La risa de los imbéciles (2013), de Aleqs Garrigóz

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Aleqs Garrigóz

LA RISA DE LOS IMBÉCILES

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS, MÉXICO, 2013

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ÍNDICE Epígrafe / 4 Antes de afeitarme / 5 Afasia mixta musical / 11 Estructuras profundas / 13 El delirio enamorado / 14 Para un psicoanálisis / 19 Receta de cocina / 20 Naif / 21 Carta a Miguel / 22 Escrito con sangre / 24 Caldo de cultivo / 25 Sin palabras / 26 Art decó / 27 Viñetas para una postal / 28 Dadá / 29 Máximas / 30

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El verso es una ciencia impura Leopoldo MarĂ­a Panero

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EPÍGRAFE Yo, narciso de aguas estancadas, estilista sin auxilio de objetos punzocortantes, hablo otra vez desde mi oquedad fundamental que necesito decir, por confirmar que existo: oscilo entre la pretensión de un lenguaje maravilloso y un impulso irresistible por exhibirme en contorsiones extrañas, abierto de vientre y ofrecido. Plasticidad de lo monstruoso, mis pesadillas fueron planes porque quise ser, ante todo, una grosería. Mi mejor actuación fue ante un espejo quebrado en mil pedazos. Heme aquí de vuelta frente a ti: espora de pecado, palabra y cuerpo para compartir en la celebración y el escarnio.

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ANTES DE AFEITARME 1. No, nada, nunca, nadie. ¡Qué caspa más extraña en la cabeza del día! ¡Qué convulsión nefanda me sustenta! ¡Cuánta infelicidad con su máscara de cartas marchitas! Esta música flotando en el vacío… se llama eternidad. Yo soy de los que suelen amar los maniquís mecánicos, los cristales insalubres, todo lo que mira al pasado buscando miseria, el mismo cielo ya encajonado y vendido a la prostitución. Yo yazgo con los tractores y me encajo sus palancas con sumo cuidado. Huyo de los íconos dorados, de su sabiduría; planto el pie en la putrefacción, en el arrebato sacrílego del amor, y me doy cuenta de que estoy enfermo con bastante éxito. Yo de niño era tartamudo y mis padres ―quimeras locas― me golpeaban con tubos de metal. Yo siempre he querido vestir mi soledad con la piel de un sapo a punto de reventar. 2. Un ángel histérico, todo cubierto de acné, se automutila en mi casa: la casa de las apuestas. Su pelo es una cascada de vergüenza, sus labios están siendo intervenidos quirúrgicamente; y come navajas oxidadas, nudos ciegos. No podremos sobrevivirnos mutuamente si los pilares del hogar, débiles como el futuro de Dios, se derrumban sin darnos el menor aviso. 3. Tengo el hocico henchido de vituperios y digo que cada día es la fiesta de títeres abyectos, excrementos que flotan en su propia gravedad licuada: peor que la obligación de rasurar a un simio. Yo quiero casarme con la perdición. Se me hace agua sucia la boca, fuego la entrepierna, porque la muerte es mi felicidad más grande de abrazar. 4. Es ahora o nunca: matemos la esperanza a pedradas, su potestad meramente literaria; hagamos su funeral entre catástrofes, donde no quepa ni un alfiler ni una sonda. Finalmente, los borregos seguirán en estado de coma junto al más hambriento triturador de basura. ¡Cada quien con su pequeña resignación y todos felices devorando el mismo vómito! Lloraremos en la habitación toda llena de pecados, porque la piedad fue negada a nuestros padres en trato ventajoso. 5. Quisiera existir diciendo sólo la palabra NO, su pequeña verdad absoluta. No me basta este grito que contuve en el fondo de mi desgracia y que necesito explotar y explotar y explotar. Porque yo creo en derramarnos de mucosidad, en el llanto silencioso del feto malogrado, en libros pornográficos saliendo de un agujero negro; en la mentira, la paranoia estelar, la sobredosis y la culpa que me hacen sentir mis mínimos progresos. ¡Ojala nunca hubiera nacido! 6. El revés de toda posibilidad es siempre mi silla eléctrica; y yo atesoro el afecto aplanado de mi esmegma, ahora como ayer. Codiciosas anfetaminas se vuelcan a practicar mi autopsia y yo les sonrío sobre la plancha fría. No volveré a claudicar bajo sus aceros oxidados. Es muy tarde… tarde otra vez. Aunque no te importe, seguirías lamiendo el retrete de la burguesía. 5


