El niño que vendió su alma al Diablo (2011), de Aleqs Garrigóz

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Aleqs Garrigóz

EL NIÑO QUE VENDIÓ SU ALMA AL DIABLO

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS, MÉXICO, 2011 1


ÍNDICE: VIENTO / 4 NIÑO FRENTE AL ESPEJO / 5 ASÍ ES LA VIDA / 6 GRANIZADA / 7 NOCHE VIEJA / 8 LA NOCHE TRISTE / 9 TABAQUISMO / 10 PIROMANÍA / 11 EL SER QUE VA A MORIR / 12 LA OSCURIDAD DE ALGUNOS SENTIDOS / 13 ANÉCDOTA / 14 POEMA A MEDIANOCHE / 15 ESTOY SUFRIENDO / 16 TRES METROS BAJO TIERRA / 17 ANOTACIÓN AL MARGEN / 18 LA GRAN DEPRESIÓN / 19 LARGO DESALIENTO / 20

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La inteligencia, tal cual sale de las manos de la naturaleza, tiene por objeto principal lo sรณlido inorganizado. No se representa claramente mรกs que lo discontinuo y la inmovilidad. Por ello sรณlo estรก a gusto en la muerte. Henri Bergson

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VIENTO La vida es un viento tan fuerte que llega para rompernos los huesos. Bajo su soplo temblamos de autocompasión porque le somos tan pequeños, tan indefensos, como un rosal ante el invierno inmenso. No respeta ningún límite preciso del cuerpo. Así, en su fuerza descomunal nos arroja hacía los costados del camino de la sanidad, nos va replegando de frío, de vergüenza, en círculos de arrepentimiento cada vez más estrechos. Viento que llevas sonatas de perdición, que esparces por doquier súplicas quejumbrosas como éstas que con grandes trabajos existen, en mi espalda eres un látigo que castiga a quien sólo confió: el látigo siniestro de la total autoridad. Vida, pasas hoy nuevamente sobre mí, como siempre, sin siquiera saludar.

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18 de diciembre de 2010

NIÑO FRENTE AL ESPEJO Cuando era niño nada me extrañaba tanto como los espejos. En ellos fui dejando cada día un poco del asombro del que era capaz, mientras me peinaba el cabello con una cruel partidura del lado del corazón. Y allí, dentro de esa agua quieta del espejo, estaba alguien –tal vez ya ahogado–, poco o mucho: un ser opaco de ojos tristes como los ecos que barrían mi lejanía, flaco como el arbusto al que troncha el temporal y con los dientes chuecos –por lo que mi boca estuvo largos años clausurada–. Nuestras costillas dejaban ver, a pesar de la ropa, su figura de clavicordio fúnebre que nadie quiere tocar. Los hombros, que tan tarde perdieron la vergüenza a desnudarse, eran ya entonces caídos, sin saber que aún soportarían el destino espantoso de cargar en ellos la mitad sombría del mundo. No quería mirarlo duplicar mis movimientos. Me provocaba asco. Sin embargo me era tan atrayente como la muerte, como el peligro, como el infierno en el que ambos nos consumiríamos. Algunas veces creí saber quién era. Pero muchas otras deseé de verdad hacerlo.

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20 de diciembre de 2010

ASÍ ES LA VIDA Nacer llorando, cubierto de viscosidades, sobreviviendo al propio cordón umbilical, en medio de un mundo que arrebata a todos la posibilidad de sólo respirar. Crecer hasta alcanzar las espinas del rosal, la flama de la estufa para jugar con fuego y quemarse. Hasta entender que estamos más desamparados que un glaciar, que el futuro se nos va achicando a cada minuto como esas galerías imposibles de las fabulaciones de la infancia. Sudar sangre por ganarse el pan de cada día; esperar; cumplir las sentencias absurdas e inexorables que la comunidad nos impone. Esforzarnos por agradar al próximo; cuidarnos del enemigo; dormir o embriagarnos para olvidar el dolor. Trabajar, trabajar la tercera parte de nuestra existencia, sin medir hora, distancia ni fatiga. Envejecer. Sentir ajarse la piel con la espalda encorvada, cómo los huesos se van debilitando y la carne se afloja poco a poco en una renunciación. Perder el cabello, la apostura que tuvimos; arrastrar los pies, la dignidad, el juicio. Luego morir. Ser sepultado en la tierra fecunda de corrupciones; que los gusanos coman nuestro cuerpo putrefacto. Todo en el parpadeo de un dios ausente e iracundo.

