Director
Consejo Editorial Edgar Aguilar, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Marco Antonio Acosta, Mario Calderón, Celina Márquez, Mauro Mamani-Macedo, Omar Piña, Silvia Tomasa Rivera, Vicente Francisco Torres, Juan Ventura Sandoval. Ejemplar: $50.00, suscripción: 500 pesos. En el extranjero Dls. 30 €
Raúl Hernández Viveros Subdirector Alberto Hernández Vásquez Administrador Mario Hernández Vázquez REVISTA Cultura de VeracruZ, Año XX, No. 95, Enero / Febrero de 2016, es una publicación bimestral. www.nuevaepoca.blogspot.com / culturadeveracruz@yahoo.com.mx Editor responsable: Alberto Hernández Vásquez. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2010081613030000-102, ISSN, en trámite. Licitud de Título: (en trámite). Número de Licitud de Contenido (en trámite). Impresa por Ediciones Cultura de VeracruZ, Altamirano No. 35, Col. Centro, C.P. 91000, Xalapa, Ver. Este número se terminó de imprimir el 26 de febrero con un tiraje de 1000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Enero/Febrero 2016
2 Lisardo Enríquez L. Angélica López Trujillo 3 Introducción 4 Angélica López Trujillo Semblanza 5 Cuentos 5 Dos recuerdos 8 El cubo mágico 9 El payaso 13 Felipillo sin camisa 17 La que llegó en ferrocarril 20 La tierra te llama. Obra de teatro
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Lisardo Enríquez L
Un mundo de imaginación temprana, de sueños fantásticos a lo largo de su vida y de recuerdos transformados en obra literaria, han acompañado a una mujer vivencial y creativa que en El vuelo del colibrí, como en anteriores libros, deja su calidad y claridad de escritora. Se trata de la maestra Angélica López Trujillo, originaria de Ciudad Mendoza, Veracruz, quien guarda un tesoro encantado que poco a poco ha ido mostrando a los lectores a través de páginas llenas de ternura y de candor. En este libro la autora se interna en el espíritu del niño en cuentos y obras teatrales. Se trata del mismo espíritu que ella ha sabido conservar. Por esa misma razón, estas piezas constituyen un material precioso para maestros y alumnos de preescolar y primaria, así como para promotores de teatro infantil y de lectura. Por cierto, la educación en estos niveles precisa de oportunidades más continuas para que los niños expresen y desarrollen su natural curiosidad y creatividad. El cuento y el teatro para niños son un elemento propicio para ello. El vuelo del colibrí, el vuelo a la imaginación, consta de cuatro partes generales: la primera de 12 cuentos, unos que se pueden definir como cuentos para niños y otros que son cuentos de infancia; la segunda parte incluye 5 relatos breves que son una recreación con historias amenas y al mismo tiempo fantásticas. La fantasía es el hilo conductor de toda la obra; la tercera contiene un primer bloque de 8 obras de teatro bellas y sencillas; la cuarta y última parte está integrada por otras 6 obras de teatro. Los cuentos para niños y las obras de teatro son ideales para su utilización con niños de entre 4 y 8 años por lo menos. Más allá de la fantasía de duendes, hadas, gnomos y otros personajes de la imaginación humana, que aparecen en un acto mágico en las páginas de este libro, la autora de estas piezas literarias, como maestra que es, va también a hacer conciencia sobre los problemas y
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Angélica López Trujillo Prólogo del libro El vuelo del colibrí. De sus páginas se incluyen algunos cuentos y una obra de teatro, en este número de Cultura de VeracruZ. *
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Introducción Amanece, el rocío llena de perlas mi pequeño jardín. Los lirios han terminado de florecer… los añoro. El tulipán lleno de flores amarillas, resbala por sus lustrosas hojas, las últimas gotas de la lluvia. Al pie de este árbol ha florecido un rosal. Una rosa está mirando al cielo convidándole su esplendor. Más abajo están tres capullos escondiendo sus rosados botones que son una promesa de belleza y perfume. El viento fresco de la mañana los arrulla y ésta, con su regadera de cristal va poniendo besos de coral en la seda de sus pétalos que se adormecen con tan bella caricia. De pronto, como un arcoíris majestuoso, inunda de colores el jardín un colibrí. ¡Que anhelo de acompañarlo a libar el néctar de los rosales! Mis ojos irradian felicidad. La magia y la ternura de la avecita me trasportan al mundo del colibrí. Vivo el sortilegio de ser acuarela de su plumaje, y abanico vibrante de sus alas. Percibo que todo su ser se ha unido al mío para escribir con una de sus plumas, en las noches de luna, canciones y amores de buena fortuna y a la luz de las estrellas canciones de cuna y cuentos de armiño para todos los niños que anidan en su corazón, como un bello rubí, el espíritu delicado de un colibrí.
necesidades del género humano. Así, aborda temas de la ecología y de los valores como la libertad, la felicidad y el amor. Cito un párrafo del cuento Felipillo sin camisa, como muestra de la belleza de las composiciones que los lectores encontrarán al adentrarse en este libro, dice así: “Sonaron las fanfarrias por segunda vez anunciando la llegada de la reina de las flores vestida con pétalos de rosas y una corona de perfumados jazmines. Le acompañaban varias carrozas de cristal llenas de claveles, nardos, buganvilias, violetas, geranios y begonias”. Angélica López Trujillo es una atenta observadora; es una persona que guarda los mejores recuerdos de su infancia, es una amante de los niños, de la naturaleza y de las cualidades más positivas -las que deben ser el mejor garante- de los seres pensantes, es decir, de los humanos. Tal vez por esto último es que tiene un corazón de niña con elevada dosis de ternura que le permite surcar el cielo al infinito en un vuelo con alas tornasoles de colibrí.
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Angélica López Trujillo
Semblanza La profesora Angélica López Trujillo nació en Ciudad Mendoza, Ver; antes Santa Rosa de Lima. Maestra por vocación proyecta su vida a la docencia, enfocando su quehacer educativo al área rural en donde conoce la dolorosa problemática de la mujer que no sólo está en garras de la miseria y de los prejuicios de la cultura machista que la hace ignorar de su existencia. Por tal razón en su libro de Paradigmas enlaza su literatura con historias de mujeres que vivieron situaciones semejantes pero sacaron el coraje para romperlos. A su llegada a Xalapa encuentra a féminas que viven ignoradas, en condiciones de violencia extrema, pero con un afán de lucha quijotesca, para cambiar el panorama se organizan y las acompaña un espíritu valiente para lograr sus derechos como mujeres naciendo así El frente organizado de mujeres en colonias de Xalapa presidiendo esta organización, como gestora. Así se tramitan servicios comunitarios: agua, luz, drenaje y la escrituración de sus lotes. Con el apoyo de diversas instituciones se funda El centro de capacitación “Joel Medel Valencia”. El SUTERM donó un aula prefabricada para tal fin en coordinación con el programa de COFAX. Poniendo en funcionamiento un dispensario médico gratuito. En coordinación con la UV se pusieron talleres de teatro, danza y música. Con IVEA Cultura de VeracruZ
estudios para hacer la primaria para jóvenes que trabajaban. Como maestra, su vida ha estado ligada a la problemática social de donde han nacido sus libros: Un regalo del tiempo, que contiene remembranzas de su niñez y juventud; Corriendo tras el viento, el cual incluye cuentos variados y; Paradigmas, integrado por historias de mujeres de sectores de población marginada de la región de Xalapa. Ha escrito obras de teatro infantil que han sido puestas en escena en instituciones y centros culturales. Fundó varios círculos de lectura: Telesecundarias, Aldea MECED- y Asistentes Educativas- DIF Xalapa. Ha participado en Cafés literarios y en certámenes de oratoria y poesía. Ha sido presidente dos veces en El Club Escritoras de Xalapa A.C. El Centro de Capacitación "Joel Medel Valencia" actualmente apoya a los alumnos que cursan la licenciatura en Protección Civil de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz.
