Para Saer, la complejidad formal de Faulkner no sólo ayuda a constituir obras “autónomas” (es decir, no es una complejidad adecuada para decir tal o cual cosa, sino imprescindible para decir exclusivamente esa cosa que dice: la obra), sino que interesa en la medida en que no se repite en otras obras de Faulkner; cada libro tiene su estructura exclusiva y, paradójicamente, unitaria, reconocible por la “marca de Faulkner”. Pero Saer destaca otro elemento importante, estilístico: lo rústico, la literatura bruta. La ausencia de claridad y de “corrección” que dan a la obra de Faulkner su propio aliento y tono; se expresan a sí mismas mediante el estilo rústico. Identifica en éste tintes de expresionismo y romanticismo que hacen a la obra accesible para cualquier tipo de público. Y estas características se alejan del control intelectualizado de Joyce y, en general, de la novelística europea. Faulkner aparte, Saer y Piglia han encontrado en la mezcla de géneros el enriquecimiento de sus respectivas obras. Saer ve en la lírica una salida de la “crisis” en que entra la novela a finales del siglo diecinueve. En la Comedia dantesca hay un buen ejemplo de texto con género indefinido entre novela y lírica, texto con estructura novelesca (o narrativa), y con elementos “no pragmáticos”, poéticos –el “aura” de Benjamin. Es importante tener en cuenta que Saer no explica estos conceptos; a raíz de esta falta puedo plantear una reserva. Cuando Saer habla de su proyecto de escribir una novela en verso –vale la pena recordar que Salvador Elizondo planteó, en Camera lucida, el proyecto como género literario–, se pregunta: “Para qué hacerlo (escribir una novela en verso) si tengo que inventar un sistema extra-poético que lo sostenga o tenga la incandescencia poética que yo pueda incorporar, si sabemos que lo primero que va a perder vigencia va a ser ese sistema” (p.
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12). Saer no responde, sólo dice que la empresa lo supera. La pregunta queda, siempre que se acepten sus presupuestos: cómo puede perderse la vigencia del sistema extra-poético, si es una de las herencias más persistentes de la tradición. Las historias aludidas al inicio de estas notas no han sobrevivido por tener en sí “el aura” de Benjamin sino por gozar de un sistema narrativo que Saer, en este punto del diálogo, parece atribuir al siglo diecinueve. En otros momentos, cuando reconoce las virtudes de la narración como fin, Saer responde entre líneas y sin darse cuenta su anterior pregunta: si cierto tipo de narración, que generalmente se asocia a la decimonónica, ha simplificado los sistemas narrativos volviéndolos obsoletos, siempre están los ejemplos, comodines, como Faulkner u Homero –y aquí la gran distancia entre autores es intencional: señala justo las enormes posibilidades de la narración e insinúa lo mucho que hay por hacer–, para replantear sistemas narrativos. Saer mismo es un ejemplo, por lo que afirma sobre el uso de un recurso de Balzac, símbolo de la novela decimonónica: la reaparición de personajes. Aunque con una gran distancia: “la reaparición de personajes sería en Balzac para crear una especie de sistema de verosimilitud y de continuidad y de desarrollo de una intriga novelística cuyo basamento era la intención de pintar en conjunto a la sociedad de su tiempo, cosa que evidentemente no entra para nada en mis proyectos. Para mí la reaparición de los personajes es una manera de negar la progresión de la intriga y de insertar en cualquier instante del flujo espacio-temporal (es una convención novelística como cualquier otra) momentos que permitan el desarrollo de una determinada estructura narrativa” (p. 16). Piglia, por su parte, incorpora el ensayo a la narrativa, más que la lírica. Pero admite que esta incorporación debe mucho a “la experiencia
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de la escritura del libro [se refiere a Respiración artificial], que no fue premeditada” (p. 13). “Yo no creo en la contradicción entre el sentimiento y la razón [...] No me parece que a priori deba ser excluido del mundo narrativo un determinado tipo de material (en ese sentido, cierto tipo de ficcionalización, cierto debate), y es eso más bien lo que sucede en Respiración artificial” (p. 14). Sin embargo, no puede confundirse la incorporación de ideas en las narraciones de Piglia con una filiación a la novela de tesis: “Cuando uno se opone a la novela de tesis se opone a la idea de que hay algo previo a la escritura, una especie de contenido anterior que la escritura no haría sino reproducir” (p. 14). Y enseguida: “Me parece que todo se puede ficcionalizar: historias de amor, teorías, batallas, silogismos” (p. 15). En conclusión, la lectura de la historia literaria y de los mecanismos internos del texto conducen al lenguaje. Es Piglia quien dice que “la tensión entre literatura nacional y literatura extranjera plantea de entrada la tensión frente a la lengua” (p. 22). En La ciudad ausente, el Finnegans Wake es el libro futuro, el libro que puede ser leído por los hablantes de todas las lenguas, pues no es, propiamente, ninguna; la lengua de esa obra de Joyce es la obra misma. En Hispanoamérica, ya se ha dicho, Macedonio Fernández tiene un papel análogo. La invención de su propio sistema literario –más que narrativo– señala la importancia de decir con el lenguaje un nuevo lenguaje: la obra. La visita a Faulkner fue sólo un pretexto para llegar a estas ideas, para entender la obra de Piglia y Saer. Ya se dijo desde el comienzo que el viaje es una de las dos grandes posibilidades de la narración.
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ONETTI EN MARCHA, PROPUESTAS PARA UNA LITERATURA MODERNA1 Jorge Téllez Vargas*
SERÍA NECESARIO UN PROFUNDO HUMOR NEGRO Y, tal vez, una conciencia ácida para afirmar que cierta novela de Juan Carlos Onetti nos ha provocado carcajadas. Debo confesar que, aunque nunca he padecido un ataque de risa, alguno de sus personajes sí me ha hecho esbozar una sonrisa. El pudor con el que afirmo esto no es necesario para hablar de
A continuación expongo algunas de las ideas principales de los artículos que, bajo el nombre de Periquito el Aguador, Onetti publicó en el semanario Marcha. Las referencias a citas textuales irán entre paréntesis con el nombre del artículo y la página; todas ellas están tomadas de Juan Carlos Onetti, Réquiem por Faulkner, Calicanto, Buenos Aires, 1976. * Alumno del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. 1
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los artículos que el uruguayo escribió en Marcha durante dos años, de 1939 a 1941. Carlos Quijano, director y fundador de la publicación le había pedido que, además de su trabajo como secretario de redacción, colaborara periódicamente con una columna literaria: La culpa la tuvo Quijano […]; en la época heroica del semanario (1939-1940) el suscrito cumplía holgadamente sus tareas de secretario de redacción con sólo dedicarles unas 25 horas diarias. A Quijano se le ocurrió, haciendo numeritos, que yo destinara el tiempo de holganza a pergeñar una columna de alacraneo literario, nacionalista y antiimperialista, claro. Recuerdo haberle dicho, como tímida excusa, desconocer la existencia de una literatura nacional. A lo cual contestóme, mala palabra más o menos, que lo mismo le sucedía a él con la política y que no obstante, sin embargo y a pesar podía escribir un macizo y matemático editorial por semana sobre la nada. Así nació Periquito el Aguador, empeñado en arrojar su piedra semanal en la desolación del charco vacío (“Explicación de periquito el aguador”, p. 15).
La columna se llamó “La piedra en el charco” y Onetti la firmaba bajo el pseudónimo de Periquito el Aguador. A partir de 1940, alternó la colaboración con una serie de cartas dirigidas al director que se publicaban en la parte superior de la quinta página y que aparecían rubricadas por un tal Grucho Marx. El tono de los artículos oscilaba entre la sátira y la agresión, no en balde se calificó la columna de Periquito el Aguador como de “alacraneo literario”.
Grucho Marx, en cambio, aunque fiel al estilo
burlesco, enfocaba más sus comentarios hacia la caracterización irónica de la vida cotidiana del Río de la Plata. Esta actitud lúdica es comprensible si se le ve en contexto. Onetti sabía de la necesidad de renovar el mundo cultural que lo rodeaba. El humor jugaba así un doble papel: primero, distanciaba al
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autor de su discurso que utilizaba la risa como mecanismo de deslinde; y segundo, la broma permitía filtrar la crítica aguda del que, para Onetti, era un triste ambiente literario. En un amplio repaso del contexto cultural uruguayo —extensible, creo yo, a la Argentina—, Periquito y Grucho Marx bombardean cada uno de los estratos que tienen que ver con el mundo de la intelectualidad. Ni los escritores, ni el público, ni los burócratas culturales se salvan de la agudeza y el desencanto de Onetti, porque su humor, si es que tiene una causa, nace de su desilusión. Convendría hablar primero del fenómeno que a falta de nombre bautizaré como síndrome del parásito cultural. El personaje que lo padece tiene nombre y apellido: Tota Pérez Smith. En su cuadro clínico nos enteramos de la obsesión de esta mujer por consumir (es literal) toda manifestación artística que aparezca sin necesidad de comprenderla para, acto seguido, reunir a su alrededor a toda la fauna creadora:
Si usted escribe —explica Periquito— […], la Tota le pondrá sitio, lo desesperará y conseguirá al fin que usted concurra a su “jueves literario”. Si usted pinta, terminará por caer con algún cuadrito bajo el brazo a “los lunes plásticos” […]. Si usted es un hombre feliz y no hace ninguna de esas cosas, la Tota irá a buscarlo […] y lo abonará a sus “martes de meditación y ocio” […]. Un amigo, luego de perder el apetito a causa de la denodada persecución de la Tota, perdió también todo rudimento de buena crianza e intentó suprimirla diciéndole: “Mire; antes de ir a oír macanas a su casa, me hago cura”. La Tota movió la cabeza con su sonrisa de comprensión sutil y lo invitó para concurrir a sus “sábados místicos” (“Un jueves literario”, pp. 54-55).
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Para Onetti, la Tota representa no la enfermedad pero sí el síntoma. Y si me he permitido el discurso médico es porque la suma de artículos crea una lacónica radiografía del Uruguay literario (aquí especulo sobre el curioso detalle de que la metaconciencia de la obra de Onetti, el personaje omnipresente, sea un médico, el doctor Díaz Grey, cuya tarea es observar al pueblo enfermo que es Santa María). Las conversaciones de esos jueves son tan anodinas como frecuentes, a pesar de las grandes personalidades que las acostumbran. Periquito aprovecha entonces para hablar de eso que él llama la “ostensible depresión literaria que caracteriza los últimos años de la actualidad nacional” (“Señal”, p. 16). Encuentro en la Tota la representación de ese mundo artístico caduco contra el que escribe Onetti; imagino su sentimiento al escribir cada uno de los artículos: sin duda, la sensación de hablar al vacío, a ese grupo de individuos que asistían gustosos a las tertulias, era su principal factor de angustia. El problema es que no hay, en ese momento,“una literatura nuestra, no tenemos un libro donde podamos encontrarnos” (“Una voz que no ha sonado”, p. 18). Lo que hay, según Onetti, es la tendencia hacia la imitación, hacia la reproducción de ambientes de provincia: “Entre tanto, Montevideo no existe […], la capital no tendrá vida de veras hasta que nuestros literatos se resuelvan a decirnos cómo y qué es Montevideo y la gente que la habita” (“Literatura nuestra”, p. 28). Onetti reclama una literatura digna del momento que vive, digna de una ciudad que crece, que se moderniza. Se necesita un escritor-redentor, un artista indigno de las peñas literarias pero que merezca la comparación con Céline, Faulkner y Hemingway. Se necesita un escritor anti-intelectual, no un hombre de letras, como los parroquianos de la Tota.
