Ágora Virtual Entre el amor y el desamor.
Revi sta vi rtual Número 1 Año 0 Agosto-Di ci embre 2011
Di rectori o Revi sta Ágora Vi rtual Emma Veróni ca Moral es Torres J efa de Redacci ón y Di seño Ranmses Oj eda y Emma Moral es Correcci ón de Esti l o Ranmses Oj eda, Emma Moral es y Eduardo Soto-Borj a Comi té Edi tori al Emma Veróni ca Moral es Torres Di seño Gráfi co y Fotografí a
Col aboradores: Emma Torres Marco Vi ni ci o Crí sterna Fernando Chávez Al ej andro Landoní J osé Franci sco Ochoa Di ego Pérez Val eri a Sáenz Fl ores Eduardo Soto-Borj a Mtro. Ranmses Oj eda Barreto Di rector de l a Revi sta Li c. Dora Gómez Al onso J efa del Departamento de Di fusi ón Cul tural
Grupo de Escri tura Creati va Uni versi dad Interconti nental Insurgentes Sur 4303 Col oni a Santa Úrsul a Xi tl a, Tl al pan, Méxi co D. F.
Índice Directorio
……………………1
Índice
……………………2
Presentación
Ranmses Ojeda
Historia trágica de la literatura
……………………3
Walter Muschg……………………4
Estoy loco
Roland Barthes
……………………5
Límbos
Emma Torres
……………………6
Soneto/ Romeo y Julieta Bárbara
Marco Vinicio Crísterna
……………………8
Jaíme Sabínes
……………………9
Espero curarme de ti Nuestra boda
Fernando Chávez
¿Para qué enamorarse? Enamoramiento
William Shakespeare……………………7
…………………..10
Alejandro Landoni …………………..12 Anónimo
El violinista del semblante triste
…………………..14 J. Francisco Ochoa…………………..15
Un sólo minuto
Diego Pérez
…………………..17
Afrodisiaca mujer
Valeria Sáenz
…………………..19
Un segundo más
Eduardo Soto‐Borja
…………………..20
Presentación Entre el amor y el desamor es una compilación de textos, literarios y no literarios, resultado del trabajo exhaustivo de los universitarios que conforman el Grupo de Escritura Creativa en la Universidad Intercontinental, que, en busca de espacios para la creación y difusión de la expresión escrita, se reúnen en el proyecto Ágora Virtual. Lo que se presenta en esta publicación son textos que tienen cómo punto de encuentro lo que existe entre el amor y el odio.
Ranmses Ojeda Director de la revista
Cuando amo, amo como quizá nadie o muy pocos han amado; mi sentimiento no puede describirse, no puede compararse con nada. Me produce verdaderos dolores físicos, mi corazón me duele como si fuera a estallar y, lo que es extraño, mi pasión sólo se mantiene en esta intensidad mientras mi amor sea infeliz. Una vez correspondido (y bajo esto no entiendo haberlo disfrutado, sino únicamente ser amado), disminuyendo mi amor en la medida que aumente el amor por mí, y paulatinamente se enfría por completo. Igual que en el amor me sucede con mi tendencia a la voluptuosidad; sólo me quema mientras encuentre resistencia, cuando soy correspondido queda aniquilada.Cuando amo, amo como quizá nadie o muy pocos han amado; mi sentimientonono puede describirse, puede compararse con nada. Me produce verdaderos dolores físicos, mi corazón me duele como si fuera a estallar y, lo que es extraño, mi pasión sólo se intensidad mantiene en esta mientras mi amor sea infeliz. Una vez corre Cuando amo, amo como quizá nadie o muy pocos han amado; mi sentimiento no puede describirse, no puede compararse con nada. Me produce verdaderos dolores físicos, mi corazón me duele como si fuera a estallar y, lo que es extraño, mi pasión sólo se mantiene en esta intensidad mientras mi amor sea infeliz. Una vez correspondido (y bajo esto no entiendo haberlo disfrutado, sino únicamente ser amado), disminuyendo mi amor en la medida que aumente el amor por mí, y paulatinamente se enfría por completo. Igual que en el amor me sucede con mi tendencia a la voluptuosidad; sólo me quema mientras encuentre resistencia, cuando soy correspondido queda aniquilada. Grillparzer
Muschg, Walter (1 997). Historia trágica de la literatura, F.C.E., México.
