Veterum fragmenta

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VETERUM FRAGMENTA

Alejandro Tarantino ArĂŠchega Obra previa a 2008


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¿El ignoto es el último y épico dolor que mira el paraíso, es el viaje del inmóvil, cómo habla quien ya no espera? ¿El orgullo de los valientes y arrojados descansa en los limoneros a la vera del camino, junto a los acebuches olvidados, despidiendo los corazones de desconocidos que mengue la sed de ser mirados? de Ritratto di ignoto, 2008

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Ilustración de portada: A. Tarantino

Camí dels inicis, 1999 Técnica mixta sobre lienzo. Ilustración pág. 3: A. Tarantino Fragmento de obra de la seria Materia y forma, 1996 Técnica mixta sobre madera.

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"A cada momento se hace mรกs patente que vivo en una tensiรณn entre elegir cierta visibilidad o desaparecer ya del todo..." Enrique Vila-Matas

Doctor Pasavento

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INDICE LOS DESIERTOS I.

AVENTURA TRAVESIA HORIZONTE HUIDA El anhelo de lo fragmentario

II.

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VIAJE ABISMO MUERTE El anhelo

III.

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DERIVA ARENA ODISEA RETORNO El anhelo de lo circular

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LUZ DEL RECUERDO

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PALERMITANOS

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I. Dejar atrás

84

II. Luz del recuerdo

110

Epílogo. Padre

136

LA HERIDA DEL CENTRO

147

I. Los límites de la palabra

150

II. Las semejanzas de lo perdido

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ORACIONES DE UN NÁUFRAGO

204

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LOS DESIERTOS

...en lo oscuro el centro es hĂşmedo y de fuego. J.A. Valente

Tres lecciones de tinieblas

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La condena era de espacio, un cuerpo de cemento y hierro envolventes, duro testigo de otro cuerpo, éste frágil, lleno de recuerdos, bajo una ventana demasiado elevada, pequeña. Escribía. Había otros, más huecos, algunos tan oscuros que los sueños que los habitaron estaban mimetizados en las paredes. De cemento sus pieles, de hierro su deseo en un mar temporal. Les leía. Su voz era la del viento, un velero en el hielo, era amante, la de una batalla henchida de héroes; era de vida hasta el silencio. Sólo entonces, y antes de caer la noche, el pavor se adueñaba del espacio y olvidar, olvidar, imposible. Solo, el que escribía en la noche. Dentro de un enorme edificio de paredes.

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AVENTURA TRAVESIA HORIZONTE HUIDA

El anhelo de lo fragmentario

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No te tengo palabras, sólo tu figura deseada. Tocarte y amarte como los tártaros vivían y guerreaban, entrando en la cáustica vorágine de las transgresiones que este desdeñado mundo induce queriéndose otro. Sentirte u olvidarte y ser o no ser. Ah! la Historia: efugio ante los cuerpos, fruslería de aquellos que huyen. Tiempo deletéreo este siglo bárbaro e iniciático, defoliación de toda voluntad erótica. ¿Libertad? Ay! qué sueño oscuro la vida, ola del universo. Necia atemporal, el mito te dice y estigma. Sísifo ha logrado detenerse, Alejandro anhela la intemperie. Hegesías lo dijo1, veintitrés siglos de olvido lo recuerdan.

1

Sólo al insensato le parece un bien la vida.

Filósofo cirenaico.

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Siento tanto dolor de saberme efímero, de no haber sido deseo platónico, anterior. Pregunta central, geografía interior, entre nadas. Ser lo que todo hombre: conciencia temporal, azar, que construyó la historia y el germen -su existencia- de su muerte. Estrago de la quietud parmenídea, eléata aciago, andar de un ostracismo añorante, oh Heráclito. Ser o no ser, divino inglés, tan irresoluble, sometido al deír, sentirse desasimiento. Un pasado que no determina, es presente: emoción actual de un duelo, permanente. Drama de la libertad, sentido que jamás será. Hijos del viaje hechos del regreso. La litoralidad es mi espasmo, el límite mi plétora de arcanos incontenibles.

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La palabra quiere ser pĂĄramo, agotarse en no ser nombrada, olvidar su Ă­ntima circularidad. Silencio y pĂĄgina en blanco.

*

La imagen especular de un tiempo roto que sobre el ahora se vierte, en la tierra, incendia mis ojos en el albor de la palabra.

14


El pasado que arremete contra el ahora creando el desorden del tiempo. Fundador de desiertos estáticos y abrasadores. El filo donde las palabras nos abandonan, donde lo efímero es una derrota en el fondo oscuro del sentido. ¡Hacia lo desconocido! Por un laberinto de horizonte profundo.

*

El andar sólido, el pasmo, en la mañana que presiente el estremecido. Nos hacemos abstractos, claros en las formas, puros transeúntes de un recuerdo agotado. Oh! Arrojado aventurero...

15


Retorno a la noche vacía de sueños. Los recuerdos repetitivos hacen de lo oscuro una travesía de silencios. Escucho el grito pretérito de mi voz, lo perdido me llama. No duermas, recuerda.

*

El silencio del mundo. Un viajero, real y mítico, concreto hasta el cadáver y alegórico. Partía, en silencio.

16


Los más antiguos navegantes soñaban con descubrir límites, añoraban hacerlos suyos, conocer a pesar del espanto. Pero su vida era el navegar surcados de razones dependientes de la litoralidad de los confines. Sus razones no existían. La cultura quedó en los puertos.

*

Como un alarido en el desierto, buscando. El grito, comienzo de la travesía. Toda voz anhela el agua, reconocer la naturaleza.

17


Erguido, sin arriba ni abajo... Demasiado poseo mis sueños En las hebras de la tierra, y cómo me corroen.

*

Indescifrable el desierto, inconquistable, te habita en la memoria, es la memoria, vacía, sí, y ocre y azul. Es, el exceso en el ser, en la paradoja de estar viviendo. Devora la aventura.

18


El día oscureció de luz, tanta palabra. Quiero negar el progreso que no es, la infamia contra un tiempo abisal y la locura de la noche que fue ayer. Palabra y luz, devastación, nada y silencio.

*

Al hablar alimentamos la parte oscura del animal. Si la luz es posible.

19


El placer de la fuga, ante la muerte pompeyana. La muerte lenta de las cosas materiales, una arquitectura que se hunde liberándose, se desvanece en el olvido de la forma dejando lo tenebroso en lo inmaterial que huye.

*

Descenso de ánimas que sueñan el deseo del ser, el sueño de un destino, nuevo, de bruma, en el alba precipitado. Querer de un abismo horizontal. Dos horizontes, dos veces unidos en la circularidad del centro, aún en el momento absorto, despojándose.

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El Sรกhara hacia 1860 dorado y ocre. El Siroco trae olores de distancia, de un tiempo sin memoria. Un viento que repetirรก el pasado en la naturaleza de las dunas, recorrerรก el espacio silencioso, que es mi gesto y fue mi palabra.

