Director
Consejo Editorial
Raúl Hernández Viveros
Edgar Aguilar, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Marco Antonio Acosta, Mario Calderón, Celina Márquez, Mauro Mamani-Macedo, Omar Piña, Silvia Tomasa Rivera, Vicente Francisco Torres, Juan Ventura Sandoval. Ejemplar: $50.00, suscripción: 500 pesos. En el extranjero Dls. 30 Portada: Carlos Vázquez Ruiz 2 ANGÉLICA LÓPEZ TRUJILLO € Loma de oro
Subdirector Alberto Hernández Vásquez Administrador Mario Hernández Vázquez REVISTA Cultura de VeracruZ, Año XXI, No. 103, Mayo / Junio 2017, es una publicación bimestral. www.nuevaepoca.blogspot.com / culturadeveracruz@yahoo.com.mx Editor responsable: Alberto Hernández Vásquez. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2010081613030000-102, ISSN, en trámite. Licitud de Título: (en trámite). Número de Licitud de Contenido (en trámite). Impresa por Ediciones Cultura de VeracruZ, Altamirano No. 35, Col. Centro, C.P. 91000, Xalapa, Ver. Este número se terminó de imprimir el 26 de junio de 2017, con un tiraje de 1000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor.
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6 CARLOS ROBERTO MORÁN Mandarina 8 MARCO TULIO AGUILERA GARRAMUÑO Cinco fábulas 14 JOSÉ LUIS VELARDE Godzila; el retumbante hijo de Coahuila
17 RODRIGO VELÁZQUEZ La semejanza CARLOS ROBERTO MORÁN 19 Esperando a Mister Bojangles 20 Abelardo Castillo: adiós al gran escritor 21 Abelardo Castillo: Las panteras y el templo 23 ARMANDO ORTIZ MORIR EN EL GOLFO 25 VÍCTOR MANUEL VÁZQUEZ GÁNDARA Investigador y escritor 26 PIER PAOLO PASOLINI Alla mia nazione
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tragedia que cimbró tu sima y arrancó los penachos verdes de tus cumbres. Además, tuvo la dolorosa pérdida de tu gente, ya que algunas personas quedaron sepultadas. Cosautlán, amo el dolor, he vivido tanto tiempo cerca de ti que hemos estrechado lazos de cariño. Por lo tanto debo conocer tu historia; y la montaña me habló en un hilo tenue de una dolorosa realidad: “Mi nombre es de origen azteca, CozauhTlán, aféresis de Tecozauhtan, compuesto de Tecozauhqui – oro fino y de tlán, que significa “lugar de oro fino” o también Loma de oro, tal vez por el color de la tierra amarillenta y por la configuración que tiene al estar situado en un montículo barroso. El hombre que inicio esta población fue un vaquero valiente y tenaz que cerca de un guayabal frondoso edificó la cuna de las generaciones presentes y futuras. Fue así como de un humilde jacal de juncos y cañas se proyectó rápidamente la población. Fue en el gobierno de Porfirio Díaz cuando llegaron las tropas hasta esta tierra; carrancistas y zapatistas, sembrando el pánico, robando gallinas, maíz y ganado. No sólo esto sino hasta se llevaban a las mujeres de su agrado. Hubo un desconcierto enorme porque muchos aprovecharon esta insurrección para robar y matar; no existió un ideal noble que los guiara. Hubo una vez un soldado infame que me llenó de ira al ver la morbosidad de su desquiciamiento al hacer cavar a un hombre su propia tumba y medirlo a cada instante dentro de aquella fosa para aumentar su terror. Con un puñal le hería lentamente, cada uno de sus miembros, hasta acabar con él, en un martirio bestial. En esta época la gente ya no tenía que comer, se alimentaban solamente con unas gordas de plátano verde. La guerra entre carrancistas y zapatistas era una lucha encarnizada, ya no se sabía quién era el enemigo, pues ambos despojaban a las
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Loma de oro Eres para mí un paisaje cincelado, un albergue en tu entraña fresca con olor a selva, un gemido doliente que revela a mis oídos el secreto de tu vida. En la rugosidad de tu montaña está el oro que a la luz del día derrama el fruto prolífico que es símbolo de vida que la historia ha guardado. Una historia que he conocido con distintos matices; unos amargos y otros apacibles. “Aún recuerdo cuando estuve cerca de esta inmensa cordillera, mis ojos quedaron sorprendidos ante la majestuosidad de sus paisajes hundiéndose con el azul celeste del universo. Yo viajaba en autobús. Abrí la ventanilla y un viento fresco me saludó, dándome la bienvenida a Cosautlán, sintiendo la promesa de su amistad. Creí que el viento me decía “si estás triste búscame, si estás alegre compártelo y siempre será tu amistad totalmente cordial””. Cosautlán, hoy estoy muy triste y comparto esta nostalgia contigo porque te identifico con esta lluvia fina que desciende de tu montaña y con ella vienen los recuerdos de aquella temible Cultura de VeracruZ
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gentes de comida y cobijas, es más, todo lo que encontraban sus manos. La tropa tomó por cuartel la iglesia, el padre huyó y esto fue lo más duro, ya que la gente era creyente. Ver gritar de espanto y dolor a la gente cuando vino el temblor más fuerte en la historia de esta tierra. Fue una verdadera tragedia, sepultó familias, desmembró casas. El rio aumento su caudal arrastrando animales y troncos. Eran gritos y rugidos del rio. Todo era miedo y desolación. Como un mes siguieron los temblores, lentos, pero la gente ya estaba muy aterrada. Los que murieron entraron en putrefacción. Se presagiaba una epidemia. Las autoridades empezaron a quemar a los muertos con gasolina, todo era macabro y nauseabundo. Ver aquel cúmulo de carne apestosa retorciéndose entre las llamaradas rojizas. De la barranca grande, sacaban del lodazal pedazos de cadáveres; pies, brazos, cabezas. La iglesia se vino abajo sepultando a la tropa que la había tomado de cuartel. Esto fue el final, los enemigos que sobrevivieron huyeron despavoridos. “Historia de las campanas” Un día realicé una caminata y llegué hasta una lomita que me guardaba una sorpresa: Una capilla semidestruida en la que había una prescripción precisamente de la etapa de dolor en Cosautlán. Esa construcción en ruinas despertó en mí una sensación extraordinaria: escuché el timbre de un ayer de esas campanas vibrando el dulce eco de un Angelluz. Para llegar al campanario estaban escalones carcomidos en cuyas desnudeces se extendía una verde lama. Decidida avancé tres o cuatro escalones, pero ya no intenté subir más porque presentaba cuarteaduras, pregonando desmoronarse a la menor presión. Seguí mi recorrido hasta lo que estimé fue la nave central, pues el espacio denotaba esta suposición mía. Lo único que se apreciaba de estas ruinas fueron las paredes con Mayo / Junio de 2017
profundas cuarteaduras, de las que salían grises lagartijas para observar mi presencia. Nada hablaba del pasado, ni un altar, ni una plegaría que hiciera eco de la gran tragedia. Pero yo imaginé voces desgranando una plegaria, una oración ferviente, una fe incalculable. Tal vez eran las voces de seres descarnados sepultados en los escombros de la capilla. Volví los ojos al campanario para observar los badajos grises, silenciosos. Las campanas estaban boca abajo, sobre una gran viga, demostrando el peso de la tristeza. Mis ojos se quedaron fijos en el frio cobre de las campanas y casi sentí que tenían el anhelo de volver a repicar alegremente como en los días de fiesta y llenar de vida, con la sonoridad de sus notas, aquellos muros en ruinas. El mugido de una vaca que pastaba cerca, me apartó de mis sueños al tiempo que la voz de una ancianita de sonrisa amable me saludó: Buenos días maestra ¿qué le trae por aquí? Su aspecto me infundió confianza y le dije –Buenos días señora, mi presencia en este lugar se debe a que por referencia de algunas personas esta fue la primera capilla de Cosautlán. –Así es, pero dentro de esta tragedia Dios nos mandó un gran hombre que fue portador de paz y consuelo. Un ser de espíritu grande. Ante todo nos trajo la fe que habíamos perdido, así como ropa, medicina y comida, dio dinero para todos aquellos que perdieron sus cosas y organizó a la gente para el buen uso de los recursos que ameritaba el poblado. Su presencia fue un rayo de luz entre el escenario de hambre y dolor. Este hombre, apóstol de la religión, se llamó Rafael Guizar y Valencia. Pero que pequeño es el hombre cuando ni el hambre y la desgracia de sus hermanos le despierta un sentimiento noble. Le voy a contar, ese gran hombre por sus deberes como obispo, no podía estar más tiempo con la gente, cumplió su promesa y mandó su ayuda valiosa para atender a las gentes más pobres y afectadas por 3
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saludaba a la entrada de la capilla, casi lo veo parado en la puerta. Con su sotana negra y bien planchada. Con la felicidad en el rostro nos recordaba cómo se construyó el templo, acarreando piedras muy pesadas desde el rio. Todos ayudábamos, niños, ancianos y jóvenes. Entonces yo era muy feliz. Pero llegó la fatalidad, zapatistas y carrancistas y todo fue pavor. El padre huyó y la capilla quedó sin plegarias ni sermones. Yo me sentí como una nube negra. Luego vino aquello horrible, aquello que decía mi madre era castigo de Dios… el temblor. Se sacudieron, casas, huertas y gentes. Todo se vino abajo también parte de la capilla, techos, muros, las campanas rodaron por los escombros dando con sus badajos los últimos toques semejantes a un gemido largo y sin fin… ahí estuvieron mucho tiempo tiradas, hasta que volvimos del dolor, las levantamos. Se hicieron dos horquetas grandes y gruesas y por encima de ellas se atravesó un madero grueso que aguantara su peso. Así estuvieron por tiempo indefinido, colgadas sus amplias bocinas como si fueran torrentes de gloria que el viento mecía a su antojo. Pero un día vino un hombre para admirar el paisaje y le gustaron las campanas y como era amigo del agente municipal le pidió una para su escuela cosa que le fue concedida. Pese al dolor de mis vecinos vimos como descolgaron la campana y la treparon en el lomo de un burro para llevársela al pueblo, a una escuela. Nos dio tristeza esta acción por esas campanas. Además ellas compartieron nuestras angustias, porque sentimos que también tienen un alma. Y nosotros los pobres acudimos a su llamado para encontrar en la oración el consuelo a nuestras penas. Así que usted comprenderá cuanto sentimos que el maestro se llevara la campana. En cuanto entró otro agente municipal que también le tenía cariño a la campana se dispuso a recuperarla y fue a pedirla al maestro que la devolviera; naturalmente el profesor se negó. Ni