Hoy mi corazón, que no lamenta estar paralizado de impudor, será tu espectáculo barato, obsceno por inercia. Quiero exterminar algo en ti y ser alabado por ello; seguirme ahogando en mecánica disforia. Me duele el mundo, me dueles tú, nido de jeringas, ave crucificada en un adiós infinito. 7. Me castro entonces los labios porque no sé resistirme a la concupiscencia del Diablo. ¿Lo sabías? La vaginoplastia y la circuncisión practican el incesto. ¿No es bello como convulsionarse en un charco de pus? Los nacimientos son la mayor expresión del abandono. No sé si alguien ya lo había dicho antes, pero esto es más verdadero que la hidrocefalia y el cáncer. 8. Estas tijeras que cortaron frenéticamente mis vellos púbicos, rizados como los arreboles de la locura, degollarán un día cualquiera a mi niño interior. Para entonces, el esperma de la desolación habrá recorrido nuestros cuerpos desechables en tardes que en verdad serán claustros inhabitables. Animales sin futuro brillarán bajo un eclipse total mientras mi recto en rigor mortis nos mire desde su lejanía. Acerquemos nuestros ojos al filo del abismo. Todo muere, todo implota, todo cae en dolor. Todo permanece sin habla, mejor que en una pesadilla. 9. El cordón umbilical de un gangoso ¿no es acaso propicio para ahorcar nuestras horas colmadas de gangrena? Ya la familia que peleaba por migajas inmundas está vendiendo sus tacones de aguja en el bazar del último día de la felicidad: ¿Para qué? ¿Dónde habremos de encontrar nuestros huesos después del aborto de tantos siglos? Mis testículos se hinchan porque ya no hay vida. La guerra rompe el cráneo de los esclavos y provoca una lluvia de picahielos, a veces, sólo a veces. Mi sueño se cierra como una flor triste si la silla de ruedas no se revela contra su dueño cuando la fornicación del perro obsesiona al mundo con razón. Un pene gigantísimo cae aplastando la aldea de los humillados. La lepra cabalga hacía la madrugada del hombre. Espero que a donde vaya no haya comodidad. 10. Pero hablemos de la malaria, de unos brazos quebrados, de ese hielo negro parecido a quienes no saben tronchar su propio clítoris en aras de la tradición arcaica. Yo mato. Yo escupo. Yo me suicido. Amo la palabra genital, su consistencia gelatinosa donde, de pronto, encontramos pelos huérfanos a la deriva. Lame mis pies vueltos hacia nunca, inútiles como crucifijos, colgados en la horca del tedio y del asco, en la enramada del sexo infeccioso. Lo sé: soy peligroso. Haz como que no sabías que el alcohol ama nuestra fecunda hilaridad. Y que en momentos como éste necesitamos una pistola para sentirnos hermosos. 11. Pon siempre la otra mejilla a la carencia, al delirio. Condilomas suaves como la nieve, niños fecales, ancianos con aparatos de ortodoncia y algunos parricidas deberían ser orillados, a punta de electrodos, a venerar un par de glúteos incendiándose en una carretera llena de plañideras farsantes. Hay caminos, vicios que oponer a la dicha. Hay malestar cuando la ilusión se amputa las manos y el agua se vuelve lagañas y materia de escarnio por la que competimos como bestias acéfalas. 6


12. En horizontes deformes y ciegos, abuelas cantarán la absoluta tiranía del macho, su gran oportunidad de ser quemadas vivas, el veredicto que nos condena a prestar oídos al ruido de un motor. Mata. Acribilla la ronda sin razón de las margaritas; que mi libro no es más que circo de pulgas, testimonio de una nueva religión que no quiere ser más que un saco de escoria, un plato de excrecencias, una taza quebrada en la fiesta de las depilaciones. 13. No sabía que nací deshecho. Me violó el destino. Me apuñalaron el sentido de la sensatez. Encuentro mi alma más vacía que un desierto. Ya no tendré mañanas para lamer azulejos mohosos, quedar deslumbrado por ese resplandor clandestino de ciertos asesinos famosos cuando copulan con cadáveres. Hay brutalidad en nuestros días, en nuestros dichos; hay movimientos anómalos y repetitivos, porque el infierno toma la forma de nuestra propia casa, y no podemos escapar a la mano híspida de su masturbación y su dominio selectivo. 14. El divorcio es pleno como un océano de sangre. La contaminación mental y la gripe: bromas de buen gusto. La palabra es un intento miope de decir la verdad. Y otra vez el dolor se abre como una vagina carnívora en la selva de mis peores pensamientos. Te podría regalar un asno hereje, trofeos torcidos, óleos de latifundistas que olvidé, menstruación fermentada y mejores vanguardias que sólo besarse el escroto, oler pescados podridos y decir lo que yo en mis poemas. Que exhibirse negligentemente en las avenidas chupando el ano de un siamés albino hermafrodita. 15. Soy un perineo escarificado por odio a sí mismo. Y los trastos de la medicina transgénica se apilan con rapidez en mi cocina, ahora más sucia que una piara de cerdos. El miedo a sanar, pastillas para dormir y la más fina inmolación se erectan en esta penumbra recién inaugurada. Acércate, te daré un billete para inhalar azufre. Te enseñaré esos diminutos secretos para contorsionarse sobre una cama de clavos con los orificios distendidos. Quiero ser como un dios de silicona y repudio al que puedas acercarte para sodomizarlo sin dignidad. Quiero implotar y engullir todo lo existente. Yo te destruyo. 16. Desde que tenemos cucarachas en vez de ojos, entes agresivos emigran ilegalmente a una tierra estéril sembrada de escalpelos. Nada hay por ganar. Así de simple. Un líquido apestoso mana de la noche y nosotros nos inclinamos hacía ella en los hospitales más apetitosos que un puñado de heces. Siempre di nunca. Nunca seas feliz. La desesperación es una moneda muy útil cuando los gemidos del viento se escuchan como súplicas en los mercados del desprecio y la tiña. No hay negocio más noble que la anticoncepción. Algún día el sendero de mi mano izquierda devorará al mundo. Es justo y lo deseo. 17. Nunca confíes en nadie. Los actos humanos son siempre sobornos inconstantes. Todos, decrépitos e idiotas, abrimos nuestras alas de vampiro adultero para volar hacia la discordia inflamada del pañal más usado. O algo peor. 7