*

El desierto del diecinueve, luz prometeica pรณstuma al logos. Ser en un instante cualquiera oscurecido. Iluminado en vacantes y silencios.

21


El desierto, el Sáhara. Un oreo que me trae terrores de un tiempo que no me pertenece, aire de una memoria vagabunda. Un viento que repetirá en el fugaz ahora, el tiempo pasado, en la naturaleza de las dunas. En apariencia, sólo en apariencia. Espejismo y realidad.

*

Adivinar las razones de la nada. Todas en una, su ausencia.

De espanto y razón, noches de insomnio: heredad de los desesperados, altura mística.

Tierras albinas del espacio obnubilado. Prolongación natural del cuerpo. ¡Desiertos!

Tierra sin ser nos queda, caos para estar vivo. 22


VIAJE ABISMO MUERTE

El anhelo

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Miramos un horizonte que se aniquila en espejismos, realidad bicéfala de imaginación y nada. Oh! Abismo de los cuerpos. Árida nuestra sed de quimeras, saciada en la devastación y sin retorno. No hay vías en el desierto que lleven a un centro, sólo hay viento mitológico que cambia aquello que contiene la mirada, en la búsqueda infructuosa de una forma para la experiencia. * Significa todo e implica el vacío. Es cada día, siglo; cada milenio, pasado. Es una historia que se supone en la Historia. El difícil hálito de la esencia del tiempo que ya no es. Mi terrible miedo, mi antigua aspiración. Nuestra penuria, germen de lo bello que engaña. La voz entre las voces, la razón en el deseo. El arcano tenido, lo que no es nunca en mí.

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Elidido del sueño de los bosques, desapegado de la circularidad presentida miro desconcertado desde la tumba que fui separado, hombre y palabra. Retornar al silencio de la tierra, al olvido, desencantado de la arritmia del tiempo para sosegar la locura, sin sepulcro, de la derrota de los días enteros. No haber sido, salvo para amar, y el resto, desierto que puebla el alma: ¡olvidarlo! como sólo es posible. ¿Mas cómo un morir total? Quiero y no tornar a la madre y ser hijo. Amar mi lejanía y mi recuerdo.

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El lugar de Dios, el sino de la altura. El devenir que jamás devino, la única espectadora. Identidad del universo, lo diferido de la vida. Oscuro vientre de la conciencia, vacío sumergido. *

Tras los ojos de Fidias Eros y Thánatos. Y después, sobre el león un ángel y el viento entre las ruinas, pasmo y pavor, tal vez, al que mira la nube oscura de la devastación tras los ojos.

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Lo evanescente, lo acabado, lo temido es. Un sueño que no es, llanto inútil. Alfaguara de nada, cauce inexorable. Único fruto de la tierra sola, desgarradora.

*

Morir por cerrar los ojos. La vida es ese continente que la muerte conquista.

*

Mácula de los tiempos, bruma equinoccial. Profundo néctar de la nostalgia, un inconveniente. Absurdo direccional, guía de mis manos. Tumba de los labios, sensaciones yacentes.

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La memoria les inunda, habitándolos. Les anega por los años cumplidos en su oscuridad, poseyéndolos entre lo divino y lo humano. Caer por lanzas de luz.

*

Creencias derruidas, tarde, al cabo. Nunca es y es siempre, lo aciago. Bosque de lo inerte, océanos huidos. Herida de la vanidad, hastío celeste.

28


Sería pero sin tierra, muerte sin recuerdo amor sin ahora.

*

Estatua del silencio, guardia de los dioses. Frontera de una aspiración, náusea del deseo. Quebranto de la libertad, incendio de los días. El instante de los actos, un son decaído.

29


Verso que piensa en lo impensado, revelación que parte de la oscuridad. Manifiesto del vacío: ¡abisalidad!

¡El olvido!: la verdad es memoria de algo inmemorial, abierto, entre mundo y tierra, palabras.

¡La oscuridad mostrada!

*

La protesta unánime y desesperada de la lucidez. Lo común, lo nuestro, lo humano. Dueña de los años siervos. Campana fría y terrible de las torres. 30


Birman es pasado, encubridor del último destino, es la locura de los hombres matar para morir. En los senderos de las ruinas, un hombre arrastra una corte ungida en lo oscuro, terrible y pesada. El recuerdo es incendio de los ojos, el pasado avanza. Oscuridad o muerte al que retorna al ósculo de lo vivido.

*

Anuncio de lo eternamente inesperado, una sospecha. La desilusión horrenda del misterio. Toda la vida y no es nada. Escultora de la pétrea tristeza, un universo sólido.

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La noche sea en la noche. La imagen negra, el sueĂąo sin palabra. Arrojadas al abismo sean las respuestas. Y que el gran muro quede elevado ante la vida.

*

La impresionante quietud de lo finito. Ultimo solsticio, el perdido. La insondable hipĂłtesis del hombre. Decurso paralelo, Nazca del sentido.

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Repudiar el camino hacia la cordura como camino de monjes a Dios, de estetas al éxtasis. De la ironía y la crítica a la demolición del propio yo. Ubicar el éxtasis negativo, la muerte, en el inicio y correr hacia la locura y el pasmo.

*

Cresta de las olas, único mar de hacedores. Luz efímera de la negrura sida. Ave de último y un vuelo, cielo derruido. Quiebra de la tierra, cordillera desabrida.

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La muerte anda en los puertos Soltando navíos deshabitados, que derivan a una inmensidad agreste, enarbolado epitafio, tumba total donde pilota el que naufraga, como capitán de su vacío, en la nada: nadie en la nave, la mar vacía. Y el suicidio de los días que llevan las olas. Es oscuro el navegante, su cielo cerrado lo es, sextante sin firmamento, mirada sin tierra. Los cabos en el litoral, y en la mar, deriva. La muerte pasea en cubierta, sobre la vida. Abandonado y solo en su navío hacia un horizonte mitológico y de fuego, la muerte para la muerte, el viajero en ella.

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Invierno de los templos, estandarte desglorificado. Lo involuntario, inefable y pútrida. Lo superior, el ente insobornable. Anima del idólatra, oreo seco y rancio.

*

Como epitafio la muerte, como epígrafe la muerte. Ser para la desaparición, pero ser. Ser es el límite, en la nostalgia del vacío.

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Continente del pasado, prístina angustia. Extremo del escepticismo, etereidad desmentida. Insomne en todo monasterio, música de pesadumbre. Oculto círculo dialéctico, señora de mis días.

Carta astral de la nada, el no. Quizá una mirada a lo divino. La dureza de la intrascendencia, enorme soledad humana. Yerma. Oh! Muerte.

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DERIVA ARENA ODISEA RETORNO

El anhelo de lo circular

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Alcanzar la ausencia en la palabra, en barrios enteros de versos oscuros esconderse de la rotundidad de lo real.