Estoy Roland loco. Barthes. Loco. El sujeto amoroso es atravesado por la idea de que está o se vuelve loco. 1 . Estoy loco de estar enamorado, no lo estoy de poder decirlo. Desdoblo mi imagen: insensato ante mis propios ojos (conozco mi delirio), simplemente irrazonable a los ojos de los demás, a quienes relato muy juiciosamente mi locura: consciente de esa locura, dando explicaciones acerca de ella.
Werther encuentra un loco en la montaña: en pleno invierno quiere recoger flores para Carlota, a quien ha amado. Este hombre, en los tiempos en que estaba en el manicomio, era feliz: no sabía nada de sí mismo. Werther se reconoce a medias en el loco de las flores: loco de pasión, como él, pero privado de todo acceso a la felicidad (supuesta) de la inconsciencia: sufriente por haber malogrado incluso su locura.
2. se cree que todo enamorado está loco. Pero,
¿se imaginan un loco enamorado?
De ningún modo. No tengo derecho más que a una locura pobre, incompleta, metafórica: el amor me vuelve como loco, pero no me pongo en relación con lo sobrenatural, no hay en mí nada sagrado; mi locura, simple sinrazón, es plana, hasta invisible; por lo demás, totalmente recuperada por la cultura: no da miedo . (No obstante, es en el estado amoroso donde algunos sujetos razonables adivinan de pronto que la locura está ahí, posible, muy cercana: una locura en la que el propio amor zozobraría)
Limbos. Emma Torres Mientras en tus labios me hundo, y más me encantas; más me desenamoro de otro tanto.
Dejo vaciarme para que me llenes de nuevo. He perdido el amor a tanto material, a tanto otro que deja vacios llenos de necesidad, para que me respires y después me deseches. Entre todos mis pensamientos estás tu, y es imposible perderte en mis tiempos de soledad... en todos los días. Pero a quién escribo, al hombre que me escribe todos los días, al novio que me habla de los días o al macho que lleva tu intimidad. Creo que entre todos, el tercero es el menos... porque es cuando deseo no amarte tanto, pero también que me consumas cada vez
un poco más.
Tal vez... he de dejar de pensarte... Una noche sería perfecto. Que te aventara por la borda de mi locura a la que tantas veces hayas excitado. El mismo tiempo que tardaste en romper el cielo que nos cubría. Y es que en las noches olvido hasta quién soy, pero nunca de quién soy. Aunque me llenes con esta enfermedad de nostalgia, mis caricias a ciegas persisten en encontrar...te, mi amor. Mis sueños bebiendo sin control, desgarrados por el desamor de tu amor.Porque yo no dejo necesitarte aunque a veces dejes en limbos a este sentimiento que ni entre los dos podemos controlar cuando nos encontramos a solas.
Soneto William Shakespeare Unos loan su cuna, algunos su destreza, otros su gran tesoro, otros su fortaleza, en la moda ridícula, algunos sus atuendos, sus halcones, lebreles y otros sus caballos. Y cada ser mantiene su adecuado deleite, donde encuentran un gozo, superior a los otros; mas ningún caso de estos encuentra mi medida, pues a todos supero con este bien mayor. Tu amor es para mí, más que una regia cuna, el mejor patrimonio, con las galas más caras, más dulce que el halcón, el lebrel o el caballo. Tenerte me envanece del orgullo del hombre. Soy desdichado en esto: Que tú puedes llevarte, mi dicha y convertirme, en un ser miserable.
Acto segundo, escena II (Fragmento) JULIETA:
Romeo y Julieta
¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pié, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro tu nombre! ¿Qué hay en tu nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que forma parte de ti, tómame a mi toda entera!