el sismo, además mandó madera para que levantaran sus casas. Este apoyo se obtuvo de su herencia, ya que él venía de gente económicamente bien acomodada. Compró tierras para darle a los que no tenían y granos para que sembraran. Pero he aquí que los integrantes de la comisión que organizó la distribución de los recursos, olvidando su misión, se quedaron con la mayor parte, dando puños de frijol picado al menesteroso que se acercaba a ellos para pedir ayuda. Los que no necesitaban fueron los primeros que construyeron sus casas y tomaron el dinero para aumentar su capital. Pero volvamos a la aventura de esas campanas ¿quiere conocer su historia? Dijo la viejecita siguiendo la inquietud de conocer… dígame señora ¿cuál es esa historia? Me vio fijamente y contestó –Mire si quiere que le platique un relato vayamos a mi casa ¡está cerquita! Porque aquí no hay seguridad estos muros son peligrosos ¿no ve que amenazan derrumbarse? Pobrecillos, mucho han aguantado a sostenerse desde aquel día… ¡que no quisiera recordar! Desde la cerca de su casa siguió contando: ¡Esas campanas tocaban “re” chulo aquellos domingos que yo asistía a misa! Mis trenzas eran negras y gruesas y les ponía moños rojos en las puntas; me ponía aquel vestido de charmés rojo con mi paño de colores en la espalda. Aun guardo en mi corazón el rostro bonachón del señor cura que sonriendo me Cultura de VeracruZ
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a ruegos, ni a amenazas cedió. Entonces, el agente puso la queja en Bienes Nacionales y se le armó una buena camorra al maestro, pero ni así quiso regresar la campana diciendo que antes se moriría, pero jamás se la quitarían. Yo creo que el mentor le había tomado cariño, ya que era la alegría de los niños cuando sonaba su badajo invitándoles a estudiar, así como a nosotros los feligreses nos llamaba para orar. Entonces los padres y la gente del pueblo se decidieron a ir juntos a pedir el regreso de la campana. El maestro se encerró en su salón de clases y no le abrió a nadie. No le importó el alboroto, ni las voces coléricas de todos que empezaron a golpear la puerta mientras se escuchó la consigna: ¡muera el maestro! ¡Tiraremos la puerta y lo lincharemos por sacrílego! Es que esa campana significaba una parte sagrada de nuestra capilla para todos. Además, era un trozo de nuestra historia en este Cosautlán. El agente municipal intervino y expuso nuestras razones haciendo conciencia de que su vida estaba en peligro. Así fue como el maestro entregó la campana. Cuando llegó aquí, vino entre gritos de alegría y aplausos, cual si fuera un candidato haciendo campaña política. Entre vivas se puso la campana junto a la otra y fue día de fiesta, porque hasta muy noche todos estábamos comentando tan inaudita aventura. Era una noche de luna llena que filtraba sus rayos de plata por las carcomidas ruinas de la capilla. Todo era regocijo, sólo que se me figuró que la campana estaba triste, tal vez porque extrañaba la algarabía de los niños y la palabra fecunda del maestro. Ella, con su alma de bronce, generó la inocencia de los niños a través de sus juegos. Por eso está tan callada. Las cosas cuando callan y están inertes son como las almas mustias que destilan muerte. Mayo / Junio de 2017
Le aseguro que un día de sol, como ahorita que usted vino a visitar y conocer la historia de la capilla, los rayos calientan estos muros ruinosos y dan calor a nuestros huesos. Ella, la campana, quisiera vibrar su badajo para ahuyentar el frio que le embarga y no puede. ¡Qué horror querer y no poder! Si yo pudiera subir hasta ahí… donde ella se encuentra y hacer vibrar su badajo, pero tampoco puedo… y sin embargo debía poder. La ancianita me miró largamente y dos lágrimas brotaron de sus ojos. ¡Pero está llorando, comenté –los recuerdos le hicieron daño! “No, no me hacen daño, lloro porque no puedo hacer lo que deseo” ¿Y qué desea? -¡Volver a ser feliz como ayer! Ese ayer que tenía mi capilla llena de flores. Yo estaba fuerte y tenía un poco de dinero, suficiente para no pasar penurias. Hay tantas cosas, tantos compromisos, como pagar impuestos de mis dos pequeñas huertas y pagos a Hacienda que no justifico. Vendo por adelantado mi cosecha para cubrir esos gastos, más alimentación y medicinas, consultas al médico, en fin, no puedo soportar esta vida. Mis hijos no pueden con estos gastos extras. Sólo tengo un hijo que gana siete pesos diarios y esto no es suficiente. Si llueve sólo trabaja dos días. ¿Usted comprende? Sus palabras me dolieron en el corazón. Un velo negro cubrió la alegría que me había embargado al visitar este paisaje lleno de luz, así como el rostro dulce de esta mujer que me pedía comprensión a sus problemas de salud y economía tan frágiles. Sólo la miré con admiración y dirigiendo mis ojos a su cordillera –Loma de oro- Le interrogué ¿Por qué, por qué?
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-¿No los escuchás? -Escucho que gritan, pero no les entiendo. -Dicen “mandarina”. -¿Y por qué? -Porque me buscan. Yo soy la “mandarina” que buscan. -¿Mandarina? -Así me dicen cuando están con ganas de cargar a alguien. -Y a vos no te gusta. -¿A vos te gustaría? -Seguro que no… Ah, por eso estás acá, para sacártelos de encima. -Para que no empezaran, para que se olvidaran un rato de mí. -Pero se ve que se acuerdan, ¡jajá! Disculpame… -Está bien. Me da lo mismo. Lo malo es que voy a tener que volver, allí. -¿Allí, dónde? -Ahí, ¿ves ese rincón del restaurante con tanta gente? Es la gente de la empresa. -¿Pero tenés que volver? -Debería… están todos… -¿Notarían tu ausencia? -Sí, ahora mismo me están llamando… Sí, a Mandarina cuando hay joda lo toman en cuenta… -Lo decís como si te fueran a premiar. -No, no espero ningún premio. Al contrario… -¿Y por qué te dicen Mandarina? -Cosas de los muchachos… -¿Te da vergüenza, es algo jodido? -No, jodido no… Es porque… me pongo colorado con facilidad… pero en vez de ponerme colorado me pongo amarillo, amarillo como mandarina… qué sé yo… -¡Jajajá!, discúlpame, ¡jajajá! -Te disculpo, yo también me reiría de no ser el que recibe los pelotazos. -Tenés razón, estuve mal… Esta vez discúlpame en serio, no me reía de vos sino de la situación. -Si fuera por mí…
Carlos Roberto Morán MANDARINA -Hola. -Ah, hola… buenas noches. No la… no te había visto. -Acá está muy oscuro. -Sí. -¿Te estás escondiendo de alguien? -No… -¿No? -Bueno, quizás sí… -¿De una mujer? -Ojalá… No, de unos pesados… -… -…Mandarina… -¿Qué decís? Cultura de VeracruZ
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-Te irías ahora mismo. -Sí, pero no puedo, hasta el gerente me tiene controlado, ni siquiera estoy efectivo… Voy a tener que volver y que pase lo que pase… Da igual… -Suerte… -Chau… buenas noches… -Buenas… -… -¡Esperá! -… ¿Sí? -¿Qué te parece…? No, olvídate… -Hablá, no tengo problemas… -Se me ocurrió una idea… Es medio loca… Bah, te la digo: a mí no me conocés, pero tampoco me conocen tus compañeros. ¿Qué te parece si vamos y me presentás como tu novia? -¿Vos, mi novia? ¿Quién me lo va a creer? -Una novia, una amiga, da igual. Decí que nos conocimos hace poco… -No me lo van a creer… -Esa parte me la dejás a mí, vos me presentás, en general, después te quedás callado y la que hablo soy yo. Lo sé hacer bien… -Pero si ni sé tu nombre. -Da lo mismo. ¿No entendés? Sí te ven conmigo no te van a cargar. O te van a ver de otra manera, te lo aseguro. Y vos poneme el nombre que quieras, Josefina, Lena, Gisela. Gisela, ahí está… -¿Y de dónde sos, y cuándo nos conocimos? -Soy de Rosario, estudio Letras, nos conocimos en el shopping… Cuanto menos digamos, menos nos vamos a confundir… -No lo van a creer… -Vas a ver que sí. Vos déjamelo a mí. Acordate que me llamo Gisela. -¿Viste que salió todo bien? Hasta un premio nos sacamos. -Vamos por acá, así los perdemos de vista. -No nos van a seguir… -Si pudieran, bien que lo harían… -No te preocupés, ya no nos ven. -¿Para dónde vas? Mayo / Junio de 2017
-A buscar mi auto. -… -¿Querés que te deje en alguna parte? -¿Nos vamos a volver a ver? -No lo creo. Yo vine para encontrarme con alguien que me dejó colgada. Por eso me encontraste donde estaba, fumando, haciendo tiempo. Ahora me vuelvo de verdad a Rosario. -…. Ah, yo creí… -Ni pienso volver por acá, no te preocupés… -¿Y cuándo me pregunten por vos en el trabajo? -Primero decís que viajé, después inventá que nos distanciamos. Después decí lo que quieras, total a mí no me ven más. Ah cierto, tomá… -¿Qué me das? -El premio, te lo ganaste. -Te lo ganaste vos, sí no fuera que te largaste a bailar por tu cuenta. Yo soy y seré un patadura. Quedatelo, yo ya tengo uno. -Bueno, gracias. -… -Acá está mi auto. ¿Te acerco a algún lado? -No… te agradezco, vivo cerca, le meto acá derecho y llego en seguida. -Bueno, chau… -Esperate, ¿cómo te llamás? -Para vos, soy Gisela. -Gisela… ¿Nos damos el beso de despedida? -…. Un beso de apenas roce de labios. No le dijo su nombre. La saludó y luego enderezó para cualquier lado. Volvería a ser Mandarina mañana o pasado. Desconocía dónde se encontraba. Estaba perdido, en plena madrugada.