Testimonio de daño e inquietud perenne, ¿hacia dónde voy con esta pocilga que cargo en la espalda? Cáscaras defectuosas y encarceladas, todo mártir corrompido como una ciénaga, algunos hierros chorreando saliva con sabor a solvente, permanecen aturdidos en mi idioma que te saluda desde nunca. La letrina nos protege y nos da de beber, se alarga como un purgatorio sostenido por el dinero, en el que conocemos bailarinas mancas, poetas delirantes que mutilan su voz por llamar la atención y un sinfín de cosas que mi talento no sabe expresar. El color nos ciega. Deja al sol trabajar inútilmente, y que una carretera nos guíe hacia la lujuria y la mendicidad, como un padre calvo que en una borrachera incendiara a su hijo primogénito. 18. Mi olor te revela mi deseo de estar muerto. El tiempo debería caminar hacía atrás en este cosmos que se alarga en forma de laberinto, manicomio musical escurriendo en la oquedad, donde es preferible ser una piedra. 19. No tenemos hacía dónde huir. Tus encías moradas, tu aliento de fosa séptica, el sarro de otros dientes informes me estrangulan como a una paloma sumisa e impúdica. Es verdad que Dios está en la televisión. Agonizo por no poder decir el universo de mi psicosis. Quiero abarcar la espalda de toda blasfemia y beber la leche de los demonios dispensadores de la elefantiasis. 20. El árbol de la ciencia me trepana el cráneo cuando mis propias cuchillas están arrasadas en pena. Un eructo viene a sobajarnos tan dogmáticamente que ato mi ganado al coito interrumpido más suspicaz. Soy imbécil por vocación propia; me degrado porque sí, con los ojos vendados, como una puerca bastarda. ¿Quién es el juez más corrupto? 21. El paso de la codicia sobre las espesas tinieblas de mi vida es tan delicioso como la viruela y la tuberculosis. No quiero crecer sano. Reyes sifilíticos me han prometido que moriré en la iglesia del arte más deshonesto, que mi sustento serán sólo cenizas y escombros: Caín esnobista, arrepentido de existir. ¡Quiero, hoy, mi respectiva dosis de infamia! 22. Eyacula en mi oportunidad de volar. ¡Que el cerco de la desdicha se cierre sobre mis pasos! Esta es mi alegría culpable. Odio a Dios. Sólo pido que un hacha cercene el cuello de las vírgenes de este planeta que se destruye a sí mismo en un baile patético y cuyos hongos se multiplican tan magistralmente. 23. Pero podemos mancillar todo rostro, toda hostia, revolcarnos en las mazmorras de nuestra propia barbarie. Quema tus sienes en el fuego del deseo lleno de íncubos, quema los libros del bienestar, destruye alguna que otra familia, provoca el terror en los jardines de niños. Que tú mismo seas tu adoración: tu propio Satán. Porque sólo Satán tiene respuestas a todo. 24. Toda promesa tiene alimañas en el vientre: sé perfectamente que el estiércol se recicla sobre la tierra en forma de objetos de culto. Así, algunos calcetines sucios 8


osan llamarme hacía el ocaso de la tos en la clínica inmunda, y desde hace mucho tiempo tú amas un mingitorio. Cada vez que un ejército aplasta la comida del pobre, mi fijación anal adquiere la forma de una alcantarilla. Nos regocijaremos con el lodo tocado por la cepa tóxica, con las flatulencias; respiraremos dióxidos prohibidos; comeremos aserrín plástico y otras bazofias; beberemos sólo aguas estancadas y flemas. Y es que me deleita la perversidad, porque el espíritu tiene la sutileza de doblarse fácilmente, como ese pueblo triste que llora hematomas y espinas. 25. Una rata flaca hace mejor poesía. Hasta mi amor es falso. Mi ambición no tiene límites. Estoy enamorado de un pederasta. Y nadie merece ver a la oscuridad a los ojos. Durante tantas manías de diluvios sin sentido, mi juventud decreció como un árbol podado. El eco de la sierra eléctrica cercenó mis tobillos necios bajo un miasma de verrugas parecidas al caos. Cuando el ladrón de bragas fue apuñalado, el aburrimiento hizo que muchas monjas metieran cuchillos en sus meatos urinarios hasta expulsar sangre a chorros. Es cierto: aprendí a suspirar a la inversa, hacía la pedantería; mi corazón fue trocado en un buitre de cielos nublados. La casa de las apuestas está abierta en mi cuerpo, haz burla de mis precarias posesiones ¡que la risa de los imbéciles es su acercamiento a Dios! 26. La grasa de mi rostro atrae a la mala suerte y a todos los chacales del abuso que ultrajan mi recto. Tengo chancros en la memoria. Mi pacto con El Mal es la única noticia de los últimos tiempos que vale la pena escuchar. La mentira siempre es generosa. El cielo ha caducado ya. Un carnaval de abejas paralíticas se anidó en la jerarquía de algunos padrastros bizcos. ¡Qué pereza es encontrar religión! Sin embargo, adoro las uñas encarnadas, las agujas, la expiración de mi pecho menguado de privaciones, la sal que hace que las babosas encuentren paz para sus seres más miserables que todos los países. 27. Somos la desgracia en carne muerta, un régimen espurio en la boca de la crisis, partículas de mugre anidando en un continente de bifurcaciones, un clima general de desilusión y partos malogrados. Me estoy acostumbrando a la peste forzada, al medicamento caduco, a la parálisis, a embaucar madres solteras con postres de insecticida. Porque toda escritura es una meretriz con gonorrea; y un segundo es únicamente la oportunidad de excretar, de someter a la población mundial que bosteza cíclicamente. La escasez nos desuella, nos tritura, nos fríe, nos aplasta el tuétano contra las banquetas. 28. Ahora bien, mi cerebro erotómano y cansado apenas hace caso a la música de mi perdición. Mi envidia por la epilepsia pone marcas tan horrendas en mi frente que me desnudo en los cementerios para celebrarlo. Aplausos de dementes circundan mi nave que se hunde porque está ebria de desenfreno y que es sólo un espectáculo barato que usa muletas y que no escandaliza ni a las moscas de cañería. La cicuta y el cianuro serían mi meta más próxima.