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23 de diciembre de 2009

GRANIZADA ¿Qué habrá sucedido en lo alto que la mañana se nos ha atiborrado de hielo, que tengo miedo de salir a la calle y ser apedreado por el cielo hasta sangrar? El cielo se ha endurecido y cae a pedazos rompiendo los tejados, los cristales de las panaderías, aplastando la humildad de los huertos caseros, destrozando los adornos de temporada como a baratijas inservibles. Y por si fuera poco... el viento nos da bofetadas en ambas mejillas y, augusto –como si trajera un funesto anuncio–, va tronchando las copas floridas de los árboles. Las hojas de periódico abandonadas en la calle se revuelven de una forma que eriza la piel, las palomas refugiadas en los nichos de la catedral tiemblan de turbación. Chorros densos de agua helada están haciendo mella en todo este día solitario y gris. Niños y ancianos son descalabrados por una furia que nos viene de arriba, a la que no pueden reprochar. Pero en vano es mirar hacia las alturas con cara de desamparo, como pidiendo indulgencia. Porque el ojo del sol se ha nublado para no ver.

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28 de diciembre de 2010

ANÉCDOTA Lo conocí cerca de un panteón. Él cruzaba la calle con las manos en los bolsillos, mirando el vaho que salía de su boca agrietada. Y algo llamó mi atención en su cara: un chispazo de luz que jugó un instante en sus mejillas y luego se extinguió. Algo que me dijo que tal vez era mi hermano perdido, al que había estado buscando con tanto ahínco. Y quise hablar con él, tocar esas manos que seguramente también estaban enfundadas en guantes, abrazarlo para que entráramos los dos en calor. Así que lo seguí por varias cuadras. Un viento glacial nos cortaba la cara y parecía empujarnos a la muerte. Él entró a una tienda y pidió una botella de whisky. Sobre las calles parecía caer una maldición. No podía encontrar el momento de hablarle, ni sabía qué frases tendría que mascullar mi boca. Esperé a que saliera y pasara a mi lado. De imprevisto lo besé en la boca. Sólo así podía en verdad hablarle con el alma y decir lo que debía: que lo necesitaba sin siquiera conocerlo, como necesita un parásito un cuerpo ajeno al cual asirse. Entonces él me aventó sobre la escarcha y me otorgó fuertes puñetazos en la cara, haciendo que mi nariz sangrara. Y me escupió, encarándome con las ofensas más violentas. Y mientras se alejaba de mí, supe que yo hubiera hecho lo mismo. Y me sentí satisfecho por ello, de haberlo conocido. Porque tal vez era de verdad mi hermano. Entonces lo necesité aún más. Y volví a seguirlo.

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31 de diciembre de 2010

NOCHEVIEJA Aquí estoy, solo otra vez. Mi casa, se diría, es un mausoleo: granito, columnas de piedra fría, toscas puertas permaneciendo impenetrables. La neblina empaña los cristales y en ellas voy dibujando imágenes de gran ternura, como si tuviese a quién dedicarlas. Por largos momentos reina el silencio; luego se escucha el ulular de una lechuza y rechinan los goznes de las rejas. Pero sólo es el viento... El viento. Miro por la ventana: potros inquietos quieren romper sus ataduras, mientras los perros ladran a invisibles presencias. Es invierno otra vez y, este año, se ha vuelto a descomponer la chimenea. En otras casas, donde hay dicha, niños se han reunido junto a las nochebuenas para armar trenes de juguete que toleran y vencen al movimiento; los padres beben sidra, cenan suntuosamente. Los novios se atreven bajo el mantel. Es medianoche ya; y fuegos artificiales, disparos, se escuchan en la cercanía. Cansado, mi único deseo este año es que una bala perdida me alcance.