Vivir en la frontera de las eras, mirando, pregnĂĄndome la rotundidad de lo real.

La urdimbre, lo fluvial, la ceguera de un viaje angĂŠlico a lo terrible, devastador. Desfondado por lo incolmable, ardo como los desterrados y los que se apartan, deponiendo la pregunta y la sed en lo fluido.

SoĂąar, por ser sueĂąo, un delirio atroz: arrojar a lo real un orden, a la vida un cadalso, luz a la oscuridad. Donde habita lo humano.

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Habitados por fantasmas, pensamos, como lo hacen las piedras escritas, que todos los túneles se acaban.

Eres el perfecto ocaso del afán, el declive de la idea... Ya no eres sueño sino irrealidad.

Descender entre accesos de pánico y lucidez a alturas negativas, acceder al caos desde este orden increíble. Vivir por conquistar-se. ¡Absurdo!, absurdo y siniestro.

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Incluso el sueño descartará las formas del deseo, olvidando la tormenta, en un retorno al caos del barro.

Para no poseer mundos de cerámica y pertenecer a un sueño recuperado que descansaba en el origen paradójico.

Mundo olvidado que restalla, material en mi memoria ígnea y de tierra, en la conciencia derrotada.

Un lugar no ubicado por la locura, perteneciente al oscuro devenir que emerge sin sentido vertical.

Sueño, donde habita el deseo.

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El desierto no lo hace la ausencia, o la presencia abandonada. Se erige en las formas aunadas, retorna a lo indeterminado. Es origen de nuestra humana inmaterialidad. Siendo lo más puro, lo menos sujeto a generación, su movimiento encierra la esencia de una memoria bastarda. Recordar la nada.

*

Oscurezcamos más, tallando en lo externo, lo opaco. Postrando la luz ante el silencio. Poco importará que no esté de algún modo.

41


Todo se mira desde sĂ­ mismo. La noche se ve por ser noche, la luz es en la luz. SĂłlo el hombre es por otra mirada. Y el oscuro deseo mira adentro.

*

Lo oscuro dicho tiene como pĂĄbulo la risa, la risa que ahuyenta el miedo que nos da la tierra, atravesando la derrota de lo no dicho.

42


La mirada al pasado, herida y derrotada. ¡Mirada! La vuestra que no soporto, tan honda...

*

No hay soledad más profunda que el pensamiento devastador. El que busca el desierto deja tras de sí a los otros, en su propia búsqueda.

43


El día iguala las sombras como suburbios de la claridad. Iluminismo de cristal repetido, transido de una experiencia originaria desaparecida, sumida en la equivalencia. Lo oscuro, esa abstracción necesaria no será evidente a la luz.

*

El recuerdo y su silencio, en la perplejidad y el abandono de la voz, sin el grito el último estertor y la musicalidad en el alba derrotada, en un mañana vencido. La oscuridad en la huida. Cesar.

44


La superficie quedó al inicio y la luz es remota, leyenda.

Caída de las manos en los instantes de pétrea cárcel, de antiguo descenso.

Estatura de silencio en la ribera con su mirada dentro, la palabra dentro.

Hollando la historia y su alma.

*

Esos instantes pertenecen al sueño de los poetas, a los lugares de los cuerpos: pertenecieron a César en sus epístolas a Lucio Mamilio Turrino en la isla de Capri. El beso humano. Fueron de la Edad Media marginal y hereje. Siempre pertenecerán a la historia perdida.

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De mí ha huido el recuerdo, yo permanezco. Como una maldición lo oscuro me puebla, deshabitado. Fragmentos me da el pasado, elevando tras de mí historia como un estigma invencible. Un Nautilus será mi patria, mi mundo. Llamarme Nadie no me ayudará a huir, Polifemo me conoce en la obscenidad de la palabra.

*

Lo oscuro humano no es el misterio. Distancia insalvable entre el poeta del sentido y el de la vida. Ese oscuro es el azar, causalidad desconocida, profunda ironía del ser, esencia herética de los entes. En el inicio fue el caos, tras él vino el orden, y hoy el azar desvelado, siempre estuvo.

46


Mi voz es su eco. ยกSu voz! La voz en ecos de los poetas. Su maldito y atormentado resonar.

*

Mas no podemos ser netos, pensar en la circularidad o un fin, no podemos culminar. Abrirnos a la condensaciรณn del tiempo, a la incertidumbre de la deriva, al viaje en lo oscuro.

47


Sólo importa el viento. En la ruta del desierto. Saber amargo en el viaje, nada es bajo el cielo. Sólo importa el viento.

*

Revelado en el gesto, fundido en el viento y la piel. Cuando los días felices sean una mezcla de abisalidad y firme tierra. No sabré nada. Respirar y pertenecer al mundo, vagar; seguiré las rutas de las caravanas de la seda oriental y Petra será oasis de futilidad entre el ayer y el mañana.

48


Quedamos desgarrados, pero yacemos en una metamorfosis inacabable con lo real, en la libertad negativa del mundo, en las imágenes térreas de nuestra divinidad.

*

Pero reímos y nos hundimos. Desconcertados por la mentira que sumerge en el olvido la precariedad. Sólo el que ama al ironizar no es patético.

49


No hay solución para la memoria y el recuerdo, para el ser y la nada el amor y el vacío. Olvido en los desórdenes fronterizos. Por azar mortales, pero no ahora en el extravío.

*

El volumen de una huella, el mismo en que me tocan los viajeros que me imaginaron. Es rastro. Lo demás silencio o amartía.

50


Silentes las sombras, matizan el caos. Y una breve luz me ciega. Blanca, mĂ­a.

*

ÂĄLos fragmentos construyen el retorno!

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LUZ DEL RECUERDO

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Y sin embargo en la infancia, en esta infancia continuamente revocada al rememorarla, Palermo me parecĂ­a una ciudad de voces, de alusiones, de caras por descubrir, de velados aromas ĂĄrabes, de dulzuras mezcladas con el deseo de violar la vida, o su significado. Roberto AndĂł

Diario sin fechas

54


Un comienzo: Auswich*. Estoy escribiendo, Cierto, aun fragmentado para siempre bajo la ceniza que es lluvia, un maná inverso.

¿Serán posibles estos versos, el latir de una voz, y su memoria, será posible su memoria? *

55


El teatro Massimo abrió de nuevo su espacio a Palermo el trece de mayo de mil novecientos noventa y siete, martes, no estaba allí. Comienzo a añorar fuertemente sus calles, sus ríos de voz prendidos. Su presencia no ha mermado la evocación ni la advocación de mi pertenencia.

56


Qué tengo más allá de las alambradas, qué tras la cerca del sentido: espacios malditos. Un infierno al que arrojarme. Una posibilidad de ser mirando las arenas ocres de los templos, los litorales elevados de Agrigento.