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Dos recuerdos I Caminaba tranquilamente con la canasta en el brazo, repasando en silencio los encargos de mamá: la carne debía estar gordita para hacer un caldo, el cilantro verde y fresco, los jitomates colorados y sanos y alguna fruta económica y deliciosa para complemento de la comida de ese fin de semana. Había que hacer rendir el dinero; el día de mañana seria sábado y el cobro de mi padre llegaría hasta después de mediodía. No olvidaba ninguna de las recomendaciones que se me hicieron al entregarme el dinero. Las cuentas eran exactas, nada de lo que debía adquirir saldría del presupuesto. El olor incitante de los chicharrones no pudo romper el equilibrio de mis buenas intenciones y sofocando la tentación de comprarlos seguí de largo; las gelatinas de rompope y chocolate me hicieron desearlas desesperadamente pero el recuerdo de las recomendaciones de mi madre sofocaron mi antojo; estuve a punto de comprarme un delicioso dulce de leche, pero nuevamente la voz de mi madre grabada en mi mente estrujó tal intento. De pronto, toda la rectitud de mi ser se hizo añicos al detenerme frente a una multitud que curioseaba. Me abrí paso a empujones para contemplar mejor aquel montón de muñecos con caritas hermosas, barnizadas de ternura, que a la luz del día, en el brillo de sus ojos atrapaban la mirada de todos los curiosos, y … ahí quedé hechizada, prisionera, encantada, y todas las recomendaciones de mi madre se desvanecieron por completo. El hechizo se consumó al contacto de la voz de aquel hombre que los vendía pregonando que su precio era una ganga comparada con la belleza de aquellos bebés que representaban un mundo de ilusiones. Una ilusión para mí era algo a lo que yo no podía renunciar. Se conjugaba mi ansiedad de
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sentir en mis brazos aquel juguete y lo sublime de mi corazón que desterraba todo ápice de raciocinio. Yo estaba en mi mundo, no entendía de angustias, de economías, y menos de ser tan diestra para conservar un presupuesto. Regresé a la casa con la canasta vacía pero con el corazón lleno de felicidad, no llevaba comestibles pero si un mundo de amor y fantasía entre los brazos. ¿Quién se atrevería a desquebrajar esa alegría que asomaba por todos los poros de mí ser? ¿Quién a arrebatarme el muñeco soñado que representaba para mí un sentimiento tan único y comprensible en la niñez? La respuesta la tuve enseguida… ¡mi madre! Ella no comprendía mi insensata osadía y yo sus gritos de angustia y rabia. Cuando me arrebató de los brazos al muñeco lo alzó en alto y estuvo a punto de arrojármelo a la cabeza; después se soltó llorando y no tuvo fuerzas ya para golpearme , esto me dolió más que una paliza… ¡me dolía tanto verla llorar! Tomé en brazos nuevamente al muñeco e iba a explicarle, pero comprendí que no me escucharía y dando la vuelta salí a la calle. Entonces reaccionó y no sé qué idea cruzó por su cabeza, pero me dijo compasiva –No sé si eres mala o te haces tonta, te repetí mil veces que era el último dinero para esperar hasta mañana el sueldo de tu padre-. -Mami, dije temerosa… estaban tan baratos y tan lindos… pero si tú quieres lo puedo vender en el doble de lo que costó y… -¡Ve a hacer tu gran negocio, y no regreses, no quiero verte entrar por esa puerta con el muñeco en los brazos! ¡Quiero el dinero, lo oyes bien, el dinero! Nuevamente me sentí incomprendida y no temía a la paliza ya sino al instante de separarme de ese muñeco que era mi mundo. Comenzó la venta, el ofrecerlo, las negativas, y sin embargo me sentía dichosa cuando se negaban a comprarlo. Creí que no lo Cultura de VeracruZ
vendería, y ya estaba preparando mis huesos para recibir los palos, cuando una viejecita, a la que le conté mi hazaña, me lo compró condolida. El precio fue el mismo, no hubo negocio, y para colmo de mi fracaso en el campo de las finanzas, lo tuve que dejar en varios pagos. Aquella vez me sentí infeliz porque mi pensamiento tuvo que hacerse adulto: el dinero vencía al ideal, y aunque en mi mundo de inocencia no lo comprendí plenamente, fue el primer paso para mi vida futura en la que mi lucha en este aspecto fue muy encarnizada. Regresé a la casa, arrastrando los pies, llevando con rabia aquellos dineros en mi mano a los que trataba de hacerles daño con una presión que dolía tanto a mi piel, el completo me lo dio mi madrina para salvarme de la paliza. Y sin embargo, el recuerdo de una carita alegre, que fue la nueva poseedora del muñeco, nieta de la viejecita, me sentí inmensamente dichosa y levantando la frente abatida brilló en mi mente la idea de que había sido una pésima comerciante pero una gran vendedora de ilusiones. II Al fin terminé por dormir al niño, mi hermanito, después de tanto mecer su hamaca de carrizo que mi padre colgó de las vigas del techo. ¡Qué lindo se veía así dormidito, con sus pestañas negras y onduladas rozando el borde inferior de sus ojos! Yo le quería mucho aunque a veces blasfemaba porque tenía que sacrificar los juegos de mi niñez para atenderlo. Sí, estaba completamente dormido; sonreí satisfecha y exhalé un suspiro de descanso. Al fin iría a treparme al guayabo, lugar propicio a mis aventuras y a la libertad de mi imaginación siempre descarrilada. Para mi ese guayabo representaba una casa de dos plantas y desde ahí podía dominar toda la calle hasta la vereda más distante por la cual siempre aparecía mi padre después del trabajo. Le veía surgir como algo muy pequeño que iba cobrando sus rasgos 6
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con indolencia me puse un mandil. Empezaba a recoger los platos de la mesa para llevarlos al fregadero cuando vi una gallina subida en una cazuela. El animal me vio ariscamente y se puso a la defensiva; si trataba de agarrarla iba a tirar las cazuelas porque ya estaba dispuesta a dar el brinco. Yo estaba asustada, en los ojos de la gallina vi un reto de agilidad ante mi espanto y casi me quedé inmóvil, ella también lo hizo. Lentamente di unos pasos, dos a lo más y ¡zaz! El percance no se pudo evitar: quebrazón de cazuelas. Acusaciones para mí. Mamá no creía que la gallina había quebrado todo aquello y… culpable sin remedio… insultos, gritos y llanto: ¡floja, siempre floja por hacer todo de mala gana, por andar siempre en las nubes; estoy segura que lo haces a propósito para que no te vuelva a mandar a la cocina; eres mala hija, mala, mala, mala! Esta vez no hui de los palos si no del contenido de las palabras. Mientras corrí con los ojos inundados de lágrimas, las palabras eran latigazos que me iban azotando en la mente y hacían más sofocante mi carrera. Esa huella cuánto tardó para borrarse. Mi madre nunca supo que ese fue el castigo de mayor magnitud en mi niñez. Me castigó duramente por algo que yo nunca hice y la gallina jamás podría ponerle la verdad ante los ojos porque carecía del habla; estoy segura que si en el animal hubiera raciocinio, habría salido a mi defensa al ver mi sufrimiento desconcertado, humillado e incomprendido para mí misma. Entre las ramas del guayabo, sintiéndome intensamente sola refugie mi dolor. Un día mi mamá guiso a la gallina, precisamente el día de mi santo, amarga coincidencia, me tocaba la venganza y sin embargo rechacé el plato viendo su carne mutilada y solo un pensamiento surgió de mi alma: ¡Pobre de ti, no me alegro… pero que bueno estuvo!
