Juan guarneri fotografo

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial Salto – Historia de la Fotografía

Juan Nepomuceno Salvador UN ARCHIDUQUE DE LOS HABSBURGOS VIVIO EN SALTO

Por Alberto J. Eguiluz

En la historia de Salto entraron muchos personajes que en sus lejanos países fueron figuras de significación en las artes, en la política, en la guerra, en la vida misma. Los azahares de la vida los trajeron hasta aquí. Siempre acogedora nuestra ciudad, supo seducir a muchos. Algunos quedaron para siempre, otros de espíritu más andariego dejaron una estela fugaz y continuaron su marcha sin rumbo. A estos últimos pertenece el Archiduque Juan Nepomuceno Salvador, hijo del Gran Duque Leopoldo II de Toscana, quién salido de la fastuosa corte de Viena cruzó el atlántico, como antes lo hiciera Maximiliano con Carlota, pero tomando hacia el Sur llegó a establecerse unos años entre nosotros. Pero como toda historia sigamos la cronología.

Juan Nepomuceno Salvador: Hasta nosotros todavía no han llegado películas austriacas relatando pasajes de la vida romántica del Archiduque Juan Nepomuceno Salvador. Cuando veamos en la pantalla escenas de su vida, sabremos que en ella falta algo. Y efectivamente quizá solo conozcan la primera parte de su vida. Sus comienzos, sus amores en Viena y su retiro de la Corte a la que no quiso volver nunca. El comienzo de su carrera: El Archiduque Juan Nepomuceno Salvador a quién, para abreviar llamaremos desde ahora solamente Juan – nació en Florencia en 1852. Su padre Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido gobernaba representando a su primo Francisco José. Cursó sus estudios en una Academia de la aristocracia en Viena y como era de orden entró luego a la carrera militar por la que demostraba gran preferencia. Sus estudios fueron brillantes y su carrera notable y ascendente, dada sus condiciones de inteligencia a los 24 años era ya Coronel. Sus campañas militares: Francisco José necesitaba lucir uno de los más poderosos y brillantes ejércitos de Europa. Consolidaba sus fronteras y lanzaba entonces su guerra sobre Bosnia Herzegovina. Con apenas 26 años, el Archiduque Juan comandó las fuerzas de la tercera división de infantería obteniendo éxitos crecientes. Pero su jefatura duró bien poco. Los viejos generales de abundoso bigotes no confiaban ni querían aceptar nuevas tácticas del joven Coronel que conducía al éxito rápidamente, preferían guerras lentas y de desgaste. Un pedido del Emperador y el Estado Mayor retiró al brillante Coronel del frente, relegándolo a la tranquila e intrigante Corte donde giraban incansablemente los amores fáciles, la poesía, los duelos provocados por chismes de palacio. En la Corte de Francisco José: De militar de acción a la Corte de Viena. Era la época en que Strauss y sus Vals habían desplazado las cuadrillas de la Corte, en que el estilo rococó recargaba la arquitectura, los muebles, los objetos. Juan tuvo que alternar en la frivolidad de los lujosos salones imperiales, cambiando su caballo por un carruaje, su espada por un bastón su traje de dorados entorchados por el severo levitón y la coposa galera. Su ocio le dejó tiempo suficiente para escribir. Dio a conocimiento público un libro contra el espiritismo, tan en boga en aquellos fines de siglo. Escribió el libreto para el ballets “Los Asesinos” y “Las rosas” de mediano éxito en esa época. Su pretensión al Trono de Bulgaria: Su carácter era rebelde, y el mismo le acarreó más que un problema con su tío, el Emperador. Estando vacante el Trono de Bulgaria – bajo égida del Imperio Austro-Húngaro – sin solicitar la anuencia de -2-

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Crónicas de un SALTO desconocido Francisco José, presentó sus pretensiones para ocuparlo. La irritación del Emperador fue tremenda, ya que él tenía, por razones de “estado” su hombre para el trono. La severa reprimenda que recibió le dejó profundas huellas en su espíritu. Su tío estimó que sus pretensiones al trono vendrían respaldadas por el ejército, y debió sufrir la vergüenza de ser retirado de su grado de Coronel, pese a que esa medida encontró profundo malestar entre los militares jóvenes que le estimaban muchísimo. Desde ese momento su vida tomó otra dirección. Su amistad con Rodolfo: Su amistad con su primo, el que fuera luego protagonista de la tragedia de Meyerling con la baronesa Vetsera, venía desde niños. Uno y otro se contaban sus cuitas y sus problemas, y el heredero al trono del Imperio, Rodolfo le salvó las iras de Francisco José. El deseo de abandonar la Corte se hizo más fuerte. Estaba hastiado de ella. Se mantenía por el amor a una rubia burguesa en su Viena, María Julia Sutter. Hasta que un día tomó su determinación, en una carta dirigida al Emperador renunció a sus privilegios de Archiduque prometiendo no pisar jamás el suelo del Imperio. El Almanaque Gotha le borró de sus páginas. Casi enseguida Juan partía para América. Era el año 1889. En América: Se transformó en un viajero de sencillas y burguesas costumbres. Su nombre fue desde entonces Juan Guarneri. Su esposa quedaba en Austria hasta su llamada. Siguió hacia el Sur, atravesó nuestro país terminando esa etapa de su vida en Buenos Aires. Estando allí llegó su esposa. Se radicaron un tiempo en Gualeguaychú donde nació su primera hija. Juan Guarneri en Salto: Estamos en 1896. Se establece en nuestra ciudad en la época en que la fortuna esperaba aquí a quién lo desease, pero era una época brava, en que la seguridad civil era problemática con los vaivenes de la política cuajada de revoluciones.

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Crónicas de un SALTO desconocido Aquí nacieron sus hijos Juan, Clara, Isabel y Elena. Todos en una casona frente a la Plaza vieja. Llega 1904, año en que había de cumplirse la última “patriada”. Juan Guarneri ya hacía tiempo que había tomado partido por los Blancos, pues aquellas no eran épocas en que se podía permanecer neutral, por más extranjero que fuera. Tampoco le habría gustado eso al ex Archiduque cuya sangre hervía al contacto con la espada. Interviene en dos batallas: Ofrece su espada a Aparicio Saravia. Rápidamente se hizo uno de sus más cercanos colaboradores. Su desconocimiento del terreno era suplido con creces con sus consejos tácticos ganados con su experiencia en la Academia Militar y en los propios campos de batalla de Europa, refulgentes de brillantes uniformes. Su sangre azul se confundió con la roja de nuestros criollos en varios combates. Tres Árboles y Cerros Blancos lo encontraron firme junto a Saravia. Herido en un último combate en 1904 no pudo participar en Masoller. La muerte de su Jefe hizo alterar todos sus proyectos. Otra vez su carrera militar se truncaba. Convaleciente de sus heridas, terminada la guerra, se embarcó con su familia para Buenos Aires, vía Concordia. Allí ofició de fotógrafo, que dio el pan a tantos aristócratas venidos a América, ayudó al sostenimiento de la familia Guarneri. La muerte encontró al ex Archiduque portando aún su máquina fotográfica. En Salto, que siempre ignoró su verdadero origen, su pasaje fue como el de tantos que ocultaron su historia. Eran épocas en que nuestros brazos estaban siempre abiertos para quiénes quisieran colaborar en la edificación de un país que aún no había salido del período casi lógico, diríamos, de las revoluciones y sin preguntar a nadie quienes eran.

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Crónicas de un SALTO desconocido

Extractado del libro “Crónicas de Antaño” de Arturo Aníbal Gagliardi, páginas 65 a 69.- Salto 1996

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