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Me parece que la caracterización de este anti-intelectual es el centro de los artículos. Onetti elabora la poética que el nuevo escritor debería seguir. La primera característica es el olvido del pasado:
Una literatura vive sólo cuando trabajan para ella hombres formados con una natural indiferencia al pasado. Gentes despreocupadas del mundillo intelectual, ligadas a su tarea por furor de maniáticos. Si hubo algo bueno detrás, tanto mejor para las antologías. Hoy se trata únicamente de que cada uno diga su verdad de manera verdadera (“Un jueves literario”, p. 57).
Pero nada más alejado de un plan de vanguardia al estilo futurista. Onetti no niega la tradición, pues el pasado del que habla está encarnado por una literatura que, en ese momento, ya no responde la realidad uruguya. “¿Quién hace literatura entre nosotros? —se pregunta Onetti— Todo el mundo, pero no gente conformada psíquicamente para eso” (“Quién es quién en la literatura uruguaya”, p. 30). Los jóvenes buscan siempre la aprobación de “fastasmones que ofician de papas” y, en busca del elogio, sacrifican su sinceridad. Esto es el pasado. Para superarlo, es necesario que “el creador de verdad tenga la fuerza de vivir solitario y mire dentro suyo. Que comprenda que no tenemos huellas para seguir, que el camino habrá de hacérselo cada uno” (ibid., p. 30-31). El escritor, ajeno a elogios mutuos y a peñas literarias debe “durar frente a un tema, al fragmento de vida que hemos elegido como materia de nuestro trabajo, hasta extraer, de él o de nosotros, la esencia única y exacta” (“Retórica literaria”, p. 22). “La individualidad del escritor se agranda en proporción al cuidado que ponga en desaparecer, en la medida de su papel
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Onetti en Marcha
de intermediario, médium entre la vida y sus lectores” (“Mr. Philo Vance, detective”, p. 52). Contra las divas literarias, Onetti enfrenta un escritor cuyo temple, de natural discreto, haga relucir únicamente su obra, un artista que “escribirá porque sí, porque no tendrá más remedio que hacerlo, porque es su vicio, su pasión, su desgracia” (“Literatura y política”, p. 36). Esta compromiso estrictamente artístico es incompatible con otro mal: el síndrome del escritor comprometido, ése que prefiere poner pluma y cerebro “al servicio de las razas, las clases y los pueblos oprimidos” (“Cultura uruguaya”, p. 24). Quien abandone la literatura para dedicarse a la redacción de panfletos y folletos activistas nunca fue un escritor, sino un político. La diferencia entre escribir y redactar es tan contundente como la que hay entre el poeta y el versificador. La literatura no debe servir más que a la literatura: “Los buenos libros […] se escriben para que gusten a sus autores, en primer término; luego para que gusten a Dios o al Diablo o a ambos dos conjuntamente; y en tercer término para nadie” (“Los premios literarios”, p. 62). Son todas estas ideas las que llevan a Periquito, en un texto de finales de 1939, a formular su deseo de año nuevo:
Que cada uno busque dentro de sí mismo, que es el único lugar donde puede encontrarse la verdad y todo ese montón de cosas cuya persecución, fracasada siempre, produce la obra de arte. Fuera de nosotros no hay nada, nadie. La literatura es un oficio; es necesario aprenderlo, pero más aún es necesario crearlo (“Regreso de la guerra locuaz”, p. 46).
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Onetti en Marcha
De esta forma, la novela redentora será aquélla que se desarrolle en un “claro y misterioso terreno donde tiene lugar la aventura humana y su absurdo” (“Nueva edición de Sombras sobre la tierra”, p. 39). Gracias a este juicio, es comprensible y coherente que proponga para el premio Nóbel a Roberto Arlt y a Eduardo Mallea, ambos interesados en la representación del hombre dentro de la gran urbe, por mencionar sólo una característica; o que encuentre en James Joyce y en su monólogo interior una de las grandes aportaciones a la técnica literaria y que considere el Ulises “lo más asombroso que puede crear un hombre” (“James Joyce”, p. 66); o que considere a Dostoievsky y a Proust grandes novelistas que fueron capaces de hacer libros “sobre el alma de un individuo” (ibid., p. 68); o que considere la escritura de Katherine Mansfield, digna seguidora de Chejov, como “una verdadera literatura de mujer” (“Katherine y ellas”, p. 25), en contraposición con las mujeres que se dedican sólo a la poesía y que cantan “al amante, a Dios, a los árboles y a los recién nacidos” (loc. cit.). Me pregunto cuánto habrían cambiado las ideas de Onetti de haber leído en ese momento a Felisberto Hernández. ¿Habría incluido al uruguayo junto con la pareja de argentinos propuestos para el Nobel? ¿Lo conocía ya y prefirió no mencionarlo en estos artículos? En 1975 no duda al calificarlo como “uno de los más importantes escritores de su país” y lo cierto es que Felisberto reúne, en mi opinión, varios de los requisitos que Onetti propone para la nueva literatura. En todo caso, fuera ya del terreno de la especulación, Onetti pareciera ser el mejor alumno de sí mismo. Cuando escribía estos artículos, había publicado apenas tres cuentos y una novela, me refiero a El pozo, en diciembre de 1939. Faltaba todavía una década para que apareciera La vida breve y con ella toda la saga de Santa María.
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Como conclusión regreso al principio. Onetti logra una radiografía excelente del panorama literario del Uruguay de los treinta: sus artículos son el diagnóstico y la medicina enmarcados en un tono lúdico que encuentra en el humor negro, ácido, la más pura de sus expresiones. Humor, hay que reconocerlo, a la manera de Onetti, como en el gesto de publicar como portada de El pozo un falso dibujo de Picasso; o como en el gesto de imitar a Roberto Arlt en su entrevista con Borges con el único fin, interpreta Rodríguez Monegal, de mofarse del argentino. La columna incluyó, en efecto, el veneno suficiente y digno de cualquier alacrán literario pero, por fortuna, incluyó también el antídoto.
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LA REPRESENTACIÓN SOCIAL DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Rodrigo Molina Moctezuma*
LAS REPRESENTACIONES SOCIALES SE PRESENTAN bajo formas variadas, más o menos complejas. Las podemos considerar imágenes que condensan un conjunto de significados, sistemas de referencias que nos permiten interpretar lo que nos sucede, o incluso, dar un sentido a lo inesperado; categorías que sirven para clasificar las circunstancias, los fenómenos e individuos con los que tenemos algo que ver; teorías que permiten establecer afirmaciones sobre ellos. Es decir, una manera de interpretar y de pensar nuestra realidad cotidiana, una forma de conocimiento social. Así, una representación social es: “la actividad mental desplegada por individuos o grupos al fin de fijar su posición en relación a situaciones, acontecimientos, objetos y comunicaciones que les conciernen.”1 Estudiante de la licenciatura en Relaciones Internacionales del Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México. 1 Maritza Montero (coord.), Construcción y crítica de la psicología social, Barcelona, Anthropos, 1996, p. 45. *
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La construcción de la representación de un relato histórico nos involucra como sujetos sociales que aprehendemos los acontecimientos de la vida diaria, las características de nuestro medio ambiente, las informaciones que en él circulan, a las personas de nuestro entorno próximo o lejano; en pocas palabras: el conocimiento de sentido común. Podemos decir entonces que en muchos aspectos es un conocimiento socialmente elaborado y compartido que se construye a través de la experiencia, la educación, información, conocimientos, y modelos de pensamiento que recibimos de múltiples fuentes y transmitimos a través de la tradición, la educación y la comunicación social. 2 Bajo sus múltiples facetas, la representación social
trata de
ordenar e imponerse en nuestro entorno social, comprender y explicar los hechos e ideas que están en nuestro universo o surgen en él, responder a las preguntas que plantean el mundo y el devenir histórico; pero más importante, les otorgar un significado para la conducta de nuestras vidas, es decir, posicionarnos en un punto de un espectro ideológico frente al acontecimiento, que en el caso que nos concierne es la Guerra Civil Española. Al darle sentido al incesante movimiento social, acontecimientos y actos que terminan por formar parte de un bagaje cultural por sernos habituales, participa en lo que P.L Berger y T. Luckman denominan la construcción social de la realidad.3 Podemos decir entonces que toda representación social es la representación de algo y de alguien. Así, no es el duplicado de lo real ni de lo ideal, ni la parte subjetiva del objeto, ni la parte objetiva del sujeto, sino el proceso en que se construye su relación, es decir, la relación que se construye entre
S. Moscovici, Psicología social, Buenos Aires, Paidós, 1993, p. 139. Meter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1993, p. 85. 2 3
La representación social de la Guerra Civil
el objeto de estudio, la Guerra Civil Española, y el sujeto, en este caso, la sociedad mexicana.4 Cabe denotar que el puente que permitió elaborar esta conexión para una representación social es la prensa mexicana que durante esos tiempos inciertos y violentos se convirtió en el canal por excelencia que acercó a la sociedad mexicana con los acontecimientos que desgarraban a España y le permitió crear una imagen y una realidad propia al respecto. En este trabajo pretendo esclarecer en qué consistió y cómo se formó esa conexión; o en otras palabras: ¿cómo se construyó la represtación social que los mexicanos tenían acerca de la Guerra Civil Española a través de la prensa? Las forma en que se fueron entretejiendo las redes de los compromisos mexicano-españoles; como fueron creándose acuerdos y desacuerdos, pasos hacia delante y algunos hacia atrás, de “una política que en transe de hacerse fue trasformándose” concretada en muestras de solidaridad, batallas diplomáticas y propagandísticas, la apertura de las puertas del país a un grupo de niños, la llegada y la integración de los republicanos españoles a la vida mexicana que implicó: “salvar por México y para México, la cultura republicana española, y supuso una reconciliación con la raíz hispánica de la nacionalidad y una profunda transformación de la cultura superior.” 5 A partir de la observación precisa de cada paso dado, de cada acuerdo tomado, cada compromiso asumido, además de poder observar cuidadosamente “la construcción de una historia y de una política en transe de irse haciendo como un proceso vivo lleno de contradicciones y dudas, avances y retrocesos; también y he aquí lo más ilustrativo de todo
Ibid, p. 211. José Antonio Matesanz, Las raíces del exilio, México, El Colegio de México, 1999, p.77. 4 5
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el proceso: la creación de una mitología y de una utopía.”6 La prensa mexicana, específicamente el Excélsior y el Nacional, tomaran dos posturas divergentes y opuestas, una conservadora que apoyaba a la rebelión militar en contra de la República de Azaña y la otra que la defendía. La sociedad mexicana consultaba alguno de estos dos grandes periódicos, y a partir de la información accesible definió su postura y su inclinación hacia alguna de los dos bandos representados por dichos periódicos. Así,
la prensa creó dos ideologías que dividieron a la
sociedad mexicana. Sin embargo, no fue solamente a nivel de las ideas, sino que afectó profundamente la vida cotidiana de la población de nuestro país, es decir, se tradujo en acciones concretas: hubo movilización obrera y se llegó a hablar de que se armarían, mitines oficiales en apoyo a la República y otras múltiples manifestaciones que se convirtieron en parte de nuestra normalidad. Estas afirmaciones confirman el hecho de que la información, en este caso la que proveía la prensa, construye
diversas representaciones sociales de la realidad,
incluso diferentes y aún contradictorias, en apoyo o en contra de la República: una parte de la población mexicana se identificó y construyó la idea de la lucha de los obreros patrióticos como propia en la que se defendía a un gobierna popular y legítimo que representaba los ideales de la revolución y la democracia en el mundo. Para la otra parte, la rebelión militar salvaría a España del temido comunismo y la intromisión de Rusia para vestir a la República de rojo. En este sentido, decidí tomar las posiciones de tres segmentos de la población mexicana: la prensa, el gobierno y la comunidad española en México con respecto al desarrollo de la Guerra Civil Española, que considero especialmente significativos en la formación de una imagen y 6
Ibid, p. 100.