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FABULA DEL MAR EN LOS OJOS Un hombre que era extranjero hasta de sí mismo se enamoró de una mujer extraña. Y se lo dijo. Pero ella era una mujer extraña, muy solitaria, indiferente, con pájaros en la cabeza. - Si tú me quieres- le dijo -, yo no sé si pueda quererte. - Y ¿cómo podré convencerte de que me quieras? - preguntó el hombre. - Yo no conozco el mar - dijo la mujer -, no conozco el bosque ni la selva. Sueño con orquídeas desde que las oí mencionar. He vivido en mi casa desde que nací. No he ido más allá de los límites de mi jardín. En los ojos de la mujer había algo semejante a una tristeza serena, a un aburrimiento domesticado, a una desesperanza ya vieja y sin solución Y, sin embargo, como quien trata de pescar ballenas en el manantial del traspatio, se atrevió a pedir: - Llévame a ver el mar. - De acuerdo - dijo el hombre. -Empaca y nos vamos - Pero quiero ir a pie, desnuda y con una venda sobre los ojos. - No verás el camino. - Tú me guiarás. - Pero entonces no podrás ver el bosque y las selvas, no conocerás las orquídeas. No gozarás al contemplar por primera vez el mar. - Quizás si pueda verlos y conocerlos a través de tus ojos. -Y entonces, ¿me amarás? - Antes de quitarme la venda me describirás el mar. Luego, cuando yo lo vea con mis propios ojos, sabré si puedo amarte o no.
Marco Tulio Aguilera Garramuño
CINCO FÁBULAS
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repugnancia. Le parecía vacío e inútil. Todo lo rompió, lo hizo trizas con silenciosa indiferencia. Después de destruir sus cuadros y de permanecer otro mes ante el lienzo vacío decidió hacer un viaje. Llevaría consigo apenas lo básico para sobrevivir y la tranquila certeza de que en el camino encontraría la respuesta a sus angustias. Tras varios meses de recorrer el país le tocó alojarse en un hotel en medio del bosque y del silencio más impresionante. Se acostó cansado, dispuesto a dormir. Apenas estaba vislumbrando los primeros bordes del sueño comenzó a escuchar suspiros. Ay, ay, ay, suspiraba una mujer en la habitación vecina. Conocedor del mundo, el pintor no le prestó atención al asunto. Se metió bajo las cobijas y cerró los ojos. Durmió unos instantes y luego volvió a escuchar ay, ay, ay. Se removió inquieto y regreso al sueño. A media noche volvió a despertar. Los suspiros continuaban. Ay, ay, ay. El pintor se sentó en la cama y meditó. Aquello era algo poco usual. No había sufrimiento en aquellos suspiros, tampoco pena, sino algo como un suave gozo, como una añoranza o resignación por lo que no llegaba y un doloroso deleite de sospechar que quizás llegara o quizás no. El pintor sonrió y volvió a la cama. La vida tiene sus pequeños misterios y hay que saber respetarlos. La curiosidad puede matar el cuadro, pensó. A las cinco de la mañana de nuevo estuvo despierto. Los suspiros seguían. Ay, ay, ay. El pintor, casi feliz, sabiéndose irresponsable y con una arista de culpa, decidió develar el misterio. Buscó la forma de observar lo que sucedía en el cuarto vecino. Con una navajita comenzó a rascar suavemente la leve pared al mismo tiempo que los suspiros acompasados como un batallón en marcha retumbaban en la catedral del bosque. Ay, ay, ay, ráscale, ráscale, ráscale. Hasta que al fin pudo ver lo que ya había imaginado, pero no comprendido.
LA MUJER Y EL PINTOR Habiendo llegado a la madurez de su vida y a la plenitud de su arte, un pintor quiso pintar cuadros que sabía estaban en sus manos y en su imaginación. Serían cuadros diferentes a todos los anteriores, semejantes sólo a sí mismos, sorprendentes de tan sencillos y con profundidades que dejarían pasmados a los espectadores. Como si en esos cuadros no estuviera representada la vida, sino el mismo significado de la vida, como si esos cuadros no fueran la representación del mundo, sino el mismo origen de todo. El pintor estuvo toda una semana ante el lienzo, con el pincel en ristre y la paleta de los colores en la mano derecha. Durante siete días llegó el anochecer sin que el pintor se atreviera a seleccionar un solo color o a aventurar un triste trazo. Finalmente decidió abandonar la empresa y consolarse con las figuraciones de la noche. Los cuadros que habían salido de sus manos eran agradables y a todo el mundo gustaban discretamente. Pero a él no. Reconocía que en ellos faltaba algo. Llegó un momento en que comenzó a aborrecerlos. Y tomó la decisión de destruirlos. Uno a uno fue cortando paisajes como espejismos, criaturas delicadas, cielos de colores insólitos, aguas que de tan prístinas invitaban a la santidad. Pero, ay, al pintor todo aquel espectáculo de colores y formas le causaba Mayo / Junio de 2017
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EL SEÑOR DE LOS SUEÑOS No le rinde cuentas a nadie. Es caprichoso. Puede ser complaciente si está de buen humor o malvado por llevarle la contraria a su propio estado de ánimo. A veces es ligeramente razonable y le da por sopesar los actos diurnos de los hombres. Entonces juega a las recompensas y castigos. Puede ser bondadoso -y se inclina a serlo- con los miserables. A un mendigo que duerme cobijado con periódicos, le puede suministrar sábanas de seda china y pieles de armiño. En asuntos de amor se inclina a favorecer a los solitarios o a los que tienen a sus amados muy lejos. Reparte noche a noche hombres magníficos a damas pesarosas y mujeres espléndidas a los más extravagantes engendros. No escatima. Al fin y al cabo tiene a su disposición todas las razas, todas las variedades, todos los sexos, todas las texturas de piel, todos los labios, todas las manos gentiles y amorosas. No existe nada que se le niegue. También puede ser un eximio torturador. A veces le basta una sombra para hacer delirar a un soñador, pero en ocasiones recurre a máquinas infernales. Puede hacer que un hombre, con toda frialdad, rebane sus dedos, sus manos, sus muñecas, sus brazos en delgadísimas tajadas con una cortadora de jamón. A veces, por simple descuido o capricho, reparte sueños equivocados. Convierte a un hombre sano y orgulloso de su virilidad, en una prostituta de lo más vulgar y vulnerable. 0 transforma a un anciano en una bicicleta nueva que vuela cuesta abajo. También suministra placidez a los que están al borde de] suicidio. A éste le retorna una sonrisa que perdió entre mil rostros anónimos, a aquél un paisaje que extravió en sus peregrinaciones, al de más allá, le devuelve un amor perdido, quizá el único que tuvo en la vida. Visita a todos los durmientes, pero son pocos los que recuerdan su rostro. La verdad es que nadie
Tendida sobre la cama había una mujer, una mujer como cualquier otra, con sus bellezas inobjetables y sus nimios defectos, pero que tenía en su rostro una expresión de espléndida felicidad, de paz, de gozo. Al lado de ella estaba un hombre que la acariciaba con la lengua (el hombre tenía las manos unidas tras su cuerpo, mas no atadas, en un acto de voluntad que se le antojó al observador, heroico), la acariciaba con una paciencia de gota sobre la piedra de los siglos, de ola sobre la arena, de sombra bajo el árbol, la acariciaba con trazos levísimos y lo hacía con tal minucia, que uno pensaría que no deseaba dejar nada al azar y que del trabajo de aquel hombre dependía no sólo el placer, sino la belleza y la vida de aquella criatura que yacía sobre la cama suspirando. A la mañana siguiente el pintor decidió abandonar sus vacaciones y regresar al trabajo. Volvió a su estudio y comenzó a pintar. Pintó exactamente lo mismo que había pintado antes del paseo, pero ahora lo hizo con un esplendor asombroso. Cuando le preguntaron su secreto, el pintor no dijo ni una sola palabra. Solamente sonrió, mientras pensaba que la vida tiene sus secretos y que hay que saber respetarlos.
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lo puede re- construir en la existencia vigil. Para lograrlo sería necesario vivir exclusivamente para atisbar los deslices del sueño. De todos modos está ahí, sentado al lado de las camas desde el instante en que las personas cierran los ojos. Entonces les pone sus dedos sutiles sobre los párpados y espera a través de ellos sentir las pupilas fijas, dispuestas a contemplar los paisajes de la noche. Es un viejo caprichoso que no obedece a nadie. Se divierte mucho. Pero eso solamente sucede durante la noche, cuando la mayoría duerme. El resto del tiempo lo pasa maquinando las fantasías que ofrecerá a sus protegidos en cuanto les llegue el sueño. El hombre de los sueños es el eterno insomne. No tiene tiempo para dormir. Si durmiera, los hombres carecerían de sueños. Y si los hombres carecieran de suefíos, sin duda, habría más catástrofes y crímenes de los que agobian al mundo. Hay quienes piensan que cada persona tiene su propio hombre o mujer de sueños. Algunos osados se atreven a pensar que el hombre de los sueños es la única divinidad auténtica a la que pueden tener acceso los seres humanos.