personales y queriendo al tiempo que se acercaba más y más a mi refugio. ¡Cómo le quería! Él sí me comprendía, jamás supe de la fuerza de sus manos para dañar mis carnes, todo lo contrario, su mano fue para mí la caricia que alivió mis dolores físicos y morales. No me importaban los regaños de mi madre por mi actitud fuera de mi sexo, para ella era indebido mi afán de trepar los árboles. Yo era feliz ahí entre la copa del guayabo y eso era razón más que suficiente para mí. Nunca acepté que me impusiera yugos y que trataran de atarme a la tierra, al tejido, a la cocina por mi condición de mujer. Entonces no comprendía que mi madre me regañaba por mi marcada rebeldía al salirme de los límites que esa época justificaba. Papá nunca le hizo caso cuando me acusaba y hasta me defendía sonriendo y animándome a seguir en mi mundo al que me aferré siempre con valentía. En fin, dormido el niño, me sentí libre de todo compromiso y corrí hacia mi refugio. Empezaba a soñar desde la altura que me brindaba cuando la voz de mi madre rompió el silencio -¡A lavar los trastes que yo tengo mucha ropa que planchar! Nunca replicaba, mis labios se cerraban herméticos para detener mi rabia al sentirme frustrada; pero la elocuencia de mis gestos me delataban. Mi madre se daba cuenta que la obedecía pero con un gesto de furia en el rostro. De mala gana bajé del árbol, entré a la cocina y Enero/Febrero 2016
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El cubo mágico Hubo un niño llamado Hércules. Su hada madrina un día le regaló un cubo mágico. Este cubo era un gran compañero y amigo del niño. Le ayudaba a hacer sus tareas, sobre todo en matemáticas, le recordaba las tablas de multiplicar, así cómo identificar las distintas figuras geométricas. Si se atoraba en la solución de algún problema aritmético lo hacía razonar y siempre encontraba las respuestas correctas. Pero, además era su ¡gran amigo! Cuando estaba triste le cantaba canciones bonitas y lo hacía reír con muchos chistes. Si lloraba le mandaba rayitos de luces de colores a sus ojos para secarle sus lágrimas ¡cómo quería Hércules a su cubo mágico! Pero un día, llegó a su casa un duende llamado Pífano así como era alegre y juguetón también era envidioso y le molestaba mucho si alguien era feliz. Estuvo escondido por algunos días cerca del estudio de Hércules, por lo tanto se dio cuenta de la maravilla que era el cubo mágico y no le hubiera importado gran cosa la sabiduría del mismo pero al ver que era el milagro del amor y que hacía feliz al niño, explotó en cólera y se propuso robar el cubo. Y así lo hizo en una noche de luna en que dormía Hércules. Trepó al escritorio y con mucho esfuerzo cargó el cubo deslizándose rápidamente hacia el jardín de la casa. La luz de la luna iluminó el escondite ya que Pífano lo escondió entre un matojo de azucenas radiantes y perfumadas. Al otro día Hércules despertó y se extrañó que su cubo no le hubiera entonado una melodía para darle los buenos días. Al notar su ausencia corrió por toda la casa llamándolo. Por fin había comprendido que se lo habían robado y se sentó a llorar. El duende lo espiaba de lejos y se llenaba de gozo al verlo sufrir. Hércules dijo suspirando: Cultura de VeracruZ
-Dios quiera que quien te haya llevado de mi lado te trate bien… porque eres un don del cielo; además quiero que sea feliz quien te tenga porque ¡todos los niños del mundo merecemos ser felices! Al oír esto el duende Pífano, sintió remordimiento y casi casi quiso pedir perdón… pero al fin el duende pensó: -¡se lo devolveré…pero roto! Salió corriendo al jardín y buscó entre las azucenas el cubo, lo tomó y lo azotó contra unas piedras. Luego regresó junto a Hércules y le dijo: -Hércules… te devuelvo tu cubo ¡solo que ahora ya no podrás ser feliz porque lo he roto! El duende desapareció como un remolino y el niño abrazó su cubo… y lloró mucho, pero de pronto aparecieron otros niños de noble corazón que venían de una aldea cercana: Arturo, Víctor, Misael, Luis, Jonathan, José Francisco, César Arturo, Juan Carlos y Manuel; y con mucha paciencia armaron nuevamente el cubo. Con sumo cuidado fueron colocando astillas, puntas, piezas, de forma irregular, hasta lograr que el cubo quedara nuevamente listo ´para cantar, platicar y enseñar lo que el hada le había enseñado. Hércules vivió muy agradecido con sus nuevos amigos y juntos compartieron la magia del cubo.
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El payaso Nació hace 14 años en una mañana primaveral de abril. Su mamá se llamaba Candy, una perrita color miel de raza cocker de mirada lánguida y tierna… las orejas largas de pelambre suave le daban un toque de coquetería. Su padre un perro sin “pedigrí” grande y bravo que un día se acercó al portón de la casa y miró largamente a Candy a través de las rejas. No hubo más mensajes de amor. Un día cualquiera, Candy aprovechó un descuido para deslizarse por el portón que estaba medio abierto mientras se realizaba el aseo. Presurosa fue al encuentro de aquel novio “corriente” que la perdió todo el día; de este romance nació el “Payaso”, un animal precioso y juguetón. A todos los de la casa los recibía con grandes muestras de cariño: Pequeños saltos acompañados de ladridos y piruetas en el aire. Agitaba la cola esponjosa al ritmo de las orejas largas y sedosas que le abanicaban el hocico rosado y la nariz negra y húmeda. Los niños lo adoraban y al ritmo de sus palmas el perrito giraba y giraba como un cascabel sonoro y alegre. –Había que escoger un nombre para tan gracioso can. –Los niños comentaron que se llame cascabel. ¡No!... que se llame juguete… ¡No!... que se llame jicotillo… alguien exclamó… ¡que se llame “payaso”! ¡siii…! Apoyaron todos… ¡Payaso…Payaso! Enero/Febrero 2016
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¿Por qué?... ¡Pues es chistoso, alegre, da amor y hace reír y además es muy travieso! Los niños aplaudieron jubilosos gritando… ¡Payaso, Payaso…! El animal se puso eufórico con su bautizo y correspondiendo al gran momento de felicidad agitó velozmente su cola color miel, como un gran abanico que formó olas en el aire; olas de risas frescas que flotaban de los labios de los niños como una explosión de vida. Así, entre las caricias de los pequeños, y la admiración de los adultos, el payaso creció con esa inteligencia precoz y lealtad a toda prueba, sin olvidar sus juegos empezó a demostrar un interés por las cosas que estaban más allá de su hogar. Más allá del portón. Preocupados sus amos por la herencia de curiosidad que le legó su madre, empezaron a tomar las precauciones necesarias para que el portón estuviera siempre con llave o encadenar al perrito cuando se abría para hacer el aseo. El payaso no aceptó ni rejas ni cadenas. Si su madre se acostumbró, después de su mal paso, a recorrer resignada los límites de la casa y subirse a la azotea para ladrarles a los pájaros que cruzaban el cielo, él no lo permitió jamás… y burlando las rejas del portón, se lanzó a la calle. Exploró a su antojo y descubrió que la libertad es una lucha constante para conservarla: luchó contra la hostilidad y agresión de los perros Cultura de VeracruZ