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de diversas representaciones sociales, es decir, diversas realidades en México acerca de los acontecimientos en España. I. POSICIÓN DE LA PRENSA El 16 de julio de 1936 el Excélsior reprodujo las primeras noticias que suavizaban en cierta medida la gravedad de la situación, pero las condicionaba con un “dicen”, que implicaba que el periódico no creía en la noticia dada, dejando entrever la incredulidad ante lo que sucedía. No hay temor de levantamientos en Madrid, dicen, Madrid julio 16. Los rumores acerca de un levantamiento militar en Madrid, publicados en el extranjero, fueron desmentidos por fuentes acreditadas. No se ven militares en las calles, las cuales permanecieron tranquilas hoy en la tarde, mientras los más de los madrileños dormían la siesta. En su junta de hoy, el gabinete discutió los problemas interiores e internacionales, así como las medidas encaminadas a conservar el orden en todo el país.
El Excélsior, adueñándose de gran parte del campo periodístico mexicano dio lugar privilegiado a las noticias sobre España. El 19, en cabeza de primera plana afirmaba: Dominan los soldados españoles rebeldes todo el territorio de Marruecos. La sublevación es de protesta y profascismo. El ejército perdió la paciencia ante los crímenes de los radicales. Estricta censura. En fuentes francesas se dice que la rebelión se extiende a España.
El día 20: Nuevas guarniciones se unen a los rebeldes. El gobierno de Azaña organiza a los obreros. Las masas izquierdistas han sido llamadas para acudir en defensa
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del país. Una nueva crisis: renunció Martínez Barrio y fue designado primer ministro José Giral Pereira.
El 21: Fueron reducidos al orden los soldados que se alzaron en la ciudad de Madrid, las tropas leales y los sindicalistas y comunistas bombardearon el cuartel de la Montaña y otro más. Numerosos muertos y heridos.
Sin
embargo, los mismos informes oficiales declaran que hay algunas guarniciones en actitud rebelde. Fantásticas cifras de muertos y heridos. Fue bombardeado el arsenal de Barcelona. Capitulación de varios cuarteles. Socialistas armados patrullan las calles. ¿Ha fracasado el desembarco? Cómo fue sofocada la revuelta en Madrid. Militares y civiles entre los muertos. Informe oficial del gobierno español. Anuncian que el general Franco pretende escapar. Según el gobierno, el jefe de la revuelta española ha pedido un hidroplano para huir. Las autoridades aseguran que están en condiciones ventajosas. 12 000 hombres con artillería rumbo a Madrid.
En los próximos días las noticias continuaron fluyendo a raudales. Resulta especialmente ilustrativo comparar cómo desde un principio muestran ciertas tendencias que resultarán características, tanto de la propaganda que se hará alrededor de la guerra española, como de la prensa en general y del periódico Excélsior en particular. Lo que las caracteriza es que están dadas desde una posición partidista con mentalidades firmes en el trasfondo que las más de las veces no se trata de esconder. Es evidente que se adoptó una posición incluso antes de que estallara el conflicto abiertamente.
Hay noticias falsas o
tendenciosas, que según como se tomen, digamos que benefician a uno u otro de los bandos, y que se dan muchas veces con el propósito evidente de desprestigiar al contrario y de demostrar que son los otros,
La representación social de la Guerra Civil
“ellos”, los que mienten: por ejemplo, la noticia de que “el jefe de la revuelta española”, el general Franco, pretende escapar y ha pedido un hidroavión, “según el gobierno”, o la de que los comunistas se han apoderado de Barcelona. Las hay sencillamente falsas, dadas con torpeza y apresuramiento para “ganar la exclusiva” a los demás, como la de que Sevilla ha caído en manos del gobierno, o la de que el Alcázar de Toledo se ha rendido. Destacan también las noticias emitidas con el objetivo de calmar los ánimos con el triunfo de alguno de los dos bandos, como la noticia repetida continuamente de que el gobierno domina la situación, o la de que Madrid está a punto de caer en manos de los rebeldes. También llaman la atención las noticias que se presentan desde un principio para construir los mitos heroicos de la guerra, como por ejemplo el ataque al Cuartel de la Montaña o la defensa del Alcázar de Toledo por los cadetes, declarar rápidamente a la República comunista o dominada por los comunista, hechos que no corresponden a la realidad de la situación española. Además estas primeras noticias muestran el asombro y la admiración por la valentía y el entusiasmo de los españoles en la lucha, pero también los aspectos morbosos y crueles de la guerra: asesinato, muerte, caos, destrucción, terror, etc. En los días subsiguientes, el Excélsior siguió ampliando las informaciones acerca de la guerra civil, los movimientos de las tropas, la lucha, etc. El día 24 inauguró una sección permanente en primera plana: “LA SITUACIÓN DE ESPAÑA EN POCAS LÍNEAS”. 7 En los días siguientes, una vez solucionada la huelga de los electricistas que había paralizado muchas actividades, el periódico El Nacional pudo salir a las calles. Sus encabezados y los textos de sus noticias describían con gran optimismo, una situación positiva para el 7
Ibid, p. 35.
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gobierno republicano. El mismo día 25 se inició en el Nacional la publicación de los boletines oficiales del gobierno español que la embajada de España en México a partir de entonces entregaría a la prensa local a todo lo largo de la guerra. Excélsior, en contraste con el Nacional, publicó el boletín haciendo notar que la interpretación tenía un carácter oficial, o lo que es lo mismo, que el periódico no se hacía responsable de su veracidad. En este primer boletín se destacan las notas optimistas que coinciden plenamente con su informante, Félix Gordón Ordás, el embajador de México en España, sobre el estado del conflicto:8 El gobierno español domina en absoluto la situación. Los rebeldes se hallan en plena derrota. Información oficial recibida del gobierno de Madrid sobre los últimos sucesos. Controlada la situación. El gobierno del Sr. Azaña ha logrado deshacer malhadada intentona. Batidos con éxito. Declaraciones de la Embajada de España en esta cuidad al margen de la revuelta.
Algo que no se dejó de mencionar y que opacaría las noticias optimistas a la largo de la lucha fue la crueldad de la guerra, sin importar de qué bando proviniera. En este caso la primera declaración provino del campo republicano, declaraciones de la embajada española en México: El gobierno es dueño de la situación y no está dispuesto a tener clemencia con quienes en el transcurso de la Segunda República Española se han alzado por dos veces en armas contra ella en un insensato afán de revivir situaciones que han desaparecido para siempre de España gracias al resurgir iniciado en la
8
Ibid, p. 40.
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gloriosa jornada del 14 de abril de 1931, que instituyó al nuevo régimen (Ex 25julio 1936).
Las notas, por muy justificadas que estuvieran, fueron recogidas y ampliadas, lo que le dio a la guerra un tono especial de intensidad y ferocidad. Los encabezados del Excélsior lo demuestran: Se atribuye a los jefes rebeldes el proyecto de imponerse por el terror (29 de junio). La guerra civil en España ha cobrado inaudita ferocidad (3 de agosto). Treinta y cinco mil muertos y cien mil heridos por la guerra en España (6 de agosto)...
Se inició una guerra de tinta y de papel que habría de abarca varios campos. Cada periódico respondía de una manera distinta al conflicto español de acuerdo con sus propios intereses, simpatías, perfiles y complicidades. Las noticias de España provenían de fuentes variadas. Excélsior utilizó los servicios básicamente de la Associated Press, El Nacional los de Havas Anta y Transocean. Pero las diferencias no se limitaron a los cables que recibieron y se imprimieron; abarcó en general todo tipo de información que se manejó, y también las formas de manipulación propagandística empleadas por ambos periódicos. Es sorprendente constatar la rapidez con que, a pesar del cúmulo de noticias contradictorias, tendenciosas o simplemente falsas, los rasgos más generales se aclaraban para el público mexicano, y se establecieron los principios en pugna, las posibilidades y panoramas. Tal claridad se debió en parte a la inmediata toma de partido que se puede argüir que tal decisión ya estaba tomada antes del estallido de la guerra.9 Luis Miguel Días (comp.), Relaciones diplomáticas México-España, México, Porrúa, 1977, p.384 9
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En esta guerra de información periodística, El Nacional tomó partido abierto por el gobierno republicano español. Sus noticias destacan que todo va bien para las fuerzas “leales”. El optimismo demostrado, muchas veces sin justificación real, era desbordante. También al insistir en que la situación en España era favorable para el gobierno tenía como meta ayudar a la República con una imagen más positiva en lo que quizá había perdido más: la capacidad para controlar los acontecimientos.10 El periódico Excélsior también tomó partida desde un principio. El periódico era el vocero de la opinión de los conservadores, el capitalismo, la propiedad privada, los empresarios, la gran burguesía, el anticardenismo, la clase media, etc. El diario se puso abierta y decididamente del lado de los rebeldes, y se encargó de inventar nombres que designaban a los partidos en pugna, conforme a una multitud de puntos de vista que los designaban: jurídicos, ideológicos, propagandísticos, etc.11 En general, Excélsior resulta más cauteloso que su equivalente para calificar el curso de la guerra, pero no pierde oportunidad en destacar favorablemente todo lo que beneficia a los rebeldes y oscurecer a los leales. Sus simpatías estaban tan claramente definidas del lado de los rebeldes que El Nacional, lanzó algunas advertencias: “los obreros han visto con malos ojos las informaciones parciales que se han estado publicando sobe el conflicto político hispano” (Nac 25 julio 1936).12 II. POSICIÓN OFICIAL
10 11
Ibid, p. 190. Ibid, p. 187. 12 Ibid, p. 250.