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FABULA DEL PERIODISTA QUE SE CONVIRTIÓ EN... Esta, amigos, es la extraña historia de un periodista que se convirtió en perro. Aclaremos que no quiero ofender a los perros, y que si uso a este animal para ejemplificar una situación eminentemente humana —la de la degradación de un ser humano— es solamente por el hecho de que el perro, desgraciadamente, se ha convertido en símbolo de varias virtudes y de varios defectos: la humildad o el servilismo, la fidelidad —se habla de “fidelidad perruna”— son algunas de esas características. Comencemos: José K —permítaseme utilizar este nombre de prosapia literaria— estudió en una facultad de periodismo, digamos la de la Universidad Veracruzana, para no ir muy lejos. Cuando salió al mundo estaba dispuesto a cumplir con algunos ideales como defender la justicia, no transigir, escribir lo que sinceramente creía, no bajar la cabeza ante los poderosos, no estar dispuesto a venderse a ningún precio, no bailar el baile que todos han bailado ni tener la mano para recibir dinero que no se hubiera ganado honestamente. Mientras fue joven y soltero cumplió con sus objetivos: había que ver sus artículos, sus entrevistas, observar sus ojos fulgurantes y su pluma veloz. La verdad es que no tenía ni coche pero aun así cumplía con sus citas. (Hoy tiene un Cutlass último modelo y no sólo no cumple sus citas, sino que casi por principio se queda en su oficina, mirando la televisión, dando órdenes a sus subalternos, chismorreando con sus amigos y sacando de vez en cuando su pomito de brandy para echarse un trago veloz, de modo que pueda soportar alegremente las tres horas que permanece en su puesto de trabajo). Cuando aparecía la firma de José K en un artículo, los lectores se relamían el bigote o parpadeaban para aclararse la conciencia antes de entrarle. Porque José K siempre sacaba las verdades. Era temible 11
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nuestro José K en aquel tiempo (hoy es risible: tiene una pancita cervecera y no se atreve a emitir juicio alguno si no hay un poder dictándole al oído). Pues resulta que José K se casó y fue necesario tener un poco más de billete y entonces aceptó un consejo de otro viejo periodista: “No sé por qué te complicas la vida, si es tan fácil corromperse”. O sea, por primera vez escribió por consigna y desacreditó a un líder político. El resultado fue que le comenzó a ir bien. Se supo en los círculos del poder que José K rentaba su pluma y comenzaron a lloverle trabajitos. Mira que el alcalde es de la oposición y necesitamos recuperar la alcaldía, fíjate si hay algo por ahí tiene algún trapito sucio que le podamos sacar al sol, dicen que le gusta entrarle al polvito fino. Y ahí iba nuestro José K. a escribir el chisme, sin molestarse en investigar. Al fin y al cabo era más fácil permanecer en la oficina, desarrollar la imaginación y tender la mano. Pues sí, la pluma de José K comenzó a ser poderosa al tiempo que José K se hacía más insolente, más prepotente, más perezoso e indolente. Ya no pensaba por sí mismo, ya no le interesaba ver el mundo —además con el crecimiento de su poder, ya no necesitaba mojarse el trasero para ganar la nota, ahí estaban los esclavos, pero aun a ellos él les inculcaba su filosofía de la corrupción: no hay que tocar a éste ni a este otro, al de más allá hay que buscarle las pulgas, hay que escribir siempre de modo mesurado y no aventurar opiniones personales, jóvenes, somos asalariados y debemos fidelidad al patrón, la disciplina es fundamental. Y así fueron creciendo la cuenta y la panza a José K. Su mujer comenzó a ir al club y a comprar en Fábricas de Francia y sus hijos estudiaban en colegios privados y hablaban inglés a la hora de la comida y todo iba bien, y él se codeaba con los poderosos y el mundo pintaba de maravilla, hasta que un día, una mañana, al mirarse al espejo descubrió que le estaban creciendo unos pelos algo más robustos que de costumbre y que le salían en sitios insospechados, y que cada vez Cultura de VeracruZ
le era más difícil afeitarse. El crecimiento de esa pelambre en el curso de los días se hizo tan desproporcionado, que José K ya no pudo salir a la calle y todo ello se vio agravado por el hecho de que una mañana no pudo ponerse en pie sino que descubrió que sólo podía andar en cuatro patas. Se paró como pudo poniendo sus dos patas delanteras en le lavamanos y descubrió frente al espejo, con enorme horror, que ya no tenía cara, sino un feo hocico de perro.
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de Termodinámica, evidentemente mucho más joven que Jéssica e infinitamente más joven que el científico. Habitaron una casita, aunque más modesta, no muy lejos del hogar conyugal legítimo. Jéssica cayó en un estupor que la mantuvo lejos de su trabajo en rectoría durante una semana. Luego regresó con una pálida sonrisa en un rostro demacrado y aquellas carnes que eran una gloria del Señor colgadas de unos huesos grandes que asomaban por todos los ángulos de su cuerpo. Rafaelli pregonó en juntas de maestros que estaba viviendo los mejores años de su vida, durante dos meses llevó cuenta pública de sus actos amorosos, que rebasaban con mucho el rendimiento de un atleta del amor en sus tiempos de gloria. Al inicio del tercer mes Rafaelli comenzó a secarse. Con dificultad podía bajarse del Datsun y subir las escaleras de la facultad. Con sus manos debía auxiliar a sus rodillas en los movimientos complicados. Mónica fue perdiendo toda la afición que le tenía al profesor. Hizo que el viejo Rafaelli firmara testamento universal a su favor. Lo empujó dentro del Datsun y lo llevó de regreso al hogar conyugal. Jéssica cuidó al viejo, a los despojos del viejo, dos semanas y lo tuvo en sus brazos en el instante en que murió. Rafaelli murió delirando de amor por su alumna y escenificando entre sueños las sesenta noches de amor que tuvo con ella. A los amigos de Jéssica sólo nos resta esperar que exista el Cielo para nuestra amiga y el infierno para Rafaelli. Muy secretamente sospecho que la simetría -o la justicia, que quizás no sean sino dos palabras para un mismo sentido- no llegará tan lejos: tras el umbral de la muerte Mónica debe estar esperando a su viejo, para seguir esa larga conversación.
EL CIELO DE RAFAELLI Rafaelli no pasaba del metro cincuenta y siete. Era, a juicio universal, un hombre encantador. Además, una eminencia irrebatible en su campo, la física cuántica. Jessica, de un metro ochenta, era un espectáculo las 24 horas al día. Una pareja asimétrica y por ello inevitablemente llamativa. Uruguayo y argentina. Algunos vecinos consideraban casi un pecado la diferencia de edades: 25 años, Dios mío, qué hacía semejante tronco de mujer con el buenazo de Rafaelli. Cuando el hombre cumplió los 60, ella comenzaba a desplegar unos 35 años de exposición. Eso fue el 31 de diciembre de 1988, lo recuerdo. Yo estuve, como único colombiano, en la reunión -el asado- con todos los compatriotas del Cono Sur residentes en el pueblo. Rafaelli dijo, justo antes del brindis de Año Nuevo. Éste es el último brindis que hago aquí. Nadie le creyó. Era bromista el tipo, parte grande de su encanto. Insistió: Éste es el último brindis que hago en esta casa, porque me voy. Y aclaró: Me voy a vivir con Magdalena Ruiz. Eso dijo. Brindó y se fue. Tenía la maleta hecha y una lista exhaustiva de disposiciones domésticas que entregó a su mujer antes de salir. Se fue a vivir con Magdalena Ruiz, alumna Mayo / Junio de 2017
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No nos ha visto. La televisión exhibe un capítulo de los Picapiedra y la luz de la pantalla concede tonalidades grises y azules al tipo que la observa sentado en un sofá deslucido. Los cristales de los anteojos relampaguean cuando nos descubre atisbando por la ventana y la puerta entornada. Nos invita a entrar sin levantarse y sin retirar el cojín mugriento que mantiene sobre sus piernas como cada vez que lo encontramos. Me aproximo a saludarlo. Los dientes lucen sucios y una bocanada de aire rancio surge cuando la boca entreabierta intenta sonreír. Me alejo de prisa, pero otras pestilencias se unen al aroma exhalado por la boca de Godzila. Envidio a Camilo y a Federico que se limitaron a tomar asiento en la sala penumbrosa de la casa compartida por varios estudiantes coahuilenses que han salido al cine. Con ellos se fue Esteban a quien queremos contratar como centro delantero del equipo de futbol que estamos formando para la temporada de 1977. Godzila nos invita a esperarlo y nos ofrece refrescos que debemos tomar de un refrigerador que muestra escurrimientos sepia en la superficie que hace muchos años dejó de ser blanca. Mis amigos acceden con regocijo, como si se encontraran en un sitio límpido y no en este basurero, donde la inmundicia se acumula en los rincones y se esparce sin que nadie sea capaz de detenerla. Al fondo del refrigerador, más allá de una sartén recubierta de sebo y residuos de comida inescrutable, se extiende un revestimiento verdinegro. El desarrollo de los hongos no detiene a Federico que se atreve a tomar una galleta de un recipiente también cubierto con una capa fungosa. Menciona que quizá sea la solución para un dolor de garganta que lo agobia desde hace un par de días, porque nada es mejor que la penicilina fresca. —¿A poco ustedes creen que en los laboratorios son muy limpios? Yo ya he trabajado en uno y todo se arregla con colorantes, emulsificadores y perfume para combatir los malos aromas que pueden ser causa de
José Luis Velarde GODZILA; EL RETUMBANTE HIJO DE COAHUILA
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enfermedades perniciosas que conduzcan a los panteones. Señora, señor, lo invitamos a reducir la distancia que lo separa de este producto. Conozca el remedio milagroso que cura todos los desperfectos corporales y alivia la diabetes, la artritis, la impotencia y los cerebros de los niños que van a la escuela y olvidan las lecciones; no porque sean tontos sino porque les hace falta calcio y fósforo que deben administrarse después de una dosis de una buena dosis, doble o triple, de penicilina godziliana que quita lombrices, bichos y bacterias de las tripas, a la vez que alivia el sistema nervioso central de los locos y los enfermos desahuciados. ¡Déjenme decirles que esta maravilla sería capaz de curar al propio Godzila!, pero el creador del mágico remedio, originario de la remota Coahuila, sufre porque los feroces jugos gástricos que produce su trepidante estómago convierten en caca todo lo que reciben antes de poder extraer beneficio alguno. El aire entra por las ventanas recién abiertas y limpia los aromas parte habitual de Godzila, el mismo que alguna vez nos pidió que le diéramos la oportunidad de jugar en nuestro equipo. Yo no quería aceptarlo, pero Jorge me dijo que nada se perdía con probar las habilidades de aquel pequeño mamut y terminó convenciéndome, quizá porque arguyó que podíamos ser los descubridores de un talento deportivo que resultara imprescindible para el futbol mexicano y porque no dejó de repetir que el debutante ya se había comprometido a comprar un barril de cerveza Klóster. Fue extraño mirar a Godzila intentando correr sobre piernas deformes, al tiempo que el rostro abotagado reflejaba la angustia del sofoco. No en balde pesaba, ahora pesa más, cien kilos mal repartidos sobre un esqueleto que nunca lo dejará medir más de un metro cincuenta. Un vulgar masacote inhumano que sólo permaneció diez minutos en la cancha y eso porque nos negamos a sacarlo cuando exigía dejar el juego que apenas empezaba. Desde entonces no volvió Mayo / Junio de 2017
