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AL FRENTE UP FRONT

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JOBS

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HOW LONG DOES ENTHUSIASM LAST?

Bracero Program Farm Worker. Bettmann Archive / Getty Images

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Trabajadores agrícolas del Programa Bracero.

When President Roosevelt praised the "great enthusiasm" of Mexican farmworkers crossing the border, the world was not much different.

In June 1942, the U.S. president thanked His Excellency General Manuel Avila Camacho of Mexico for joining the declaration of war against Germany, Italy, and Japan, and laid the groundwork for what would be called the Bracero Program, where 3,000 Latino farmers would help feed the country and boost the economy.

Once the war was over, and as the country recovered from the economic and human impact of the two largest world conflicts in history, the concept of "humanity" was in full transformation.

Only nine years after Roosevelt embraced the support of the Mexican workforce, President Truman was transforming these workers into "illegal braceros" who were having a "depressing" effect on wages and "working conditions in agricultural areas throughout the Southwest.”

This was the beginning of a deep division between the two countries, which in many ways still exists today.

Amidst labor abuses, insecurity, lack of protection, and often no rights at all, by 1952 the U.S. Congress declared it illegal to hire undocumented labor in the country.

Many workers, as is the case today, preferred to stay on U.S. soil and run the risk, rather than return to their countries.

From 3,000 workers in 1942, the Mexican labor force grew to 445,197 in 1956. According to figures from the Department of Labor, there are currently 2.5 million farmers in the country,

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of which 48% do not have work permits.

Regardless of the conditions - so it's a worldwide pandemic - these men and women of all ages continue to farm the land and feed the country, while the government denies them any economic aid or health protection.

It is precisely the wars and world crises that bring out those who are truly essential to keep a country going.

The risk now is that, as experience tells us, history will repeat itself, and once the country returns to the dominance of the stock market, Wall Street and political tribalism, these workers will once again be simply "illegal immigrants.”

Cuando el presidente Roosevelt alababa el “gran entusiasmo” de los trabajadores agrícolas mexicanos que cruzaban la frontera, el mundo no era muy distinto. En Junio de 1942 el presidente estadounidense agradecía a Su Excelentísimo General Manuel Ávila Camacho de México por unirse a la declaración de guerra contra Alemania, Italia y Japón, y sentaba las bases de lo que se llamaría el Programa Bracero, donde 3.000 agricultores Latinos ayudarían a alimentar el país y a levantar la economía. Una vez acabada la guerra, y mientras el país se recuperaba del impacto económico y humano de los dos conflictos mundiales más grandes de la historia, el concepto de “humanidad” estaba en plena transformación. Tan sólo nueve años después de que Roosevelt abrazara el apoyo de la fuerza laboral mexicana, el presidente Truman transformaba a estos trabajadores en “braceros ilegales”, quienes estaban teniendo un efecto “deprimente” en los salarios y en “las condiciones de trabajo en las zonas agrícolas de todo el suroeste”. De esta manera empezaba una profunda división entre los dos países, que sigue vigente en muchos aspectos el día de hoy. Entre maltratos laborales, inseguridad, desprotección y, con frecuencia, la ausencia absoluta de derechos, para 1952 el Congreso estadounidense declaraba ilegal la contratación de mano de obra indocumentada en el país. Muchos trabajadores, tal como sucede actualmente, prefirieron quedarse en suelo estadounidense y correr el riesgo, que volver a sus países. De 3.000 trabajadores en 1942, la mano de obra mexicana creció hasta 445.197 en 1956. Según cifras del Departamento del Trabajo, actualmente existen 2.5 millones de agricultores en el país, de los cuales el 48% no poseen autorización laboral. Sin importar las condiciones –así se trate de una pandemia de escala mundial– estos hombres y mujeres de todas las edades siguen labrando la tierra y alimentando el país, mientras el gobierno les niega cualquier tipo de ayuda económica o protección sanitaria. Y es que son precisamente las guerras y las crisis mundiales las circunstancias que sacan a relucir quienes son verdaderamente esenciales para mantener un país en marcha.

El riesgo ahora es que, tal como nos dice la experiencia, la historia se repetirá y una vez el país vuelva a dar preponderancia al mercado de valores, a Wall Street y al tribalismo político, estos trabajadores volverán a ser sencillamente “inmigrantes ilegales”.

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