callejeros que le marcaron sus áreas de dominio, con dentelladas mortales; luchó contra su miedo de mozuelo para arrebatarles las novias en celo; luchó contra la voluntad de sus dueños para quitarle la cadena, luchó contra su dolor cuando se hizo heridas al azotarse contra el muro para pelear por su libertad; luchó contra su hambre al negarse a comer cuando estaba encadenado. Su obstinación dio frutos: sus amos le quitaron las cadenas, a sabiendas que el portón no sería obstáculo para sus propósitos de libertad. El Payaso era un can guapo y valiente. Por este tiempo llegaban a la colonia, que estaba en formación, autoridades, políticos, estudiantes de medicina, de ingeniería, arquitectura, nutrición, etc. El sacerdote de la parroquia cercana también llegaba con el interés de pescar almas. Había reuniones con todos estos personajes y la gente de la comunidad para el logro de la introducción de servicios comunitarios. Se tomaban fotos y más fotos en donde siempre aparecía el Payaso, ya que era el primero en llegar a las reuniones en compañía de sus amos. En las misas dominicales que se celebraban en el Centro comunitario, el Payaso siempre estaba a un costado del altar, con la mirada fija en el chisporrotear de los cirios, con una actitud mística, luciendo un porte bello e imponente. El fuego de los cirios era 10
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como el alma del payaso; cálido y brillante. El can fue un manojo de cascabeles entre las zanjas abiertas en las que trabajaban los colonos para la introducción del drenaje; la faena se volvía alegría y risas con las piruetas del payaso que se deslizaba ágilmente entre las piernas de los hombres, haciéndolos tambalear. Sus congéneres, adversarios feroces, lo contemplaban a distancia, mostrando los colmillos filosos. El payaso no les tenía miedo. Muchas veces los venció aún en montón; claro que en estas trifulcas salía sangrante y dolorido, pero siempre triunfador… ¡Así que sus enemigos sabían a qué atenerse! ¡Ah… pero el Payaso también tenía amigos y gente que lo quería! Esto se demostró en una de sus aventuras: Un día se robó un pollo desplumado de un puesto, cuya vendedora puso el grito en el cielo: ¡Maldito perro te voy a despellejar…! Y emprendió una carrera impresionante tras el can que bajó como una centella la calle empedrada para ahí entregar el pollo a otros perros que rápidamente lo destrozaron y engulleron. La mujer lloraba desesperada ante semejante escena. ¿Quién me va a pagar mi pollo? Gritaba inconsolable ¡Pues… el dueño del Payaso! Y así fue. El animal era popular en la colonia y pronto supo santos y señas de su hogar… y pues no tuvo pérdidas.
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Dos veces se lo llevó la perrera municipal. Dos veces sus dueños lo rescataron. El payaso llegaba a su hogar con un porte erguido y triunfante. Los niños lo recibían entre porras y caricias. El animal se dejaba querer y plegaba su negra nariz en una mueca de sonrisa y cerrando los ojos apoyaba su cabeza en el regazo de los niños que terminaban abrazándolo y dándole besos. Su cola color miel se remolineaba en el aire como un rehilete de alegría. Con esta actitud parecía prometer portarse bien y no meterse en problemas… ¡Aunque jamás cumpliría! Las aventuras más peligrosas fueron en las noches de luna, disputándose la novia con los canes callejeros, en donde vencía a los enemigos con una furia inaudita, llevándolos casi a la muerte. Hubo gente resentida que tomó venganza echándole agua caliente en el lomo, dándole de machetazos, dejándolo cojo a palos y piedrazos; salvó la vida de un envenenamiento, por su fortaleza y el cuidado de sus amos. Fue un guardián temible de su casa y un juguete inofensivo para los niños, compañero incansable de sus juegos y amigo paciente y amoroso que apoyó su cabeza junto las testas suaves de sus pequeños amos para soñar con ellos en sus mundos de ternura. Pasó el tiempo, los niños crecieron y el Payaso pareció que cumplía la promesa de portarse bien, ya no le importaba burlar el portón y lanzarse a la calle; Cultura de VeracruZ
tampoco las noches cálidas en pos de las novias furtivas. Ahora parece comprender que su pelea es distinta: peleará con sus reumas, con la dolencia de sus huesos, con la ceguera que le ha robado la luz de sus ojos… en fin todo ha cambiado. Sueña, sueña mucho y este es su mejor alimento. Ama mucho a los niños, quizá más que antes, pues con soberana paciencia les deja trepar a su lomo y que jueguen con sus largas orejas. Recibe caricias y secretos al oído. Para el Payaso este es el momento más importante de su vida: La dulce calma. Mañana emprenderá un viaje muy especial; será su última aventura. Quizá, en algún momento lo veremos en el jardín bajo la buganvilia llena de flores moviendo su cola almendrada, como una ola armoniosa que dará suavidad a su cara graciosa, llena de amor y picardía y este… ¡Será su adiós!
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Felipillo sin camisa Érase una vez un niño llamado Felipillo que adoraba la naturaleza. Vivía con su abuelita en una humilde cabaña de rajas de bambú en medio del bosque. Por las noches los grillos se metían por las rendijas y le contaban historias fantásticas. La luna colaba sus rayos de plata derramando la magia de su luz en el interior de la choza; el niño era muy feliz. Al amanecer, iba a despertar a la abuela y le contaba las historias de sus amigos los grillos; la anciana sonreía y compartía sus fantasías. –Abuelita, ya me voy a buscar la leña para prender el fogón y no sientas tanto frio, además te cubriré con mi jorongo de lana. -Pero hijo si no tienes camisa cómo te vas a ir desnudo, te me vas a enfermar; además me da tristeza que no te he podido comprar una camisa. El niño le daba un beso en la frente y sonriendo se despedía de ella. -No te preocupes abue, ahorita que corte la leña, tendré tanto calor que no me hará falta la camisa; además traeré moras silvestres para hacerte un rico atole… ¡adiós abuelita! El viento alborotaba la cabellera negra de Felipillo al tiempo que le cantaba al oído: “En el bosque encantado, vive un niño muy feliz Enero/Febrero 2016
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la aurora le ha pintado chapas rojas en la nariz. Felipillo, Felipillo Felipillo sin camisa tu corazón es el brillo que tu alma todo lo armoniza”.
tomaron para cubrirlo con sus brazos frescos y suaves como follajes mágicos.Felipillo, no te asustes, soy el mago del viento que mece a los árboles en los amaneceres. Volaremos alto pasando entre las nubes y tocarás la magia azul de pedazos de cielo. Y así lo llevó hasta un gran castillo tan blanco como el mármol y en cuyas ventanas había vitrales de bellos colores con incrustaciones de rubíes. Al descender en un extenso prado se escucharon las vibraciones de las fanfarrias anunciando su llegada. El viento con suaves ondulaciones, ordenó: -Convoquen a todas las reinas, hadas, gnomos, y ninfas a estar inmediatamente en este lugar. La primera en presentarse fue una ninfa llena de gotas de rocío y haciendo una reverencia se presentó –Hola pequeño soy Marisol la que cuida el castillo del amor y de la alegría. El mago ordenó “urge que confeccionen una camisa para este niño que es un gran amigo”. Marisol con una tierna sonrisa contestó -¡Yo se la haré! Atención, duendecillos salgan de sus escondites con sus alpargatas veloces y sus gorros con cascabeles; vayan a las montañas y pídanles a las ovejas suficiente vellón para elaborar una tela. Los duendes partieron veloces a cumplir su tarea.