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En México, la toma de posiciones no se limitó únicamente al plano periodístico, sino que abarcó campos muy variados de la vida nacional. Con relación a la guerra española fueron muchos los sectores que se manifestaron de una forma u otra ante el conflicto y la variedad de su virulencia. La primera reacción oficial se dio el 19 de julio con un mensaje del Parido Nacional Revolucionario en donde se declaró conciente de que los sucesos españoles amenazaban con liquidar a la Segunda República, se solidarizaba con el “régimen socialista” español y mencionaba un paralelismo con el cuartelazo que estalló en México en 1913.13 El mensaje había provocado gratitud en el gobierno español: “magnífica impresión causó en todos los círculos oficiales de Madrid el cablegrama, elogiando su envío” (Nac 25 julio 1936). Por su parte, El Nacional informó el mismo día 25 la reacción del proletariado nacional ante la guerra: Muy a pesar de que la huelga eléctrica ha tenido la virtud, por su incuestionable importancia, de recoger para sí la atención de todas las clases sociales, especialmente de los trabajadores que se han visto parados a consecuencia de la misma, en la mayoría de los centros proletarios, según pudimos observar hace días, se ha discutido y condenado enérgicamente el movimiento armado de España que pretende derrocar al presidente Azaña, y el que es calificado de fascista, y por tanto, enemigo de los ideales
de
reivindicación de los asalariados.
El día 26 de julio se llevó a cabo un mitin para demostrar de manera pública la solidaridad del proletariado mexicano con el asalariado español. El secretario general de la CTM, Vicente Lombardo Toledano, se expresó así: 13
Ibid, p. 246.
La representación social de la Guerra Civil
No obstante que estamos tan lejos del proletariado español, los trabajadores de México se encuentran muy cerca del corazón de los que en este momentos sufren, ofrendando sus vidas y las de sus familias por defender sus sagrados derechos que una turba de asquerosos militares llenos de ambición tratan de destruir (Nac 27 julio 1936).
El discurso del embajador Félix Gordón Ordás, fue descrito por Excélsior así: Poco a poco el orador fue enardeciéndose, afirmando que no son las galas postizas de la diplomacia antigua la que unen a los pueblos, sino la diplomacia nueva, por él representada, que sufre con el pueblo y en el vive sus inquietudes. Hizo después un análisis de la vida de la República desde 1931 a la fecha, afirmando que el gobierno, no obstante las diversas rebeliones parciales de jefes militares, los perdonó siempre. Lo que dio por resultado los sucesos actuales, pues dichos militares no supieron agradecer la obra del gobierno. Se refirió al triunfo de las elecciones, el triunfo del Frente Popular y afirmó que los dos grandes enemigos de España son la Iglesia y los terratenientes. Hizo después una reseña somera de la actual rebelión y dijo que frente al ejército revolucionario se levanta hoy todo el pueblo, pues el gobierno es eminentemente popular. Añadió que los españoles republicanos que están lejos, tienen que agradecer con el alma el espíritu del proletariado de México manifestado en actos como al que asistía, y afirmó enseguida que España está defendiendo el imperio de la democracia en el mundo.
También se refirió a la tendencia “fascista del movimiento militar revolucionario” y dijo que “los verdaderos republicanos, antes de cualquier régimen militarista, prefieren que llegue el comunismo”. Esta afirmación es destacada y magnificada por el periódico como una campaña propagandística y amarillista con la meta de identificar
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exclusivamente a la lucha como un intento comunista para apoderarse de España y vestirla de rojo.14 Gordón Ordás terminó así: Quisimos la paz al perdonar a nuestros enemigos en ocasiones pasadas, pero si quieren guerra, guerra y sin cuartel tendrán. Quisimos ir hacia nuestro ideal muy despacio, pero la reacción no lo quiere y nos ha puesto un avión; lo tomaremos.
El domingo siguiente, 2 de agosto, se realizó un nuevo mitin con los mismos propósitos del anterior. El Nacional lo resumió así: Las afirmaciones de que la actual humanidad se juega de una manera tremenda y decisiva en la encarnizadísima contienda que sangra a España; de que es menester que los obreros organizados de México vayan formando en cada fábrica, taller y factoría, milicias y grupos de choque que estén listos y entrenados contra cualquier intento que la reacción pretenda, y de que es el momento en el que los gobiernos revolucionaros, incluso el nuestro, armen a los campesinos y obreros para prevenir toda sorpresa, y por último… para hacer patente su respaldo al proletariado español, que se bate denodadamente contra el fascismo internacional y para trazar de una vez por todas, la gravedad del momento, en que coincidiendo todos los oradores, tratan de librar la última y decisiva batalla el izquierdismo manumisor [el que da libertad al esclavo] y el capitalismo opresor ( Nac 3 agosto 1936).
Excélsior no perdió oportunidad para hacer escándalo: Un mitin obrero antifascista en nuestra capital. En él se propuso organizar milicias de trabajadores para ahogarlos en sangre… la CTM, anunció la decisión de organizar milicias obreras en todas las fábricas que controla; para ahogar en sangre a todos los grupos fascistas que, como “las Camisas
14
L. M. Días, Op cit., p. 322.
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doradas” y la Confederación de la Clase Media, están dirigidos por un mequetrefe, y la izquierda del Congreso de la Unión expresó estar dispuesta a combatir al lado del pueblo contra “ese fantasma rojo de sangre” que es la guerra.
Esto parecía ya un exceso, una cosa es inflar el heroísmo de los obreros españoles en su lucha contra los militares rebeldes calificados de “fascistas” y “revolucionarios” e identificarse con la causa, desdeñar al imperialismo mundial y al fascismo, adular a Cárdenas, criticar a cierta prensa por vendida, etc., y otra cosa muy distinta es armar a los obreros nacionales. Era comprensible e incluso lógico que los obreros mexicanos
se
identificaron
con
sus
homólogos
españoles
y
aprovecharan la lucha para manifestarla como propia, pero armarlos era impensable. El 10 de agosto Excélsior insistió en el tema afirmando: “Han aparecido ya las milicias de obreros armados”. Según la nota se había llevado a cabo la amenaza expresada el día 2, y se habían organizado “milicias armadas” con elementos de los Talleres Gráficos de la Nación, con miembros de la Confederación de Trabajadores de Caminos… El día 11 de agosto, la CTM publicó un extenso documento aclarando la posición de la Confederación, destinada obviamente a tranquilizar a la opinión pública y a la iniciativa privada y poner freno a los que pensaran dar pasos definitivos en el avance de su revolución tomando como excusa lo que pasaba en España. En el comunicado se negaba tajantemente la organización de milicias poniendo un énfasis en que la CTM no tenía más programas que el de lograr el mejoramiento económico y moral del proletariado en México.
La representación social de la Guerra Civil
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Se ha publicado la noticia pérfida de que el proletariado mexicano ha empezado a organizar milicias obreras con el fin de reemplazar al ejército y de hacer justicia directamente contra las bandas y grupos fascistizantes que existen en nuestro país. El propósito de esta noticia es bien claro: el de despertar la desconfianza del ejército hacia el proletariado y el de aumentar la zozobra pública, de la cual la clase conservadora es la única responsable. Desmentimos rotundamente y categóricamente tal afirmación: la CTM no ha autorizado la formación de milicias obreras ni tiene conocimiento de que existan estas en alguna parte. La CTM tiene confianza completa en el gobierno que preside el general Lázaro Cárdenas y en el alto sentido de responsabilidad del ejército nacional, y sabe que el gobierno es el encargado de acuerdo con nuestro régimen jurídico, de disolver, como lo ha hecho, las agrupaciones que, con el pretexto de salvar el país, se convierten en verdaderos focos de conspiradores y de chantajistas para todas las clases sociales (Ex 12 agosto 1936).
Los obreros armados podían convertirse en un peligro potencial de primera magnitud, tanto por su organización como por su ideología, porque uno de los propósitos de la CTM era la lucha por una sociedad sin clases y por liquidar la sociedad capitalista que eventualmente se podría dirigir contra el gobierno. Cárdenas quería a los obreros de socios menores, de apoyo para su propia política, pero no estaba dispuesto tolerar
que
las
organizaciones
obreras
lograran
demasiada
independencia.15 III. POSICIÓN DE LOS ESPAÑOLES EN MÉXICO
15
Lázaro Cárdenas, Obras: I- Apuntes 1913/1940, México, Nueva Biblioteca
Mexicana, 1972, p. 81.
La representación social de la Guerra Civil
La existencia de una división profunda y en algunos casos irreconciliables en la colonia española en México se volvió evidente y abierta en múltiples reuniones de los jefes de los diversos centros de reunión de la vida social típica de la comunidad (el Círculo Vaco Español, el Club España y el Centro Asturiano). En una asamblea del 30 de julio se decidió recaudar fondos para colaborar con la Cruz Roja española. Lo importante de estos eventos es que se decidió adoptar una posición neutral ante el conflicto, en lugar de una beligerante a favor de la República, como era el caso de Gordón Ordás y de los españoles izquierdistas, o a favor de los militares rebeldes como seguramente era el deseo de la mayoría de los miembros de la colonia española. La comisión estaría alejada de cualquier partidismo y tendría como objetivos: Reunir la mayor cantidad posible de dinero, destinada al comité central de la Cruz Roja en España, a fin de que ésta la invirtiera, con su carácter de agrupación enteramente neutral, a la atención de heridos y demás servicios humanitarios, tan indispensables en estos momentos, en que la península se debate en una lucha sangrienta y luctuosa. 16
Para que no quedara duda de las actividades neutrales del comité el 31 agosto se planeó una novillada a beneficio de la Cruz Roja española. El producto de la fiesta sería destinado: para los heridos de ambos bandos en la lucha, naturalmente, pues los españoles de México no pueden hacer distinciones entre unos y otros. Todo hombre, sea del bando que fuere, que cae en el campo de batalla y derrama su
16
J. A. Matesanz, Op cit, p. 96.
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sangre por defender un ideal, es respetable y digno de admiración de sus conciudadanos (Nac 31 agosto 1936).
Como se puede constatar, la antigua colonia española no estaba de acuerdo con Gordón Ordás y con tantos otros en que había que tomar partido, y optaba por una neutralidad que pretendía revestir de imparcialidad pero que a nadie
engañaba porque ultimadamente su
apoyo estaba del lado de los rebeldes. La reacción de la izquierda española Los izquierdistas españoles no permanecieron al margen de los acontecimientos y desde un principio quedó de manifiesto que la guerra civil había dividido a los españoles de México en dos bandos bien definidos: izquierdistas y reaccionarios, según su propia catalogación. En este proceso, como en todo lo que describí anteriormente, tuvo una decidida colaboración la prensa mexicana para crear tensiones y tendencias opuestas definidas entre estos dos bandos con afirmaciones que
probablemente resultan exageradas y no del todo verdaderas.