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29. Mis axilas sucias, todo quebrantahuesos sociópata, todo extorsionador, las carcajadas de una pepenadora esquizofrénica y mil objetos que no sé clasificar son ególatras. ¿Por qué me pides ser diferente? Un hampa de mulas renegridas y toscas querría tener alas para cortárselas. Así es esto. Por eso lo que nos queda es abolir toda felicidad, legalizar la violencia y la extinción metódica de todas las especies. 30. La tortura incontrolada, cualquier despojo avaro, la irregularidad de los comercios, me acusan más que mi propia arrogancia. Oríname la boca. Algunas veces todos los drogadictos deben beber de charcos de querosén para aprender a comunicarse consigo mismos. La música del infierno es mi vicio. La tortura de mi alma es mi vicio. ¡Que mis cicatrices multipliquen su fealdad! 31. Si la poesía es un revolver en mis sienes embotadas, la ruleta rusa es mi juego más emocionante. Yo lo apuesto el todo por el todo y siempre quiero perder. No me enseñaron a vivir; por eso hago público el deseo de la destrucción del mundo. El acoso es la mejor deformación de la amistad. Los textos de toda época actúan como fusiles, cadenas perpetuas de cara a la frigidez. Pero no, no es tan fácil. Juro que la bondad me da arcadas. Pero yo seré una institución. Mis errores no escaparán a la reseña malintencionada. 32. La asfixia autoerótica es el deporte del presente, el poco presente que se siente como garfios en la lengua. Las hachas fueron hechas para la justicia. Y adoro la belleza, pues la belleza es sólo horror y perdición. Nos hundiremos pronto en el magma de la mudez en paga a los camaleones que frenan el desarrollo del púber. Somos tan jóvenes que necesitamos morir. 33. Hay una tribulación tan honda en esta secta porque todos quieren tener un columpio durante el apocalipsis, ser el anfitrión de sus propios jugos gástricos, sufrir aunque sea un poco más. Me fascina tener relaciones sexuales con objetos punzocortantes. Penétrame el estómago con un cuchillo, que mi cuerpo es sólo barro despreciable. Hoy quiero sentir todos los enemas, todas las lobotomías, todas las cirugías innecesarias, todas las extirpaciones de órganos que no pueda pagar. 34. Los erizos y las hienas son mis compañeros, más fieles que la cocaína y la desviación de los instintos. Corre a mi regazo travestido y siente mis rodillas masoquistas al quebrarse. Ojalá el mundo desaparezca mañana. En serio. Y aunque sé que la inversión es ley en mi especie, también sé que a veces hiere más el silencio. Y es mejor callar.

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AFASIA MIXTA MUSICAL “El aguarrás con el mismo del miedo el día de los sepulcros Baña la crucifixión de tuyo clavicordio nace La espuma de” Entonces quehaceres planchas A la nada que abrupto la horca Su jacinto caído su del amante tuerta Es la huelga nacida de los tritones Su claxon sumiso de furia insecticida De estos perros nacen Muertos De mi largo penoso juicio hay algo que flota volar que huele acusado El pus del dolor quinientos Nacer para matar Baila de la dicha el estilo caduco * Yo nazco bajo el gusano del celibato turbinas mece la horca de los poetas el mal de un feto tiñe nunca nunca tres bandera pintarían aparece una graznido de la muerte de la sal Pero eres la basura puesta Eres torcido Allí el hilo gruñe Con el glande de la tiene una esta sangría El cuchillo del sarcasmo mandato Crimen y no hay nacidos bajo el miedo Su malestar Su persona Se troncha 11


Vegetar para el perro está hiena malcriado Su Su Nace Miedo descuartizados alevosamente

Me está faltando la nada Está mal

Belcebú hace planes Titila su miedo en la llanura No hay que sonrió el espasmo El taladro su maligno creído

estamos mal

Y necesitamos el abanico de las degollaciones.