El niño sonreía cuando hacia sus rollos de leña, para bajar al pueblo a venderlos y así llevar medicinas para su abuela y un poco de pan. Después de la faena se iba a tomar agua a un pozo que estaba cerca de un árbol frondoso que tenía varios nidos de pájaros; algunos ya empezaban a gorjear. -¡Qué hermoso árbol que eleva sus ramas al cielo para recibir la bendición de Dios! –El niño era de una gran sensibilidad que lo hacía único. Felipillo se inclinó sobre el brocal del pozo saludando con cariño a las aguas tranquilas que reflejaron su rostro. -¡Buenos días fresca y bendita agua! -Hola Felipillo ¿no tienes frio, la mañana está fresca, por qué andas sin camisa? -Amiga agua no tengo camisa -Felipillo, se acerca el invierno y no debes andar así, te vas a enfermar, contestó el agua con su voz cristalina. De pronto sonaron con firmeza unas palabras que asombraron al niño: -“Felipillo tendrá una linda camisa”. El niño buscó con ansiedad esa voz, y descubrió a un mago flotando en el aire, con una túnica de neblina y unas manos blancas como algodones de azúcar, que lo Cultura de VeracruZ
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Con voz musical Marisol llamó al siguiente personaje: -¡Gusanito medidor, sal de tu camita de hojas verdes y ven a tomar medidas a Felipillo que debo hacerle una camisa! El gusanito ondulando su cuerpo fue midiendo el ancho y largo de la espalda, así como de los brazos del niño que esbozaba una expresión de felicidad al sentir el cosquilleo en su piel de aquellos piececitos inquietos del gusanito. -“Aquí está la lana que con mucho gusto dieron las ovejas para la camisa del niño” –exclamaban los duendes al presentarse con Marisol. -Muy bien mis niños traviesos contestó Marisol, ahora pónganla en las ramas de los cardos para que con la ayuda del viento vayan formando una madeja después de escardar la lana. En esos momentos pasó una gran nube y se detuvo a contemplar a los duendes, Marisol le pidió que trajera a todas las arañitas que estaban en sus redes, para que vinieran a tejer un gran lienzo fino y tibio para la camisa de Felipillo. El niño veía asombrado el trabajo que cada animalito desempeñaba con tanta alegría como si fuera un juego. Al atardecer la tela estaba lista. Sonaron las fanfarrias por segunda vez anunciando la llegada de la reina de las flores vestida con pétalos de rosas y una corona de perfumados jazmines. Le acompañaban varias carrozas de cristal
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llenas de claveles, nardos, buganvilias, violetas, geranios y begonias. La reina fue al encuentro de Felipillo dándole un beso en la mejilla y acariciando su bella cabellera. Enseguida bajaron de las carretas de cristal todas las flores y fueron a estamparse en el gran lienzo destinado a la camisa; dejando no solo sus colores si no también el perfume de cada una de ellas. La tela era todo un encanto y el niño con la luz de sus ojos abarcaba la intensidad de la magia del momento. Marisol cortó y diseñó la camisa. Se organizó una ceremonia especial para ponérsela a Felipillo. El sol acomodó sus rayos horizontalmente para formar un estrado en el cual se colocó al niño; y miles de pájaros cantores, llevando la camisa en sus picos rosados, azules y turquesa, fueron vistiendo el torso desnudo. El niño lloraba pleno de felicidad y al fin pudo hablarles: -Gracias gusanito medidor siempre estarás en mis sueños, borreguitos cardos y viento por la noble enseñanza que dan a mi vida; arañitas tejedoras las admiro y jamás destruiré sus telarañas que elaboran en los jardines. Reina de las flores me llevo en el corazón tu beso y todo el colorido y el perfume de tu séquito fantástico estampado en mi camisa. Siempre que el mago me traiga regresaré a este mundo de amor y generosidad. Cultura de VeracruZ
Marisol, ninfa preciosa que cosiste mi camisa con hilos encantados de la belleza de tus lagunas siempre recordaré que representas la felicidad de un mundo lleno de virtudes. Y a ustedes amigos duendes muchas gracias y los buscaré en el bosque para jugar cuando vaya a traer la leña. Entre fanfarrias y aplausos se despidió Felipillo de este mundo fantástico. El viento lo arropó en su túnica etérea para llevarlo al lado de su abuela. También llevaba una frazada de lana que los duendes le mandaron a la ancianita. El mago le dijo a Felipillo: -Conociste el mundo de la fe, esperanza y la bondad. Tal vez esta historia nadie te la crea, pero tú cuéntasela a todos los niños del mundo. Tu abuelita te creerá porque llevas puesta la camisa que te defenderá del frio y además es símbolo de tu realidad. Felipillo con una sonrisa como una mitad de luna pensó para sí: “mi abuelita tiene alma de niña, claro que no dudará y además le llevo su frazada mágica para que ya no tenga frio” Y así Felipillo vivió muchos, muchos años contando la historia de su camisa. Y colorín colorado espero que este cuento les haya gustado.