57


Danzantes incisos en el gesto sobre los campos de agua son las aves de paso.

El istmo es un canto de vientos blancos, mĂşsica de los que estĂĄn quietos junto a los cimientos de Ortigia.

58


Palermo quiso morir en su creaciรณn. Suicida, se produjo una herida. Mana naturaleza desde entonces, agotรกndose en el vientre de un cadรกver.

59


Cierro los ojos y poso en ellos las huellas de mis manos.

Veo, el movimiento de la materia, la noche luminosa del espacio.

60


Evoca el grito a las palabras, urde dos vientos de sentidos que son ecos, de fulgor ocre y rĂ­os negros.

61


El susurro de las piedras, la música del viento: canciones profundas.

Atrás quedan los órdenes, la ciudad de las diferencias: hundo mis manos allá.

62


La piedra escrita es agua lĂ­quidas las palabras huellas de los lechos Âżimporta acaso, la sed del tiempo?

63


La memoria ama la hendidura, esconde la maldiciĂłn de ser sĂ­ misma: sombras y no luz. La luz no es memoria, sino olvido.

64


Todas las oscuridades erigen templos negros trampas de luz los ojos, construyen inmensos fĂŠretros donde el fulgor se detiene.

65


Nombres que son el lugar físico. Más allá son dioses que mueren. Quién leerá la mirada escrita... Tuve palabras que hoy me alejan de las sombras de la tierra. Entre los acebuches barrocos ojeo el rastro cosificado, el romper lejano de las olas.

66


Las palabras que al nacer oí son las arrugas de mi tiempo. Las que después escuché Sólo fueron polvo sobre las cosas, Nunca más surcos, Ni materia, ni matiz de sombras.

67


He sido en el sudor del barro nunca en el esfuerzo en el remordimiento no me pertenecen. Las digo

Erice, Enna, Etna no son signos. Rezumo la pertenencia.

68


JazmĂ­n y salitre son palabras, me invento su olor y sabor. AsĂ­ construyo mi memoria de las cosas sin las cosas. Sin la luz que ellas me reflejan soy una claridad vacĂ­a.

69


Perduran las arboledas en las raĂ­ces inciertas de las estepas y pĂĄramos ventosos siguen en pie inverso y las raĂ­ces son los vientos.

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ÂżCabrĂĄ la tierra en los mares, se escollarĂĄ en lo profundo, bajo la uniforme marea temporal? La superficie no es un lugar.

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De los barcos sumergidos las descompuestas cuadernas elevan la historia. En aguas que no son fondo en la tierra como objeto sido sumerjo el gesto: he ciado hasta las arenas hondas y no soy pez.

72


Escuchan los ojos el atardecer de la historia en el fluir ensordecedor de los normandos. DespertĂŠ en la luminosidad de los ojos mudos, arĂĄbigos.

73


Todo dolor térreo es una amputación remota un fantasma actual. Se cumple en su paradójica

Ausencia su pertinaz, abusiva invasión de la memoria.

74


Hemos tenido el mundo adentro nuestra piel comprendía el límite. Afuera todo era claridad Presentida, hiriente. Luz sólo. La rebelión de la realidad sin voz es sombra y fragmento, extiende mi aparición sin daño. Umbrío es el sesgo sobre la luz.

75


Querer es un signo de finalidad, aquella que ciñe lo consumido. Inútil es el sepelio de las fábulas.

76


He dejado de hablar con la memoria, sรณlo el decir de las cosas deviene: el azul oxida el bronce siciliano los ocres pueblan sus muros centenarios. Sรณlo resta escuchar...

77


Apoyado en la mesa los codos se clavan entre migajas. Restos de un festĂ­n ominoso. Devoran la historia los cazadores. Mataron al animal del tiempo.

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Tampoco cuando vivía en ella me sentí jamás estable y residente en esta ciudad, como si cada día tuviese que dejarla, quisiera irme. También ahora sentía la misma urgencia de partir; para después volver, y de nuevo partir y volver. Quizá, era simplemente esto lo que quería contar. El miedo a no pertenecer ya a un lugar. Más tarde, en la lejanía, la ciudad poseía ya otra luz, la luz del recuerdo. Roberto Andó

Diario sin fechas

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PALERMITANOS

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Deja atrás la vacía espiral donde el alma está presa. Lucio Piccolo

Canti Barocchi

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I. Dejar atrรกs

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No hay destino sin rebeliรณn que lo erija humano. Al recuerdo imposible del otro en ti encarnado. No hay historia sin rebeliรณn que trascienda una vida.

85


Todo dĂ­a es un descenso a la lava, al viento.

El magma entra en el aire desde dentro del viento.

86


Vocablos limo y turba de la tierra estĂŠril.

AlegorĂ­as de la segunda naturaleza germen de silencio.

87


El decir es la sombra de la palabra, su ofuscaciรณn, un vuelo en un aire innombrable, venido de Catania, negro.

88


Qué tengo más allá de las alambradas, qué tras la cerca del sentido: espacios malditos. Un infierno al que arrojarme. Una posibilidad de ser mirando las arenas ocres de los templos, los litorales elevados de Agrigento.

89


El ara vespertina: párpados de attrezzo. Ensayo de los ojos vacíos sacrificados en la huida hacia la mañana. Deja que llore lágrimas donde navegar, ciego ayer y velado mañana.

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Danzantes incisos en el gesto sobre los campos de agua son las aves de paso.

El istmo es un averno de vientos blancos mĂşsica de los que estĂĄn quietos junto a los cimientos de Ortigia.

91


En la dualidad se ansĂ­a el paraĂ­so: la solidez y la sal; la serenidad del paso del tiempo.

92


La forma del paseo extendía mi exhorto: cada edificio, calle, árbol, candil y escalera, aceras y ventanas, museos, teatros, cada foro. ¡Qué dolor queda atrás! Elijo la luz de las anchas plazas.

93


El grito ya no se escucha, palpita como la vida que se va.

Es imposible sobrevivir a su temblor.

Salvo en la ciudad que ha construido la decadencia para poseer la belleza en quien mira, ya palermitano.

Grieta que a la luz evoca el tiempo en que se es.

94


El volcรกn expulsa la tierra que fue antigua; ahora indeterminada, contiene todo cuanto fue, esencialmente: nada: un trรกnsito lento e inexorable.

95


La locura de los rostros contrasta en la arquitectura de la ciudad en soliloquio.

Encuentran la dignidad de la tierra, el horror de haber olvidado vivir.

96


Seremos agua que emerja del naufragio de la tierra. Olas de tierra serรกn los cuerpos que anegarรกn los senderos.

97


Tener una superficie me aleja de la raíz, turba hacia lo profundo.

Una piel erizada por órganos, terroso temblor de la savia.

Áurea líquida que mis poros beben.

98


La eternidad de los sueños se esconde en las mañanas del ruido y las palabras.