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ESTRUCTURAS PROFUNDAS Sin tu desmesura erguida en la sensación de las calabazas mecánicas no vivo. El plenilunio es como la fatalidad de los tobillos rotos y la arena movediza viscosa. Todo último profeta tocará la mariposa vuelta al nombre de la serpiente embarazada. Ofrecemos en sacrificio este sabor a gravedad cero y talco disoluto baratísimo. El día de hoy la goma habrá asesinado el tren de cada placer desagradable. Hay que saber que las sillas necesitan beber clavicordios que marcan la hora del funeral. El derroche de enclaustradas infecciones huele a hongos que no saben decir no. Me has sido enviado por la ducha de las ratas bebedoras de humor vítreo y filamentos rocosos. Para saber es necesario desacelerar el perineo estirado por la multa anacoreta. Una mula es el dolor que la mugre tiene de los acuarios flotantes de Hitler. Los frenillos aclaran la condición hilarante de mis víctimas girando el té depresivo. Sartenes flotan sobre girasoles triangulares naciendo de mapaches galardonados con estruendo. Por la vértebra del sulfuro conocemos tratados de imantaciones grotescas para hornear mejor. Un albañil es el colapso nervioso acrecentado sabiamente por la justicia de cierta ira.

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EL DELIRIO ENAMORADO

There’s beggary in love that can be reckoned Shakespeare

1 Tu cuerpo de sacramento que sabe morir está en paz con los crímenes del mundo, la luz tenebrosa, el vacío de la eternidad y todo lo que alguna vez robamos. Mata a tu vida como a la niña de mis ojos, saluda al terror de los soles eclipsados: esta noche será sólo soledad de plomo, escarnio, belleza de ángeles bélicos. ¿Para qué un ataúd de infinita gracia? ¿Para qué una sonrisa que llora sangre en la tristeza de lo que no tiene alas? Es largo el camino de nuestro duelo. Esta es mi herencia para ti. Porque te amo. Porque soy joven y estoy listo para morir.

2 Perdóname el huracán en el velo de novia, el silencio de cuchillos erectos al alba, mi saludo a la noche helada, antes de ti. Mi saliva ahoga tu mundo, pero alguna vez —lo prometo― el panteón no estará tan lejos. Aquí no hay sino un cataclismo de escarcha, el mismo réquiem de piedra sin música que está necesitando nacer para sufrir. Sí ―lo he dicho antes―, me duele todo: las aristas del hielo, el ocaso de mi voz, la opacidad de estas máscaras que son un muro que detiene tus aguas. Tu oración es de vergüenza y guerra. Y sueño con soñar lo que tú sueñas. Porque el amor no ha sido sino una pared a la que nos volteamos para dormir y tener pesadillas.

3 No hay necesidad de ser fuertes otra vez: la caducidad de la vida es ya inminente. Sólo hay que llamar al Diablo que ronda donde haya un poco de fuego.

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Muchos colores pueden ser peligrosos para tus ojos sin alegría. Sueña conmigo el sueño de la muerte. Y, hasta que no despertemos otra vez, ahoguémonos por amor en nuestras salivas. El veneno no será suficiente. Ni el miedo… ¡Qué asma estoy sintiendo! ¡Qué amor! ¡Qué canción de inexorables metales suena en mis oídos que te claman en desesperación!

4 Veo tu puerta abierta a la maldad y más me doy cuenta de la fe ciega que necesito resucitar con besos falsos. Tu amor será mi fin, el único esperado. El frío de las decapitaciones es cada vez más lejano, más nuestro; y las trompetas sagradas del oro ¿dónde llorarán la patria menguante? Recoge todas las lamentaciones del hoy. El pavor sepulta ya a mi pobre corazón, espiga tronchada, tierra baldía de nadie. Desesperanza absoluta, dame valor; dame un poco de latidos prohibidos y olvida que yo no tengo siquiera un nombre.

5 Entre la sonrisa de lágrimas rosadas y el hierro ebrio en dolor, no hay sino una garúa enferma de tos, tan dichosa y tan difícil de regresar a casa. Porque yo hice todo por ti; pero ahora tú mueres en tus propios estigmas de ceniza, en la serpiente de azufre que se arrastra dentro de ti como en una tumba. ¿Cómo no vivir en tribulación exagerada? Cesaron de existir las canciones que volaban en los cielos de toda melancolía. Porque el sabor del veneno en tus labios es el de una cruz de clavos oxidados.

6 Estos poemas disonantes no pueden ser capaces de nada que no se parezca al horror. Sólo queda cerrar los ojos al día y abanicarnos en la perpetuidad del Mal. Golpea ya en el torrente de la discordia. Estoy siendo por ti un tren de sollozos, una nada descomunal que quiere enamorarse del amor que rompe toda posibilidad. 15


Todo cisma es estrictamente necesario a mis brazos se abren al fin de tus tiempos. ¿Me dejarás aplastar tu corazón? ¿Me dejarás abrir tus puertas a la muerte? No dejemos ir a mis ojos castigados ni nos calcinemos al sol de tu barbarie. Porque cada vez que mientas bajo la noche abriré otro surco en mi piel.

7 Tú bailas en círculos de arrepentimiento y te escondes en las puertas de otro fin de mundo. Y aunque quieras intoxicarte en la pureza, el cielo del perdón no te conocerá jamás. En mis brazos, que sienten tanto celo, no aparecerá la escarcha de tu cabello. Tus cisnes blancos, con las plumas quemadas, nadan en las lagunas de mi impotencia, en el libro rojo de otras falsificaciones. Déjame sellar tu corazón con un hierro ardiente. Todo lo que quise fuiste tú. Todo lo que nace en mí por ti muere. Todo lo que camina en mí es un ave rota reposando en mi cráneo y que no ama sino la violencia de nuestros lazos.