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La que llegó en ferrocarril La calabaza estaba ahí, sobre un montón de piedras grandes, acomodadas estratégicamente para asolear la ropa, parecía una gigantesca esfera dorada en donde el sol se regocijaba al dejar caer sus hilos ardientes. Yo la miraba arrobada, saboreando, en la imaginación, el sabor de su pulpa carnosa. Cuando la abuela la trajo de un lugar llamado Esperanza, hasta Ciudad Mendoza, que es mi tierra, vino viajando en ferrocarril. La abuela se sentía orgullosa de tan codiciado alimento. Cuando la depositó en la mesa de nuestro sencillo comedor, con mucha solemnidad le dijo a mamá – que ejemplar, ¡apenas para los tragones de tus hijos! Así nos trataba la abuela “cariñosamente” pero siempre pensando en nosotros. En verdad era hermosa la calabaza y suficiente para siete paladares insaciables: mis hermanos y yo. Mi madre la tomó con esa sonrisa agradable que la hacía más guapa y la llevó al asoleadero para que terminara de madurarse. Como a los dos días de este acontecimiento nos visitó mi madrina de bautizo, mujer aborigen, chaparrita y cariñosa. Yo la quería mucho y además la única madrina que tenía. Siempre me brindó atenciones amorosas y me regalaba dulces, respondiendo a este afecto, la tomé de la mano y la conduje al Enero/Febrero 2016
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asoleadero para compartir mi felicidad: mira madrina es linda y también es mi amiga; todas las mañanas la vengo a saludar, le cuento lo que soñé, la convierto en muñeca y le pongo flores y aunque no lo creas…se pone a bailar por todo el asoleadero-. La madrinita rió de mis fantasías mostrando sus pequeños dientes, blancos y bien formados, cual los de una mazorca tierna escondiéndose en la milpa. -¿Verdad que es hermosa? – Insistí tirando de su mano -¡la trajo la abuela en el ferrocarril! -¡Que preciosidad de calabaza…humm y que deliciosa cuando la compongan con azúcar y canela! Dijo mi madrina, al tiempo que recomendaba.No se te olvide me convidas un pedacito. En un nuevo amanecer, al abrir los ojos, después de dulces sueños, lo primero que hice fue salir al patio para llegar al asoleadero y saltar sobre él, abrazar a la enorme calabaza y darle un beso. Creí ver en su gruesa cáscara la sonrisa de mi madrina, así como sus húmedos labios saboreando la promesa de un rico postre. Mi imaginación siempre desbordada, se aferró a la idea de que mi madre compartía mis decisiones y que estaba de acuerdo de que la calabaza, completita fuera para mi madrina… además se la merecía, porque muchas veces la escuché Cultura de VeracruZ
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decir: “tu madrina es una gran mujer, todo se lo merece”. -Bueno, mamá lo ha aprobado, la calabaza se la merece mi madrinita.- y con tal firmeza bajé la calabaza del asoleadero, le sequé las gotas de rocío y con esfuerzo titánico la cargué e inicié el camino a la casa de la madrina. El sol naciente fue testigo del esfuerzo de mis ocho años, siendo delgadita y pequeñita de estatura. El cansancio no importaba, teniendo la gloria de llevar entre mis brazos un lago de miel atrapado en esa mágica esfera de oro. Cuando mi madrina me vio llegar demostró alegría pero también incertidumbre, incredulidad y confusión.- Toma madrina es tuya.- le dije llena de felicidad. - ¿Tú mamá te autorizó traérmela? Su pregunta me ubicó en la realidad; todo era iniciativa mía, soportada por los comentarios que hacía mi madre con respecto a mi madrina, consolidando mis razonamientos de niña, que no podían retroceder al mundo de adultos, después de tan grande hazaña… total al fin de cuentas, bien podría traer la abuela otra calabaza en ferrocarril, pues allá en Esperanza había muchas… muy segura le contesté a la madrina…- ¡Claro madrina, mamá te la manda! De regreso a casa, todo el camino fui analizando mi increíble hazaña: ¿Era mentirosa, abusiva, mala? – ¡No, solo había querido demostrar amor a quien me lo brindaba!
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En la puerta de mi casa ya me esperaba mi madre con gesto adusto y el coraje bailoteando en sus labios temblorosos. No hubo gritos ni regaños, solo una lluvia de palos que aún me duelen a través de los años. Como a un criminal se me enjuició durante varios días que se me antojaron siglos. Por el hecho de haber privado a mis hermanos de algo que también les pertenecía, fui etiquetada como egoísta y cruel. Lloré mucho, por varias noches, mi almohada fue testigo del dolor que mordía mi alma, producto del criterio adulto que tanto lacera el espíritu del niño. Pero la inocencia realiza el milagro del perdón. El recuerdo feliz del rostro de mi madrina al recibir el regalo de la que viajó en ferrocarril, me hizo volver a mi dulce niñez y poner un velo al momento amargo. Hoy a gran distancia de aquel tiempo, concibo mis primeros pasos hacía el camino de la libertad en donde se conjuga el ideal sin importar el reto del dolor. Mi espíritu, a veces viaja, en ese tren fantasma junto con la que llegó hace muchos años… para brindar felicidad a quien se la merecía.
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La tierra te llama Obra de teatro
Personajes Josué La tierra Duendecillo Espantapájaros La lluvia El viento Mariposas El conejo La ecología La ciencia La sabiduría Reyna de la selva Reyna de las flores Capitalista Narrador Escenografía Un lugar con pocos árboles y un sol grande. Música de fondo de preferencia clásica. Narración Esa mañana, cálida con un sol esplendoroso, Josué irradiaba alegría, al fin había llegado la primavera…. Se iría al bosque a cazar mariposas y luego se metería al arroyuelo que corría bajo los árboles; buscó su anzuelo y su bote con lombrices; tomó su cometa y después de colocarle una larga cola con cintas de colores se lanzó al bosque con una gran sonrisa. Cultura de VeracruZ
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Caminó… caminó mucho… tuvo la sensación de que había equivocado el camino: buscó el rio… buscó los árboles… corrió tras las rocas en busca de lagartijas y mariposas… ¡y nada! Triste… muy triste se sentó en el suelo y comenzó a llorar... De pronto escuchó unos pasos, rápidos, rápidos… muy cerca de él, alzó los ojos… se secó las lágrimas y en su rostro se dibujó el asombro al descubrir un extraño personaje: un hombrecito con un arcoíris en las manos, que buscando ansioso algo que lo hacía girar y girar. Era un duendecillo de rostro dulce que le dijo suavemente: Duendecillo.- ¿Has visto a la lluvia? Josué.- ¡No! Por aquí no ha pasado en mucho tiempo ¿No ves cómo está seco todo esto? A propósito ¿Quién eres? Duendecillo.- ¡El duende Arcoíris! Yo siempre aparezco después de la lluvia… ¡Debo estar alerta para poner mi arcoíris! ¡Así que soy tu amigo! (Los niños se abrazan). Duendecillo.- ¡Sentémonos! ¡Ya me cansé de cargar mi arcoíris! Tiene días que ando en busca de la lluvia… y no la encuentro… aquí debería estar… mira como está todo esto… ¡Seco! (Se pone de pie, después de charlar largamente, denotando impaciencia, comenzaron a caminar con sentido contrario, uno del otro, buscando… siempre buscando. De pronto escucharon ruidos y ambos exclamaron): Duendecillo y Josué.- ¡Ya viene! Enero/Febrero 2016
Pero… oh… no era la lluvia; se acercaba un personaje muy simpático…. Con sus pantalones llenos de vistosos parches y una camisa de colores brillantes: además un sombrero de ala ancha, debajo del cual se movían un par de ojos grandes, pizpiretos… buscando también algo. Al darse cuenta que todo estaba solo increpó molesto al duendecillo y a Josué: Espantapájaros.- ¿Por qué se han comido mis elotes?... ¡Han acabado con mis milpas… y todo… y todo! (Desconcertados contestaron a sus preguntas). Josué.- ¿Tus elotes… pero… cuáles? Espantapájaros.- ¡Cómo que cuáles! Aquí había una gran siembra de milpas… y yo siempre he cuidado los granos dulces de las mazorcas tiernas… siempre… me pongo en medio del sembrado para asustar a los pájaros glotones que tratan de picotear los elotes… pero… no los asusto… los hago mis amigos y ellos me ayudan a cuidar. ¡Qué feliz soy! ¡Oh… pero ahora no hay nada!... ¡todo se lo han comido ustedes! Duendecillo.- ¡Oye, no pienses así!... Nosotros también estamos desconcertados… conocíamos el bosque… la siembra de la que hablas… el rio de Josué en donde pescaba… yo estaba aquí con la lluvia para llenar el arroyito… y pues… también nosotros no encontramos nada… nada.