Ya no hay reducto en la ciudad ahora, descansan los sueños en las heridas de la tierra.

Sin cuerpos su herida se cierra su eternidad se muere. Sin silencio su tierra es baldía.

99


Palermo quiso morir en su creaciรณn. Suicida, se produjo una herida. Mana naturaleza desde entonces, agotรกndose en el vientre de un cadรกver.

100


Culmina en la ruina en el llanto cĂ­nico de los vencedores la hiel y la sangre se mezclan en un paladar abyecto, pĂştrido que escupe palabras plenas de olvido a un lugar sin tiempo, pertinaz hasta que el viento y no las palabras borre la dignidad de las ruinas.

101


He enumerado el mundo con otra lengua, números fonéticos de otra voz.

Materia que entraba al agua,

uno que en el espacio hería.

Voz que entraba al aire de tu garganta en mí.

102


Quise ser una voz externa estela plateada en la noche, rozando el litoral, erizada, magmรกtica, no perteneciendo al agua aire externo. Y soy una voz interna.

103


Preguntar despiertos en el viento.

Otra vez, preguntar cansados en los desiertos.

Erosionar visionarios en la tormenta.

Tormenta de vida licuada en los fluidos terrosos.

Amar la devastaciรณn, la fruiciรณn constante de existir.

104


Partir adonde nadie habita donde nada soy, solo. Partir de los litorales silenciosos donde he mirado, y estoy ciego. Partir, entrando en los sonidos: civilizaciĂłn y selva, rastros y restos.

Desnudo, sin piel, carne viva: raĂ­z, piedra, vegetaciĂłn. Del agua al aire en el color de la tierra.

105


Siempre en el cĂşmulo, persiste la ausencia.

De comprenderlo antes, ÂĄque la muerte es viento! Y el viento duelo...

Scirocco para no volver.

De comprender antes el Matecatta, augur del litoral, en las llanuras saladas, la muerte fuese duelo.

Donde la ausencia es luto, ÂĄquĂŠ soledad la de la inocencia!

106


¿Qué habita las anfractuosidades? El ángel mediador: un relato de amor y odio.

Debo volver, inesperado y solo, a mí.

107


Toda afección es existencia toda metáfora es cosa, descripción que elide la forma de Esquilo y Agrigento. El paraíso vívido: el lugar donde nací. Donde quien zarpa, lo hace en la sangre salada.

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II. Luz del recuerdo

110


El teatro Massimo abrió de nuevo su espacio a Palermo el trece de mayo de mil novecientos noventa y siete, martes, no estaba allí. Comienzo a añorar fuertemente sus calles. Su presencia no ha mermado la evocación ni la advocación de mi pertenencia. Nunca estuve allí, entero, en Sicilia toda.

111


Un comienzo: Auswich Estoy escribiendo cierto aun fragmentado para siempre bajo la ceniza que es lluvia un maná inverso. Sé a lo que no pertenezco Sé de la herida Sé que no quedan palabras. La representación es voluntad de fluir.

112


Cierro los ojos y poso en ellos las huellas de mis manos.

Veo, el movimiento de la materia, la noche luminosa del espacio. La edad del recuerdo.

113


Ayunta el grito a las palabras, urde dos vientos de sentidos que son ecos, de fulgor ocre y rĂ­os negros.

114


El susurro de las piedras, la música del viento: canciones profundas.

Atrás quedan los órdenes, la ciudad de las diferencias: hundo mis manos allá.

115


La piedra escrita es agua líquidas las palabras ¿Importa, acaso, la sed del tiempo? Vivo de la alienación, del engaño al tiempo, de poder decir sin pausa.

116


La tierra amanece para los ojos sale de su oscuridad y se pone en su luz limpia, frĂ­a, atmosfĂŠrica, entrando de nuevo en la noche. Todo lo contenido en ella nos da el sueĂąo de lo dicho.

117


La memoria ama la hendidura esconde la maldiciรณn de ser si misma. La memoria..., que se sabe de nada, cuenta la totalidad.

118


Todas las oscuridades erigen templos negros trampas de luz los ojos, construyen inmensos fĂŠretros donde el fulgor se detiene.

119


Nombres que son el lugar físico. Más allá son dioses que mueren.

Quién leerá la mirada escrita en una naturaleza oral.

120


Las palabras que al nacer oí son las arrugas de mi tiempo. Las que después escuché sólo fueron polvo sobre las cosas, nunca más surcos, ni materia cósmica, ni luz.

121


Tuve palabras que hoy me alejan de las sombras de la tierra. Hurtado de la tradiciรณn oral.

Entre los acebuches barrocos ojeo el rastro cosificado, el romper lejano de las olas.

122


He sido en el sudor del barro

nunca en el esfuerzo en el remordimiento no me pertenecen.

Las digo

Erice, Enna, Etna no son signos.

Rezumo la pertenencia.

123


JazmĂ­n y salitre son palabras, me invento su olor y sabor. AsĂ­ construyo mi memoria de las cosas sin las cosas. Sin la luz que ellas me reflejan soy una claridad vacĂ­a.

124


Perduran las arboledas en las raĂ­ces inciertas

de las estepas y pĂĄramos ventosos

siguen en pie inverso y las raĂ­ces son los vientos.

125


¿Cabrá la tierra en los mares? Se escollará en lo profundo, bajo la uniforme marea temporal. La superficie no es un lugar.

126


De los barcos sumergidos las descompuestas cuadernas elevan la historia.

En aguas que no son fondo en la tierra como objeto sido sumerjo el gesto: he ciado hasta las arenas hondas y no soy pez.

127


Escuchaban los ojos el atardecer de la historia en el fluir ensordecedor de todos los sicilianos. DespertĂŠ en la luminosidad de los ojos mudos.

128


Todo dolor es una amputaciรณn remota, un fantasma actual.

Se cumple en su paradรณjica

ausencia su pertinaz, abusiva invasiรณn de la memoria.

129


Hemos tenido el mundo adentro nuestra piel comprendía el límite. Afuera todo era claridad presentida, hiriente. Luz. Solo. La rebelión de la realidad sin voz es sombra y fragmento, extiende mi aparición sin daño.

Umbrío es el sesgo sobre la luz.

130


La razón instaurará de nuevo, la locura. Si todo es ilusión salvaré mi sueño olvidando el dulce dolor guardado. Ellos abrazarán el espectáculo de lo macabro. Otros, la ausencia que la isla exige.

131


Querer es un signo de finalidad, aquella que ciĂąe lo consumido. InĂştil es el sepelio de las fĂĄbulas, heredad falsa del conocimiento.

132


Apoyado en la mesa los codos se clavan entre migajas.

Restos de un festĂ­n ominoso.

Devoran la historia los cazadores.

Mataron el animal del tiempo.

133


He dejado de hablar con la memoria sรณlo el decir de las cosas deviene: el azul oxida el bronce siciliano los ocres pueblan sus muros centenarios. Sรณlo resta escuchar.