Excélsior se ocupó de darle una carácter de escándalo a las opiniones de líderes como Vicente Lombardo Toledano que se manifestaba sobre el conservadurismo de la colonia española, y en reiterar las amenazas de aplicar el artículo 33 a los reaccionarios que estuvieran en contra del gobierno republicano español. Estas amenazas no tuvieron otro efecto que endurecer las posturas de esos españoles que acusaban de conservadores para dejar entrever sus simpatías y temores.17
17
Félix Gordón Ordás, Mi política fuera de España, México, 1980, p. 266.
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La afirmación hecha anteriormente por el embajador Gordón Ordás de que prefería ver a España comunista antes que bajo la bota militar, hizo concluir a muchos que su preferencia era justamente esa, vestir de rojo a la República. La Falange Española, se expresó así: Con su actitud el señor embajador y su allegado colateral, han logrado llevar a la colonia española el sentimiento de que no están representados en México, puesto que, lejos de ver por sus intereses y por la armonía de los españoles radicados en el país, sólo conseguirán sembrar odio y divisiones, ya que si bien existen en el país socialistas exaltados de nacionalidad hispana, la inmensa mayoría no simpatizan con el comunismo, ni son partidarios del régimen que priva en España, aunque sí fervientes adictos y amantes de su patria. No quieren, los firmantes de la declaración, que España caiga en la guerra de los moscovitas, cuyo oro ha hecho sus afectos allá y los extiende hasta México, según se ha podido ver (Ex 29 julio de 1936).
El Nacional, por su parte, publicó denunciando y condenando la postura de su colega en un reportaje en el cual se hacía una interpretación de la guerra como el choque fatal y definitivo entre las fuerzas del “izquierdismo manumisor [el que da libertad al esclavo”] y el “fascismo retrógrado”, y se adjudicaba a la prensa mexicana buena parte de la responsabilidad en la división de los españoles de México, quienes, según el reportero, habían sido al principio absolutamente neutrales. Fue, ¡quién lo dijera!, una parte de la prensa mexicana la que empezó a dividirlos iniciando una propaganda insidiosa y condenable en contra del gobierno del señor Azaña, editorializando sobre las informaciones que más favorecen la causa rebelde, comentando cables y apartándose del verdadero papel que debe desempeñar la prensa como órgano nada más informativo.
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La representación social de la Guerra Civil
Los
izquierdistas
españoles
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se
admiraban
de
que
la
desorientación provocada por cierta prensa hubiera llegado: a tal grado de que los verdaderos españoles, explotados por los poderosos, opinan contra el gobierno del señor Azaña y a favor de la casta militar monárquica y desprestigiada que encabeza la rebelión… es triste que españoles humildes, explotados actualmente, que trabajan de sol a sol, se pongan en “marquesitas” derechistas, para secundar la opinión de sus amo, a quienes deberían exigir menos horas de trabajo y un sueldo más decoroso (Nac 2 de agosto 1936).
Alguno de los españoles entrevistados llegó a acusar a la prensa de haber hecho una violenta campaña, aprovechando la huelga de electricistas, para incitar a los militares mexicanos a imitar la rebelión de los españoles. El 14 de agosto, el mismo Nacional informó de gran agitación en la colonia española del puerto de Veracruz, a causa de la división entre los partidarios del gobierno y de los rebeldes, y acusó a los comerciantes adinerados de haber enviado “fuertes cantidades” al líder de los militares rebeldes, mientras los círculos del puerto insistían en que debía ayudarse moral y materialmente a los izquierdistas de España (Nac 14 agosto de 1936). Por fin, el día 22 de agosto, los izquierdistas españoles de México acordaron tomar una medida que podía considerarse como respuesta a la actividad desplegada por la antigua colonia española de tendencia conservadora: acordaron crear el Frente Popular Español de México, con el propósito de difundir entre españoles y mexicanos la verdad sobre lo que sucedía en España, además dio un voto de simpatía
La representación social de la Guerra Civil
a El Nacional, “por la brillante manera de presentar las informaciones relacionadas con el momento español”.18 Además, el recién creado Frente se dirigió al embajador Gordón Ordás a través de su representante: así de esta manera, quedará perfectamente delimitada la actitud de los españoles residentes en México; pues que de ninguna manera los españoles que alientan un verdadero espíritu de confraternidad para el pueblo de México podían permanecer hundidos cobardemente en la sombra mientras los españoles reaccionaros, haciendo de México un país de odiosa explotación, prevalidos de su posición social y fortunas, saltan al campo de la lucha mostrándose francamente enemigos del pueblo mexicano, expoliándolo miserablemente, y de su gobierno revolucionario, atacando por todos los medios que encuentran a su alcance al gobierno revolucionario de España, al que saben inspirado en las mismas normas revolucionarias del de México.
En su contestación, el embajador manifestó su satisfacción por verse rodeado de españoles “que sabían vivir el momento histórico” y que encarnaban el mismo espíritu amante de los ideales democráticos que defendía el pueblo español con las armas en la mano. Conmovido, Gordón Ordás, dijo que quería mucho a México desde que en 1926 lo había visitado al frente de una comisión científica en su carácter de médico veterinario: pero que si antes lo quería, hoy no tenía frase para expresar la intensidad de su afecto, afecto tan hondo y entrañable que podía asegurar sería el mismo que el pueblo todo de España sienta mañana cuando sepa cómo y en qué forma – el gran país revolucionario del mundo- supo responder al trance
18
Ibid, p. 87.
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doloroso del pueblo español sumergido en sangre por los bárbaros reaccionarios.
Por último, el embajador dijo ignorar con qué cara los españoles reaccionarios de México podrían en el futuro pedir la protección del gobierno republicano triunfante, si en la hora de peligro se habían mostrado como sus enemigos abiertos y enconados (Ex y Nac 24 agosto 1936). Podemos concluir, después de lo analizado anteriormente, que se pueden crear dos o más representaciones sociales acerca de un mismo acontecimiento histórico, en este caso la Guerra Civil Española. No hay entonces una historia sino historias de un fenómeno que se construyen socialmente, una interpretación de la realidad. En México, durante los años de la Guerra Civil Española de 1936-1939, los dos periódicos más importantes tenían posiciones opuestas y definidas que crearon dos representaciones sociales en grupos diferentes de la población. Una de las dos posiciones, la que defendía a la República Española, era apoyada por la posición oficial del presidente en turno, representado por el general Lázaro Cárdenas y por su ideología: La República se conmovió con la rebelión organizada por las clases y castas enemigas del progreso y de la libertad. Estalló la revolución cuartelaria y la guerra civil se transformó en agresión internacional. México, ante esa situación, expresó su solidaridad al gobierno republicano constituido por la voluntad de los españoles. Al hacerlo cumplió solo con el compromiso adquirido en la convención de Derechos y Deberes de los Estados para casos de las guerras civiles…por esta agresión internacional cayó el gobierno legítimo de la República Española. Y México, nuestra patria, abrió sus fronteras para recibir a los perseguidos, hombres, mujeres y niños, no sólo
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por sentimiento, sino cumpliendo también con el principio, para nosotros inviolables, del derecho de asilo.19
A partir de la suma de acciones tomadas por el gobierno mexicano a favor de la República española, en última instancia a favor de México, se fueron conformando las grandes mitologías que, unidas a otra que conforman la riqueza y la importancia del régimen de Lázaro Cárdenas, lo convirtieron en una nostalgia permanente de la nación mexicana y en una constante tentación. De ese extraordinario conjunto de mitologías que se fue grabando en la conciencia de los mexicanos a fuerza de insistencia y propaganda de la prensa, de éxitos, y en última instancia de pasión, se derivó una serie de principios que se relaciona íntimamente con el ethos mexicano. El régimen del general Cárdenas se convirtió así en una tradición legitimadora de todos los que siguieron: a partir de 1940 y hasta nuestros días, para legitimarse, todos han tenido que asumir una posición obligada, a favor o en contra, explícita o implícitamente, del cardenismo. El tiempo mismo, la amplitud y la hondura del éxito de la inmigración republicana y de las demás acciones realizadas por Cárdenas en relación con la Guerra Civil Española, han dado la razón, incontestable, a quienes asumieron el riesgo de llevarlas a cabo. Además, por primera vez en la historia de México, los movimientos más legítimos y de avanzada del país propiciaron una reconciliación con las raíces hispánicas de la nación mexicana, las hicieron suyas.
La imagen del “gachupín” pudo ser contrastada y
dominada por la del “refugiado”; la imagen y la realidad acerca de España cambiaron en la conciencia de México. 20
19 20
L. Cárdenas, Op cit, p. 90. Ibid, p.99
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BIBLIOGRAFÍA ARCHIVOS Hemeroteca Nacional de la UNAM. LIBROS Azaña, Manuel, Los españoles en guerra, México, Oasis, 1967. Cárdenas, Lázaro,
Obras: I- Apuntes 1913/1940, México, Nueva
Biblioteca Mexicana, 1972. Días, Luis Miguel comp. , Relaciones diplomáticas México-España, México, Porrúa, 1977. Enríquez Perea Alberto comp. , México y España: solidaridad y asilo político, México, SER, 1990 Gordón Ordás, Félix, Mi política fuera de España, México, 1980. Hugo, Thomas, The Spanish Civil War, Nueva York, Touchstone, 1986. Matesanz, José Antonio, Las raíces del exilio, México, El Colegio de México, 1999. Montero, Maritza coord., Construcción y crítica de la psicología social, Barcelona, Anthropos, 1996. Moral M., Antonio, el asilo diplomático, Madrid, Actas, 1998. Moscovici, Psicología social, Buenos Aires, Paidós, 1993. Powell T.G, Mexico and the Spanish Civil War, New Mexico, University of New Mexico, 1981.
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CINCO MIRADAS AL DESARROLLO*
UNA REVISIÓN del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) nos condujo a pensar que el desarrollo es un neologismo en las ciencias sociales. No fue sino hasta 1989 cuando el diccionario definió desarrollo como “el progreso económico, social, cultural y político de las comunidades humanas”. Cuando la palabra se incluyó por primera vez en el DRAE, en 1817, no contenía elementos normativos; sólo significaba “descoger lo que está arrollado”. Sus definiciones posteriores, sin una explícita referencia a lo social, siempre apuntaron hacia un proceso de mejora constante, en el que algo se hacía más grande, más fuerte o incluso más virtuoso. Varios eran los ámbitos de ese mejoramiento: podía ser el campo agrícola, como en 1843 cuando se definió el desarrollo como
“la adquisición gradual de vigor en los
vegetales”, o un ámbito ético, como demuestra la definición que medio siglo después se refería al desarrollo como el “incremento de una cosa del orden moral”. Esta ampliación de significados oscureció el entendimiento cabal de este proceso. *
Los autores de este artículo son Rosa Velia Suárez, Luis Pablo Muñoz, José
María Valenzuela, Pablo Ramírez y Rodrigo Martínez, todos estudiantes de licenciatura en El Colegio de México. Agradecemos los valiosos comentarios del profesor Gustavo Vega.