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Josué.- ¡Pues alguien se los robó! ¡Eso que ni que! ¡Pero lo vamos a encontrar y a darle su merecido! Espantapájaros.- ¡Calma… calma! Miren, la felicidad trae cosas buenas… ¡Cantemos y bailemos… quizá ella nos devuelva lo que tanto amamos! (Aquí se lleva a cabo una coreografía con una canción alusiva a la lluvia, tal vez “La virgen de la cueva”. De pronto, casi al finalizar la canción, se harán efectos de truenos y viento huracanado. Se abrazan jubilosos los tres personajes y gritan): Duendecillo, Josué, Espantapájaros.¡Ya se acerca la lluvia!... ¡Bravo! (Entra presurosa la lluvia y dice): Lluvia.- ¡Amigos…! ¿Cómo están? ¡Los he extrañado! Josué.- ¡Lluvia!... ¿qué está pasando? ¿En dónde está mi arroyito en donde me mojaba los pies y pescaba charalitos? ¡Todo está seco! Lluvia.- Lo siento Josué… yo estoy tan triste como tú… es que ya no hay árboles que me detengan… para soltar mis gotas de agua… y el viento también sopla muy fuerte y me empuja más lejos… hasta donde haya árboles que me detengan… por eso tu arroyito murió, ya no puedo darle agua… ¡Oh… ahí viene el viento!... otra vez me empujará sin remedio… ¡adiós! (Aquí se pondrán efectos del sonido del viento. Hará su aparición haciendo giros muy rápidos… todos se abrazarán). Cultura de VeracruZ
Josué.- ¡Viento!... ¿Por qué te portas mal? ¿Ya no eres mi amigo? ¿Ya se te olvidó que jugábamos tú y yo con mi cometa de colores? ¡No te lleves a la lluvia… déjala que forme mi arroyito… por favor! El viento.- Lo siento Josué… si soy tu amigo… pero hay circunstancias que me han hecho cambiar la forma de soplar… hoy rompería tu cometa… pero no es mi intención te lo juro... no puedo detenerme… ¡Adelante lluvia… adelante! Duendecillo.- ¡Un momento, amigo! Siempre has tenido la misión de repartir el agua en la tierra… ¿Por qué ahora nos niegas le frescura de tus gotas cristalinas? El viento.- ¡Porque, hoy a esta parte de la tierra le haría daño en vez de beneficiarla…! ¿No ves que ya no hay raíces de los árboles que la amarren?... esta suelta… y toda la jalaría a los ríos más cercanos… y traería como consecuencia ensuciar sus aguas… y más consecuencias… mataríamos a otros seres más pequeños que viven en el fondo de estos ríos y bueno… haríamos una cadena de perjuicios… ¡Vámonos lluvia… vámonos! (Esta respuesta confunde a nuestros personajes que angustiados no saben qué hacer. Están a punto de llorar… cuando escuchan una música suave que los tranquiliza. Aparecen un par de mariposas que llevan a cabo una coreografía. Al término de la música exclamarán): Mariposa 1.- ¡Oh tengo sed, me ahoga el polvo! 22
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Mariposa 2.- ¡Ven, vayamos al arroyito! (Se angustia cuando se da cuenta que el arroyo está seco) ¡Que pasa, ya no está, no hay flores, tampoco árboles! Mariposa 1.- ¡Como… no hay nada!... ¡Qué paraje más desconsolador! ¡No es posible vivir aquí… huyamos! (Entra saltando un conejo y grita): .- ¡Auxilio… auxilio!... por favor no me dejen… yo también quiero vivir… aquí pasó algo muy feo… apenas si tuve tiempo de esconderme en mi cueva… cuando llegaron unos monstruos muy feos de hierro… y derribaron árboles… y huyeron los pájaros… se secó el rio… yo temblaba de miedo porque en una casa de campaña un hombre vigilaba…. Todo es silencioso, han pasado muchas cosas raras. Hoy vencí el miedo y salí de la cueva pero no hay agua, no hay yerba… ¡No hay nada! Por favor ayúdenme a encontrar otro bosque, tengo hambre. (Trata de huir). Josué.- ¡Alto conejo… tú sabes mucho, cuenta que pasó! Espantapájaros.- Dime quien se robó mi milpa, mis elotes, además a donde se fueron los pájaros que volaban y se paraban en el ala de mi sombrero. También enséñanos ese monstruo de metal que cometió estos destrozos sin nombre, para darle su merecido. Conejo.- No puedo explicarles más porque no comprendo todo esto, sólo les puedo decir que junto al monstruo de hierro habían más hombres que todo lo
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destruían. Uno alto, frio y déspota dijo que volvería ¡Por eso prefiero huir! Duendecillo.- Pero yo quiero saber más ¿Por qué la lluvia ya no puede regresar a esta parte de la tierra? Cómo era feliz cuando la veía regar los árboles y jugar con el arroyito y yo ponía mi arcoíris, cuando terminaba, allá en lo alto del cielo, pintando de bellos colores mi arcoíris. Josué.- ¡Tierra, tierra, si pudieras hablar! ¿Quién te hizo tanto daño? Duendecillo.- Tierra, si tuvieras un alma, dale permiso para que nos diga cómo podemos evitar que te sigan destrozando ¡Habla, habla! Con música muy especial hará su aparición la tierra, con reflectores que se prendan y se apaguen. La tierra.- ¡Aquí estoy pequeños! Cómo les amo porque en su mundo de amor e inocencia existe la esperanza de un futuro en donde está la fe. Me siento cansada, agotada, lastimada por la avaricia de algunos hombres. Josué.- ¿Nosotros te hemos hecho daño? La tierra.- ¡No… ustedes… nunca! Son los seres más bellos del mundo… y mi tabla de salvación para bien de toda la humanidad. Duendecillo.- ¿Entonces quienes te lastiman? ¿Y cómo podemos defenderte? Espantapájaros.¿Yo habré cumplido bien mi función de cuidar los Cultura de VeracruZ
sembrados? ¡Quiero saber para corregir mis errores… te amo madre tierra! La tierra.- No pequeños, no son ustedes… es un fenómeno muy complejo, difícil de explicarles pero si ustedes me aman y cuidan ya tenemos ganada la mitad del camino. Josué.- ¡Cómo no te vamos a querer si eres como una madre que nos da agua, aire, sol, bosques, mar, nada más: la vida! Por eso nos da coraje que te hagan daño. ¿Habrá una mano amiga que nos ayude a salvarte? Mariposa 1.- ¡Ya sé quién nos puede ayudar! En el camino, mi amiga y yo encontramos una mujer muy dulce que derramaba amor. Esto me dio confianza y me posé en su hombro; me tomó con delicadeza, besó mis alas y me depositó en el pétalo de una flor. Mariposa 2.- Es verdad, esa mujer resplandecía, la vi acariciar el agua de un rio, quitarle las basuras que se deslizaban en su corriente y luego ahuecando sus manos tomó una porción para regar una plantita que se estaba marchitando. Duendecillo.- ¡Ya sé quién es y dónde está… la iré a traer para que nos aconseje! (Sale corriendo y regresa de la mano de una mujer vestida de color oro con un collar de rosas). (Habrá música especial para la entrada de este personaje.) 24
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La ecología.- ¡Que tal pequeños hermanos! ¡Salud madre tierra! Considérame tu hija, acabo de nacer para vivir para ti. Soy la ecología, una ciencia de amor hacia todos los seres que forman parte de tu entraña, desde el más pequeño hasta el monumental. Nací de tu dolor de tu angustia al ver que el hombre en aras del progreso egoísta, aplica la tecnología sin amor, sin inteligencia, contaminando tus mares, ensuciando el aire, arrojando basura en tus lagunas y ríos, rompiendo la armonía con el estruendo del ruido y tratando de dominar los fenómenos de la naturaleza en forma arbitraria e ignorante. Mis armas para combatir a estos terribles enemigos no son de fuego, si no de hermandad y convicción. ¡Madre tierra, se han unido a mi lucha dos hermanas magnificas para combatir el terrible mal de la contaminación… adelante amigas! Con fanfarrias entrarán la ciencia y la sabiduría, las recibirá Josué: Josué.- ¡Qué hermosas! ¿Ustedes también sufren por la agresión que sufre la tierra? La ciencia.- Así es pequeño y buscaré opciones para librarla de estos monstruos de la contaminación que propicia la avaricia del hombre. Mira yo le doy al ser humano la capacidad de inventar cosas para bien, jamás para mal, pero él todo lo echa a la basura. Josué.- ¿Por qué? ¡No se vale! Enero/Febrero 2016
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La ciencia.- Mira Josué, yo debo ir cerca de él, junto con la sabiduría cuando emprende un plan de trabajo, pero el hombre creyéndose rey de la tierra nos hace a un lado y mira lo que logra… El conejo.- Vive dando saltos como yo, pasándose los altos de la reflexión y luego se encueva como yo… cuando la desgracia arrasa con los seres inocentes ¿Verdad? Sabiduría.- ¡Tienes razón conejito! Antes de experimentar se debe reflexionar. Ningún progreso se debe fincar sobre la seguridad de la vida. Cuando esto sucede es demostración de necedad y ausencia de amor. Yo, la sabiduría trato de estar en la mente y el corazón de los hombres que tienen el privilegio de hacer grandes acciones a favor de la vida universal ¡Cómo lloro cuando constato que su pensamiento y su alma están vacíos!... La tierra.- ¡Por eso me siento cansada y triste! Estoy aterrada de que la balanza se incline a favor del lucro y los intereses bastardos.