134


135


EPÍLOGO Padre

136


Hay en mí algo que no me pertenece. Se revela como un destino que se une a la sangre de mis padres. Sangre, que, ahora sé, fluye mezclada en las tierras de un norte imaginario hacia el centro incandescente que la verterá, de nuevo, en un sur real: una Sicilia desolada de hombres, matérica y consciente de su ser ausencia que mi alma porta.

137


Qué ausencia te sorprende en el silencio. Qué no te cumple en la ausencia. Cuál grito es la negación.

138


No puedo rebelarme ¿Qué soy sin diferencia padre que en mí habitas?

139


Toda mi muerte tiene nombre emerge de la tierra, aislada marina isla todo padre muere olvido en el flujo material de la ausencia.

140


Él es un sonido de tinieblas vaho denso suspendido en el viento externo por ser perdido.

El otro es silencio, clamor de imagen transparencia aĂŠrea de lo encerrado extenuaciĂłn de la garganta y desgarro.

141


RescatarĂŠ los huesos de mi padre su cabeza y no me importarĂĄ el enojo de la tierra.

142


Te abrazarĂŠ tu ausencia en el cĂłnclave de los aĂąos para mitigar la pesantez de un respirar de pulmones grises.

143


La luz oculta de la noche decae en la maĂąana, aĂąoro la oscuridad en la que he sido, contigo.

144


¿Palermo existe, Santa Elia? Si la convulsión es existencia.

145


146


LA HERIDA DEL CENTRO

147


Curiosidad de existir hasta la ignominia. E.M. Cioran

Ese maldito yo

148


149


Los límites de la palabra

No separes la sombra de la luz que ella ha engendrado. José Ángel Valente

Material memoria. El ángel.

150


En las ráfagas materiales del aire, ráfagas esféricas del fuego.

Alegorías sobre las ruinas en una transparencia perdida

El aire. La palabra. Esféricos

151


El sentido como un abstracto imposible, fulgor que aturde y ciega.

Constructor de respuestas, engaĂąador.

152


Los nombres no tienen la magia de la restauraciĂłn, cifras del momento, son grabados en el tiempo.

Por el sueĂąo que contiene lo bello.

153


Lo esencial es remoto, acceso insostenible de irrealidad, verbo no posible, materia sumergida, piedra de la palabra

piedra que se hunde. Mas en la claridad, tiendo un sueĂąo.

154


Mirar el vacío como presentido en la caída de los párpados.

No creer en el hombre, tras la velocidad incierta de todo lo narrado, ese único amanecer.

155


Soportable su levedad, marmórea densidad el espejismo en el caer del tiempo, a nuestros infiernos.

Continente erigido en formas pétreas escritas y silentes. La revelación esencial de una realidad sin canto.

Afrontar el vacío, sin símbolos de engaño.

156


Efectos del delirio en el que permanecemos. Entre realidades, cesa, en oscuro, esta muerte

sine nomine, ignobilis.

157


La naturaleza del hombre ya no tiene forma, es un momento de pavor.

La pregunta de Edipo a las puertas de Tebas -no ser efectivamente reconocido-

El tiempo se revolvĂ­a desde el mito explicando el destino del hombre. ÂĄQuĂŠ mentira, decir la noche!

158


Ser heredero de un sacrificio. FĂştil destello el llanto.

Cada instante un enigma para la inutilidad, interrogaciones dentro las unas de las otras.

159


Y un marasmo final de la materia imaginada, ya sin lĂ­mites, una derrota paradĂłjica: nada se colma.

160


Una mirada desde lo inaudito, ilegĂ­tima forma de olvido.

Cruzamos un esfuerzo endĂŠmico, como sombras de un grito concebible.

161


El comienzo no puede ser inocente, se sabe ciclo, acabamiento y renacer. Mestiza mi aciaga conciencia, circular.

Ver el comienzo como un declive. El absurdo estĂĄ en la alborada. Cesar serĂ­a arruinar la ironĂ­a.

162


Lo demás no vendrá ni por añadidura. Recordadlo. Sólo un loco ve el fin del mundo.

163


Toda ficción ha sido desposeída de su rango de realidad.

Palabras sin centro en el insomnio de las ideas expuestas a sí mismas en la imaginería de los relatos.

Lindes de vacío en los despiertos.

164


Toda profecĂ­a anuncia su propia aboliciĂłn, la cima del receso en forma espiral. Sin comedia la ausencia preside lo cĂłncavo.

165


El ĂĄnimo del despierto, ser causalidad y una nada. Adentro y afuera y nosotros bajo esa hegemonĂ­a, ese impasse: la pregunta.

166


Olvidar el delirio que fue brizna de aliento. Ahora sobreviene un desgarro, un malestar metafĂ­sico, un dolor sin etiologĂ­a; seguir negando, amenazado. Palabra de las palabras.

167


Ya no hay etapas, sino inmensa esfera que implosiona y nos expulsa. Y va, sin poder decirse, el espĂ­ritu abandonado.

168


La tentaciĂłn de existir a pesar del abismo que presentimos.

El engaĂąo infunde prebendas. Trampa de lo real, nos arroja de la nada al ser.

169


El umbral, sin posibilidad de retorno, breve impacto del vértigo, se perpetua como una agonía. Sólo queda sentir nostalgia de la anterioridad. Desear hasta la desesperación, hacer del abismo caída inacabable, turbar el sentido. Perder la insoportable carga: la historia y sus anatemas. Piedra que rompe el vidrio de nuestros infiernos particulares.

170


SĂŠ que soy quien sabe en el margen del ser por peticiĂłn de amor. Paralelo el decir, el decirme, no sĂŠ el ser del dolor y la tierra.

171


Un loco sin delirios, un loco silencioso. Fondo Ăşltimo de sus taras, heces de la existencia desde donde no poder caer. Nada de lo que desengaĂąarse, ninguna demanda. Inane.

172


Visionario de la palabra, escrito orgullo de la forma. LĂ­neas como alambradas.

173


Fluctuando entre la ingravidez suma la pesantez precaria, se siente cansado, acosado por las tentaciones de la plenitud y la ausencia.

174


Elegir enmudecer es el optimismo mĂĄs execrable. Es inevitable ser vĂ­ctimas, sospechosa la quietud. Lo esencial es lo opaco.

175


Ni materia, ni logos, sino el desfondamiento. Fronterizo al grito y al llanto. Flor maldita la palabra.

El hueco que llevamos dentro. Abulia, palabra mĂĄs ahomĂ­nida de todas.

176


Una luz ya extinta la luz del que mira y ve en las sombras el tiempo de los objetos y la gravedad del mundo.

177


No soportamos la palabra, no nos tenemos desposeĂ­dos en la experiencia del ser del lenguaje. Inmolamos el relato, el sĂ­ mismo del hecho y no soportamos la ausencia, el fin de un relatar ahogado en un lecho seco.