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Cinco miradas al desarrollo
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La pregunta que guía las reflexiones de este ensayo es: ¿cómo podemos entender el desarrollo?. Para intentar responderla, no elaboramos una definición exhaustiva del desarrollo, sino intentamos ahondar en su riqueza analítica con base en cinco miradas distintas. Fruto de investigaciones individuales y diálogos colectivos, este ensayo es responsabilidad compartida de cinco estudiantes que analizaron desde diversas perspectivas propuestas teóricas y experiencias institucionales relacionadas con el concepto del desarrollo. Dada la ambición de la pregunta, cada uno de los enfoques presentados aporta un elemento parcial de la respuesta. En la primera parte del ensayo presentamos la mirada etimológica de la palabra y dos interpretaciones sobre el desarrollo: una de Amartya Sen y la otra desde la perspectiva del psicoanálisis. En la segunda parte, basada en experiencias institucionales, incluimos y comparamos las visiones que el Banco Mundial y la empresa Cemex tienen del desarrollo.
RAÍCES TEÓRICAS DEL DESARROLLO
A. LA MIRADA ETIMOLÓGICA La palabra desarrollo no sólo es una palabra con muchos significados, sino que se utiliza en varios contextos, es una palabra que desborda el significado de la vigente edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.2 Desde un enfoque etimológico, la palabra
2
1989 Academia usual: Extender lo que está arrollado, deshacer un rollo. U.
t.c. Prnl. Fig. acrecentar, dar incremento a una cosa del orden físico, intelectual o moral. U.t.c.prnl. Explicar una teoría y llevarla hasta sus últimas consecuencias.
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desarrollo consta de tres partes: del prefijo latino des que da la idea de negación, de la preposición latina ad que indica un punto de llegada (preposición que utilizada con acusativo indicaba dirección) y, finalmente, del sustantivo español rollo, que según dice Nebrija en su Vocabulario español-latino, significa algo que ha sido puesto de manera circular o en torno a algo esférico, o algo que ha sido plegado o reducido a su mínima expresión.3 De tal manera que la palabra desarrollo significa, en conjunto, desplegar lo que ha sido arrollado o plegado, siguiendo una dirección. Podría interpretarse entonces que el desarrollo significa salir de un estado inicial, de un estado de reducción o inestabilidad, para llegar a un estado superior o de madurez. El hecho de que el verbo comúnmente se use de manera reflexiva (desarrollarse) parece indicar que se trata de algo que sucede de manera natural, como si fuese un proceso intrínseco al sujeto. Extender aquello que está reducido y llevarlo a un estado superior no sólo es el significado de la palabra desarrollo en español, sino que casi en todas las lenguas romances se usan como equivalentes de la palabra desarrollo, palabras que sugieren la idea de desdoblar algo que ha sido plegado previamente. La mayoría de estas palabras derivan de los verbos grecolatinos velo y pleco, que significan cubrir, doblar, Exponer una cuestión, tema, lección, con orden y amplitud. Llevar a cabo, realizar una idea, proyecto, etc. Mat. Efectuar necesarias operaciones de cálculo, para cambiar la forma de una expresión analítica. Prnl. Fig. Suceder, ocurrir, acontecer de un modo, en un lugar, etc. Fig. Progresar, crec er econ ómica , social, cult ur al o po líticam ent e la s comunid ad es huma na s. 3
La palabra rollo puede estar también relacionada con la palabra latina rota,
que además de significar rueda, significa inestabilidad, y por lo tanto, si consideramos el significado de las otras dos partes de la palabra tendría que ver con salir de un estado de inestabilidad.
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enroscar, plegar, siempre acompañados de preposiciones que señalan un punto de origen o un punto de llegada, tales como ad, ex y de. Así pues, el desarrollo en un sentido etimológico tiene que ver con la idea de extender algo y llevarlo a su cúlmen siguiendo cierta dirección. Si bien la etimología de la palabra desarrollo nos ayuda a clarificar un poco el significado de esta palabra, a lo largo del tiempo, el término ha sufrido un proceso de ampliación de significados y muchos de éstos se alejan por mucho de lo que muestra la etimología.
B. LA MIRADA DE AMARTYA SEN Otra perspectiva desde la cual se puede responder a la pregunta qué es el desarrollo es la de la filosofía. Aunque la influencia de las ideas en la política siempre ha sido cuestionada, el análisis de las teorías que están detrás de los programas de desarrollo resulta pertinente, sobre todo al estudiar la propuesta de un intelectual como el economista y filósofo indio Amartya Sen, quien, además de su labor como académico, dirigió el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. En la actualidad la palabra “desarrollo” suele asociarse al aumento del ingreso que recibe una persona o país. Sen considera esta concepción limitada, porque ignora que el bienestar no depende únicamente de la cantidad de bienes y servicios de los que se disponen. Tal es el caso de la relación entre esperanza de vida al nacer e ingreso; pues, si es cierto que mayor ingreso corresponde a mayor grado de desarrollo, entonces cómo explicar el hecho de que los ciudadanos de un
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Cinco miradas al desarrollo
país como Sri Lanka –cuyo ingreso per cápita anual4 ($4,300 USD) representa un poco más de la tercera parte de lo que recibe un ciudadano promedio de Sudáfrica ($12,000 USD)– tengan una esperanza de vida al nacer de 73 años mientras que la de los sudafricanos es de apenas 42 años. En su obra Desarrollo y libertad, (Planeta, 2000) Sen presenta un argumento en el que explica por qué un enfoque puramente económico del tema es inapropiado. Para Sen el desarrollo es un proceso mediante el cual las personas aumentan las libertades que gozan. Según este autor, este enfoque es importante porque concentra la atención en los fines y no en los medios del desarrollo. Combatir la pobreza y la desigualdad económica es importante porque estos obstaculizan la libertad de los individuos, pero el proceso de desarrollo no se agota únicamente en la eliminación de las barreras económicas. También es necesario preguntarse si la libertad de las personas está limitada por obstáculos políticos (como gobiernos despóticos) o sociales (como la intolerancia, la discriminación o la ausencia de instituciones de educación y de salud pública). Incluso si las libertades políticas, económicas o sociales no tuvieran ninguna utilidad, para Sen, seguirían teniendo valor intrínseco. Cuando se debate si otorgar libertades políticas a los individuos de una sociedad obstaculiza o estimula el proceso de desarrollo, se está suponiendo que las libertades políticas son algo ajeno al desarrollo. Desde la perspectiva de Sen, un debate planteado en esos términos es estéril, pues
un tipo específico de libertad,
el goce de derechos
políticos, es un elemento constitutivo y no un mero instrumento del 4
Central Intelligence Agency, World Factbook, las cifras de ingreso son de 2006
y están calculadas en poder de paridad de compra. Esto significa que se descontó el efecto que podría tener un distinto nivel de precios de un país a otro.
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desarrollo. Lo mismo puede decirse del gasto social, pues hay quienes afirman que hay que “ajustarse el cinturón” en el gasto de educación y salud pública para acumular los recursos necesarios que permitan detonar el crecimiento económico. En cambio, para Amartya Sen no hay desarrollo en un país cuya economía presenta tasas de crecimiento altas, si la mayoría de sus miembros no se benefician de ellas por estar enfermos o por no tener la capacitación necesaria para solicitar un trabajo que les permita participar de los ingresos generados. Aunque hace mucho énfasis en que el goce de las distintas libertades es valioso en sí, no niega que también es útil como herramienta del proceso de desarrollo; desde su perspectiva, ganar libertad en un ámbito de la vida contribuye a crearla, promoverla o reforzarla en otros. Oportunidades sociales como, por ejemplo, disponer de educación y salud pública facilitan la participación de las personas en la economía al permitirles aspirar a empleos mejor remunerados. Libertades económicas, como la oportunidad de participar sin restricciones en el mercado laboral o en el de bienes y servicios, estimulan el crecimiento de la economía y con ello generan recursos que permiten financiar programas sociales. En cuanto a la vinculación entre libertad política y libertad económica, uno de los ejemplos más polémicos de Sen es la afirmación de que ninguna sociedad democrática, ni siquiera la más pobre, ha padecido hambrunas. Su explicación es que con
un
esfuerzo
gubernamental mínimo las hambrunas son
relativamente fáciles de evitar y que características de un gobierno democrático como la celebración de elecciones competitivas y la libertad de expresión, hacen políticamente más costoso la ocurrencia de una hambruna para sistemas políticos sujetos a estos contrapesos que para regímenes despóticos. Esto ilustra que la ampliación de la libertad
Cinco miradas al desarrollo
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política, materializada en los rasgos esenciales de los sistemas democráticos, aumenta la libertad económica al reducir sustancialmente las probabilidades de padecer hambruna. La consecuencia más importante que se desprende del enfoque del desarrollo como libertad es que concibe a los individuos como agentes y no como meros receptores de beneficios de los programas de “desarrollo” que en lugar de estimular su capacidad de iniciativa acaban cauterizándola. De esa manera el individuo deja de ser objeto de las políticas gubernamentales para convertirse en sujeto de un proceso genuino de desarrollo.