a presentarse en ningún partido ni en la escuela. Se distanció de todos, perdió el semestre y ahora se la pasa sentado frente al televisor donde engorda sin pausas como cerdo cebado que apenas tiene fuerza para abrir el hocico y tragar lo que le dejan al alcance, mientras utiliza un cojín mugriento como mesa y como soporte para no irse de bruces hasta el suelo que debe atraerlo sin remedio. Así lo he encontrado cada vez que aparezco por los dominios de los estudiantes de Múzquiz, Rosita y Saltillo; y así lo han visto todos los que lo mencionan de vez en cuando. Incluso hay un cuadro que se llama Gordo con cojín que se exhibe en la cafetería de doña Lala. Ahí resalta tridimensional un tipo desgordado y de dientes chuecos que se mesa los cabellos con la mano izquierda, sorprendido en el acto de depositar el abdomen sobre el infalible cojín donde una vez estuvo retratada Mercedes Carreño con los senos al aire. Dice Rafael, el oaxacaqueño que se atrevió a pintar semejante asquerosidad, que el mismo Botero se apropiaría del cuadro, porque en esta ocasión fue superado por un simple estudiante de diseño gráfico, pero aclara que tal logro no hubiera sido posible de no contar con un modelo capaz de compendiar todas las gorduras del mundo, esas monstruosidades que el colombiano repite desde hace muchos años en una temática que a mí me parece insufrible, pero que ha encontrado admiradores dispuestos a pagar billetes de alto tonelaje a cambio de recibir esperpentos. Al volver a la sala, Godzila aguarda con los ojos entrecerrados. Nos recorre con la mirada del miope realzada por los cristales de varios aumentos. Sonríe con los ojos torpes. El cojín es manipulado por ambas manos para girar despacio sobre las piernas ocultas por un pantalón más amplio que una sábana. Federico lo interroga. —¿Ya te quedaste pendejo de tanto ver caricaturas? Godzila no responde nada, pero continúa mirándonos como imbécil. No advierte que 15
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—Responde pendejo —añade Federico— a las preguntas que planteamos desde este antro lleno de mierda donde no florece el talento futbolístico y la Cenicienta resulta complicada. Yo te conjuro masa amorfa de reminiscencias analfabetas que nunca encontrarán acomodo en la facultad de letras donde nos empeñamos en no ser tan incultos como tú. Responde maldito atrofiado silente y atrévete a abrir la boca aunque nos provoques náuseas intolerables. Sólo te pido que controles el movimiento de tu esfínter bucal para que no nos llenes de babas... Camilo ya se encuentra detrás de Godzila. Nos mira para conseguir nuestra aprobación. No sabemos qué pretende, pero mi pulgar derecho se levanta sin titubeos. Federico repite el gesto a mi derecha. Hemos determinado que se revelen los secretos de Godzila como si fuéramos los elegidos por la justicia, mientras la noche septembrina nos otorga una racha de aire fresco que se lleva el calor de Monterrey por un instante que no dura demasiado. Camilo se inclina sobre Godzila para tomar el cojín y lanzarlo hacia la pared con un movimiento destellante que no podemos advertir quizá porque la justicia es ciega. Godzila se pone de pie. Avanza unos pasos hacia nosotros. Su inconcebible pie derecho aplasta una caja de cereal y tres soldaditos de plástico fallecen sin poder dispararle. Godzila nos descubre como si despertara de un sueño continuo. Se sube a la mesita de la sala con agilidad que nos espanta. Federico maúlla como gato destripado cuando Godzila levanta las manos. El movimiento nos deja ver un pene diminuto que lanza un chorro de esperma, un poco antes de que Godzila se derrumbe con el estrépito de un trueno y el resquebrajarse de la madera vencida por el peso inclemente. Godzila restaña la sangre que le brota de los labios y comienza a arrastrarse hacia el cojín que luce un hoyo en el centro. Al salir, cerramos la puerta.
Camilo se desplaza como serpiente por la banda derecha. El gordo cetrino abre la boca para mostrar los dientes pardos que han sido descubiertos por la piorrea que conocí en un libro de Jorge que estudia odontología. Godzila tendrá que ir al quirófano para intentar restablecer la posición normal de las encías retraídas. No leí mucho sobre las enfermedades que se presentan en la boca, de todos modos supongo que mi diagnóstico está bien fundamentado y añado que debe tratarse de algo casi incurable, cuando miro la baba escurrir de la boca maltratada. —Pinche gordo marrano. Estás todo perjudicado y lleno de gingivitis galopante. Los dientes se te pudren para dejarte chimuelo y exhalar olores putrefactos. La naturaleza cobrará venganza porque has contaminado cuanto ha estado a tu alcance. La vida ha sido miserable contigo, pero tú nunca fuiste capaz de retribuirle nada que valiera la pena. Si besaras a Blancanieves le pudrirías hasta los calzones bordados a mano en una rueca de hace quinientos años y los pinches enanos te dejarían recluido en el fondo de la tierra. Cultura de VeracruZ
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RODRIGO
a su alrededor notaban que era fácil acercarse a ella, hacerla reír, llamar su atención, y que ella estaba dispuesta a recibirlos a todos sin demasiadas preguntas. Dejó de exigir y de exigirse, se obsesiono con una idea que a mí me pareció absurda cuando la noté. Su incapacidad física se convirtió en pretexto, le daba casi lo mismo unas manos duras que unos ojos serenos, era casi igual para ella la curiosidad de acostarse con una persona obesa o un cuerpo muy alto. Y así se pasó muchos años de su vida, entregándose sin cuidar su corazón, fingiendo tener orgasmos, agotando posibilidades, concluyendo poco a poco una idea falsa. Creyó encontrar una felicidad plena en presumir y alardear sus aventuras no amorosas, sino sexuales, no con orgasmos, sino con especulaciones. Se aprendió a vender a bajo costo y se comenzó a confortar sintiendo en su boca los orgasmos de los demás, se perdió en la absurda idea de realizar una estadística de tamaños, tiempos, sabores y pesos. Fue entonces cuando yo la conocí. Cuando reconocí en ella muchos de los hábitos que me llevaron a separarme de mi esposa y mi hijo de cuatro años. Apunto en este diario lo que recuerdo. --Tú fuiste la que se presentó así. Yo no te conocía. Me diste a elegir. Me dijiste con claridad, “esto soy, lo tomas o lo dejas”. Y decidí dejarlo, y tú también decidiste alejarte. ¿No te fuiste con alguien más? ¿Por qué vienes ahora a insinuarme que quieres tener una relación “decente” conmigo? --Porque estoy cansada de ir de un lugar a otro, de estar sola, de buscar gente, de prostituirme por internet y en mí trabajo. Creo que podemos tener algo honesto, estoy dispuesta a ello. Discúlpame, me pasé de pendeja, me creí muy lista, fui engreída, soberbia y vanidosa. Me acosté con muchos en mi pasado, es cierto. No me arrepiento. Te garantizo que hubo personas de una noche, de semanas, de meses… En fin, ni modo, así pasó. Contigo fui
VELÁZQUEZ
LA SEMEJANZA Lloró mucho sobre su cama, en brazos de algunos de ellos y sola. Los culpó y los odió por no poder alcanzar un orgasmo que había escuchado era como una enérgica dilatación, como una tensión arraigada en el centro de una violenta mirada, o en las fauces amarillas, rojas y azules de las explosiones del sol. Cuando Andrea lograba abandonar la depresión que la enterraba en su cuarto solía ir a contemplar el hermoso Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México. Se quedaba sentada en una jardinera frente a él y se deleitaba contemplando la sutil y enorme arquitectura de aquel hermoso edificio que con acierto fue apodado como el Elefante de Mármol. Andrea se sabía negada e incapaz de escurrirse suave, dócil y transparente como el agua de un pozo o de una cañada. Y a pesar de que comprendía que otras mujeres antes que ella habían sufrido la vergüenza y la incertidumbre de no poder tener entre sus piernas el coito anhelado, eso nunca fue consuelo que le ayudara a entender y aceptar el abandono de sus dos grandes amores que le reclamaron la razón de su impotencia hasta el hartazgo. Con su primer novio por ejemplo fingió durante nueve largos años ya que nunca se atrevió a confesárselo, y con el segundo, con el que idealizo como el elegido para derramarse lo intento durante cuatro años sin conseguir nada. En sus jóvenes años Andrea sufrió mucho esos gritos de reclamo y comenzó a buscar en vacíos lugares y ordinarias personas el flujo anhelado. Empezó a desnudarse y a entregar su cuerpo y su espíritu a cada rato, a dar señales por todos lados de que se había abandonado. Los hombres Mayo / Junio de 2017
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esa basura cuando desayunábamos, después de pasar nuestra primera noche juntos. --Lo siento, ¿querías una niña virgen, pura que solo ha tenido un novio, frágil? No soy esa. --Que tonta eres, eres patética, no se trata de eso. --¿Entonces de que se trata? --De que no te das cuenta de tu comportamiento, de tu forma de ser, de decir las cosas. De la manera en que te acercas con todos los hombres y de cómo has permitido que ellos se acerquen a ti. Tu idea no es la realidad. Me dices una cosa pero te comportas de otra. Adoptaste un concepto estúpido en la mente desde hace años y eso es lo que me enoja. Tu psique tonta que hace que te actúes como una golfa sociable y amistosa, como una golfa desamparada que busca que la rescaten. Lamento decirte que yo no voy a ser tu bastón. No me interesa pasar ese viacrucis junto a ti. Voy a buscar a alguien más y se acabó. --Quiero mi despedida. --¿Tú qué? --Mi despedida sexual. No pude hacer más que recordar una canción de la Sonora Santanera y sentir lástima por ella cuando escuché lo que me dijo.