Bárbara. Marco Vinicio Cristerna. Yo dormía, pero mi corazón velaba Cantar de los Cantares 5, 2 A Bárbara le parecía que se le iba el aire. La cruz que colgaba del cuello subía y bajaba a ritmo brusco y acelerado. Continuó su camino de frente, vagando la vista por entre los encabezados. La multitud pausó frente al rojo. Bárbara exhausta. Ahí estaba la misma gota que escurría cada mañana por los trazos firmes. Conmoción. No había más duda. Le reconoció. El mismo trazo en músculos, el filo que salía de entre los ojos definido y determinante. Los negros bultos que corrían sobre los portales transportaban al misterio que acontecía: él estaba presente. Los encabezados fit, six pack, healthy, light su espejo. Bárbara luchaba por quedarse, luchaba por irse. A palpitaciones forcejeaba con aquello que la traspasaba desde el interior. Verde y camina. Todavía se pregunta por la otra posibilidad. Avanza de prisa abriéndose paso a cada momento. Bruno se mece a libertad en viento. Mil miradas. El rojo la denuncia. Bárbara supo que el colapso estaba próximo. La ansiedad aumentaba. El calor, los latidos, la cruz. El aliento se le escapó desde adentro y se abandonó al suelo…
¡No!
Ahí otra vez, el viento fresco y una lágrima hasta el labio. La cruz de arriba a bajo. Impotencia. Las ondulaciones negras giraron a una y mientras el “¿por qué?” se le escapó de los ojos, del cuerpo; se posaron sobre los hombros. Pedía tregua pero no se le concedió. Verde y camina a caricias de Hímero. La calle se llenaba de muchedumbre. A cada paso uno más. Había sólo silencio. El sol despuntaba y todos querían algo. ¡Buen día, Hímero!
Espero curarme de ti. Jaime Sabines. Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad. ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada. Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero» ).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Nuestra boda. Fernándo Chávez. Es increíble todo lo que se puede hacer con unos gramos de plomo. Cuando la conocí nunca creí que me enamoraría de esa forma. La conocí por accidente, porque eso de que el destino tuvo algo que ver son chingaderas. Salimos dos meses juntos, después de eso todo pasó tan rápido, nos hicimos novios, cogimos por primera vez, (debo aceptarlo, esa noche hubiera sido estupenda si no nos hubieran descubierto sus padres, que por cierto era la primera vez que los conocía) En fin, pasaron dos años y en una cena romántica le propuse matrimonio, dijo que sí. Fui el hombre más feliz del mundo, pobre pendejo, si tan sólo me hubiera dado cuenta. Decidimos mudarnos a nuestro departamento un mes antes de la boda. Cuando supimos que tendríamos a nuestro primer hijo estábamos tan felices que hasta decidimos el nombre del bebe, Julio. Desgraciadamente para mí, o tal vez para ellos, una tarde regresé al departamento pues había olvidado una presentación para una junta muy importante. En ese instante, al verlos cogiendo en el sillón de mí sala, en mi departamento; descubrí lo que es el verdadero dolor, la sensación de que todo lo bueno de tu vida se lo está llevando la chingada. Estoy seguro que no me vieron, ella no es tan buena actriz. Hoy, por fin es el día de nuestra boda, oigo las campanas sonar entre el grito de placer de mi futura esposa con ese cabrón. Dicen que es de mala suerte ver a la novia antes de la boda, pero como ya te dije, eso son chingaderas. Lentamente camino hacia el cuarto donde se encuentra, pensando en tantas cosas, tantos invitados que se quedarán sin cenar, los músicos que no tendrán para quien interpretar sus melancólicas canciones de amor. Los casi tres años que viví con ella los veo lentamente pasar. Cierro los ojos pensando, imaginándome la vida a su lado y cada segundo más decidido, abro la puerta. ¡Otra vez! ¡Y con el mismo cabrón! Sin pensarlo le suelto un plomazo en la pierna y otro en el estómago. Rápidamente se tira a su lado para intentar ayudarlo, mientras me grita. La verdad, no puedo oír lo que esta gritando, mis sentidos se apagan lentamente, dando paso a mi cordura.
¿Qué demonios había hecho?