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1 de enero de 2011

LA NOCHE TRISTE ¡Cuánta poesía de la soledad...! Este invierno es de verdad patético. Del tejado se desliza una persistente gotera que en el suelo forma un espejo para mi tristeza. No hay música; y hay tan poco movimiento que podría apostar a que todo es una acuarela tenebrosa en la que han olvidado pintar un poco de sol. En los libreros una araña desciende lentamente y yo la miro, obsesivo, por no tener algo mejor que hacer. Hurgo con lámpara tambaleante en busca de los libros que me hacen llorar porque sí. Las ventanas están tapiadas de escarcha y ya es necesario deshollinar la estufa otra vez. No suena el teléfono; nadie se pregunta si tengo hambre o si es que sobreviví a la neumonía. Ni siquiera hay luna. Los belfos que triscaban el lodo se han entumecido. Y el termómetro está a punto de bajar a cero. ¡Cuánta poesía del dolor, del miedo...! Al deshojar el calendario, encuentro que el año que se fue se ha llevado lo mejor de mí: las ganas de estudiar, de despertar con el sol, de empeñarme en algo todavía... Pero me ha dejado algo para escribir. Y “escribe un poema”, me digo. Como si con eso fuera a enderezar el árbol torcido de mi vida, a enderezar el eje del mundo inclinado hacia el infierno.

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4 de enero de 2011

TABAQUISMO Desde mi pequeña muerte cotidiana declaro que me gusta fumar: es uno de los pocos placeres que me quedan con vida todavía. El cigarro es como un caramelo para un adulto verdadero, que ha asumido a la muerte como única meta posible, digna por su propia existencia. ¿Cómo no podemos fumar quienes la amamos? Alabado sea el cigarro donde quiera que esté. Su humo eleva mis plegarias por sobrevivir al difícil mundo de mis ensueños, al conflicto permanente con el deseo, a la aguja que me clavo en la nuca cuando me recuesto en el pajar buscando comodidad. (“Debes crear un estilo nuevo para cada libro, un nuevo concepto.”) Llevo ya casi una década haciendo, histéricamente, poema tras poema, obstinado como una polilla en una falsa luz, en una ventana cerrada, sin saber qué realmente deseo para mi mala fama, para ser recordado por... ¿quién? Es difícil esta vida sin al menos un vicio. Y uno de los míos ha sido ese ídolo de poetas enfermizos, que mata a tantos y tantos miserables como la mano de una enfermera compasiva y solícita, piadosa a más no poder. No se diga más.

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7 de enero de 2011

PIROMANÍA Siempre me atrajo el fuego. De niño solía aventar a sus garras toda clase de materias para mirarlas arder. Y confieso que más de una vez le entregué, tal vez como una ofrenda envuelta en afecto, algún animal vivo, por pequeño que fuera. Yo a su lado me sentía enamorado. Mi corazón quería salirse de mí para calentarse en su cercanía. Era como un rapto su contemplación, como la sospecha de una verdad superior e inefable. Pobre de mí: desamparado, tantas veces me quemé jugando en su aliento. Lo veía como a un padre protector que podría ser capaz de destruir al mundo, si éste se interpusiera entre mí y la fortuna. Ignoraba entonces que mi destino sería el de arder. Arder hasta que incluso mi nombre quedara reducido a un rastro de ceniza.

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8 de enero de 2011

EL SER QUE VA A MORIR Desde el fondo del corazón estoy hablando. Digo que faltan muchos días para ser feliz, si es que podré serlo algún día. Digo que quisiera encontrar el hilo negro de todo esto, para tener con qué ahorcarme. A tientas reconozco mi cuerpo adolorido y... no, mi tacto no me engaña: no hay heridas por donde pueda fluir apaciblemente mi sangre que sólo necesita descansar. Y me doy cuenta otra vez: tan sólo soy un mecanismo descompuesto, producto de una inestabilidad química que no alcanzo a comprender. Loco, inspecciono las habitaciones, golpeándome con cada cosa que tontamente creo mía: camas como sepulcros abiertos que me invitan a hundirme en su regazo, sillas que son disecados cuadrúpedos, espejos que proyectan sólo desilusión, libros que me desordenan aún más. Pero no me encuentro. Ni encuentro el lugar donde me perdí. Esto, en verdad, es una hecatombe. ¿Para qué nacer así, tan expuestos, tan indefensos? ¿Para qué la enfermedad, para qué la muerte? ¿Por qué el suicidio es tabú, si hace tanto bien? Escasean las respuestas. Pero lo único que se necesita es más, mejor vida.