Seremos una cadena que rodee al mundo con una sola voz que pregone: ¡La tierra es tuya, pero también tú eres parte de ella, si la destruyes tú también morirás! Todos.- ¡Bravo, bravo, bravo! (Saltando y aplaudiendo.) La tierra.- ¡Esto merece una fiesta majestuosa escoltada con flores y con selva! ¡Llamaremos a las reinas del bosque y las flores! (Con fanfarrias harán su entrada). Reyna de la Selva.- Estamos presentes, árboles, pájaros y flores. Volveremos a sentir la caricia de la lluvia y el rumor de los ríos… ¡Soy muy feliz! Reyna de las flores.- Madre Tierra, bendita seas, que tu entraña siga fértil para saborear los dulces frutos y que las aguas de tus mares conserven su riqueza marina. Ecología.- A propósito, Madre Tierra, se hace presente un personaje que te trae un presente maravilloso del mar. Es un pescador que cuida y respeta las vedas para evitar la extinción de especies marinas… ¡Contigo, el pescador Jorge Luis! (Entrará este personaje con su atarraya y una sarta de pescados, aquí se llevará una coreografía alusiva.) De pronto se interrumpe la fiesta al entrar al escenario un hombre acompañado del ruido de máquinas. Viste un tanto elegante y enjoyado. Capitalista.- ¡Por aquí… por aquí! Prendan fuego a esta maraña y empiecen
Ecología.- Pero ya no estás sola, yo estoy a su lado; Tomados de la mano hagamos una cadena mágica que se vaya agrandando por todos los caminos para sembrar en la mente de los hombres ideas de respeto y luz que fortalezcan los ríos, la fauna, los acuarios y la riqueza de sus contornos naturales. Seremos una gran hermandad que defienda a nuestra Madre Tierra. Cultura de VeracruZ
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a trazar cerca de donde estaba el rio para que ahí escurran los desechos… ah ahí quedan algunos árboles… derríbenlos… ya luego veremos que más se hace. La ecología.- ¡Señor, señor…! ¿En su flamante proyecto ya está contemplada una planta de tratamiento de aguas negras, para que no acabe con el ecosistema de este lugar? Además no está permitido tirar árboles y… El capitalista.- No me moleste señorita, mi tiempo es oro… además yo tengo mucho dinero y usted sabe… ¡Con dinero baila el perro! La ecología.- Usted lo ha dicho, pero por fortuna ¡Aquí no hay perro! Tenemos como gobernante a un hombre que es amigo de la ciencia y la sabiduría… por lo tanto, jamás permitirá su infame osadía… así que deseche su flamante proyecto. La sabiduría.- Oiga señor ¿De veras desea ser más rico, pero rico de ricos, de esos que jamás pierden su fortuna?
Quizá usted muera y otra persona si pueda disfrutar de esta riqueza porque será más sensata para manejarla en su vida. ¿Esto no le dice nada? ¿Es feliz derribando árboles y matando el hábitat de miles de animalitos que son indispensables? ¿Acaso no está cansado, desesperado por esta situación? ¿Esto es felicidad? Capitalista.- ¿Quién eres tú y como sabes todo lo que has dicho? La sabiduría.- Yo soy la sabiduría; mire siéntese aquí, respire el aire fresco, disfrute el perfume de las flores, deléitese con el follaje de la selva, y como un símbolo de la alegría absorba intensamente los colores del arcoíris, pinte todo el panorama de luz y de belleza ¡Qué tesoro está enfrente de usted y como un prodigio, si usted lo desea, transpórtelo a su alma! Y todo esto nos lo da la tierra: agua, sol, luz, lluvia, árboles y flores a cambio de que sólo la cuidemos no haciéndole daño… ¡Sólo eso! ¡Ahora sí en medio de este remanso de paz usted será el hombre más rico del universo! ¡Porque ha aprendido a amar…! La selva.- ¡Y todos lo amaremos! Todos.- ¡Siiii… siiii! El capitalista.- Tienen razón, no me había dado tiempo para reflexionar… siempre estuve corriendo, pensando en negocios y con temor a que me robaran mi dinero… Pero ni siquiera me había fijado en las flores, en los pájaros, en tantas cosas…
El capitalista.- ¡Claro, porque crees que estoy desesperado para echar a andar este negocio…! Sabiduría.- ¡Pues lamento decirle que no es riqueza lo que usted está buscando! Lo suyo es avaricia y no da felicidad; sólo angustia que le robará la tranquilidad y ambición desmedida que lo conducirá a la locura. Piense bien, la vida la tiene prestada y quizá hoy se la reclamen, y con todo su dinero no la podrá comprar porque es un Don Divino y los Dones no tienen precio. Enero/Febrero 2016
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¡Vaya nunca había visto un conejo tan lindo! (Acariciando al conejito.) ¿Pero qué voy a hacer con tanto dinero que tengo? La ecología.- Únase a nuestra causa, puede invertir pero con otra mentalidad… siembre la tierra de hortalizas, construya jardines ecológicos, haga reforestaciones ahí donde se han perdido árboles y lleve mensajes de amor por todo el mundo con respecto a nuestra madre tierra. Capitalista.- ¡Sería una hermosa aventura! Trato hecho, mi fortuna se une a su causa… pero alguien debe asesorarnos para esta fantástica empresa. Ecología.- ¡Aquí están la ciencia y la sabiduría! La ciencia.- ¡Claro mis conocimientos están para servirles en todo momento! La sabiduría.- Mi experiencia también. La tierra.- ¡Estoy en plenitud, me siento fortalecida! Capitalista.- ¡Pues manos a la obra! ¿Por dónde empezamos? Reyna de las Flores.- Pues estamos aquí en Xalapa, lógico que iniciemos en este rinconcito de nuestra provincia que es cofre de bellas tradiciones y centros culturales. Principiemos con un magno desfile que lleve mensajes de amor para nuestra Madre Tierra… ¡Hermanos que suenen las fanfarrias! ¡Xalapa les llama!
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