¿Maté a un cabrón porque se estaba tirando a la que en unas horas sería mi esposa? Mis valores me están comiendo, la culpa poco a poco se apodera de mi cuerpo. ¿Qué iba a pasar con mi hijo? ¿Iría a visitarme a la cárcel?
La boda entera se siente a miles de kilómetros de distancia, cuando comienzo a recuperar la noción, lo único que puedo oír es a ella pidiéndole a Julio que no se muera. -¡Julio! ¡No me chingez!- No sé ni cómo pero le acabo de meter seis plomazos a mi futura esposa en todo el cuerpo, hubieran sido más, pero se acabó el cartucho… Creo que eso me pasa por no ser precavido. Aunque supongo que al final todo salió bien, como en todo, triunfó el amor.
¿Para qué enamorarse? Alejandro G. F. Landoni Esta pregunta habitó mi mente por un largo tiempo. La presión social aumentaba con el tiempo junto con el escepticismo de mis padres y mis amigos. De un momento a otro todos mis amigos ya tenían novia y no faltaba la pregunta -¿Y tú por qué no tienes novia?-. No sé en verdad, me daba igual en ese momento tener novia o no. Pero ya cuando la insistencia creció. Me di tiempo en pensar aquella pregunta a la que no encontraba respuesta. ¿Enamorarse? ¿Por qué habría de hacerlo? No dicen que el mejor amor, es el no correspondido. Claro, uno ama con plena libertad a esa persona y aunque sean amigos, siente algo fuerte por ella. Hay distancia, pero se es feliz con saber que la otra persona lo está. Es bello. No hay que hablar mucho con la dama para sentirse encasillado en la penuria de los problemas. Sin embargo, nada es perfecto en esta vida. El amor puede ser el apegamiento a un ser, con el que te puedas llegar a comprender a ti mismo. Es, esa ilusión que se adentra en tu alma y te azuza1 a seguir con la vida. ¿Podrá ser ese conjunto de sentimientos o un altruismo escondido?
¿Será ese querer escondido que 2 nos lleva a la locura que concuerda ? ¿Pero en sí, quién conoce todas las clases de amores que hay?
¿Los perjuicios sociales son importantes para una relación? Ustedes creen que la apariencia, el estatus social, coeficiente intelectual, valores, educación y demás; afecten su decisión. Pues no. Eso es demasiado relativo y la cualidad de amor es cegarnos ante los defectos de aquella persona. Como sentimiento es perfecto pero son las personas las que lo hacen imperfecto.
Yo les confieso queridos lectores que el mejor progreso es enamorarse
diario de la persona que más quieran o no. Pueden perder las ganas pero el sentimiento siempre suele escaparse dentro de nuestras vidas. Pero en sí, es es positivo. Porque enamorarse es un impulso. Por el que se pueden llegar a hacer muchas cosas. Debido a su carga de locura y entusiasmo. Ánimo, porque a final se arrepentirán más de lo que quisieron hacer, que de lo que hicieron. 1 2
Estimular, irritar. Término paradójico.
Enamoramiento Marco Vinicio Dime por qué ataste mi corazón a tus manos aquéllas que con caricias me perdían, y cuya suavidad me detenían, la misma vida en tiempos destilados.
Dime en qué acabó el último abrazo, como murió la noción en mi cuerpo, dónde enterraste mi último consuelo, cómo quedó el deseo en tus labios. Dime por qué estas cautiva, encerrada en mi pensamiento, acomodada en un bello recuerdo, donde no veo ya tu salida. Dime cómo pausaste mi respiración, comenzando sin dejarlo, una mentira, al decir que tu presencia no estaría, en mis versos disfrazados con tu olor. Dime con qué derecho prescindiste mi silencio, por qué rompiste mi vereda de empatías, haciendo egoístas mis sociables armonías, para a ti sólo demostrar mi respeto.
Dime por qué en las tardes me trocaste, y saludaste a la mañana derretida, a causa de mis asombro y cobardía, no pude con mis palabras retomarte.