178


Lo que hay, se sostiene, en un puro ser lo que es; lo que hay se desfonda en su ser.

179


Los nombres perdidos sin magia, son errantes, fantasmas o sombras sin transparencia.

180


Siempre, la noche dormida al alba cierra la palabra rota del lugar, silente y oscuro el lugar de las palabras plenas. Olvidar el terror de las maĂąanas como lo hace todo aquel caĂ­do, mirando, como ĂĄngel de la historia, atrĂĄs, la diferencia.

181


182


Las semejanzas de lo perdido

Nuestra historia jamás será otra cosa que la historia de un libro en la transparencia de los días difuntos, donde se hojea la semejanza. Edmond Jabès

El libro de las semejanzas

183


No hay duda, era casa de la palabra, piedra que desvelaba su pĂĄbulo, mostrando el eco interior e inverso de su existencia. Siempre decĂ­a que volver es dar realidad a lo vivido.

184


Y cerrar el círculo del extravío sobre su origen. Sin litigio, en la inercia de aquel amor de encuentro, que se aventuró en la tierra para hallar la locura, sólo queda el rastro de fuego de una conciencia que retorna a las cosas; confiando en lo que dura más que nosotros.

185


Con su última mirada por contrastar en el hueco del amanecer, alzábase ante su cuerpo la luz, sobre su lugar. Veía, como los que no tienen futuro, la invasión de la palabra de un dios de perdición. ¿Cómo nombrar lo nombrado?, se lamentaba de antiguo. Y el día poblaba su estar terreno de hogueras donde calentar el recuerdo.

186


Miraba atrás con sus ojos en la ciudad, vio un tiempo en que fue piedra encadenada y sin palabra. Espíritu albigense perdido en el contrapunto de una bóveda de crucería, en los arcos apuntados, equilátero o de medio punto, en doseles ilustrados, pináculos, fachadas turgentes y torres soberbias. Soñando secciones áureas y formas luminosas dentro de la oscuridad de cada construcción. Recordó toda la gravedad de las torres, y su realidad sin ambages, enhiesta, como el génesis sobre los eriales. Y también sabía del peso que la tierra soportaba al alba, y que toda su belleza quedó encerrada en el inicio.

187


La Ăşnica memoria que conservaba era la semejanza, un interrogante al final de las horas sobre las pĂĄginas ajenas. Una mirada al tiempo antes del relato. Su memoria es un relato aĂşn sin tiempo. Miraba para encontrar su semejanza y poder construir su centro, en el silencio de otras voces, en el reino de las preguntas insatisfechas.

188


Miró la piedra escrita y cruzó. Tras de sí la puerta sonó inmensa, como si contuviese el pasado. Piedra escrita y total.

189


La hiedra habĂ­a cubierto todas las paredes y parte del suelo como vestimenta raĂ­da de lo pĂŠtreo.

190


Lugar donde los vientos pliegan las olas sobre el litoral, como oraciones de un nĂĄufrago, y se adentra hacia el interior mĂĄgico, buscando el remanso de lo que siempre ha sido como es. EĂłlicos lechos, mortajas las tierras. AllĂ­, adentro, nada sucede sino olvido.

191


Escribir desde ahí, desde una palabra sin padre trazada de muerte y desaparición; urdida sobre la piedra sin sombras, límpida de pasados, mármol que no fue cementerio, sino ese otro lado de la ausencia. Mapas imaginarios de una urbe, urdidos en su suelo, trenzando las piedras tan antiguas como la nostalgia, mapas y sueños, quimeras los lugares que te anteceden en el oscuro deseo, mapas sólo mapas.

192


Emociones sobre la tierra y la pertenencia a ella, equívoca e intensa. No hay nadie que no sea en sí crisol de orígenes sin no ser tan solo ausencia; escrito quedó, que por las miradas de los navegantes y la sangre sólida, por el aliento de mil estirpes: su viaje comienza en la entraña de la arcilla, el resto, periferia, es una herida.

193


Como sé que la tierra la contiene. Que volverá como retornan los perdidos o cómo vemos pasar lo que nos contiene. Para mí, su luz era una derrota, y como Amleto, dudaba por un fantasma: el de mi figura en los intersticios de las palabras.

194


El calor agostaba el interior y la costa ardía, la tierra caliente el mar caliente: una calima vaporosa y brillante se elevaba desde el litoral y cubría de salitre los cuerpos. Y esta suerte de locura -que nada del pasado desaparezca de nuestras retinas, estar con lo que ha sido de un modo permanente; considerar la vida en compañía de fantasmas- es la casa que realmente habito.

195


Ellos serían los últimos de una sangre que cultivó la ataraxia. Seres tan interiores no podían tener otro destino. Ahora sé: porque miraban el neutro y silencioso, equivalente, espacio de la claridad. Por primera vez y en su edad cumplida, una luz clamorosa.

196


QuizĂĄ sea la luz de otra isla, hermanada por las profundidades de una madre lĂ­quida, por los naufragios habidos, por tantos viajes encontrados en la ausencia que late pertinaz en los que miran a los viajeros, indiferentes aquellos, o solo en apariencia, donde el sumergido deseo es resaca de todo litoral.

197


La vida parece haber sucedido en los límites. Nunca me miré sino a través de otros, pero esto no cambia ahora que lo sé, es tarde y no puedo prescindir de su mirar, sus ojos fueron manos que construían la desaparición de mi alma. Para qué la quería, es el lastre más pesado cuando uno ha decidido ser excéntrico, viajar a lo largo de la línea que trazan las palabras. Y si no mi alma, qué tenaz forma busca y descabala aquello que me parecía ser. La experiencia, qué lugar de inicio tan movedizo para la memoria.

198


Recuerdo tener un mundo que reificar y la presencia fantasmal de un deseo amargo: lo vivido de un modo incompleto, cada instante perdido en las vaguedades de lo que uno habrĂ­a de ser, cada palabra que perdĂ­ en huidizos circunloquios. Todo lo perdido fluye por los sueĂąos -esa pulcra realidad de los locos.

199


Pero, ¡ay de mí!, aún perdura el dolor incierto de las palabras sobre el vasto territorio, entre el delirio de las lágrimas que abre el espacio del arenal, y la caída del sol, lejos del agua. Se elevan enormes en la luz naranja y de saber que no soy gigante, ni que mi alma vuela, puedo tener sentido de su tamaño.

200


Mas he de consumir mi fuego, como se consume una vida, en la pasiรณn del arte: cuenco de piedra, donde desesperado, ardo.

201


La altura hace de la palabra un ritmo natural, que arrastrada por las crecientes sombras, ignorante inicia, el ciclo incomprensible del sentido. SĂłlo restos, hermosos, han quedado como alegato para los imprudentes que descendieron tras su alma engaĂąada.