8 Es tan difícil interpretar tu llamado; tu corazón está lleno de mi ausencia; y claudicaré cuando desees, tardía belleza. Estoy perdiendo mi confianza en ti. Nada que hacer. Sólo esperar a que el olor de una rosa nos absorba hacia otra peste, sin dibujar siquiera un pentagrama de sal. Estás tan sola. Tan indefensa, tan tú ante la muralla de las violaciones; y cada vez que mis pájaros caigan de su cielo, habré de estar tan ido, tan acosado por mis propias preguntas que no me sostienen. Sin ti, la reconciliación con el mundo es imposible y todo es un aullido estrangulando al vacío.

9 No me dejes nunca volver a ver el sol. Nunca quiero verte sonreír. Pero… podría pedir el vino de tu boca en los hospitales y experimentar el egoísmo de tu piel que se aleja de mí como de sí mismo. 16


Amo cada lágrima con la que me vences, tu forma de dejar el mundo poco a poco, este día que chisporrotea tan ridículamente y la pistola con que pactamos la dicha. Desaparecemos en la luz otra vez. Y en este suicidio ya no hay sino un clamor de necedades gratas, un sabor a plenitud que nos aferra a mi mundo interior tan poblado de fantasmas. Te lo había dicho: las palabras de tu credo son innecesarias porque no pueden expresar nuestra negación.

10 Aquí, en el latido multiplicado de mis sienes, bajo el capullo ya maculado del placer, el escorbuto lamenta el invierno de tu grito. Déjame quemarme en tus aguas para probar que los jueces de la barbarie nos han exigido la condena que merecíamos. Bastará un hielo perpetuo para padecer la noche que nos llama desde su órbita inexplicable. Y siempre estamos bebiendo nuestra perdición, el último sentir de las mariposas negras. ¿Puedes verlo? Entre más me hieres, más nos separamos. Y más te amo. Yo veo en tus ojos la ruina y más peco.

11 ¿No sientes la excitación frenética de las navajas desgarrando tu vientre, donde las infecciones pululan y ríen? Cuando te encontré fornicando con otro, sólo pude esperar que una lluvia ácida apagara las velas del absurdo teatro de mis alegrías. Romeo y Julieta arden en su infierno, como nosotros comemos la carne cruda, como palidecemos bajo el arbusto espinoso y nos flagelamos por diversión. Así envejecemos, nos extinguimos. Ya no habrá mañana en esas cartas que me mandas firmadas con lápiz labial y lágrimas. La eternidad nos pide, para saciarse, penetrar en nuestros pechos destrozados.

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12 El rapto de la belleza brilla en tus ojos opacos. Y porque el pecado es la sal de la vida, ofreceré mis rodillas hincadas al abuso del sentimiento. Ante todo, estamos hechos de nieve y pétalos infamantes. Y nada vale la pena. Ni la horca en que Dios nos hace bailar. Aunque el mundo nos dé la espalda, los corazones se llenan de amor como de miedo. Acércate a la instrucción del íncubo. Fuegos fatuos seremos en el instante de la eternidad: el ademán irrevocable de la boca asfixiada. No el equívoco de esperanzas en que el pecho se desgrana sin saber su histeria. Te amo. Estoy a tu lado en la distancia de la locura que incendia lujurias. Siempre te esperaré.

13 El amor es el funeral de lo existente. Y hasta los poemas mueren. Cuando los demonios acosan los dormitorios, el rezo de la piedad es también un arma blanca que nos lleva de la mano a la caravana fúnebre. La soledad, tan frágil, quiere tus lunas para pintar acuarelas sacrílegas y flores en su majestuoso ártico. Por años hemos querido olvidar. Pero el fuego sin descanso de la maldad está listo para abrazarnos en su gloria, en esas manos que estrujan cada suspiro. Siento tu aliento tan blando como una cama, tu cansancio, y sé que mi santuario no es de metal alguno, pues reside en la tibieza de tu deceso. Bajo el ala ríspida del demonio del amor, que nos acaricia el sexo tan dulcemente que nos creemos tontamente felices. Hoy es un día perfecto. Porque estamos muriendo juntos nuevamente de amor.

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PARA UN PSICOANÁLISIS La claudicación, tú, no sabes nada. Eres la plenitud de los saberes arcaicos que no vuelan. Pero basta. (En el tedio abriremos el tiempo a la misma necedad.)

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Yo, yo, yo. ¡Y nada más yo!

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RECETA DE COCINA INGREDIENTES: 1 litro de pus de uñas encarnadas 1 vaso de semen de ochenta días a la intemperie 200 gr. de costras de niños no bautizados 1 cuchara de mugre de ingles de soldado 100 gr. de recorte de uñas con micosis de los pies de un anciano 666 pelos de la axila de un chimpancé negro ¼ de kg. de mocos de tuberculoso

PROCEDIMIENTO: Licuar todo, escupir cinco veces en él, y beber.