El violinista del semblante triste. José F. Ochoa Un joven de apenas dieciséis años llamado Asier, venido de un pueblo de Francia, llegó a París para estudiar música en uno de sus conservatorios. Era un violinista prodigioso, muy atractivo aunque un poco tímido. Debido a sus talentos la fama le llegó en corto tiempo. A sus veintidós años ya era un violinista muy famoso, a los veintiocho ya había logrado todo lo que un músico puede desear, en sus presentaciones era nombrado como el hombre del violín mágico. Había un problema, nunca había estado con una mujer Un viernes al atardecer en París, donde era muy apreciado por la gente, iba caminando tranquilamente al teatro donde se presentaría más tarde. De repente, vio una mujer con una belleza inigualable a sus ojos, llevaba un vestido rojo, escotado y entallado, robó toda la atención de Asier, quien no dudo en saludarla e invitarla a su concierto, ella dudó en aceptar pues tenía que trabajar, pero al final aceptó. Cuando Asier salió al escenario ella estaba en primera fila, era hermosa sin duda. Asier antes de tocar, dedicó todas sus interpretaciones a aquella mujer que lo acompañaba. Al terminar el concierto Asier invitó a la hermosa mujer a tomar un trago a su casa, mientas caminaban, ella le dijo que jamás alguien había hecho algo así por ella, y él le dijo que jamás había sentido eso por
alguien.
Al llegar a casa después de unos tragos, entraron a la habitación y Asier supo lo que era el amor, él sin dudar le dijo que la amaba, que se casara con él y que por su parte él la haría feliz toda la vida. Ella lo prometió pues jamás había sentido esa sensación, y agregó que jamás había sido tan feliz; aunque dentro de ella sabía que no podría cumplir la promesa. Al amanecer, Asier despertó y la mujer que le había prometido casarse con él se había marchado; ella era una prostituta y jamás podría cumplir la promesa, aunque era lo que siempre había deseado.
Asier salió a buscarla de inmediato pero no la encontró, regresó a lugar dónde la había visto pasar. Después de un par de horas al fin pasó, Asier discretamente la siguió hasta que la vio entrar en un prostíbulo, se derrumbó por dentro al saber que la primera y única mujer que había amado, de la que ni siquiera sabía su nombre, era una prostituta. Desde aquel momento, Asier se sienta todos los días al atardecer afuera del prostíbulo, para verla entrar luciendo su belleza. Después toca su violín mientras pasa el tiempo y verla salir, cansada, con ojeras y el maquillaje corrido.
Ahora la gente se reúne afuera del prostíbulo, para escuchar al violinista del semblante triste, a quien llaman así por su rostro de tristeza, su traje viejo y sus zapatos rotos atados con unas cuerdas de violín.
Un sólo minuto. Diego Pérez Pérez Si tan sólo tuviera un minuto para hablarte y decirte que sólo por ti vivo, al sentir otra vez tus ojos fijamente mirarme sólo entonces podría agradecido morir. Mira, siente como se va la vida y con ella me desvanezco también al verte pasar frente a mi indiferente o al pensar que te volveré a perder. No basta una sola palabra para que pueda expresarte cuánto te quiero, cuánto anhelo que tus brazos se enreden en mi cuello mientras a tus labios robo uno y después mil besos.
Tocar tus cálidas manos es lo único que deseo,
sentir tus labios tibios rozar por mi cuerpo, volver a ver juntos ese bello amanecer y en su callado ocaso volvernos a enamorar.
Un minuto le basta a mi corazón el
verte para contemplar el rostro que le cautivó, para escuchar la voz que dulcemente lo sedujo y recordar, luego, el momento en el que te perdió. Ni el estruendo del impetuoso mar puede callar mi voz cuando grito ¡Te quiero! Cuando con la fuerza de mi voz te entrego mi amor o declaro que vivir sin ti no puedo.
Porque te has convertido en mi droga favorita, en el elixir que me hace olvidar, que me hace lentamente morir de deseo y que por primera vez me hace
amar.