sincera, no soy una santa, pura, tierna. Contigo quería algo más, y quería empezar sin mentirte, diciéndote las cosas. Y más allá de eso me la jugué, te puse mi corazoncito para que lo tomaras, pero tampoco lo quisiste ¿recuerdas? Ofreciste ser mi amigonovio, y lo acepte porque yo se jugar todo los juegos. --Cálmate, esto no es una competencia. Vi su hermoso rostro guardar silencio por un segundo. --Pero también es cierto que te tomé en serio, no solo como uno más de la lista, te di mi tiempo y puse mi mejor esfuerzo, y no me arrepiento. Al final no lo quisiste. Pues que me queda, seguir, por eso me fui con él. Pero mírame, aquí estoy. No me juzgues por mis experiencias pasadas. ¿El que haya estado con otras personas me impide que lo que siento por ti sea sincero? Yo nunca te he criticado por las cosas que hayas hecho bien o mal con tu exesposa. No me importa en realidad si soy una más en tu lista, eso solo tú lo sabes, si te importo o no eso solo tú lo sabes. Pero tú tampoco me has dejado pasar más allá de lo que sea que teníamos, que querías que hiciera, no puedo dar más de lo que me permites, me haces pensar que no te importo. Sé que tienes miedo, que acabas de perder a tu familia, que así como soy no te agrado, que no soy suficiente para ti. Pero es que no tengo más, esto es lo que hay, esto es lo que soy y así quiero entregarme a ti. Yo te acepto como eres. Cada que intenté acercarme tú me bloqueaste el paso. ¿Cómo crees que se siente eso? ¿Saber que no llenas las expectativas de alguien? Que solo quiere coger contigo y ya, sin comprometerse. Tampoco es un aliciente para estar contigo, pero aun así te acepté. --No fue así, yo quise conocerte, pero tú te presentaste de mala manera, diciendo toda Cultura de VeracruZ
Vuelve ahí cabaretera vuelve a ser lo que antes eras en aquel pobre rincón, ahí quemaron tus alas mariposa equivocada las luces de New York. --No me interesa jugar a eso. --Porque eres tan dramático, vamos a coger y ya. Tú necesitas tener sexo, yo también. Vamos a tenerlo y ya. --No lo quiero, no quiero que me arrastres contigo, no me interesa, así que mejor ya vete, yo pago el café no te preocupes. --Eres un sentimental Alfredo. Adiós.
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reino de la danza permanente, del juego constante, de la risa, de la diversión. Allí, donde Nina Simone canta en un viejo disco que es reiteradamente vuelto a escuchar en el arcaico tocadiscos: la canción de Mr. Bojangles. “Mi padre decía que ella tuteaba a las estrellas, lo que me parecía raro porque mi madre trataba de usted a todo el mundo, incluso a mí”, comenta, mirando a la distancia, quien fuera niño y relata hoy la historia. Para ésta, Bourdeaut se basa libremente en la relación de Francis Scott Fitzgerard y Zelda y admite que se copió de las “atmósferas” de Desayuno en Tiffany (o Desayuno con diamantes), de Truman Capote. El clima que logra captar en sus páginas es precisamente ese: alegre y zumbón al comienzo y luego progresivamente melancólico, tristón. Porque la alegría y el desenfado de la madre tienen una explicación que ella terminará revelándole al final y sobre el cual, en cambio, el padre se niega a hablar. Lo que sí está claro es que como ningún otro se encuentra dispuesto a seguir a su mujer a como dé lugar, a bailar “hasta que las velas no ardan” y tutearse no más con las estrellas. A vivir una vida que colisionará de manera constante con lo convencional. Una nueva historia. El autor le contó a Ferrán Bono, de “El País” de Madrid, que en París había escrito “un libro muy largo, cínico, violento”, que ningún editor aceptó y entonces, sintiéndose vacío y deprimido llamó a sus padres que estaban residiendo en Altea la Vella (con v corta), en España. Allí se encontró con un clima diferente (ambiental, pero también emocional) y se decidió a dejar de lado su trabajo y escribir algo “totalmente opuesto”. A Mr. Bojangles lo tenía “guardado” en su IPad y le resultó la música perfecta para que fuera el “telón de fondo” de la historia nueva que inventó de punta a punta y que, aclaró, nada tiene que ver con su vida personal. Se podría decir que aunque ha vivido mil peripecias, mil tristezas, Mr. Bojangles no puede
Carlos Roberto Morán
Esperando a Mister Bojangles* El joven autor Olivier Bourdeaut sorprendió, en medio de la escéptica posmodernidad, en el mundo descreído del amor y (cada vez más) de la imaginación, con una historia que abreva en el romanticismo y que casi ninguna conexión admite con el mundo de hoy. Es la historia de amor de sus padres vista con los ojos de un niño inocente, que cree en los relatos inconcebibles que le narra su madre, una mujer ajena a todo tipo de convención, y que son avalados por su padre, un hombre que escribe una novela interminable y que está dispuesto a seguir a su mujer adonde ella quiera ir. Allí, al
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Olivier Bourdeaut, Salamandra, Barcelona, 2017, 149 páginas. Traducción de José Antonio Soriano Marco. Mayo / Junio de 2017
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dejar de bailar, invitando a otros a que lo hagan, un acto celebratorio de la vida que toman en cuenta los padres del narrador como si fuera mandato divino. Ella es vista como una maga, recargada de caprichos, de cambios de actitud, de decisiones inesperadas. Nunca conserva el mismo nombre y obliga a su marido también a cambiárselo, día tras día. Lo otro que llama la atención es que anda de aquí para allá con un animal, una grulla damisela (así llamada por ser más pequeña que las grullas comunes), bautizada Doña Superflua y que acompaña a la madre a todas partes (la calle incluida) con un collar de perlas a manera de correa. Es un dislate la vida de esa gente, que no atiende el correo, vive tanto en Francia como una especie de castillo que el padre ha conseguido vaya a saberse cómo en España y que tienen como casi único amigo a un senador que proporciona los “víveres” para subsistir al progenitor del relator, un hombre que vive a su aire, lejos del sentido común. Y del pago de impuestos, que le traerá, oportunamente, dolores de cabeza. Pero el dislate llegará a su fin en determinado momento y el alegre Bojangles que los ha acompañado, comenzará a desafinar, hasta que todo termina de una manera tan previsible como amarga, que Bourdeaut sabe narrar con la misma solvencia con la que comenzó su relato, aunque sean los tonos graves los que prevalezcan. Una novela llevadera, divertida y hasta estrafalaria en muchos de sus tramos, no puede sorprender su éxito. Vendió millones de ejemplares en Francia y en Argentina debieron lanzar en poco tiempo un segundo tiraje. Tiene méritos para que así haya ocurrido.
desde recoger escamas de sal hasta trabajar de plomero (fontanero) en un hospital. En 2016 irrumpe como un tifón en el panorama editorial con la publicación de su primera novela, Esperando a mister Bojangles. El libro causa un impacto inaudito, seduciendo a todo tipo de público y a la inmensa mayoría de la crítica. Así, además de escalar hasta el primer puesto de las listas, se ve reconocido con una retahíla de premios: el Grand Prix RTL-Lire, el Prix du Roman des étudiants France CultureTélérama, el Roman France Télévisions, el Emmanuel-Roblès y el Prix de l’Académie littéraire de Bretagne. Asimismo, es seleccionado para el premio Goncourt a la primera obra.