C. LA MIRADA DEL PSICOANÁLISIS Distintas concepciones del hombre, de aquel carácter que naturalmente lo define, conducen a distintas maneras de entender el desarrollo. La lógica es particularmente simple, el desarrollo con nociones de incremento, mejoramiento o transformación debe referirse siempre a aquel elemento más significativo del ser humano. Cuando ese elemento es la capacidad de alcanzar algún estado de divinidad, entonces el desarrollo se entiende en torno a la reconciliación de la persona con sus deidades. Cuando es su aptitud para vivir en sociedad y para la sociedad, es decir, cuando estamos frente al hombre de la polis, entonces el desarrollo se encuentra en cultivar aquellas aptitudes físicas e intelectuales que más sirven a la grandeza de su sociedad. Y algo similar sucede con las ideas de la psicoterapia. Aunque se trata de una práctica clínica, no es difícil arriesgarse para igualar el padecimiento con el subdesarrollo y su curación con el desarrollo. A modo de ejemplo sobre
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la variedad de la formas de entender y experimentar el desarrollo intentaremos encontrar la identidad en la psicoterapia del desarrollo. Bien dice Henry Miller “[e]n sí, la vida no tiene nada malo: es el océano en el que nadamos y se trata de adaptarse o hundirse, pero nuestra capacidad como seres humanos radica en no contaminar las aguas de la vida, no destruir el espíritu que nos infunde aliento.” No se trata, por tanto, de las externalidades físicas, intelectuales o afectivas sino, en esencia, de una actitud hacia la vida. Miller, tanto como Freud, nos lleva al mundo de lo interno. Freud estudió de una forma particularmente original el problema de la “destrucción del espíritu”, no el de Miller que nos alienta, sino aquel sustrato no biológico del hombre que se enfrenta a un conjunto de patologías descritas con rigurosidad clínica (e imaginación poética dirían algunos). Es poco probable que Miller estuviese pensando en el diagnóstico clínico de Freud al escribir, pero están de acuerdo en que el problema para el bienestar y, por tanto, para el desarrollo, se encuentra en el alma o, su versión psicoanalítica, en la psique. Para Freud el bienestar del individuo (porque eso sí, está tan preocupado por el individuo como los que más lo han estado en la historia) radica en la reconciliación con su pasado, su biografía y su historia, a la vez que enfrenta aquellos instintos y deseos que están tan arraigados que simplemente no pueden desaparecer. Por un lado, la reconciliación con los recuerdos y, por el otro, la convivencia con los instintos. Uno de los elementos más importantes radica en que la involución en el ámbito del bienestar puede surgir de la mente, del mismo modo que surge su solución. Ciertamente es imposible hacer un catálogo de bienes materiales, intelectuales y emocionales universales que combatan este tipo de subdesarrollo, más bien, y esa es la propuesta
Cinco miradas al desarrollo
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de Freud, lo que podemos hacer es conducir tratamientos clínicos que ayuden al paciente a enfrentar su pasado y sus instintos. Para muchos lectores esto puede parecer mucho más lejano de lo que en realidad está, pero la protección de los niños contra cualquier abuso físico u emocional, y el respectivo tratamiento sobre el daño emocional son ejemplos perfectos para el caso. Los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial provocaron el desarrollo de variantes de la psicoterapia, algunos dirían que muchísimo más prácticas como la de Viktor Frankl o la visión desarticulada pero no por eso menos interesante de Primo Levi (quien ni siquiera se propuso crear una terapia como tal) que mostraron la radicalidad del argumento: es posible el desarrollo incluso en Auschwitz. Entonces, parece posible el desarrollo sin importar la miseria material y afectiva. Se necesita, de cualquier modo un conjunto mínimo de bienes y disposiciones adquiridas que no son menores: la oportunidad de recibir terapia, leer y entender los lineamientos de la psicoterapia que ayuden al paciente o, por lo menos, tener el consejo del sabio del pueblo que sin haber leido a Freud o Frankl, haya entendido la importancia del alma en el desarrollo del hombre. La psicoterapia en el sentido más formal, ya sea el psicoanálisis o cualquier otra, no es sino un tratamiento clínico que trata de solucionar un problema y nada más, sin que ello signifique que no haya otros problemas también importantes respecto a los cuales el individuo pueda entrar en un proceso de desarrollo.
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II.
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EXPERIENCIAS INSTITUCIONALES A. LA MIRADA DEL BANCO MUNDIAL
El Banco Mundial (BM) es una de las fuentes principales de financiamiento gubernamental en el mundo. Sin embargo, en el sentido convencional del término, es mucho más que un banco. Su primer objetivo fue reconstruir la infraestructura del continente europeo después de la Segunda Guerra Mundial. En 1960, el BM añadió a sus objetivos el de contribuir al desarrollo definiéndolo como el estudio y la reducción de la pobreza en el mundo. Los conceptos de pobreza y desarrollo han estado en el centro de la formulación de políticas y las estrategias de préstamos del BM y, durante los últimos 45 años, han experimentado profundos cambios. De ahí la importancia de describirlos y evaluar sus consecuencias en el diseño de sus políticas. Durante las primeras dos décadas de existencia del banco, las tareas de reconstrucción y fomento consistía en transferir recursos de un sector tradicional, encarnado en la base agrícola, a uno avanzado, generalmente industrial. El crecimiento de este último era impulsado por la inversión de utilidades generadas en el primero. En los años sesenta, los proyectos de desarrollo consistieron en aumentar los ingresos de los países (PIB/per cápita) para reducir la pobreza, que estaba definida en esos mismos términos. En los años ochenta, debido a la crisis económica mundial de la década anterior, la nueva dirección del BM reformuló el concepto. Gran parte de las recomendaciones y los estudios se hicieron sobre problemas de ajuste estructural y deuda. El desarrollo no podía ser promovido en un entorno que no ofreciera las condiciones adecuadas. El ajuste estructural con políticas condicionadas se convirtió en el nuevo
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cimiento de la política de desarrollo. En la década de los noventa el trabajo del BM se dirigió al papel de las instituciones gubernamentales recalcando la importancia de la regulación financiera y de los sistemas legales como condiciones básicas para el desarrollo. Con la llegada del nuevo milenio, el concepto de desarrollo, entendido como la ampliación de la libertad humana, vincula el éxito de una economía y de una sociedad con las condiciones de vida de sus miembros y enfatiza la importancia de las habilidades del individuo para moldear su propia vida.5 Las políticas de desarrollo de hoy están encaminadas a mejorar el clima de inversión y asegurar la participación de los pobres -que siguen estando definidos en función del ingreso- dentro de la sociedad, misma que puede ser un instrumento para aumentar sus ingresos y recursos productivos. En realidad el desarrollo es un concepto más amplio. Se enfoca principalmente a las formas en que los servicios de educación, salud e inclusión social pueden permitir que la gente forme parte del proceso del desarrollo. Así pues, este cambio conceptual implica el combate de la pobreza mediante la inversión en proyectos que está condicionada a la eliminación de los aspectos que puedan entorpecer la asistencia, como un marco regulatorio poco transparente. 5
El crecimiento del PIB, de las industrias, o de la tecnología pueden ser muy
importantes como medio para ampliar las libertades de los miembros de la sociedad, pero las libertades que la gente disfruta dependen también de otros factores determinantes como la instituciones sociales y económicas (por ejemplo las instalaciones para la educación, y el cuidado de la salud), y los derechos políticos y civiles (la libertad de participación en la discusión y el escrutinio públicos). Ver el desarrollo en términos de la ampliación de las libertades sustanciales dirige la atención hacia los fines que hacen al desarrollo importante (Amartya Sen, Development as freedom, New York, Oxford University, 1999).
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La principal política del BM es el préstamo de recursos para la creación de proyectos que son estrictamente supervisados por él mismo. La ayuda para el desarrollo, según el economista en jefe del BM Nicholas Stern, tiene que ser planeada por los gobiernos de tal manera que eleve la productividad de los recursos públicos en lugar de invertirlos en otras cosas. Los proyectos son diseñados por dependencias estatales que invitan al BM a participar en su financiamiento y puesta en práctica. No obstante, cuando los gobiernos carecen de recursos para preparar proyectos atractivos, el BM se los brinda. Cuatro mecanismos aseguran que los proyectos sean de alta prioridad y que sean viables en su entorno: diseño gubernamental; beneficio garantizado –la tasa de beneficio estándar es del 10%-; tasas de interés competitivas (es decir cercanas a las comerciales) y préstamos parciales (el BM sólo presta entre el 30% y 60 % del costo del proyecto). Los gobiernos pagan el resto. La asistencia es eficaz y eficiente cuando se pueden medir sus resultados. En este sentido, la transparencia y la colaboración entre actores sociales son fundamentales para conseguir los objetivos. Sin embargo, al tiempo que la medición propicia transparencia y eficacia de los proyectos, también los condiciona a que sean rentables. Está sin duda probado que los inversionistas son favorecidos por préstamos que son fundamentalmente poco riesgosos y condicionados a las políticas de los mercados en los cuales se obtienen los créditos. Hay además una clara propensión a otorgar créditos a las democracias plurales y
representativas con gobiernos orientados a políticas de
apertura de mercado. En otras palabras, la ayuda económica está condicionada a cuestiones políticas.6 6
Uno de los más importantes ejemplos de esto tuvo lugar al inicio de la gestión del
Banco; éste se negó a prestar a Francia tras la Liberación mientras los comunistas
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B. LA MIRADA DE CEMEX. Cemex es una empresa mexicana con más de 100 años de existencia. Con ventas anuales de $ 15, 000 millones de dólares (en 2005), operaciones en más de 50 países y una fuerza de trabajo de más de 50, 000 empleados, la empresa es indiscutiblemente un líder mundial en el sector de la construcción. Esta poderosa multinacional ha recibido múltiples reconocimientos por su responsabilidad social que se centra en el desarrollo de la infraestructura comunitaria, el cuidado del medio ambiente y el mejoramiento de la educación.7 Pero, ¿Cuál es la visión de desarrollo que guía los programas de Cemex? Además de identificar la concepción del desarrollo de esta empresa mexicana, señalaremos los límites de su visión. Con base en sus informes anuales sobre responsabilidad social de 2005 y de 2006, su estrategia ambiental y su programa Patrimonio Hoy que consiste en reducir la falta de vivienda económica (de 9 m2), construimos la concepción de desarrollo de Cemex. estuvieran en el gobierno, al día siguiente de su salida del gobierno en mayo de 1947, el préstamo pedido y bloqueado hasta entonces, le fue concedido (Eric Toussaint, El apoyo del Banco Mundial y el FMI a las dictaduras, Liége, Bélgica, Centro para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, [2005], p. 3). 7
En el 2005, por ejemplo, recibió cinco reconocimientos: el de “Empresa
Socialmente Responsable” otorgado por el Centro Mexicano para la Filantropía, el de “Empresa Incluyente” concedido por la Secretaria de Trabajo y Previsión Social, el “Premio Ética y Valores” entregado por la Confederación de Cámaras de la Industria, el “Reconocimiento al reporte de gases de efectos invernadero” por parte de la SEMARNAT y el “World Business Award in support of the Millennium Development Goals” otorgado por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos.