Eres tú mi sol, el aire que respiro, la suave brisa que hace sentir que existo, la aurora que a diario me enamora, la razón por la cual yo vivo. Eres el ocaso en el que yo quiero perderme, el mar en el que me quiero ahogar y llegar hasta lo más profundo para jamás poderme de ti separar. ¡Oh Amor!, profundo amor el que te siento, causa de que sin ti ya no puedo vivir más, de día, en tu pensamiento quiero, de noche, en tu pecho, morir en paz. No, no me basta un sólo minuto, pues una vida no me basta para amarte, ni un mar para llorarte, ni una eternidad para olvidarme de ti.
volar
El firmamento me grita que en verdad te amo, el horizonte que no te deje partir, pues aunque mi corazón no habla repite tu nombre en cada latir.
Afrodisiaca mujer Valeria Sáenz Era un día muy soleado y con escasas nubes en el cielo, se escuchaba un murmuro por todo el mar. Las olas estaban platicando entre sí. La gente se empezaba a juntar en la playa con gran incertidumbre. Una silueta sale del mar, poco a poco se acerca a la orilla de la playa. Una mujer hermosa como ninguna, apareció. Tenía una gracia singular, cabello brillante y largo, su rostro no se comparaba con ninguna otro. Todos quedaron impactados con
su belleza.
Las mujeres al verla retiraban la mirada, con un poco de celos y enojo, los hombres sin embargo, no apartaban la mirada con el gran deseo de estar junto a ella. En poco tiempo ya la conocían todos, de lo buena que podía ser al pedirle un favor, pero se rumoraba que si la hacían enojar; la venganza sería cruel. Un hombre, bien parecido decidió acercarse a ella. Él quedó fascinado y perdidamente enamorado. Después de intentar por mucho tiempo que esa mujer hermosa sintiera lo mismo por él, lo logró. Estuvieron juntos por varios años hasta que ella se dio cuenta que su amor por él se extinguía, pues él cada vez se hacía más viejo. Ella lo dejó. Buscó a otro hombre que mereciera estar con ella y con su belleza. La mujer hermosa encontró o otro hombre guapo y que parecía ser bueno. Al poco tiempo de estar juntos se dio cuenta que ella necesitaba algo mejor, alguien que la consintiera, alguien que le diera todo lo que ella necesitaba y deseaba. Años después siguió con su búsqueda, pero para ella nadie era lo suficientemente virtuoso y bello. Su deseo de conseguir a ese hombre tan hermoso como ella y no poder encontrarlo, comenzó a irritarla cada vez más. Hasta que un hombre poderoso la convenció de casarse con él, ya que nadie más podría entender cómo era su vida, más que otro similar a ella. No obstante tan insatisfecha quedó con esto, que al poco tiempo, con sus encantos conquisto a otro hombre. Fueron felices varios años hasta que
los descubrieron y desterraron por quererse.
A pesar de todo esto ella cree que encontrará a ese hombre perfecto, pues día a día desea el amor que tienen las mortales celosas de ella. Y con su hermosura y alegría, será siempre Afrodita, la diosa del amor y la belleza.
Un segundo Eduardo más... Soto Borja Pasaron algunas semanas sin que consiguiera verla. El recuerdo de su vivo rostro a escasos centímetros del mío era todo para mí, mi plan, sueño, mi alegría, y mi valor. Apenas dormía y comía por planear cómo verla de nuevo. Todas las noches contemplaba la luna, como si ésta fuera capaz de llevarme con mi amada, pero aquélla sólo permanecía radiante allá en la lejanía del universo. Siempre que salía del colegio y tomaba mi ruta a casa, me ilusionaba con verla corriendo pasar por la acera despistada pero llena de alegría. Los días pasaban como horas, y ese momento lo veía cada vez más remoto; inverosímil. Permanecía grabado en mi mente como si fuera lo único nítido dentro de mí, como una meta imposible de realizar.
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2 4
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Los sentimientos de vacío, opresión y nostalgia comenzaron a embargarme paulatinamente, y de pronto, el deseo de verla creció en mi interior más fuerte que nunca. No sabía si comenzaba a enloquecer o sólo era pura obsesión, ¿que no ambas alteraciones formaban parte del proceso de amar a alguien? En la tarde me dispuse a visitarla a su casa, pero el sólo 6 pensarlo me paralizó instantáneamente como si fuera un hechizo. Al estar parado afuera de la puerta de su casa, mi mente evocó el último momento juntos, y fue cuando mi espíritu se sintió más humano y poderoso. De pronto, el miedo y la incertidumbre recorrieron cada una de mis articulaciones impidiéndome mover un solo músculo. ¿Tanto para nada? Mi mano estaba a centímetros de la estrecha puerta de madera.