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NAIF Es una zona de protozoarios Donde nace el rĂ­o de los holocaustos. Se pinta sola la metralleta abandonada Cuando la cruzan las urracas Y ciertos profetas de la risa.

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CARTA A MIGUEL Tengo un beso rosa que se detiene en mis labios. Un beso rosa espasmódico que no brotará al ocaso triturado con la música del clavicordio rosa que tampoco va a regresar. Esto es tan espantoso que me dan soledades en el alma. Así somos nosotros. Esperar ya me parece inútil. No sabrías de cualquier modo del dolor de mis ojos al ver los capullos de este jardín de plástico que terminaré incendiando. Ni el tedio de escuchar las súplicas de una iglesia personal que alaba las tijeras con las que platico mientras me baño practicando rituales obsesivos. Hay que morir, me digo. Y la prisa es entonces indeleble como el agua culpable de nuestros sueños. Pero confío en que un ábaco perfecto nazca de tu vientre amordazado para enseñarle las matemáticas al mundo. Tú, antes de levantar cualquier pistola, piensa en la noche, en su sapiencia que nos da tanta materia de estudio, en el crimen mío de ser un mentiroso y vivir por y para ello. Y alégrate así. Y come arroz, grano por grano, odiando después, si puedes… Claro. Me soy estafeta que no llega; me eres una pústula reventada donde lamo la oportunidad fecundada. Y repito algunas palabras porque no existen otras. Porque si inventara nuevas, se revelarían contra mí como las perras en celo se revelan contra el pudor. ¿Qué quieres de mí de ahora en adelante? No puedo darte más que esto, que otros saben hacer mejor: rebajarme más y más, cocaína en polvos cosméticos. Dicen que llorar es darte cuenta de que estás vivo. Pero yo no quiero que te devores. Mira que, después de todo, el alma no va a un más allá. Aquí esta todo: el pus, el pus, el pus, el pus. Y lo demás. Estamos enterrados en el hielo de la reclusión, todavía. Y si te secuestré así es porque se me habían agolpado estas frases en la caja de ninguna resonancia que es mi cabeza, y ellas querían venir a gobernar este mundo mínimo y constreñido en el que tú y yo colgamos como una gota de orina del pene después de la micción; aquí, en este pacto ruin de mareo y sarcoma. Estamos perdidos aquí y no lo podemos reparar. Y lo quieres todo: la sonrisa más grande, el precio más justo, el perdón más inaudito. Las sombras de mis tristezas no tratan después de negarnos; así que sábelo otra vez: para mí, para la ti, la condena es cierta. Lloro por ello al revés, trato de matar el sentimiento de tenerlo todo y perderlo al instante. El cielo, pues, está aparte. Pero cuando tus celos están en una pieza de papel, yo sonrío dulcemente. Y eso es probablemente erróneo. ¿Qué más podrías esperar? Siento tus brazos hoy sobre mí, de este lado de delito, y me asusto. Ahora bien: desde que te dejé con una mala impresión, sigo siendo el mismo. Si vuelvo el rostro para mirar mi vida, encuentro a la hipocresía al borde de la perfección y tan nutrida de medusas. Accidentalmente no me di cuenta de esos bostezos. Ahora somos dos girando en la misma circunvalación donde te mato una y otra vez. Destino: ¿qué sabemos de él? ¡Pero qué petulantes nos vemos cuando usamos ese vocablo hueco! Detenme. Pronto voy a encontrar algo filoso que embone en mi esternón. Pero no puedo realizarme en muerte prontamente. Hay 22


cosas que deshacer en mí todavía. Por ejemplo, no me canso de deshacerme el amor todas las noches. Pensando en ti, obviamente. Debes luchar. Luchar por abandonar el nudo de tantos años y de tantos ojos que se posaron sobre ti desnudándote y haciéndote sentir mínimo y anónimo, como un grano de arena en el desierto de la existencia. ¿Lo ves? Sigo allí por ti. Pero ahora no aceptaré que tu creencia es mejor, ni que aquella bandera deliciosa se irguió sólo para empalarnos. Cuando el cansancio nos invade con sus manos de anciano, las camas matrimoniales son deliciosas. Así que, cuando puedas, compra una para los dos, donde podamos jugar nuevamente a morir, el día que volvamos a encararnos. A esta hora, la contradicción no está sola en mi corazón que tiene el tamaño exacto de la soledad. Vuelvo a lo mismo. Y me hacen falta tus manos para que hagan un cuenco para mis lágrimas. Así de confuso es el tratado de no agresión que firmamos para huir del pasado que nos hizo romper varias veces nuestras muñecas. Porque aún no sabíamos que somos monstruos y que debemos vivir por ello, a pesar de todo. Bien. Todo fluye hacia nunca. Como siempre. Por cierto... ¿Qué es tuyo en esas granjas enajenadas donde quemas desperdicios de los que de vez en vez necesitas comer? Escríbeme ahora, y funde tu dolor en mi corazón más que antes. Libérame, porque la realidad es más que nunca una mentira. Libérame, por favor, con tus mejores admoniciones…

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ESCRITO CON SANGRE Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre. Sangre.