10 de enero de 2011 13


LA OSCURIDAD DE ALGUNOS SENTIDOS Alguna vez no pude esperar a salir a jugar bajo el sol y ver al mundo en su todo su esplendor. Ah, traición del tiempo, calamidad del recuerdo. Podemos llegar a conocer la dicha, pero nunca para siempre: un parpadeo... ¡y ya! La estela de su paso es amarga como la muerte. Antes había, en mi corazón abierto a las presencias, una huerta de hierbas aromáticas. Ahora sólo hay un árido paisaje donde el viento silba lamentándose. He tenidos días buenos, largos meses tenebrosos. Pero mis años se miden por la rotación de la locura alrededor de mí. Vivo entre la tensión de saberme infeliz y la búsqueda de la altura necesaria en la que mi nombre brille siquiera como un astro mínimo. Y la busco en mis sueños despiertos, pero ello me enferma aún más. Y lo que digo se vuelve contra mí como tábano rencoroso. Y mi futuro –lo sé bien– pende ya como una espada sobre mi cabeza. Porque el poema no alcanza a decir lo que dice. Y calla más de lo que quiero.

13 de enero de 2011 14


POEMA A MEDIANOCHE Tengo miedo de este destino, que es el mío, y que no conozco. Tengo miedo del miedo, de la noche que se abre como una flor carnívora a devorar mis más tiernos pensamientos. Estoy creciendo contra mi voluntad y la inseguridad crece conmigo. Y ya no sé si lo que digo es mi voz, o si es que la noche pone palabras en mis labios. Ella toma la forma de una hoz que siega las espigas del amor y corta los vientres para exponer nuestras vísceras. Hay senderos que se pierden en la niebla de la alucinación, rayos de luna que bajan a apuñalarnos, patios donde agonizan las últimas palabras de la vida, sillones donde esperamos la extirpación de nuestro cerebro. Pero no hay nada que ella no organice. No. No soy necesariamente animal de oscuridades. Yo quisiera desaparecer en una luz que engulla al universo. Pero este hábitat me fue impuesto por una voluntad a la que mis ruegos no alcanzan: ¡la de otro desolado! Denme un charco para beber la calma, donde mojar mi frente que sólo quiere olvidar. Denme una escalera para escapar al otro lado de la suerte.

17 de enero de 2010 15


ESTOY SUFRIENDO Ya no sé ni qué decir, con qué nuevas palabras expresar mi pena. No sé si realmente quiero seguir viviendo, porque en este mundo lo único que podemos hacer bien es soñar, dormir a medias. Porque la infancia no es sino un muñeco que se nos quiebra entre las manos. Luego un recuerdo más grave que un crucifijo. No es la poesía remedio para el dolor; la poesía aumenta el desorden de los sentidos, nos conduce a laberintos de confusión donde podemos escondernos y correr. Pero de donde no podemos escapar. ¡Que venga un meteoro a destruir el planeta! ¡Que cese el universo de existir! ¡Que todo se vuelva un blanco sin límites, donde el silencio y la quietud establezcan un nuevo orden! A veces queremos suicidarnos; pero la cobardía pone freno a nuestros pasos rumbo al vacío. Ay mis ojos fijos en el horror, mi boca acostumbrada a eructar desesperación. En este jardín salvaje, mi especie está condenada a la a la vejación, a la parálisis. Ahora mismo, siento como si gritara en la cara de Dios lo absurdo de su creación. Pero es necesario, alguna vez, darles voz a los demonios de la conciencia que sacuden nuestros cuerpos en fiebre. Que los hombres me perdonen; o que me lapiden, si he violentado su pequeña estabilidad. Yo lo hice todo por confiar. Pero la confianza está muerta en mí.

19 de enero de 2010 16


TRES METROS BAJO TIERRA En una hostilidad diferente en cada rostro sobre una carretera a la perdición por pavimentar con una aversión más con qué empeñarse a pesar del desinterés: en cosas así gastamos las horas. Mira que ya no vuelven. Mira que, a pesar de los pesares, todo sigue igual: aquí y allá las bombillas eléctricas nos explotan, nos contagiamos de gripe, corremos con las camisas incendiadas de pavor, nos hincamos a lamer las botas del poderoso por sobrevivir. Podemos mirar las estrellas, pero siempre serán inalcanzables. Oleremos el barro mojado de la tierra, pero hacia ella dirigiremos nuestro temprano cadáver. El día es un patíbulo. Cada minuto tiene la forma de una horca. Y sólo podemos subir a ella mansamente sin pensarlo mucho, porque hay otros esperando, y no es bueno ser indiferente con el prójimo en momentos así. Porque después de todo está el consuelo: ese lugar donde ya no es necesario sufrir un poco más sólo por hacer las cosas bien, lejos de las disputas cotidianas en las que vamos dejando la carne a jirones. Ese lugar donde hay fuertes raíces necesitadas de abrazarte para poder florecer. Sólo allí, el fin último de la vida. ¡Qué importa que los gusanos se hagan refugio en tus cavidades oculares! Ya no podrás verlo. La tierra es maternal con nuestro cuerpo. Recostados a su amparo, ya no necesitaremos despertar.