202


203


ORACIONES DE UN NÁUFRAGO

204


Si se me preguntara cuål, entre todos los misterios, es, para siempre, impenetrable, respondería sin vacilar: la evidencia. Edmond Jabès

El libro de las preguntas

205


Lo vivido No hay duda, era casa de la palabra, piedra que desvelaba su pĂĄbulo, mostrando el eco interior e inverso de su existencia. Siempre decĂ­a que volver es dar realidad a lo vivido.

206


Extravío Y cerrar el círculo del extravío sobre su origen. Sin litigio, en la inercia de aquel amor de encuentro, que se aventuró en la tierra para hallar la locura, sólo queda el rastro de fuego de una conciencia que retorna a las cosas; confiando en lo que dura más que nosotros.

207


Ausencia Emociones sobre la tierra y la pertenencia a ella, equívoca e intensa. No hay nadie que no sea en sí crisol de orígenes sin no ser tan solo ausencia; escrito quedó, que por las miradas de los navegantes y la sangre sólida, por el aliento de mil estirpes: su viaje comienza en la entraña de la tierra, el resto, periferia, es una herida.

208


Retorno Como sé que la tierra la contiene. Que volverá como retornan los perdidos o cómo vemos pasar lo que nos contiene. Para mí, su luz era una derrota, y como Amleto, dudaba por un fantasma: el de mi figura en los intersticios de las palabras.

209


Otros La vida parece haber sucedido en los límites. Nunca me miré sino a través de otros, pero esto no cambia ahora que lo sé, es tarde y no puedo prescindir de su mirar, sus ojos fueron manos que construían la desaparición de mi alma. Para qué la quería, es el lastre más pesado cuando uno ha decidido ser excéntrico, viajar a lo largo de la línea que trazan las palabras. Y si no mi alma, qué tenaz forma busca y descabala aquello que me parecía ser. La experiencia, qué lugar de inicio tan movedizo para la memoria.

210


Nombres Con su última mirada por contrastar en el hueco del amanecer, alzábase ante su cuerpo la luz, sobre su lugar. Veía, como los que no tienen futuro, la invasión de la palabra de un dios de perdición. ¿Cómo nombrar lo nombrado?, se lamentaba de antiguo. Y el día poblaba su estar terreno de hogueras donde calentar el recuerdo.

211


Arquitectura Miraba atrás con sus ojos en la ciudad; vio un tiempo en que fue piedra encadenada y sin palabra. Espíritu albigense perdido en el contrapunto de una bóveda de crucería, en los arcos apuntados, equilátero o de medio punto, en doseles ilustrados, pináculos, fachadas turgentes y torres soberbias. Soñando secciones áureas y formas luminosas, dentro de la oscuridad de cada construcción. Recordó toda la gravedad de las torres, y su realidad sin ambages, enhiesta, como el génesis sobre los eriales. Y también sabía del peso que la tierra soportaba al alba, y que toda su belleza quedó encerrada en el inicio.

212


Arte Mas he de consumir mi fuego, como se consume la vida, en la pasiรณn del arte: cuenco de piedra, donde desesperado, ardo.

213


Dunas Pero aún perdura el dolor incierto de las palabras sobre el vasto territorio, entre el delirio de las lágrimas que abre el espacio del arenal y la caída del sol, lejos del agua. Se elevan enormes en la luz naranja, y de saber que no soy gigante, ni que mi alma vuela, puedo tener sentido de su tamaño.

214


VisiĂłn La altura hace de la palabra un ritmo natural, que arrastrada por las crecientes sombras, ignorante inicia, el ciclo incomprensible del sentido. SĂłlo restos, hermosos, han quedado como alegato para los imprudentes que descendieron tras su alma engaĂąada.

215


Semejanza La Ăşnica memoria que conservaba era la semejanza, un interrogante al final de las horas sobre las pĂĄginas ajenas. Una mirada al tiempo

antes del relato. Su memoria es un relato aĂşn sin tiempo. Miraba para encontrar su semejanza y poder construir su centro, en el silencio de otras voces, en el reino de las preguntas insatisfechas.

216


Perdido Recuerdo tener un mundo que reificar y la presencia fantasmal de un deseo amargo: lo vivido de un modo incompleto, cada instante perdido en las vaguedades de lo que uno habría de ser, cada palabra que perdí en huidizos circunloquios. Todo lo perdido fluye por los sueños –esa pulcra realidad de los locos.

217


Naufrago Lugar donde los vientos pliegan las olas sobre el litoral, como oraciones de un naufrago, y se adentra hacia el interior mĂĄgico, buscando el remanso de lo que siempre ha sido como es. EĂłlicos lechos, mortajas las tierras. AllĂ­, adentro, nada sucede sino olvido.

218


Litoral El calor agostaba el interior y la costa ardía, la tierra caliente el mar caliente: una calima vaporosa y brillante se elevaba desde el litoral y cubría de salitre los cuerpos. Y esta suerte de locura –que nada del pasado desaparezca de nuestras retinas, estar con lo que ha sido de un modo permanente, considerar la vida en compañía de fantasmas- es la casa que realmente habito.

219


Isla QuizĂĄ sea la luz de otra isla, hermanada por las profundidades de una madre lĂ­quida, por los naufragios habidos, por tantos viajes encontrados en la ausencia que late pertinaz en los que miran a los viajeros, indiferentes aquellos, o sĂłlo en apariencia, donde el sumergido deseo es resaca de todo litoral.

220


Clamor Ellos serían los últimos de una sangre que cultivó la ataraxia. Seres tan interiores no podían tener otro destino. Ahora sé: porque miraban el neutro y silencioso, equivalente, espacio de la claridad. Por primera vez y en su edad cumplida, una luz clamorosa.

221


Mapas Escribir desde ahí, desde una palabra sin padre trazada de muerte y desaparición; urdida sobre la piedra sin sombras, límpida de pasados, mármol que no fue cementerio, sino ese otro lado de la ausencia. Mapas imaginarios de una urbe, incisos en su suelo, trenzando las piedras tan antiguas como la nostalgia, mapas y sueños, quimeras los lugares que te anteceden, mapas sólo mapas.

222


Tiempo La hiedra había cubierto todas las paredes y parte del suelo como vestimenta raída de lo pétreo. Había sucedido para siempre en su término, acabado, ya será siempre, cubierta su piedad por la risa que se aleja.

223


Epitafio Miró la piedra escrita y cruzó. Tras de sí la puerta sonó inmensa, como si contuviese el pasado. Piedra escrita y total.

224


Deja que llegue a ti lo que no tiene nombre: lo que es raíz y no ha advenido al aire: el flujo de lo oscuro que sube en oleadas: el vagido brutal de lo que yace y pugna hacia lo alto: donde a su vez será disuelto en la última forma de las formas: invertida raíz: la llama. José Ángel Valente

Tres lecciones de tinieblas

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