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CALDO DE CULTIVO El primer tufo del experimento tardío de las vacas adolescentes alberga en su jocoso espíritu un delirio de cadáveres inútiles que devoran el suburbio de clases judiciales en el crespo vaivén de las huidas arborescentes y nítidas que logran coronar mi plenitud en la vehemencia del claustro inmaculado y traslúcido sin que la higuera de tórtolas resolutas e indiferentes escape al trance de quienes abigarrados en el extremo de un plenilunio juicioso prestan su jacinto a un tío habitado de esperma hilado a la manera de los mismísimos trenes glotones que hasta el kilometraje invicto se retrasan por la manifestación de robustas patrias de maquillaje envuelto en simetrías irreverentes ya caducas o ahora tiránicas cobijadas bajo el respeto de gladiadores yuxtapuestos en la miseria abundante que quiere salar un trozo de óxido cuando hay que contradecir al culpable que frena el verbo estar en su máxima resolución hermafrodita y azulina si no cabalga en hijos indefensos ante la harta estría silábica frenando un misterio sin poderes semejantes a iones largos cuando el viento alimenta el bosque y sus tigres que son fuentes oligofrénicas bañadas en la forma de esos gorriones empacados en sus propios trajes abolidos por la frontera imantada de jacales que sobran antes de la hacienda tutelar porque es plena de vibratorio miedo total parecido al resentimiento de estar colgado y emparedado entre flechas que a nada engullen sino una alfombra básica estando hincada y sumisa ante la sapiencia harta de nuevo hasta el frenético mar de aquelarres lentos y pesados que albergan la muerte en cada esquina por el placer de gobernar tu jirón de zapatos violentos tan plácidamente si no nos guían al primer espasmo ancestral de calidoscopios torcidos comiendo un ajo explotado hasta la menor nube en fa menor considerada por su luminoso espacio que aplasta esos huevos en su flácida representación de bigotes azufrado y miles de vendimias vigentes al poniente saludador de manantiales e invictos de Dios en la guerra del verano de hilos suficientes para enterrar su sinfonía que habré saltado lo mismo que veinte océanos jóvenes y fríos cuando su túnica de salmón plateada vislumbre cada mínimo terreno galante sin algo oprimido por un acta de alboroto al que es necesario replicar huyendo de sátiras transeúntes deliberadamente hostiles alrededor de este paraíso donde clavas trece gusanos a mi escarmiento que no es igual a la trepanación de un grito violeta que hace como nueve torpezas que advierte a nuestro parecer un sin fin de volcaduras hacendosas porque valen lo que Judas si no presionas a su síndrome taciturno de ácidos volcánicos analfabetas y dementes en tonos que da pavor enamorar o incluso girar hasta el vértigo clerical de su mismo esplendor volcado hasta siempre si antes no regresamos con irreversibles multitudes en claras huestes delirantes haciendo un turbio proselitismo de caballos agridulces que es preferible omitir a amar blandamente vislumbrando infiernos voladores que escapan ante mí sin estar siendo acosados ante la voluntad del místico fruto de jugos gástricos gozosamente hechos para este sentido vicioso permutando un frasco de pastillas cubiertas de cien ilusionistas que aspiran a viajar hasta la casa de ella que cuida buenas jorobas floridamente acomodas entre los mismos muertos celestes proyectados a la inversa de las realidades que se jactan de trasponer claras tempestades del oriente menor. 25


SIN PALABRAS “

.”

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ART DECÓ La navaja no es el óxido: es el método de producir el escarmiento, la destrucción amada para el plenilunio de los hospitales. Todo es nada. La desintoxicación no vale si apuesto la misma cadena de orfandad. Palpitar. Luego recordar, recostándose y esperando morir. Me está cansando este juego de escribano; las tijeras no perforarán al niño como el abrazo múltiple de los días. Es la vuelta de tuerca; que tu cerebro pediría si quisiera moverse. Como esquina donde me encuentro humo y me abrazo infinitamente como a pura necesidad. Malgastar el dinero. La amargura del llanto escondido en el sótano. ¡Las paredes escuchan! Punto y aparte. La guitarra vuelve rasgando la noche, la luz más falsa. El magma fantasmal se revuelve invadiendo el lenguaje. ¡Y el mundo no se decide a explotar!

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VIÑETAS PARA UNA POSTAL * asesinaría ahora si yo fuera legal como brazo honesto y la misma sopa de cabellos tibios * el polvo es el examen así la noche ríe de protuberancias lunares se hace falta a sí mismo, está aturdido y no sabe eructar aún * crepitación del odio, vaya caricia la doctrina ejemplar del mal la marea lo restriega todo * un ejército de legajos anacoretas cada falo es una escoba la apariencia radica y no retrocede

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DADÁ Amé la escafandra Que caía en la luz funesta De los hilos del vacío anhelante Un pedazo de cuerda Unos trozos más desperdigados Cuarenta desdichas avecinadas Y un mal que no dice Tonto es el placer De claudicar por otro estrafalario tedio Sin rastrillos que necesitaste Declara tu prominencia Ahora es cuando odiar Trineos al infierno nos llevarían En la infancia encontrada Trincheras ilusas están degradando Él vino y ya no está Lo quise para mí Soy la vanidad Acrecienta el ano triturado El clavo solitario del cuento Círculo de tabaco que sabiamente acaricias La Nada no escatima gastos

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MĂ XIMAS 1 No soy feliz porque soy egoĂ­sta: la dicha se comparte, mientras que el dolor se atesora. 2 El Mal lucha con el odio y se regocija en la tristeza.

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