Título: el docente y los programas escolares. Autor: Díaz Barriga
Los planes y programas de estudio responden a múltiples intereses y sentidos. Mientras que para unas instituciones los planes y programas de estudio son la norma a cumplir, para otras solo constituyen una orientación. La teoría de planes y programas, que se gestó en el pragmatismo estadounidense y devino paulatinamente un pensamiento tecnocrático-normativo, se opone a las concepciones habituales que tiene el docente en relación con su trabajo educativo y produce un efecto de shock respecto a sus prácticas habituales. La institucionalidad de los planes y programas de estudio deviene, en primer lugar de la aprobación de las autoridades educativas y de las correspondientes instancias de gobierno. El proceso de aprobación e implantación de un plan de estudios se mueve en tres esferas: - Burocrático-administrativo - Académica - Del poder En la esfera burocrático-administrativa, estos instrumentos son vistos como las grandes orientaciones del trabajo pedagógico. Los planes y programas de estudio para algunas son la norma a seguir, para otras solo orientaciones globales. En algunas instituciones, sobre todo universidades públicas, se considera una obligación del profesor elaborar su propio programa de estudios. Bourdieu: cada inclusión de un nuevo tema implica la exclusión de otro. Shock en relación con la pedagogía básica que orientó (en México) el trabajo de los docentes con planes y programas de estudio, según un modelo históricamente conformado por elementos de muy disímil procedencia, como el liberalismo, idealismo y nacionalismo. El programa de estudios, en particular, es concebido como un espacio propio del educador, que define a partir de su concepción amplia del mundo, de la sociedad y de su desarrollo intelectual. Los conflictos vinculados con planes y programas responden no solo a la inserción institucional de tales instrumentos, sino a las diferencias de conceptualización en torno al sentido institucional de los mismos. La pedagogía pragmática da cierta racionalidad a las decisiones sobre los planes de estudio, al mismo tiempo puede imponer tal rigidez que anule los procesos necesarios de practica y experimentación de los programas escolares. Si preparan adecuadamente a los estudiantes, si se cumple con las tareas establecidas, si los maestros tienen la formación necesaria… Hoy las instituciones de educación son vistas como espacios para realizar una carrera dentro de la burocracia en detrimento de la preservación de los espacios académicos. Las universidades públicas tienen la facultad de establecer sus propios currículos, las demás instituciones del sistema educativo reciben sus planes y programas elaborados por instancias centrales. La dinámica colectiva e individual que tienen el docente es un elemento clave para la posibilidad de expresión de esta dimensión académica. Para los maestros que se inician en su tarea académica, el programa es más que una guía, constituye casi la única orientación con la cual pueden participar en la preparación de su curso, para un docente que ya tiene una línea intelectual de trabajo, el programa puede obstaculizar el desarrollo de su pensamiento. Uno de los errores de la pedagogía pragmática es precisamente negarse a considerar el aula como un espacio de experimentación cuyos resultados siempre tienen algunos elementos de éxito e inevitablemente otros de desaciertos e incumplimientos. Fracaso: reconocer los puntos de lo que no se logra en un acto educativo constituye una excelente posibilidad para modificar la práctica de la enseñanza.