Abelardo Castillo: adiós al
gran escritor Aunque escribió novelas, obras teatrales y ensayos de calidad, será sobre todo por sus cuentos que se recordará al argentino Abelardo Castillo, fallecido el 2 de mayo de 2017 a los 82 años de edad. Nacido en Buenos Aires, de muy niño se afincó con su familia en San Pedro, provincia de Buenos Aires, pero de joven regresó a la Capital Federal argentina donde casi de inmediato recibió diversos reconocimientos, especialmente en su primera etapa de autor teatral. Activo, generoso, en los comienzos de la segunda mitad del siglo XX tuvo amplia participación en el debate cultural y literario de la época, especialmente a través de la revista “El escarabajo de oro”, que dio a conocer a muchas
Datos para una biografía Olivier Bourdeaut (Nantes, 1980) ha sido desde muy pequeño un lector voraz. En sus años más jóvenes llevó una vida itinerante en la que desempeñó una notable variedad de oficios, Cultura de VeracruZ
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nuevas voces de la literatura nacional, especialmente de la ciudad de Buenos Aires. Contribuyó al redescubrimiento de Leopoldo Marechal cuando éste vivía un verdadero ostracismo político y, en cuanto a su obra, se destacan Las otras puertas, Crónica de un iniciado, Israfel, ·Cuentos crueles, La pantera y el templo, Las maquinarias de la noche, El que tiene sed y El Evangelio según van Hutten, entre muchos otros títulos. Director de exigentes talleres literarios, lector consecuente, amigo de los debates y las reflexiones, tuvo en la también escritora Sylvia Iparraguirre a una gran compañera, tanto en lo afectivo como en lo literario. En años recientes, publicó sus cuadernos personales, así como una recopilación de sus mejores cuentos que preparó con participantes de los talleres que coordinaba y que se conoció con el título de Del mundo que conocimos. Era admirador incondicional de Borges y de Poe, pero como también era lector infatigable nada de lo literario le resultaba ajeno. Instaba a los demás a leer, mucho y a no quedar conformes nunca con lo que habían escrito. Fue un escritor excelente, un autor impar. Su muerte significa otra gran pérdida para la literatura argentina.
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Abelardo Castillo: Las panteras y el templo Y sin embargo sé que algún día tendré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano y ella abrirá los ojos mirándome aterrada (creyendo acaso que aún sueña, que ese que está ahí junto a la cama, arrodillado y con el hacha en la mano, es un asesino de pesadilla), y entonces me reconocerá, quizá grite, y sé que ya no podré detenerme. Todo fue diabólicamente extraño. Ocurrió mientras corregía aquella historia del hombre que una noche se acerca sigilosamente a la cama de su mujer dormida, con un hacha en alto (no sé por qué elegí un hacha: ésta aún no estaba allí, llamándome desde la pared con un grito negro, desafiándome a celebrar una vez más la monstruosa ceremonia). Imaginé, de pronto, que el hombre no mataba a la mujer. Se arrepiente, y 21
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no mata. El horror consistía, justamente, en eso: él guardará para siempre el secreto de aquel juego; ella dormirá toda su vida junto al hombre que esa noche estuvo a punto de deshacer, a golpes, su luminosa cabeza rubia (por qué rubia y luminosa, por qué no podía dejar de imaginarme el esplendor de su pelo sobre la almohada), y ese secreto intolerable sería la infinita venganza de aquel hombre. La historia, así resuelta, me pareció mucho más bella y perversa que la historia original. Inútilmente, traté de reescribirla. Como si alguien me hubiese robado las palabras, era incapaz de narrar la sigilosa inmovilidad de la luna en la ventana, el trunco dibujo del hacha ahora detenida en el aire, el pelo de la mujer dormida, los párpados del hombre abiertos en la oscuridad, su odio tumultuoso paralizado de pronto y transformándose en un odio sutil, triunfal, mucho más atroz por cuanto aplacaba, al mismo tiempo, al amor y a la venganza. Me sentí incapaz, durante días, de hacer algo con aquello. Una tarde, mientras hojeaba por distraerme un libro de cacerías, vi el grabado de una pantera. Las panteras irrumpen en el templo, pensé absurdamente. Más que pensarlo, casi lo oí. Era el comienzo de una frase en alemán que yo había leído hacía muchos años, ya no recordaba quién la había escrito, ni comprendí por qué me llenaba de una salvaje felicidad. Entonces sentí como si una corriente eléctrica me atravesara el cuerpo, una idea, súbita y deslumbrante como un relámpago de locura. No sé en qué momento salí a la calle; sé que esa misma noche yo estaba en este cuarto mirando fascinado el hacha. Después, lentamente la descolgué. No era del todo como yo la había imaginado: se parece más a un hacha de guerra del siglo XIV, es algo así como una pequeña hacha vikinga con tientos en la empañadura y hoja negra. Mi mujer se había reído con ternura al verla, yo nunca me resignaría a abandonar la infancia. El día siguiente fue como cualquier otro. No recuerdo Cultura de VeracruZ
ningún acontecimiento extraño o anormal hasta mucho después. Una noche, al acostarse, mi mujer me miró con preocupación. “Estás cansado”, me dijo, “no te quedes despierto hasta muy tarde.” Respondí que no estaba cansado, dije algo que la hizo sonreír acerca del fuego pálido de su pelo, le besé la frente y me encerré en mi escritorio. Aquélla fue la primera noche que recuerdo haber realizado la ceremonia del hacha. Traté de engañarme, me dije que al descolgarla y cruzar con pasos de ladrón las habitaciones de mi propia casa, sólo quería (es ridículo que lo escriba) experimentar yo mismo las sensaciones (el odio, el terror, la angustia) de un hombre puesto a asesinar a su mujer. Un hombre puesto. La palabra es horriblemente precisa, sólo que ¿puesto por quién? Como mandado por una voluntad ajena y demencial me transformé en el fantasma de una invención mía. Siempre lo temí, por otra parte. De algún modo, siempre supe que ellas acechan y que uno no puede conjurarlas sin castigo, las panteras, que cualquier día entran y profanan los cálices. Desde que mi mano acarició por primera vez el áspero y cálido correaje de su empuñadura, supe que la realidad comenzaba a ceder, que inexorablemente me deslizaba, como por una grieta, a una especie de universo paralelo, al mundo de los zombies que porque alguien los sueña se abandonan una noche al caos y deben descolgar un hacha. El creador organiza un universo. Cuando ese universo se arma contra él, las panteras han entrado en el templo. Todavía soy yo, todavía me aferro a estas palabras que no pueden explicar nada, porque quién es capaz de sospechar siquiera lo que fue aquello, aquel arrastrarse centímetro a centímetro en la oscuridad, casi sin avanzar, oyendo el propio pulso como un tambor sordo en el silencio de la casa, oyendo una respiración sosegada que de pronto se altera por cualquier motivo, oyendo el crujir de las sábanas como un estallido sólo porque ella, mi mujer que duerme y a la que yo arrastrándome me acerco, se ha movido en 22
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cara.
sueños. Siento entonces todo el ciego espanto, todo el callado pavor que es capaz de soportar un hombre sin perder la razón, sin echarse a dar gritos en la oscuridad. Acabo de escribirlo: todo el miedo de que es capaz un hombre a oscuras, en silencio. Creí o simulé creer que después de aquel juego disparatado podría terminar mi historia. Esa mañana no me atreví a mirar los ojos de mi mujer y tuve la dulce y paradoja esperanza de haber estado loco la noche anterior. Durante el día no sucedió nada; sin embargo, a medida que pasaban las horas, me fue ganando un temor creciente, vago al principio pero más poderoso a medida que caía la tarde: el miedo a repetir la experiencia. No la repetí aquella noche, ni a la noche siguiente. No la hubiese repetido nunca de no haber dado por casualidad (o acaso la busqué días enteros en mi biblioteca, o acaso quería encontrarla por azar en la página abierta de un libro) con una traducción de aquel oscuro símbolo alemán. Leopardos irrumpen en el templo, leí, y beben hasta vaciar los cántaros de sacrificio: esto se repite siempre, finalmente es posible preverlo y se convierte en parte de la ceremonia. Hace muchos años de esto, he olvidado cuántos. No me resistí: descolgué casi con alegría el hacha, me arrodillé sobre la alfombra y emprendí, a rastras, la marcha en la oscuridad. Y sin embargo sé que algún día cometeré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano. Cada noche es mayor el tiempo que me quedo allí hipnotizado por el esplendor de su pelo, de rodillas junto a la cama. Sé que algún día ella abrirá los ojos. Sé que la luna me alumbrará la
Mayo / Junio de 2017
Armando Ortiz MORIR EN EL GOLFO Morir en el golfo es el título de una novela de Héctor Aguilar Camín, quizá el producto literario más decente de este polémico intelectual orgánico, amigo de Salinas de Gortari y de Zedillo; beneficiado en los gobiernos de Fox y Calderón gracias a su labia lúbrica y sedosa y a su serpenteante postura política. Morir en el Golfo es también el título de una película de Alejandro Pelayo, una buena película basada en el libro del mismo nombre. La historia entrevera el mundo de la política, el empresarial y el periodístico, todo en un relato policiaco que no deja de tener sus toques románticos. Sobre esta novela declara el crítico Christopher Domínguez: “Estamos ante una novela de estupenda factura, bien condimentada de actualidad, suspicacias, política, violencia y su buena dosis sentimental. Aguilar Camín devuelve a la novela mexicana su derecho a contar con un héroe duro y sentimental, convertido en sagaz reportero de filiación democrática, cuya obsesión ya no es la verdad, sino el tráfico hegemónico de la información. Con la mujer, el poder, la vida peligrosa, en la mitificación del whisky como atributo de virilidad, Aguilar Camín 23
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construye un personaje fincado en la voluntad de estilo, pues si la elegancia es la dramatización de la vida, como quería Wilde, estamos ante un héroe sujeto a la admiración de sus lecturas, pero siempre situado peligrosamente cerca de la comedia. El tono de la novela podría remitirse a la sentencia anterior: Morir en el Golfo es un texto siempre empujado por su propio garbo hacia las riberas de la comedia”. 32 años después de la publicación de esta novela Morir en el golfo es parte de esta realidad que en Veracruz nos circunda, nos acecha, nos abate. Años atrás, la muerte, como el poema de Zitarrosa, andaba revisando entre nuestras cosas, entre nuestros libros, entre nuestros papeles, entre nuestras amistades, entre nuestras dolencias, a veces a algunos hallaba, a veces no, pero era la muerte la que nos buscaba. En algún momento de la historia, en el golfo, son los hombres los que se ponen a buscar a la muerte. Así es, décadas atrás, en los tiempos que Aguilar Camín escribiera su novela, morir en el golfo era como morir en cualquier parte, un hecho inevitable pero no necesariamente ligado a dramas criminales. Poco a poco la muerte en nuestro país se ha convertido en una cultura que atrae a los más jóvenes, a aquellos a quienes, por nuestra corrupción, por nuestro egoísmo, por nuestra negligencia, no les hemos dado opciones de vida. En las últimas semanas la muerte en Veracruz se encuentra en las esquinas, en las plazas públicas, en los páramos desolados. En los últimos meses la muerte en Veracruz aparece en el rostro de personas jóvenes, esos a quienes les deberíamos augurar un futuro promisorio. Las noticias de esas muertes cunden ya en los portales informativos, en las redes sociales, en los comentarios de los cafés. Son demasiados como para llevar cuenta de ellos. Todos sumados a los cuerpos arrojados en fosas o cementerios clandestinos. Cultura de VeracruZ
Alguien ha abierto la reja y los perros salieron a morder. ¿Quién está dando la orden? ¿Quién está dando permiso para tanta muerte? ¿Cómo se va a detener tanta matanza? Como no tenemos respuestas para estas preguntas sólo nos queda tomar nuestras precauciones, asegurarnos de vivir cada día, evitando a la muerte y no saliendo a buscarla a ella. Sólo nos queda cuidarnos entre nosotros, porque al parecer esta ola de crímenes está rebasando a nuestras autoridades. Sólo nos queda rezar y cerrar las puertas y ventanas de nuestra casa, para que al menos, cuando la muerte nos venga a buscar, le cueste trabajo entrar; igual se cansa de tocar y se va a otro lado.