5
Cuando estuve a punto de tocar, escuché pasos dirigiéndose a la entrada y al instante actué por instinto; me escondí lo mejor que pude detrás de un arbusto en el jardín de al lado. La inmensa puerta se abrió y salió una hermosa mujer de cabellos oscuros que, además volteaba a ambas esquinas, pues pareció ser que intuyó mi presencia, aunque no logró advertirla del todo.
Después de unos momentos, se marchó y pude volver sigilosamente a la entrada, pero volví a percibir movimiento continuo y decidí regresar a mi hogar. Al día siguiente, mientras el profesor Oscar impartía la clase de literatura muy temprano, mi mente divagaba en torno a mi plan fallido de ver a mi amada una vez más. Decirle cuánto la amaba era lo único que me importaba, pero había factores más allá de mi voluntad. Las clases pasaron inadvertidas para mí atención, y en los recesos procuré disimular mi angustia e intenciones. Evoqué nuevamente ese último momento donde me decía que tenía que irse, que no me preocupara, que siempre me tendría en su corazón y mente.
Ese día, a media tarde, pensé en hacerle una carta y dejarla debajo de su alfombra, pero después lo cavilé como un acto estúpido y cobarde. Así pues, frente a mi espejo, comencé a ensayar, automática e inadvertidamente, poses de presentación que me dieran la seguridad necesaria para entregarle mi amor. Sentirme pleno, feliz a su lado…la noche llegó y la merienda familiar también. Al día siguiente estaba preparado para encontrarla donde quiera que estuviera. Busqué por doquier con evidente premura, deseando con todas mis fuerzas poder encontrarla. Volteé a la esquina del jardín principal…y la vi. Mi corazón clamaba, daba saltos, se sentía poderoso y débil al mismo tiempo, el miedo y el valor saturaban mi espíritu de múltiples y chocantes ideas…
Corrí hacia ella sin pensarlo, y le grité imprudentemente. --- ¡Te amo!, ¡te amo con todo mi ser! El silencio se apoderó de varios grupos a la redonda, y todos me miraban. Como no contaba con eso, más que pena sentí escalofríos, pues no sabía qué hacer o qué pasaría después. Sin embargo, ella me miró fijamente sin despegar la mirada, era un don suyo, la firmeza en su mirada. Al principio no dijo nada, pero su mirada decía más, mucho más. La sentí perforarme con escepticismo y confusión, y no supe si sentirme reprendido por lo que acababa de hacer o halagado. Ella se fue acercando y el hecho de que lo hiciera después de un rato, me atemorizó. Todo el patio estaba envuelto en un silencio que no dejaba de carcomer por dentro. No fui capaz de gritar, moverme o pensar otra cosa más que la duda de qué haría ella mientras se me acercaba. Algunos de las esquina comenzaron a susurrar posibles consecuencias o a cuchichear sobre mí. Ella estaba a metro y medio y fue cuando el miedo me mató, me acorraló sin piedad. A centímetros de mí lo suficientemente clara, calmada y nítida, me susurró con una expresión que no pude descifrar. --- A veces, el mayor sacrificio es renunciar a aquellos que más amamos…
El Ágora
Fragmentos de un segundo discurso amorosoUn El violinista del más.
Curarme de ti
¿Para qué enamorarse?
Bárbar a
Enamoramiento
semblante tristeminuto Un sólo
William Shakespeare Un sólo minuto
Bárbara
¿Para qué enamorarse? Enamoramiento
William Shakespeare
Nuestra Boda Curarme de ti
El violinista del semblante triste Un segundo Enamoramiento
Fragmentos de un discurso amoroso más.
Curarme de ti Un
Bárb ara ¿Para qué enamorarse?
¿Para qué enamorarse?
El Ágora El Ágora El Ágora
segundo más. El violinista del semblante triste