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Su visión consta de cuatro ejes. El primero es la eficiencia económica como medio para generar valor. Los programas sociales de la empresa buscan ser eficientes para aportar ganancias. Ecoeficiencia, por ejemplo, es un programa que consiste en reutilizar recursos como el agua y usar combustibles y materias primas alternas. La forma principal en que Cemex aumenta la eficiencia de sus programas es la inversión en tecnologías de punta. Pero los beneficios no sólo son pecuniarios –en el 2005, Ecoeficiencia generó 75 millones de dólares-, pues con sus programas Cemex también busca “crear lealtad a la marca”. Su empeño en la eficiencia económica de los programas lleva a Cemex a buscar la colaboración con otros actores sociales, como organizaciones no gubernamentales, agencias gubernamentales y comunidades donde están asentadas sus plantas. Pero su énfasis en la colaboración no sólo es como practica social, - Patrimonio Hoy funciona con base en la “alianza tripartita” empresa /comunidad /ONG- sino como valor educativo. La educación como medio para crear conciencia es así un segundo pilar de la visión de desarrollo de Cemex. Sus proyectos como la publicación anual de un libro de conservación editado por la Agrupación Sierra Madre, el financiamiento de conferencias sobre biodiversidad y sus programas de “voluntarios ambientales” reflejan su intención de inculcar una cultura ambiental y una ética de trabajo dentro de la empresa. Otro de los valores de esa ética empresarial que conforma otro pilar en su concepción del desarrollo es la innovación como medio para hallar soluciones nuevas a problemas viejos. El ingenio de ciertos programas (como aprovechar jardines de la empresa para cultivar vegetales o criar animales en extinción) es fruto de la combinación de elementos anteriormente mencionados: la conciencia del problema social, el imperativo del lucro económico y la posesión de tecnologías de punta. Y
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el cuarto eje de la visión de Cemex sobre el desarrollo es el fomento del espíritu emprendedor como medio para realizar al individuo. Los programas de Cemex buscan darle confianza al individuo para emprender negocios de forma independiente. Cada quien es responsable de su situación y no espera que otros resuelvan sus problemas. En Patrimonio Hoy la empresa aporta los materiales y la asesoría con los cuales el emprendedor construye su casa. Esta visión del desarrollo, si bien funciona porque pone el afán de lucro al servicio de una causa social y premia la innovación en un espíritu de colaboración, no está exenta de críticas. La primera de ellas es que la idealización de un individuo autosuficiente con espíritu emprendedor encubre condiciones de origen sin las cuales este tipo de programas no prosperarían. La relativa novedad de proyectos como Patrimonio hoy que se creó en 1998 demuestra lo decisivo que resulta la regulación económica del Estado mediante un marco jurídico que premie las contribuciones de las empresas al desarrollo humano y castigue sus irresponsabilidades sociales. Por eso es también necesaria el rigor en las mediciones de desempeño de la empresa. De lo contrario, las pretensiones de desarrollo social pueden fácilmente convertirse en cínicas estrategias de mercadotecnia empresarial. Otro límite de la visión de desarrollo de Cemex surge de la tensión entre el preservación del medio ambiente y la actividad industrial que busca por naturaleza el aumento de las utilidades. Sin menospreciar los valiosos esfuerzos de Cemex por cuidar el medio ambiente, cabe preguntarse si son realmente suficientes para revertir en profundidad el daño ambiental causado por ésta y otras empresas similares.
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Cinco miradas al desarrollo
C. SIMILITUDES
Y DIFERENCIAS ENTRE LAS MIRADAS DEL
BANCO MUNDIAL Y DE CEMEX De las dos visiones de desarrollo que anteriormente se presentaron se identificaron cinco similitudes. La primera se refiere al uso de fuentes de información oficiales como medio para identificar las concepciones de desarrollo. Los documentos consultados carecían de una visión crítica que matizara la supuesta excelsitud de los programas de desarrollo. Nuestra labor revisionista se enraizó por ello en interpretaciones personales y reflexiones colectivas de lo que se plasmaba ante nuestros ojos. Y, en relación a las dos concepciones de desarrollo que se presentaron, se advierte que ambas dan prioridad a la viabilidad financiera. Todos los programas de desarrollo del Banco Mundial y de Cemex buscan ser económicamente rentables y por ello productivamente eficientes. La colaboración entre actores sociales que tanto promueven es, entre otras cosas, una forma de repartirse los costos de sus proyectos. Ambas organizaciones son, en ese sentido, agentes complementarios de las políticas de desarrollo de los Estados. Otra similitud en sus programas de desarrollo es su pretensión de tener una visión de largo plazo. Su preocupación compartida por la preservación del medio ambiente y la “sustentabilidad” de sus políticas demuestra que el alcance de su visión rebasa las miopes exigencias del presente. Una quinta similitud entre ambas visiones de desarrollo es que la unidad básica de sus proyectos es el individuo. Son visiones basadas en premisas individualistas con orientaciones semejantes a los planteamientos de Amartya Sen, pues, en el último de los casos, lo que más importa es la ampliación de las libertades del individuo. A pesar de las grandes similitudes entre las estrategias de desarrollo que llevan a cabo ambos
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actores, existen también desavenencias importantes respecto a los métodos, objetivos y prácticas que los proyectos de cada uno llevan a cabo. Así, mientras el Banco Mundial busca influir en políticas públicas de los gobiernos, mediante su participación en los proyectos y los diferentes programas de ajuste, el objetivo de Cemex es tener impacto sobre la comunidad y crear así lealtad hacia la marca. Además, existen diferencias con respecto a la participación de los actores sociales dentro de los programas. A pesar de que en ambas instituciones la participación de los distintos actores sociales es fundamental para la elaboración y evaluación de los proyectos, existen grandes contrastes con respecto a la participación del Estado dentro de éstos. La escasa colaboración de los gobiernos con la empresa mexicana difiere del papel que le otorga el banco a los mismos como garantes de cualquier préstamo que se lleve a cabo. Esto posiblemente se explica por la distinta naturaleza de ambas instituciones. Más aún, debido a su estructura, el impacto de las decisiones políticas sobre las acciones que realizan
es totalmente
distinto. Mientras la institución internacional es de carácter público, extremadamente sensible a los acontecimientos políticos y con una clara influencia de los principales accionistas (fundamentalmente el gobierno y los mercados estadounidenses), los factores políticos que Cemex toma en cuenta se encuentran mucho más relacionados con el proceso de instalación de las plantas y no con los proyectos que lleva a cabo para mejorar el entorno donde las fábricas se encuentran instaladas. Finalmente, debido a estas diferencias los programas de ambos actores deben ser evaluados en base al papel que desempeñan dentro de ambas instituciones. Una de las partes fundamentales de la estructura del Banco Mundial es la realización de programas que tengan impacto sobre
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los indicadores de desarrollo de sus países miembros, en contraste con los proyectos que lleva a cabo Cemex en el que éstos son una parte secundaria en las funciones que la empresa lleva a cabo.
CERRAR ABRIENDO Aún si en este ensayo hubiésemos intentado dar una respuesta única a la pregunta qué es el desarrollo, habría sido una tarea infructuosa, porque habría implicado el enfrascamiento de la complejidad social en una definición o muy vaga o muy reduccionista. Nuestra conclusión, por lo tanto, es una síntesis de las tensiones generadas al pensar el desarrollo; es un resumen de los debates que surgieron al comparar nuestros trabajos y una exhortación a seguir profundizando en cada uno de las problemáticas presentadas. Una de los primeros debates identificados es el desacuerdo en el significado de los objetivos planteados. Si bien las instituciones y los intelectuales estudiados concuerdan en las metas del desarrollo -como reducir la pobreza, cuidar el medio ambiente, fomentar el crecimiento económico y ampliar la libertad y el bienestar del hombre- difieren en los significados que atribuyen a cada uno de esos objetivos. El problema, en este caso, es de entendimiento: hablamos de lo mismo, pero nos referimos a cosas distintas o viceversa. Cuando Amartya Sen habla de libertad no se refiere a algo muy distinto del bienestar en términos freudianos, porque son individualistas metodológicamente hablando. Incluso en una misma institución, como ilustra el caso del Banco Mundial, puede cambiar el significado de un concepto con el paso del tiempo y las consecuencias de ello no son menores. Desde su creación,
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el objetivo central del BM ha sido erradicar la pobreza, pero sus políticas para lograrlo han cambiado, pues su entendimiento de la pobreza también lo ha hecho. Si la pobreza, en un inicio, aludía a la insuficiencia de ingresos, ahora se refiere a la falta de condiciones sociales para que el individuo los genere autónomamente. Un segundo debate que nos ocupó fue el relacionado con la finalidad del desarrollo: su meta y el camino que nos conduciría a él. La etimología de la palabra condensa la interrogación sobre la finalidad, pues las preposiciones des y ad sugieren un rumbo definido con un punto de origen y otro de destino siguiendo la flecha del tiempo. ¿Son, como sostiene Sen, las economías de mercado regidas por gobiernos democráticas el punto de destino del desarrollo humano?, ¿O acaso, como sugiere el psicoanálisis freudiano, es un estado interno cuya logro se adquiere en una incesante reevaluación clínica del paciente? ¿La meta del desarrollo está en la construcción de un mejor futuro o, como señal Freud, en la reconciliación con nuestro propio pasado? No hay una respuesta definitiva sobre el sentido teleológico del desarrollo, pero al menos los autores estamos de acuerdo en las siguientes ideas. Pensamos el desarrollo, porque creemos en la perfectibilidad del estado actual de las cosas. Una perfectibilidad que sólo puede empezar aquí y ahora. Para pensar el desarrollo no sólo tomamos en cuenta las dimensiones temporales, sobre el futuro y el pasado del hombre, sino también espaciales, es decir entre su dimensión interna y externa. El tercer debate se centró en esa dualidad del desarrollo. Si bien hay consenso en que el aumento de los ingresos (del crecimiento económico medido con el PIB) es necesario para detonar un proceso de desarrollo, pocos autores sostienen que es suficiente. Sin embargo todavía no hay consenso en abarcar la dimensión interna del hombre como lo hace el
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análisis de Freud. Y eso nos parece muy importante pues aclararía por qué
un
hombre
materialmente
rico
puede
ser
internamente
subdesarrollado. Las patologías mentales o los traumas emocionales son también obstáculos del desarrollo, no sólo la escasez de bienes materiales. La etimología también nos condujo a un cuarto debate relacionado con la naturaleza y los agentes del proceso de desarrollo. A partir de 1832 el Diccionario de la Real Academia de la Lengua incluyó el uso reflexivo (desarrollarse) y transitivo (desarrolla) de la palabra. Estas definiciones dieron lugar al debate sobre si el desarrollo es algo inherente a la historia o algo dependiente de la intervención humana. La diferencia no es menor pues ofrece respuestas contrarias a una pregunta central: ¿Cómo y quién deshace “el rollo del desarrollo”? Si cada comunidad humana encuentra su propia forma de desarrollo, pues éste es un proceso inherente a la historia, quedarían injustificados los programas de responsabilidad social impulsados por empresas transnacionales como Cemex o de asistencia internacional canalizados por el BM. Por más capacitados que sean sus burócratas, ¿Quién puede decir lo que realmente necesitan las comunidades donde están asentadas cada una de sus plantas u oficinas? Estas discusiones no sólo revelaron debates, sino también obstáculos al desarrollo que están entramados en círculos viciosos preocupantes. Dentro de estos obstáculos se encuentran los criterios usados por las instituciones para brindar su ayuda al desarrollo. Tanto el BM como Cemex sólo invierten en proyectos que garantizan un mínimo de seguridad y por ello que cuentan con un mínimo de infraestructura. En consecuencia, sus inversiones no benefician a las comunidades más pobres y, en ese sentido, los imperativos de rentabilidad excluyen a
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quienes necesitan la ayuda. La solución del problema no es simple pero sin duda requiere la intervención de un Estado que se debilita cada vez más. Pensar el desarrollo, en definitiva, no es algo sencillo. Cada actor estudiado tiene percepciones distintas sobre el tema y la amplitud de los campos sociales abracados aumenta la complejidad de su estudio. Las arenas del estudio del desarrollo son difíciles de explorar, a veces da la impresión de que entre más se escarba en este terreno menos se comprende. Sin embargo, esto no debe ser un motivo de desánimo; lo importante es que lo abigarrado de este tema sirva para desafiar a todo aquél que tenga algún interés en el tema, a participar en el debate con argumentos sólidos que permitan lograr una mejor comprensión del desarrollo.