20 de enero de 2011 17


ANOTACIÓN AL MARGEN Hubo una edad en mí en la que todo se me ofreció: ya lo dije. Se me ofreció la descomposición de la personalidad y asentí. Asentí como el niño que piensa que en el dulce envenenado está el sabor eterno de la felicidad. No sé si soy un fruto inmaduro que han tirado del árbol a pedradas por mero descuido y al que obviamente desprecian; o algo que se vio obligado a crecer desesperadamente y así alcanzó las dimensiones de la deformidad. Pero aún con torpezas o amputaciones podemos aprender a volar, más tarde que temprano: a volar dentro de una jaula. ¿En dónde me estoy ahogando? ¿En océanos de ácido animal que yo mismo me he inventado? ¿O en los fluidos residuales de una catástrofe mayor, anterior a mi cuerpo envejecido prematuramente? Sí, estoy escribiendo por escribir. Y todo está bien. Y está bien porque está mal. ¿Dónde, para matarme, está mi centro? ¿En mi cerebro cuyas frecuencias son los altibajos de la psicosis? ¿En mis poemas que son nuevas razones para seguir siendo acosado? ¿O en mi corazón que, en el límite del acantilado, no sabe hacia qué lado seguir caminando? Hay que hablar. Porque tenemos la palabra. Y la palabra es el soporte del pensamiento. Y lo demás... Pero quizá no haya modo alguno de realizar el futuro así. O quizá sea necesario hablarlo de otra manera.

23 de enero de 2011 18


LA GRAN DEPRESIÓN Estoy atado de corazón a un silencio rebelado en palabras que me dinamitan. Porque esa es mi muerte soñada, la única posible de atesorar en este vacío que ellos llaman vida. Es el teatro de la tragedia, que estruja más cuando sabes que es tan verdadero: la mentira hace realidad. Pensar el cese absoluto puede ser bello como una épica. Pero no puedo lanzarme de una altura en que no estoy. El romanticismo de las venas que tributan su magma sombrío requiere un instante de brillo que no poseo. Las pastillas para dormir son opción viable. Pero la eyaculación del ahorcado tienta ya como un íncubo. La noche acrecienta la tos del enfermo. Y algo me llama al fondo de mi entraña, a vomitarla. Y es que si no se puede ser hombre, encoleriza que lastimen con más azotes al niño que llevamos dentro, y que es la voz natural del loco. (Quisiera que este poema fuera la guillotina para exhibir mi cabeza aturdida, como trofeo obsoleto...) Se abrió sola, elegantemente, la puerta grande para dejar pasar al Diablo a reclamar al niño que el mundo había arrojado. Pero estoy triste sin remedio. Porque me dejé engañar por el Diablo por amor. Caigo en un abismo en el que las lágrimas se congelarán sin jamás tocar fondo.

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24 de enero de 2011

LARGO DESALIENTO Sé que me contradigo. Pero… ¿qué se puede esperar de un ser como yo, en un mundo caótico que es como un manicomio natural donde los especímenes hostiles gobiernan las comunidades? ¡Nos obligan a mentir sobre mentiras! Hago lo posible por ser congruente con mis actos y mi palabra. Pero muchas cuerdas tiran de mí en todas direcciones y no puede nunca el títere hacer su voluntad, ni tampoco un trapo a la intemperie oponer resistencia al viento. Muchas noches me encierro a escribir poema tras poema, sin atender ni hambre ni necesidad de abrigo. Y gasto mi vida en esta patria de lágrimas. Alguien sálveme: lo estoy pidiendo por favor. Y nadie me hace caso, quizá porque he hablado del amor como si yo fuera un pétalo flotante subiendo al cielo en un rayo de sol. Pero no saben que el amor así no es más que uno de los disfraces de la autoagresión. Estoy más descuidado que una cárcel; y mi pensamiento se hunde inexorable en ceguedad, en sordera. Una tapia soy, un topo cavando su propia tumba. ¿Después de tantas humillaciones públicas, qué vendrá? ¿El último acto ya en el que, revolver en mano, siembre el terror en una enorme concurrencia poniendo punto final a la obra con una bala? Pero lo peor es que no hay consolación. No habrá aplausos al final del recital.

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