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Durante la presentación de su libro La mitología de Roberto Williams García, el 28 de septiembre de 2001, en el Museo de Antropología de Xalapa, el Dr. Alfredo López Austin comentó que: “Hernández Viveros ilustra este encadenamiento de producciones científicas y artísticas con algunos de los textos importantes de esta historia. Nos ofrece así un excelente ejemplo de cómo un acierto inicial, germinal, de un investigador perspicaz y acucioso va desplegándose en el ámbito académico y artístico para desembocar en la difusión una de las derivaciones importantes de la actividad científica”. Puede consultarse el texto completo en la revista Cultura de VeracruZ, Nueva Época, número 3, marzo de 2005, pp.3-8. El trayecto literario del investigador escritor veracruzano destaca, se ha citado, por un amplio conocimiento del trabajo de intelectuales contemporáneos llegando a la investigación etnográfica debido al acercamiento y convivencia académica, laboral y literaria con cada uno de ellos. Este investigado escritor ha sido reconocido en distintas ocasiones y en diciembre 2011 se llevó a cabo un homenaje por la trayectoria literaria y labor editorial al escritor Raúl Hernández Viveros, en el que Arturo Hinojosa Loya, Marco Aurelio Martínez Sánchez, Mirna Viveros, destacaron la trayectoria literaria y el trabajo editorial. Marco Aurelio Martínez Sánchez publicó su semblanza sobre Hernández Viveros: Recordó que “diría que Santa Rosa, su lugar de origen, es un pueblo de personas enloquecidas por el viento fuerte y extraño de la surada que viene desde el Golfo de México.” “Fue testigo de la época pujante del sindicalismo local, en que las manifestaciones artísticas y culturales celebradas en el majestuoso Teatro Juárez reflejaban, en parte, la fecunda vida cotidiana de esta comunidad de obreros.” El sociólogo Arturo Hinojosa Loya definió la trayectoria académica y el trabajo al frente de las ediciones de la revista Cultura de Veracruz.
Víctor Manuel Vázquez Gándara Investigador y escritor Leer, escribir y publicar se han visualizado como obligación del investigador procesos transitados en cambio con placer por el escritor, estilo de vida, su razón de ser. Hay quienes conjugan erigiéndose por convicción en investigador y escritor: Desde hace más de cuatro décadas el Mtro. Raúl Hernández Viveros participó en el desarrollo cultural, en actividades editoriales al servicio de la Universidad Veracruzana. Durante una década tuvo a su cargo la Dirección Editorial y al frente de “La Palabra y el Hombre. En sus trabajos de investigación ha revisado materiales bibliográficos e informes de los fundadores de la Antropología en Veracruz. Particularmente sobre las aportaciones de los académicos: Gonzalo Aguirre Beltrán, Alfonso Medellín Zenil, Roberto Williams García, Carlo Antonio Castro, Alfonso Gorbea Soto, José Luis Melgarejo Vivanco, Waltraund Hangert, y Juan A. Hasler, quienes publicaron en “La Palabra y el Hombre”. Entre las publicaciones de sus investigaciones realizadas en el Instituto de Antropología de la U.V., destacan: “Vida y movimiento de Alfonso Medellín Zenil”, en Antropología e Historia de Veracruz, “La mitología de Roberto Williams García”, en Identidad y testimonio, “Medio siglo de cultura en Xalapa”, Sumaria historia de Xalapa, “Textos de José Luis Melgarejo Vivanco, en La Palabra y el Hombre”, Selección de Ensayos y poemas, Colección raíces, Secretaría de Educación de Veracruz, “Homenaje a Carlo Antonio Castro Guevara y Roberto Williams García”, Ritualidad e Interculturalidad Otopame, Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, 2013.
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Mirna Viveros reconoció el respaldo de Raúl Hernández Viveros hacia la difusión del grupo Adictas a la Poesía. Algunos comentarios: Para Mario Calderón: “El nombre con los apellidos significaría: “el consejo del lobo, luchador triunfante, que es vivero”. Y precisamente esa es la labor que realiza Raúl Hernández Viveros, se refleja en su obra de creación y en su labor como promotor de la cultura mediante su revista”. Omar Piña reconoció que: “me publicó la primera vez, como escritor y no como periodista, yo le rasgaba apenas los veintitrés años al calendario. A Hernández Viveros le debo cariño y apoyo, música, libros, ensoñaciones y también carcajadas”. Juan Ventura Sandoval escribió: “Raúl Hernández Viveros ha podido demostrar de manera decantada –los años y el vivir de algo sirven– que la novela de aprendizaje, la literatura testimonial y la lírica siguen vigentes en la buena literatura”. Hay que recordar que el investigador Renato Prada Oropeza descubrió, hace varias décadas, que: “la literatura veracruzana contemporánea y, particularmente, la xalapeña, manifiesta en la evolución de su narrativa un fenómeno sumamente interesante que tendrá que ser estudiado tarde o temprano: un cambio del realismo social a una metaliteratura no exenta de un fuerte y marcado interés ‘psicológico’, que desemboca paulatinamente en la narración política. Los mejores momentos de esta evolución lo constituyen Polvos de arroz, de Sergio Galindo, ‘El verano de la mariposa de Juan Vicente Melo, y varios relatos de Hernández Viveros.” Las páginas de su existencia de lector, escritor y editor, continúan escribiéndose y en el entorno académico, incansable, durante el doctorado y elaboración de tesis, agrega un capítulo más en su haber.
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Pier Paolo Pasolini: 5 de marzo de 1922- 2 de noviembre de 1975
Tomado del blog: http://sanchezsottosanto.overblog.es/
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Alla mia nazione Non popolo arabo, non popolo balcanico, non popolo antico ma nazione vivente, ma nazione europea: e cosa sei? Terra di infanti, affamati, corrotti, governanti impiegati di agrari, prefetti codini, avvocatucci unti di brillantina e i piedi sporchi, funzionari liberali carogne come gli zii bigotti, una caserma, un seminario, una spiaggia libera, un casino! Milioni di piccoli borghesi come milioni di porci pascolano sospingendosi sotto gli illesi palazzotti, tra case coloniali scrostate ormai come chiese. Proprio perché tu sei esistita, ora non esisti, proprio perché fosti cosciente, sei incosciente. E solo perché sei cattolica, non puoi pensare che il tuo male è tutto male: colpa di ogni male. Sprofonda in questo tuo bel mare, libera il mondo. 1959 Mayo / Junio de 2017
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A mi nación No pueblo arábigo, no pueblo balcánico, no pueblo antiguo, sino nación viviente, sino nación de Europa: ¿y qué cosa eres? Tierra de niños, famélicos, corruptos, gobernantes serviles de los terratenientes, subalternos retrógrados, abogaduchos untados de gomina y de pies mugrientos, funcionarios liberales, carroña tanto como los beatos, ¡un cuartel, un seminario, una playa libre, un prostíbulo! Millones de pequeños burgueses como millones de chanchos, pastan misturados junto a ilesos palacios, entre casas coloniales descostradas como iglesias. Justo porque ayer exististe, hoy no existes, justo porque fuiste consciente, eres inconsciente, y sólo porque eres católica no debes pensar que tu mal es todo el mal: culpable de cada mal. Profundo húndete en tu mar bello, libera el mundo. 1959 Cultura de VeracruZ
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